EN BUSCA DE UNA FILOSOFIA DE LA CIENCIA MÉDICA Antonio Paolasso Médico INTRODUCCIÓN ¿Hay filosofía en la Medicina? s raro que un médico intente hablar de filosofía de la medicina en términos estrictamente filosóficos y, generalmente, quienes lo hacen no son precisamente los médicos. Pero he visto una serie de escritos sobre la filosofía de la medicina, la publicación de algunos principios filosóficos de médicos sobre filosofía de la medicina y me llama la atención que ninguno de ellos obtenga un concepto filosófico concreto y preciso sobre la medicina en general. Se habla mucho de la naturaleza de la ciencia médica, del ejercicio de la medicina, de la ética médica, de los fines de la medicina, pero justamente como ciencia en sí y el rol humano del médico no es lo que filosóficamente se ha tratado. Esa razón ha despertado mi interés para intentar conjugar muchos criterios que puedan conformar una “filosofía de la Medicina” en forma clara y ajustada a algunas verdades. E Para mejor ubicar el contexto médico, empezaré con consideraciones sobre la relación de la medicina y otras ciencias en el punto de vista de los progresos adquiridos. Junto a la Física, la Química y la Tecnología, las ciencias médicas han logrado un poderoso avance y perfección en lo científico. Son las ciencias que más espectacularmente han progresado en beneficio de la salud y la vida humana, alcanzando niveles casi prodigiosos de conocimientos e instrumentos. Pero es evidente que el hombre, genéricamente, no llegó al mismo nivel de progreso en lo espiritual. Los logros científicos, en su mayoría han resultado ser muy útiles, especialmente los tecnológicos, y la física, la química y la medicina han encontrado conocimientos de los mecanismos de la naturaleza que nos acercan mucho a la mejor comprensión de los fenómenos naturales. Sin embargo, también esos niveles de conocimientos han desatado una serie de teorías más especulativas que científicas y han generado principios de incertidumbre y dudas que se traducen asimismo en teorías sobre el alcance, el fin y los medios de la ciencia. La interpretación de los datos científicos es ardua y no siempre imparcial. El médico asistencial o práctico no tiene opciones científicas amplias pues debe limitarse a conocer las conclusiones de los investigadores que hacen experimentos y publican sus resultados en congresos y otras ponencias y publican 2 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA libros o en revistas científicas de amplio consenso científico, para que sus hallazgos puedan ser conocidos y repetidas las investigaciones por otros investigadores médicos (estudios multicéntricos). Pero cuando las conclusiones de los investigadores son contradictorias (como ocurre cuando se milita en determinadas escuelas médicas), al médico de trinchera sólo le queda la opción de deliberar y optar por la escuela que estima como más certera (o la que más se acepta en el medio en el que se desempeña). Nunca un médico común podrá corroborar por sí si los conceptos médicos que recibe de los investigadores son veraces o eficaces. Cuando se trata de medicamentos o tratamientos, sólo la estadística práctica propia le dirá si lo propuesto es bueno o no alcanza resultados eficaces. Pero si lo que debe adquirir es un concepto médico, esto no le ninguna oportunidad para corroborar empíricamente si lo que se le informa es correcto, o no. A veces, determinadas especialidades permiten comparar con los casos prácticos, los conceptos teóricos o abstractos. Otra posibilidad es que un médico dedique varias horas del día a investigar toda la bibliografía disponible sobre un tema médico en particular y esto le permita comparar lo obtenido en otros medios médicos con lo que observa en su propio ámbito de desempeño. Pero el costo de la información es económicamente muy grande y el tiempo que insume conocer toda la bibliografía posible, no permite que el médico común pueda obtener la perfección deseable. Otro problema es cuando un médico revisa conocimientos, pero no para conocer y reflexionar, sino sólo para rebatir otras ideas, en virtud de que él detenta ideas médicas fundamentalistas. Esto sucede a menudo cuando hay que enfrentar escuelas médicas tecnológicas y de ciencia “dura” que no admiten fuera de los resultados de laboratorio ninguna teoría o idea que pueda sustentarse sobre aquello que no puede ser sometido a la investigación tecnológica. Es lo que ocurre con los médicos que realizan estudios sobre cuestiones fenomenológicas que atañen a fenómenos psíquicos o espirituales. La medicina humanística y la que pretende incluir al espíritu del hombre como parte del fenómeno de la enfermedad (mente-cuerpo) es la más rechazada por los medios científicos médicos que sólo aceptan resultados reproducibles por medio de determinados parámetros, con resultados “siempre iguales” y sin fenómenos colaterales (que no permiten enfocar objetivamente en un concepto científico férreo indiscutible). Esto ocasiona confusión de ideas tanto en los científicos como en los médicos prácticos, aún en aquellos que alcanzan grandes lauros académicos por haberse destacado en alguna rama médica (pero el premio Nobel por un descubrimiento científico no autoriza a la sabiduría filosófica). A la medicina actual, además de un riguroso tratamiento científico, hay que observarla desde un punto de vista empírico y pragmático. Hay muchas cosas que ocupan un gran lugar en la medicina y que, precisamente, no hacen a la autenticidad de la misma. También, hay que reconocerlo, cada avance científico significa un acto más de “artificialización de lo natural”, pues el hombre debe encontrar “medios artificiales” para reproducir o cambiar hechos naturales. En su desarrollo, las ciencias en general y la tecnología en particular, han conducido a experimentos inventados por el hombre y de ahí nace el concepto de “artificialidad” que conllevan, pues ninguno de los experimentos y resultados son propios de los medios y mecanismos de la naturaleza, sino surgen de instrumentos ideados y creados por el 3 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA hombre. Asimismo, en los artefactos científicos que remedan lo natural, como puede ocurrir con las clonaciones transgénicas, el proceso es artificial, aunque como dice Descartes “se limitaría tan sólo a utilizar el que es natural” para producir lo artificial (lo hecho por la mano del hombre). Esto obraría como el cuento que narra que un hombre se presenta ante Dios y le dice “Señor, voy a crear un hombre de la misma forma que tú lo hiciste” y Dios le contesta “Hazlo”. Entonces el hombre se inclina a tomar un puñado de tierra y cuando va a modelar el barro, Dios le dice: “Ah, no. Detente. Debes usar una tierra que debes crear tú para proceder del mismo modo que yo”. De igual modo la transgenia y la clonación deberían crear sus propios genes, pero aunque esto ocurra, obligadamente se debería reconocer que esos genes artificiales copian la estructura de los naturales, pues de otro modo no serían genes. Las ciencias médicas, usando de los conocimientos de las otras ciencias y de los nuevos instrumentos tecnológicos, han progresado casi espectacularmente en la cirugía y han perfeccionado los instrumentos de detección de enfermedades permitiendo diagnósticos más cercanos a la verdad de la patología o enfermedad. La farmacología acompaña a la cirugía y a la clínica en los avances científicos y logra medicamentos mucho más efectivos para la mayoría de las afecciones. No obstante, el hombre no ha disminuido ni la morbilidad ni la mortalidad, en términos generales, y estadísticamente acompañan al crecimiento demográfico, altas tasas de enfermedades y enfermos, en parte por razones geopolíticas y en parte por cuestiones socioeconómicas. Se han erradicado epidemias que asolaban a la población mundial o universal y se han casi exterminado algunas enfermedades infecciosas (ej. viruela). Se han disminuido algunas tasas de mortalidad (especialmente en cáncer y VIH), y ampliado la supervivencia a mayor edad, pero por cada enfermedad que se controla o erradica, aparecen nuevas virosis o los fantasmas de virosis simples como el sarampión, la varicela y otras que de infecciones “normales” se han tornado mortales y que exigen revacunaciones. Incluso algunas de las enfermedades que antes se padecían más en la infancia y que dejaban anticuerpos suficientes como para no repetir el cuadro infeccioso ni en la infancia ni en la adultez, hoy han mostrado facetas ignoradas como es que alguna de estas virosis se instalen en vacunados o recidiven en adultos. La reaparición de la sífilis, cuando se comenzaba a controlar mejor el sida, es otro fenómeno que llama la atención a los medios científicos médicos. A esto se suma el bacilo de la tuberculosis, viejo flagelo de la humanidad, que después de algunos años de un control que auguraba su erradicación, renace con cepas de bacilos resistentes a todos los antibióticos y drogas antituberculosas (multirresistencia) y de alta tasa de mortalidad. Las mutaciones virales, como le ocurre a la gripe, hacen que esta afección, a pesar de la supuesta eficacia de las vacunas del momento, ocasione brotes o epidemias graves y de alta mortalidad. Salvando los números de las engañosas estadísticas, es como que apenas el hombre domina o comprende mejor una plaga, aparece otra. No podemos soslayar nueva virosis como el ébola que aún no están dominadas. En el balance de logros y fracasos, surge una paridad que hace que la medicina no alcance sus fines nobles de erradicar eficientemente las enfermedades y los riesgos de muerte prematura, es decir, de muerte no natural. 4 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Otro problema gigante que crece día a día, más que el cáncer, es el distrés que termina siendo un factor de morbimortalidad (enfermedad y muerte) muy extendido. Además, es la causa inimaginable de enfermedades que antes se consideraban exclusivamente de predisposición familiar (ej. Diabetes II). Como veremos más adelante el distrés nace del concepto de estrés, una reacción fisiológica normal. Pero cuando esta reacción pasa de los límites normales y es etiología de enfermedades, así como la fiebre y la inflamación dejan de ser síntomas cuando se prolongan y exacerban, el estrés se torna patológico merece una nueva denominación y que consiste en llamársele distrés. Hay otras cuestiones que luego llamaré “construcciones sociales” (no en el sentido que lo usan algunos filósofos actuales, sino para señalar problemas médicos que surgen en la vida social pero no son provocados espontáneamente por la naturaleza sino por las conductas humanas. Esto significa que el término “construcción social” no es usado en este trabajo como “idea inventada por el hombre”) sino para distinguir algunos de los problemas habituales de la medicina de la sociedad. El médico en el cuadro social actual En el contexto mundial de hoy, en general, la medicina está en una encrucijada debido a los graves problemas sociales y económicos que impiden mantener un sistema de salud igual para todos y administrar eficientemente los medios técnicos y económicos para prestar un servicio eficiente y universal. Sólo unos pocos acceden totalmente a los beneficios de la medicina actual. Empero, no es sólo un proceso cuantitativo sino también cualitativo. Los médicos están inmersos en los grandes problemas actuales de la profesión: 1. Acceso adecuado al conocimiento necesario para la correcta prestación profesional, debido a problemas de medios y los costos de la actualización académica y gruesos defectos en formación universitaria dentro de las facultades de medicina, donde no siempre la enseñanza mantiene una excelencia y eficiencia acorde con las necesidades del ejercicio de la profesión. 2. La crisis del sistema de salud en lo institucional, también por causas económicas. 3. El manejo indebido que de los servicios médicos profesionales hace el sistema de salud público y privado. Al médico se le encara como un factor económico de productividad y no como un valioso elemento profesional artesanal. Además de la escasa infraestructura que disponen las instituciones médicas de prestación de servicio, se suma una exigencia de rendimiento o trabajo estándar (número de horas de trabajo, cantidad de pacientes en un tiempo determinado) que impide el acto médico completo y correcto. No puede un médico, por ejemplo, atender en una hora diez pacientes como pretenden algunas clínicas privadas o los nosocomios públicos. Tanta es la influencia económica en lo médico, que a 5 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA la enfermedad se le mide con “aforos” a pagar por ella (caso de las llamadas “enfermedades desastrosas”) y se le impone impuestos (IVA, ingreso bruto) que naturalmente debe costear el enfermo directamente en una parte y en otra a través de medicina prepaga o una obra social a las que naturalmente, también debe pagar. En otros términos: el enfermo debe pagar por su enfermedad en forma obligatoria y coercitiva. Si no cuenta con medios económicos suficientes, su destino es el sufrimiento y la muerte. El médico es un “instrumento” económico porque para ejercer su profesión, o cobra honorarios (los cuales incluyen a los impuestos) o cobra un sueldo (que cuando pasa de una cifra determinada también abona impuestos que obran como impuesto al sueldo u honorarios), que de una forma u otra eroga el enfermo. A su vez, el médico solicita estudios y receta medicamentos que también tienen un costo y pagan impuestos. Esto significa, al menos en Argentina, que la medicina padece una exacción impositiva que castiga por igual a médicos y enfermos, pero que tiene mayor repercusión en el ejercicio de la medicina, lo cual analizaré más detalladamente en otro de estos puntos. 4. La pérdida de maestros de la medicina y de líderes espirituales que den ejemplos y enseñanza de la ética y moral del ejercicio de la medicina 5. El manejo equivocado de la vocación (o la falta de vocación) que lleva a estudiar una determinada rama de la medicina que permita al médico ganar más y no conducirse por la simple guía de una vocación desinteresada de la profesión médica. Ser desinteresado no significa que el médico no perciba una justa remuneración por su trabajo, sino que no especule para lucrar sin ningún tipo de normas e interese más cuánto pagará el paciente, que el servicio eficaz que se le deba prestar. Incluso, un médico puede llegar a la delincuencia de lucrar en desmedro del paciente, al cual lejos de solucionar su problema de salud, se le llega a ocasionar un daño mayor o la muerte, si ello conviene al interés monetario del médico. 6. El desconocimiento o el descuido del ejercicio del juramento de Hipócrates (el cual toma diferentes formas en las distintas universidades), pero que básicamente exige la fidelidad del médico al paciente antes que otros intereses y el respeto a los colegas. Hoy los médicos que trabajan exclusivamente para intereses pecuniarios como son los seguros y las aseguradoras de riesgos del trabajo responden a las normas de esas empresas en el sentido de no prestar el servicio necesario y correspondiente o de negar patologías para evitar que sean indemnizadas o tratadas. El médico no debe fraguar, ocultar u omitir diagnósticos sino informarlos y dejar que sean las instituciones financieras las que dispongan si indemnizan o no, si prestan servicios o no. Algo similar ocurre en algunas obras sociales y prepagas. La fidelidad, en lo estrictamente médico, es siempre hacia el paciente y no hacia el patrón que paga. Pero ocurre que el sistema obliga al médico a la conducta corrupta porque si no responde a las exigencias, se le priva del empleo. Empero, más vale perder un puesto que prostituir la medicina. Y debe respetarse el juramento hipocrático para que no se transforme en juramento hipócrita. 6 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA 7. El bajo perfil personal en lo cultural y en la educación también personal hacen que la persona de algunos médicos no sea la más adecuada para el ejercicio de la medicina, pues muchos médicos se muestran ante los pacientes en forma soez, irónica, descuidada, con soberbia, desinterés, prejuicios, discriminaciones, etc. Y éstos no son casos aislados sino que cada vez más aumenta el número o frecuencia de estos profesionales que deshonran a la figura del médico y generan el irrespeto y la violencia de los pacientes, los cuales terminan generalizando a todos los profesionales, sin distinguir quién es quién. 8. La investigación científica médica es errática y los diversos experimentos multicéntricos sumados a las conclusiones de los cónclaves científicos mundiales, presentan una heterogeneidad de aspectos de una misma enfermedad sobre etiologías y tratamientos. Esto permite la formación de “escuelas médicas” de orden continental o nacional. En Argentina es clásico que la medicina se guíe por criterios médicos de la llamada “escuela sajona” que involucra a EE. UU. y países europeos, especialmente Inglaterra. No obstante, hay grupos médicos que optan por la llamada “escuela hispanoamericana” encabezada por autores españoles y seguida por autores latinoamericanos. Estas “escuelas médicas” se manejan con principios científicos distintos y hasta contradictorios, empero suelen coincidir en muchos aspectos médicos originados en estudios multicéntricos que permiten un consenso científico universal (condición sine qua non para considerar como más auténtico y veraz un dato científico médico). Por ejemplo, las secuelas de un traumatismo encefalocraneano han tomado estado de aceptación tanto por las escuelas sajonas como las hispanolatinoamericanas. Pero hay disidencias y contradicciones en las secuelas traumáticas que afectan al tejido conectivo de articulaciones y otras estructuras. Tampoco hay consenso en la etiología, secuelas, evolución y denominación de lesiones óseas de columna vertebral. Esto, naturalmente, origina diagnósticos y tratamientos equívocos. 9. El exceso, en el caso de la Argentina, de impuestos que debe pagar para ejercer la profesión y dichos impuestos no están de acuerdo a las ganancias reales sino a formulas fijas que pone el gobierno para que el médico pague, gane o no, dinero alguno. El sistema fiscal no admite que un médico, por imperio de su profesión ejerza con gratuidad sus servicios o cobre honorarios ínfimos cuando el estado económico de sus pacientes no le permiten abonar el justo honorario por el servicio prestado. La denominada AFIP obliga a un pago mensual fijo, tenga o no tenga ingresos el profesional. En muchas oportunidades, se ha establecido una tasa fija por los llamados “ingresos brutos” (una verdadera paradoja fiscal puesto que se pretende cobrar por ingresos que no existen). Si el médico es asalariado, a partir de una cantidad determinada que perciba como sueldo, debe pagar lo que primariamente se denominó “impuesto a las ganancias” y como se desnaturalizó constituyendo un verdadero “impuesto al trabajo”, hoy las autoridades le denominan con el eufemismo de “impuesto al ingreso”. Si bien el impuesto tiene un carácter general para todos los asalariados, en el caso del médico no se reconoce que por su estado especial de profesional de una ciencia muy particular como es la medicina tiene 7 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA costos que exigen ingresos apropiados, pues el médico debe contar con un consultorio propio, un teléfono, un vehículo (porque no puede por la obsolescencia del transporte público, viajar en colectivo, tren, trole o tranvía los que no le permiten llegar en tiempo y forma para atender pacientes domiciliarios o a su empleo), una vestimenta adecuada, instrumental apropiado, etc., todo esto en el orden humano personal. En el orden técnico, el avance permanente de los conocimientos médicos le obliga a comprar libros actualizados, al menos, cada tres años, estar suscripto a revistas que le permitan el acceso más rápido y eficiente a las novedades médicas y asistir a congresos, simposios y otras reuniones similares tanto en el orden provincial, como en el orden nacional y en el orden mundial. Todo eso tiene un costo excesivo. Si el médico no tiene medios de ingresos suficientes, termina siendo un deudor del fisco lo que le lleva a que se le confisque bienes como la vivienda, o un vehículo, o artículos del hogar. Por otro lado no puede acceder a la actualización pertinente de sus conocimientos y queda rezagado peligrosamente puesto que un mal acto médico o un acto médico defectuoso le cuesta una denuncia por una mala praxis, la cual no sólo llega a indemnizaciones cuantiosas, sino que puede involucrar el encarcelamiento, la pérdida de la matrícula, etc. Esta situación impone un nuevo gasto obligatorio que es el llamado “seguro de responsabilidad profesional”, el que le es exigido compulsivamente por hospitales o nosocomios públicos o privados y en la inscripción para atender mutualizados u obras sociales. Al gobierno no le importa nada de los costos para ejercer la profesión médica y arremete con todos los medios de castigo posibles contra el profesional que no paga seguro por responsabilidad profesional, AFIP, ingresos brutos y el impuesto al ingreso. La presunción fiscal es que un médico, por ser tal, gana mucho. No se prueba tal aserto, sólo se presume y en consecuencia se tiene como verdad absoluta. Por último, el profesional queda totalmente marginado sin poder ejercer su profesión ni tener carrera profesional. En el caso de los consultorios particulares o prepagas, el costo económico e impositivo se traslada a los honorarios y esto crea un drama tanto para el paciente como para el médico, puesto que el costo real del honorario de una consulta resulta muy alto. Por ello, el paciente queda sin servicios médicos y el profesional con ingresos insuficientes o nulos. Para poder acceder al cobro de honorarios altos, muchos médicos se especializan en una rama médica que los haga únicos para prestar tal servicio y esto obliga a los pacientes a pagar necesariamente el costo de una consulta o un acto médico determinado. Esos profesionales superespecializados viajan al extranjero y residen en centros selectivos para formarse y adquieren instrumentos de avanzada. El costo del estudio y de los instrumentos es sideral y esto hace que el honorario trepe a sumas impensadas, puesto que además del costo original del estudio, de los instrumentos en sí, de la infraestructura en que se desempeña el superespecialista, debe erogar todos los impuestos y gastos que hemos analizado. Por otro lado, el impuesto denominado IVA (impuesto al valor agregado) se aplica a los alimentos y a los medicamentos y esto resiente la salud de los que no llegan a ganar lo que se denomina “canasta básica” y crea otro problema médico que es el costo excesivo 8 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA de medicamentos necesarios, debido al IVA y a otros impuestos que el laboratorio carga al costo por el reembolso de patentes. Por más que el médico realice un diagnóstico impecable, el acto médico queda trunco por la falta de un estudio o de un tratamiento adecuado. En el caso del médico de altos ingresos, también debe erogar IVA. El único impuesto profesional que un médico debería pagar es el de ganancias, las cuales se calculan estrictamente por la diferencia que resta entre las ganancias y los gastos necesarios de manutención y esa diferencia sólo debe monitorear los gastos suntuarios, el lucro, las rentas y gruesas cuentas bancarias. No sobre sueldos supuestamente altos ni por honorarios que no alcanzan ni para cubrir los gastos mínimos personales y los que genera el ejercicio de la profesión. En realidad, el problema de la persona del médico y el modo personal de ejercer la medicina, como los modos de la investigación médica científica, es un tema algo extenso y difícil de desmenuzar en detalle. Tampoco tiene mucho sentido hacerlo a los efectos de este trabajo. He enfocado superficialmente el tema para cerrar un análisis previo necesario de cómo se muestra la medicina en su totalidad, para poder dedicarme luego a buscar el punto de vista filosófico sobre este fenómeno harto complicado en sí. La medicina, además del problema del médico y del ejercicio técnico de la profesión, implica observarla como ciencia muy particular e insertarla en el contexto de todas las ciencias para mejor comprender su naturaleza. Esto significa la crítica filosófica de la medicina como ciencia. Finalmente (aparte de hablar de la medicina como ciencia y su ubicación en el rol de las ciencias, su naturaleza como ciencia, y del médico como operador técnico de la ciencia médica), obviamente habrá que hablar de otras condiciones como es el arte de la medicina y la parte moral o ética de la medicina en sí y de la aplicación de la tecnología médica (bioética). Esto implica analizar el modo de pensar, el sentido de la ciencia médica y las principales cuestiones que involucra un análisis filosófico. El ser humano y la ciencia médica En todo esto no debe perderse el panorama que implica a la medicina como una ciencia exclusiva. ¿Qué significa esto? El fin de la medicina es exclusivamente tratar al hombre y sus anormalidades psicofísicas, entre ellas las llamadas enfermedades, para mantener el denominado “estado de salud” y con él, la vida misma. Luego, dada la esencia o naturaleza de la entidad humana, esto torna a la medicina en un tema asaz difícil porque la naturaleza humana es en sí una cuestión no alcanzada con plenitud por ninguna ciencia, religión o filosofía. Obviamente, no ocurre lo mismo con los experimentos del átomo y sus partículas ni el estudio de las ciencias matemáticas o químicas. Acercarse al ser humano no es tarea fácil para ningún pensador de la humanidad presente y pasada. Se han logrado algunos aciertos parciales que nos despejan bastante la esencia o espíritu del hombre, pero todavía no está nada claro el fenómeno en 9 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA cuestión. Los accesos para definir el espíritu humano, especialmente a través de la mente, además del concepto metafísico puro de la filosofía, se ha recurrido a la tecnología de inspeccionar el funcionamiento fisiológico de la mente y de todos estos intentos surgieron ideas bastantes dispares entre sí. Lo cierto es que no se aclaró mucho, aunque la fusión de la ciencia biológica con la médica (neurociencias) y la filosofía han logrado encontrar aspectos muy particulares de la mente humana que nos acercan un poco a la verdad de la esencia humana. Lo malo es que algunos de esas investigaciones son usadas para ser interpretadas bajo el materialismo filosófico y despojarlas de las formas espirituales conocidas bajo el aspecto de fenómenos que no se ajustan al materialismo. Contrariamente, al menos, una parte de la ciencia médica comienza a preocuparse por la tríada espíritu (alma)-mente-cuerpo. El primer fenómeno que encuentran todos los que intentan estudiar al hombre, es la presencia de un ente con varios puntos de vistas dobles: en primer lugar la fusión de un soma (cuerpo) y de una psiquis (mente) lo que no puede llevar a una definición que englobe en un solo concepto o palabra, fuera de hombre, al fenómeno dual del cuerpo y del alma. Descartes sólo consideró las dos partes pero no las unió. Heidegger trató mucho la esencia corpórea y espiritual pero llega a conclusiones de un ser encerrado que sólo se manifiesta por “modos de ser”. Sólo la filosofía antropológica logra definir al hombre como “ser carnoespiritual” y consigue así una palabra medianamente cercana a la descripción más ajustada de la dualidad humana. Aunque esta cuestión parezca ajena a la ciencia médica en sí, supuestamente ciencia muy objetivada con estudios tecnológicos y semiológicos, la medicina tuvo grandes problemas a resolver sobre la forma en que el hombre enferma. Hubo un intento, a través de la medicina antropológica, de considerar la forma en que el hombre enferma, pues cuando lo hace sufre la enfermedad en forma muy distinta a una planta o a un animal. Cuando nace la medicina debe habérsela con las plagas, enfermedades y traumatismos ocasionados por accidentes, la naturaleza o las guerras. Sin embargo, en la antigüedad, aún dentro de esta objetividad científica, lo espiritual no dejó de preocupar a los primeros médicos y muchos de ellos como Hipócrates y Galeno debieron tocar tangencialmente el problema de lo espiritual en lo médico. Hoy (comienzos del siglo XXI) las experiencias médicas de todos los siglos pasados han encontrado el meollo médico de cómo enferma el cuerpo humano y la mente juega un rol básico en la fisiopatología. El giro de lo meramente anatomofuncional para considerar la patogenia y la fisiopatología hacia la intervención de la mente en el organismo del hombre, ha llevado a la medicina al plano de una disciplina más integral que poco a poco va develando los misterios de la conjunción cuerpo-mente bajo la particularidad espiritual que muchos fenómenos médicos muestran o plantean. 10 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA La medicina holística y la llamada del cuerpo-alma-mente o cuerpo-mente-alma, ocupa muchas tribunas médicas en las facultades de medicina (Dr. Herbert Benson,1 Larry Dossey, 2 Dr. Dale Matthews 3) y poco a poco los libros van incorporando las nuevas experiencias médicas de cómo el cuerpo enferma por la mente o como la mente se altera cuando el cuerpo se deteriora o cómo influye la mente en adquirir enfermedades orgánicas e infecciosas. El distrés, al cual ya destaqué, es una de las vedettes médicas que va llenando un tremendo espacio para explicar lo inexplicable en la medicina. Otro de los grandes problemas de la medicina (o mejor dicho, de los médicos) fue explicar cosas que resultaban misteriosa en la etiología o causa de enfermedades o malestares psicofísicos. Los primeros médicos hablaban de la “miasma” como un flujo ambiental patológico o de “humores” como causa interna de enfermedades. Poco a poco se conjugaron factores ambientales con los orgánicos y se congeniaron teorías dispersas. No obstante, los médicos que repetían estas teorías terminaron creando mitos que no podían corroborar con experimentos objetivos. Esos mitos se repetían primero en las enseñanzas directas o clases orales y después la costumbre alcanzó los textos médicos los cuales se plagaron de conceptos míticos. Lo que no se podía explicar con ciencia se describía con meras creencias tenidas como conceptos o principios médicos ciertos. La repetición de conceptos no probados por estudios fehacientes se realizaba aún en textos médicos de gran prestigio científico. Esa costumbre predominó durante el siglo XX y se perpetúa aún en los comienzos de este siglo. La medicina actual tiende a seguir manteniendo viejos mitos sin detenerse a observar detenidamente los fenómenos médicos y a meditar los procesos y etiologías para llegar a conocimientos certeros, como lo exige y predica la Medicina de la Evidencia. La Medicina de la Evidencia es un formidable instrumento que surge de la metodología semiológica para asegurar que un diagnóstico y una etiología sean certeros. La certeza es necesaria no sólo para el médico común (porque le asegura un tratamiento y un pronóstico mejor) sino que se transforma en imprescindible cuando opera la Medicina Legal. Esta ciencia básica para las lites (juicios), necesita emitir conceptos claros sobre causa (etiología) y diagnósticos certeros de lesiones. Por eso, la Medicina Legal debe complementarse con la 1 cardiólogo docente de la Facultad de Medicina de Harvard y presidente del Instituto Mente-Cuerpo de Boston, Benson Herbert - EL EFECTO MENTE CUERPO: LA MEDICINA DE LA CONDUCTUAL, UN CAMINO PARA MEJORAR SU SALUD. Barcelona. Grijalbo, 1980. 2 codirector del Grupo de Asesores sobre Intervenciones Mente/Cuerpo de la Oficina de Medicina Alternativa de los Institutos Nacionales de salud de Estados Unidos. Larry Dossey - LA ORACIÓN ES UNA BUENA MEDICINA (Prayer Is Good Medicine), Obelisco Ediciones, 1999 3 Profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Georgetown, es director de un Centro para el Tratamiento de la Artritis y del Dolor, en Clearwater (Florida, EE.UU.). Dale A. Matthews y Connie Clark - THE FAITH FACTOR. PROOF OF THE HEALING POWER OF PRAYER. Editorial: Penguin Group US, 1999 11 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Medicina de la Evidencia para que ambas esclarezcan los conflictos legales de daños corporales, especialmente en lo relativo a la Medicina Laboral o en lo forense. Los médicos yerran en sus diagnósticos y factores etiológicos por no aplicar una correcta semiología, por manejarse con mitos médicos y por analizar inadecuadamente los antecedentes de una afección para conocer cuál es la incidencia en el cuerpo humano. Veamos algunos de estos mitos hoy vigentes. Entre los mitos médicos más comunes están presentes la edad, la diátesis personal, la predisposición familiar, “lo genético”, el sexo, etc. Hay patologías muy discutidas como la artrosis y la hernia de disco. No es lo mismo una artrosis en una persona de alta edad que no ha trabajado, que en un trabajador que realizó durante años esfuerzos articulares repetitivos. La artrosis (denominada equívocamente fisiológica porque es generalizada y afecta después de los 70 u 80 años) generalmente es indolora4 y suele ser un hallazgo de los denominados catastrales (aparecen en las radiografías en forma azarosa pues no se investigaba artrosis). Se encuentran en personas que no han usado en forma extrema sus articulaciones. En cambio la artrosis de una persona mayor de 50 años que ha trabajado mucho, es siempre dolorosa y afecta más a las articulaciones usadas en el trabajo. Esta simple diferencia, ignorada por los médicos, es lo que marca para solucionar el conflicto que se establece cuando hay que dictaminar sobre una artrosis en un trabajador de edad avanzada. La tendencia actual es decir que se debe a la edad y rechazar sin más, la causa traumática del sobreuso (abuso) articular realizado mientras se ha vivido o trabajado. El dictamen se basa en la edad del paciente y en la supuesta imposibilidad de saber cómo y cuándo desarrolla su artrosis. El médico, en este caso, descalifica todos los antecedentes que suelen presentarse como pruebas como es el tipo de trabajo que el actor realiza y el tiempo que lo estuvo llevando a cabo. Además, pone en evidencia que parece ignorar que la edad no es factor etiológico probado, sino factor denominado de riesgo de aparición. El mito de la artrosis y la hernia de disco producida por la edad, aparece en un estudio noruego. El concepto de “enfermedad degenerativa” surge en 1950 por publicaciones realizadas en el Acta Ortopédica Scandinávica, iniciadas por los trabajos de los investigadores Hansen5 y Olsson.6 Estos investigadores trabajaron sobre la columna vertebral de perros, la cual tiene 7 vértebras lumbares, en lugar de las 5 que tiene el hombre. En una población de perros de corta estatura (como los vulgarmente denominados “salchichas”) encontraron degeneración discal en el segundo año de vida, mientras que en perros de mayor estatura, la degeneración discal se presentaba a mayor edad, entre los 8 a 10 años de edad. En los perros de corta estatura, a los 4 Borrachero del Campo, PATHOS (7) Artrosis 1:16, España, 1986. Digo que se considera fisiológica en términos equívocos, porque en realidad todo cuerpo humano realiza muchos esfuerzos articulares normales aunque no sean laborales y, naturalmente, esos movimientos normales repetidos afectan con el correr del tiempo a todas las articulaciones. En la vejez influye mucho el estado osteomuscular, es decir si los músculos trabajan correctamente o los huesos tienen suficiente tenor de calcio. El desgaste de una articulación que lleva a la artrosis, produce deformación ósea subyacente en un hueso debilitado. 5 Hansen, H. J. – A PATHOLOGIC-ANATOMICAL INTERPRETATION OF DISC DEGENERATION IN DOGS, Acta orthop. Scand., 20: 280, 1951 6 Olsson, L. E – OBSERVATIONS CONCERNING DISC FENETRATION IN DOGS, Acta orthop. Scand., 20: 349, 1951 12 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA cuales estos autores denominaron “razas condrodistróficas” presentaba una degeneración discal que llamó “enfermedad sistémica discal” precedida por una metamorfosis condroide del núcleo pulposo distribuida uniformemente en toda la columna. El 75% de los perros de esta raza presenten al año de edad una transformación de todos los núcleos pulposos en tejido condroide hialino y un alto porcentaje de estos núcleos presentaba degeneración calcificada. A esto se le llamó degeneración tipo 1. En las razas de alta estatura y presentación tardía de la degeneración discal, más común en el pastor alemán, la degeneración del núcleo pulposo es del tipo fibroso, más que del tipo condroide. En este caso le llamaron degeneración discal tipo II. Es de notar que el trabajo de Hansen se titula como “interpretación de la degeneración del disco en perros”,7 es decir, queda bien establecido que es una mera interpretación y no algo comprobado tal cual y que es exclusivo de perros. No obstante esta teoría es abonada después por otros estudios interpretativos y no probatorios. Es común en las ciencias médicas formular hipótesis sobre los mecanismos etiopatogénicos cuando no se conocen los mismos. Generalmente, estas hipótesis se basan en analogías con otros experimentos ciertos, usando el principio de que “una verdad a medias, es una verdad creída cierta”. La idea de “diátesis”, “predisposición”, “genético”, etc. ha servido para explicar muchas anormalidades, pero no siempre eran fundadas en experimentos ciertos y comprobados, sino en meras creencias o hipótesis por extensión, traspasación o analogías de conceptos y fenómenos repetidos sin fundamentos en muchos libros médicos, especialmente en la escuela médica anglosajona. Las neurociencias y la biología molecular genética han cambiado todos los parámetros y conceptos y hoy no es fácil emitir teorías en el aire o por suposiciones o comparadas con fenómenos en animales. Con criterio, muchos estudiosos han preferido la vía de la autopsia en humanos para probar y comprobar la etiología de lesiones anatómicas hasta ahora desconocidas. Esta metodología aclaró mucho las lesiones cerebrales postraumáticas y, en especial, las lesiones vertebrales y de discos intervertebrales. La génesis de las discopatías y la artrosis fue explicada, debida a las similitudes de las lesiones detectadas por la bioquímica a nivel microscópico, por muchas experiencias comprobadas debidamente en humanos y por las halladas e interpretadas en los animales, particularmente el perro. Pero la realidad es otra muy distinta para una columna vertebral de cuadrúpedo y la de un bípedo. Empero, ambas sufren por la misma causa: las posturas adoptadas y los esfuerzos realizados, a los que suman los macro o microtraumatismos, es decir, causas meramente mecánicas, más que idiopáticas, congénitas, genéticas,8 errores metabólicos, etc. Además, por la naturaleza tisular, hay una coincidencia grandes entre el proceso degenerativo de las articulaciones y de los discos intervertebrales. Discopatías y artrosis han compartido los mismos sinsabores de la investigación médica para arribar a conclusiones ciertas. Una cosa queda bien clara: no hay enfermedad degenerativa propiamente dicha en los casos que la degeneración surge de un traumatismo o uso abusivo de un órgano, sino proceso 7 Interpretan que las degeneraciones encontradas en los perros se debía a la edad, siendo ésta la causa de la degeneración 8 Los términos idiopático, congénito y genético no comprobados son entelequias 13 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA degenerativo en curso. Hoy, la ciencia médica, respaldada en investigaciones multicéntricas ciertas y no especulativas, con estudios prospectivos y seguidos paso a paso en cada proceso, ha demostrado que el uso mecánico de las articulaciones es la causa principal de su desgaste y patología, más que otros factores genéticos o congénitos o de predisposición familiar. El trabajo y el deporte son las principales actividades que afectan a las articulaciones y a los discos intervertebrales y le siguen los traumatismos (macro y microtraumatismos). Los microtraumatismos dejaron de ser una entelequia para ser una entidad médica cierta, a pesar de la oposición de muchos médicos a admitir la existencia del microtraumatismo. Ahora ya es un agente traumático reconocido por la medicina y la ley. No hay una enfermedad degenerativa como entidad médica nosológica independiente, en la artrosis y en una hernia discal. La enfermedad degenerativa generada en patologías como la hernia de disco y la artrosis, es cuando un proceso degenerativo originado por causas mecánicas o traumáticas se cronifica. El problema está en definir que es enfermedad degenerativa. La degeneración significa “deterioro”, “transformación de una forma superior a otra inferior, especialmente, cambio de un tejido a otra forma inferior o de menor o nula actividad funcional” (Diccionario Médico Dorland) “alteración de los tejidos o elementos anatómicos con cambios químicos de la sustancia constituyente y pérdida de los caracteres esenciales y funciones” (Diccionario Médico Salvat 2ª edición). Ningún diccionario médico define que es “enfermedad degenerativa”. Los libros médicos, en general, tampoco definen que es una enfermedad degenerativa y sólo se limitan a considerar enfermedades degenerativas a la artrosis, Alzheimer, Parkinson, artritis etc. Muchos hablan de la enfermedad degenerativa del disco intervertebral pero no citan los trabajos científicos que acreditan la existencia de tal enfermedad, sino que por mera traspolación (traspasación) de conceptos originados en otras degeneraciones se presupone una enfermedad degenerativa del disco, siempre sacando conclusiones retrospectivas (una vez que se diagnostica específicamente la discopatía), pero nunca con casos prospectivos (estudios anteriores a la manifestación de dicha discopatía). Algunos autores han propuesto llamar enfermedad degenerativa a “un desequilibrio en los mecanismos de regeneración, que en no se debe fundamentalmente a factores psicosomáticos o físicos externos que ocasionen falla de regeneración (aplasia) o exceso descontrolado de regeneración (neoplasia). Se originan por la alteración anatómica y funcional de los tejidos de cualquier órgano, aparato, o sistema. Pueden afectar a los huesos, al cerebro, al sistema nervioso, al metabolismo, etc. y también a las articulaciones. Es común en las articulaciones influyan principalmente el antecedente de trabajos penosos o traumatismos” (Slide Share, Internet, 2010) Esta definición es errónea porque involucra a los traumatismos y trabajo penoso como antecedentes pero no como causa del proceso degenerativo, aunque al comienzo de la definición incluye a etiologías por factores físicos externos. En este caso, si la definición es interpretada como que una enfermedad degenerativa es también causada (no influenciada) por factores físicos externos como traumas y trabajos penosos, estaríamos en un concepto correcto. 14 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Pero presuponer que los factores físicos externos no son causa sino factores desencadenantes, de riesgos o predisponentes, es un error de concepto que involucra la creencia de la una enfermedad degenerativa preexistente. Es error porque tal evento no está probado científicamente con un claro estudio prospectivo que demuestre la existencia previa cierta de la degeneración. Para mí lo correcto sería separar el término “enfermedad degenerativa” del término “proceso degenerativo postraumático” reservando el primero para las enfermedades específicas que producen transformación de un tejido normal en otro enfermo que altera la función normal de un órgano o una articulación. Es el caso de las enfermedades reumáticas como la artritis reumatoide, la dermatomiositis, escleroderma, polimiositis, vasculitis sistémicas, enfermedad mixta del tejido conectivo, fiebre reumática y todas las enfermedades del tejido conectivo de causas no traumáticas, degeneración albuminoide, amiloidea, adiposa, etc. En cambio la detección de un proceso degenerativo en un órgano o articulación sometida a traumas de cualquier naturaleza o a un abuso (sobreuso) repetido no debe declararse como enfermedad degenerativa sin la previa aclaración científica (no especulativa) de su etiología y cronicidad. La falta de precisión etiológica conlleva el error grosero de confundir una enfermedad degenerativa propiamente dicha, con el proceso degenerativo que desencadena las causas mecánicas mencionadas (traumas, sobreuso) y se tilda de enfermedad degenerativa a una dolencia a la cual se le niega la causa mecánica para pretender que su causa es la misma que la de una degeneración amiloidea, adiposa, una enfermedad reumatoide, etc. En esta situación, el uso indebido del término “enfermedad degenerativa” (demuestra en primer lugar que el médico que así lo estima está ignorando el significado etiológico y etimológico del concepto “enfermedad degenerativa”) ha causado mucho daño porque no sólo no le permite al médico considerar las verdades causas de una patología, sino que la idea equívoca no permite practicar la prevención ni el tratamiento correcto. En causas más sutiles como es el de la Medicina Legal en que un diagnóstico o un concepto etiológico perjudica a los litigantes de un juicio, el mito médico provoca el daño jurídico irreparable como es negar la justa indemnización de un daño anatomofuncional provocado por un accidente o en ocasión del trabajo o del deporte. He traído a colación esta larga digresión sobre mitos médicos, con ejemplos muy puntuales, para demostrar como la ciencia médica crea sus propios mitos y los repite, a veces siglos, para cubrir el vacío de la ignorancia de un fenómeno médico. Sé que alguien puede pensar que no hay mucha relación entre un hecho científico concreto y el concepto filosófico, pero para filosofar sobre la ciencia médica, hay que conocer sus falencias y sus aciertos para conocer hasta donde es posible la exactitud científica y cuáles son las probabilidades cierta de fallas verdaderas. He descrito el mito médico en detalle, pues de otra forma es inadvertido tanto para el médico como para el lego en medicina. Lo malo que cuando el mito es repetido y transmitido por médicos que se consideran maestros rectores en la enseñanza de la medicina, el mito adquiere la categoría de conocimiento médico científico cierto. Esta faceta mítica de la medicina es útil saberla porque ayuda a conocer mejor la esencia de la actual ciencia médica. Pero la faceta mítica de la medicina no sólo se hace patente en consideración de la etiología de 15 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA procesos patológicos, sino que incluso llega al plano de las definiciones que deberían ser consideradas como rectoras para comprender el sentido de la medicina. Si uno pretende encontrar definiciones concretas de valor científico universal como es, por ejemplo, la definición de qué es “enfermedad”, se encontrará con la sorpresa de que muchas definiciones denotativas (las de los diccionarios) no concuerdan con las connotativas (las definiciones personales de autores o investigadores médicos) y crean conceptos muy polémicos o generan criterios no adecuados para un concepto de “enfermedad”. La falta de consenso o las discordancias groseras desilusionan a muchos filósofos o autores médicos que terminan por caer en el descreimiento de la existencia real de un ente “enfermedad” para aceptar que estos términos son meras abstracciones mentales sin expresión objetiva en la realidad. Como todo extremismo o exageración, cae una relatividad errónea cuando duda de la existencia de la enfermedad, puesto que el fenómeno de “hombre enfermo” es real y existe. El problema dialéctico o semántico no debe perder de vista este hecho o factum para llegar a dudar de él, o lo peor, negarlo. En este tópico relativo a los mitos médicos, cobra relevancia lo postulado por Descartes en su regla II del DISCURSO DEL METODO: “solamente hemos de ocuparnos de aquellos objetos para cuyo conocimiento cierto e indudable parecen ser suficientes nuestras mentes”. Al extenderse sobre el sentido de la regla, Descartes escribe cosas que pueden aplicarse estrictamente al problema del mito médico. A fin de no apropiarme de las ideas cartesianas me veo obligado a transcribir literalmente el escrito: “Toda ciencia es un conocimiento cierto y evidente. Un hombre que duda de muchas cosas no es más sabio que el que nunca ha pensado en ellas; incluso lo es menos que este último si se ha formado sobre algunas de ellas una opinión falsa. Y por ello vale más no estudiar nunca que dedicarse a temas hasta tal punto difíciles que, al no ser posible distinguir lo verdadero de lo falso, se vea uno forzado a admitir como cierto lo que es dudoso, pues en tal caso no hay tanta esperanza de aumentar la instrucción de uno cuanto peligro de disminuirla. Así pues, por medio de esta proposición rechazamos todos los conocimientos que no son más que probables y declaramos que no hay que dar crédito más que a lo que es perfectamente conocido y a aquello de que no se puede dudar. Los eruditos tal vez se convenzan a sí mismos de que son muy pocos los conocimientos de esta clase, porque un defecto muy común al género humano les ha hecho descuidar el prestarle su atenta reflexión, como si fueran demasiados fáciles y demasiado al alcance de todo el mundo. Mi opinión, sin embargo, es que tales conocimientos son mucho más numerosos de lo que ellos piensan y bastan así para demostrar de una manera ciertas innumerables proposiciones, sobre las cuales no se han podido razonar hasta el momento más que de una manera probable. Por haber considerado indigno de un hombre erudito el confesar que ignora algo, se han habituado de tal manera a disfrazar sus razones ficticias que al final han acabado por convencerse a sí mismos de ellas y después de ello las han hecho valer como verdaderas”. He citado este texto cartesiano pero lo hago con la aclaración de las evidentes salvedades que el mismo merece, pues indudablemente fueron realizadas para cuestiones generales. Pero si se asimilan al tópico específico de los mitos 16 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA médicos, de las meditaciones cartesianas se pueden extraer conclusiones muy válidas para la ciencia médica. Es verdad que el conocimiento a fondo de todos los datos médicos conocidos es “misión imposible” para un solo médico, pero un colega mío sentenció muy acertadamente: “No hay ningún tema médico que no esté tratado en algún libro o estudio. Lo difícil es obtener esas fuentes. Cuando se plantea un dilema en medicina es porque una de las partes no ha recibido la información pertinente o no cree en ella por un mero relativismo infundado o la persistencia de un prejuicio”. La experiencia y la preocupación de ampliar mi biblioteca y los medios de obtener datos, han confirmado completamente la razonabilidad de los asertos de ese colega. Cabe analizar otro tema más en lo relativo a las ciencias médicas, al cual recurriré repetidamente en este trabajo. El hombre, en su doble naturaleza de ser animal y ser racional, enferma de un modo distinto al de los otros seres vivientes y “vive” su enfermedad también con sentimientos diferentes. Este fenómeno, advertido por la antropología filosófica, determina otro fenómeno a considerar desde un pensamiento crítico distinto y nuevo: la medicina antropológica. Como lo he mostrado en este muy breve pantallazo general sobre ciertas facetas y cuestiones de las ciencias médicas, un pensar filosófico obliga a tener en cuenta los detalles o partes del problema médico, para poder apuntar a un todo que esas partes constituyen. Para que ese todo sea armónico y se ajuste a su verdadera naturaleza, escapando de los equívocos en que es pasible que se sumerja, es necesario, entonces, un correcto pensar lo que significa, como lo repetiré mucho, repensar la medicina en todo lo que le es explícito e implícito. Quizás muchos lectores pensarán que este parágrafo presente es una especie de ensalada que introduce demasiados elementos aparentemente desconectados con el planteo filosófico, pero era necesario conocer aspectos de las ciencias médicas que muchos desconocen, incluso los propios médicos. Creo que el filosofar exige un conocimiento acabado del factum pues de otro modo, toda filosofía no será la adecuada sino abarca o engloba todo el problema sino sólo partes de ese problema o del factum. Toda filosofía correcta contiene lo formal y lo esencial para distinguir entre ellos, del mismo modo que lo aspectual de lo global. Finalmente debo señalar que la ciencia médica, como todas las ciencias en general, aportan un conocimiento obtenido desde un punto de vista determinado, lo que concluye siendo un pensamiento aspectual y no un pensamiento englobador. Para acercarse a un concepto filosófico de la ciencia médica es menester tratar antes la forma de pensar de la ciencia médica en particular como parte de la ciencia en general. Empezaré por el sentido de la ciencia médica para analizar luego lo aspectual. 