Unidad 6. Los hermanos de Zeus. - IES Arucas

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LOS HERMANOS OLÍMPICOS DE ZEUS
1.- HERA (JUNO).
Es la más importante de todas las diosas olímpicas por su condición de esposa de
Zeus. Es la hija mayor de Cronos y de Rea y, al igual que el resto de sus hermanos, fue
tragada por su padre y permaneció en su interior hasta que su hermano Zeus los liberó a
todos ellos. Posteriormente se convirtió en su séptima y definitiva esposa en una bodas
solemnes que tuvieron lugar en el Jardín de las Hespérides, que es el símbolo mítico de la
fecundidad en el seno de una eterna primavera. Fue en ese momento cuando Zeus le
regaló las manzanas de oro que custodiaban las Hespérides (“Occidentales”, hijas de la
Noche y, tal vez, de Héspero, el lucero vespertino). Por esta razón, se celebraban en
numerosos lugares de Grecia diversas fiestas para conmemorar estos esponsales,
durante los cuales se adornaban las estatuas de la diosa con trajes nupciales y se las
sacaban en procesión por las ciudades hasta los diversos santuarios en los que también
se le preparaban lechos nupciales.
Como esposa legítima del rey de los dioses, Hera es la protectora de las mujeres
casadas, por lo que los mitos nos la muestran como una diosa celosa, violenta y
vengativa. A menudo se irrita contra Zeus, cuyas infidelidades significan para ella otros
tantos insultos, por lo que descarga su ira contra las amantes y los hijos ilegítimos de su
marido, como el engaño a Sémele, el retraso en el parto de Leto, etc. De éstos, Heracles
tuvo que sufrir más que nadie su cólera, ya que se le atribuye la idea de los “Doce
Trabajos” y su protección sobre Euristeo, además de incontables ataques contra el héroe,
entre los que destaca el haberlo vuelto loco para que éste diera muerte tanto a sus hijos
como a su esposa. Esta actitud tan violenta le costó bastante cara en algunas ocasiones,
ya que Zeus la castigó varias veces con gran dureza. En una de ellas la suspendió boca
abajo del Olimpo, atándole dos pesados yunques en los pies, y, cuando su hijo Hefesto
intentó ayudarla, lo precipitó al vacío y lo dejó cojo para siempre. Sin embargo, se
reconcilió finalmente con Heracles y éste accedió al Olimpo para convertirse en un dios,
alcanzando con ello la inmortalidad.
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A pesar de que Zeus le era profundamente infiel, Hera sí que permaneció
siempre fiel a su esposo y castigó cruelmente a todos los que pretendían sus favores,
como en el caso de Ixíón, que, queriendo unirse a Hera, se unió a una nube con la
forma de la diosa y concibió a los centauros, seres mitad hombre y mitad caballo que se
nutren de carne cruda y son lascivos con costumbres brutales; Ixión fue condenado a
girar por toda la eternidad atado a una rueda encendida.
Además de esto, también se enfada y se venga contra los que no le dan la razón. De
este modo, deja ciego a Tiresias cuando se pone de parte de Zeus en una discusión que
éste mantenía con su esposa sobre quién disfrutaba más haciendo el amor, ya que
Tiresias había vivido varios años convertido en mujer antes de recuperar otra vez su
forma masculina, por lo que Zeus decide preguntarle para que resuelva sus dudas. Por
otro lado, es una de las más firmes partidarias de los griegos en la Guerra de Troya, ya
que el troyano Paris había elegido a Afrodita como la más hermosa en vez de a ella, a
pesar de haberle ofrecido a éste el gobierno del mundo.
Su culto más importante se encontraba en Esparta, por ser ella la principal valedora
de Menelao, cuando su esposa Helena lo abandonó por Paris, y al acabar la Guerra de
Troya también lo convierte en inmortal. De hecho, los únicos juegos deportivos en los que
participaban las mujeres de Grecia eran los Juegos Hereos que se celebraban en su
honor en Esparta.
