Una visión europea de la defensa colectiva El Tratado de Lisboa ha aportado una serie de instrumentos importantes para ayudar a los Estados miembros a afrontar estos retos. A través de su sistema innovador de cooperación estructurada permanente, el Tratado permite que los Estados miembros avancen de forma paralela y a velocidades distintas con el fin de alcanzar objetivos concretos, en función de su voluntad y capacidad respectivas. Ahora ya es posible que grupos de Estados "pioneros" aumenten su grado de ambición en materia de capacidad de despliegue, interoperatividad y sostenibilidad de sus fuerzas, lo que les permitirá destinar más capacidades a misiones de la PCSD, la OTAN, las Naciones Unidas u otras. El Tratado de Lisboa debería permitir igualmente que los Estados miembros superen sus deficiencias en cuanto a la financiación de la PCSD recurriendo al despliegue de un "fondo inicial" en apoyo de misiones comunes, que luego se vería complementado con el pago de "financiación urgente" durante la planificación de las operaciones. Ahora bien, tanto si se habla de aumentar la financiación común para las misiones de la PCSD, de animar a los Estados miembros a contribuir con más tropas o de llenar el vacío de la planificación estratégica de la UE, la principal deficiencia que presenta la UE en el ámbito de la defensa es la divergencia entre las visiones estratégicas que existe entre los Estados miembros. Sigue sin existir consenso en las capitales europeas en cuanto al propósito general del aumento de las capacidades de defensa de la UE. Es menester que la UE se ponga de acuerdo en una visión a largo plazo de la defensa de la UE, que podría exponerse en un Libro Blanco, con prioridades claramente definidas en materia de amenazas, de criterios de intervención y de recursos asignados. Esta visión deberá presentar un reparto de responsabilidades coherente entre la OTAN y la UE, partiendo de una evaluación objetiva de las ventajas comparativas de cada una de ellas. A no ser que los Estados miembros de la UE sean capaces de convenir en un concepto estratégico viable para la UE, ésta no estará en condiciones de colmar la brecha existente entre las expectativas puestas en la PCSD y las capacidades operativas y los recursos con que cuenta. VV. AA. Proyecto Europa 2030: retos y oportunidades. Mayo 2010. p. 35 – 36.