Universidad P. Comillas 53 Lectura orante de la Biblia LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO DE LUCAS Lc 22, 54-71 Después de prenderlo, lo llevaron hasta la casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía de lejos. 55 Habían encendido fuego en medio del patio, y Pedro se sentó entre los que estaban alrededor de la lumbre. 56 Una sirvienta lo vio sentado junto al fuego, lo miró fijamente y dijo: –También éste andaba con él. 57 Pedro lo negó, diciendo: –No lo conozco, mujer. 58 Poco después otro, al verlo, dijo: –Tú también eres de ellos. Pedro dijo: –No lo soy. 59 Transcurrió como una hora, y otro afirmó rotundamente: –Es verdad, éste andaba con él, porque es galileo. 60 Entonces Pedro dijo: –No sé de qué me hablas. E inmediatamente, mientras estaba hablando, cantó un gallo. 61 Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro. Pedro se acordó de que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces»; 62 y saliendo afuera, lloró amargamente. 63 Los que custodiaban a Jesús se burlaban de él y lo golpeaban. 64 Le habían tapado los ojos y le preguntaban: –¡Adivina quién te ha pegado! 65 Y le decían otras muchas injurias. 54 Cuando se hizo de día, los ancianos del pueblo, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley se reunieron, lo llevaron al sanedrín 67 y dijeron: –Si tu eres el Mesías, dínoslo. Jesús les dijo: –Si os lo digo, no me vais a creer; 68 y si os hago preguntas, no me vais a contestar. 69 Pero desde ahora el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso. 70 Entonces todos le preguntaron: –Luego, ¿eres tú el Hijo de Dios? Jesús les respondió: –Vosotros lo decís; yo soy. 71 Ellos dijeron: –¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca. 66 Cuando leas El pasaje que estamos leyendo, dentro del relato de la pasión de Lucas (22-23), presenta el proceso de Jesús ante los judíos. La acción tiene lugar durante la noche y el principio del día, en la casa del sumo sacerdote Caifás. Universidad P. Comillas 53 Lectura orante de la Biblia Podemos distinguir, a grandes rasgos, dos partes en el texto: 1.- Negaciones de Pedro (54-65) 2.- Proceso ante el sanedrín (66-71) Pedro, como los demás discípulos, expresan su fe desde el propio seguimiento de Jesús, en la firme voluntad de correr su misma suerte. Mientras Jesús está rodeado de fama y la multitud le aclama, ese seguimiento es fácil. Pero cuando el Señor es arrestado, los discípulos le abandonan, Pedro le sigue de lejos y termina negando conocer a Jesús. No tiene la valentía suficiente para dar testimonio. Las lágrimas amargas del discípulo, confrontado con la mirada y las palabras de Jesús, expresan su arrepentimiento. La otra cara de la moneda es el testimonio que da Jesús de sí mismo. Jesús es el Mesías, el Hijo del hombre, el Hijo de Dios. Jesús es el “yo soy” pronunciado por Dios desde la zarza ardiente. Jesús es el testigo que sirve de modelo a los cristianos llevados al martirio. Cuando medites Los cristianos de los primeros tiempos se veían constantemente forzados a dar razón de su fe: eran un grupo minoritario, joven, en expansión. La dinámica del evangelio les llevaba a anunciar a Jesús entre judíos y paganos. Y en ocasiones, también ante las autoridades civiles y religiosas. Ese martirio cotidiano se veía reforzado por el llanto de Pedro y el testimonio de Jesús ante el sanedrín. También nosotros somos discípulos, seguidores del Señor, pero en un ambiente mayoritariamente cristiano, miembros de una iglesia veterana, tal vez en recesión. Ya no hay persecución, parece que no haya destinatarios para nuestro anuncio,… Tal vez podamos reflexionar acerca de nuestra condición de discípulos ayudados por estas preguntas: ¿Sigue siendo necesario nuestro testimonio? ¿En qué contextos? ¿De qué modos? ¿Hay un “Pedro” en cada uno de nosotros? ¿Qué dificultades encontramos para ser testigos de Jesús? ¿Cómo entiendo en mi vida las palabras de Jesús: “El que quiera venir en pos de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, ese la salvará.”? Cuando ores En la noche de nuestras negaciones nos dejamos mirar por el Señor. El recuerdo de su paso por nuestra vida nos mueve, como a Pedro, al llanto y al arrepentimiento. La búsqueda de intimidad con Él nos anima al testimonio. No podemos permanecer silentes ante el Cristo de la cruz. Él nos sostiene en nuestro martirio cotidiano. “Tú que andas sobre la nieve… sosténme entre tus manos, sosténme en la tiniebla de tu nombre, sosténme en la tristeza y en mi alma.” Escuchamos unos versos de Leopoldo Panero.