El Imperio de Carlomagno

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El Imperio de Carlomagno
El origen del pueblo eslavo
Los vikingos
El feudalismo
El Sacro Imperio Románico Germánico
Los Mongoles antes de Gengis Khan
La caída del Imperio Romano de Oriente
La Crisis de la sociedad feudal
El Rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda
EL IMPERIO DE CARLOMAGNO
Compilación y armado Sergio Pellizza
Dto. Apoyatura Académica I.S.E.S
Fuente: www.planetasedna.com.ar
El reino de los francos fue el más estable y duradero de los fundados por los
pueblos germánicos en Europa.
A partir del siglo VIII, una nueva dinastía de reyes, descendientes de la
familia de los Heristal, le dio su mayor esplendor, y extendió su poder a
todos los países de Occidente, en la misma época en que los árabes
consolidaban su dominio en la península ibérica. Carlos Martel que, como
vimos, detuvo a los árabes en su avance sobre Europa en la memorable
batalla de Poitiers (732), tuvo dos hijos:
Carlomán, que profesó como
monje, y Pipino, apodado el Breve por su baja estatura, que depuso a
Childerico III y se apoderó del trono en el año 751 y reinó hasta el 768,
inaugurando la dinastía de los carolingios.
A su muerte, sus dos hijos,
Carlomán y Carlos, fueron elegidos reyes de los francos, pero, como era de
prever, no lograron coordinar sus acciones y se enfrentaron entre sí.
La solución de esta difícil situación se vió facilitada por el fallecimiento de
Carlomán en el año 771, con lo que quedó Carlos en posesión total de los
dominios de su familia, pues los hijos de Carlomán lo eligieron como jefe.
CARLOMAGNO
Carlos ya era conocido por sus condiciones personales como El Grande
(Magno), por lo cual fue llamado Carlomagno.
Una vez en ejercicio del
poder, Carlomagno se dirigió a combatir a los lombardos en Italia, para
proteger al papa Adriano IV. En el año 774 venció a Desiderio, rey de los
lombardos, y dos años después deshizo por completo su reino. Desde
entonces Italia quedó repartida, entre ti-es soberanos: el papa, Carlomagno
y el emperador bizantino.
Carlomagno se proclamó rey de los longobardos y ciñó la corona de hierro,
así llamada porque su aro interior había sido hecho con un clavo utilizado en
la crucifixión de Jesucristo.
Poco tiempo más tarde, fue llamado a España (778) por un jefe árabe
sublevado contra el emir de Córdoba. En consecuencia, atravesó los Pirineos
y venció a los moros, obligándolos a retroceder en el territorio conquistado
hasta la línea del río Ebro. A su regreso la retaguardia de su ejército fue
sorprendida por los vascos o gascones y derrotada en el paso de
Roncesvalles, donde murió su sobrino Rolando o Roldán, episodio que dio
lugar a una famosa composición en verso.
Con posterioridad, los francos organizaron seis expediciones, con resultado
de las cuales Carlomagno fundó dos marcas o provincias fronterizas, la de
Barcelona y la de Gascuna.
Carlomagno culminó luego una larga guerra (772-785) contra los sajones,
eficazmente conducidos por Widukindo, los que, a pesar de una enconada
resistencia, fueron finalmente vencidos y sometidos, convirtiéndose al
cristianismo.
Estos triunfos le permitieron extender sus dominios hasta el río Oder. Los
bávaros fueron también vencidos y la misma suerte corrieron los ávaros,
descendiente de los hunos (788-796), establecidos sobre las costas
del
Danubio. Finalizada esta campaña, Carlomagno creó la marca del Este
(Ostereich), que más tarde constituyó el reino de Austria.
EL IMPERIO
Una vez Finalizadas estas campañas, las posesiones de Carlomagno
comprendían la Galia, Italia, Germania y una parte de España, con lo cual
quedó restablecido el antiguo Imperio romano de Occidente.
Fue en estas circunstancias que el 25 de diciembre del año 800, mientras
Carlomagno oraba en la basílica de los apóstoles San Pedro y San Pablo, en
Roma, el papa León III ciñó su cabeza con la corona imperial, a semejanza
de lo que ocurría con los emperadores de Bizancio. De esta manera se
consolidó la unión de la Iglesia y el estado.
Para mejorar la administración de su vasto imperio, Carlomagno acrecentó el
número de duques y condes, cuyos subalternos fueron los vicarios y los
centenarios. La labor de éstos se complementaba con la de otros
funcionarios de confianza llamados missi dominici (enviados del señor), que
recorrían el territorio en cada estación, de dos en dos un conde y un
obispo—, para verificar el buen desempeño de sus súbditos.
Dos veces al año se celebraban las asambleas nacionales en las que
participaban solamente los obispos, los duques y los condes. Durante su
transcurso Carlomagno publicaba sus ordenanzas conocidas con el nombre
de capitulares, por estar enunciadas en capítulos, que no siempre tenían el
carácter de leyes. En ocasiones se trataba de normas o preceptos morales.
Carlomagno prestó principal atención a la organización militar, a cuyo efecto
las provincias fronterizas, llamadas marcas, estuvieron a cargo de jefes que
recibieron el nombre de Margraves en Alemania y marqueses en los países
latinos. El ejército se componía de hombres libres, que debían aportar sus
elementos de combate, cuya cantidad y calidad variaba de acuerdo con el
patrimonio de cada combatiente. También tuvo especial preocupación por la
organización eclesiástica, de la cual se sentía responsable. Con tal objeto
creó nuevos obispados y obligó al pago del diezmo, que consistía en el
aporte de la décima parte de las cosechas, para el mantenimiento de la
Iglesia. Durante el reinado de Carlomagno se llevaron a cabo numerosas
obras públicas, entre las que sobresalieron los puentes de madera
levantados sobre el Rin y el Danubio; el comienzo de la construcción de un
canal entre ambos ríos y la edificación de palacios.
El Imperio Carolingio
El Renacimiento Carolingio
En materia cultural, Carlomagno procuro estimular el desarrollo de las letras
y de las ciencias, decaídas por efecto de las luchas, a través de su propio
ejemplo. A tal efecto, aprendió el latín y estudió la lengua germánica. Fundó
escuelas y se rodeó de sabios, entre los cuales sobresalieron el teólogo
Alcuino, nacido en Inglaterra, el lombardo Diácono y el germano Eginardo.
Carlomagno asistió a la escuela que funcionó en su propio palacio de
Aquisgrán, que mas bien tenía el carácter de una academia, donde se
trataban y discutían temas de carácter científico y literario, basados en el
estudio de las denominadas artes liberales, que comprendían el trivium
(gramática, retórica y dialéctica) y el quadriuium (geometría, aritmética,
astrología y música), según el método de lectura y comentario de textos.
Paralelamente
funcionaba
una
escuela
para
niños,
que
visitaba
con
frecuencia.
Hasta entonces eran pocos los que tenían una cultura clásica. Entre ellos
sobresalían los monjes benedictinos, quienes fueron los más celosos
custodios de esa valiosa herencia.
Este resurgimiento cultural ha sido
llamado el renacimiento carolingio.
División del imperio
Rodeado del cariño de su pueblo y de la admiración de los extranjeros,
Carlomagno falleció en su palacio de Aquisgrán (Aix-la-Chapelle), el 28 de
enero de 814. A su muerte, los pueblos sometidos trataron de recobrar su
independencia y la estructura del imperio se resquebrajó hasta partirse.
Su hijo Luis el Benigno o Ludovico Pío, que le sucedió en el trono, dividió el
imperio en el año 817 entre sus tres hijos: Lotario, Pipino y Luis.
Disconforme con este reparto, su sobrino Bernardo, que era el rey de Italia,
se sublevó, pero fue vencido.
Posteriormente, Ludovico se casó en segundas nupcias con una hija del rey
de Baviera (819) con la que tuvo otro hijo, Carlos, a quien quiso hacer
partícipe del reparto y entregarle un reino, pero sus otros hijos se
sublevaron y Ludovico fue depuesto, aunque más tarde fue restablecido en
el trono por la asamblea de Nimega (830).
Esta resolución dio lugar a que sus hijos se sublevaran nuevamente en el
año 833. Abandonado por su ejército, fue degradado públicamente, pero
poco después fue restaurado por segunda vez en el trono (834).
Tiempo más tarde, su hijo menor, Luis el Germánico, quitó sus dominios a
los hijos de Pipino, rey de Aquitania, que murió en el año 838 y además,
convenció a su hermano Lotario que le cediera sus posesiones; con lo cual
unificó las fuerzas para luchar contra su padre, que falleció en 840, cuando
se dirigía a enfrentar al vástago rebelde.
Con la muerte de Ludovico Pío, sus dos hijos menores , Luis y Carlos, se
unieron contra Lotario, que reclamé la 3ucesión de su padre y el título de
emperador. El entredicho derivé en un enfrentamiento militar, que tuvo lugar
en Fontenoy, el 25 de junio de 841. La batalla se prolongó durante todo un
día, hasta que el ejército de Lotario se retiro del campo, sin estar
definitivamente derrotado.
En esas circunstancias, Luis y Carlos ratificaron su unión con el famoso
juramento de Estrasburgo. prestado en presencia de los dos ejércitos (842).
Tratado de Verdún
Al año siguiente (843), Lotario se avino a firmar un tratado en Verdún, por el
cual se llevó a cabo otro reparto, de tal manera que Carlos, apodado el
Calvo, se quedó con la Galia, aunque con una superficie más reducida,
comprendida por los ríos Escalda, Mosa, Saona, los montes Cevenes y la
desembocadura del Ródano. A este territorio se lo llamó Francia. Luis el
Germánico obtuvo la extensión situada al Este del Rin, que se llamó
Germania (Alemania). Por último, Lotario recibió Italia y una franja de
territorio separada de la Galia. que comprendía parte de Suiza, la Borgoña,
Provenza y Austrasia (Alcasia y Lorena). Todo el conjunto recibió el nombre
de Lotaringia.
Con esta división, desapareció el imperio de Carlomagno y surgieron tres
incipientes estados que, con algunas variantes en su integración territorial,
perduraran hasta nuestros días.
No obstante, la desmembración no se contuvo con esta división, sino que
cada una de las tres partes continué fraccionándose en pequeños estados.
En Francia, Carlos el Calvo no pudo mantener su autoridad sobre los duques,
marqueses y condes, que fueron emancipándose gradualmente. Estas
divisiones fueron favorecidas por el famoso edicto de Mersen (847), del
propio Carlos el Calvo, por el cual se establecía que los hombres libres
debían reunirse en tomo de un señor, y luego por el edicto de Krersy del
Oise (877), que admitió que el título de conde fuera hereditario.
El origen del pueblo eslavo
Más allá de los pueblos germanos, justo en el corazón de Europa se
desarrollaba un conglomerado de tribus de un mismo origen pero de cultura
muy dispar eran los Eslavos, rama de la gran raza aria, de igual que los
griegos, los romanos y los germanos
Durante siglos, estos pueblos ,deconocidos llevan en las estepas una vida
primitiva. Los romanos sólo se enteraron de existencia cuando supieron qué
ellos fueron los primeros en ser sometidos por los Hunos a su llegada a
Europa.
Después de la muerte de Atila, los eslavos recobraron su independencia,
comenzaron a organizarse y al poco tiempo emigraron siguiendo tres
distintas direcciones:
Eslavos Orientales: Algunas tribus eslavas se desplazaron hacia las estepas
del este hasta los Montes Urales, constituyendo así los primeros poblados
Rusos. Allí continuaron llevando su vida primitiva hasta caer dominados los
Normandos, pueblo germano de cultura muy superior. Éstos, venidos de
Escandinavia remontando los grandes ríos, sometieron fácilmente a dichos
eslavos, y los agruparon y organizaron políticamente así nacieron los
primeros Principados Rusos, entre ellos, el de Kiev y el de Novgorod.
De inmediato se inician los primeros contactos con el Imperio bizantino:
hacia el año 950 el príncipe IGOR y su esposa OLGA se hicieron cristianos, y
su nieto, el gran príncipe WLADIMIRO, hacia el a 1000 obligó a todos los
rusos a bautizarse en masa. Bizancio los proveia de maestros y de
artesanos, y desde entonces los rusos se apropiar la cultura bizantina. Poco
tiempo después había desaparecido tota mente la influencia germánica
traída por los Normandos.
Eslavos Occidentales: Otras tribus eslavas, por el contrario, se dirigieron en
dirección opuesta a la de los anteriores, hacia las zonas dejadas libres por
los germanos que habían invadido el imperio romano: así originaron los
pueblos Polacos, Checos, Eslovacos y Moravos.
Pero el avance eslavo pronto quedó detenido por los germano. Derrotados y
sometidos desde un principio, los recién llegados ii aceptaron la cultura
germánica que sus vencedores quisieron imponen, y desde entonces
buscaron relacionarse con Bizancio. Hacia el año 85 comenzó a llegar una
nutrida corriente de maestros y artistas orientales entre los que se
destacaron los dos Legados Imperiales, los obispo CIRILO y METODIO,
creadores del alfabeto eslavo y que fueron lo verdaderos organizadores de
estos pueblos.
Eslavos del Sur: La tercera rama eslava se dirigió hacia el sur, y por ello
fueron llamados “Yugoslavos” en conjunto, aunque entre ellos se distinguía
los Servios, los Croatas y los Montenegrinos. Pero todas estas tribus débiles
y poco organizadas, pronto cayeron bajo el dominio de otro pueblo invasor,
de muy distinta raza, pero que también seguía en dirección al Imperio
Bizantino.
Los Búlgaros: originarios del Asia, y también de raza mongólica, los Búlgaros
habían llegado a Europa juntamente con los Hunos en calidad de pueblo
sometido. Liberados luego de la muerte de Atila, se dirigieron hacia el sur y
al llegar a los Balcanes no tardaron en chocar con los Yugoslavos
recientemente llegados. Más organizados y de costumbres realmente
feroces, fácil les fue a los Búlgaros dominar a los Eslavos, pero admirados de
su cultura superior, se fue fusionaron con ellos formando prácticamente un
solo pueblo. Y entre todos sé organizaron para luchar contra Bizancio.
En un primer intento, en el año 810 llegaron hasta las murallas de la capital,
pero no pudieron rendirla y tuvieron que retirarse con graves pérdidas.
Luego, las relaciones se volvieron más amistosas, y finalmente terminaron
también por admitir la cultura bizantina, y desde luego, la religión cristiana.
Hacia el año 900, en el reinado de los zares BORIS I y su hijo SIMEON 1, el
poderío búlgaro llegó a su apogeo. Todos los Balcanes eran sus dominios, y
hasta el Imperio de Oriente debió pagarles tributos.
Pero luego del año 1000, al entrar Bizancio en su periodo de máximo
esplendor, se inició la decadencia de los “eslavos-mongoles”. El gran
emperador BASILIO II sometió duramente los Balcanes masacrando gran
número de sus habitantes: por ello fue llamado “el Bulgaróctono” o matador
de Búlgaros. Desde entonces estos pueblos quedaron definitivamente
sometidos al Imperio Bizantino.
Desintegración
DESINTEGRACIÓN DEL IMPERIO CAROLINGIO
Tras la muerte de Carlomagno el imperio empezó a desintegrarse con
rapidez. Le sobrevivió su hijo Luis el Piadoso (314-840) (imagen). Pese a ser
éste un hombre honesto, no fue un gobernante enérgico y no fue capaz de
controlar ni a la aristocracia franca ni a ninguno de sus cuatro hijos, quienes
luchaban constantemente. En el año 843, tras la muerte de su padre, los
tres hermanos sobrevivientes firmaron el Tratado de Verdún. Este acuerdo
dividió el Imperio Carolingio entre ellos, en tres partes principales: Carlos el
Calvo (843-877) obtuvo las tierras francas del oeste, que formaron el núcleo
del que sería reino de Francia; Luis el Germánico (843-876) tomó las tierras
del este, las cuales se convertirían en Alemania; y Lotario (840-855) recibió
el titulo - de emperador de un “Reino medio” que se extendía desde el mar
del Norte hasta Italia, e incluía los Países Bajos, la tierra del Rin y el norte de
Italia. Los territorios del Reino medio serían fuente de incesantes luchas
entre los otros dos gobernantes francos y sus herederos. De hecho, Francia y
Alemania disputarían por siglos los territorios de este Reino medio.
Aunque esta división del Imperio Carolingio se llevó a cabo razones políticas
y no nacionalistas (la división de un reino entre herederos varones era una
costumbre tradicional franca), comenzaron a surgir dos culturas diferentes.
Alrededor del siglo IX, los habitantes del área occidental franca hablaban una
lengua romana derivada del latín, que llegaría a convertirse en el francés.
Los francos orientales hablaban dialectos germanos. No obstante, todavía no
existían los que, a la postre, serían los reinos de Francia y Alemania. En el
siglo IX las frecuentes luchas entre los numerosos herederos de los hijos de
Luis el Piadoso provocaron una mayor desintegración del Imperio Carolingio.
Mientras tanto, a la vez poderosos aristócratas obtenían más poder aún en
sus propias ir locales a expensas de los pendencieros gobernantes
carolingios, proceso de desintegración se aceleró debido a ataques externos
de diferentes partes del viejo mundo carolingio.
Las invasiones de los siglos IX y X
En los siglos IX y X Europa occidental se vio asolada por una nueva ola de
invasiones de distintos pueblos no cristianos: un viejo ene migo (los
musulmanes) y dos nuevos pueblos (los vikingos y los magiares) (véase el
mapa 8.2 de la página 203). Aunque golpeada por estas embestidas, la
Europa cristiana se mantuvo y terminó por asimilar a los otros dos pueblos
dentro de la civilización europea cristiana, excepto a los musulmanes.
MUSULMANES Y MAGIARES
La primera gran oleada de la invasión
musulmana terminó a comienzos del siglo
VIII.
Poco
a
poco,
los
musulmanes
construyeron una serie de bases navales en
los territorios ocupados del norte de África,
España y sur de la Galia, y en el siglo IX
comenzaron una nueva serie de ataques en
el Mediterráneo. Hicieron incursiones en las costas del sur de Europa, sobre
todos Italia, e incluso amenazaron Roma en el año 843. Su invasión de
Sicilia, en el año 827, a la larga condujo a una exitosa ocupación de la
totalidad de la isla. Fuerzas musulmanas destruyeron también las defensas
carolingias del norte de España e hicieron correrías en el de Francia.
Los magiares eran un pueblo procedente de Asia occidental. Cuando los
emperadores bizantinos los alentaron a atacar a los modos búlgaros, éstos, a
su vez, instigaron a un pueblo conocido o los pecheneques para que
atacaran a los magiares. Consecuentemente, a finales del siglo IX los
magiares, bajo la severa presión de los pecheneques, emigraron hacia
Europa occidental, oriental central. Se establecieron en las planicies de
Hungría, y desde ahí hacían correrías a Europa Occidental. En el año 955, los
magiares ron finalmente derrotados en la batalla de Lechfeld, en Alemania.
final del siglo x se convirtieron al cristianismo, echaron raíces y se
establecieron en el reino de Hungría.
