Vida y Obra Redentora de Nuestro Señor Jesucristo

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Vida y Obra Redentora de Nuestro Señor Jesucristo
ANUNCIACION DE LA VIRGEN MARIA
Durante el reinado de Herodes1, por sobrenombre el Grande, vivía en Nazaret, pequeña ciudad de Galilea, una Virgen
santísima, de nombre María, desposada con José, a quien el Evangelio llama varón justo, que entendemos como
sinónimo de “Santidad”2.
Herodes nació al sur de Palestina, de padres árabes. Su padre, Antípatro el Idumeo, fue nombrado
procurador de Judea por Julio César en el 47 a.C.; Pompeyo Magno anteriormente había depuesto a la
dinastía Asmonea. A pesar de la oposición Asmonea, el Senado romano reconoció a Herodes como rey en el
39 a.C., pero su gobierno real se inició dos años después. Herodes intentó consolidar su posición con los
judíos casándose con Mariamna, princesa de la línea Asmonea, a quien posteriormente mandó asesinar.
Los primeros años del reinado de Herodes fueron complicados por la hostilidad entre dos sectas judías,
saduceos y fariseos, y por la enemistad de los miembros supervivientes de la familia Asmonea, quienes
establecieron una alianza con Cleopatra, reina de Egipto. Herodes finalmente prevaleció ante sus
oponentes, sobre todo porque Cleopatra y Marco Antonio prevalecieron momentáneamente frente a Cayo
Octavio (posteriormente el emperador Augusto). Aunque Herodes había apoyado a Marco Antonio en su
lucha contra Octavio, sin embargo, éste confirmó a Herodes como rey en el 31 a.C., convencido de que
continuaría gobernando según los dictados de Roma.
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Los años transcurridos entre el 25 y el 13 a.C. fueron los más prósperos de su reinado. Durante este
periodo Herodes se ocupó de un gran número de proyectos arquitectónicos, incluida la construcción en
Jerusalén, Jericó y Cesarea, de teatros, anfiteatros y circos para los juegos inaugurados en honor de
Augusto. Para proteger la frontera de Judea frente a las incursiones árabes, construyó o restauró una serie
de fortalezas, que posteriormente probaron ser de gran valor para los judíos en su insurrección contra
Roma (tal es el caso de Masada).
Comenzó a reconstruir el Templo de Jerusalén, poniendo gran atención en los escrúpulos religiosos del
pueblo. Los últimos años del reinado de Herodes fueron muy amargos a causa de las complicadas intrigas
de palacio
A su muerte en Jericó, en marzo o abril del 4 a.C., el reino de Herodes se dividió entre sus tres hijos
(Herodes Antipas, Arquelao y Herodes Filipo). Aunque judío practicante, y a pesar de sus intentos para
conseguir su favor, Herodes era odiado por los judíos, por extranjero y por amigo de los romanos. Según
Mateo (2,16) intentó matar al niño Jesús, masacrando a todos los niños varones de Belén, en lo que se
conoce como la degollación de los santos inocentes.
En el Plan de Dios, José tuvo un papel esencial: Dios le encomendó la gran responsabilidad y el privilegio
de ser el padre adoptivo del niño Jesús y el esposo virginal de María. José, el santo custodio de la Sagrada
Familia, es el santo que más cerca está de Jesús y de la Santísima Virgen.
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Mateo (1,16) llama a José el hijo de Jacob; según San Lucas (3,23), su padre era Helí. Probablemente nació
en Belén, la ciudad de David, del que era descendiente. Al comienzo de la historia de los Evangelios (poco
antes de la Anunciación), José vivía en Nazaret.
Según Mateo (13,55) y Marcos (6,3), José era un “tekton”, lo cual significa que era carpintero o albañil.
San Justino lo confirma, y la tradición ha aceptado esta interpretación, pues Jesús fue llamado “hijo de José
el carpintero” (Jn 1,45; 6,42; Lc 4,22).
Como sabemos, no era el padre natural de Jesús, quien fue engendrado en el vientre virginal de la Virgen
María por obra del Espíritu Santo y es Hijo de Dios; pero José lo adoptó amorosamente y Jesús se sometió a
él como un hijo a su padre.
En virtud a ello, San José ha recibido diversos títulos: padre nutricio, padre adoptivo, padre legal, padre
virginal; pero ninguno expresa a plenitud la misión de San José en la vida de Jesús.
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Aunque ambos eran descendientes de los reyes de Judá, y por tanto, de la familia de David, vivían con todo
pobremente y ganaban el sustento con su trabajo.
A esta Virgen fue enviado por Dios el Arcángel Gabriel, que la saludó “llena de gracia”, y le anunció que sería Madre
del Redentor del mundo.
San José ejerció sobre Jesús la función y los derechos que corresponden a un verdadero padre, del mismo
modo que ejerció sobre María, castamente, las funciones y derechos de un verdadero esposo.
La relación de esposos que sostuvieron José y María es ejemplo para todo matrimonio; ellos nos enseñan
que el fundamento de la unión conyugal está en la comunión de corazones en el amor divino. Para los
esposos, la unión de cuerpos debe ser una expresión de ese amor y por ende un don de Dios.
Desde su unión matrimonial con María, San José supo vivir con esperanza en Dios la alegría y el dolor de
la vida diaria.
En Belén tuvo que sufrir con la Virgen la carencia de albergue hasta tener que tomar refugio en un establo.
Allí nació Jesús, el Hijo de Dios.
Después de la visita de los magos de Oriente, Herodes el tirano, lleno de envidia y obsesionado con el poder,
quiso matar al niño. José escuchó y obedeció el mensaje de Dios transmitido por un ángel: “Levántate, toma
contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar
al niño para matarle” (Mt 2,13). Y la Sagrada Familia tuvo que vivir varios años en el exilio de Egipto.
Siendo extranjeros, no hablaban el idioma de aquel país, donde no contaban con el apoyo de familiares o
amigos, y podían ser víctimas de los prejuicios, de las dificultades para encontrar empleo y de la
consecuente pobreza. José aceptó todo esto por amor a María y a Jesús, y por fidelidad a los mandatos del
Señor.
Es muy posible que San José haya muerto antes del comienzo de la vida pública de Jesús, ya que no estaba
presente en las bodas de Caná, ni se vuelve a hablar de él en los Evangelios. Según San Epifanio, José
murió a los 90 años de edad.
Las principales fuentes de información sobre la vida de José son los primeros capítulos del Evangelio de
Mateo y del de Lucas. En los relatos no se recogen palabras dichas por él, pero conocemos sus obras; sus
actos de fe, de amor y de protección en favor de su amadísima esposa y de su Hijo. Es un caso excepcional
en la Biblia: un santo del que no se conoce ni una sola palabra. Es, pues, el “Santo del silencio”.
Desde el principio recibió la gracia de discernir los mandatos del Señor. Su libre cooperación con la gracia
divina hizo posible que su respuesta al Plan de Dios fuera total y eficaz.
Se destacan en él las virtudes de la vida oculta: la castidad, la humildad, la pobreza, la paciencia, la
prudencia, la fidelidad que no puede ser quebrantada por ningún peligro, la sencillez y la fe; la confianza en
Dios y la más perfecta caridad.
San José, patrono de la vida interior, nos enseña con su propia vida a orar, a amar, a sufrir, a actuar
rectamente y a dar gloria a Dios con toda nuestra vida.
José es también modelo incomparable, después de Jesús, de la santificación del trabajo corporal. Por eso la
Iglesia ha instituido la fiesta de San José Obrero, celebrada el 1º de mayo, presentándole como modelo
sublime de los trabajadores manuales.
El Papa Pío IX, atendiendo a las innumerables peticiones que recibió de los fieles católicos del mundo
entero, y, sobre todo, al ruego de los obispos reunidos en el concilio Vaticano I, declaró y constituyó a San
José, Patrono Universal de la Iglesia, el 8 de diciembre de 1870.
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Al oír estas palabras y a la vista del Ángel, se turbó al principio María; pero luego, asegurada por él, respondió: “He
aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. En el mismo instante, el Hijo de Dios, por obra del Espíritu
Santo, se encarnó en sus purísimas entrañas, y sin dejar de ser verdadero Dios, empezó a ser verdadero hombre. Este
principio tuvo la redención del género humano. “La Palabra de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros” (Jn. 1.114). Dios Padre envía al mundo a su Hijo, es decir su Palabra propia y personal, para darse a conocer plenamente a los
hombres y consumar por el su proyecto de salvación. Esa Palabra se hace hombre.
