1 ÓRDENES MENDICANTES -CLÉRIGOS REGULARES REDESCUBRIMIENTO DEL EVANGELIO El redescubrimiento del Evangelio condujo al redescubrimiento del Cristo pobre, que contrastaba con: Una Iglesia poderosa y rica: La reacción fue el retorno a la Iglesia pobre de los orígenes. Con un Monacato poderoso y rico: La Basílica de Cluny era para estos nuevos pobres e itinerantes que retornaban al Jesús pobre e itinerante del Evangelio el signo evidente de que "el pobre Señor Jesús" no habita en los palacios de los Obispos, ni de los Canónigos, ni en los confortables monasterios de los Monjes Cluniacenses. La primera reacción fue el retorno al monacato del desierto: Eremitas estrictos; y a nuevas formas comunitarias eremíticas: Camaldulenses, Cartujos... y la creación de nuevas formas monásticas de pobreza: Cistercienses (Monjes Blancos), en polémica con los Cluniacenses (Monjes Negros). El redescubrimiento del Evangelio condujo también al redescubrimiento de Cristo en los pobres. Y este Cristo en los pobres contrastaba con aquella sociedad feudal: estructurada verticalmente, compuesta por señores/ siervos (en el campo); mayores/menores (en muchas ciudades). La reacción contra ese sistema social establecido fue: La lucha por la libertad de los siervos contra los señores. Los movimientos comunales para crear un sistema social nuevo, cimentada, no en el verticalismo sino en el horizontalismo. Todo lo cual trajo consigo el incremento de: El comercio. Un incipiente capitalismo. El despertar intelectual de los laicos. Pero ya no era suficiente con reformar el Monacato anterior, era necesario crear formas nuevas de vida de pobreza, que respondieran a las exigencias de ese hombre y cristiano nuevo, surgido tras la Reforma Gregoriana. Y esta respuesta se la dio la Iglesia con la aprobación de las órdenes mendicantes. LA RESPUESTA DE LAS ÓRDENES MENDICANTES Las diferentes formas de Vida Religiosa van surgiendo en la Iglesia como respuestas a necesidades existentes en la Iglesia o en la Sociedad, como consecuencia de una relectura peculiar que los Fundadores hacen del Evangelio a la luz de una donación de gracia del Espíritu Santo. Las Ordenes Mendicantes fueron la respuesta de una lectura carismática del Evangelio a la coyuntura histórica de finales del siglo XII y comienzos del siglo XIII. 1. Al ideal de "vida apostólica", interpretado en el monacato como "vida común" en bienes materiales y en unanimidad de almas de la Comunidad primitiva de 2 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. Jerusalén, y en el Canonicato Regular con el matiz del apostolado clerical sobreañadido, le sucede ahora la "vida apostólica", entendido como acción apostólica itinerante y mendicante en las Ordenes Mendicantes. Por eso mismo, las Ordenes Mendicantes son también respuesta al ideal evangélico de la pobreza, que se populariza en los “movimientos pauperísticos” de retorno a la Iglesia pobre de los orígenes. Fue un intento de conseguir que la "vida pobre", según el Evangelio, no fuese patrimonio exclusivo de ciertos grupos marginales, sino que se compaginase con una vinculación sin reservas a la Iglesia; sin divorciar a la Iglesia, del espíritu evangélico de pobreza. En conexión con eso, las órdenes Mendicantes tienen también otra motivación: la defensa de la fe frente a los "movimientos heréticos" de la época. Esto es más evidente en el origen de la Orden de Predicadores de Santo Domingo de Guzmán; pero muy pronto se hizo también tarea común de la Orden de los Frailes Menores de San Francisco de Asís; y más tarde se sumaron también a esta tarea las demás Ordenes Mendicantes que habían tenido un origen eremítico. La "vida mendicante" respondía también a la nueva situación social de las "formas corporativas" de los "Movimientos comunales". Fue una respuesta a los problemas que las clases más pobres de la nueva Burguesía, el "proletariado urbano", tenía planteados. El testimonio de "pobreza evangélica" de las Ordenes mendicantes fue para esas clases menos favorecidas de la Burguesía altamente positivo. Por eso mismo, los conventos de las órdenes Mendicantes no se construyen en la soledad de los campos, sino en los suburbios de las nuevas ciudades, donde se estaba forjando la nueva Sociedad. La figura religiosa de principios del siglo XIII ya no era el "monje solitario", sino el "fraile", el "frater", el "hermano" de todos, que se mezcla en la vida de los hombres. Asimismo, la organización de las órdenes Mendicantes toma los elementos fundamentales de la "organización comunal" y "gremial", de tipo horizontal, como las elecciones; y rechaza la organización vertical del feudalismo en la que se habían encarnado los Monasterios benedictinos. Las órdenes Mendicantes llegaron oportunamente en el momento en que la "vida intelectual" tomaba un carácter nuevo con la Escolástica, que sabía valorar positivamente la naturaleza. Los Dominicos se pondrán desde el principio a la cabeza de la "intelectualidad" de la época; después se sumarán también los Franciscanos, Carmelitas, Agustinos... Los Mendicantes, tendrán desde el principio la "exención" de la jurisdicción de los Obispos, quedando sometidos directamente a la autoridad del Sumo Pontífice, convirtiéndose así en instrumentos útiles para afirmar la autoridad pontificia, predicando de pueblo en pueblo, suministrando obispos, y, sobre todo, el "personal inquisitorial" . 3 COMPARACIÓN ENTRE EL MONACATO Y LAS ÓRDENES MENDICANTES MONJES DOM (Dominus) MONASTERIO AUTONOMO VERTICALISMO MONJE laico MONJE (no culto) MONASTERIO en la soledad CULTO DIVINO Tarea primordial del Monje ESTABILIDAD MONASTICA MONJES MENDICANTES FRAY (Frater) CONVENTO (subordinado a la Provincia y ésta a la Orden Centralizada). HORIZONTALISMO. FRAILE sacerdote - Predicación, apostolado en cuanto tal FRAILE (culto, universitario) CONVENTO en las ciudades, que acabarán levantando en el campo, en torno al cual acuden los laicos, porque el Mendicante depende económicamente de la nueva burguesía: limosna de puerta en puerta...; y porque tiene que acudir a los centros universitarios para formarse y para estar al servicio del hombre que habita ahora en las ciudades. APOSTOLADO Ocupación fundamental del Fraile. Se acorta el Oficio Divino, de cuya obligatoriedad coral se dispensa a quienes tienen que salir de la Comunidad para el apostolado o para los estudios. ITINERANCIA APOSTOLICA MENDICANTES 1. LA COMUNIDAD MENDICANTE 1. Hacia la Comunidad Mendicante: la comunidad en los Canónigos Regulares La Comunidad canonical hunde sus raíces en la preocupación de algunos Obispos por atender espiritual e incluso materialmente a sus clérigos: para protegerlos de la contaminación pagana ambiental y para proporcionarles casa y alimentación. Surgen en Occidente desde la segunda mitad del siglo IV, a medida que se iba implantando el celibato entre los clérigos. La comunidad canonical es una institución propia de la Iglesia latina; la Iglesia oriental desconoce por completo la comunidad canonical, porque su clero no estaba sometido a la ley del celibato. Estas comunidades de clérigos se presentaban como una réplica de la comunidad primitiva de Jerusalén, aunque, como no podía ser de otro modo, los legisladores de estas comunidades de clérigos se dejaron influenciar por los legisladores monásticos; de modo que las Canónicas eran una especie de monasterios. Es normal que, si fallaba la comunicación de bienes, las demás ventajas que sin duda ofrecía la vida común se evaporaran fácilmente; de este modo las legislaciones de los 4 Concilios Nacionales o de los Sínodos diocesanos que imponían la agrupación de los clérigos, no servían de nada. Por eso mismo, cuando en la segunda mitad del siglo XI, se implantó la reforma canonical en serio, se empezó por imponer en todo su rigor la comunidad de bienes y la consiguiente eliminación de la propiedad privada; pero, desde ese mismo momento quienes la aceptaron se convirtieron en una nueva forma de Vida Religiosa: los Canónigos Regulares, y quienes la rechazaron pasaron al rango de Canónigos Seculares. Sería necesario dilucidar la cuestión de si el monaquismo reformado de la época, concretamente la Reforma Cluniacense, sirvió de estimulo o de ejemplo para la Reforma Canonical. Justo es reconocer que, a mediados del siglo XI, empezaba a manifestarse una crítica muy fuerte y un desafecto generalizado hacia los Cluniacenses. Lo demuestran las tendencias eremitizantes que desde hacía más de medio siglo XI se afianzaban cada vez más, dando lugar a un resurgir del eremitismo, aunque en muchos casos, se encauzó por una vía templada por la comunitariedad, como fue el caso de los Camaldulenses y sobre todo de los Cartujos. También