JUSTICIA SOCIAL Y REDISTRIBUCIÓN Juan Gabriel Rodríguez Hernández Universidad Rey Juan Carlos de Madrid Rafael Salas del Mármol Universidad Complutense de Madrid 1. Introducción El sector público desempeña un papel fundamental en la redistribución de la renta y la riqueza en la mayor parte de las economías modernas. Sin embargo, desde determinadas posiciones ideológicas esta intervención del Estado en el resultado del mercado ha sido duramente criticada. Al fin y al cabo, un mecanismo impersonal como el mercado ¿puede ser injusto? Esto es, ¿nos debe preocupar la distribución de la renta y la riqueza de una sociedad? y en caso afirmativo, ¿debe el sector público intervenir en la economía para redistribuir renta? Este trabajo pretende precisamente indagar en los principios éticos que justifican el papel redistribuidor del sector público. Se evalúa en este estudio el conjunto de supuestos éticos que hay detrás de cada concepción posible del Estado. En primer lugar, se pasa revista a las teorías libertarias, tanto del derecho natural como las llamadas empíricas. La conclusión para esta escuela de pensamiento es que el Estado no está habilitado para redistribuir renta salvo que ésta haya sido adquirida de modo ilegítimo. La redistribución es equivalente al robo. Por tanto, el Estado debe ser mínimo. En segundo lugar, se estudia el liberalismo social. La unanimidad, el utilitarismo, el maximin y el igualitarismo son las principales teorías social-liberales. Por último, dentro de las teorías colectivistas se estudia el marxismo, corriente esta que aboga por un igualitarismo extremo. El estudio acaba evaluando si es o no posible una síntesis de compromiso que permita enjuiciar las distintas distribuciones de renta desde el punto de vista del bienestar social. Además, se hace una breve reseña sobre una nueva corriente dentro del campo de estudio de la justicia social: la igualdad de oportunidades. 2. Justicia Social y pensamiento libertario La primera filosofía social que vamos a estudiar es la Escuela Libertaria. En primer lugar, veremos la teoría basada en los derechos naturales de Robert Nozick para dar paso a continuación a las aportaciones de Friedrich Hayek y Milton Friedman. 2.1. Derecho Natural Nozick (1974) siguiendo los escritos del siglo XVII de Hobbes y Locke considera que la propiedad privada es al igual que la vida y la libertad un derecho natural, esto es, anterior al contrato social. De hecho, mientras que la vida y la libertad son derechos naturales positivos (derechos a recibir algo) la propiedad privada es un derecho natural negativo, puesto que nadie puede moralmente forzar a otro a renunciar a sus bienes. Toda forma de intervención pública emana de un contrato social que se establece precisamente para salvaguardar los derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad. De ahí que se rechace toda redistribución que no sea voluntaria. Nozick adopta una visión dinámica del desarrollo de una economía. Lo importante es la secuencia de sucesos no el resultado final. Es el proceso lo que de verdad importa, de ahí que para Nozick el estudio de las instituciones y las leyes que regulan el mercado sea fundamental. Para Nozick un proceso social es justo si: la adquisición original es justa, esto es, el punto de partida es legítimo; las transferencias son justas. La propiedad privada se transfiere a través del libre intercambio, donación o herencia; las injusticias pasadas son rectificadas. En este caso, el Estado puede intervenir en el mercado para redistribuir. Por tanto, si existe el libre intercambio de bienes y servicios y no hay barreras de entrada en el trabajo y en la educación el Estado debe de ser mínimo. Esta posición, sin embargo, no está exenta de críticas1. En primer lugar, ¿cuando es legítimo el punto de partida? El punto de partida viene determinado por la herencia genética y material de los individuos que conforman la sociedad. La desigual distribución de habilidad o talento puede ser considerada como justa pero, por el contrario, la fundamentación moral de la desigualdad material de partida es cuando menos discutible. Acaso, ¿es justa la posición inicial de dos recién nacidos, cuando sus respectivas familias poseen muy dispares recursos financieros? Aquí la defensa de un punto de partida justo es difícil de justificar. Por otro lado, si consideramos como moralmente aceptable la reducción en la desigualdad de la herencia material para así