17 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA I CIENCIA Y SENTIDO n alguna medida, buscar una filosofía de una cosa o ente es, en cierto modo, indagar sobre su esencia y sentido. Por eso creo insoslayable iniciar este trabajo con una exploración de la esencia y el sentido de la ciencia en general, para luego abordar a la ciencia médica en particular. Comenzaré por abordar la cuestión del sentido de la ciencia médica. E “Aún cuando la ciencia y la tecnología pudieran emplearse como medios para alcanzar un fin, el sentido del resultado dependerá siempre de si los fines para cuya consecución se usan son buenos. Pero la decisión sobre el sentido de los objetivos escapa al área de la ciencia y la tecnología. Si no queremos marchar totalmente a la deriva, esa decisión debe tomarse desde un punto de vista que permita dirigir la mirada al hombre en su conjunto y al conjunto de su realidad, y no meramente a un pequeño segmento de ésta” (Werner Heisenberg).9 Es evidente que la afirmación sensata de Heisenberg encierra en sí la imposibilidad absoluta de la ciencia, y como parte de ella la tecnología, de abarcar una realidad por completo, puesto que la ciencia es siempre un punto de vista muy concreto y limitado de la realidad, es, al decir de Heinsenberg de “un pequeño segmento de ésta”. Otro concepto importante de la aseveración de Heisenberg es que la ciencia, por sí misma, no puede fijar el “sentido de los objetivos” puesto que todo sentido está dentro de una valoración de la realidad y del hombre inmerso en esa realidad. Víctor Frankl10 postula que existe una voluntad de sentido que actúa como una fuerza primaria que busca el sentido de las cosas, especialmente el sentido de la vida y estima que esta voluntad de sentido no es “racionalización secundaria” originada en impulsos instintivos. No constituye un mecanismo de defensa ni formación de reacciones, ni principio de fe, sino que es una cuestión de hechos concretos. Por lo tanto, esta voluntad de sentido no es un impulso moral ni un impulso religioso, sino un impulso vital o esencial del hombre. Por lo tanto, no es un invento de la conciencia del hombre, sino un sentimiento inherente. En lo relativo al sentido de la vida, Frankl dice del suprasentido que opera como una fuerza que “excede y sobrepasa la capacidad intelectual del hombre… Lo que se le pide al 9 Autor de la teoría cuántica matricial, del principio de incertidumbre y de otras teorías físicas modernas (Werner Heisenberg – FISICA Y FILOSOFÍA Y FILOSOFÍA, Ediciones La Isla, Bs. As. 1959) 10 Víctor Frankl – EL HOMBRE EN BUSCA DE SU SENTIDO 18 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA hombre no es, como predican muchos filósofos existenciales, que soporte la insensatez de la vida, sino más bien que asuma racionalmente su propia capacidad para aprehender toda la sensatez incondicional de esa vida”. Esta búsqueda de sentido que el hombre naturalmente ejerce y que Frankl había denominado como la voluntad de sentido, es una cuestión de hecho y no de fe. Es decir, algo que concretamente existe, se crea o no en esta voluntad. Una cosa “sin sentido” para el hombre es como si no existiera, es una nada. El animal, que supuestamente vive sin buscar el sentido de las cosas, habita un lugar asignando a los objetos y sensaciones que en ese ámbito se dan, el papel de cosas meramente estimúlicas (estimuladoras de los sentidos). Vivir en el mundo, para Chopra, es aprender a ser un pontífice de uno mismo. Es aprender a llevar al interior a nuestro exterior, como una especie de puente que une a ambos. Puedo por un instante salir de mi interior pero sigo unido a él por el puente que me permite, como un cordón umbilical, estar fuera pero sin salir del todo de adentro. Desde mi yo me proyecto a otros pero sin abandonar mi mismidad. Esta particular situación misteriosa, es la que llevó a algunos religiosos a pensar que la inexistencia es la verdadera forma de ser y vivir. Esto es: para conocer al mundo debo hacer una extrospección pero esa inspección exterior la hago desde dentro de mí.11 No salgo con todo afuera para pegarme a un solo objeto. Esta actitud de ver desde adentro hacia fuera es la sabiduría que hace a la esencia del hombre y le permite “proyectar” su interior intelectivo, afectivo y volitivo (su espíritu), hacia su exterior. Pero sólo eso: lo proyecta sin abandonarlo. No pierde su humanidad. En cambio, el científico hace todo lo contrario: sale completamente de su interior para quedarse definitivamente en el exterior, fundido con el objeto a fin de llegar a conocerlo. He ahí su error: sólo podrá fijarse en una parte única del objeto sin obtener el todo. Queda con la visión de una parte, de un aspecto (visión aspectual). Sabrá mucho de esa cosa y esto lo hace erudito. Pero no sabrá nada del todo y esto le hace perder la sabiduría. Sabio es el que puede tener y mantener una visión del todo (cosmovisión), ubicando a cada parte de ese todo. Hace síntesis. El científico o erudito hace análisis. Y cuando hace síntesis, reconstruye el todo como un hato de partes. Pero al romper el todo en partes, sólo puede conocer un costado de cada parte y por esta razón no puede armar el rompecabezas del todo, con la misma armonía y equilibrio que ese todo tenía antes de ser particularizado (hecho partes). El sabio ve al todo y aprende a descubrir sus aspectos o partes pero sin un análisis particular sino con un abarcamiento global del todo. El todo es el completo horizonte de su contemplación, 11 El hombre es pontífice porque establece un puente desde adentro hacia fuera (extrospección) y puede viajar dentro de sí mismo (introspección). Es también un puente porque introyecta (proyecta hacia dentro) los extrospeccionado y lo devuelve afuera como pensamiento trascendental (primera trascendencia) 19 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA mientras que la observación de partes por separado, como sucede en la ciencia, constituye horizontes parciales y sucesivos. De ese modo, vista una parte, un horizonte en particular, una vez superado debe buscarse el que sigue, la parte que continúa y esto nunca acaba. En esta concepción, el todo se vuelve aparentemente un concepto inabarcable e inalcanzable. La visión interior, desde dentro del todo no integra al mismo como formado de partes, sino que se abarca como inmensidad. Es lo que da el saber intuitivo y misterioso, milagroso. Es una forma de existir inexistiendo12 (no se considera acá al existir de la misma forma que lo hace el existencialismo). Algunos encuentran la unidad al integrarse al todo, con el cosmos y el caos (y esto los aleja de la angustia del existir y de la nada mundana), al imbuirse de un sentimiento religioso de fe en Dios (fe religiosa). Otros piensan que la unidad está en el hombre mismo y para ello deben concentrarse en sí mismo y no multiplicarse. Es lo que predomina en las doctrinas orientales que profesan el aislamiento social. El hombre tiene una misma esencia, un mismo espíritu, un mismo universo, un mismo todo, una misma universalidad. No puede haber diferencia en lo absoluto. Sólo cuando se cae en la relatividad se encuentran diferencias y disenso. Lo absoluto es siempre consenso. La perfección es consenso absoluto entre uno mismo y el universo. Debemos aprender a distinguir entre esencia y forma, pues detenernos sólo en las formas nos aleja de la esencia. Esto es una verdad filosófica tan trillada que resulta de Perogrullo. El todo, lo absoluto, la perfección, la verdad, la felicidad es el encuentro y conocimiento de la esencia. Lo falso, el sufrimiento, la imperfección está en la formalidad, en la modalidad o moda (mero conocimiento de las formas y modos). El que tiene su espíritu pleno no tiene vacíos. El que necesita de lo exterior para llenarse, sobre todo llenarse externamente, es porque tiene un vacío espiritual (vacío interior) que vive con la temporalidad. El que tiene plenitud espiritual no tiene necesidades mundanas ni necesita llenarse de objetos exteriores. Su única necesidad es no perder el encuentro consigo mismo, ni su plenitud interior. Cada día debe alimentar esa espiritualidad, la cual siempre es posible de ser más y más. El vacío espiritual también cada día necesitará tener más, pero ese más sólo serán cosas y objetos. Posesiones temporales. La moda. Con lo cual, cada vez que logre tener más, en realidad tendrá menos. Tendrá más cosas y menos espiritualidad. Tendrá más y será menos. Ser más, o menos, no tiene nada que ver con la temporalidad, estrictamente, sino con la espiritualidad. Tener muchos bienes materiales puede llevarnos, y realmente nos lleva, a ser menos en lo espiritual. La posesión de riquezas nos hace sentir menos plenos. Esto, de algún modo, lo predicó Jesús (al que cito en forma independiente de la religión y sólo sobre la base de sus meras ideas objetivas). En alguna medida, es lo que ocurre mucho con la ciencia médica que cada vez llena 12 Alcanza el conocimiento sin salir de su mismidad o sistencia (sí mismo) 20 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA más volúmenes, pero en la práctica sólo triunfan muy pocos de todo el universo del conocimiento médico científico actual. Contrariamente, quien cultiva sólo lo espiritual nunca tendrá bienes materiales, pero siempre tenderá a ser más profundo en el curso de su vida. Su riqueza será mayor a la de cualquier otro hombre con bienes pero desespiritualizado. Descartes, en su DISCURSO DEL METODO, describe reglas morales que él considera necesarias para el encausamiento de la dirección de la mente en el pensamiento. En su tercera regla coincide con mi opinión cuando dice: “Confieso, no obstante, que es necesario un largo ejercicio y una meditación frecuentemente reiterada para acostumbrarse a mirar las cosas desde este punto de vista, y creo que es en esto, principalmente en lo que consiste el secreto de aquellos filósofos que, en otro tiempo, pudieron sustraerse al imperio de la Fortuna y, a pesar de los dolores y de la pobreza, rivalizar con sus dioses en la posesión de la felicidad; porque, ocupándose sin cesar en considerar los límites que les eran prescritos por la Naturaleza, se persuadían tan perfectamente de que nada estaba en su poder más que sus pensamiento, que esto sólo les bastaba para impedirles tener afección alguna por las demás cosas; y disponían de ellos tan absolutamente que tenían alguna razón en estimarse más ricos y poderosos, más libre y felices, que ninguno de los demás hombres, quienes, no poseyendo esta filosofía, por muy favorecidos de la Naturaleza y de la fortuna que pueden ser, nunca disponen de aquel modo de todo lo que desean”. Para encontrar un sentido de la ciencia humana, primero debe hallarse un sentido de la existencia del hombre. De otro modo, no habrá un sentido en la obra humana, si no se conoce el sentido de la propia existencia del hombre. El hombre, para existir, necesita comprender su existencia, encontrarle un sentido. Según Heidegger, sentido es aquello en que se funda la comprensibilidad de algo, sin presentarse ello mismo a la vista expresa y temáticamente. Al encontrar el sentido de su existencia, le acucia la necesidad de poder desarrollar su ser, de un “poder ser” y para esto necesita fundar un proyecto existencial. Por esta razón Heidegger sostiene que “Sentido significa el “aquello sobre el fondo de lo cual” de la proyección primaria partiendo de la cual puede concebirse la posibilidad de algo en cuanto es aquello que es. El proyectar abre posibilidades, es decir, aquello que “hace posible”. Poner de manifiesto el “aquello sobre el fondo de lo cual” de una proyección quiere decir abrir aquello que hace posible lo proyectado. Este poner de manifiesto requiere metodológicamente proseguir la proyección que sirve de base a una interpretación y que no está expresa las más de las veces, de tal manera que lo proyectado en el proyectar resulte abierto y apresable bajo el punto de vista de su “aquello sobre el fondo de lo cual”. Para poder existir (poder ser), el hombre necesita abrirse al mundo (ser abierto) donde está arrojado (yecto) y para poder encontrarse con sí-mismo, ser-sí-mismo, necesita avanzar, 21 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA trascender y es ahí donde juega el proyecto.13 Si queda simplemente en el estado de “estar ahí” sin “ser ahí” (estar en una posición y quedarse en ella) queda caído en una cotidianidad donde no se encuentra a sí mismo y no puede resolver el “ser ahí”, en el mundo. El ser en el mundo le impide ser sí mismo pues no está concentrado en sí sino en lo que ocurre a él mientras vive fuera de sí en el mundo del sentido que él se ha creado. Para debe instaurar su propio mundo y lo hace sin el sentido correcto. No trasciende y queda “caído” extrañado de sí mismo (abyecto). Por eso, el sentido de su existencia le absuelve de quedar caído o abyecto. Heidegger aclara: “cuando decimos que un ente “tiene sentido”, esto significa que se ha vuelto accesible en su ser, que es lo primero de todo que, proyectado sobre su “aquello sobre el fondo de lo cual”, tiene sentido propiamente. Un ente sólo “tiene” sentido porque abierto por adelantado como ser, resulta comprensible en la proyección del ser... Existiendo se comprende a sí mismo, pero tal suerte, que ese comprender no representa un puro aprehender, sino que constituye el ser existencial del “poder-ser” fáctico” “Tomando, desde el punto de vista existenciario, formalmente, sin mencionar a cada nuevo paso el pleno contenido de su estructura, el “precursor estado de resuelto”, el “ser relativamente al” más peculiar y señalado “poder ser”. Cosa semejante sólo es posible si el “ser ahí” en general puede advenir a sí en su posibilidad más peculiar y en este “poder advenir a sí” mantiene la posibilidad como posibilidad, es decir, existe. El poder “advenir” a sí en la señalada posibilidad, manteniéndola, es el fenómeno original del “ad-venir”. Para poder profundizar más el sentido de “advenir”, Heidegger sigue explicando: “si es inherente al ser del “ser ahí” el propio o impropio “ser relativamente a la muerte”, éste a su vez sólo es posible como “advenidero”, en el sentido acabado de indicar y que se ha de determinar más todavía. “Advenir” no mienta (evoca) aquí un ahora que aún no se ha vuelto “real”, pero que llegará a ser, un buen día, sino el venir en que el “ser ahí” adviene a sí en su más peculiar “poder ser”. El “precursar” hace al “ser ahí” propiamente advenidero, pero de tal suerte que el mismo “precursar” sólo es posible en tanto que el “ser ahí”, en cuanto siendo en general, adviene a sí ya siempre, es decir, es advenidero en su ser en general”. El lenguaje de Heidegger es muy abstracto y exige un entrenamiento y concentración para abarcarlo y comprenderlo. Pero el sentido aproximado de la idea del filósofo sobre el término advenir no es el que el diccionario español (RAE) determina como “venir o llegar, suceder o sobrevenir”. La palabra, etimológicamente, proviene del latín advenire, el cual indicada “acercarse” Heidegger indica como advenir, el “acercamiento” del hombre a su propio ser, a su ser-sí-mismo, esto es, “llegar a su ser” pero para hacerlo obligadamente debe dejar que su ser se manifieste abiertamente (exista) y esto lo logrará en el “curso” de esa existencia. Pero puede advenir antelando esa existencia, como un “precursarla” y esto lo logra dando un sentido a la misma y antelando su curso mediante el proyecto. Es decir, yo puedo vivir mi vida pasivamente y dejar que, de acuerdo a las circunstancias, vaya tomando decisiones cotidianas. 13 Proyecto es “arrojado hacia delante”, en este caso “delante” es el futuro 22 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Esto me permite transitar mi vida en toda mi edad. Pero no me permite ordenarla, ponerle una meta y decidir una vocación. Las decisiones de un proyecto nacen en diferentes circunstancias, y muchas de ellas dependen de un período previo de vida, es decir, de transcurrir una infancia o una adolescencia, e incluso una adultez, que permitan construir un proyecto existencial. De ahí que el hombre adviene a su ser en cualquier momento de su existencia y lo puede hacer como un proyecto, o bien, comprendiéndose desde un pasado y visualizando un futuro. Por esto Heidegger dice: “tomar sobre sí el “estado de yecto” significa ser propiamente el “ser ahí” como en cada caso ya era. Pero el tomar sobre sí el “estado de yecto” sólo es posible si el “ser ahí” advenidero puede “ser” su más peculiar “como en cada caso ya era”, es decir, un “sido”. Sólo en tanto el “ser ahí” en general “es” en el sentido de “yo soy sido” puede advenir a sí mismo en el advenir retroviniendo. Propiamente advenidero, es el “ser ahí” propiamente sido”. En modo superficial y muy grueso, estas palabras de Heidegger parecen indicar que el hombre nace en un estado determinado en el cual está inmerso y es el “estado de yecto” (caído). Por lo tanto así (en estado de caído) podrá ser de raza negra o blanca (o cualquier etnia), pobre, analfabeto o erudito, un alfeñique o un hombre de un físico privilegiado, con una gran riqueza y una amplia cultura. Es decir, está caído en el mundo en que nace y se cría dentro de un determinado estado personal y social. Haré una pequeña digresión para considerar que un médico o un investigador médico está en “estado de yecto” cuando pasiva y superficialmente, practica y trata a la ciencia médica, más en forma mítica que filosófica. Es decir, actúa como autómata y no como ser pensante. Queda enquistado en la comodidad de aceptar “lo que se hace” y no en el esfuerzo de “lo que corresponde hacer”. Vive en estado de inautenticidad sin preocuparse por lo auténtico, lo que constituye un fenómeno frecuente en la actual realidad de la ciencia médica. Cuando el “caído en el mundo” pretenda encontrarse a sí mismo, ocuparse para conocer su ser, necesariamente deberá “acercarse” al mismo en forma retrospectiva, esto es, desde el “haber sido” o “como en cada caso ya era”, esto es, un “yo soy sido” (me doy cuento de lo que soy a medida que lo he ido siendo). Esto lo llama Heidegger “advenir retroviniendo” y este discurrir es lo que, en cierto modo, sería un “volver al pasado” en el sentido que hoy tiene esta palabra, para proyectarse al futuro. Barylko interpreta a esto como “mira para atrás. Recorre tu vida. Lo verás”.14 Pero, en el fondo de la cuestión, en el hombre no son sus condiciones eventuales de su “ser ahí” en un momento determinado de su vida o su existencia, sino la consideración estricta de su ser íntimo, de la “verdad” de su propio ser, de su esencia como hombre y no como individuo inmerso en un medio o mundo particular. Esto logra comprenderlo con “las cosas que le van ocurriendo”. 14 Jaime Barylko – SABIDURÍA DE LA VIDA, Emecé Editores, Bs. As., 2002 23 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Pero aunque este acercarse a sí mismo lo hace retrospectivamente, en el momento en que lo está haciendo, lo debe realizar frente a los entes que tiene en su entorno, los que se “presentan” en ese entorno (según Heidegger, “lo presente en el mundo circundante”).15 Luego, enfrentar la cuestión de advenir a sí mismo es hacerlo frente a los entes que se le presente en ese instante. Por lo tanto, el término presente significa “en el sentido de presentar”. Heidegger explica que “La temporalidad hace posible la unidad de la existencia, la facticidad y la caída. Estos elementos no están simplemente amontonados como tampoco la temporalidad misma, la que va “con el tiempo” componiéndose de advenir, sido y presente. La temporalidad no “es”, en general, un ente. No es, sino que “temporacía” (algo que palpa o percibe a medida que va transcurriendo el curso de la vida, el cual el hombre ha denominado como tiempo). Es decir, lo que se considera temporalidad en realidad es una acción continua que podría expresarse un verbo hipotético: temporaciar, esto es, hacer tiempo mientras se vive. Es lo que Heidegger llama temporacía a manera de conjugación de este supuesto verbo temporaciar) ¿Por qué, sin embargo, no podemos menos de decir: “la temporalidad „es‟ de tal o cual forma y sólo puede hacer comprensible por medio de la idea aclarada del ser y del “es” en general? La temporalidad temporacía, y temporacía posible modos de ella misma. Estos modos hacen posible la multiplicidad de los modos del ser del “ser ahí”, ante todo la posibilidad fundamente de la existencia propia e impropia”. Con estas aclaraciones, Heidegger deja definitivamente comprendido que la temporalidad no es algo objetivo ni subjetivo, no tiene entidad propia, sino es un fenómeno que depende de un todo del desarrollo del ser del hombre, de la manifestación de los modos de ser del mismo, los cuales marcarán los hechos de la temporalidad, “hará o hace el tiempo” (temporacía) y en este transcurrir se hace el ser y el tiempo y, de alguna manera, esto oficia como que el tiempo o temporalidad “se hace a sí misma” (La temporalidad temporacía, y temporacía posible modos de ella misma). Luego, más que entidad, la temporalidad es una cuestión abstracta directamente vinculada al ser del hombre. Sin el ser del hombre no hay temporalidad y esto es lo que ha llevado a ser considerada una nota fundamental del ser del hombre. Es, a la vez, el transcurrir de la existencia (cronos) y el desarrollo de la esencia (Kairos). En este fenómeno sui generis es donde nace la confusión del concepto de tiempo y temporalidad en la vulgaridad. En la idea filosófica, la cuestión es distinta según lo estructura Heidegger y la temporalidad no es algo sujeto a máquinas de medición ni puede ser representada por nada material. 15 Barylko explica el “mirar hacia atrás” como que “nadie el mosaico de la existencia en el cual está insertado, ni el significado de los sucesos. Hay éxitos que más valiera que no hubieran jamás acaecido: te alejaron de ti mismo. Hay fracasos que bien evaluados, te devolvieron o te introdujeron en situaciones supremamente valiosas” 24 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Heidegger considera que lo que más marca a la temporalidad humana es la muerte; y por esto considera que el ser humano es un “ser relativamente a la muerte”: “en semejante “ser relativamente a su fin” existe el “ser ahí” total y propiamente como el ente que puede ser “yecto en la muerte”. El “ser ahí” no tiene un fin al llegar al cual pura y simplemente cesa, sino que existe finitamente. El advenir propio que temporacía primariamente la temporalidad que constituye el sentido del “precursor estado de resuelto”, se desemboza con ello él mismo como finito. Pero ¿no “prosigue el tiempo”, a pesar del “ya no ser ahí” yo mismo? Y ¿No puede aún haber “en el advenir” y advenir desde él una infinidad de cosas? Estas preguntas deben responderse afirmativamente. A pesar de ello, no encierran objeción alguna contra la finitud de la temporalidad original porque, sencillamente, ya no tratan de ésta. La cuestión no es lo que pueda acaecer aún “en un tiempo que prosiga”, ni qué clase de “advenir a sí” pueda hacer frente “desde este tiempo”, sino cómo está constituido originalmente el “advenir a sí” mismo en cuanto tal. Su finitud no quiere decir primariamente un cesar, sino que es un carácter de la temporación misma... el carácter extático del advenir original reside justamente en que concluye el “poder ser”, es decir, es concluso él mismo y en cuanto tal hace posible la comprensión existencial resuelta del “no ser”. El “advenir a sí” propio y original es el sentido del existir en el “no ser”. En este texto, la muerte es el culmen de todas las posibilidades, las cuales se hacen reales sólo en el curso de la vida. Por eso Heidegger nos llama la atención sobre la finitud de la vida, para que considerando que “temporizamos” mientras vivimos pero ese “tiempo” se acaba con la muerte, que no es la simple aniquilación del cuerpo y del alma, sino que debe ser visto como una culminación de nuestras posibilidades. Por eso si miramos al futuro y sobre todo a nuestro destino de seres mortales (ser para la muerte), es ahí donde nace la preocupación por todo proyecto existencial, el cual parte de los proyectos cotidianos (trabajar, estudiar, etc.).16 Naturalmente, el proyecto cotidiano o el existencial tendrán lugar si damos un sentido a nuestra vida personal. Si no, estamos condenados a ser ab-yectos, o sea, vivir como vegetales empujados por la corriente, de la misma manera que una hormiga es gregaria en su comunidad o un borrego sigue a su manada, sin plantearse por qué procede así, o, si debiera proceder de otra forma. De lo relativo a la muerte nace el concepto de inmortalidad. Aunque etimológicamente esta palabra niega a la muerte pues se refiere a “lo que no muere”, tácitamente existe porque existe la muerte. Si no fuera así no se hablaría de inmortalidad. Por esta razón se dice que “el alma es inmortal” porque no puede morir. Si hablamos de muerte es porque ésta sucede a quien vive. Y no sé si es porque el hombre se “apega” a la vida por un sentimiento de placer o percibe 16 Es verdad que el juego de palabras que Heidegger emplea para analizar la temporalidad del hombre puede resultar redundante y poco inteligible sino se lee en forma concentrada lo que trata de decir. Una vez que se comprende su juego dialéctico, uno empatiza con el autor porque realmente dice su filosofía de un modo que la hace original y más asequible a la esencia de las cosas, en este caso, el tiempo humano. 25 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA la grandeza de su espíritu y piensa que el mismo no debe sucumbir, precisamente, por ser un fenómeno tan espectacular. De ahí que piensa en la inmortalidad como reencarnación o que el alma deja este mundo para subsistir en otro. Muchos subliman el problema y ven en la reproducción el flujo permanente e inacabable de la vida humana y en esto se “manifiesta” la eternidad, una especie de inmortalidad. La eternidad es que cada vez que muere un ser humano, nacen dos, o más, nuevos, lo que se hace patente en el crecimiento demográfico de la humanidad. Por eso Barilko refiere: “la inmortalidad es tiempo, sucesión de tiempos: la vida, la muerte, la inmortalidad”. En lo opuesto está la eternidad. La inmortalidad es la falta de temporalidad porque el inmortal vive para siempre. No tiene fin, aunque puede haber tenido un principio. La eternidad es intemporal. No tiene principio ni fin. Barylko la define como: “tiempo redondo, del tiempo no tiempo”. Esto significa que si bien la eternidad es ausencia de tiempo, precisamente por esa característica indirectamente se liga al tiempo, puesto que sin él no habría concepto de eternidad. La eternidad, aunque no es alcanzada para sí por el hombre como ser vivo, es factible que la roce en forma mística y eso la hace factible, según Barylko, aquí y ahora, como el tiempo sobre-saliente, ex – cepcional (kairos) que se alcanza en el éxtasis del misticismo. El estado de mortales o mortalidad nos lleva a concebir la inmortalidad. La trascendencia metafísica nos conduce a la eternidad. Vivir sabiendo que se va a morir nos produce desasosiego. El éxtasis místico nos da sosiego. En el transcurrir de la vida, el tiempo fluye “todo el tiempo”, según Barylko “la marcha es regular, sin distinciones, sin diferencias. Lo que fluye es igual a lo que fluye”. Así, todo es transitorio y el tiempo devora al tiempo y a la vida del hombre. En la existencia, el tiempo excepcional, el kairos, para Barylko es “el milagro ejercido en mi construcción del mismo”. Yo, personalmente, agregaría “la construcción de sí mismo” y esa trascendencia metafísica no fluye sino asciende en tiempo libre, en el ocio creativo que rebasa el tiempo natural medido. En la trascendencia no hay tiempo ni fluye el tiempo. Es intemporal e inespacial. Es puro kairos. Aunque no sea del todo comprensible, la temporalidad, ya sea como temporacía de Heidegger o como el “cronos” del almanaque, es precisamente lo que conlleva el cambio y el sentido de las ciencias. He realizado este largo análisis de temas muy abstractos pero que de alguna manera inciden en el sentido de la vida humana y en todas las actividades del hombre a lo largo de la historia de la humanidad. Este sentido comprende no sólo un pasado y un futuro, sino que abarca muy particularmente el presente, pues desde el hoy deberé enlazar todo el tiempo (pasado, presente y futuro) para comprender y dar sentido a toda la cultura humana, la obra total del hombre y de modo taxativo, a las ciencias humanas. El conocimiento científico en general y el médico en general es pasajero, es decir transitorio. Transita en el tiempo y cambia en su 26 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA desarrollo o devenir. Sin embargo el científico o el médico que transitan junto con el conocimiento, no siempre tienen conciencia de lo efímero del pasaje o tránsito porque no advienen avizorando el futuro de sus conocimientos actuales, ni toman en cuenta la experiencia (el pasado) que demuestra la fugacidad del conocimiento. Justamente, es ahí donde está el sentido del tiempo en la ciencia, otros de los componentes del sentido esencial de cada ciencia. Igualmente la vida cotidiana de todo hombre se desarrolla sobre la base de una temporalidad medida por el calendario y el reloj, pero cada instante consciente se mueve dentro de una temporalidad que nada tiene que ver con la cronometría mecánica, pues hay segundos que se viven como horas y horas que parecen segundos. Hay hechos que exigen meter una hora dentro de un segundo y otros que necesitan que un segundo valga como una hora. Muchos perciben que su día es tan pesado que se ha vivido como un siglo, mientras que otros piensan que un siglo vivido ha transcurrido como un día. Estas vivencias personales no tienen nada que ver ni con el reloj ni con el almanaque sino con la impresión subjetiva de cada persona en sí. El enfermo es un hombre que posee todas las alternativas de la temporalidad humana y conlleva el peso de la vida teniendo a la muerte como fantasma. Mientras que otros “saludables” creen que la muerte es patrimonio de otros y a ellos no le alcanzará. Son muy pocos los sanos y los enfermos que toman conciencia de la muerte como algo natural de la vida y que la vida tiene valor inagotable en el presente y no con lo pasado o lo que vendrá. De ese modo el presente es un puente valioso para apreciar todo lo precioso de una vida intensa la cual se corona con la muerte, siendo la muerte un corolario natural pero nunca la extinción total de algo que es y que puede seguir siendo aún después de muerto. He necesitado de esta larga digresión filosófica sobre el ser humano y su esencia en la existencia, la inexistencia, la temporalidad, la muerte, etc., para tener una idea más clara del difícil sentido de la esencia humana, lo que hace, asimismo, aún más difícil el sentido de toda ciencia. Pero más particularmente en la medicina, donde el médico vive más en función de lo temporal que de lo esencial. Retomando la idea de Heisenberg, hemos aclarado que la cuestión del sentido es más del espíritu y la filosofía que de la ciencia, aunque la epistemología intente dar una “filosofía de la ciencia” al constituir una “doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento científico”. Es obvio que la epistemología habla de “fundamentos” y “métodos” del “conocimiento científico” pero no del sentido de dicho conocimiento. La epistemología constituye otra ciencia por sólo ocuparse desde un punto de vista de lo que la ciencia es en sí. Mi idea es que al hablar de filosofía de la ciencia no es referirse a la problemática de la ciencia en abstracto, pues no tendría mucho sentido filosofar una abstracción. La ciencia, en concreto, es una disciplina que el hombre ha determinado para adquirir un conocimiento analítico primero y sintético después, de todos los entes que existen para determinar en ellos la verdad de algo. Pero la metafísica de la ciencia no es la misma que la de la filosofía ni la de la fe. El pensamiento científico 27 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA tradicionalmente ha desarrollado los principios de Roger Bacon17 en dirección a que la ciencia nace en la observación primero mediante el uso de instrumentos, de la experimentación después y de los conocimientos obtenidos se apela a la deducción e inducción para obtener un dato científico final. Reduce el método científico a dos grandes pasos: experiencia y razonamiento, creando la ciencia reduccionista o aspectual (Opus maius). Como consecuencia del “método científico” rutinario aparecieron las ciencias matemáticas, las biológicas (entre ellas la medicina), las fisicoquímicas, las tecnológicas, etc. La escolástica, del mismo modo que los antiguos griegos y latinos, intentó metodizar el pensamiento para dar reglas a un curso racional lo más correcto posible (lógica) y es el esfuerzo pionero de las “ciencias espirituales”. Sin embargo, a pesar del esfuerzo de los científicos de la humanidad precedente, no fue posible establecer reglas o métodos fijos e infalibles. El desarrollo del conocimiento científico desbordó muchos principios y leyes que los primeros científicos establecieron en la creencia de una cierta inmutabilidad de los procesos naturales. La profundización en la obtención de datos científicos, cada vez más profusa y paradójica, demostró que la ciencia no tiene reglas inmutables. Cada vez que se conoce mejor un fenómeno, cambia todo concepto previo del mismo. Einstein cambió las reglas fijas de las matemáticas euclidianas; el conocimiento de las subpartículas atómicas echa por tierra muchos conceptos prejuiciados sobre la esencia de la materia y la energía. La genómica funcional inyectó otros datos sobre el funcionamiento de los genes que altera fundamentalmente muchas de las ideas surgidas de las leyes de Mendel. Y así, sucesivamente, toda ley o conocimiento científico considerado en un momento de la historia como absoluto, con el transcurrir de las nuevas investigaciones, se vuelve totalmente relativo o equívoco, lo que hace temblar todo principio científico y la mentada “exactitud” de muchas ciencias. La “artificialización” mediante la ciencia Es evidente que toda ciencia tiene como objeto inmediato la naturaleza, entiendo por ella a lo que existe naturalmente en el universo. Pero hete aquí que tan ilustre idea conlleva un fin paradójico: para estudiar lo natural debe analizarlo, desmenuzarlo y convertirlo en algo distinto a lo que “naturalmente” fue. Esto es lo que siempre iteraré como la “artificialización de lo natural”. Es decir: hace el análisis de lo natural pero lo sintetiza artificialmente. El producto final de la ciencia deja su esencia natural, propia, para resultar una nueva entidad que si bien se basa en lo natural, cambia su esencia recreada por el método científico. Así resulta ser una obra del hombre y no de la naturaleza y en esto estriba su “artificialidad”. La creatividad humana es múltiple. Ergo: la creación científica del hombre también es múltiple. 17 Roger Bacon – OPUS MAIUS (Obra mayor); OPUS MINUS (Obra menor) y OPUS TERTIUM (Obra tercera) 28 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Sin embargo, veremos como a medida que la ciencia humana avanza, cambian sus métodos e instrumentos. Con los nuevos instrumentos, al decir de McLuhan,18 el hombre realiza una “extensión de sus sentidos” a modo de un zoom expansivo que le permite multiplicar sus sentidos al máximo. La tecnología le provee lentes maravillosas que le llevan a escudriñar lo microscópico y otros aparatos que le permiten “ver” partículas subatómicas. De igual modo otros aparatos tecnológicos amplían su oído y otros sentidos. Esa aparatología tecnológica revive el sueño de los alquimistas de la piedra filosofal y la panacea universal que permite la transmutación de la materia sin límites, pues no sólo permite escudriñar la esencia de la materia, sino que, de algún modo, ayuda a transmutarla (fisión del átomo, captación de subpartículas atómicas, combinaciones fisicoquímicas sintéticas, etc.) La tecnología avanzada permite que el hombre sintetice moléculas y partículas y obtenga sustancias impensadas. Pero no sólo pretende conseguir la transmutación de la materia sino también generar la clonación de la vida humana, como lo ha conseguido en algunos animales (oveja, vaca). En lo biológico las pretensiones científicas ya no son conocer, estrictamente, la esencia de la naturaleza, sino asumir el poder natural de procrear vida y otros entes naturales, por medios artificiales. Incluso, las llamadas ciencias espirituales también apelan a la tecnología como el SPECT.19 Este estudio muestra cómo reacciona el cerebro humano frente a las diferentes emociones y patologías psiquiátricas. Pero la deducción científica ha jugado algunas trampas y muchos investigadores han interpretado al fenómeno de la reacción cerebral como el evento que causa la emoción o la patología. Han confundido efecto con causa. Ya no es el espíritu el que mueve al cuerpo, sino que mediante el cerebro, el cuerpo genera al espíritu. Otro error propio del pensamiento aspectual. Por estas, y otras razones, juzgo que la medicina actual necesita ser repensada para retornar al justo camino de una ciencia que filosóficamente debe tender a la búsqueda de la verdad en sus fines y no a la aceptación de métodos engañosos que le llevan al error y la falsedad, a los mitos, al desencuentro entre el desarrollo de la ciencia y la práctica cotidiana de la misma. Si los médicos y los investigadores médicos no intentan rellenar de sentido auténtico a la ciencia médica, no habrá reencuentro o proyecto auténticamente válido que depure a la medicina de sus desvíos y errores que paradójicamente conllevan más el daño que la reparación de la salud. Marshall MacLuhan – EL MEDIO ES EL MENSAJE, Editorial Paidós, 1997 Este método de tecnología de imágenes se denomina SPECT (sigla inglesa donde S = escáneo; P = positrones; E = emisión, C = computarizado; T = tomográfico) y se puede traducir como escáneo tomográfico computarizado por emisión de positrones. Es un método superior a la RMN y se hace en base a sustancias radiactivas y las imágenes recogidas se procesan por computadora. 18 19 29 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Encontrar el sentido justo es también usar el lenguaje correcto para expresar los fenómenos médicos. El lenguaje correcto es el que expresa la verdad de un fenómeno médico, lo que se advierte cuando adquiere consenso científico universal y en los hechos médicos no hay contraposición, ni dilemas, ni polémicas con los conceptos que las palabras expresan o comunican. He referido esta gran digresión sobre reglas y principios científicos y los medios tecnológicos que amplían los sentidos del hombre y los medios creativos del hombre, para concluir que en determinadas ciencias, modificando los medios de adquirir el conocimiento, modifican los puntos de vista. Desde luego, las correcciones de los puntos de vista obligan también a introducir nuevos conceptos que desmienten o desplazan los existentes o traen nuevos puntos de vista (susceptibles de ser alterados en el futuro). Esto nos da un panorama del sentido actual de las ciencias en general y de la ciencia médica en particular. Para acercarnos más a un sentido auténtico de la ciencia médica debo reiterar que el pensamiento científico siempre es aspectual, esto le lleva a ser cambiante y múltiple. Estas cualidades son las que exigen conocer el sentido de la ciencia en general y de las ciencias médicas en particular. Antes dije que no era lo mismo hablar de ciencia en forma general y abstracta, sino que es necesario referirse a ciencias concretas para poder determinar una filosofía de la ciencia, más particularmente de la ciencia médica. De todos modos, la cuestión principal de la instantaneidad de los hechos médicos y de la relatividad que conllevan, no debe llevarnos a preocuparnos de este aspecto estrictamente formal de la ciencia médica, dado que es lógico e irreversible. Ha ocurrido, ocurre y seguirá ocurriendo. El punto central de la filosofía médica debe recaer esencialmente en el “hombre enfermo” que pierde su estado de salud y en el “hombre sanador”, aquél cuya vocación e interés es lograr restablecer el estado de salud o, al menos, mejorar el estado de enfermedad. La ciencia médica es el instrumento o la forma que une a la dupla hombre enfermo-hombre sanador. No hay que olvidar que primero ocurre el fenómeno del hombre enfermo y del hombre sanador y de este factum nace el instrumento llamado ciencia médica. Tanto para el hombre sano como el enfermo, el desarrollo de su vida o la evolución de su enfermedad se da en el curso del tiempo o temporalidad y esa noción se vive en forma diferente en cada hombre sano o enfermo. El sentido de la medicina no es el medio (tecnología) sino la vida y la salud. El fin de la medicina es el resultado: curar y no sólo usar medios. Toda la responsabilidad del médico recae en la cura y no en el uso de medios. Aunque use medios correctos si no logra curar al enfermo, no ha cumplido la meta de la ciencia médica y de su profesión. En cualquier terreno que tenga lugar un acto médico, siempre el fin y la meta de dicho acto es lograr la cura de la enfermedad que le toca asistir. 30 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Dado el carácter de ciencia de la medicina, ya he dicho que siempre se comporta como un conocimiento adquirido desde un punto de vista y esto establece que el pensamiento médico es un pensamiento aspectual. Esto deberé iterarlo muchas veces en el transcurso de este trabajo. Luego el sentido de la ciencia médica siempre estará signado por su condición aspectual, lo que obliga a introducir en las consideraciones filosóficas de la medicina, su condición de pensamiento aspectual. 31 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA II LA MEDICINA COMO PENSAMIENTO ASPECTUAL ¿Qué es el pensamiento aspectual? ara comenzar el enfoque filosófico de la ciencia médica ya he destacado hasta el hartazgo que es menester remarcar que esencialmente la ciencia médica pasada y actual, emerge de un llamado “pensamiento aspectual” que indica que todo conocimiento que adquiere no es absoluto y holístico, sino relativo y parcial, sujeto a revisión en cada punto de vista que se aplique al mismo fenómeno. Luego, no es una ciencia de conclusiones definitivas sino transitorias. Este concepto, que parece de Perogrullo, es fundamental para entender a lo que pretende ser el pensamiento filosófico de la medicina, como ciencia y profesión. P Hay que conocer, entender y comprender cabalmente lo que significa, en sí, el llamado pensamiento aspectual, pues de su naturaleza surgirá una idea más clara y fehaciente de la esencia de la ciencia humana y de su correcta ubicación dentro del marco de una verdad absoluta. Esto nos ayuda a considerar la filosofía de la ciencia médica como un encuentro con la verdad absoluta de su auténtico ser. Es indudable que la aprehensión de la realidad objetual, el conjunto de objetos que nos rodean, es a través de una percepción parcial de un objeto que se convierte en el foco principal de la percepción y la atención. Esto es lo que se conoce habitualmente como punto de vista. Así, extraemos datos de los objetos de la realidad según la perspectiva, ángulo de visión o punto de vista en que nos coloquemos. Esos datos también formarán conocimientos parciales y, de acuerdo al tipo de conocimiento, tendremos a veces que formar palabras para expresar ese conocimiento. La palabra, como instrumento de conocimiento, es algo que se interpreta a la luz de experiencias e intereses cambiantes, situación que se debe a los cambios culturales mencionados anteriormente y estos cambios significan, a su vez, cambiar también los puntos de vista (realidad aspectual). Pero a veces esa mirada parcial enfoca una parte de las cosas, a las que considera un objeto de observación, para describir el fenómeno de aparición de ese ente o cosa. El objeto puesto así “ante los ojos” y “ante las manos”, es manipulado por el hombre, el que se limita a describir su exterior, buscando a través de él inquirir sobre el interior, pero no con el abordaje indirecto de su pensamiento trascendente, sino como un “acceso directo”, violento. Y decimos violento porque en este intento de conocer al ente, lo objetiva para manipularlo en su exterior, tratando de penetrar sin rodeos en la esencia. Obviamente el acceso violento es en un solo punto y no abarca la totalidad del objeto. 32 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Esta forma de acceder al conocimiento de las cosas, es lo que considero el punto de vista o aspecto que se encuentra muy lejos de poder llegar en forma inmediata al ser verdadero de las cosas. El punto de vista se conforma sólo con describir lo que las cosas parecen ser. Nunca es totalizador, nunca llega al ser de las cosas. Es una forma meramente descriptiva de una parte del todo, al que nunca llega a conocer dado que siempre mira una parte. Esto es propio del pensamiento científico que sólo busca conocer lo inmediato: lo que está “ante los ojos” y “a la mano”, sin ir más allá. Es un pensamiento rígido, no trascendente, que necesita una estructura condicionada para estar “siempre igual” ante la contemplación de un ente o cosa (parámetros).20 Si las condiciones del ente observado como objeto no son siempre iguales (parámetros) la ciencia los rechaza, no los admite dado que no pueden ser reproducidas exactamente igual en un laboratorio. Todo enfoque de un ente que no pueda ser objetivado con la observación rígida que somete a la deducción y es ponderado (medido y pesado), es desechado por no ser científico. El punto de vista o aspecto es sólo un abordaje parcial de las cosas y viene a ser como una especie de captación relámpago de una parte de la cosa. No capta el todo. Como es parcial y rápida es una especie de “flash” que captura y congela la parte observada. La visión aspectual se puede graficar de esta forma: Punto de vista objeto zona o punto ciego No es pensamiento fluido, envolvente, totalizador. El pensamiento totalizador es propio del hombre auténtico y es el que alcanza la plenitud de las cosas. Sólo el pensamiento totalizador llega a la verdad y es propio del ser abierto de la persona auténtica. El pensamiento objetivador, o pensamiento aspectual, es inauténtico, rígido. Únicamente cambia, cuando se busca otro punto de vista y, a veces, el nuevo aspecto de una cosa contradice el anterior. Naturalmente, lo que ocurre es que se está enfocando algo distinto. Otra parte distinta aunque sea el mismo objeto o fenómeno. Luego el pensamiento aspectual es contradictorio. 