Oración y testimonio en la Pastoral Vocacional

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Oración y testimonio en la Pastoral Vocacional
Quizá fuera más provechoso dedicarnos quince minutos a orar personalmente o
en grupo en vez de dedicarlos a otras consideraciones, y haríamos buenas las palabras
de san Buenaventura: “Si quieres saber cómo se realizan estas cosas -el misterio de la
vocación- (...), pregunta al gemido expresado en la oración, no al estudio y la lectura.”1
Sin embargo, aunque hacemos nuestro el pensamiento del santo, como la verdad ilumina la mente, vamos a acercarnos a algunos recientes documentos de la Iglesia sobre la
pastoral vocacional y a dejarnos iluminar por ellos en los dos aspectos que más nos interesan ahora: la oración y el testimonio en la Pastoral vocacional. Pero antes de adentrarme en el tema, prefiero dejar constancia de algunos principios para que se desvanezcan ciertos malentendidos o prejuicios, si los hubiera.
Supuestos aclaratorios
Doy por supuesto que todos los presentes nos movemos en nuestro trabajo en
una concepción actualizada de pastoral vocacional y que hemos asumido, no sólo la
expresión “cultura vocacional” sino sobre todo su contenido y el nuevo enfoque que de
ella arranca.
Tanto el documento Nuevas vocaciones para una nueva Europa (1997), como el
documento final del Tercer Congreso Continental sobre las Vocaciones en Norteamérica
(2002) versan sobre las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, aunque arrojen
esplendorosa luz sobre la vocación en general. Y de la pastoral y promoción de las vocaciones al sacerdocio -ministerio ordenado- y de especial consagración estamos tratando aquí.
“La dimensión vocacional es esencial y connatural en la pastoral de la Iglesia.
La razón se encuentra en el hecho de que la vocación define, en cierto sentido, el ser
profundo de la Iglesia incluso antes que su actuar.”2
“Hay quien teme que la ampliación del concepto de vocación pueda perjudicar a
la específica promoción de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada; en la
realidad sucede exactamente lo contrario.”3
“Toda la pastoral, y en particular la juvenil, es originariamente vocacional; en
otras palabras, decir vocación es tanto como decir dimensión constituyente y esencial de
la misma pastoral ordinaria.”4
“Debe desecharse la idea de que la pastoral vocacional es exclusivamente juvenil,5 porque en toda edad de la vida resuena una invitación del Señor a seguirle, y sólo
en el momento de la muerte una vocación puede decirse íntegramente realizada.” 6 Sin
embargo, de hecho, la pastoral vocacional se centra preferentemente en los jóvenes.
“La pastoral vocacional constituye el ministerio más difícil y más delicado,”7
afirma el documento Nuevas vocaciones para una nueva Europa, al hacerse eco del
desánimo de tantos agentes vocacionales que olvidan que o la pastoral vocacional es
mistagógica y, por tanto, parte una y otra vez del Misterio (de Dios) para llevar al misterio (del hombre), o no es tal pastoral.”8
1
Opúsculo sobre el itinerario de la mente hacia Dios, 7, 1.2.4.6
Pastores dabo vobis, 34
3
Nuevas vocaciones, 26
4
Id
5
Cf. JOSÉ MORALES, A Dios rogando y con el mazo dando. Sal Terrae, Octubre 2000, p. 713
6
Id.
7
Id 6
8
Id 8. 35
2
1
“La crisis de los llamados es también, hoy, crisis de los que llaman, acobardados
y poco valientes a veces. Si no hay quien llama, ¿cómo podrá haber quien responda?”9
No se ha valorado suficientemente la trascendencia de la comunidad de acogida,
que pone en práctica la invitación de Jesús: ‘Venid y veréis’. Invitación que el Papa
Juan Pablo II define como ‘la regla de oro de la pastoral vocacional’;10 pensamiento, por
otra parte, que nuestras Constituciones sancionan de la siguiente forma: “Las comunidades estén abiertas a las posibles vocaciones y atiendan con cuidado a los signos de
vocación, para dirigir a cada uno por el camino que el Señor le ha señalado.”11
La oración en la pastoral vocacional
Desde que el Maestro al ver a la gente, cansada y abatida ‘como ovejas sin pastor’, dice a sus discípulos: “La mies es abundante, pero los obreros son pocos. Rogad
por tanto al dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt 9, 36; Lc 10, 2), la Iglesia ha entendido estas palabras como una de las claves de su misión y de la pastoral vocacional. En tiempo de Jesús la mies era tan abundante y los obreros tan pocos como
hoy; y en su plan de evangelización y, por tanto, de salvación del hombre, el único imperativo que nos deja es: “Rogad al dueño de la mies que mande obreros a su mies”; la
oración, la súplica. Y nada más. Mejor, sin la oración, todo está de más. ¿No es acaso la
vocación un misterio, el misterio del amor salvífico de Dios respecto a cada una de las
personas? Y el misterio se contempla, se adora.
