BENEDICTO XVI Alemán. De inteligencia preclara. Muy instruido. Gran pensador. Muy original. Prolijo escritor. Amante del pensar sobre Dios. Filósofo. Teólogo. Ha escrito de todo: sobre Cristo, la Iglesia, la Liturgia, la Trinidad… Buscador de unidad. Apasionado del ecumenismo. Muy dialogante con otras religiones, agnósticos, ateos. Y sobre todo hombre de fe, sacerdote, obispo, cardenal, Papa. Con dos grandes responsabilidades: de cardenal: Prefecto para la Doctrina de la Fe. Y luego, Papa: toda la Iglesia a sus espaldas. Hace muy poco ha renunciado a la Cátedra de San Pedro. ¡Notición! Corresponsales de todo el mundo en Roma. Una gran conmoción que nos ha tocado la fibra sensible y nos hace pensar. Es el colofón a una vida de entrega a la verdad. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué sentido tiene esta decisión? ¿Qué consecuencias? Muchos interrogantes. Una respuesta: La verdad. Y además: ¡Un hombre libre! qué difícil de encontrar… Y ¡humilde! estando en la cumbre. Consciente de lo que uno es, de lo que uno puede, de a lo que uno está llamado, responde con fidelidad a la llamada de Dios en cada momento. La verdad que Dios le ha manifestado después de muchos y largos ratos de oración, tras consultarlo con personas de confianza, con un discernimiento avezado y experimentado que le hacen decir: “Renuncio”. No renuncio a mi ser obispo. Renuncio a mi función. Renuncio porque otro lo va a hacer mejor y Dios me pide dejarlo. ¿Y qué van a pensar los demás? ¿Y mi imagen? ¿Pero si esto no es lo que se ha hecho siempre? ¿Si los de antes no han renunciado? Renuncio por amor a Dios y a la Iglesia. Renuncio y no me miro a mí mismo. No puedo. Me veo incapaz. Doy paso al siguiente y me inmolo por él y por toda la Iglesia. Esta actitud última no es una actuación impulsiva o casual, sino que refleja lo que ha sido la vida de J. Ratzinger-Benedicto XVI: un corazón abierto al Espíritu Santo y en obediencia a Él. No sin fallos ni limitaciones. “Pido perdón por todos mis defectos”, señala en su mensaje de despedida. Una actitud que manifiesta una vida en verdad, libre, que actúa en conciencia, con humildad, que sabe agradecer y pedir perdón. 1. Vivir en verdad: Benedicto XVI: descubridor y defensor de la verdad. De la propia y la ajena. Reconoce sus propias cualidades y los límites personales. Así mismo, enfrenta con claridad y valentía la verdad de sí mismo y la verdad de la Iglesia. Es claro. No se va por las ramas. Con coherencia y realismo. 2. Libertad interior: La primera consecuencia de vivir en verdad es una absoluta libertad. Así lo dijo Jesús: “la verdad os hará libres” (Jn 8, 32). Estamos ante un hombre tremendamente libre, que ha actuado conforme a su sentir. Lo ha manifestado en muchas ocasiones. Un Papa que se atreve a publicar libros que no son de Magisterio pontificio, que decide afrontar de cara escándalos internos… En su mensaje afirma ser “muy consciente” (y lo dice dos veces) de la seriedad de la decisión, que toma “con plena libertad”. Una libertad desde la más absoluta responsabilidad, que no se ata al cargo, al poder, al prestigio, que no le frena el posible miedo a la soledad, al juicio, a la crítica. Da el paso con un acto sin precedentes que puede dañar su imagen o ser malinterpretado… y, con todo, es realizado desde la más absoluta libertad. 3. Humildad: También íntimamente ligada a la verdad, como ya decía Teresa de Jesús: “la humildad es andar en verdad”. Su pontificado comenzó con estas palabras: “soy un humilde servidor de la viña del Señor”. Parecía que le costaba aceptar la elección. El cargo ha sido para él una gran carga. Acepta sus propios límites diciendo: “he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio”. Pero, ¿qué es mejor aguantar hasta el final como sea o declarar la propia limitación y renunciar? Lo mejor, sin duda, es actuar conforme a la voluntad de Dios. Aprende a desaparecer más que por su provecho, por el bien de la Iglesia. 4. Actuar en conciencia. Dios habla a la conciencia del hombre que bien formado se pone ante Él en verdad. Así lo ha hecho Benedicto XVI: “Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza…” La verdad es una realidad objetiva. La certeza es la conciencia subjetiva de la verdad, es decir la convicción interior de una verdad. Así Benedicto XVI ha llegado a esta claridad interior: “ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”. En conciencia declara que no puede seguir siendo Papa de un modo adecuado. 5. El perdón: Otra de las consecuencias de vivir en verdad es ser consciente de los límites y pecados propios y ajenos. Benedicto XVI pasará a la historia como el Papa que denunció los graves problemas internos concernientes a temas como el de los abusos sexuales y la pederastia dentro del clero para sanear a la Iglesia, pidiendo perdón por estos y otros escándalos. Como Jesús también el Papa perdonó al mayordomo “traidor”. Y él, asimismo, consciente de sus carencias dice humildemente: “pido perdón por todos mis defectos”. 6. Dar gracias: Aún antes que el perdón, el agradecimiento: “os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio”. Sabe agradecer a Dios y a sus colaboradores. Un hombre tocado por el Espíritu, que vive en verdad, profundamente libre, humilde, agradecido, que acepta su debilidad, perdona y pide perdón, su fuente y meta es Jesús de Nazaret, del cual no sólo escribe, sino con el que se relaciona cada día consagrando su cuerpo en la eucaristía y estableciendo esa íntima comunión de amor a través de la oración. Benedicto XVI: el Papa que puso como centro de las JMJ la adoración a Jesucristo “en espíritu y verdad” (Jn 4,24). Eduardo Toraño López