El republicanismo democrático romano. Su impronta para el diseño

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EL REPUBLICANISMO DEMOCRÁTICO ROMANO
Su impronta para el diseño estructural del modelo clásico
de participación política del ciudadano en Roma
Joanna González Quevedo1
Resumen: El elemento vital del modelo de Derecho público republicano
romano es su concepción de la participación de la ciudadanía en el ejercicio
del poder para lo cual crearon numerosas instituciones. La respublica2 romana
aportó un formato institucional y funcional que demostró que democracia y
república no son términos unidos por un signo de igualdad. La respublica romana constituyó, per se, una superación política de la democracia griega, pues
la estructura de esta última quedó limitada a la polis mientras que la república
romana conoció la institución del municipio, como réplica hacia lo local de la
institucionalidad republicana. Desde el punto de vista institucional, la constitución republicana romana se asentó en tres instituciones básicas: asambleas populares, magistraturas y Senado. Desde el punto de vista funcional, la
participación ciudadana en todas las estructuras de poder de la Respublica, se
erigió como una cualidad del republicanismo democrático romano.
Palabras claves: Republicanismo, Roma, Democracia, Participación ciudadana.
Abstract: The vital element of the pattern of Right Roman Public is its conception of the participation of the citizenship in the exercise of the power
for that which they created numerous institutions of Public Right. The Roman respublica contributed an institutional and functional format that demonstrated that democracy and republic are not terms united by a sign of
equality. The Roman respublica constituted, per se, a political exceeding of
the Greek democracy, because the structure of this last one was limited to
the polis while the Roman republic met the institution of the municipality,
1 Máster en Derecho Constitucional y Administrativo. Profesora de Derecho Romano y de
Teoría del Estado de la Universidad de la Habana. Correo-e: joannagonzalez3@lex.uh.cu. Artículo recibido: 10 de enero de 2012; aprobado: 23 de marzo de 2012.
2 República es la traducción al español de la palabra respublica. Aun cuando una palabra es
traducción de la otra hemos preferido su redacción en latín para dejar sentado que nuestro
referente investigativo es el republicanismo, como gobierno propio de la civitas (ciudad) romana,
así como de los municipios latinos bajo la dominación política y jurídica de Roma.
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as replica toward the local of the republican. From the institutional point of
view, the Roman republican constitution settled in three basic institutions:
Popular assemblies, Magistracies and Senate. From the functional point of
view, the civic participation in all the structures of power of the Respublica,
was erected like a quality of the Roman democratic republicanism.
Keywords: Republicanism, Rome, Democracy, Civic participation.
1. Notas introductorias acerca del Republicanismo democrático romano
Un ejercicio obligado de lealtad a la historia política y jurídica de Roma, y dentro de ella
a su principal fuente de conocimiento, el Corpus Iuris Civilis, nos lleva a advertir que el
vocablo respublica tiene un carácter polisémico. Con apego irrestricto al origen de la voz
latina res publicae, concuerdo con Di Pietro3 en que aparentemente estas palabras no
exigen un esfuerzo de introducción. Si bien desde un punto de vista formal, esto puede
ser cierto, notables dificultades encierra la exactitud de una traducción de una locución
latina precisa y verdadera, porque en el traducere, traer ante mí, es decir, trasladar el etimo
de los vocablos romanos a nuestro siglo XXI, resulta ser una tarea harto difícil. Máxime
porque se corre el peligro de la mera literalidad y por ello, en este caso, que la respublica
sea identificada literalmente con nuestras cosas públicas o con el Estado-Nación moderno.
Res es una de las voces más empleadas por el espíritu latino, pero es algo más que
los simples “objetos exteriores” al hombre. El ciudadano romano utiliza esta palabra
por doquier, de ahí la multivocidad que se le imprime. Así, para referirse a las cosas
del campo, pero no limitada a los arados, azadas y demás herramientas que emplea el
agricultor, sino englobando todos los asuntos que hacen a la labor agrícola, nos hablan
de la res rusticae. Los asuntos de los soldados se refieren como res militares o res castrenses,
pensando no sólo en las espadas, lanzas y escudos sino en todos los asuntos que hacen
el arte militar. Si hablan de lo que atañe a los barcos y los asuntos de la navegación nos
dicen que se están refiriendo a la res nauticae. Y si nos cuentan los hechos históricos,
emplean el vocablo res gestae. ¿Qué es lo que tienen en común esos entes exteriores a
los cuales los romanos denominan en general res? Pues bien, res no son sólo los entes
corporales exteriores a los que llamamos cosas4, sino también son los asuntos, los
3 Cf. Di Pietro, Alfredo, “Respublicae”, en Profundización en Derecho Romano. Cuestiones actuales.
Colectivo de autores, Ediciones Alveroni, Argentina, 1998, p. 111.
4 En este sentido las vías, los puentes, el foro, el circo, las fuentes, los ríos, las riberas, todas
ellas eran rei republicae. No eran del estado sino que eran del populus, es a él a quien quedan
afectadas. Pero volvemos a recalcarlo: res no son sólo los entes corporales exteriores a los que
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problemas, las cuestiones, que de algún modo interesan a los seres humanos. De ahí
que su sello distintivo lo tenemos en la expresión “lo que concierne y pertenece a los
hombres”.5
Hasta aquí nos hemos detenido a pensar lo que significaba el vocablo res. Pero
el centro de nuestra investigación es la respublica, el adjetivo cualificador publica deriva
de populus. Para el jurisconsulto Gayo6 la res publica es extra patrimonium nostrum. Si no
pueden apropiarse de ellas los particulares es porque al ser publicae son del populus, ¿pero
qué es el populus? Para Cicerón “por populus hay que entender, no toda reunión de hombres congregados de cualquier modo, sino un grupo numeroso de hombres asociados
los unos con los otros por adhesión a un mismo ius y a una comunidad de intereses. La
cosa pública (res publica) es asunto del pueblo (populi res); y el pueblo no es cada grupo de
hombres, asociados de cualquier manera, sino un amplio conjunto de hombres unidos
por un acuerdo común acerca de la ley y los derechos y por el deseo de participar de
mutuas ventajas. La República Romana se destacaba por el concernimiento de todos
los ciudadanos que componen el populus en lo que les preocupa y por ello era discutido
públicamente”.7 Por tanto, el populus no es un obiectus (objeto exterior al hombre) sino
los ciudadanos mismos como subiectus (sujetos políticos).
Pero si el populus es la comunidad organizada, lo que produce la comunidad de
intereses es la república como organización política de los ciudadanos. Tal cual establece Cicerón casi en el límite de una tautología “est igitur, inquit africanus, respublica, res
populi” (la res publica es pues dice Escipión el Africano la res del populus). En la respublica
lo que se destaca es el concernimiento de los ciudadanos que componen el populus, en
lo que le preocupa y por ello es discutido públicamente.8
La Respublica se convierte, por tanto, en una dicción empleada para denominar
aquello que le pertenece al populus romano en general, y así lo plantea Fernández Bulté
al referir:
llamamos cosas sino también son los asuntos públicos.
5 El jurisconsulto Ulpiano así lo define en el libro cincuenta del Digesto: “Los bienes de
una ciudad se llaman públicos, pues-propiamente-son públicos tan sólo los que pertenecen al
pueblo romano” Ulpianus Libro X. Ad Edictum.-Bona civitatis abusive “publica” dicta sunt, sola enim ea
publica sunt, quae populi Romani sunt., Cf. D. 50, 16, 15. Valiño, Emilio, Instituciones de Derecho Privado
Romano, Editorial de la Universidad de Valencia, España, 1977., p. 91.
6 Gayo 2.1; I.2.1 pr, citado por Di Pietro, op. cit., p. 117.
7 Cf. Cicerón, De República, en Navarro Y Calvo, Francisco, (Traductor), Obras completas de
Marco Tulio Cicerón, T.VI, Editorial. Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, México, 1983,
p. 139.
8 Ídem.
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“[...] Por eso es preciso recordar que el adjetivo publicus deriva de populicus, es
decir, de populus. Entonces queda claro el significado de publicus, se asocia a la
pertenencia al populus, a una entidad sociopolítica organizada como tal en la
civitas. Y la cosa pública (la res publicae) es la cosa del populus”.9
Es así que en Roma el vocablo publicus se asocia con la palabra populus, es decir, la
sociedad organizada en civitas. Entonces cosa pública es la cosa del pueblo.10
También hay autores, que emplearon la palabra res publicae para referirse a la época en que Roma era gobernada como una República. Para Rinaldi11, el Derecho Público
Romano (Ius Publicum) se refiere a lo que hoy llamaríamos la “organización política”
que se dieron los romanos. Así se emplea el término en otros segmentos del Digesto y
cuando se readjudica a Ulpiano esta terminante definición “Publicum ius est quod ad statum
rei roamanae espectat”12, o sea, “el que se refiere al estado de la cosa romana”. O quizás
más propiamente el derecho de la república, es decir, de la organización política que
se dieron los romanos, lo que modernamente llamaríamos su constitución. Empero
el constitucionalismo romano sufrió cambios fundamentales a través del tiempo, ya
que comenzó en sus orígenes siendo una mera federación de gens para ser consecutivamente una monarquía, república e imperio y, aún dentro de cada una de esas etapas,
podrían distinguirse diferencias sustanciales, como por ejemplo las que hubo entre el
Principado y el Dominado. Por lo que a los fines de la realización del presente estudio
entenderemos por “Instituciones del Derecho Público Republicano Romano” a las
que rigieron en la etapa republicana, puesto que cuando adviene el imperio el sistema
constitucional es remplazado por otro que nada tiene de Republicano.13
9 Fernández Bulté, Julio, Separata de Derecho Público Romano, Editorial Félix Varela. La Habana,
2004, p. 8.
10 Cf. Costa, Emilio, Historia del Derecho Romano Público y Privado, Trad. Manuel Roventos y Noguer. 1ª ed. Madrid, Reus, 1930, p. 1.
