IBEROAMERICA NO ES EL SUDESTE ASIATICO BRASIL NO ES THAILANDIA O MALASIA Guillermo de la Dehesa Vicechairman de Goldman Sachs Europe Intentar hacer paralelos entre Iberoamérica y el Sudeste Asiático tras las turbulencias monetarias en algunos países es un ejercicio que aparte de tener poco sentido, es superficial y, en todo caso, prematuro. Sin embargo, algunos analistas han aludido a que Brasil puede correr el mismo destino que Thailandia y Malasia. Puesto que las turbulencias del Sudeste Asiático van, probablemente, a continuar en los próximos meses, conviene dejar claro que se trata de situaciones muy diferentes y que hay que desechar cualquier probabilidad de contagio entre aquel continente y este, o entre aquellos países y Brasil. El primer paralelo que se intenta con Brasil es con el del déficit de la cuenta corriente de la Balanza de Pagos de Brasil en relación al de Thailandia y Malasia. Es verdad que Brasil tiene un déficit por cuenta corriente elevado y, sobre todo, que ha crecido del 2,5% del PIB en 1995 a 3,3% en 1996 y a 4,5% en 1997. Ahora bien, Malasia y Thailandia llevan varios años con déficits muy superiores al brasileño. La media de los cuatro últimos años en el primero es del 6.5% y en el segundo del 7,0% del PIB. Además, la mayor parte del déficit corriente brasileño, cerca del 75%, se está financiando con inversión directa extranjera y no con deuda. En segundo lugar, las reservas de divisas brasileñas son muy superiores a las de ambos países. Brasil cuenta con 65 mil millones de dólares mientras que Malasia cuenta con 30 mil millones y Thailandia con 37 mil millones, es decir, menos de la mitad de Brasil. En tercer lugar, la deuda externa brasileña, aunque de mayor volumen absoluto, en términos del PIB, es del 23%, frente al 41% de Malasia y el 50% de Thailandia. Finalmente, Brasil está en pleno proceso de privatizaciones de las que se espera obtener 25 millones de dólares al año en los próximos dos años, lo que facilitará, en buena parte, la tarea de conseguir los 55 mil millones de dólares de financiación exterior que va a necesitar cada año, con lo que el Banco Central no tendrá que reducir su nivel de reservas y podrá mantener su actual política de cambio. Dichas privatizaciones, unidas a una previsión de entradas de inversión directa de 15 mil millones de dólares, alejan todo peligro derivado de la cuenta corriente en los próximos dos años. El único aspecto que debe de preocupar a las autoridades económicas de Brasil es su bajo nivel de ahorro interno, que alcanza sólo el 15%del PIB, menos de la mitad que el de Malasia, que alcanza el 37% y el de Thailandia, que llega al 34%. El déficit corriente de estos dos últimos países se ha visto provocado por las fortísimas entradas de capital y por el excesivo apalancamiento de la economía, a pesar de tener las tasas de ahorro más elevadas del mundo, mientras que en Brasil es más bien el resultado de un bajo nivel de ahorro nacional que necesita complementarse con ahorro externo. El segundo paralelo que se esgrime es el del otro déficit "gemelo": el déficit presupuestario. En el momento actual el déficit público consolidado brasileño es del 5% del PIB, mientras que tanto en Malasia como en Thailandia es del 1,1% del PIB. Ahora bien, el déficit brasileño ha ido cayendo un punto por año, del 7% en 1995 al 6% en 1996 y al 5% ahora. Esto se ha conseguido con un superávit primario del 0,6% del PIB este año y el gobierno se ha puesto como objetivo otro superávit primario del 1,5% del PIB para 1998. Si este objetivo si consiguiera el déficit podría caer al 3,5% del PIB, acercándose a los niveles europeos. De todas maneras, Brasil tiene aún un importante reto por delante ya que necesita, al mismo tiempo, reducir fuertemente el peso del sector público en la economía y extender los servicios públicos a una parte importante de la población. Ahora bien, lo que realmente desató la crisis mexicana entonces y la crisis de Thailandia y Malasia ahora, ha sido el conflicto insostenible entre la crisis bancaria interna y el tipo de cambio, entre la necesidad de mantener los tipos de interés bajos para evitar una mayor crisis bancaria y la política de sostener el tipo de cambio fijado con el dólar. Los bancos centrales de