LOS VIKINGOS
Por mucho, los ataques más devastadores y de
mayor alcance de época fueron los perpetrados
por los hombres del norte, los northmen o
norsemen de Escandinavia, también conocidos
por otros como vikingos. Eran un pueblo germano
con base en Escandinavia y constituyen, en cierto
sentido, la ola final de la emigración humana. La razón de su desplazamiento
no es muy clara para los historiadores. Una explicación común es la
sobrepoblación, pero las investigaciones recientes señalan que esto sería
válido sólo para el occidente de Noruega. Otras razones incluirían el gran
amor de los vikingos por la aventura y la búsqueda de botín y nuevas rutas
comerciales.
Dos características de esta sociedad ayudan a explicar lo que los ‘ngos
lograron.
En
primer
lugar,
eran
guerreros.
En
segundo,
soberbios
constructores de naves y marinos; sus naves fueron las mejores de la época.
Largas y estrechas, con hermosas proas talladas y arqueadas, las naves
dragón vikingas transportaban alrededor de cincuenta hombres. Tenían
bancos de remos y una sola y enorme vela. Su calado poco profundo
permitía navegar los ríos europeos y atacar lugares a cierta distancia tierra
adentro. Aunque las incursiones vikingas del siglo VIII tendían a ser de
breve escala y esporádicas, en el siglo IX fueron más regulares y
devastadoras. Los vikingos saquearon villas y ciudades, destruyeron iglesias
y derrotaron con facilidad a los pequeños ejércitos locales. Los ataques de
los vikingos atemorizaban a los pobladores y ocasionaba que los clérigos
exhortaran a sus feligreses a modificar su conducta para apaciguar la ir a del
Señor, como en este sermón de un arzobispo de 1014:
Desde hace tiempo, las cosas no han ido muy bien en casa, ni fuera de ella;
ha habido devastación y persecución por todos lados, una y otra vez, y los
ingleses
han
sido
vencidos
por
completo
y
están
grandemente
descorazonados por la ira del Señor; y los piratas [los vikingos] son tan
fuertes con la aquiescencia del Señor que a menudo en batalla uno pone en
fuga a diez y otras veces a menos o a más, todo por nuestros pecados...
Siempre les estamos pagando, y ellos todos los días nos humillan, aparte de
destruir, quemar, saquear y despojar, y ;he aquí! ¿Quién está ahí en todos
estos hechos aparte de la ira del Señor, clara y visible sobre este pueblo?
En el supuesto de que había distintos grupos de escandinavos, la expansión
vikinga varió mucho. Los vikingos noruegos se trasladaron a Irlanda y al
occidente de Inglaterra, en tanto que los daneses atacaron el este de
Inglaterra, Frisia y las comarcas del Rin; asimismo, navegaron ríos para
incursionar en los dominios occidentales francos. Los vikingos suecos
dominaron el mar Báltico y se adentraron en las áreas eslavas del este. Al
trasladarse hacia el noroeste de Rusia, fueron río abajo por los ríos rusos
hacia Novgorod y Kiev, fundando puertos fortificados a lo largo de esos
territorios.
Establecieron
contacto
con
el
Imperio
Bizantino,
como
comerciantes o como invasores. También contactaron con los comerciantes
árabes en el río Volga y en el mar de Azov.
Las primeras incursiones vikingas se llevaban a cabo, por lo general, en el
verano; sin embargo, a mediados del siglo IX los hombres del norte
comenzaron a establecer en Europa asentamientos invernales desde donde
podían llevar a cabo expediciones de conquista y asentarse en nuevas
tierras. En el año 850, grupos de norsemen se habían establecido en Irlanda,
en tanto que los daneses ocuparon en el 878 un área conocida como el
Danelaw, en el nordeste de Inglaterra. Dispuestos a aceptar el cristianismo,
los daneses a la larga fueron asimilados por un reino anglosajón más amplio.
A comienzos del año 911, el gobernador de los territorios francos del oeste
cedió a los vikingos una franja de territorio ubicado en la desembocadura del
río Sena, el cual formó parte de Francia y, a la larga, llegó a conocerse como
Normandía. Esta política de asentamiento y de conversión al cristianismo
practicada con los vikingos se llevó a cabo en forma deliberada, en vista de
que los nuevos habitantes servían de protectores contra ataques adicionales
de los hombres del norte.
Los vikingos también fueron intrépidos exploradores. Después del año 860,
zarparon en sus largas naves rumbo al oeste, cruzando por el norte del
océano Atlántico, alcanzando Islandia en el año 874. Eric el Rojo, vikingo
desterrado de Islandia, viajó más al occidente y descubrió Groenlandia en el
año 985. El único lugar vikingo conocido en América del Norte se encontró
en Terranova,
Sin embargo, por el siglo décimo la expansión vikinga ya estaba llegando a
su fin. Un mayor control ejercido por los monarcas de Noruega, Suecia y
Dinamarca sobre sus súbditos, y una creciente cristianización tanto de los
reyes como de los pueblos escandinavos tendieron a inhibir la expansión
vikinga, pero después de que los vikingos ya se habían establecido por
muchas partes de Europa. Al igual que los magiares los vikingos también
asimilaron la civilización europea. Una vez mas el cristianismo resultó ser un
a poderosa fuerza civilizadora de la civilización occidental en su forma
europea y el cristianismo se estaban convirtiendo virtualmente en sinónimos.
Las incursiones y los asentamientos vikingos también tuvieron significativas
repercusiones políticas. La incapacidad de las autoridades reales para
proteger a sus pueblos en contra de estas expediciones provocó que las
poblaciones locales acudieran entonces a losa aristócratas locales para que
les brindaran seguridad. En este proceso la aristocracia terrateniente no solo
incrementó su fuerza y su prestigio, sino que asumió mas funciones de
gobierno local que previamente había pertenecido al rey, con el tiempo estos
procesos provocaron un nuevo orden político y económico, conocido por
Feudalismo.
ORIGENES Y EVOLUCION DEL FEUDALISMO
INTRODUCCIÓN
Fue un sistema contractual de relaciones políticas y militares entre los
miembros de la nobleza de Europa occidental durante la alta edad media. El
feudalismo se caracterizó por la concesión de feudos (casi siempre en forma
de tierras y trabajo) a cambio de una prestación política y militar, contrato
sellado por un juramento de homenaje y fidelidad. Pero tanto el señor como
el vasallo eran hombres libres, por lo que no debe ser confundido con el
régimen señorial, sistema contemporáneo de aquél, que regulaba las
relaciones entre los señores y sus campesinos. El feudalismo unía la
prestación política y militar a la posesión de tierras con el propósito de
preservar a la Europa medieval de su desintegración en innumerables
señoríos independientes tras el hundimiento del Imperio Carolingio.
ORÍGENES
Cuando los pueblos germanos conquistaron en el siglo V el Imperio romano
de Occidente pusieron también fin al ejército profesional romano y lo
sustituyeron por los suyos propios, formados con guerreros que servían a
sus caudillos por razones de honor y obtención de un botín. Vivían de la
tierra y combatían a pie ya que, como luchaban cuerpo a cuerpo, no
necesitaban emplear la caballería. Pero cuando los musulmanes, vikingos y
magiares invadieron Europa en los siglos VIII, IX y X, los germanos se
vieron incapaces de enfrentarse con unos ejércitos que se desplazaban con
suma rapidez. Primero Carlos Martel en la Galia, después el rey Alfredo el
Grande en Inglaterra y por último Enrique el Pajarero de Germania, cedieron
caballos a algunos de sus soldados para repeler las incursiones sobre sus
tierras. No parece que estas tropas combatieran a caballo; más bien tenían
la posibilidad de perseguir a sus enemigos con mayor rapidez que a pie. No
obstante, es probable que se produjeran acciones de caballería en este
mismo periodo, al introducirse el uso de los estribos. Con total seguridad
esto ocurrió en el siglo XI. Véase Orden de caballería.
Origen del sistema: Los caballos de guerra eran costosos y su adiestramiento
para emplearlos militarmente exigía años de práctica. Carlos Martel, con el
fin de ayudar a su tropa de caballería, le otorgó fincas (explotadas por
braceros) que tomó de las posesiones de la Iglesia. Estas tierras,
denominadas 'beneficios', eran cedidas mientras durara la prestación de los
soldados. Éstos, a su vez, fueron llamados 'vasallos' (término derivado de
una palabra gaélica que significaba sirviente). Sin embargo, los vasallos,
soldados selectos de los que los gobernantes Carolingios se rodeaban, se
convirtieron en modelos para aquellos nobles que seguían a la corte. Con la
desintegración del Imperio Carolingio en el siglo IX muchos personajes
poderosos se esforzaron por constituir sus propios grupos de vasallos
dotados de montura, a los que ofrecían beneficios a cambio de su servicio.
Algunos de los hacendados más pobres se vieron obligados a aceptar el
vasallaje y ceder sus tierras al señorío de los más poderosos, recibiendo a
cambio los beneficios feudales. Se esperaba que los grandes señores
protegieran a los vasallos de la misma forma que se esperaba que los
vasallos sirvieran a sus señores.
Feudalismo clásico Esta relación de carácter militar que se estableció en los
siglos VIII y IX a veces es denominada feudalismo Carolingio, pero carecía
aún de uno de los rasgos esenciales del feudalismo clásico desarrollado
plenamente desde el siglo X. Fue sólo hacia el año 1000 cuando el término
'feudo' comenzó a emplearse en sustitución de 'beneficio' este cambio de
términos refleja una evolución en la institución. A partir de este momento se
aceptaba de forma unánime que las tierras entregadas al vasallo eran
hereditarias, con tal de que el heredero que las recibiera fuera grato al señor
y pagara un impuesto de herencia llamado 'socorro'. El vasallo no sólo
prestaba el obligado juramento de fidelidad a su señor, sino también un
juramento especial de homenaje al señor feudal, el cual, a su vez, le investía
con un feudo. De este modo, el feudalismo se convirtió en una institución
tanto política como militar, basada en una relación contractual entre dos
personas individuales, las cuales mantenían sus respectivos derechos sobre
el feudo.
Causas de la aparición del sistema feudal La guerra fue endémica durante
toda la época feudal, pero el feudalismo no provocó esta situación; al
contrario, la guerra originó el feudalismo. Tampoco el feudalismo fue
responsable del colapso del Imperio Carolingio, más bien el fracaso de éste
hizo necesaria la existencia del régimen feudal. El Imperio Carolingio se
hundió porque estaba basado en la autoridad de una sola persona y no
estaba
dotado
de
instituciones
lo
suficientemente
desarrolladas.
La
desaparición del Imperio amenazó con sumir a Europa en una situación de
anarquía: cientos de señores individuales gobernaban a sus pueblos con
completa independencia respecto de cualquier autoridad soberana. Los
vínculos feudales devolvieron cierta unidad, dentro de la cual los señores
renunciaban a parte de su libertad, lo que era necesario para lograr una
cooperación eficaz. Bajo la dirección de sus señores feudales, los vasallos
pudieron defenderse de sus enemigos, y más tarde crear principados
feudales de cierta importancia y complejidad. Una vez que el feudalismo
demostró su utilidad local reyes y emperadores lo adoptaron para fortalecer
sus monarquías.
PLENITUD
El feudalismo alcanzó su madurez en el siglo XI y tuvo su máximo apogeo en
los siglos XII y XIII. Su cuna fue la región comprendida entre los ríos Rin y
Loira, dominada por el ducado de Normandía. Al conquistar sus soberanos, a
fines del siglo XI, el sur de Italia, Sicilia e Inglaterra y ocupar Tierra Santa en
la primera Cruzada, establecieron en todas estas zonas las instituciones
feudales. España también adoptó un cierto tipo de feudalismo en el siglo XII,
al igual que el sur de Francia, el norte de Italia y los territorios alemanes.
Incluso Europa central y oriental conoció el sistema feudal durante un cierto
tiempo y en grado limitado, sobre todo cuando el Imperio bizantino se
feudalizó tras la cuarta Cruzada. Los llamados feudalismos del antiguo Egipto
y de Persia, o de China y Japón, no
guardan
relación
alguna
con
el
feudalismo
europeo,
y
sólo
son
superficialmente similares. Quizá fueran los samurais japoneses los que más
se asemejaron a los caballeros medievales, en particular los sogunes de la
familia Ashikaga; pero las relaciones entre señores y vasallos en Japón eran
diferentes a las del feudalismo de Europa occidental.
Características En su forma más clásica, el feudalismo occidental asumía que
casi toda la tierra pertenecía al príncipe soberano -bien el rey, el duque, el
marqués o el conde- que la recibía "de nadie sino de Dios". El príncipe cedía
los feudos a sus barones, los cuales le rendían el obligado juramento de
homenaje y fidelidad por el que prestaban su ayuda política y militar, según
los términos de la cesión. Los nobles podían ceder parte de sus feudos a
caballeros que le rindieran, a su vez, homenaje y fidelidad y les sirvieran de
acuerdo a la extensión de las tierras concedidas. De este modo si un
monarca otorgaba un feudo de doce señoríos a un noble y a cambio exigía el
servicio de diez caballeros, el noble podía ceder a su vez diez de los señoríos
recibidos a otros tantos caballeros, con lo que podía cumplir la prestación
requerida por el rey. Un noble podía conservar la totalidad de sus feudos
bajo su dominio personal y mantener a sus caballeros en su señorío,
alimentados y armados, todo ello a costa de sufragar las prestaciones
debidas a su señor a partir de su propio patrimonio y sin establecer
relaciones feudales con inferiores, pero esto era raro que sucediera ya que
los caballeros deseaban tener sus propios señoríos. Los caballeros podían
adquirir dos o más feudos y eran proclives a ceder, a su vez, parte de esas
posesiones en la medida necesaria para obtener el servicio al que estaban
obligados con su superior. Mediante este subenfeudamiento se creó una
pirámide feudal, con el monarca en la cúspide, unos señores intermedios por
debajo y un grupo de caballeros feudales para servir a la convocatoria real.
Los problemas surgían cuando un caballero aceptaba feudos de más de un
señor, para lo cual se creó la institución del homenaje feudatario, que
permitía al caballero proclamar a uno de sus señores como su señor feudal,
al que serviría personalmente, en tanto que enviaría a sus vasallos a servir a
sus otros señores. Esto quedaba reflejado en la máxima francesa de que "el
señor de mi señor no es mi señor" de ahí que no se considerara rebelde al
subvasallo que combatía contra el señor de su señor. Sin embargo, en
Inglaterra, Guillermo I el Conquistador y sus sucesores exigieron a los
vasallos de sus vasallos que les prestaran juramento de fidelidad.
Obligaciones del vasallo La prestación militar era fundamental en el
feudalismo, pero estaba lejos de ser la única obligación del vasallo para con
su señor. Cuando el señor era propietario de un castillo, podía exigir a sus
vasallos que lo guarnecieran, en una prestación denominada 'custodia del
castillo'. El señor también esperaba de sus vasallos que le atendieran en su
corte, con objeto de aconsejarle y de participar en juicios que afectaban a
otros vasallos. Si el señor necesitaba dinero, podía esperar que sus vasallos
le ofrecieran ayuda financiera. A lo largo de los siglos XII y XIII estallaron
muchos conflictos entre los señores y sus vasallos por los servicios que estos
últimos debían prestar. En Inglaterra, la Carta Magna definió las obligaciones
de los vasallos del rey; por ejemplo, no era obligatorio procurar ayuda
económica al monarca salvo en tres ocasiones: en el matrimonio de su hija
mayor, en el nombramiento como caballero de su primogénito y para el pago
del rescate del propio rey. En Francia fue frecuente un cuarto motivo para
este tipo de ayuda extraordinaria: la financiación de una Cruzada organizada
por el monarca. El hecho de actuar como consejeros condujo a los vasallos a
exigir que se obtuviera su beneplácito en las decisiones del señor que les
afectaran en cuestiones militares, alianzas matrimoniales, creación de
impuestos o juicios legales.
Herencia y tutela Otro aspecto del feudalismo que requirió una regulación
fue la sucesión de los feudos. Cuando éstos se hicieron hereditarios, el señor
estableció un impuesto de herencia llamado 'socorro'. Su cuantía fue en
ocasiones motivo de conflictos. La Carta Magna estableció el socorro en 100
libras por barón y 5 libras por caballero; en todo caso, la tasa varió según el
feudo. Los señores se reservaron el derecho de asegurarse que el propietario
del feudo fuese leal y cumplidor de sus obligaciones. Si un vasallo moría y
dejaba a un heredero mayor de edad y buen caballero, el señor no tenía por
qué objetar su sucesión. Sin embargo, si el hijo era menor de edad o si el
heredero era mujer, el señor podía asumir el control del feudo hasta que el
heredero alcanzara la mayoría de edad o la heredera se casara con un
hombre que tuviera su aprobación. De este modo surgió el derecho señorial
de tutela de los herederos menores de edad o de las herederas y el derecho
de vigilar sobre el matrimonio de éstas, lo que en ciertos casos supuso que
el señor se eligiera a sí mismo como marido. La viuda de un vasallo tenía
derecho a una pensión de por vida sobre el feudo de su marido (por lo
general un tercio de su valor) lo que también llevaba a provocar el interés
del señor por que la viuda contrajera nuevas nupcias. En algunos feudos el
señor tenía pleno derecho para controlar estas segundas nupcias. En el caso
de muerte de un vasallo sin sucesores directos, la relación de los herederos
con el señor variaban: los hermanos fueron normalmente aceptados como
herederos, no así los primos. Si los herederos no eran aceptados por el
señor, la propiedad del feudo revertía en éste, que así recuperaba el pleno
control sobre el feudo; entonces podía quedárselo para su dominio directo o
cederlo a cualquier caballero en un nuevo vasallaje.
Ruptura del contrato Dado el carácter contractual de las relaciones feudales
cualquier acción irregular cometida por las partes podía originar la ruptura
del contrato. Cuando el vasallo no llevaba a cabo las prestaciones exigidas,
el señor podía acusarle, en su corte, ante sus otros vasallos y si éstos
encontraban culpable a su par, entonces el señor tenía la facultad de
confiscar su feudo, que pasaba de nuevo a su control directo. Si el vasallo
intentaba defender su tierra, el señor podía declararle la guerra para
recuperar el control del feudo confiscado. El hecho de que los pares del
vasallo le declararan culpable implicaba que moral y legalmente estaban
obligados a cumplir su juramento y pocos vasallos podían mantener una
guerra contra su señor y todos sus pares. En el caso contrario, si el vasallo
consideraba que su señor no cumplía con sus obligaciones, podía desafiarle esto es, romper formalmente su confianza- y declarar que no le consideraría
por más tiempo como su señor, si bien podía seguir conservando el feudo
como dominio propio o convertirse en vasallo de otro señor. Puesto que en
ocasiones el señor consideraba el desafío como una rebelión, los vasallos
desafiantes debían contar con fuertes apoyos o estar preparados para una
guerra que podían perder.
