La gastronomía del otro en la enseñanza del idioma Catherine d’HUMIÈRES IUFM de Versailles / CRLMC de Clermont-Ferrand La gastronomía francesa se elaboró en el siglo XIX en torno a una serie de reglas destinadas a marcar diferencias tanto sociales como culinarias. El discurso que se refiere a ella en aquella época establece una correspondencia estricta entre un estilo de escritura y un estilo de vida refinado y elegante. Desde entonces, la gastronomía es motivo de orgullo nacional entre los franceses, que siguen considerando que su país goza de una superioridad evidente en tal asunto. He elegido este tema de estudio, porque enseñar un idioma es también presentar las costumbres de los países que lo hablan: su originalidad, sus pasiones, sus glorias y, claro está, su vida cotidiana. La gastronomía, en su sentido amplio de alimentación y reglas de vida, es uno de los elementos cotidianos que están presentes en los libros utilizados tanto en la enseñanza del francés en España como en la del español en Francia. La visión que dan estos libros de las costumbres alimenticias del país vecino es subjetiva y parcial, lo que constituye, a mi parecer, un tema de estudio interesante. Por eso propongo un doble análisis, sincrónico y diacrónico, de los capítulos dedicados a la comida en unos libros de texto españoles y franceses repartidos en dos periodos alejados de veinticinco años (1975 y 2000). Mi propósito es considerar, por un lado, lo que cada país privilegia en la gastronomía del otro, y de qué modo lo hace; y por otro lado, qué visión del país extranjero —o de sí mismo— propone a los alumnos. Seleccioné libros de primero y segundo curso porque corresponden con los momentos en que la enseñanza de un idioma se apoya esencialmente en temas de la vida cotidiana. Antes de empezar un estudio comparativo, tengo que apuntar la diferencia fundamental que existe entre los manuales franceses y los españoles. En Francia la enseñanza del español se hace a base de documentos auténticos, es decir textos de autores, lienzos de pintores famosos, anuncios publicitarios, fotos, artículos de prensa, encuestas, etc., mientras en España la enseñanza del francés se hace a partir de documentos didácticos, elaborados intencionalmente para enseñar el idioma. Cada sistema tiene su ventaja y su inconveniente: la opción francesa permite proponer documentos con una lengua de gran calidad, pero difíciles de vincular con la vida de los jóvenes; mientras que la opción española permite instaurar una relación más estrecha entre el soporte didáctico y la vida cotidiana del alumno, pero muchas veces se ve perjudicada la lengua. Los libros españoles de los años 70 dan de Francia la imagen de un país rico que privilegia la vida de familia y la buena educación. El libro de la editorial Magisterio español (1975) presenta un capítulo titulado “Au restaurant”, en el que se ve a una familia francesa almorzando en un restaurante. Padres e hija eligen el menú, y es el padre quien lo encarga al camarero, de modo muy tradicional. De entrada: “des hors d’œuvre”; como plato principal: “du poisson […] un steak-frites[…], du rôti de bœuf avec de la salade”, y de postre: “du fromage et des fruits. Et une glace au chocolat” (García & Fernández Montes, 1975: 68). En la lección siguiente, los tres conversan Catherine d’HUMIÈRES tranquilamente acerca de lo que están comiendo. Uno de los elementos interesantes es la presencia de la mantequilla: se habla de rábanos con mantequilla, de pan con mantequilla, y también de mantequilla sola. Casi todos los libros españoles de enseñanza del francés ponen de relieve el uso de la mantequilla y de la nata en la gastronomía francesa. Tal insistencia se justifica por el hecho de que en España, se cocina tradicionalmente con aceite de oliva, y, por consiguiente, la cocina con mantequilla se vuelve fundamental para mostrar la diferencia. El propósito de la lección es puramente