DESCARTES 1 Vida y obras Nació en 1596 en la Haye, Turena, Francia. Estudió Humanidades y Filosofía en el colegio jesuita de la Flèche y se licenció en Derecho en la Universidad de Potiers. Para conocer mundo se alistó en el ejército, participando en la Guerra de los Treinta Años. Tras vivir en París y en Holanda se marchó a Estocolmo invitado por la reina Cristina de Suecia. Allí murió en 1650. Obras: - Reglas para la dirección del Espíritu: obra inconclusa y que se publica después de su muerte. - Tratado del Mundo: en él desarrolla varias de sus teorías físicas pero su conclusión coincide con la condena de Galileo y decide no publicarlo. - Discurso del método para dirigir bien la razón y buscar la verdad en las ciencias seguido de La Dióptrica, Los meteoros y La geometría publicados en 1637 - Meditaciones de filosofía primera - Los principios de filosofía - Tratado de las pasiones - El tratado del mundo - El tratado del hombre. Estas dos últimas obras fueron publicadas catorce años después de su muerte. 2 Objetivo del pensamiento cartesiano Descartes, como él mismo declara en la primera parte del Discurso del método, pretende «... aprender a distinguir lo verdadero de lo falso para ver claro en mis acciones y caminar con seguridad en esta vida»1. La necesidad de verdad es permanente en la Historia de la Filosofía pero en épocas especialmente difíciles esta necesidad es más acuciante. La época de Descartes ha visto derrumbarse toda una concepción del mundo y del saber: el sistema aristotélicoescolástico; nuevas cosmovisiones están surgiendo (el heliocentrismo trastocó la visión del universo, del hombre y del saber) y tenemos que determinar con precisión su valor de verdad. Necesitamos establecer de un modo concluyente la verdad de dichas teorías. La verdad es única y lo que nos encontramos, sobre todo en filosofía, es que no hay tesis o idea por extraña que parezca que no haya sido defendida alguna vez por algún filósofo ¿Por qué nos encontramos en esta situación? ¿Por qué no nos ponemos de acuerdo acerca de qué es verdad y qué no 1 DESCARTES, R., Discurso del método, Madrid, Alianza, 1983, p. 75. lo es? Descartes cree que esto se debe a que no procedemos de un modo racional, a que no usamos adecuadamente la razón y por eso no alcanzamos la verdad o lo hacemos después de un desmesurado esfuerzo. Es necesario, por tanto, usar adecuadamente la razón para alcanzar verdades concluyentes y no opiniones más o menos probables y así poder avanzar en el saber. El tipo de saber al que aspira Descartes es un saber demostrativo y definitivo del que no podamos dudar, un saber permanente. El único ámbito del saber donde se ha alcanzado este nivel de exigencia ha sido en las matemáticas y así éstas se convierten en el modelo de todo saber. En conclusión: el saber aspira a la verdad que es única y permanente. La Razón humana si sigue un método, un procedimiento adecuado, puede conducirnos a la verdad, al saber. Por ello nuestro empeño debe dirigirse a establecer dicho método. El saber será entendido por Descartes según el modelo matemático: como un procedimiento puramente deductivo donde una verdad nos conduce a otra necesariamente. 3 El método Descartes, frente a Aristóteles, parte de que la sabiduría humana es única e independiente de su objeto de estudio. Es decir, no hay un saber matemático con procedimientos y métodos distintos del saber físico, por ejemplo, o de cualquier otro tipo de saber. El saber es uno solo y siempre el mismo y se aplica por igual a las figuras, al espacio o a los cuerpos en movimiento. La sabiduría no es un mera acumulación de datos, no es erudición sino que es una actitud consistente en regirse por la verdad y tal actitud es independiente del objeto al que se aplica. Todo nuestro saber procede de la Razón que es única y la misma para todos los seres humanos. Para Descartes todo el saber es como un árbol cuya raíz es la filosofía, el tronco es la física y las ramas que salen de este tronco las demás ciencias. Si el saber es único y está basado en el procedimiento racional, podremos establecer un método, un camino que nos conducirá a la