los movimientos pauperísticos itinerantes, en cierto modo contradecían, precisamente por su itinerancia, la vida comunitaria; pero muchos de esos pobres itinerantes acabaron por constituirse en comunidad, con una marcada tendencia hacia la pobreza comunitaria, en contraposición a la pobreza personal del monacato: Orden de Grandmont, fundada por San Esteban de Muret (+1124), con una estructura de pobreza comunitaria. En todo caso, las aspiraciones eremíticas e itinerantes tendían a disolver los grupos comunitarios. Por ejemplo, la fundación del monasterio de Molesme, llevada cabo por Roberto de Molesme, después de haber pasado algunos años en dos monasterios cluniacenses, y algunos años de vida eremítica. Roberto abandonó su monasterio de Molesme con algunos monjes para fundar el monasterio de Citeaux (1098), que se convirtió en la cabeza de la nueva Orden del Cister. Todas estas diversas tendencias evidencian que la vida comunitaria estaba atravesando una profunda crisis que, por otra parte, preanunciaba la fundación de un estilo de comunidad más estable, que corrigiera, por una parte, la falta de un testimonio de pobreza evangélica; y, por otra, le diera una mayor estabilidad a los movimientos pauperísticos itinerantes. La solución no podía venir del monacato anterior, sino de una nueva modalidad de Vida Religiosa: las órdenes mendicantes. Las Comunidades tradicionales no respondían a las exigencias de los tiempos nuevos, de aquellos "hombres despiertos" de finales del siglo XII y de comienzos del siglo XIII. Las Ordenes Mendicantes respondían a la multiforme variedad de urgencias eclesiales y sociales de la época. Cada Orden Mendicante tiene su propia originalidad, su propia especificidad dentro de la aspiración común a un nuevo tipo de comunidad, caracterizado por la exigencia de la pobreza comunitaria. 2. Fundación de las Órdenes Mendicantes por orden cronológico Trinitarios, aprobados por Inocencio III en 1197 5 Franciscanos, aprobados por Inocencio III en 1209. Carmelitas, aprobados por Inocencio III, entre 1206-1214. Dominicos, aprobados por Honorio III en 1215. Mercedarios, aprobados por Honorio III en 1218. Siervos de María, aprobados por Gregorio IX en 1223. Agustinos, aprobados por Inocencio IV en 1244. La gran unión tuvo lugar en 1256. 2.1 Nota específica de cada Orden Mendicante Si se quisiera sintetizar en una sola palabra lo que caracteriza la identidad propia de cada una de las Ordenes Mendicantes, se podría reducir a lo siguiente: Señora POBREZA Señora SABIDURIA Señora LIBERTAD: Señora SOLEDAD Franciscanos Dominicos Trinitarios y Mercedarios. Carmelitas, Siervos de María, Agustinos. Eremitas en su origen 2.2 Otros rasgos distintivos de las Ordenes Mendicantes Franciscanos y Dominicos eran al principio "pobres itinerantes": los Dominicos fueron fundados para el ministerio desde el primer momento; los Franciscanos se incorporaron al ministerio en un segundo momento. Los Dominicos formaron desde el principio una orden clerical, a la que se añadieron después Hermanos laicos; en cambio los Franciscanos al principio eran un movimiento laical, que después aceptó la ordenación clerical. Los Trinitarios y Mercedarios fueron fundados para un ministerio de Caridad: la Redención de Cautivos: Carisma de Liberación, que respondía al ansia de libertad de la época. Carmelitas, Siervos de María y Agustinos al principio eran eremitas; pero al incorporarse a las ciudades aceptaron el ministerio. Los Trinitarios, Franciscanos y Carmelitas tienen su Regla propia, porque fueron aprobados antes del Concilio IV de Letrán (1215). Dominicos, Mercedarios y Agustinos adoptaron, la Regla de San Agustín, según las prescripciones del Concilio IV de Letrán (1215) que obligaban a abrazar una Regla ya aprobada: San Basilio, San Agustín, San Benito; pero después le añadieron sus propias Constituciones. Todas las Ordenes Mendicantes crearon un mismo tipo de Comunidad: la Comunidad mendicante, con un mismo estilo de pobreza: la pobreza mendicante: colectiva o comunitaria, con la cuestación de puerta en puerta. 