DÍA GÉLIDO Andrew era un reportero de treinta y cuatro años de origen irlandés que vivía en Newcastle, Inglaterra. Andrew destacó toda su vida por su amabilidad y sus altas capacidades de comunicación. Él estaba pasando sus mejores momentos profesionales disfrutando de lo que hacía haciéndolo bien. Una fría noche de ese invierno, Andrew recibió una llamada inesperada; era su jefe. Le llamaba para pedirle que al día siguiente, por la mañana, se dirigiera a un pueblo en las afueras de Ashington para dar la noticia de un alud seguido de una avalancha. Él aceptó algo preocupado. Al día siguiente inició el viaje al pueblo. Estaba algo cansado debido a que se había acostado tarde para terminar la redacción de su último reportaje. Llegando al pueblo vio en las nevadas laderas de la carretera una silueta humana. Se detuvo pensando que era una persona que había sobrevivido al alud. Cuando salió del coche y se acercó vio que era un chico de unos veinte años que estaba bastante pálido y desabrigado. Andrew le preguntó: - ¿Estás bien? El chico permaneció inmóvil con su mirada penetrante. Andrew empezó a ponerse nervioso y llamó al 061 de Ashington. Mientras los médicos atendían al chico, Andrew decidió seguir su camino. Al anochecer partió a Ashington para hospedarse en un hotel. Mientras conducía le pareció ver el chaleco luminiscente de uno de los médicos que habían atendido al chico, sin embargo, él no le dio importancia ya que había bebido algo de vino mientras trabajaba. Al llegar al hotel, recibió otra inesperada llamada. Resultó ser una chica nerviosa que decía que llamaba de parte del hospital para informarle de que el chico del día anterior había muerto de hipotermia. Andrew estuvo algo triste, pero decidió no prestarle más atención y dormir ya que el día siguiente iba a ser duro. Se levantó aproximadamente a las 5:00 de la madrugada y había una leve luz solar cubierta por nubes grises. Mientras iba hasta el pueblo le pareció ver una vez más el chaleco luminiscente y esta vez confió en su vista y se detuvo. Al salir del coche percibió un movimiento en unos arbustos que tenía enfrente y se acercó, entonces notó un sonido escalofriante detrás de él, se dio la vuelta y vio que le habían pinchado las ruedas. En ese momento notó otra vez el movimiento de los arbustos y se volvió. Se dio un buen susto al ver que era el chico con el chaleco. Andrew no pudo evitar preguntarle: - ¿No habías muerto ayer? A lo que el chico respondió: - ¿Quién dijo que yo había muerto ayer? El pánico se apoderó de Andrew haciéndole correr al interior del bosque. Corrió sin parar hasta que se topó con una casa antigua. Entró en ella y decidió ir al piso de arriba en el que había un oscuro pasillo con una puerta al final que desprendía un hedor putrefacto. Increíblemente, Andrew entró en ella quedando espantado con lo que vio: el médico que había atendido al chico y la enfermera, ambos colgados por el cuello del techo. En ese momento se dio cuenta de que definitivamente se había metido en la boca del lobo y que ya no tenía escapatoria. Decidió entrar en la habitación, cerrar la puerta y, al ver una ventana, se acercó y usó su temblorosa mano para limpiar la humedad y poder ver a través de ella. Entonces acercó su cara para mirar y pudo vera al chico avanzando hacia la entrada de la casa. Acto seguido, Andrew retrocedió sin perder de vista la ventana y se acurrucó en una esquina de la habitación entre los pendulantes cadáveres mientras escuchaba los pasos del chico cada vez más cerca. FABIO MÉNDEZ REYES. 3º A