informativo: lo que se come en Francia y de que modo, como expresar sus preferencias, hacer preguntas acerca de los platos que se sirven, etc. Los ejercicios que siguen las lecciones exigen el uso del partitivo y proporcionan más vocabulario. No hay lugar para discutir de la organización de las comidas o de las diferencias de modales. En cambio, el libro de Edelvives (1976) se orienta más hacia actividades de conversación que, sin embargo, quedan limitadas. Se trata de Microconversations, en las que todos los elementos se dan de antemano: el alumno sólo tiene que repetir utilizando la estructura gramatical adecuada. No olvidemos que la pedagogía de los años 70 preconizaba los ejercicios estructurales para el aprendizaje de los idiomas. Este segundo libro presenta una familia con tres hijos acogiendo a una pareja amiga para el aperitivo durante el cual servirán una sangría, “comme ça, on aura un peu l’impression d’être en Espagne” (Llorente Álvarez, 1976: 73). Obviamente los autores optaron por privilegiar lo que, en las costumbres francesas, podía acercarse más al estilo de vida de los españoles, y pensaron que los alumnos se expresarían con más facilidad para hablar de aperitivo que de comida en un restaurante. Este libro privilegia lo similar mientras el otro privilegiaba lo diferente. En la España de los setenta, ir de tapeo se hacía sistemáticamente, cuando en Francia no era tan común, ni tan regular el hecho de tomar el aperitivo. En ese capítulo del libro, se insiste en la variedad de bebidas alcohólicas que se pueden servir en una casa francesa: Martini, cerveza, pastis, champagne, whisky, pero también coca cola o zumo de fruta; y además los personajes preparan lo que se asemeja más a las tapas tradicionales: un surtido de aceitunas, avellanas y almendras, y “des canapés”, con productos franceses: mantequilla, paté y… ¡caviar! Para los españoles, Francia, en aquellos años, era un país de abundancia y de buenos modales, incluso demasiado formal, y eso se refleja a través de la enseñanza del idioma. Muy distinta es la imagen de España que dan los libros franceses de enseñanza del español de la misma época. En Por el mundo hispánico (Hatier, 1974), el capítulo titulado “Comidas” empieza por la foto de una familia campesina que transmite la imagen de una España atrasada y frugal: todos muy serios, las mujeres con un pañuelo en la cabeza, y los platos vacíos… La foto siguiente, sacada en un restaurante, forma contraste: los platos están llenos y los comensales sonríen, pero son todos hombres ¡no hay ni una sola mujer con ellos! El texto que acompaña esta foto es de Camilo José Cela, y evoca comidas de gran sobriedad: “A las doce, tomaba una cebolla o un tomate, o un pedazo de bonito, con media libra de pan y unos tragos de vino de la tierra. Por la noche, había un simulacro de comida formal, con algo de arroz o unas sopas de ajo. La carne jamás entraba en aquella casa”1. Otro texto describe la receta del cocido, con garbanzos y “carne, con hueso de vaca, de ternera o carnero; el tocino, el chorizo y pellejos de jamón. […] En un puchero aparte se cuecen las verduras: col, judías 1 C. J. Cela, Viaje a la Alcarria, in Villégier (1974: 140). 1045 La gastronomía del otro en la enseñanza del idioma, pp. 1044-1051 verdes…”2 Se trata de una receta campesina abundante y apetitosa. Desgraciadamente, está ilustrada con una foto sacada en un pueblo miserable… de los Andes: bien se ve que el propósito de los autores es mostrar una España atrasada, rústica y pobre. Todo lo que pudiera sugerir la abundancia o la riqueza se matizaba con otro documento, incluso sin relación verdadera con el primero. Tengamos en cuenta que durante los años setenta, en Francia, la enseñaza era muy politizada, y la ideología vigente veía en la España franquista lo peor de lo que podía ocurrirle a un país. Muchos españoles se habían refugiado en Francia al final de la Guerra civil, y otros