VISITA A SANTA ISABEL Y NACIMIENTO DE SAN JUAN BAUTISTA
En el coloquio con el Arcángel supo maría que su prima Isabel, mujer de un sacerdote llamado Zacarías, aunque de
edad avanzada, había de tener un hijo.
Con santa solicitud fuese María a visitar a su prima en las montañas de Judea, para congratularse con ella y más aún
para servirla como humilde criada, como lo hizo por tres meses. Aquí fue donde María, respondiendo al saludo de la
prima, que inspirada por el Espíritu Santo, la saludó Madre de Dios, prorrumpió en aquel sublime canto: “Magnificat”,
que a menudo canta la Iglesia:
“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de
su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y
su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los
humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de
Abrahán y su descendencia por siempre”.
El hijo de Isabel fue Juan Bautista, el santo Precursor del Mesías.
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NACIMIENTO DE JESUCRISTO Y CIRCUNSTANCIAS DE ESE GRANDIOSO ACONTECIMIENTO3
En aquel tiempo se publicó un edicto por el que ordenaba el emperador César Augusto que todos los vasallos del
imperio romano se empadronasen, y que, por tanto, cada uno acudiese a registrarse a la ciudad de donde traía su
origen. María y José, por ser de la casa y familia de David, tuvieron que ir a la ciudad de Belén, donde David había
nacido.
Cristo vino al mundo durante el Imperio romano. Los cristianos de los primeros siglos usaban los
calendarios de su época que se referían a fechas de acontecimientos importantes para aquel mundo: fechas
de emperadores, olimpiadas o el año de la fundación de Roma.
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A comienzos del siglo VI DC el cristianismo se había propagado por todo el imperio. Uno de los hombres
mas sabios de la época, el monje y astrónomo de Scythia (actual Suroeste de Rusia), Dionisio el Exiguo (el
pequeño) recopiló una tabla de fechas para la Pascua utilizando el calendario del emperador Dioclesiano.
Entonces, después de muchos estudios y cálculos, quiso reanudar el sistema de cuenta de los años tomando
el nacimiento de Jesucristo, Señor y centro de la Historia, como punto de partida. Dionisio señaló el año
753 de la fundación de Roma como el año del nacimiento de Jesucristo. Tomó entonces este año como
primero de la era cristiana. Paulatinamente este nuevo calendario fue tomando importancia primero entre
los cristianos y después en el mundo secular. Es el calendario que hoy se reconoce universalmente, aunque
en algunas regiones aun utilizan también otros calendarios. Es según este calendario que comenzamos el
tercer milenio.
Aunque Dionisio hizo un buen trabajo, no pudo saber exactamente la fecha exacta del nacimiento de
Cristo. Estudios posteriores indican que Cristo nació varios años antes de lo que calculó el monje Dionisio:
-Jesús nació durante el reinado de Herodes el Grande. Los Evangelios y el historiador Macrobio señalan
que Herodes murió poco después de la masacre de los Santos Inocentes. También sabemos, según los datos
del historiador Flavio Josefo, que Herodes el Grande murió en el año 750 de Roma. Por lo que se deduce que
Jesús debe haber nacido antes de ese año.
-Según San Lucas, Jesús contaba con unos treinta años cuando fue bautizado. Ahora bien, como San Juan
Bautista comenzó su ministerio el año 15 del reinado de Tiberio, tenemos un punto de referencia. El año
764 de Roma es la fecha más probable del principio del reinado de Tiberio. Si añadimos 15 años para llegar
al ministerio de San Juan Bautista, estamos en el año 779 de la fundación de Roma. Si para entonces Jesús
tenía 30 años, El nació el 749 de la fundación de Roma, es decir 4 años antes de lo calculado por Dionisio.
La fecha del nacimientos de Jesús sería el año 4 AC.
La imprecisión de la fecha en ningún modo disminuye la importancia de celebrar el nacimiento de Jesús.
No cambia la realidad histórica y trascendental de que el Verbo Eterno se hizo hombre y habitó entre
nosotros para salvarnos. Lo importante no es la fecha del nacimiento sino el nacimiento en si mismo.
Pongamos un ejemplo. Si unos hijos no supiesen el día exacto del nacimiento de su padre (supongamos que
este quedó huérfano en la guerra y no quedó constancia de su fecha de nacimiento). ¿No sería lógico que
esos hijos, ante la carencia de datos, escogiese una fecha aproximada para celebrar el cumpleaños de su
padre querido?. Pues, aunque no supiesen exactamente el día que nació, ciertamente saben que su padre
nació y vive entre ellos y eso es lo que quieren celebrar. ¿Qué tal si algunos de los hijos rehusaran celebrar
apelando a que la fecha es incierta y entonces cada uno optara por celebrarle el cumpleaños en un año o día
distinto? ¿Acaso no sería un agravio contra el padre quien lo que quiere es celebrar con toda su familia
unida? A esos hijos habría que preguntarles: ¿qué es lo mas importante, el día del calendario o la persona?
Igualmente, lo importante no es la fecha exacta del nacimiento de Jesús sino el hecho de que el Verbo
verdaderamente se hizo hombre y habitó entre nosotros, naciendo de María Santísima en el tiempo y en la
historia. Esa realidad es digna de la mayor de las celebraciones porque trae la salvación al mundo entero.
Para celebrar unidos, es razonable que, al no saber a ciencia cierta el día natalicio de Jesús, la Iglesia haya
escogido una fecha con la mayor aproximación de que era capaz cuando se hizo el calendario.
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Mas no hallando hospedaje por el mucho concurso de gente que iba a empadronarse, les fue forzoso recogerse a una
especie de cueva, que servía de establo, no lejos de la ciudad.
Allí fue donde, hacia la medianoche, el Hijo de Dios, hecho hombre por salvar a los hombres, nació de María Virgen,
la cual, envolviéndole en pobres pañales, lo reclinó en un pesebre o comedero de bestias.
Esta última noche apareció un Ángel a unos pastores que velaban en aquella comarca y guardaba su ganado, y les
anunció que había nacido el Salvador del mundo. Los pastores corrieron atónitos al establo, hallaron al Santo Niño y
fueron los primeros en adorarle.
OBEDIENCIA DE JESUS Y DE SU MADRE SANTISIMA A LA LEY
El octavo día del nacimiento, para obedecer a la ley, fue circuncindado el niño y le fue puesto el nombre de Jesús,
según había indicado el Ángel a María, cuando le anunció el misterio de la Encarnación.
Asimismo, María Santísima, en obsequio a la ley, que no la obligaba, se presentó al templo con Jesús a los cuarenta
días de la ceremonia de la Purificación, ofreciendo por sí el sacrificio de las mujeres pobres, que era un par de tórtolas
o palominos, y por el Niño Jesús el precio del rescate.
Había en el Templo un santo anciano, de nombre Simeón, quien había tenido revelación del Espíritu Santo que no
moriría sin ver primero al Cristo del Señor. tomó en sus brazos al divino Niño, y reconociéndole por su Redentor, le
bendijo con sumo júbilo y le saludó con aquel tierno cántico - Nunc dimittis _ que la Iglesia canta al terminar el oficio
de cada día.
“Ahora, Señor, ya puedes dejar que tu servidor muera en paz como le has dicho.
Porque mis ojos han visto a tu salvador, que has preparado y ofreces a todos los pueblos, luz que se
revelará a las naciones
y gloria de tu pueblo, Israel”
A este mismo tiempo acudió una piadosísima anciana y viuda, que viendo al divino Niño se regocijó en su corazón y
así decía maravillas de El a todos los que esperaban la redención de Israel.
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LOS MAGOS4
¿Reyes Magos?
La llamada visita de los Magos la cuenta únicamente Mateo (Mt. 2, 1-12).
