Centro de Espiritualidad Paulina de México Pautas de Retiro para el mes de Octubre 2015 Las Hijas de San Pablo y las Apostolinas I. Palabra de Dios Hay diversidad de carismas, y el carisma es, según san Pablo un don recibido gratuitamente de Dios, por medio del Espíritu Santo, que actúa sobre la persona que lo recibe capacitándola para utilizar este don a favor de la edificación y comunión de la Iglesia. El punto de referencia ineludible para hablar de carismas, en plural, son los capítulos 12 y 14 de la primera carta a los Corintios. Pablo afirma que hay diversidad de carismas, que tenemos dones diferentes, esto nos lleva a la conclusión de que los carismas son dones particulares distribuidos en forma personalizada que, benefician en primer lugar a quienes lo reciben, pero por ser don del Espíritu, sirven a la comunidad. La afirmación de la individualidad carismática se armoniza con la unidad del único Espíritu, del único Cuerpo; pero se es cuerpo desde la diversidad de funciones. De la dimensión personal de los carismas y su destino social se deduce que carisma tiene que ver con vocación y servicio (Rm 1,1.5). San Pablo ofrece algunas claves para este discernimiento: la referencia de estos fenómenos al Espíritu y a Jesús. El primer criterio de discernimiento de autenticidad de un carisma es que los fenómenos espirituales cristianos son ‘memoria Jesu’. En ellos se expresa el Espíritu de Jesús, por eso es carisma del Espíritu aquel que proclama que Jesús es Señor (1Cor 12, 3). Un segundo criterio de discernimiento de los carismas cristianos es que sirven para la edificación de la Iglesia (Cf. Ef 4,12; l Cor 14,12). De aquí también se deduce que no sólo es importante el mero hecho de su existencia, sino también el uso que se hace de él. “A cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los demás” (I Cor 12,7). La Iglesia es real y profundamente carismática en su totalidad, porque ha recibido el supremo don de Dios que es el Espíritu, el cual ha recibido de Dios y de Cristo el encargo de enseñarlo todo (Jn 14,26). El Espíritu se sigue comunicando y trabajando en la unidad de la Iglesia, y así va inspirando formas nuevas y promoviendo el crecimiento de la comunidad creyente. “Tenemos dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado. Si el don de alguien es el de profecía, que lo use en proporción con su fe; si es el de prestar un servicio, que lo preste; si es el de enseñar, que enseñe; si es el de animar a otros, que los anime; si es el de socorrer a los necesitados, que dé con generosidad; si es el de dirigir, que dirija con esmero; si es el de mostrar compasión, que lo haga con alegría” (Rm 12,6-8). II. Magisterio de la Iglesia El Papa Francisco dice: en la Iglesia hay carismas diferentes y «esto no debe ser visto como un motivo de confusión, de malestar: son todos regalos que Dios hace a la comunidad cristiana, para que pueda crecer armoniosa, en la fe y en su amor, como un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. El mismo Espíritu que da esta diferencia de carismas hace la unidad de la Iglesia: ¡el mismo Espíritu! Ante esta multiplicidad de carismas, nuestro corazón debe abrirse al gozo y debemos pensar: “¡Qué cosa tan bella! Tantos dones diferentes, porque somos todos hijos de Dios y todos amados en un modo único”. ¡Ay, entonces, si estos dones se convierten en motivo de envidia, de división, de celos! Como recuerda el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 12, todos los carismas son importantes ante los ojos de Dios y, al mismo tiempo, ninguno es insustituible. Esto significa que en la comunidad cristiana nosotros necesitamos los unos de los otros, y todo don recibido se actúa plenamente cuando es compartido con los hermanos, por el bien de todos. ¡Esta es la Iglesia! Y cuando la Iglesia, en la variedad de sus carismas, se expresa en comunión, no puede equivocarse: es la belleza y la fuerza del sensus fidei, de aquel sentido sobrenatural de la fe, que es donado por el Espíritu Santo, para que, juntos, todos podamos entrar en el corazón del Evangelio y aprender a seguir a Jesús en nuestra vida. (Del Papa Francisco durante la audiencia del 10 de enero de 2014). La vida religiosa apostólica Es un testimonio esplendido y variado, en el que se refleja la multitud de dones otorgados por Dios a los fundadores y fundadoras que abiertos a la acción del Espíritu Santo, han sabido interpretar los signos de