11 Rinaldi, Norberto Darío, “La resurrección del Derecho Público Romano”, en Memorias del
XIII Congreso Latinoamericano de Derecho Romano, La Habana 2002, editadas por Universidad de
San Nicolás de Hidalgo, Morelia, México, pp. 229 y 230.
12 D, 1,1, 1, 2, citado por Rinaldi en, op. cit., p. 229.
13 El sistema republicano romano, según la doctrina dominante, cesa cuando en el año 27
a.n.e Octavio declara, precisamente, la reinstauración de la república y asume a continuación
la jefatura del ejército por diez años (luego será para siempre), el control de las principales
provincias, recibe el título de Augusto y finalmente a partir del año 23 ostenta a potestas tribunicia
también por diez años y luego perpetua. En realidad el sistema republicano había entrado en
crisis mucho antes. La mayoría de los autores coinciden en señalar como elementos determinantes de esa crisis las consecuencias económicas de la paulatina pero constante extensión del
territorio de la ciudad estado Roma y la pérdida de poder de la clase media integrada por los
agricultores-soldados en beneficio de la nobleza que se apoderaba de las tierras del ager publicus.
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Para Fernández de Buján14, en sus orígenes el Ius Publicum fue el contenido de las
leges publicae, así denominadas porque eran aprobadas por el pueblo, en votación directa
en la república romana, por lo que su contenido se consideraba inderogable por voluntad de los particulares, calificados de manera individualizada, y obligatorio para todo el
pueblo romano.15 Durante la República se entiende por Derecho Público el emanado
En la Roma del apogeo republicano los comicios se celebraban regularmente y se constituían
en fuente originaria del poder ya que elegían a los magistrados y estos luego de finalizada su
gestión ingresaban al senado conforme a lo dispuesto por la Lex Ovinia. El pueblo a través de
los comicios era el que facultaba a algunos ciudadanos para iniciar la carrera política e inclusive
para acceder al senado. Esos comicios se realizaban siempre en el centro correspondiente a cada
polis y se requería para ello la presencia física del sufragante. Los resultados de los comicios en el
siglo II y I a.n.e no expresaban la voluntad política de todos los romanos diseminados por toda
Italia sino solamente de los que residían en las cercanías de Roma que en esos tiempos tenían ya
intereses y necesidades muy distintas a las del entero populus. El sistema constitucional republicano que resultó altamente eficaz para una ciudad estado relativamente pequeña devino obsoleto
cuando Roma creció no por la mera razón de tratarse de un territorio muy grande sino porque
los órganos de poder dejaron de interpretar la voluntad del populus para empezar a expresar los
intereses de la clase más pudiente que residía obviamente en Roma y sus cercanías. Para mayor
información, vid, Arangio-Ruiz, Vicente, Historia del Derecho Romano, Cuarta Edición, Biblioteca
Jurídica de Autores Españoles y Extranjeros, pp. 222 y ss.; Fernández de Buján, Antonio, Derecho
Público Romano, Editorial Civitas, decimocuarta edición, 2011, pp. 173 y ss; Lapieza Elli, Angel
Enrique, Historia del Derecho Romano, Cooperadora de Derecho y Ciencias Sociales, Buenos Aires,
1975, pp. 112 y ss., así como Rinaldi, Norberto Darío, Lecciones Ampliadas de Derecho Romano,
Editorial Edictum, Buenos Aires, 2001, p. 29 y ss.
14 Fernández de Buján, Antonio, op. cit., p. 33.
15 D.1.1.1.2 (Ulpiano): “Dos son las posiciones en este estudio: lo público y lo privado. Es
derecho público el que corresponde al estado de la cosa pública, privado el que respecta a la
utilidad de los particulares, pues hay asuntos de utilidad pública y otros de utilidad privada…”
Sobre la base del anterior pasaje del Digesto Justinianeo resulta interesante el análisis realizado
por Fernández de Buján respecto a la dicotomía entre Derecho Público y Derecho Privado en
Roma. Al respecto acota que ya a finales de la República comienzan a utilizarse las expresiones
ius publicum e ius privatum, y hay textos de Cicerón que así lo atestiguan, si bien los términos
de la contraposición, tal y como han llegado hasta nosotros, se encuentran en un fragmento
del Digesto atribuido a Ulpiano, que es recogido de forma más breve en las instituciones de
Justiniano, 1.1.4. Lo primero que hay que resaltar es que derecho público y privado no son dos
campos antitéticos, sino, como resalta Ulpiano, dos posiciones, dos puntos de vista para el estudio del Derecho (huius studii duae sunt positiones, publicum et privatum), y las diferentes acepciones o
sentidos con que son utilizadas en las fuentes ambas expresiones, tienen un lazo de unión que
los relaciona entre sí. Hasta cuatro matices diferenciales se pueden encontrar en las fuentes en
relación con estas expresiones, a) en relación con el origen, b) en relación con el contenido, c) en
relación con el interés y d) en relación con la derogabilidad de las normas. En atención al origen
de producción de las normas, son de ius publicum las disposiciones contenidas en las leges publicae,
los senadoconsultos, los edictos de los pretores y las constituciones imperiales. Corresponderían
al derecho privado las costumbres, las interpretaciones de los juristas y los pactos y negocios que
los particulares en uso de su autonomía individual, se procuran para regular sus intereses. En
atención al contenido, son de derecho público las normas relativas a la organización y gestión
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de los órganos de la civitas a través de la participación directa del populus, y por lo tanto
se incluirían en esta categoría todas las normas provenientes de las leges comiciales, de
la Ley de las XII tablas, de los plebiscitos y de los edictos de los magistrados. En ese
sentido es que se habla en algunos pasajes del Digesto (D, 2, 14, 38; D, 26, 7,5, 7; D, 35,
2,1; D, 39, 2, 18,1). El Ius Publicum designa, en fin, al conjunto de leges publicae populi romani, verbigracia, todo el derecho creado mediante la intervención inmediata del populus.
Es por eso que gran parte de lo que hoy se considera Derecho Privado, en Roma era
totalmente Público, como creado por el pueblo16.
de la ciudad (res publicae para cicerón, statum rei romanae para Ulpiano), gestión de los tributos,
relaciones con otras comunidades, delitos públicos y proceso penal. Son de derecho privado la
normativa reguladora de las relaciones patrimoniales y familiares de los individuos, los delitos
privados y el proceso civil (en la etapa de juez privado que dicta sentencia). Hay que añadir que
determinadas normas que regulan relaciones entre particulares son consideradas de derecho
público en atención al interés social o general ínsito en las mismas que no las hace susceptibles
de ser derogadas por los particulares; por ejemplo las partes no pueden excluir el exigirse recíprocamente en sus relaciones contractuales la responsabilidad por dolo, la imposibilidad de
eximir al tutor de prestar fianza o rendir cuenta, la imposibilidad de eximir de responsabilidad a
los empresarios de transporte marítimo, la imposibilidad de no pactar la no responsabilidad por
delitos privados(D.2.14.27.4), la imposibilidad de pactar que no se ejercite el interdicto en caso
de violencia en cuanto tiene lugar la razón pública (D.2.14.27.4). En atención al interés o utilidad
son de derecho público aquellas disposiciones en las que prima el interés público, general o
social, y de derecho privado aquellas en las que se protege el interés de los particulares, por lo
que la utilitas(utilidad) que es fundamento de derecho se da tanto en uno como en otro tipo
de normas jurídicas. En atención a la derogabilidad de las normas las de derecho público son
imperativas, de ius cogens, por lo que no pueden ser derogadas ni excluidas por las partes mientras
que las de derecho privado son dispositivas por lo que pueden ser incumplidas o no tenidas en
cuenta por las partes. Al respecto, véase, Fernández de Buján, Antonio, Derecho Privado Romano,
Editorial Civitas, cuarta edición, 2011, pp. 39-40.
16 Fernández Estrada, Julio Antonio “El tribunado; sus expresiones posibles en la crisis del
actual modelo iuspublicístico”, Tesis presentada en opción al grado científico de Doctor en Ciencias Jurídicas, Facultad de Derecho, Universidad de la Habana, La Habana, 2005, p. 20. Tal era
la importancia del Derecho Público que hasta mediados de la República de ochocientas leyes
rogatae, sólo veintiséis pertenecían al derecho privado y de las cerca de un millar de leyes
públicas aprobadas durante toda la Respublica, de las que tenemos noticia, apenas unas treinta
contienen normas de derecho privado. La mayoría de las restantes normas creadas por el populus
regulan el funcionamiento de la comunidad política, el orden constitucional, el culto religioso
oficial, los procedimientos penales, el uso de las vías públicas etcétera, es decir materias que
pueden encuadrarse dentro del denominado ius publicum. Entre las leyes públicas reguladoras de
materias de Derecho Privado cabe destacar las siguientes: Lex Silia: regula la reclamación judicial
de una cantidad de dinero cierta; Lex Calpurnia: regula la reclamación judicial de una cosa cierta;
Lex Aebutia: introduce el cambio del procedimiento de las acciones de la ley al procedimiento
formulario; Lex Poetelia Papiria: suprime la responsabilidad personal por deudas; Lex Aquilia
de Damno: regula la responsabilidad derivada de daños causados a cosas ajenas; Lex scribonia:
prohíbe la usucapión de las servidumbres; Lex Atinia: prohíbe la usucapión de las cosas robadas;
Lex Falcidia en materia de testamentos. Para mayor información, vid, Camacho Evangelista, FerISSN 1889-8068
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Si analizamos el Derecho Público Republicano Romano desde un punto de vista
estructural advertimos que la constitución republicana se asienta en tres pilares básicos:
Senado, Asambleas populares y Magistraturas. Es conocida la admiración del filósofo
de la historia griega de la época, Polibio, que después de estudiar el funcionamiento de
las instituciones políticas republicanas, en el libro VI de su Historia Universal, contaba
que no cabe su encuadramiento en ninguna de las categorías aristotélicas de monarquía,
aristocracia y democracia: “Si nos fijamos en el poder de los cónsules parece que estamos ante una monarquía, si en el Senado ante una aristocracia, pero si nos detenemos
a examinar el poder de la mayoría estamos ante una auténtica democracia. Tal era el
equilibrio y los contrapoderes que a juicio de Polibio caracterizaban a la constitución
republicana”.17 No obstante, para la conformación iuspublicística de la respublica tuvo
que acaecer un proceso histórico de apogeo y maduración de las aludidas estructuras
socio-políticas.
