LA MENTALIDAD POLÍTICA ROMANA

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CAPÍTULO I
LA MENTALIDAD POLÍTICA ROMANA
Durante los cinco siglos de su existencia, la República romana forjó una de las
entidades políticas más importantes de toda la Historia. Importante en cuanto
a la extensión, pues comprendía prácticamente todo el mundo mediterráneo,
yen cuanto a la solidez, pues su duración no la ha conseguido ningún imperio
de los que más adelante se han formado en el Occidente europeo. Sin embargo, este hecho político de primera magnitud, resultado de una práctica política de primera magnitud, no va acompañado ni seguido de un pensamiento
político igualmente importante. El pensamiento político llegará a Roma desde
Grecia y encontrará en ella un acomodo algo precario . Nos referimos a la teoría política, porque toda la brillante realidad política romana es imposible sin
unas ideas sobre la misma en los hombres que la llevan a cabo, aunque estas
ideas no alcancen el nivel de una elaboración teórica . Recordando ahora la
distinción entre ideas y creencias en el sentido en que la estableció Hume y entre nosotros divulgó en un brillante ensayo Ortega, decimos que Grecia fu e el
país de las «ideas» y Roma fue el país de las «creencias». Y estas son precisamente las que más influyen en la práctica. En Grecia los filósofos buscaron
solución a problemas especulativos. Los romanos se plantearon problemas
prácticos, concretos: la organización del ejército, la construcción de caminos,
la administración de las provincias ...
Esta diferencia entre la orientación teórica y la orientación práctica puede
ser expresada antropológicamente diciendo que la vida de los griegos gira en
torno a la inteligencia y los valores intelectuales, se preocupan por descubrir
la verdad, la justicia, el ser; mientras que los romanos hacen su vida en torno a
la voluntad y los valores prácticos, no les interesa lo que es mejor en abstracto
sino lo que es más útil, más seguro. El pensamiento griego está construido en
torno a la idea de logos (la razón); mientras que el pensamiento romano está
construido en torno a la idea de ius (el derecho). El producto más refinado de
la ciencia griega es la filosofía; mientras que la ciencia en que los romanos avanzaron más que otros pueblos es la jurisprudencia. La contraposición entre razón teórica y razón práctica es perfectamente aplicable a los dos grandes pueblos de nuestra Antigüedad.
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Estas indicaciones son únicamente orientativas. No queremos decir que los
griegos fueran un pueblo puramente especulativo, alejado de la acción. La
Historia nos enseña todo lo contrario. Ahí tenemos las continuas empresas
guerreras que llenan la vida de Grecia. Pero se trata de una acción desintegrada.
Cada episodio es puntual, como encerrado en sí mismo, no está articulado con
los otros que forman el resto de la historia. Aquí está la gran diferencia con los
romanos. Estos sí fueron capaces de una acción organizada y perseverante a lo
largo de muchos siglos. ¿Por qué? Vamos a intentar responder con una somera descripción de la cultura romana.
1
LA TRADICIÓN
Roma aparece en la Historia como una sociedad campesina, frugal y simple.
Una cultura campesina es por sí misma una cultura tradicional. Y así sucede
con Roma. La sociedad romana está configurada por el Derecho romano, cuyo
núcleo primitivo y fundamental es el mas maiarum, la costumbre de los antepasados o mayores.
Una sociedad tradicional tiene necesariamente como institución básica la
familia tradicional. Y este es el caso de Roma, como hemos dicho más arriba.
El romano es ante todo miembro de una familia y a través de ella se vincula a
la sociedad. Fuera de la familia el romano basa su vida social en la ftdes, una
cualidad que tiene un carácter fundamentalmente moral y prejurídico. Es la
obligación de actuar de acuerdo con el puesto que cada cual tiene en la vida o
el que en un momento determinado uno se crea en virtud de un contrato o una
promesa.