20 Según la Real Academia Española (RAE) parámetro es “dato o factor que se toma como necesario para analizar o valorar una situación”, es decir, fijar las condiciones para que un fenómeno científico se reproduzca exactamente igual que el primer experimento 33 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA El pensamiento aspectual es inauténtico e induce más a la falsedad que a la verdad. Es fundamental para nosotros destacar la diferencia de ambos pensamientos, dado que el hombre muchas veces cree que el pensamiento aspectual es absoluto, mientras que el totalizador es relativo. Y allí cae en la confusión de creer que la ciencia es el camino más válido para el conocimiento de las cosas. La educación auténtica debe mostrar que la ciencia es uno de los caminos para llegar al conocimiento pero no es el mejor. El pensamiento crítico o totalizador, siempre estará más cerca de la verdad. Estos conceptos son fundamentales para entender a la ciencia médica, la cual suele confundir frecuentemente lo aspectual con lo absoluto. El sentido de “realidad aspectual” (un aspecto de la realidad dado por un particular punto de vista), transforma a la palabra en un instrumento de valor relativo (dado que como el contenido es arbitrario y el significado cambiante, de acuerdo al cambio de punto de vista) al que no puede dársele un significado absoluto, continuo e inagotable. Sin embargo, a pesar de esta arbitrariedad, se le asigna al vocabulario y a las palabras un sentido de unidad formal y como algo “comunitario”, asimismo como una unidad de sentido. Todo esto en un intento de no perder a la palabra como un “valor comunicativo”. Pero, realidad no es sólo el conjunto de las cosas que están ahí solamente. Si advertimos bien, a este concepto se ha agregado de lo “alrededor nuestro”, “se muestra en nuestro mundo”. Esto presupone que, además del conjunto de cosas exteriores, está nuestra conciencia, nuestro yo, que examina ese conjunto. En consecuencia sería: Realidad = conjunto de cosas y fenómenos que nos rodean + nuestra conciencia que observa, siente y juzga En estos conceptos hay que incluir lo objetivo, es decir, aquello que está “a la vista” y “a la mano”, que existe, que está fuera de sí y de nosotros. También lo subjetivo como lo propio de nuestro interior, lo que no se manifiesta “a la vista” y “a la mano”. En estos términos, la RAE pone las siguientes definiciones: objetivo es lo “perteneciente o relativo al objeto en sí y no a nuestro modo de pensar o de sentir”, “lo que existe fuera del sujeto que lo conoce”, “fin o intento”. Objeto es “todo lo que puede ser materia de conocimiento o sensibilidad de parte del sujeto, incluso este mismo”, “lo que sirve de materia o asunto al ejercicio de las facultades mentales”, “término o fin de los actos de las potencias”, “fin o intento a que se dirige o encamina una acción u operación”, “materia o asunto de que se ocupa una ciencia”. Subjetivo es lo “relativo o perteneciente al sujeto, considerado en oposición al mundo externo”, “relativo a nuestro modo de pensar o sentir, y no al objeto del mismo”. Sujeto es “asunto o materia sobre la que se habla o escribe”, “el espíritu humano considerado en oposición al mundo externo, en cualquiera de las relaciones de sensibilidad o 34 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA conocimiento y también en oposición a sí mismo como término de conciencia”. En Gramática, sujeto es quien lleva a cabo una acción o de quien se predica o anuncia una cosa. En la ciencia médica el fenómeno objetivo de la enfermedad siempre está ligado a la interpretación subjetiva del médico o del investigador de las ciencias médica. De ahí la frecuencia de considerar a muchos fenómenos médicos bajo la faz subjetiva del que debe descifrarlo y de ahí el error permanente de emitir dictámenes de lo que el médico o investigador cree y no lo que es propio del fenómeno en sí. Los filósofos existencialistas tratan de captar al hombre tal como es en la realidad, como él se siente a sí mismo en una concreta situación histórica. Antes se pensaba filosóficamente que el hombre era una entidad abstracta como una mente frente al universo. Los existencialistas ponen como reflexión filosófica más importante a nosotros mismos y a los problemas vitales que nos atormentan aquí y ahora. Esto, en alguna medida, exige la aplicación del “método subjetivo” basado principalmente en la introspección. La dificultad del método es la ambigüedad con que se toma al término “subjetivo”. Mientras que a la palabra “objetivo” la aplicamos sin mayores explicaciones, no podemos hacer lo mismo con la palabra “subjetivo” que está cargada más de connotaciones que de denotaciones. Desde el punto de vista filosófico y científico, la aceptación más frecuente de la palabra “subjetivo” está referido a algo con sentido de “parcial, falseado por algún prejuicio” o, también, como un sinónimo de una cosa “fantasiosa o idealizada”. También lo “subjetivo” es valorado como algo muy particular que carece de universalidad. Pero no es así. La subjetividad es propia del hombre porque su yo21 (como esencia consciente) es un fenómeno interno, subjetivo. Y este yo es el valorador de la realidad. Pero para evaluar esa realidad debe hacerlo con método. Lo del método objetivo o científico no se discute y se acepta sin mayores connotaciones. Cuando se habla del método subjetivo debe procederse de igual forma, pues se debe entender que con el término “método subjetivo” nos referimos a una particular forma de abordar las cosas, tanto filosóficamente como científicamente, cuando la objetividad resulta insuficiente. O para adquirir conocimientos en los cuales se precisa en forma absoluta, la participación personal. Ninguna máquina puede reemplazar al hombre para realizar una meditación trascendental. Sólo su subjetividad. En última instancia, si bien parte de los objetos y de los sentidos, todo conocimiento es subjetivo. Ergo, no hay que temer en las conclusiones a que arribe el método subjetivo en cosas referentes como la moral, los valores, los sentimientos y la fe. Las posibilidades de yerro son las mismas que la del método objetivo. La dificultad consiste en saber disciplinar correctamente el método subjetivo. De no hacerlo, se hace posible la Acá la palabra “yo” queda despojada de toda denotación y connotación pues sólo la empleo en el sentido de mencionar la “mismidad personal”, la interioridad individual de cada hombre 21 35 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA intrusión de fantasías o creencias falsas, pues “se piensa más con el corazón que con el cerebro”. No obstante, el corazón es muy necesario para la fe y los sentimientos, pero debe estar sujeto al cerebro. Es lo que hoy conocemos como “inteligencia emocional”. Hemos traído a colación todas estas definiciones para mostrar que en la realidad cabe tanto lo objetivo como lo subjetivo, pues ambos son caras de una misma moneda, porque dicho directamente, todo objeto está referido a un sujeto. En esto de la subjetividad personal es importante saber discernir entre prejuicios, intuiciones o creencias. De no poder distinguir entre ellos, es factible la intromisión de un concepto subjetivo sin fundamento en la realidad ni en la razón que conduce a la verdad. Es ver las cosas como “parecen ser” pero no son. Es pretender que las cosas sean como uno quiere y no como se muestran esencialmente. Hegel22 admite que sujeto y objeto no son términos que puedan darse ni pensarse aislados. La interpretación según la cual el sujeto va hacia el objeto y se limita a reproducir sus características o determinaciones, es falsa. Sujeto y objeto son términos correlativos, no dos entidades separadas; y, como términos correlativos, actúan uno sobre el otro, en un proceso constante. No hay una realidad fija, dada allí, que el sujeto tenga que conocer reflejándola o aprehendiéndola. Sujeto y objeto se oponen en un proceso creador. La realidad no es una realidad hecha, que podamos simplemente contemplar de una vez para siempre. La realidad se construye, momento a momento, como también, de algún modo, se construye el sujeto. Hay un principio de mutabilidad permanente en la realidad, en el sujeto y en el objeto. No obstante, no debe perderse el principio de que la mutabilidad es de formas y no de la esencia. O cambia la forma de presentación del fenómeno o cambia el punto de vista del sujeto observador del fenómeno. Sin embargo, no es la mutabilidad del punto de vista en un momento dado la que nos debe preocupar, sino que la subjetividad que aprecia el objeto cambiante tenga capacidad de advertir y admitir que lo que observa es de una forma en un instante y de otra forma en otro instante. Cuando esto se conoce o se aprende, la reflexión nos obliga a ver el flash de un aspecto de la realidad como tal y no quedarnos con el flash como cosa definitiva, absoluta y siempre igual. A lo sostenido por Hegel, nosotros agregaremos ahora una definición más concreta de realidad y que esa mutabilidad depende de lo que es la realidad en sí y del hombre que la observa y explica. Por tanto, insistimos en considerar que realidad debe ser considerada como conjunto de todas las cosas determinadas o indeterminadas que están u ocurren en nuestras circunstancias externas e internas y que de algún modo son percibidas por nosotros, produciendo efectos, estimulaciones, acciones o reflexiones. Luego, en lo atinente a la realidad, hay dos cosas que discernir: la realidad en sí como conjunto de cosas que existen y el hombre que está inmerso en esa realidad. En nuestra memoria filética (aquella que nos es dada 22 GEORG WILHELM FRIEDRICH HEGEL - CIENCIA DE LA LÓGICA (Wissenschaft der Logik) Editorial: Ediciones Solar. Buenos Aires. 4ª edición, 1976 36 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA esencialmente para distinguir lo verdadero de lo falso) tenemos las herramientas suficientes para que la interacción entre objeto y sujeto humano permita al hombre descubrir o develar lo que las cosas son en sí. Si el hombre no desarrolla esa habilidad ancestral caerá en la visión falsa de la realidad o en la simpleza de apreciar sólo lo que las cosas parecen ser o cómo él quieren que sean (cosificación). El Dalai Lama cree que “cosificar la realidad” involucra tanto la incomprensión de su naturaleza vista esencialmente como vacía, sea visto esto en forma absoluta o relativa, tanto a la naturaleza fenomenológica de la realidad como a su naturaleza ontológica. Desde la perspectiva budista la realidad cotidiana y relativa es el reflejo fenomenológico de nuestras experiencias cotidianas fundadas más en la percepción sensorial que en la cognición mental. Sólo el nivel último revela su verdadera naturaleza y este nivel es la perfección espiritual. La percepción sensorial puede tener, y de hecho lo tiene, percepciones falsas o equivocadas. Pero, en palabras de la cognición conceptual, existe un número infinito de perspectivas sobre cualquier cosa que se presente en la mente. Allí no se trata sólo de saber si es blanco o negro, sino si es verdadero o falso. Para esto, la cognición mental selecciona determinados rasgos concretos del objeto en cuestión, cosa que no ocurre con la percepción sensorial. La selección cognitiva mental es la que determina lo verdadero. No confunde cualidades formales con las notas fundamentales o esenciales. Sin embargo, puede ocurrir que la selección funcione de modo distinto en diferentes personas y esto lleva a que dicha selección en unas personas elimine un aspecto determinado del objeto y lo considera verdad, mientras que otra elimina otra cosa que puede ser lo contrario de lo que eliminó la primera y también lo considera verdad (visión aspectual que sólo considera algunas partes de un todo). Cuando la selección se realiza sobre todos los aspectos del objeto (visión global u holística que considera a un todo constituido por partes que pueden ser diferentes entre sí) mediante la meditación profunda o pensamiento crítico metafísico, hay menos probabilidades de errar, que cuando se observa la cosa u objeto sólo desde algunos de sus aspectos. La visión global criteriosa lleva a un conocimiento más cabal de la cosa y a una verdad más absoluta. La visión aspectual, aunque sea muy minuciosa, sólo lo es de una parte del todo y por lo tanto es un conocimiento parcial que lleva a una opinión que puede tener sólo una verdad parcial (la referida al aspecto estudiado o meditado). La visión global, holística es propia de la filosofía y de la metafísica y la perspectiva budista. La visión aspectual lo es de la cotidianeidad y de la ciencia en general. El Dalai Lama dice: “La estrecha relación que existe entre el modo en que nos percibimos en relación con el mundo y nuestro comportamiento como respuesta a esa percepción de nosotros mismos, supone que nuestra comprensión de los fenómenos en sí, es probable que hagamos determinadas cosas que nos perjudiquen y que perjudiquen a los demás. Cuando nos paramos a considerar este asunto, empezamos a darnos cuenta de que, en 37 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA definitiva, no podemos desgajar ningún fenómeno del contexto en que se producen otros fenómenos. En el transcurso de nuestra vida cotidiana nos dedicamos a innumerables actividades diferentes y recibimos una inmenso aporte sensorial de todo aquello que nos vamos encontrando. El problema de la percepción errónea, que por supuesto varía de un grado a otro, surge habitualmente en función de nuestra tendencia a aislar determinados aspectos particulares de un suceso o una experiencia y a considerar que constituyen la totalidad de los mismos. Eso desencadena un estrechamiento de la óptica, y de ahí se suele dar el salto a la formación de falsas expectativas. Sin embargo, cuando consideramos la realidad en sí misma, rápidamente cobramos conciencia de su infinita complejidad, y nos damos cuenta de que nuestra percepción habitual de esa realidad es a menudo inapropiada. De no ser así, los conceptos de ilusión e incluso de delirio carecerían de todo sentido. Si las cosas y los acontecimientos se desarrollaran siempre de acuerdo con lo que esperamos, no tendríamos ni noción siquiera de autoengaño, de idea falsa o de error de percepción”. Este texto admirablemente expresado con sencilla maestría nos confirma de que nuestra percepción, comprensión e interpretación de nuestra realidad cotidiana no siempre es la correcta, lo que incluye los experimentos científicos, los cuales no siempre llegan a una conclusión definitiva y verdadera, sino que todo descubrimiento y concepción científica, especialmente en las ciencias médicas es relativa y mutable a medida que se perfeccionan las técnicas acordes con el avance tecnológico. Ahora, que yo intente demostrar la relatividad de concepciones científicas, de ninguna manera implica que califico peyorativamente la realidad, sino sólo intento mostrar que no es posible creer en la infalibilidad de hechos científicos fundamentado sólo en métodos, sino que hay que prever la falibilidad de métodos y conclusiones científicas, las cual, evidentemente existe. En el fondo de todas estas concepciones o puntos de vista, tanto occidental como budista (oriental), yace la cuestión de una definición semántica de la mente humana, a fin de evitar la confusión lógica que produce intentar la comprensión del mundo, puesto que el uso de la mente humana nos lleva a una multiplicidad de posibilidades sobre formas indeterminadas de aparecer. Las cosas aparecen siempre de una forma tal que no son explícitas “de entrada” a la mente humana. Esto ocasiona la circunstancia de que cada uno, según su cultura, el entrenamiento de sus sentidos y su adiestramiento mental, llegue a conclusiones diferentes, variadas e innumerables (prácticamente cada persona, un punto de vista) tanto en lo cotidiano como en lo científico, artístico e, incluso, en lo filosófico. Sin embargo, este fenómeno no merma la capacidad inherente al espíritu humano para conocer la verdad. Es evidente que la decantación milenaria de las culturas lleva a diferentes caminos y perfeccionamiento. El occidental vive más en función de su mundo objetivo, externo, de su entorno, el oriental prefiere indagar más su mundo interno. Es indudable que hay dos cosas 38 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA indiscutibles y verdaderas: hay una realidad y un hombre inmerso en esa realidad. La realidad (como mero conjunto de cosas interpretadas por un ser humano) es siempre algo externo u objetivo al ser humano, aun cuando se perciban estímulos internos, a lo que la mente traba de objetivar para poder aprehenderlos, formar idea y conceptos y lograr un tipo de conocimiento de lo que le ocurre. El hombre vigil que aprehende lo externo y lo interno, en lo relativo a lo interno mediante la introspección de algún modo lo hace externo y objetivo al llevarlo a nivel de conciencia, es decir, hace consciente lo inconsciente lo que permite conocer o percibir la mismidad. Cognición o encuentro del hombre con la realidad ¿Qué es la cognición? Para la RAE, cognición es “conocimiento, acción y efecto de conocer”. Luego, etimológicamente el término cognición es el conocimiento por excelencia y, en consecuencia, tiene relación directa con todo proceso por el cual el hombre genera y desarrolla conocimiento. Por su naturaleza, el conocimiento está fundamentado en facultades intelectuales como propiedad básica del intelecto. Por esta razón, conocimiento es sinónimo de “entendimiento, inteligencia y razón natural”. Es una facultad humana esencial. Así, conocer es “averiguar por el ejercicio de facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas, de forma tal que es entender, advertir, saber, echar de ver que todo objeto percibido es distinto de todo lo que no es él, como asimismo todo lo que se experimenta y siente”. Para Fatone, todo conocimiento es una relación que implica necesariamente dos términos: 1. el cognoscente o sujeto 2. lo conocido u objeto Luego, hay un sujeto que conoce, un objeto conocido y una cierta relación entre ese sujeto y el objeto conocido que constituye el conocimiento. En consecuencia, existe una relación construida por el sujeto pues consiste en una actividad de éste para entrar en relación con el objeto.23 Hasta acá, las definiciones han funcionado como que definir el conocimiento es algo relativamente sencillo. Pero si se intenta profundizar los conceptos denotativos nos encontraremos con muchas preguntas tales como: ¿cuál es la naturaleza de la relación?, ¿es una relación posible?, ¿es posible siempre?, ¿tiene límites y cuáles son?, ¿cuál es su valor?, ¿cuál es el instrumento para que el objeto se presente ante el sujeto como el objeto qué es realmente? Todas estas preguntas conducen a la teoría del conocimiento o gnoseología. La gnoseología se encuentra de igual modo que el dilema del huevo y la gallina (¿quién fue primero?), pues toda teoría del conocimiento implica una cuestión metafísica y lo metafísico exige un conocimiento previo. No obstante, para “conocer al conocimiento” debemos valernos de palabras y a través de ella con el lenguaje que manejamos. 23 Vicente Fatone – LÓGICA Y TEORÍA DEL CONOCIMIENTO, Editorial Kapelusz, Bs. As. 1951 39 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Finalmente, toda cuestión metafísica termina siendo un problema de palabras, pues la palabra es el elemento básico para formular toda teoría o pensar metafísicamente. Esto es lo que exige un manejo genuino, claro y certero de la palabra, debiendo tener un consenso total sobre el significado de la misma, pues de otro modo, es imposible toda comunicación y toda teoría y toda estructuración inteligente del pensamiento. Ergo, si conocer es percibir, advertir, echar de ver, etc., necesariamente, conocer es un “ver un objeto” (lo que incluye la objetivación de lo subjetivo) y de ponerlo en evidencia. Por esa razón, evidenciar o ver un objeto o una cuestión implica siempre una contemplación.24 Como todo objeto de conocimiento puede ser material o inmaterial, puede ser externo o ser una sensación o un acto mental puro, evidenciar es tratar de ver dichos objetos con claridad, es decir, verlos como son realmente. Por esto se pone atención en ellos, se les considera y se les juzga. Saber lo que las cosas son, es buscar la verdad. Esta es la función de la inteligencia y su esencia misma. Platón concibió que la inteligencia ilumina los objetos para hacerlos claros y nítidos y por esto habló de la “luz de la verdad”. Cicerón la interpreta como “saber leer dentro de las cosas” (intus legere). Cada uno de nosotros tiene, así, una “visión de las cosas” por la cual forma una “imagen” de ellas y esto constituye “las ideas”. Es un “abrir los ojos a la realidad”. Esta es la causa de que conocer es ver y el verdadero conocimiento infinito es una “mirada a la que nada se le oculta” Aristóteles, como Platón, también sostuvo que conocer es una actividad no sólo sensorial (vista, tacto, gusto, oído, olfato) sino también era un proceso de percepción, comprensión, concepto, pensamiento y abstracción. El postulado principal de la escuela griega es el conocimiento es una contemplación (uno de los postulados de la teoría del conocimiento). Otra concepción es que a las cosas no sólo se las “ve” o evidencia, sino que también para ser conocidas más profundamente, deben ser “incorporadas” a nuestro intelecto. Por eso aprehendemos esas cosas, hacemos abstracción de ellas y así “incorporamos” los conocimientos a nuestra mente. Esta “asimilación” de los conocimientos es lo que origina el concepto de que las ideas “nutren” a la mente.25 También fue Aristóteles unos de los primeros de hablar de una “facultad apetitiva del alma” por conocer y eso es lo que mueve a la inteligencia. Este concepto de “incorporación” nos lleva a otro postulado de la teoría del conocimiento: el conocimiento es una asimilación. En este punto se plantea otra cuestión. El conocimiento sólo como visión o contemplación y asimilación, lleva a una concepción realista y simplista. Realmente, todo conocimiento que la mente del hombre adquiere, es una forma de hacer “nacer y engendrar una idea”. Este “engendro de idea” es como si el hombre que conoce, recrea el objeto del conocimiento y lo enriquece. Incluso, el término “concepción” que se refiere a la “formación de concepto” está íntimamente ligado a esta idea de engendrar. Aristóteles previó esto cuando hizo referencia a “conocimiento general” que en cierto modo significa el conocimiento que genera. Será Hegel quien culmina este pensamiento de que conocer es engendrar o “crear”, y, así, 24 25 Contemplar es poner la atención en algo material o espiritual, para considerarlo y juzgarlo J. De Tonquédec – LA CRITIQUE DE LA CONNAISSANCE 40 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA origina otro postulado de la teoría del conocimiento: el conocimiento es una creación. En realidad, conocer es todo eso: ver o contemplar (primer movimiento), asimilar o incorporar (segundo movimiento) y engendrar o crear (tercer movimiento) y todos estos movimientos producen el “proceso del conocimiento”. Balmes piensa: “Por medio de las sensaciones se despierta en el alma una actividad independiente de ellas, de un orden superior al sensible; la cual eleva los materiales de la sensación a la esfera intelectual, y engendra las ideas. El criterio de la verdad no está en los sentidos, sino en el entendimiento; las reglas del mundo intelectual no se confunden con los fenómenos sensibles. Cada sentido de por sí presenta el objeto externo bajo el aspecto correspondiente, pero estos aspectos, a más de estar limitados a la esfera del sentido que los percibe, son puramente individuales, y de aquí la necesidad de un receptáculo donde se una y coordine esta variedad de impresiones”.26 Este filósofo considera al pensamiento aspectual como surgido de meras sensaciones y de ahí la formación de “variedad de impresiones”, es decir, de múltiples impresiones, esto es, múltiples puntos de vista. Por eso advierte de “la necesidad de un receptáculo donde se una y coordine esta variedad de impresiones”, que es el tema del pensamiento crítico y englobador que luego trataré. Debido a estas características del proceso de conocer, se han elaborado dos grandes teorías o “grupos de concepciones”. 1. el constructivismo: es una idea de Jean Piaget27 que postula una concepción evolutiva, en el sentido de que el conocimiento verdadero, al ser asimilado y engendrado, consiste en una correspondencia con una realidad objetiva sobre la cual se desarrolla un punto de vista por lo que el conocimiento que resulta es una “construcción humana”. Por esta razón, la mente no “copia” una realidad ni es un mero reflejo de ella sino que la manera personal de conocer el mundo lo transforma de acuerdo al punto de vista. Esto ocurre porque observamos o aprehendemos una realidad con dimensiones espaciales, temporales y causales a través de una abstracción reflexiva y de ella surgirá la idea también personal de la realidad aprehendida y abstraída. Esta doctrina establece de algún modo el relativismo que significan los puntos de vista personales y el sentido que cada hombre da al mundo que percibe y relaciona al conocimiento, con la forma personal de cada individuo para establecer relaciones con las cosas, con otros hombres y consigo mismo. Sin embargo, es una concepción que abarca una condición real o una de las etapas del conocimiento. 2. el construccionismo es postulado por Kenneth Gergen28 y sostiene que las concepciones personales sobre el mundo y sobre la propia persona, son artefactos sociales producidos como resultado de las relaciones en que participamos. Esta Jaime Balmes – HISTORIA DE LA FILOSOFÍA, Editorial Iberia, Barcelona, 1952 Jean Piaget - LA CONSTRUCCIÓN DE LO REAL EN EL NIÑO. Buenos Aires: Proteo, 1965 28 (Kenneth Gergen - HACIA LA TRANSFORMACIÓN EN EL CONOCIMIENTO SOCIAL, 2ª edición, Londres: Sage, 1994) (Kenneth Gergen - CONSTRUCCIÓN SOCIAL EN EL CONTEXTO. London: Sage, 2001) 26 27 41 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA teoría sería válida tanto para los conocimientos más amplios de nuestra cultura, como a los conceptos científicos y morales, resultando así que una perspectiva sociomoral que se adopta en una discusión se relaciona íntimamente con el funcionamiento de tal relación, más que con principios éticos o morales abstractos. Esta doctrina propone que el rechazo o aceptación de un concepto no es consecuencia de su validez objetiva, sino de las circunstancias sociales en que se analiza. De este modo, el significado en sí de los diversos conceptos provendría de cómo se interprete dentro de las formas interaccionales de las personas que sostienen dichos conceptos. Por lo tanto, la teoría construccionista no niega ni afirma la existencia de una realidad externa a las personas, sino que propone que el conocimiento que se adquiere sobre las cosas o cuestiones, será resultado de las formas de las relaciones en las que participamos. Esta afirmación va contra todo dogmatismo y es opositora a las tendencias de creer que se posee la verdad absoluta. En consecuencia, el desarrollo de un niño (que naturalmente lo hace en forma espontánea y con su ritmo propio), en lo relativo al conocimiento no es un problema del individuo sino de una concepción fundamentalmente social, en la que una persona no desarrolla estructuras cognitivas únicamente debido a procesos de maduración o de interacción individual con el entorno en que vive. Según esta teoría, la persona “reconstruye la realidad” siempre en relación con otros y sus reconstrucciones están determinadas por los patrones de esas relaciones. Como conclusión, el adulto no sólo tiene que crear las condiciones del desarrollo cognitivo de los niños, sino que en la interacción entre adultos, niño y medio, el adulto es responsable de los procesos cognitivos que el niño desarrollará. Ambas teorías comparten fenómenos que se dan en la realidad pero que no son la verdad en sí mismos, sino meros efectos de las formas de conocer. Siempre en cada acto mental de conocimiento funciona un constructivismo y un construccionismo, según la cuestión a conocer. Esto es así porque suponer lo contrario, es aceptar un relativismo casi absoluto, que impide al hombre conocer o acercarse al ser de las cosas (acceso imposible a la ontología). He citado estas escuelas filosóficas para que cuando deseche algo como mero constructivismo o construccionismo, no lo hago al azar, sino conociendo deliberadamente lo que ello implica. El hombre “construye” siempre un concepto, especialmente el científico, pero en lo filosófico y metafísico se nos revelan conocimientos que están lejos de todo tipo posible de construcción. La “visión de paralaje”29 Zizek es un filósofo esloveno que reside y enseña en la Argentina y ha editado una obra dedicada a estudiar la esencia del pensamiento aspectual, la que centra en las condiciones del 29 Slavoj Zizek – VISIÓN DE PARALAJE, Fondo de Cultura Económica, México, 2006 42 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA sujeto y del objeto. Sobre este particular piensa: “la actividad del sujeto es, en su aspecto más fundamental, la actividad de someterse a lo inevitable, el modo fundamental de la pasividad del objeto, de su presencia pasiva, es lo que nos mueve, molesta perturba, traumatiza como sujetos: el objeto es en su aspecto más radical „lo que objeta‟, lo que perturba el andar calmo de las cosas. Por lo tanto, la paradoja es que los roles están invertidos (respecto de la noción convencional de sujeto activo que obra sobre el objeto pasivo), el sujeto es definido por una pasividad fundamental y es el objeto de donde proviene el movimiento”. Este concepto de “movimiento del objeto” es lo que Zizek llama el objeto paralaje. Sobre esta cuestión prosigue su tesis: “la definición común de paralaje es: el aparente desplazamiento de un objeto (su deslizamiento de posición sobre un contexto) causado por un cambio en la posición de observación que brinda una nueva línea de visión. El giro filosófico que debe agregarse, por supuesto, es que la diferencia observada no es simplemente „subjetiva‟ debido al hecho que el mismo objeto que existe „allá afuera‟ es visto desde dos lugres o puntos de vista diferentes. Es más bien, como habría tenido que formularlo Hegel, que sujeto y objeto están inherentemente „mediados‟ de modo que un desplazamiento „epistemológico‟ en el punto de vista del sujeto refleja siempre un desplazamiento ontológico en el objeto mismo. O para decirlo en términos lacanianos, la mirada del sujeto está inscripta desde siempre en el objeto percibido, bajo la forma de su „punto ciego‟ que está „en el sujeto más que el propio objeto”, el punto desde el cual el objeto devuelve la mirada.” “El materialismo significa que la realidad que veo nunca es „total‟, no porque una parte importante me eluda, sino porque contiene una mancha, un punto ciego, que señala mi inclusión en ella. “El objeto puede, por lo tanto, definirse como un puro objeto de paralaje: no es únicamente que dibuje el cambio con el desplazamiento del sujeto; solo existe –su presencia sólo puede distinguirse- cuando el paisaje es contemplado desde cierta perspectiva.” El pensamiento de Zizek es creativo al buscar una especie de metáfora y traspolar el vocablo paralaje desde la astronomía a la filosofía, para poder acentuar facetas del conocimiento aspectual que hemos venido analizando. Realmente los objetos se muestran como “objetos de paralaje”30 dado que un mismo objeto varía, cambia, se vuelve diferente de acuerdo al ángulo desde el cual se le observa, o bien, de acuerdo al método de observación (con aparatos o sin ellos, en forma de análisis o de síntesis, etc.) Incluso, volvemos a la idea con que comenzamos este trabajo: el contexto cultural, el modo y el instrumento con que se observa, hecho también resaltado por el filósofo esloveno. El criterio de Zizek es transformar la aparente pasividad del objeto frente a la actividad del observador, para acercar la idea creativa de que en realidad, el pasivo es el observador pues el objeto se vuelve activo al ofrecer aspectos cambiantes. Se puede coincidir, o no, con este enfoque puesto que se supone ontológicamente que ambos entes, hombre y objeto (sujeto y objeto) son siempre los mismos y es el hombre el que cambia el ángulo de visión (a menos que sea un objeto móvil que 30 Paralaje etimológicamente viene del griego y significa cambio, diferencia. Es un término exclusivo de la Astronomía para indicar la diferencia entre las posiciones aparentes que en la bóveda celeste tiene un astro, según el punto desde donde se supone observado. 43 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA vaya ofreciendo a la observación facetas distintas en cada movimiento). Pero la idea de Zizek no es la movilidad en sí del objeto como objeto móvil, sino que el conocimiento y el aspecto del objeto se modifican según el modo de ver del sujeto. Realmente, ocurre así. El transcurso de la humanidad y el desarrollo cultural o el paso de una cultura a otra, son la prueba fehaciente de que un mismo objeto puede ser visto totalmente diferente y cambiado de una época a otra, de una sociedad a otra. Frente a esto, legítimo pensar que entonces lo que se “mueve” no es el objeto sino la forma de verlo del sujeto y el contexto cultural o social en que éste se desenvuelve (aunque es admisible que el paralaje pueda ser de ambos según las circunstancias). En este punto debo advertir una vez más que el fenómeno del desplazamiento del sujeto o del objeto y del punto de vista no implica que todo sea relativo, sino que el fenómeno u objeto o ente siempre son la misma cosa y en esto la esencia es absoluta. De todas maneras, sea cual fuera, el método o forma de tomar conocimiento de un objeto, he admitido y acepto plenamente que es un “objeto paralaje” por la mera circunstancia de ser cambiable según la perspectiva de visión o el marco de interpretación. El doble camino del sujeto hacia el objeto (extrospección o introspección) y del objeto al sujeto (introyección) torna, en cierta medida, a ambos como “móviles” o entes activos. Otro pensamiento interesante es el “punto ciego” que menciona Zizek, pues verdaderamente, la visión aspectual tiene un punto de concentración pero deja fuera de su campo aspectos extensos que configuran una “zona ciega”, es decir, aquello que no se ve o que el hombre no ve. Se explicaría así que cuando se cambia la posición de observar, pueda accederse a esa “zona o punto ciego”, pero puede ocurrir que aquello que era visible se torne invisible, o sea, que entra en una “zona o punto ciego”. Este juego de zonas de visión y zonas de ceguera también podría ser lo que permite entender porque una vez que se cambia la visión, se adoptan criterios contradictorios. Naturalmente, la tendencia es negar lo que no se ve y aceptar lo visible. De este juego surgen, desde la visión filosófica o metafísica, la integración de zonas ciegas y zonas visibles y por eso habíamos afirmado que un pensamiento integrador, holístico, abarcador es mejor y más sabio que el mero pensamiento aspectual al cual es adicta la ciencia. La ciencia no puede aceptar lo que no ve y siempre está en “lo material” mientras que a “lo inmaterial” lo introduce en forma soslayada y dubitativa. Este es el materialismo que aduce Zizek, aunque él no lo vea circunscriptamente como yo lo propongo. De mi parte he dado una interpretación puntual al concepto de materialismo del filósofo esloveno, el cual siempre hemos venido sosteniendo para dilucidar la tradicional puja entre “lo espiritual” y “lo científico”. Lo importante de estas conclusiones es que la ciencia, como mirada aspectual, siempre tendrá un punto ciego. Es lo que fundamenta la aparición y aceptación de nuevas teorías sobre cuestiones científicas, de tal modo que las nuevas teorías, iteramos, suelen ser contradictorias y/u opuestas a las conocidas y formuladas con los anteriores puntos de vista. Esto ocurre en todas las ciencias e, incluso, la metafísica y la filosofía. Los aspectos dogmáticos o rituales de la religión pueden estar sujetos, a pesar de su aparente absolutismo, a cambios, según sea la óptica del instante en que se modifican criterios, usos o ritos u otras cuestiones religiosas modificables. Todo esto que he venido discerniendo sobre el pensamiento aspectual en general, es aplicable totalmente al 44 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA conocimiento que la ciencia médica provee. El fenómeno de la aspectualidad médica no necesita mayor demostración pues está claramente probado en el devenir evolutivo del conocimiento médico. Las innumerables “escuelas médicas” y sus puntos de vista han sido cambiantes en forma continua desde que comenzó la historia de la medicina. Aún hoy, en pleno siglo XXI no sería presuntuoso afirmar que “cada segundo” cambia el conocimiento de la ciencia médica, lo que hace patente su inestabilidad y lo efímero de los postulados. La simple observación de los fenómenos médicos ha llevado a que la medicina conozca y describa enfermedades o cuadros patológicos, los cuales quedan incorporados al conocimiento médico con el nombre del médico o investigador médico que logra describir y sistematizar un cuadro patológico particular. Incluso, muchas enfermedades llevan hasta dos o más nombres cuando el mismo fenómeno ha sido advertido por profesionales distintos en diferentes lugares o países. Esta realidad de la ciencia médica es uno de los mejores ejemplos de cómo un punto de vista particular puede atrapar y particularizar un fenómeno relacionado con la salud del hombre. Incluso, la mera observación de cuadros de dolencias, cómo es el caso del llamado “fuego de San Antonio” u otros nombres similares que se daba a la enfermedad vascular de los miembros, especialmente los inferiores, que sufrían las personas que realizaban peregrinajes religiosos largos, hacía que se interpretara estas afecciones como un fenómeno propio de los peregrinos. Posteriormente, la investigación médica corroboró que la enfermedad se debía a un hongo que afectaba al pan de centeno que los peregrinos llevaban por mucho tiempo y este hongo producía una sustancia vasoconstrictora (que contraía a los vasos sanguíneos) a tal punto de impedir la circulación de la sangre lo que provocaba la necrosis (muerte) de los tejidos por falta de oxígeno y nutrientes. El concepto de una afección considerada desde un punto de vista particular como era que el fenómeno se produjera mayormente en las peregrinaciones largas, es el que lleva a creer que tenía alguna causa de origen religioso. Pero este punto de vista cambia cuando la ciencia tiene medios para detectar el hongo y conocer la sustancia que afectaba a los vasos. Esto permite transformar una creencia casi supersticiosa en un conocimiento médico fundamentado debidamente. Por otro lado, persistir en el pensamiento aspectual nos conduce a interpretar a la medicina sólo desde un punto de vista materialista, anatomofuncional, positivista, etc., situación que es advertida por muchos pensadores interesados en la filosofía de la medicina, como no adecuada a una verdadera filosofía de la ciencia médica. La verdad de la ciencia médica es que tiene puntos de vistas materialistas, positivistas, anatomofuncionales, biologistas, etc., pero también coexisten conceptos holísticos, que escapan a lo meramente considerado científico. Ergo, si vamos a hablar de filosofía de la medicina, debemos aceptar el multifacetismo inherente de esta ciencia lo que nos lleva a una actitud coherente de no sólo considerar a la filosofía de la medicina en sí, sino, como lo propone Bunge, tener en cuenta también, una “filosofía para médicos”. Por estos hechos circunstanciales y la necesidad de mejorar el conocimiento médico, la forma de pensamiento aspectual que usa la ciencia médica debe ser cambiada a una forma de pensar envolvente o totalizador. Eso lo analizaré en el capítulo siguiente. 45 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA III PENSAMIENTO HOLÍSTICO vs. PENSAMIENTO ASPECTUAL ¿Qué significa pensamiento holístico o englobador? uando nacemos lo hacemos en una geografía determinada, en una sociedad específica con una cultura particular, en una familia individual (mi familia). Nos desarrollamos aprendiendo, desde la cuna hasta la adultez, lo que nos enseña primero la familia, luego la escuela, el entorno vecinal o barrial, nuestros amigos, la cultura de la sociedad, el trabajo y, en general, lo que se adquiere “en la calle”, esto es, en la vida de relación cotidiana. Todo ese conocimiento viene bajo la forma de conceptos científicos aprendidos primero en la escuela (matemáticas, historia, ciencias, lenguaje, etc.) después en la universidad; de las costumbres y creencias del medio social y de todos los prejuicios sobre lo que correspondería al vivir. C La mayoría de nuestro saber es un conocimiento empírico y apriorístico, más de tipo opinión de que de conocimiento cierto. Esta referido a un conocimiento aspectual. Cuando adquirimos conciencia de nuestro vivir y de los conflictos del entorno que nos llevan a situaciones críticas en donde no se avizora una solución posible, es cuando nos encontramos frente a una necesidad de repensar todo lo que sabemos. Otras veces la inquietud de repensar no se origina en un conflicto o crisis, sino que nace de un mero estímulo intelectual despertado en el ambiente académico o adquirido a través de lecturas o conversaciones de tono crítico o de una “curiosidad” filosófica. Una vez que se presenta esta necesidad de repensar lo sabido, es cuando se necesita “aprender a pensar” y esta tarea ímproba se vuelve agobiante debido a que todas las circunstancias que nos rodean están como hechas para oponerse a que lleguemos a conocer certeramente aquellas cosas que nos interesan profundamente para nuestra vida. Aunque parezca de Perogrullo, o sea, quizás un argumento muy esgrimido con exceso, aparecen las eternas cuestiones del “ser de las cosas”, en especial, de qué es “lo que yo soy”. En este trance puede también deslizarse la inquietud por saber cuál es la forma más correcta del “ser humano”, esto es, la forma más ubicada cerca de nuestra real esencia. Sin dudas, todo pensamiento o repensamiento, para lograr un acercamiento al conocimiento certero, deberá ser profundo, completo y total. O, por lo menos, tender a serlo. Es el propósito del llamado pensamiento englobador. 46 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Nosotros utilizaremos el término “englobador” pero debemos escapar a creer que su uso se debe a una influencia de esta era de “globalización”. No hay tal influencia puesto que nuestra intención no es entender por englobador a “lo globalizado”. Mientras que etimológicamente englobar significa poner en un globo y denotativamente es “incluir o considerar reunidas varias cosas en una sola”, globalización es una generalización referida al globo terráqueo, de forma tal que significa expandir en toda la extensión del mismo una cosa. Ergo, por englobador entendemos a aquello que envuelve totalmente a un objeto o cosa, lo comprende en forma total, de manera que lo incorpora al conocimiento desde todos los puntos de vista posibles. “Encierra” al objeto in toto dentro del conocimiento. Por lo tanto, englobar es encerrar algo, globalizar es extender algo a todo el globo terráqueo. El pensamiento englobador es lo que hoy también se conoce como holístico o integral. Consiste en concentrarse en una sola cosa para obtener todo el conocimiento posible de ella. Esta “comprensión completa” es el fin o teleología de la verdad y la certeza, también meta filosófica, metafísica y científica. La idea del pensamiento englobador no es nueva. Ya fue insinuada por los griegos y mejor definida por Karl Jaspers31 quien hablaba de “lo abarcador”,32 lo que puede interpretarse como una actitud metafísica del ser, que se aparta de la corriente filosófica tradicional racionalista, para recuperar el concepto de la physis griega. En el concepto de Jaspers, la filosofía del ser es siempre una cuestión metafísica porque el ser no es un objeto susceptible de ser examinado por métodos racionales científicos (al menos en el concepto tradicional de “ciencia”). Esto por un lado y por otro lado, el “conocimiento” de una cosa o cuestión no es “algo” que se entrega o se ofrece espontáneamente en su todo, sino mostrando sus partes. Dicho de otra forma: el todo de una cosa o cuestión jamás se nos entrega en el orden del conocimiento. De ahí que lo “absoluto” del conocimiento de una cosa sea, de algún modo, inalcanzable. Esto es lo que explica que siempre haya un “nuevo punto de vista” que origina el llamado pensamiento creativo: encontrar algo nuevo en lo ya conocido. Precisamente en busca de la mayor precisión y de todos los puntos de vista posibles, surge el pensamiento englobador que siempre es un pensamiento creativo y abarcador. Jaspers entiende que la capacidad abarcadora del hombre está primero en la existencia (ser-ahí), luego en la conciencia y finalmente en el espíritu. Así, todo lo que conocemos se nos da en el marco de un “horizonte” natural (physis) que desborda todo límite de ese conocimiento, 31 en su libro RAZÓN Y EXISTENCIA, Editorial Nova, Bs. As. 1959 Abarcar, etimológicamente, significa “ceñir con los brazos” (abrazar) una cosa. Por extensión también es tener con la mano algo (asir); “contener, implicar o encerrar en sí”; “ceñir, rodear, comprender”; “percibir o dominar la vista, de una sola vez, algo en su totalidad”; “tomar alguien a su cargo muchas cosas, a un mismo tiempo” (RAE) 32 47 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA porque dichos límites se pierden en la lejanía. Desde este concepto, se debe comenzar con lo que se “tiene a la mano”, “lo que se puede abrazar” en forma inmediata y una vez que se comprende en un punto de vista totalizador, hay que trascender el límite alcanzado para seguir oteando el horizonte inmediato e ir incorporando paulatinamente otros límites de conocimiento. Luego, para Jaspers, “lo abarcador” es aquello que envuelve a todos los horizontes posibles: a la existencia, al mundo y a la trascendencia para llegar a buscar la “totalidad del ser”, esto es, la “verdad” filosófica. Con este concepto, el filósofo existencialista no agotó toda la semántica de la palabra que emplea, por lo que no “abarca” la totalidad de denotaciones y connotaciones de la palabra “abarcar”. Por eso, no permite que esa palabra o logo sea el instrumento eficiente de la “comunicación” e “interpretación” filosófica que él desea. En el idioma español, la palabra “abarcar” tiene tres aspectos antagónicos: 1. uno etimológico que es lo que se puede abrazar o “ceñir con los brazos” para lo cual es necesario previamente asir la cosa, tenerla “a la mano” y “a la vista”. Esto opera como el “abarcamiento individual de la cosa”. 2. uno denotativo que es que una vez que la cosa es tenida “a la mano” y “a la vista” y está “ceñida por los brazos”, recién queda “contenida” o “encerrada en sí” para ser rodeada por la vista con la intención de que “la vista” domine, de una vez, la totalidad de ese algo (punto de vista abarcador o englobador. 3. por último, también abarcar tiene una connotación algo distinta de su etimología: es cuando alguien quiere tener a la vista, no ya una cosa, sino “todas las cosas” que pueden ser vistas a un mismo tiempo. Esto escapa al concepto primario de que abarcar es sólo lo que se puede rodear con los brazos en una cercanía. Este último aspecto semántico es compatible con lo referido como “otear un horizonte” y es el que está más cerca del concepto jasperiano. De ahí que concluyamos que Jaspers usa un término polisémico,33 lo que no es desacertado, según sus intenciones, para el método filosófico, pues resulta muy apropiado para el razonamiento trascendente. La polisemia, como la filosofía, permite “abarcar” todo lo posible de una cosa, en este caso, una palabra. Jaspers insinuó todos los usos de “abarcar” pero no lo aclaró directamente porque adoptó el último criterio semántico que acabamos de remarcar, al decir: “Ahora bien: vivimos y pensamos, no obstante, en todo momento dentro de un horizonte. Por el hecho de haber 33 La polisemia es la presentación de los significados múltiples de una palabra, los que se alcanzan a través del diccionario, o del habla cotidiana, o de la intención que cada uno quiere darle a esa palabra cuando la usa. Pero el verdadero significado de una palabra reside en la etimología, es decir en las raíces de las cuales surgió porque el que la inventó lo hizo para reflejar un fenómeno primario. 48 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA horizonte, o sea, de anunciarse constantemente algo ulterior del que es abarcado en el horizonte obtenido, nace la cuestión de lo abarcador. Lo abarcador no es aún el horizonte dentro del cual se nos aparece toda manera determinada de lo real y del ser-verdad, sino es aquello dentro de lo cual está incluido cada horizonte particular como en lo simplemente incluyente”. Esto deja bien claro y expreso el pensamiento de Jaspers: lo abarcador es el horizonte total de todos los horizontes posibles. Pero si se lee detenidamente el pasaje anterior, al comienzo del mismo, habla del “horizonte obtenido” y, luego, de “horizonte particular”, por lo que indirectamente “lo abarcador” debe tener dos etapas bien claras, como una consecuencia natural: una primera etapa que no es expansiva sino exclusiva como es el encuentro inmediato con cosa o cuestión concreta que se presenta en forma individual y particular (como parte de un todo). Es acá donde el pensamiento abarcador o englobador cumple la premisa etimológica de la palabra pues intenta, en una sola mirada, encerrar la totalidad de la cosa para tener de ella un conocimiento certero o el ser-verdad. Alcanzado supuestamente este conocimiento, lo dejamos almacenado en nuestra memoria. Luego lo comunicamos a otros para confrontar otros criterios y apreciar “lo cierto” de nuestro punto de vista si hay coincidencia de todos esos puntos de vista (“horizonte particular” u horizonte inmediato e individual de lo que está “a la mano”). En esta etapa es cuando la ciencia médica se encuentra con el fenómeno médico a estudiar. La costumbre del estudio médico no es ver el fenómeno como parte de un todo, sino que lo analiza como un fenómeno autónomo. Es acá donde el investigador médico o el médico profesional debe realizar el cambio del pensamiento aspectual al englobador considerando lo que ve como una parte de un todo al que no debe perder de vista para insertar el fenómeno en estudio dentro del marco de la totalidad. Este ejercicio de pensamiento englobador fue el que originó la rama médica de la medicina psicosomática. superada esa etapa de conocimiento y consenso totalizador de la certeza o verdad del ser de una cosa, lo abarcador irá tras otra cuestión o cosa, conexa o no, con la que acaba de conocer. Así procederá hasta obtener el conocimiento de un mayor número de cosas que están en su existencia, en su mundo y que le son de incumbencia inmediata (totalidad de horizontes). Este método permite a la ciencia médica saber mucho más acerca de enfermedades relacionadas con el medio ambiente y los factores personales del paciente o enfermo. También cambia la comprensión sobre la persona enferma, lo que puede determinar encontrar un factor adicional del tratamiento en busca de la curación. 