Autoridad real Los monarcas, durante toda la época feudal, tenían otras
fuentes de autoridad además de su señorío feudal. El renacimiento del saber
clásico supuso el resurgimiento del Derecho romano, con su tradición de
poderosos
gobernantes
y
de
la
administración
territorial.
La
Iglesia
consideraba que los gobernantes lo eran por la gracia de Dios y estaban
revestidos de un derecho sagrado. El florecimiento del comercio y de la
industria dio lugar al desarrollo de las ciudades y a la aparición de una
incipiente burguesía, la cual exigió a los príncipes que mantuvieran la
libertad y el orden necesarios para el desarrollo de la actividad comercial.
Esa población urbana también demandó un papel en el gobierno de las
ciudades para mantener su riqueza. En Italia se organizaron comunidades
que arrebataron el control del país a la nobleza feudal que incluso fue
forzada a residir en algunas de las urbes. Las ciudades situadas al norte de
los Alpes enviaron representantes a los consejos reales y desarrollaron
instituciones parlamentarias para conseguir voz en las cuestiones de
gobierno, al igual que la nobleza feudal. Con los impuestos que obtuvieron
de las ciudades, los príncipes pudieron contratar sirvientes civiles y soldados
profesionales. De este modo pudieron imponer su voluntad sobre el feudo y
hacerse más independientes del servicio de sus vasallos.
DECADENCIA
El feudalismo alcanzó el punto culminante de su desarrollo en el siglo XIII; a
partir de entonces inició su decadencia. El subenfeudamiento llegó a tal
punto que los señores tuvieron problemas para obtener las prestaciones que
debían recibir. Los vasallos prefirieron realizar pagos en metálico (scutagium,
'tasas por escudo') a cambio de la ayuda militar debida a sus señores; a su
vez éstos tendieron a preferir el dinero, que les permitía contratar tropas
profesionales que en muchas ocasiones estaban mejor entrenadas y eran
más disciplinadas que los vasallos. Además, el resurgimiento de las tácticas
de infantería y la introducción de nuevas armas, como el arco y la pica,
hicieron que la caballería no fuera ya un factor decisivo para la guerra. La
decadencia del feudalismo se aceleró en los siglos XIV y XV. Durante la
guerra de los Cien Años, las caballerías francesa e inglesa combatieron
duramente, pero las batallas se ganaron en gran medida por los soldados
profesionales y en especial por los arqueros de a pie. Los soldados
profesionales
combatieron
en
unidades
cuyos
jefes
habían
prestado
juramento de homenaje y fidelidad a un príncipe, pero con contratos no
hereditarios y que normalmente tenían una duración de meses o años. Este
'feudalismo bastardo' estaba a un paso del sistema de mercenarios, que ya
había triunfado en la Italia de los condotieros renacentistas.
Fuente Consultada: Enciclopedia Encarta 2000
El Sacro Imperio Románico Germánico
Historia Medieval Tomo II Editorial Kapeluz
El Sacro Imperio Romano Germánico (en alemán: Heiliges Römisches Reich
Deutscher Nation «Sacro Imperio Romano de Nación Alemana»; o Sacrum
Romanum Imperium Nationis Germaniae
en latín) fue la unión política de un
conglomerado de estados de Europa
Central, que se mantuvo desde la Edad
Media hasta inicios de la Edad
Contemporánea. Formado en 962 de la
parte oriental de las tres en que se
repartió el reino franco de Carlomagno
en 843 mediante el Tratado de Verdún,
el Sacro Imperio fue la entidad
predominante de Europa central durante
casi un milenio, hasta su disolución en
1806 por Napoleón I.
A partir del imperio de Carlomagno, Alemania quedó anarquizada y dividida
en numerosos Estados independientes: entre ellos se destacaban los grandes
Ducados de SAJONIA, TURINGIA, FRANCONIA, SuARIA, BAVIERA y LORENA,
además de las importantes provincias fronterizas o Marcas del Este
(AUSTRIA), de BOHEMIA y del BRANDEBURGO.
Sabemos también cómo los Señores feudales, a la muerte de Luis EL Niño,
último descendiente de Carlomagno, se pusieron de acuerdo y en el año 910
eligieron como rey a CONRADO, DUQUE DE FRANCONIA, comenzando así a
gobernar el país reyes alemanes.
Y ya desde un comienzo, tanto este monarca como su sucesor, ENRIQUE,
DUQUE de SAJONIA, llamado el “Pajarero” por su afición a la caza de aves,
estuvieron en perpetua lucha contra los Señores. Sólo el siguiente monarca
pudo cimentar verdaderamente la grandeza de Alemania.
OTON EL GRANDE: Este príncipe, tan notable como
Carlomagno, llegó al trono en el año 940, y resuelto a
lograr la unidad del país, pasó los primeros años
sometiendo a diversos príncipes, logrando finalmente que
todos reconocieran su dependencia al reino.
Luego hizo frente a varias amenazas exteriores: contuvo con gran energía
varias incursiones de los normandos y de los eslavos, e incluso salvó a
Europa de los húngaros, destrozándolos en la batalla de Lech.
Más tarde tuvo que intervenir en Italia. Este país, desde la muerte de
Carlomagno se hallaba en el mayor desorden, dividido en innumerables
principados enemistados entre sí, y, además, devastado por los árabes,
húngaros y normandos que lo saqueaban a su gusto.
Otón llegó a la península en el año 960 llamado por ADELÁIDA, reina de la
Lombardía, que había sido destronada por varios príncipes sublevados: la
repuso en el trono y luego se casó con ella, convirtiéndose así en soberano
del norte de Italia.
EL NUEVO IMPERIO: Poco después, Otón volvió nuevamente a Italia. Los
príncipes feudales se habían alzado contra el Papa JUAN XII y éste de
inmediato solicitó su ayuda. El rey entró en Roma en el 962, repuso al
Pontífice en sus funciones y luego en una solemne ceremonia fue coronado
como Emperador de Occidente
Así, por segunda vez, la Iglesia restauraba el Imperio, con- el fin de
conseguir la unidad del Continente.
El Emperador y el Papa serían las dos columnas de la nueva Europa Cristiana
y se apoyarían mutuamente para imponer el orden en esos tiempos tan
calamitosos. Ambos se juraban fidelidad: el Emperador sería el protector de
la Cristiandad, y el Papa, por su parte, sólo podía ser elegido contando con
su aprobación.
Lamentablemente estas buenas intenciones no se cumplieron, por el
contrario, comenzó desde entonces una lucha que duró más de 200 años
para dilucidar la superioridad del Papa o del Emperador: finalmente concluyó
con el aniquilamiento político de ambos.
Ya desde los primeros momentos hubo complicaciones: durante los cien
primeros años ocuparon el trono imperial varios excelentes monarcas, pero
que tuvieron la constante pretensión de intervenir en los asuntos internos de
la Iglesia, creyéndose los dueños de la Cristiandad, en vez de sus
defensores.
LA REFORMA ECLESIÁSTICA-Nicolás II: Por ese mismo tiempo, la Sede
Pontificia Romana se hallaba gravemente comprometida. Hasta Carlomagno,
los Papas habían sido elegidos por el pueblo de Roma; luego, con el
feudalismo, cayeron bajo la influencia de los señores; y ahora, bajo el
Imperio, debían contar con la aprobación de los Soberanos. De esta manera
se originaron los graves problemas, algunos tratados en este sitio.
Evidentemente so necesitaba una doble reforma: independizar la Iglesia de
la influencia de los emperadores, y renovar la disciplina interna. Ambas
cosas se consiguieron en muy poco tiempo.
En el año 1059 fue elegido Papa Nicolás II, quien de inmediato y
sorpresivamente reglamentó la elección de los futuros Pontífices: en
adelante los elegirían los cardenales, sin necesidad de la aprobación del
Emperador. La medida fue muy alabada, pero parecía constituir un desafío al
poder Imperial.
De acuerdo al nuevo sistema aprobado, en el año 1073 fue elegido Papa el
monje cluniacense HILDEBRANDO, quien tomó el nombre de Gregorio VII:
fue el personaje destinado a ser el gran reformador y una de las figuras
cumbres de la Iglesia.
Hombre culto y muy piadoso aunque sumamente enérgico, Gregorio desde el
comienzo de su gobierno se sintió llamado no sólo a purificar la Iglesia de
todas sus fallas, sino además a imponer la Supremacía Pontificia sobre todos
los reyes y príncipes cristianos.
De inmediato Convocó un Concilio que aprobó sus famosas reformas: bajo
pena de excomunión se prohibió a los civiles entrometerse en los asuntos
internos de la Iglesia y Conceder cargos eclesiásticos. Igualmente se penaba
a los clérigos que los aceptaban o que- vivían casados.
Al mismo tiempo, numerosos Legados Pontificios se desplazaron por toda
Europa controlando el cumplimiento de estas directivas y deponiendo a los
transgresores. Entonces fue cuando intervino en la lucha el Emperador.
Ocupaba el trono imperial Enrique IV, príncipe prepotente y ambicioso, poco
dispuesto a perder sus privilegios. En un principio desconoció las órdenes
pontificias y siguió confiriendo dignidades eclesiásticas como si nada hubiera
pasado. El Papa Gregorio le envió amistosos avisos y luego protestas más
enérgicas. Finalmente, se vio en la necesidad de excomulgarlo, y —cosa
nunca vista— lo destituyó de emperador.
El resultado fue tremendo: los príncipes alemanes se reunieron en Tribur y
apoyaron al Papa desligándose del soberano.
Entonces Enrique, viéndose perdido, se dirigió a Canosa, en el norte de
Italia, en donde se encontraba el Papa, para pedirle el levantamiento del
castigo. Gregorio, luego de tres días de espera, le concedió el perdón y lo
restituyó en el trono. 5u triunfo había sido completo.
Con todo, la lucha aun prosiguió unos años hasta que con el "Concordato de
Worms” se llegó a un acuerdo: el Papa y el Emperador reconocían su mutua
independencia en sus respectivas esferas.
La Iglesia de Cristo EL CRISTIANISMO SE PROPAGA. Cuando Jesús fue
crucificado, el colegio de los apóstoles se encontraba disperso. Judas había
muerto y solamente Juan se hallaba al pie de la cruz. El miedo había
impulsado a Pedro a negar al Maestro, y a los demás a esconderse. Sin
embargo, poco tiempo antes de su Ascensión, Jesús había dicho a sus
apóstoles: "Seréis testigos míos en Jerusalén, en la Judea, en Samaria, y en
todos los confines de la tierra." Después de su Resurrección los volvió a
reunir y después de haber presenciado la Ascensión de Jesús, los apóstoles
ya no se volvieron a separar. Pedro, como jefe de la Iglesia, propuso a la
asamblea elegir un apóstol que sustituyese al traidor Judas, y fue designado
Matías.
CALVINO.
Fue el primero en comprender que la autoridad en materia religiosa no era
menos importante por el hecho de haber sacudido la autoridad papal, y
aunque admitía el libre examen y la supresión del sacerdocio, impuso la suya
incluso a los que se revelaban ante el poder de Roma. En Ginebra dominaba
un terror que no habían inspirado jamás los muros de Letrán. En Inglaterra,
en Francia, en Alemania, en Europa entera, Calvino imponía la ley entre los
protestantes. Se mostró contrario al humanismo y declaró la guerra al
espíritu moderno en todas sus manifestaciones: científicas, artísticas,
literarias y contra la naturaleza humana, viciada por el pecado. Los
calvinistas fueron iconoclastas, enemigos de las artes plásticas y de toda
diversión.
En tiempo de Cromwell, en Inglaterra, degeneraron en una verdadera manía
contra todo lo que significaba placer, por sencillo que fuese. El sistema
teológico de Calvino es el más duro que ha podido concebir inteligencia
cristiana. Empieza negando la libertad y todo valor a las buenas obras.
Según él, habiendo quedado nuestra naturaleza corrompida por el pecado
original, es imposible que de ella proceda cosa alguna que no esté también
pervertida. El hombre es ciego en su entendimiento, vicioso en su corazón y
cautivo de su libertad encadenada. Por otra parte, si Dios decreta la
salvación de unos y la ruina de los demás, si prohíbe a todos el pecado, a la
vez y secretamente, quiere que algunos pequen para tener que condenarlos;
porque, en fin de cuentas, tiene que haber condenados para "ilustrar su
gloria". La Inquisición calvinista de Ginebra fue, posiblemente, la más cruel
de su tiempo.
EL CAMINO DE DAMASCO.
Saulo, aunque luego ciudadano romano, era judío, de la tribu de Benjamín,
y había nacido en Tarso, en el Asia Menor. Estudió en Jerusalén para ser
doctor de la Ley. De temperamento ardiente y arrebatado, se declaró
defensor de la tradición mosaica y enemigo irreconciliable de Jesús y de las
nuevas doctrinas. Se dice que había participado en el martirio de San
Esteban. Devastaba la Iglesia, entraba en las casas y arrastraba a las
prisiones a cuantos fieles encontraba. Su odio le movió a dirigirse a
Damasco, en Siria, provisto de una carta del Sumo Sacerdote, porque la que
se le autorizaba para traer cargados de cadenas a cuantos judíos se
hubiesen hecho cristianos.
Mas la gracia divina le aguardaba en el camino y cerca de Damasco una luz
vivísima le derribó en tierra, y oyó una voz poderosa que le decía: "¡Saulo,
Saulo" ¿Por qué me persigues?" Saulo se levantó, pero tuvo que ser
conducido por los que le acompañaban, pues estaba ciego y pasó tres días
sin comer ni beber cosa alguna. Había en Damasco un cristiano llamado
Ananías, a quien el Señor se le apareció y le dijo: "Vete al barrio que se
llama Recto y pregunta por un hombre de nombre Salo de Tarso y dile que
es el instrumento escogido para llevar mi nombre a las naciones, a los reyes
y a los hijos de Israel." Ananías obedeció; encontró a Saulo, le impuso las
manos, le devolvió la vista y le bautizó. Estos hechos ocurrían hacia el año
34 d. de J.C. El nuevo discípulo, Pablo, lleno de un celo ardiente se puso a
predicar en las sinagogas de Damasco y a declarar que Jesús era el Mesías.
Pero los judíos, exasperados, quisieron darle muerte, y Pablo se retiró a
Arabia, donde vivió tres años en el retiro y en la oración antes de emprender
sus famosos viajes.
El cristianismo continuaba progresando en Judea, Samaria y Galilea. Pedro,
como
vicario
de
Jesucristo,
empezó
a
visitar
las
nuevas
misiones
establecidas por todas partes. Los cristianos de Jerusalén, a quienes la
persecución había obligado a dispersarse, habían llegado hasta la isla de
Chipre, Fenicia y la lejana ciudad de Antioquía, que era entonces la capital
de Siria. Los apóstoles enviaron a esta ciudad a Bernabé, cristiano celoso e
inteligente. Allí fue donde se dio por primera vez a los fieles el nombre de
cristianos.
La Palestina estaba entonces
administrada
por
Herodes Agripa. Los
emperadores romanos le habían devuelto el título de rey y, para hacerse
agradable a los judíos, decretó una persecución de la que el apóstol Santiago
el Mayor, hermano de San Juan Evangelista, fue su primera víctima,
haciéndole decapitar, y encarceló a Pedro, en Jerusalén, para darle muerte
después de la fiesta de Pascua, pero un ángel le liberó y se refugió en la
casa de Juan Marcos, el futuro evangelista, donde se hallaban reunidos
numerosos cristianos. Los grandes perseguidores de la Iglesia naciente en
los primeros tiempos, fueron los judíos.
Uno de los problemas más graves que se suscitó en el seno de las
cristiandades formadas en pueblos gentiles, era la de si éstos debían
someterse también a la ley mosaica al hacerse cristianos. Muchos judíos
entendían que sí, pero esto repugnaba a los nuevos conversos. Pedro decidió
en sentido negativo con estas palabras: "¿Por qué tentáis a Dios queriendo
imponerles un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido
llevar?" Entonces la asamblea decidió que no debía molestarse a los paganos
que se convertían al cristianismo, ni exigir de ellos la práctica de los ritos
exteriores de la ley mosaica.
El cristianismo se extendía, y maravilla comprobar cuánto viajó Pablo en su
apostolado. Después de haber atravesado la Siria del norte, se dirigió hacia
el noroeste del Asia Menor, a través de la meseta central, y llegó a la
pequeña ciudad del Tróades, situada a orillas del Mediterráneo. Luego estuvo
en Macedonia y en Atenas, donde sintió una profunda tristeza, viendo hasta
qué punto estaba sumergida en la idolatría. "Atenienses -les habló en la
plaza pública- veo que sois los más religiosos de los hombres, porque
examinando vuestros objetos sagrados he encontrado entre tantos dioses un
altar sobre el que está escrito: Al Dios desconocido. Ese a quien adoráis sin
conocerle, yo os lo vengo anunciando. Es Cristo."
EL CONCILIO DE TRENTO Y SAN IGNACIO.
La sacudida que en la Iglesia produjo la herejía protestante provocó una
intensa reacción en el mundo católico. La figura del Monje Lutero encontró
su oponente en la ascética severa del español Ignacio de Loyola, militar
herido en Pamplona y a quien Dios inspiró la creación de una milicia de
Cristo, una Compañía de Jesús saturada de espíritu de obediencia al papado,
de servicio y de trabajo. Los jesuitas introdujeron en el seno de la Iglesia
católica un estilo de vida y de acción. Fueron los principales impulsores del
espíritu que animó el Concilio de Trento. Éste se desarrolló a lo largo de 25
sesiones entre los años 1545 y 1563.
Posiblemente es el más importante de la Iglesia y en él se estructuró en
forma clara y definida todo lo referente a las Sagradas Escrituras, los
sacramentos, en especial la Eucaristía, la ordenación del sacerdocio y la
teoría de la justificación. El género de vida que San Ignacio ideó rompía los
antiguos moldes y abría una nueva época a la acción apostólica. Sin coro, sin
hábitos monacales, sin austeridades excesivas, con gran interés por los
estudios, demostró un gran espíritu práctico en sus reglamentaciones. Su
regla fundamental es el examen del alma y su unión con Dios por la total
consagración del hombre al Creador. Todo Ad Maiorem Dei Gloriam.