evitar el problema anterior, estaremos contraviniendo el segundo principio de Nozick. Al fin y al cabo, una transferencia como la donación o la herencia se considera justa En segundo lugar, ¿cuándo son justas las transferencias? La compra voluntaria de un automóvil, por ejemplo, no genera dudas al respecto, sin embargo, hay situaciones en las que la justicia del proceso no es tan manifiesta. Así, cuando una persona tiene que elegir entre un salario de pura supervivencia o morir de hambre, o cuando existe desempleo involuntario el proceso económico no se muestra tan justo. Las transferencias no siempre pueden considerarse como justas, habrá situaciones en las que la concentración de poder sea tal, que la justicia del proceso económico sea inexistente. Evidentemente cuanto menor sea la concentración de poder económico en la sociedad más probable es que las transferencias sean moralmente justas. En este sentido, los principios de justicia social del derecho natural son más razonables cuanto más competitiva sea la organización económica de la sociedad en cuestión. 1 Véase Arrow (1978). 2.2. Libertarismo empírico La filosofía libertaria empírica tiene en Hayek y Friedman a sus dos principales representantes.2 Estos autores comparten con la filosofía libertaria del derecho natural un individualismo radical y una fuerte defensa de la libertad individual, de la propiedad privada y del mercado. Sin embargo, la oposición de Friedrich Hayek y de Milton Friedman a la intervención pública obedece no tanto a reglas morales como a aspectos empíricos. La redistribución realizada por el sector público reduce el bienestar colectivo, puesto que distorsiona los incentivos de los agentes económicos. La redistribución arruina los valores individuales de la libertad y del mérito a medida que aumenta el control estatal sobre unos y la dependencia de otros. Por otro lado, la justicia social es un concepto vacío de contenido puesto que las consecuencias producidas por un mecanismo impersonal como el mercado nunca pueden ser injustas, solo las acciones y omisiones de los individuos son justas o injustas. Por tanto, el resultado del mercado puede ser bueno para unos y malo para otros, pero nunca socialmente injusto. Para estos autores la intervención del sector público debería limitarse al alivio de las situaciones de severa miseria. El Estado una vez más debe ser mínimo. 3. Pensamiento social liberal Esta corriente de pensamiento ocupa un lugar intermedio entre las teorías libertarias y las colectivistas. En las primeras prima como hemos visto un individualismo radical, en las últimas el bien colectivo se antepone al individuo. Por el contrario, el liberalismo social considera que la propiedad privada no es una categoría absoluta, que los procesos de asignación y distribución de los recursos deben ser evaluados conforme al bienestar de los individuos, y que bajo determinadas condiciones, el sector público está legitimado para redistribuir renta y riqueza. Dentro de este enfoque vamos a estudiar la unanimidad o criterio de Pareto, el utilitarismo, el criterio del maximin de Rawls y el igualitarismo. 3.1. Unanimidad Una asignación se dice que es Pareto eficiente o Pareto óptima si no es posible reasignar los recursos existentes de tal forma que algún o algunos individuos mejoren sin que otro u otros empeoren. Este criterio es muy exigente, basta con que una sola persona empeore para que no se pueda reasignar el resultado generado por el mercado. El principio de Pareto supone en la práctica aceptar un papel mínimo para el Estado en la economía. Lo anterior podría hacernos pensar que los argumentos de Nozick y de Pareto son similares, nada más lejos de la realidad. El criterio de unanimidad y el argumento libertario postulan que la asignación inicial de recursos es justa, lo cual como se ha visto no está exento de controversia. Sin embargo, más allá de la coincidencia anterior, para Nozick lo importante es el proceso (mercado competitivo), mientras que para Pareto lo relevante es el resultado. Solo si la asignación obtenida es Pareto óptima el mercado competitivo estará justificado. En este sentido, para Pareto el fin justifica los medios, para Nozick los medios justifican el fin. 2 Veáse, por ejemplo, Hayek (1960) y Friedman (1962). A continuación vamos a ilustrar lo anterior con un sencillo modelo. Suponemos que la economía está formada por dos individuos, que la frontera de rentas es conocida (implica a su vez que se conocen las condiciones de oferta y la estructura de incentivos), que la utilidad de los individuos depende exclusivamente de sus rentas y que la redistribución de llevarse a cabo es neutral o no distorsionante (no se da la dicotomía entre eficiencia y equidad en el proceso de redistribución). Y2 Frontera de rentas A 45º Y1 Figura 1: Frontera de rentas y distribución inicial. En la Figura 1 se ha representado la frontera de rentas de nuestra economía. La diagonal de trazo discontinuo indica aquellos puntos donde hay igualdad de rentas. El punto A representa la distribución inicial de rentas. La escuela de pensamiento libertario dirá que el estado de la economía en A es la única asignación socialmente justa. Pareto, por el contrario, dirá que la asignación en A es justa pero que existen otras muchas asignaciones igualmente justas. Ahora vamos a considerar este mismo problema desde el punto de vista de la utilidad. Suponemos que todos los individuos tienen la misma función de utilidad U y que ésta es estrictamente cóncava (la utilidad marginal de la renta es decreciente). En la Figura 2 se representa la frontera o curva de posibilidades de utilidad. El conjunto de posibilidades de utilidad es convexo y simétrico. Las razones para ello son que la frontera de rentas es simétrica y que la función de utilidad es la misma para todos los individuos. U2 A Frontera de posibilidades de utilidad 45º U1 Figura 2: Frontera de posibilidades de utilidad. Los supuestos bajo los que descansa el modelo anterior implican un enfoque cardinal de la utilidad, que se pueden hacer comparaciones interpersonales de utilidad y que la utilidad de las personas no depende de otro atributo que no sea la renta. Las dos primeras cuestiones son corregidas de manera pragmática por medio de las escalas de equivalencia. Una escala de equivalencia permite ajustar las rentas de los hogares por sus necesidades. En general, estas necesidades se aproximan por el número de miembros del hogar y, en muchos casos, además se tiene en consideración el número de ascendientes y descendientes. Consideramos ahora la tercera cuestión. Supongamos que existe altruismo en la sociedad y que, por tanto, la utilidad de cada individuo no depende exclusivamente de su renta sino que, además, depende de la distribución de utilidades de la sociedad. Las funciones de utilidad de los individuos pasan a ser interdependientes.3 En definitiva, la gente se preocupa también por la situación de los demás. En este caso, hay externalidades en el consumo y los teoremas fundamentales del bienestar4 dejan de ser válidos. La frontera de posibilidades de utilidad ahora presenta tramos con pendiente positiva en los extremos, donde los niveles de utilidad son suficientemente bajos. En la Figura 3 se representa el modelo cuando hay externalidades en el consumo. 3 Veáse Hochman y Rodgers (1969). El primer teorema fundamental afirma que el equilibrio competitivo es Pareto eficiente. El segundo teorema establece que cualquier distribución de recursos deseada se puede alcanzar por medio del equilibrio competitivo. 4 U2 B Frontera de posibilidades de utilidad A 45º U1 Figura 3: Externalidades en el consumo. Todos los puntos del área delimitada por las dos líneas que parten del punto A son Pareto superiores al punto A, por lo que, el individuo rico tiene incentivos a donar renta al individuo pobre de manera voluntaria. La donación se realiza hasta el punto en el que la desutilidad que le produce al rico renunciar a su poder de compra se compensa exactamente con la satisfacción que le produce la mejora del pobre, hecho que se consigue en el punto B. Este argumento, aunque puede funcionar cuando solo existen dos personas en la economía, falla cuando el número de personas es mucho mayor. La redistribución voluntaria de la renta va a tener naturaleza de bien público: todos los individuos de la sociedad esperan que sean otros los que realicen las donaciones, al no poder apropiarse de los beneficios generados por su propia donación. En definitiva, el mercado por si solo va a producir una reasignación de recursos insuficiente, el Estado puede entonces intervenir en la economía por motivos de eficiencia. Conviene señalar que para los libertarios la redistribución llevada a cabo por el Estado aunque pueda mejorar a todos los individuos (o al menos a un individuo) y no empeorar a nadie, no es aceptable, puesto que no se realiza de manera voluntaria. Hasta aquí hemos aceptado como dada la asignación inicial de recursos, pero que pasa si esto no es así. En el caso de que la distribución inicial no sea considerada justa tanto el criterio de Nozick como el de Pareto nos serán de poca ayuda. 