El reto que plantea el trabajo infantil: El punto de vista de la

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EL RETO QUE PLANTEA
EL TRABAJO INFANTIL
EL PUNTO DE VISTA DE LA OIE
ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DE EMPLEADORES
Adoptado por el Consejo General
en mayo de 2005
El objetivo de esta nota es el de dar posibles respuestas a las difíciles e
importantes preguntas a las que deben responder las empresas a la hora
de hacer frente al problema del trabajo infantil.
DEFINICIÓN DEL PROBLEMA
Es importante aclarar desde el principio la naturaleza de la cuestión que ha de
abordarse. El problema de los niños que trabajan, que puede llegar a tener un gran
impacto en los mismos niños y en el crecimiento económico de sus comunidades, debe
definirse con claridad para poder resolverlo.
En términos generales, los niños no deberían trabajar. Durante su infancia, cada niño
debería tener derecho a la educación. Sin embargo, en muchos contextos, el trabajo de
los niños se ha considerado como algo positivo. A través del trabajo, los niños pueden
adquirir calificaciones que responden a las demandas del mercado laboral. También
pueden obtener ingresos indispensables para sí mismos y para sus familias, lo cual
puede resultar necesario en los países en desarrollo y en las familias pobres. Sin
embargo, es preciso distinguir entre este tipo de trabajo, que pudiera ser beneficioso o
adecuado para los niños, y aquellas actividades que suponen una amenaza para la salud,
la moralidad o el desarrollo futuro de niños y adolescentes
Por desgracia, se habla de "trabajo infantil" para referirse a las actividades de ambos
extremos del espectro, es decir, tanto a las que se consideran beneficiosas o adecuadas
como a las que perjudican a los niños. Durante mucho tiempo, este término, el cual es
muy amplio, ha introducido confusión en el debate en los planos internacional y
nacional, y ha obstaculizado la adopción de medidas destinadas a impedir prácticas
abusivas contra niños y adolescentes. Con el fin de ofrecer claridad en el contexto de las
acciones empresariales destinadas a abordar la cuestión de los niños que trabajan, se
debe hacer la distinción entre “las peores formas de trabajo infantil" y las "otras formas
de trabajo infantil". Para ello, resulta conveniente remitirse a los instrumentos
internacionales pertinentes de la Organización Internacional del Trabajo ("OIT"), a
saber, el Convenio sobre las peores formas de trabajo infantil (Convenio núm. 182 de la
OIT) y el Convenio sobre la edad mínima (Convenio núm. 138 de la OIT). A pesar de
que dichos instrumentos van dirigidos a los gobiernos, pueden ofrecer una referencia
útil para todos los implicados en la erradicación del trabajo infantil.
¿CUÁLES SON LAS “PEORES FORMAS DE TRABAJO INFANTIL”?
El concepto de las peores formas de trabajo infantil abarca dos grupos de actividades
principales y se aplica a todos los niños menores de 18 años. Dichos grupos de
actividades se determinan a partir del Convenio núm. 182 de la OIT.
(a) En el primer grupo de actividades, consideradas delitos penales en la mayoría
de las jurisdicciones, se incluyen: la esclavitud, la trata, la servidumbre por
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deudas, el trabajo forzoso u obligatorio, la prostitución y la pornografía, y
otras actividades ilegales como la producción o el tráfico de drogas. Las
empresas serias y éticas no están implicadas en actividades incluidas en esta
categoría.
(b) En el segundo grupo de actividades incluidas dentro del concepto de las
“peores formas de trabajo infantil" se incluye el trabajo que, por su propia
naturaleza o por las circunstancias en que se lleva a cabo, puede dañar la
salud, la seguridad y la moralidad de los niños.
A los gobiernos que ratifican el Convenio 182 de la OIT, se les pide que establezcan, en
consulta con las organizaciones nacionales de empleadores y de trabajadores, una lista
de aquellas actividades que, por su naturaleza o las circunstancias en que se desarrollan,
pueden suponer un perjuicio para la salud, la seguridad y la moralidad de los niños (la
"lista de trabajos peligrosos para los niños"). Al establecerse de este modo, la lista de
trabajos peligrosos para los niños se adapta al contexto nacional, tomando en
consideración sus realidades económica, social y cultural.
