PROYECTO DE LEY DE UNIDAD DE MERCADO Ya es hora de que se haga realidad en nuestro país la garantía de unidad de mercado, que es en definitiva, la aplicación doméstica de las cuatro libertades comunitarias (libertad de establecimiento, y libre circulación de personas, mercancías y servicios, y de capitales). En España resulta hoy más sencillo enviar una mercancía de Málaga a Berlín, por ejemplo, que de Málaga a Barcelona o Pamplona. En este último caso, el empresario de transporte habrá de soportar varias tarjetas de circulación, diferentes comprobaciones de la tara del camión, y variopintos certificados de aptitud del conductor, según las Autonomías que atraviese en su recorrido sin olvidar la sucesiva sumisión a la inspección de diferentes cuerpos policiales. La carga económica que ha supuesto la resurrección, durante estas décadas, de las viejas aduanas interiores, y la consiguiente barrera a la libre circulación de mercancías, o de libertad de establecimiento, demuestra la ruptura del mercado interior español que a toda costa debe reconstruirse con urgencia, so pena de pérdidas notables en nuestro Producto Interior Bruto. Era desolador que mientras avanzaba imparablemente la construcción del Mercado Interior Europeo, aquí, donde partíamos precisamente de un mercado único español, nos dedicábamos, paulatinamente, a fragmentarlo. Surgían múltiples reglamentaciones que no desarrollaban principios de coordinación y lealtad institucional para conseguir el mejor auge del tejido empresarial y laboral, sino para edificar recintos amurallados inexpugnables. La organización administrativa territorial infelizmente no ha venido a suponer mayor facilidad para la empresa sino a bloquear la expansión y la movilidad. Es cierto que no somos únicos. En EEUU - por ejemplo - pervivían hasta hace bien poco obsoletas regulaciones, que exigían que para ir de Texas (con superficie mayor que España) a Oregón, hubiera que cambiar la matrícula del camión. Pero lo que solo con gran cansancio podría explicarse para un continente (y aun así, con la “cláusula de comercio” se está dando marcha atrás) no tiene el menor sentido para un país menor en extensión que algunos Estados Norteamericanos. De ahí que la idea de una licencia única en origen nos parezca esencial para organizar cualquier economía bien gestionada. A eso responde el proyecto de Ley, que evidentemente, apuesta por la implantación “en serio” de las libertades esenciales del mercado común de la Unión Europea. El principio de unidad de mercado se sustenta en el artículo 139 de la Constitución que expresamente impide adoptar medidas que directa o indirectamente obstaculicen la libertad de circulación y establecimiento de las personas y la libre circulación de bienes en todo el territorio español. En la “contienda” entre el principio de la Unidad de Mercado y el principio de “pluralidad” o diversidad, la primera siempre ha resultado perdedora. Parece que ha llegado el momento de dar al Art. 139 y al 149 de la Constitución Española contenido real. Ante las carencias, del texto del artículo 149 de la Constitución Española es preciso poner un suelo normativo que permita al Estado garantizar las cuatro libertades comunitarias (establecimiento, circulación de personas, servicios y mercancías y capitales). Esto se aborda correctamente en el proyecto de Ley ya aprobado por el Congreso, cuando se dice: “Esta fragmentación del mercado nacional dificulta la competencia efectiva e impide aprovechar las economías de escala que ofrece operar en un mercado de mayores dimensiones, lo que desincentiva la inversión y, en definitiva, reduce la productividad, la competitividad, el crecimiento económico y el empleo, con el importante coste económico que supone en términos de prosperidad, empleo y bienestar de los ciudadanos. Se pretende que todas las Administraciones observen los “principios” que recoge la Ley, y se refiere específicamente a los sectores de carácter estratégico, como energía, transportes y telecomunicaciones. También incluye a otros sectores que tienen en nuestro país mayor capacidad de impulsar el crecimiento económico, como la distribución comercial, la construcción, industrias culturales, alimentación, inmobiliario e infraestructuras. El sector “servicios” ya cuenta con apoyo comunitario expreso. Nos referimos a la la Ley 17/2009 de 23 de noviembre, que aplica la famosa “Directiva Bolkestein”. En la implantación del mercado único de servicios no hubo el nivel de resistencia por las autonomías que tiene este proyecto de Ley. Este proyecto de Ley de garantía de la unidad de mercado aplica comedidamente los principios y técnicas ya incorporados para el sector servicios. La “cárcel de papel” en que la regulación intervencionista puede convertir cualquier mercado, podría terminar destruyendo el mercado, y cualquier intento de crecimiento