verdad si lo seguimos. Sólo hay un método porque da igual lo que investiguemos o estudiemos (el lenguaje o la anatomía humana): el procedimiento es siempre el mismo. Este método es necesario y útil porque nos ayuda a usar adecuadamente la razón y siguiendo sus pasos podemos alcanzar la verdad y desterrar así la duda y la zozobra en nuestra vida y en nuestro saber. Define Descartes el método del siguiente modo: «...entiendo por método reglas ciertas y fáciles, mediante las cuales el que las observe exactamente no tomará nunca nada falso por verdadero, y, no empleando inútilmente ningún esfuerzo de la mente, sino aumentando siempre gradualmente su ciencia, llegará al conocimiento verdadero de todo aquello de que es capaz.»2. Es decir, que gracias al método no tomaremos nada falso por verdadero (eliminaremos así el error) y avanzaremos en el saber. Y todo ello porque el método explica rectamente cómo ha de usarse la intuición para no caer en el error, y cómo ha de usarse la deducción, que nos permitirá pasar de una verdad a otra y aumentar así el saber. Intuición y deducción son los únicos caminos para llegar al conocimiento, a la ciencia. La intuición es «...la concepción no dudosa de una mente pura y atenta, que nace de la sola luz de la razón y que por ser más simple, es más cierta que la misma deducción (...) Así cada uno puede intuir con el espíritu que existe, que piensa, que el triángulo está definido por sólo tres líneas, la esfera por una sola superficie, y cosas semejantes...»3. Es decir, la intuición es un ver, un inteligir de un modo inmediato y evidente algo como verdadero. Y la deducción es el proceso por el cual encadenamos una verdad a otra, obtenemos una verdad de otra para avanzar en nuestro conocimiento. Por tanto, el método nos ayuda a usar adecuadamente esos dos procedimientos racionales (intuición y deducción) que son los únicos válidos para alcanzar la verdad. Las cuatro reglas del método son: «...no admitir jamás como verdadera cosa alguna sin conocer con evidencia que lo era; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención y no comprender, en mis juicios, nada más que lo que se presentase a mi espíritu tan clara y distintamente que no tuviera motivo alguno para ponerlo en duda. El segundo, en dividir cada una de las dificultades que examinare en tantas partes como fuese posible y en cuantas requiriese su mejor solución. El tercero, en conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más compuestos; y suponiendo un orden aun entre aquellos que no se preceden naturalmente unos a otros. Y el último, hacer en todo enumeraciones tan completas y revisiones tan generales que estuviera seguro de no omitir nada.»4 La primera regla establece que no admitamos nada como verdadero hasta que no estemos absolutamente seguros de que lo es, hasta que no nos quepa la más mínima duda de que lo es. Es decir, la evidencia se convierte en criterio de verdad. Lo evidente es lo que no puede ponerse en duda. Sólo lo que es evidente (a lo que se llega mediante la intuición) es verdadero. Y la evidencia se define por dos caracteres: la claridad y la distinción. «Claro» es lo presente o manifiesto a un espítiru atento; «distinto» es lo preciso y diferente de todo lo demás, lo que está perfectamente delimitado. Contrarios a esta regla son la precipitación: 2 DESCARTES, R., Reglas para la dirección del espíritu, Madrid, Alianza, 1984, p. 79 (Regla IV). 3 Op. Cit. p. 75 (Regla III) 4 DESCARTES, R., Discurso del método, Madrid, Alianza, 1983, pp. 82-83 (Segunda parte) admitir algo como verdadero sin haberlo examinado suficientemente; y la prevención: negarse a admitir algo como verdadero a pesar de que la evidencia de ello es manifiesta. La segunda regla nos dice que debemos descomponer las ideas complejas en sus partes más simples para poder contemplarlas de modo claro y manifiesto en lo que son. Una vez descompuestas en sus partes más simples debemos avanzar desde lo simple a lo complejo. Éste es el sentido de la tercera regla. Y, por último, dice Descartes que debemos repasar una y otra vez todo lo que hemos hecho para estar seguros de que no nos olvidamos de nada. En definitiva, el método hace que usemos adecuadamente la razón al poner de manifiesto su estructura, el procedimiento racional que para Descartes consiste en un procedimiento eminentemente matemático, en el sentido que en las matemáticas lo único que se hace es aplicar el procedimiento racional al estudio de las figuras y del espacio. Nuestra mente está ofuscada por los prejuicios, las pasiones, la educación, etc., el método nos ayuda a eliminar todos estos obstáculos, esos lastres que nos impiden usar adecuadamente la razón. 