Todo niño implicado en alguna de las actividades consideradas como las peores formas
de trabajo infantil, debería apartarse del trabajo de manera inmediata e incondicional.
En consecuencia, es importante que las empresas conozcan la lista de trabajos
peligrosos para los niños vigente en las jurisdicciones en las que desarrollan sus
actividades.
¿CUÁLES SON LAS “OTRAS FORMAS DE TRABAJO INFANTIL”?
El concepto de "otras formas de trabajo infantil" se basa en el Convenio núm. 138 de la
OIT. Las otras formas de trabajo infantil se refieren al trabajo, remunerado o no, que no
queda incluido en ninguno de los dos grupos de actividades que se recogen en la
definición de “las peores formas de trabajo infantil", y que resulta beneficioso (tal es el
caso de las pasantías) o adecuado para el desarrollo de los niños. Para que se considere
como otras formas de trabajo infantil y no como las peores formas del trabajo infantil, la
naturaleza del trabajo y de las condiciones de empleo debe respetar toda la normativa
nacional aplicable, incluida pero no limitada a la relativa al tipo de trabajo, los
requisitos en materia de educación y las condiciones laborales.
¿CUÁL ES LA PRIORIDA D PARA LA EMPRESA?
Cuando una empresa se compromete en el tema de trabajo infantil, su prioridad debería
situarse en la obtención de la erradicación total e incondicional de las peores formas de
trabajo infantil. Deberían incluirse también medidas destinadas a responder a las
necesidades de las familias de los niños afectados.
Una vez que se ha abordado de manera integral la cuestión de las peores formas de
trabajo infantil en un contexto particular, las empresas pueden, en la medida en que
dispongan de los medios y de la facultad para hacerlo, explorar esfuerzos para promover
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condiciones beneficiosas bajo el contexto de otras formas de trabajo infantil. Una vez
más, dichas medidas deberían incluir mecanismos para responder a las necesidades de
las familias de los niños afectados.
Es importante saber que, en la mayoría de los contextos, no se establece la distinción
entre “las peores formas de trabajo infantil” y “las otras formas de trabajo infantil”. La
expresión "trabajo infantil" suele utilizarse para referirse a todo trabajo realizado por
cualquier niño, incluyendo “las otras formas de trabajo infantil". Para garantizar el
aprovechamiento óptimo de los recursos y de los esfuerzos, será necesario que las
empresas entiendan claramente la diferencia entre ambas categorías de niños que
trabajan, y que adopten las medidas correspondientes. El presente documento se enfoca
en las peores formas de trabajo infantil. Sin embargo, cuando se menciona el término de
trabajo infantil, se refiere tanto a las peores formas de trabajo infantil como también a
las otras formas de trabajo infantil.
LA IMPORTANCIA DEL COMPROMISO
DE LAS EMPRESAS
Además de los motivos de orden ético y moral, hay muchas razones para que las
empresas participen en la eliminación de las peores formas de trabajo infantil en las
comunidades en las que desarrollan sus actividades. Hacerlo así va en interés de las
propias empresas.
En primer lugar, las peores formas de trabajo infantil pueden tener repercusiones
directas para las empresas. Las empresas que desarrollan actividades en lugares donde
se recurre habitualmente a las peores formas de trabajo infantil debieran preocuparse
por las repercusiones a largo plazo sobre la reserva de mano de obra calificada, puesto
que los niños que trabajan en lugar de ir a la escuela disponen de menos oportunidades
para llegar a ser trabajadores adultos calificados. Dado que las peores formas de trabajo
infantil obstaculizan el crecimiento económico, las empresas también debieran
preocuparse por sus repercusiones en los mercados de consumo locales. Lo mismo
podría decirse de las otras formas de trabajo infantil, dependiendo de su naturaleza.