muchos habían emigrado a Francia para encontrar un trabajo que no podían conseguir en su propio país. La imagen de España era política, económica y socialmente muy mala, y esto se reflejaba claramente en los libros de texto. El estudio de las costumbres, aun de las que se referían a la vida cotidiana, como los usos gastronómicos, servía siempre para dar una visión negativa de la sociedad española. Sin embargo no todos los autores de manuales adoptaron el mismo punto de vista: el de Sol y sombra (Bordas, 1974) parece haber vislumbrado la evolución del país, y en la edición de 1974, ofrece un conjunto algo más positivo de las costumbres españolas. Dedica una doble página a los platos de España, entre los cuales la ya famosa paella pero también “el conejo al estilo de Tarragona” o los “lechones de corderos y cabritos muy aptos para ser asados” de la provincia de Segovia. Evoca también los vinos de “Roa, Peñafiel, Aranda, Cabreros, Carcabelos, Vega-Sicilia y los de Toro”3. Luego se hablará de los de La Rioja, lo que permitirá sugerir a los alumnos franceses que Francia no es el único país de buen vino. Este viaje por la cocina española es una buena sorpresa, sobre todo porque viene acompañado por un mapa de la España gastronómica, en el que, sin embargo, lamentaremos la falta de gastronomía de Asturias, Extremadura, o León —¿dónde están los vinos de Toro?—, y la colocación de las almejas a la malagueña… ¡en Murcia! También me parecen interesantes otros tres documentos del mismo capítulo. El primero es un texto de Arturo Barea que evoca una comida en el campo durante una romería: “platos con rajas de salchichón y longaniza, con aceitunas y pepinillos, con tomates cortados por la mitad llenos de sal y aceite, y todos van picando y bebiendo tragos de vino”4. El segundo es la foto de una familia reunida para comer en el campo, que también muestra la costumbre de “picar” en el plato colocado en el centro de la mesa, algo muy sorprendente para los franceses puesto que no corresponde con sus reglas de educación, pero la foto es clara, agradable y la gente bien vestida. En este caso, está claro que el autor del libro quiso que los alumnos se quedasen con una imagen positiva de una costumbre tan distinta de las suyas. El tercer documento, que se puede relacionar con el texto sobre la romería, se titula “Cocina cristiana” y trata de una señora que recita tres padrenuestros para escalfar huevos. Se trata más bien de una anécdota divertida pero, al mismo tiempo, transmite la idea de que España es un país muy católico, hasta en los detalles más nimios de la vida cotidiana, lo que la diferencia de Francia en la cual se considera esencial la separación entre la Iglesia y el Estado. 2 F. Marti Alpera, Nuevas lecturas de chicos, in Villégier (1974: 144). L. A. de Vega (1969), Viaje por la cocina española, in Duviols (1974: 126). 4 A. Barea, La forja de un rebelde, in Duviols (1974: 125). 3 1046 Catherine d’HUMIÈRES No he terminado con este primer periodo de estudio. Los años setenta fueron importantísimos para España que conoció en pocos años una mutación completa. Los libros de texto franceses de la época reflejan la perplejidad de todos frente a los cambios rápidos que se produjeron en la sociedad española a partir de la muerte de Franco, y la dificultad de admitir que la realidad de España, desde entonces, difería de los tópicos conocidos. Las editoriales se encontraron de repente con unos libros pasados de moda e intentaron modernizar su propuesta, a veces con éxito, pero no siempre, ya que los antiguos esquemas seguían vigentes en la mente de muchos. Como ejemplo, seleccioné el Lengua y vida (Hachette), de 1979 que corresponde con el momento en que las técnicas de impresión evolucionan y aparece el color en los manuales que así se vuelven más amenos. En las páginas relacionadas con la comida se empieza a privilegiar la abundancia y la calidad. Con un texto de Juan Ramón