El arte surge en tierras leonesas al encuentro del viajero a cada paso con una exquisita mezcla de estilos. Del románico al gótico y del Renacimiento al modernismo del genial Gaudí. En la confluencia de los ríos Torio y Bernesga, afluentes del Esla, y en mitad de una vasta llanura poblada de arboledas, huertos y prados, se alza la ciudad de León. El nombre le viene de haber sido el lugar de acuartelamiento de la Legio VII Gémina romana, compuesta por indígenas hispanos reclutados para hacer frente a las indómitas tribus montañesas del norte peninsular. Capital del antiguo reino de León e importante etapa del Camino de Santiago, de su rico pasado histórico conserva tres monumentos que son otras tantas obras maestras del arte románico –San Isidoro–, gótico –catedral– y renacentista –San Marcos–. El Camino de Santiago también ha determinado la riqueza monumental de ciudades como Sahagún, Astorga y Ponferrada, en el Bierzo, comarca que atesora dos de los parajes más sobrecogedores de la provincia: el valle del Silencio y las minas de oro romanas de Las Médulas. Al norte de León, la cordillera Cantábrica ofrece una sucesión ininterrumpida de bellísimos escenarios naturales, que se extienden desde el valle de Valdeón –vertiente suroccidental de los Picos de Europa– hasta los Ancares –sierra remota de la raya con Lugo, cuyo emblema son las pallozas de techo de paja que se conservan en los recónditos núcleos de Campo del Agua, Suárbol, Balouta…–, pasando por las reservas nacionales de Riaño y Mampodre, y las reservas de la biosfera de Los Argüellos, Laciana, Alto Bernesga y Valles de Omaña y Luna. Uno de los enclaves menos conocidos de esta franja septentrional es Babia, comarca lindera con el parque natural asturiano de Somiedo, tierra de nobles linajes, altas brañas, robustas yeguadas, sabrosas cecinas y arroyos que son las primeras fuentes del Sil. Ciudad de León Consagrada a la Virgen de la Regla, la catedral leonesa, conocida como la Pulchra Leonina, está considerada como una de las obras cumbres del gótico. Las obras de la misma comenzaron a principios del siglo XII sobre lo que antes fueron termas romanas y palacios de Ordoño II, y se concluyeron, en lo básico, un siglo después, pero la búsqueda de ligereza, altura y luminosidad se hizo sacrificando la solidez de la fábrica, por lo que en el siglo XIX hubo que acometer una profunda remodelación para evitar que se desplomase. Destaca por su elegancia la fachada principal (siglo XIII), con tres portadas magníficamente esculpidas y enmarcadas por dos poderosas torres y un rosetón central. Dentro, 2.000 metros cuadrados de vidrieras inundan de luz las altísimas naves, y a medida que se avanza por ese espacio rematado por los haces de nervaduras que surgen de las columnas, se van presentando el coro, con sitiales góticos de nogal; la capilla Mayor, rodeada por una verja plateresca; la capilla de la Virgen del Camino, con preciosas vidrieras; y el claustro, iniciado en el siglo XIV, del que parte una escalinata que lleva al Museo Catedralicio, custodio de bellas esculturas románicas. En el exterior del claustro arrancan los restos de la muralla medieval, en cuyo entorno hay palacios de los siglos XIV al XVII. Dentro del recinto amurallado se levanta la basílica de San Isidoro, la segunda gran joya de la ciudad. Iniciada en 1056, su interior románico alberga obras tan notables como la capilla Mayor, de Juan de Badajoz, y un retablo en que se guardan las cenizas del santo. El Panteón Real –cripta funeraria de los reyes de León que ya existía antes de que se erigiese la iglesia, conocida como la capilla sixtina del arte románico– consta de tres naves y bóvedas decoradas con murales del siglo XII en un admirable estado de conservación. En el museo pueden contemplarse manuscritos tan valiosos como una Biblia mozárabe de 960 y, según el estudio Los Reyes del Grial elaborado por los historiadores Margarita Torres y José Miguel Ortega del Río-, el Santo Grial. Para ambos no hay duda de que el cáliz de Doña Urraca de San Isidoro corresponde al usado en la Última Cena, antes de la crucifixión de