amplio de una empresa española, mientras sus competidores operan como empresas comunitarias, sobrepasando las barreras y colocando así a la empresa española en posición de inferioridad. Y es que el exceso regulatorio autonómico y eventualmente local, fue fruto en no pocas ocasiones del fenómeno de la “captura del regulador” creando “mercaditos” protegidos inasequibles a otros operadores. Es esa hipertrofia “regimentalista” la que ha concluido con una fragmentación notable del espacio económico doméstico, con las catastróficas consecuencias antes señaladas. El proyecto de Ley actúa de conformidad con los principios de necesidad y proporcionalidad, eficacia racional y no discriminación, todos los cuales, al final, se fundan en jurisprudencia comunitaria. Desgraciadamente el Tribunal Constitucional ha sido mucho más proclive a sostener, una por una, las barreras autonómicas y el Tribunal Supremo mantiene peregrinas reglas de atribución de competencias pues permanece anclado en el principio o prejuicio de que la libertad de empresa no es un genuino derecho sino una mera orientación perfectamente corregible incluso por vía simplemente reglamentaria. La autoridad de origen, debe ser respetada y su responsabilidad ha de extenderse a todo el territorio español en un ejercicio de mutua confianza, superando los “Reinos de Taifas” en que se han convertido las Administraciones, lo que implica la metamorfosis de ciertas clientelas cautivas, capturadoras de esa Administración, nominalmente llamado “de tutela. Esos taifas y esas clientelas implican visiones endógenas de la economía en un momento de internacionalización, globalización y mercados mundiales en múltiples actividades. Unidad no es uniformidad, ni atropello de mínimos. La clave es la cooperación y la mutua información, en un contexto de claridad y lealtad que fidelice a cada territorio con el resto. Más o menos lo mismo que pretendemos con la Unión Europea. Así, la idea de un Consejo que garantice esa unidad, y resuelva los problemas prácticos que presenta, es bastante necesaria, casi elemental, diríamos. Asimismo la previsión de canales de comunicación con los privados, es otro rentable acierto de la Ley. También lo es la aplicación del principio de buena regulación, con simplificación administrativa, transparencia, publicidad, competencia – doblemente entendida como concurrencia y aptitud – que permita a los diferentes agentes actuar con seguridad jurídica. Objetivo principal de la ley es aprovechar las economías de escala manteniendo la supervisión. Se parte de la igualdad de derechos de los agentes económicos en cualquier parte del territorio nacional, impidiéndose discriminaciones por origen territorial. El principio de confianza mutua y cooperación leal, previsto en la Ley 30/1992 de Procedimiento Administrativo, esta vez al servicio de la libertades de circulación y establecimiento, adquiere rango legal. Y se establece, correctamente, el principio de intervención mínima justificada con aplicación del principio de proporcionalidad, motivación y salvaguarda del interés general. En suma, se revaloriza la libertad de empresa como derecho subjetivo perteneciente a los operadores económicos evitando intervenciones desproporcionadas, arbitrarias o caprichosas. Se acompaña de los principios de carga mínima en evitación de duplicidades y de carga máxima mediante el establecimiento de un tope consistente en que la suma o integral de todas las cargas parciales no superen la carga total final apuntándose así a ventanillas únicas que permitan ventilar en un proceso la totalidad de los permisos y autorizaciones. Todo ello se une a la exigencia de transparencia, que, de convertirse en una ley principal, logrará desde luego un avance de siglos en el manejo de las relaciones entre ciudadanos y las Administraciones. Además de la cooperación vía conferencias sectoriales de las que existen numerosos ejemplos ya, se establece la evaluación periódica de la normativa, un aspecto que tendrá que concretarse ulteriormente ya que solo está indicado “in fieri”. Los principios de libertad de circulación y eficacia reciben un tratamiento detallado, que comentaremos una vez la ley vea la luz, al igual que las funciones de supervisión; y se establece una fórmula de reclamaciones para el operador que vea mermada su actividad. Los bufetes tendrán que trabajar a fondo para garantizar en tiempo real que efectivamente dicha eficaz remoción de obstáculos se produce. Igualmente podrán informar de la existencia de barreras que obstaculicen estas libertades. Habrá que desear larga vida y buen desarrollo a las ideas aquí contenidas, en aras de las libertades económicas, tan caras a la propia libertad individual y con ella a la satisfacción y bienestar de los ciudadanos. José Eugenio Soriano – Catedrático Derecho Administrativo. UNIVERSIDAD COMPLUTENSE.