V l A G E A L A S MONTAÑAS D E C U C H E R O Apenas hacia quatro dias, que me habia levantado de la cama de un tabardillo, que me acometió á principios de J u n i o , dispuse todo lo necesario para pasar á las Montañas el 2 d e J u l i o , acompañado d e los dos Dibuxantes y detras de los Compañeros Botánicos que habian partidlo el dia anterior. E s t e primer d i a anduvimos tres leguas, con la m a y o r incomodidad, por mis pocas fuerzas. E l 3 salimos de m a d r u g a d a y atravesando una alta, estrecha y peligrosa ladera, por ser su piso de piedra v i v a y estar enteramente escarpado el cerro, entramos en un camino vestido por ambos lados de arbustos y plantas, que le hacen ameno y delicioso, hasta el P u e b l o de A c o m a y o , el qual está situado á la entrada de la Quebrada, donde principia la ceja de la Montaña. A corta distancia de este P u e b l o de Indios, p a samos la noche d e b a x o de un peñasco, donde apenas podimos acomodarnos los tres y pasar en vela hasta el amanecer, por el incesante ruido del precipitado arroyuelo y continuo cántico de infinitos sapitos que en sus a g u a s se crian. A l romper el dia salieron los A r r i e r o s á recoger el g a n a d o y s e hallaron con una M u í a muerta, que por haberla maniatado para pastar, se habia desgraciado. C o n este motivo, fue necesario pasar á A c o m a y o en busca d e otra caballería. C a m i n a m o s como l e g u a y media por una vereda llena de zarzas, plantas volubles y otras malezas que se cruzaban de banda á banda, y era preciso ir con el m a y o r cuidado para no caer, ni salir lastimados y destrozados con los a g u i jones y espinas de aquellas plantas. E n estos sitios hallamos multitud de V e n a d o s , que pastan sin temor de ser molestados ni perseguidos. M e d i a legua mas entramos en un bosque espeso y en un