El capítulo 2 de Mateo es considerado hay como una “página de instrucción” sobre la infancia de Jesús, y no como
una página histórica. Esta manera de escribir se llama en el ambiente judío “midrash” que en hebreo significa
exposición, enseñanza religiosa, es la explicación de un texto bíblico hecha muy libremente, con alegorías, imágenes,
comparaciones e incluso con fantasías. Mateo se vale de este género de expresión y narra acontecimientos de la vida
de Jesús, como su nacimiento, huída a Egipto, y regreso a Nazaret, con este estilo literario.
El hecho deberíamos ubicarlo en tiempos del Rey Herodes el Grande que reinó en palestina desde el año 37 a.C. hasta
el 4 d.C.
¿Por qué usa Mateo estos personajes?. La solución es simple. El nacimiento de Jesús lo anuncia una estrella. Pero la
gente normal no se pasa las noches mirando al cielo, ni entiende mucho de astronomía. ¿Quién podrá distinguirla?.
Unos astrónomos de la época, los Magos de Oriente.
La primera referencia a los Reyes Magos se encuentra en la Biblia, en el Evangelio de San Mateo. En el
capítulo dos, versículos uno al doce, se narra como unos Magos, guiados por una luminosa estrella,
llegaron a Belén para adorar y ofrecer sus místicos dones al recién nacido Mesías, burlando al infanticida
más temido y famoso de la historia, Herodes. Pero el mismo San Marcos no ofrece detalles sobre su origen,
ni siquiera afirma que fueran reyes, por lo que muchos autores consideran que el evangelista, que escribía
para los judíos, los utilizó como recurso para realzar la naturaleza divina y el carácter de Jesús como
Mesías.
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Existen interpretaciones que dicen que los Reyes Magos podrían haber sido astrólogos babilonios o
sacerdotes persas, cultivadores de las ciencias -particularmente la astronomía- desde un punto de vista
teológico. Tampoco cita San Mateo el lugar o país del que procedían, aunque todo apunta a Babilonia o
Persia. Babilonia era un gran centro astrológico, donde al igual que Persia, los magos eran una casta con
mucha influencia, ya que fueron recibidos por el rey Herodes. Sin embargo, por el trato que, según San
Mateo, tuvieron no era el propio concedido a reyes. Lo más probable es que llegasen a Jerusalén dos meses
después de que naciera Jesús.
En cuanto al número de magos, se acepta el de tres, teniendo en cuenta el número de presentes ofrecidos.
No obstante en determinadas representaciones pictóricas, por razones de perspectiva o capricho del autor,
sólo aparecen dos o, en otras ocasiones, cuatro.
Los tres nombres que han llegado hasta nosotros en la tradición occidental -Melchor, Gaspar y Baltasar- no
son los nombres primitivos u originales de los Magos, los cuales se desconocen por completo (Mateo
tampoco los menciona).
La representación de uno de los Reyes Magos como hombre de raza negra, no comenzó hasta el siglo XIV.
El venerable monje benedictino, Beda, doctor de la Iglesia, los describió así en un códice: «Melchor, anciano
de blancos cabellos y larga barba del mismo color; Gaspar, más joven y rubio; Baltasar, negro». Beda los
consideró representantes de Europa, Asia y África, para así acentuar la soberanía universal de Cristo sobre
todas las razas y países. Los nombres son distintos en diversas lenguas. Los armenios suponen que fueron
12, por lo que les asignan doce nombres diferentes.
Su destino, tras la adoración, fue incierto. San Mateo sólo dice que regresaron a su país por otro camino
para burlar a Herodes. La tradición piadosa afirma que fueron discípulos de Santo Tomás. Otros afirman
que fueron consagrados obispos y murieron martirizados hacia el año 70 de nuestra era. Sus supuestas
reliquias fueron transportadas de Milán a Colonia en el siglo XII, donde aún hoy son veneradas en un
relicario bizantino de la catedral de esa ciudad alemana.
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La palabra “Mago” en aquel tiempo se aplicaba a personajes muy distintos; a los sacerdotes persas, a quienes tenían
poderes sobrenaturales, a propagandistas de religiones nuevas, y a charlatanes. En el texto evangélico se refiere a
astrólogos de oriente, con conocimientos profundos de la historia judía. No son reyes. Este dato pertenece a la
leyenda posterior. En el libro armenio de la infancia, de finales del siglo IV, se dice “Al punto, un ángel del Señor se fue
apresuradamente al país de los persas a avisar a los reyes magos para que fueran a adorar al niño recién nacido. Y éstos, después de haber
sido guiados por una estrella durante nueva meses, llegaron a su destino en el momento en que la Virgen daba a luz...Y los reyes magos
eran tres hermanos: el primero Melkon (Melchor), que reinó sobre los persas; el segundo: Baltasar, que reinó sobre los Indios, y el tercero,
Gaspar, que tuvo en posesión los países de los árabes”... Es importante destacar que para el evangelista Mateo no son judíos
sino extranjeros.
Se sabe por la misma Biblia y la historia que muchos reyes y paganos visitaban Jerusalén, atraídos entre otros motivos,
también pro la religión que allí se practicaba, los magos pertenecerían a estos grupos de visitantes.
La Estrella:
Ha atraído siempre la atención, y sigue ocupando un puesto Capital en nuestros nacimientos. En Mateo, al principio,
la presente de forma muy sencilla, cuando los magos afirman: “ hemos visto salir su estrella”5. Sin embargo, ya en el siglo
II, el Protoevangelio de Santiago, la aumenta de tamaño y de capacidad lumínica: “hemos visto la estrella de un resplandor tan vivo
en medio de todos los astros que eclipsaba a todos hasta el punto de dejarlos invisibles”. Y el libro armenio de la infancia, dice que
acompaño a los Magos durante los nueve meses del viaje.
Mateo usa este texto, lo interpreta como profecía sobre Jesús y lo pone en boca de los Magos, los convierte así en
instrumento de la realización del oráculo profético, la estrella prevista por Balaam es Jesús, los magos llegan para ver a
Jesús.
En tiempos modernos incluso se ha intentado explicarla por la conjunción de dos astros, o la aparición de un cometa.
Esto es absurdo e ingenuo. Basta advertir lo que hace la estrella. Se deja ver en oriente, y reaparece a la salida de
Jerusalén hasta pararse encima de donde está el niño6. Puesta a guiarlos ¿por qué no lo hace todo el camino, como dice
el libro armenio de la infancia? ¿Y cómo va a pararse una estrella encima de una cuna? “Para Dios no hay nada
imposible”, pero dentro de ciertos límites.
Mateo le da simbolismo a la estrella, La estrella es el símbolo de la nación Judía, así lo atestigua el libro de los
Números 24,17; como también el Génesis 49, 1-10. Para Mateo esa estrella es ahora Jesús
Algún tiempo después del nacimiento de Jesús, entraron en Jerusalén tres magos o sabios, venidos del Oriente, y
preguntaron dónde había nacido el Rey de los judíos.
Estando en su tierra, habían observado una estrella extraordinaria, y por ella, al tenor de una antigua profecía conocida
en el Oriente, entendieron que debía de haber nacido en Judea el Deseado de las gentes; e inspirados por Dios, y
siguiendo el camino indicado por la estrella, vinieron a adorarle.
5 Mateo está empleando aquí, de una manera clara, la referenci a histórica del libro de los números, dónde se trae un oráculo mesiánico de un mago o sabio de
Mesopotámia llamado Balaam. Este dice: “ lo veo, aunque no para ahora, lo diviso pero no de cerca, de Jaboc avanza un estrella, un cetro surge de Israel (Números
24,17).
6 Muchos pretenden explicar la aparición de la estrella como un fenómeno astronómico, habría sido un cometa e incluso la famosa conjunción de Júpiter y Saturno
ocurrida en el año 70 a.C. Esto es ajeno al texto de Mateo. No se refiere a ningún astro; está haciendo una enseñanza religiosa de Números 24,17. No podemos dejar
de observar que en el mundo greco-romano de entonces había costumbre de designar como “estrellas” los acontecimientos importantes de la vida de los grandes
hombres .
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Reinaba a la sazón en Jerusalén Herodes el Grande, hombre ambicioso y cruel. Se turbó éste en gran manera a las
palabras de los Magos, y se informó de los príncipes de los sacerdotes en qué lugar había de nacer el Mesías. Habiendo
sabido que ese lugar señalado por los Profetas era Belén, despachó a los Magos recomendándoles que volviesen
pronto fingiendo que quería también ir allá para adorar al Niño recién nacido.