Jesucristo. La tercera perla de León, el hospital-convento de San Marcos (siglo XVI), fue una antigua posesión de la orden de Santiago y hoy es Parador de Turismo. Su fachada plateresca, con pilastras y columnas enmarcando las ventanas, es una de las más bellas del Renacimiento español. En el interior destacan el coro, la sacristía Mayor, el claustro y la sala capitular, de bello artesonado. Varias dependencias están ocupadas por el Museo de León, que exhibe, entre otras piezas, la soberbia talla del Cristo de Carrizo, y que tiene una segunda sede en el edificio Pallarés, y un anexo arqueológico: la villa romana de Navatejera, en el municipio de Villaquilambre. La arquitectura civil tiene sus mejores exponentes en el palacio de los Guzmanes, del siglo XVI; la casa de Botines, de Gaudí; el palacio de los Condes de Luna, con fachada del siglo XIV, y la espléndida plaza Mayor. El colorista Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León o MUSAC es la excusa perfecta que tienen los amantes del arte contemporáneo para visitar León. El icónico edificio fue reconocido internacionalmente en 2007 con el Premio Mies van der Rohe de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea. Su colección actual alcanza más de 1.650 obras de más de 400 artistas nacionales e internacionales, además de contar con un interesante programa expositivo. La animación leonesa se concentra en el b arrio de San Martín, conocido como el barrio húmedo por reunirse en él gran número de bares, tascas y tabernas. El centro de la vida urbana, por su parte, se desarrolla en el triángulo que forman las calles Burgo Nuevo, Ordoño II y Gran Vía. En los alrededores de la capital, por último, merecen sendas visitas el santuario de la Virgen del Camino (a 6 km), patrona de los leoneses, y San Miguel de la Escalada (a 27 km), basílica mozárabe del siglo X. Sahagún A 67 km al sureste de la capital se alza esta pequeña ciudad de la Tierra de Campos leonesa, final de etapa del Camino de Santiago, que contó con uno de los monasterios más importantes de la España medieval. De aquella poderosa abadía cluniacense, que fue sede de la orden benedictina en nuestro país, hoy solo perduran un arco renacentista y un montón de ruinas, pero Sahagún puede vanagloriarse de seguir conservando un valioso elenco de iglesias románico-mudéjares. Todas ellas tienen en común el estar hechas de ladrillo, como es habitual en este estilo, y elementos arquitectónicos como las arcadas ciegas sobre los ábsides y el campanario de planta cuadrada. La más bella es la de San Lorenzo (siglos XII-XIII); la más antigua, la de San Tirso (siglo XII). Ya a las afueras, el santuario de la Peregrina (siglo XIII) exhibe también yeserías mudéjares. Algo más al sur, a 40 km de León, nos encontramos con Valencia de Don Juan, donde, a la vera del Esla, se eleva el castillo de Coyanza, mandado construir en el siglo XIV por el infante Juan de Portugal y modelo de la arquitectura gótico-militar. Y al Oeste, a mitad de camino entre León y Astorga, el puente de Paso Honroso de Hospital de Órbigo nos recuerda la gesta del caballero leonés don Suero de Quiñones, que libró en el año jacobeo de 1434 una justa durante un mes con todos los caballeros que cruzaban el puente, como prueba de amor a su dama doña Leonor de Tovar. Astorga Situada en la encrucijada del Camino de Santiago con la Vía de la Plata, Astorga mantiene en su casco histórico –al que abraza una muralla del siglo IV– la configuración de la vieja ciudad romana con las reformas medievales. Sede de una de las diócesis episcopales más antiguas de España, la ciudad se vertebra en torno a la catedral, un grandioso templo cuya construcción se inició en 1471, a partir de una obra románica, y se prolongó hasta el siglo XVIII, de ahí que sobre un esquema general gótico flamígero, evidente en el ábside, se sucedan elementos renacentistas, platerescos y barrocos, estilo este último al que corresponde la fachada principal, de abigarrada decoración. Destaca en su interior el retablo del altar mayor (siglo XVI), obra en madera polícroma de Gaspar Becerra. En la misma