Su principal atributo es el pavo real, cuyo plumaje pasaba por ser los ojos del gigante
Argos al que había dado muerte Hermes mientras custodiaba a la princesa Ío. Su planta
es el lirio y su fruto preferido la granada.
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2.- POSEIDÓN (NEPTUNO).
Poseidón o Posidón es el hermano mayor de Zeus, que también fue tragado por su
padre Cronos hasta que Zeus lo liberó junto al resto de sus hermanos. Posteriormente,
tras el triunfo sobre los Titanes, le correspondió el reino sobre los mares cuando los
vencedores se repartieron el mundo. Así pues, no sólo tiene poder sobre las olas, sino
que también puede desatar tempestades, hacer caer las rocas de las costas con un golpe
de su tridente y hacer brotar manantiales. A la hora de provocar tormentas marinas,
Posidón contaba con la ayuda de Eolo, el dios que hacía soplar a los vientos según
las indicaciones que le daba el dios de las aguas. Así, tanto podía hacer rugir a
Boreas o Aquilón, los helados vientos del norte. como hacía que Euros descargara su
asfixiante y húmedo aliento, o bien dejaba que la suave brisa del Zéfiro acariciara las
velas de los barcos y rizara dulcemente las olas. También podía encerrar a todos
los vientos en un odre y mantener el mar en la calma más absoluta.
Además, su poder no se limita al mar, sino que se extiende a las aguas corrientes y a
los lagos, si bien los ríos poseen sus propias divinidades. Por otro lado, es también el dios
de los terremotos, que produce igualmente con la sacudida de su tridente que es el arma
de los pescadores de atunes.
Su primera esposa fue Halía, nieta de Océano, con la que tuvo seis hijos varones y
una hija llamada Rodo, que por nacer en la isla de Rodas da su nombre a la isla. Sin
embargo, su mujer definitiva es Anfítrite, una ninfa de las aguas que tenía medio
cuerpo en forma de pez. Como tenía fama de colérico, ella al principio no quería vivir
con él: pero el dios, que deseaba convertirla en su mujer y demostrarle que siempre
estaría enamorado, consiguió al fin atraerla. Para ello se valió de un mensajero muy
especial: un delfín muy simpático que le llevaba toda clase de recados de amor,
hasta que ella se dejó convencer y se marchó con Posidón a reinar sobre las aguas.
La vida de los esposos era sosegada y feliz: muy a menudo recorrían los mares
organizando un vistoso cortejo. Primero salίa Posidón, sobre un carro de oro tirado por
hermosos caballos: Anfítrite tenía también un precioso carro de conchas y coral,
tirado por caballitos de mar. A su alrededor se colocaban las ninfas de las aguas, las
numerosas hermanas de Anfítrite, que se llamaban nereidas y eran unas divinidades
muy generosas: montadas sobre delfines y caballitos de mar, ayudaban a los
marineros a surcar las aguas y a llegar sanos y salvos a tierra.
A la cabeza del cortejo se situaba Tritón, el hijo de los soberanos, que también
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tenía medio cuerρο en forma de pez. Su misión era anunciar la llegada de sus padres
haciendo sonar una caracola marina con la que volvían también las aguas a su cauce
cada vez que su padre, en un arrebato de ira, las hacía crecer e inundar cuanto
encontraban a su paso.
Sin embargo fue en numerosas ocasiones infiel a Anfitrite, al igual que lo fue Zeus con
Hera. Sin embargo, los hijos que engendró Poseidón en sus relaciones extramatrimoniales eran casi siempre gigantes maléficos y violentos. De esos hijos destacan el
cíclope Polifemo; el gigante Crisaor y el caballo Pegaso, que tenía como madre a la
gorgona mortal Medusa; el héroe ateniense Teseo, al que engendró con la reina Etra, tras
presentarse en su casa bajo la apariencia de Egeo, su esposo ausente; etc.