Resulta harto conocido que en el año 509 a.n.e formalmente se produjo la crisis
de la monarquía, que dio paso a una nueva forma de gobierno: la República –res pública–,
que tendrá una duración aproximada de cinco siglos, hasta el año 27 a.n.e. La crisis fue
obra del patriciado económicamente poderoso, que organizó como requería la lógica,
el nuevo gobierno a su albedrío y en su provecho, descentralizando el poder en tres
órganos cualitativa y cuantitativamente diferentes: el senado, las magistraturas y los
comicios. Sin embargo, la Respublica, como todo proceso histórico, presentó diferentes
etapas en su desarrollo que discurren desde un período oligárquico en el cual el patriciado aristocrático detentaba el poder con exclusión de la plebe, negándole los derechos
de participación en el ámbito público y restringiéndole los derechos privados18, hasta
mín, Introducción Histórica al Estudio del Derecho Romano, Editorial de la Universidad de Granada,
España, 1950, p. 183; y Fernández de Buján, Antonio, Derecho Público Romano, op.cit., pp. 154 y
155.
17 Cf. Fernández de Buján, Antonio, op. cit., p. 114.
18 Los plebeyos en un inicio estaban excluidos de todos los derechos exclusivos de los cives,
ciudadanos romanos. Recordemos que para los romanos “es derecho civil, como derecho propio que es de la misma ciudad, el que dimana de las leyes, los plebiscitos, los senadoconsultos,
los decretos de los príncipes y la autoridad de los prudentes…”. El contenido del derecho civil
romano incluía una serie de facultades tanto de Derecho Público como de Derecho Privado:
PÚBLICOS: IUS SUFRAGII o el derecho a votar en el comicio. IUS HONORUM o el derecho a desempeñar cargos públicos como ser magistrado. IUS MILITAE o el derecho a ejercer
funciones en la milicia. IUS OCUPANDI AGRUM PUBLICUM o el derecho a ocupar tierras
conquistadas por Roma. PRIVADOS: IUS COMMERCI, o el derecho de ejercer actos entre
vivos o de derecho comercial. IUS CONUBII, o el derecho de contraer matrimonio iustas
nuptiae, generadora de la manus del pater sobre la uxor. IUS ACTIONIS, o el derecho de presentarse ante la justicia LA TESTAMENTI FACTIO ACTIVA Y PÁSIVA o el derecho de otorgar
testamento o de recepcionar testamentos. LA TRIA NOMINA o de detentar el nombre que
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su fase democrática resultado de las conquistas republicanas del plebeyado romano.19
consistía en el nomen, o nombre propio, cognomen o nombre familiar y el agnomen o nombre
de la gens a la que pertenecía. (D.1, 1,7) y (D l, 5,17), Cf. Valiño, Emilio, op. cit., p. 3.
19 Existen diversas teorías que tratan de establecer el origen de los plebeyos; algunos sostienen que se trataba de poblaciones extranjeras anexadas a la Roma primitiva; en cambio, otros
afirman tratarse de clientes que recuperaron, por diversas causas, la independencia del tutelaje
de los patrones; otra explicación identifica a una masa humana carente de tierras de cultivo y
dedicada, en su mayor parte, a trabajos menores, como el comercio y la artesanía. Sea cual fuera
la teoría que se adopte, lo cierto es que, en un principio, los plebeyos eran desposeídos, por
tanto sin acceso a los cargos públicos, sobre los cuales pesaban serías limitaciones al reconocimiento y ejercicio de sus derechos; excluidos de la ciudad, no gozaban del ius civitatis, es decir,
de la condición de ciudadanos y se hallaban liberados del servicio militar y de los impuestos.
Paralelamente a la expansión romana, al crecimiento de la ciudad, a las conquistas y al mayor
apogeo del comercio, hubo un realinemiento económico: muchos plebeyos se enriquecieron
y algunos patricios empobrecieron, de ahí que Servio Tulio reagrupó a las personas según su
riqueza y en clases, lo que permitió que la inmensa mayoría de plebeyos se mantenga en las
clases inferiores, sin posibilidad de ser considerados en la distribución que se hacía de las tierras
conquistadas. Además, se les negaba la igualdad social y tampoco el tratamiento jurídico era
igualitario; estos hechos motivarán La “lucha de los órdenes”, que fue una contienda cruenta y
secular. No obstante que los cónsules Bruto y Publicóla promulgaran ciertas leyes que beneficiaban a los plebeyos, sobre éstos se irguió el yugo de las deudas y los intereses leoninos a los
que estaban sometidos por los patricios ricos, quienes gozaban del derecho de reducir al deudor
moroso en esclavitud. Este álgido problema estaba en discusión cuando se produjo la amenaza
de invasión de los volscos, contienda en la que los plebeyos se resistieron a participar; el cónsul
Servilio asumió el compromiso de resolver el problema terminada la guerra, promesa que se
incumplió totalmente. Los plebeyos se retiraron en masa al monte Aventino (Mons Sacer): los
efectos de la secesión no se hicieron esperar, puesto que las tierras se mantuvieron sin cultivar
y las amenazas de los enemigos de Roma continuaron. Alarmados, los patricios enviaron una
comisión al Aventino, presidida por Menenio Agripa, quien con el compromiso de abolir las
deudas, liberar a los plebeyos caídos en esclavitud por las deudas y crear el tribunado, logró el
retorno de la plebe. Era el año 494 a.n.e. Las reuniones de la plebe (concilia plebis) y la creación de
la magistratura plebeya, al mando del tribunus plebis, a quien se le invistió de la calidad de inviolable
(sacro- sanctus), fueron conquistas importantes, pero no suficientes; puesto que si bien los plebeyos
podían reunirse, tomar decisiones en sus asambleas y contar con un defensor de sus intereses,
en cambio, no lograron el reconocimiento de otros derechos. En el año 461 a.n.e., Terentilio
Arsa propuso la redacción de una ley común, que se denominó Ley de las XII Tablas. Las
paulatinas conquistas que se iban obteniendo por parte de la plebe en ningún caso estaban libres
de fuertes oposiciones y lamentables enfrentamientos. Los plebeyos adoptaron, en reiteradas
oportunidades, como método de lucha, las huelgas integrales. El segundo momento histórico
de la República es denominado democrático y coincide con el apogeo de las civitates; la plebe
conquistó sus derechos y se produjo la expansión territorial romana. En efecto, el año 445 a.C.,
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Es por ello que autores como Lobrano, Fernández Bulté, Fernández Estrada
y Rinaldi20 sostienen que para que pueda considerarse que exista lo que los romanos
llamaron respublica, no basta la caída de la monarquía, sino que tendrán que producirse
las siguientes transformaciones: la integración en un plano de igualdad jurídica, social, y
política de los patricios y los plebeyos; que se constituya el populus como órganos activo
de la civitas en su expresión comicial; que se regularice el ejercicio del imperium del rex
en el tradicional régimen de dos cónsules y con recíproco derecho de veto (intercessio).
El periodo que va del 509 a.n.e al 367 a.n.e está dominado por las vicisitudes del
antagonismo entre patricios y plebeyos. Abolida la monarquía por la rebelión del patriciado, las poderosas familias patricias se hacen con las riendas del estado hasta el año
367 a.n.e en que por primera vez se admite que un plebeyo pueda llegar al consulado,
de modo que con justicia se le ha llamado a este periodo “estado con base gentilicia”,
estado patricio o quiritario. Será recién en el siglo III a.n.e cuando la forma política
republicana se encuentre en su mayor apogeo.
2. Diseño estructural del modelo de Derecho Público Romano en la República
En el comienzo de este ensayo afirmé que desde el punto de vista estructural el mecanismo republicano romano se expresa en el Senado, las Magistraturas y los Comicios.
El análisis de la participación política del ciudadano en las diferentes estructuras del
modelo republicano romano constituye el centro de análisis en la presente investigala lex Canuleia derogó la prohibición, contenida en la Ley de las XII Tablas, de matrimonios
mixtos entre patricios y plebeyos. La Cuestura se alcanzó el 421 a.n.e.; el 367 a.n.e., el Consulado; el 351 a.C., la Censura. En el 342 a.C. se dictó la lex Genucia, la cual prohibía los préstamos
usurarios, considerados como delitos públicos. La Pretura fue alcanzada el año 337 a.C. La Lex
Poetelia Papiria suprimió definitivamente la prisión por deudas el año 326 a.C.; y el año 304 a.C. se
publicaron las fórmulas de la ley, es decir que pudieron ser conocidas e invocadas por los plebeyos, poniendo así fin al rigorismo procedimental, de exclusivo conocimiento de los patricios. El
año 287 a.C. se dictó la Ley Hortensia, en la que se determinaba que las decisiones tomadas por
los plebeyos en sus plebiscitos eran obligatorias también para los patricios. Sobre los orígenes y
conquistas del plebeyado romano pueden verse entre otros, Fernández Bulté, Julio, Historia de las
Ideas Políticas y Jurídicas, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, Cuba, 1978, pp. 24 y ss., así como
Jordán Quiroga, Augusto, Roma: Derecho e Historia, ODEC, Bolivia, 1998, pp. 43 y ss.
20 Fernández Bulté, Julio, Separata de Derecho Público Romano, op. cit, p. 25; Lobrano, Giovanni,
Modelo romano y constitucionalismo latino (Anotaciones entorno al debate iuspublicístico contemporáneo, con
especial referencia a la tesis de Juan Bautista Alberdi y Vittorio Emanuele Orlando), Editorial Universidad
Externado de Colombia, 1990, p. 53; Rinaldi, Norberto Darío, Lecciones Ampliadas de Derecho
Romano, op. cit., p. 58.
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ción, por lo que se impone como presupuesto teórico que realicemos un abordaje de la
composición y funcionamiento de las estructuras de poder en la Respublica.
