PROGRAMA “SOCIEDAD Y CULTURA: MÉXICO SIGLO XXI” PROYECTO SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO Y DIVERSIDAD CULTURAL Coordinador: Dr. León Olivé Línea de Trabajo: problemas éticos en la sociedad del conocimiento Responsable: Dra. Juliana González Valenzuela Investigadores participantes: Dra. Ma. Teresa de la Garza Camino Dr. Ernesto Priani Saisó Dr. Jorge E. Linares Salgado 1 1. Planteamiento del problema CONTROVERSIAS SOCIALES SOBRE LOS RIESGOS Y BENEFICIOS TECNOCIENTÍFICOS. En los últimos años la relación entre la sociedad y la tecnociencia se ha modificado debido al incremento de riesgos globalizados y a la dificultad de evaluarlos adecuadamente. Por ello, la tecnociencia contemporánea se desarrolla y se desarrollará en medio de controversias sociales y conflictos de valores entre los diversos agentes que participan en su conformación.1 Se ha ido transitando de la aceptación pasiva de riesgos y la confianza plena en los expertos que decidían el futuro, hacia la preocupación e interés social por controlar algunos efectos adversos de las innovaciones tecnocientíficas sobre el medio ambiente y sobre la sociedad. El surgimiento de las controversias tecnocientíficas demuestra que el viejo modelo tecnocrático que introducía innovaciones sin que la mayoría de la sociedad conociera y participara en su evaluación parece ya no tener legitimidad. En ese antiguo modelo de desarrollo tecnocientífico, sólo la evidencia de daños ya causados a la salud o al medio ambiente era un motivo justificado para retirar o modificar una realización tecnológica. Por el contrario, se perfila en nuestros días un nuevo modelo de relación entre la sociedad y la tecnociencia que busca reducir riesgos mediante la deliberación y el control público de los efectos tecnológicos. Así pues, se ha venido generando un nuevo “contrato social” para la tecnociencia, en el sentido en el que se estableció en la Declaración de Budapest durante la Conferencia que organizó la UNESCO en 1999 en esa ciudad.2 Estas nuevas controversias sociales reflejan los intereses de los diversos agentes de la tecnociencia: científicos y tecnólogos, empresarios e inversionistas, productores, gobiernos y políticos, organizaciones civiles y ciudadanos. Es preciso identificar esos fines, intereses y valores que están involucrados —y que a menudo colisionan— en el desarrollo tecnológico contemporáneo: por un lado, los valores Véase Echeverría, Javier, La revolución tecnocientífica, FCE, Madrid, 2003. Nos referimos a la Conferencia Mundial “La ciencia para el siglo XXI: un nuevo compromiso”, Budapest, Hungría, 26 de junio al 1º de julio de 1999, realizada con los auspicios de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y el Consejo Internacional para la Ciencia (ICSU). Véase http://www.oei.org.co/cts/budapestdec.htm 1 2 2 económico-productivos, científicos, militares y políticos, pero, por otro lado también los sociales, ético-políticos, ambientales, culturales. Por consiguiente, se requiere una deliberación pluridisciplinaria y plurimoral que considere esos distintos sistemas de valores para buscar consensos desde un marco de principios mínimos, lo que no implica necesariamente la superación del conflicto de intereses o la supresión de los disensos morales. Los comités de bioética nacionales o internacionales constituyen una reciente experiencia de diálogo participativo y representativo de la pluralidad ética del mundo actual en la búsqueda de esos consensos. En diversos casos se han logrado acuerdos muy significativos en las recomendaciones, guiados por la referencia a los derechos humanos. Sin embargo, dichos consensos se concentran más bien en cuestiones de funcionamiento técnico, reglas elementales de la praxis biomédica o biotecnológica (p. ej. el consentimiento informado) y principios generales a veces un tanto vagos (solidaridad, igualdad, justicia, etc.). En cambio, se ha dificultado alcanzar consensos sobre la legitimidad o no de algunas intervenciones tecnocientíficas que implican controversias de valores y concepciones sobre la vida humana (las nociones de persona o de dignidad humana se ha puesto incluso en crisis). Tales son, por ejemplo, los casos de la investigación en embriones, la legalización de la eutanasia o la clonación reproductiva humana.3 En algunos casos el disenso se vuelve especialmente insuperable cuando se ha planteado la necesidad de legislar,4 puesto que ello implica establecer deberes de obligación estricta (en términos de Kant), que señalan qué está permitido y qué está prohibido. Por otro lado, no ha resultado positivo que el disenso ético favorezca la falta de decisión legislativa y la consecuente desatención de las instituciones políticas [partidos, parlamentos, cortes, gobiernos]. En México, la ausencia o deficiencia de regulación legal y de debate ético-político en problemas de bioética (como la eutanasia, el uso de embriones en la investigación o el aborto), así como la falta de un 3 Cfr. Hottois, Gilbert, Essais de philosophie bioéthique et biopolitique,Vrin, Paris, 1999, cap. 8 ; « Consensus et dissensus en bioéthique », conferencia presentada en el Coloquio Dilemas de Bioética, México, agosto de 2005. 4 Aunque no es una función propia de los comités de ética proponer ordenamientos jurídicos, sus discusiones están relacionadas a menudo con iniciativas de ley para normar alguna intervención biotecnológica novedosa. 