El carácter protector del Derecho Laboral

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El carácter protector del Derecho Laboral
Ana Tomé. Abogada del Col·lectiu Ronda
Subordinados al imperativo macroeconómico,
sujetos a la arbitrariedad, privados de los
más elementales derechos laborales y
huérfanos del manto protector de la tutela
judicial. Así desearía ver al conjunto de la
población asalariada del Estado español la
francesa Christine Lagarde, máxima dirigente
del todopoderoso Fondo Monetario
Internacional. O, al menos, tal es lo que
cabe deducir de las recientes declaraciones
de Lagarde en las que solicitaba a la
judicatura española que aplicara “manga
ancha” a la hora de enjuiciar los despidos
para que se apreciaran de un modo más
intenso las supuestas bondades de la reforma
laboral emprendida por el ejecutivo de Rajoy.
La misma reforma que debía atajar el drama
del paro pero que, como es evidente, tan
sólo ha actuado como un salvaje sumidero
por el que día tras día vemos desaparecer
la esperanza de unas relaciones laborales
iluminadas por el signo de la dignidad.
La severa Lagarde no es, ciertamente, la
primera en expresar su malestar por la
negativa de la judicatura a claudicar en su
obligación de preservar los derechos de las
partes en una situación de conflicto laboral.
Antes que ella, el gobierno crecientemente
impopular de Rajoy, las organizaciones
patronales con la C EOE a la cabeza del
vociferante coro empresarial e, incluso, las
instituciones europeas se expresaron en
términos más o menos parecidos a los de la
economista francesa. Todos consideraron
innecesario disimular su malestar por ver
frustrados, al menos parcialmente, su anhelo
de reducir el marco normativo regulador de
las relaciones laborales a la condición de
páramo estéril sin más ley que la
discrecionalidad y arbitrariedad de la
actuación empresarial.
Es evidente que quienes critican a los jueces
por dictar sentencias en las que se anulan
despidos o, de algún modo, se ponen límites
a la ambición de algunas empresas no
guardan gran respeto por un principio, la
separación de poderes y la independencia
judicial, indispensable para cualquier
democracia que se considere digna de
ostentar tal nombre. Y no se agota aquí el
capítulo de su interesada ignorancia. Ignoran
también que el ordenamiento jurídico español
otorga al Derecho laboral como verdadera
carta de naturaleza un carácter tuitivo, es
decir, de protección de la parte más débil en
conflicto.
No es voluntad sino obligación de los
tribunales realizar una interpretación y
aplicación ponderada de la normativa laboral
que se guíe por la irrenunciable vocación de
ser elemento de garantía y equilibrio en una
relación –la de empleado y empleadorfundamentalmente desequilibrada y edificada
sobre una correlación de fuerzas de habitual
favorable al segundo frente al primero. Deben
pues los tribunales -y así se lo ordena la
Constitución- erigirse en elemento restituidor
de equilibrio en ese escenario que
señalábamos como de confrontación entre
fuerzas dispares, de tal forma que sean
respetados y preservados los legítimos
derechos e intereses tanto de empresas
como de trabajadores, impidiendo que una
de las partes pueda imponer su voluntad sin
más argumento que el de su capacidad para
someter al otro.
Quisiera la señora Lagarde y muchos de sus
acólitos liberales sustraer a jueces y juezas
la potestad de someter los despidos a control,
reservándoles el rol cuasi ornamental de
dispensar escuálidas actas dando fe de la
simple apariencia de derecho. Se les solicita,
por tanto, que den un paso atrás para no
molestar en la aplicación de una reforma
laboral concebida como rodillo con el que laminar nuestros
derechos laborales y reducir progresivamente el coste
general del trabajado asalariado. No puede extrañarnos
que en un contundente comunicado de respuesta Jueces
para la Democracia afirme que "el FMI está sugiriendo la
supresión del poder judicial en materia laboral y la vuelta
a las relaciones laborales del siglo XIX, cuando no existían
derechos". Difícilmente se podría expresar con mayor
claridad de lo que lo ha hecho una organización que ya
ha anunciando -de un modo más que justificado- que
estudia solicitar la intervención de la Organización
Internacional del Trabajo y del Consejo Consultivo de
Jueces Europeos frente a la descarada injerencia del Fondo
Monetario Internacional en la labor de los magistrados de
la jurisdicción social.
Ante tal estado de cosas, no cabe más que esperar que
la magistratura se mantenga firme en el ejercicio de la
tarea que le ha sido encomendada. Para nosotros, los
trabajadores y trabajadoras, tribunales y jueces han
devenido una de las últimas líneas de defensa en la lucha
por preservar las pocas garantías y ámbitos de protección
que todavía permanecen en pie frente al avance de la
desregulación de las relaciones laborales. Si también cae
esta barrera protectora, no quedará más escenario posible
de contienda que la calle. El lugar donde, por otra parte,
siempre nacieron los derechos que hoy vemos cercenar.
Para el conjunto de los trabajadores, en la voluntad de no
renunciar a esta tarea por parte de los tribunales reside su
esperanza de seguir gozando de las bondades, cada vez
más escasas, de un marco regulador que le otorgue ciertas
garantías y ámbitos de protección.
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El ordenamiento jurídico
español otorga al Derecho
laboral como verdadera carta
de naturaleza un carácter
tuitivo, es decir, de protección
de la parte más débil en
conflicto
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