los tiempos y responder de un modo clarividente a las exigencias que iban surgiendo poco a poco. Siguiendo sus huellas muchas otras personas han tratado de encarnar con la palabra y la acción el Evangelio en su propia existencia, para mostrar en su tiempo la presencia viva de Jesús, el Consagrado por excelencia y el Apóstol del Padre. Los religiosos y religiosas deben continuar en cada época tomando ejemplo de Cristo el Señor, alimentando en la oración una profunda comunión de sentimientos con El, de modo que toda su vida esté impregnada de espíritu apostólico y toda su acción apostólica este sostenida por la contemplación. (Exhortación Apostólica Postsinodal “Vita Consecrata” Juan Pablo II) III. Palabras del Fundador1 Tras las insistencias de los Superiores que nos guían en favor de la fundación de un Instituto para las vocaciones concedí y promoví el Instituto Regina Apostolorum (Reina de los Apóstoles). Su espíritu y actividad aparece claro en los artículos 1-2-3 de sus Constituciones: “1. El fin general del Instituto “Regina Apostolorum” para las vocaciones es procurar la gloria de Dios y la santificación de los miembros mediante la práctica fiel de los tres votos de obediencia, castidad y pobreza, y ordenando la propia vida a norma de los sagrados cánones y las presentes Constituciones. 2. el fin especial de la Congregación consiste en realizar, con medios tradicionales y modernos (prensa, cine, radio, televisión, fotografía, etc.), tres clases de obras en orden a las vocaciones: buscarlas, formarlas y acompañarlas: a) Instrucción a todos los fieles sobre este problema fundamental de las vocaciones en la Iglesia. b) Acción: organizar y construir centros de ayuda para los aspirantes al sacerdocio o a la vida de perfección; exposiciones en las parroquias, en los Institutos, etc.; organizar reuniones, semanas, triduos, retiros espirituales, jornadas por las vocaciones; preparar ediciones de folletos, libros, periódicos, películas, transmisiones de radio y de televisión; pronunciar conferencias y mantener tertulias, dirigir secciones de confección de hábitos, etc., y todo lo que pueda ser necesario para las vocaciones pobres. c) Oración: devoción a Jesús Maestro, a la reina de los Apóstoles, a san Pablo; adoración eucarística; promoción de oraciones para niños, padres e Institutos; preparar jornadas de sacrificios, etc., siempre en orden a buscar, ayudar y acompañar las vocaciones. 3. El ideal del Instituto se sintetiza en estas fórmulas: “Todos los católicos, con todas las fuerzas, con todos los medios, por todas las vocaciones, por todos los apostolados”. “Todos los fieles por todos los infieles; todos los católicos fervorosos por todos los indiferentes, todos los católicos por todos los acatólicos”. 1 Cfr. ALBERIONE Santiago, Ut perfectus sit homo Dei, San Pablo, Roma 1998, I, 122-126. 2 “Que todos los llamados respondan a su vocación, que todos los religiosos sean santos y que los hombres los escuchen y consigan su salvación”. La providencia divina manifestó bien pronto su complacencia por este Instituto. Que ejerciten su apostolado con fe, humildad y celo; que la Pía Sociedad de San Pablo les comunique el espíritu de su vocación y que en tiempo oportuno encuentre en ellas colaboración; que la Iglesia se alegre de los frutos de su apostolado vivido con el espíritu de Jesús, creador y formador de los primeros apóstoles, especialmente de san Pedro y de san Pablo. El Señor quiere ser ayudado por los hombres para darles su dignidad y para que puedan hacer méritos. Quiere, por ejemplo, servirse del sacerdote para la distribución de la comunión a las almas que desea alimentar de sí mismo. ¡Ayudemos a Dios! ¡Dios nos ayuda a ayudarle! Respondamos a sus designios y a la economía de la distribución de la gracia: “Para Dios la gloria, para nosotros el paraíso”. IV. Actualización A lo largo de este año hemos estado recordando las fundaciones de la Familia Paulina en el marco del centenario de nuestras hermanas Hijas de san Pablo. Ahora citamos a la reflexión en torno a la congregación de nuestras hermanas del Instituto Regina Apostolorum (Reina de los Apóstoles), “Apostolinas” como les decimos comunmente. A ellas, como a las demás congregaciones e institutos de vida secular consagrada, las asumimos como un don suscitado por el Espíritu Santo y también como expresión de un carisma de la Familia Paulina del que formamos parte. La Palabra de Dios