3 verdadero debate público, constituyen un respaldo tácito del Estado mexicano a la imposición de una sola opinión moral vinculada con la tradición católica que, aunque mayoritaria, no puede imponerse como único criterio moral a todos los ciudadanos de una nación que se pretende democrática. Una de las razones que hacen necesaria la reflexión ético-filosófica en estas controversias reside en el hecho de que los agentes sociales pueden resolverlas si aceptan una vía dialógica, es decir, un método que impida la coacción y la imposición de los intereses de poder, para construir consensos en la medida en que los diversos intereses se ponderen y se equilibren mediante principios éticos generales. Ahora bien, no suponemos que toda controversia tecnológica pueda resolverse felizmente ni que tenga que desembocar en moratorias y restricciones excesivas del desarrollo tecnológico y sus aplicaciones productivas, lo cual resultaría contraproducente; pero tampoco es deseable la situación actual de ausencia de debate y de regulación en el mercado mundial de los productos tecnológicos, que no se rige precisamente por principios éticos. Uno de los mayores peligros de esta falta de regulación legal y política, además del desinterés y desatención de las instituciones sociales, puede ser también la indiferencia y la ignorancia de la opinión pública sobre los problemas éticos del desarrollo tecnocientífico. En México, el debate sobre la despenalización del aborto está prácticamente paralizado, es un tema tabú. Apenas existen unas cuantas iniciativas para legislar sobre asuntos bioéticos, todavía incipientes; por ejemplo, una para autorizar la eutanasia (pasiva) y otra para proteger el bienestar de los animales. Así pues, la resolución de las controversias sociales sobre el desarrollo tecnológico implicará nuevos problemas de gestión política nacional e internacional. Además, la participación de la sociedad en el “desocultamiento” y evaluación de los riesgos del mundo tecnológico no podrá darse como un proceso de repentina “iluminación” colectiva. Es necesario tener en cuenta que, a medida en que la sociedad posea mayor información de los efectos de la tecnociencia (no siempre adecuada o bien comprendida), se generará una discrepancia entre los riesgos objetivos (hasta cierto punto calculables) y la percepción subjetiva e intersubjetiva de los mismos riesgos. La percepción colectiva de un riesgo razonablemente aceptable 4 dependerá no sólo de la disponibilidad de información científica respecto de los efectos de una tecnología, sino también de la gestión política de los riesgos, del nivel de difusión y comprensión de la información, de los procedimientos de legitimación de las innovaciones tecnológicas, así como de la capacidad de reflexión ética de las comunidades involucradas. Es éste el gran desafío que enfrentan las naciones en desarrollo como México. Pueden caer en una verdadera “ilusión trascendental” del progreso tecnocientífico si no son capaces democratizar la producción y difusión del conocimiento tecnocientífico y si no adecuan sus instituciones políticas para la interacción dialógica con los procesos de innovación y desarrollo tecnológico. Se trata de dilucidar qué tipo de sociedades queremos, en qué medio ambiente (devastado o conservado), qué riesgos estamos dispuestos a asumir, qué males hay que evitar, qué problemas vamos a heredar a las generaciones futuras, qué imagen del ser humano queremos preservar y enriquecer. La conformación de una nueva relación social con el mundo tecnológico es posible y necesaria para poder fundar las bases de una nueva comunidad ética de carácter global. LA TRANSFORMACIÓN DEL CONOCIMIENTO Y SU VALORACIÓN ÉTICA Durante el Renacimiento, el que el hombre fuera definido como centro del cosmos fue, a la vez que una conclusión, el punto de partida para una profunda discusión que ha marcado la ética hasta hoy. Sin embargo, si algo caracteriza nuestros días es la paulatina pérdida de centro como consecuencia de la ruta que ha tomado la sociedad del conocimiento. Basada y organizada en un mayor aprecio a la producción de saberes –a los que trata incluso como mercancías- sobre otras formas tradicionales de producción material, la sociedad del conocimiento ha propiciado la aparición de una pluralidad de centros que rompen, precisamente, con la tesis misma de la centralidad. Así, el hombre hoy puede seguir ocupando un lugar central, a partir de su naturaleza ontológica, pero ¿central en relación con qué centro? Esta condición relativa de la centralidad es un quiebre que abre un abanico problemático que comprende no sólo la necesidad de pensar al hombre constituido en esta falta de centro, con las consecuentes dificultades para comprender la integración 5 de la individualidad de forma tradicional, sino también para comprender la vida moral regulada en función de un fuente única. A la vez, estas dificultades nos llevan a cuestionarnos a propósito de los cambios y su velocidad en el régimen moral de las personas, en la incorporación de la moral y el conocimiento ético como parte de ese régimen de producción de saberes y del uso mercantil del conocimiento. 