plaza, compite en majestuosidad con la catedral el palacio Episcopal, una fantástica obra de recreación gótica iniciada por Gaudí a finales del siglo XIX, en cuyas dependencias se halla instalado el Museo de los Caminos. La visita a Astorga se completa con la Ergástula (cárcel romana) y el Ayuntamiento, que posee una magnífica fachada barroca. Al sur de Astorga se extiende la Maragatería, comarca antaño famosa por sus arrieros, los cuales alcanzaron una maestría tan indiscutida en el desempeño de su oficio que acabaron haciendo grandes fortunas, sólidas como las casas de piedra que construyeron con ellas. Así puede apreciarse en Castrillo de los Polvazares (a 5 km de Astorga), pueblo declarado conjunto histórico artístico, y en Santiagomillas (a 15 km de Astorga), donde se conservan imponentes casonas con portalones en arco –como la casa-palacio del Maragato Cordero–, además de una iglesia románica. La gastronomía de la zona depara momentos de felicidad como el cocido maragato, que se come empezando por las carnes y acabando con la sopa –“si sobra algo, que sobre el caldo”, se dice con razón–, los pescados al ajoarriero –especialmente, el congrio– y las celebérrimas mantecadas de Astorga. Desde Castrillo de los Polvazares, el Camino de Santiago transita por uno de sus itinerarios más pintorescos: Santa Colomba de Somoza, Rabanal del Camino y la Cruz de Hierro, un poste de madera coronado por una cruz donde los peregrinos depositan una piedra traída desde su lugar de origen. Pasado El Acebo, merece la pena desviarse para visitar la herrería medieval de Compludo, que constituye un ejemplo único de la ferrería preindustrial, con su enorme mazo movido por una rueda hidráulica, declarada monumento nacional en 1968. El camino desciende hasta encontrarse con la llanura en Molinaseca, un pueblo de entrañable sabor jacobeo. Nos hallamos en El Bierzo, una fértil región que impresionó al mismísimo George Borrow, un viajero inglés del siglo XIX que vino a España a difundir el Nuevo Testamento, quien dejó escrito en su obra La Biblia en España, un libro clásico de viajes cuya edición española prologó Manuel Azaña: “Acaso no se encuentre, aun buscándolo por todo el mundo, un lugar cuyas ventajas naturales rivalicen con los de esta llanura”. Una comarca en la que el escritor Juan Benet situó Región, su territorio imaginario, como la Yoknapatawpha de su maestro Faulkner o el Macondo de García Márquez. En ese mundo, que Benet ubica en las últimas estribaciones de los Montes Aquilianos, se desarrollan Volverás a Región y Herrumbrosas lanzas. Ponferrada A la pons ferrata o pasarela de hierro que construyó el obispo Osmundo en el siglo XI para facilitar el paso de los peregrinos jacobeos sobre el río Sil, debe su nombre la capital administrativa del Bierzo, ciudad industrial y populosa que se alza a 110 kilómetros al oeste de León y que conserva en su casco antiguo, pequeño y recoleto, todas las esencias de su pasado. Para conocerlo hay que llegar hasta la plaza Mayor, a la que se accede por el arco del Reloj, viejo paso de la desaparecida muralla. Allí, o en su entorno, quedan el consistorio, barroco; la basílica renacentista de la Virgen de la Encina y la iglesia de Santo Tomás de las Ollas, a las afueras, que reúne elementos románicos, mozárabes y barrocos. El magnífico castillo de los Templarios (de finales del siglo XII, románico con añadidos posteriores), y en particular su espectacular entrada entre hermosos torreones, es la imagen más bella y reconocible de Ponferrada. Otros monumentos sobresalientes son el convento de las Concepcionistas (siglo XVI) y la iglesia barroca de San Andrés. A un tiro de piedra de Ponferrada se encuentran el monasterio de Santa María de Carracedo, fundado hacia el año 990 por Bermudo II, rey de León y de Galicia, arrasado por los árabes y reconstruido por el emperador Alfonso VI en 1138; Cacabelos, en la ribera del Cua, lugar ideal para emprender la Ruta del Vino de Denominación Bierzo; el palacio-fortaleza de los marqueses de Villafranca en Corullón, y Villafranca del Bierzo, capital histórica de la comarca. Guarda Villafranca