Como en una ocasión se atrevió a desafiar a Zeus, fue castigado por éste a participar
durante un año en la construcción de las murallas de Troya, ayudado por Apolo, varios
cíclopes y el mortal Éaco. Sin embargo, Laomedonte le negó el salario convenido y
Poseidón se vengó enviando contra los troyanos una enorme serpiente que devastó toda
la región. Posteriormente será uno de los mayores aliados de los griegos contra los
troyanos, aunque castiga a Ulises a un exilio de diez años por haber dejado ciego a su
hijo Polifemo. Así pues, son frecuentes sus intervenciones en los asuntos humanos
entre las que, además de las anteriores, destacan la exigencia del sacrificio de
Andrómeda por haber ofendido a las Nereidas o la venganza contra el rey Minos,
haciendo nacer en Pasífae, su esposa, un amor monstruoso hacia el toro que Minos
no había querido sacrificar a Posidón, por lo que de esta unión nace el Minotauro...
Fue para los griegos un dios muy importante, ya que el mar en Grecia significaba
vida, comunicación y la riqueza: en efecto, en un país tan montañoso, los caminos
por tierra eran tremendamente difíciles, mientras que el mar, que lo rodeaba en su
mayor parte y en el que se levantaban un sinfín de islas, era el medio preferido para
desplazarse, comerciar, explorar nuevas tierras y procurarse el alimento. Por eso
Posidón era un dios venerado y a la vez temido, puesto que era él quien, cuando se
enfadaba, provocaba las tempestades, haciendo naufragar las frágiles naves. Se
pensaba que era su cólera la que causaba los terremotos, porque los griegos creían
que se originaban en el fondo del mar.
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3.- HADES (PLUTÓN).
Para los griegos, el reino de Hades no era el lugar donde moraban aquellos que
habían merecido un castigo para toda la eternidad, sino el lugar donde residían todos
los muertos. Ahora bien, no todos iban al mismo sitio dentro de su reino: los
condenados iban al Infierno propiamente dicho, mientras que las almas nobles y
generosas disfrutaban de los placeres de los Campos Elíseos, una especie de
paraíso cuajado de verdor, coloridas flores y apetitosos frutos. En este reino se
encontraba también el Tártaro, tenebroso lugar donde habían sido encerrados los
Cíclopes y los Titanes. Junto a este lugar estaban los condenados a sufrir torturas
eternas.
Sobre este reino de sombras gobernaba Hades, hermano de Zeus. Fue la parte
que le correspondió en el reparto del Universo cuando vencieron a Cronos. Hades,
a quien los romanos llamaron Plutón, era un dios oscuro y más bien poco sociable,
pero eso no significaba que fuera un dios siniestro o malvado: lo que ocurría,
simplemente, era que sus dominios, llenos de difuntos, no se prestaban
demasiado a la alegría.
Para llegar hasta el Reino de Hades era necesario atravesar un brazo de la
laguna Estige que en ese lugar formaba un río. Cuando los muertos llegaban allí,
eran recogidos por un barquero, Caronte, que les cruzaba hasta la otra orilla
cobrándoles una moneda de oro. Por eso los griegos y romanos enterraban a sus
muertos con una moneda dentro de la boca, que les serviría para pagar este pasaje.
Después de cruzar el río, aparecía la puerta del Hades. Se trataba de un portón
custodiado por un terrible guardián: el Can Cerbero, un perro que tenía tres cabezas,
cada una con una gran boca llena de afilados dientes. Por si esto no fuera suficiente
para hacer de Cerbero un animal pavoroso, una maraña de serpientes de pérfido
veneno le cubría el lomo. Cerbero controlaba la entrada a los Infiernos, impidiendo la
entrada de los vivos y no dejando escapar a nadie de su interior.
Una vez dentro, el recién llegado era juzgado por un tribunal de tres jueces que
podían condenarlo a vagar en las tinieblas infernales como una sombra triste y
olvidada, o premiarlo con el disfrute de una eterna primavera en los Campos Elíseos.
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Cerca del Tártaro solían vagar las Furias, terribles seres encargados de hacer
cumplir los castigos de los condenados. También se hallaban aquí las tres Parcas,
unas hermanas cuyo trabajo era hilar en una rueca los hilos del destino de los
hombres, cortándolos cuando llegaba su hora.