Partieron los Magos, e inmediatamente, la estrella que habían visto en el Oriente, volvió a dejarse ver, y les fue guiando
al establo del divino infante de Belén, sobre el cual se paró. Entraron en él, abiertos sus tesoros, le ofrecieron oro,
incienso y mirra, reconociéndole como rey, como Dios y como hombre mortal. Por la noche, avisados en sueños que
no volviesen a Herodes, por otro camino regresaron a su tierra.
MUERTE DE LOS INOCENTES Y HUIDA A EGIPTO
Herodes esperó en vano a los Magos. Viéndose burlado, se embraveció en extremo y esperando en su bárbara astucia
matar a Jesús mandó se diese muerte a todos los niños de dos años abajo que hubiesen nacido en Belén y su comarca.
Ya antes, un Ángel había aparecido en sueños a José para avisarle y darle orden que huyese a Egipto. José, al instante,
obedeció y con María y Jesús fuese a Egipto, donde estuvo hasta la muerte de Herodes; después de la cual, avisado de
nuevo por el Ángel, volvió no a su Belén en la Judea, sino a Nazareth en Galilea.
DISPUTA DE JESUS EN EL TEMPLO
Llegado Jesús a los doce años, le llevaron sus padres a Jerusalén a las fiestas de Pascua, que duraban siete días.
Acabadas las fiestas, se partieron a Nazareth María y José, pero Jesús, sin que ellos lo supiesen, se quedó en Jerusalén.
Tras un día de camino lo buscaron en vano entre los parientes y conocidos, regresaron en seguida afligidos a Jerusalén,
hallándole al tercer día en el Templo, sentado entre los doctores oyéndoles y preguntándoles, la Madre dulcemente le
preguntó por qué se había hecho buscar así. La respuesta que dio Jesús fue la primera declaración de su divinidad: ¿Y
por qué me buscaban? ¿No sabíais que me es preciso estar en las cosas que son de mi Padre?
Tras esto, se volvió con ellos a Nazaret. Desde entonces y hasta la edad de treinta años nada particular nos cuenta de
El el Evangelio, resumiendo toda la historia de aquel tiempo en estas palabras: Jesús vivía obediente a María y José, y
crecía en edad, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres.
Por el hecho de haber pasado Jesús en Nazaret el tiempo de su vida privada, fue llamado más tarde: Jesús Nazareno.
BAUTISMO DE JESUS Y AYUNO EN EL DESIERTO.
Juan, hijo de Zacarías y de Isabel, destinado por Dios, como se dijo, para ser el Precursor del Mesías y preparar a los
judíos a que le recibiesen, se había retirado al desierto a hacer vida penitente.
Llegado el tiempo de dar principio a su misión, vestido de pieles de camello y al cinto un ceñidor de cuero, salió a las
riberas del Jordán y comenzó a predicar y bautizar. Su voz era: Haced penitencia, porque se acerca el reino de los
cielos.
Un día se presentó entre la muchedumbre del pueblo Jesús, que, llegado a la edad de treinta años, debía empezar a
manifestarse al mundo.
Juan, que le reconoció, quiso al principio excusarse, pero vencido luego por el mandamiento de Cristo, le bautizó. Y
he aquí que apenas salió Jesús del agua se abrieron los cielos, y el Espíritu Santo, en figura de paloma bajó sobre El, y
se oyó una voz que decía: Este es mi hijo muy amado.
Recibido el bautismo y guiado por el Espíritu Santo, fue Jesús al desierto, donde pasó cuarenta días y cuarenta noches
en vigilia, ayunos y oración. Entonces fue cuando quiso ser tentado por el demonio en varias formas, para enseñarnos
a vencer las tentaciones.
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PRIMEROS DISCIPULOS DE JESUS Y SU PRIMER MILAGRO
Después de esta preparación, Jesús, para dar comienzo a su vida pública, volvió a las ribera del Jordán, donde Juan
continuaba predicando. Este, al verle venir, exclamó: He aquí el cordero de Dios, he aquí el que quita los pecados del
mundo. por éste y otros testimonios en favor de Jesús repetidos al día siguiente, dos discípulos de Juan resolvieron
seguir al divino Maestro, quien aquel día los retuvo consigo. Uno de éstos, de nombre Andrés, encontrándose con su
hermano llamado Simón, lo llevó a Jesús, que mirándolo al rostro le dijo: Tú eres Simón, hijo de Juan; en adelante te
llamarás Pedro. Y éstos fueron sus primeros discípulos.
Otros muchos, o llamados por El, cono Santiago, Juan, Felipe Mateo, o movidos por su palabra, se resolvieron a
seguirle. Al comienzo no se quedaban de continuo en su compañía, sino que, después de oír sus razonamientos,
volvían a sus familias y quehaceres; sólo algún tiempo después lo dejaron todo para no abandonarla ya más.
Con algunos de ellos fue una vez convidado a unas bodas en Caná de Galilea, a las que también había sido invitada su
Madre María. Esta fue la ocasión en que, por intercesión de su Madre Santísima, mudó una gran cantidad de agua en
exquisito y regalado vino. Este fue el primer milagro de Jesús, por el que manifestó su propia gloria y confirmó en la fe
a sus discípulos.
ELECCION DE LOS DOCE APOSTOLES
De entre estos discípulos escogió después doce, que llamó Apóstoles, para que estuviesen siempre con El y para
enviarlos a predicar, es a saber: Simón, a quien había dado el nombre de Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y Juan,
hijos del Zebedeo; Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo; Judas Tadeo, Simón Cananeo Y Judas
Iscariote, el que le entregó. Por cabeza de los Apóstoles escogió a Simón o Pedro, que había de ser luego su Vicario en
la tierra.
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PREDICACION DE JESUS7
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La forma de las enseñanzas de Jesús
Las enseñanzas de Jesús se han transmitido en una serie de formas literarias fijas, que fraguaron en la
tradición oral de las primeras comunidades cristianas, pero que tienen su origen en la forma de hablar de
Jesús.
Él hablaba y enseñaba a la gente y a sus discípulos utilizando recursos que facilitaban la memorización de
sus enseñanzas. Unas veces utilizaba dichos rítmicos (dad y se os dará), otras veces repetía el mismo
esquema (bienaventurados los... porque...), y con mucha frecuencia recurría a pequeños relatos tomados de
la vida cotidiana que aún hoy nos resultan muy fáciles de recordar (suelen conocerse con el nombre de
parábolas).
Más tarde sus enseñanzas se transmitieron básicamente de tres formas:
Dichos
Son sentencias breves que recogen pronunciamientos de Jesús. En el tono son muy parecidas a los dichos de
carácter profético o sapiencial que encontramos en el Antiguo Testamento y en otros maestros de la época.
Su contenido es también muy variado, pero tiene que ver siempre con los temas de la predicación de Jesús:
algunos hablan de Dios, otros del estilo de vida de sus discípulos, e incluso del mismo Jesús.
Apotegmas
Reciben también el nombre de chreias o de sentencias enmarcadas. Son pequeñas anécdotas que culminan
en un dicho ingenioso o en una acción llamativa, del estilo de "Mientras iban de camino uno le dijo: Te
seguiré adonde quiera que vayas. Jesús le contestó: Las zorras tienen madrigueras y los pájaros del cielo
nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza" (Lc 9,58-58). Existen también algunas
formas más complejas de apotegmas, como las controversias, en las que el diálogo se prologa y se afila la
agudeza en las respuestas (tienes varios ejemplos en Mc 2,1-3,6).
Parábolas
Son, probablemente, la forma más característica de hablar de Jesús, y también la que mejor recoge su
mensaje sobre el Reinado de Dios. La parábola es un relato que toma su argumento de la vida cotidiana y
que pretende dejar pensativo al oyente acerca de su aplicación. Durante mucho tiempo las parábolas se han
entendido como instrumentos para transmitir una enseñanza, pero ésta no fue su intención original. Más
que dar respuestas, pretenden abrir la mente de los oyentes a una realidad misteriosa. Así las parábolas de
la semilla que da mucho fruto o que se convierte en un gran árbol, tratan de introducir en el misterioso
crecimiento del Reinado de Dios.