3.2. Utilitarismo El utilitarismo se preocupa esencialmente por maximizar el bienestar de una sociedad. En este sentido aparecen principalmente cuatro maneras distintas de justificar la aproximación utilitarista.5 El enfoque clásico procede de Jeremy Bentham, pensador del siglo XIX para el que el único bien de la economía es el placer, esto es, la utilidad (concepción hedonista del bien). El bienestar, por tanto, es la suma de las utilidades de todos los individuos de la sociedad. El Estado debe entonces hacer todo lo posible por maximizar el bienestar social. Un segundo enfoque se debe a Smart. El utilitarismo se justifica por el principio de benevolencia generalizada, esto es, el bienestar ajeno es tan importante como el propio. Hare por su parte aboga por el prescriptivismo universal. La toma de decisiones debe dar igual peso a los intereses contrapuestos de cada individuo, como el interés de cada persona puede resumirse en su nivel de utilidad, hay que dar igual peso a la utilidad de cada miembro de la sociedad. Por último, el principio del velo de la ignorancia (Vickrey 1945, Harsanyi 1953 y 1955). El velo de la ignorancia es un experimento conceptual en el que un agente externo está contemplando la posibilidad de entrar en una sociedad sin saber en qué situación. De manera alternativa, los individuos de una sociedad tienen que elegir entre distribuciones de renta alternativas, desde un estado inicial en el que las personas ignoran sus posiciones futuras. Estamos, por tanto, ante un problema de elección individual bajo incertidumbre, la desigualdad aparece así representada como un riesgo y el criterio a aplicar no es otro que el de la utilidad esperada. En suma, los cuatro enfoques justifican la introducción de un mismo criterio explicito de bienestar: el bienestar de una sociedad es la suma de las utilidades de los individuos que forman dicha sociedad. W = ∫ U ( y )dF (U ) = EU ( y ) (1) Donde W es la función de bienestar, F(U) es la función de distribución de utilidades y E es el operador esperanza matemática o media. La aplicación del criterio contenido en la expresión (1) nos lleva a la igualdad en la sociedad dado que el conjunto de posibilidades de utilidad es simétrico y las curvas de indiferencia social tienen pendiente -1 (ver Figura 4). Las principales críticas que recibe el utilitarismo son: implica aceptar las comparaciones interpersonales de utilidad y no toma en consideración la distribución de utilidades. En cuanto a la primera crítica, Robbins (1938) afirma que la comparación interpersonal de utilidad no puede justificarse desde un punto de vista económico, requiere por el contrario acudir a la ética. Por otro lado, Sen y Foster (1997) consideran increíble que el utilitarismo, que solo presta atención a la suma total de utilidades, pase por ser un criterio igualitarista. Generalicemos el modelo para entender la postura de Sen y Foster (1997). Supongamos 5 Véase Albi et al. (1996). ahora que la función de utilidad puede diferir de unos individuos a otros y que la redistribución puede ser distorsionante (dicotomía entre eficiencia y equidad), entonces la frontera de rentas puede ser no lineal y asimétrica. En este caso, tal y como se observa en la Figura 5, el resultado de igualdad en la sociedad deja de cumplirse. En concreto, se alcanza el punto C que de hecho se encuentra muy próximo al conjunto de puntos que pueden ser obtenidos con tan solo aplicar el criterio de Pareto a partir del punto A. Este resultado deja de sorprender una vez que se toma conciencia de que el criterio utilitarista es independiente de la distribución de utilidades, o lo que es lo mismo, que en la sociedad no hay aversión a la desigualdad de utilidades. U2 Frontera de posibilidades de utilidad B A C 45º U1 Figura 4: Frontera de posibilidades de utilidad simétrica y utilitarismo. 