4 La duda metódica y la primera verdad Como el saber se concibe según el modelo matemático (deductivo y demostrativo) necesitamos unos primeros principios a partir de los cuales deducir el edificio del saber. Tales principios han de estar tomados de la filosofía puesto que, como ya dijimos, la filosofía es la “raíz” del saber. Además han de ser absolutamente firmes y seguros porque sobre ellos se asienta todo nuestro conocimiento. Para establecer estos principios firmes Descartes se propone aplicar la primera regla de su método a la filosofía, es decir, no admitir nada como verdadero hasta que no estemos absolutamente seguros de que lo es5. Todo aquello de lo que quepa la menor sospecha, la menor duda será desechado. No es que estemos seguros de que sea falso pero como no estamos absolutamente seguros de que sea verdadero no lo podemos admitir como tal. Descartes introduce la duda no porque sea un escéptico y crea que es imposible alcanzar la verdad, sino porque quiere establecer un principio tan firme que jamás se pueda dudar de él. Así, por ejemplo, como sé que mis sentidos a veces me engañan (creo ver moverse el Sol cuando en realidad es la Tierra la que lo hace) no admitiré como verdadero ningún enunciado cuya información proceda de los sentidos (o no admitiré como verdadera ninguna información que proceda de los sentidos). En segundo lugar, podemos dudar también de la realidad ya que mientras estoy dormido creo estar viviendo situaciones que luego descubro que son falsas ¿Y si todo lo que ahora vemos y sentimos fuese un sueño? Aunque yo 5 Por eso se dice que la duda cartesiana no es escéptico sino metódica porque es la primera regla del método la que nos exige dudar. sospecho que no es un sueño, ¿puedo demostrar que eso que llamo realidad es real? Descartes cree que no tenemos una certeza absoluta de ello. Aunque no sé si todo esto que percibo es real o fruto de un largo sueño parece claro, dice Descartes, que hay ciertas verdades que ni en sueños podrían ser puestas en duda. Así, por ejemplo, esté dormido o despierto diez más dos son doce y cinco por cinco son veinticinco. Pero, ¿y si existiese un genio maligno que hace que me equivoque cuando deduzco unas verdades de otras? ¿No podemos tener una certeza absoluta ni de las verdades matemáticas? Aunque es difícil aceptar la existencia de este geniecillo perverso tampoco podemos descartarlo por completo. Según Descartes parece que no podemos estar absolutamente seguros de nada, ¿de nada? Una cosa parece cierta y es que estoy dudando. Mientras dudo sobre si el mundo es como yo lo percibo o no, no estoy seguro de cómo es el mundo pero sí puedo estar absolutamente segura de que estoy dudando. Veamos esto más despacio. Cuando yo dudo acerca de si la Tierra se mueve o no, de lo que estoy dudando es de si mi idea acerca de un determinado acontecimiento es correcta o no, es decir, si mi idea se corresponde o no con la realidad. Puedo dudar de la verdad de mis ideas pero no puedo dudar de que mientras dudo estoy dudando, y si dudo es porque existo puesto que algo que no es nada no puede hacer nada, no puede dudar. Obtenemos así el primer principio de la filosofía cartesiana: pienso, luego existo (cogito, ergo sum); la duda no es más un tipo de pensamiento. Nada puedo afirmar de mí, salvo que soy una cosa que piensa y eso es tan verdad que ni el geniecillo ni nadie me puede hacer dudar de ello. Hemos establecido así una primera verdad absolutamente cierta puesto que no podemos dudar de ella. Este “pienso, luego existo” no es fruto de ninguna deducción sino