El contenido de las enseñanzas de Jesús
Jesús habló de muchos temas y es muy difícil reducir a un sistema su enseñanza. Muchas veces ésta
respondía a preguntas y preocupaciones concretas, aunque en general se pueden identificar tres grandes
temas en su predicación:
Dios
De forma directa o indirecta, en sus instrucciones a los discípulos sobre cómo orar, o para explicar una
forma de actuar, Jesús casi siempre estaba hablando de Dios. Sus palabras revelan que habla de una
experiencia propia, que constituye el motor de su vida. Sobre esto volveremos en el tema 8.
El Reinado de Dios
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Acompañado de los Apóstoles y otras veces precedido de ellos, recorrió por espacio de tres años varias veces toda la
Judea y Galilea, predicando su Evangelio, y confirmando su doctrina con infinito número de milagros.
De ordinario, los sábados entraba en las sinagogas y enseñaba; aunque, si se ofrecía ocasión y coyuntura, no desdeñaba
dar sus enseñanzas en cualquier sitio. Leemos, en efecto, que las turbas le seguían, y que El no sólo predicaba en las
casas y plazas, sino también al aire libre, en los montes y desiertos, a la orilla del mar y desde el mismo mar, subido a la
navecilla de Pedro. El célebre sermón de las ocho bienaventuranzas se llama cabalmente sermón del monte, por el
lugar donde lo pronunció.
No menos predicaba con el ejemplo que con palabras. Admirados de su larga oración, le suplicaron un día sus
discípulos que les enseñase a orar, y Jesús les enseñó la sublime oración del Padrenuestro.
Por varias razones, y entre ellas para acomodarse a la capacidad de la mayor parte de su auditorio y a la índole de los
pueblos orientales, se servía ordinariamente Jesús en sus enseñanzas de parábolas o semejanzas. Son sencillas y
sublimes las del hijo pródigo, del samaritano, del buen pastor, de los diez talentos, de las diez vírgenes, del rico
Epulón, del mayordomo infiel, del siervo que no quiere perdonar, de los operarios de la viña, de los convidados a las
bodas, del grano de mostaza, del sembrador, del fariseo y del publicano, de los obreros, de la cizaña y otras muy
sabidas de los buenos cristianos que asisten a la explicación del Santo Evangelio que se hace los domingos en las
parroquias.
EFECTOS ADMIRABLES DE LA PALABRA Y DEL PODER DEL REDENTOR
Comúnmente, después de sus discursos, le presentaban enfermos de todas clases: mudos, sordos, tullidos, ciegos,
leprosos, y El a todos les devolvía la salud.
No sólo en las sinagogas iba derramando sus gracias y mercedes, sino en cualquier lugar donde se hallaba, en
presentándose ocasión, socorría a los desgraciados que en gran número le llevaban de toda Palestina y regiones
comarcanas, esparciéndose hasta la Siria la fama de sus milagros. Le llevaban especialmente poseídos del demonio, de
los cuales había no pocos en aquel tiempo, y El los libraba de los espíritus malignos, que salían gritando: ¡Tú eres el
Cristo, el Hijo de Dios!
Dos veces, con unos pocos panes milagrosamente multiplicados, dejó hartas y satisfechas a las turbas que le seguían
por el desierto; a las puertas de la ciudad de Naím resucitó al hijo de una viuda que llevaban a enterrar, y poco antes de
su Pasión resucitó a Lázaro, que hedía ya en la sepultura, pues era muerto desde hacía cuatro días.
Infinito es el número de milagros, muchos de ellos famosísimos, que obró en los tres años de su predicación, para
demostrar que hablaba como enviado de Dios, que era el Mesías esperado por los Patriarcas y vaticinado por los
Profetas, que era el mismo Hijo de Dios. Tal se manifestó en su transfiguración por el resplandor de su gloria y por la
voz del Padre que lo proclama su Hijo muy amado.
Este es el tema central de su predicación. No anuncia como Juan la irrupción definitiva de Dios en la
historia para juzgar a los hombres y mujeres, sino la llegada de su reinado salvador, que es una buena
noticia para los pobres.
Un nuevo estilo de vida
Un buen grupo de sus enseñanzas tratan acerca del comportamiento que deben observar sus discípulos. Es
el campo de la ética, que se funda en los dos mensajes anteriores: la forma de ser de Dios (Sed
misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso) y en la llegada del Reinado de Dios (convertios... no
andéis preocupados...)
El eje de todas estas enseñanzas, y el tema más característico de la predicación de Jesús, que aparece en
todas las formas literarias, y en todas las fuentes y tradiciones, es la llegada del Reinado de Dios. Por ello
vamos a dedicarnos a estudiar el sentido que tenía para él esta realidad
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A la vista de tales milagros, muchos se convertían y lo seguían, muchos lo aclamaban y alguna vez lo buscaron para
hacerle rey.
¿Qué idea tenían los judíos del Mesías?
El pueblo judío, en la época de Jesús, vivía con expectación la proximidad de la venida del Mesías* que habían
anunciado los profetas*. Sin embargo, la mayoría de los judíos, que llevaban tantos años sometidos al dominio de
pueblos extranjeros, se había formado la idea de que el Mesías sería un gran rey, un formidable caudillo que devolvería
al pueblo de Israel la libertad, el poder y la gloria anunciados por las antiguas profecías.
Ante todo, conviene puntualizar que, para los judíos, el Mesías no sería igual a Dios, sino un enviado extraordinario de
Dios, un hombre superior a todos los demás hombres, revestido de poderes y atributos divinos, que establecería un
reino eterno que no sería destruido jamás.
En este sentido, el Mesías sería "el Hijo de Dios" al gozar de una especial filiación divina muy por encima a la de todos
los demás reyes, sacerdotes y profetas del pueblo de Israel. Pero ese ser extraordinario no sería igual a Dios, sino
inferior a Él. No se puede olvidar que un radical monoteísmo era la piedra angular sobre la que se edificaba toda la
religión del pueblo de Israel.
Jesús se manifiesta como el Mesías
Como se ve por lo dicho, la idea del Mesías que se habían formado los judíos tenía muy poco que ver con el estilo de
vida que llevó Jesús. En efecto, cuando Jesucristo comienza su vida pública es bien conocido por sus conciudadanos
como "hijo de María" e "hijo de José" (Me 6, 3; Le 4, 22), y como el "carpintero de Nazaret" (Me 6, 2). Además, posiblemente, sus coetáneos habrían ya olvidado su nacimiento en Belén (el profeta Miqueas había anunciado que el
Mesías procedería de la ciudad de Belén) y era reputado como un vecino más de Nazaret.
Sin embargo, desde que Jesús abandona su casa de Nazaret para iniciar su vida pública, comienza a manifestarse como
el Mesías anunciado por los profetas.
• En primer lugar, en su bautismo en el río Jordán (Mt 3, 13-17).
• Con sus milagros, que asombraban a los apóstoles y a las multitudes (Jn. 6, 1-15).
• Con sus enseñanzas, que llevan a las gentes a exclamar: Jamás nadie ha hablado como este hombre (Jn 7, 46).
• Pedro lo confiesa abiertamente: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo (Mt 16, 13-16).
• Después de resucitar a Lázaro, las multitudes entusiasmadas le vitorean en su entrada triunfal en Jerusalén: ¡Bendito el que
viene en nombre del Señor, el Rey de Israel! (Jn 12, 12-1.8)
Esta fe de los Apóstoles y de muchos otros en el "Jesús-Mesías" se vino abajo en el momento de su pasión y muerte
en la cruz. Pero esa fe revivirá con el milagro de la Resurrección y, sobre todo, cuando los Apóstoles reciban el
Espíritu Santo en Pentecostés.
Sin embargo, Jesús no sólo se fue manifestando como el Mesías que esperaba el pueblo de Israel, sino que llega
mucho más lejos: Jesucristo fue, poco a poco, revelando su naturaleza divina, su ser igual a Dios, con lo que supera
todas las expectativas y esperanzas mesiánicas del pueblo judío.