49 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Este es el concepto de Jaspers: la extensión de un primer horizonte a otro ulterior y así sucesivamente hasta lograr abarcar la mayor parte posible de la totalidad del “mundo” humano (acá funciona la denotación semántica de abarcar, en el sentido de “tomar alguien a su cargo muchas cosas a un mismo tiempo”). Ergo: no quedarse en un punto de vista sino indagar sobre todos los puntos de vista posibles. Características del pensamiento englobador Si bien en “lo englobador”, como en “lo abarcador”, se intenta llegar al conocimiento total primero de las partes y luego del todo, es comprensible que esto no sea logrado por un solo individuo, ni por toda la humanidad en un solo instante histórico. El “todo” del mundo del hombre se va manifestando parcialmente a través de la historia y de los cambios generacionales. Esto lo remarcó muy bien Ortega y Gasset.34 El horizonte abarcador o englobador, que agota los puntos de vista posibles de una cosa o cuestión, o del mundo en un momento histórico particular, puede llegar a considerarse, de alguna manera, como absoluto por consenso universal de una generación de pensadores en “esas circunstancias” históricas. Pero en los momentos históricos posteriores, las generaciones que siguen alcanzan otro horizonte para abarcar y considera como relativo, lo que la generación anterior creyó absoluto. Luego, históricamente, se nos indica que el hombre siempre tendrá un conocimiento relativo y no absoluto del ser de las cosas y de sí mismo. La historia le permite al hombre ir desarrollando diversos modos de ser y cada período de vivencia de la humanidad, deparará nuevos conocimientos y nuevos puntos de vista. ¿Acaso podía el cavernario prehistórico imaginar un viaje a la Luna? ¿Hubiera concebido Aristóteles o Platón una comunidad política complicada como las actuales o una sociedad sin esclavos? ¿Cristo habría predicado su Evangelio en la sociedad mediática actual con la misma eficiencia y alcance que logró en su época? Estas cuestiones han generado en algunos pensadores actuales que el hombre no es un ser concluso, sino inconcluso, que se va desarrollando a medida que transcurre la historia. Frente a todas estas posibilidades, pienso que la capacidad del pensamiento englobador es una forma o “modo de ser” propio del hombre; que está facultada para ayudar al hombre en sus circunstancias inmediatas, en forma individual y grupal. La suma de habilidades que la mente humana desarrolla en el devenir histórico tiene más que ver con el “homo faber” que con el “homo sapiens”. Los griegos antelaron la posibilidad del desarrollo técnico y científico del hombre, pero nadie puede anticipar si el hombre tendrá en un futuro más neuronas que hoy, mayor cantidad de circuitos cerebrales para desarrollar otras facultades superiores que ahora no manifiesta. O bien, aprender a manejar un mayor número de neuronas en relación al que hoy usa. 34 En su obra EN TORNO A GALILEO 50 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA El crecimiento del conocimiento del hombre es algo fáctico y siempre este conocimiento es más de la materia, que del ser de las cosas. Lo que no está develado aún es todo el ser de las cosas y del hombre en sí. Por eso la historia ayuda a ir mostrando los diferentes modos de ser, sin que a nuestro criterio esto signifique el hombre se está desarrollando, en el sentido de adquirir nuevas facultades (esta idea no está conexa con el sentido de la teoría evolucionista de Darwin, la que se refiere a la evolución biológica de las especies, sino está en relación al homo sapiens en sí, evolucionado biológicamente y ya acabado como espécimen humano. La evolución que el concepto propone es sólo de la inteligencia) Simplemente creemos que el hombre tiene poderes y facultades no desarrolladas, o al menos, no conocidas en su totalidad, pero dichas facultades y conocimientos ya están instalados en el hombre, aunque todavía no las hace patente. No es patrimonio de un desarrollo biológico a venir, sino la evolución de lo ya existente en lo biológico. En cuanto a la posibilidad de que el hombre se perfeccione a sí mismo mediante la ciencia y la tecnología, cambiando sus genes, esto está presumido pero no mostrado ni demostrado. Alterará alguna fisiología o patología de sus genes, pero los hechos nos van mostrando que todo lo que artificialmente el hombre modifica en la Naturaleza, tarde o temprano ésta pasa “su factura” y lo artificial no pasa nunca a ser parte de esa Naturaleza, sino más bien es rechazado mediante sanciones “naturales” como es la contaminación ambiental que ayuda a cambiar climas y a devastar las riquezas naturales. También envenena el cuerpo y la mente del hombre. O como el caso de los animales clonados, éstos padecen progeria que determina un desarrollo anormal (artrosis) y muerte prematura. Lo único demostrado científicamente hasta ahora, es que el uso correcto del cerebro genera la neurogénesis (aparición y desarrollo o activación de nuevas neuronas y sinapsis) hecho que desde la época de Ramón y Cajal se creía imposible. No se admitía la generación o la activación de nuevas neuronas e incluso se daba número presuntos de esas células que se admitía como creadas por única vez y una vez muertas era imposible la actividad de nuevas neuronas. El pensamiento englobador es el instrumento mejor presentado para que el hombre pueda comprender su propia vida y obra y pueda llegar a comprender que la Naturaleza es algo que le ha sido dado para complementar su existencia, pero no un juguete destructivo o a destruir. La ambición de dominar lo que le rodea está fuera de lugar, si no puede dominarse a sí mismo. Pretender conocer el universo antes de lo que él es, es tan hueco y vano y es un signo de falla de la sensatez. Toda la ciencia desplegada probablemente ha introducido confort (quizás en demasía), ha dominado algunas pestes o enfermedades consideradas plagas, pero no ha disminuido el impulso homicida que destruirse a sí mismo y a otros. Tampoco se ha demostrado que esa ciencia mejoró 51 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA su inteligencia, afecto y voluntad, esto es, su espíritu. El mayor precio que ha pagado por su avance científico es haber perdido de vista a la forma correcta de pensar y esto le ha creado la mayor crisis espiritual de la historia. Incluso en el trato del médico con sus enfermos (relación médico-paciente) si el médico no logra comprenderse a sí mismo, difícilmente podrá comprender a su paciente. Daré un ejemplo muy grueso: el médico que fuma no tendrá ni autoridad ni conocimiento certero de cómo evitar que su paciente fume y enferme por el tabaco. El pensamiento englobador (o como quiera llamársele, el nombre no es lo importante) es lo que puede redimirlo de estos y otros males y antelar un futuro con mejores esperanzas. Todo el mundo está clamando que “hay que cambiar” algo. Lo que pocos dicen y nadie le presta atención es que la única meta importante actual debe ser cambiar al hombre mismo. Luego, secundariamente, cambiarían los políticos, los científicos, los filósofos, los artistas y con ellos, la sociedad toda. No hay que poner metas utópicas ni proponer cosas ideales. El hombre es fuente de bien y de mal. Así hay que englobarlo y pensarlo y desde esta perspectiva tratar de obtener “lo mejor” de él, limando sus imperfecciones naturales. No hay un hombre totalmente bueno ni totalmente malo. Hay hombres posibles de cambiar. Junto con Ortega y Gasset debemos rememorar que el pensamiento englobador no tiene funciones lúdicas, a pesar de que posee capacidad para desarrollarlas. Su fin principal es dedicarse exclusivamente a “las cosas inmediatas que le son inherentes y con las cuales tiene que “habérselas”. Para el filósofo español, si el pensamiento englobador no se dedica a lo fundamental para el hombre de “hoy y aquí”, caería en la curiosidad malsana pues emplea su principal y más útil facultad para dedicarse a indagar por las cosas que pueden llegar a interesarle pero que no son las que él verdaderamente necesita. Esta razón es la que justifica a la crítica de que se esmera en conocer el espacio y gasta una fortuna cuantiosa en hacerlo, mientras su espíritu se desmorona y el hambre, la miseria y la enfermedad afecta a más de la mitad de la humanidad de este incipiente siglo XXI. Este hecho opera como el ejemplo del jugador compulsivo que dilapida sus ganancias en el juego mientras se abandona personalmente y deja sin protección a su familia. Otra ironía es que la ciencia biológica intenta dominar como nunca, la estructura molecular de todos los fenómenos fisiológicos del cuerpo humano, especialmente los del cerebro. Esta biología molecular ha hecho, además, avances espectaculares en el conocimiento del genoma (conjunto de genes) del hombre y de animales y las disciplinas que estudian la parte psíquica, neurotransmisores, endocrinia y aparato inmunológico, ha llegado a establecer complicadísimas intercomunicaciones neuronales con un cortejo de sustancias neuroquímicas que en forma interminable se agregan a esta red también interminable de conexiones intercelulares y de reacciones biofisicoquímicas. 52 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Esta maraña entretiene a los científicos de la biología, los que ingenuamente creen estar descubriendo los secretos del espíritu en las reacciones materiales del cerebro. Así se está hablando de los “centros” o “zonas” que intervienen en la memoria, en el misticismo, en las emociones, en la inteligencia y otras facultades mentales y espirituales. Es tanta la ingenuidad que muchos de ellos llegan a pensar que esas facultades se “forman” en el cerebro humano, de un modo que este órgano es el que genera dichas facultades. Confunden el instrumento con la esencia de las cosas. Así, el cerebro es el origen de la “idea” Dios y de todo lo concerniente a la fe, también el cerebro es el centro de los sentimientos y de las emociones y de todos los productos mentales del hombre. Este fenómeno tiene analogía con los “fisiologistas” antiguos que aseguraban, en forma absoluta, que los sentimientos radicaban en el corazón y en el hígado. Lo que debe estar bien claro para los científicos y pensadores de ayer, hoy y mañana es la verdad irrefutable, casi dogmática, de que ningún fenómeno proveniente del hombre tendría existencia sin el instrumento llamado cuerpo. La asociación indisoluble e inseparable de funciones espirituales (llamadas alma o espíritu) y del cuerpo del hombre constituye en sí un “todo” sin partes. Las partes son compartimentos que el hombre intelectualmente distingue a medida que observa y estudia los fenómenos espirituales y, por razones de interpretación y explicación, debe separarlos para conocerlos mejor. Éste es el error o pecado original de la ciencia: objetiva y separa las cosas para conocerlas mejor, pero termina dando por absoluto un conocimiento relativo de la parte. Pierde de vista el todo. En cambio la filosofía se ocupa del todo, sin conocer la parte en muchas ocasiones. Es aquí donde el pensamiento englobador juega su principal rol y objetivo: integrar el conocimiento de las partes con el todo, en forma armónica y sin soslayar ninguna de esas partes, puesto que el resultado será un todo incompleto. De este modo debe terminar toda contraposición entre materia y espíritu, entre ciencia de lo material (ciencias tradicionales) y ciencia del espíritu (ciencias espirituales). Tiene que concebirse una ciencia holística u antropológica donde cada vez que se hable de lo espiritual se tenga en cuenta cómo opera sobre lo material y viceversa. Materia y espíritu son partes incontrovertibles del mundo actual del hombre y, en su proyección macro y microcósmica, de todo el universo. Si no ¿por qué tanto afán en averiguar si hay vida similar a la humana o de cualquier otra forma, en alguno de los planetas o satélites u otro de los elementos que están en el espacio sideral? Es cierto que la ciencia médica es una ciencia materialista en tanto y cuanto debe estudiar la anatomía, fisiología y fisiopatología del cuerpo humano. Pero en muchos casos, la etiología remite a fenómenos que deben involucrarse más con lo espiritual que con lo material, lo que obliga a que la medicina también incursione en cuestiones no materiales como es el distrés y trastornos similares. La biología en general y la humana en particular, comparten muchos fenómenos con otras ciencias como la física, la química, las matemáticas (usada para fijar parámetros para la investigación, la estadística, la epidemiología, etc.), por lo que la medicina 53 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA termina siendo una ciencia inter y multidisciplinaria. Incluso, dentro de las mismas disciplinas de la ciencia médica, es hoy muy necesario integrar un conocimiento mediante los últimos estudios multicéntricos de consenso científico universal. Así, se impone que si se encuentra, por ejemplo, un trastorno genético en una determinada dolencia, es necesario determinar si ese trastorno genético es hereditario o si es una mutación adquirida no hereditaria (afecta el ADN somático de la mitocondrial, pero no el gonadal del núcleo celular). Por eso es necesario comenzar a ver una dolencia desde todos los puntos de vistas posibles de la ciencia médica actual: neurociencias, biología, genómica funcional, estudios prospectivos, psicoimnunoendocrinología, etc. Más le valdría al hombre de este siglo XXI preocuparse profundamente en tener bien en claro qué es en sí, o al menos en el modo como se manifiesta, todo lo relativo a la vida en general y, en lo particular, a su vida y su espíritu, en especial a su modo de enfermar. Aún se está debatiendo en muchos foros qué es la vida del hombre y cuándo comienza, y todavía se habla de alma, mente, espíritu y vida como cosa indistintas. Y hasta se ha llegado a pensar que todos los seres vivientes, salvo la forma material, llegan a poseer una misma especie de inteligencia. Así se habla de inteligencia animal y vegetal. Esta grosera interpretación semántica de inteligencia ha perdido de vista lo fundamental: la inteligencia es el único signo que diferencia al hombre de todos los otros seres vivos y de las cosas existentes. La facultad de la inteligencia del hombre no está guiada por instintos ancestrales que se repiten en la especie colectivamente, sino que el pensamiento y la obra del hombre es distinta para cada hombre, lo que no le ocurre a la abeja, a la hormiga, a la flor (según el concepto de inteligencia de Maurice Maeterlink aplica a estos seres vivientes). Estos animales y vegetales operan acciones que la mente humana concibe como inteligentes, pero no son acciones que buscan la verdad o el sentido de las cosas, sino actos maravillosos que busca con suma habilidad perpetuar la especie o espantar depredadores, es decir, son exclusivamente actos de instintos ancestrales para preservar la especie y nada más. Ningún animal o planta se plantea el sentido de su vida o la verdad de las cosas. Simplemente las vive y las usa de acuerdo a sus necesidades vitales o biológicas. En cambio, el hombre, antes que indagar por el orden del universo, debe buscar como conocer su propio orden externo inmediato y en lo interno desarrollar su inteligencia mediante el uso correcto de su pensamiento. Esto es, considerar su macrocosmos y su microcosmos, dicho en un determinado lenguaje. Desconocer cómo debe pensar y los elementos que componen el mecanismo o proceso de su pensamiento, le impide ordenar un modo coherente y inherente de pensar, para lograr un producto trascendente. Este es el principal desafío de una humanidad perdida sin horizonte espiritual y en verdadero caos interior. La crisis espiritual que tanto remarcamos como el conflicto predominante del hombre actual, sólo podrá ser revertida si el hombre aprende a pensar debidamente. Por eso ahora, 54 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA muchos estudiosos están insistiendo en esto, aunque a pocos les interesa y casi todos lo ignoran. El pensamiento englobador, y otras formas de pensar, debe ser conocidas y cultivadas para que el hombre vuelva a llenar de contenido los significados de su vida y existencia, su propio ser y el ser de los otros entes de su mundo, a fin de reencontrarse con su mundo y los principios superiores que rigen su cosmos.35 Pero en el caso de la ciencia médica, además de aprender y cultivar el pensamiento englobador, el médico (y el investigador médico) deben cobrar conciencia de que un pensamiento englobador se alcanza sólo si hay concordancia entre objeto y sujeto. El sujeto de la ciencia médica es el médico, ya sea como médico asistencial o como investigador, y como sujeto debe autoconsiderarse y conocerse para poder así comprender y empatizar con el objeto de la ciencia médico que es el enfermo y la enfermedad. Conocer la subjetividad es tarea de un pensamiento reflexivo, el cual a su vez ejerce también una función crítico y esto genera el denominado pensamiento crítico. 35 La palabra cosmos es usada aquí con la interpretación de los griegos antiguos: el ámbito de todo lo conocido. 55 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA IV PENSAMIENTO CRÍTICO La filosofía en Balmes sobre el pensamiento crítico J aime Balmes, un filósofo del siglo XIX, escribió varias obras destacadas, pero una de las más humildes que tituló HISTORIA DE LA FILOSOFÍA, contiene un capítulo, que tituló “Ojeada sobre la filosofía y su historia”, donde el autor vierte jugosos conceptos. En este escrito, Balmes perfila las bases fundamentales más sencillas del pensar filosófico. Hasta se podría decir que, con una cierta ingenuidad, simplifica el concepto de la filosofía previendo lo que ahora se intenta del pensar filosófico: que recobre una claridad sencilla y esté centrado en las “cosas fundamentales de la vida”. Que se despoje de retóricas intelectuales pesadas, de intelectualismos brillantes pero incomprensibles y de citas latinas y griegas (escritas en esos idiomas) sólo explícitas para los eruditos académicos. El pensar filosófico y el discurso filosófico deben recobrar un lenguaje libre de recovecos ingeniosos o de frases rimbombantes pero intranscendentes. Quien mejor comprendió esto, en Argentina, es el desaparecido Jaime Barylko, que, accidentalmente, detenta las mismas iniciales en el nombre que Balmes. Barylko dejó escritas varias obras de pensar filosófico pero elaboradas con un lenguaje sencillo, salpicado de frases populares, para explicar mejor a que temas se refería. La propuesta de Balmes, arranca con la aseveración “existe algo” e inmediatamente indica que esta afirmación de lo fenomenológico (lo que aparece a la luz, lo que se percibe) induce las preguntas siguientes: ¿Cómo lo sabemos? ¿Cuáles son nuestros medios de percepción? ¿Es legítimo el testimonio de éstos? ¿En qué funda su legitimidad? ¿Qué cosas existentes conocemos? ¿Cuál es la naturaleza de ellas? ¿Qué relaciones tienen entre sí? ¿Tienen origen? ¿Cuál es? ¿Tienen un fin? ¿Cuál es? Estas cuestiones están centradas en lo relativo al mundo o circunstancias que rodean a la vida del hombre. Pero la filosofía también debe calar hondo en la vida misma del hombre y la razón de su existencia en particular. 56 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Para esto Balmes propone otra serie de preguntas esenciales: ¿Existo? ¿Qué soy? ¿De dónde he salido? ¿Cuál es mi destino? ¿Qué es ese conjunto de objetos que me rodean y me afectan? ¿Cuál es su origen? Los interrogantes planteados por Balmes centran en cuestiones muy básicas como son el hombre y el universo que le rodea. Balmes, como religioso, agrega la cuestión de Dios. Parecería que Balmes plantea las preguntas “usuales” en una iteración monótona. Realmente lo que el filósofo parece querer es incitar el replanteo de las preguntas filosóficas clásica para invitar a un nuevo y original “repensar” a esas preguntas. Para este filósofo, estas cuestiones universales no son “objeto de escasa importancia” sino el “objeto de la filosofía”, por excelencia. Critica que se ha abusado de la filosofía con “cavilaciones” a veces certeras en la forma con qué se expresan, pero muchas erradas sobre las cuestiones fundamentales que él plantea. Especialmente en lo relativo a Dios. Sin embargo, la crítica mayor es la cantidad de objetos pocos importantes sometidos a un pretendido pensar filosófico. Insiste en ese abuso de la filosofía, pero llega a la conclusión que el hecho de haber sido abusada, no descalifica a la filosofía como método válido para seguir buscando las respuestas necesarias a las preguntas del espíritu del hombre. Resalta que los logros obtenidos por el hombre, “por cualquier adelanto”, envanece al mismo. De este fenómeno no escapa la filosofía. Empero la circunstancia de los yerros no debe condenar al hombre a quedar “estacionario” por renunciar a su vocación de búsqueda de la verdad. En el parágrafo 371, Balmes afirma: “Donde hay un hombre que piensa sobre un objeto, inquiriendo su naturaleza, sus causas, sus relaciones, su origen, su fin, allí hay un filósofo. Donde hay dos hombres que se comunican recíprocamente sus ideas, que se ilustran o contradicen, se ponen de acuerdo o disienten, allí hay discusiones filosóficas”. A través del texto, Balmes va destacando el desprestigio de la filosofía manejada por sofistas y no por filósofos, que de alguna manera hizo perder prestigio a las últimas generaciones griegas y a algunos pensadores romanos. Asimismo critica a los que en lugar de filosofar directamente se detienen a estudiar las escuelas filosóficas existentes. En el parágrafo 373 escribe: “La filosofía es la razón examinando: la diferencia está en el más y en el menos, en la extensión y en la forma, pero el fondo es el mismo... Los fenómenos intelectuales, como radicados en seres dotados de espontaneidad y libertad, presentan por doquiera el carácter de los sujetos en que se desenvuelven: variedad, oposición, libertad. Cuando veáis una clasificación muy precisa, como salida de un molde, tened por seguro que el clasificador, o finge, o se alucina”. 57 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA En referencia a la trascendencia de la filosofía en la sociedad, Balmes piensa que sólo cuando el pensar filosófico se aplica a las ciencias, éstas dan “conquistas prácticas” en el orden material. Pero la filosofía aplicada a la sociedad en sí ha dado muy escasas conquistas. Incluso, en el orden moral y religioso, estima que no hay ninguna conquista práctica filosófica. Da como prueba de sus asertos los adelantos científicos, pero deja bien claro que “la sociedad no se ha formado ni se conserva por la filosofía”. Cita los esfuerzos de Platón pero piensa que los mismos se volatilizaron con los tiempos y sólo han logrado “arrumbar las teorías”. Para evitar el desvío, considera que se tuvo que “apelar al buen sentido” y, en esa dirección, fue más sensata la conducta de Solón que la de la Platón. Sostiene que la filosofía ha logrado conseguir algunos bienes sociales, produciendo “escarmiento y desengaño” en algunas cosas y un “caudal de prudencia” en otros. Esto podría ser alguna ventaja, pero los principios ventajosos encierran un cierto empirismo: se refieren a hechos concretos en donde las experiencias humanas reciben lecciones directamente de la práctica. Es como “las quemaduras que nos enseñan desde niños a no tocar el fuego”. Balmes no llegó a conocer a Heidegger. Si esto hubiera sido posible, habría encontrado una prueba palpable de sus afirmaciones predictivas. Heidegger, como Balmes, cree que es imposible llegar al verdadero ser del hombre, en forma directa, por la filosofía. Sólo es posible tener una idea de esa esencia, en forma incompleta, a través de los “modos del ser”. Naturalmente, como religioso profeso, Balmes afirma que el origen del hombre está en Dios, su creador. Pero esto lo sostiene desde el punto de vista de la fe y no de la filosofía. Escapa a su propio planteo, expresando sus convicciones religiosas personales. No obstante, pienso, en lo personal, que hay tendencias actuales a considerar más filosóficamente a la creación divina del hombre, precisamente por sus atributos espirituales. Ninguna filosofía puede explicar mejor esos atributos sin recurrir a un principio superior. El parágrafo final de este capítulo que escribe Balmes, que lleva el número 389, nos deja este pensamiento: “Además, el conocer de antemano y con toda certeza las verdades fundamentales relativas al hombre, al mundo y a Dios, en vez de dañar a la profundidad del examen filosófico, la favorece; jamás, entre los antiguos, se elevó la filosofía al alto grado a que ha llegado después de la aparición del cristianismo. La existencia de Dios, su infinidad, su providencia, la espiritualidad del alma, su libertad, su inmortalidad, la diferencia entre el bien y el mal, todas las relaciones morales en su inmensa amplitud, han sido tratadas en las escuelas de los filósofos cristianos, con una sublimidad que asombraría a Platón y Aristóteles. En las regiones de la metafísica y de la moral, el espíritu humano se muestra tanto más poderoso cuanto más participa de la influencia del cristianismo”. Naturalmente, este aserto de Balmes cobra relieve si, prescindiendo, en lo posible, de la fe religiosa, se considera a Cristo como un “filósofo del amor y la caridad”, nota fundamental del ser auténtico del hombre (reconocido ahora por “ser con…” de Heidegger). 58 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA El pensamiento criterioso o crítico en Balmes La filosofía de Balmes estuvo siempre a favor de un pensamiento que no aceptase las cosas por sus meras formas, sino que debía intentarse la profundidad para llegar a la verdad, a la certeza sin dudas, pero siempre por métodos bien nítidos. El criterio o la crítica no es nada más que un medio, norma, que se establece a través de la evidencia (lo que está a nuestra vista, lo que se ve, lo que se deja ver), siendo esta evidencia una verdadera “certeza del espíritu” (Santo Tomás, Descartes) “sin manera alguna de ponerse en duda”. Debe distinguirse, dice Fatone, entre la evidencia de un juicio de experiencia (la que se debe a un fenómeno visible por todos) y la evidencia de un juicio de razonamiento (la comprobación de una hipótesis o tesis racional mediante un correcto razonamiento). De acuerdo al análisis de la evidencia que hicimos en un parágrafo anterior, todo objeto de evidencia de un juicio de experiencia sólo es pasible de ser conocido mediante la simple mostración (mera exposición ante la vista), toda cuestión de evidencia de un juicio de razonamiento debe ser demostrada (elaborando un razonamiento o cadena de razonamientos no contradictorios e incontrovertibles) El empleo de un lenguaje adecuado y asequible, en Balmes, fue una de sus inquietudes. La forma del inquirir filosófico, fue otra. Su obra signada por una inspiración religiosa en ningún momento apela al dogmatismo sino que siempre se mantiene en un rango racional lúcido. Se esfuerza por ser claro y contundente. No sólo en el análisis del devenir histórico filosófico, sino también del método de la filosofía. En ese sentido escribe otra obra36 con la intención de que el filósofo escudriñe la realidad con la idea de no aceptar la mera apariencia de las cosas y los fenómenos, sino que los enfoque con un sentido de análisis crítico, es decir, con pensamiento crítico. Pensamiento crítico Volveré a iterar algunos conceptos sobre la esencia del hombre desde la filosofía antropológica para mejor comprender la intención de este parágrafo. El ser del hombre es un ser desconocido. Es como si estuviera dentro de un círculo al cual no puede entrarse. Es un ser encerrado en sí mismo (sistencia del ser). Esta sistencia o mismidad cuando no es transcendida por el hombre, éste queda convertido en un ser encerrado, ensimismado que no convive en el mundo. Es el caso de ermitaños o eremitas que se enclaustran en una cueva y rehúyen vivir en sociedad. Por esto, el ser ensimismado, el que no se manifiesta, no constituye un hombre propiamente dicho, por lo que Aristóteles que el hombre que vive sólo o es Dios o es bestia. El hombre para manifestar su ser debe salir de esa mismidad o sistencia, es decir, “llevarla afuera” lo que significa ex-sistencia (ex = fuera; sistencia = de sí). Es decir, que el hombre cuando sale de su sistencia, de su mismidad, comienza su existencia, o sea, que comienza a vivir fuera de sí. Pero fuera de sí no es la expresión que se usa corrientemente para indicar a un hombre iracundo 36 Jaime Balmes – EL CRITERIO – Linkgua Ediciones S.L., España, 2008 59 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA sino que en este caso significa que el ser sale de su encerramiento sistencial o mismidad, para existir y se convierte en un ser abierto. Esta es otra de las notas fundamental del ser del hombre. Y necesariamente, al ser abierto es cuando comienza a ser con otros seres. Este ser con... es otra nota fundamental del hombre que lo lleva a convivir con otros seres humanos como condición fundamental de su ser. Así el hombre es un ser social. En esta primera trascendencia, el hombre toma contacto con la realidad o conjunto de seres y cosas que le rodean y este primer acercamiento con los fenómenos (modo directo con que las cosas se muestran a la luz de la naturaleza) le lleva a elaborar un concepto aspectual (desde un determinado punto de vista) en donde las cosas parecen ser (apariencia). Este pensamiento aspectual, parcial, primero, de la apariencia de las cosas a la luz natural, lleva a la formación de la opinión (mera doxa de los griegos). La opinión es un concepto relativamente superficial sujeto siempre a un punto de vista, por lo que las conclusiones a las cuales arriba son siempre contingentes (puede ser o no ser). Luego no alcanza la certeza absoluta. Una vez que el hombre ha establecido su mundo, instrumentándolo y llenándolo de sentido, a través del espacio y del tiempo humano, donde vive como un ser abierto o social en comunión con otros seres iguales, el hombre con su razón o inteligencia, pasa a establecer un criterio (del griego juzgar), un pensamiento crítico de su mundo, donde juzga su existencia mundana. El criterio es “una norma para conocer la verdad”, “juicio o discernimiento” que permite la crítica que es el “arte de juzgar de la bondad, verdad y belleza de las cosas”. Este juzgamiento o pensamiento crítico, debe elevarse sobre el espacio físico del mundo e ir a un plano que va más allá de lo físico y que constituye la metafísica. A través de la metafísica, el hombre establece un pensamiento crítico o trascendente y puede hacerlo: a través de la razón únicamente y llega a la filosofía o bien a través del sentimiento o fe que profesa con la religión. Esto constituye una segunda trascendencia: el hombre con su razón o su sentimiento a través de la fe, transciende su mundo físico, accede a lo metafísico y se encuentra con la filosofía o la religión. Estas dos condiciones marcarán distintos modos de ser. El pensamiento trascendente o crítico establece una nueva forma de comprender a sí mismo o comprenderse. Forma juicio de sí mismo y revela su forma de ser con el pensamiento trascendente. Por ser un pensamiento de autocomprensión es un pensamiento reflexivo, como luego veremos, pero también, a su vez, es un pensamiento que permite distinguir con certeza lo estético, lo ético y lo moral, en busca de la verdad y la bondad, pues puede distinguir lo verdadero de lo falso y lo bueno de lo malo. La primera trascendencia le permite al hombre conocer las cosas y las cuestiones fundamentales, pero no le permite distinguirlas con certeza plena. La segunda trascendencia es la que le permite alcanzar la perfección espiritual y darle la dignidad de ser inteligente. 60 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Una vez que el hombre alcanza su segunda trascendencia con el modo de pensar crítico, vuelve al mundo con esa distinta forma de juzgarlo y establece así una nueva o tercera trascendencia: el regreso al mundo con el pensamiento trascendente, que permite al hombre indagar sobre el ser de las cosas a fin de develar (des-velar) (quitar el velo) a ese ser y comprender más profundamente su ser y el de otros. Así va descubriendo los que las cosas son y quiere llenar con un nuevo sentido existencial a su mundo, buscando la autenticidad (mostrar su ser verdadero). La verdad no es otra cosa que las cosas se revelen con su propio ser, es decir, lo que las cosas son. Cuando las cosas no revelan su identidad o ser real, aparecen (parecen ser) como falsas. No son en sí, sino parecen ser otra cosa. Luego, la falsedad es lo que las cosas parecen ser pero no son. El hombre auténtico adquiere autoridad: hace las cosas por sí mismo (hacer con autenticidad) con su ser verdadero, y así como autenticidad es manifestarse con verdad, autoridad es hacer con verdad. El término autoridad está aquí más cerca del castellano autoría que es la calidad de autor, o sea, “el que es causa de alguna cosa”, pero también puede ser interpretado como lo define la RAE como una potestad o facultad que se detenta como “persona revestida de algún poder” por su propio mérito. El ser humano dotado de autenticidad y autoridad, puede ahora antelar su existencia. Para conocerse, el hombre aprende a reflexionar. Pido disculpas por este parágrafo iterativo pero lo consideré necesario para integrar y redondear determinados conceptos en un modo global. El pensamiento crítico, aplicado a la ciencia y en particular a la ciencia médica, consiste en que el científico debe permanentemente monitorear el producto científico a fin de verificar si realmente responde a un fenómeno verdadero o es un fenómeno condicionado artificialmente por la ciencia. La autoridad de un científico no sólo reside en su saber sino también en que su obra tenga concordancia con una realidad auténtica y no supuesta o inventada. El pensamiento reflexivo como instrumento de desarrollo El pensamiento crítico es una continua meditación y esto lo destaca Descartes cuando aconseja “que es necesario un largo ejercicio y una meditación frecuentemente reiterada” para adiestrar la mente (concepto que comparte el budismo que no involucra a Dios ni ninguna religión). Y la meditación, en sí, es una reflexión. Dijimos que el pensamiento crítico nos permite autocomprendernos, es decir, comprendernos o conocernos a sí mismos. El desarrollo intelectual estará en relación directa al conocimiento que se tenga de sí mismo. ¿Cómo se adquiere este conocimiento? En esta cuestión, el eje pasa por el pensamiento reflexivo. La reflexión es el pensamiento concentrado, ordenado y dirigido voluntariamente hacia nuestro interior, sobre sí mismo, para indagar nuestras tendencias y deseos, para formar las decisiones, para realizar críticas y para hacer análisis y síntesis. Es la primera arma que nos llevará al conocimiento profundo, a develar el primer contacto con las cosas para darle un primer sentido mundano. Es también lo que permite conocer la vocación y ayuda a iniciarla. Es lo que permite el proyecto cotidiano y el estilo de vida a adoptar (proyecto existencial). 61 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA La reflexividad es una propiedad indisolublemente vinculada al carácter relacional del sujeto reflexivo y sin ella no cabría concebir la noción de “sí mismo” ni hacer juicio alguno de valor, acerca de la misma. El carácter de relacional le permite relacionarse con sí mismo pero también con los otros y esta última condición coloca a la reflexividad en el campo de la comunicación. Mediante la reflexividad el hombre es capaz de tomarse a sí mismo como objeto de percepción y puede percibirse como una parte de la realidad. En este caso la reflexividad mira una realidad interna pero en relación con una realidad externa o realidad de otros. La diferencia esencial entre esas dos posibles formas de acceso a la realidad radica en el contexto: los demás me perciben en un contexto (semiótica) de realidades (signos) externas que contribuye a hacer inteligible mi conducta en la propia percepción uno mismo dispone de un contexto más amplio: el de todas las vivencias habidas en el discurrir biográfico personal. Vivencias que a su vez están sujetas a una valoración subjetiva por las connotaciones afectivas de las mismas. El pensamiento reflexivo puede verse desde dos perspectivas: una es la que acabamos de exponer, como pensamiento dirigido a sí mismo, a introspeccionar la realidad interna. Otra perspectiva es pensamiento reflexivo como el pensamiento destinado a reflexionar, esto es, “considerar nueva o detenidamente algo”. En este sentido, el pensamiento reflexivo es un pensamiento crítico y se considera como meditación. La RAE nos dice que meditar es “aplicar con profunda atención el pensamiento a la consideración de una cosa o para discurrir sobre los medios de conocerla y conseguirla”. De esto es evidente que “profunda atención” es concentración y concentración es “fijar la mente en un punto”. En cierta medida, “repensar las ciencias” no sería otra cosa que aplicar el pensamiento crítico reflexivo para distinguir entre lo meramente aspectual y lo que tiene más carácter de global. Para esto debo hacer una abstracción de los sentidos, que es como prescindir de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. No debo distraer estos sentidos usándolos al mismo tiempo que deseo meditar. Esta primera premisa me dice claramente que debo buscar un “espacio físico de aislamiento” o aprender a aislarme “en medio de la vorágine”. Lo primero es más sencillo que lo segundo, aunque ambas cosas son factibles. Empecemos por lo más sencillo y comprensible: aislarnos físicamente. Esto lo hacemos automáticamente cuando vemos una película, escuchamos música o leemos atentamente algo. Luego, es cuestión de observar atentamente como disponemos los sentidos en esas situaciones para después aprender a hacerlo cuando estemos dispuestos a meditar. Esta educación de los sentidos es primordial. Sin ella no hay concentración, sin concentración no hay meditación. Cuando oramos con devoción, es decir, “conversamos con Dios”, estamos en absoluta prescindencia de los sentidos. La meditación es lo mismo que la oración. Es una conversación 62 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA con nosotros mismos, en lugar de conversar con Dios. Por lo tanto la predisposición para la meditación es la misma que la predisposición a orar. De igual manera el científico, el artista y el filósofo cuando van a crear algo de su especialidad, se concentran tan profundamente que esto también es meditación. Nosotros tenemos que aprender a concentrarnos en las cosas inmediatas a nuestra necesidad cotidiana. Esta actitud significa aprender a vivir. No es cuestión de pensar cualquier cosa, sino sólo aquellas que nos van en forma inmediata, con la que tenemos que habérnosla sin escapatoria alguna. Una de ellas es la salud. Hay dos formas de habérnosla con la salud: para prevenirla o para curarla. En ambas situaciones debemos meditar. La oración es una forma de meditar como lo veremos luego. En esta particular cuestión, Herbert Benson, médico norteamericano que luego estudiaremos, ha escrito un libro.37 En él describe como muchos pacientes enfermos del corazón aprendieron a disminuir el estrés y con ello mejoraron la hipertensión arterial, los accesos anginosos y otros malestares cardíacos. Estos estudios relacionados con la religión fueron realizados en un marco estrictamente científico con experimentos del doble ciego y randomización. La meditación es estudiada por la medicina norteamericana desde finales de la década del „60 y ha ido en auge hasta el presente. Luego, meditar en medicina no es sólo aprender a pensar sino también aprender a prevenir y curar las enfermedades. La concentración necesita básicamente dos cosas importantes: deseo intenso y voluntad férrea para hacerlo. Sin ellas no habrá perseverancia o tesón. Hay dos cosas a tener en cuenta para meditar, aparte de la concentración o anulación de los sentidos: la relajación y la respiración. La concentración eficaz La concentración es la técnica meditativa básica que consiste en centrar la atención en un solo objeto. Es universal y tradicional en todas prácticas meditativas espirituales y fuera del campo de la espiritualidad. Para centrar la atención en un punto es preciso dejar de lado los innumerables pensamientos y deseos que revolotean por la mente y que operan a modo de distracciones. Kierkegaard decía: “la pureza de corazón significa querer sólo una cosa” Aprender la capacidad de concentración necesaria para realizar un determinado trabajo con eficacia y éxito es una acción que exige un adiestramiento o educación previos. La completa y exacta concentración en una tarea nos lleva a producir pensamientos y hechos con gran calidad y menor tiempo y a la altura de los más competentes. Adquirir la capacidad de enfocar la atención en forma completa en una tarea determinada puede ser la clave del éxito, mientras que la distracción o dispersión mental puede ocasionar el fracaso, aun de lo que tenía asegurado un 37 Hebert Benson - LA RESPUESTA DE LA RELAJACIÓN (The Relaxation Response), EE.UU., 1975 63 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA éxito. Es lo que ocurre con el deportista que comienza a trabajar con ahínco una competencia, toma la delantera pero es derrotado por “desconcentrarse” en el transcurso de la gesta. Fijar la atención es crear una “zona” de extrema concentración que lo hace inmune a las distracciones. Para esto se necesitan algunas de las siguientes condiciones (de las cuales muchas coinciden con las máximas morales que Descartes se impuso a sí mismo): Practicar la concentración y la tarea a realizar: la clave es saber fijar la atención y evitar las interferencias internas y externas que nos distraigan, realizando la tarea totalmente ensimismado en ella en forma repetitiva, varias horas al día Investigar y usar el mejor sistema: la rutina de trabajo que se ha comprobado como eficiente nos lleva a sistematizar todas nuestras acciones en función de la eficiencia. Csikszentmihalyi38 asegura que la adquisición de nuestra propia “zona”: “es lo mismo que hace un atleta antes de competir o un sacerdote antes de oficiar. La conducta regida por el hábito los ayuda a concentrarse en la tarea que tiene por delante. La actividad ritual afina la mente”. Todos debemos y podemos crear un ritual para casi cualquier tarea que debamos desarrollar, más aún en este caso especial de la concentración. Hacer más difíciles las tareas personales: ponerse vallas propias o sea inventarse retos, ayuda no sólo a concentrarse para resolver esos retos, esto es, obligarse a utilizar todo el potencial posible que tenemos a nuestra disponibilidad. Cuanto más alto sea el grado de dificultad más nos ayudará a conseguir gradualmente nuestra “zona”. El estado de fluidez perfecto se produce cuando nuestras capacidades están a la altura de nuestros propios retos (Csikszentmihalyi). Esto funciona como que no hay que competir con otros sino con nosotros mismos. La autocompetencia nos produce mayor perfección. Ventajas fisiológicas de la meditación El estudio Davidson39 demostró que la meditación de una hora diaria, seis días a la semana aumenta la concentración de anticuerpos cuando se realiza una vacuna y que prepara para afrontar mejor el estrés, además de activar regiones del cerebro relacionadas con el buen humor. Todo esto provoca una sensación de bienestar que puede durar hasta cuatro meses Csikszentmihalyi, Mihaly – FLUIDEZ: LA PSICOLOGÍA DE LA EXPERIENCIA ÓPTIMA (Flow: The Psychology of Optimal Experience) 39 Realizado por el psicólogo Richard Davidson en la Universidad de Wisconsin, EE.UU. Lutz, A.; Slagter, H.A.; Dunne, J.D.; Davidson, R.J. - REGULACIÓN DE LA ATENCIÓN Y EL SEGUIMIENTO EN LA MEDITACIÓN Tendencias en Ciencias Cognitivas 12(4):.. 163-169, 2008 38 64 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA después de dejar de meditar. Davidson sostiene: “la meditación produce cambios biológicos medibles en el cerebro y en el resto del cuerpo. No hace daño, puede ser muy eficaz y es posible combinarlas con otros tratamientos”. Chopra agrega: “somos los únicos seres de la Tierra que podemos cambiar nuestra biología por lo que pensamos y sentimos”. Practicar meditación es una de las claves para obtener un modelo de vida. Meditar nos ayuda a eliminar o descartar toxinas, evitar o destrabar el estrés, pero lo más principal es que nos permite conectarnos con toda la energía espiritual y la energía fundamental del universo. Es una actividad en la que el tiempo deja de existir tal y cómo se lo conoce, pues nos transportamos a otro estado debido a que el silencio para meditar y el pensamiento concentrado, alcanzan otra dimensión más allá del tiempo y el espacio cotidiano y común. En la nueva dimensión de la meditación predomina la paz interior y pone a nuestra disposición la práctica del fluir del dar y recibir amor, sin límites de nada. La consecuencia de todo esto es conseguir el equilibrio entre la mente, el cuerpo y el espíritu, en lo que predomina paralelamente el amor, la plena conciencia del presente y la entrega que son los ingredientes fundamentales para lograr ese arte de vivir. Y también nos ayuda a interpretar los fenómenos y las cosas que nos ocurren a fin de comprenderlos y encontrarles un sentido acorde con lo que esos fenómenos son en sí. En lo referente a la medicina, el científico y el médico que aprenden a meditar los fenómenos médicos que le tocan enfrentar, estarán mejor habilitados para lograr el pensamiento crítico y englobador y mejorar la calidad del conocimiento y la práctica médica. La reflexividad como origen de la comunicación La reflexividad permite a un individuo conocer sobre sí mismo, pero este conocimiento o saber, en alguna medida, depende o sucede de la representación verbal. Toda idea interna o externa se hace patente a través del signo o significado de una palabra. Aún para referirme a mí mismo, en mi mismidad, auto refiriéndome a mí en mi pensamiento, necesito hacerlo con palabras. La reflexividad es útil sólo si el ser reflexivo puede concretar sus sensaciones internas (recodificación) en algo análogo al lenguaje verbal, es decir, si “encuentra” la palabra apropiada para definir sus sensaciones íntimas. Sólo al formularse una idea clara de su interior a través de su lenguaje o código conocido tendrá para sí y para otros el conocimiento de sus circunstancias psíquicas o espirituales, sobre todo, las vinculadas al área instintiva y emocional y así podrá “verbalizar” lo inconsciente. Demás está decir que lo que posee en el área inteligente o intelectual será expresable por su propio peso si la reflexión fue lo suficientemente eficaz para recoger, conocer y expresar las sensaciones profundas de la mismidad. En una segunda etapa, una vez producido el contacto con la realidad y establecido nuestro mundo pleno de sentido, la meta siguiente es el pensamiento trascendental o meditación profunda con que el hombre transciende el plano físico de sí mismo y su mundo, para ir más allá, a un plano metafísico por el cual llegará a la filosofía o a la 65 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA religión. Ambas o una de ellas, le servirá para completar el sentido de su vida y de su mundo y formular el proyecto existencial definitivo. El pensamiento trascendente es una deliberación superior del hombre sobre sí mismo y su mundo y el cosmos que le rodea, permitiendo esta deliberación encontrar una dimensión intelectual suprema. El hombre encuentra con este pensamiento la máxima expresión de su potencia racional elevándolo al máximo nivel de inteligencia racional. Es el pensamiento totalizador, envolvente por excelencia y la esencia del pensamiento crítico. Es el arma más certera del hombre para penetrar en su esencia y en la naturaleza de las cosas que le rodean, dándoles un sentido definitivo a la luz de la filosofía o de la religión, o de ambas. No tenemos experiencia sobre personas que alcancen el pensamiento trascendental sin haber pasado primero por el pensamiento reflexivo, dado que para comprender a las cosas, primero el hombre debe comprenderse a sí mismo, porque la fuente del sentido es él. Estimo que la reflexión es el paso primero de la meditación, en el sentido que he dado a estas palabras. El desarrollo final del intelecto va a depender del conjunto de conocimientos y cultura que cada hombre acumule para sí, como de las habilidades y destrezas que desarrolle, siendo este conjunto lo que le dé capacidad total. Culminará su desarrollo la adquisición de un pensar trascendental. Piaget sostiene que la inteligencia estructura la conducta y la afectividad lo emotivo, y el desarrollo intelectual es la historia de la formación de la personalidad. Resume el desarrollo intelectual en estos puntos: 1. el desarrollo intelectual es un proceso continuo que comienza con el nacimiento y culmina en la adolescencia (nosotros disentimos con Piaget en el sentido de que creemos que no culmina sino que continúa durante toda la vida útil, mientras el individuo tiene sus facultades intelectuales indemnes) 2. el desarrollo de la inteligencia sigue un orden progresivo común a la especie 3. cada etapa hunde sus raíces en la anterior y se continúa en la siguiente 4. cada fase es cualitativamente diferente a la anterior 5. los individuos alcanzan diferentes niveles dentro de este proceso, aunque en el cerebro humano sano existe la posibilidad de alcanzar todas las etapas 6. la madurez implica la integración de los distintos aspectos del desarrollo, afectividad, etc. Pensamiento crítico: base del pensamiento aspectual y pensamiento totalizador El pensamiento crítico es una especie de pensamiento totalizador. Repetiré algunos conceptos sobre pensamiento aspectual y pensamiento englobador, a fin de mejor comprender al pensamiento crítico. 66 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Al establecer su existencia y querer llenar de sentido el mundo, el hombre mira a las cosas de formas diferentes. Cuando su mirada es envolvente, totalizadora, inquisidora con el pensamiento trascendental, logra penetrar y develar el ser de los entes. Descubrir qué son los entes y llenarlos de sentidos. Pero a veces su mirada es parcial y enfoca una parte de las cosas, a las que considera un objeto de observación, para describir el fenómeno de aparición de ese ente o cosa. Ya he afirmado que el objeto puesto así “ante los ojos” y “ante las manos”, es manipulado por el hombre, el que se limita a describir su exterior, buscando a través de él inquirir sobre el interior, pero no con el abordaje indirecto de su pensamiento trascendente, sino como un “acceso directo”, violento. El punto de vista, según lo analicé antes, se conforma sólo con describir lo que las cosas parecen ser. Nunca es totalizador, nunca llega al ser de las cosas. Es una forma meramente descriptiva de una parte del todo, que sólo busca conocer lo inmediato sin ir más allá de esa inmediatez, incluso ignorando la existencia de la mediatez. Es un pensamiento rígido que exige las condiciones del ente observado como objeto siempre iguales (parámetros) y si éstas cambian no se aceptan los resultados. Dije que en estas circunstancias, todo enfoque de un ente que no pueda ser objetivado con la observación rígida que somete a la deducción y es ponderado (medido y pesado), es desechado por no ser científico. Recordaré también que cuando se cambia el punto de vista, se llega a observar otra parte distinta del fenómeno en estudio, la cual puede resultar distinta a la primera parte observada. En esta perspectiva, el pensamiento aspectual resulta contradictorio e induce más a la falsedad que a la verdad. Es muy importante aprender a distinguir las contradicciones de los puntos de vistas para no confundir realidad con verdad o de creer que la verdad “es lo que se ve”. En absoluto, el carácter de real da carácter de verdad. Tampoco el hecho de ser un fenómeno significa que sea real (las visiones o alucinaciones son fenómenos que aparecen como reales y son imaginarios). ¿Por qué no todo lo que se percibe como real puede ser tal o verdad? La percepción depende de la integridad funcional de nuestra mente y nuestros sentidos. Cualquier falla en ellos nos da una percepción anormal o deformada. No es infrecuente que muchas percepciones que creemos reales sean imaginarias. También nuestro punto de vista está, no sólo condicionado por la integridad de los sentidos y la mente, sino por nuestras convicciones, cultura y forma de pensar. Si no balanceamos todo esto, es fácil caer en el error, el cual se agrava cuando creemos que nuestro error es la verdad. Hay que ser muy cauteloso antes de aceptar por real y verdad cualquier fenómeno que nos impacta. Nuestra mente debe realizar una especie de autocensura y autocrítica, con una estricta comprobación (chequeo) de que nuestra percepción no es anormal y no está “teñida” por preconceptos. Esta forma de control es lo que constituye el juzgar correcto y la adquisición de “criterio” (buen criterio), ambas cosas necesarias para el pensar y el actuar auténtico. 67 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA En filosofía se confía a la lógica o dialéctica, la función de formación de un juicio correcto. El juicio correcto implica desechar el mero juicio aspectual que constituye sólo un abordaje parcial de las cosas y viene a ser como una especie de captación relámpago de una parte de la cosa, lo que le impide una detenida “visión completa”. Su rapidez e instantaneidad constituye una especie de “flash” que capta y congela la parte observada dejándola inmóvil para su contemplación. La inmovilización instantánea quita toda fluidez al fenómeno estudiado y, desde luego, esa rigidez origina un pensamiento para nada fluido, y al no fluir no puede abarcar al fenómeno sobre el cual discurre Dije e itero que es fundamental para nosotros diferenciar ambos pensamientos, por el peligro cierto de llegar a creer que el pensamiento aspectual es siempre absoluto, mientras que el totalizador es siempre relativo. El pensamiento crítico o totalizador, siempre estará más cerca de la verdad. Este hecho es el que permite afirmar como antes destaqué, que la ciencia es un camino importante para adquirir el conocimiento de los fenómenos, pero no se debe olvidar que también hay otros modos de llegar al conocimiento de los entes. El progreso de la humanidad, tanto en lo científico como en lo filosófico dependerá de que el hombre logre desarrollar nuevas formas de pensar. Y ¿qué es lo nuevo? De ninguna manera, dijimos, lo nuevo es algo distinto a lo que el hombre es, ni se refiere a un ser nuevo. Es el mismo ser de siempre, inmutable en sí, pero que adquiere la capacidad de manifestarse de una forma distinta. En esto consiste la creatividad. Y lo nuevo, desde mi perspectiva, es la creatividad o particularidad de ver “lo viejo” con un “punto de vista diferente u original” (nuevo) El funcionamiento de nuestro pensamiento oscila constantemente entre dos polos, de acuerdo a lo que antes vimos en un parágrafo anterior: 1. el pensamiento realista y 2. el pensamiento imaginativo. El pensamiento realista es el que sigue las reglas de la lógica y está adaptado a la realidad exterior en que el hombre vive. El pensamiento imaginativo es más difícil de definir, dado que la palabra imaginación se emplea en tres sentidos: 1. como imaginación práctica: un individuo que tiene imaginación para resolver un problema en forma original 2. una imaginación lingüística o verbal : la imaginación que califica la originalidad de los medios con que un individuo se expresa a través de la palabra para producir el efecto que busca en quien ha dirigido su mensaje lingüístico o verbal 68 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA 3. una imaginación creadora que es la capacidad o facultad de combinar imágenes en conjunto o en sucesiones que imitan los hechos de la Naturaleza, pero que no representan nada real ni existente (definición aristotélica). Estos conceptos convierten a la imaginación en una capacidad para utilizar las representaciones de la realidad, sustituyendo a las percepciones sensoriales por los elementos formados en el pensamiento. La imaginación resulta así un término medio entre el pensamiento lógico y el pensamiento sumergido en el mundo interior (casi autismo). Personalmente, en general y en coincidencia con algunos psicólogos, hablaré de imaginación creadora cuando un sujeto, situado frente a un problema, descubre una solución original, es decir, no conocida ni pensada antes. Dicho de otra forma: frente a viejos problemas encuentra nuevos enfoques o soluciones y esto es la creatividad. Para ello es necesario que la imaginación creadora rompa los moldes de la rutina o hábitos de pensamiento y para esto necesita de una cualidad importante o básica: la flexibilidad. Sólo un pensamiento flexible crea. El pensamiento rígido mantiene el “statu quo” (“siempre lo mismo”). La flexibilidad es la adaptabilidad del individuo a situaciones nuevas. Para adaptarse debe utilizar el aprendizaje y el desaprendizaje. Condiciones para un pensamiento crítico Preparación atencional y habilidad introspectiva Las diferentes modalidades de la meditación fueron llamadas por Varela y Lutz, “estrategias de preparación atencional”. La preparación atencional está relacionada con el estado de una persona, anterior al momento de percepción. Está referida a cómo se encuentra la persona antes de tener una percepción. Lo importante era averiguar cómo se encontraba el estado atencional en un estado mental ordinario o cotidiano y cómo en la meditación. Cuál es la diferencia de atención entre una persona no concentrada y la concentrada en la meditación. Analiza el estado mental instalado inmediatamente antes de un determinado momento de percepción. Los estudios realizados demostraron que, generalmente, en una persona con estado mental ordinario, resulta imposible determinar el estado emocional concreto con que abordan el momento del reconocimiento o de percepción, pero en el estado de concentración o meditación, la persona es capaz de permanecer en un estado concreto y estable poco antes de la percepción, lo que permite controlar con gran precisión el momento del reconocimiento, es decir, el estado presente décimas de segundo antes de que se presente o produzca la percepción. Este estudio es parte del estudio de las relaciones entre la actividad cerebral y los estados mentales. 