Los cinco siglos de la República romana están llenos de guerras. Las causas
de esta o aquella guerra son distintas. Unas veces Roma ataca y otras es atacada. Pero ahí está la guerra como realidad que llena la historia de Roma. La
sociología nos enseña que el grupo humano aumenta su densidad social e
integración ante la presencia de enemigos exteriores. Añadamos que en el caso
romano su historia bélica durante siglos es definidamente triunfal - lo cual no
excluye inevitables derrotas- de modo que cualquier página de Tito Livio
resulta una exaltación de las virtudes militares romanas. No fue así la historia
de Atenas ni tampoco la de Esparta. La secuencia triunfal de cada una de estas
paleis nunca duró varios siglos.
Consecuentemente encontramos en el romano una altísima valoración de
su sociedad o, lo que es lo mismo, el arraigado orgullo de su pertenencia a Roma.
El sentimiento de la comunidad es uno de los signos distintivos de la cultura
romana. Claro está que el patriotismo es un sentimiento muy arraigado en toda
la cultura de la Antigíiedad clásica, y lo hemos detectado en Grecia; pero en el
caso romano el patriotismo se acentúa extraordinariamente. El romano tiene
un agudo sentido de la acción colectiva. Cuando Catón el Viejo (234-149 a.c.)
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nos dice que el pueblo romano es quien ha conquistado Italia y no individuos
singulares, tenemos un ejemplo de cómo el grupo se siente protagonista de la
Historia frente a la importancia que toman los "hombres providenciales» en la
cultura del Helenismo.
Ese tremendo respeto de los romanos por la tradición se pone de manifiesto
paradójicamente cuando algunos reformadores sociales pretenden modificar
las instituciones. El mejor argumento que encuentran los innovadores para
conseguir la adhesión a sus proyectos es presentarlos como la restauración de
alguna ley o costumbre olvidada. No deja de ser curioso que para Cicerón el
revolucionario, peyorativamente valorado, sea elcupidus rerum novarum. Cuando Augusto implanta el Principado, aunque de hecho entierra la República, se
presenta propagandísticamente como el restaurador de la libertad de la República y procura que las instituciones republicanas, aunque vacías de contenido, tengan una apariencia de funcionamiento.
Aquí tenemos una primera aproximación a una explicación de la capacidad
romana para una acción integrada: el valor de la tradición. El proyecto de acción, que mira al futuro, se concibe en coherencia con lo que se sabe y siente
del pasado. La tradición es la base imprescindible para la acción integrada de
un pueblo. Pero hace falta algo más.
2
EL IUS
La Historia prueba con creces la extraordinaria capacidad del pueblo romano
para la política. ¿Qué elementos de la cultura romana podemos señalar como
factores de esta capacidad? Han de ser elementos específicos de dicha cultura,
ausentes en la griega. La vida política exige ante todo la conciencia y el sentimiento del poder, del dominio, del mando, y al mismo tiempo la ordenación
de la vida social como contenido del mandato. El poder es el elemento formal
de la política, puesto que sin él no existe política; el orden es el elemento material. Pues bien, no sólo podemos descubrir estos dos elementos en la cultura
romana, sino que tienen tal intensidad que definen en buena parte dicha cultura. Los podemos señalar e identificar con dos palabras: el imperium y el ius.
¿Qué es el ius? Toda sociedad con un cierto grado de desarrollo necesita
que aquellas pautas más importantes para su funcionamiento sean aseguradas añadiéndoles un carácter vinculante y coactivo, es decir, sancionado por
la autoridad social. Esto es el Derecho en su sentido más elemental y básico.
El Derecho es una institución presente en todas las sociedades civilizadas. Pero
en ninguna de la Antigúedad adquirió el desarrollo que encontramos en Roma.