aquí expuesta nos recuerda que el Espíritu nos capacita para utilizar los dones para la edificación y comunión de la Iglesia y más lo tendríamos que decir tratándose de la edificación y comunión de la Familia Paulina. El Espíritu suscita formas nuevas de expresión en la comunidad eclesial para el crecimiento de la misma; un cuerpo con diversidad de dones. Y así como en la Iglesia, en la Familia Paulina cada congregación participa de un espíritu común y fines convergentes pero con la expresión propia de la misión o carisma de cada congregación o instituto. Por su parte el Papa Francisco, en su audiencia del 10 de enero de 2014, nos advierte que la diversidad carismática, lejos de provocarnos confusión o malestar, ha de recordarnos que se trata de regalos que Dios hace a la comunidad cristiana para que pueda crecer en fe y amor como un solo cuerpo. “¡Qué cosa tan bella! –dice el Papa– Tantos dones diferentes porque todos somos hijos tan amados de Dios de un modo único”. Qué riqueza –tendríamos que decir paulinos y paulinas– y qué variedad en el concierto de las diez voces de la Familia Paulina. El Papa nos recuerda que todos nos necesitamos unos a otros y que el don se actúa plenamente cuando es compartido. Así nos recuerda también a nosotros el padre Fundador, que sólo junta la Familia Paulina adquiere su sentido. “Juntos –dirá el Papa– para que todos podamos entrar en el corazón del Evangelio y aprender a seguir a Jesús” como personas y como hermanos y hermanas de cada congregación e instituto. 3 Nuestro padre Alberione ha pensado a las Hermanas Apostolinas para buscar, formar y acompañar a las vocaciones en la Iglesia. En este campo ni qué decir sobre la implicación de toda la Familia Paulina pues cada congregación e instituto está experimentando lo difícil que es conseguir vocaciones, formarlas y acompañarlas. El Fundador dice a las Apostolinas algunos conceptos que valen para toda la FP en cuanto a la conciencia sobre el problema vocacional; y sobre la necesidad de apoyar con todos los medios la búsqueda, formación y promoción de las mismas. ¡No es sólo problema de los vocacionistas sino de todos y todas en la Familia Paulina! El énfasis se hace en cuanto a jornadas de oración y conjunción de medios para el apoyo y acompañamiento de las vocaciones. Lo dicho por el Padre Alberione a las Apostolinas: “Todos los católicos, con todas las fuerzas, con todos los medios, por todas las vocaciones, por todos los apostolados” es un llamado a cada paulino y paulina, a cada comunidad, a cada congregación… Familia Paulina en un concierto eclesial. Nuestro fundador recuerda de modo especial a la Sociedad de san Pablo que ese involucramiento en la situación vocacional es una forma particular de “nutrición” que le corresponde. Termina diciendo Don Alberione: “¡Ayudemos a Dios! ¡Dios nos ayuda a ayudarle” a él y a los demás. V. Oración2 Padre nuestro, que estás en el cielo, te ofrezco con todos los sacerdotes a Jesús Hostia y a mí misma, pequeña ofrenda: 1. En adoración y acción de gracias porque en tu Hijo eres el autor del sacerdocio, del estado religioso y de toda vocación. 2. En reparación a tu corazón paterno por las vocaciones descuidadas, entorpecidas o traicionadas. 3. Para devolvernos por Jesucristo lo que los llamados han quitado a nuestra gloria, a las almas y así mismos. 4. Para que todos comprendan la llamada de Jesucristo: “La mies es mucha pero los obreros son pocos; rogad para que haya obreros que trabajen en la mies. 5. Para que en todas partes se forme un clima familiar, religioso y social apto para la fidelidad y correspondencia de las vocaciones. 6. Para que los padres, los sacerdotes y los educadores abran el camino a los llamados con la palabra y las ayudas materiales y espirituales. 7. Para que se siga a Jesús Maestro, camino, verdad y vida en la búsqueda y formación de las vocaciones. 8. Para que los llamados sean santos, luz del mundo y sal de la tierra. 9. Para que se forme en todos una profunda conciencia vocacional: todos los católicos, con todos los medios, por todas las vocaciones y apostolados. 10. Para que todos nosotros reconozcamos nuestra ignorancia y miseria y la necesidad que tenemos de estar siempre humildemente ante el sagrario para invocar luz, piedad y gracias. VI. Bibliografía 1. ALBERIONE Santiago, Ut perfectus sit homo Dei, San Pablo, Roma 1998. 2 ALBERIONE Santiago, Ut perfectus sit homo Dei, o. c., I, 124-125. 4