ALTERNATIVAS PARA CONSEGUIR UN MAYOR CRECIMIENTO EN ESPAÑA

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gdeladehesa 13 Sep 2016 18:00 1/5
ALTERNATIVAS PARA CONSEGUIR UN MAYOR CRECIMIENTO EN ESPAÑA
Guillermo de la Dehesa, Presidente del CEPR, Centre for Economic Policy Research
Las teorías sobre el crecimiento han variado bastante desde la aportación
pionera de Robert Solow en 1956, pero sus diferencias se basan fundamentalmente en los
problemas de convergencia y en qué factores tienen mayor o menor incidencia en la tasa de
crecimiento, conforme se va aprendiendo más con la experiencia y el estudio de la realidad en
distintos países y regiones. Sin embargo, se mantiene casi intacta la idea de que el crecimiento
se basa en la acumulación y utilización de los factores de producción (trabajo, capital físico y
humano y tecnología o mejor dicho, progreso técnico) y en su productividad conjunta, que se
suele medir por la productividad del trabajo, tanto por persona empleada como por hora
trabajada, y además, cuando se puede, por la contribución del capital y de la productividad total
de los factores a dicha productividad. Si la acumulación y utilización de dichos factores de
producción es ya, de por sí, complicada de calcular estadísticamente, la productividad lo es
todavía mucho más.
Ahora bien, la experiencia de muchos episodios de crecimiento ha demostrado
que un crecimiento basado en la mera acumulación de factores de producción, aunque
necesario en determinados niveles de desarrollo, no es suficiente ni sostenible a muy largo
plazo. El crecimiento a largo plazo debe de estar basado sobre todo en la productividad de
dichos factores, no sólo en su acumulación. Un caso extremo fue el de la Unión Soviética, pero
ha habido otros casos también en Asia que corroboran esta evidencia empírica.
Paradójicamente, el modelo de crecimiento de Estados Unidos desde 1960
hasta 1995 se había basado en una mayor acumulación del factor trabajo que del crecimiento
de la productividad el trabajo, mientras que el modelo de la Unión Europea (UE) había hecho lo
contrario, su productividad laboral había aumentado más rápidamente que la de EEUU
mientras que su tasa de empleo y el número de horas trabajadas crecía muy por debajo de la
americana, o incluso llegaba a ser negativa. A partir de 1995 hasta nuestros días, EEUU está
consiguiendo aumentar más deprisa que la UE tanto su tasa de empleo y horas trabajadas
como su productividad, lo que hace que crezca todavía más rápido que en los 35 años
anteriores y que aumente su distancia en términos de PIB por habitante con la media de la UE,
que es todavía un 30% más baja que la americana.
Dentro de este análisis simplista, el caso de España ha sido todavía más
extremo. Si ha habido una característica del crecimiento español desde el Plan de
Estabilización hasta 1995, ha sido que se ha sustentado en una utilización muy intensiva del
capital a costa de una menor acumulación del trabajo. La tasa de empleo era anormalmente
baja, pero se compensaba por una mayor relación capital-trabajo y, por tanto por un mayor
crecimiento de la producción por persona y por hora trabajada o, lo que es lo mismo, por una
mayor productividad. Por el contrario, a partir de mediados de los años noventa, la economía
española empieza a crecer sobre la base de aumentar el empleo a costa de reducir la tasa de
crecimiento de la productividad y este modelo se está manteniendo hasta nuestros días.
El empleo creció a una tasa anual media del 0,6% entre 1961 y 1970 (frente al
0,3% de la UE) para, en los siguientes diez años caer al –0,6% (frente al 0,3% de la UE) Entre
1981 y 1990 creció a una tasa media del 1,1% (frente al 0,7% de la UE) pero sólo a partir de
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1986, gracias al auge provocado por la entrada española en la UE, ya que su crecimiento fue
negativo entre 1980 y 1985. De nuevo volvió a tasas negativas en 1992, 1993 y 1994, a causa
de la recesión y sólo desde 1995 hasta hoy, ha crecido a una tasa anual media del 2,2%, que
ha sido ligeramente mayor del doble de la de la media de la UE (1,075%) Hay razones
macroeconómicas obvias para pensar que los dos períodos de mayor crecimiento del empleo
han sido: entre 1986 y 1991, debido a la accesión española a la UE y entre 1997 y 2001,
debido a nuestra incorporación a la Unión Monetaria. En el primer caso, porque hubo una
entrada masiva de inversión extranjera que empujó el crecimiento del empleo y de la economía
española y en el segundo caso, ha sido la fuerte caída de la inflación y de los tipos de interés
la que ha permitido dicho auge en la creación de empleo. Sin embargo, hay dos elementos
micro-económicos fundamentales que han jugado en ambos casos. En el primero fue la
reforma laboral de 1984 y la moderación salarial mantenida hasta la huelga general de finales
de 1988. En el segundo, fueron las sucesivas reformas laborales unidas, asimismo, a una
fuerte y persistente moderación salarial por parte de los sindicatos.
