Acuerdo Nuclear Argentina-Australia

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Apuntes para el debate
Julio 2002
Acuerdo Nuclear Argentina-Australia
¿Qué opina
la gente?
Al unánime rechazo expresado por el movimiento ambientalista y la
creciente oposición existente entre los Diputados Nacionales, se
suman ahora los datos de una encuesta de opinión pública acerca
del polémico tema de la importación de basura nuclear.
Una reciente encuesta de opinión realizada en diferentes ciudades
de la Argentina muestra un fuerte rechazo a la posibilidad de que
Argentina reciba residuos nucleares de Australia: casi 9 de cada 10
entrevistados está en desacuerdo con que Argentina importe
residuos radiactivos de Australia.
La encuesta fue realizada por Mori Argentina, reconocida empresa
internacional de estudios de mercados e investigaciones d e opinión
pública que trabaja desde 1996 en Argentina. Para mayor
información: www.mori.com.ar
Greenpeace Argentina
Mansilla 3046, 1425 Buenos Aires, Argentina
Tel: 54 11 49620404, Fax: 54 11 49637164
Email: energia@ar.greenpeace.org
www.greenpeace.org.ar
Contacto: Juan Carlos Villalonga
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Evitemos un precedente peligroso
La Cámara de Diputados de la Nación se apresta a aprobar un polémico e
inusual acuerdo de cooperación nuclear con Australia. Este acuerdo, que ha
generado la oposición de organizaciones ambientalistas, médicas y sociales en
todo el país, así como la del Consejo Federal de Medio Ambiente y la de varias
legislaturas provinciales, permite el ingreso a la Argentina de residuos
altamente radiactivos desde Australia. Si el Acuerdo es ratificado, el Estado
Nacional estará avalando una flagrante violación de la Constitución Nacional, la
que de manera clara prohíbe tal tipo de operación.
En efecto, según el artículo 41 de la Constitución Nacional -reformada en 1994está prohibido el ingreso de residuos peligrosos y radiactivos al territorio
nacional. Esta prohibición alcanzó rango constitucional como resultado de la
firme oposición pública a los intentos de realizar operaciones de esa índole
durante los '80. Esa cláusula constitucional cerró la posibilidad de que la
Argentina fuese ubicada en el mapa internacional como país receptor de
residuos. También fortaleció el principio de que cada país debe ser absoluto
responsable de los residuos y productos que genera su actividad industrial. A
través de este principio, es posible alcanzar un desarrollo responsable en
materia de generación de residuos peligrosos y radiactivos.
Sin embargo, esta amenaza, que parecía superada para los argentinos, se ha
visto nuevamente reavivada a partir de un contrato comercial que la empresa
INVAP firmó en el año 2000 en Australia. Por medio del mismo, esta empresa
acordó la construcción de un reactor nuclear de investigación en ese país, con
el agregado de abrir la posibilidad de dar tratamiento en la Argentina a los
combustibles gastados -el principal residuo producido por un reactor atómicoque se generen allá.
En circunstancias normales, esta operación sencillamente no hubiera sido
imaginable, ya que la Constitución la impide. Pero en la actual situación política
argentina todo es posible.
Así, para otorgarle "legalidad" a la operación de INVAP, la Argentina y Australia
firmaron el año pasado un acuerdo cuyo objetivo central es respaldar esa
operación. De este modo, Australia tendrá el respaldo del Estado Argentino
para enviar, si así lo desea, los residuos a la Argentina.
De ser finalmente aprobado, el Acuerdo obviamente debilita la prohibición
constitucional. De aquí en más, no habrá impedimento legal para la importación
de residuos nucleares. La trampa contra la Constitución se realiza a través de
tres argumentos falaces: (1) que el ingreso transitorio no violaría la prohibición
constitucional, (2) que lo que se traería no es residuo radiactivo y (3) que la
violación constitucional no se produciría cuando se apruebe el Acuerdo, sino “a
futuro”, cuando se intente traer ese material. Tres explicaciones mentirosas y a
todas luces malintencionadas.
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Contrariamente a lo que algunos diputados creen, con este Acuerdo la
Argentina no consolida su posición internacional para la venta de reactores. En
primer lugar, están pensando en un mercado que tiene mucho más de ficción
que de realidad. La tendencia mundial es que cada país trate sus residuos
dentro de su propio territorio.
También se ha planteado que se trata de un negocio “enorme”, a cambio de un
pequeño volumen de residuos radiactivos. El Acuerdo en cuestión dejará
aproximadamente 90 millones de dólares al país. Ante estas opiniones, nos
vemos obligados a preguntar a la ciudadanía: ¿Cuál es el precio de traer
residuos que pueden llegar a emitir radiaciones peligrosas durante miles o
decenas de miles de años? ¿Quién nos asegura que ese transporte no estará
sujeto a la probabilidad de un accidente, o a la de un acto terrorista? ¿Cómo
serán gestionados los residuos que se importen, si ni siquiera hay un plan de
gestión confirmado para los que producimos en nuestras propias centrales
nucleares? Este acuerdo no representa un buen negocio para la Argentina.
Pero entonces, ¿por qué es impulsado?
Detrás de este Acuerdo está el interés de algunos sectores de la actividad
nuclear local, que procuran su supervivencia por esta vía. Creemos que éste no
es el camino. Cuando la Argentina exportó tecnología nuclear al Perú o a
Argelia, la sociedad no se opuso. Lo hace ahora, porque en este caso, a
cambio de exportar tecnología, recibiremos radiactividad. El Acuerdo no
impulsa la ciencia ni la tecnología argentinas. No las honra. Si la ciencia
nuclear nacional quiere mostrar su capacidad de exportación, debe hacerlo sin
aceptar la condición de recibir residuos radiactivos.
El Acuerdo representa un golpe de timón en la política nuclear argentina,
dirigiéndola, de manera inexorable, al procesamiento de basura nuclear
internacional. Este Acuerdo es el primer y fundamental paso en esa dirección.
Equivale a decirle al mundo que los argentinos queremos hacerlo, y que la
prohibición de nuestra propia constitución no es un impedimento para lograrlo.
La Cámara de Diputados tiene ahora la responsabilidad de decidir sobre la
firma de un contrato tan peligroso como ilegal. El Senado ya lo aprobó. Si ellos
no quieren cumplir con la Constitución Nacional, la ciudadanía se encargará de
hacerlo. Podemos asegurarlo: esos residuos no pasarán. Sepan los señores
diputados que, en éste -como en otros tantos temas- la ciudadanía argentina
está bien dispuesta a resistir aquellas decisiones de su clase dirigente que, a
cambio de un negocio, pongan en peligro la seguridad y la salud del país.
(publicado en La Nación el 7/7/02)
♣ Dr. Daniel Sabsay, Director Ejecutivo, Fundación Ambiente y
Recursos Naturales
♣ Dr. Martín Prieto, Director Ejecutivo, Greenpeace Argentina
♣ Lic. Javier Corcuera, Director General, Fundación Vida Silvestre
Argentina
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