En segundo lugar, realizar actividades consideradas como las peores formas de trabajo
infantil en la cadena de suministro de la empresa, puede afectar a la imagen pública de
la misma. Esto ha llevado a muchas empresas a abordar la cuestión del las peores
formas de trabajo infantil y las otras formas de trabajo infantil como parte de su
programa en materia de responsabilidad social de la empresa.
Por último, la empresas deberían interesarse ya que se encuentran en una situación ideal
para hacerlo. Más allá de su papel natural como creadoras de riqueza y promotoras del
crecimiento económico, las empresas pueden influir directamente ya sea a través de sus
propias iniciativas o por medio de sus organizaciones nacionales de empleadores. Las
organizaciones de empleadores disfrutan de una ventaja comparativa en los ámbitos de
las campañas públicas y de la elaboración de las políticas, y se encuentran en una
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situación inmejorable para sensibilizar sobre el problema y contribuir a la creación de
alianzas sociales.
DESAFÍOS PARA LAS EMPRESAS AL
ABORDAR EL TRABAJO INFANTIL
Existen muchos equívocos en cuanto al papel de las empresas en relación con el trabajo
infantil. Dichos equívocos se aplican tanto al papel de la empresa en su perpetuación
como el papel que deberían desempeñar las empresas en su erradicación. No es raro que
se formulen acusaciones contra empresas que se benefician de las peores formas de
trabajo infantil y, aunque dichas situaciones existen en la práctica, cada caso debe
examinarse dentro de su contexto cultural y socioeconómico. Del mismo modo, se
considera a menudo a la empresa como el actor principal a la hora de lograr la
erradicación de las peores formas de trabajo infantil y/o de las otras formas de trabajo
infantil. Aunque a las empresas les corresponde un papel importante, este no puede
considerarse de manera aislada y sin tener en cuenta el papel igualmente importante que
también corresponde desempeñar a otros actores sociales.
Al abordar el problema del trabajo infantil, las empresas, cualquiera que sea su nivel de
compromiso, se encontrarán en uno u otro momento enfrentadas a situaciones que
exigirán decisiones difíciles. Estas decisiones pueden exponerla a las críticas de
terceros.
Se exponen a continuación algunas preguntas frecuentes a las que las empresas pueden
verse obligadas a responder en este contexto. Aunque la toma en consideración de los
enfoques sugeridos que se discuten más adelante no protegerá a una empresa frente a las
críticas, si sus acciones y posiciones son coherentes con las que adopte la comunidad
empresarial internacional, podrá atenuar las presiones de fuerzas exteriores a las que
pueda verse sometida.
¿QUÉ SE ESPERA RAZONABLEMENTE DE LAS EMPRESAS CUANDO SE
TRATA DE ABORDAR LAS PEORES O LAS OTRAS FORMAS DE TRABAJO
INFANTIL EN LA ECONOMÍA INFORMAL?
Uno de los principales desafíos que se plantean en relación con el trabajo infantil es el
hecho de que la gran mayoría se lleva a cabo en la economía informal y, en
consecuencia, resulta muy difícil llegar hasta el problema. Muchas empresas se han
visto asociadas con éxito a programas prácticos e innovadores destinados a llegar a los
grupos de destinatarios más inaccesibles. Una manera eficaz de lograrlo consiste en
recurrir a las organizaciones nacionales de empleadores que, como se indicó
anteriormente, pueden desempeñar un papel muy importante por razón de su posición
singular.
De no ser a través de las organizaciones nacionales de empleadores, a las empresas les
puede resultar difícil influir directamente sobre la erradicación de las peores formas de
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trabajo infantil en la economía informal. Esto es así incluso cuando una empresa
sospecha que hay niños trabajando en su cadena de suministro. En estos casos, la
empresa debería hacer frente a esta situación. Dentro de su esfera de influencia, debería
realizar esfuerzos razonables para asegurarse de que su cadena de suministro esté libre
de las peores formas de trabajo infantil. En caso de que disponga de una capacidad
efectiva limitada, la empresa debería, siempre que su situación le permita dedicar los
recursos necesarios, colaborar con terceros para encontrar soluciones viables (véase más
adelante la sección dedicada a la constitución de alianzas).