69 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA La dificultad mayor de los estudios e investigaciones en laboratorio es que los sujetos sobre los cuales se experimenta e investiga son motivados en forma diferente de cómo lo hacen en la vida cotidiana fuera del laboratorio. Esto ocasiones reacciones múltiples y distintas que introducen variables no contempladas en las reacciones normales o naturales y no inducidas por el estudio. Son las que generalmente llevan a resultados difusos o datos aproximados, a pesar de la excelente exactitud de los aparatos tecnológicos y técnicas de detección de la neurociencia. Los estados mentales inducidos por el pedido de evocar una determinada imagen o un recuerdo emocional despiertan reacciones distintas en los diversos sujetos de experimentación y esto produce resultados incongruentes. No ocurre lo mismo con sujetos entrenados en la meditación que pueden concentrarse con mayor eficacia en lo que se les pide. En consecuencia, los polos de la neurociencia pasan por dos variables básicas y fundamentales: el entrenamiento del sujeto observador científico y la preparación o adiestramiento del sujeto del experimento. La confluencia de sujetos observadores hábiles y de sujetos de experimento adiestrados permiten los avances de la neurociencia cognitiva pues se pueden obtener resultados más precisos con sujetos que sean capaces de generar una y otra vez, a voluntad, determinados estados mentales y de sujetos que sean capaces de percibirlos y describirlos avezadamente. Bajo estas condiciones se aprecia en cada uno de los estados mentales estudiados la presencia de una actividad global del cerebro y, coyunturalmente, alguno que otro efecto focal y, en forma general, hay lateralidad muy equilibrada entre ambos hemisferios. Todo esto conforma el fenómeno de habilidad introspectiva, es decir, la mejor capacidad de una persona para introyectar imágenes y mejorar la percepción no sólo en la captación sino en la comprensión y esencia de los fenómenos o cosas percibidas e introyectadas. Método empírico razonado Otro aspecto importante en las condiciones del pensamiento crítico es la tesis de Carl von Weizsäcker40 de la importancia del empirismo en la ciencia (lo que es compatible con el empirismo especial de la ciencia médica). Este autor sostenía que la materia se puede conocer de dos maneras: por medios fenomenológicos o por inferencia. Solía colocar como ejemplo la manzana agusanada: exteriormente aparece a la mera vista una mancha parda externa muy característica y de este hecho puntual se asume un hecho fenomenológico. Naturalmente de la experiencia de haber visto muchas manzanas agusanadas, la presencia de la mancha particular, aunque no se vea, se sabe que dentro de la manzana hay un gusano (inferencia). 40 Carl Friedrich von Weizsäcker – LA IMPORTANCIA DE LA CIENCIA, Ed. Labor, Barcelona, 1972 70 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA El Dalai Lama Tenzin Gyatso cita a Weizsäcker y agrega: “En la filosofía budista existe el principio según el cual los medios con que ponemos a prueba una proposición específica deben estar de acuerdo con la naturaleza del objeto analizado. Si, por ejemplo, la proposición concierne a hechos físicos observables, incluida la propia existencia, dicha proposición concierne a generalizaciones inferidas de nuestra experiencia de la realidad (como, por ejemplo, la naturaleza transitoria de la vida o la interrelación de los elementos con la realidad) dicha proposición deberá aceptada o refutada con el empleo de la razón, especialmente la deducción. Es así como el budismo acepta el método de la deducción razonada, de manera muy similar al ejemplo de Weizsäcker”.41 Este método junto con los otros, es el camino para obtener la certeza de la verdad de un conocimiento y evitar el relativismo que surge de diferentes puntos de vistas no razonados en forma global. Además, insisto, no hay que perder de vista que la sensatez está relacionada con el sentido común, en lo relativo a la percepción simple pero veraz de la interpretación de un fenómeno, al cual se lo interpreta racionalmente (a la luz de la recta razón). El entrenamiento de la mente La ductilidad del cerebro, comprobada por las investigaciones de la neurociencia, puede ser aumentada con el adiestramiento mental, siendo uno de los medios la meditación. Estas prácticas provocan cambios cerebrales que mejoran la salud mental y física y promueven estados de ánimo positivos, como puede ser la felicidad. Estos estados de ánimo no son rasgos biológicos inmutables que se puede heredar por un medio genético estricto, sino son estados mentales pasibles de ser sometidos a transformación con entrenamiento mental debido. Las transformaciones permanentes del cerebro y la personalidad que promueven el bienestar personal, son denominadas, por Davidson, “rasgos alterados” de conciencia. Este autor afirma: “los resultados parecen evidenciar la posibilidad de que uno pueda seguir avanzando en el proceso de transformación y, como reiteradamente han afirmado algunos grandes contemplativos, acabe liberando su mente de las emociones conflictivas. Entonces, empieza a cobrar sentido la noción de iluminación”. Si bien la posibilidad de liberar la mente de las emociones destructivas trasciende el marco de la psicología posmodernista, no es un óbice para los que hacen del entrenamiento de la mente un hábito y entregan su vida al cultivo de las cualidades espirituales. Este entrenamiento permite alcanzar la libertad interna ideal como punto final de proceso de desarrollo del potencial humano y que en algunas concepciones religiosas constituye el arquetipo de la santidad. En esta cuestión lo que realmente hay que aprender es la humildad y la disciplina mental, de la forma en 41 Dalai Lama – EL UNIVERSO EN UN SOLO ATOMO 71 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA que lo hace el verdadero meditador que puede disciplinar su mente y se libera de las emociones negativas. El entrenamiento mental no debe ser buscado y usado como un espectáculo circense de demostración de superpoderes mentales, ni para realizar otros tipos de proezas o disfrazar milagros. El auténtico desarrollo espiritual no consiste en lograr determinados estados excepcionales o en la realización del autocontrol psicofísico como puede ser la anulación del reflejo del sobresalto o el dominio espectacular de la respiración y los latidos cardíacos, sino en lograr manejar las emociones destructivas (celos, ira, miedos, etc.) de forma tal que puedan anularse o llevarse a una mínima expresión. Asimismo, lo básico del desarrollo espiritual es la capacidad de adquirir la ecuanimidad, la paz interior (en lo mental y en lo emocional) pero muy especialmente es la capacidad de lograr encontrar la verdad de las cosas y la bondad personal. El adiestramiento mental ayuda a que las personas vivan con más tranquilidad y es aplicable, especialmente, a las que sufren o experimentan mayor cantidad de altibajos espirituales o de estados de ánimo, buscando en modo particular, el estado de bienestar físico y mental. Pero el científico que entrena su mente no sólo obtiene su mejoramiento como persona, sino que llega a adquirir el don de analizar la realidad con más posibilidades de desentrañar su verdad y lograr conceptos certeros de los fenómenos que interesan a la ciencia médica. Pero lo más esencial es que puede superar al pensamiento prejuiciado que tiene una idea fija que interpreta de igual forma a todo y evitar el apasionamiento negativo o dañino para sustituirlo por la pasión auténtica de la verdad. El científico médico, como el médico común, no sólo debe buscar su perfección científica y profesional, dado que es necesario para el ejercicio y los fines de las ciencias médicas, poseer valores éticos. Esto es posible mediante una formación de una personalidad acorde con los fines de la medicina: interesarse por el prójimo para aliviar sus miserias físico-espirituales. Se ha dicho que no sólo de pan vive el hombre, lo que permitiría deducir, en otra tesitura, que no sólo de la ciencia vive un médico. Es importante y elemental que el médico sea un buen científico, esto es, posea el conocimiento eficaz y ortodoxo de la ciencia médica, pero lo más relevante es que sea un “buen hombre” y sepa cómo aplicar su conocimiento científico con el método compatible con el fin supremo que hemos marcado a la medicina: con mucho amor al prójimo. Si bien es cierto que muchos médicos y científicos médicos buscan en forma muy particular tener un “buen currículum”, es decir destacarse adquiriendo fama y a otros sólo les interesa ser eficientes o “los mejores” únicamente para obtener ganancias suculentas, un médico correcto no debe perder de vista que además de sus elecciones personales de fama y fortuna, debe primar el respeto y la preocupación por su prójimo enfermo. Este prójimo no debe usarse 72 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA como mero “conejillo de Indias” ni como fuente de lucro, sino debe ser estimado por sobre todo otro interés, a tal punto que además de la excelencia científica, se logre una excelencia como persona. Este detalle es el que diferencia a la ciencia médica de toda otra ciencia humana y es el sello para una filosofía muy particular. El interés primordial del médico y la medicina como ciencia, por sobre todo otro interés, es lograr el bienestar físico, espiritual y social de lo que se considera “persona enferma”. He enfocado los diferentes modos del pensamiento aplicado a las ciencias. Creo ahora conveniente enfocar algo muy elemental: cómo se forman los pensamientos y cuáles son los métodos del pensamiento en sí. Todo este trabajo puede parecer farragoso y “despegado” del tema central de este trabajo, pero ninguna filosofía se puede construir sino se especifican clara y exhaustivamente los métodos para concebir los conceptos filosóficos. Esta es la meta de tanta preocupación por dejar bien esclarecido todo lo relativo a lo que puede considerarse un “pensar correcto”. 73 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA V PENSAMIENTO Y EL MÉTODO DE PENSAR H emos descrito parcialmente los mecanismos o procesos que la mente pone en marcha para producir un pensamiento. Ahora corresponde analizar la forma cómo el hombre usa de esos procesos para producir su “modo de pensar”. Antes, creo oportuno una nueva digresión. Sabemos por mera o simple experiencia que existe diversidad en cada hombre, tanto como individuo o como persona. Hay diversidad biológica y hay diversidad para percibir, interpretar y expresar. Hay diversidad para sentir. Hay diversidad para hacer. Esta diversidad es propia de su modalidad o modos de ser. ¿Tendrá su ser una naturaleza diversa? Siempre llamó la atención del hombre su propia diversidad. Lo primero que advierte es la bipolaridad o presencia de las duplas antinómicas o contradictorias (contrarios). Su mente puede concebir abstractos que fluctúan entre el ser y el no-ser. Entre el bien y el mal. Entre lo bello y lo feo. Entre el amor y el odio. Entre la vida y la muerte. La naturaleza, partiendo de este último principio, también es dual al permitir la vida y la muerte. Parece que la dualidad es una constante que nos acompaña con el clásico “par de contrarios”. No debe asustarnos, entonces, ante la disparidad. Lo que debe preocuparnos es nuestro afán de encasillarnos en uno de los contrarios y, desde allí, negar lo otro. Esta tendencia a la refutación es como si mi verdad es sólo oponerme a la verdad del otro. En realidad, para escapar a los fundamentalismos de los opuestos, los filósofos griegos, en especial Aristóteles y Sócrates, proponían los “estadios medios” o términos medios entre un opuesto y otro. De ese modo la virtud y la ética en general, sabiendo la fuerte tendencia humana a depender o padecer los opuestos, cuando se va desarrollando la vida, especialmente la social, antes de tomar partido por lo totalmente bello o lo totalmente feo, se debe considerar un estadio intermedio entre los dos polos. Es como cuando se habla de “blanco” y de “negro”, de la mezcla de ambos, nace el “gris”. ¿Es este estadio intermedio que proponen los filósofos griegos para una mezcla de los extremos? Pienso que no es más que mezclar los sentimientos opuestos, lo cual en sí es harto difícil, pues resultaría una emulsión inestable como la que surge de mezclar agua y aceite, a la vez que se produce un artefacto sin identidad alguna pues no se puede usar como agua ni como aceite. Creo que la virtud está en saber tomar distancia de extremos exagerados (prudencia) y la sabiduría en elegir cuál es la condición más buena que debe imperar en una determinada situación. Se puede rechazar sin odiar, o al menos sin acción violenta alguna, como se puede amar sin llegar al apego enfermizo. Tampoco se debe pensar que todo se reduce a dividir a las personas en amadas y odiadas, puesto que alguna vez en la vida 74 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA puede darse la circunstancia de depender de quien se odia. De todas maneras, una vida con enemigos no es muy deseable. Pero, ¿qué es la verdad y en qué reside? Esta pregunta revolotea siempre que se plantea la esencia de una cuestión y por eso es necesario iterarla hasta el tedio. Así, sucesivamente, cada hecho, cosa o cuestión primero planteará una pregunta y luego formulará o intentará dar una respuesta. Inmediatamente, la misma persona u otra opondrá un contrario. Esto puede ocurrir cuando se plantea amar u odiar. La misma definición de las palabras llevará dos facetas: la denotación y la connotación. La denotación del consenso colectivo plasmada en el diccionario y la connotación individual con que cada uno pone el significado a cada palabra. Casi por consenso histórico, la versión más aceptada de verdad sería la coincidencia entre lo que pensamos o creemos de una cosa, hecho o cuestión y lo que esos entes son. Junto a la verdad, reclamamos autenticidad: la capacidad del ser de manifestarse tal cual es. La coincidencia entre el ser y el pensar (verdad) y la coincidencia entre el modo de ser y el ser (autenticidad) dará autoridad al hacer y al decir. Esta cuestión ya la analicé y ahora sólo recordaré que la autoridad es que cada cosa que se hace o se dice lleve en sí la verdad y la autenticidad del ser de cada cosa, hecho o cuestión (portar lo que se es). Esto nos conduce, entonces, a la cuestión pura de averiguar cuándo algo es verdad y cuándo es falsedad (la no coincidencia de lo que se piensa con el ser real de lo pensado). La diversidad de los contenidos del pensamiento humano fluctúa según el punto de vista personal. La expresión del punto de vista personal u opinión, es lo que empuja siempre a que otro oponga su opinión a una previamente expresada. La puja entre expresión y refutación decanta con el tiempo y el consenso que cada opinión vaya cosechando. En el fondo, la cuestión procede como un hecho estadístico: a mayor consenso (universalidad), mayor identidad con lo considerado verdad.42 Si la intención de la refutación es tratar de ayudar a aclarar o comprender una realidad, la tarea de discutir a través de un diálogo comprensivo, será lo mejor (filosofismo). La cuestión fundamental no es la diversidad de ver, sentir, actuar y pensar, sino que el hombre busque encontrar el sentido unívoco de la verdad, la cual necesariamente debe ser una en lo absoluto. No es posible concebir que haya esencias humanas (el ser humano) diferentes para cada hombre. Si fuera así, genéricamente no podría existir lo que consideramos hombre. Por eso es sabia la tendencia a buscar el sentido común, la certeza de lo absoluto de la verdad. Pero si la intención es imponer una opinión, o discutir por discutir, o hablar (no dialogar sino monologar) para “ganar” en poner el punto de vista personal, hablamos de sofismo. Históricamente, el hombre ha perseguido una forma o manera de lograr el mejor pensamiento (verdadero y auténtico). Inventa la dialéctica y la lógica. Pero esto no es suficiente. 42 Aunque no siempre ocurre así con todos los temas, al menos en las ciencias médicas un concepto es mayormente aceptados cuando en forma multicéntrica se comprueba su existencia. 75 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Su mente le traiciona y le lleva a caminos puristas o perfeccionistas que le aleja de una realidad no tan perfecta y cae en la mera abstracción intelectual. O peca de un pragmatismo o empirismo simplista que le hace perder la profundidad y quedar en la superficialidad. O se pierde en los vericuetos de sus trampas intelectuales de raciocinios abstractos y carentes de un sentido certero. El camino intermedio no es lo usual. El superficial no entiende al profundo y el profundo rechaza al superficial. No hay diálogo entre ellos sino discusión con disenso, excluyendo toda comprensión. La expresión del pensamiento personal queda inmersa entre la banalidad física (superficialidad, inmanencia, simple opinión o creencia, etc.) y trascendencia metafísica. La trascendencia lucha entre lo objetivo (ciencia) y lo subjetivo (filosofía o religión). Puede haber coincidencia entre ambas posturas y consenso (globalidad, holística) o disenso dispar lo que lleva a una especie de autismo o ensimismamiento (encierro en sí mismo) y cada tendencia queda “en lo suyo”, sin comunicarse. Primero se piensa que la filosofía es superior a la ciencia, luego que la ciencia es más que la filosofía y finalmente se cae en la posición de que la filosofía es una ciencia. O que la ciencia es un modo de filosofar (epistemología). Lo que parece ignorarse es que ambas son hijas de un mismo padre y no entes distintos de su creador. La lógica es que debiera discernirse, de una vez por todas, lo que es conocimiento puro (filosofía y similares) de lo que es conocimiento aplicado (ciencia). Y reconocer, también definitivamente, la intención con que cada hombre elige ser filósofo o científico. O aceptar la fe en lugar del conocimiento y volcarse a la religión. Las tres cosas son válidas en sí, de acuerdo a la vocación personal. No son excluyentes. Pueden ser coincidentes. Lo importante es que sean veraces, auténticas y no destructivas. La coincidencia, necesariamente, depende de la voluntad y del modo de conocer personal. También de la forma de expresión. Si yo tengo intención de buscar la coincidencia, acomodaré mi modo de pensar y conocer a la forma en que pueda lograr coincidir. Pero si mi primera intención es discrepar, todo queda empantanado en dos posiciones distintas y opuestas o distintas y paralelas, pero no encontradas y fusionadas. A lo sumo, algunos intentos logran mezclar conceptos, pero en el fondo siguen distintos. Otra forma de coincidir es por azar. Opera la similitud. Si yo encuentro un pensamiento o concepto similar al mío, me sumo al otro. Pero puede ocurrir que dos pensamientos similares coexistan sin encontrarse. Ergo, habrá formas diferentes de coincidir, o no, en algo. ¿Hay posibilidad de salir del círculo vicioso de la diferencia o diversidad? ¿O el hombre quedará eternamente atado a su dualidad? Es evidente que el azar no soluciona la cuestión. Hay cosas muy claras y sencillas. La solución, si se cree en ella, necesariamente deberá venir por un camino lógico: la sinceridad consigo y los otros. Si mi verdadera pasión es encontrar la verdad y autenticidad, deberé poner 76 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA toda mi voluntad en comprender, primero a la realidad inmediata, mi propio pensamiento y luego analizar todos los puntos de vista de los otros, sin ánimos de refutar sino simplemente conocer.43 Finalmente, mi definición surgirá de una obligada síntesis para concluir en lo que más se acerca a un conocimiento aceptado universalmente como el más veraz y auténtico. Sólo la universalidad me salvará de errar, siempre y cuando esa universalidad sea decantada en el tiempo y en la experiencia de la humanidad y no fruto de una coyuntura histórica o cultural (como ocurre con los dogmas religiosos). Hay cuestiones que tienen probada universalidad. Una de ellas es que la mayoría de la humanidad coincide en lo que se cree qué es el bien, en el sentido de lo valioso, lo que produce satisfacción y evita la frustración, pero que, fundamentalmente, objetivamente no causa ningún tipo de daño o escándalo. La otra universalidad es el amor. Para lograr un entendimiento real y ortodoxo a esta universalidad, lo primero es aclarar qué se entiende con las palabras bien y amor, ambas muy vapuleadas en todos estos siglos pasados. En el presente hay algunas voluntades para coincidir, a pesar de los que ponen “palos a la rueda”. La otra cuestión es si mi quehacer de búsqueda será para pura satisfacción personal e íntima, o con afán de lograr mejorar las relaciones interpersonales. Acá surge la otra cuestión universal: la otroridad, la alteridad, la projimidad, etc. El otro. El que plantea necesariamente otra dupla uno-otro, yo-tú, nos y otros. La dupla puede interpretarse como que el otro es un “igual a mí” e integramos una unidad del ser de una misma identidad, o, definitivamente, pensar que el otro es “diferente a mí”. Ambos criterios están presentes y en la realidad predomina el último. Esto hace que el hombre actual esté ensimismado y extrañado o enajenado. Siempre es un extraño al otro y ajeno a él. Mientras que el “igual a mí” es el universal de mayor consenso histórico y de una parte menor de la humanidad actual. Ambas concepciones llevan a dos conductas distintas. Amo al otro, o soy indiferente, o enemigo. Seguir analizando este tema del hombre, su pensamiento y su conducta, es volver a iniciar la cuestión tan debatida en la historia y cultura del hombre. Creo que esta simple digresión de “ubicación” con que analizaremos nuestro pensar individual, mi pensar, es sólo para eso. Para ubicar parcialmente el contexto, en sus partes más elementales y ya clásicas. El hombre, su ser, su modo de ser o conductas o personalidad y la búsqueda de la excelencia de la vida humana. 43 Aristóteles llama esto la dialéctica como arte de descubrir la verdad del ser de las cosas, en contraposición a la dialéctica sofista que sólo buscar “opinar de todo” sin interesarle si es verdadero o falso, pero fundamentalmente cultivar el arte de la refutación. El dialéctico que busca la verdad es el dialéctico-filósofo, mientras que el que meramente refuta es el dialéctico-sofista (no filósofo) 77 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Esta búsqueda ha sido permanente. Pero los resultados actuales son confusos. Lo cierto es que casi el 90% de la humanidad se debate en una crisis amplia que va desde lo personal a lo social e histórico y no sólo comprende la biografía personal y la historia de la humanidad, sino que compromete a lo que se considera el mundo y el destino futuro del hombre. Parece que ni la ciencia, ni la filosofía ni la religión han conformado un hombre inteligente, sino que cada vez más se bestializa. El 10% que resta es la piedra que sirve de base a la conformidad de algunos que ingenuamente piensan “no todos somos iguales en la perversidad”, “no todo está perdido”, hay “progreso”, etc. Mi intención es sencilla: quiero obtener un pensar lo menos complicado, más efectivo y que realmente me ayude y ayude a “otros”. Esa otroridad que me preocupa radica primero en mis padres, mis hermanos, mi esposa y mis hijos y nietos. Mi familia. El “otro” más inmediato. No puede pensar en que son extraños, aunque nos comportemos como tales. Quiero expiar la culpa que pueda caberme por no saber salir del enajenamiento y compartir con ellos mi existencia. También quiero que ellos aprendan a compartir la suya conmigo y el resto de la gente que nos acompaña. Ese resto es la segunda parte de la preocupación como una extensión de la primera. No sé si esto es autenticidad y es verdad. Pero es parte de mi búsqueda de la excelencia. Para esto me basaré en el bien o bondad, en el amor, en la conducta no dañina ni escandalosa y en la comprensión mejor del mundo en que vivo. Podré criticar, pero trataré de que sea crítica que ayude y no que destruya lo que no debe destruirse o escandalice sin un fin valedero. Podré juzgar a otros, pero quisiera hacerlo con la misma vara con que yo me mido. Si comprendo, quiero hacerlo con la mejor forma, a fin de evitar un gran margen de error y tratar de achicar en lo posible dicho margen. Si busco conocer, que ese conocimiento sea lo más cercano a lo que las cosas son y que esa cercanía no sea tan individual que me aleje de la universalidad comprobadamente eficaz. En esto coincido con Descartes, en lo relativo a que la forma personal de pensar debe ser regida por reglas claras y sencillas que se alejen de retóricas retorcidas o de planteos abstractos para fincar en lo más objetivo y veraz y no crear relativismos más míticos que reales. Retomemos ahora la cuestión de este parágrafo. La forma de pensar es importante. De ella dependerá el producto del pensamiento. La primera intención para ponerme a pensar es tratar de poner toda mi voluntad sincera primero, luego pulir los procesos intelectuales para evitar el punto de vista equívoco o por lo menos, el de mayor equívoco y por último, no despojar a mi pensamiento de la afectividad para no volverlo demasiado conceptualista a tal punto que se desnaturalice. Creo que debe haber equilibrio entre voluntad, intelecto y afectividad. Lo primero a considerar es el contexto en el cual voy a pensar. En él me encuentro con el ambiente que me rodea, el lenguaje en que nací y hablo, la cultura que alcancé a conocer. Ya 78 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA tengo, entonces, consideradas mis primeras limitaciones. Las otras limitaciones dependerán de lo que yo soy, de cómo expreso mi ser y la orientación que seguí para lograr expresarme. En esto entra mi preparación para la vida y el desarrollo que he dado a mi persona. Sin más vueltas: mi educación. Dentro de lo personal, también está presente el entrenamiento mental que he realizado para pensar. Por lo tanto: 1. 2. 3. 4. pensaré con palabras que ya encierran un sentido y un significado particular estoy inserto en una cultura también particular comparto un mundo o ambiente inmediato muy estrecho y condicionado recibí una instrucción formal en la enseñanza escolar que va desde la escuela primaria, la secundaria y la terciaria y universitaria 5. me he entrenado para tener una mente abierta, concentrada, analítica, comprensiva y universal (he aprendido técnicas orientales y occidentales, he leído partes de otras formas de pensar y de usar la mente) 6. mi afectividad está identificada con mi sentimiento y mi intelectualidad, no separando a uno de otro, sino tratando de equilibrarlos. 7. me guía el interés de vivir mi propia vida con la mayor prudencia, más satisfactoriamente y aportar algo para otros, pensando en aumentar el caudal del pensamiento que apoya el bien, el amor, la sensatez y evade el daño, el escándalo y la estupidez ¿Por qué describo todo esto? Porque tengo la esperanza que lo que escribo sobre mi pensamiento, sea leído por otros, y que para su mejor comprensión, se conozca algunos de los condicionamientos por los cuales he llegado a esa forma de pensar. Asimismo, mostrar mis intenciones. Al leer a todos los principales pensadores y científicos de la humanidad, desde la Antigüedad hasta este siglo XXI en que estoy inmerso, incluyendo tanto a Oriente como a Occidente, me he encontrado con una selva impenetrable de palabras. De estilos literarios. De métodos diversos y diferentes. También he buceado la religión y personalmente soy católico, apostólico, romano. Pero nada de esto me ata para liberarme de preconceptos. Cuando voy a pensar una cuestión, dejo de lado todo prejuicio y conocimiento previo para lograr entender qué es lo que trato. A mi impresión personal luego la someto a crítica y juzgamiento y por último, a comparación con otros puntos de vista. 79 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA De todo esto, me admira la profundidad intelectual de los filósofos occidentales, el avance de la ciencia occidental, especialmente la biología y la tecnología, la relativa sencillez y espiritualidad oriental y la inspiración mística de la religión. Pero mi identificación total queda sumergida en lo espiritual. Me asusta y confunde la retórica de la filosofía occidental que descree en la espiritualidad. La conozco, la entiendo y la domino. Pero, como a otras personas, no me lleva a identificarme con los ornatos retóricos. Tampoco me opongo a ellos. Creo que cada uno ha contribuido a enriquecer el saber del hombre y también mi saber personal. De ellos he aprendido la existencia de ese conocer. Mas, primero la religión y luego el pensar trascendente, me inspiraron una vocación espiritual. A pesar de ser médico y tener una formación académica científica y profundamente biologista, mi contacto con los enfermos me ha enriquecido al permitir conocer muchas formas de ser. Mi afán de relacionarme con políticos, economistas, filósofos, artistas y científicos, a conversar con ellos, me ha permitido conocer directamente las manifestaciones de cada uno. Personalmente me incliné por una parte del arte que es el canto lírico y cultivé cuando adolescente, la poesía. Esta conducta diversa me llevó a enfrentarme con los diferentes puntos de vista de cada hombre en particular y de la humanidad histórica y presente, en general. La experiencia personal me enriqueció. Me ayuda a comprender mejor. Pero no quiero ser soberbio y creer que todo esto me autoriza a ser mejor que otros o que he logrado una forma más perfecta de ser y pensar. Todo esto está muy lejos. No soy de ningún modo ni un genio ni un dechado de perfección. Por ser imperfecto me ocupé de tratar de conocer lo que se considera perfección. Aspiro a ella. Mis ambiciones es dar o encontrar un sentido a mi vida y testimoniar con ella. Creo en los valores de la honestidad, la moral y la ética y toda la cohorte que acompaña a ellos. Pero mi mayor sustento es mi adhesión a lo que se ha llamado el espíritu humano. Pienso que en él residen todos los secretos y misterios y la razón de ser. Quizás exagere. Pero, en este sentido, prefiero el exceso que la escasez. Acepto al espíritu, como concepto, de que es una expresión del alma, la cual, a su vez, sería la vida operando sobre mi cuerpo en particular. Esa vida se transforma en alma que sustenta cada célula mía por separado. Esto me emparienta con otros seres vivos, a los cuales me incorpora en la escala animal. Luego, todos los seres vivos deben de tener su propia ánima o energía vital que los hace vivos. Pero esa alma humana, la mía, al llegar a las células del cerebro, ahí se expresa como espíritu. Esto es, la esencia espiritual de hombre. ¿Cuál es esa esencia espiritual? De todas las propuestas me pareció más atractiva la de Bertrand Russell, en el sentido de que la expresión de la esencia espiritual es a través de la inteligencia, la afectividad y la voluntad. El espíritu es la síntesis de esas tres cosas. También, básicamente, acepto que el espíritu usa de un proceso que depende de las neuronas o células cerebrales y ese proceso es la mente. En síntesis: la vida se concreta en un organismo en particular y lo anima (alma) en todas sus células. Pero en el hombre, esa alma al llegar al 80 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA cerebro, instala un medio de expresión que es la mente y a través de ella surge la vida humana como una totalidad formada por las partes de la inteligencia o intelecto, los sentimientos o afectividad (que comprende las emociones y los instintos) y la voluntad. De todos modos, vale la pena no perder de vista que la idea de Russell, en el fondo, no define ninguna esencia del espíritu, sino es otra manera de describir los efectos del espíritu humano. Si bien el intelecto, la afectividad y la volitividad son apariencias esenciales, debemos reconocer que en esencia el espíritu humano, como el alma misma, es mucho más. Como Heidegger, debemos aceptar que Russell, ciertamente, está mostrando los modos de ser del espíritu. Sus notas fundamentales. La vida espiritual sería la meta de mi intención y ella involucra ser intelectual, pero también dejar expresar mi afectividad y mi voluntad, sin que ninguna de ellas prime sobre la otra (equilibrio, armonía y prudencia). El entrenamiento mental requiere la voluntad extrema de lograr la concentración (meditación o pensar transcendente) y evitar que sobre él influyan instintos y emociones. Pero que no estén ausentes los sentimientos de complacencia o satisfacción, de amor; y sea efectiva la ausencia de la ira y el odio. En esto coincido con los orientales y Jesús. Mi inteligencia me dice que debo aceptar un método o camino para pensar.44 Esto no es nuevo. También lo sabían Aristóteles, Platón, Sócrates y más cercanamente Hegel, Kant, Descartes, y todos los otros pensadores afines de la modernidad y la contemporaneidad. Ellos me ayudaron a ordenar muchas cosas y a rendir admiración a sus conocimientos. Pero sólo Buda y Jesús y en menor grado Mahoma, han influido con su pensamiento al mundo y la humanidad, para lograr cambiar algunas cosas y ayudar a una mejor expresión espiritual en algunos casos. Los filósofos cautivan por la brillantez del pensamiento y el academicismo riguroso. Para los intelectuales puros esto es oro. Pero, lamentablemente, todo el esplendor intelectual queda como patrimonio de unos pocos que lo traspasan a otros pocos y así la filosofía profunda no trasciende a la humanidad, considerada masivamente como el número de todos los individuos que la conforman. Habría que considerar, entonces, si yo me enrolaré en la escasa elite de los intelectuales que cultivan y acceden a ese “pensamiento superior” de la intelectualidad u optaré por otra profundidad: la del pensamiento espiritual que, además de lo intelectual, abarca lo afectivo y lo volitivo. Y que ese pensamiento pueda ser compartido, de algún modo, por la mayoría de los otros, aún de los que carezcan de profundidad y superioridad mental. Otra forma de pensamiento llamada “mente superior”. Es evidente que tomar uno u otro camino es parte de la vocación y la intención personal. He decidido optar por la llamada mente superior (superior en el sentido de ascendencia o trascendencia, como fruto de un elaborado entrenamiento mental y el propósito de una Creo que una idea muy acertada la expresa Enrique Dussel: “Los elementos de este método son los que en el pensar contemporáneo se describen en la llamada ontología fundamental, porque incluye el análisis de todo lo que soy en el momento de enfrentarme en la cotidianeidad del ente, para comenzar sólo entonces la superación por el pensar hacia lo que las cosas son”(LA DIALÉCTICA HEGELIANA, Editorial Ser y tiempo, Mendoza, 1972) 44 81 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA depuración intelectual, emotiva y volitiva), no porque esto signifique que me impulsa el deseo de una perfección soberbia, sino por considerar que ella involucra mejor al verdadero ser humano, el que piensa, siente y hace. Pero este quehacer no es el mismo que el de la ciencia. Es el quehacer de buscar la transformación propia primero y luego de otros, para mejorar y extender un movimiento mayor en busca de una humanidad mejor. Evitar el vacío espiritual actual de la mayoría. No desprecio los que optan por la filosofía, la ciencia o la religión. Creo que ellos harán lo suyo y también hacen su aporte con mayor o menor trascendencia. Pero me preocupa que ni la filosofía, ni la ciencia, ni la religión, han obtenido un paradigma de hombre equilibrado, sensato y que lleve una vida digna acorde con su esencia. Parece, que en lo personal, cada filósofo, científico y religioso ha cerrado un círculo en su rededor. Esto no le permite llegar a otros en forma extensa (a mayor número de personas) sino que su saber se limita a su persona y a un relativo pequeño entorno (al que puede llegar por sus discípulos inmediatos o a través de un libro, una escuela de pensamiento o una creencia determinada). El pensamiento de la mente superior es el mejor elemento para un investigador científico porque le ayudaría a interpretar al producto de su investigación desde una perspectiva más amplia y efectiva para atenuar el posible error de un concepto o el defecto de un producto. La necesidad y la miseria (material y espiritual) de la humanidad, me duele. Y como no puedo dar materialmente lo que se necesita, me siento obligado a dar de mí. Esto es, compartir mi mismidad. Para poder llegar a eso, debo ofertar una mismidad cálida y de calidad. Aportar algo distinto y mejor. Debo, por lo tanto, poseer esa riqueza interior primero y después pensar en compartirla. Al salir al ruedo, tendré que superar la diversidad y comprenderla para adaptarme. La sensatez es el medio más idóneo. Si soy demasiado intelectual, me encontraré con la pobreza intelectual de otros, si soy demasiado espiritual, hallaré el vacío de otro, si soy demasiado voluntarioso chocaré con la abulia. Para transformar la tibieza y la indiferencia, tengo que caminar un sendero de acercamiento y esto obliga a una pesada tarea de empatizar y de tolerar para aprender a comunicar. Digo pesada porque no es fácil entrar en el mundo sin contaminarse con lo que hay en él. Por eso, la firmeza de mis decisiones y el tesón para realizarlas necesita de una voluntad fuerte y ordenada, entrenada o educada para no caer en un mero voluntarismo. La inteligencia es para sortear las dificultades de comprender la realidad y los entes que hay en ella. La afectividad es para desear ayudar y comprometerme a hacerlo sin que haya de por medio otro interés mezquino. Hay que cultivar los sentimientos que construyen y evitar los que destruyen. La afectividad me responde con el amor, la tolerancia auténtica, la responsabilidad y la honestidad. Ahora, adoptados esos recaudos, estaré en condiciones mejores de comunicarme conmigo y con otros. Esto no quiere decir que lo mío es lo correcto o lo mejor. Simplemente lo siento y presiento como una necesidad de llenar algo que se aprecia como vacío. Sé con certeza y 82 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA sensatez que no todos piensan igual y que mucha gente no quiere, no sabe y no puede comprender este sentido de la vida. La ciencia busca llenar el vacío material tras el utópico progreso de un confort físico. La filosofía busca la perfección del intelecto y del conocimiento. La religión persigue la adhesión a una idea determinada de Dios que cada iglesia sustenta. La espiritualidad, en cambio, es sentirse y sentir a los otros como parte de un todo que nos identifica. Este sentir identificador es el motor que mueve a la religión y otras expresiones místicas de acercar un hombre a otro. Es el que conforma el impulso de la espiritualidad. Habrá que usar algunos principios intelectuales, poner mucho sentimiento, y toda la voluntad. Es un querer con un amar y un sentir guiado por el pensamiento inteligente. La espiritualidad abarca todos los aspectos del ser o modos de ser. Comprende y respeta a todos. Pero la idea básica es lograr un denominador común a todos donde lo religioso, lo filosófico, lo científico, lo social, lo político, lo personal en suma, no influya a tal punto de romper la interconexión. Ese denominador común es que todos los hombres puedan acercarse a todos los hombres, sin pensar en los puntos en que discrepan sino en los que coinciden. En esto subyace algo similar a la tolerancia, pero no a la tolerancia del “todo vale”, sino a la tolerancia de “lo tolerable”. Esto es, tolerar lo que vale de cada persona. Lo intolerable deberá ser siempre lo disvalioso, lo dañino o destructivo. Desde esta intención, la perfección espiritual es la que debe guiar al científico para evitar que el producto de su investigación pueda dañar, más que beneficiar a la humanidad. El camino de este quehacer espiritual será el método. Puede conllevar una dialéctica o un diálogo, primero interior y después exterior, una introspección y una extrospección, un pensar y una comunicación que exprese el pensar. Dijeran algunos filósofos un aquende y un allende, pero de forma tal que no sean direcciones opuestas, sino enfiladas hacia el encuentro para una fusión enriquecedora de ambas. Lo contrario puede ser un ensimismamiento letal o una pura existencia sin trascendencia, esto es, vivir enajenado o extrañado. No hay dudas que el vehículo principal es la palabra y la acción el instrumento de la palabra. Para mejor entender este objetivo-intención-meta, citaremos a Paúl Ricoeur: “los valores acerca de los que hablamos aquí residen en las actitudes concretas ante la vida, en tanto que forman sistema y que no son puestas en cuestión de manera radical por los hombres influyentes y responsables”.45 Seguidamente, este autor hace referencia a que esas actitudes interesan en lo relativo a la tradición misma, al cambio, al comportamiento común de las personas y, frente a ellas, importa el “uso de los instrumentos posibles”. Éste es el principal sentido de nuestra dialéctica: ir a la cotidianeidad actual, con nuestro total potencial de ánimo interior, para buscar en ella los valores tradicionales, recuperarlos y lograr un cambio de conducta y actitud... y nuevas aptitudes. Siguiendo a Ricoeur deberemos ir desde lo superficial a lo profundo. A lo superficial habrá que repensarlo con una crítica auténtica para conocer en qué consiste esa superficialidad y la axiología depreciada que conlleva. Mientras que habrá que: sondear cuáles instrumentos están disponibles para hacer esto, lograr el cambio de actitud 45 Paúl Ricoeur – HISTOIRE ET VÉRITÉ, Seuil, París, 1964 83 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA mediante la adquisición de nuevas aptitudes para ir hacia lo profundo, en busca de los valores eternos del ser (el núcleo ético-mítico de Ricoeur) No es nuestra intención buscar una dialéctica elaborada como hasta ahora ha perseguido la filosofía. Los miles de libros sobre dialéctica han dejado ya varias definiciones, pero creemos que más importante que el buceo intelectual y la pulida expresión que hace a esa dialéctica, es lograr un medio de expresión y comunicación más fluido. Esto es, más asible para el común de la gente a la cual se proyecta nuestra intención. Para mí, el núcleo principal, sin más vueltas está en el espíritu humano. Al que hay conocer es a ese espíritu y acceder a sus modos de ser de la forma más directa y evidente. Si nos detenemos a elaborar una doctrina con el clásico juego dialéctico de la filosofía, quedaremos, como quedaron todas las dialécticas, en el mero campo de la intención y sin un logro efectivo. Si bien, el logro inmediato del esfuerzo filosófico fue trazar el método o camino para llegar al espíritu, el acceso al mismo es limitado para los no-filósofos. Pero, en nuestra intención, ese espíritu no se tratará como un ente abstracto sino como la potencia o energía personal, la que cada uno lleva en sí. Buscando ese espíritu y logrando descubrirlo, lo ético-mítico aflorará desde lo mejor del bagaje cultural. Los valores han sido dados y conocidos. La Ética si bien no ha agotado todo lo relativo a su materia, prácticamente ha sedimentado con los principales valores éticos. No se trata de buscar una nueva ética. Simplemente es rescatar lo valioso y adoptarlo y adaptarlo a las necesidades espirituales actuales. Recrear lo mejor de lo existente. El movimiento dialéctico será para desencostrar esos valores depreciados para reactivar las potencias espirituales sobre una base axiológica. Es lo más práctico e inmediato para el hombre común. Mientras tanto, la filosofía podrá seguir su rumbo académico y ampliar sus consideraciones en el contexto histórico, cultural o coyuntural y desde allí gestar el otro movimiento espiritual, al que considero más pragmático. No obstante, la necesidad inmediata está en lo espiritual. Hay que reencontrar una nueva filosofía pragmática espiritual, una nueva psicología espiritual y una nueva ciencia más espiritualizada y menos materialista (aunque le pese a Bunge). Principalmente renovar las ciencias biológicas y en particular las dirigidas al hombre como la medicina, inyectándole la inquietud por lo espiritual. De seguir ausente lo espiritual, el camino evidente es el del yerro. El método o dialéctica es antropológica esencialmente. Para ello habrá que usar del único instrumento dialéctico posible: la palabra. Y los entes obligados son el hombre y su vida, pues de ella surgirá la cuestión filosófica relativa a la salud, la enfermedad y la curación. Esto presupone que quien sea acicateado por la inquietud espiritual, además de conocer, debe practicar una senda virtuosa. Tener un saber dialéctico pero compartido con una afectividad amorosa y una voluntad para hacer, esto es, aplicar ese saber a la vida cotidiana. Construir lo cotidiano en dirección a la verdad y la autenticidad es lo que llevará, obligadamente, 84 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA al proyecto existencial final de cada uno a esa fuente primaria de su ser verdadero. Pero lo hará con autenticidad y autoridad. También con libertad. La virtud personal será el instrumento o modelaje para que otros tengan una guía dialéctica y una conducta práctica. Ambas son necesarias para enseñar y aprender. Para educar y obtener un cambio. Porque el fin último es esto: el cambio radical y profundo. Sintetizando un poco todo lo antepuesto concluiremos que la forma de pensar o método deberá ser dialéctica, pero no carente de sensibilidad o afectividad y de plena intención de hacer, esto es aplicar el saber dialéctico para obtener el cambio de la vida personal cotidiana. El cambio es de la inmanencia por la trascendencia. Evitar el ensimismamiento o el enajenamiento y que el hombre vuelva a encontrar el eje real y verdadero y alcance su propia realización como ser humano. Esto es, como ser espiritual e inteligente, bondadoso y cuidadoso de sí y de otros. En esta tesitura, la convivencia natural armoniosa no tendrá necesidad de rótulos políticos, económicos, religiosos, sociales, filosóficos o de otra naturaleza. No importará tanto cual es la “sociabilidad” del hombre, su cultura, su historia, su nacionalidad o su biografía personal. Importará sólo que un hombre aprenda a convivir con otros hombres con dignidad, libertad y respeto. La cooperación necesaria para subsistir (la necesidad material) y otros problemas o conflictos, se autosolucionarán si detrás hay un hombre preparado y cultivado. Un hombre educado espiritualmente. Esto nos devuelve, un poco, de los que ya pensaron en alguna forma de una dialéctica espiritual. He procedido a esta larga, tediosa e iterativa digresión realizada a modo muy personal para ir a la intención final de este parágrafo: si yo no me perfecciono como persona, mal podré ser un excelente profesional médico. Si como médico no busco la excelencia personal y profesional, mal podré optar por ser un científico médico que aplique correctamente la ciencia médica y tampoco podré interpretar debidamente a esa ciencia para lograr sus fines de mejorar la salud dañada o tener conceptos claros sobre los conocimientos médicos. En la cuestión del método de pensar es fundamental para este trabajo referirse al pensar filosófico. Para esto veremos conceptos generales del pensamiento y en lo particular hablaremos de aspectos del pensar filosófico en el sentido de tener presente que una auténtica filosofía tiene por meta buscar la verdad. La cuestión del concepto verdad Diré en varias ocasiones que la filosofía es una búsqueda de la verdad. Siempre al hombre se le planteará la cuestión de su conocimiento o saber. Todos conocemos que ese saber o conocimiento está ligado indisolublemente a su mente y ésta a su intelecto y el instrumento del 85 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA mismo es el cerebro. Luego, para conocer la esencia de las cosas, lo que las cosas son en sí, siempre dependerá del buen funcionamiento de su intelecto y de su cerebro. Aún, preestableciendo que ambos son óptimos, también se sabe que el intelecto, y con él la mente, en cada hombre funciona como el software de una computadora: cada PC tendrá su propio software o programación. En el hombre, esta programación intelectual lo es a través de la cultura adquirida. El hombre culto es el hombre cultivado, o sea, aquél que ha adquirido nociones de cosas o cuestiones, de una forma determinada. Esta determinación, repito, le es dada por el lenguaje, por la tradición cultural que hereda y por el medio en que se desarrolla. A mayor evolución lingüística y extenso conocimiento de misma, a la más amplia y difundida tradición cultural y a un medio estimúlico de la mente en general y del intelecto en particular, surgirá una mejor programación intelectual que le llevará a comprender en manera más profunda las particulares cuestiones sometidas a su inteligencia. Siempre que hablamos de la esencia del hombre, de lo qué el hombre es, había que definir lo que era mundo y ahí hablamos de un medio estimúlico o físico (de ahí que este trabajo repetirá conceptos hasta el cansancio, aún usando el método informático de “cortar y pegar”, lo que incluye encontrar la idéntica repetición de lo escrito en otro parágrafo. La intención es recordar exactamente, lo que se viene exponiendo). Para instaurar un ámbito de sentido, de comprensión y de inteligencia, el hombre debía trascender lo meramente estimúlico y dar sentido a todas las cosas. Esto, en antropología filosófica, era considerado la primera o más primitiva trascendencia. Pero no podía quedarse ahí. Debía ir a un plano superior, es decir, alcanzar lo que está más allá de lo físico: lo metafísico. En esta nueva trascendencia, su segunda, el hombre debía alcanzar el plano del pensamiento abstracto donde el sentido dado a cada cosa debía ser la base del entendimiento de su propia esencia y de su fin en el mundo. Es ahí donde llegaba a la filosofía, a la sabiduría o a la fe (humana o religiosa). En lo metafísico estaba lo epistemológico, el encuentro con lo absoluto y el mundo de lo abstracto puro. Pero como hombre material y mundano no puede quedarse exclusivamente y por siempre en lo abstracto. Debe volver a lo concreto y este viaje de regreso de lo metafísico a lo físico, es lo que le obliga a convivir en ese mundo, pero esta vez con un proyecto de vida. Un proyecto vital. Un proyecto existencial. Naturalmente, vivir en el mundo, en lo inmediato significa un proyecto cotidiano. El proyecto existencial era algo más que la meta de los proyectos cotidianos. Era transcurrir una vida plena de sentido, auténtica, con autoridad y llena de verdad. Es aquí donde entra el problema de la verdad. La verdad no es otra cuestión que las cosas se revelen con su propio ser, es decir, lo que las cosas son. Cuando las cosas no revelan su identidad o ser real, aparecen (parecen ser) como falsas. No son en sí, sino parecen ser otra cosa. Luego, la falsedad es lo que las cosas parecen ser pero no son. Hasta acá el enunciado parece muy claro y fácil de decir. El problema es descifrar qué significa “lo que las cosas son” 86 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA dado que precisamente se busca la verdad por no conocerse esa esencia. El otro problema es cómo llegaremos a “saber lo que las cosas son”. Estas dos cuestiones también fáciles de plantear llevan el meollo de lo que tratamos de entender por verdad y no sólo realizar el planteo sino también buscar la solución o el camino. Si nos quedamos con el mero planteamiento y las preguntas, es evidente que nunca llegaríamos a atisbar lo que puede ser la verdad. Para esto es que se corre el riesgo de formar los conceptos sobre las posibles naturalezas de las cosas y cómo acceder a ellas mediante las facultades intelectuales o mentales, en general. No hay otro camino. Por eso Cicerón define a la inteligencia como el intus legere, o sea, el instrumento más idóneo para “leer dentro” de las cosas, esto es lo mismo que decir, indagar lo que las cosas son. Vistas así las cosas, no habría otro modo humano de acceder a la supuesta verdad, a menos que otros mecanismos como la percepción extrasensorial o la revelación por fuera de los mecanismos intelectuales, nos hagan llegar el mensaje sobre lo que las cosas son. Nuestra inteligencia puede, por los mecanismos de la deducción, inducción y la intuición, llegar a asomarse a lo que se cree puede ser la verdad. Pero, nunca nadie podrá decir: “yo poseo la verdad absoluta”. Lo que sí es lícito decir y pensar es que abarcando varios puntos de vista sobre una misma cosa o cuestión, es más factible acercarse a lo que eso es, a su esencia. Luego, la verdad el algo que debe buscarse, salvo que sea algo encontrado al azar (serendepidad).46 O una cosa que nos sea revelada por inspiración o intuición propia o sobrenatural (revelación divina). Vicente Fatone47 comienza su tratado sobre la verdad con el concepto de la verdad como concordancia. Cita a Santo Tomás quien analizó el concepto de la verdad es la concordancia del pensamiento con su objeto. Fatone expresa que todo pensamiento suele estar referido a un objeto, el cual puede ser real, ideal o imaginario. Realidad y pensamiento en el contexto de la verdad Ya hemos definido en parágrafo anterior nuestro concepto de la realidad lo cual iteramos nuevamente para mejor comprender el proceso de pensar. Luego, corresponde ahora determinar cómo es el proceso intelectual o pensamiento. del inglés serendepity = “suerte para hallar cosas valiosas por accidente o azar” La palabra inglesa serendepity, que el español adecuó como serendipia o serendepidad fue acuñada por el británico Horace Walpole. Con ella se alude, sobre todo en investigación, a los hallazgos de respuestas a enigmas, o de documentaciones importantes, que se hacen en forma aparentemente casual. 