GUERRA ABIERTA CONTRA JESUS
Estos triunfos de Jesús despertaron desde el principio la envidia de los escribas y fariseos, de los príncipes y sacerdotes
y de los jefes del pueblo, envidia que se aumentó al extremo cuando El se puso a desenmascarar su hipocresía y a
reprobar sus vicios. No tardaron en perseguirlo y desacreditarlo hasta llamarlo endemoniado, buscando manera de
sorprenderlo en palabras, ya para desautorizarlo ante el pueblo, ya para acusarlo al gobernador romano.
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Esta envidia fue siempre creciendo y se exacerbó más cuando, a consecuencia de la resurrección de Lázaro, se
multiplicó grandemente el número de judíos que creían en El. Entonces tuvieron consejo para matarlo, y el pontífice
Caifás terminó con estas palabras: Es necesario que un hombre muera por el pueblo y que no perezca toda la nación;
diciendo sin saberlo una profecía, pues en verdad, por la muerte de Jesús, se había de salvar el mundo.
CAUSA DEL ODIO EXTREMO, TRAICION DE JUDAS
Finalmente, su aborrecimiento llegó al colmo cuando cerca de la Pascua (era la cuarta que celebraba en Jerusalén
después que empezó su predicación), llena la ciudad de forasteros que de todas partes venían a la fiesta, sentado Jesús
en un borriquillo, entró triunfante y aclamado por el pueblo, que con palmas y ramos de oliva le había salido al
encuentro, mientras algunos echaban sus vestiduras al suelo y otros cortaban ramas de los árboles y las esparcían por
el camino.
Entonces los ancianos del pueblo, los príncipes de los sacerdotes y los escribas, juntándose en casa del pontífice
Caifás, acordaron prender a Jesús con engaño y a escondidas, de miedo que las turbas no armasen algún alboroto. La
ocasión no se hizo esperar. Judas Iscariote, uno de los doce Apóstoles, poseído del demonio de la avaricia, ofreció
entregarles el divino Maestro por treinta monedas de plata.
Pruebas de la divinidad de Jesucristo
Pero, ¿realmente afirmó Jesús que era Dios? La respuesta no debe darse de inmediato, sino que ha de ser matizada.
No hay un texto en los Evangelios en el que Jesús diga literalmente: Yo soy Dios. Pero esto no quiere decir que no lo
hubiera declarado abiertamente, pues san Juan narra algunas escenas en las que los judíos imputan a Jesús que Él ha
dicho que es Dios:
De nuevo los judíos trajeron piedras para apedrearle. Jesús respondió: Muchas obras os he mostrado de parte de mi
Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? Respondieron le los judíos: Por ninguna obra te apedreamos, sino por la
blasfemia, porque tú, siendo hombre, te haces Dios (Jn 10, 31-33).
El Nuevo Testamento está lleno de testimonios acerca de la divinidad de Jesucristo. Veámoslo esquemáticamente:
LA DIVINIDAD DE JESÚS
Dios Padre nos revela la divinidad de Jesús:
Los Evangelios recogen el testimonio de más autoridad que podía darse para los judíos sobre la divinidad de Jesús.
Dios Padre, en dos momentos muy precisos, revela a los discípulos quién es Jesucristo:
• En la escena del Bautismo de Jesús se oyó la voz del Padre que dijo: Tú eres mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis
complacencias (Mt 3, 13-17; Me l, 9-11; Le 3, 21-22). Al comienzo de la vida pública de Jesús, Dios Padre manifiesta que
Él es su Hijo único en el sentido preciso de esta palabra.
• En la escena de la Transfiguración de Jesús se escuchó una voz que decía: Este es mi Hijo amado, escuchadlo (Me 9, 2-13;
Mt 17, 1-13; Le 9, 28-36). De este modo, poco antes de la Pasión, Dios Padre confirma a los apóstoles la condición divina
de su Hijo.
El propio Jesús se presenta como igual a Dios Padre:
La identidad de naturaleza entre el Hijo y el Padre es manifestada por Jesús en diversas ocasiones con una
extraordinaria claridad:
• Nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, y quién es el Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera
revelar (Le 10, 22).
• El que me ha visto a mí ha visto al Padre... ¿No creéis que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? (Jn 14, 9-10).
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• Y esa identidad Padre-Hijo la refiere Jesús con esta fórmula lapidaria: Yo y el Padre somos una misma cosa (Jn 10,
30).
Las "actitudes" de Jesús manifiestan su divinidad:
Aún más decisivas que las afirmaciones son las actitudes. En efecto, es posible que un profesor a lo largo de todo un
curso nunca diga expresamente: "yo soy el profesor". Sin embargo, su condición de profesor se manifiesta en las
actitudes que asume: él explica en clase, pone los exámenes, califica y da notas, anima y reprende, etc.; y nadie admite
la menor duda de que él es el profesor, aun en el caso de que nunca haya dicho: "yo soy el profesor".
Pues bien, Jesucristo asume en su vida multitud de actitudes que prueban que Él es Dios. Así, por ejemplo:
• Afirma tener poder para perdonar los pecados que, como muy bien dicen los judíos, sólo Dios puede perdonar (Mt
9,4-6; Le 7,48-49; Me 2,7).
• Asegura que existía antes que Abraham y que Moisés (J n 8, 52 y ss.; Mt 12, 56-58), pues preexiste desde la eternidad
(Jn 16, 14-15; 17, 10).
• Afirma que es mayor que todos los patriarcas y profetas (Jn 8, 56; Le 24, 31; Me 13, 27).
• Se presenta como superior a los ángeles (Mt 2,11; Me 1, 13).
• Es más grande que el templo, pues él puede destruirlo y reconstruirlo en tres días (Mt 12,6).
• Tiene poder para resucitar a los muertos, igual que su Padre (Jn 5, 21)
• Vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos al final del mundo (Mt 25, 31-46), etc.
Las "exigencias" de Jesús son propias de Dios:
A las actitudes que hemos examinado hay que sumar una serie de exigencias totalmente sorprendentes e inauditas que
manifiestan que Jesús afirma su condición divina; así, por ejemplo, dice:
• 0 conmigo o contra mí (Mt 12, 30).
• El que me sigue tendrá la vida eterna Un 3, 1-21; 6, 35. 48, etc.). • El que cree en mí se salvará y el que no se
condenará (Me 16, 16).
• El que quiera a su padre y a su madre más que a mí no es digno de mí (Mt 10, 37; Lc 14, 26).
• La salvación consiste en creer en Él Un 3, 16. 18. 36; 6, 29. 35. 40. 47; 7, 38; 9, 36; 11, 25-27, etc.).
• Sus seguidores deben estar dispuestos a sufrir incluso la muerte por Él (Mt, 10, 39; 16, 25-27; Le 9, 23; 14, 27).
Los Apóstoles declaran la divinidad de Jesús:
Los Apóstoles afirman claramente que "Jesús es Dios". Y es curioso constatar un dato muy singular: en el Antiguo
Testamento había varios nombres para designar a la divinidad, lo mismo que en castellano tenemos distintos
sinónimos como "Creador", "Todopoderoso", "Señor", etc. También el Nuevo Testamento cuenta con diversos
sinónimos, pero el término Zeós (Dios) es el que se aplica a Dios-Padre. Pues bien, hay cinco textos en los que
expresamente los Apóstoles aplican el término Zeós (Dios) a Jesucristo. Son los siguientes:
• Al principio era el Verbo y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios Un 1,1).
• El apóstol santo Tomas dice a Jesús: Señor mío y Dios mío (Jn 20, 28). • San Pablo escribe a los Romanos: Cristo
está por encima de todas las cosas, es Dios bendito por los siglos (Rom 9, 5).
• Y sabemos que el Hijo de Dios vino y nos dio inteligencia para que conozcamos al que es Verdadero, y nosotros
estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo. El es el verdadero Dios y la vida eterna (1 Jn 5, 20).
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• Finalmente, san Pablo se refiere a Jesús con esta frase: El gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo (Tit 2, 13).
En resumen, el Nuevo Testamento, además de llamar a Jesús con diversos nombres que significan la divinidad, le
llama "Dios" de modo expreso y literal.
A la vista de estos datos -a los que cabría añadir otros muchos no cabe menos que concluir: la persona* y la vida de
Jesús de Nazaret no pueden explicarse si no se admite que es Dios. Él se manifiesta en todas sus actuaciones y en
todas sus enseñanzas como el Mesías prometido, el Hijo eterno de Dios, el Verbo Encarnado, que ha venido al
mundo para realizar la salvación de los hombres.