3. La Comunidad conventual 1) La Comunidad mendicante está formada por un grupo de miembros más pequeño que el de las comunidades monásticas. Esta característica viene exigida por el 6 2) 3) 4) 5) 6) 7) 8) sistema de sustentación: mientras la Comunidad mendicante vive del trabajo y de la mendicidad, la Comunidad monástica era económicamente autosuficiente. Y además por el ideal de pobreza evangélica y sencillez: en los edificios, en contraste con la suntuosidad de los monasterios cluniacenses y cistercienses. El menor número de hermanos trae consigo una intensificación de las relaciones interpersonales. Al suprimirse la estabilidad local por haber recibido la Orden Mendicante una organización centralizada, cada una de las Comunidades forman parte de una organización más amplia: la Provincia. Tal cosa comporta un cambio periódico de residencia, con el consiguiente rehacerse de la Comunidad local a la llegada o salida de los Hermanos: se rompen relaciones ya creadas. La llegada de nuevos Hermanos posibilita la distorsión de las relaciones anteriores; pero también se pueden facilitar las relaciones con hermanos diferentes. Las Comunidades se establecen de ordinario en los barrios populares de las ciudades y en las aldeas. De este modo, los Hermanos forman parte del entramado ciudadano y vecinal, que comporta una relación continua con los seglares de puerta en puerta. La Liturgia comunitaria se mantiene, juntamente con algún otro acto de Comunidad, como el Capítulo local; pero la Liturgia se simplifica, porque los frailes no pueden pasar horas y horas en el rezo del Oficio Divino, pues tienen otros ministerios urgentes: predicación, estudio, etc. Algunos seglares se asocian al espíritu de las Ordenes Mendicantes: Ordenes Terceras: Los Terciarios profesan los ideales de la Orden Primera, con la única excepción del celibato y la obligatoriedad de la vida común. El ministerio apostólico es parte integrante de la vida de la Comunidad. Además del ministerio de las confesiones y de la asistencia espiritual a las asociaciones laicales, según se practica en todas las Ordenes Mendicantes; los Mercedarios y Trinitarios dejan con frecuencia sus conventos para recoger limosnas destinadas a la liberación de cautivos; por ello se desplazan a los países musulmanes, especialmente al Norte de África. Los Dominicos empiezan a predicar de pueblo en pueblo por el Sur de Francia, antes incluso de fundar las primeras comunidades. Los Franciscanos se suman también desde el principio a la predicación itinerante de la penitencia. En la vida de las Comunidades mendicantes existe, con ciertas variantes, un ritmo alternante del Coro y del Ministerio. Es así como se entiende la nueva categoría de la vida mixta. Para resolver la tensión entre contemplación y acción, entre observancia comunitaria y misión apostólica, los dominicos crearon la institución de la “dispensatio a lege”, la dispensa de la norma: las Constituciones de los Dominicos reconocen a cada Superior la facultad de dispensar de las observancias comunitarias, cuando sea necesario para el ministerio. También el concepto de autoridad es modificado por las Ordenes Mendicantes en relación al vigente en los monasterios benedictinos. En las Ordenes Mendicantes hay un Superior General, que se llamará: Maestro en los Dominicos; Ministro en los Franciscanos; y Prior en las demás Ordenes Mendicantes. Existe un talante democrático en las Comunidades, ambiente que refleja el de las CiudadesRepúblicas de Italia en aquel tiempo. 4. La fraternidad franciscana. 7 La Comunidad franciscana evoca la fraternidad evangélica de San Basilio; lógicamente con caracteres nuevos. En contraposición a San Basilio que funda una comunidad estable en un sitio concreto, como todos los monasterios de su tiempo, San Francisco se propuso sencillamente un retorno al Evangelio, sin glosa de ninguna clase, siguiendo muy de cerca el ejemplo de movilidad y de desarraigo de Jesús que se movía continuamente de una parte a otra; retorno al Evangelio que había de actuar como fermento en medio de la masa eclesial de aquel tiempo. San Francisco de Asís, más que en la Comunidad, puso sus ojos en el Evangelio, en toda su amplitud y radicalismo. Los Franciscanos reaccionan contra el Monasterio y contra la Comunidad de Canónigos Regulares. San Francisco no llamó nunca comunidad, sino fraternidad al grupo de sus seguidores, para significar las relaciones fraternales que han de presidir su convivencia. Los hermanos están unidos por la común vocación a vivir según el Evangelio. Sin embargo, la movilidad inicial requería una