RIGIDEZ LABORAL ¿INFLEXIBILIDAD DE REGULACIONES O DE PRÁCTICAS? Joseph Ramos Decano Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas Universidad de Chile La flexibilidad laboral es un tema conflictivo. Para unos, la inflexibilidad es fuente de grandes males; es la explicación central del elevado desempleo. Para otros, la flexibilidad laboral es un eufemismo, una manera disimulada de revertir conquistas sociales. Sin embargo, tanto los unos como los otros hablan como si la causa de la inflexibilidad fueran las regulaciones. Yo quisiera argüir que gran parte de la inflexibilidad de nuestro mercado laboral no se debe a regulaciones sino a prácticas y costumbres. De ser así, estaríamos sobreenfatizando los beneficios (o males) de levantar tales restricciones. Por ejemplo, muchos estudios indican que los salarios en Chile son bastante rígidos hacia la baja. Más considero que eso no se debe a las normas laborales sino a nuestras prácticas laborales. Por un lado, un siglo de inflación inscribió en el subconsciente nacional la necesidad de reajustar los salarios según la inflación, y cómo es difícil predecir la inflación futura, se tendió a reajustar según la inflación pasada. Obviamente eso introduce una rigidez a la baja en los salarios reales - sobre todo en contextos de desaceleración inflacionaria - . Sin embargo, ello es fruto de nuestra práctica y no de regulaciones. De igual modo muchas empresas resisten bajarle los sueldos a su personal en situaciones recesivas pues consideran que eso violaría sus normas de buena gestión de recursos humanos. Por un lado, el trabajador puede desmoralizarse y rendir menos (la teoría de salarios de eficiencia); por otro, muchas empresas consideran que ellas cumplen una función de aseguradora a sus trabajadores: le pagan más de lo que producen en las “malas”, lo que les permite pagarle menos de lo que producen en las “buenas”. Por cierto, hay regulaciones salariales que limitan el empleo. Por ejemplo, un salario mínimo muy elevado puede elevar y ha elevado el desempleo de muchos jóvenes. Sin embargo, la gran parte del desempleo es de personas que ganan muchísimo más que el salario mínimo – secretarias bilingües, ingenieros, ejecutivos de cuenta, técnicos de reparación. La eliminación del salario mínimo no elevaría en nada la contratación de estas personas cuyos ingresos normales superan por creces el mínimo. Es falta de demanda, y ciertamente no rigidez regulatoria, la explicación principal de su desempleo. Todos estos ejemplos indican que sí, efectivamente hay rigidez salarial, pero el grueso de ella se debe a nuestras prácticas laborales y no a regulaciones. Un último ejemplo. En Chile son muchas las empresas que sólo trabajan un turno, cuando el trabajo a 2 o 3 turnos sacaría mucho más provecho al capital y crearía mucho empleo productivo a bajo costo. Es cierto que hay restricciones a trabajos en ciertos horarios y la ley de depreciación debería tomar en cuenta el trabajo en turnos. Sin embargo, la principal razón por la cuál se trabaja menos de 2 o 3 turnos no es regulatoria, es otra. El empresario desconfía y no quiere compartir la gestión con un jefe de turno. De tal modo que se pueden levantar todas las restricciones y aún así el trabajo distará de ser a 3 turnos, 7 días a la semana. Nada de lo dicho niega que hay restricciones en el mercado laboral que frenan el empleo: por ejemplo, el financiamiento de salas cunas sólo por empresas que contratan 20 o más mujeres en lugar de ser por todas las empresas independiente a que contraten hombres o mujeres; o las indemnizaciones de los “últimos años” (digamos pasado el 7º) que convendría cambiar por mayor cobertura del seguro de cesantía. Mi punto es que no esperemos que el relajar tales restricciones vaya a elevar significativamente el empleo, pues la mayor parte de las “rigideces” se originan en nuestras prácticas. Y mientras estas últimas no se modifiquen, el problema del empleo persistirá con fuerza.