Y, si se objeta: ¿cómo es posible que muchos judíos de su tiempo, especialmente las autoridades religiosas, no
creyeron en Él sino que lo condenaron a muerte? La explicación última es un misterio del corazón del hombre, que a
veces parece cegarse ante la verdad y llega al absurdo. Aunque también cabe aducir algunas razones más inmediatas
como, por ejemplo, la falsa idea que se tenía por entonces de un Mesías caudillo. Pero, sobre todo, la principal causa
del rechazo a Jesucristo fue el orgullo humano, que, como se comprueba a diario, es capaz de negar las mayores
evidencias.
Otras pruebas que muestran la divinidad de Jesucristo
Además del camino aquí señalado, es evidente que los testigos de la vida de Jesucristo llegaron a la conclusión de que
Jesús era Dios a través de otro conjunto de motivos, entre los que cabe destacar cuatro:
La excelencia de su doctrina:
En efecto, la novedad y grandeza extraordinaria de la doctrina propuesta por Jesucristo es un dato de gran solidez a
favor de su divinidad. Basta elegir tres ámbitos en los que sobresale lo extraordinario de las enseñanzas de Jesucristo:
• La Revelación sobre el ser de Dios. En efecto, en las enseñanzas de Jesús destaca especialmente el concepto de
"Dios", que aúna la grandeza del Ser Supremo y la realidad de su Amor, que lo define como Padre. Además, Jesús
desveló la riqueza inmensa del ser de Dios, que existe en la unidad de un único ser y en la Trinidad de Personas. Sólo
quien es Dios, como Jesús, puede revelar la riqueza insondable del misterio de la intimidad divina.
• La doctrina sobre la dignidad del ser humano. Las enseñanzas de Jesucristo sobre la dignidad del ser humano
alcanzan cotas sublimes. En efecto, en aquel contexto social en el que la persona no era demasiado apreciada, Jesús
asemeja al hombre y a la mujer con Él mismo, es decir con Dios; éste es el sentido del "mandamiento del amor", que
ordena que amemos a los demás hombres como Él nos ha amado (jn 13, 34-35). Y tal dignidad la tienen todos los
seres humanos sin excepción, también los que la sociedad de aquel tiempo consideraba como despreciables: los
leprosos, los encarcelados, los esclavos...
• La grandeza de su programa moral. El tercer ámbito en que destacan las enseñanzas de Jesucristo es en su mensaje
moral. En efecto, la orientación ética presentada por Jesús supera ampliamente los distintos programas éticos de la
cultura greco-romana.
En el Sermón de la Montaña (Mt 5-7) hace Jesús una profunda renovación de las enseñanza morales del Antiguo
Testamento, que son altamente perfeccionadas; el mandamiento nuevo del amor (Jn 15, 12) enseñado por Jesús en la
última Cena marca la altura máxima que puede alcanzar un programa ético.
Se impone una conclusión: la enseñanza de Jesús es portadora de un gran sistema de pensamiento humano-religioso
que responde a las cuestiones más comunes que se presentan en todos los tiempos y en las más diversas culturas.
¿Cómo explicar esta síntesis doctrinal tan extraordinaria propuesta por alguien que no tuvo en lo humano una
instrucción especial? Sólo cabe una respuesta: el mensaje moral de Jesús muestra que, detrás de tan alta doctrina, hay
una enseñanza que supera la sabiduría humana. Esta fue la conclusión de sus oyentes: Cuando acabó Jesús estos
discursos, se maravillaban las muchedumbres de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene poder, y no como
sus doctores (Mt 7, 28-29).
Los milagros:
Los milagros* ocupan un puesto de extraordinaria relevancia en la vida pública de Jesucristo y son una prueba muy
poderosa de su divinidad. Por una parte, están los 39 milagros que se mencionan expresamente en los Evangelios y
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que manifiestan el poder de Jesús sobre todos los ámbitos de la realidad: poder sobre la naturaleza física, poder sobre
las enfermedades del hombre, poder sobre los espíritus del mal, etc. Pero, además, es preciso añadir a esos 39 milagros
otros 21 textos que señalan que Jesús hizo muchos otros milagros (ver, por ejemplo, Me 6, 56 y Mt 14, 34-36). El
mismo Jesús presentó los milagros como signos de su divinidad (Jn 10, 31-38)..
Las profecías:
La profecía* consiste en el anuncio de un conocimiento recibido de Dios con una finalidad de salvación. Jesús se
presentó ante sus contemporáneos como aquél en quien se cumplían las profecías del Antiguo Testamento. San Lucas
narra cómo Jesús se presentó ante sus conciudadanos en la sinagoga de Nazaret: leyó una profecía de Isaías sobre el
Mesías, y dijo: Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír (Le 4, 21).
• En Jesús se cumplieron muchas profecías mesiánicas del Antiguo Testamento. Estas son algunas:
- El Mesías es el Enmanuel (Mt 1, 22). - Su estancia en Egipto (Mt 2, 15).
- El Mesías sufrirá la pasión (Mt 8, 17; 12, 17). - Su entrada triunfal en Jerusalén (Mt 21, 4).
- Será vendido por treinta monedas de plata (Mt 27, 9), etc.
Llama especialmente la atención el hecho de que sea el mismo Jesús quien advierta que las profecías mesiánicas se
están cumpliendo en Él. Así, cierto día dirá a las autoridades del pueblo judío: Estudiáis las Escrituras pensando
encontrar en ellas la vida eterna, pues ellas están dando testimonio de mí (Jn 5, 39).
• Además, hay que tener a la vista las profecías que el mismo Jesús formuló y que se cumplieron exactamente; así, por
ejemplo:
- Las negaciones de Pedro (Mt 14, 26-31). - La traición de judas (Me 14, 10-11).
- Su pasión y su muerte (Me 8, 31-32).
- La destrucción de Jerusalén (Le 21, 20-24), etc.
Jesucristo muestra un conocimiento de los acontecimientos futuros que no tiene explicación humana.
La Resurrección de Jesús:
Situamos al final esta prueba, si bien es el argumento mayor y definitivo que muestra la condición divina de Jesús. En
verdad, Él mismo la ofrece a los jefes del pueblo como la señal evidente de su mesianidad (Hch 2, 32.; 3, 15). Los
Apóstoles la propondrán también como la garantía de la veracidad del Evangelio que ellos predican (Hch 4, 10). El
mismo san Pablo la presenta a los griegos como señal de la verdad del cristianismo argumentando así: si Cristo no
resucitó, todo es mentira, pero si resucitó, todo es verdad (1 Cor 15, 1-34).
ULTIMA CENA DE JESUCRISTO E INSTITUCION DEL SACRAMENTO DE LA EUCARISTIA
Era el día en que se debía sacrificar y comer el cordero pascual. Llegada la hora señalada, vino Jesús a la casa donde
Pedro y Juan, mandados por El, habían dispuesto todo lo necesario para la cena y se sentaron a la mesa.
En esta última Cena, Jesús dio a los hombres la mayor prueba de su amor, instituyendo el Sacramento de la Eucaristía.
PASION DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Acabada la Cena, salió de la ciudad nuestro divino Redentor, acompañado de sus Apóstoles. Diciéndoles por el
camino las cosas más tiernas y dándoles las enseñanzas más sublimes, fuese según su costumbre al huerto de
Getsemaní, donde, pensando en su próxima pasión, orando y ofreciéndose a su eterno Padre, sudó viva sangre y fue
confortado por un Ángel.
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Vino Judas, el traidor, a la cabeza de un escuadrón de gente desaforada, armada de palos y espadas, y dio a Jesús un
beso, que era la señal convenida para darlo a conocer.
Jesús, abandonado por los Apóstoles, que de miedo habían huido, vióse luego preso y atado por aquellos miserables, y
con toda clase de malos tratamientos fue arrastrado, primero a la casa de un príncipe de los sacerdotes llamado Anás, y
después a la de Caifás, pontífice, quien aquella misma noche juntó el gran Sanedrín, el cual declaró a Jesús reo de
muerte.
Disuelta la junta de los jueces, fue entregado Jesús a los verdugos, que durante aquella noche le injuriaron y ultrajaron
con bárbaros tratamientos.