El problema de las peores y otras formas de trabajo infantil en la economía informal
también se plantea en el plano individual, por ejemplo con los niños trabajadores
domésticos. En este contexto, las empresas también pueden asumir un papel para
resaltar la importancia de ofrecer unas condiciones de trabajo adecuadas a los niños
trabajadores domésticos y de facilitar el acceso de los mismos a la educación.
¿QUÉ DEBERÍAN SABER LAS EMPRESAS AL CONSTITUIR ALIANZAS CON
OTROS ACTORES DEDICADOS A ABORDAR LAS PEORES Y OTRAS
FORMAS DE TRABAJO IN FANTIL?
En este documento se hace la distinción entre las peores formas de trabajo infantil y las
otras formas de trabajo infantil a fin de promover la claridad de los conceptos y de
contribuir a la fijación de prioridades al abordar la cuestión del trabajo infantil. Es
posible que otros actores no hagan dicha distinción, y que su objetivo sea abordar el
trabajo infantil sin ninguna distinción. En consecuencia, las empresas deben conocer las
expectativas de los demás actores para asegurarse de que sus objetivos y prioridades son
alcanzables en cualquier esfuerzo de colaboración.
A pesar de lo anterior, la erradicación de las peores formas de trabajo infantil, dada su
complejidad, exige esfuerzos de colaboración. Conviene estimular a las empresas a
colaborar con otras partes interesadas que presenten un historial demostrado y
compartan los mismos objetivos. Es importante encontrar y promover sinergias entre los
diferentes actores. Al elaborar y aplicar los programas, el hecho de sumar los esfuerzos
y recursos propios a los de otros que comparten la misma visión permitirá aumentar las
posibilidades de ofrecer soluciones eficaces y a largo plazo para los niños que trabajan y
sus familias.
Los posibles grupos u organizaciones con los que pueden asociarse las empresas son
numerosos; cabe citar, entre otros, las organizaciones de empleadores, las cámaras de
comercio (cuando están separadas de las organizaciones de empleadores), otras
empresas, alianzas sectoriales, asociaciones de consumidores, los medios de
comunicación, las organizaciones no gubernamentales ("ONG"), las comunidades
locales y las organizaciones de trabajadores. Se ofrecen a continuación comentarios
acerca de los tres interlocutores más habituales y naturales para las empresas, a saber:
las comunidades locales, las ONG y las organizaciones de trabajadores.
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PARTICIPACIÓN DE LAS COMUNIDADES LOCALES
Debido a las posibles repercusiones sobre el desarrollo social, económico e institucional
de las comunidades en las que desarrollan sus actividades, puede resultar útil para las
empresas atraer, cuando corresponda, una participación comunitaria. En circunstancias
adecuadas, las empresas pueden beneficiarse de la implicación de la comunidad, a la
que pueden orientar con miras a la adopción de estrategias de lucha contra el trabajo
infantil que sean claras, transparentes y eficaces. Pueden contribuir a promover el
respeto de la cultura, las costumbres y los valores de los individuos y los grupos,
incluidos los clientes y los empleados, cuyos ingresos puedan verse afectados por las
acciones que emprendan las empresas. Lograr el apoyo de la comunidad también puede
reducir la probabilidad de que los niños se limiten a cambiar de empleador o de sector.
COLABORAR CON LAS ONG
Un cierto número de ONG han demostrado ser innovadoras y dinámicas a la hora de
abordar tanto las peores formas de trabajo infantil como las otras formas de trabajo
infantil, y son muchos los ejemplos de relaciones de trabajo eficaces entre las ONG y
las empresas. Pero es necesario demostrar cautela. Con frecuencia, las ONG abogan por
cuestiones específicas, a menudo excluyendo todas las demás. Al centrarse en
cuestiones específicas, se ven libres de las limitaciones que reducen el marge n de
maniobra de otras organizaciones y gobiernos, que adoptan un enfoque más pluralista
de las cuestiones y que las consideran en su totalidad, y no desde una perspectiva
particular. Esto puede dar lugar a verdaderos conflictos cuando se trata de lograr
acuerdos de consenso que implican necesariamente un compromiso. En consecuencia,
es importante que, antes de aceptar un compromiso, las empresas busquen la respuesta a
preguntas tales como: ¿qué es lo que defiende la ONG?, ¿cuál es su fuente de
financiación? y ¿a quién representa?
