EL DESARROLLO DE LA COMPETENCIA MOTRIZ EN LA ESO Y SU EVALUACIÓN Luis Miguel Ruiz Pérez Universidad de Castilla La Mancha Los numerosos informes que en la actualidad se manejan a cerca de lo que son o no capaces de hacer los escolares de la ESO en diferentes ámbitos, son cuando menos preocupantes. Existe un interés por elevar su competencia en la matemática, la lengua o las artes. Muy pocos manifiestan su preocupación por su competencia para moverse. Sí es cierto, que desde la esfera médica se llama la atención por la pandemia de obesidad y sedentarismo que está manifestándose entre los más jóvenes (Horn, O’Neill, Pfeiffer, Dwda y Pate, 2008; Kemper, de Vente, van Mechelen y Twisk, 2001). Los esfuerzos por enseñarles a comer mejor, a adoptar comportamientos nutricionales más saludables es notorio, e incluso se recomienda que hagan más ejercicio. Para los profesionales de la educación física que desarrollan su tarea en el ámbito educativo las visión de esta problemática es muy diferente, constatan que los niveles de competencia motriz han disminuido notablemente, que los intentos por educar intelectualmente en educación física están dando como resultado adolescentes pasivos, con niveles de actuación bajos y que con un deseo de practicar disminuido (Dennison, Straus, Mellits y Charney, 1988; Gómez, Ruiz y Mata, 2006; Ruiz, 2005; Tammelin, Laitinen y Näyhä, 2004; Tsiotra, Nevill, Lane y Koutedakis, 2009). La clave está en la Competencia Motriz Desde hace más de una década hemos venido estudiando de forma detenida este proceso (Ruiz, 2005; Gómez, Ruiz y Mata, 2006) en diferentes trabajos y publicaciones hemos llamado la atención de que el porcentaje de escolares de la ESO que manifiestan problemas de coordinación es elevado, más elevado de lo que sería soportable por una materia que entre sus objetivos tiene el educarles físicamente y el conseguir que sean motrizmente más competentes. Para Castelli y Valley (2007) la competencia motriz hace referencia al dominio de habilidades motrices y patrones de movimiento que capacitan al escolar para participar en los programas de actividad física. Ya en 1995 defendí la idea de que era la Competencia Motriz el eje del trabajo de los profesores de educación física en el contexto escolar, y que el desarrollo social, cooperativo o afectivo son transversales a todas las materias que existen en el entorno educativo, mientras que la Competencia Motriz es específica únicamente de la E.F. La evolución que la competencia motriz tiene a lo largo de los años escolares nos muestra que a la visión idílica del escolar que cambia y se hace cada vez más capaz, es cuando menos, errónea ya que la realidad indica que son muchos los escolares que no se muestran competentes al realizar habilidades fundamentales tales como correr, saltar, lanzar o atrapar de forma coordinada y eficiente, y mucho menos si hablamos de las habilidades complejas que constituyen los deportes. La preocupación surge cuando los profesores y profesoras detectan que existen escolares que no son capaces de moverse de manera coordinada y cuyos patrones fundamentales de movimiento no están suficientemente desarrollados (Smith y O’Keefe, 1999; Gómez, 2004), asunto que se agrava cuando se considera en función del sexos de los escolares, siendo las niñas las que en las edades de la ESO presentan más dificultades (Gómez, 2004; Gómez, Ruiz y Mata, 2006). Si este aviso lo trasladáramos a otra materia como la matemática, es como decir que muchos escolares no serán capaces de ir más allá de los cálculos básico para introducirse en una matemática más compleja. Sin duda el asunto es preocupante, pero así es, son diferentes los estudios que muestran la baja competencia de los escolares de primaria en sus habilidades fundamentales y el aumento de los problemas evolutivos de coordinación motriz, lo que unido al sobrepeso y el sedentarismo, presenta un panorama preocupante (Tsiotra, nevill, Lane y Koutedakis, 209). A todo lo mentado habría que añadir los numerosos estudios que en los últimos años se han llevado a cabo en nuestro país para caracterizar los hábitos y conductas de los escolares, preocupados por