LA LECTURA SELECTIVA Serafini, M. (1997). La lectura. México: Paidós. La lectura selectiva, prelectura o lectura de búsqueda es una actividad preparatoria para la lectura formal (palabra tras palabra, frase tras frase, página tras página) que permite formarse una idea general sobre el contenido de un texto y sobre el modo de afrontarlo. Antes de emprender una lectura formal resulta útil encuadrar el texto, evaluando en él algunos elementos generales. Por ejemplo, antes de iniciar la lectura de un libro es útil observar algunos de los elementos siguientes: • La contratapa, las solapas y las primeras páginas, para conocer las primeras informaciones sintéticas acerca del contenido, sobre el autor y el año de publicación. • El prefacio, para evaluar el contexto en el cual nació el libro; en el caso de un libro científico, por ejemplo, se entiende que es el fruto del trabajo de un individuo o de un grupo de investigadores. • El índice general, para comprender cómo están distribuidas las informaciones en su interior. • El índice analítico, para verificar si el texto contiene los temas y problemas que nos interesan y sobre los que estamos buscando información. • El primer capítulo que, a menudo, junto con la introducción, encuadra el texto en el ámbito de estudios precedentes del mismo autor o de otros. • El último capítulo, que muchas veces ofrece la síntesis de los resultados que se presentan en el libro. • La bibliografía, que permite examinar la amplitud y el tipo de fuentes. La fecha de muchas de éstas permite estimar la actualidad del autor. • Las notas, que dan indicaciones sobre las dificultades o la facilidad del texto. En el caso en que se deba estudiar un capítulo o un pasaje aisladamente o en el ámbito de una antología, uno puede recurrir a otros elementos. • La introducción, que trae a menudo, junto con una síntesis, una evaluación del texto. • El primero y el último párrafo que, a menudo, presentan un encuadre y una síntesis del texto respectivamente. • Los subtítulos, que ayudan a comprender la estructura del capítulo o del pasaje de la antología y la distribución de la información. En ambos casos, el texto debe abrirse al azar en varios puntos para evaluar el uso de la lengua, el modo de exposición y la existencia de figuras y esquemas. Esto nos permite considerar las dificultades de la lectura que nos espera. Expectativas y propósito Uno de los objetivos de la prelectura es despertar nuestra atención a través de la creación de expectativas que nos ayuden a comprender un texto; este objetivo puede lograrse preparando preguntas acerca del contenido del texto, a las que la lectura deberá proporcionar respuestas. Por ejemplo, para un trozo antológico que describe la vida de los antiguos romanos es posible proponer preguntas acerca de las clases sociales, los trabajos típicos, las costumbres alimenticias, el papel de la mujer, la esclavitud, la religión y en particular la difusión del cristianismo. El texto será entonces interpretado a la luz de estas preguntas. Lo valoraremos en especial como muy informativo cuando proporcione respuestas exhaustivas a nuestras preguntas, mientras que quedaremos insatisfechos cuando muchas de ellas queden sin respuesta. Esta última situación nos indica que la lectura deberá ser completada, yendo a buscar otras fuentes. Además, una lectura eficiente requiere de un propósito previo en la mente, es decir, necesita que el lector tenga claro por qué o para qué debe leer un texto específico. ¡Ojo! El lector eficiente primero se cerciora de que el texto contenga la información que le interesa, después los capítulos o apartados donde se encuentra esa información y los hojea antes de iniciar la lectura analítica en forma. La estrategia de hojear un texto te permite leer de manera selectiva y buscar con rapidez sólo lo que te interesa, comprobar si está o no en el texto y te evita la pérdida de tiempo que ocasiona leer cada frase de cada página en alguno que no cumpla con tus expectativas. La lectura rápida Las técnicas para leer rápidamente pueden resultar de ayuda sobre todo para buscar informaciones específicas en un texto que trata de varios temas, o bien de valorar la importancia del mismo y seleccionar algunos trozos de manera analítica. La lectura rápida es útil no sólo porque permite ahorrar tiempo sino también porque estimula una lectura que tiende a la búsqueda de información, y evita ese seguimiento mecánico de las palabras. En realidad, el problema no es el de leer cada texto a una velocidad altísima, sino adquirir una gran flexibilidad en la lectura para aumentar o disminuir la velocidad según el tipo de texto y el objetivo de la lectura. Un texto de estudio por lo general se lee a una velocidad que varía entre las 100 y 250 