2.1. El Senado
El senado estuvo compuesto, inicialmente, por trescientos miembros, durante Sila
seiscientos, en los tiempos de César novecientos y, posteriormente, en época del
principado, se volvió al número de seiscientos.
En principio, eran miembros del Senado, patricios que habían ejercido alguna
magistratura (paires), luego, a fines del siglo III a.n.e., paulatinamente se integraron
plebeyos que habían ocupado el Tribunado de la Plebe. Por determinación del
plebiscito Atinio, se los denominó conscripta posteriormente, con el término de paires conscripti, se conoció a los senadores en conjunto. Se puede establecer, en resumen, que las
atribuciones del senado eran las siguientes:
• Legislativas: Consistían en la potestad de sancionar una ley. La ley podía
originarse en los comicios o en el senado mismo, pero éste le daba vigor
mediante la auctoritas patrum; ninguna ley alcanzaba su fuerza obligatoria sin la
sanción senatorial. Sin embargo, la lex Hortensia, del año 282 a.n.e, suprimió la
auctoritas patrum, dando lugar a que las decisiones del pueblo en los comicios
fueran obligatorias sin participación del senado.
• Ejecutivas: Consistían en dirigir a los cónsules en los negocios y decisiones
importantes. El Senado tenía competencia en todo lo referente a la política
exterior: pactos, tratados, sanciones a los pueblos vencidos; fundamentalmente
tenía potestad de declarar la guerra y concertar la paz. Su competencia abarcaba
además la política monetaria, los impuestos y tributos. Los senadores ejercían
funciones militares y controlaban la distribución del ager publicus. En palabras de
Polibio el Senado tiene por primera función la administración del tesoro público.
Todos los ingresos y todos los gastos son igualmente de su incumbencia.
Los cuestores no tienen derecho a sacar de él ni la menor cantidad para las
necesidades públicas sin un decreto del Senado, a menos que no sea para los
cónsules. Los gastos que son, con mucho, los más considerables de todos, los
que los censores efectúan cada cinco años para la reparación y la construcción
de monumentos públicos, también dependen del Senado. Es éste el que da
a los censores autorización de emprenderlos. Todos los crímenes cometidos
en Italia que requieren la intervención pública, tales como los crímenes de
traición, conjuración, encarcelamientos y asesinatos.
Concuerdo plenamente con Rinaldi21, para quien el Senado romano propio del
21 Rinaldi, Norberto Darío, Lecciones Ampliadas de Derecho Romano, op. cit., p. 72.
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El republicanismo democrático romano
apogeo del republicanismo democrático no era el órgano aristocrático del sistema
sino un gigantesco reservorio de experiencia política al que acudían en consulta los
magistrados cuando les parecía necesario. Fue además una de las primeras formas de
ejercicio del poder por parte del plebeyado romano al acceder al mismo como fuente
originaria del poder luego de finalizada su gestión en las magistraturas que fueron
alcanzando.
2.2. Las Magistraturas
El imperium del rey se transfirió en este período a los magistrados: al principio fue
conferido sólo a los cónsules, posteriormente al surgimiento de otras magistraturas y,
con ello, a la asignación de funciones. El imperium se diversificó en varios centros de
autoridad.
Las magistraturas eran verdaderas funciones públicas, que se imponían a los
mejores ciudadanos para el gobierno y la administración de la República. Constituían
una carga, puesto que el ejercicio del cargo no tenía recompensa económica: un buen
desempeño en el cargo mismo motivaba la consideración y el respeto ciudadano.
En la primera época se encomendaba las labores de magistrado exclusivamente
a los libres, ciudadanos romanos que hubiesen cumplido los deberes militares;
posteriormente, como ya tenemos expuesto, los plebeyos conquistaron el derecho de
integrarlas.
El imperium de los magistrados consistía, según afirma Jordán Quiroga22, en las
facultades que siguen:
• Ius agendi cum populo: derecho a convocar y proponer leyes y candidatos en los
comicios.
• Ius agendi cum patribus: convocar al senado y hacerle consultas.
• Ius edicendi: publicar edictos.
• Coercitio: facultad de imponer sanciones, como la flagelación, la confiscación o la
muerte en los casos de desobediencia a lo ordenado por el magistrado.
• Mando militar: con las atribuciones derivadas de éste, tales como la distribución
de botín, la reglamentación y administración del territorio.
• Derecho de consultar a la divinidad (auspicius) e interpretar su respuesta.
Las principales características de las magistraturas eran las siguientes:
• Electividad, es decir que los magistrados eran elegidos por los comicios
centuriados se elegían –los cónsules, los pretores y los censores– o por los
tribados –los ediles y los cuestores–; tratándose de los tribunos o ediles de la
plebe, por las concilio plebis.
22 Jordán Quiroga, Augusto, op. cit., p. 53.
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Revista de Derechos Humanos y Estudios Sociales
• Temporalidad: En contraposición a la monarquía estos cargos eran de duración
limitada, la mayoría duraba un año, a excepción de la dictadura que duraba
como máximo seis meses y los censores dieciocho meses.
• Colegialidad, es decir que existían dos o más titulares para cada magistraturas,
pero en caso de descanso, uno de ellos podía vetar la acción del otro (intercessio)
y suspender sus efectos. Generalmente eran dos magistrados, pero, en algunos
casos, como los decemviri, eran diez.
• Responsabilidad, el ejercicio del cargo conllevaba la responsabilidad moral y
legal de sus actos de administración.
• Gratuidad, ser electo magistrado constituía un honor y una carga pública, en
consecuencia, los que ejercían el cargo no recibían retribución alguna. Los
fondos que se requerían para el desempeño de las magistraturas eran provistos
por la comunidad y los magistrados debían darse cuenta de los gastos al final
del mandato. Los auxiliares recibían un viático o remuneración denominada
viator.
La nomenclatura y clasificación de las magistraturas es la siguiente:
• Nomen iuris:
1. Consulado. Es una magistratura mayor, ordinaria, con imperium total al principio de
la República, que fue disminuyendo a medida que surgieron otras magistraturas.
Los cónsules, en un comienzo, eran designados exclusivamente entre los patricios,
posteriormente, la lex licinia (367 a.n.e.) determinó que uno de ellos debía ser
necesariamente plebeyo, luego, no se estableció distinción alguna. El consulado era
ejercido por dos ciudadanos: mientras uno desempeñaba el cargo, el otro gozaba
de facultades inspectivas y fiscalizadoras y tenía potestad de veto (in tercessio), eran
elegidos por los comicios centuriados, sin capacidad alguna de designar sucesores.
Concernía a los cónsules: el ius belli et pacis; convocar y presidir los comicios y el senado;
administrar la hacienda pública. Tenían competencia jurisdiccional en causas civiles
y militares; como dijimos, paulatinamente, esas competencias se fueron limitando;
por ejemplo, con la aparición de la pretura, los cónsules dejaron de tener potestad
jurisdiccional. Todos los demás magistrados, con excepción de los tribunos, están
colocados bajo sus órdenes. Además son ellos los que introducen a los embajadores
en el Senado, los que provocan las deliberaciones en los casos urgentes y los que
promulgan los senadoconsultos. Tienen que ocuparse igualmente en todos los
asuntos públicos que deben ser regulados por el pueblo, convocar la asamblea,
presentar los proyectos de ley, aplicar las decisiones de la mayoría. En lo que
concierne a la preparación de la fuerza y la conducción de las operaciones, su
poder es casi absoluto.
2. Pretura. Es una magistratura en principio unipersonal, cuyo titular, denominado
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El republicanismo democrático romano
3.
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praetor urbanus, poseía poderes básicamente jurisdiccionales. Fue creada mediante
la lex Licinia de consulatu (367 a.n.e.), que restó a los cónsules la función de dictar
justicia. El praetor urbanus declaraba los principios jurídicos que debían aplicarse en
los litigios sostenidos por los ciudadanos romanos, para que el juez, dentro de ese
marco, pronunciara sentencia. A partir del año 205 a.n.e., se creó el preator peregrinus,
para aplicar el derecho entre ciudadanos y peregrinos, es decir, extranjeros. Los
pretores gozaban del ius edicendi, o sea de la potestad de dictar edictos, que en
los hechos constituían principios y reglas a las cuales se sujetarían sus actos.
Estos edictos darán lugar a una importantísima fuente del derecho civil, como
es el derecho pretoriano o ius honorariuni, que permitía ayudar, corregir y suplir el
derecho civil; con el tiempo, a los pretores les asignaron funciones administrativas
y militares.
Censura. Es una magistratura mayor ordinaria, cuya función de elaborar el censo
fue desprendida de las facultades del consulado; apareció en el año 433 a.n.e.,
pero la actividad censal se remonta al período de Servio Tulio, en ocasión de sus
reformas, como ya se dijo anteriormente, supra, en la nota al pie 16. Los censores
eran elegidos por los comicios centuriados, cada cinco años pero desempeñaban
sus funciones de empadronamiento durante 18 meses. Sus facultades fueron
ampliadas paulatinamente, puesto que se encargaron de la administración del ager
publicus. Por el Plebiscito Ovinio se les confinó la lectio senatus o potestad de elaborar la
lista de quienes iban a conformar el senado, elevándose su dignidad a tal sitial que,
como muestra de honorabilidad y prestigio, a su muerte eran enterrados con túnica
púrpura. Además, a los censores se les atribuyó la facultad de preservar las buenas
costumbres y la ética pública.
Cuestura. Originalmente nació como una especie de ayudantía al rey, para la
averiguación de casos de asesinato de los ciudadanos romanos, por tal motivo los
magistrado se denominaron quaestores parricidii. Luego pasaron a dependencia de los
cónsules y, finalmente, la cuestura se constituyó como una magistratura ordinaria de
rango menor; los cuestores elegidos por los comicios tribados en número de 4, dos
para cada cónsul, posteriormente fueron 6 y, en la época de César, 40.
Edilidad. Nació conjuntamente con la pretura y se le denominó edilidad curul, para
distinguirla de la edilidad plebeya aunque posteriormente ya no se hizo distinción.