estos países han intentado salvar sus entidades financieras bien emitiendo dinero o deuda, lo que ha aumentado las expectativas del mercado respecto de una mayor inflación y una monetización de la deuda. Inmediatamente, dada la libertad de movimientos de capital, los agentes financieros nacionales y extranjeros han respondido saliéndose de la moneda nacional y tomando divisas extranjeras al tipo de cambio fijo, reduciendo así las reservas del Banco Central. Este cambio de monedas ha desatado una rápida tendencia a auto acelerarse antes de que las reservas del Banco Central se acabasen. Ante esta situación, lo lógico es que el Banco Central hubiera intentado defender la moneda aumentando fuertemente los tipos de interés, pero se ha encontrado con que, si lo hacía, provocaba una mayor crisis bancaria, con lo que, al final, ha tenido que ceder y devaluar como los inversores habían previsto. La experiencia ha demostrado, por tanto, que el origen del problema (y de la crisis bancaria) ha estado en la fuerte expansión del crédito que se dio en Malasia y Thailandia. Primero, las masivas entradas de capital que han recibido estos países tanto por las condiciones de alta liquidez mundial, especialmente en Japón, como por un excesivo optimismo sobre las perspectivas de crecimiento de los países del ASEAN fueron intermediadas a través de la expansión del crédito bancario, creando un fuerte auge de los precios inmobiliarios y de las bolsas de valores. Posteriormente, los Bancos Centrales intentaron esterilizar la caída en la demanda de su base monetaria y las salidas netas de reservas, mediante todavía una mayor expansión del crédito bancario. El fuerte apalancamiento de las familias y empresas, muchas de ellas invirtiendo en el mercado inmobiliario y de valores, se ha visto detenido abruptamente por 1 la crisis financiera que ha deprimido los mercados de valores e inmobiliario y ha originado un "credit crunch", lo que ha acelerado la crisis de las entidades bancarias que se encuentran ya con una morosidad explosiva. La expansión del crédito bancario al sector privado ha llegado a ser de tal magnitud que ha alcanzado el 168% del PIB en Malasia y del 152% en Thailandia. La situación de Brasil es totalmente diferente. Por un lado, lo peor de su crisis bancaria ha pasado ya, mientras que en estos países se encuentra en su cima. Por otro, la expansión del crédito al sector privado sólo ha alcanzado al 30% del PIB, porcentaje muy moderado (cinco veces menor), y una parte muy reducida de la misma ha ido al sector inmobiliario y de acciones. Es decir, el Banco Central de Brasil se encuentra aún con libertad de actuación en su política monetaria y con un alto nivel de reservas para hacer frente a cualquier eventualidad. Las posibilidades de contagio, por tanto son muy escasas. De un lado, el menor crecimiento previsto en el Sudeste Asiático no va a afectar a las exportaciones de Brasil y de otros países iberoamericanos, ya que sólo representan entre un 3% y un 4% del total. De otro lado, la pérdida de confianza en los mercados respecto de los países del Asean pueden favorecer las inversiones alternativas en Iberoamérica. La única posibilidad de contagio podría darse si los fondos de inversión en países emergentes intentaran realizar plusvalías vendiendo activos financieros iberoamericanos para compensar las pérdidas en el Sudeste Asiático, lo que no es muy probable dado que ha sido un año excelente para la mayoría de dichos fondos. Por último, no conviene olvidar que Iberoamérica se encuentra con dos ventajas muy importantes respecto del Sudeste Asiático. En primer lugar, su estabilidad política es mucho mayor, con unas democracias cada vez más consolidadas y con pocos cambios previsibles en los próximos años. En segundo lugar, la situación de las economías iberoamericanas en una fase expansiva del ciclo las favorece claramente frente a las del Sudeste Asiático que se encuentran en el inicio de una fase de menor crecimiento. En definitiva, lo lógico sería que nos encontrásemos en los albores de una fase de fuerte recuperación de las economías iberoamericanas y que la crisis del Sudeste Asiático fuera percibida como una oportunidad para Iberoamérica y no como un peligro. 6 de octubre de 1997 1