Siglo nuevo NUESTRO MUNDO nando al ver que no cumplía con sus expectativas. A la muerte de Mao el país inició cambios, y en la década de los ochenta se aceleraron las reformas de tipo capitalista, el sistema de comunas fue desmantelado y los campesinos empezaron a tener más libertad con las tierras que administraban y a vender sus productos en el mercado; al mismo tiempo la economía del país se abrió al exterior. Quienes la visitamos a mediados de los ochenta (cuando sólo tenía ¡mil millones de habitantes!) y constatamos cómo vivía el pueblo chino, no podemos menos que cuestionarnos lo que habrán significado para éste los radicales cambios de la actualidad. Fuimos de los primeros turistas en ir, cuando abrieron sus fronteras después del histórico viaje de Nixon (de quien existe una foto en donde aparece jugando ping-pong con el presidente asiático). En esa época solamente otorgaban cierto número de visas por año; a propósito, ese año de nuestra visita se estableció la primera embotelladora de Coca-Cola en aquel país. Recuerdo que los turistas teníamos tres guías asignados y uno de ellos estaba totalmente dedicado a evitarnos el contacto con la gente local. Cuando fuimos a ver el Río Yangzi yo traía una bolsa de mano con el nombre de México grabado, y se me acercó un joven para cuestionarme en un inglés muy raquítico de dónde venía. Según me contó él era estudiante, y fue todo lo que pudimos intercambiar porque de inmediato nos interrumpió el guía, increpándolo de manera violenta y deshaciendo nuestra conversación. Ahora me pregunto: ¿qué labores estará realizando en estas olimpiadas esa persona a quien hace 20 años (teniendo 18 entonces) no se le permitió hablar con un extranjero? Hace poco, mientras el desfile de los atletas en las olimpiadas de Beijing, y me parecía que las portadoras de las banderas con el nombre de los países eran todas igualitas (cara, estatura, atuendo, etcétera: como calcomanías), recordé que en ese viaje todos nuestros alimentos estaban pagados de antemano, excepto las bebidas; entonces cuando pedíamos 48 • Sn alguna la teníamos que liquidar de inmediato, y al cuestionar al guía por qué ocurría eso nos dijo que la razón era que, para los chinos, los no orientales éramos tan similares que no podían distinguir quién ordenó qué, y no querían tener confusión al cobrar el consumo. rrero y conquistador por milenios, así es que... ¡cuidado!, porque ese dragón se puede comer a la humanidad. Correo-e: cotygube63@hotmail.com Palabras de Poder ¡No! Jacinto Faya “¡ ¶ También debe También preocuparnos,, porque preocuparnos se trata de un pueblo guerrero y conquistador por milenios La China actual es tan hermosa como la que vimos en los ochenta, con sus ancianas de pie minimizado y atuendos tradicionales; sólo que al 2008 los cambios han sido realmente espectaculares. Sus avances tecnológicos, económicos, culturales, etcétera, nos hablan de un ‘gigante dormido’ que justo acaba de despertar, el cual al mismo tiempo que admirarlo debemos emular. Sin embargo, viendo su disciplina y enorme cantidad de habitantes también debe preocuparnos, porque se trata de un pueblo gue- No quiero que me contaminen de gérmenes con sus manos, ni tocar cosas sucias del ‘mundo exterior’!”. A las personas que tienden a ser acumuladoras de dinero, y de todo tipo de bienes, ya las habíamos descrito en la columna pasada. Pues bien, otro aspecto de esa gente es protegerse del ‘mundo exterior’, y una de sus formas predilectas de hacerlo es lavarse las manos de manera compulsiva. Para el acumulador, todo lo que no pueda controlar, constituye una amenaza. Como él se siente puro ve lo externo como sucio y evita al máximo saludar a otras personas; para él constituye un ‘horror’ pensar en darle la mano a un vagabundo. Como los gérmenes no puede verlos, su tendencia es aislarse. El acumulador cree, de la manera más irracional, que puede controlar su pequeño ‘mundito’ observando un estricto orden en la colocación de las cosas. Si se trata de su escritorio o de su recámara, en ellos cada cosa tiene un lugar exclusivo y no puede cambiar de esa posición. Si alguien le mueve sus objetos puede estallar en ira y hacer berrinches propios de un niño. Otro rasgo que encontramos en el acumulador (hombre o mujer), es que guarda cosas que jamás necesita, y si le hacen notar ese hecho siempre responde de la misma manera: “Pero algún día las puedo necesitar”. Además, también se trata de alguien obsesionado con la puntualidad. Si queda de verse con algún amigo y él llega tarde a la cita, se siente desairado y le