En este campo de la pastoral vocacional ha habido desenfoques gravemente perjudiciales para la Iglesia en su conjunto y para el mundo en general. 12 Creo que muchos
han rectificado su postura gracias, en parte, a una profundización en la teología del bautismo y del laicado; en parte, a una más equilibrada teología y espiritualidad de la vida
consagrada y del sacerdocio. Sin embargo, quiero hacer referencia a un error grave que
se ha producido –quizá sigue aún con vida– en el trabajo vocacional que voy a llamar:
secularización de la promoción vocacional, es decir, durante varios lustros se han elaborado planes, inventado dinámicas de grupo, acudido a técnicos en ciencias humanas,
organizado encuentros de todo tipo... y al final... Estadísticamente un fracaso. Además,
por un pretendido respeto a la libertad de la persona, si es que hemos tenido el valor de
sembrar, hemos sembrado donde, según nuestros criterios demasiado humanos, esperábamos pudiera prender la semilla, mientras que la postura de la Iglesia es que no cabe
pastoral vocacional alguna sin el valor para sembrar la buena semilla del Evangelio, de
la Pascua del Señor, de la fe y del seguimiento; que “es necesario sembrar por doquier,
en el corazón de cualquiera, sin ninguna preferencia o excepción. Si todo ser humano es
criatura de Dios, también es portador de un don, de una vocación particular que espera
ser reconocida.”13
Reclamo desde aquí una vuelta a la sacralidad de toda vocación y más todavía
de la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada. En otras palabras, la vuelta a una
visión evangélica de la vocación. Dice textualmente el documento Nuevas vocaciones:
“La imagen evangélica del ‘Dueño de la mies’ conduce al corazón de la pastoral de las
vocaciones: la oración. Oración que sabe mirar con sabiduría evangélica al mundo y a
cada hombre en la realidad de sus necesidades de vida y de salvación. Oración que ma9
Id 19
Id 27
11
Núm. 156
12
GABINO URIBARRI, Hacia una cultura vocacional. Sal Terrae, Octubre 2000, pp. 683-693 [Habla de
tres herejías en contra de una cultura de la vocación: 1) Es la hora de los laicos, 2) La promoción vocacional no es necesaria y 3) La promoción vocacional no es asunto mío.
13
Nuevas vocaciones, 33
10
2
nifiesta la caridad y la compasión de Cristo para con la humanidad, que también hoy
aparece como un rebaño sin pastor. Oración que manifiesta la confianza en la voz poderosa del Padre, único que puede llamar y mandar a trabajar a su viña. Oración que manifiesta la esperanza viva en Dios que no permitirá jamás que falten a la Iglesia los obreros necesarios para llevar a término su misión.”14
“El primer compromiso de la pastoral vocacional es siempre la oración. Sobre
todo allí donde son raros los ingresos en la vida consagrada, se necesita una fe renovada
en el Dios que puede hacer surgir de las piedras hijos de Abrahán y hacer fecundos los
senos estériles si es invocado con confianza.”15
En el III Congreso Continental sobre las Vocaciones al Ministerio Ordenado y a
la Vida Consagrada en Norteamérica, en la recogida de respuestas sobre qué tres acciones deberían emprenderse para promover las vocaciones, la oración ocupó el primer
lugar de forma destacada. Sin lugar a dudas, “la Iglesia encuentra en la oración y en la
celebración de la liturgia los momentos esenciales y primarios de la pastoral vocacional.
En efecto, la oración cristiana, alimentándose de la palabra de Dios, crea el espacio
ideal para que cada uno pueda descubrir la verdad de su ser y la identidad del proyecto
de vida personal e irrepetible que el Padre le confía. Por eso es necesario educar, especialmente a los muchachos y a los jóvenes, para que sean fieles a la oración y meditación de la palabra de Dios. En el silencio y en la escucha podrán percibir la llamada del
Señor al sacerdocio (o a la vida consagrada) y seguirla con prontitud y generosidad.”16
Y “si la oración es el camino natural de la búsqueda vocacional, hoy como ayer, o mejor, como siempre, son necesarios educadores vocacionales que recen, enseñen a rezar,
eduquen a la invocación.”17
Si “toda vocación nace de la in-vocación”, no debe extrañarnos que el Papa
afirme que “es urgente que se propague en las Comunidades eclesiales del continente
europeo una gran movimiento de oración, puesto que la actual situación histórica y cultural, que ha cambiado tanto, exige que la pastoral de las vocaciones sea considerada
como uno de los objetivos primarios de toda la comunidad cristiana.”18
Concluyo este apartado resaltando que la oración –litúrgica y personal– es uno
de los itinerarios de la pastoral vocacional recogidos tanto por el Congreso europeo como el norteamericano de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, itinerario que
hemos de recorrer todos para escuchar la llamada de Dios, para responderle inicialmente
y para mantenernos fieles en la respuesta.