El Derecho romano tiene algo muy singular que lo distingue de los sistemas
jurídicos orientales o de los griegos. Consiste en la relación del Derecho con
la voluntad de dominio que fue el motor impulsor de la historia de la sociedad romana. El objetivo inmediato del Derecho romano es definir ámbitos de
actuación del cives -sus derechos- en los que éste puede ejercer con seguri-
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dad su voluntad de dominio, que, en último término, es una expresión del
egoísmo.
La comparación con lo que hemos visto en Grecia sobre el nomos puede
ayudar a comprender mejor lo que fue el ius. Mientras que el nomos recibía su
sentido de la Dike, que era una expresión del orden cósmico, el ius es una instancia inmanente a la sociedad romana, tiene su razón de ser en la realidad
misma que regula. Se trata de que el romano pueda ejercer el señorío de su
voluntad respecto a esa realidad (la familia, las cosas ... ) de la manera más conveniente. El ius, por tanto, es una instancia utilitaria, concreta, que se ha separado de la idea de Justicia. El romano no concibe el Derecho al servicio de un
ideal de justicia. Así puede escribir Cicerón que el Derecho llevado a su extremo puede equivaler a una extrema injusticia (summum ius summa iniuria). Esto
sería increíble para un griego y lo es también para Cicerón, que lo escribe como
crítica, puesto que él defiende un concepto de ius ligado a la Justicia. Pero
Cicerón es un romano formado con los griegos.
El ius nace como Derecho de la ciudad o los quirites: es el ius civile o ius
quiritium. Pero aumenta la población extranjera y aumentan los asuntos que
resolver. Era necesario darles un reconocimiento jurídico. A mediados del siglo ID se crea el praetor peregrinus, encargado de solventar los litigios entre los
no romanos. Como no podía aplicar el derecho de los quirites, sentencia los casos ateniéndose a lo que creía que era más justo. Poco a poco se desarrolla un
cuerpo de Derecho poco formal, basado en las ideas vigentes de lo que era
honesto y justo, pero desligado de las instituciones del Derecho romano. Se le
llamó el ius gentium para diferenciarlo del ius quiritium. Nació así un concepto
jurídico de enorme alcance. Como en su conjunto era más razonable y más flexible, podía dar soluciones más satisfactorias por estar más adaptadas al caso
concreto. En definitiva, el ius gentium terminó influyendo en el ius civile.
Un nuevo concepto hizo su entrada en el mundo del Derecho y lo marcó
profundamente: el ius naturale. Su origen no fue práctico sino teórico o filosófico. Efectivamente, es la traducción de la ley natural de los estoicos. En sus
conclusiones prácticas se aproximaba al ius gentium, porque tanto uno como
otro eran productos de la razón, aunque con la diferencia de que el ius gentium
se construía desde la razón concreta, ligada a las prácticas concretas de los
humanos. Es lógico pensar que aquellas instituciones o prácticas que encontramos en diferentes pueblos ----el ius gentium- son razonables, responden a
la naturaleza humana y, por tanto, podemos decir que son Derecho natural: el
ius gentium es un buen indicador para descubrir el Derecho natural. Pero el
filósofo nunca perdió de vista la específica perspectiva racional del Derecho
natural y por eso nunca lo identificó con el ius gentium. Había un caso concreto
en que aparecía la diferencia: la esclavitud; admitida por el Derecho de gentes,
nunca fue admitida por el Derecho natural. Éste mantuvo siempre su estatuto
filosófico que le llevaba a ser una instancia crítica de los otros dos Derechos,
enraizados en la tradición. El Derecho natural era fiel al principio cosmopolita
y humanitario de la igualdad, que tenía tantas consecuencias prácticas para
humanizar las relaciones entre los hombres, reconociendo la dignidad de los
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menos protegidos: el esclavo, la mujer, los menores; reconociendo el valor de
la intención sobre las formalidades. Cargado con todas estas ideas, se convirtió en un principio impulsor de la evolución del ius civile en un sentido humanitario. Volveremos sobre este tema cuando hablemos de los jurisconsultos.
