Jubilación del Profesor Cuesta Dutari (13 Diciembre 1977) por JOSÉ COCA PRADOS Departamento de Ingeniería Química y Tecnología del Medio Ambiente UNIVERSIDAD DE OVIEDO, E-33006 Oviedo Tel & Fax : (+34) 985 10 34 43 jcp@uniovi.es Excmo. Sr. Rector, querido D. Norberto, distinguidos colegas y amigos, alumnos, señoras y señores Constituye para mí un enorme satisfacción intervenir en este acto de homenaje a un antiguo y admirado profesor. No me atrevo a decir que es un honor hablar en nombre de los antiguos alumnos de D. Norberto, porque no ostento esa representación y porque sería un honor que estoy seguro de no merecer. Solamente la coincidencia en el tiempo de ser Decano de una Facultad de Ciencias y a la vez uno de esos antiguos alumnos puede justificar mi presencia ante ustedes. Mi conocimiento de D. Norberto data ya de muchos años; justamente se cumplió un cuarto de siglo en el pasado mes de octubre. Recuerdo aún el primer día de curso, en que iniciaba el bachillerato en el Instituto Fray Luis de León. En medio de los juegos con los compañeros y sin la menor conciencia de la etapa que iniciábamos en nuestras vidas, había, sin embargo, una noticia en el ambiente: "En Matemáticas, os ha tocado Cuesta". Yo no sabía lo que eran las Matemáticas, porque en la escuela aquello se llamaba Aritmética y Geometría, y menos aún quien era Cuesta, pero la expresión del rostro de los veteranos no dejaba lugar a dudas: algo grave se cernía sobre nosotros. Afortunadamente, en el primer curso no tuvimos clase con D. Norberto, y por razones que nunca supimos, nos explicó las Matemáticas D. Victoriano Lucas, un buen profesor, con muchos años ya de docencia, que sin duda le habían proporcionado aquella paciencia y condescendencia para con los alumnos. En el segundo curso, nuestro destino fue ya inexorable, D. Norberto se encargó del curso y ya no nos abandonaría, a algunos, hasta el final del bachillerato, y a otros, entre los que me encuentro, hasta el segundo curso de la licenciatura en Químicas. Nuestra relajada disciplina de adolescentes empezó a sufrir restricciones. Había que ser puntual, había que formar en fila para entrar en clase y hasta había que llevar corbata, pero, en fin, a cambio se nos trataba de Sr. Para los famosamente revoltosos muchachos del Instituto aquello era una novedad, si bien, es evidente, que era la primera lección de orden, disciplina y respecto, que tanto suele costar aprender, pero que es tan necesaria en el estudio y en la vida. Sentadas las primeras reglas del juego, D. Norberto comenzó a modelarnos, y digo modelarnos, porque su labor e intención era algo más que enseñarnos Matemáticas. No era un profesor en extensión, sino en profundidad, y nos diría muchas veces: "Quién sabe una cosa bien, está en potencia propincua (como decía D. Quijote) de aprender muchas cosas". Así, su objetivo mas que transmitirnos un cúmulo de conceptos, consistía en hacernos sentir la belleza de los mismos, el placer de adquirir conocimientos mediante el ejercicio de la razón y desarrollar nuestra imaginación. Sus enseñanzas no eran un conjunto de ideas desconectadas; con frecuencia nos hacía ver la estructura del lenguaje y la construcción de palabras, esquema tan inherente a las Matemáticas. Al hablar del orto-centro, bari-centro y circun-centro de un triángulo, aprendíamos la etimología y la construcción de palabras como: epi-centro, epi-scopio y epi-scopado (es decir, que ve todo alrededor). No sé si es que ciertamente el Sr. Obispo ve todo alrededor o bien porque el lenguaje graciano o quevedesco de D. Norberto no era de fácil interpretación, pero poco falto para que, años más tarde, no fuese a prisión, como consecuencia de un artículo titulado "Luz y taquígrafos", aparecido en la prensa local, en defensa de un palacio salmantino del siglo XV, que se pretendía derribar. La Geometría era otra de sus aficiones predilectas. Las construcciones gráficas empleando simplemente una cuerda y un trozo de tiza, eran enormemente sugestivas y a la vez de una gran ayuda para visualizar teoremas. Pienso que los medios audiovisuales, hoy día tan de moda, no son capaces de desarrollar tanto la imaginación como aquella