Adelantándose muchos años a las tendencias más modernas de la Psicología,
San Ignacio escribió los Ejercicios Espirituales, verdadero camino de análisis
y de introspección, en los cuales el alma se encuentra a sí misma y, como
consecuencia, a Dios.
LA EDAD MEDIA.
La decadencia y el hundimiento del Imperio Romano no arrastraron consigo
a la Iglesia; al contrario, con su desaparición resultó singularmente
fortalecida. Los bárbaros que invadieron Europa no tardaron en convertirse a
la verdadera fe. San León impresionó, con su serena dignidad, al propio
Atila, y cuando aquéllos se asentaron y constituyeron monarquías en
distintos países, no tardaron en convertirse al cristianismo. De un lado, la
Iglesia tenía que pulir y elevar aquella sociedad demasiado dura, batalladora
y cruel; de otra parte, no tardó en surgir un peligro más terrible aún: las
huestes de Mahoma.
Las disputas entre el Pontificado y el Imperio, la codicia excesiva del
feudalismo, la suma pobreza de las clases necesitadas y el abandono total de
las artes del espíritu fueron cuestiones que la Iglesia tuvo que considerar y
resolver. En la Edad Media, la Iglesia cristiana adquirió su plenitud. En
primer lugar, no aparece ya como un pequeño grupo que inquieta al Estado,
ya no se cobija bajo la tutela del Imperio Romano, erigido sin su concurso,
sino que surge vigorosa y expansiva, hasta el punto de encerrar dentro de
su seno la familia, las naciones, la sociedad civil y la vida pública. En
segundo lugar, la piedad se hace más humana, el culto material adquiere
proporciones sorprendentes y el corazón de los fieles late al impulso de una
nueva ternura para con los santos, para con la Virgen y para con la
Humanidad de Cristo.
En tercer lugar, la doctrina va definiéndose con creciente precisión y reviste
la forma de un sistema coherente merced al esfuerzo realizado por la
Escolástica. Estos tres rasgos del cristianismo medieval son solidarios. Por
eso la aversión a la Escolástica, la rebelión contra el poder eclesiástico y el
desprecio de la piedad externa en nombre de un culto puramente espiritual,
serán los tres hechos que señalarán el fin de la Edad Media.
LA GRAN PRUEBA.
La Buena Nueva se había extendido por todo el Mediterráneo. Pedro se
hallaba en Roma; Santiago había llegado hasta España; Tomás, hasta la
India. Estaba próxima la gran prueba del fuego y de la sangre: las
persecuciones. Nerón, emperador de Roma, bajo la acusación de que los
cristianos habían incendiado la ciudad, decretó la primera el año 64. Con
diversos intervalos, hasta el 313, se sucedieron diez persecuciones, cada una
de las cuales tuvo sus características. Tertuliano llegó a escribir: "Si se
desborda el Tíbet, si hay sequía, si nuestras tropas son derrotadas... ¡los
cristianos a los leones!" El mundo pagano, y menos aún los emperadores, no
podían comprender la profunda revolución representada por la doctrina de
Cristo.
Donde imperaban el vicio, el despotismo, la esclavitud, el lujo desenfrenado
al lado de la miseria, no cabía, por ser mentes no iluminadas por la gracia,
que se considerara hermano al esclavo sobre el cual el dueño tenía incluso
derecho de vida y de muerte. Hubo momentos en que bastaba la simple
acusación de ser cristiano, de haberse reunido con ellos en las catacumbas o
de haber realizado el signo de la cruz, para terminar en el Circo Máximo. Los
romanos culpados de seguir la nueva fe eran decapitados, los esclavos
morían crucificados y los hombres libres eran lanzados a las fieras. En
algunos casos, después de sufrir tortura, se destinaban a las minas, donde
morían lentamente. Sin embargo, el número de fieles aumentaba por
momentos y este hecho ocurría tanto si la furia de las persecuciones
menguaba como si volvían a recrudecerse con más fuerza. Al terminar una
persecución, se comprobaba que el número de fieles era mayor.
Sería imposible contar los innumerables actos heroicos ocurridos. Uno de los
más nobles y hermosos fue el de la Legión Tebana, denominada así por ser
oriunda de Tebas. Sus componentes eran todos cristianos y como se negaran
a sacrificar a los dioses antes de entrar en batalla, fueron diezmados, es
decir, murió uno de cada diez. Como este castigo no bastara para hacerles
abjurar, se exterminó completamente dicha legión, compuesta de unos
6.000 hombres. Pedro, muerto en la cruz cabeza abajo, y Pablo, decapitado
por ser ciudadano romano, fueron dos de los primeros mártires. Uno tras
otro murieron los apóstoles, y Juan, que era el más joven, sobrevivió a
todos. En tiempo de Constantino, se produjo un hecho prodigioso que
terminó definitivamente con la persecución de los cristianos. Cuando las
legiones se preparaban para dar la batalla de Puente Milvio, aparecieron bajo
los rayos del sol poniente una cruz y unas letras, que decían: In hoc signo
vincis. Todos los soldados fueron testigos de este hecho maravilloso.
Entonces Constantino mandó poner una cruz en el lábaro y al día siguiente
las fuerzas romanas obtuvieron la victoria. En aquella fecha, año 313, se
publicó el Edicto de Milán, por el cual los cristianos tuvieron libertad de
practicar su religión. Años más tarde, el Imperio se convertía al cristianismo.
LA IGLESIA HASTA HOY.
El siglo XVII vio los campos del cristianismo bien delimitados. De un aparte
el protestantismo, plenamente disidente, sin posibilidades inmediatas de
reintegración a la fidelidad de Roma. De otra, la Iglesia católica, con una
estructura concreta y con la figura del Papa notablemente robustecida. Las
figuras cumbres de aquella época surgieron en diversos campos. Fundadoras
como Santa Teresa de Jesús; reformadores como Pío V, San Carlos
Borromeo y San Pedro de Alcántara; místicos como San Juan de la Cruz y
apóstoles misioneros como San Francisco Javier, sin olvidar héroes de la
caridad al estilo de San Juan de Dios y, posteriormente, San Vicente de Paúl.
Las herejías, menos virulentas que en siglos anteriores, también aparecieron
en especial en Francia, donde los jansenitas de Port-Royal sostenían que el
hombre no es libre para salvarse o condenarse. Otra vez se ponía de
manifiesto el gran problema de la predestinación que tanto eco tuvo en la
literatura (El condenado por desconfiado, incluso en Don Juan Tenorio). La
tesis de la predestinación que impulsaba a la desesperanza de salvarse, tuvo
que ser condenada por la Iglesia.
Al mismo tiempo, los soberanos absolutistas de francia (galicismo) y de
España (regalismo) tendían a crear un catolicismo nacionalista con un gran
predominio e influencia de poder civil. El avance conseguido por San Ignacio
y Trento se iba a ver frenado y casi detenido por la aparición de la
Enciclopedia y la Revolución Francesa a fines del siglo XVIII. La incredulidad,
el ateísmo y la indiferencia religiosa fueron los grandes enemigos de la fe en
el alborear del siglo pasado. Ya no se luchaba, como en tiempos del
emperador Carlos, por una idea religiosa, errónea o verdadera, sino que se
combatía, de palabra o por la espada, entre creer o no creer.
La ironía de Voltaire y el naturalismo de Rousseau, nacidos en el ambiente
disipado, vicioso y decadente de la corte de Luis XIV (época de los
"libertinos") preparó la gran revolución del 14 de julio. Los enciclopedistas,
algunos de los cuales se declaraban simplemente ateos, prepararon la venida
del
liberalismo.
Es
bien
sabido
que
los
soldados
de
Napoleón
lo
desparramaron por toda Europa y los Estados nacidos después de Waterloo
llevaban en su interior el germen de una revolución política, pero con raíces
antirreligiosas indudables. Pío VII tuvo que sufrir el enfrentarse con
Napoleón I, que deseaba obtener el divorcio de Josefina. Durante 14 meses
estuvo preso, pero finalmente el pontífice regresó a Roma y años más tarde
el emperador de los franceses moría en una isla perdida en el Atlántico Sur.
Al comenzar el siglo XX el Papa se consideraba voluntariamente preso en el
Vaticano desde el momento en que al constituirse el reino de Italia, las
tropas de Víctor Manuel habían disuelto los Estados pontífices.
Esta situación anómala fue resuelta en 1929 gracias al Tratado de Letrán por
el cual se constituía el territorio de la Santa Sede, o Vaticano. En el campo
político y social tres grandes tendencias se manifestaban entonces con
claridad; el viejo liberalismo convertido en defensor de los derechos de la
personalidad e individualidad en contra del poder abusivo del Estado; los
movimientos ultranacionalistas denominados corrientemente "fascismo", por
haber sido el duce el primero en manifestarse, y las tendencias socialistas
extremadas que con el nombre genérico de "comunismo" predicaban una
dictadura del proletariado y el Estado. Nada pudo hacer el pontificado para
evitar las guerras mundiales de 1914 y 1939, salvo cooperar al socorro de
prisioneros y personas desplazadas. El siglo XX se presentó con el signo de
lo social.
La doctrina católica sobre el trabajo fue expuesta ya con claridad por León
XIII en su encíclica Rerum Novarum y subrayado por Pío XI en la titulada
Quadragésimo Anno. Caracteriza a la Iglesia de la segunda mitad del siglo el
elevamiento del papel del clero nativo; la cooperación seglar a la obra
apostólica; el incremento del culto a María, manifestado por el realce de
Lourdes y Fátima; el movimiento provocado por el Año Santo de 1950; la
situación especial de los católicos en los países comunistas, que dio lugar a
la "Iglesia del Silencio" y el proceso de "aggiornamiento", es decir, la
adaptación de la estructura eclesiástica a las necesidades de la sociedad. La
actitud de los sucesores del Papa Pío XII, Juan XXIII, Paulo VI y Juan Pablo
II pusieron de manifiesto el interés que despierta el movimiento católico
incluso en los medios no confesionales y la realización del Concilio
Ecuménico demostró el profundo interés de la Iglesia en las renovaciones de
sus métodos para llegar a los grandes sectores de la población moderna.
LA VIDA CRISTIANA EN LA EDAD MEDIA.
La fe llenaba todos los aspectos de la vida medieval. No sólo las diócesis y
las iglesias tenían sus santos protectores, sino también los gremios de artes
y oficios. Las ceremonias de la nobleza, como la vela de las armas, la
bendición de la espada, etc., dieron a la caballería, institución típicamente
medieval, un sentido místico y cristiano. En las Galias, la consagración, que
desde Pepino el Breve hizo del rey el ungido del Señor, imprimió a la realeza
un carácter eminentemente religioso, del cual se derivaba una innegable
autoridad, pero también una gran responsabilidad. El Estado y la Iglesia
marcharon íntimamente unidos.
En concilios mixtos, nobles y obispos colaboraron en la codificación ya desde
tiempos de Carlomagno. La "tregua de Dios", generalmente respetada y la
pena de excomunión sirvieron para refrenar los impulsos demasiado bélicos
de una época exaltada. Fue aquella una época de piedad externa: devoción a
las reliquias, peregrinaciones a Tierra Santa, a Santiago y a Roma; mas, por
encima de todo, aquélla se manifestó en el grandioso movimiento de las
Cruzadas que se estudia en el tomo V de esta obra. Las catedrales
construidas por y para el pueblo fueron verdaderas Biblias, disertaciones
teológicas en piedra. El florecimiento de la pintura y la escultura va ligado
íntimamente a la Religión, sobre todo en Italia, Francia y España. Hasta el
Renacimiento los artistas de estos países raramente se atrevían a pintar
temas profanos. El teatro, por ejemplo, nació de una necesidad religiosa, la
de mostrar al pueblo en forma viva los grandes hechos evangélicos.
El
simbolismo
culminaba
en
los
menores
detalles.
Así,
en
las
representaciones de la Pasión, Jesús y el buen ladrón vestían túnicas
blancas, mientras el mal ladrón llevaba una vestimenta negra, reflejo de su
alma. La Escolástica, impulsada por el genio de Santo Tomás de Aquino, el
auge de las universidades, la creación de órdenes hospitalarias, etc.,
demuestran que la Iglesia había llegado a una plenitud en la que su doctrina
informaba la vida de las naciones. En el siglo XIII, la Escolástica alcanzó su
apogeo. No se concebía que pudiera existir un pensamiento que no
concordara por entero con la Fe. La autoridad de la Iglesia, reflejo de la
verdad divina, era el supremo testimonio. Santo Tomás entendía que todas
las ciencias prestan su ayuda a la ciencia sagrada como los vasallos al
soberano. La doctrina de Averroes, según la cual una misma cosa podría ser
verdadera desde el punto de vista teológico, y falsa desde el punto de vista
filosófico, no se concebía.
En realidad, no se concibe que tal cosa pueda ocurrir y en este sentido se
declaró la Iglesia, sustentando siempre la primacía de la Teología sobre todo
otro saber. La Escolástica sostenía que la Ciencia y la Fe no pueden sino
estar de acuerdo, pero con predominio de esta última. Fue una época de
intelectualismo exagerado si bien muy reducido, de grandes movimientos de
piedad unidos a crueldades incomprensibles; suma pobreza y fastuosa
ostentación. En la actualidad, aún leemos y meditamos un libro escrito en el
siglo XIV por un alemán, llamado Tomás de Kempis. Lo denominó Imitación
de Cristo, y los conceptos y consideraciones en él vertidos que se centran en
un desprecio total de los bienes terrenos, del mundo y los placeres para
alcanzar la unión con Cristo, no han perdido actualidad a pesar de los seis
siglos transcurridos desde la publicación de este famoso libro. Las violentas
luchas por las investiduras; los conflictos entre güelfos y gibelinos,
tendientes a debilitar el poder pontificio; la triste escisión de la Iglesia
oriental en el siglo IX; el cautiverio de Babilonia, al trasladarse la corte papal
a Avignon durante cuyo período hubo un momento en que la cristiandad
conoció a tres papas simultáneamente, preparaban una crisis, un cambio del
que la Iglesia debía salir más fortalecida.
LA VIDA MONASTICA.
En Occidente comenzó por ser una imitación de la que se practicaba en
Egipto. Así, aparecen las primeras fundaciones de San Martín en Francia
hacia el año 360. Una de las características más destacadas de la Edad
Media fue el monaquismo. El espíritu religioso incrementó el número de
monjes hasta llegar a cifras muy notables. La labor de piedad, estudio,
trabajo manual, austeridad y recogimiento que llevaron a cabo fueron para
aquella época violenta, islas de cultura y espiritualidad, de auténtica
civilización. San Benito de Nursia, en el siglo VI, conocía la vida eremítica
por haberla practicado con todo rigor, pero dulcificó la regla prescribiendo a
los monjes un vestido adecuado, suficiente alimentación y un sueño
reparador (cerca de ocho horas), abrevió el tiempo de rezo y propuso un
plan de vida en el que la oración y el trabajo se complementaban. En la regla
benedictina estaba previsto y ordenado todo: las atribuciones del abad, la
distribución de los oficios divinos, el empleo del tiempo, la liturgia, la
corrección de las faltas, etc. Los monjes estaban juntos en el coro, en el
refectorio, en el dormitorio y en el trabajo, formando como una gran familia.
La sociedad bárbara, propensa a la crueldad y a la violencia, recibió el influjo
pacificador de los monasterios, aunque en muchos casos éstos decayeron y
se convirtieron en plazas feudales con todos sus defectos, pero siempre por
haber abandonado la regla cediendo a los placeres mundanos. En el siglo X
surgió una corriente reformadora cuyo origen radicó en Cluny, en la
Borgoña. A los cluniacenses siguieron los camaldulenses, los agustinos y,
sobre todo, los cartujos, nacidos en la Chartreuse, en el obispado de Reims,
caracterizados por la severidad de su regla, cuya austeridad ha llegado hasta
nuestros días. Más adelante, ya en el siglo XII, surgieron dos grandes
reformadores impulsados por un mismo ideal religioso, pero enfrentados a
dos hechos diversos. Santo Domingo de Guzmán, fundador de los dominicos,
tuvo que luchar duramente para combatir la herejía albigense que se había
apoderado de gran parte de Francia.
Con la palabra y el rosario, el santo español consiguió vencer a los herejes
creando al mismo tiempo un movimiento de purificación dentro de la Iglesia.
Los contrastes más violentos se dieron en la Edad Media. Junto a obispos
feudales, más atentos a la administración de sus dilatadas tierras que a la
difusión del Evangelio, surgieron figuras que llevaron el ideal de Cristo hasta
lo sublime. El santo más notable en este aspecto es, sin duda, San Francisco
de Asís, el poverello italiano que hablaba a los pajarillos y llamaba hermanos
al sol, a la muerte y al viento. Los franciscanos fueron una de las más
importantes órdenes mendicantes en las cuales el voto de pobreza era
fundamental.
Este santo introdujo en la Iglesia el concepto de obediencia más íntimo y
universal, enraizado con el que se practicaba en los monasterios de los
primeros siglos del cristianismo, y también contribuyó a reforzar la sumisión
al poder del Papa. Posteriormente, las órdenes religiosas proliferaron
notablemente. Aparecieron los carmelitas, los trinitarios y los mercedarios,
éstos fundados especialmente para la redención de cautivos gracias a la fe
de San Pedro Nolasco, San Raimundo de Peñafort, y el rey Jaime I el
Conquistador.
LOS COMIENZOS DE LA REBELDIA.
En los siglos XII y XIII había surgido una herejía llamada catarismo o de los
albigenses. Diseminados por Alemania, Bélgica, España y Francia meridional,
los albigenses creían en la existencia de dos dioses contrarios, el uno
principio del bien y el otro principio del mal. Para ellos, Jesús era uno de
tantos espíritus emanados de la sustancia divina. Rechazaban la gracia, los
sacramentos, el culto de la cruz y de los santos, las imágenes y reliquias y el
sacrifico de la misa; sustituyéndolos todo con el consolementum, que era
una especie de bautismo. Su moral era austera: abstinencia absoluta de toda
comida de animales a excepción de pescado, virginidad perpetua, horror a la
mentira y al juramento, inviolable fidelidad a la secta. Algunos llegaron a
prohibir el matrimonio, alcanzando extremos de una severidad inconcebible.
No admitían la liturgia cristiana, basándose en que Cristo sólo había
enseñado una oración, el Padrenuestro. Condenaban la guerra y llegaban a
discutir la autoridad del estado, pretextando que Jesús había proclamado a
los fieles libres del censo romano, y con la supresión total del juramento,
minaban la sociedad feudal en uno de sus principios esenciales.
La predicación de Santo Domingo de Guzmán, la cruzada de Simón de
Montfort, la institución y funcionamiento de la Inquisición, cortaron los
vuelos de este anarquismo místico, pero la herejía albigense había dejado
dos semillas: el pretendido retorno al Evangelio y la reprobación de toda
autoridad no abonada por suficientes títulos de virtud. La autoridad de los
papas y el poder real de San Luis hicieron que la herejía quedara cercenada.