estructura centralizada a nivel de toda la Orden, de las Provincias y de cada grupo local. En este contexto, el cargo de autoridad ha de ser entendido como un servicio a la fraternidad. San Francisco es para toda la Orden, el hermano por antonomasia, y prohíbe a sus frailes cualquier ejercicio de autoridad y señorío sobre los demás. Para resolver algunas tensiones surgidas en el seno de las fraternidades, San Francisco de Asís reforzó la responsabilidad de los Ministros. La obediencia franciscana es ante todo obediencia al Evangelio, y después obediencia a la Regla que ha de ser entendida como un comentario al Evangelio, siempre dentro del marco de la comunión con la Iglesia y con el Papa. Dentro de la fraternidad franciscana, la obediencia se entiende como expresión de amor mutuo, y se extiende a todos los Hermanos, aunque se actúe de modo particular para con los Ministros. 5. La Comunidad apostólica de Santo Domingo Ciertamente, antes de los Dominicos existieron comunidades que desempeñaron un cometido apostólico, como los Canónigos Regulares y también algunos monasterios benedictinos, y de un modo peculiar los monasterios fundados por San Agustín, y en una medida más restringida, los propios monasterios de San Basilio. En todos estos casos se trata de comunidades con ministerio; pero con la fundación de la Orden de Predicadores se da un paso más: se trata de Comunidades fundadas para desempeñar un ministerio en cuanto tal en el exterior de las mismas. En este sentido, la Orden de Predicadores es la primera cronológicamente hablando. La finalidad primera que emerge en el caso de Santo Domingo de Guzmán fue el servicio de Dios en el prójimo, a través del ministerio de la Predicación de la Palabra de Dios. Los Dominicos se entregan a ese servicio de la Palabra en el celibato y en la pobreza. Se reúnen en comunidad para realizar ese ministerio con mayor eficacia. El ministerio apostólico es toda su razón de ser y para ello forman comunidad: "Se debía llamar y ser Orden de Predicadores". El ministerio se convierte en parte esencial de la Obediencia. La imitación de los Apóstoles es la forma constitutiva de las Órdenes apostólicas. Y en este sentido fue Santo Domingo de Guzmán el primero en hacerlo de un modo explícito. Fue el Papa Gregorio IX quien lo reconoció de un modo bien claro: “En él he conocido a un hombre que encarno en plenitud la regla de los Apóstoles y no dudo de que en el cielo esté asociado a ellos". El verdadero distintivo de la Orden de Predicadores, es más "su única definición adecuada debe ser la de Orden Apostólica; y a su imagen lo serán después todas las demás Ordenes Mendicantes, y las Congregaciones religiosas posteriores. El 8 apostolado es el principio evangélico que las ha inspirado, el punto de convergencia de los elementos que las constituyen, el muelle que sostiene su unidad y la fuente viva de la que han sacado su ideal: la Sagrada Escritura y la vida apostólica". Las órdenes y congregaciones apostólicas posteriores podrán organizarse mucho más ágilmente para el desempeño de la misión apostólica, de lo que lo pudieron hacer las Ordenes Mendicantes, porque la comunidad mendicante tuvo que atenerse aún a muchas de las observancias monásticas; es cierto que, como ya se ha dicho, en ellas la vida comunitaria estructurada y el ministerio exterior se yuxtaponen, y para evitar las tensiones, los Dominicos crearon la dispensa de la ley; pero no es menos cierto que las observancias monásticas siguen en pie aunque hayan sido notablemente mitigadas. En cambio en las Ordenes de Clérigos Regulares, especialmente en el caso de la Compañía de Jesús, y en las Congregaciones de votos simples, la Comunidad se entiende ya más bien, como Comunidad para la dispersión misionera; lo cual significa que sus miembros pueden pasar largas temporadas en campañas de evangelización, fuera de la comunidad. Sin embargo, en las Congregaciones modernas también se ha dado lugar a tensiones muy fuertes entre observancias comunitarias y apostolado, porque muchas veces sus miembros han sido formados en una espiritualidad que no era la propia de las Congregaciones apostólicas, sino más bien propia de los monjes. Baste recordar el libro de cabecera de los noviciados de las Congregaciones apostólicas: el libro, de Dom Columba Marmión: Cristo, ideal del monje. .