Sus facultades se pueden resumir en la potestad del ciudado de la ciudad, la
habitabiliad de los edificios y la vigilancia nocturna.
Tribunado de la Plebe. Como consecuencia de los actos de secesión realizados en
el siglo V a.n.e., los plebeyos lograron, entre otros aspectos, la remisión de las
deudas y la consiguiente liberación de los deudores plebeyos que habían caído
en esclavitud, así como el derecho de designar dos magistrados que asumieran la
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defensa de los plebeyos. Estos magistrados, denominados tribunii plebis, eran elegidos
directamente por las reuniones de los plebeyos (concilia plebis), tenían facultades amplias,
como las de oponerse a las decisiones de los cónsules y vetar las determinaciones
del senado (intercessio), pero jamás las decisiones de los comicios, puesto que éstas
eran expresión de la soberanía popular. Poseían, además, facultades para arrestar
a otros magistrados –como muestra la historia–. La amplitud de potestades de
que gozaban exigía una respetabilidad, por ello fueron declarados sacrosanto, es
decir, inviolables y, por tanto, el que atentase contra el tribuno era declarados sacer
(impuro) y sancionado con la pena de muerte.
7. Dictador. Esta magistratura extraordinaria se establecía cuando, por circunstancias
graves, la República se veía amenazada interior o exteriormente. El dictador asumía
entonces la totalidad de los poderes que ejercían los magistrados y, en consecuencia,
quedaban en cesantía las otras magistraturas por un lapso de seis meses. El dictador
era nombrado por uno de los cónsules en ejercicio, previa consulta con el senado,
a quien debía rendir cuentas del ejercicio de la dictadura, al fenecer su mandato.
Tratándose de una magistratura extraordinaria no tenía limitación alguna, ni
siquiera veto de los tribunos de la plebe; podía condenar con destierro o muerte a
cualquier ciudadano; sus decisiones, como lo hace saber el Digesto, eran inapelables, y
la única potestad que no ejercía era la legislativa. Se hallaba coadyuvado en sus funciones
por un ayudante, el magister equitum, que era designado directamente por el dictador. El
magister equitum alcanzó gran importancia, al convertirse en jefe de la caballería; durante
el imperio, se hallaba al mando de las prefecturas, con el nombre de magister militum.
La clasificación de las magistraturas sería la siguiente:
Podemos distinguir las magistraturas patricias o del pueblo romano (magistratus
populi romani), de las plebeyas (magistratus plebis). A las primeras tenían acceso exclusivamente
los ciudadanos patricios, aunque siguieron con tal denominación cuando se reconoció
también a los plebeyos el derecho de ciudadanía. Las magistraturas plebeyas fueron
creadas exclusivamente para plebeyos, como ocurrió con el tribunado y el edilato plebeyo.
Las magistraturas patricias, en relación a sus funciones, se dividían en ordinarias
y extraordinarias. Ordinarias, eran las que integraban la estructura normal de Estado,
como el consulado, la pretura, la edilidad curul, etcétera. Extraordinarias, aquellas que se creaban
para casos excepcionales, durando en el cargo, los magistrados, sólo el tiempo necesario
para cumplir el cometido que había motivado su nombramiento; un ejemplo de esta
clase de magistraturas es el decenvirato, que se constituyó para redactar la Ley de las XII Tablas,
el dictator y el interrex.
Las magistraturas podían también clasificarse desde otros puntos de vista: si
se atendía a la mayor o menor autoridad que conferían a su titular, se distinguían las
magistraturas cun imperio de las sine imperio; es decir, magistraturas con poder de mando
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El republicanismo democrático romano
político o las que no lo tenían; al primer caso corresponden todos los magistrados
mayores.
Además, los magistrados facultados a usar cierta insignia, como la silla curul,
se llamaban curules, ellos disponían de ayudantes o auxiliares como mensajeros (viatores),
heraldos (praecones), trompetas (tubicines) y amanuenses (escribae). Los curules tenían
una indumentaria especial, como la toga (praetexta) y la sandalia abierta (cal- ceus). Eran
magistrados curules: el cónsul, el pretor, el censor, el edil patricio, el interrex, los decenviros y el prefecto de la
ciudad.23 Los demás magistrados eran no curules y por tanto carecían de la magnificencia
señalada.
Se distinguían también a los magistrados en maiores y minores según la facultad de
consultar los auspicios ius auspiciorum. Mayores eran el consulado, la pretura y la dictadura, las demás
eran consideradas menores.
Por otra parte, podían ser permanentes si se trataban de magistraturas que estaban
en ejercicio ininterrumpido, como el consulado, la pretura, entre otras, y no permanentes,
como la censura, cuyo titular era elegido cada cinco años, pero duraba dieciocho meses en
funciones, tiempo en el cual tenía que realizar el censo.
A las magistraturas se accedía luego de cumplir ciertos requisitos que se
establecieron por la costumbre, primero, y luego por determinaciones normativas
específicas. Así, previamente se tenía que desempeñar la cuestura, para luego ser pretor
y primero pretor antes que cónsul. El cumplimiento de estos requisitos y los referentes al
transcurso de los años para el desempeño de las magistraturas era obligatorio; a este
escalafón se lo denominaba cursus honorum, y fue reglamentado por la lex Villia Annalis 180
años antes de nuestra era.24 El candidato (denominado así por llevar la toga Cándida, es
decir toga blanca) presentaba su solicitud para ocupar un cargo, ante la convocatoria
hecha por el Senado.
2.3. Los comicios
Analizaremos bajo un mismo título las distintas asambleas que se desarrollaron en
Roma situándolas en la época de la respublica aunque el desarrollo de todas las asambleas
23 Cf. Torrent, A., Derecho Público Romano y Fuentes, Zaragoza, 1995, p. 82.
24 Esta ley establecía que, entre el desempeño de un cargo y otro, debía transcurrir un lapso de
dos años; se determinaba expresamente que el postulante a magistrado debía haber cumplido
sus obligaciones militares por 10 años. Como éstas comenzaban a los 17 años y duraban una
década, recién a los 27 años podía comenzar la carrera; el año 81 a.n.e. una Lex Cornelia abolió
el servicio militar y estableció edades fijas para el desempeño de las magistraturas: 30 años
para cuestor, 40 para pretor, 43 para cónsul. Las funciones de los magistrados comenzaban el
primero de enero, previo juramento (jurare in leges) de desempeñar bien y fielmente el cargo,
al término de su mandato, se producía otro juramento (abdicatio) de no haber violado las leyes.
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Revista de Derechos Humanos y Estudios Sociales
no fue simultáneo: los comicios curiados aparecieron y tienen su mayor esplendor en la
época de la monarquía, subsistiendo en la época de la respublica sólo representados por
un lictor por cada una de las treinta curias y con funciones relacionadas con el culto
familiar; los comicios centuriados como los tribados si bien habrían tenido su origen a
fines de la monarquía, adquieren desarrollo e importancia en la república y, por último,
los concilia plebis surgen desde la creación del tribunado como resultado de la unión de
la plebe de acuerdo con un criterio de distribución territorial.25
Los comicios curiados
La palabra comitia deriva de com-ire reunirse y curia co-viria, reunión o agrupación de
varones. Tienen su origen en la época monárquica y sobreviven en la organización
republicana, aunque con funciones cada vez más restringidas o puramente formales.
Su organización fue el resultado de la unión del elemento territorial con el gentilicio:
el pueblo fue dividido en 30 curias y éstas agrupadas de diez en diez en tres tribus. La
reunión de los integrantes de las curias dio origen a los comicios curiados. Al perder
importancia el elemento gentilicio en la estructuración del estado, la importancia política de los curiados pasó a los centuriados. Al final de la república, las curias ya no se
reunían en pleno, sino que se hallaban representadas por 30 lictores, uno por cada curia.
Como ya dijimos, estos comicios sobreviven en la época republicana con funciones
más limitadas.
Las verdaderas y propias funciones de los comicios curiados en la época republicana fueron las siguientes:
• La votación de la lex curiata de imperio, formalidad que sigue a las elecciones
del cónsul, pretor o dictador. Para ello son convocados por magistrados cum
imperium.
• Como comitia calata –convocados por el pontífice máximo– asisten a ceremonias religiosas (posesión del rex sacrorum y de los flamines mayores) o autorizan
que un padre de familia pudiese adoptar a otro pater (adrogatio) o lo que en
aquel momento tenía similar efecto, aprueban su testamento donde instituye
heredero, intervienen el detestatio sacrorum (renuncia al culto familiar) y en la
coptatio (incorporación de una nueva gens a la civitas).
25 En palabras de Pietro De Francisci, los comicios “son en la civitas el órgano a través del
cual los ciudadanos participan directamente en la vida del Estado” (Síntesis Histórica del Derecho
Romano, Revista de Derecho Privado, Madrid, 1954, p. 131).
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El republicanismo democrático romano
Los comicios centuriados
Surgidos según los historiadores de una reforma del rey Servio Tulio. Aunque su desarrollo completo se producirá con posterioridad a la Ley de las XII tablas, estos comicios estaban organizados sobre el principio timocrático, e integrados por los ciudadanos que pudieran ser convocados o ya hubieran cumplido el servicio militar, agrupados
en clases, según el censo pecuniario. En la organización de estos comicios prevalecía la
riqueza y la edad y, al menos en principio, los patricios y los plebeyos de igual condición
económica estaban totalmente igualados, como lo estaban también respecto a las obligaciones militares y tributarias.
La competencia de los comicios se desarrolló en tres esferas: electoral, judicial
y legislativa.
En cuanto a la competencia electoral, los magistrados mayores eran elegidos
por los comicios centuriados. Las elecciones en los comicios centuriados exigían para
su validez la autorictas patrum del Senado, posterior en sus orígenes (lex Valeria Horatia
del 449 a.n.e) y previa a partir de la lex Publia Philonis (339 a.n.e). A la lex seguía a la lex
curiata de imperio, para los magistrados con imperio y la lex centuriata de potestate censoria, para el censor.