3
AUCTORITA S, POTESTAS, IMPERIUM
Los conceptos más específicamente políticos de la cultura romana deben ser
entendidos en conexión con lo que hemos dicho en general de esa cultura y
más en concreto del ius. El mundo político ofrecía al romano el campo más
idóneo para ejercitar la voluntad de dominio que era ordenada y potenciada
en el campo privado por el ius. Pero lo mismo que el ius es un principio ordenador que actúa sobre una sociedad previamente moldeada por otros principios más básicos como la piedad, la fidelidad y la tradición, así el concepto clave
y central del mundo político romano, el imperium o el poder, presupone toda
una cultura política basada en otros conceptos previos que son la auetoritas y
la potestas.
Aunque el término autoridad es enormemente amplio, el uso lo ha ido ligando cada vez más a la esfera política hasta el punto de que hoy nos parece
que el sentido originario es el político y los otros advienen por extensión, cuando
en la realidad ha sucedido lo contrario. En cualquier caso, entre nosotros, en el
ámbito político autoridad es posesión de poder social legitimo, ya se trate de
un puesto social o de la persona que lo desempeña. Ese poder tiene un nombre
muy concreto, la potestad. Una persona llega a ser autoridad cuando la sociedad le confiere una determinada o indeterminada potestad. Entre los romanos
no fue así: se dio una muy interesante separación entreauctoritas y potestas; quien
teníaauetoritas no necesariamente teníapotestas; en cambio, quien teníapotestas
solía tener auetoritas.
La potestas consiste en un conjunto de facultades públicas que son otorgadas a una persona de acuerdo con unas formalidades bien definidas. Queda
bien claro que la potestas es un poder que no emana de la condición personal
del titular.
La auctoritas es un concepto de más difícil definición; hay que llegar a él
mediante un rodeo. Auctoritas viene de auetor; es lo que constituye a una persona en auetor. Auetor es el que está por encima de los demás por sus conocimientos, por su experiencia, por su comportamiento. La auetoritas es algo que
pertenece a la persona misma, algo incorporado biográfieamente a la persona.
Lo propio de la auetoritas es dar eonsilium, cuya definición tampoco tiene contornos precisos. No es un mandato coactivo, pero sí es una indicación socialmente vinculante. Quien reconoce una auetoritas y busca su ayuda, se encuentra socialmente presionado a seguir los eonsilia que recibe. Es un concepto que
sólo se comprende dentro de una sociedad marcadamente tradicionalista como
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era la romana. La influencia de los jurisconsultos en Roma se explica porque
gozaban de auetoritas: sus dictámenes eran de hecho vinculantes.
Pues bien, la auctoritas tiene un papel clave en el mundo político romano.
Es el fundamento mismo de la institución central de la forma política de Roma,
el Senado. El Senado no tenía potestas, no daba órdenes, no expedía mandatos
ejecutivos, sólo daba consejos, avisos. La decisión más importante del Senado,
el sena tus eonsultum, expresaba el parecer del Senado sobre un determinado
asunto, conteniendo una indicación para que el magistrado pusiera en acción
sus potestades en un determinado sentido, promulgando un decreto, dirigiendo un ejército, etc. En teoría, el magistrado podía seguir o no el senadoconsulto;
de hecho siempre lo seguía. En los casi doscientos años que van desde las guerras púnicas a las guerras civiles el Senado es sin duda la primera instancia
política de Roma. Su auctoritas no era una capacidad misteriosa, sino que provenía de los mismos senadores. El Senado se componía de antiguos magistrados que aportaban su experiencia ganada en el desempeño del cargo. Eran
personas con auctoritas. Los romanos no creyeron nunca, como Pericles, en la
igualdad de capacidades para el gobierno. Suponían que el que había mandado con éxito ejércitos, gobernado provincias, era superior al que no lo había
hecho. El Senado, al estar integrado por estas personas, poseía una especie de
auetoritas corporativa, la auetoritas patrum.