que es una intuición. A partir de la existencia del «yo» Descartes va a demostrar la existencia de Dios y del mundo. Se pone así de manifiesto lo novedoso del planteamiento cartesiano y el idealismo de su sistema, planteamiento que va a caracterizar a toda la filosofía moderna. El punto de partida ya no es el mundo, la realidad como ocurría en la filosofía Antigua y Medieval, sino la conciencia (las ideas en cuanto representaciones que nuestra mente hace de la realidad) y a partir de ella vamos a demostrar la existencia de Dios y del mundo. Recuérdese que Sto. Tomás demostraba la existencia de Dios a partir de la realidad. Como hemos podido comprobar la duda cartesiana es universal: afecta a todo lo real; metódica: es una exigencia del método para alcanzar una primera certeza; y es teórica: es una duda que afecta a mis conocimientos no a mi conducta. Al dudar de todo hemos concebido al «yo» como una cosa que piensa, como una sustancia pensante. Cuando digo: «pienso, luego existo» no estoy afirmando que tengo un cuerpo y que es de tal y cual modo. Lo único de lo que estoy absolutamente seguro es de que soy una cosa que piensa. Esta primera verdad del sistema cartesiano: «pienso, luego existo», se convierte en el modelo de toda verdad. Qué hay en esta intuición –se pregunta Descartes- que la hace tan evidente, tan manifiestamente verdadera: que la percibo con claridad y distinción, de modo que todo lo que percibamos con igual claridad y distinción tendrá que ser verdadero. Así tomamos esta primera evidencia como modelo de toda evidencia, como modelo de verdad. 5 La existencia de Dios y del mundo. Hasta ahora sólo estamos seguros de una cosa: que soy una cosa que piensa, pero con esta única verdad nos encontramos encerrados en nosotros mismos: el solipsismo cartesiano. Pero, ¿qué piensa el pensamiento? Ideas. Las ideas pueden considerarse desde dos puntos de vista. Primero, como actos del pensamiento todas las ideas son iguales, son equivalentes; todas son actos de nuestro pensamiento. En segundo lugar, en cuanto que pretenden ser representaciones de la realidad (idea de movimiento, idea del amor, la idea de mesa...) se pueden distinguir, según Descartes, tres tipos de ideas: a) Adventicias: son aquellas que proceden de la experiencia externa; la idea de coche, por ejemplo, tiene su origen en los coches, esto es, procede de algo exterior a mí. b) Facticias: son aquellas que construye el pensamiento mezclando otras ideas; por ejemplo, Pegaso que es un caballo alado. c) Innatas: son aquellas que el pensamiento posee por sí mismo, aquellas que el pensamiento encuentra en sí; por ejemplo, la idea de pensamiento o la de existencia. Mucha importancia se le ha dado en la filosofía posterior a las ideas innatas aunque Descartes parece apuntar exclusivamente a aquellas nociones que el pensamiento posee por el mero hecho de pensar. Para Descartes la idea de Dios es una idea innata. Como ya hemos dicho, Descartes va a demostrar la existencia de Dios a partir del yo (del cogito) utilizando tres pruebas distintas: a) Debo reconocer que hay mayor perfección en conocer que en dudar y así encuentro en mí la idea de perfección. Dicha idea de perfección no puede ser adventicia, puesto que no tenemos experiencia de ningún ser perfecto, así que, sostiene Descartes, debe ser innata. Si es innata ha sido puesta en mí por un ser realmente perfecto puesto que lo superior (idea de perfección) no puede venir de lo inferior (yo, ser imperfecto). Dios, por lo tanto existe. b) Un ser imperfecto como yo no puede ser causa de sí mismo, no ha podido producirse a sí mismo; debe proceder de un ser más perfecto que él, y ese ser es Dios. c) El argumento ontológico. La idea de un ser perfecto implica la existencia de dicho ser puesto que si no existiera, no sería perfecto. Es el viejo argumento de San Anselmo, que fue rechazado por Santo Tomás. Una vez que Descartes cree haber demostrado la existencia de Dios y puesto que Dios es infinitamente bueno no puede permitir que me engañe al pensar que lo que percibo es real, es decir, que existe un mundo fuera de mí y que no estoy soñando. Dios es así el garante de que existe una realidad extramental, aunque hay que tener cuidado con esto puesto que Dios no garantiza que todas mis ideas sean verdaderas. Lo que garantiza es que aquello que es manifiestamente verdadero al pensamiento, lo es en realidad. Lo que Dios garantiza es que no hay un genio maligno que me hace aparecer como evidentemente verdadero lo que no lo es. En definitiva, lo que garantiza Dios son las cualidades primarias de la sustancia, las naturalezas simples que configuran la realidad. 