En esta misma dolorosa noche, Pedro amargó también el Corazón de Jesús negándole tres veces. Pero mirado por
Jesús, volvió en sí y lloró su pecado toda la vida.
Después del amanecer, habiéndose reunido otra vez el Sanedrín, fue llevado Jesús al gobernador romano, Poncio
Pilato, a quien el pueblo pidió a gritos que lo condenase a muerte. Pilato, reconocida la inocencia de Jesús y la perfidia
de los judíos, buscaba trazas para salvarlo; y debiendo con ocasión de la Pascua dar libertad a un malhechor, dejó al
pueblo que escogiese entre Jesús y Barrabás. ¡El pueblo escogió a Barrabás!...
Oyendo luego Pilato que Jesús era galileo, le remitió a Herodes Antipas, por quien fue despreciado y tratado como
loco, y devuelto luego vestido por escarnio con una vestidura blanca.
Por fin, Pilato, hízolo azotar por los soldados, los cuales, después de haberle hecho todo El una llaga, con atroz insulto
le pusieron en la cabeza una corona de espinas, y sobre los hombros un trapo púrpura, una caña en la mano, y lo
escarnecieron, saludándolo por rey.
Mas no bastando nada de esto para amansar el furor de sus enemigos y de la plebe amotinada, Pilato lo condenó a
morir en cruz.
Jesús, entonces, tuvo que cargar sobre sus espaldas el duro madero de la cruz y llevarlo hasta el Calvario, donde
desnudo, abrevado con hiel y mirra, clavado en la cruz y alzado entre los ladrones, anegado en un mar de angustias y
dolores, después de tres horas de penosísima agonía, expiró rogando por los que lo crucificaban, que no por esto
dejaron de ensañarse con El... Aún muerto, le traspasaron el corazón con una cruel lanzada.
¡No hay mente humana que pueda imaginar, ni lengua capaz de decir lo que Jesús debió de padecer ya en la noche de
su arresto, ya en los diversos caminos de uno a otro tribunal, ya en la flagelación y coronamiento de espinas, ya en la
crucifixión, y finalmente en su prolongada agonía!... Sólo el amor, que fue la causa, puede despertar una pálida imagen
de todo ello en los corazones agradecidos.
María Santísima asistió con sobrehumana fortaleza a la muerte de su divino Hijo y unió el martirio de su corazón a los
dolores de El para la redención del género humano.
El Padre celestial hizo que resplandeciese la divinidad de Jesucristo en su muerte, como lo había hecho en su vida;
estando en la cruz se oscureció el sol y se cubrió la tierra de espesísimas tinieblas, y al expirar, tembló la tierra con
espantoso terremoto, se rasgó de arriba abajo el velo del Templo, y muchos muertos, salidos de los sepulcros, fueron
vistos en Jerusalén y aparecieron a muchos.
SEPULTURA DE JESUS, SU RESURRECCION Y SU ASCENCION A LOS CIELOS
Jesús fue crucificado y murió en día de viernes, y la misma tarde, antes de ponerse el sol, bajado de la cruz, fue
sepultado en un sepulcro nuevo, al que pusieron sellos y guardias, por temor a que sus discípulos lo robasen.
Al rayar el alba del día que siguió al sábado, se sintió un gran terremoto; Jesús había resucitado y salido glorioso y
triunfante del sepulcro. Después de aparecer a la Magdalena, se dejó ver de los Apóstoles para alentarlos y
consolarlos; y algunos Santos Padres piensan que primero apareció a su Santísima Madre.
Cuarenta días estuvo aun Jesús sobre la tierra después de su resurrección, mostrándose en diversas apariciones a sus
discípulos y conversando con ellos. Así fortalecía por modos milagrosos a los Apóstoles, confirmábalos en la fe, les
comunicaba cosas altísimas y les daba las últimas instrucciones; hasta que, a los cuarenta días, los reunió en el Monte
Olivete, y habiéndolos bendecido, visiblemente y a sus mismos ojos se alzó de la tierra y subió a los cielos.
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VENIDA DEL ESPIRITU SANTO, PREDICACION DE LOS APOSTOLES
Los Apóstoles, siguiendo las órdenes de su divino Maestro, se recogieron luego al cenáculo de Jerusalén. Allí, por
espacio de diez días, esperaron en oración al Espíritu Santo que Jesús les había prometido y que bajó sobre ellos en
forma de lenguas de fuego la mañana del día décimo, llamado Pentecostés.
Ellos entonces, mudados en otros hombres, empezaron de repente a hablar diversas lenguas, según el mismo Espíritu
les movía a hablar. Aquellos días moraban en Jerusalén judíos de todas las naciones; una multitud de ellos acudió a
presenciar aquel prodigio, y en un sermón que hizo San pedro sobre las profecías verificadas en la persona de
Jesucristo y los milagros obrados por El, se convirtieron tres mil oyentes.
Algunos días después, el mismo Pedro, junto con el Apóstol San Juan, tras una milagrosa curación de un cojo de
nacimiento, hablando a aquella multitud de judíos, trajo a la fe otros cinco mil.
No sólo en Jerusalén, sino en toda Judea, donde predicaban los Apóstoles, iba creciendo el número de los creyentes.
Pero luego los ancianos del pueblo y los príncipes de los sacerdotes comenzaron a perseguir a los Apóstoles, y
llamados y reprendidos ásperamente, les intimaron que no hablasen más de Jesús. Ellos respondían: No podemos
callar lo que hemos visto y oído; juzgad vosotros mismos si es lícito obedecer a los hombres, desobedeciendo a Dios;
los prendieron con todo, y maltratándolos; hicieron morir al diácono San Esteban arrojándole piedras; y los Apóstoles,
felices por haber sido dignos de padecer por Jesucristo, se alentaron más a predicar, y crecían sin cesar el número de
los que se convertían.
EL APOSTOL PABLO
El más célebre de los convertidos al Evangelio fue Saulo, llamado después Pablo, natural de Tarso, que fue primero
enemigo furioso y perseguidor de los cristianos, y después, tocado por el poder divino, vino a ser vaso de elección, el
más celoso y trabajador de los Apóstoles.
Increíbles son los caminos, fatigas y tribulaciones de este prodigio de la gracia para dar a conocer el nombre y doctrina
de Jesucristo entre los gentiles: de donde se llama Doctor de las gentes. Predicando la fe, no con el aparato de la
humana sabiduría, sino con la virtud de Dios que la confirmaba con milagros, convertía a los pueblos, por más que
fuese constantemente acusado por los enemigos de la cruz de Cristo. Estas acusaciones le llevaron providencialmente
a Roma, donde pudo predicar el Evangelio a los judíos que allí residían y a los gentiles. Después de otras
peregrinaciones, retornó a Roma, y coronando allí su apostólica vida con el martirio, fue degollado imperando Nerón,
el mismo que hizo crucificar a San Pedro.
DISPERSION DE LOS APOSTOLES POR TODO EL MUNDO
Después de haber predicado el Evangelio en la Judea, según el mandamiento de Jesucristo, los Apóstoles se separaron
y fueron a predicarlo por todo el mundo: San Pedro, cabeza del Colegio apostólico, se dirigió a Antioquía, donde los
que creían en Jesucristo comenzaron a llamarse Cristianos. De Antioquía pasó a Roma, y allí estableció su sede, sin
trasladarla ya a otro lugar. El fue Obispo de Roma, y en la misma ciudad acabó su vida como arriba se indicó, con un
glorioso martirio, siendo emperador Nerón.
Los sucesores de San pedro en la Sede romana heredaron la suprema potestad de Maestro infalible de la Iglesia que el
señor le había conferido de fuente de toda jurisdicción y de protector y defensor de todos los cristianos. Por esta
razón se llaman justamente con el nombre de Papas, que quiere decir Padres, y se han sucedido sin interrupción en la
cátedra de Pedro hasta nuestros días.
Todos los Apóstoles, concordes y unánimes en comunión con Pedro, predicaban por todas partes la misma fe; las
gentes se convertían y dejaban la idolatría, de suerte que en breve se llenó el mundo de cristianos, para cuyo gobierno
los Apóstoles iban poniendo Obispos que continuasen su ministerio.
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