conocer el nivel de actividad física de los escolares y sus hábitos de salud, y que no son nada halagüeño. De ahí que nuestra preocupación radique en devolver a la noción de Competencia Motriz su valor en Educación Física como dinamizador del deseo practicar, y constatarla se hace del todo necesario como se viene reclamando en los últimos tiempos (Graber y Locke, 2007). Una competencia motriz que establece unas estrechas relacionas con variables psicológico que se convierten en la gasolina del deseo de practicar tales como las percepciones de competencia (Hellín, Moreno y Rodríguez, 2006), las preferencias al aprender (Gómez, 2004; Ruiz, Graupera, Moreno y Rico, 2010), o la propia práctica deportiva (Barnett, Morgan, van beurden y Beard, 2008; Barnett, Morgan Brooks y Beard, 2008; Kemper et al., 2001). La necesidad de constatar la Competencia Motriz en la ESO Ya parece estar pasando la glaciación intelectual que provocó en los últimos 30 años medir el rendimiento motor de los escolares era poco más que un sacrilegio. Los productos no importaban sino los procesos, si embargo responder a la definición de esos procesos siempre llevaba consigo fijarse en lo que los escolares eran capaces de hacer, es decir, los productos, pero relativizándolos, y centrando la atención en las relaciones sociales, emocionales o afectivas de los escolares en educación física, pero nunca en la dimensión verdaderamente importante, la motriz (Seefeldt y Vogel, 1989; Ries, 2008). El resultado es que no existen normas o estándares de referencia para saber si el nivel de competencia motriz actual de los escolares es el adecuado o susceptible de una notable mejora, y un rechazo de todo lo que significara test, medición o evaluación motriz, dejándolo al mundo del deporte, tan dado a la selección y a la competitividad... Son diferentes las razones que les movieron a adoptar estas decisiones. En primer lugar el poco crédito otorgado a los tests o baterías, probablemente con razón, ya que su empleo inadecuado generó cierta animadversión hacia ellos. Por otro lado, se criticó que los instrumentos de medida era poco adecuados, descontextualizados y desconectados de la realidad, lo que unido a un desconocimiento de los mismos, de cuáles podrían ser más o menos convenientes, llevó a no ser empleados y a la creación de todo un conjunto de instrumentos ad hoc, que posteriormente eran presentados como la solución en las revistas pedagógicas. Y por último, y tal vez una de las razones de más peso, es la inexistencia de instrumentos, tests o baterías, que pudieran responder a las necesidades de la E.F. en estas edades, ya que los instrumentos propuestos adolecían de los criterios de medida y propiedades adecuados para su uso válido y fiable. De ahí que se buscaran formas alternativas de evaluar en las que la competencia motriz pasó a formar parte de todo un conjunto amplio de comportamientos a observar y constatar. En la actualidad son muchas las voces que están recomendando volver a poner la Competencia Motriz en el centro de actuación educativa en E.F.. Esta llamada reclama que se vuelva a considerar con más detenimiento y de manera integral, es decir, relacionada con los grandes problemas que acechan a estas edades (sobrepeso, percepciones de competencia, preferencias participativas, motivación, hábitos o niveles de actividad) (Ewin, Woods, Woods y castelli, 1988; Castelli y Valley, 2007; Haga, 2008; Stooden et al., 2008; Woods, Bolton, Graber y Crull, 2007). Esto supone asumir que un escolar de la ESO debe ser capaz de dominar habilidades, los contenidos de su materia, y debe mostrarlos con competencia en múltiples situaciones en las que la coordinación, control, armonía, fluidez de movimientos o ritmo de actuación sean reclamados. Las instrucciones oficiales sobre la Educación Física en estas edades establecen unos estñandares genéricos que han permitod pasar por alto la verdadera naturaleza del problema. Ser competente en esta materia debería ser algo más que saber anaizar la form de moverse de un compañero de la clase o demostrar que se comprenden reglas o conceptos relacionados con el movimiento corporal. Ser competente