innumerables tesoros, como la iglesia románica de Santiago, en la que ganaban el jubileo los peregrinos enfermos, incapaces de llegar a Santiago; la Colegiata, construida en el siglo XVI a instancias de don Pedro de Toledo, virrey de Nápoles, sobre la base de un antiguo monasterio benedictino, y la calle del Agua, con sus blasonadas casonas y palacios. Cualquier época del año es idónea para visitar el Bierzo: la primavera, durante la floración de los cerezos y los almendros; el otoño, cuando el paisaje muda de color con los amarillos, rojos y ocres de los viñedos, los chopos y los castaños; o el invierno, época de la matanza, para disfrutar de un suculento botillo o de su hermana pobre, la andolla (o androlla), emparentada a su vez con la andruillette de Lyon, Troyes o Cambrai. Por el Camino de Santiago circulaba todo tipo de saber, también el gastronómico. Obvio es que el botillo merece ser acompañado de un aterciopelado vino de mencía. Las Médulas Tomando la carretera N-536 en dirección Orense, se atraviesa la localidad de Santalla, desde cuyo mirador se contempla una vista espectacular de la hoya del Bierzo. Un poco más adelante nos encontramos con el castillo de Cornatel, construido en lo alto de un promontorio rocoso, y el enigmático lago de Carucedo, formado artificialmente por el agua estancada empleada para explotar Las Médulas, en cuyo fondo se halla, según la leyenda, Durandarte o Durandal, la célebre espada de Roldán, paladín y sobrino de Carlomagno muerto en la batalla de Roncesvalles. A 4 kilómetros de Carucedo, en la vertiente noroeste de los montes Aquilianos, se halla el antiguo yacimiento aurífero de Las Médulas. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997, este alucinante paraje de rojos picachos arcillosos, más propio de Marte que del Bierzo, es el resultado del expeditivo método empleado durante siglos por los romanos para extraer el oro, el ruina montium, consistente en traer las aguas desde lo más alto de la sierra hasta los embalses del yacimiento a través de una red de canales de 300 km de longitud y liberarlas de golpe en el interior de las galerías hasta que el monte elegido se derrumbaba. Los romanos empezaron a explotar el yacimiento en la época del emperador Octavio Augusto. Según el historiador Plinio el Viejo, que fue administrador de las minas en su juventud, cada año se extraían 20.000 libras de oro, lo que habría supuesto 5.000.000 de libras a lo largo de 250 años, cantidad que los arqueólogos modernos rebajan a 1.500.000. El mejor lugar para contemplar este mágico paisaje es el mirador de Orellán, que dista un kilómetro y medio del pueblecito del mismo nombre. También es una experiencia memorable adentrarse por la carreterilla que desde el pueblo de Las Médulas conduce al corazón del yacimiento, entre bosques de castaños bravos. Allí, al final del asfalto, la cueva de la Encantada y la Cuevona, dos bocaminas de una misma galería, de casi 30 metros de altura, bostezan su sueño bimilenario. En Carucedo se puede tomar también un desvío a la derecha, hacia la N-120. Desde lo alto del puertecillo, la vista del valle del Selmo es magnífica. Durante la Segunda Guerra Mundial se desató en este valle una violenta guerra que ha sido narrada por Raúl Guerra Garrido en su novela El año del wólfram. Una batalla que enfrentó a los ejércitos aliados y al III Reich por el control de este mineral, utilizado para el blindaje de los carros de combate. El Bierzo ocultaba uno de los filones de wólfram más ricos del mundo, lo que atrajo a toda clase de aventureros, que se disputaban a tiros o se jugaban a las chapas los pozos y los cargamentos. En la Peña de la Seo se mantienen aún en pie los restos del poblado de la antigua explotación minera. Uno de los valles más desconocidos de León es el del Cabrera. Da comienzo en Puente de Domingo Flórez, por donde cruza el Camino de Invierno que utilizaban muchos peregrinos en su viaje a Santiago de Compostela para evitar las cumbres nevadas del Cebreiro. La ruta atraviesa una larga lista de pueblecitos negros de pizarra muy pintorescos como Castroquilame, Pombriego, Santalavilla