47 LÓGICA Y TEORÍA DEL CONOCIMIENTO, Editorial Kapelusz, Bs. As. 1951 46 87 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA El pensamiento es la “potencia o facultad de pensar” y pensar es “imaginar, considerar o discurrir, reflexionar, examinar con cuidado, una cosa para formar un dictamen, sentencia u opinión”. El pensamiento representa el “conjunto de ideas propias de una persona o de una colectividad”. Como operación intelectual es la etapa que coordina y unifica todos los procesos mentales que hemos descrito para llegar al conocimiento de las cosas y poder expresar todo lo que ese conocimiento despierta o desarrolla en nuestra mente. El pensamiento es una verdadera “red de significados o sentidos” dados a las cosas y que a partir de esos sentidos llegamos a una noción completa, a la cual también relacionamos en una verdadera “red de nociones”. Una vez que se ha concretado la elaboración mental del pensamiento, el hombre está en condiciones de realizar una serie de operaciones intelectivas inteligentes: reflexionar (“considerar nueva o detenidamente una cosa”); hablar (“formar, articular y proferir palabras para darse a entender o comunicarse con otras personas”); usar el criterio (“juicio o discernimiento que usa de normas para conocer la verdad y que a través de la crítica tiene el arte de juzgar la bondad, la verdad y la belleza de las cosas, transcendiendo a la metafísica)(usar el pensamiento crítico); comunicarse a través del lenguaje hablado, escrito o gesticulado, a través de hechos y acciones y otros fenómenos. Asimismo, usar del juicio. Juicio involucra “seso, cordura y asiento” pero también implica el sentido de dictamen que es “opinión que se forma o emite sobre una cosa” y opinión es el “parecer que se forma de una cosa cuestionada” “sentir o estimación en que coincide la generalidad de las personas acerca de asuntos determinados” De esta forma vemos que opinión está ligada al parecer, es decir, a los que las cosas parecen ser pero no lo son. Por esto, los griegos la llamaban la mera doxa u opinión simple. Se genera con el primer acceso a la cosa donde se ha percibido y formado concepto de las cosas sin criterio profundo, debido a que en lugar de englobar toda la cosa, se accede a ella desde un simple punto de vista que juzga un aspecto de la cosa y genera un concepto o pensamiento aspectual (como resultado de un mero proceso intelectivo por lo que le llamamos pensamiento procesal, pero que no se completa con el criterio). Este pensamiento aspectual queda sólo con la idea que la mente ha formado de las cosas con la sola percepción y definición aspectual (el aspecto de la cosa sin penetrar en su naturaleza), por lo que constituye una verdad relativa, es decir, hace referencia al aspecto que se ve de la cosa o lo que la cosa parecer (pero no es). El concepto originado en la verdad relativa es siempre contingente, o sea, que “puede suceder o no” (en términos ontológicos: “puede ser o no ser”), por lo que es un concepto sin certeza. Contrariamente, el pensamiento crítico o filosófico o metafísico es el que intenta llegar a la verdad absoluta de las cosas, lo que éstas son en sí misma, conforme a su esencia. Es el pensamiento trascendental, envolvente, englobador, propio de la inteligencia comprensiva y por lo tanto es globalizador o totalizador. Penetra en la cosa desde todos los puntos de vista para 88 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA comprenderla como un todo. Este pensamiento está dirigido a lo necesario (aquello que no puede dejar de ser lo que es) y por lo tanto se acerca a lo absoluto, es decir, tiene plena certeza (pensamiento certero). Sintetizaremos todo en el esquema siguiente: ente abstracción-aprehensión idea signo conocimiento o gnosis entendimiento o comprensión inteligencia signo-sentido concepto pensamiento crítico juicio signo lingüístico palabra o logos pensamiento- procesal pensamiento- contenido filosofía opinión-sentencia alethea (descubrir lo que las cosas son) mera doxa (lo que no es) verdad absoluta lo necesario comunicación verdad relativa lo contingente (expresión del pensamiento) Principios de la lógica (rectitud en el método de pensar) He considerado a la lógica como una disciplina científica que intenta estudiar la estructura del pensamiento y establecer reglas que aseguren un pensar correcto, evitando desviaciones que lo alejen de la verdad o forma auténtica de pensar. Por su naturaleza, la Lógica ha establecidos principios, en el sentido de “base, origen, razón fundamental sobre la cual se procede discurriendo en cualquier materia”. Fatone reseña los principios más clásicos: Principio de identidad, cuyo enunciado general es “toda cosa es idéntica a sí misma”, es decir, no puede ser otra cosa. Aristóteles concebía a la identidad como un principio de entidad en el sentido de que era una 89 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA unidad del ser, o sea: una cosa es una cosa. Más o menos como que la cosa es lo que es y no puede ser otra cosa. Principio de contradicción, el que referido a una cosa puede ser enunciado como que “es imposible que algo sea y no sea al mismo tiempo y en el mismo sentido” Principio de exclusión (tercero excluido): opera como una consecuencia lógica del principio de contradicción, puesto que algo que no puede ser verdadero y falso a la vez, si es verdadero excluye lo falso y viceversa. De igual modo se procede con las antinomias ser-no ser, afirmaciónnegación, correcto-incorrecto, etc. Principio del devenir: no es un principio propiamente dicho y surgió de los principios de contradicción y exclusión, planteado por Hegel. El principio de contradicción es claro: una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo. Pero esto no excluye con el devenir del tiempo, o sea, con un cambio de los tiempos, lo que hoy es o no es, mañana puede ser lo contrario. Es el principio más aplicado a las ciencias médicas. Principio de razón suficiente: “Todo lo que es, por alguna razón que le hace ser como es y no de otra manera”. La fuerza de este principio reside en que es ontológico y no lógico estrictamente, puesto que se refiere a lo que las cosas son y no a los juicios formulados sobre ellas. Principio de razón deficiente: es una consecuencia o corolario del principio de razón suficiente, y cuyo enunciado es: “lo que no es, no es porque no hay ninguna razón para que lo sea”. Todos estos principios son independientes, es decir, operan por sí sin que necesiten de otro apoyo. Pero esto no significa que el pensamiento no pueda tener una red de conexiones con estos principios, en forma simultánea, lo que lleva a que puedan existir relaciones entre ellos. Los principios puros de identidad, contradicción y razón suficiente no derivan de ningún otro. Los principios que nosotros hemos separado y resaltado por su valor coadyuvante, como es el de exclusión, devenir y razón deficiente, no son puros sino derivados de los otros tres, como lo hemos señalado oportunamente. Creo oportuno señalar que estos principios enunciados por Fatone son muy propicios por sus contenidos para ser tenidos en cuenta en el razonamiento de una filosofía de la ciencia médica, puesto que permiten ajustar los conceptos científicos con un método sumamente explícito que permite acercarse a la verdad, evitando lo falso, uno de los postulados imprescindibles para un pensamiento filosófico. La intelectualidad del hombre (homo intelligibilis) De esta forma, podemos acceder a una cosa con el mecanismo intelectual, formarnos una idea y una opinión, sólo porque hay un proceso mental o un pensamiento procesal. Es el 90 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA pensamiento simple, cotidiano que lleva a obtener un concepto aspectual de todo lo que cae bajo nuestros sentidos o sentimientos. Quien mejor define esta situación es Sartori. La ignorancia o desconocimiento de la naturaleza de las cosas y modo como operan sobre la vida y el cuerpo humano nos plantea muchas incógnitas, las cuales no pueden ser llevadas al territorio científico estricto por ser, a veces, una cuestión inmaterial. Pero muchos hombres han tratado por todos los medios de “cientifizar” a los fenómenos, estableciendo nuevos métodos de investigación que pueden ser estandardizados en tablas y medidas. La validez de esos métodos es lo que hoy se discute en medios científicos, dada la tenaz resistencia de los “academicistas” que se aferran al cientificismo estricto de tener parámetros fijos y universales para repetir y catalogar un fenómeno bajo análisis científico. Conviene recordar que la ciencia es capaz de tomar un todo y dividirlo en partes (análisis), sobre todo en cosas materiales y luego reconstruir un todo con esas partes (síntesis), pero raramente puede tomar partes separadas y restituir un todo (síntesis) en cuestiones no materiales. El poder de síntesis en lo no material es más propio de la metafísica filosófica o del sentimiento metafísico de la fe o creencia. Mientras el científico, al decir de Sartori, es un pensamiento de homo sensibilis, el metafísico es el pensamiento del homo intelligibilis. Mientras un hombre piensa en el fenómeno que puede captar sólo con sus sentidos, el otro lo comprende y lo resume en un concepto abstracto, fruto exclusivo del trabajo mental introspectivo y no del análisis extrospectivo. Giovanni Sartori48 sostiene que “el homo sapiens debe todo su saber y todo el avance de su entendimiento a su capacidad de abstracción”. Nosotros hemos analizado la facultad mental de abstraer, mediante la cual el hombre incorpora a su mente ideas o imágenes de las cosas que percibe a través de los sentidos, pero también de aquellas que no son perceptibles y son producidas por la propia mente, como son los conceptos. Esos conceptos parten de las imágenes de la percepción o imágenes objetivas, o bien, nacen en imágenes subjetivas, irreales o imaginadas (idea elaborada por la mente, imaginada, sin el dato de los sentidos y por una simple percepción extrasensorial, interna o endógena. Imagen puramente mental). Tanto las imágenes abstractas producto del estímulo de los sentidos por un objeto exterior o imagen exógena, como las meramente producidas por la mente o la imaginación sin la participación de los sentidos o imagen endógena, son imágenes elaboradas por un proceso mental. Luego, esto hizo pensar a Platón y otros filósofos que esas imágenes alejan al hombre del mundo real, objetivo, del mundo del ambiente o medio que lo circunda. Por un lado, porque las imágenes abstraídas de fenómenos reales, nunca expresan fielmente al objeto observado ni lo reproducen tal cual, por lo que no pueden expresarlo así ni por la reproducción gráfica o pintura, ni muchos menos por el signo abstracto que es la palabra. En cuanto a las imágenes abstractas endógenas, que luego veremos, por ser subjetivas y no materializarse en la realidad, son mucho más difíciles de expresar y entender por no tener un referente específico sino sólo una idea casi individual o personal. 48 Autor de HOMO VIDENS. LA SOCIEDAD TELEDIRIGIDA, editado en Italia en 1998 91 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Sartori define claramente que determinadas palabras del lenguaje del hombre son simplemente símbolos lo que quiere decir que son “representaciones sensorialmente perceptible de una realidad, en virtud de rasgos que se asocian con ésta por una convención socialmente aceptada”. Esto significa, en la explicación del autor, que la mente admite figuras, imágenes de cosas perceptibles por el tacto, el oído, el gusto, el olfato o el ojo (cosas que se ven, cosas visibles). A este grupo pertenecen los nombres propios y las “palabras concretas” que se refieren a un objeto común a todos (cama, mesa, carne, automóvil, gato, mujer, etc.). Para Sartori, esto constituye “nuestro vocabulario de orden práctico”, el que se maneja cotidianamente en nuestra vida común. Pero hay otro orden de palabras que constituyen un “vocabulario cognoscitivo y teórico”, cuyo carácter abstracto puro (imagen endógena) no le da correlato en objetos o cosas perceptibles por nuestros sentidos. Luego, el significado de esas abstracciones interiores o intelectuales no se puede traducir con una imagen mental concreta, como ocurre con los símbolos. De este modo, para Sartori, ciudad es un concepto que de algún modo forma un símbolo o figura visualizable. Pero, por ejemplo, ¿quién puede formar un símbolo o imagen mental con las palabras nación, Estado, soberanía democracia, representación, burocracia y otras similares? De igual modo ocurre con los clásicos abstractos que designan cualidades: belleza, fealdad, bondad, maldad; los que designan valores como virtud, ética, moralidad, etc. y, por lógica, con lo referido a la espiritualidad. Esto sucede porque los conceptos abstractos son productos exclusivos de nuestra mente y cuya entidad no es posible imaginar en una figura concreta y común a todos. Sólo nuestra mente puede denotar un poco y connotar muchos conceptos como justicia, legitimidad, legalidad, libertad, igualdad, derechos. Pero mientras esa mente sólo puede hacer “visible” en forma contingente algunas cualidades cuando son referidas a un objeto en particular (una flor puede ser bella o fea, una persona puede ser buena o mala), los conceptos referidos a entidades puramente abstractas, sin que se pueda referir a una cosa en concreto, constituyen abstracciones “no visibles” en modo alguno. Este concepto de algunos abstractos como entidades invisibles e inexistentes, sin embargo, no es óbice para que el hombre maneje conceptos cotidianos referidos a la realidad social, política y económica que en particular está inmersa cada persona de la sociedad humana. Las palabras: desocupación, inteligencia, felicidad, son abstractos fundamentados únicamente en un pensamiento conceptual que no tiene ningún sostén real. Si queremos darle un sustento de “visibilidad” sólo lo haremos como lo hacemos con las cualidades: tomamos un sujeto concreto y le aplicamos el abstracto. Así, la desocupación se hará “visible” a través de la imagen concreta del desocupado o desempleado. Otro concepto como la felicidad será posible visualizarlo a través de la fotografía de una cara con expresión plácida y sonriente, una “cara feliz”. La palabra libertad, siguiendo la idea de Sartori, tiene “representatividad” en la figura de un preso liberado. Obviamente, la palabra igualdad tendrá una concretización en la comparación 92 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA entre dos objetos similares a los que llamamos “iguales”. En cambio, la palabra inteligencia no es posible hacerla concreta sin la imagen de un cerebro. Esto es debido a que en ese órgano residen las facultades intelectuales y el poder de inteligibilidad. Pero Sartori remarca que esta forma de imaginar asociaciones es una actitud peligrosa, como antes lo destacó Platón, que lleva a distorsionar mucho el significado ajustado de esos conceptos abstractos. A modo de explicación, nos dice que la imagen de un hombre desocupado o desempleado no lleva a comprender cabalmente la causa de la falta de trabajo y como resolver esa coyuntura. Simplemente es una asociación un tanto burda, de tener una idea concreta del desempleo, pero sólo desde un punto de vista: el hombre sin trabajo. Para poder completar todas las implicancias del término abstracto desempleo o desocupación laboral, habrá que acudir a otras concepciones metafísicas o modos de conclusiones extraídas del análisis de una realidad (es el trabajo de las ciencias sociales, económicas, políticas, psicológicas, de las filosóficas, etc.). Nunca, por sí, un abstracto, con sólo pronunciarlo, nos dirá todo su contenido en forma particular. Los contenidos concretos del abstracto se materializan también en situaciones concretas. Así no todos los liberados de una cárcel abarcan toda la extensión del término libertad ni todos los pobres concretos del orbe nos explican qué es la pobreza, como tampoco conocer a un grupo de enfermos nos dice clara y completamente que significa la palabra enfermedad. El manejo social del lenguaje por parte de agrupaciones humanas ha permitido clasificar a muchos pueblos como primitivos o avanzados. Los pueblos primitivos son los que conservan una organización tribal y sólo se comunican con palabras concretas, es decir, las referidas a la realidad inmediata circundante y a objetos exclusivamente perceptibles. Este tipo de lenguaje concreto les facilita la comunicación entre sí, pero de ninguna manera les otorga una capacidad que Sartori llama “científico-cognoscitiva”. Esto significa que esos pueblos tienen el don de entenderse entre sí, de comunicarse, pero de ningún modo podrán progresar “científicamente” porque no poseen el sentido del análisis y la síntesis de la disciplina llamada ciencia. Contrariamente, los llamados pueblos avanzados son los que han adquirido el lenguaje abstracto, especialmente el construido por un andamiaje lógico (sometido a las reglas de la lógica) que es lo que permite el “conocimiento analítico-científico”. Esos pueblos “avanzados” son propulsados por la tecnología y las ciencias en general y por una “mente culta” en particular. Es la mente del “pensamiento abstracto” que es el da lugar al arte de pensar y puede ser la base de una comunicación más elaborada y de la transmisión de conceptos basados en la capacidad de la dialéctica del análisis y la síntesis, no sólo de lo científico, sino también de las cuestiones abstractas. De esta manera, Sartori concluye que “todo el saber del homo sapiens se desarrolla en la esfera de un mundus intelligibilis (de conceptos y de concepciones mentales) que no es en modo alguno el mundus sensibilis, el mundo percibido por los sentidos”. Dicho de otra forma, 93 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA esto puede enunciarse como que el conocimiento total del hombre actual, civilizado o “avanzado” es producto no sólo de las impresiones de sus cinco sentidos, del mundo percibido exclusivamente por los sentidos (mundus sensibilis), sino que también está completado por los conceptos puramente mentales y sin representación sensible que son los abstractos y que pertenecen al mundo intelectual (mundus intelligibilis). Esto nos puede retrotraer a conceptos tales como el sensismo o doctrina epistemológica basada en el mundus sensibilis que postulaba que exclusivamente las ideas del hombre son símbolos “calcados”, derivados de las meras experiencias sensibles (Condillac).49 Esta doctrina del sensismo, si bien expresa un fenómeno real y existente, al no ser la expresión cabal de cómo el hombre llega a formar sus conceptos, no prosperó por intentar su primacía. Otra cosa hubiera sido si se la ubicase como parte del proceso mental de la conceptuación. Como reacción al sensismo y tratando de explicar las cosas al revés, Kant sostenía que las ideas o idea es, según cita Sartori, “un concepto necesario de la razón al cual no puede ser dado en los sentidos ningún objeto adecuado”. Tanto el sensismo como el kantismo expresan dos fundamentalismos, si bien parten de hechos fenoménicos concretos. Hay imágenes que nacen de los sentidos pero sólo el cerebro, sede de la inteligencia, es capaz de dar forma y, por lo tanto, imprimirle un significado para formar un concepto. Esto ya lo vimos en el esquema que hicimos de las funciones mentales intelectuales. Luego, todo conocimiento médico, si bien es concebido desde el materialismo propio de la medicina, no está exento de ser pasible al sometimiento de la razonabilidad, a fin de darle la correcta dimensión de un hombre que no sólo es una entidad biológica material con fenómenos visibles. Naturalmente, si queremos ir al fondo de la cuestión, llegaremos a la conclusión kantiana de que sólo la inteligencia es capaz de formar todos los conceptos, tanto los que nacen de la percepción sensible como los que forma exclusivamente la mente. De ahí que hubiera que admitir únicamente la existencia del mundus intelligibilis como proceso final del conocimiento y de toda otra actividad espiritual. Esto nos transforma en homo sapiens y nada más. ¿Por qué estas cuestiones de lo sensibilis y lo intelligibilis? Paul Brunton postula que el cuerpo “evidentemente se convierte en un instrumento por medio del cual se conoce el mundo objetivo, un mundo enteramente diferente del mundo interior de la yoidad, con el cual somos uno. Sentimos que ese mundo externo está por completo separado de nosotros. Las sensaciones que se graban en nuestra mente son nuestro único vínculo con el mundo objetivo”. Luego, lo sensibilis es una etapa obligada de la instrumentalidad que representa nuestra corporalidad para luego completarse con lo intelligibilis que es nuestra yoidad o mismidad, lo que nosotros somos realmente. Por eso, sensibilidad e inteligibilidad constituyen una misma cosa, una unidad de ser en nosotros. Somos hombres, en tanto tengamos una corporalidad y una yoidad. 49 Etienne Bonnot Condillac - ORIGEN DE LOS CONOCIMIENTOS HUMANOS, Tecnos, Madrid, 1999 94 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA He apelado, otra vez, a una larga digresión para comprender mejor como el cerebro capta la realidad a través de los sentidos o bien por sensaciones interiores. Cuando sólo se dedica a formar conceptos de las cosas sensibles, es el pensamiento cotidiano, procesal que habíamos determinado. Para que este pensamiento pueda formar juicios válidos debe ser sometido a la crítica de la inteligencia, fuente del entendimiento. Sólo así es posible entender o comprender las cosas. Sería válido acá introducir otra digresión sobre la inteligencia y el comprender. La inteligencia como el comprender y el saber la verdad La esencia de la inteligencia puede ser bosquejada con bastante certeza, dado lo complicado de la cuestión, desde el punto filosófico. Desde un punto de vista etimológico, inteligencia proviene del latín intelligentia, que etimológicamente proviene de intus legère, término empleado por Cicerón que se traduce como un “leer dentro” y que abarcaría a la capacidad para entender, comprender e inventar. ¿Qué es esto de “leer dentro”? Cicerón la entendió como “leer dentro de mí”. En esta cuestión interviene la antropología filosófica la que entiende que leer dentro es la capacidad que tiene la inteligencia de escudriñar el interior de las cosas para ir aproximándose al ser (esencia) de las mismas. Para ejercer la facultad de “leer dentro” de las cosas, la inteligencia opera como un haz de luz circular, que al llegar a las cosas forma un círculo luminoso a su alrededor, quedando la cosa inmersa bajo el foco directo de ese haz luminoso: inteligencia cosa De esta forma la cosa queda aprehendida (prendere) dentro de un círculo (circum). La cosa “prendida dentro del circo” da lugar al proceso de comprensión (circumprendere) que sería la “acción de comprender” y comprender es “abrazar, ceñir, rodear por todas partes una cosa para contener o incluir en sí esa cosa para entenderla, alcanzarla y penetrarla en su esencia”. La luz (del griego fos) de la inteligencia hace que las cosas se asomen y se den a esa luz como fenómenos (lo que se da a la luz) que sería “toda manifestación o asomo, tanto material como 95 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA espiritual, de las cosas”. Mediante la comprensión, la inteligencia devela el ser de las cosas y las llena de significado, es decir les da un contenido y un sentido a todas las ideas y al signo lingüístico lo define, o sea, le confiere una definición que puede ser personal (connotativa) o convencional y general (denotativa). Una vez que la inteligencia llena de sentido y comprensión a todos los signos mentales abstractos, (instaura el mundo) el siguiente proceso mental será la formulación de juicios. Sin apresurarse a conceptos definitivos, se puede considerar que la inteligencia humana se manifiesta como un sistema jerarquizado de procesos y estrategias cognitivos, debidos a la interacción entre la herencia, la organización cerebral, la conducta y el entorno social de la persona, que le permiten resolver problemas y desarrollar su creatividad. He usado todas estas digresiones para abarcar un panorama más completo sobre las facultades mentales, el pensamiento, la inteligencia, el entendimiento y la forma con qué el cerebro llega a la formación de conceptos. La conceptuación puede surgir de un mero proceso mental o bien de una abstracción más elaborada o inteligible, por intervención de la inteligencia y su facultad de entendimiento o comprensión. Así, cuando se observa un objeto, según el clásico caso citado por todos los autores que hablan de la verdad, como es el metal oro, puede suceder que efectivamente lo observado sea oro o, en su defecto, algo que se parece al oro. En el primer caso, es lo que se entiende por concordancia y pensamiento o entendimiento al haber formado el concepto oro (metal dorado, precioso, maleable, etc.). Esto es lo que se acepta, por lógica, como verdad. Pero si el objeto observado “parece metal dorado” pero no lo es (como ocurre ahora con los plásticos “dorados”, es decir, barnizado con una pintura que les da el aspecto áureo o de oro), no habrá concordancia o entendimiento entre el objeto observado y el concepto formado. Esto es la falsedad, concepto opuesto a la verdad.50 La confusión entre verdad y falsedad es propia de la percepción sensual o sensitiva, la que se realiza a través de los sentidos. Los sentidos perciben formas y son esas formas las que los engañan e inducen a formar el concepto equivocado. El concepto recogido estrictamente por los sentidos sólo pueden conservar la forma y esto significaría que esa forma, en sí, es carente o desprovista de todo contenido o significación abstracta. Cuando el cerebro decide formar una idea, una imagen abstracta, pronto deberá también darle un contenido o significado. Y es acá donde juega la inteligencia. Si el contenido es dado por un mero proceso intelectual, sin apoyo o intervención de la crítica inteligente, el concepto que surja es meramente formal o aspectual y por lo tanto no tendrá un sentido completo, sino parcial. De ahí que muchos enunciados de la ciencia médica surjan de una casuística determinada, percibida por el autor de esos enunciados, pero al carecer de una compleja elaboración intelectual que depure el contenido y el modo de obtener ese contenido, se cae en el fenómeno frecuente de la temporalidad. Hoy el enunciado se acepta, pero puede ser abandonado o cambiado un tiempo posterior. Luego, no hay un entendimiento o comprensión y por lo tanto no habrá una perfecta concordancia entre objeto y entendimiento. El pensamiento que origine será en primer lugar procesal y en segundo lugar, cuando haya obtenido 50 Cuando el objeto a pensar está recubierto por una forma aparente no real, se dice que la verdad consisten en aprender y poder quitar al objeto el velo que lo cubre, esto es, des-velar al objeto para saber qué es en su esencia 96 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA un contenido éste no pasará de ser un juicio de mera doxa, es decir, una opinión. En esta circunstancia, se está expresando una idea y un pensamiento o un concepto de lo que las cosas “parecen ser”, es decir, como “aparecen” a los sentidos. Esto es una verdad relativa. Relativa porque está relacionada con el dato del sentido, sin el análisis inteligente. Sólo cuando el contenido del pensamiento es sometido a la crítica inteligente para ser entendido o comprendido en todos sus aspectos, se forma el pensamiento crítico o filosófico y éste es el que nos puede acercar a lo que hemos considerado una verdad más absoluta y menos relativo. Esto es lo que llegamos a apreciar como el “conocimiento certero”. Todo este proceso es el que ayudaría a descartar las dudas sobre la dificultad que plantea la pregunta ¿cómo puedo saber que hay concordancia entre mi pensamiento y la realidad? El conocimiento certero del pensamiento verdadero lo será en tanto y en cuanto se pueda establecer una verificación de la concordancia. La verificación es “probar” que la cosa es verdad y para esto se deberá realizar un examen de la misma. Ese examen puede ser intelectual o instrumental. En el caso del oro, será instrumental. Pero en el caso de las cuestiones abstractas deberá ser intelectual. En esta situación, la verificación será probable por el consenso universal, constituido por todos los puntos de vista posibles a través de la experiencia de todos los hombres o la humanidad en sí. Pero no todo es tan sencillo como pensar, inteligir y verificar o buscar el consenso. Hay que considerar el instrumento del pensamiento y la inteligencia, esto es, el hombre que está inmerso en la realidad. ¿Cómo “funciona” este hombre? Cabe, ahora, profundizar un poco más la cuestión realidad. Como punto siguiente de reflexión es lícito preguntar: ¿una misma realidad (o también realidad en forma indeterminada) es igual para todos? o ¿cada uno interpreta la realidad en modo diferente? En estas preguntas, para ser contestadas con una buena precisión, es necesario desmenuzar las respuestas en una serie de reflexiones. La primera reflexión es que, sin dudas, los objetos o cosas, que se dan en la realidad, son un todo único, su percepción por los sentidos no afectados (indemnes), es idéntica, la naturaleza es única y, evidentemente, un mismo objeto no puede tener identidades o naturalezas distintas. Esta reflexión está referida al objeto en sí, sin la interpretación de un sujeto, o sea, a la presentación del fenómeno (fenómeno puro), a la “cosa” que “se da” o “está ahí” como mero ser en un ámbito estimúlico. El ámbito estimúlico es el que permite estimular la percepción por los sentidos o por la intuición o por la sensación interna (percepción que causa sensaciones subjetivas) o imágenes por representación ideográfica, es decir a la mera formación de una idea, no sujeta a la abstracción por la percepción de un fenómeno objetivo (la idea formada es puramente una imagen mental sin correlación con ningún ser que tenga existencia fuera de la mente que forma esa idea). La segunda reflexión es, también sin dudas, de que la captación de la realidad por un sujeto observador o perceptor de estímulos de cualquier naturaleza, necesita tener un estado de conciencia determinado para que sus sentidos o sensaciones internas puedan ser estimuladas en 97 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA forma normal y debida, es decir, la forma en que habitualmente todas las personas viven, captan e interpretan la realidad circundante. La conciencia plena es cuando la persona está vigil (despierta completamente), sus sentidos están atentos o concentrados en la percepción de un fenómeno o cosa y esos sentidos no padecen ninguna alteración. A su vez, los mecanismos intelectuales o mentales que permiten la captación (abstracción), formación de ideas, conceptos y juicios, también deben funcionar normalmente (sin estar afectados por alteraciones físicas, psiquiátricas, ni conceptos “a priori”) y que permitan percibir la realidad “tal cual”. La tercera reflexión es que debe considerarse como “condición sin la cual”, que la forma de la interpretación de la realidad sea adecuada, es decir, se acerque lo más posible a la verdadera naturaleza de las cosas percibidas. Esta reflexión, a su vez, genera otras como ser: la interpretación directa, mera, pura de la cosa como ente “que aparece”, es decir, saber interpretar si es real o irreal, si es conocido o desconocido, si tiene o no un sentido previo, si es falso o verdadero. Esta reflexión cabe porque no es lo mismo interpretar a un animal visto como lobo o como perro, o a una imagen como ilusoria (alucinación) o real. Si la interpretación básica, simple o directa falla, es seguro que toda la realidad será trastocada y deformada. la interpretación reflexiva que es la que realiza el sujeto cuando intenta descubrir la naturaleza de la cosa o fenómeno observado y darle un sentido. La interpretación reflexiva puede ser hecha de dos maneras (las más sobresaliente entre otras posibles): a) en una forma global, abarcadora, considerando la cosa interpretada como un todo o b) en una forma parcial, como un simple punto de vista, es decir, teniendo en cuenta sólo un aspecto (interpretación aspectual). El hombre por su naturaleza inteligente, a diferencia del animal, además de una percepción de la realidad en forma directa o pura, como algo solamente estimúlico, casi automáticamente tiende a interesarse por la naturaleza o esencia de la cosa (lo que las cosas son) y, por tanto, inmediatamente trata de ubicarlas en el contexto de su existencia o de su proyecto existencial, lo que significa darle un sentido. Ya afirmé que una cosa “sin sentido” para el hombre es como si no existiera, es una nada. El animal, que supuestamente vive sin buscar el sentido de las cosas, habita un lugar asignando a los objetos y sensaciones que en ese ámbito se dan, el papel de cosas meramente estimúlicas. Son cosas que afectan a sus sentidos como algo que “le sirve para...” (para satisfacer un instinto de hambre, sed o sexual, para protegerse, para morar, para marcar un territorio) y en ese sentido usa de los seres animados e inanimados que le rodean. Sus 98 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA sensaciones internas son solamente instintivas y se guía por ellas para subsistir, para placer, o para temerles o huir de ellas. Sus sensaciones básicas son afectivas (cuando cuida de su cría, convive con su pareja o integra un conjunto como manada, rebaño, enjambre, es decir, como animal gregario) o son agresivas (ataca para defensa, para matar su presa que le alimenta, para evitar que otro ocupe su territorio) o son simplemente de miedo o temor que le causa angustia y provocan el reflejo de huida o de lucha. En el animal, el conflicto siempre desata, en forma neta, la resolución por la lucha o la huida. Pero nunca queda siderado crónicamente. Por eso no padece “enfermedades por estrés”, salvo que esté privado de su libertad, por algún motivo (enjaulado, entrampado o cercado por vallas naturales). El hombre, en forma diferente al animal, vive interpretando su realidad, cargándola de sentidos y transforma su ámbito estimúlico, en un “mundo” (un ámbito con sentido) y enseguida comienza a “instrumentar” su mundo, instaurando la cultura. Es decir, cultiva su medio y lo llena de instrumentos para adaptarlo a su gusto o necesidad. La transformación de un medio o ámbito estimúlico puede ser: para mejorar lo natural o para destruirlo o para instalar lo artificial (el instrumento físico creado por el hombre). El sentido que el hombre da a las cosas, puede ser hecho en forma de interpretación directa y de ese modo, una piedra es sólo una piedra que “le sirve para...” instrumento, arma, construir un muro, etc. y de ese modo vive circunstancialmente. En este caso, su proyecto vital es siempre un proyecto cotidiano: aquel que sólo le sirve para “vivir al día” y satisfacer sus necesidades inmediatas. O bien, el hombre puede adoptar una interpretación reflexiva y además de darle a las cosas un sentido físico, mediante una reflexión profunda y crítica transciende su mundo cotidiano y pasa a buscar un sentido metafísico. De esta forma inquiere ya en forma global y no sólo con un punto de vista o aspecto, sobre la esencia de las cosas (lo que las cosas son en sí) y darles un sentido englobador y más cierto. En este plano florecen ciertas ciencias de la comprensión y la filosofía, la epistemología de las ciencias aspectuales, la conducta moral o ética, la fe religiosa, la vida virtuosa. El hombre ya no sólo vive “para...” satisfacer necesidades materiales, sino agrega un “porqué” vive y acepta un proyecto existencial más profundo que el meramente cotidiano. La vida tiene un sentido completo que abarca lo físico y lo metafísico y el hombre ya no es un mero instrumentador de ambientes, sino que vive la plenitud de su espiritualidad, acercándose a la identidad plena de su condición de ser “pensante”, “inteligente”, dotado de un logos o verbum o palabra que puede conducirle a un estilo de vida armónico consigo y con el universo (todo lo que le rodea). Verdad en la realidad: tendencia a lo bueno Las condiciones de la conciencia, como juez de lo bueno y lo malo Fundado en estas reflexiones extraídas de los pensadores filósofos de las últimas décadas, que parten de las raíces del pensamiento griego liderado por Aristóteles y Platón (y a través de 99 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA él, Sócrates), se afirma el deseo de lograr una perfección espiritual que esté en correspondencia y armonía con la verdadera naturaleza del hombre. Esta naturaleza que es principalmente buscadora de la verdad, de la esencia de las cosas y de la manifestación del hombre como ser inteligente que puede dominarse a sí mismo y manejar su ambiente, instalando una calidad de vida que sea “excelente”, placentera y totalizadora. Para que esto ocurra, los dos polos principales de la vida (el hombre y su realidad o circunstancias) deben lograr una afinación a tal punto que les permita usar debidamente las potencias intelectuales, afectivas y volitivas del hombre, y la realidad sea vivida siempre con tendencia a lo bueno, evitando o superando lo malo. La escuela filosófica española, encabezada por Ortega y Gasset y sus discípulos han hecho hincapié en reflexionar sobre “el hombre y sus circunstancias” siguiendo de algún modo los preceptos de una filosofía antropológica basada en la fenomenología y algunos principios del existencialismo. Naturalmente, no del existencialismo denostado por mucho pensadores filosóficos por las conclusiones de Sartre, y otros pensadores, sino por el existencialismo que sólo trata filosóficamente la vida que el hombre desarrolla cuando decide manifestarse, es decir, mostrar “modos de ser”, dejando su “sistencia”, su “mismidad”, su “subjetividad”, su “intimidad”, todo lo relativo a “sí mismo” para salir al mundo y obrar de diferentes modos. Cuando estos modos son “globalizados”, es decir, universales (ambos conceptos utilizados en el sentido de que ocurren en todos los hombres de idéntica manera y sin excepción), serán interpretados como notas fundamentales de la esencia no conocida del hombre. Por eso habíamos afirmado que cuando el hombre “sale de sí”, abandona su intimidad, queda fuera de su sistencia (sí mismo), empieza su existencia (ex = fuera; sistencia = sí mismo). La existencia humana es la “capacidad de relación consigo mismo y con las cosas exteriores”, pero no es una subjetividad ni vive encerrada en sí misma, ya que el ser mismo únicamente se realiza en comunicación con otro ser igual a él. La importancia de la comunicación es que no sólo hace posible el ser, sino que es también el camino hacia la verdad en todas sus formas. La verdad unívoca está en la “validez de las afirmaciones que están consolidadas por una intuición inteligente y una evidencia lógica, a través de conocimientos exactos para la conciencia en general” (Karl Jaspers)51 Todo lo anterior nos conduce a una nueva cuestión que es la conciencia. La conciencia, por su propia definición es el mundo interior del hombre. Es la “propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta. También representa el conocimiento interior del bien y del mal y el conocimiento exacto y reflexivo de las cosas”. Bien pensada, la conciencia es la que nos permite darnos cuenta o percatarnos de las cosas o de juzgar una ley o la moral. En otras palabras: conciencia es darnos cuenta de lo que nos está pasando a nosotros y de lo que pasa alrededor nuestro y juzgar a las cosas que pasan con un sentido de ética y moral. La conciencia, en alguna manera, es la forma de aprehender 51 Karl Jaspers - FILOSOFÍA DE LA EXISTENCIA, Madrid, 1968 100 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA la realidad. Otras definiciones la explican como el “conocimiento inmediato de sí mismo que tiene el ser humano, de sus estados mentales y de relación con la realidad, integrado por un grado suficiente de vigilancia (funcionamiento nervioso) y de lucidez (funcionamiento psicológico)”.52 Para que la conciencia esté activa (lo que ocurre cuando el hombre está despierto o consciente), desarrolla la atención o estado de vigilia (estado de conciencia) en el que las células de la corteza cerebral se mantienen en un estado de excitación continua. Las funciones de la conciencia, que se basan en la información de los sentidos, crean modelos de lo que le parece que es el mundo. Tales modelos reúnen algunas peculiaridades: 1. son constantemente “puestos al día” con informaciones nuevas que llegan al encéfalo desde el mundo exterior, de modo que pueden crear un cuadro de imágenes en movimiento 2. pueden “engañar” al cerebro cuando el mundo exterior no coincide con el cuadro interior de imágenes como ocurre con las alucinaciones y las ilusiones visuales, auditivas u olfativas. Esta última característica de esos modelos, nos alertan de que no hay un mundo exterior que obligadamente sea real para el cerebro, es decir, que este lo capte “tal cual” es. En última instancia, para cada persona o individuo, solamente existe el mundo que su cerebro construye. Esta afirmación es muy importante para poder entender y manejar el simple modelo de información que nos llega al cerebro y que forma las ideas. Nos demuestra que no siempre el cerebro puede construir una idea adecuada, debido a un error de percepción, ya sea porque el órgano no está disponible o porque el punto de vista no sea el correcto. También nos demuestra que el encéfalo puede ponerse a funcionar de distintas maneras y cada una produce un mundo interior diferente. Es importante tener en cuenta los estados de conciencia. Este tema se refiere a la forma en que se puede encontrar la conciencia en lo relativo a su funcionamiento. Se diferencian varios estados de conciencia, dependiendo de la intensidad y rapidez de la actividad de ésta, de su claridad y de la comprensión de su contenido. Así tendremos: Estado de máxima claridad de conciencia o de conciencia plena Estados de enturbiamiento u obnubilación de conciencia o conciencia onírica (estado de preconciencia o subconciencia): estados oníricos, estupor, confusión, estado crepuscular, etc.) 52 Ang, Gonzalo – DICCIONARIO ILUSTRADO DE CULTURA ESENCIAL, España, 1999 101 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Estado de falta absoluta de conciencia o pérdida de conocimiento: la anulación de la conciencia es total cuando hay desvanecimiento o desmayo o lipotimia, sueño profundo y coma. Nos hemos referido con anterioridad a que el hombre para tomar contacto, percibir o conocer las cosas, debe estar en estado de conciencia plena, el cual le permite ejercitar todas sus facultades mentales. La conciencia es un estado vigil, dijimos, es decir, el hombre consciente está despierto. No está alucinado, confuso, ni semiconsciente. Está completamente en pleno uso de sus sentidos y su razón. Este estado de conciencia, a modo de un punto luminoso potente (foco), se concentra en modos diferentes con la realidad: 1. Puede captar la realidad “tal cual” se le presenta a sus sentidos, es decir, conocer lo que ve, a modo de una simple lente de cámara fotográfica. Sus sentidos registran la presencia de la cosa, sin cuestionar su esencia. Esto ha sido interpretado por algunos pensadores como conciencia natural. 2. Pero puede ocurrir y ocurre, que el hombre decide enfocar la realidad pensando en ella, buscando un sentido y un significado de las cosas, formando un concepto y un juicio sobre las mismas. Esta sería una conciencia reflexiva, la que puede ejercer sobre las cosas exteriores (conciencia crítica) o reflexionar sobre sí mismo, sobre su propio yo (autoconciencia). 3. Cuando esta conciencia reflexiva, deja el objeto físico (factum) para trascender a lo metafísico, se transforma en conciencia de lo absoluto, tratando de indagar el fin último de las cosas, lo que las cosas son realmente en sí, lo absoluto. La duda de muchos filósofos es saber si el hombre tiene capacidad de abarcar lo absoluto. Más aún: ¿existe lo absoluto?, ¿o es sólo una idea creada por el hombre? De cualquier manera, hay una tendencia innata a través de todos los siglos de buscar y de encontrar la razón suprema de todo: lo absoluto. El enturbiamiento de la conciencia o estado de obnubilación de la conciencia puede ocurrir por una emoción violenta o el estupor que causa el fenómeno de estupidización que es como una obnubilación parcial de conciencia que sume en una especie de estado de estupidez. Hay situaciones o drogas que se convierten en un estupefaciente (que produce estupefacción o pasmo, estupor) (estupor es una disminución de la actividad de las funciones intelectuales, acompañada de cierto aire o aspecto de asombro o indiferencia). En cuanto a la estupidez la comprenderemos como una torpeza notable para comprender las cosas, en la que aparece esta disminución de la actividad de las funciones mentales (déficit de conciencia) que produce una serie de torpezas, anulando las posibilidades de un funcionamiento o desarrollo intelectual correcto. Incluso, la estupidez de algún modo es la falta de sensatez. El hipnotismo o las 102 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA situaciones que ejercen un efecto hipnótico permiten que quien se encuentra bajo su influjo puede ser inducido a conductas por sugestión. Otro efecto que se produce es el fenómeno de enajenación que permite que se instale la transformación de confundir la ficción con la realidad. La enajenación es un fenómeno en el cual la persona está desposeída o privada de su estado pleno de conciencia o puede esta fuera de sí donde se le entorpecen o turban el uso de la razón y de los sentidos. También consiste en un estado de distracción o dispersión mental total donde hay falta de atención (déficit de atención) o bien un estado embeleso o privación del juicio (esta privación cuando se instala en forma permanente se conoce como locura o demencia). El embeleso es una suspensión transitoria o arrebato, del uso de los sentidos (cautivamente o arrobamiento). En cuanto a lo relativo entre conciencia y saber, Heidegger ha definido que “el ser de la conciencia, como conciencia, es estar sabiendo” y mientras esto ocurre “el ser del objeto, como objeto es el estar siendo sabido”. Luego, “el ser de algo para una conciencia es el saber”. Estas conclusiones heideggerianas rematan el pensamiento de que la conciencia, en cualquiera de sus modos de ser, es el único instrumento válido del hombre para manifestar su inteligencia y todas sus notas fundamentales, y la vía exclusiva del conocimiento y del saber. A estos párrafos que anteceden hay que remarcarlos o subrayarlos o ponerlos en mayúscula porque son la llave que permitiría a estudiosos y educadores ponerlos en la pista para que cuando estudien o intenten comunicarse o modelar al hombre, sepan que los signos o señales que recibe no siempre pueden ser interpretados con una determinada intención. Por esto es fundamental conocer muy bien la forma en que, el hombre a estudiar o educar, percibe y recepta las señales, para adecuar los códigos de estudios o de comunicación a esa especial condición del receptor. Así, también, sabemos que la conciencia o el estado de receptividad pueden ser modificados por las situaciones ambientales, los fármacos, las propias emociones y otras variables. Atendiendo todos los conceptos que hemos expuesto, en síntesis, se puede apreciar que la palabra “conciencia” se utiliza para referirse a varios fenómenos y procesos. Por ende, tendremos que: 1. se usa como sinónimo de vigilia o conciencia vigil (estar despierto y en contacto con el mundo externo). La relación entre vigilia y conciencia es muy estrecha, por lo que suelen considerarse sinónimos. La percepción es totalmente sensorial y hay completo estado de atención. Se observan las cosas con interés y concentración. Es la llamada conciencia clara. 