Mas el día en que la autoridad del estado vino a menos, y surgieron
disensiones entre los soberanos de la cristiandad, dichos gérmenes hicieron
posible la aparición del protestantismo. La estancia de los papas en Avignon,
el Cisma de Occidente, fue un nuevo y terrible golpe contra el crédito del
Pontificado, convirtiéndolo en blanco de acres censuras por sus abusos y por
su docilidad a las exigencias de la política francesa. Sin embargo, la fe aún
se conservaba profundamente arraigada y nadie se atrevía a poner en duda
la misión de la Iglesia, viendo en el cisma un castigo de Dios por los pecados
de los fieles. De un lado se dieron figuras heroicas y sublimes, como la de
Juana de Arco, en Francia, quemada viva a instancias de los ingleses por
hereje, y santificada más tarde por Roma. Pero los movimientos heterodoxos
fueron muchos.
En Inglaterra surgió Juan Wiclef, precursor de la Reforma, el cual sostenía
que la única regla de la fe era la Biblia. Juan Huss, profesor de la Universidad
de Drage, se hizo eco, en el centro de Europa, de las doctrinas rebeldes de
Wiclef. Un aire de polémica y crítica barría la cristiandad. En Florencia, el
fraile Savonarola predicaba la extrema pobreza y el retorno al Evangelio en
forma tan dura que le llevó a desobedecer al Papa Alejandro VI y murió en la
hoguera. El mundo presentía y preparaba el Renacimiento y con él la prueba
más dura para la Iglesia católica. Mientras tanto, Colón, al frente de un
puñado de españoles, descubría el Nuevo Mundo, que empezó a ser
evangelizado por hombres llenos de fe.
LOS CRISTIANOS NO CATOLICOS.
Más de la mitad de los seguidores de Cristo que hoy existen en el mundo
profesan la religión católica, y los que no se sienten obligados a obedecer la
autoridad del Papa se hallan divididos en varias ramas. En el siglo VI los
egipcios y los etíopes abrazaron el cristianismo cayendo en la herejía
monofisita que sostenía la naturaleza divina de Jesús con exclusión de la
naturaleza humana. Ante la invasión musulmana el 90% de la población
egipcia fue convirtiéndose al credo mahometano, pero aún existen en el país,
y sobre todo en Etiopía, numerosos cristianos coptos. La separación de la
Iglesia oriental a raíz del Cisma que se inició en el siglo IX y se hizo
definitivo en el XI ha dado lugar a una gran masa de cristianos que en el
dogma y en la práctica del culto poco se diferencian de los católicos. Cuando
los turcos conquistaron Constantinopla, una parte de cismáticos quedó
englobada en el imperio musulmán, especialmente los que vivían en Grecia,
mientras otros se sintieron atraídos por la Iglesia ortodoxa rusa, cuyo
corazón estaba en Moscú, a quien llamaban "la tercera y última Roma", pues
la segunda era la perdida Constantinopla. La Iglesia ortodoxa rusa sufrió
diferentes vicisitudes y persecuciones. Con la liberación de Grecia y los
Balcanes del dominio musulmán resultaron de este modo la Iglesia cismática
renaciente y la ortodoxa perseguida. En la actualidad ambas tienen vida
independiente y sus contactos con Roma son cada día más cordiales y
frecuentes, habiéndose arribado al levantamiento de las excomulgaciones
mutuas y a la supresión de los términos "heréticos" y "cismáticos" en sus
relaciones.
Los protestantes, que predominan en el Norte de Europa y Norteamérica, se
hallan divididos en numerosas sectas y confesiones. No es posible dibujar
hoy un mapa confesional en un país como los Estados Unidos. Católicos y
protestantes se hallan tan mezclados que no hay divisiones ni es posible
asegurar cuál de las dos confesiones tiene mayor número de adeptos. Pero
mientras los católicos mantienen la fe y la unidad de Roma, los protestantes
se encuentran ramificados en innumerables "iglesias".
LOS PRIMEROS TIEMPOS DE LA IGLESIA. La difusión del
cristianismo aparece como un auténtico milagro, ya que en poco tiempo se
extendió hasta los últimos rincones del Imperio y gozó de cierta protección
oficial. Desde los primeros tiempos fue preciso luchar esforzadamente para
mantener la pureza de la fe pues las herejías surgieron ya en los primeros
siglos. Los maniqueos pretendían demostrar la existencia de dos principios
iguales, el Bien y el Mal, adaptando ciertas religiones persas a la tesis
cristiana. Los montanistas aseguraban que así como el Antiguo Testamento
fue la religión del Padre y el cristianismo era la religión del Hijo, debía venir
otra religión del Espíritu Santo, más dura y severa. Más tarde los arrianos,
los pelagianos y otros, pusieron en peligro la rectitud del dogma. La iglesia,
a través de veinte siglos, ha tenido que esforzarse para mantener un
equilibrio entre dos tendencias extremistas; una la que niega la divinidad a
Jesús y, en general, destruye todo vínculo religioso dejando al hombre en
completa libertad. Otra no menos peligrosa (arrianistas, albigenses, etc.),
viene a predicar una religión tan dura y tan intolerante que resulta
inhumana. En Alejandría floreció la sabiduría cristiana en tiempos de los
primeros Padres de la Iglesia. Los denominados "griegos" y los "latinos",
como Tertuliano, asentaron las bases de una filosofía cristiana y las piedras
fundamentales del dogma. San Clemente de Alejandría, Orígenes, San
Basilio, San Juan Crisóstomo, y sobre todo San Agustín, fueron, junto con los
romanos pontífices, los grandes continuadores de la obra de los apóstoles. El
primer Concilio Ecuménico se reunió en Nicea el año 325. En sus sesiones se
debatieron muchos puntos que afectaban al dogma y a la disciplina, pero el
tema fundamental fue la refutación de la herejía de Arrio, el cual sostenía,
entre otras razones, que el Hijo no era igual al Padre. De los 318 obispos
asistentes 300 condenaron rotundamente el arrianismo. Uno de los paladines
de aquel concilio fue el obispo español Osio.
La iglesia Feudal
La Iglesia ocupó un lugar destacado en las instituciones de la Edad Media.
Fue la guía espiritual de la época. A pesar de su importancia, no pudo
mantenerse al margen del sistema vigente: ella también se “feudalízó,
proceso que le originó diversos dificultades. Sus altas jerarquías recibían
feudos de manos de los señores nobles o del emperador. Esto implicaba que
debían rendir juramento de fidelidad y convertirse en vasallos de personas
ajenas a la Iglesia. Era corriente entonces que el emperador o los señores
feudales nombraran obispos y párrocos, y les otorgaran los bienes
temporales tanto como los espirituales. Esto originó una descentralización
eclesiástica.
A estos problemas internos se sumó una serie de conflictos y controversias
con el alto clero de Bizancio. La Iglesia de Oriente tomó el nombre de
Ortodoxa y desconoció fa autoridad del Papa. Estos hechos sellaron la
ruptura, es decir el Cisma de Oriente, la separación definitiva de la Iglesia de
Bizancio y la Iglesia romana.
Del seno de la Iglesia Católica surgió entonces un movimiento reformador
que tuvo como objetivos principales poner fin a la intromisión del poder laico
en los asuntos religiosos y mejorar el clima espiritual del momento.
Las reformas fueron impulsadas por el Papado y por el clero regular.
El vigor de las órdenes monásticas: En el siglo X surgieron con gran
vigor nuevos órdenes monásticas, que intentaron luchar contra los males
que aquejaban a la Iglesia. Desde los monasterios se predicaba el
renunciamiento a las vanidades del mundo como una de las condiciones para
salvar el alma.
La reforma de los conventos partió de Francia. El 11 de noviembre del año
910, el duque de Aquitania, conocido como Guillermo el Piadoso, fundó un
monasterio en la localidad de Cluny y lo puso bajo la protección directa del
Papa, sustrayéndola de la autoridad del obispo local. Se formó entonces una
orden religiosa, la cluniacense, que observaba con mucho cuidado a regla de
San Benito:
la combinación del trabajo manual con la oración, la recitación de los
Salmos, el respeto por el silencio y la confesión pública de los pecados.
La orden cluniacense comenzó a condenar en forma sistemática ¡a
vinculación entre Iglesia-Estado; especialmente en referencia a la situación
en Alemania, donde los obispos eran “semifuncionarios” del emperador. Para
los monjes de Cluny, la función más importante que tenía que cumplir la
Iglesia en la Tierra era la salvación del alma y para ello necesitaba estar libre
de la intromisión estatal. Se debía terminar con la compraventa de cargos
eclesiásticos. Desde Cluny surgió entonces la idea de que el poder laico
debía estar subordinado al poder moral de los eclesiásticos.
La actividad que esta orden desarrolló rehabilitò el espíritu religioso en la
opinión pública. De esta orden surgieron muchos clérigos notables, como
Hlldebrando que luego se convirtió en el papa Gregorio VII. (Ver Reformas
Eclesiásticas de Gregorio VII)
En el siglo XI surgió otro movimiento reformista en Cister, bosque de
Francia, en donde el abad Roberto con algunos de sus religiosos se
instalaron para fundar un monasterio. Aplicaron también con respeto las
reglas de San Benito. Desde allí se desarrollé una orden religiosa de tal
magnitud que no tardó en hacerse célebre. Los monjes cístercenses tomaron
el nombre de bernardos, en honor de uno de sus clérigos más destacados,
San Bernardo. La influencia de Cister y Cluny no se limité al ámbito
religioso; también fueron los creadores de estilos arquitectónicos propios.
El movimiento monástico no se detuvo. En los siglos posteriores surgieron
nuevas órdenes, como los franciscanos y los dominicos.
A comienzos del siglo XIII un religioso italiano, San Francisco de Asís, fundó
la orden de los Frailes Menores, luego llamada franciscanos. Predicó dos
virtudes primordiales: la fe y la caridad, a través del ejemplo de una vida
humilde, y con la renuncia a las riquezas que le brindaba su familia. La orden
franciscana fue muy popular y se convirtió en una de las más fecundas
instituciones del catolicismo.
En el mismo siglo Santo Domingo de Guzmán fundó la orden de los
Predicadores, considerada como una de las más importantes órdenes
mendicantes.
El objetivo de Santo Domingo fue la necesidad de combatir la herejía
(desviación de la interpretación del dogma católico, no sólo con la palabra
sino con la conducta y las obras. Los dominicos renunciaban a los bienes
terrenales, concebían el estudio como una forma esencial para concretar sus
aspiraciones religiosas: sus claustros fueron verdaderos aulas de ciencias.
Los monasterios se convirtieron de esta manera en centros importantísimos
de la vida en esa época.
El mundo artístico e intelectual de la Alta Edad Media
En la Baja Edad Media la cultura está en manos de la Iglesia, pese a la cada
vez mayor presión por parte de los municipios. Los estudiantes universitarios
son considerados a todos los efectos como clérigos menores, y en caso de
que cometan algún delito o deban rendir cuentas ante la justicia son siempre
juzgados por tribunales eclesiásticos, no civiles.
La Alta Edad Media fue
una época de estupenda
vitalidad artística e
intelectual. El periodo fue testigo del crecimiento de las instituciones
educativas, un renacimiento del interés por la cultura antigua, un despertar
del pensamiento teológico, el resurgimiento de la ley, el desarrollo de una
literatura vernácula y
una explosión de
actividad en el arte y
la arquitectura. Si
bien los monjes
continuaron
desempeñando un
importante papel en la
vida intelectual, cada
vez más el clérigo
secular, las ciudades
y las cortes (fueran de
reyes, príncipes o
altos funcionarios
eclesiásticos)
comenzaron a ejercer
una nueva influencia.
De importancia
especial fueron las nuevas expresiones que surgieron en los pueblos y
ciudades.
Surgimiento de las Universidades
Las universidades, tal como las conocemos con profesorado, estudiantes y
grados académicos fue un producto de la Alta Edad Media. La palabra
universidad se deriva de la palabra latina universitas, que significa
corporación o gremio, y hacía referencia a un gremio de maestros o
estudiantes. Las universidades medievales eran gremios educativos o
corporaciones que formaban a individuos instruidos y capacitados.
LOS ORÍGENES DE LAS UNIVERSIDADES
Productos de la Alta Edad Media, las universidades proporcionaron a los
estudiantes educación artística liberal básica y la oportunidad de continuar
estudiando leyes, medicina o teología. Los cursos se enseñaban en latín,
principalmente por maestros que leían de libros. No había exámenes en los
cursos individuales, pero los estudiantes tenían que pasar un examen oral
completo para obtener un grado.
La educación en la Alta Edad Media descansaba, sobre todo, en el clero, es
decir, en los monjes. Aunque las escuelas monásticas fueron centros de
aprendizaje desde el siglo IX, fueron rebasadas en el curso del siglo XI por
las escuelas catedralicias, organizadas por el clero secular (monástico). Las
escuelas catedralicias se extendieron con rapidez en el siglo XI. Había veinte
en el año 900, pero para el año 1000, su número había crecido cuando
menos hasta doscientas, ya que cada ciudad catedralicia se sentía obligada a
establecer una. Las más famosas fueron las de Chartres, Reims, París, Laon
y Soissons, todas ubicadas en Francia que era, en verdad, el centro
intelectual de Europa en el siglo XII. Aunque el propósito principal de la
escuela catedralicia era educar a los sacerdotes para ser hombres de Dios
más letrados, también atrajeron a otros individuos que deseaban contar con
alguna
educación,
pero
no
querían
ordenarse
sacerdotes.
Muchos
administradores
universitarios
tuvieron
títulos
como
los
de
canciller,
preboste y decano, originalmente utilizados para los funcionarios de los
capítulos de la catedral.
La primera universidad europea apareció en Bolonia, Italia (a menos que uno
esté de acuerdo de conceder esta distinción a la primera escuela de
medicina, establecida con anterioridad en Salerno Italia). La fundación de la
Universidad de Bolonia coincidió con la renovación del interés por el derecho
romano sobre todo por el redescubrimiento del Código de Derecho Civil de
Justiniano (véase la opción Renacimiento del derecho romano) En el siglo XII
un gran maestro, como lrnerio (1088-1125) podía atraer a estudiantes de
toda Europa. La mayoría de ellos eran seglares, a menudo individuos de
edad que desempeñaban funciones de administradores de los reyes y
príncipes, y estaban deseosos de aprender más sobre derecho para aplicar
sus conocimientos en sus profesiones.
Para protegerse, los estudiantes de Bolonia formaron un gremio, o
universitas, que el emperador Federico Barbarroja reconoció y al cual le dio
una cédula en 1158. Aunque el cuerpo docente también se organizó como
grupo, la universitas de estudiantes de Bolonia tuvo mayor influencia.
Obtuvo, por parte de las autoridades locales, una promesa de libertad para
los estudiantes, regulé el precio de los libros y del hospedaje y, además,
determiné los estudios> las cuotas y el profesionalismo de los maestros. Se
multaba a los profesores si faltaban a una clase o comenzaban tarde sus
lecciones. La Universidad de Bolonia siguió siendo la mejor escuela de leyes
de Europa durante la Edad Media.
En el norte de Europa, la Universidad de París se convirtió en la primera
universidad prestigiosa. Varios maestros —que habían recibido su licencia
para enseñar de la escuela catedralicia de Notre Dame, de París—
comenzaron a aceptar estudiantes extra por una paga. A finales del siglo XII
estos maestros de París formaron una universitas, o gremio de maestros. En
1200, el rey de Francia Felipe Augusto reconoció de manera oficial la
existencia de la Universidad de París. La Universidad de Oxford, en
Inglaterra, se organizó según el modelo de la de Paris, y apareció por
primera vez en 1208. Una migración de académicos de Oxford, ocurrida en
1209, condujo a la fundación de la Universidad de Cambridge. En la Alta
Edad Media los reyes> papas y príncipes rivalizaron en la fundación de
nuevas
universidades.
A
finales
de
la
Edad
Media
había
ochenta
universidades en Europa, la mayoría de ellas localizadas en Inglaterra,
Francia, Italia y Alemania
Arquitectura románica: ‘Un blanco manto de iglesias”
Los siglos XI y XII atestiguaron una explosión en la actividad constructora,
tanto pública como privada. La edificación de castillos y de iglesias absorbió
la mayor parte del excedente de los recursos de la sociedad medieval y, al
mismo tiempo, reflejó sus preocupaciones básicas: Dios y la guerra. Las
iglesias fueron, por mucho, los más conspicuos de los edificios públicos.
Como un cronista del siglo XI comentó:
Al acercarse el 1000, la gente de todo el mundo, pero sobre todo de Italia y
Francia, comenzó a reconstruir sus iglesias. Aunque la mayor parte de ellas
ya estaban construidas y no necesitaban grandes cambios. Las naciones
cristianas rivalizaban entre sí por tener los edificios más bellos. Uno podría
decir que el mundo estaba sacudiéndose, deshaciéndose de sus viejas
vestiduras y ataviándose con un blanco manto de iglesia. Así, casi todas las
catedrales y monasterios consagrados a diversos santos —e, incluso, las
pequeñas capillas de las villas— eran reconstruidas por los fieles más
hermosamente.
Bóveda cilíndrica. Los siglos XI y XIII
fueron testigos de una intensa actividad
en la construcción de iglesias. Al utilizar
la forma de la basílica los maestros
constructores
remplazaron
los
techos
planos de madera por grandes cúpulas
de piedra conocidas como bóvedas de
cañón o bóvedas cilíndricas. Corno esta
fotografía de una iglesia románica de
Viena lo evidencia, la bóveda de cañón
limitaba el tamaño de una iglesia y
dejaba poco espacio para las ventanas.
Cientos de nuevas catedrales, abadías e iglesias de peregrinación —así como
miles de iglesias parroquiales de las villas rurales— se construyeron en los
siglos XI y XII. La extraordinaria actividad constructiva reflejó tanto la
cultura religiosa revivida como la riqueza incrementada de la época, gracias
a la agricultura, el comercio y el crecimiento de las ciudades.
Las
catedrales
del
siglo
XI
y
XII
se
construyeron
con
un
estilo
verdaderamente internacional: el estilo románico. La construcción de las
iglesias exigió los servicios de maestros constructores profesionales, cuya
contratación a lo largo de toda Europa garantizó una homogeneidad
internacional de las características básicas. Ejemplos sobresalientes de las
iglesias románicas pueden encontrarse en Alemania, Francia y España.