A fin de asegurarse que las asociaciones con las ONG son constructivas, es importante
aclarar las expectativas desde el principio. La empresa es la única que puede saber qué
es lo que puede lograr o no. Esto abarca expectativas en torno a los plazos, la asignación
de recursos y los resultados esperados. Del mismo modo, una empresa debería estudiar
cuidadosamente si debe aceptar la ayuda de una ONG cuando ello entraña una
supervisión, dado que estos acuerdos han demostrado resultar a menudo perjudiciales
para los intereses de las empresas. Cuando la empresa se somete voluntariamente a una
supervisión, debería desempeñar un papel muy activo para fijar los parámetros de la
misma. Debido a que las ONG se encuentran a menudo en buena situación para influir
sobre la opinión pública en contra de las empresas, las expectativas deberían aclararse
desde el principio, y debería mantenerse una comunicación continua a todo lo largo de
la asociación.
COLABORAR CON LAS ORGANIZACIONES DE TRABAJADORES
Las organizaciones de trabajadores son otro aliado potencial. La cuestión del trabajo
infantil, que a menudo se define simplemente como las peores y otras formas de trabajo
infantil, forma cada vez más parte del proceso de negociación colectiva. En la medida
en que se contraigan compromisos en este contexto, es importante que las empresas
entiendan claramente cuáles son las consecuencias de los mismos. Es posible que un
sindicato no esté en situación de poder entender el alcance o las limitaciones de la
influencia que ejerce una empresa sobre terceras partes, tales como los contratistas y
subcontratistas. Aunque las empresas deben esforzarse por influir sobre los terceros con
los que realicen transacciones comerciales para que apliquen normas éticas
empresariales, las exigencias de un sindicato a este respecto pueden ser difíciles de
satisfacer.
Estas mismas preocupaciones deben tenerse en cuenta en el contexto de los acuerdos
marco (framework agreements). Actualmente se observa una tendencia a incluir
referencias a instrumentos internacionales en los que figuran disposiciones relativas al
trabajo infantil, sin establecer ninguna distinción entre las peores formas de trabajo
infantil y las otras formas de trabajo infantil. Casi todos estos instrumentos se
concibieron con el fin de determinar el papel de los gobiernos, e incluyen acciones que
las empresas no pueden aplicar o controlar. En consecuencia, es importante asegurarse
de que la empresa no asuma el papel que corresponde a los gobiernos.
¿CÓMO PUEDEN COLABORAR LAS EMPRESAS CON LOS GOBIERNOS
PARA DEFINIR SUS PAPELES RESPECTIVOS?
El Gobierno desempeña un papel exclusivo en el contexto de las peores formas de
trabajo infantil. Debe establecer y promover las condiciones necesarias y el ambiente
regulatorio para estimular el empleo productivo. Este papel debe distinguirse claramente
del papel que corresponde a las empresas.
La empresa tiene la obligación de respetar la autoridad de los gobiernos nacionales y
regionales de los territorios en que desarrolla sus actividades. Esto exige, en primer
lugar y por encima de todo, que todas las empresas respeten plenamente toda la
normativa aplicable. La falta de autoridad de un gobierno para velar por la aplicación de
su legislación, ya se deba a una incapacidad o a otros desafíos, no altera las obligaciones
de las empresas a este respecto. No debería darse a entender que las empresas sacan
partido de las oportunidades que surgen por los obstáculos a los que han de enfrentarse
muchos gobiernos.
La situación se complica en las jurisdicciones que cuentan con una normativa
insuficiente o que carecen de ella por completo. Al hacer negocios con un país que
carece de un marco legal en relación con el trabajo infantil, la empresa tal vez considere
oportuno aplicar las definiciones de las peores formas de trabajo infantil y de las otras
formas de trabajo infantil que se mencionan más arriba y que se basan en instrumentos
de la OIT. Cualquier carencia, como por ejemplo la falta de una lista de trabajos
peligrosos para los niños, debería abordarse con las organizaciones nacionales de
empleadores.