en educación física supone ser capaz de actuar, de llevar a cabo habilidades, en definitiva, moverse de forma eficaz y eficiente, de ahí que los contextos educativos de esta materia debieran reclamar de los escolares ser competentes a la hora de: • desenvolverse en el espacio, cambiando de dirección y mostrando agilidad en sus propias acciones o en las llevadas a cabo con otros objetos.. • evitar y superar obstáculos, mostrando control en sus movimientos, calibración de los mismos y ajustes necesarios para salir airoso en juegos y deportes. • resolver problemas motrices, y a la hora de llevar a cabo las tareas de las sesiones de educación física. Complejidad y dificultad debieran estar presentes en el gimnasio y el campo de deportes, adecuadas a las competencias de los escolares pero retando sus posibilidades de acción. • moverse rítmicamente, en la realización de patrones estandarizados o a la hora de expresarse mediante movimientos y gestos. Fluidez, armonía o adaptabilidad debieran ser objetivos de la materia, y debieran ser alcanzados y comprobados por los escolares en las sesiones de educación física. • controlar y manejar instrumentos, raquetas, palos de hockey, balones de todo tipo y artefactos de toda naturaleza son empleados en las clases de educación física, son verdaderos tests y retos para los escolares su dominio y control, su manejo competente y su empleo en cada situación y bajo diferentes reglas. Es el paso al mundo del deporte, a las posibilidades de desarrollar una vida adulta más activa. • mostrar medida en sus movimientos, al saltar, al correr, al rodar o al desplazarse. La disimetría no es nada más que expresión de dificultad, de falta de orden, de torpeza. Es preocupante el incremento de esta situación entre los escolares de la ESO. • mantener un esfuerzo continuado, que les permita desenvolverse con competencia en los juegos y deportes, que incremente sus posibilidades de acción, siendo expresión de una condición saludable. •adaptarse a situaciones dinámicas, es esta adaptabilidad un expresión del escolar competente que se ajusta de forma inteligente a las demandas de cada situación que se le presenta en la clase, o en los deportes. Todas estas competencias son un ejemplo de lo que cabría esperar en esta materia, incrementando las posibilidades de los escolares para aprender y dominar nuevas habilidades complejas.. Todo ello reclama una Educación Física orientada a la actividad que abandone costumbres perniciosas que se han instalado entre algunos profesionales al incluir en el desarrollo de la materia las sesiones “teóricas” en el ya mermado horario de la asignatura. En la era del sedentarismo, la obesidad y la falta de competencia motriz entre los escolares adolescentes, recuperar la sensatez y reubicar el lugar de la actividad física en la posición que nunca debiera haber perdido, es un esfuerzo al que todos debieran estar comprometidos. La Educación Física puede y debe ayudar a que los escolares de la ESO lleguen a ser más competentes, esta competencia motriz es el verdadero dinamizador de la motivación intrínseca (Molt, 2007). Como indicaron Graber y Locke (2007) si los profesores son capaces de desarrollar una educación física que promueva la competencia motriz, creando escenarios de aprendizaje en los que se favorezca el dominio y el progreso personal, promoviendo la motivación intrínseca derivada de un fortalecimiento de las percepciones de competencia, aumentando el tiempo real de práctica, prática suficientemente exigente y vigorosa, los escolares tendrán la oportunidad de llegar a ser competentes y capaces, y participar en actividades físicas y deportivas. Referencias 1. Barnett, L.M., Morgan, P.J., Van Beurden, E., y Beard, J-R. (2008). Perceived sports competence mediates the relationships between childhood skill profiency and dolescent physical and fitness: a longitudinal assessment. International Journal of Behavioral Nutrition and Physical Activity, 5, 40 (disponible en http://www.ijbnpa.org/content/5/1/40) 2. Barnett, L.M., Van beurden, E., Morgan, P., Brooks, l. y Beard, J.R. (2008). 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