La condena a sufrir tormentos estaba reservada exclusivamente para quienes
habían provocado la ira de Zeus. Entre estos condenados «especiales» había
algunos muy famosos, como Tántalo, Sísifo, Ixíón y las Danaides :
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Tántalo se había atrevido a robar el néctar y la ambrosía, el alimento de
los dioses, por lo que fue condenado a pasar la eternidad rodeado de agua y
de frutos pero sin saciar nunca su hambre ni su sed, porque cuando alargaba
la mano para coger una fruta, las ramas se retiraban lejos de su alcance, e
igualmente con el agua, que se alejaba de su boca cada vez que Tántalo
intentaba beber.
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Sísifo, por su parte, cometió el error de delatar a Zeus en una ocasión en
que éste había raptado a una ninfa de la que se había enamorado. Zeus se
encolerizó de tal forma con él que lo envió a los Infiernos, condenándole a
subir una enorme roca hasta la cima de una montaña para que cuando la
tuviera arriba, tras el penoso esfuerzo de subirla, la roca cayera de nuevo
hasta abajo, de forma que Sísifo tuviera que volver a subirla una y otra vez.
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Ixíón fue condenado por el dios supremo a girar eternamente encadenado a una
rueda ardiente, por haber osado buscar los amores de Hera, la esposa del
propio Zeus.
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Las Danaides se esfuerzan inútilmente en llenar con agυa una crátera sin
fondo, castigadas porque habían matado a sus maridos en la noche de
bodas, instigadas por su padre, el rey Dánao.
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4.- AFRODITA (VENUS)
Afrodita es la diosa del amor, nacida de los órganos genitales de Urano cuando Crono
lo mutiló para destronarlo: Estos órganos cayeron al mar y permanecieron a la deriva
durante largo tiempo, por lo que se formó una densa espuma a su alrededor de la que
surge esta diosa. Posteriormente los vientos Céfiros la llevan a la isla de Citera y de allí a
las costas de Chipre (por esto recibe los apelativos de Citerea y Cipria), donde fue
acogida por las Estaciones, que la vistieron y la condujeron al Olimpo. En el siglo IV a.C.,
Platón imaginó la existencia de dos Afroditas diferentes: la nacida de Urano, Afrodita
Urania, tal y como se narra en el mito anterior, que simboliza el “amor puro”; y la nacida
de la unión de Zeus con la Oceánide Dione, Afrodita Pandemo (Afrodita Popular), que
representa el “amor vulgar”.
En torno a esta diosa se han formado diversas leyendas, que no constituyen una
historia coherente, sino episodios distintos en los que ella interviene. Así tenemos que se
casa con Hefesto, a pesar de amar a Ares, dios de la guerra. Por eso, Homero cuenta
cómo de madrugada los dos amantes fueron sorprendidos por el Sol, que fue a contarle
su descubrimiento a Hefesto. Éste preparó en secreto una red mágica que sólo él podía
utilizar y que nadie podía romper, por lo que, cuando los dos amantes aún se encontraban
en el lecho, Hefesto la lanzó sobre la sorprendida pareja y la cerró con rapidez. Luego,
llamó a todos los dioses del Olimpo para que se burlasen de ellos y fueran testigos de la
afrenta. Finalmente, esta embarazosa situación concluye con la mediación de Zeus y el
compromiso de Ares de no tomar venganza contra Hefesto a cambio de su liberación.
Sin embargo, Afrodita y Ares siguieron viéndose y de su relación nacieron varios hijos:
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Eros (Cupido en latín)
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Anteros (Amor contrario o recíproco)
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Deimo (Terror)
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Fobo (Temor)
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Harmonía, que se casaría más adelante con Cadmo, el héroe fundador de Tebas,
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Príapo, dios de los jardines y de la “masculinidad”, representado por un falo erecto
y que tuvo mayor importancia en la Mitología Latina que en la Griega.
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De estos hijos de Afrodita, Eros es, sin duda, el más importante. Se le suele confundir en
la Mitología con un Eros primigenio nacido a la vez que Gea del Caos. Sin embargo, bajo
el influjo de los poetas, se le representa como un niño, con frecuencia alado, que se
divierte llevando el desasosiego a los corazones o inflamándolos con sus flechas, ya que
en su carcaj lleva dos tipos: las de punta de oro, que hacen que el amor sea
correspondido; y las de punta de plomo, que producen el desamor en la persona amada.