Existe una tendencia creciente a trasladar directamente a las empresas la
responsabilidad en materia de política social. En el plano internacional, las empresas
han transmitido un mensaje coherente y claro al afirmar que no pueden asumir el papel
de los gobiernos en el ámbito de la política social. En último término y por encima de
todo, la responsabilidad en materia de política social corresponde a los gobiernos
nacionales. Las empresas deben alentar, aplicar y reforzar la aplicación de la legislación
y las políticas en esta materia, y también colaborar en el marco de los planes de
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desarrollo nacional, pero la responsabilidad para la fijación de esas normas no
corresponde a las empresas.
No obstante lo anterior, las empresas pueden y deben asociarse con el gobierno y apoyar
sus esfuerzos destinados a abordar el trabajo infantil y, en particular, sus peores formas.
Esto puede lograrse por diversos medios, entre los que figuran, la promoción, la
formación o la participación en programas específicos.
¿QUÉ CABE ESPERAR RAZONABLEMENTE DE LAS EMPRESAS EN
MATERIA DE PRESENTAC IÓN DE INFORMES?
Existe una presión creciente sobre las empresas para que formulen y apliquen
estrategias fiables en materia de divulgación y de presentación de informes. Esto resulta
especialmente cierto en el contexto de iniciativas voluntarias tales como el Pacto
Mundial de las Naciones Unidas o la iniciativa FTSE4Good Index. La importancia
creciente de la presentación de informes queda demostrada por la aparición y el
crecimiento de un sector uniformizado en este ámbito, que trata de ayudar a las
empresas a armonizar los distintos tipos de informes y a responder a las necesidades de
los grupos de interés internos y externos. Se observa la reciente aparición de un
fenómeno llamado “fatiga de los informes”, que refleja las exigencias excesivas que se
imponen a las empresas a este respecto.
Se aduce con frecuencia que, si todo queda en manos de las empresas, éstas no serán
francas ni minuciosas a la hora de informar acerca de sus avances en relación con las
cuestiones sociales, y algunos gobiernos han sucumbido a esta presión imponiendo a las
empresas obligaciones reglamentarias en materia de presentación de informes. En la
medida en que las normativas nacionales establecen obligaciones en materia de
presentación de informes, las empresas deben cumplir con tales exigencias.
A falta de normativas de este tipo, o en los casos en que las partes interesadas solicitan
la presentación de informes adicionales, la empresa goza de entera libertad para evaluar
su capacidad en esta materia. Muchas empresas entienden, al margen de cualquier
exigencia legal, la utilidad de adoptar medidas de transparencia, porque entienden la
importancia que los accionistas conceden a medidas de este tipo. La transparencia puede
dar lugar a una mayor credibilidad, que a su vez puede tener repercusiones positivas
para la empresa.
Dicho esto, existe más de una manera de ofrecer transparencia y, en último término,
corresponde a cada empresa determinar en qué medida está dispuesta a presentar
informes de manera voluntaria. Al final, lo que importa es que la empresa respete las
exigencias de la normativa nacional y las prácticas éticas empresariales, y no que
disponga de una compleja estrategia de presentación de informes. Esto resulta
especialmente cierto en el contexto de las peores formas de trabajo infantil.
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¿QUÉ DEBERÍAN SABER LAS EMPRESAS ANTES DE PARTICIPAR EN
PROGRAMAS DE CERTIFI CACIÓN O DE ETIQUETADO?
En este contexto, el objetivo primordial de los planes de certificación y etiquetado es
garantizar a los consumidores que el artículo que están adquiriendo no ha sido fabricado
por un niño.
La decisión de participar en planes de certificación y etiquetado corresponde
exclusivamente a cada empresa. Aunque, al menos a primera vista, esto pueda parecer
una solución eficaz, el alcance de los beneficios dista mucho de ser evidente. Antes de
implicarse, es importante asegurarse de que sus efectos sean los deseados.