Jiménez, ilustrado por un hermoso bodegón de Meléndez, los alumnos aprenden a exclamarse: “¡Qué hermosa esta granada […] Qué rica!”5, y con otro texto, a dar calificativos positivos a la comida de España: “sardina fresca […], pan blanco, tierno y crujiente, quesos de todos tamaños […] coles muy escogidas”6. La nueva imagen que empieza a aparecer es la de un país acomodado y fértil, pero que sigue esencialmente rural. La elección del famoso lienzo de Murillo, Pícaros comiendo melón, para ilustrar el segundo texto conforta el tópico, y me parece también interesante por la mezcla de pobreza —los harapos de los dos niños— y de abundancia —la cesta de frutas—. Esta dicotomía aparece de modo significativo en la elección de otros dos textos del libro: uno de Cela, que sugiere que España no cambió mucho en cuatro siglos. Titulado “Mesón del Mirlo. Vinos y comidas. Hay camas”7, reproduce la tradicional visión de la venta campesina española, sucia y miserable, en la que “hay de todo” pero no hay ni vaca, ni huevos, ni patatas, sólo cecina, y vino. El otro texto, de Pío Baroja, se titula “Celebrando Nochebuena” y propone “una cena sencilla”8 con una docena de ostras, riñones “à la brochette”, langosta a la salsa tártara, media botella de rioja claro, café y coñac. Los autores no precisan las fechas de este texto pero la semejanza de tal menú de fiesta con los de Francia sugiere la existencia de una España rica y moderna, próxima a los otros países europeos. Así en aquellos años de transición, se da una imagen contrastada de España, entre rica y pobre, moderna y atrasada, campesina y urbana. Hagamos ahora un salto temporal de un cuarto de siglo para examinar la nueva visión que dan de España y de Francia los libros de texto de ahora. Los libros españoles dejan de lado los usos tradicionales, el aspecto familiar y la buena educación, para privilegiar lo personal y lo moderno. El propósito de los autores es mostrar que, a pesar de las diferencias, las preocupaciones de los jóvenes de hoy se asemejan en muchos puntos. Además la pedagogía se orienta actualmente hacia la comunicación y da mucha importancia a las destrezas de comprensión y expresión orales y escritas. Pas pareil 1 (Oxford, 2000) y Action XXI (Santillana, 2002) dedican un capítulo entero a la comida en Francia. El alumno tendrá que cumplir con unos cuantos objetivos de comunicación 5 J. R. Jiménez, Platero y yo, in Darmangeat, Puveland, Fernández-Santos (1979: 53). J. Carbó, in Darmangeat, Puveland, Fernández-Santos (1979: 55). 7 C. J. Cela, Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes, in Darmangeat, Puveland, Fernández-Santos (1979: 115). 8 P. Baroja, Cuentos, in Darmangeat, Puveland, Fernández-Santos (1979: 95). 6 1047 La gastronomía del otro en la enseñanza del idioma, pp. 1044-1051 anunciados desde el principio y, como lo esencial del trabajo se hace a base de ejercicios de comprensión auditiva, el libro sólo es un soporte visual de esas actividades. Los autores privilegian el modo de hablar de los jóvenes, con palabras de moda como “une Méga-fête”, “c’est nul !”, “génial !”, o interrogaciones mal construidas: “c’est où, la fête ?”, “Et M. Girardot, qu’est-ce qu’il veut comme entrée ?” (Butzbach et alii, 2002: 42). Ya no importa la elegancia del idioma. Lo que se quiere enseñar es una lengua más coloquial y moderna: la que habla la gente en la calle, y sobre todo la que hablan los jóvenes. El objetivo principal es facilitar la identificación entre jóvenes de todos los países. En Action XXI, la situación inicial es la organización de una fiesta en casa de un joven llamado Fabien. Es el punto de partida de todas las actividades del capítulo. Dos páginas están dedicadas a la preparación de las compras. La primera da el vocabulario de las tiendas y lo que se puede comprar en ellas: “à la crémerie”, “à la charcuterie”, etc., lo que corresponde más a la realidad española que a la francesa. En