La competencia judicial de los comicios centuriados tuvo su origen en la libre
iniciativa que tenía el magistrado que quería, en casos particularmente graves, hacer
concurrir al pueblo en la imposición de una pena. Pero el desarrollo de esta competencia se produjo a partir del año 300 a.n.e, con una lex Valeria que estableció la obligación
moral del magistrado de llevar ante los comicios el proceso, cuando el ciudadano hubiese opuesto la provocatio26 contra la condena a la pena capital impuesta por el magis26 La cita del Digesto 47.23.1. título XXIII denominado “De las acciones populares”, dice:
Llamamos acción popular la que ampara el derecho propio del pueblo. A partir de esta cita
señalamos que la acción popular es aquella que se ejercita en defensa del derecho del pueblo
(populus). Para especificar el concepto de populus citemos a Gayo en Inst. 1.3., donde señala
que: “...con el nombre de pueblo se comprenden todos los ciudadanos...”. Podemos por tanto
afirmar que, la acción popular es aquella que tiende a proteger, garantizar y legitimar el derecho
del populus, integrado por una colectividad ciudadana que a diferencia de la concepción moderna,
asumía el compromiso no sólo de abstenerse a dañar al interés colectivo, sino que también procuraba su arreglo de acuerdo con las condiciones y medios procesales que el derecho romano
establecía para ello, cuando era afectado como miembro de ese populus. Fernández de Buján al
tratar la participación del populus en los comicios judiciales refiere: “El poder coercitivo de los
magistrados que pueden condenar a muerte en el ejercicio de sus funciones, habría encontrado
una limitación primero consuetudinaria y después legal, consistente en la facultad reconocida al
condenado de apelar ante el pueblo provocatio ad populum, la sentencia que le había sido impuesta.
Es posible que la idea de apelación popular deba relacionarse en sus orígenes con la posibilidad
por parte del tribuno de vetar algunas decisiones de un magistrado normalmente patricio que
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Revista de Derechos Humanos y Estudios Sociales
trado. Cuando el magistrado daba su sentencia condenando a la pena capital, el acusado
apelaba al pueblo, que resolvía luego de 24 días, y no lo hacía como un juez, sino como
un órgano soberano.
En cuanto a la competencia legislativa, no aparece separación neta y definida
entre estos comicios y los tribados. Las rogaciones legislativas pueden proponerse
indistintamente ante uno y otros. Pero los comicios centuriados tienen competencia
exclusiva para la votación de la lex centuriata de potestate, ley censoria para investir al censor y la lex centuriata de bello indicendo para la declaración de guerra. Sin embargo, en el
periodo en que comenzó a desarrollarse la actividad legislativa, la intervención de los
comicios centuriados es rara y excepcional, mientras que la mayoría de las conquistas
de la soberanía popular en perjuicio del senado o de la magistratura, fueron obra de los
comicios tribados.
Los comicios tribados
Como resultado de la división de la población en tribus domiciliarias27 atribuida al rey
Servio Tulio, comenzaron a reunirse comicios llamados tribados, por presentarse los
ciudadanos agrupados según su inscripción en unidades territoriales. Este rey etrusco
habría sustituido las tres antiguas tribus romulianas, con nuevas y numerosas tribus de
supusiese la condena a pena de muerte de un plebeyo. La intercessio tribunicia encajaría en el
sistema si la cuestión se remite a la superior voluntad del pueblo reunido en asamblea. En
el ejercicio de sus funciones y en el ámbito del poder coercitivo de los magistrados podían
imponer entre otros, condenas a muerte los magistrados competentes en materia de homicidio
quaestores parricidi y de alta traición duoviri perduellionis, los magistrados cum imperio cónsules,
dictadores y pretores y los propios tribunos de la plebe. Quizás en los primeros tiempos, las
apelaciones se produjesen sobre todo en el ámbito de las actuaciones con trasfondo político,
consideradas como delictivas por el magistrado y sancionadas con pena capital. Con posterioridad se admite que se pueda apelar ante el pueblo además de los delitos sancionados con
pena capital aquellos actos ilícitos delictivos sancionados con penas corporales graves como el
apaleamiento y la flagelación. Finalmente se reconoce a los comicios tribados competencia para
conocer las apelaciones frente a actuaciones sancionadas con penas pecuniarias consistentes en
multas superiores a 3020 ases. La decisión final del populus en todos los casos era inapelable y
podía conducir a la revocación del magistrado”. Fernández de Buján, Antonio, Derecho Público
Romano, op. cit, pp. 229 y ss.
27 Podemos relacionar inclusive el vocablo tribu con tributo, como lo hace el mismo Tito Livio
en sus Décadas: “La ciudad fue, en efecto, dividida en cuatro zonas, según las regiones y colinas
habitadas; a dichas zonas las llamó el monarca “tribus”, palabra que a mi entender deriva de
“tributo”, porque é fue quien estableció el modo de pagar el tributo a proporción del censo”
(Se refiere a la institución del censo por Servio Tulio, sexto rey romano –578 a .C-535 a. C). Cf.
Tito Livio, Desde la fundación de Roma, Libros I-II (versión de Agustín Millares Carlo), México,
UNAM, 1998, p. 62.
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El republicanismo democrático romano
carácter territorial. Servio Tulio habría creado primeramente las 4 tribus urbanas, en las
que los ciudadanos estaban agrupados de acuerdo con su domicilio. Posteriormente
al crear las tribus rurales el criterio de pertenencia a las tribus fue el de la propiedad
fundiaria, por lo que los ciudadanos era inscriptos en alguna de las cuatro tribus urbanas. Con el cambio del criterio de pertenencia los pobres y los obreros que vivían en
la ciudad sólo contaban con los cuatro votos de las tribus urbanas, mientras que los
ricos, que tenían propiedades en el campo, votaban en las tribus rústicas y constituían
mayoría.
El origen de estos comicios es bastante oscuro y parece ser que surgieron como
asambleas de la plebe28. La plebe no podía tomar como base para sus reuniones ni la
organización gentilicia por curias ni la timocrática militar por centurias, razón por la
cual resulta natural que eligiera el criterio de la distribución territorial. Pero cuando la
plebe ya había adquirido una posición predominante se comenzó a convocar como
organización tribada a todo el pueblo. Hubo así nuevos comicios, cuyo funcionamiento
aparece manifestado a fines del siglo III y tiene un marcado carácter civil.
Sin embargo, aunque estos comicios podrían tener como origen los concilia plebis,
no se confundieron con ellos por cuanto:
• Son convocados y presididos por magistrados de la república (magistratus populi); en cambio, los concilia plebis eran convocados por los tribunos de la
plebe.
• En los comicios tribados participa y vota todo el pueblo, en los concilios sólo
los plebeyos.
• Para la validez de las decisiones tomadas por los comicios tribados se exigía
la autorictas patrum, no para los concilia plebis al menos desde la sanción de la
lex publilia philonis del 339 a.n.e.
• Probablemente también fueran distintos los días para convocar uno y otros.
• Con referencia a la competencia legislativa, la diferencia aparece definitivamente a partir de la lex hortensia del año 286 a.n.e que suprime la autorictas del
Senado y equipara la lex al plebiscito, lo que pudo colaborar en la confusión
de algunos autores con respecto a estas dos asambleas.
La competencia electoral radica en la elección de los magistrados menores, tales
como los cuestores y los ediles curules.
En cuanto a la competencia judicial, los comicios tribados podían ser llamados a
juzgar sobre la provocatio en casos de multa o indemnización cuando el magistrado había
sobrepasado los límites establecidos por las leyes Aternia Tarpeia 454, Menenia Sextia y
Iulia Papiria.
28 Arguelles, Luis Rodolfo, Manual de Derecho Romano. Historia e Instituciones. 8ª edición corregida,
Editorial Astrea, Buenos Aires, 1996. p. 55.
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En el campo legislativo las funciones de estos comicios fueron más importantes
y fecundas que las de los comicios centuriados, especialmente en leyes relativas al derecho privado.
Los concilios de la plebe
Desde la creación del tribunado de la plebe y bajo su dirección, la plebe comenzó a
reunirse en asambleas que, a diferencia de los comicios curiados reunidos organizados
sobre un principio gentilicio y de los centuriados estructurados según un criterio militar censual, estaban basadas en el domicilio del ciudadano. Sus miembros son llamados
a votar en igualdad de derechos.
La competencia electoral de los concilia plebis radicaba en la elección de los tribunos y de los ediles plebeyos. Mientras la competencia judicial estaba limitada a juzgar
sobre la provocatio en materia de multas y si el acusador era un magistrado patricio esta
competencia correspondía a los comicios tribados. En la órbita del derecho público,
tuvieron especial competencia en los atentados a la libertad de la plebe y a sus magistrados, y las tentativas de reestablecer una monarquía.
Con respecto a la competencia legislativa, estos concilios tomaban resoluciones
que en principio sólo eran obligatorias para la plebe y no requerían de la autorictas patrum, al menos hasta la sanción de la lex publilia philonis. Más adelante, cuando la plebe
estuvo integrada a la respublica, habiendo obtenido la igualdad política y jurídica con los
patricios, los plebiscitos fueron considerados obligatorios para toda la ciudadanía y se
equipararon a las leyes sancionadas por los comicios. En efecto, el grueso de la legislación tuvo por fuente los concilia plebis y los comicios tribados. A partir de la eliminación
de la autorictas patrum y de la equiparación con la lex hortensia de 286, la diferencia entre
los concilia plebis y los tribados no aparece tan nítida y fue motivo de confusión para
algunos autores.
3. Reproducción de la institucionalidad republicana
en la organización política municipal romano-latina
Tal y como acotamos supra29 la respublica romana constituyó, per se, una superación política de la democracia griega, pues la estructura de esta última quedó limitada a la polis
mientras que la concepción de la república romana transcendió la idea de los estadosciudad helénicos en permanente discordia entre sí al propio tiempo que conoció la institución del municipio, como réplica hacia lo local de la institucionalidad republicana.