palabras por minuto. Si se trata de un texto de matemáticas o de una materia que incluye muchos elementos técnicos, la velocidad puede ser muy inferior. En textos simples de narrativa, leídos por diversión, pueden lograrse velocidades de hasta 500 palabras por minuto. Velocidades mayores a las 800-900 palabras por minuto no permiten captar el mayor número de palabras en la página, sino que son útiles para recorrer con la vista un texto buscando algunas informaciones específicas. También se puede llegar a recorrer un texto a una velocidad de miles de palabras por minuto. Se aconseja a cada lector que pruebe medir su velocidad lectora. Puede comenzarse con la valoración de la propia velocidad lectora de artículos del periódico, para pasar luego a libros de narrativa y a ensayos con argumentos no complejos (por ejemplo, este libro). Si luego el lector quiere realizar ejercicios para leer con mayor velocidad, de los que enseguida hablaremos, podrá medir el aumento de la misma calculando el tiempo que necesita antes y después de haber desarrollado los ejercicios. Para evaluar la cantidad de palabras de una página sin contarlas todas, se calcula el promedio de palabras por renglón y el promedio de renglones por página, así de su producto se obtiene el promedio de palabras por página; se calcula luego la cantidad de páginas leídas en veinte minutos y se obtiene fácilmente el promedio de palabras leídas por minuto. Ejercicios para leer más rápidamente Una lectura rápida requiere que el ojo esté entrenado para correr sobre la hoja, no tanto para seguir la hilera de palabras sino para percibir palabras y grupos de palabras y para localizar información. Veamos cuatro tipos de ejercicios para acostumbrarse a leer más rápidamente. A. LOCALIZAR LA PRESENCIA DE UNA PALABRA PRESELECCIONADA • • • • • En una página, contar lo más rápidamente posible cuántas veces aparece la preposición “de”, el artículo “un” u otra palabra elegida. En una página de tema conocido, controlar la presencia de tres vocablos muy probables en dicho tema. Por ejemplo, en un pasaje sobre el romanticismo literario, localizar las palabras “amor”, “poesía” y “poética”. Extraer un término del índice analítico (o del glosario) de un libro; abrir luego la página en la que está citado ese término, indicada en dicho índice, y localizar lo más rápidamente posible el término en la página abierta. En la guía telefónica, localizar lo más rápidamente posible el teléfono de un nombre preseleccionado. En las páginas amarillas, seleccionar con la mayor rapidez posible un negocio de “marcos” o un “fontanero” cercano a nuestro domicilio. En la columna de “marcos” y de “fontaneros”, recorrer los teléfonos seleccionando números que tengan algunas características comunes a las de nuestro teléfono. B. LOCALIZAR LA PRESENCIA DE UN GRUPO DE PALABRAS • En una página, contar con la máxima velocidad posible cuántas veces aparecen secuencias tales como “de un” o “por el”. C. LOCALIZAR LA PRESENCIA DE INFORMACIONES ESPECÍFICAS • Leyendo rápidamente la vida de Gabriele d´Annunzio en la enciclopedia, seleccionar los nombres de sus amantes y • contarlos. Esta operación es más compleja que las que hacen falta para los ejercicios precedentes, ya que hay que recorrer el texto para localizar una información particular sin conocer las palabras con las que se presenta. En este caso, cada vez que se encuentra un nombre de una mujer, hay que comprender si se trata de una de sus amantes teniendo en cuenta las palabras inmediatamente cercanas. Intentar responder a las preguntas presentes al final de un capítulo de historia o de geografía sin leer todo el texto, sino recorriéndolo sólo con la mirada. D. AMPLIAR EL CAMPO DE FIJACIÓN DEL OJO • • Intentar mover lo menos posible el ojo, ampliando el campo de acción, incluyendo mayor cantidad de palabras en cada fijación. Entrenarse para mover el ojo con rapidez, fijando primero el comienzo y luego el final de cada renglón. O bien cuando se abarca un renglón entero en una sola mirada, fijar cada uno de forma separada, desplazándose entonces de un renglón al otro con una sola fijación del ojo. Finalmente, cuando una única fijación cubre varios renglones, desplazarse con un solo movimiento una cantidad determinada de ellos. Para obligar a un lector a proceder con rapidez frente al texto, antes se utilizaban instrumentos mecánicos que descubrían y cubrían el texto a una determinada velocidad. Hoy en día este mismo objetivo se tiene a través de los programas de un ordenador personal que presentan sobre la pantalla una parte del texto durante un tiempo limitado. En cada caso hay que encontrar un punto de equilibrio: la velocidad nunca debe comprometer la localización y la comprensión de los puntos importantes del texto.