Por el contrario, la productividad laboral, medida en términos de PIB por persona
empleada aumentó, entre 1961 y 1970, a una tasa anual del 6,7% (frente al 4,5% de la UE), al
4,2% entre 1970 y 1980, (frente al 2,6% en la UE) al 1,9% entre 1980 y 1990 (frente al 1,7% en
la UE) y luego, desde 1991 a 1994, siguió creciendo a la misma tasa de la UE (2,1%) Sin
embargo, desde 1995 hasta 2002, la tasa anual media de crecimiento de la productividad
española ha sido del 0,6% frente al 1,2% de la media de la UE. Sólo la tasa de crecimiento de
la productividad Italiana ha sido más baja que la española.
A pesar del fuerte crecimiento de la productividad por persona empleada hasta
1994, el nivel de PIB por persona empleada a finales de 2002, era todavía en España alrededor
de un 90% de la media de la UE. A pesar del fuerte crecimiento del empleo entre 1995 y 2002,
la tasa o nivel de empleo, es decir, el número de personas que están empleadas en porcentaje
del número de personas en edad de trabajar (entre 15 y 64) es en España sólo un 78,5% de la
media de la UE. En lo único que superamos con creces a la media de la UE es en el número de
horas anuales efectivamente trabajadas, que es de 1.807 frente a sólo 1.623 de la UE, es decir,
un 11% más. Este mayor número de horas trabajadas permite compensar, parcialmente, tanto
nuestra menor tasa de empleo como nuestra menor productividad por hora trabajada, que
todavía es del 79% de la media comunitaria. Es decir, que nuestro PIB por habitante, que era,
en 2002, en el 84,6% de la media de la UE, reflejaba, exactamente, estos niveles anteriores
que muestran que tenemos todavía un grave problema de empleo y de productividad por hora
trabajada y un problema menos grave de productividad por persona empleada.
En definitiva, en el período 1995-2002, el crecimiento anual medio del PIB por
habitante en España ha sido del 2,7%, gracias a la aportación del crecimiento del empleo, que
ha aportado, en promedio el 1,5%; al crecimiento de la población en edad de trabajar, que ha
aportado 0,25% y al crecimiento del número de horas trabajadas que ha aportado el 0,1%. En
total, la acumulación y utilización del factor trabajo ha aportado 1,85%, el 68,5% del crecimiento
promedio, el restante 0,85% (el 31,5% del crecimiento total promedio) ha sido aportado por la
productividad. No hay que olvidar que una parte relevante del crecimiento del empleo ha sido
debida al sector público. En el período 1995-2001, el empleo público ha aportado un 16,7% del
crecimiento del empleo total y a finales del 2001, el empleo del sector público ha alcanzado el
17,2% del empleo, que todavía es bajo respecto a la media de la UE, que es del 23,4%, pero
que es ya elevado en términos relativos, ya que el ingreso público medio de la UE es del 44,4%
del PIB y en España del 39% del PIB, 5,4 puntos porcentuales menos. Otra parte significativa
del crecimiento del empleo ha sido debida a la afloración de empleo sumergido, aunque no
existen datos fiables.
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Si se mide la aportación relativa, al crecimiento del PIB, tanto de la utilización del
trabajo, como de la productividad, medida en términos de productividad por hora trabajada y no
por persona empleada, en el período 1996-2002, la utilización del trabajo ha aportado el 79%
del crecimiento del período, frente al 21% de la productividad horaria, que ha ido descendiendo
a lo largo del período.