103 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA 2. como conciencia moral para lo cual se relaciona con los conceptos del mal y del bien para lo cual debe observar un conjunto de normas y valores para regir la conducta, lo que se adquiere con el proceso de socialización 3. como conciencia de percepción o sea “darse cuenta”, advertir los sucesos y los objetos externos que capta continuamente el aparato sensorial de nuestros órganos (percepción sensorial); como así también las cosas que “nos pasan por la cabeza” como pensamientos, recuerdos e imágenes mentales diversas y otros fenómenos mentales como la telepatía, premonición, etc. (percepción extrasensorial). En la percepción extrasensorial, como puede ser un éxtasis, los sentidos quedan fuera de uso y la conciencia está en una especie de “estado de suspensión”. Se está despierto pero no hay percepción sensorial. No hay atención exterior, sino interior. 4. como conciencia onírica o preconciencia que es una especie de estado intermedio entre el vigil y el sueño. Ocurre antes de dormirse y al despertar. No se está durmiendo propiamente ni se está despierto del todo. No hay estado de conciencia plena sino de semiinconsciencia. Es la conciencia de las imágenes hipnagógicas. En este sentido conciencia no es igual que vigilia. Hay un estado de conciencia nublada. 5. como conciencia intelectiva o estado de conciencia que permite usar el intelecto para adquirir el saber. Es un estado necesario para el aprendizaje y la adquisición del conocimiento en general. 6. como conciencia volitiva en relación a la toma de decisiones, la deliberación y, en consecuencia, a proceder a una conducta determinada en un “querer” y en un “querer hacer” Según algunos cálculos, cerca de cien mil millones de neuronas constituyen el SNC (naturalmente nadie las contó una por una y con precisión). El porcentaje mayor de estas células está en la corteza cerebral que se encuentra en la superficie de ambos hemisferios cerebrales. La superficie de cada hemisferio contiene las células que elaboran los códigos neuronales que provienen de los sentidos. Tales códigos envían información sobre los estímulos ambientales, a las áreas receptivas de la corteza, donde la información es procesada por columnas de células y transferida a las áreas de asociación, que se encuentran adyacentes, de modo que pueda combinarse con informaciones procedentes de la memoria, de los sentidos y de otras áreas cerebrales. Esta función de asociación es muy compleja y explicaría la delicada esencia del pensamiento humano y de las otras funciones intelectuales. De esta forma también se recibe la información de las vías nerviosas sensitivas al sistema reticular activador, el que estimula la actividad y la atención en toda la corteza cerebral. La información sensitiva sale del encéfalo, desde la corteza motora a través de las vías motoras y de ahí a la medula espinal, última operadora de sensaciones sensitivas y de impulsos motores. La 104 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA combinación de la información de estas diferentes fuentes y su elaboración por la corteza, produce el fundamento de la conciencia. Las células reticulares excitadoras están extensamente conectadas con todo el sistema nervioso, tanto sensitivo como motor, y son estimuladas por impulsos nerviosos procedentes tanto de afuera como de adentro del cuerpo y sus distintas partes. Si por cualquier motivo se corta la entrada de información sensorial o sensitiva (percepción externa e interna), la excitación de la corteza cerebral cambia y la calidad de conciencia se modifica. El estado de conciencia se modifica según haya luz o oscuridad, ruido o silencio, indemnidad o ruptura de las vías sensoriales. O se altera según haya pérdida del estado de conciencia (inconsciencia), sueño o alucinaciones. Otra cuestión fundamental es la relación entre conciencia, atención mental y la concentración mental. La atención mental es denotativamente la acción de aplicar voluntariamente el entendimiento a un objeto espiritual o sensible, tener en cuenta o en consideración cosa alguna. En lo relativo a la conciencia, podemos definir a la atención como la concentración de la conciencia y concentración es la acción de reunir en un centro o punto lo que estaba separado. La llamamos atención mental para diferenciar otras denotaciones y connotaciones de la palabra atención. Es como si la conciencia se enfocara en un punto determinado y ahí coloca la cosa o cuestión a considerar. De alguna manera, opera como la comprensión de la inteligencia, por lo que puede representarse con este esquema similar: conciencia cosa La atención estaría representada por el haz de las dos líneas que abarcan el círculo, el cual representa el punto donde está concentrada la cosa o cuestión que interesa. El mundo que nos rodea es complejo. Muchos estímulos simultáneos bombardean nuestros órganos sensoriales, de modo que, para que el medio sea coherente para nosotros y podamos desempeñarnos y conducirnos en él de manera apropiada, es indispensable que hagamos una selección que nos permita percibir lo que es relevante para nuestro interés y hacer a un lado lo irrelevante. Tanto nuestros sentidos internos (la cinestesia que es la percepción de la postura y del movimiento propios, sinestesia es la sensación en una parte, asociada o secundaria a la producida en otra parte; sensación percibida en un sentido por el estímulo de otro y la cenestesia que es la percepción visceral que se manifiesta cuando tenemos hambre o sed o necesitamos ir al baño) como de los sentidos externos (vista, oído, tacto, olfato y gusto), nos ayudan en la tarea de prestar atención a nuestro cuerpo y su rededor. La capacidad de enfocar 105 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA esos sentidos hacia estímulos específicos es lo que consideramos y llamamos atención y a la atención sostenida la denominamos concentración. Lo contrario es la dispersión mental. La atención mental depende de muchos factores: 1. Factores del organismo: es la atención en función de algunas necesidades corporales o física, por ejemplo, hambre (la atención se concentra en estímulos olorosos y visuales relacionados con la comida); si desea llegar a un lugar determinado, la atención se concentra en el sistema de señales que nos lleven a destino; el impulso sexual nos llevará hacia las personas atractivas (sex appeal). Así, los diversos intereses nos llevarán a la búsqueda de estímulos pertinentes específicos. Esto es lo que hace que cada persona enfoque su atención de manera distinta. Tanto la diversidad de intereses como la tendencia a concentrarse más o menos en el detalle o en la situación global, dependen del tipo de personalidad. Los obsesivos tienden a fijarse con mayor concentración en detalles. Los “impresionistas” (que se dejan llevar por impresiones) tienden a percibir las situaciones de manera global y con algún grado de dispersión y asociándolas a emociones de agrado y desagrado. 2. Factores de la naturaleza del estímulo: en este punto hay que discernir tres situaciones distintas: intensidad del estímulo que atrae la atención y hace que se aparte del objeto o de la situación en la que se concentraba anteriormente, por ejemplo, cuando oímos un ruido fuerte o vemos una luz potente. Es un estímulo intenso que estimula atención involuntariamente y en forma no deliberada. novedad del estímulo: todo lo nuevo o en general, diferente, atrae la atención y ya no se advierten hasta que desaparecen. Son percepciones de estímulos de poca intensidad a los que enfocamos deliberadamente. Esto ocurre generalmente con las modas o hábitos distintos a los nuestros que nos llevan a advertir la vestimenta o el peinado de una persona, la pintura distinta de una fachada conocida, etc. repetición del estímulo: cuando un estímulo se repite indefinidamente y en forma continua se produce el fenómeno de habituación y esos estímulos dejan de llamar la atención a tal punto que dejan de advertirse o percibirse, obrando de modo como si desaparecieran. Esto ocurre con el tic tac de un reloj y otros sonidos monótonos. Un aspecto interesante es lo relacionado con la dispersión mental o desatención. Cuando se desvía la atención o se pierde la concentración aparece el estado de dispersión mental o desatención que es todo lo contrario de concentración, pues acá se separa o desparrama lo que estaba ubicado en un punto o centro de reunión. La dispersión mental es una alteración de la 106 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA atención por varios trastornos y constituye un déficit de atención. Es importante para los fundamentos de una filosofía de la medicina, tener en cuenta estos mecanismos mentales o los estados mentales que permiten la formación del pensamiento, tanto en lo filosófico como en lo científico. El médico debe saber “prestar la debida atención” a sus menesteres profesionales, debiendo “tener plena conciencia” no sólo en el saber darse cuenta de lo que debe en lo científico, sino un elemento que le permita no perder de vista lo moral y lo ético. El “sistema de la verdad” Completamos así, con un pantallazo sobre la realidad, la conciencia y el hombre inmerso en la realidad, los factores que rodean al proceso mental de búsqueda de la verdad. Establecer que un hecho es verídico lleva a una serie de verificaciones y todo eso constituye la búsqueda de la verdad, la cual consiste en acumular representaciones y verificar unas mediante las otras. Este quehacer conduce a establecer a la verdad como coherencia. La coherencia de la verdad, según Fatone, está dada por la total congruencia con otras verdades. Esto funcionaría como que un conocimiento se apoya en otro para establecer una verdad y que la verdad debe, a su vez, coincidir con otras verdades, estableciéndose una especie de sistema de la verdad. Esto es más patético cuando se quiere establecer una verdad científica. Para decir que el pensamiento de una persona o del hombre en general, es verdadero hay que aceptar, de algún modo, el postulado del idealismo que pregona que la verdad descansa en una unidad última del conocimiento y esa unidad es tal que los elementos del conocimiento están relacionados de manera que no pueden ser conocidos sino en función del todo y, a su vez, el todo no puede ser conocido sino en función de aquellos elementos. La unidad del conocimiento es una concatenación que implica la lógica, la coherencia o congruencia y todo lo que significa la búsqueda de la verdad. Habíamos adelantado que la verdad es una concordancia y una verificabilidad. Esto determina que la verdad sea también una relación, puesto que siempre hay un nexo relativo entre pensamiento y objeto, siendo el objeto a lo cual se refiere la verdad. Pero también dijimos que había un sistema de la verdad que exigía congruencias o coherencias con otras verdades, expresadas como pensamientos dentro del mismo sistema. Esto operaría como que habría una verdad en relación con el pensamiento y su objeto y una verdad en relación compatibilidad y coherencia entre un pensamiento y otro, sobre todo cuando esos pensamientos son puntos de vista de una misma cuestión. Esta cuestión podría englobar algunas doctrinas que hablan de proposiciones y símbolos. Pienso que en realidad, se habla de una misma cosa, que sea física o metafísica, todo objeto o cosa o cuestión está sometida, obligadamente, a puntos de vista diferentes y son esos puntos de vista que sobre un mismo objeto puedan dar pensamiento, proposiciones, distintas aparentemente. Por eso se apela a la concordancia, la congruencia, la compatibilidad, la verificabilidad y otras propiedades que luego veremos, para asegurarnos que no haya discordancia fundamental con los puntos de vista, sino que todos confluyan a la unidad de 107 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA pensamiento a la que hemos hecho referencia. Es evidente que las oposiciones no son distintivas de la verdad. Una cosa o es blanca o es negra, desde el mismo punto de vista. Pero puede suceder que desde otros puntos de vista tenga zonas grises o distintas a las del primer punto de vista. Muchas oposiciones son aparentes si luego se verifica que pertenecen a un mismo objeto (oposiciones relativas). Sólo las oposiciones absolutas, aquellas que no admiten otros puntos de vista son las incompatibles con la verdad. Un mismo objeto, bajo un mismo punto de vista, nunca podrá ser blanco y negro a la vez. Una de estas oposiciones es falsa. Quizás, unas de las características fundamentales de la verdad sea la evidencia, entendiendo por la misma a la “certeza clara, manifiesta y tan perceptible, que nadie pueda racionalmente dudar de ella” (RAE) Si bien la etimología de evidencia puede estar en el verbo ver, en realidad no es referencia literal al sentido de la vista, sino prácticamente a la videncia interior de la inteligibilidad, esto es, de la inteligencia. Esa videncia inteligible es la que permite a la inteligencia “leer” dentro de las cosas. La videncia proveniente de los sentidos o videncia sensorial es la que nos permite mediante la vista u ojos, visualizar un fenómeno perceptible. Pero hay cuestiones que son imperceptibles al sensorio, pero pueden ser sentidas o percibidas por lo extrasensorio. Sucede cuando un objeto o cuestión se presenta a la mente como si fuese una visión física o percepción visual, cuando en realidad es una mera sensación interna con prescindencia absoluta de los sentidos. Este fenómeno se conoce como clarividencia. En las cuestiones tanto físicas o materiales como inmateriales, concretas como abstractas, la verdad de la naturaleza o esencia de estas cuestiones se nos presenta como clarividencia y esto es lo equivale a evidencia. La evidencia, en las cuestiones físicas y concretas es el objeto perceptible; en esta coyuntura para probar la verdad simplemente muestro 53el objeto y el punto de vista. En el caso de razonamiento o sensaciones internas, la evidencia es el juicio y acá la evidencia para probar la verdad es la demostración. En ambos casos, la mente siempre termina expresándose con un concepto pleno de sentido. Cuando el concepto que surge del análisis y verificación del objeto no ofrece dudas ni contradicciones y cuando el juicio que surge del concepto abstracto no es opuesto a la lógica, la razón y el sentido común, estamos ante la evidencia de una cosa. Luego, esa evidencia surge de una estricta experiencia, o sea, de un juicio categórico, o de un razonamiento ordenado o juicio hipotético. Algunos autores distinguen a la experiencia sólo como evidencia de hechos y razón suficiente únicamente por juicios asertóricos.54 En cambio, el mero razonamiento, como evidencia de forzosidad, es razón suficiente de los juicios apodícticos, para lo cual tienen que ser “incondicionalmente ciertos y Mostrar o mostración es “manifestar o poner a la vista una cosa, enseñarla o señalarla para que se vea, al mismo tiempo que se expone el punto de vista que la explica, la da a conocer y cuál es la convicción de certidumbre” La mostración es experiencia pura. Demostrar o demostración es el “señalamiento, manifestación de una cosa partiendo de una prueba o de verdades universales y evidentes. También es la comprobación por hechos ciertos o experimentos repetidos, cuyo fin y término es el procedimiento deductivo”. La demostración es razonamiento puro. 54 Asertórico o asertorio es el “juicio que no excluye la posibilidad lógica de una contradicción”. Asertivo es simplemente lo afirmativo mientras que aserto es afirmar que se tiene la certeza de una cosa. 53 108 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA necesariamente válidos”. Lo apodíctico siempre está precedido por la frase “por lo tanto” y sus conclusiones son premisas convencionales, hipotéticas, condicionado a la verdad de las premisas. Si las premisas del juicio son ciertas y válidas, habrá verdad. La evidencia es considerada por algunas escuelas o doctrinas filosóficas como carácter o estado objetivo de la verdad, mientras que la certeza es el carácter o estado subjetivo de la verdad. Para que la verdad sea tal deberá reunir ciertos criterios o criterios de la verdad: 1. La evidencia que ya analizamos. 2. La ausencia de contradicción o principio de no-contradicción. Es principio simplemente enuncia que una verdad para ser tal no tiene que tener un caso o cosa que contradiga lo que enuncia. Es un criterio vulgar que supedita la verdad a la contingencia, pues dejaría de ser verdad si llega a probarse o comprobarse alguna contradicción. 3. La autoridad, que es el testimonio que consideramos digno de crédito y la que da la certeza moral. El hombre auténtico adquiere autoridad: hace las cosas por sí mismo (hacer con autenticidad) con su ser verdadero, y así como autenticidad es manifestarse con verdad, autoridad es hacer con verdad. El término autoridad está aquí más cerca del castellano autoría que es la calidad de autor, o sea, “el que es causa de alguna cosa”, pero también puede ser interpretado como lo define la RAE como una potestad o facultad que se detenta como “persona revestida de algún poder” por su propio mérito. 4. La certeza. Hemos analizado parcialmente el concepto de certeza como estado subjetivo, es decir, un estado de espíritu, al que Santo Tomás califica de firmeza de adhesión de la capacidad cognoscitiva a su objeto cognoscible. Según esta definición, el espíritu queda fijado a su objeto porque el objeto mismo está fijo: es lo que es y no es otra cosa (Aristóteles). Esa fijeza es la que evita vacilar y produce la convicción.55 Brochard56 afirma que si bien la evidencia provoca certeza ambos son sinónimos porque designan la misma cosa, tanto desde un punto de vista subjetivo, como desde un punto de vista objetivo. Pero no sería prudente insistir tanto en lo objetivo y lo subjetivo porque si no tendría que separarse evidencia de certeza, dado que evidencia implicaría, en términos absolutos, sólo la presencia de un ser que se ve y la posesión de un objeto. Pero, en el plano intelectivo, la evidencia y la certeza se funden en el concepto y por lo tanto son una unidad, una misma cosa. De no ser así, la evidencia debería ser siempre un objeto que se ve mientras que la certeza sería sólo un estado subjetivo que no puede ser referida a un objeto. Toda evidencia implica una certeza y toda certeza resulta evidente. 55 Convicción o convencimiento es tener por probada una cosa de manera que racionalmente no se pueda negar Víctor Brochard - ÉTUDES DE PHILOSOPHIE ANCIENNE ET DE PHILOSOPHIE MODERNE: 467, Vrin, Francia, 1974 56 109 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA 5. La duda o principio de duda fue el método introducido por Descartes, quien propuso que cuando algo o una cosa se nos aparece con razones insuficientes para ser considerada falsa o verdadera, no tendrá ninguno de esos caracteres hasta que se muestre o demuestre uno de ellos (carácter dudable). Luego, para que una cosa sea totalmente verdadera o falsa debe tener el carácter de indudable, es decir, no presentar dudas o razones de insuficiencia. La duda se considera como una suspensión o vacilación o indeterminación del ánimo entre dos juicios o dos decisiones, o bien acerca de un hecho o una cosa, lo que se transforma en una proposición para ventilarla y resolverla. Es una suspensión voluntaria y transitoria del juicio para dar espacio y tiempo al espíritu a fin de que coordine todas sus ideas y todos sus conocimientos para superar la vacilación y la indeterminación. La duda es un método transitorio válido para plantear una cuestión cuya definición no es clara y debe ser sometida a la comprobación. Pero no puede ser un método sistemático pues se transformaría en escepticismo y no sería posible alcanzar ningún conocimiento ni verdad. Precisamente el escepticismo niega toda posibilidad de conocimiento, pero encierra la trampa de “dudar de la duda” y si no puedo conocer el ser de las cosas significa que esas cosas no existen. Luego, si no hay existencia no puede haber ni duda ni escepticismo, puesto que si “no se es” “no se puede ser nada”. Habría inexistencia total. Empero, “ser escéptico” implica “ser algo” y si se “es” es porque se conoce esa existencia. En otras palabras: hay conocimiento del escepticismo, lo que por sí implica claramente que no puede haber noconocimiento. 6. La opinión, de la cual ya también introduje algunos conceptos, es cuando hay un juicio obtenido por un estricto razonamiento, lo cual le confiere la apariencia de verdadero, pero cuando se analizan sus razones de fondo pueden encontrarse insuficientes o contradictorias. La opinión siempre admite la existencia de la contradicción. Por esto se le ha considerado un sinónimo de “parecer” que según expliqué es lo que las cosas parecen ser, pero pueden ser o no. Esta contingencia de la opinión es lo que la hace totalmente opuesta a la verdad, en donde las cosas son lo que son y no lo que parecen ser. Luego, toda verdad, para ser tal, no debe ser una opinión. La opinión es propia del homo o mundus sensibilis de Sartori, es decir, se apoya sólo en el dato de los sentidos o en ideas prefijadas. No somete las cosas al análisis de la verificación y comprobación. Es un concepto particular que carece de universalidad. Los sofistas creyeron que introducían el pensamiento crítico cuando sostenían que los conceptos no dependían de la mutabilidad del objeto, la cosa o la cuestión, sino de la mutabilidad del espíritu. Esta relatividad de que las cosas serán, según el ánimo o espíritu con que se conozcan o conciban, es lo que originó la mera doxa de Platón y cargó al sofismo del carácter de un “mero decir” sin decir nada. Vulgarmente, sería expresarse con la intención de un 110 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA “hablar por hablar” sin razonar totalmente lo que se habla o razonando en forma dudable o falsa. El sofismo es declarar enunciados retóricos pero sin el sustento razonable de certeza o evidencia. Es un mero presentar de contingencias no probadas lo que equivale a decir que es una “discusión bizantina” donde se discute sólo por el ejercicio de la discusión y sin intención de buscar la verdad. Para que la opinión pierda el carácter de sofista, Aristóteles la propuso como “conocimiento probable”, esto es, pasible de ser sometido a investigación y comprobación y opone así opinión a ciencia, considerando a esta última como un “conocimiento forzoso”. En este caso una opinión oficiaría como una hipótesis o teoría. Es evidente que Aristóteles no alcanzó la vislumbrar el “conocimiento aspectual” propio de la comprobación meramente física y desde un solo punto de vista. La cosa vista siempre desde un mismo ángulo tiende a parecer cierta. La ciencia es siempre aspectual y esto hace que sus conclusiones puedan ser contradictorias. Luego, la certeza científica lo que es siempre desde un mismo punto de vista, al cual se accede por parámetros.57 En ese aspecto, la filosofía existencialista, especialmente la sustentada por Heidegger, Jasper, Ortega y Gasset, es mucho más completa porque critica la aspectualidad de la ciencia y preconiza el pensamiento englobador o abarcador como una forma de acceder a la cosa o cuestión desde varios puntos de vistas. Esto conformaría una nueva técnica científica: la de recopilar todos los puntos de vista de una cosa para conformar mejor la verdad del conocimiento (algunas ciencias usan la comparación58 y se llaman ciencias comparativas). La verdad estaría dada, científicamente, por un criterio holístico de igualdad o semejanza de criterios en puntos de vista comparados. Paul Brunton59 escribe: “los datos parciales sólo pueden llevar a resultados parciales. Sólo la totalidad de los datos puede llevarnos a la verdad perfecta” Esto alejaría definitivamente el problema de la opinión o el pensamiento aspectual que afecta a la ciencia. Platón complica un poco más el concepto de opinión y lo coloca en “el espacio que separa la nada del ser absoluto”. Luego el que opina no es sabio ni ignorante puesto que tiene conocimiento de las apariencias, de lo mudable, de lo transitorio. Para Platón, la opinión se mueve en el mundo de las “imágenes” que son sombras de la realidad, mientras que la ciencia es conocimiento de la esencia, de lo inmutable y eterno y está fija en la contemplación del mundo de las “ideas”. A pesar de lo aparentemente confuso en el pensamiento platónico, éste confirma el carácter Si bien parámetro se define como “variable que, en una familia de elementos, sirve para identificar cada uno de ellos mediante su valor numérico”, en la realidad de la ciencia son todas las variables que se fijan predeterminadamente para lograr un resultado. Luego, esto significa fijar el objeto en un solo punto de vista. Cuando varían los parámetros, varía el punto de vista y el concepto del conocimiento de la cosa. 58 Comparación o comparar es “fijar la atención en dos o más objetos para descubrir sus relaciones o estimar sus diferencias o semejanzas” 59 Paul Brunton - LA BÚSQUEDA DEL YO SUPERIOR: 85, Editorial Kier, Bs. As., 1987 57 111 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA mutable de la opinión y su fijación en los objetos. Probablemente, el criterio de ciencia de Platón está más cerca del pensamiento existencialista actual sobre el pensamiento englobador o abarcador y el carácter de conocimiento holístico o global (contempla todos los puntos de vista posibles). En una cosa hay unanimidad en todos los pensadores: la opinión no es científica ni expone la verdad. Verdad y conocimiento Verdad y conocimiento están indisolublemente ligados puesto que la verdad es el conocimiento de lo que las cosas son. El conocimiento, por otra parte, es un hecho cierto y no una posibilidad. Debido a que no siempre se creyó esto, es que aparecieron teorías o doctrinas sobre la posibilidad y límites del conocimiento. Así hay una gama entre el dogmatismo que ni siquiera se plantea la posibilidad del conocimiento sino que lo que da por hecho cierto y el escepticismo que plantea la imposibilidad del conocimiento. En realidad, dentro del escepticismo hay corrientes (escepticismo clásico) que más que negar la existencia del conocimiento, sostenía que era imposible fundamentar las razones del conocimiento. Pirrón, sin embargo, tenía preocupaciones más morales que gnoseológicas, pues entendía que la sabiduría, más que adquisición de conocimiento era una especie de imperturbabilidad del espíritu, la que exigía abstenerse de juzgar. La abstención de juzgar llevó a una suspensión del juicio, que luego secundariamente se transformó en una negación de la posibilidad del conocimiento. Este secundarismo pirrónico es el que originó al escepticismo como doctrina que postula la negación de un conocimiento posible. El escepticismo no niega la apariencia de las cosas. La miel es dulce y eso es irrebatible. De lo que duda es de la sensación de dulzura y cuáles son las razones para afirmar taxativamente que la miel es dulce. Esto es lo que se entiende por verdad o falsedad del juicio y la posibilidad o imposibilidad de fundamentar cualquiera de las conclusiones del juicio, con lo cual, no hay demostración de las afirmaciones y, por lo tanto, no hay explicación posible de los hechos observados o las cuestiones planteadas. Luego, para el escepticismo, la apariencia es inconciliable con la razón, porque ésta podría no distinguir apariencias falsas de apariencias verdaderas. La duda exige suspender todo juicio y abstenerse de afirmar si algo es falso o verdadero. A lo sumo, la cosa “está ahí” y “parece ser” falsa o verdadera. Esto es lo que, para el escéptico, no se puede saber. Los escépticos apoyan su doctrina en los hechos probadamente contradictorios de opiniones reconocidas. 112 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA En el siglo XVI reaparece la corriente escéptica llamada escepticismo moderno, cuyo exponente principal fue Montaigne.60 Su tesis, como la pirrónica, arranca con un fondo moral relativo al criterio de verdad: para tener por cierta una afirmación hay que sustentar el criterio que diga en qué se reconoce la verdad y la certeza o en qué, la falsedad. Para demostrar que este criterio de verdad es válido hay que enunciar un nuevo criterio de validez, el que a su vez debe ser convalidado con otros criterios y así sucesivamente. El lema “nada es explicable” se apoya en el enunciado de que la verdad exige, por lo menos, tres caracteres “evidentes”: forzosidad, universalidad e inmutabilidad. Si esos caracteres se pueden adquirir con el conocimiento sensible, esto es, a través de los sentidos, no hay nada que explicar sino simplemente aceptar lo que se ve. Pero cuando un criterio no es perceptible por los sentidos, esto no es explicable porque yo no puedo ver lo que no veo y otros tampoco podrán ver lo que yo no veo. En cambio, en lo sensible, yo veo lo que veo y otros pueden ver lo que estoy viendo. Este escepticismo acepta el conocimiento sensible, a través de los sentidos, pero niega el conocimiento intelectual, el de los abstractos y el generado por sensaciones interiores extrasensoriales. Con ese criterio es difícil establecer si algo es bueno o malo, si es feo o bello, si hay amor u odio, etc. En el fondo, niega al pensamiento crítico la posibilidad de hallar la verdad de las cosas con el simple análisis, verificación y universalidad e inmutabilidad de conceptos. Pero el error evidente es pensar que si yo no lo veo otros tampoco podrán. La posibilidad de la mutabilidad de un concepto, de acuerdo a nuevos puntos de vista o la imposibilidad de demostrar la inmutabilidad de un concepto en forma absoluta, crea una nueva corriente de pensamiento escéptico basada en el llamado relativismo. El relativismo resalta que todo conocimiento puede ser percibido en forma distinta según las características de cada individuo. Lo que es verdad para el vidente puede no serlo, o serlo parcialmente, para el no vidente. Lo que el vidente dice que es rojo, el ciego o un daltónico no podrán afirmar lo mismo. Este ejemplo grosero intenta aplicarse a otro más fino y profundo: los diferentes modos de pensar y conceptuar un hecho, cosa o cuestión. Luego, todo conocimiento dependerá de cada persona en particular. La verdad no está sujeta a situaciones personales relativas, sino a los conceptos universales que trascienden todo concepto individual, situacional y de época. La verdad es intemporal e inespacial. No ubica en el tiempo y el espacio y no depende exclusivamente de los sentidos y las cosas visibles. Luego, no reside en las circunstancias ni el medio. Las conclusiones que en determinado medio o tiempo se puedan sacar sobre un objeto no significan que sean verdad. Son sólo creencias, esto es, conocimientos que se creen verdaderos o se consideran como verdaderos para una persona en particular, o un grupo de persona, o una época determinada. Sin embargo, esto no es trascendente. Creencia es un término que deriva del verbo creer el cual es definido por la Real Academia Española (RAE) como “tener por cierta una cosa que el 60 Montaigne, Michael de - LOS ENSAYOS. Colección Ensayo 153. 1738 páginas. Quinta edición. Barcelona: El Acantilado, 2007 113 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA entendimiento no alcanza o que no está comprobada o demostrada”, “pensar, juzgar, sospechar una cosa o estar persuadido de ella”, “tener una cosa por verosímil o probable”, “dar crédito o asenso a las cosas, sin suficiente fundamento”. En consecuencia, creencia es un “firme asentimiento y conformidad con alguna cosa o completo crédito que se presta a un hecho o noticia como seguros o ciertos”. Estos conceptos diferencian a creencia del saber al cual se considera como un conocimiento cierto. Las creencias son conocimientos, del algún modo, inciertos pero a los cuales se le rodea de una certeza subjetiva a la cual se tiene como certeza real y objetiva. Esta es la condición muy particular de toda creencia. Quien sustenta una creencia no pone en dudas el objeto de su fe. Simplemente se limita a aceptarlo como verdadero o real aunque carezca de la certeza plena. Pero de acuerdo a lo que he venido postulando, una creencia sólo será verdad o verdadera, cuando cumpla los postulados que son necesarios para tener la condición de verdad. Esto significa que una creencia puede falsa o verdadera. Pero el sólo hecho de creer que algo es verdad no lo transforma en verdad. Volviendo a la cuestión de que la realidad se oculta bajo apariencias que no siempre son posibles de conocer si no se realiza el esfuerzo de acceder a la verdad, esto es, a lo que la cosa es y no lo que parece. Si partimos de la premisa que nuestro conocimiento es el fruto de generalizaciones amplias o extensas y que los hechos son infinitos, llegaremos a la conclusión lógica de que este sistema de reducciones sucesivas funciona como ir de verdades parciales a verdades generales, en forma progresiva lo que hace que la generalización sea extensa. Pero esta necesidad de reducir una verdad amplia en una serie infinita nos lleva a una imposibilidad de alcanzar el conocimiento absoluto, pues el conocimiento humano está siempre condicionado por el mecanismo de reducción de verdades particulares a verdades generales. En esta tarea, pensar es sinónimo de condicionar. Como lo absoluto, para ser tal, tiene que ser incondicionado, por lo tanto escapa a la posibilidad del condicionado conocimiento humano. Esto es lo que se conoce por agnosticismo o doctrina de la imposibilidad del conocimiento de lo absoluto por medio de un conocimiento relativo. Esto sería otra forma de relativismo basada en la naturaleza del conocimiento respecto a la posibilidad del conocimiento de la realidad. Spencer61 elabora una teoría del conocimiento partiendo de la premisa de que el pensamiento no puede salir de la esfera de la conciencia y ésta “no es posible sino por la antítesis entre el sujeto y el objeto... Partiendo de lo particular, jamás podremos, aun en nuestras más altas generalizaciones, elevarnos sobre lo finito... Cuando intentamos responder a las más elevadas cuestiones de la ciencia objetiva, el entendimiento nos descubre su propia impotencia y la ciencia subjetiva nos hacer que esa impotencia es resultado de las leyes del entendimiento”. Luego, lo infinito es inalcanzable. 61 Herbet Spencer - LOS PRIMEROS PRINCIPIOS, Hard Press, 2012 114 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Fatone analiza estas posiciones relativistas y agnósticas y manifiesta que confunden dos problemas: el del conocimiento en sí mismo (su esencia) y el de los conocimientos concretos adquiridos. Mientras lo primero es una facultad inherente a la inteligencia del hombre, lo segundo es producto de las circunstancias y del desarrollo vital de la humanidad. De ahí las contingencias que los relativistas oponen a esos conocimientos concretos. Si bien la facultad o el mecanismo del conocimiento establece relaciones, no significa que el conocimiento en sí sea relativo sino que es relacionante o relacionador, que no es lo mismo. Yo agrego que todas las objeciones relativistas dan la impresión de referirse al conocimiento sensible que se adquiere sólo en estado de conciencia. Este es el conocimiento sensorial que necesita de una serie de relaciones para mejor condicionarlo al intelecto. Pero hay otro conocimiento que no depende de los sentidos y que nace en la yoidad o mismidad y que sólo es percibido extrasensorialmente como sensaciones internas. Estos conocimientos son los abstractos que forma nuestra mente para referirse a ellos, como es el caso que repetimos hasta el cansancio, de lo pertinente a esas endosensaciones que se expresan en parte como sentimientos (odio, amor, ira) y en parte como cualificaciones o calificaciones (belleza, fealdad) o principios éticos o morales (mal, bien, bondad, maldad) o como creencias interiores, íntimas o fe.62 El conocimiento en sí, como función intelectual puede ser adquirido en pleno estado de conciencia o en estado de inconsciencia (hipnosis, sueño, coma, o trance). Hay claras experiencias de disciplinas como el yoguismo, los encuentros cercanos a la muerte, las reanimaciones y las resucitaciones, que son testimonios irrefutables de que se puede conocer hechos y cosas fuera del estado de conciencia. La conciencia sólo es necesaria para expresar ese conocimiento. Estos conceptos sirven para refutar al solipsismo, forma de escepticismo y por carácter transitivo del relativismo, que sostenía que “no se puede salir de la conciencia” puesto que la aprehensión de la realidad exterior e interior, son hechos de conciencia. El solipsismo o semetipsismo es una derivación del pensamiento de San Agustín63 que al rebatir a los escépticos afirmó: la duda universal es imposible porque llevaría a dudar de la propia existencia. Existo; en esto no puedo engañarme, porque si no existiese, no podría ni siquiera engañarme y dudar. El solipsista reduce a todo el conocimiento de la realidad a su yo y luego éste es el que establece la verdad. El solipsismo confunde a la conciencia con los contenidos de la conciencia en parte y admite un no-yo distinto del yo. Esto le ocurre porque tiene que establecer si lo que no es su yo tienen independencia en sí, o no la tiene con respecto a su yo. Es como decir, si lo creado por el yo se independiza o no de él. En realidad, el solipsista cree que su yo es el creador del conocimiento, con lo que desconoce que su yo crea algo no porque sea un ente creador sino 62 Hice referencia a este conocimiento innato e inherente al hombre, ancestral, que las neurociencias catalogan ahora como “memoria filética”. Ese conocimiento es subyacente en nuestro inconsciente. Cuando se revela a la conciencia puede hacerlo por reflexión, intuición, creatividad, inspiración, etc. Los creyentes hablan de una “revelación” divina que produce Dios cuando se ilumina la conciencia con la fe. 63 San Agustín – CONFESIONES, LD Books, 2006 115 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA porque necesita crear algo para afirmar su propio yo. De esta forma debe aceptar la realidad de la duda y la realidad del ser que dudaba. Pero no alcanza a abarcar que la verdad no es algo dependiente, o relativo, a un estado de conciencia o a la yoidad. La verdad es una demostración que necesita de la conciencia para ser expresada y que la yoidad es un instrumento pero no la causa. Pensamiento de Heidegger sobre la verdad Antes de analizar el pensamiento de Heidegger64 sobre la verdad, creemos conveniente dilucidar, una vez, que entenderemos por real. Etimológicamente, real (del latín rei) es todo lo relativo a la cosa: lo que la cosa es, causa y efectos de la cosa, etc. Para Heidegger, hablar de la verdad “se trata de la esencia de la verdad”, esto es, lo que la verdad es en sí. Para esto no hay que analizar casos concretos de “verdades” sino el concepto en sí, como expresión de una generalidad abstracta. Por esta razón, el filósofo alemán piensa que el sólo hecho de preguntar por la esencia puede llevarnos a un extravío en lo que él considera el “vacío de lo general”. Quizás lo que quiso expresar con la frase “vacío de lo general” se debe a que la generalización implica usar conceptos abstractos, lo que no tendría un sustento real, en una cosa concreta y de existencia física. Es más o menos lo que hemos venido remarcando de todas las escuelas de pensamiento y doctrinas que dudan de lo abstracto o lo no visible, por su “inconsistencia” formal y esencial y que puede parecer como un mero producto de un mecanismo intelectual que esté alejado de toda realidad y elabore juicios tan subjetivos que puedan considerarse como ideas personales sin validez universal. He remarcado que estos abstractos deben reunir la mayor cantidad de datos posibles, es decir, coincidir o tener consenso con otros puntos de vista de todo el universo humano y esta universalidad es lo que daría validez a una misma idea abstracta que surge en personas distintas, sin nexos entre sí, en lugares dispares y en épocas totalmente diferentes. La permanencia del concepto a través de los siglos y su validez racional al momento de su consideración es lo que da solidez a la abstracción. Hay abstractos absolutos y abstractos relativos. Dios es un abstracto absoluto. La belleza y la fealdad son abstractos relativos. La verdad, como abstracto, también es un absoluto. Entendemos en este caso que lo absoluto es cuando no puede dejar de ser lo que es (necesidad o forzosidad) y es siempre lo mismo (identidad e inmutabilidad). Si un concepto absoluto puede cambiar deja de ser absoluto. Hemos acudido a esta digresión porque como lo plantea Heidegger, “un pensamiento radical vuelto hacia lo real debe insistir en establecer, en primer término y sin rodeos, la verdad real, que nos da hoy medida y base contra la confusión de las opiniones y los cálculos. ¿Frente a la indigencia real qué importa la pregunta „abstracta‟ 64 Martín Heidegger – SER, VERDAD Y FUNDAMENTO, Montes Ávila Editores, Venezuela, 1968 116 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA por la esencia de la verdad, que prescinde todo lo real?” Este pensamiento funciona como si Heidegger tomara al concepto real como lo perteneciente a la realidad y siguiendo la connotación académica del diccionario, real es sólo todo lo que es verdad. Ya impugné esta definición por sus imprecisiones, sobre todo porque deja la idea de que la realidad sólo sería la objetividad del mundo sensible. En esa forma de pensar, la subjetividad quedaría relegada de esta realidad. Prefiero aplicar el término “realidad”, según antelé, al conjunto de todas las cosas, sean éstas subjetivas u objetivas, pues ambas tienen existencia en sus respectivos ámbitos (físico y metafísico o espiritual). Luego, si coexiste lo objetivo, como lo subjetivo, en cuanto a la independencia de las cosas y no al punto de vista del hombre como observador e interpretador de lo objetivo (dupla sujeto-objeto), tema al que analicé anteriormente. Tanto la subjetividad como la objetividad pueden ser considerados desde diferentes puntos de vista: el conjunto de objetos o el conjunto de ideas o conceptos subjetivos, pero también como la cosa que está fuera del hombre (objeto) que debe ser conocida e interpretada por el hombre (sujeto). La dupla sujeto-objeto se aplica a la particularidad de cada objeto y hombre como individuos singulares, mientras que la objetividad-subjetividad es la consideración del conjunto de objetos y de la generalidad de juicios subjetivos. Varía considerablemente el punto de vista desde la singularidad con el de la generalidad. De la singularidad salen los casos relativos, de la generalidad puede surgir el consenso o concordancia y la universalidad. Por otro lado, la realidad como objetividad sin subjetividad es la “indigencia” que señala Heidegger, pues carece de un horizonte abarcador o englobador de todo lo existente, es decir, de todos los “datos” de información para el conocimiento en general. De estas consideraciones y las relatividades e indigencias observadas y conocidas, es lo que puede llevar a plantearse la pregunta que formula Heidegger: “¿la pregunta esencial no es lo más inesencial y lo menos comprometedor que se puede preguntar en general?”. El autor piensa que son objeciones del “sano” entendimiento humano. Esto es, el sano entendimiento humano común. Pero este entendimiento se rebela contra la esencia del ente como saber esencial que es propio de la filosofía, porque ella no cubre la “exigencia de la utilidad aprensible (aprehensible)”. Como no “entiende” las razones filosóficas frente a su propia necesidad afirma su presunto derecho, apelando a la “evidencia” de sus pretensiones y objeciones. Probablemente, para Heidegger, el desacuerdo entre “entendimiento común” y “filosofía” se debiera a que el entendimiento común es “ciego” para lo que la filosofía considera “mirada esencial”. Esta “mirada esencial” sería el punto de vista de la meditación o pensamiento crítico trascendente que va más allá de lo meramente físico para quedarse en lo metafísico, mientras que la “inteligibilidad” del “entendimiento común” se queda sólo con “verdades 117 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA concretas” y que son creídas como “las más seguros” y estas verdades son las que surgen de la “experiencias de la vida”, “de la experiencia de la acción”, “de la investigación, la creación y la fe”. Al hablar de la “esencia de la verdad” intervenimos en la polémica desatada entre “la sublevación de lo evidente” contra “toda exigencia de lo digno de ser puesto en cuestión” (Heidegger). La indiferencia del entendimiento común, hoy nos lleva a replantear la pregunta por la esencia de la verdad para alejarnos de un “saber aproximativo” que es lo realmente indigente frente al conocimiento de la esencia de la verdad. Heidegger considera que el sólo hecho de pronunciar la palabra o término verdad estamos evocando algo que opera como fetiche: desgastado y casi hueco por estar desprovisto de su verdadero sentido. Este hecho nos lleva a replantear la pregunta para volver a encontrar el sentido del término y llenar de contenido y significado a una palabra que cuando deba ser usada se lo haga con el peso de su valor y no sea un símbolo sofista. Algo que cualquiera puede apelar para designar lo que es y lo que no es o caer en la contradicción de llamar verdadero a lo que es falso. Para esto debemos saber “qué es lo verdadero”. La idea de falso y verdadero nos lleva irremediablemente al concepto de real e irreal, teniendo por base que lo irreal es lo opuesto a lo real y que la “apariencia” siempre es irreal. Pero repasando el concepto de realidad, veremos que si apelamos a una cosa en concreto, por ejemplo, la más usada por los filósofos al tratar el tema de la verdad, que es el oro, éste tendrá dos planteamientos. O es oro verdadero o es oro falso. Pero resulta que ambos son reales pues existen en el conjunto de cosas o realidad y también en la realidad como objetividad sensible. Precisamente, la sensualidad o sensoriedad (perceptibilidad por los sentidos) de ambos los hace reales y verdaderos en cuanto a su existencia. Luego, acá la cuestión no es saber si son reales o irreales, pues ambos son reales. Para determinar la verdad o la falsedad debemos acudir entonces a la autenticidad. Será verdadero el oro auténtico y el otro que parece oro pero no es, sería el falso o inauténtico. Vista así, como antes afirmé, en la realidad coexisten verdad y falsedad. Para Heidegger, la autenticidad es la propiedad de la cosa. El oro auténtico es propiamente el oro y no otra cosa. Pero lo verdadero y lo auténtico, como lo falso, depende de nuestros enunciados sobre un ente concreto, que, según su especie, puede ser auténtico o inauténtico, falso o verdadero. Acá Heidegger sentencia: “un enunciado es verdadero cuando lo que mienta (evoca) y dice coincide con la cosa sobre la que enuncia. También en este caso decimos: concuerda. Pero ahora no concuerda la cosa, sino la proposición. Lo verdadero, sea una cosa verdadera o una proposición verdadera, es lo que concuerda, lo concordante. Ser verdadera y verdad significan concordar y, por cierto, de un doble modo: por un lado la concordancia de una cosa con lo que se presume acerca de ella y por otro, la coincidencia de lo mentado en el enunciado con la cosa”. Esto es lo que ha llevado a la clásica definición o concepto de la tradición filosófica en el concepto verdad: verdad es la adecuación de la cosa al conocimiento o intelecto. 118 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Empero Heidegger indica que puede verse desde otra forma: la verdad es la adecuación del conocimiento a la cosa. Luego, habría que interpretar que la verdad es la adecuación entre conocimiento y cosa, sea desde un punto de vista o de otro, puesto que sea la cosa adecuada al conocimiento o el conocimiento adecuado a la cosa, siempre la verdad implicará la intervención de ambos y, en última instancia, dependerá de la significación que el intelecto dé a la cosa. Si esta significación se adecua a los modos de ser de la cosa, a su “modalidad” como conjunto de pareceres, de la congruencia de estos pareceres surgirá el ser. Siempre la cosa “aparece” frente al intelecto y éste con su herramienta de la inteligencia es el que deberá indagar sobre esa apariencia para llegar a la esencia. Por consiguiente, parte de la apariencia o modos de presentación de la cosa, que en definitiva, al analizar la totalidad de esos modos de aparecer o mostrarse, saldrá el modo de ser. Así el oro falso parecerá auténtico a la vista, pero se mostrará inauténtico a las pruebas a que será sometido para determinar su autenticidad. En la apariencia visual parece auténtico, pero en la apariencia analítica de la investigación instrumental o por aparatos, se comprobará que es inauténtico. De ahí saldrá el concepto final que dirá: parece auténtico pero es inauténtico y esta será la verdad del oro falso. Pero el oro verdadero, parece verdadero a la vista y será verdadero al examen analítico, luego su enunciado de que parece auténtico y es auténtico es la verdad del oro. Este análisis presupone, entonces, dos cosas: parecer ser y demostrarse que se es. En las cosas objetivas de la realidad, la ciencia es uno de los modos de comprobar determinados puntos de vista, pero no puede llegar al enunciado absoluto debido a la relatividad o aspectualidad de sus análisis. Lo meramente científico debe traspolarse (traspasarse) a la epistemología filosófica y así podrá alcanzar con la globalidad de todos los puntos de vista científico sobre una cosa, una cierta validez de verdad que le quita la relatividad y lo acerca más a la absoluto al lograr enunciados generales, universales, concordantes, trascendentes e inmutables. A veces, la ciencia expresa muchas de estas cosas como “leyes naturales”, ejemplo, la materia está constituida por partículas sensibles (pues material es lo que impresiona a los sentidos). La comprobación, es parte del fundamento de la verdad de la cosa, esto es, someter la cosa a la verificación para hacer evidente la autenticidad. Luego, para escapar a la mera enunciación medieval de la verdad como adecuación entre cosa e intelecto, debemos concluir que hay que diferenciar entre el intelecto del entendimiento común de la evidencia física y el intelecto filosófico o entendimiento trascendente realizado con el pensamiento crítico que es el instrumento de comprobación o verificación de la verdad de un enunciado (pensamiento trascendental de Kant). Como se observará, filosofar exige reiterar las mismas cosas desde diferentes maneras o modos. De ahí la aparente iteración de lo mismo. 