3.3. El maximín de Rawls John Rawls (1971, 1974 y 1993) considera que los principios de justicia más adecuados son aquellos que son alcanzados libremente por los individuos de una sociedad. Por desgracia, los juicios éticos de las personas se ven influenciados por sus intereses particulares, lo que impide la imparcialidad. Por esto, los principios de justicia más aceptables son aquellos que emanan de una situación original en la que los individuos libres desconocen cuál va a ser su lugar en la sociedad (velo de la ignorancia). Los individuos al firmar el contrato social actuarán con una aversión al riesgo (desigualdad) máxima, con la intención de crear el marco más amplio posible que les permita desarrollar sus planes de vida y protegerse contra el peor resultado posible. Por tanto, los principios de justicia, de mayor a menor importancia, son: principio de libertad y principio de la diferencia. Para Rawls el principio de la libertad consiste en que “cada persona tiene igual derecho al marco más amplio de libertades básicas que es compatible con un marco similar para el resto”. El segundo principio afirma que las desigualdades económicas y sociales son legítimas si derivan del esfuerzo realizado en condiciones de igualdad de oportunidades o si aumentan el beneficio esperado de los individuos menos favorecidos de la sociedad. U2 Frontera de posibilidades de utilidad B A C 45º U1 Figura 5: Frontera de posibilidades de utilidad asimétrica y utilitarismo. El segundo principio ha dado lugar, como veremos más adelante, a toda una literatura sobre igualdad de oportunidades en los últimos tiempos. Sin embargo, la ortodoxia económica donde ha puesto un mayor énfasis ha sido en la preocupación de Rawls por el grupo más desfavorecido de la sociedad. De hecho, la literatura ha llevado al extremo el argumento de Rawls, al considerar el criterio de Rawls como la maximización de la utilidad del individuo peor situado. En definitiva, el principio del maximin es: W = min{U | F(U) > 0} Este enfoque deja de ser individualista, en particular, asignaciones Pareto superiores pueden no aumentar el bienestar social. Las curvas de indiferencia social tienen forma de L (la utilidad de cada individuo se va a comportar como si fuera un bien complementario) y, como puede apreciarse en la Figura 6, incluso la aplicación de este criterio no asegura un resultado final de igualdad. U2 Frontera de posibilidades de utilidad B C A 45º U1 Figura 6: Maxmin Rawlsiano. 3.4. Igualitarismo La última corriente de pensamiento a destacar dentro de las teorías de liberalismo social es el igualitarismo. Esta escuela de pensamiento hunde sus raíces en Platón y adopta una formulación moderna en la aproximación que hace Temkin (1993) a la desigualdad en términos de << reclamaciones o quejas>>. Platón considera que las diferencias excesivas de riqueza son indeseables, de hecho propone que el límite de pobreza sea el coste de la vivienda. Este enfoque supone alejarse del individualismo y, una vez más, no implica necesariamente la perfecta igualdad (ver Figura 7). 4. Pensamiento colectivista Esta escuela de pensamiento supedita la libertad individual al logro del bien colectivo. Dentro de esta corriente destaca principalmente el marxismo, el cual aboga por: la igualdad de oportunidades y resultados, en función de las necesidades de cada individuo; la libertad bajo condiciones de igual poder económico y político; el bien colectivo se antepone al bienestar individual y es interpretado por el Estado. U2 B Frontera de posibilidades de utilidad A C 45º U1 Figura 7: Igualitarismo. La propiedad privada y el mercado permiten a la minoría capitalista apropiarse la plusvalía generada por el factor trabajo. Además, el mercado es injusto, ya que asigna los recursos de una sociedad sin atender a las necesidades de sus individuos. Por tanto, la justicia social es incompatible con la propiedad privada y la organización social de mercado. Evidentemente, se trata de una corriente de pensamiento extrema. En primer lugar, deja de lado al capital como fuente generadora de plusvalías. En segundo lugar, ¿por qué el reparto debe hacerse en función de las necesidades y no del esfuerzo?, ¿por qué las necesidades de los individuos difieren?, ¿cómo se miden las necesidades? En tercer lugar, ¿qué es exactamente el bien colectivo?, ¿qué es el Estado y cómo interpreta el bien colectivo?, ¿cuál es la base informacional y operativa de la planificación económica? Estas y otras muchas críticas cabe plantear a la teoría colectivista. La justicia social según esta corriente solo puede alcanzarse con la plena igualación de utilidades (punto C en la Figura 8). U2 B Frontera de posibilidades de utilidad A C 45º U1 Figura 8: Colectivismo. 