29 Vid supra, p. 1.
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El republicanismo democrático romano
Por tanto no puede hablarse de los principios fundantes del republicanismo romano sin
mencionar la institución municipal.
Las polis griegas como Atenas, Esparta, y tantas otras son hijas del modelo occidental de Revolución Urbana, como también lo fue Roma, con la particularidad de este
último caso de la presencia de los etruscos. Todas esas ciudades estado tenían constituciones similares basadas en última instancia en reconocer que la ciudadanía residía
en cabeza de sus ciudadanos; se podía apreciar que por razones atribuidas al desarrollo
natural de sus procesos históricos, todas ellas comienzan como una agrupación de
federaciones previas, siguen un sistema monárquico, pasan a cierto tipo de aristocracia
que deriva en timocracia y terminan en democracia. También resulta claro que las polis
se rigen en su momento de pleno desarrollo con órganos de gobierno parecidos, entre
los cuales se destacan las asambleas populares o comicios. A través de ellos es que se
expresa la voluntad del pueblo soberano. Ad empero, Atenas no creció territorialmente
ni ninguna de las ciudades griegas lo hizo. Pero Roma añadió a su espacio territorial
original nuevos territorios.
El municipio romano permitió llevar la República al interior de cada pueblo,
lo cual fue sin duda una vía para lograr la supervivencia del ideal republicano. Con su
creación, la participación popular se vislumbra desde el nivel local y se puede encontrar
a Roma en cada ciudad conquistada. La estructura municipal contempla en su diseño
instituciones políticas que una vez desempeñadas facilitaron la existencia de mecanismos de participación popular.
Según apostrofa González Lanuza30, la expansión experimentada por Roma
aproximadamente en el siglo III a. C. la obliga a desarrollar políticas de relación internacional. Roma celebraba tres clases de tratados: el hospitium, el foedus y la deditio. ¿En virtud de cuál de estos tratados alcanzaba Roma el dominio de una ciudad ó de un pueblo
entero? Podemos contestar que casi exclusivamente de la deditio. “—El hospitium era un
contrato entre iguales; el foedus casi siempre lo era, aunque se conocían el foedus equum y
el foedus iniquum, de los cuales el primero fue paulatinamente desapareciendo ó haciéndose cada vez más raro, á medida que aumentaba el prestigio y la autoridad de Roma,
para dar lugar al segundo que fue el predominante para la creación del municipio en
las ciudades dominadas. La deditio, por el contrario, llevaba consigo las cláusulas en que
Roma fijaba la condición de los vencidos. Por tanto, un municipio podía constituirse
por un proceso anterior de deditio a Roma de una comunidad extranjera, o bien después
30 “Roma era, a diferencia de Grecia, esencialmente civilizadora y expansiva, dominadora por
esencia, conquistadora por carácter y por tradición y organizadora por destino”. González Lanuza, José Antonio, Derecho Público de Roma en las relaciones con sus colonias y demás ciudades sujetas a su
dominación y con las provincias, Tesis para el doctorado leída y sostenida en la Facultad de Derecho
Civil y Canónico el 14 de septiembre de 1886, Habana, La Propaganda Literaria, p. 15.
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de un foedus entre las dos ciudades, el cual ocurría con posterioridad a la deditio”.31 El
acto de constitución consistía tanto en el foedus como en una lex, que comúnmente
es una lex datae32, emitida por el magistrado autorizado, y a la cual le puede suceder la
celebración de un tratado.
Coincido con Gómez de la Serna para quien el Derecho Romano fue adquiriendo un carácter cada vez más general, carácter que había de dar al pueblo romano una
dominación más permanente que la transitoria de sus conquistas colosales. Debiose
principalmente este carácter de universalidad al cuidado que tuvieron los romanos de
ir asimilando su legislación con la de los pueblos con quienes estaban en relaciones,
aceptando de las leyes extrañas lo que pudiera contribuir a la perfección de las propias,
mitigando los principios exclusivos y rigurosos de su primitivo derecho y de sus formas
simbólicas y rituales y sustituyendo a lo que no tenía ya otra razón de ser que las circunstancias históricas de aquel gran pueblo.33
Para De Miguel34, la palabra municipio proviene de las voces latinas munus; -eris,
n. (empleo, carga, servicio) y el verbo capere (tomar, coger, hacerse cargo). Con lo cual
se puede afirmar, a primera vista, que el sustantivo municeps, -cipis m. y f. (vecino, natural
de un municipio, paisano) del cual se deriva el colectivo municipium, -ii n. (ciudad que
se gobernaba por sus leyes y costumbres y gozaba del fuero de la ciudadanía romana)
viene a significar, etimológicamente hablando, aquella ciudad, lugar o aldea que tiene,
respecto de un ente superior, Roma en este caso, una obligación o carga. Obligación
que puede ser o no de tipo monetario.
Como se señaló, en Roma coexistieron distintas denominaciones para nombrar
a los pueblos conquistados, lo cual influyó en que se dieran al unísono variadas formas
de administración, de acuerdo con la autonomía que en cada una de ellas existiera.
Acorde con ello, resultaría válido entender que el funcionamiento de los municipios,
desde el punto de vista organizativo-funcional, pudo recaer en los comicios. ¿Por qué
analizarlo de este modo? Al estudiar la historia de Roma, vemos que desde sus inicios,
la manera que encontraron sus habitantes para poder llevar a cabo la vida en sociedad
31 Burdese, Manual de Derecho Público Romano. Casa Editorial-Urgel, 51 bis, Barcelona, 1972, pp.
128-129.
32 Fernández de Buján plantea que las leges datae no resultaban votadas por la asamblea sino que
eran dadas por un magistrado para organizar un territorio o regular una cuestión de carácter
administrativo. Es así que se diferencian de las leges rogatae donde el magistrado ruega o solicita
al pueblo la aprobación de una ley, en Derecho Público Romano. Recepción, Jurisdicción y Arbitraje. 9ª.
Edición, Thomson, Civitas, Madrid, 2005, p. 138.
33 Gómez de la Serna, Pedro, Prolegómenos del Derecho, Librería de Sánchez, Madrid, 1873, p. 117.
34 De Miguel, Raimundo, Diccionario Latino-Español. Etimológico, Librería General de Victoriano
Suárez, Madrid, 1946.
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fue a través de las asambleas del pueblo35, convertido con el transcurso del tiempo en un
mecanismo del pueblo para el acceso al ejercicio del poder público. Aunque los términos municipio y comicios no constituyen sinónimos, podemos encontrar similitudes
entre ambos en relación con las facultades existentes ya que tanto en la urbe romana
como en los municipios latinos las asambleas populares se convirtieron en la principal
estructura de poder popular.
Fernández de Buján36 apoya esta afirmación al establecer que en el orden administrativo el municipio descansa sobre tres órganos: magistratura, consejo ciudadano
y asamblea popular, que se presentan de manera variada, en tanto abarcan desde el reconocimiento de una amplia autonomía hasta una administración central por parte de
Roma. En tal sentido, considera que las asambleas populares se constituyen teniendo
en cuenta un criterio de dividir a la ciudadanía que componía al municipio en distritos
político-administrativos, curias o tribus, distinguiendo como principal función de las
mismas la elección de los magistrados.
Para Poehls37, quien hace un interesante análisis sobre los orígenes del municipio
romano, la primera de estas ciudades anexadas fue Caere –ciudad de Etruria–, la cual
fue considerada municipio sine sufragio. Por otra parte, Túsculo (381 a.n.e), municipium
antiquissimum en la denominación de Cicerón38, fue el que primero se incorporó de iure
optimo a la órbita romana.
Durante la República, la fundación de municipios se restringió al territorio itálico, pero a partir del Principado la fórmula imperante fue el municipio. Desde el siglo
VIII, el municipio fue considerado como una ciudad39 con una administración autonómica de magistrados, curias y comicios. Porte Petit la equipara con las prefecturas que
son municipios cuyo poder judicial se ejecuta por un prefectus enviado de Roma.40
35 Se le denominó de este modo a los comicios, tanto a los celebrados por las curias y centurias
como a los concilium plebis, en los cuales se reunía el pueblo para liberar y decidir sobre cuestiones
que influían en el desarrollo de la sociedad. Estas asambleas eran una vía del pueblo para cuidar
más de los intereses de orden público, que de los de Derecho Privado. Para mayor información
al respecto vid, Romero Hitchman, Viviana, Municipio romano y mecanismos de participación popular.
Aportes al constitucionalismo latinoamericano actual de Venezuela y Ecuador, Tesis de Diploma, Facultad
de Derecho, Universidad de la Habana, 2011, p. 15.
36 Cf. Fernández de Buján, op. cit., pp. 129-130.
37 Poehls, Luis Martín, “Municipio; orígenes latinos, evolución y actualidad en la Provincia de
Buenos Aires” en Memorias de XIX Encuentro Nacional de profesores de Derecho Romano, La Rioja,
Argentina, 2009, p. 2.
38 Citado por TALAMANCA, Mario en Lineamenti di Storia del Diritto Romano, p. 248.
39 Para Paulo la denominación “ciudad” se limita a los muros, pero la de “Roma” se amplía a
los edificios inmediatos, lo que es más extenso. Digesto 50, 16, 2.
40 Petit, Eugene, Tratado elemental de Derecho Romano, México, Editora Nacional, 1961, p. 85.
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Estas ciudades incorporadas pasaban de civitas a oppidum (plaza fuerte, bastión,
ciudadela); y jurídicamente se consideraban como municipios, se respetaban en sus
leyes y costumbres anteriores, junto con sus organismos propios cuando les eran confirmados. Siendo, cuando no lo eran, administrados praefecti iure dicundo por funcionarios
nombrados por el Praetor en su representación, agrupados en prefecturas, contando
cada una de ellas con varios municipios.41
Volviendo a la crónica histórica, la regulación general de los municipios, al menos
en la época republicana alcanza su fin con la lex Iulia municipalis (Caio Iulius Caesar, 45
a. C.). En ella se organizan, de manera unificada y general, los gobiernos municipales.
Aunque poco se sabe sobre esta legislación: tan sólo sus denominaciones y propósitos.