y Llamas, hasta llegar a La Baña, desde donde se puede acceder al lago de origen graciar, declarado Monumento Natural por la Junta de Castilla y León en 1990. De La Baña era el protagonista de la novela-biografía Antonio B, el Ruso, de Ramiro Pinilla, uno de los relatos más crudos que se han escrito sobre la posguerra de 1936. Peñalba de Santiago En lo más fragoso de los montes Aquilianos, se esconde el monasterio de San Pedro de Montes, fundado hacia el año 635 por San Fructuoso, que se encuentra en un estado ruinoso. Monte arriba, se llega a Peñalba de Santiago, con su peculiar arquitectura de pizarra y su iglesia mozárabe, único resto del monasterio fundado por San Genadio en el siglo X. Destacan la portada con doble arco de herradura enmarcado por un alfiz y las vistas que se obtienen desde el campanario, observatorio perfecto de este valle que llaman del Silencio pese a su belleza estrepitosa. Se cuenta que un día San Genadio se encontraba meditando en su cueva, pero el murmullo del arroyo que corre unos metros más abajo no le permitía concentrarse; enfurecido, gritó: "¡cállate!", y el arroyo se introdujo bajo la tierra a su paso por la cueva y dejó de hacer ruido. De ahí le viene el nombre al valle. Aún hoy se puede ver cómo el arroyo asoma y desaparece, temeroso de que resucite el iracundo cenobita. Nos encontramos en la Tebaida leonesa, así llamada porque, por sus condiciones agrestes y su aislamiento, se convirtió, durante los siglos IX y X, en lugar de retiro espiritual de los ermitaños cristianos, que buscaban la soledad en estas montañas, a semejanza de los que se habían establecido en desiertos como el de La Tebaida, en Egipto. Acudieron anacoretas de los centros más importantes del mundo visigodo como Toledo, Mérida y la Bética y convirtieron el valle en un importante núcleo cultural. Peñalba es punto de partida para excursiones inolvidables, como la ascensión a Cabeza de la Yegua (5 horas, ida y vuelta, superando un desnivel de cerca de 1.000 metros) o el paseo mucho más sencillo hasta la cueva de San Genadio (una hora y media, ida y vuelta). Reservas de la Biosfera La provincia de León reúne la mayor concentración de reservas de la biosfera del mundo: siete en total. En todos los casos la Unesco reconoció la relación armoniosa que existe en estos territorios entre el hombre y la naturaleza, lo que ha permitido tanto el desarrollo humano como la conservación de flora y fauna. Estos espacios son: Picos de Europa, Valle de Laciana, los Argüellos, Valles de Omaña y Luna, Alto Bernesga, Ancares Leoneses y Babia. El Parque Nacional Picos de Europa, de más de 67.000 hectáreas, está situado a caballo entre Asturias, Cantabria y Castilla y León. Es el segundo parque más visitado de España, después del Nacional del Teide, y constituye uno de los espacios naturales más interesantes de la Península Ibérica. En su vertiente leonesa se extiende por los valles de Sajambre y Valdeón. Dentro del parque se encuentran aldeas y municipios como Boñar, Caín y Posada de Valdeón, de donde parte la senda más conocida de los Picos: la ruta del Cares, que discurre por la garganta del río Cares hasta alcanzar Puente Poncebos, en Asturias. El valle de Laciana, al noroeste de León, está escoltado por un circo de cumbres cercanas a los 2.000 metros. Con una fuerte tradición trashumante, conserva numerosos testimonios de una arquitectura rural de cabañas de cubierta vegetal y una densa red de senderos y caminos ganaderos, hoy utilizados por los aficionados al senderismo. Las cumbres de más de 2.000 metros definen también los Argüellos, situada en la montaña central leonesa. En esta reserva, los pinares y hayedos cubren las zonas más elevadas; los robles ocupan el fondo de los valles y el oso se refugia en sus bosques durante el invierno. Uno de sus rasgos más atractivos son los geomorfológicos, con bellísimas cuevas como las de Valporquero, donde las corrientes fluviales subterráneas han excavado galerías con lagos interiores, estalactitas y estalagmitas. El turista puede visitar la cueva y completar uno de los dos recorridos