5. Integración del pensamiento social liberal En este apartado nos proponemos integrar dentro de un mismo enfoque las distintas teorías social liberales. En concreto, adoptamos una función de bienestar no decreciente (cumple el principio de Pareto), individualista (basada en las preferencias individuales), simétrica (el bienestar no depende de quiénes son los individuos) y estrictamente cóncava (aversa a la desigualdad).6 En un extremo, si la concavidad es nula, esto es, si no hay aversión a la desigualdad, estaremos en el caso utilitarista y el óptimo será el punto C (ver Figura 9). En el otro 6 En la literatura, el supuesto de estricta concavidad es sustituido en numerosas ocasiones por el de estricta Sconcavidad. La S-concavidad asegura la simetría o anonimato y cumple el principio de transferencias progresivas: si dada una distribución X pasamos a otra Y mediante una transferencia de un hogar rico a otro más pobre, sin que haya reordenación, el bienestar de Y será no inferior al de X. extremo, si la aversión a la desigualdad es infinita el problema económico se vuelve maximizar la utilidad del individuo peor situado, estaremos ante el criterio de Rawls y el óptimo será el punto D. En el resto de casos, cuando la aversión a la desigualdad no es ni nula ni infinita las curvas de indiferencia social serán convexas respecto al origen y el óptimo será, por ejemplo, el punto E, situado evidentemente entre C y D. Este es precisamente el enfoque de bienestar más común en la literatura económica actual. Frontera de posibilidades de utilidad U2 A B C E D F 45º U1 Figura 9: Función de bienestar estrictamente cóncava. 6. Igualdad de oportunidades Recientemente, se ha desarrollado toda una literatura entorno a lo que se da en llamar igualdad de oportunidades (Roemer 1993, 1996, 2002, Peragine 2000, Ruiz-Castillo 2003). Esta teoría trata de incorporar la principal crítica proveniente del pensamiento libertario: la responsabilidad. Los individuos son responsables de la utilidad que obtienen. Evidentemente, esto no es del todo cierto. Hay factores que determinan la utilidad obtenida que están fuera del control de los individuos, las circunstancias: la herencia genética, el genero, la raza, la suerte, el nivel cultural y socioeconómico de la familia, etc. Otros factores si que están bajo el control de los individuos, el esfuerzo: la inversión en capital humano, las horas trabajadas, la calidad del trabajo realizado, la elección ocupacional, etc. Se trata, por tanto, de diferenciar ambos casos. La desigualdad debida a las circunstancias es el objeto de estudio, mientras que la desigualdad fundada en el esfuerzo es legítima. Aparecen en este enfoque dos principios normativos: el principio de responsabilidad y el principio de compensación. Según el principio de responsabilidad hay que dejar que los individuos ejerciten su responsabilidad y que estos afronten las consecuencias de dicho ejercicio sin distorsionar sus resultados. El principio de compensación afirma que los individuos deben ser compensados, aquellos con buenas circunstancias deben ser penalizados en sus recursos y aquellos con malas circunstancias deben ser beneficiarios de recursos. Desgraciadamente, surgen importantes problemas a la hora de llevar a la práctica este enfoque. En primer lugar, ¿dónde se establece la frontera entre el esfuerzo y las circunstancias? En segundo lugar, ¿cómo se pueden hacer comparaciones de renta entre individuos con diferentes circunstancias? En tercer lugar, ¿cómo tratar el esfuerzo típicamente no observable? A pesar de todo ello, las posibilidades abiertas por este enfoque son muy prometedoras. Bibliografía Albi, E., C. Contreras, J.M. González-Páramo y I. Zubiri (1996): Teoría de la Hacienda Pública. Editorial Ariel Economía, Barcelona. Arrow, K. J. (1978): “Nozick’s entitlement theory of justice”. Philosophia 7, 265-279. Friedman, M. (1962): Capitalism and Freedom. Chicago University Press, Chicago, Illinois. Harsanyi, J.C. (1953): “Cardinal utility in welfare economics and in the theory of risktaking”. Journal of Political Economy 61, 434-435. Harsanyi, J.C. (1955): “Cardinal welfare, individualistic ethics and interpersonal comparisons of utility”. Journal of Political Economy 63, 309-321. Hayek, F. (1960): The constitution of Liberty. Chicago University Press, Chicago, Illinois. Hochman, H. y J.D. Rodgers (1969): “Pareto-optimal redistribution”. American Economic Review 59, 542-557. Nozick, R. 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