El testimonio en la pastoral vocacional
“El hombre contemporáneo, dice Pablo VI en la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si
escucha a los que enseñan es porque dan testimonio”19; y en otro número, reclamando
un testimonio auténtico a los evangelizadores sobre todo en la relación con los jóvenes,
escribe: “Tácitamente o a grandes gritos, pero siempre con fuerza se nos pregunta:
¿Creéis verdaderamente en lo que anunciáis? ¿Vivís lo que creéis? ¿Predicáis verdaderamente lo que vivís? Hoy más que nunca el testimonio de vida se ha convertido en una
condición esencial con vistas a una eficacia real de la predicación.”20
14
Id 27
Caminar desde Cristo, 16
16
Pastores dabo vobis, 38
17
Nuevas vocaciones, 35
18
Ecclesia in Europa, 40
19
Núm. 41
20
Id 76
15
3
Una declaración de los jóvenes adultos en el III Congreso Continental sobre las
vocaciones decía: “Os rogamos que testimoniéis abiertamente vuestra fe, estando disponibles. De forma específica os pedimos que viváis la vida consagrada y el sacerdocio de
manera que ofrezcáis un testimonio gozoso y auténtico de vuestra vida de modo que
lleguemos a apasionarnos por vuestro servicio. Invitadnos a compartir vuestro entusiasmo y vuestro profundo amor a Cristo y a su Iglesia.”21 Los jóvenes necesitan personas cuya vida sea un claro testimonio de Cristo, viviendo las bienaventuranzas y los
consejos evangélicos; tienen necesidad de ver personas que desempeñan el ministerio
sacerdotal en nombre de Cristo y con la autoridad de Cristo, que ‘arden’ por Cristo.
Quien no es signo nada significa. Por eso, tanto en el anuncio como en el acompañamiento vocacional el “rol comunicativo no es el didáctico o exhortativo, ni tampoco el de amistad, ni siquiera y en primer lugar el de director espiritual, sino que el papel
es el de confessor fidei. Quien realiza el anuncio o el acompañamiento vocacional testimonia la propia opción o, mejor, la particular elección que Dios le ha hecho; da a conocer su camino vocacional y, por tanto, da a conocer también o deja traslucir la fatiga, la
novedad, el riesgo, la sorpresa, la grandeza, el agradecimiento, el don especial de Dios;
que todo esto conlleva el misterio de la vocación en que dos libertades, la de Dios que
llama y la del hombre que responde, están en continua dialéctica.
Animación vocacional sólo se hace por contagio, es decir, por contacto directo,
porque el corazón está lleno y la experiencia de la grandeza continúa cautivando.22 Los
jóvenes están muy interesados en el testimonio de vida de las personas que están ya en
un camino espiritual. Sacerdotes y religiosos debemos tener el valor de ofrecer signos
concretos en su camino espiritual. Por esto es importante dedicar tiempo a los jóvenes,
caminar a su paso, buscarlos allí donde se hallan, escucharlos y responder a las preguntas que surgen en el encuentro.23
Pablo VI abre la exhortación apostólica Evangelica testificatio con las siguientes
palabras: “El testimonio evangélico de la vida religiosa manifiesta claramente, a los ojos
de los hombres, la supremacía del amor de Dios y, ciertamente, con tal fuerza que debemos dar gracias por ello al Espíritu Santo.”24 He aquí planteado el desafío como religiosos. Nuestro testimonio, por si tenemos dudas, consiste en vivir los consejos evangélicos con el equilibrio y radicalidad que el clarividente Pablo VI nos propone, lo que no
está en contradicción con la configuración con Jesucristo, pastor, a la que estamos llamados por nuestra condición de sacerdotes.25 Termino con unas palabras de Juan Pablo
II: “A las familias religiosas y a los institutos de vida seglar les recuerdo que la primera
y más eficaz pastoral vocacional es el testimonio, cuando éste se manifiesta con una
vida llena de alegría en el servicio al Señor”.26
Marciano Santervás, OAR
Madrid, 29 de noviembre de 2003
21
Pág. 85
JOSÉ MORALES, op. cit. pp.710-711
23
Cf. Nuevas vocaciones, 34
24
Núm. 1
25
Pastores dabo vobis, 21-23
26
Mensaje para la XXIX jornada mundial de oración por las vocaciones 4 (1991).
22
4
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