efecto, excepto en París y en algunas grandes ciudades, ya no existen, fuera de los mercados, tiendas tan especializadas como “le marchand de fruits et légumes” que, sin embargo, siguen vivas en España. La segunda página se titula “à l’épicerie”, y entre la lista de compras y el dibujo, enseña todo lo que se puede comprar en esa tienda, más típica de Francia, y que es como un resumen de las otras. Así, por un lado los autores dan el vocabulario equivalente a lo que conocen los alumnos españoles, y por otro presentan una realidad francesa más específica. Durante la fiesta de Fabien, los jóvenes beberán coca cola y zumos de fruta, y comerán sandwiches y canapés. Por eso otra página propone una receta de canapés dada por un tal Paul Rocuse, imitación del gran cocinero Paul Bocuse… ¡que nunca daría receta de canapés, ni aconsejaría comprar la mayonesa en vez de hacerla! Mientras los jóvenes se divierten, los padres tienen que dejar la casa, y deciden ir al restaurante. El menú propuesto parece muy tradicional: “Flan à la mousse de foiegras”, “Délices de langoustines aux champignons” por ejemplo (Butzbach et alii, 2002: 42). Se trata, obviamente, de un restaurante elegante, que propone platos elaborados según la tradición gastronómica francesa. Pero falta el queso en el menú, y esto no se puede concebir en Francia. Así se ve que se trata de un documento didactizado en España y no de la reproducción de un auténtico menú francés. Sin embargo en otras dos páginas se evocan los quesos franceses, incluso se presenta un mapa gastronómico de Francia con ocho quesos distintos, vinos —a pesar de la falta de gusto que supone el colocar el beaujolais en Borgoña—, y platos tradicionales tan famosos como el cassoulet, les crêpes, la quiche, la choucroute o la bouillabaisse. A propósito de este mapa, lamento que los autores hayan escogido las divisiones administrativas modernas que no corresponden con la realidad profunda del país e ignoran lo específico de cada provincia. El libro Pas pareil no propone un mapa sino una lista de especialidades francesas: la carbonade de bœuf à la flamande, […] le poulet à la basquaise […], les escargots à la bourguignonne […], la salade niçoise…” (Bourdais et alii, 2000: 102). En esta lista he seleccionado lo que se refiere a las provincias francesas, pero también está el cuscús que no puede presentarse como un plato auténticamente francés, y marca la introducción de platos extranjeros en el paisaje gastronómico del país. Los autores del libro insisten en este punto para mostrar las influencias ajenas en la comida francesa de hoy. No vacilan en mezclar anuncios para restaurantes tunecinos, indios, italianos, con 1048 Catherine d’HUMIÈRES los que se refieren a restaurantes franceses; proponen un menú de restaurante —sin queso— con “tomates mozzarella, champignons à la grecque, pâté de campagne o salade de gésiers” (Bourdais et alii, 2000: 104) de primero; y presentan la entrevista de un restaurador tunecino que sirve una gran variedad de cuscús en su restaurante de Nantes. Esta mezcla de culturas está de moda en Francia actualmente, y es particularmente visible en París cuyos usos siguen siendo el punto de referencia principal de los libros de francés. Otra tendencia actual de la comida francesa que se puede ver claramente a través de las opciones de estos manuales españoles, es la presencia del fast-food, de estilo americano. En los ejercicios de expresión oral propuestos por Action XXI, en la página titulada: “dégustation gastronomique”, los alumnos, repartidos en grupos de cuatro personas reciben una receta y tienen que elaborar su preparación: ingredientes, repartición de las tareas, etc… Aquí está la lista de las recetas: “Club sandwich, tartelettes au fromage, mousse aux fruits, bûche” (Butzbach et alii, 2002: 45). ¿Por qué incluir el club sandwich americano entre platos franceses? A través de esta selección transparece otra vez la opción “joven” de los autores que quieren presentar a los alumnos españoles la imagen de la Francia actual y del gusto de los jóvenes por la comida rápida y sus hamburguesas. Pas pareil, en cambio, prefiere alentar la polémica preguntando: “Vraiment bien, les fast-foods ?” (Bourdais et alii, 2000: 106) y dando argumentos en pro y en contra para que los alumnos puedan debatir. Bien se ve que ahora la gastronomía francesa ya no sirve para transmitir el encanto de un mundo diferente, sino para respaldar la idea de que, por encima de las diferencias que puedan existir entre los países, los jóvenes de hoy se asemejan en lo fundamental y comparten las mismas pasiones por un modo de vida moderno, cuyos emblemas serían las hamburguesas, la coca cola e internet. En Pas pareil, se encuentra una carta escrita por una alumna francesa, Amélie, que acaba de pasar tres semanas en España, con un intercambio escolar. Le escribe a su abuela para contarle su estancia y le habla de lo que la sorprendió durante las comidas en España. Me parece interesante poner esta carta en relación con la del capítulo “comidas” de Continentes (Didier, 1999), en la que Manoli, una joven española, le describe a su correspondiente francesa, Delphine, los usos españoles, los horarios de comida y lo que se suele comer. Quiero apuntar un hecho significativo en estas dos cartas: hablan sólo de las comidas de España. El libro español presenta a sus alumnos lo que puede sorprender de su propio modo de vida, es decir que sugiere la importancia de la mirada ajena para comprender mejor la propia identidad, mientras el libro francés sólo proporciona a sus alumnos informaciones sobre las costumbres españolas. La forma es la misma pero el propósito es distinto. Los manuales de español en Francia nunca cuestionan la imagen de Francia en el extranjero, mientras los españoles están más atentos a lo que se piensa de ellos, y esta tendencia se revela primordial a la hora de estudiar el cambio de imagen de España en estos años. Seleccioné Continentes para estudiar como se presenta hoy España a los alumnos franceses porque la comida está presente en muchos capítulos del libro: en las fiestas de cumpleaños, durante las fiestas navideñas, en la vida cotidiana… Por todas partes se habla de comida, y lo que domina es la idea de abundancia, de riqueza, de calidad, como si el tópico de los años setenta hubiera dado una vuelta total. Los años de miseria están olvidados por completo y queda la imagen de un país dinámico y 1049 La gastronomía del otro en la enseñanza del idioma, pp. 1044-1051 moderno. Tomaré un ejemplo sacado de un texto de 1992 que evoca una merienda de cumpleaños: “Pone tarta de manzana, tarta de almendra, pasteles de nata y de crema, helados, biscuits, chocolate con churros […] turrones, mazapán, almendras, nueces, cacahuetes, naranjada, limonada, zarzaparrilla, confitura de frambuesas […]”9. Esta acumulación es visible también en las ilustraciones: las fotos de bares, por ejemplo, muestran un gran surtido de tapas, filas de jamones y chorizos colgados del techo, máquinas modernas, y todo muy limpio, apetitoso, acogedor. Las fotos de especialidades regionales que acompañan los mapas —tan imprecisos o falsos como los que vimos antes— presentan productos sanos y atractivos. La cocina casera tradicional está promocionada y se exaltan las virtudes de la producción agrícola, ganadera o pesquera española en relación con una gastronomía rica, elaborada, específica de cada región de España: fabada, mariscos, paella, cocido, con una mención particular para los dulces navideños de origen arábigo-andaluz. Está claro que ahora la comida se ha vuelto argumento de promoción de la riqueza cultural y económica de España. La influencia extranjera también está presente en los libros de texto pero muy poco, y sobre todo se trata de influencia hispánica. “En España están de moda los restaurantes mexicanos y tex mex”10. Así se