¿Qué tenemos que hacer para acortar distancias en términos de convergencia
en términos de PIB por habitante con la UE?
Lo primero que hay que hacer es seguir creando empleo. Naturalmente, para
lograr un nivel de empleo más elevado, es fundamental que las tendencias demográficas sean
favorables, por la sencilla razón de que la tasa de empleo depende de que, por un lado, la
población en edad de trabajar sea elevada y de que la población que busca activamente
empleo como porcentaje de la anterior también lo sea. En este punto tenemos seria debilidades,
debido, por un lado, a que la población en edad de trabajar empieza a estancarse, y, por otro
lado, a que la tasa de actividad y de empleo femeninas son muy bajas. Mientras que nuestra
tasa de actividad o participación masculina, es decir, el número de personas que buscan
activamente empleo en porcentaje de la población en edad de trabajar, era, en 2002, del 69%
(frente al 77% de la UE) la tasa de empleo femenina es del 43,2% (frente al 60% de la UE) La
tasa española es relativamente bajísima en las mujeres entre 55 y 64 años de edad (24,4%)
pero, aunque menos, también lo es la masculina (62,2%) también es baja la tasa de empleo de
los jóvenes entre 15 y 24 años, tanto masculina (52,4%) como femenina (41,4%) Por otro lado,
la tasa de empleo femenina también es muy baja. Es del 30% en las mujeres de edad entre 15
y 24 años, del 54,2% en edades comprendidas entre 25 y 54 años y de sólo el 22% en edades
entre 55 y 64 años.
Una fórmula obvia de aumentar el nivel de empleo de los jóvenes de ambos
sexos y de las mujeres en general es incentivar el empleo a tiempo parcial, que en el año 2000,
último del que se tienen estadísticas comparativas de la OCDE, era en España del 7,9% frente
al 13,8% de la media comunitaria, habiendo países como Holanda y Reino Unido con el 33% y
el 23% respectivamente. El problema del empleo juvenil en España es muy serio ya que un
25% de los jóvenes están parados y un 65% tienen contratos precarios, rotando varias veces al
año de una empresa a otra y de un empleo a otro, lo que tiende a disminuir su productividad,
que está altamente correlacionada con la experiencia en la empresa o en el empleo. Otra forma
obvia de aumentar el nivel del empleo en España es a través de conseguir una mayor
movilidad territorial de la mano de obra, que es una de las más bajas de la UE. Para
conseguirlo hay que aumentar rápidamente la construcción de viviendas de alquiler
exclusivamente, ya que suponen actualmente, el porcentaje más bajo, sobre el total de
viviendas construidas, de toda la UE. Será necesario, por un lado, incentivar fiscalmente este
tipo de construcción y, por otro incentivar fiscalmente a los trabajadores y las empresas para
que el coste del alquiler no sea gravado como pago en especie.
Otro factor que puede contribuir a la creación de empleo es aumentar su calidad,
mejorando notablemente la formación y educación de la mano de obra. La inversión pública en
educación en España es del 4,4% del PIB (del cual el 3,3% se invierte en educación primaria y
secundaria y el 1% en terciaria) frente al 4,9% en la UE; la privada, sin embargo es mayor que
la media de la UE 0,9% del PIB, frente a 0,4%) y la educación en el lugar de trabajo es 0,8%
del PIB frente a 1,2% del PIB en la UE. En España, el porcentaje de la mano de obra que tiene
nivel de educación secundaria es del 60% en los trabajadores de 25 a 34 años y del 30% en los
de 45 a 54 años. En el caso de la educación terciaria dichos porcentajes son del 37% y del
19% respectivamente. Este aspecto es fundamental ya que ahora y mucho más en el futuro, la
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mano de obra con un nivel de educación secundaria y terciaria tiene, no sólo unas mayores
probabilidades de encontrar empleo que la que tiene niveles de educación primaria, sino que
también tiene una mayor facilidad para mejorar su salario y su carrera en la empresa, aunque,
al principio tenga que aceptar, temporalmente empleos por debajo de sus capacidades.