Aunque se le representa como a un niño travieso que a menudo es castigado por su
madre o que juega a diferentes juegos infantiles, es también un dios muy poderoso,
capaz, si se le antoja, de producir crueles heridas, como es el caso de Apolo y Dafne, o
de someter a los demás dioses, incluido el propio Zeus.
Otro amante muy importante de Afrodita fue Adonis, hijo del amor incestuoso de la
joven Mirra con su padre Tías, rey de Siria. Cuando el engañado padre descubrió que
había tenido relaciones sexuales con su propia hija, intentó matarla, pero, tras pedir
protección a los dioses, éstos la convirtieron en el árbol que lleva su nombre, y meses
más tarde nació Adonis de su corteza. Afrodita, pues, enternecida por la belleza de la
criatura, la recogió y la confió en secreto a Perséfone para que la cuidara, pero ésta
también se quedó prendada del niño y, pasado el tiempo, no quiso devolvérselo. La
disputa entre ambas fue zanjada por Zeus, que decretó que Adonis permaneciera un
tercio del año con Afrodita, otro con Perséfone y el último con quien quisiera. Sin
embargo, un jabalí enviado por Ártemis (en otras versiones por el celoso Ares) lo hirió
mortalmente durante una cacería. Cuando Afrodita intentó ayudarlo, se hirió en un pie y
unas gotas de sangre cayeron sobre una rosa, que cambió entonces de color, dando
origen a este tipo de flor, ya que antes sólo había rosas blancas.
Las iras y maldiciones de Afrodita se hicieron también famosas. Como cuando inflamó
el corazón de Fedra hacia su hijastro Hipólito, porque éste sólo rendía culto a Ártemis y se
negaba hacerlo a Afrodita. También castigó con dureza a las mujeres de Lemnos, porque
no le rendían culto adecuadamente, de manera que éstas fueron impregnadas de un olor
nauseabundo que las hacía insoportables para sus maridos, por lo que éstos las
abandonaron por cautivas capturadas en las costas de Tracia. Posteriormente las lemnias
dieron muerte a todos los hombres de la isla y fundaron una sociedad de mujeres hasta la
llegada de Jasón y los Argonautas. También castigó a las hijas de Cíniras de Pafos a las
que obligó a prostituirse con extranjeros, etc.
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Su favor no era menos peligroso. Un día la Discordia lanzó una manzana de oro
destinada “a la más hermosa” de las diosas. Hera, Atenea y Afrodita se disputaron dicho
trofeo, por lo que Zeus ordenó a Hermes que las condujese al monte Ida de Troya para
que decidiera sobre el asunto el joven Alejandro (Paris). Las tres diosas le ofrecieron
regalos, pero Paris se decidió por el de Afrodita, el amor de la mujer más hermosa del
mundo, Helena, hija de Zeus y reina de Esparta, dando lugar con ello a la Guerra de
Troya. Durante este conflicto, Afrodita apoyó siempre a los troyanos y en especial a los
amantes Paris y Helena, salvando en varias ocasiones la vida del primero. Sin embargo,
aunque no pudo impedir la muerte de Paris y la conquista de la ciudad, sí que consiguió
salvar a una parte de su pueblo, ayudando en ello a Eneas (también hijo de Afrodita con
el mortal Anquises) a guiar a un grupo de exiliados troyanos hasta Italia. De este modo,
Roma tuvo a Afrodita-Venus como su principal protectora, al igual que la familia Julia, ya
que sus miembros se consideraban descendientes de Julo, hijo de Eneas y nieto de
Venus. A esta familia Julia pertenecerán los primeros emperadores romanos: Julio César,
Octavio Augusto, etc.
Los animales favoritos de Afrodita son las palomas, que llevan su carro por los cielos,
y sus plantas son la rosa, en recuerdo de Adonis, y el mirto.
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