habilitados; el primero, de 2,5 km ida y vuelta, recorre siete salas; el segundo, de 1,6 km, discurre hasta el inicio de la quinta sala. Babia Cerrado al norte por las abruptas estribaciones de la cordillera Cantábrica y al sur por el complejo sistema montañoso que conforma la comarca de las Omañas, el valle de Babia es un mundo verde y aparte que hace que el viajero comprenda el significado feliz del modismo “estar en Babia”, frase proverbial que al parecer tuvo su origen en las frecuentes cacerías que aquí solían celebrar los reyes leoneses y que era utilizada por extensión siempre que estaban ausentes o distraídos. Para descubrirlo, puede efectuarse una ruta en coche de alrededor de 120 kilómetros (solo ida), siguiendo desde León la N-630 hasta La Robla y tomando aquí la carretera C-626 hacia Otero de las Dueñas. Acompañada desde este punto por el cauce del río Luna, la ruta bordea el bello pantano de Los Barrios de Luna, en cuyo fondo yace una docena larga de pueblos, sacrificados en su día por la construcción de este embalse de 15 kilómetros de longitud. Ocho kilómetros después de Los Barrios de Luna, la carretera cruza el embalse a través del espectacular viaducto Carlos Fernández Casado, que es la puerta modernísima que da entrada al muy tradicional valle de Babia, con caseríos tan bien conservados como el cercano de Sena de Luna. Al poco de rebasar este, hay que desviarse a la diestra en busca de Torrebarrio. En el siglo XV, Gonzalo Bernaldo de Quirós fue acusado de tiranizar al obispo de Oviedo desde su castillo de Torre de Barrio, y de robar a los viajeros en Pola de Lena. Es localidad típica de montaña, de economía ganadera, con buenas muestras de arquitectura popular. Desde este pueblecito se puede ascender a pie hasta Peña Ubiña, imponente mole caliza que, con sus 2.417 metros, es el techo de la comarca. Es una marcha dura (4 horas, solo la subida), con un desnivel superior a los 1.000 metros. Más arriba, hacia el puerto de la Ventana, se ha de tomar la desviación a Torrestío para gozar de esta aldehuela situada a 1.360 metros de altura, completamente rodeada de montañas, que conserva numerosos hórreos. De vuelta en la carretera que recorre el fondo del valle, el siguiente hito de la ruta es Villasecino, que posee un palacio del siglo XVIII, donde se alojó Jovellanos durante su viaje a Babia, así como un mesón donde se sirven típicos platos babianos. En toda la comarca se elaboran buenos asados de vaca y cordero. Bocados tradicionales son también el hornazo –hogaza rellena de chorizo, panceta y carne magra– y la cecina. Las brañas de Babia han sido lugar tradicional de pasto para los rebaños de merinas que vienen de Extremadura. Pero Babia es famosa, sobre todo, por sus yeguadas. En un pastizal del siguiente pueblo de esta ruta, Huergas de Babia, dice la leyenda que se crio Babieca, el caballo del Cid, que fue elegido por la bravura que demostró al enfrentarse a una tormenta de nieve y que habría de llevar siempre a su tierra en el nombre. El vecino pueblo de Riolago de Babia, declarado conjunto histórico artístico, alberga el palacio de los Quiñones, una soberbia obra del siglo XVI. Existe otro palacio derruido al sur de la población, con su capilla y un santuario dedicado al Cristo del Puente. Pero todo el lugar destaca, en general, por su arquitectura tradicional de piedra de sillería. Desde Riolago, se puede ascender a pie hacia el sur hasta los lagos Bustagil y Chao, de origen glaciar, desde donde se contempla un hermoso paisaje de montaña. En Piedrafita de Babia se encuentran las fuentes del Luna y las del Sil, ríos que pertenecen a vertientes distintas (Duero y Miño, respectivamente). Aquí arranca, con dirección norte, la carretera que conduce al puerto de Somiedo y al parque natural del mismo nombre, ofreciendo a quien la sigue un espectacular cambio de escenario, pues en muy pocos kilómetros las despejadas brañas babianas se transforman en espesos hayedos y robledales. Pero esto ya es otra región, Asturias, y el final de nuestra ruta. (Foto de portada: Catedral de León. David Jiménez Llanes) http://clubcliente.aena.es