sencilla técnica de construir figuras. Nunca descuidó D. Norberto el contacto con los alumnos; eran normal verle charlar con algún grupo fuera de la clase, pero tenía además un procedimiento singular de conocer sus opiniones y problemas: los secretarios. En cada curso existían siempre dos secretarios, cuya misión era pasar las notas de los exámenes a una sencilla ficha y calcular después la nota media. Fui juntamente con un compañero, después también químico, Antonio Aguado, secretario durante muchos años. Haciendo honor a la confianza en nosotros depositada, hacíamos el trabajo con sumo cuidado, pero iba relativamente rápido, dada nuestra experiencia. Una vez que lo habíamos terminado comenzaba la charla en aquel modesto despacho, de duras sillas, con bastantes libros, - si bien muchos de su propiedad -, sin teléfono y con aquellas latas de conserva vacías como ceniceros, ahora bien, todo ello en un Palacio de Anaya. Los temas eran de lo más variado, y a través de ellos D. Norberto conocía los problemas e inquietudes de los muchachos, además de observar su evolución. El paso a la Universidad no representó para nosotros ningún trauma. Con independencia de nuestros conocimientos, habíamos adquirido la capacidad de abstraer ideas, de expresarnos, en fin, de saber estudiar, y, en definitiva, teníamos ya las bases para incluso nuestra futura auto-educación. D. Norberto era consciente de que los años de la adolescencia son los más importantes en la formación del carácter y en el desarrollo de la personalidad, y es precisamente en esos años de profesor en el Instituto donde ha de situarse una de sus etapas de mayor trascendencia y humanidad, aunque, como siempre sucede, sea una de las menos reconocidas. La labor de D. Norberto en la Universidad es todavía el presente. Desde la creación de la Sección de Matemáticas, de la que fue pionero y principal impulsor, la tarea es, sin duda, más fácil, al realizarse en un entorno estimulante. Pero una vez más habría que trasladarse al pasado, en el que el Departamento de Matemáticas eran dos pequeños despachos con gran penuria de medios, en los que se estudiaba e investigaba, y hasta se impartían todos los años cursos de doctorado, cuando esto era realmente la excepción y a sabiendas de que se contaría con un auditorio muy limitado. No es mi deseo enumerar ni enjuiciar la obra escrita de D. Norberto; en primer lugar porque no estaría capacitado, en segundo lugar por su diversidad, que va desde ensayos literarios hasta trabajos de Matemática pura, y finalmente porque estimo que su obra no ha terminado. Quisiera, sin embargo, una vez más, resaltar entre mis recuerdos y anécdotas, su dedicación, perseverancia y entusiasmo en el trabajo por sus alumnos. Hoy día, en que está tan difundida la idea de "Universidad investigadora", y que el principio anglosajón de "publicar o perecer", se va tomando como norma en nuestras universidades, resulta cada vez más difícil encontrar profesores con vocación y entrega a la docencia. Es cierto que un profesor universitario debe mantener un equilibrio entre docencia e investigación, pero es del todo evidente que los honores, las subvenciones, las becas, e incluso el puesto de profesor, se consiguen a través de la investigación. Una sola excepción confirma la regla: Sócrates, el único maestro en la historia que consiguió la inmortalidad gracias a sus discípulos. En un país como el nuestro, normalmente tan poco dado al agradecimiento a sus hombres de valía, que desarrollaron su trabajo con honestidad, entusiasmo y sin pensar en sí mismos, es para mí un deber de justicia confesar la decisiva influencia que ejerció D. Norberto en la formación de muchos de nosotros. Por esta razón, todos los que le apreciamos le deseamos una larga vida, llena de su especial originalidad y frescor intelectual, de forma que pueda proseguir su actividad creadora y sus alumnos podamos seguir contando con sus consejos y experiencia. Creyendo interpretar el sentir de muchos discípulos presentes y ausentes, solo dos palabras para expresar nuestra emoción, agradecimiento y sincero homenaje: muchas gracias, D. Norberto. José Coca Prados Catedrático de Ingeniería Química