Las iglesias románicas se construían normalmente en la forma de basílica
rectangular, utilizada en la construcción de iglesias durante el Imperio
Romano tardío. Los constructores románicos hicieron una importante
innovación al reemplazar el antiguo techo de madera plano por una enorme
bóveda de piedra, llamada bóveda de cañón o cilíndrica, o con una bóveda
en cruz, en la que se intersecaban dos bóvedas cilíndricas (una bóveda no es
más que un techo curvo de mampostería). Este último tipo de bóveda se
utilizó al añadirse un brazo de crucero para formar un plano de iglesia en
forma de cruz. Aunque las bóvedas cilíndricas y las de cruz eran difíciles de
construir desde un punto de vista técnico, se les consideró más agradables
estéticamente y técnicamente más eficientes, y tenían una fina acústica.
Debido a que las bóvedas de piedra eran sumamente pesadas, las iglesias
románicas exigían pilares y muros masivos para soportarlas. Esto dejaba
poco espacio para las ventanas, lo cual las hacía notoriamente oscuras en su
interior. Sus enormes muros y pilares confirieron a las iglesias románicas la
impresión de fortalezas. De hecho, los muros masivos y las estrechas
ventanas también fueron característicos de la arquitectura de los castillos de
ese periodo.
La Catedral Gótica
Comenzada en el siglo XII y perfeccionada en el
siglo XIII, la catedral gótica sigue siendo uno de
los grandes triunfos artísticos de la Alta Edad
Media. Encumbrándose casi como si fuese a tocar
el
cielo,
fue
un
símbolo
apropiado
de
la
preocupación de las gentes del medioevo respecto
a Dios.
La catedral gótica. La catedral gótica fue uno de
los grandes triunfos artísticos de la Alta Edad
Mcdia. Aquí se muestra la catedral gótica de
Burgos.
Dos innovaciones fundamentales del siglo XII posibilitaron la existencia de
las catedrales góticas. La combinación de las bóvedas acanaladas y de los
arcos punteados reemplazaron las bóvedas cilíndricas de las iglesias
románicas y permitió a los constructores hacer que las iglesias góticas
fuesen más altas que sus contrapartes románicas. La utilización de los arcos
punteados y de las bóvedas acanaladas creó una sensación de movimiento
ascendente, una sensación de ingravidez vertical que implicaba la energía de
Dios. Otra innovación técnica también resultó importante. El contrafuerte,
básicamente un pilar de piedra muy arqueado que se construía fuera de los
muros, posibilitó la distribución del peso de los techos abovedados de la
iglesia en dirección hacia abajo y hacia afuera, lo cual eliminaba los pesados
muros utilizados en las iglesias románicas, como soporte del peso de las
enormes
bóvedas
cilíndricas.
Por
tanto,
las
catedrales
góticas
se
construyeron con muros delgados que se complementaban con magníficos
vitrales, lo cual creaba un juego de luces en su interior, que variaba con el
Sol en diferentes momentos del día.
Los artesanos medievales de los siglos XII y XIII perfeccionaron en arte de
los vitrales. Pequeñas piezas de vidrio se teñían con brillantes colores como
joyas. Esta preocupación por la luz coloreada en las catedrales góticas no fue
accidental, sino que fue ejecutada por gente inspirada en la creencia de que
la luz natural era un símbolo de la divina luz de Dios. La luz es invisible, pero
permite a la gente ver; de esta misma forma, Dios es invisible, pero su
existencia permite que el mundo de la materia exista. Los que estaban
anonadados
por
el
significado
místico
de
la
luz
también
estaban
impresionados por el significado místico del número. Las proporciones de las
catedrales góticas se basaron en razones matemáticas cuyos constructores
creían que se derivaban de la escuela antigua griega de Pitágoras, y que
expresaban la armonía intrínseca del mundo tal y como la estableció su
creador.
La primera catedral enteramente gótica fue la iglesia de la abadía de SaintDenis, cerca de París, surgida de la inspiración de Suger (el famoso abad del
monasterio que ejerció ese cargo de 1122 a 1151) y que se construyó entre
1os años 1140 y 1150. A pesar de que el estilo gótico fue un producto del
norte de Francia, a mediados del siglo XIII la arquitectura gótica francesa se
había diseminado en Inglaterra, España y Alemania, de hecho a casi toda
Europa. Este estilo gótico francés tuvo sus expresiones más brillantes en las
catedrales de París (Notre Dame), Reims, Amiens y Chartres.
La catedral gótica supuso el trabajo de una comunidad completa. Todas las
clases contribuían en su construcción. Se recolectaba dinero de la gente
acaudalada de la villa que había prosperado gracias al nuevo comercio y a
las industrias recientes, así como de los reyes y nobles. Los maestros
albañiles, que eran arquitectos e ingenieros, diseñaban las catedrales.
Delineaban los planos y supervisaban el trabajo de construcción. A los
mamposteros y a otros artesanos se les pagaba un salario diario y
proporcionaban la mano de obra especializada para construir las catedrales.
De
hecho,
estas
construcciones
fueron
las
primeras
estructuras
monumentales importantes construidas por una mano de obra libre y
asalariada.
La construcción de las catedrales a menudo
se convirtió en una competencia cerrada, en
la
medida
en
que
las
comunidades
rivalizaban entre sí para tener una torre
más alta; rivalidad que, en ocasiones,
terminaba en desastre. La catedral
de
Beauvais,
se
en
el
norte
de
Francia,
derrumbó en 1284 tras alcanzar una altura
de
ciento
cincuenta
y
siete
pies.
Las
catedrales góticas también dependieron de la fe de la comunidad. Después
de todo, a menudo se necesitaban dos o más generaciones para terminar
una catedral; por lo que la primera generación de constructores debía
comenzar, a sabiendas de que tal vez no vivirían para ver completado el
proyecto. Pero, lo más significativo de todo, es que una catedral gótica
simbolizaba la principal preocupación de una comunidad cristiana medieval,
su dedicación a un ideal espiritual. Como hemos observado, el edificio más
grande de una era refleja los valores de su sociedad. La catedral gótica, con
sus torres que subían hacia el cielo, dio testimonio de una era en la que el
impulso espiritual aún subyacía en la mayor parte de la existencia. Los
vitrales de las catedrales góticas son notorios por la belleza y variedad de
sus colores, Estos representan un sorprendente número de escenas, como
puede observarse en esta icografía.
Fuente
Consultada:
Civilizaciones
del
Occidente-
Volumen
A
Jackson
Spielvogel
Mientras en Occidente la invasión de los bárbaros terminó con la unidad
política, en Oriente, el Imperio Romano se mantuvo intacto y sobrevivió
durante mil años más. Constantinopla, su capital, emplazada en la antigua
colonia griega de Bizancio, contaba con una excelente situación económica
que le permitió mantener un ejército bien dotado y una administración
eficaz. Con estos elementos consiguió superar y desviar los ataques
exteriores. La historia del Imperio Romano de Oriente comenzó en el año
395, cuando Teodosio el Grande dividió el imperio entre sus dos hijos, y a
Arcadio le asignó el bizantino. En el siglo VI surgió un emperador que soñó
con unificar el antiguo Imperio Romano y dedicó sus esfuerzos a lograrlo.
Justiniano
Justiniano: “la renovación imperial” Justiniano (527-565), que pertenecía a
una dinastía de origen macedónico, considerada a Bizancio como la única
sucesora legítima de la grandeza de Roma. Intentó recuperar la unidad
romana y para ello atendió dos aspectos fundamentales: la reconquisto de
los territorios occidentales y el fortalecimiento del poder real.
En el año 527, al morir el viejo, emperador Justiniano, le sucedió su sobrino.
Justiniano. Pertenecía a una humilde familia de campesinos macedónicos,
pero poseía gran talento: era sumamente culto y de gran inclinación
artística, aunque carecía de energía suficiente. Estaba casado con la célebre
TEODORA, mujer de fama escandalosa, pero dotada de extraordinario
talento e indomable voluntad. A ella debió Justiniano. gran parte del éxito de
su gobierno.
Apenas llegados al trono, el sueño de la pareja imperial fue volver a
resucitar el antiguo Imperio Romano. Y para integrarlo, Justiniano planeó
numerosas campañas, sirviéndose de los dos militares más grandes de su
época, los generales BELISARIO y NARSES
• Comenzó invadiendo el norte de África y apoderándose, en el año 533, del
reino que allí habían establecido Los Vándalos.
• Luego sus tropas cruzaron el estrecho y atacaron a los Visigodos,
adueñándose de toda la zona sur de España.
• Después emprendió lo más difícil: la reconquista de Italia, dominada en
ese entonces por los Ostrogodos. La guerra fue larga y costosa, pero en el
553 los orientales eran dueños de toda la península.
Así estuvieron a un paso de reconstruir el antiguo Imperio: todo el
Mediterraneo era nuevamente un ‘lago romano”, y sólo faltaba reconquistar
las Galias y las provincias del Danubio.
Pero este sueño no pudo realizarse: en él otro extremo del imperio se habían
levantado, una vez mas, los eternos enemigos de los romanos:
Los Persas:
• Los Persas estaban viviendo un período de esplendor, y acaudillados por su
rey CÓSROES, obtuvieronn varios triunfos frente a los generales de
JUSTINIANO. La lucha se suspendió cuando el emperador se comprometió a
pagarles un tributo anual.
• Además, por ese mismo tiempo, a través de la Macedonia se venía
abriendo paso nuevas tribus asiáticas: los Avaros y los Búlgaros; en algunas
oportunidades llegaron casi basta las murallas de la capital, y costó mucho
hacerlos retroceder.
Todos
estos
contratiempos
impidieron
que
JUSTINIANO
realizara
su
proyecto. Sin embargo tuvo aún mayor mérito al fijar definitivamente las
leyes romanas: el Derecho Romano.
EL CODIGO JUSTINIANO: En cuanto a la organización interna, Justiniano
dispuso una gran codificación del derecho romano, que contribuía,
además, al basamento de su poder. En el año 528 ordenó elaborar un
Código que recogía todos los decretos imperiales que se habían redactado a
partir del Edicto Perpetuo de Adriano,
A poco de subir al trono, el emperador
encargó
a
su
amigo
el
gran
jurista
TRIBONIANO que revisara todas las Leyes
Romanas a partir del Edicto Perpetuo de
Adriano, las armonizara con el cristianismo y
finalmente las ordenara por materias. Y en el
año 530 promulgó el famoso CÓDIGO que de
inmediato se transformó en la base jurídica
del Imperio y de todo el Occidente.
Poco después, esta obra se completó 0con una colección de opinión y
sentencias de los más famosos jueces romanos, las PANDECTAS,. Digesto, y
además
un
manual
para
los
estudiantes
de
abogacía,
INSTITUTAS.
Finalmente, le añadió las NOVELAS, es decir las ley nuevas promulgadas
durante su gobierno.
Así, por obra de Justiniano, Roma continuo rigiendo al mundo sus leyes, casi
hasta nuestro siglo. También tuvo tiempo este gran emperador para dar un
fantástico impulso a las artes: en Constantinopla se multiplicaron los palacios
los templos ‘más espléndidos del mundo, y su Corte Imperial fue más
fastuosa y brillante que hasta entonces se había conocido.
Pero entre todas las obras sobresalió, sin discusión, la Catedral Santa Sofía
(imagen): su lujo y su esplendor en mármoles, mosaicos y pedreria
constituyeron el símbolo de la gloria del Imperio.
En Bizancio el poder del emperador era absoluto, no tenía ningún límite de
carácter constitucional. La Iglesia también estaba halo su autoridad, existía
el cesaropapismo. En Occidente, en cambio, la Iglesia mantuvo su
independencia respecto del Estado.
(En azul se puede apreciar los territorios ganados por Justiniano)
Cesaropapismo:
intromisión
del
poder
político
en
las
cuestiones
eclesiásticas, “el César es el jefe del Estado y el jefe de la Iglesia”. Justiniano
intervenía activamente en la religión: designaba a los prelados, resolvía
cuestiones de fe, componía cantos litúrgicos
Los territorios recuperados por Justiniano se perdieron para el imperio luego
de su muerte.
Y A fines del siglo VI, los lombardos invadieron Italia y los visigodos
restablecieron su poderío en las costas de España.
En el siglo VII, un nuevo poder, el de los árabes y el Islam, le arrebató
extensos territorios (Egipto, Siria, Palestina y Africa). A partir del siglo IX se
instalaron en los Balcanes pueblos de origen eslavo (croatas y serbios).
El Imperio Bizantino quedó limitado al dominio del Asia Menor; su límite
Norte era Tracia. Igualmente, con períodos de esplendor y decadencia,
Constantinopla fue la única gran ciudad” de la Edad Media; heredera del
esplendor y la vida animada de Roma, logró mantenerse independiente hasta
el siglo XV, cuando fue conquistada por el poder turco.
Constantinopla: “un gran centro comercial’
La actividad básica de la economía bizantina fue agricultura, complementada
con una importante actividad artesanal. En las ciudades del imperio se
desarrollaron las industrias textiles, la cerámica, la orfebrería, el mosaico
Constantinopla, por su privilegiada situación geográfica comerciaba con el
Norte, Oriente y Occidente. Actuaban en realidad, como intermediaria
comercial, compra de productos de Oriente, generalmente de luto (especies
piedras preciosas, oro) y los vendía en Occidente. Constantinopla se
convirtió de este modo en un centro comercial muy importante; su moneda
de oro, bezante, fue muy utilizada.
La cultura bizantina: punto de unión entre Oriente y Occidente Podríamos
definirla como una cultura síntesis en la que confluyeron diferentes aportes:
los grecorromanos, los cristianos y los orientales. Constantinopla fue el
centro de una civilización que perduró hasta el siglo XV y que actuó como
depositaria y salvadora de la tradición de la antigüedad clásica. En Bizancio
se preservó gran parte de las obras literarias de griegos y romanos.
Justiniano realizó también una importante codificación de las leyes romanas.
Además del Código ya mencionado que recogía los decretos imperiales, su
labor continuó con:
Y El Digesto o Pandectas: reunía los textos de los juristas romanos
importantes.
Las Institutos: destinadas a los estudiantes, contenían los principios básicos
del derecho. Y Las Novelas: consunto de leyes nuevas.
El Imperio Bizantino desempeñó además un papel importante en la difusión
del cristianismo y la cultura grecorromana en la zona de los Balcanes y las
estepas rusas. En suma, fue “el punto de unión” entre Oriente y Occidente.
Las artes
En ellas podemos advertir las influencias griegas (en el equilibrio y la
armonía de las formas orientales y en el predominio del gusto por la
decoración) y cristianas (en la elección de temas como la glorificación de
Cristo, la Virgen y los apóstoles).
La arquitectura bizantina fue su más bella expresión. Los ejemplos más
importantes son la catedral de Santa Sofía, de Constantinopla y la iglesia de
San Vital, en Ravena. Su particularidad es el uso de la cúpula en la
construcción de las
iglesias.
La pintura y la escultura
fueron
Bizancio
accesorias
como
artes
concebidas
en
o
complementarias de la
arquitectura. Trabajaron
sobre todo los mosaicos
para
la
(paredes
bóvedas).
En
cambio,
en
llamadas
y
destacaron
industriales’:
las
la
decoración
se
artes
fabricación de joyas y
toda clase de objetos
suntuarios,
con oro, plata y piedras
preciosas; los tejidos de
seda; los bordados y las
encuadernaciones,
apreciadas en las regiones con las que comerciaban.
realizados
muy
EL ESCUDO DE EUROPA: Uno de los grandes méritos del Imperio de
Oriente fue que durante toda la Edad Media, mientras las jóvenes naciones
europeas completaban su formación, Bizancio les sirvió’ de escudo parando
los golpes de los pueblos bárbaros que Asia, vuelta a vuelta, lanzaba contra
el Mediterráneo: persas, bulgaros, árabes y turcos. Estos últimos fueron sus
más feroces enemigos.
Al final, tras ocho siglos de lucha, la decadencia de Bizancio se fue
acentuando. Hacia el año 1400 se presentía el desenlace: los emperadores
Paleólogos se reconocieron vasallos de los Sultanes Turcos, y medio siglo
después, en 1453, las tropas de Mahomet II (imagen) entraron a degüello
en Bizancio. Así concluyó el Imperio de Oriente. Pero para entonces, Europa,
ya mayor de edad, estaba preparada para hacer frente a las bordas
asiáticas.
Este pueblo nómada de las estepas eurasiáticas
fundó en el siglo XIII, bajo el liderazgo de
Gengis Khan, el mayor imperio de la historia.
Eran una tribus de jinetes nómadas de las
estepas del Asia Central, su lugar de origen
coincide aproximadamente en la actualidad con
la
república
de
Mongolia
y
las
franjas
meridionales de Siberia. En el siglo XIII, bajo el
liderazgo de Gengis Khan protagonizaron un
movimiento de expansión de tal magnitud, que
el imperio mongol llagó a extenderse desde China por el Este, a Rusia y el
imperio islámico por el Oeste.
Los Mongoles antes de Gengis Khan
Los pueblos mongoles pertenecen al amplio grupo de pueblos mongoloides,
del que también forman parte chinos, japoneses, coreanos, thais, etc. Su
medio geográfico configuró una forma de vida nómada, basada en el
pastoreo de cabras, ovejas y caballos, muy similar a la de otros pueblos
esteparios, como los turcos y los tunguses (manchúes), con los que también
comparten una filiación lingüística (lenguas uralo-altaicas). Parece que su
hábitat original se situaba en las llanuras al sureste del lago Baikal, aunque
algunos grupos se extendieron al norte del mismo, en la taiga siberiana,
donde vivían de la caza. Su forma de vida motivó la extremada sencillez de
las sociedades mongolas. Agrupados en tribus, vivían en tiendas que
transportaban consigo en sus desplazamientos en busca de nuevos pastos,
no
practicaban
la
agricultura
ni
tenían
ciudades
o
asentamientos
permanentes. El chamanismo y la veneración de los fenómenos naturales
constituían sus principales prácticas religiosas.
Estas circunstancias motivaron el que los mongoles raramente fundaran
Estados, aunque se dieron algunas excepciones. Como otros pueblos
nómadas, los mongoles eran excelentes arqueros y jinetes. Convertidos en
una fuerza guerrera, su extremada movilidad y velocidad hacía de ellos una
seria amenaza para cualquier ejército. Gracias a ello consiguieron fundar
efímeros Estados en diversas épocas, como el reino de Yen (siglo IV), el
imperio juan-juan (siglos V y VI) o el de los kihtan (siglos X y XI) al norte de
China, o el de los kara-kitai (siglos XI y XII) en Asia Central. A causa de la
inestabilidad interna y de la presión de otros nómadas, frecuentemente
azuzados
por
el
imperio
chino,
estos
Estados
solían
desaparecer
rápidamente, y las tribus mongolas volvían a su existencia errante.
Gengis Khan
En 1196 Temuyin, un jefe de clan mongol, fue elegido khan
o kan (soberano) por una asamblea de las tribus. En pocos
años sometió a su autoridad a todas las tribus turcas y
mongolas que vivían en torno al Baikal, y en 1206 fue
proclamado khagan (soberano supremo) por todas las
comunidades, y adoptó el nombre de Gengis Khan (soberano universal).
