JOSÉ (II): DÓNDE ESTÁ DIOS CUANDO SUFRIMOS (Gén. 39) INTRODUCCIÓN.Seguimos con la interesante historia de José de la que ya empezamos a hablar el día anterior. Como vimos, José termina siendo vendido por sus hermanos como esclavo y es trasladado por los mercaderes a Egipto. Recordaréis la tragedia y el dolor de su padre por la pérdida de su hijo predilecto. Y son sus propios hijos quienes le engañan diciéndole que a José seguramente lo habría devorado una fiera. Es difícil entender cómo pudieron convivir con su conciencia aquellos hermanos durante tantos años. Y podemos imaginar también lo que estaría pasando por la cabeza de José y cómo se sentiría al ir caminando hacia Egipto como esclavo de aquellos mercaderes. El sufrimiento, el sentido de abandono y soledad tuvo que ser tremendo. Pasó de ser un chico de 17 años, privilegiado y muy amado de su padre, a ser un esclavo con un futuro absolutamente incierto. Y cuando por fin llegan a Egipto es vendido a Potifar ‘un egipcio que era funcionario de Faraón y capitán de su guardia’ (v. 1) ¿Dónde está Dios mientras José pasa por todo ese sufrimiento? Los vs. 2-6 nos hablan de que aún en ese estado de esclavitud ‘Dios estuvo con José’, y, por causa de ello, su manera de conducirse hacía que las cosas en que se ocupaba funcionaran bien. Y eso no pasa desapercibido a Potifar, que le termina poniendo como administrador de todos sus bienes. Así que, aún dentro de su esclavitud, es al menos en parte aliviado. En los vs. 7-12 aparece una nueva prueba que le terminará creando mucho más sufrimiento injusto. Está claro que la presencia de Dios en José no es primeramente una cuestión de éxito laboral, como podría parecer en una lectura superficial. Eso es más bien la consecuencia. Si no que, el efecto de andar con Dios es que somos bendecidos con su carácter, su fortaleza, su sabiduría, etc. Y eso puede tener un aspecto de éxito positivo y agradable en nuestra actuación profesional, pero es algo que se nos da por añadidura. Lo esencial, y mucho más importante, es que Dios nos transforma a su semejanza, y eso tiene efectos en toda nuestra persona. Así que cuando la insatisfecha y frustrada esposa de Potifar le insiste, día tras día, que se acueste con ella ‘José se mantuvo firme en su rechazo’ (v. 10) Su comprensión de la presencia de Dios en él, le produce un carácter que le hace ser consecuente. Sabe tener responsabilidad y guardarse del mal. Pero aquella mujer frustrada aprovecha su oportunidad y monta un teatro que terminará con José en la cárcel. (Vs. 13-20) En la huida de José ante su acoso le agarra del manto y se lo queda. Más tarde le cuenta, primero a los sirvientes, y después a su marido que José ha querido forzarla y ella ha dado gritos haciendo que huya. Cabe la posibilidad de que Potifar no termine de creer del todo en ella. Porque un intento de violación era generalmente condenado con la muerte, en cambio a José sólo lo echa a la cárcel. 1 Así que, cuando todo parecía mejorar, aquel joven muy amado de su padre, con sueños y esperanzas de ser alguien importante es puesto en extremo sufrimiento; ahora en la cárcel. ¿Dónde está Dios cuando sufrimos? Y otra vez el narrador introduce una frase parecida a la del v. 2.: “Pero aún en la cárcel el Señor estaba con él y no dejó de mostrarle su amor” (v. 21) También allí, esa presencia de Dios tuvo el efecto añadido de darle eficacia en sus responsabilidades, y de recibir reconocimiento poniéndolo como encargado de las cuestiones internas de la cárcel (v. 21-23). Los capítulos 40 y 41 relatan la historia de cómo José interpretó, primero los sueños de dos ministros de Faraón (el copero y el panadero) y después del mismo Faraón, llegando a ocupar finalmente el puesto de gobernador en Egipto. Aunque esa historia quedará para otro día. Por ahora todavía estamos en la cárcel. El ministro que fue librado de prisión, el copero del rey, se olvidó completamente de sus promesas de ayudarle a salir de allí. Por lo que José quedó en completo olvido durante dos años más (40: 23-41:1). José fue vendido como esclavo cuando tenía 17 años y sale de la cárcel cuando tenía 30. Trece largos años de sufrimiento. ¿Dónde estaba Dios durante todo ese tiempo? ¿Qué propósito y que efectos tuvieron en José esos difíciles 13 años? A eso vamos ahora. I.- DÓNDE ESTÁ DIOS MIENTRAS SUFRIMOS.Jesús sufrió el total abandono en la cruz porque toda la carga de nuestro pecado cayó sobre Él. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” –dijo– (Mat. 27:46) Y ese desamparo de Jesús en la cruz ocurrió, para que los que creemos en Él no tengamos nunca que ser abandonados. El apóstol Pablo, estando en prisión a punto de ser ejecutado dice: “En mi primera defensa… todos me abandonaron. Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que por medio de mi se llevara a cabo la predicación del mensaje…” (2ª Tim. 4:16-17) Así que aún en circunstancia de abandono humano el Señor está a su lado y le da fuerzas. Eso mismo es lo que también vemos con José: “Ahora bien, el Señor estaba con José…” (v. 2) y, “Pero aún en la cárcel el Señor estaba con él y no dejó de mostrarle su amor” (v. 21) Aunque las circunstancias externas son de sufrimiento el Señor está con él. Y dentro de esas circunstancias de sufrimiento obra en su vida. Porque Dios había prometido a Abraham que de ese pueblo llegaría el Salvador (Jesús) y por lo tanto cuida de José quien terminará haciendo que ese pueblo, que está a punto de extinguirse por el hambre, sobreviva con bienestar. Y ningún planteamiento humano que busque su destrucción tendrá éxito. Ni sus hermanos vendiéndolo como esclavo, ni la mujer de Potifar con sus mentiras, ni la cárcel más profunda, ni el olvido del ministro que había sido favorecido por José. Nada le pudo separar del Señor. Y tú y yo podemos añadir a esa lista cualquier circunstancia presente que nos oprima, porque sea la que sea tampoco nos puede separar del amor de Dios. Cómo Pablo diría casi dos milenios después: “Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna de toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús 2 nuestro Señor” (Rom. 8:38,39) Cuando el Espíritu Santo nos hace descubrir el amor de Cristo por nosotros en la cruz llegamos también a tener esa misma convicción. José reconoció a Dios en todos sus caminos. Como se nos dice en Prov. 3:5,6 “Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos y Él allanará tus sendas”. Las circunstancias de sufrimiento no le impidieron ver la mano de Dios sobre él. Y su gracia le hizo ser consecuente e integro cuando fue necesario. Se adaptó a cada nueva situación porque era consciente que Dios estaba sobre todas aquellas circunstancias. No fue rígido en lo secundario, sino flexible; aunque fue muy firme en su dependencia de Dios. Un hombre que va a gobernar Egipto tiene que asumir algunos compromisos en temas secundarios. Lo mismo que hizo Daniel en Babilonia. Pero ambos mantuvieron a Dios como su Dios de quien dependían y a quien adoraban y amaban. En eso no hicieron la más mínima concesión. Por todo ello vemos que Dios estuvo con José mientras este sufría. II.- CUÁL ES EL PROPÓSITO DE DIOS AL PERMITIR LAS CIRCUNSTANCIAS ADVERSAS.Jesús nos enseñó que “toda rama que da fruto (Dios) la poda para que dé más fruto todavía” (Jn. 15:2) Y aunque la poda para el árbol no debe ser agradable sin embargo es así como se hace más fructífero. Y eso mismo es lo que vemos en José. Después de esos 13 años de adversidad surge en él un carácter y unas capacidades extraordinarias. Seguidamente vemos algunos de esos frutos: Aquel joven inmaduro que acudía raudo a contar el sueño a sus hermanos creando con ello un innecesario malestar, después de estos trece años, se ha convertido en un hombre verdaderamente sabio y competente. (Gen. 41:39) Es muy consciente de la gracia de Dios. Cuando faraón le ensalza porque ha oído a su ministro hablar de la sabiduría de José para interpretar los sueños, José sabe reconocer de dónde viene esa sabiduría: “No soy yo quien puede hacerlo –respondió José–, sino que es Dios quien le dará al Faraón una respuesta favorable” (Gen. 41:16) Cuando sus hermanos aparecen para comprar alimentos a José, él sabe mantener una actitud de sabia firmeza dando oportunidad para que ellos pudieran reconocer y arrepentirse del mal que habían hecho. Pero no tiene hacia ellos ni actitud ni acciones de venganza. (Gen. 42-44). Es gobernador pero su corazón es ahora tierno y entrañable. Cuando escucha la confesión de Judá, reconociendo el dolor que le han producido a su padre por la desaparición de José (Gen. 44:18-34), éste muestra un corazón tierno, perdonador, entrañable (Gen. 45:1-5). Recordad que Judá era aquel hermano que había propuesto venderlo a los mercaderes para sacar provecho por su venta. Tiene visión de lo que Dios ha estado haciendo. Ha entendido el propósito de todo su sufrimiento y está contento. Por eso no guarda rencor a sus hermanos ni busca venganza. Sino que les dice: “Yo soy José, vuestro hermano, a quien vendisteis a Egipto. Pero ahora, por favor no os aflijáis más ni os reprochéis por haberme vendido, pues en realidad fue Dios quien me mandó delante de vosotros para salvar vidas” (Gen. 45:5) 3 CONCLUSIÓN.Cristo, quien fue el único sin pecado, murió llevando la carga de nuestros pecados, siendo abandonado y juzgado por Dios por causa de nuestros pecados para que nosotros no tengamos que ser desamparados nunca. José es sin duda un tipo de Jesús. Aquel Siervo sufriente que por su muerte es el rey y Salvador de todos los que con hambre –como los hebreos a José en Egipto–, acuden a Él. Pero la experiencia de José es también la experiencia de todo creyente verdadero. Porque como decía el apóstol Juan: “toda rama que da fruto (Dios) la poda para que dé más fruto todavía” (Jn. 15:2) Somos cambiados por lluvias de su gracia iluminadora, pero también por la adversidad. Así vamos siendo transformados en las personas que hemos de ser. No nos quepa duda de que el amor de Dios hará esto por nosotros. 4