Estos entes analizados revistieron, en el período republicano en que se enmarcan, diversas características, que lo fueron en cuanto al alcance de los derechos que
mantuvieron para sí.
Considerando que no eran ciudades fundadas de la nada, como sí lo fueron las
colonias, los municipia (plural nominativo del neutro municipium), ya estando organizados
como ciudades, se les reconocía la soberanía y cierta autonomía político-administrativa42. Se les imponía entonces, como contrapartida, cargas (munera: nominativo plural
del neutro munus) que eran de tipo pecuniario (tributos en oro), material (proveer de
materias primas, ejemplo el trigo), o contribuir a la defensa con soldados.
Los había optimo iure: Túsculo, como se lo nombró antes, fue el primero de ellos.
Al renunciar a hacer la guerra o a concretar la paz y depositando ésta potestad en la
Civitas romana, conservaron sus leyes, magistrados e instituciones y sus habitantes pasaron a ser civiles en el sentido pleno de la palabra. En el decir de Arangio Ruiz, “las
ciudades renunciaban a su soberanía a fin de obtener el honor de pertenecer a la familia
romana”.43
Aunque existieron, los municipios antes nombrados fueron la rara excepción,
ya que la generalidad sólo se equiparaban en el ámbito del derecho privado44. Existían
entonces, como supuesto general, los municipios sine sufragio en que los habitantes45,
como su nombre lo indica, carecían del ius suffragii (poder de participar en la toma de
41 Arangio-Ruiz, Vicente, op.cit, p. 140.
42 Lozano Corbí, Enrique. Historia e Instituciones de Derecho Romano. Mira Editores. Zaragoza.
1999. Lección 12º. p. 76 “... los municipios, es decir, comunidades que habían sido alguna vez estados
independientes y luego incorporados al “Estado” romano (a menudo se concedía a los pertenecientes a estas
comunidades el pleno derecho de ciudadanía, pero lo más corriente era que se equipararan a los ciudadanos
romanos solamente en el derecho privado.”
43 Arangio-Ruiz, Vicente, op. cit., p. 140.
44 Lozano Corbí, Enrique, op. cit., p.76.
45 Arangio-Ruiz, Vicente, op. cit., p. 39: “…a los demás se les concedió una ciudadanía sine suffragio, que representaba una verdadera y auténtica subordinación; más un castigo que un premio.”
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decisiones por medio del voto en el comicio), y su contrapartida el ius honorum (acceso a
las magistraturas electivas) en la ciudad de Roma. Pero poseían el resto de los derechos
en la órbita privada y la participación en lo posible de la toma de decisiones políticas
de alcance local como miembros de los comitia tributa o curiata (asambleas locales). Por
otro lado, variaban en cuanto a la extensión, terreno o lugar estratégico que ocupaban;
por esta razón no se puede hacer una caracterización única del municipio romano46
como institución uniforme47. Estos municipia, si bien les eran respetadas sus costumbres
locales, órganos de gobierno y administración, les eran impuestos, desde el gobierno
central, funcionarios específicos.
La jurisdicción criminal se encontraba a cargo de un magistrado local con el único límite de la provocatio ad populum que se ejercía ante la comunidad para apelar las sentencias de éste, y el comitia actuaba en todos los casos como si se tratara de un municipio
optimo iure. La justicia civil era administrada por un delegado del praetor urbano; el praefecti
tenía competencia en las varias ciudades que integraban su prefectura, salvo en aquellas
cuestiones de menor importancia o cuantía, que eran competencia del magistrado local.
Los magistrados locales formaban el colegio de los quatorviros (cuatro varones),
supremos magistrados municipales, quienes ejercían funciones de tipo ejecutivo, judicial, legislativo, militar y de presidencia de las asambleas populares (comitia tribata) y
consejos municipales. Como todas las magistraturas latinas, tenían las características de
tales: colegialidad, periodicidad, responsabilidad, gratuidad y jerarquía48.
El municipio romano instauró, en el decir de Lobrano, el elemento constitutivocelular de un sistema federativo intrínseco49. Este sistema federal encontró su raíz en
los antes nombrados foedera; en esta palabra se resume su concepto base y fundamental:
federación como sistema de pactos entre núcleos ciudadanos a priori soberanos.
46 Taddei, Atilio; citado por Lobrano, Giovanni en Città, Municipi, Cabildos trabajo presentado
en el Congresso Internazionale Mundus Novus, America, Sistema Giuridico Latinoamericano.
Roma 26 al 29 novembre 2003, p. 4: “...la specificità di Roma consiste nell´essersi fromata con elementi di
classi diverse appartenenti a diverse popolazioni.”
47 Ghirardi, Juan C. Derecho Romano. Temas Doctrinarios- Casos de la estirpe de los Publio Venator.
Ed. La Ley. Buenos Aires, 2005. p. 208 “Roma supo, al fin, hallar la solución para mantener
la diversidad dentro de la unidad. Los pueblos que conquistaba mantenían su autonomía, sus
costumbres, sus leyes y sus dioses, pero respetando la autoridad de la metrópoli cuya política
exterior acompañaban, y a la que contribuían a sostener. Fuera de ello, continuaban tan libres
como lo habían sido siempre. O quizás más, porque no debían ya preocuparse de defenderse de
las agresiones provenientes de otras naciones.”
48Rianldi, Norberto D. Con colaboración de Mirta B. Álvarez. Lecciones Ampliadas de Derecho
Romano. Ediciones del País. Buenos Aires, 2007, p. 64 y ss.
49 Lobrano, Giovanni, op.cit, p. 7: “Le urbes-civitates, diventate Municipi, sono gli elementi
costitutivi-cellule di un sistema federativo intrínseco...”.
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A principios del siglo I a.n.e. se produce la denominada Guerra Social promovida por los aliados itálicos (socii) frente a Roma y que finaliza en 89 a. C. con el reconocimiento del pleno ejercicio de la ciudadanía50, que se plasma positivamente por medio
de la lex Iulia de civitates. Luego se obtuvo por medio de la lex Plautia Papiria, para todos
los habitantes de la península. Se ponía fin con estas leyes, al sistema de pactos (foedera),
que Roma celebraba individualmente con cada ciudad que tenía relación, y que recibían
el mote de aequa o iniqua según las características de la negociación. De este hecho es
rescatable la idea o concepto de federación, como sistema de pactos de cooperación
intermunicipal. Volviendo a la crónica histórica, la regulación general de los municipios,
al menos en la época republicana alcanza su fin con la lex Iulia municipalis (Caio Iulius
Caesar, 45 a. C.) en la cual se organizan, de manera unificada y general, los gobiernos
municipales. Aunque poco se sabe sobre esta legislación, tan sólo sus denominaciones
y propósitos.
Poehls señala que lo antedicho nos conduce a afirmar, con Salvador Bauzá, que
era Roma gobernando otras ciudades y era Roma respetando las autonomías de las ciudades que iba
conquistando.51 Nunca, al menos en este período, se practicó el sojuzgamiento militar
como primera opción. Fue más bien la cooperación, el intento de articular diferentes
realidades socioculturales, la bandera de expansión de la Res-publicae.
4. A modo de conclusión
Al volver la mirada hacia el modelos participativo clásicos romano, debemos reparar
en que el elemento vital de este es su concepción de la participación de la ciudadanía
en el ejercicio del poder para lo cual crearon numerosas instituciones de Derecho Público. La respublica romana aportó un formato institucional y funcional que demostró
que democracia y república no son términos unidos por un signo de igualdad. La respublica romana constituyó, per se, una superación política de la democracia griega, pues
la estructura de esta última quedó limitada a la polis mientras que la república romana
conoció la institución del municipio, como réplica hacia lo local de la institucionalidad
republicana.
Desde el punto de vista institucional, la constitución republicana romana se
asentó en tres instituciones básicas: Asambleas populares, Magistraturas y Senado.
Desde el punto de vista funcional, la participación ciudadana en todas las estructuras
50 Fernández de Buján, Antonio, Derecho Público Romano y Recepción del Derecho Romano en España,
Europa e Iberoamérica, Editorial Civitas, Madrid, 2002, p. 147.
51 Bauzá, Salvador, Autonomía Municipal, p. 65. Disertación realizada en la Universidad Católica
de la Plata. Municipalidad de La Plata. 1972. Enmarcado en el Curso de Municipalismo dictado
en dicha oportunidad, citado por POEHLS, Luis Martín, op.cit., p. 8.
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de poder de la Respublica, se erige como una cualidad del republicanismo democrático
romano. Si vamos a intentar explorar cuáles serán los principios informantes de las
instituciones participativas del derecho público republicano que tendrán incidencia en
los sistemas constitucionales de este nuevo siglo, conviene establecer cuáles son esos
principios fundamentales. Este se asienta esencialmente en los siguientes principios
básicos: primero, la soberanía reside en el pueblo y se ejerce a través de mecanismos
positivos y negativos; segundo, la soberanía es indivisible, por lo que el poder (potestas)
no se puede dividir; tercero, dada la complejidad de la ejecución de las decisiones políticas aprobadas por el populus, para el ejercicio efectivo del gobierno deben elegirse
funcionarios específicos, cuyos cargos políticos electivos deben ser ejercidos por un
cierto período de mandato y ser ireelegibes en forma inmediata; quinto, la ley pública,
entendida como el producto de la creación popular de todo el derecho republicano;
y sexto la idea de libertas52, concebida como sometimiento voluntario a las decisiones
políticas votadas en común.
Siguiendo esta lógica de principios informadores, tal cual acotamos, uno de los
más grandes aportes del republicanismo romano se halla en las instituciones de ejercicio positivo y negativo del principio de la soberanía popular: en las asambleas de
ciudadanos, en la elección-revocación de las magistraturas, en la rendición de cuentas,
en la provocatio ad populum, en la facultad tribunicia de intercessio, en la resistencia y en la
abrogatio de la ley. Pero sin lugar a dudas su cardinal aportación se localiza en la réplica
de estas instituciones de democracia directa a nivel municipal, más allá de la civitas (ciudad) romana.
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