Organizó su nuevo Estado sobre dos pilares. El ejército fue dividido en tres
tipos de fuerzas: una caballería pesada para romper las formaciones
enemigas, una caballería ligera (la especialidad mongola), que con sus
continuos y rápidos ataques y retiradas hostigaba y debilitaba al enemigo
hasta vencerlo, y cuerpos auxiliares de ingenieros e infantería, normalmente
reclutados entre los pueblos sometidos, y empleados en los asedios de
ciudades. Los hombres eran repartidos en nuevas unidades, rompiendo las
tradicionales agrupaciones tribales, lo que daba cohesión al conjunto,
reforzado por la presencia de los 10.000 bahadur, la guardia personal del
Khan. La movilidad y sobriedad de este ejército y la organización de un
eficaz sistema de correos (yam) permitían desplazar rápidamente grandes
contingentes de tropas a lo largo de enormes distancias y concentrarlas por
sorpresa contra el enemigo, con efectos devastadores.
Por otro lado, la yasa era la ley imperial que daba cohesión y organizaba el
conjunto de las Instituciones del Imperio. La soberanía era electiva dentro de
la familia de Gengis Khan, cuyos miembros acaparaban los máximos poderes
civiles y militares. La cancillería imperial y el tribunal supremo eran dirigidos
por mongoles. El Imperio se dividía en distritos militares, y los jefes del
ejército, miembros del gran consejo imperial, se encargaban también de la
administración, auxiliados por una numerosa y eficiente burocracia, escogida
entre los pueblos sometidos.
Con estos elementos, los mongoles emprendieron una espectacular serie de
conquistas. En 1209
sometieron el reino
tungús
de
Xixia, después
conquistaron el norte de China hasta Pekín (1215). Gengis Khan obtuvo el
vasallaje pacífico de los kara-kitai (1218) y atravesó sus tierras en 1221
para conquistar el sultanato turco musulmán de Jwarizm (noreste de Irán).
Combinando la tolerancia con las poblaciones sometidas pacíficamente y la
mayor crueldad con los enemigos vencidos, convirtió el terror en un arma
tan eficaz como su ejército. Sus lugartenientes Subotay y Djebe realizaron
una incursión al sur de Rusia, venciendo a os cumanos y los rusos en Kalka,
en 1223.
Sus primeros sucesores
A la muerte de Gengis Khan (1227) el imperio, que se extendía desde
Manchuria hasta el mar Caspio, estaba repartido entre su hijos, bajo la
soberanía del Gran Khan. En 1229 la asamblea de los nobles mongoles eligió
para este puesto a Ogodei. este continuó las conquistas mientras organizaba
el imperio, estableciendo ¡a capital en Karakorum (1235). El imperio Km del
norte de China fue totalmente conquistado (1234), así como gran parte de
Persia (1239). Batu, sobrino de Ogodei, acompañado por Subotay y Mangu,
marchó sobre Occidente, destruyendo a los búlgaros del Volga (1236),
aplastando a los rúsos y tomando Kiev (1240). Atacó entonces Polonia,
Hungría y Alemania, llegando hasta el Adriático (1241). Pero cuando iba a
atacar Viena, la noticia de la muerte de Ogodei le hizo volver rápidamente a
Karakorum para defender sus derechos al trono. Tras un periodo de minorías
y regencias (1241-51), durante el reinado de Mangu Khan (1251-59) el
imperio alcanzó su máxima extensión. Su hermano Hulagu, gobernador de
Persia, acabó con la secta de los asesinos (1256) y conquistó todo Irak,
ejecutando al último califa de Bagdad (1258), pero fue vencido por los
mamelucos de Egipto en Am Yalut (1260).
Kublai Khan y la disgregación del Imperio
Kublai, otro hermano de Mongu, encargado de la conquista del Imperio chino
de los Song, fue elegido Gran Khan (1260-1294). En seguida trasladó su
capital a Pekín, llamada Kanbalik. Desde allí completó la conquista de toda
China (1279) y envió expediciones contra Japón, Indochina e Indonesia. Bajo
su reinado y el de sus sucesores, el Imperio chino-mongol alcanzó una gran
prosperidad, gracias al orden interno y a que la tolerancia y la pax mongolica
impuestas sobre gran parte de Asia favorecían enormemente el intercambio
de ideas y mercancías. Fue en esta época cuando el famoso viajero
veneciano Marco Polo llegó a la corte del Gran Khan, donde recibió cargos y
honores. También llegaron otros comerciantes y misioneros, como el
franciscano Ruysbroek.
Pero también en esta época comenzó la disolución del inmenso Imperio. La
smización del Khan y de la dinastía Yuan por él fundada hizo que otros
miembros de la familia se rebelaran contra su autoridad. Su nieto Kaidu
fundó un kanato independiente en Asia central, que sólo fue sometido por
Timur (1295-1307), sucesor de Kubiai, que no pudo impedir sin embargo la
pérdida de control sobre los khanatos o khanatos occidentales. La misma
dinastía Yuan fue
derrocada en China por los Ming (1368) y sus
descendientes se retiraron de nuevo a Mongolia.
Los khanatos de Asia central y occidental
A partir de 1260 el imperio se había convertido en una federación de
khanatos, bajo la soberanía cada vez mas teórica del Gran Khan,
frecuentemente enfrentados entre sí.
En Asia central, el kanato de Yagatay, tras una fase de expansión, comenzó
su declive a la muerte de Kaidu (1301), mientras se turquizaba e islamizaba
progresivamente. Tras sufrir el embate de Tamerlán (finales del siglo XIV) y
la presión de los rusos, se dividió en varios khanatos que fueron
progresivamente absorbidos por el Imperio ruso (siglos XVI-XX).
Al oeste, el khanato de Quipcap o de la Horda de Oro, en Siberia occidental,
impuso su autoridad a los principados rusos y llegó a amenazar Bizancio.
Islamizado superficialmente, se alió con los mamelucos, ayudando a su
victoria en Am Yalut. Debilitado por la rebeldía de los príncipes de Moscú
(1380) y la derrotalrente a lamerlán (1395), perdió definitivamente el
control sobre Moscovia en 1480, y se escindió en los khanatos de Kazán,
Astrakán y Crimea. El último de ellos logró resistir el expansionismo ruso
hasta fines del siglo XVIII
Las conquistas de Hulagu en Persia llevaron a la fundación del Imperio de los
llkharies o Iljanes. Éstos, tras algunos intentos de alianza con la cristiandad
europea contra los mamelucos y los príncipes musulmanes de Siria,
acabaron convirtiéndose también al islam a finales del siglo XIII. Esto no
impidió la disgregación de su imperio a la muerte de Abu Said (1335).
Los timuríes
En 1360, el turco islamizado Tamerlán (Timur Lenk, «el cojo») se proclamó
descendiente de Gengis Khan y unificó a las tribus turcas y mongolas de Asia
central. En una serie de campañas devastadoras sometió a su autoridad toda
Persia, el khanato de Quipcap (1396), el norte de la India (1399) y el
sultanato otomano de Asia Menor (1402). Pero a su muerte (1405), su gran
Imperio, con capital en Samarcanda, se desintegró rápidamente.
Un descendiente suyo, Babar, fundó en 1506 el Imperio mogol de la India,
que gobernaría durante dos siglos la mayor parte del subcontinente, hasta
su sometimiento por los ingleses entre los siglos XVIII y XIX
La caída del imperio romano de oriente
Mientras que en Europa Occidental el feudalismo decaía con la afirmación de
los monarcas nacionales, en Europa oriental se sentía la amenaza de nuevas
invasiones procedentes de Asia. que reiteradamente pretendían conquistar
también el Imperio Bizantino.
En el siglo XII, los mongoles, pastores guerreros y nómades del Norte de
China, organizaron un importante imperio que se extendió por Rusia, Siria y
el Norte de India. Su fundador fue Gengis Kan (1154-1227), guerrero y
conquistador de temible fama por las devastaciones que sembraba a su
paso.
En el siglo XIII, el emperador Tamerlán logró la conquista del resto de India,
Persia. Mesopotamia y Asia Menor. Gran importancia para la historia del
Medioevo occidental tuvo la irrupción de otro pueblo asiático: los turcos.
Procedentes del Turquestán, el pueblo turco había descendido en el siglo IX
al califato de Bagdad., donde se asenté. Con el tiempo, los turcos lograron
derrocar a la dinastía de los Abásidas y fundar la propia con Otmán I, el
Victorioso. Por él se conoció a los turcos con el nombre de otomanos.
Los turcos otomanos habían surgido como un pequeño estado en el Noroeste
de Anatolia, tras el hundimiento del sultanato Rum. Reciben su nombre de su
organizador, Otmán I, y consiguieron unidad y fuerza a las órdenes de
Orján, el hijo de Otman. Su empuje se debió en parte al apoyo de los "gazi",
guerreros musulmanes que practicaban la jihad (la guerra santa se
denomina en turco "gaza"), dispuestos a luchar contra el imperio bizantino.
A partir de allí comenzaron una expansión que los llevó en el siglo XV a
poseer vastos territorios en Europa. Asia y África. En 1453, su objetivo fue
lograr una nueva capital. Para ello, se dirigieron a Constantinopla y la
conquistaron luego de dos meses de resistencia.
Mohamed II
Al comenzar el siglo XV el imperio Bizantino estaba reducido a la ciudad de
Constantinopla y a una pequeña área al norte de ella. Los turcos rodearon
Constantinopla y pidieron su rendición, pero los turcos no pudieron mantener
el asedio por haber sido atacados por el conquistador mongol de Asia Central
Tamerlán Timur (1402). Finalmente en 1453 el sultán Mohamed II conquistó
Constantinopla.
Mohamed II convirtió a la ciudad en nueva sede de su residencia y la llamó
Estambul. De esta manera, luego de diez siglos de supervivencia.,
desapareció el Imperio Romano de Oriente. Su caída fue elegida por los
historiadores como hito para determinar el fin de la Edad Media y los
comienzos de la Edad Moderna. Los bizantinos sobrevivientes, al emigrar a
Occidente, llevaron consigo la tradición cultural grecorromana que se había
conservado en Constantinopla y contribuyeron a despertar uno de los
sucesos más importantes de a modernidad: el Renacimiento cultural y
artístico de los siglos XV y XVI.
LA CRISIS DE LA SOCIEDAD FEUDAL
En el siglo XIV se produjo una crisis que afecté profundamente a la sociedad
feudal europea. La crisis comenzó con la disminución de la población agrícola
por agotamiento de las tierras y la imposibilidad técnica de resolver el
problema. Esto trajo como consecuencia la escasez y la carestía de los
alimentos. Se generalizaron las hambrunas, agravadas por muchos años de
malas cosechas a causa del desmejoramiento del clima. Las malas
condiciones de alimentación e higiene de la población facilitaron la difusión
de epidemias. La peste negra, que afecté a Europa a partir de 1348, diezmó
a millones de europeos. La disminución de la población se agravé —todavía
más— a consecuencia de las guerras que se prolongaron por muchos años a
través de todo el continente.
Esta crisis afecté las relaciones entre los señores feudales y los siervos. La
población campesina de los señoríos disminuyó y para los señores fue cada
vez más difícil obtener los tributos de sus siervos o retenerlos en sus tierras.
La necesidad de solucionar estos problemas originé muchos de los cambios
que se produjeron en la sociedad europea en los siglos XV y XVI.
La búsqueda de lo nuevo y la reafirmación de lo viejo eran dos fuerzas que
actuaban en sentido contrario: la expansión del comercio y del poder
económico de los burgueses, junto con las revueltas de los campesinos
disconformes con su nivel de vida, eran dos fuerzas sociales que acentuaban
la
crisis
del
feudalismo.
La
aristocracia
de
los
señores,
principales
beneficiarios del orden feudal, reaccionó para conservar sus privilegios. De
este conflicto entre dos fuerzas opuestas fue surgiendo el mundo moderno.
Los cambios que se produjeron a partir del siglo XV no siguieron una
dirección única. Modificar una sociedad tan rígida como la feudal no resulté
fácil. Muchos europeos actuaron en favor de ese cambio, pero otros tenían
fuertes intereses para que el antiguo orden se mantuviera.
Las nuevas formas de organizar el trabajo rural y urbano
A lo largo del siglo XV la agricultura europea se reconstituyó. Muchas de las
tierras abandonadas durante la crisis del siglo XIV fueron puestas otra vez
en producción y se incorporaron otras nuevas. Una gran novedad fue que los
productos rurales se convirtieron en una atracción para los hombres de
negocios, quienes comenzaron a invertir su dinero en la compra de tierras.
La comercialización de esos productos tuvo un gran impulso debido al
aumento de sus precios. La producción rural comenzó a ser vista como un
negocio, como una fuente de enriquecimiento, por parte de algunos
comerciantes urbanos y propietarios de tierras.
El país europeo en el que más se notaron estos cambios fue Inglaterra.
Muchos propietarios se interesaron por comercializar lo que se producía en
sus tierras. Esto los llevó a introducir innovaciones técnicas para aumentar la
productividad. En muchos casos los adelantos técnicos provocaban
desocupación, ya que reducían la necesidad de mano de obra. Por lo tanto,
gran cantidad de campesinos se vieron obligados a abandonar sus tierras,
condenados a refugiarse en los bosques o a emigrar a las ciudades para
hallar un modo de subsistencia.
Estas transformaciones en la producción agrícola hicieron más profunda la
desorganización de la sociedad feudal.
Un cambio fundamental comenzó a gestarse en la Europa de los siglos XV y
XVI. El trabajo rural, orientado hasta entonces exclusivamente hacia la
autosubsistencia, comenzó a organizarse en una forma diferente, orientada
hacia el comercio. Los señores se propusieron obtener un excedente de
producción cada vez mayor para venderlo en el mercado. Pero la economía
continuó siendo básicamente agrícola: permanecieron los señoríos y [os
campesinos sobrevivieron tan pobremente como antes. Estas
transformaciones comenzaron en los campos ingleses.
En las ciudades la mayor parte de la producción artesanal siguió controlada
por los gremios. Con su rígida estructura de maestros oficiales y aprendices,
los gremios fijaban los precios, la cantidad y la calidad de los productos. Pero
a partir del siglo XVI en algunas ciudades europeas hubo cambios en la
producción artesanal. Algunos gremios —entre ellos el textil— comenzaron a
producir mayor cantidad de artículos de menor calidad y menor valor que los
que producían anteriormente. Los artesanos de Inglaterra y Flandes se
especializaron en la producción de paños de lana, mientras que las ciudades
italianas mantuvieron su producción de telas de seda de alta calidad. La lana
para la producción de paños provenía de las zonas rurales de Inglaterra y
España, en donde cada vez fue mayor la extensión de tierras dedicadas a la
cría de ovejas.
Otro cambio que permitió aumentar el volumen de la producción artesanal
para el mercado fue que algunos comerciantes urbanos emplearon como
mano de obra artesanos que vivían en las zonas rurales. Producían distintos
tipos de manufacturas y luego esta producción era vendida por esos
comerciantes en los mercados urbanos. Así el trabajo urbano se relacionaba
con el rural: el crecimiento del comercio en las ciudades provocó
modificaciones en la economía rural.
El Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa
Redonda
Cuenta la leyenda que Uther, Rey de lo que se
conoce ahora como Gran Bretaña, decidió un día
firmar la paz con uno de sus más fieros enemigos:
el duque de Cornwall. Para ello invitó al duque y a
su señora esposa a su castillo. Cuando Uther
conoció a la duquesa Ingraine quedó totalmente
enamorado de ella.
Al darse cuenta de esta situación, la duquesa le
pide a su marido retirarse inmediatamente del castillo y regresar a casa.
El
duque de Cornwall se retiró del castillo y reinició la guerra. El amor de Uther
por la duquesa era tan grande que se enfermó y buscó la ayuda de Merlin, el
mago de la corte.
Éste le dijo que lo único que tenía era "Mal de Amores" y que podía ayudarlo
con una condición: el hijo que tuviera con Ingraine se lo entregaría a él (a
Merlin), para educarlo y prepararlo para cumplir su destino, que no era otro
que ser el más grande Monarca de Inglaterra.
Esta conversación animó a Uther para ir con sus tropas , en busca de su
amor. El duque se enteró de sus intenciones y fue a su encuentro. En la
lucha Cornwall muere y los mensajeros de Uther convencen a Ingraine para
que se convierta en su esposa. Al final, ella accedió y pronto se casaron.
Cuando nació el heredero, fue Merlin a ver a Uther y éste se lo entregó
como había prometido.
La criatura fue entregada a Sir Héctor, un noble de
la corte, quien no tenía conocimiento de la sangre real del niño. El infante
fue bautizado con el nombre de Arturo.
Cuando Arturo contaba con dos años su padre, Uther, murió. El reinó entró
entonces en una etapa de anarquía casi incontrolable que duró por años. Un
buen día Merlin reunido con el arzobispo de Canterbury le dijo a los nobles
de la corte que sería Cristo a través de un milagro quien señalaría el sucesor
legítimo de Uther. El milagro no se hizo esperar, y en el cementerio próximo
a la iglesia apareció un espada encajada en una piedra. En la hoja de la
espada estaba inscrito: "quien pueda desencajarme de esta piedra será Rey
de toda Bretaña por derecho de nacimiento". Ante este milagro todos los
nobles intentaron sacar la espada, sin ningún resultado.
Fue así como se decidió que, despues del torneo tradicional de cada año,
los caballeros asistentes podrían probar suerte con la espada milagrosa.
En uno de esos torneos (años después de la muerte de Uther), participaba
Sir Héctor y Sir Kay, su hijo.Arturo no participaba porque era todavía un
muchacho de 15 años, Cuando se dió comienzo a la competencia, Sir Kay se
dió cuenta que no tenía su espada, entonces le pidió a su hermanastro que
se la fuera a buscar a su casa.
Arturo fue corriendo a buscarla pero no pudo entrar a su casa, pues
estaba cerrada, entonces se recordó de la espada que estaba en el
cementerio y fue en su busca. Tomó la espada por su empuñadura y la sacó
con total facilidad. Al entregarsela a Sir Kay , éste se dio cuenta al instante
que era la espada del cementerio, así que se la enseñó a su padre. Sir
Héctor quedó lleno de estupefacción y se llevó a sus hijos hasta el
cementerio. Allí le dijo a Arturo que volviera a meter la espada en su sitio,
Arturo lo hizo. Luego, le instó a que la sacara nuevamente. Al ver a su hijo
adoptivo sacar la espada tan fácilmente se postró de rodillas al igual que Sir
Kay. Arturo se asombró de esto y Sir Héctor, con voz emocionada, le explicó
que desde ese momento sería el Rey de toda Bretaña.