* * *
El poder político ejecutivo es para los romanos un concepto unitario, el imperium, un vocablo de gran resonancia política.
Los romanos llamaban imperium al poder del rey. Cuando expulsaron a los
reyes, permanecieron fieles al concepto del imperium y al de la democracia constituyente; pero con las modificaciones que hemos indicado antes: un lúnite temporal alimperium (un año) y dos titulares (los cónsules). La colegialidad es algo
típicamente romano: dos magistrados concurrentes en el ejercicio de un poder
total y unitario. Era la garantía de que no podían abusar del imperium. Tenía la
contrapartida de que los cónsules se podían paralizar mutuamente. Por eso
surge otra institución romana, el dictador. Ante un problema extraordinario el
Senado aconsejaba a uno de los cónsules que nombrara a un dictador. Este
reunía en sus manos todo el imperium durante seis meses para resolver el problema. Luego, la ciencia política ha llamado dictadura comisoria a esta institución. El dictador fue una figura frecuente en la primera época de la República
romana.
El populus romanus nunca tuvo un poder ejecutivo para intervenir en los
asuntos públicos. Su intervención se manifestaba a través de las asambleas:
eomitia. De nuevo nos encontramos con una organización compleja. Son asambleas de tipo democrático con diversa constitución y con cometidos distintos.
Ya se comprende que esta multiplicidad de asambleas hacía que la capacidad
efectiva de intervención del pueblo en la decisión política fuera muy pequeña.
Esta capacidad aún se empequeñece más por la carencia de iníciativa de las
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asambleas (sólo aprobaban o rechazaban las leyes O candidatos propuestos por
los magistrados correspondientes), por la forma peculiar de votación (cada
asamblea tenía un voto) y por la forma peculiar de organizar las asambleas.
Roma no era una democracia ni en el sentido griego, pues las asambleas romanas no eran cuerpos deliberantes, ni en el sentido moderno, pues sólo votaban
cuando eran y para lo que eran convocadas y con un encuadramiento que anulaba el principio democrático del voto individual. El componente democrático
de la forma romana sólo tenía valor constituyente y legitiman te. Así se explica
que más adelante los romanos pudieran aceptar la idea de la lex regia por la
que se fingia que el pueblo delegaba su poder en el emperador.
Es sorprendente que una forma política tan complicada, incluso aparentemente llena de contradicciones, pudiera funcionar con éxito y llegara a crear el
grandioso Imperio romano. Por pura lógica hay que pensar que había algún
otro factor que se encargaba de superar los inconvenientes de la organización
y dinamizarla. Efectivamente, detrás de las instituciones había una clase política enormemente dinámica y una cultura que legitimaba el papel dirigente de
dicha clase: volvemos a la auetoritas.
Como decíamos antes, el pueblo romano, acostumbrado a una tradición de
disciplina, aceptaba una estructura jerárquica de la sociedad que reservaba los
puestos políticos para la clase dirigente, los nobles. Entre los romanos no tenía
el sentido de casta que priva entre nosotros. Nobilis es tanto como notable (notus
= conocido). Los romanos aceptaron ser gobernados por una clase noble, hoy
diríamos por expertos. Ser noble consistía en haber vivido en una familia en la
que ya había habido cargos de gobierno y se suponía que la experiencia de los
padres se transmitía a los hijos. En cuanto Roma emprendió el camino de su
expansión, dejando atrás el espacio reducido de la Urbe, las tareas políticas se
tomaron más complejas, hacía falta más preparación para desempeñarlas. Con
un gran sentido pragmático, los romanos aceptaron que era mejor que fuesen
los nobles quienes se ocupasen de las tareas de gobierno. Como contrapartida
de esta confianza en los nobles encontramos la fe de los nobles en sí mismos,
en su capacidad para la política, y una dedicación a la cosa pública que es única en el panorama de la Historia.
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