6 La configuración de la realidad: el mecanicismo. Descartes define la sustancia como aquello que no necesita de ninguna otra cosa para existir. Y así definida sólo se aplica correctamente a Dios. Es decir, en sentido estricto sólo Dios es sustancia; el cogito y la extensión lo son en sentido derivado, en el sentido de que no se necesitan entre sí para existir. La sustancia es lo concreto existente. Hasta ahora hemos demostrado que existen tres tipos de cosas: Dios, el pensamiento y la realidad extramental, es decir, los cuerpos. Distingue, por tanto, Descartes tres sustancias: a) La sustancia infinita (Dios) que es la única que realmente no necesita de nada más para existir. b) La sustancia pensante: el alma o espíritu, la res cogitans. c) La sustancia extensa (todo cuerpo ha de tener extensión), la res extensa. Cada sustancia viene caracterizada por un atributo, por una cualidad. En el caso del alma, su atributo es el pensamiento; en el de los cuerpos su atributo fundamental es la extensión. Dado que todo lo que no es alma o Dios es cuerpo, todo ha de ser estudiado por la Física que es la ciencia que estudia los cuerpos y el movimiento. Surge así la concepeción mecanicista del Universo. Ésta entiende que el Universo es como un mecanismo gigantesco donde todo se explica por la figura y el movimiento de los cuerpos; así las propiedades de los cuerpos dependen de su figura (todo lo que es extensión tiene una figura, una forma) y de su movimiento. Todo movimiento tiene una causa que lo determina y por tanto, la única causa que le interesa a la ciencia es la causa agente o eficiente, desechando así la causa formal y, sobre todo, la causa final (el para qué) de la explicación científica. Así, por ejemplo, la ciencia no explica el para qué (causa final) se producen las mareas; de hecho si alguien preguntara por tal cosa diríamos que esa pregunta carece de sentido; y en realidad lo que estamos diciendo es que no es una pregunta científica, que no cae bajo lo que le interesa a la ciencia. Todos los fenómenos se explican por los movimientos de partículas, de materia. Todo se reduce a la extensión y al movimiento. 7 El dualismo antropológico El hombre, en la filosofía cartesiana, es un ser especial porque es un compuesto de dos sustancias distintas: cuerpo y alma, extensión y pensamiento. Estas sustancias son radicalmente distintas: el cuerpo tiene extensión y es observable y cuantificable, mientras que el alma no es observable ni cuantificable. Este dualismo de las sustancias es lo que en la actualidad se conoce como el problema mente-cuerpo. Lo corporal, el cerebro es medible y observable: podríamos, por ejemplo, medir la cantidad de adrenalina que hay en un momento dado en el cerebro, pero no podemos observar ni medir el estado de ánimo de un cerebro. No podemos saber por simple observación de un cerebro si está triste, alegre, si duda o ha alcanzado la certeza cartesiana. Al separar radicalmente las dos sustancia nos surge el problema de cómo se comunican la una con la otra. La solución dada por Descartes no es demasiado satisfactoria. Dijo que aunque el alma está presente en todo el cuerpo, existe en el cerebro una glándula donde se comunican las dos sustancias. A pesar de este problema al separar la mente del cuerpo Descartes consigue salvaguardar la libertad. En el ámbito de la res extensa, en el universo mecánico no existe la libertad puesto que todo está perfectamente determinado. Como el hombre es algo más que extensión tenemos la capacidad de decidir por nosotros mismos y no ser unos meros autómatas que responden a los estímulos del mundo.