2. Hipótesis de trabajo Como hipótesis que orienta esta línea de investigación puede afirmarse que en los países iberoamericanos, dados la fragilidad de sus democracias y los grandes problemas de desigualdad social y económica que enfrentan, la deliberación social sobre los beneficios y riesgos tecnológicos que se produzcan en el futuro próximo podría convertirse en un medio de consolidación de una cultura democrática, capaz de generar políticas públicas más justas a la vez que eficaces para propiciar el desarrollo general. Para responder adecuadamente a los desafíos éticos que se suscitan en las controversias tecnocientíficas es indispensable establecer rangos mínimos de beneficios y máximos de riesgos aceptables como criterios de racionalidad colectiva. La finalidad de este planteamiento es potenciar la capacidad de decisión de los ciudadanos y, desde luego, asegurar la máxima participación de la sociedad mediante el acceso público a la información científica más pertinente y mediante nuevos procedimientos de representación y participación democráticos.5 Por ello, un marco ético para la sociedad del conocimiento debe intentar superar las valoraciones convencionales centradas en valores intrínsecamente pragmáticos, epistémicos, económicos o productivos en la tecnociencia contemporánea, para poder incorporar también valores éticos relativos a la seguridad, la prevención de daños y disminución de riesgos, la distribución equitativa de los costos, riesgos, responsabilidades, la protección de la biodiversidad, la igualdad de 5 Existen experiencias internacionales de resolución de controversias, como las conferencias mundiales auspiciadas por la ONU, en las que participan funcionarios gubernamentales, expertos y representantes de organismos no gubernamentales y ciudadanos, o bien las conferencias de consensos o talleres de escenarios, en los que pueden participan todos los agentes involucrados. 6 condiciones en la producción y el comercio, la protección de la autonomía de las personas, la equidad de género, la validación y evaluación democrática de las innovaciones tecnológicas. Así pues, es necesario introducir en la racionalidad tecnológica valores éticopolíticos para reorientar y someter a un examen público aquellas tecnociencias que posean riesgos potenciales sobre la naturaleza y la vida humana. En particular, las controversias serán decisivas en la tecnomedicina, la ingeniería genética y la biotecnología, así como en diversas modalidades de tecnociencias de gran “impacto social” (ciencias cognitivas y neurociencias, neurofarmacología, realidad virtual, tecnologías de la información, tecnologías educativas, etc.). Es preciso que a través de las controversias se transparenten los fines y los intereses que impulsan el desarrollo tecnocientífico, y que se difunda ampliamente la información para que la sociedad pueda deliberar y evaluar las consecuencias, beneficios y riesgos de las innovaciones tecnológicas. 3. Sublíneas temáticas Tres son las sublíneas temáticas que se propone estudiar: 1. Ética de la investigación científica. Responsabilidades en la producción, difusión y apropiación del saber tecnocientífico y de la información indispensable para la toma de decisiones, tanto individuales como colectivas, con respecto a las innovaciones tecnocientíficas que se introducen en el medio social. Valoración social de las transformaciones del conocimiento en la sociedad de la información. 2. Ética de la participación democrática en la gestión de la sociedad del conocimiento. Evaluación científica y percepción intersubjetiva, gestión social y política sobre las diferentes situaciones de riesgo en el mundo tecnocientífico. 3. Educación y concienciación de las oportunidades y riesgos de la sociedad del conocimiento. Debates éticos en torno al desarrollo tecnocientífico en ámbitos como la educación superior, la investigación o los medios de comunicación. 4. Objetivos Describir, analizar y evaluar los principales debates y controversias éticos en torno al desarrollo tecnocientífico en México. Observar el desarrollo de las controversias 7 y analizar el papel de los agentes sociales (particularmente de las instituciones educativas), los intereses y valores que ponen en juego. Elaborar un marco ético mínimo para la resolución de dichas controversias, en la búsqueda de consensos y en el respeto a las diferencias culturales y los disensos morales que sean irreductibles. Desarrollar análisis teóricos sobre los problemas éticos de la sociedad del conocimiento, particularmente los que se refieren a las intervenciones biotecnológicas, así como los efectos de las tecnologías de la información y de la telecomunicación. 5. Metas Establecer un observatorio de problemas éticos de la sociedad del conocimiento en el sitio web del proyecto general. Seminarios periódicos del equipo de investigación. Publicación de artículos especializados. Publicación de 1 libro colectivo. Intercambio con investigadores nacionales y extranjeros en un coloquio o en el seminario de la línea de investigación. Organización de mesas redondas de divulgación. 6. Participantes Dra. Ma. Teresa de la Garza Camino, Universidad Iberoamericana. Dr. Ernesto Priani Saisó, Facultad de Filosofía y Letras. Dr. Jorge E. Linares Salgado, Facultad de Filosofía y Letras. Además, participarán tesistas de maestría y doctorado, tanto de la UNAM, como de la UIA. 8