pueden evocar los frijoles, enchilada, tacos o tamales que también pertenecen al área de la enseñanza del español y que también aprovechan el cambio de imagen del mundo hispánico en Francia. Otro fenómeno interesante es el uso que se hace de las preocupaciones dietéticas, que han cobrado tanta importancia hoy día, en las campañas publicitarias. Se ha puesto de moda el aceite de oliva tan despreciado antiguamente por ser el ingrediente principal de la cocina de los países pobres. Se habla mucho de la dieta mediterránea como modelo de un modo de vida sano y equilibrado, como en el caso de Nuevo encuentro (Hachette, 2003) que dedica una doble página titulada “España, país mediterráneo” (Knafou & Offroy, 2003: 26) en la que se presenta un cartel de productos de la Comunidad Valenciana, acompañado de un texto explicativo sobre los méritos de la cocina mediterránea, y de un mapa gastronómico de España. Los manuales franceses utilizan muchos anuncios publicitarios como soporte de estudio, porque tienen colores hermosos, son atractivos, y —supongo— se dejan publicar fácilmente. Así se hacen eco de campañas de promoción de los productos de Valencia —arroz, naranjas, tomates—, de Andalucía —fruta, aceite de oliva, aceitunas—, o de Galicia —mariscos—, lo que contribuye a confortar la imagen de una España rica y brillante. Hace veinticinco años los alumnos sólo habían oído hablar de la tradicional paella. Ahora, las actividades de comunicación de los libros de texto también pueden utilizar sus conocimientos de los churros, que se encuentran en todas las ferias de Francia, del gazpacho, que se sirve en los mejores restaurantes, del jamón pata negra, que se vende a precio de oro, o de las tapas, que se han vuelto sinónimos de fiesta, de animación, de convivialidad, de buena vida. Reconozcamos que si ahora España está de moda, es porque se empeñó en hacer olvidar los años de carestía y de hambre, y en cambiar su imagen de país pobre. Para eso supo valorar su tradición y utilizarla para imponer la imagen moderna de un país dinámico, orgulloso de su patrimonio cultural. Los libros de texto franceses tuvieron que seguir esa evolución, y aceptarla porque corresponde con la percepción actual que 9 M. Cerezales (1992), La escapada de tres chicos intrépidos, in Bellas Cerda et alii (1999: 44). D. Soler-Espiauba (1997), Taxi a Coyoacán, in Bellas Cerda et alii (1999: 96). 10 1050 Catherine d’HUMIÈRES tiene Francia de España. Los cambios en Francia se hicieron de un modo casi opuesto y mucho más progresivo: lo que se destaca de este estudio es la emergencia de una Francia cosmopolita, que va dejando en parte su imagen de tierra de gran fama gastronómica, para acoger y adoptar poblaciones y costumbres ajenas. En realidad, estos libros de texto reflejan, a través de la mirada que cada país dirige hacia el otro, los cambios ocurridos en nuestras sociedades durante el último cuarto del siglo XX. Bibliografía a) En España: GARCÍA E., E. FERNÁNDEZ MONTES (1975). Bachillerato 1° Francés. Vitoria: Magisterio español. LLORENTE ÁLVAREZ C. (1976). Mon lycée 2. Zaragoza: Edelvives (BUP). BOURDAIS D., D. CARTERET, S. FINNIE, C. LUNA, A. L. GORDON, E. VÁZQUEZ (2000). Pas pareil, 1° de Bachillerato. Ariz-Basauri (Vizcaya): Oxford University Press España. BUTZBACH M., C. MARTÍN NOLLA, C. PASTOR, I. SARACÍBAR ZALDÍVAR (2002). Action XXI, ESO 2, Méthode de français, y Cahier d’exercices. Madrid: Santillana. b) En Francia: DUVIOLS J.P. (1974). Sol y sombra, classe de troisième. París: Bordas. VILLÉGIER J. (1974). Por el mundo hispánico 1. París: Hatier. DARMANGEAT P., C. PUVELAND, J. F. FERNÁNDEZ-SANTOS (1979). Lengua y vida 1. París: Classiques Hachette. BELLAS CERDA G., M.-R. CARTON-PINNA, M.-N. COUILLAUD-CARMONA, S. JOSGUILLOT, B. SAUZET (1999). Continentes, première année, espagnol. París: Didier. KNAFOU H., N. OFFROY (2003). Nuevo encuentro. Espagnol 2° année. París: Hachette Éducation. 1051