Finalmente, hay que reducir los niveles actuales de regulación de los mercados de factores de
producción y de los mercados de productos. Por un lado, unas condiciones de despido
excesivamente estrictas reducen los flujos de desempleo pero a costa de hacer más difícil que
las empresas creen nuevos empleos y que los que ya están desempleados vuelvan a
emplearse. Por otro lado, unas regulaciones que impiden la libre entrada y salida de empresas
en cada sector reducen la no sólo la inversión y la creación de empleo sino también la
elasticidad entre ambas. Se calcula que una reducción de las actuales regulaciones en el
mercado de productos en la UE, aumentarían la tasa de empleo entre un 0,5% y un 2,5%,
dependiendo de los niveles de cada país.
Otro aspecto fundamental y obvio para crear empleo es lograr que aumente, a
mayor ritmo, la inversión empresarial, que paradójicamente, en los años 2001 y 2002 ha tenido
un crecimiento muy bajo a pesar de que el coste real del capital era cercano a cero. En 2003,
se nota ya una recuperación (3,2%) que esperemos que continúe en 2004. Una razón
importante para tener esperanza en la recuperación de la inversión es que su reciente caída ha
podido responder a la atonía de la demanda externa proveniente del resto la UE, que ha
crecido a tasas medias ligeramente superiores al 1% y que ha hecho que las exportaciones
españolas hayan crecido a un ritmo bajísimo y que la aportación del sector exterior al
crecimiento haya sido negativa en los últimos tres años, es decir, que hemos crecido
únicamente con la aportación de la demanda interna. La UE se estima que crezca este año
2004 a tasas cercanas al 2% lo que permitirá mejorar nuestras exportaciones a al Zona Euro.
Otra forma complementaria de aumentar la convergencia real es, lógicamente,
aumentar la productividad del trabajo. También en este aspecto la economía española muestra
importantes debilidades. La productividad por hora trabajada ha ido cayendo en España, de
una tasa anual promedio del 2,27% en el período 1990-1995, a otra cercana a cero en el
período 1996-2002 ha sido la mayor desaceleración de toda los países miembros de la UE.
Una buena parte de la misma se debe a una caída del crecimiento, entre ambos períodos, de la
productividad total de los factores del -1,3% (la mayor de toda la UE) que, a su vez, se
compone de un aumento de la inversión en las tecnologías de la información y comunicación
del 0,03% y una caída del resto de la inversión del -1,44%. Este comportamiento de ambas
inversiones ha provocado una desaceleración de la productividad por hora trabajada del -2,7%,
la mayor de los países miembros de la UE.
Estos datos son realmente preocupantes por dos razones básicas. La primera es que el fuerte
crecimiento en el empleo y la ligera caída del número de horas trabajadas se ha conseguido a
costa de una importante desaceleración de la productividad por hora trabajada, que ha sido
también la tónica general de la UE, pero en el caso de España ha sido la más importante de
todos sus países miembros. La segunda es que en el futuro, la única forma que va atener la
economía española de crecer es a través del aumento de la productividad, ya que, dentro de
unos años la población en edad de trabajar va a descender muy rápidamente, y va a hacer
cada vez más difícil aumentar la actividad y el empleo, ya que las cohortes jóvenes van a ser
mucho menores, por lo que España va a tener que cambiar drásticamente su “modelo” actual
de crecimiento.
Las únicas formas de mejorar el empleo van a reducirse a aumentar la actividad
y el empleo de las mujeres y recibir un número creciente de inmigrantes, lo que no va a ser fácil.
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En el primer caso por el bajo nivel de empleo a tiempo parcial y en el segundo por el rechazo
que existe en la mayoría de la población española respecto a un crecimiento excesivo de los
flujos de inmigrantes.
En resumen, aunque la convergencia real con la UE ha aumentado
notablemente en España en los últimos años, gracias al elevado crecimiento del empleo, los
rendimientos de esta estrategia van a ser decrecientes en el futuro. Las reformas necesarias
para aumentar en el futuro los niveles de productividad y mejorar, dentro de sus límites las
tasas de empleo en la economía española, única forma de continuar mejorando la
convergencia en términos de PIB por habitante, respecto a la media de la UE, son claras y
conocidas, pero hay que tener el coraje político y la capacidad de convencimiento y
negociación necesarias para ponerlas en práctica. Este es el gran reto de los futuros gobiernos.
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