Fueron entonces donde el arzobispo y le contaron la gran hazaña. El
arzobispo reunió a todos los caballeros alrededor de la espada y dejó probar
su suerte a cada uno. Dejó para el final a Arturo y éste volvió a sacar
fácilmente la espada de la piedra, esta vez delante de un gran número de
personas.
Fue así proclamado de manera oficial como Rey de toda Bretaña y la
espada se colocó solemnemente en altar mayor de la catedral de
Canterbury.
Poco después de su nombramiento, Arturo salió un día a pasear por un
bosque cercano al palacio. En un camino solitario vio a unos maleantes que
estaban acosando a un pobre anciano, cuando éstos vieron a Arturo
acercarse salieron corriendo. El rey no se había dado cuenta que ese viejo
indefenso no era otro que el mago de la corte, el gran Merlín. Éste, lejos de
agradecerle su llegada, le dijo a Arturo que lo estaba esperando y que le iba
salvar la vida. El joven monarca no lo entendió y siguió caminando junto con
el mago. Unos minutos después se encontraron con un caballero en la mitad
del camino, quien con aire arrogante les dijo:
"nadie pasa por aqui sin antes pelear conmigo".Arturo aceptó el reto y,
aunque luchó con fiereza, el caballero era mucho más diestro. Tanto fue así
que casi pierde la vida si no es por la ayuda de Merlin quien, gracias a sus
poderes mágicos, adormeció al caballero. Después de esto Merlin le explicó
que el nombre de ese arrogante caballero era Pellinore y sería el padre de
Percival y Lamorak de Gales. Percival sería uno de los que buscarían el Santo
Grial.
Arturo no le dió mucha importancia a todo lo que dijo el mago, estaba mas
preocupado por su espada, que se había perdido en la pelea. Merlin le
aseguró que había una mejor para él. Entonces se fueron a un lago cercano
donde, de una manera misteriosa, estaba un brazo erguido que empuñaba
una espada. "Ahí está tu espada", dijo Merlin. Arturo no sabía como llegar a
la espada y entonces vio a lo lejos una balza con una joven vestida de
blanco. "ella es la dama del lago, debes convencerla para que te dé la
espada".
La dama se acercó y el Rey le pidó la espada, ella le dijo que se la daría si
le concedía un deseo. Arturo aceptó y la dama le dijo:" Toma mi barca y
navega hasta donde está el brazo, él te dará la espada. En cuanto a mi
deseo, te lo pediré después". Cuando Arturo tomó por fin la espada notó que
en la hoja podía leer una inscripción que decía: "Excalibur" , más abajo
decía: "Tómame". Y del otro lado de la hoja decía: "Arrójame lejos". Esta
espada sería la protagonista de innumerables batallas victoriosas y de
grandes hechos eroicos.
El Rey Arturo comenzó sus primeros años de gobierno pacificando al país,
y creando un mejor estado de vida. Pronto fue respetado por sus súbditos y
temido por sus enemigos. Cuando ya tenía edad para casarse le comentó a
Merlin que en una visita que había hecho al reino de Cameliard había visto a
la hija del rey y se había quedado prendado de ella. Acto seguido le pidió al
mago que reuniera una comisión de representantes del reino británico para
ir donde el rey Legradance para pedir la mano de Guenevere, su hija. El rey
de Cameliard quedó encantado con la propuesta y además de conceder la
mano de la princesa le mandó como regalo una gran mesa redonda que le
había regalado Uther. En esta mesa cabían hasta ciento cincuenta caballeros
sentados.
Cuando Arturo escuchó las noticias que le
traía Merlin, se alegró mucho y mandó a Sir
Lancelot (su mejor
caballero) a recibir
a
Guenevere y llevarla a Palacio. Cuando Sir
Lancelot vió por primera vez a la futura reina
se enamoró perdidamente y ella a su vez le
sucedió lo mismo. Pero estaban conscientes de la situación en que estaban y
prefirieron no hacer nada al respecto (por el momento).
La mesa se colocó en un gran salón del palacio. Arturo decidió que en
ella se sentarían sus mejores caballeros y que para poder sentarse en ella
tendrían que hacer un juramento especial de fidelidad al reino de Camelot, a
la iglesia y a las más nobles costumbres. Ningún caballero que fuera
miembro de esta Orden podría hacer actos ilegales, deshonestos y mucho
menos criminales.
Cuando se reunieron por primera vez ante la mesa y se disponían a
sentarse un gran relámpago seguido por un fuerte trueno los sorprendió a
todos. Merlin, que estaba en el salón de la mesa redonda, dijo en tono muy
solemne: "Caballeros es el momento para que cada uno le rinda homenaje al
rey". Uno a uno fue pasando al frente de Arturo haciéndole una reverencia
como acto de sumisión, fidelidad y respeto. A medida que iban pasando, el
nombre de cada caballero aparecía grabado en oro en una de las sillas. Una
vez sentado en sus respectivos puestos, se dieron cuenta que sobraban tres.
Pronto Merlin les explicó:
"Dos de estos tres puestos serán para los dos mejores caballeros de cada
año, y la otra silla será sólo para el hombre más digno del mundo. Si alguien
no reúne méritos para sentarse en esta silla y osa sentarse, morirá en el
acto". Fue así, que en lo sucesivo varios caballeros se turnaron el derecho
de sentarse en los dos puestos de honor, pero ninguno se atrevía a sentarse
en el puesto prohibido. Ni siquiera Lancelot, que era el considerado más
valiente y digno de todos los caballeros, osaba con pensar siquiera en la
posibilidad de sentarse ahí.
Años después se presentó al palacio un gran sabio.
Arturo lo hizo pasar. El anciano al ver el puesto vacante
llamado: "el puesto peligroso", dijo: "El espíritu de
Merlín me visitó y me dijo que en ese asiento se habrá
de sentar el caballero más digno y más puro del reino,
aquel que conseguirá traer el Santo Grial. Este caballero
aún no ha nacido". Todos los que estaban reunidos se
sorprendieron por la revelación y Arturo se sorprendió
más por cuanto ni siquiera sabía de la muerte del mago.
El Santo Grial era el cáliz donde José de Arimatea había depositado la
sangre de Jesucristo. Se suponía que tenía propiedades mágicas y que el ser
que lograra verlo podía ser testigo de una experiencia trascendental,
espiritualmente hablando. Sucedió que un buen día (veinte años de haberse
formado la Orden de la mesa redonda) se presentó al palacio Elaine, hija del
Caballero Pelle, con el hijo que le había dado a Lancelot.
Al presentarse el niño en el salón, la silla prohibida fue objeto de un
milagro: en el espaldar apareció grabado en letras de oro "Este asiento ha
de ser Ocupado". Sir Lancelot vio este mensaje y supo que Galahad, su hijo,
era el mejor prospecto para sentarse en esa silla. Tiempo después, Galahad
le pidió a su padre el permiso para formar parte de la Orden, Lancelot se lo
concedió. Cuando Sir Galahad cumplió los 15 años entró al salón de la gran
mesa acompañado de un anciano. El anciano le apuntó el asiento prohibido y
todos los caballeros observaron como se formó magicamente el nombre de
Galahad en el espaldar de la silla. Sir Galahad tomó asiento en la silla
prohibida y todos quedaron maravillados y le rindieron honores al digno
caballero. Ese mismo día, más temprano, había aparecido en un lago una
piedra con una espada clavada en ella. El rey Arturo instó a Lancelot y a
Gawain para que intentaran sacar la espada, pero fue Sir Galahad quien la
pudo sacar sin la menor dificultad. Esta espada había pertenecido a un gran
caballero llamado Balin.
Ese día comenzaban los torneos tradicionales, en los cuales Galahad
demostró sus grandes habilidades guerreras y su valentía. Cuando acabaron
esos días de torneo, todos los caballeros se reencontraron en la mesa
redonda. Comenzaron a discutir de las cosas cotidianas del reino y cuando
ya estaba avanzada la conversación fueron interrumpidos por un fuerte
trueno en el medio del salón y seguidamente un gran rayo atravesó el centro
de la mesa. Todos se quedaron estupefactos al ver en frente de ellos bajar a
traves del rayo el Santo Grial. Éste iba cubierto de una fina tela de oro.
Una vez terminada la aparición, Sir Gawaine se levantó y con una voz
sumamente emocionada dijo: "Nos ha sido negada la visión del Santo Grial y
yo anuncio que mañana saldré en su búsqueda y no regresaré a Camelot
hasta que lo haya visto". Este anunio contagió a todos. Uno a uno se fueron
levantando y haciendo el mismo juramento.
El rey Arturo estaba consternado . Con lágrimas en los ojos le dijo a su
querido sobrino que con su decisión había destinado a la Orden a su pronta
disolución. Todos los caballeros se dispersarían por el mundo, y muy pocos
regeresarían con vida. La misma reina y Lancelot estaban tristes y sabían
que la Orden de los Caballeros de la Mesa Redonda empezaba a disolverse
para siempre.
Muchas fueron las aventuras de todos los caballeros que fueron en busca
del Santo Grial, pero fueron tres los caballeros que más se destacaron por
sus logros. Éstos eran:
Sir Galahad, Sir Percival y Sir Bors. Ellos se
encontraron casualmente en un cruce de caminos en un bosque cercano al
castillo del rey Pelles, Guardián de las santas reliquias. Fueron allí para cenar
y pasar la noche. Durante la cena ocurrió una aparición del Grial con unos
ángeles alrededor de él y un anciano con un letrero en la frente que decía
José. Este anciano dió la comunión a los presentes, luego se dirigió a Sir
Galahad y le dijo: "Ya has visto lo que tanto anhelabas, pero cuando vayas a
la ciudad de Sarras lo verás mucho mejor. Irán los tres hacia esa ciudad
llevando consigo el Grial y esta lanza que contiene la sangre de Jesucristo.
Sólo unos de Uds. regresará a Camelot".
Se fueron los tres juntos y tomaron una barca que los estaba esperando.
Cuando llegaron a Sarras, el rey de esa ciudad se sintió temeroso por la
visita de estos nobles caballeros y pensó que podrían buscar problemas.
Resolvió detenerlos y mandarlos a una oscura mazmorra. Los tres caballeros
pasaron un año encerrados. Durante este tiempo el Santo Grial los dotó de
alimentos y bebidas. Cuando el rey de Sarras murió, el pueblo liberó a los
caballeros y nombraron a Galahad como nuevo soberano. Sir Galahad
gobernó por un año, durante el cual mandó hacer un gran altar donde
colocar al Grial y a la lanza. Después de este lapso de tiempo ocurrió un
aparición frente a este altar.
Delante del Santo Grial estaba un obispo anciano arrodillado rezando . Todos
los presentes: nobles, sacerdotes y los caballeros, se hincaron y el obispo
celebró misa con ellos. Luego se dirigió a Sir Galahad y dijo: "Ven, acércate
y verás lo que tanto anhelaste". Sir Galahad se acercó, titubeó unos
segundos y se volteó hacia sus amigos.
Con un gesto se despidió de ellos. En su rostro se veía reflejada la
satisfacción de lograr el más grande sueño que se pueda tener.Después se
arrodilló junto al obispo y cayó muerto al suelo. Su alma subió con un grupo
de querubines y las reliquias desaparecieron para siempre.
Sir Percival y Sir Bors enterraron a Sir Galahad. Percival se dedicó
desde entonces a una vida ermitaña y moriría después de un año. Fue Sir
Bors quien regresó a Camelot y le contó al rey Arturo y a la reina cuanto
había acontecido. El rey comprendió que al haberse acabado la búsqueda del
Grial, ya no le quedaba mucho tiempo de vida a su reino.
El gobierno del rey Arturo entró pronto en franca decadencia. Ya la Orden
no era tan gloriosa como antes. Las intrigas dentro de la corte comenzaban a
desestabilizar la paz del reino. Una de estas intrigas ocasionó un hecho triste
y que luego desencadenaría la guerra civil.
Sir Mordrer y Agravine tramaron una trampa a Sir Lancelot y la reina.
Estos caballeros tenían desde hacía un buen tiempo deseos de adueñarse del
poder y destronar o provocar la caida de Arturo. Encerraron pues a Lancelot
y a la reina en un cuarto y luego exigieron a grandes voces y acompañados
de un cuerpo de caballeros que salieran. Todo esto con la intención de
demostrarle al rey de las relaciones adúlteras de la reina con su más querido
caballero. Sir Lancelot abrió la puerta y dejó entrar a uno de los caballeros y
la cerró rápidamente. Mató al caballero y luego volvió hacer lo mismo
repetidas veces hasta que mató a trece caballeros. Entre ellos estaba
Agravine. Entonces Mordred le informó a Arturo que había que apresar a
Lancelot por traicionar al reino, pues estaba claro sus intenciones de
destronarlo y quedarse con la reina. El destino de la reina seria la hoguera,
pues era una pecadora. Los caballeros tomaron diferentes partidos. Algunos
defendieron a Lancelot, otros seguían al lado de Arturo. El rey estaba
confundido, no podía frenar la cruenta lucha. No quería creer lo de la traición
de Guenevere, pero la matanza que había realizado Lancelot no le parecía
justa. Sir Lancelot quería acabar con la lucha, pero tenía que detener a la
gente de Mordred que intentaba quemar en la hoguera a Guenevere. Salvó a
la reina, pero en la lucha tuvo que enfrentar a Sir Gareth y a Sir Gaheris,
hermanos de Gawain, y les dió muerte.
En uno de los momentos de gran combate el rey cayó al suelo y Sir Bors
que apoyaba a Sir Lancelot le dijo a éste: "Señor, si quiere lo mato y
acabamos con esta lucha". Sir Lancelot le dijo inmediatamente que no y
ayudó al rey a subirse al caballo. Este episodio le dolió mucho, tanto a él
como al rey.
Lancelot le confió a Arturo la suerte de la reina, éste le
prometió que sería respetada su vida.
Al final decidió irse al exilio hacia Francia. Sir Gawain juró perseguir al
asesino de sus hermanos hasta matarlo. Se hizo acompañar del mismísimo
Arturo para lograr su venganza, pero no podría satisfacer sus deseos, pues
Lancelot lo derrotó en un fuerte duelo donde casi pierde la vida. Mientras
todo esto sucedía, Mordred había informado oficialmente a todo el reino de
la muerte del rey Arturo y se autoproclamó como su sucesor.
El rey Arturo partió entonces junto con Gawain y un gran ejército para
recuperar el poder. En la primera batalla contra las fuerzas de Mordred, Sir
Gawain
cayó
mortalmente
herido.
Sus
últimas
palabras
fueron
de
arrepentimiento por no haberse dado cuenta a tiempo de la alta traición de
Mordred y se confesó culpable de haber alejado al rey Arturo de Camelot
para saciar su venganza. Escribió una carta corta a Lancelot donde le rogaba
que regresara a Inglaterra y ayudara al rey a derrotar a los traidores. Luego
de esto, murió.
La noche anterior a la última batalla contra Mordred, Arturo tuvo un sueño
donde Gawain le decía que debía esperar a Lancelot para enfrentar a las
fuerzas del traidor. Si no hacía esto, moriría junto a Mordred. El rey decidió
entonces llegar a un acuerdo de paz con Mordred, para darle tiempo a que
llegara Sir Lancelot. Mordred aceptó y se citaron un día para hacer oficial la
firma del tratado de paz. En esta cita se hicieron acompañar los dos líderes
de todo su ejército. El clima era tenso y un mal movimiento podía
desencadenar la lucha. Fue la providencia la que ocasionó la desgracia: una
serpiente mordió la pata de un caballo y el jinete sacó su espada para
matarla. Esto fue entendido por el ejército contrario como una señal de
guerra y se lanzaron todos ferozmente
a la batalla. La mortandad fue
increíble. Perdieron la vidamás de cien mil soldados. De las tropas de Arturo
solo sobrevivió Sir Bevidere. Mordred quedó solo. El rey vio ante sí a su
enemigo y dijo: "Ven vida, ven muerte!". Y se lanzó, con Excalibur en la
diestra, a matar a Mordred. Éste murió instantáneamente, pero Arturo cayó
encima de la espada de su adversario y quedó a su vez muy mal herido.
Arturo quedó tirado en el suelo y recordó el mensaje que tenía escrito su
espada en un lado: "Arrójame lejos". Entonces llamó con voz débil a Sir
Bevidere y le dijo: "lleva mi espada cerca del agua y arrójala lejos. Sir
Bevidere tomó la espada pero no quiso deshacerse de ella y la escondió y le
contó a Arturo que ya lo había hecho. El rey le preguntó que qué había
pasado cuando la lanzó y Bevidere respondió que solo había visto a la
espada entrar en el agua. Arturo lo reprendió y le dijo que era un mentiroso
y le exigió que cumpliera su petición. Bevidere trató de engañar nuevamente
al rey pero éste se enfadó lo suficiente como para convencerlo de que debía
hacerlo. Al lanzar la espada al agua salió de su centro un misteriosso brazo
desnudo el cual tomó la espada y se hundió con ella. El caballero quedó
profundamente sorprendido y asustado por el fenómeno que acababa de ver.
Al contárselo a Arturo, éste sintió alivio y dijo: "ahora, llévame a mi cerca
del agua".
Cuando llegaron a la orilla del lago, una balsa estaba esperandolos. En la
balsa estaban tres reinas vestidas de luto, con sus rostros tapados por un
velo negro. Sir Bevidere colocó a su rey en la balsa y con lágrimas enlos ojos
se despidió de él. La balsa surcó las aguas y desapareció de la vista. Nunca
se supo el destino del cuerpo de Arturo y mucho menos la identidad de las
reinas que lo acompañaban en la balsa.
Días después,Sir Bevidere se encontró con una capilla, en la cual habían
enterrado a un señor que habían traído tres misteriosas damas vestidas de
negro. El noble caballero supuso que ese era el cuerpo de Arturo y decidió
construir una capilla cerca y dedicarse a una vida ermitaña. Mientras todo
eso había sucedido, Sir Lancelot se encaminaba a apoyar las fuerzas de
Arturo. Pronto se encontró con la tumba de Gawain y se enteró de la muerte
del rey. Se dirigió entonces hacia la capilla de Sir Bevidere donde se
dedicaría hasta el fin de sus días a la vida ermitaña. Cuando murió la reina,
poco después que su esposo, se trasladó su cuerpo a la capilla donde se
suponía yacía el cadáver del rey Arturo.
El reino de Arturo había llegado a su fin. La anarquía reinaría un buen
tiempo. La corte del rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda se
convertirían en leyenda y nunca más volverían a coincidir hombres tan
dignos con ideales tan puros en un mismo lugar y en una misma época.
Fuente Consultada: Las Curiosas Leyendas Celtas
Editorial: Kiev
Autor: Michael Misther
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