En primer lugar, una etiqueta o certificación de que un artículo se ha producido sin
recurrir a las peores formas u otras formas de trabajo infantil no constituye en sí misma
una garantía. Por su propia naturaleza, las etiquetas son difíciles de controlar y están
expuestas a manipulaciones.
En segundo lugar, la certificación y el etiquetado apartan a la empresa del problema de
las peores formas de trabajo infantil. Sólo inciden sobre la tranquilidad de conciencia
del consumidor y el esfuerzo competitivo de las empresas, que pueden abusar del
etiquetado para obtener cuotas de mercado.
En tercer lugar, es frecuente que estos planes sólo afecten a una pequeña proporción de
los niños que trabajan en la producción de bienes de consumo destinados a la
exportación. Sólo un número reducido de los niños a los que se saca de las fábricas de
productos para la exportación dejará de trabajar. Los demás podrían pasar a trabajar en
la producción de bienes para el mercado doméstico, que suele conllevar condiciones
menos favorables. Así, mientras que el puesto que ocupaban podía considerarse como
otras formas de trabajo infantil, tal vez estos niños se vean forzados a enfrentarse a las
peores formas de trabajo infantil.
Por último, los planes de certificación y etiquetado no abordan necesariamente las
causas de origen del problema que ha dado lugar a que los niños se vean en la necesidad
de trabajar. Las medidas que no ofrecen a los niños alternativas al trabajo, como puedan
ser oportunidades educativas e ingresos de apoyo a las familias, no harán sino causar
mayor daño a los niños y a sus familias.
Tener presentes las explicaciones anteriores permite asegurarse de la eficacia del plan
de etiquetado y certificación.
¿QUÉ DEBERÍAN SABER LAS EMPRESAS AL CONSIDERAR LA
POSIBILIDAD DE ADOPTAR UN CÓDIG O DE CONDUCTA?
Un código de conducta (un “código”) es una declaración funcional de la política, los
valores o los principios por los que se guía el comportamiento de la empresa en lo que
atañe al desarrollo de sus recursos humanos, a su gestión medioambiental, y a sus
interacciones con los consumidores, los clientes, los gobiernos y las comunidades en las
que desarrolla sus actividades. La mayoría de códigos no son pensados para abordar
solamente un área específica, como lo es el trabajo infantil. Más bien, los códigos
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cubren una amplia cantidad de cuestiones. Las empresas y sus organizaciones son las
que los introducen, y son libres de aplicarlos, adoptarlos, anunciarlos y supervisarlos
como mejor les parezca.
Los códigos no son sino uno de los muchos ejemplos de buenas prácticas que se dan en
el ámbito de las iniciativas sociales pero, al igual que ocurre con la certificación y el
etiquetado, es posible que no siempre produzcan los resultados esperados. Si los códigos
se aplican sin considerar otras iniciativas, verán limitada su capacidad para abordar las
causas de origen que hacen que los niños se vean en la necesidad de trabajar. Esto se
debe no sólo a su carácter general, sino también a las dificultades con que tropiezan la
aplicación de los mismos y el control de sus disposiciones.
Quienes proponen la adopción de los códigos, argumentan que estos pueden tener
efectos positivos a lo largo de la cadena de suministro, dado que en ellos se suele exigir
a los contratistas que se ajusten al código de la empresa de la que son proveedores.
Cuando un proveedor vulnera el código, por ejemplo empleando niños, que trabajan
bajo las peores u otras formas de trabajo infantil, una empresa puede considerarse con
derecho a poner fin al contrato que lo s une. Esta manera de hacer las cosas puede ir en
contra de los intereses de los niños, que pueden acabar viéndose obligados a implicarse
en formas de trabajo más peligrosas. A largo plazo, resulta mucho más eficaz que las
empresas colaboren con sus proveedores a fin de garantizar mejoras continuas y que,
sólo como último recurso, procedan a la rescisión de los contratos con los proveedores.
Las empresas que disponen de códigos no son necesariamente mejores que aquellas que
no disponen de ellos. En último término, lo que importa es el comportamiento de la
empresa, y no el contenido del código, con independencia de los mecanismos
empleados para lograr los resultados deseados.
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