119 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Planteada así la cosa, caemos ahora en otra cuestión filosófica: la autenticidad del intelecto. Hemos destacado que el intelecto es el instrumento de la inteligencia que opera a través de facultades mentales, siendo el cerebro el órgano principal de estas operaciones o facultades. Este mecanismo o proceso intelectual trabaja de dos maneras: una simple, directa o fisiológica que es recoger el dato de los sentidos y formar una idea y luego un concepto que se expresa con un símbolo gráfico o el signo lingüístico. Este es el pensamiento procesal o mecanismo del pensamiento. Así el hombre ve un objeto natural y se pone de acuerdo con otros hombres y le llaman flor. Este símbolo lingüístico es una abstracción hecha mediante la aprehensión del objeto por los sentidos, la formación de una idea del mismo o imagen mental y luego el concepto: todo lo que produzca una planta que lleve pétalos, tenga determinadas formas y colores, y puede tener o no un perfume y puede generar o no un fruto, se llamará flor. Esta convención sobre el símbolo y el concepto es lo que Sartori considera el mundus inteligibilis y es el que opera cotidianamente como pensamiento práctico o común para instaurar una primera trascendencia del ámbito estimúlico y establecer un ámbito de sentido o mundo. Es el pensamiento que se forma sobre la apariencia de las cosas y el que conduce a la opinión o mera doxa y determina verdades relativas. La flor existe, es un objeto sensible, producto de una planta, que puede ser la formadora del fruto y la semilla o bien sólo representar un objeto de adorno, según la intención del observador y usuario del objeto. Pero la verdad y el conocimiento profundo de la esencia de las cosas exigen otra forma de pensamiento diferente al que se estructura sobre el pensamiento procesal. Al contenido de este pensamiento diferente se le somete a una meditación más profunda, a un análisis crítico y abstracto, que va más allá de lo meramente físico (a lo metafísico) y entabla un nuevo horizonte de comprensión y de significado. Es el nuevo significado que he comentado y con el que el hombre vuelve al mundo y establece el orden filosófico, esto es buscar y dar el sentido esencial de las cosas y las cuestiones. Es un pensamiento, que basado en el pensamiento procesal, a los conocimiento que ese pensamiento procesal le proporciona (datos), lleva esos datos a un panorama global para encontrar no sólo el sentido de las cosas, sino de todo su entorno. Es un pensamiento con sentido. Este ir y venir de lo físico a lo metafísico y volver a lo físico para entenderlo metafísicamente, es lo que se denomina trascendencia. He aquí las iteraciones que referí, que se hacen necesarias para ir ilando (forma de verbalizar ilación) la coherencia de los pensamientos. Ahondando más en la facultad intelectual del hombre para averiguar la verdad o la esencia de las cosas o lo que las cosas son en sí, se nos plantea dos nuevas cuestiones: el espíritu y el intelecto como cosa creada. El intelecto, como proceso intelectual procesal, es perteneciente al hombre en forma inherente. Pero si se considera que el hombre es una criatura, luego el intelecto y las ideas de ese intelecto (intellectus humanus) también son entes creados (ens creatum). Por lo tanto, como creaturas o criaturas, son siempre contingentes. Para alcanzar el 120 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA grado de absoluto o necesario (es eterno y no puede ser otra cosa que lo que es), esto es, alcanzar la esencia de la verdad, exigiría no ser un ente creado. Acá se cae en la cuestión del espíritu como soplo divino y la inteligencia sería entonces la prolongación de otro espíritu eterno e increado y, por lo tanto, un abstracto absoluto: Dios. Si el espíritu humano es insuflado como parte del espíritu divino, luego habría un intelecto también divino (intellectus divinus). Este intelecto divino es el que se manifiesta por la revelación o inspiración, el que tiene cosas extrasensoriales que llevan a dudar de la “materialidad” del espíritu del hombre (en tanto y en cuanto sólo depende de la vida del cuerpo y necesita de sus órganos para manifestarse). Pero como esta concepción de intelecto creado y de intelecto divino como herencia directa del espíritu divino que se manifiesta a través de la revelación, en el orden metafísico concuerdan sobre dos cosas distintas: el pensamiento crítico o trascendental o el plano de la fe o mera creencia por inspiración que da certeza o convicción o emoción de certeza interior que erradica toda duda y exige una firme adherencia al enunciado de fe. De todos modos, de una forma u otra, los enunciados tanto en lo creado como en lo divino, cuando son productos del hombre concreto, ambos deben tener un margen de coincidencia entre objeto e intelecto para ser considerado verdad o razón universal de ser de las cosas. Esta razón universal es lo que Heidegger considera como “la planificación de todos los objetos por la razón universal, que se da a sí misma la ley y por eso reclama también la inmediata inteligibilidad de su manera de proceder (aquello que se tiene por “lógico”). El hecho de que la esencia de la verdad proposicional consista en la conformidad del enunciado, no requiere ya una fundamentación especial. Aun cuando se hacen esfuerzos para explicar, con notable infructuosidad, cómo debe establecerse esa conformidad, ya está ella presupuesta como la esencia de la verdad. Así, la verdad de la cosa significa siempre la concordancia de la cosa fáctica con su concepto esencial racional. Nace entonces la apariencia de que esta determinación de la esencia de la verdad, sería independiente de la interpretación de la esencia del ser de todo ente, incluye siempre una interpretación correspondiente de la esencia del hombre como soporte y realizador del intellectus. Así, la fórmula de la esencia de la verdad obtiene enseguida su validez general evidente para cualquiera. Bajo el imperio de la autocomprensibilidad – apenas tomada en cuenta en sus fundamentos esenciales – de este concepto de verdad, se acepta como igualmente autocomprensible que la verdad tiene un contrario y que hay la no-verdad. La no-verdad de la proposición (no conformidad) es la noconcordancia del enunciado con la cosa. La no-verdad de la cosa (inautenticidad) significa el desacuerdo del ente con su esencia. La no-verdad, se puede comprender en cada caso como un no-concordar. Esto cae fuera de la esencia de la verdad. Por eso, la no-verdad, como lo opuesto a la verdad, puede dejarse de lado cuando lo que importa es la esencia pura de la verdad”. 121 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Otra cuestión a plantear, aunque parezca obvia, es que el enunciado siempre es inmaterial, mientras que la cosa sobre la que se emite el enunciado puede ser material. Esto traería la cuestión abstracta de cómo puede una cosa inmaterial adecuarse a lo material. Pues esto se resuelve al considerar que la adecuación es solo una relación indeterminada, pues si el enunciado se volviera material ya no concordaría sino sería igual y por lo tanto se transformaría en la misma cosa sin decir nada sobre el significado. No sería un significante sino la cosa misma. Luego, todo enunciado no es la presentación de la cosa en sí, sino la representación de la cosa, como apertura de la conciencia hacia la cosa para formar de ella la idea y el concepto significante. Esta apertura significa ponerse frente a la cosa (tenerla ante los ojos y a la mano, esto es como objeto) y al abrirse la conciencia “aprehende” a la imagen de la cosa representándola ante el intelecto. El parecer de la cosa ante los ojos y como objeto a la mano, es decir, enfrentando la conciencia a la cosa, exige esa apertura pero que no es creada por el representar sino a la inversa: la apertura permite la representación, pues funciona como ámbito de relación. La apertura permite relacionar la cosa con el intelecto. Por ende, para Heidegger, “la relación del enunciado representante a la cosa, es el cumplimiento de aquella referencia que originariamente, y siempre, se pone en vibración como comportamiento. Pero todo comportamiento se caracteriza por el hecho de que, estando en lo abierto, se atiene a lo patente „como tal‟. Sólo lo patente en sentido riguroso, se experimentó en los primeros tiempos del pensamiento occidental como la „presencia‟ y se lo llamó, desde hace mucho, „el ente‟. El comportamiento está abierto al ente. Toda relación que está abierta es comportamiento. El estado de apertura del hombre es siempre distinto, según la especie del ente y el modo de comportamiento. Todo trabajo y ejecución, toda acción y cálculo están y se mantiene en lo abierto de un ámbito, dentro del cual el ente, en lo que es y cómo es, se pone propiamente y se vuelve expresable. A esto se llega sólo cuando el ente mismo se vuelve representable en el enunciado representante, de modo tal que éste se somete a la orden de decir el ente „así-como es‟. En la medida que el enunciado sigue esa orden, se rige por el ente. Ese decir que se ordena de ese modo, es conforme (verdadero). Lo dicho así, es lo conforme (verdadero)... se plantea la cuestión por el fundamento de la posibilidad intrínseca del comportamiento abierto, que se da previamente una medida patrón, única posibilidad que presta la apariencia de que la conformidad de la proposición lleva a cabo la esencia de la verdad” ¿Qué significa la apertura del comportamiento? Nosotros podemos asimilar este concepto a la idea de la existencia, a la cual concebimos como que el hombre sale de su yoidad o mismidad, de sí mismo o sistencia, para comunicarse con el mundo exterior. Este “salir de la sistencia” o “estar fuera de la sistencia” es lo que origina el concepto de “ex – sistencia”. Es como si el hombre permitiera abrir su interior al exterior y hacer que éste se extiende desde dentro afuera, es decir, sin abandonar el interior tiende un puente con lo exterior y hay una especie de fusión entre interior y exterior que permite la instauración del mundo o ámbito de 122 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA comprensión y significación para luego llegar a la trascendencia metafísica del saber filosófico o verdad. Si no existiera esa apertura, el hombre quedaría ensimismado, esto es, “encerrado en sí mismo”. Por lo tanto, la apertura es una abstracción del ser (extracción del ser que se separa de su mismidad para conocer la exterioridad). Ese salir del ser de su encierro del sí mismo, es lo que se considera como la apertura y en eso consistiría la esencia de la libertad. En este caso, “la esencia de la verdad es la libertad”. El “ser libre” es “la apertura del comportamiento como posibilidad interna de la exactitud”. Es en lo que “se funda la libertad” (Heidegger) (La verdad os hará libre de Jesús) Consecuentemente, libertad no es dejar la esencia de la verdad al criterio del arbitrio del hombre. La libertad no es una arbitrariedad. Es simplemente la posibilidad de dejar ser al ente. “Dejar – al ente, como el ente que es – significa comprometerse en lo abierto y su apertura, en la que habita todo ente, que la lleva, en cierto modo, consigo. Lo abierto fue concebido por el pensamiento occidental en sus comienzos, como lo desoculto”. Acá, Heidegger entiende a lo desoculto o desocultamiento como un des-velar o develar, es decir, quitar el velo de la apariencia de las cosas para llegar a su esencia. Por lo tanto, el dejar ser es exponer al ente como tal y transferir todo comportamiento hacia lo abierto. Esto quiere decir que la esencia de la libertad, como esencia de la verdad, “se muestra como la exposición en el desvelar del ente”. Según en la opinión de un profesor de filosofía amigo es como “dejar verdadear al ser” es decir, dejar que el ser se identifique con la verdad. La libertad, por consiguiente, no es una licencia para hacer o no- hacer. No es una mera facultad de elección. Esencialmente es el compromiso con el desvelamiento del ente como tal, manifestar la verdad de las cosas a la vez que es la verdad del ser del hombre. Es dejar ser al ser del hombre. Es lo que permite al hombre mostrar los modos de ser. Este concepto de libertad se corresponde con el de la responsabilidad. El hombre es libre en la medida que deja ser a su ser. Tiene la responsabilidad de dejar ser al ser. Esta responsabilidad es el responder a esa necesidad. La respuesta del hombre a dejar ser su ser es lo que hace a su libertad. Si no dejar ser a su ser, no es libre, pues no hay respuesta. La libertad o existencia es propiedad del ser humano. Cuando no se responde por esto, queda un hombre privado de su libertad y de manifestar su ser y por lo tanto no hay calidad de ser humano. Lo que tiene forma de hombre, pero no manifiesta o expresa libremente su ser, la esencia de su ser, esto es la verdad de su ser que es la esencia de la verdad en sí misma, podrá ser formalmente un hombre pero esencialmente no se manifiesta como humano (inhumanidad o deshumanización). 123 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA De esto deducimos que la deshumanización es el ocultamiento del ser, la falsedad, la noverdad, la inesencia o inexistencia, la ausencia de la libertad auténtica, la que es reemplazada por un falso concepto de libertad, no como liberación del ser, sino como un comportamiento del hombre que somete su conducta al arbitrio de su razón o a la irracionalidad del instinto, con una aparente facultad de elección de objetos exteriores para someterlos a su uso indiscriminado. Esto no es libertad sino libertinaje, es decir, la deformación del concepto de libertad, que deja su esencialidad para transformarse en una mera formalidad, donde no hay respuesta al dejar ser del ser y por lo tanto hay irresponsabilidad absoluta. Para frenar el daño del libertinaje, el hombre se defiende del hombre mismo creando la norma o ley humana que pone frenos haciendo al hombre “responsable por sus actos”. Es decir, la responsabilidad, en la inautenticidad se traslada de la facultad de responder por dejar ser al ser, a la obligación de responder por los actos que se realizan. Nada tiene que ver esta concepción de libertad con la verdadera o auténtica libertad. El concepto de que la esencia de la verdad está en la esencia de la libertad, siendo ambas cosas prácticamente lo mismo, está muy bien sintetizado en la frase cristiana: “la verdad les hará libres”. En este punto Heidegger nos dice: “la libertad entendida como dejar-ser al ente, cumple y realiza la esencia de la verdad en el sentido del desvelamiento del ente. La verdad no es una nota de la proposición adecuada, que se enuncia de un “objeto” por un “sujeto” humano y que luego “vale” en alguna parte (no se sabe en qué ámbito); la verdad es el desvelamiento del ente por el cual cobra presencia una apertura. En lo así abierto, se expone todo comportamiento humano y su actitud. Por eso, el hombre es en el modo de la existencia”. La contrapartida de la verdad, en Heidegger, es el ocultamiento del ser y el error. El ocultamiento es no dejar ser al ente lo que es y cómo es. El ente, en el ocultamiento, se encubre y se altera y en este caso sólo se muestra la apariencia, la cual, en esta circunstancia cobra tanto poder que suplanta a la verdad y deja salir a luz la no-esencia de la verdad. El ocultamiento niega al desvelar. Deja al ser en el misterio. Cuando el hombre va y vuelve sólo en la apariencia del ser y no en su esencia, a pesar de su existencia “persiste aferrándose a aquello que ofrece, como por sí y en sí, el ente abierto. A pesar de esa existencia como apariencia, sigue imperando el misterio y la esencia de la verdad queda olvidada por lo inesencial. Este ex – sistente del “ser-ahí” aparente es insistente. Es como un vuelco insistente hacia lo corriente, es decir, hacia un alejamiento del misterio. “Ese trajinar del hombre que lo aleja del misterio hacia lo corriente, va de una cosa habitual a una más próxima y pasa de largo junto al misterio, es el errar”. Al ocultar el ser, quedar en el misterio y solo mostrar la apariencia, en un “permanente volverse de aquí para allá” (insistencia) es el error. La existencia es apariencia mera y “ocultación de lo oculto” que opera como “ocultación del ente en su totalidad”. Esa existencia como apariencia, es un desvelamiento con ocultación y en insistir en ella consiste el error. En esta circunstancia el ser-ahí “está sometido, a la vez, al imperio del misterio y a la opresión del error”. 124 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA El resumen del pensamiento de Heidegger sobre la verdad, lo realiza el propio Heidegger: “La pregunta decisiva por el sentido, es decir, por el ámbito del proyecto, es decir, por la patencia,65 es decir, por la verdad del ser y no sólo del ente, sigue intencionalmente sin desarrollarse. El pensamiento se mantiene según la apariencia, en la vía de la metafísica y, sin embargo, en sus pasos decisivos, que llevan desde la verdad como conformidad hacia la libertad ex – sistente y de ésta hacia la verdad como ocultación y error (no-verdad), realiza una transformación de la metafísica. El pensar se cumple en la experiencia esencial de que sólo a partir del ser (el ser del hombre), en el que el hombre puede ingresar, se prepara para el hombre histórico una proximidad a la verdad del ser. No sólo se abandona toda especie de antropología y toda subjetividad del hombre como sujeto, y se persigue la verdad del ser como fundamento de un cambio de posición histórica fundamental, sino que se dispone a pensar desde otro fundamento (el ser del hombre). Los sucesivos pasos del preguntar son el camino de un pensar que en vez de ofrecer representaciones y conceptos, se experimenta y se prueba como transformación de la referencia del ser”. Creo positivo haber analizado estos conceptos de verdad porque el médico tendrá en lo personal y en lo científico, el problema de la autenticidad, esto es, lograr que la medicina sea afecta a buscar la verdad y evitar así el error y la ocultación de un fenómeno para satisfacer doctrinas o teorías médicas inauténticas. El error mayor de las ciencias médicas es aceptar determinados enunciados que parten de ciertas escuelas médicas, que si bien predominan por su influencia en un ámbito científico puro, muchos de esos enunciados no son compartidos por estudios multicéntricos (hechos en varios países o centros científicos de escuelas médicas diferentes), de manera tal que cuando se obtiene un enunciado éste haya sido supervisado por varios investigadores que evidencien la certeza segura del mismo. Esa certeza, cuando es compartido por todos los centros de investigación médica del mundo, adquiere el carácter de consenso científico universal y es raro que sea abandonado o se mute. Nadie, en el ámbito científico médico discute que la célula es la base anatomofisiológica del cuerpo humano, que el bacilo de Koch produce tuberculosis, que el infarto de miocardio es la necrosis del músculo cardíaco, etc. Sin embargo, como hemos advertido y advertiremos luego, no todos los conceptos de los enunciados médicas tienen igual aceptación y contundente certeza. Además de los ejemplos de la artrosis, la hernia discal y la confusa “enfermedad degenerativa” (no probada por estudios prospectivos), el concepto de hipertensión arterial sigue plagado de ideas y conceptos cambiantes que influyen en su tratamiento, pero esas ideas varían muy seguido y los vaivenes de los tratamientos no permite erradicar ni curar la hipertensión arterial. Hay épocas en que predomina el concepto de usar diuréticos, otro momento se impone la dieta hiposódica, se cambian las drogas hipotensoras, o bien se acude a betabloqueantes y otros medicamentos o a la combinación de ellos. Incluso hay escuelas médicas que integran dos o más criterios e imponen un tratamiento multifacético. Esto prueba la inconsistencia del método de pensar y de buscar la verdad que existe en las ciencias médicas, razón por la cual he insistido en forma extensa y tediosa sobre aspectos filosóficos muy abstractos y complejos, a fin de que el médico en primer lugar, el científico médico y las ciencias médicas en general busquen la excelencia en la 65 Lo que es patente 125 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA filosofía. Para esto debe ser libres y abiertos para buscar la verdad. Especialmente en algunas formas de la filosofía que expongo en este trabajo. Seguiré ampliando otros puntos de vista sobre la verdad. Pensamiento de Berdiaeff sobre la verdad66 Frente a los planteamientos filosóficos de existencialistas, marxistas, materialistas, cristianos y otras corrientes de pensamientos que hablan sobre la verdad, Berdiaeff hace su propio planteamiento. Por sobre todas las ideas subjetivistas y objetivistas acerca de la verdad y las afirmaciones de algunas doctrinas de que en el mundo hay mucho azar, vacío de sentido y mucho de absurdo, Berdiaeff piensa que “hay una verdad más profunda en la idea de que el mundo no es absurdo y vacío de sentido sino que se encuentra en un estado de no-sentido”. Con esto se refiere a la visión negativa de mundo que algunos autores sostienen como “mundo caído, en el que triunfa la muerte, absurda y desprovista de sentido”. Este pensador difiere con este punto de vista y cree que debe verse desde otra forma, como un mundo de sentido y de libertad. Pero no es sólo un mundo de cosas objetivas o subjetivas sino un mensaje que se encuentra y revela mediante la experiencia espiritual. Si bien, no se puede negar del todo que hay cosas que justifican el absurdo y el no-sentido, pero también hay una esencia espiritual ampliamente ligada a la libertad y a una forma de sentido que es superior al no-sentido advertido hasta ahora. Berdiaeff cree que este sentido es el que “transfigurará al mundo” del futuro. Encara a la cuestión de la verdad, como a otras cuestiones metafísicas, con un análisis de lo material y de lo espiritual que él llama Reino del Espíritu y Reino del César, tomando como base la frase de Cristo: “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Se declara existencialista pero como creyente cristiano, con fe en Dios. Sostiene que la verdad absoluta está en el Reino del Espíritu y sobre este fundamento debe establecerse la verdad absoluta, la cual triunfará sobre la mentira y todas las verdades parciales o fragmentarias que intentan instalarse como verdaderas o dominantes. Alaba la intención de tener amor a la verdad y buscar con esfuerzo encontrar esa verdad. Él considera que existe una Verdad (con mayúscula) y que para que sea reconocida como verdad auténtica e integral debe buscarse por la vía divina, pues termina convencido de que la Verdad Absoluta es sólo Dios. Todas las otras doctrinas sobre la verdad, que descartan a Dios serían “verdades particulares, que pretenden una significación universal, lleva a la idolatría y a la esclavitud”. No obstante, también cree que el conjunto de estas “verdades parciales” constituye una “participación inconsciente” de la Verdad suprema que es Dios. Por lo tanto, la verdad no es patrimonio meramente humano o únicamente divino sino un “conocimiento divino-humano” que el hombre busca y elabora como actividad creadora humana. Justifica esta creencia en lo afirmado en la Biblia de que Dios hizo el hombre a su imagen y semejanza, por lo que, como criatura divina, participa del espíritu de Dios. Como lo señala Cristo, la mejor manera de reconocer el elemento divino en lo humano es reconociendo al 66 Berdiaeff, Nicolás – REINO DEL ESPÍRITU Y REINO DEL CÉSAR, Editorial Aguilar, Madrid, 1964 126 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA propio hombre como obra de Dios, esto es, al prójimo. Afirma que “el conocimiento de la verdad a que aspira la filosofía, es imposible por intermedio de la razón abstracta, que opera con ayuda de los conceptos; no es posible más que por intermedio de la razón espiritual integral, por intermedio del espíritu y de la experiencia espiritual”. Con estas ideas trata de enlazar a la razón con el espíritu como si fueran dos cosas separadas o antagónicas. Probablemente Berdiaeff se ha impresionado en la forma como el hombre usa su razonamiento para alejarse o excluir a Dios y a su propio espíritu. Pero yo pienso que los extravíos racionales de las doctrinas filosóficas, políticas, económicas, sociales, históricas, etc., que se alejan de la idea de espíritu o tratan de explicar a la verdad como algo exclusivo de la razón humana, se debe a cuestiones, en parte semánticas o lingüísticas y en parte a creencias o ideas apriorísticas de cada pensador. Como bien lo remarca Berdiaeff no es posible hacer totalmente objetiva la cuestión de la existencia y del espíritu. Son materias más subjetivas que objetivas. Por esta razón, el conocimiento filosófico basado en el puro razonamiento se vería entorpecido si pretende objetivar lo que es subjetivo, y viceversa. Este autor sostiene que la existencia y el espíritu sólo pueden ser conocidos a través del conocimiento espiritual. Este conocimiento es un hecho en la historia del hombre, dado que existen experiencias e ideologías basadas estrictamente sobre la experiencia espiritual. Esto es claro en el pensamiento oriental, especialmente el de la cultura de la India antigua. Pero el conocimiento espiritual, que él propone como conocimiento divino-humano, también es posible a través de la doctrina occidental con raíces en la fe en Dios. Creo, como antes lo dije y referí como “intelecto divino” que existe una inspiración más allá de lo considerado meramente material y humano, que puede llevarnos a un plano considerado supranatural. Pero no es necesaria estrictamente la idea de Dios para fundamentar lo sobrenatural o considerado como sobrenatural. No hay que mezclar religión y filosofía, aunque no existe un impedimento formal para que un creyente desarrolle ideas filosóficas desde su cosmovisión de lo divino, es decir, en orden a un dios. Lo sobrenatural es un fenómeno percibido y concebido como tal. Sólo que unos lo ven como eso: algo que escapa a lo conocido como natural, mientras que otros incluyen la fe y apuntan a Dios. Estimo que cuando un fenómeno acaece, lo discutible no es si es divino o no es divino, sino que la razón debe aplicarse con la simpleza de su fin absoluto: conocer lo que el fenómeno es en sí. Esto sería la pura verdad, independiente de que si la causa de la verdad es un dios o la naturaleza. La verdad, etimológicamente, era conocer lo que las cosas son y este conocimiento es patrimonio exclusivo del hombre concretamente. Si la facultad de conocer le es dada, o no, por Dios, es una cuestión que constituye harina de otro costal. Lo importante de Berdiaeff es su apego al orden espiritual y esto es lo válido para la filosofía de la medicina: reconocer la existencia de lo material y lo espiritual y que ambos fenómenos están en el hombre, en su realidad, en su esencia, en su verdad. El verdadero arte médico está en la espiritualidad de la medicina, la que complementa lo estrictamente científico e, insisto, hace que la ciencia médica sea una ciencia exclusiva y nada comparable a otras ciencias, en lo relativo a su esencia. El hombre, además de todos los fenómenos físicos de su cuerpo, manifiesta fenómenos no corporales que la medicina atribuye a lo mental. Pero considera a lo mental como fruto del trabajo del cerebro y desconoce que algunos 127 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA de esos mismos fenómenos se manifiestan en el hombre con prescindencia del trabajo cerebral. Sin embargo, la ciencia médica se resiste a aceptar muchos fenómenos considerados espirituales y a incorporarlos a la ciencia médica. Si lo hace es con una tremenda lentitud y no siempre con un firme consenso científico universal. El pensamiento de Berdiaeff se puede sintetizar parcialmente en este pasaje: “en el hombre hay un principio activo al que se encuentra ligado el conocimiento. Este principio activo es un principio espiritual. Incluye un elemento teúrgico...67 Si no se admite esta actividad del espíritu en el hombre, no puede comprenderse nada de este último; no se puede ni siquiera admitir la posibilidad de su existencia... Pero ni la razón ni el entendimiento son capaces de descubrir la posibilidad del conocimiento de la Verdad; esto es cosa del espíritu únicamente. En griego nous, no solamente significa intelecto, sino también espíritu. El espíritu no se encuentra en la oposición de lo racional y lo irracional.” Si nosotros retomamos la idea de Bertrand Russell de que el espíritu está constituido por la trilogía de razón o inteligencia, afecto, sentimiento o emoción y voluntad, es evidente la afirmación de Berdiaeff, puesto que para buscar la verdad, la guía es la inteligencia, pero para acceder a ella se necesita del sentimiento y la voluntad. La acción de buscar la verdad no es un acto meramente intelectivo sino que involucra toda una intención y con ella a la voluntad. La verdad se integra cuando se aplica también el sentimiento o la emoción o el afecto, puesto que toda la mente del hombre opera con estas tres variables. Es imposible decir que razonaré sin poner una pizca de sentimiento o de voluntad, apelando exclusivamente a la razón. La búsqueda de la verdad por la vía del espíritu, engloba a todo el ser del hombre, a pesar de que parezca que sólo la inteligencia es el instrumento más hábil. Hemos sostenido hasta el cansancio que un hombre meramente intelectual es un hombre incompleto, pues su naturaleza trabaja en bloque con razón, afecto y voluntad. En cuanto al concepto de espíritu ligado a lo divino, Berdiaeff coincide con Brunton y otros pensadores: la verdad abarca lo material (objetivo) y lo inmaterial (subjetivo, espíritu, Dios, etc.) Conclusiones Paul Brunton nos dice que la vida ha creado al hombre pero no le reveló todos los misterios que implicaba su creación. Por esto el hombre debe vivir constantemente preguntando por esos misterios: “preguntar es la puerta que conduce a la revelación”. Esto confirma lo que Heidegger piensa sobre el preguntar por el ser del hombre. Siempre se ha insistido, aún en el primer pensamiento, sobre el conocimiento del yo o del uno mismo. Pero ese yo es un misterio como el hombre mismo, por lo que el hombre llega a saber menos de sí mismo que de las cosas 67 Teúrgico es lo relativo a la teúrgia: “especie de magia de los antiguos gentiles mediante la cual pretendían tener comunicación con sus divinidades y operar prodigios”. Probablemente Berdiaeff quiere significar que el espíritu es un medio de comunicación con Dios y cuando opera plenamente en el hombre lo hace en forma prodigiosa. 128 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA que le rodean. Por esta ignorancia está condenado a preguntarse una vez y otra y seguir preguntando eternamente acerca de sí mismo. Esto lo afirma Brunton así: “cada vez que (el hombre) tiene el valor y la iniciativa para interrogar la vida y seguir interrogándola para interpretar su experiencia humana sin preconceptos previos, le sorprenderá su incapacidad para comprender la Verdad, la auténtica verdad que concierne a sus relaciones como individuo con la gran Fuerza Vital en la cual todas las cosas viven, se mueven y tienen su ser y de la cual él es únicamente una simple expresión”. Sigue su análisis para concluir que la suprema manifestación visible en el universo cósmico es el reino humano “cuyo complejo carácter engloba la mayor parte de los elementos y principios que son hallados en las manifestaciones más simples. Así en un análisis logrado del hombre podemos tener la esperanza de hallar la primera clave del universo mismo”. Lo importante del pensamiento de Brunton está en su afirmación, para explicar el yoga, de cómo el hombre puede lograr un “ensimismamiento de la mente del hombre hacia su yo semejante a Dios interior”. Esto es parte del consenso universal sobre la existencia del espíritu como soplo divino en el hombre. Si esto fuese así, la verdad verdadera (valga la frase a pesar de su figura controvertible) estaría siempre en el interior del hombre y por esta razón debe interrogarse y explorarse a sí mismo. Conociéndose a sí mismo, comprenderá los misterios del universo, pues, en alguna medida, él es el centro de ese universo. Su inteligencia patente es la mejor prueba de esta afirmación pues constituye un fenómeno único en todo el universo conocido. Los antiguos buscaban conocerse o conocer a sí mismo mediante la evasión o reclusión (anacoretismo, eremitismo, ermitañismo, etc.). Era un evadirse del mundo, saliendo fuera del mismo. Para Brunton esto no es aconsejable en la vida actual y el estilo occidental. Los que se preocupan por indagar sobre su espíritu y el camino que conduce a una vida más elevada, “puede y debe ser hallado, en el mundo y a través de él, pero no fuera del mundo”. Esta idea es la que sustenta la santidad como omnia munda mundis. El verdadero santo vive en el mundo y dentro de él “todo es santo”. En referencia a su propio ser, el hombre sufre el “fenómeno del iceberg”: vive sin darse cuenta de las grandes honduras y el tamaño de la profundidad que hay bajo la superficie de su ser, del cual sólo aparece una mínima parte, mientras todo el resto queda oculto. Por esto Heidegger insiste en “desocultar” el ser. Si bien Brunton es un pensador occidental inglés educado en el mundo oriental de India, coincide con un pensador alemán metódico y academicista para llegar a las mismas conclusiones, con un lenguaje diferente pero con el mismo punto de vista. Son estas coincidencias las que universalizan los conceptos que deben ser considerados como verdaderos. Desde esta faceta, se advierte la intención de Brunton que yo he resaltado muchas veces: la de conseguir una síntesis entre pensamiento oriental y pensamiento occidental, cosa que muchos autores persiguieron pero no lograron una forma aceptable de sintetizar ambos mundos. Brunton, en su medida, logra un acercamiento de lo oriental y lo occidental de una manera o modo que mucho después de su obra, puede comprenderse, especialmente a la luz de la filosofía 129 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA occidental, en especial la sostenida por existencialistas, Berdiaeff, Heidegger, Ortega y Gasset y otros. La síntesis tiende a evitar a considerar al hombre únicamente como un fenómeno de razón e inteligencia, para considerarlo como una luz en la tierra, que con su espiritualidad ilumina todo el universo, al llenarlo de sentido, pero también con la intención de resaltar que lo inteligente es la verdad y la verdad es pura bondad. Fuera de ella no hay humanidad. Brunton concluye con un gran pensamiento; “debido a la infinita diversidad de los individuos, no hay ningún método que pueda satisfacerlos a todos. Por consiguiente, el hombre sabio no discutirá sobre la mejor manera de alcanzarlo; dejará a todos en perfecta libertad de elegir el modo que mejor les convenga, pues sabe que el verdadero logro final es, y debe ser, siempre el mismo. No hay sino un solo poder elevado en todo el universo, y quienquiera que se ponga en contacto con él, hoy hallará que es exactamente el mismo que era hace dos mil años, como lo será dentro de los miles de años que vienen. La esencia divina no cambia, pero sí las ideas del hombre acerca de ella”. Esto equivale a decir que la verdad, en sí misma, es única e igual para todos, o sea, que hay una sola verdad para todos y no verdades relativas para cada uno. Conocer y aceptar esto es el fundamento de la sabiduría o prudencia para el recto vivir. Resumiendo, un poco, todo lo visto, comprobamos que el pensamiento contiene el saber, el creer, el sentir y el comprender. La relación ente-pensamiento surge de lo que se siente frente a ese ente, de lo que se sabe o conoce o se cree de él y cómo se le comprende o abarca, según la presencia o los modos de mostrar su esencia. La concordancia entre el fenómeno real del ente, el poder abarcar y sentir su presencia y aprender a comprender cabalmente los modos con qué él se expresa, nos acerca a su esencia, a su verdad y a la trascendencia metafísica tanto del ente mismo observado y de quién lo observa y piensa sobre él. El médico y la medicina están obligados a buscar el pensamiento propio a la esencia de la medicina. Éste es, precisamente, el pensar filosófico que se debe intentar “repensando” todo lo dicho filosóficamente sobre el médico y la medicina. Si no se realiza este esfuerzo de repensar metódicamente, difícilmente se encuentre la veta filosófica de la ciencia médica. En este caso, repensar la medicina involucra que el médico, asistencial o investigador, debe saber discernir entre creencia, sentimiento, comprensión y verdadero conocimiento. El científico médico nunca estará involucrado en esta minuciosa disección que acabo de hacer sobre los distintos pensamientos filosóficos de la verdad. La ciencia médica como todas las otras ciencias, nunca será absoluta. Cada descubrimiento o concepto será siempre relativo y verdad relativa en tanto y en cuanto el experimento se ajuste a determinados parámetro. Pero todo este esfuerzo de investigación del concepto de la verdad es para que el médico tenga noción de que no siempre podrá esgrimir como definitivo y verdadero un concepto o un principio médico. 130 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA La verdad de la medicina está en reconocer su relatividad. También la verdad en la ciencia médica y para el médico debe ser la aceptación de que todo concepto de enfermedad o de una enfermedad debe ser repasado desde todo punto de vista a fin de no caer en el mito o en el fundamentalismo, que tarde o temprano será desmentido. La filosofía del investigador médico debe ser aceptar como verdad que todo lo que descubre es relativo y que hay otros puntos de vista que pueden contradecir o negar lo que hoy se sabe. También la verdad del investigador médico es que la interpretación de todo fenómeno que investiga debe ser interpretado dentro de un contexto relativo y no absoluto, a fin de no creer que el descubrimiento de un factor genético, de una enzima o de un llamado marcador de enfermedades es la panacea médica. Aunque parezca un accesorio no tan útil, el conocimiento de conceptos filosóficos que hemos vertido, debe ser un patrimonio permanente de todo científico de la medicina y de todo profesional médico. De no ser así, la medicina corre el riesgo de seguir manejando elementos que no permiten el fin de curar un enfermo, de seguir teniendo por absoluto principios relativos y de crear mitos que no benefician ni a la ciencia médica, ni al médico asistencial ni al enfermo. El pensar filosófico como método de pensar Quiero finalizar este largo parágrafo sobre el método de pensar, abordando algunos conceptos sobre el pensamiento filosófico al que he considerado como el más pertinente, obviamente, para referir una filosofía de la ciencia médica. Quizás la base de aprender a pensar y, de alguna manera, ser creativo, está en el pensar filosófico. Ese pensar que utiliza la meditación crítica para dilucidar con mayor certeza lo que las cosas son, esto es, encontrar lo más certeramente posible, la verdad de todas las cuestiones. Últimamente se ha fortalecido la idea del predominio de un pensamiento filosófico, sobre este mundo dominado por interpretaciones económicas y análisis políticos coyunturales. Esta coyuntura es la que me lleva a creer que estamos en la búsqueda de un “pensar filosófico” para contrarrestar el exceso de pragmatismo económico, científico y político que no alcanza a equilibrar la vida humana actual, la cual tiene más carencias y conflictos que en otras épocas en que había menos tecnología y confort. El pensamiento pragmático conlleva la instalación de un pensamiento que hace crítica de los errores sociales, pero una cosa es pensamiento que hace crítica y otra muy distinta el pensamiento crítico en sí, en el cual la función crítica no radica en el comentario de un objeto, sino en el proceso de formación del pensamiento. Muchos de los llamados filósofos actuales son, en su esencia, pensadores que hacen crítica, sin dilucidar lo esencial de lo formal y circunstancial. Esto es lo que mueve a pensar o creer que el hombre de la llamada posmodernidad anda errante en la búsqueda de un pensar filosófico basado en la excelencia 131 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Apoyo mi idea por la acción desarrollada por Savater (y otros pensadores), en defensa de enseñar en la escuela y en la universidad, la forma de pensar filosóficamente. No enseñar la historia de la filosofía, ni la síntesis de la obra de cada filósofo, sino implementar un método para que cada alumno aprenda a pensar como filósofo. Adquiera el hábito del pensamiento filosófico. Pero, a su vez, si bien en apariencia es lógico postular que se debe enseñar a pensar filosóficamente, para que ello ocurra, además de un “curso” académico o escolar, es necesario el medio social propicio para desarrollar un pensamiento agudo. Precisamente es lo que carece el hombre que inicia el siglo XXI, el cual no sólo está inmerso en un mundo tecnológico banal, sino que esta circundado por una sociedad que cada vez habla menos porque ha perdido la habilidad del lenguaje y el conocimiento de la palabra y, también cada vez pierde más la capacidad de pensar con un conocimiento certero. Esto conduce a esa sociedad a crear un relativismo absoluto de todo, para justificar lo que no puede alcanzar razonablemente. Manuel Cruz68 sostiene que el filósofo, por definición, en esta particular circunstancia, no está en un lugar de privilegio, desde el punto de vista del saber o del discurso. Hay un principio sencillo que asimilar: un filósofo maneja las mismas herramientas que cualquier hombre común: la razón y las palabras Sólo que al enfrentarse al mundo con ellas, lo diferencia del resto de los hombres, el modo cómo usa dos sencillas y modestas herramientas. Es decir, no las emplea sólo porque las tiene y de la forma que venga. Busca en ellas la excelencia más posible, que contenga un razonar más profundo, realista y que abarque la mayor cantidad de puntos de vista. Un raciocinio englobador o globalizante. Las palabras deben ceñirse a su mejor y más estricto significado, lo que implica conocer su etimología para llenarlas de contenido, del que fueron despojadas por el uso lúdico o indebido. Nadie duda que sin palabras no hubiera filosofía ni otras formas de conocer, saber y comunicar o expresar. Pero también es harto conocido como el manejo inadecuado del lenguaje transforma la realidad y su percepción y la interpretación de la misma. Es cierta la observación que algunos filósofos posmodernistas han hecho, como Mario Bunge, en el sentido de que algunos filósofos como los que integraban la escuela de la prefilosofía, representada por Wittgenstein (y muy usada por Heidegger) aparentemente “se limita al significado de las palabras y pretende que la gramática dictamine sobre la legitimidad de las preguntas y las respuestas”. Pese a esta dura crítica es evidente que una filosofía lingüística en forma exclusiva 68 Catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona, España, y autor de varios libros, entre ellos LOS FILÓSOFOS Y LA POLÍTICA, FCE, Madrid, 1999 y DEL PENSAR Y SUS OBJETOS, Tecnos, Madrid 1988 132 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA no tiene mayor sentido pues la cuestión sería filosofar sobre palabras y no sobre realidades. Incluso, la lingüística en sí es una ficción científica para analizar un lenguaje ya dado sin generar nuevas palabras. Empero, es necesario reconocer que si no filosofamos sobre el concepto y sentido que las palabras encierran, nunca podríamos llegar a un acuerdo sobre la interpretación de la realidad. Hemos insistido hasta el cansancio de que, nos guste o no, a la realidad la interpretamos mediante palabras. Acordar el sentido y concepto que daremos a las palabras, especialmente atendiendo a su origen prístino o etimología, es un paso también estrictamente necesario para llegar a un acuerdo sobre la verdad de los hechos y su interpretación, evitando el subjetivismo, las influencias ambientales sociales y culturales y las limitaciones de las lenguas. Esto no es una cuestión lingüística solamente, sino más bien una cuestión semántica en la que prima la teoría del “ad sensum” (por el sentido que se quiere buscar o dar). Es sabido que una mala o incompleta traducción cambia todo el significado de una palabra o texto. También es evidente que la polisemia puede alterar por completo la interpretación de un hecho o realidad. En consecuencia, no se trata de filosofar sobre la lingüística, el lenguaje, la gramática, sino que es un ejercicio mental de un “ponerse de acuerdo” sobre lo qué queremos decir en forma absoluta y no relativa, con las palabras que usamos. Bunge, en cierto modo, descree en la importancia de analizar el lenguaje y su gramática,69 pero para poder elucidar esta cuestión debemos poner ejemplos claros, aunque groseros. Es obvio que no es lo mismo decir “un perro muerde a un hombre” (hecho común, cotidiano y universal) que enunciar “un hombre muerde a un perro” (hecho inusual). El uso incorrecto o erróneo de la gramática puede generar la incorrección de un mal manejo de situar el sujeto de la oración. De igual modo ocurre con el significado de las palabras. Esta trasgresión, que no es infrecuente, cambia completamente el sentido de la frase y de una realidad. La preocupación de Heidegger era encontrar un lenguaje que permitiera entender lo metafísico, pero empleando términos de valor absoluto y no relativo, es decir, usados etimológicamente y no connotativamente (lo que cada uno cree que una palabra dice o significa). La unidad del pensar en la unidad del lenguaje probablemente fue una exageración de Heidegger que le acarrea la justa crítica de Bunge y de otros pensadores, porque Heidegger abusó del lenguaje muy abstracto y con la introducción de conceptos superelaborados sobre la temporalidad y la esencia del hombre. Quedó encerrado en el círculo del ser, al que no pudo abrir adecuadamente, pero no dejó de elaborar ideas también precisas y profundas. Debido a esto 69 Personalmente concuerdo con Bunge en el sentido de que no es posible fundar una escuela o sistema filosófico en la exclusividad de desmenuzar cuestiones lingüísticas de etimología y gramática, pues sería una exageración por sí rechazable. Pero tampoco hay que ir al extremo del fundamentalismo de un rechazo total, sin aceptar que es necesario, para filosofar, delinear claramente el alcance del sentido y significado de las palabras que usaremos y el contexto lingüístico que las insertaremos, porque de otros modos, en una comunicación de puras connotaciones, estaríamos en un “diálogo de sordos” semánticos 133 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA entiendo que no hay que llegar a fundamentalismos de total rechazo o total adhesión a las filosofías que se ocupan y preocupan del lenguaje, sino simplemente tomar de ellas lo valioso y descartar aquello que no hace totalmente a la cuestión a dilucidar. Todo esto nos lleva a admitir hechos reales que testimonian: 1. las malas o incorrectas traducciones han generado conceptos, interpretaciones e ideas equívocas 2. la polisemia lleva a conclusiones divergentes, diversas y contradictorias 3. la formulación indebida de frases u oraciones puede trastocar o trastrocar muchos significados 4. el abuso de neologismos oculta la existencia de palabras mejor acuñadas y de excelente etimología 5. la ignorancia o la falta de lenguaje no permite la correcta expresión de una interpretación 6. una interpretación incorrectamente formulada a través del lenguaje deforma la realidad y la verdad Luego, sin caer en excesos, dado estos fenómenos que alteran significados, expresiones, interpretaciones y forman ideas falsas o equivocadas, es indudable que afinar el lenguaje, las palabras y el modo de decir, nos ayudará a conseguir consenso, entender una realidad y acercarnos a la verdad, evitando subjetivismos, relativismos y puntos de vista parciales. Por lo expuesto, es innegable que: la realidad es un conjunto de fenómenos totales o sistemáticos pueden ser aprehendidos parcialmente (puntos de vista) que el significado de la realidad es unívoco y no equívoco (verdad) la aprehensión de la realidad es equívoca usualmente y en lo general la interpretación correcta exige, en lo particular, un consenso universal (integración de todos los puntos de vista correctos) y un lenguaje ajustado y aceptado también universalmente Sólo así el conocimiento de esa realidad será la verdad completa y no una interpretación correcta parcial o una versión irreal o falsa. El conocimiento filosófico de la realidad El uso de la razón filosófica necesita una forma de análisis determinada. Quizá lo que hace que los análisis racionales filosóficos puedan diferir de otros análisis, es el hecho de poseer 134 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA una cierta voluntad de tomar distancia de lo común y buscar la mejor perspectiva o proyección de un hecho, un fenómeno o una cuestión. Para Cruz, el filósofo no es alguien que tenga una especie de rayos X en los ojos, es decir, no atraviesa la realidad con una mirada mágica que permite ver a través de las cosas lo que las cosas son o parecen ser. Tampoco es una mirada sobre cosas que otros no ven. Todo lo contrario. El filósofo es alguien que ve exactamente el mismo fenómeno o cuestión que los demás. No ve nada excepcional. Lo que cambia no es sólo el modo de percibir la cosa, sino que hay una actitud diferente para observar, percibir e interpretar. Esa actitud se basa en una voluntad férrea y entrenada para mantener una mirada lo más panorámica posible, diríamos con un gran angular, de forma tal que pone el máximo de atención para captar la realidad en la mayor dimensión posible. La forma más sencilla para hacerlo, según dijimos, era un “tomar distancia” que significa “echarse hacia atrás”, en palabras de fotografía, correrse un poco más, para tener un ángulo mayor y más preciso de visión o percepción. Pero no todo consiste en una mera espacialidad sino que ese punto de vista también tiene una temporalidad: se detiene más tiempo a develar el significado de lo que aprehende. Luego hay tres elementos fundamentales para una visión filosófica de la realidad: la voluntad aplicada, un verdadero querer, para observar en forma pensante al mundo saber tomar distancia y darle espacio a las cosas para que éstas se muestren lo mejor posible y con más cantidad de detalles: una perspectiva en cantidad y profundidad y una visión global o lo más completa posible tomarse el tiempo necesario ante la cosa o cuestión para analizarla y pensar sobre ella hasta encontrar un mejor y más profundo significado de la misma Todo esto quiere decir que el filósofo debe introducir también, en su reflexión, el punto de sosiego necesario para que sus análisis no sean una mera reverberación de lo que, ahora y antes, el mundo pensó y dijo del fenómeno o cosa que observa, sino que la búsqueda del mejor significado (excelencia del significado), le permite una visión creativa o recreativa, más global y menos particular. Los otros puntos de vista no son meras reflexiones a las que debe acudir para confrontar opuestamente con ellos, sino que esas perspectivas deben colocarse bajo el lente analizador de su conciencia y hallar en ellos la concordancia posible con lo que él observa, para tener una visión holística e integradora. Lo que él no alcanza a percibir o pensar, es posible que sea una pieza que contribuye a comprender un todo, al cual sólo se puede acceder parcialmente. De ahí la importancia de volcar todos los puntos de vista posibles de una cosa sobre una especie de mesa de rompecabezas y luego tratar de armar el todo con lo que mejor ensamble de las partes, dentro de la realidad vivida u observada. 135 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA De este análisis filosófico e integrador pueden surgir diferentes resultados, del mismo que una perinola:70 en oportunidades la faceta de observación y reflexión le dirá: “ponga todo” adentro y en otra podrá ocurrir lo opuesto: “deje todo” afuera. Del acierto y equilibrio entre lo que se debe poner y se debe sacar, saldrá a luz la faceta más oportuna y mejor integradora. Sabemos sobradamente que toda realidad es cambiante y aleatoria. De no ser así, vivir y pensar sería más sencillo para todos los hombres. Si hay diferentes puntos de vista y, como colofón, diferentes formas de pensar, es precisamente porque esa realidad nos da distintas posibilidades en el tiempo y en el espacio. Tampoco es menos cierta la variabilidad de cada observador de la realidad. Si ambas cosas (realidad y observador) son variables a modo de un paralaje, ahí radica la dificultad de las conclusiones universales válidas. La validez de la filosofía consiste en que esa variabilidad sirva para obtener más puntos de vista (los puntos de vista varios) a fin de extraer de ellos, lo que contenga el mayor consenso y universalidad (aquellos puntos de vista coincidentes en diferentes observadores de una misma realidad). Cada momento en que vive la humanidad (cambio en el tiempo) introduce también modificaciones en las sociedades (cambios en el espacio). Los modos con qué o cómo el hombre enfrenta los cambios espaciales y temporales es lo que hace a su verdadero ser o naturaleza. Por esto Heidegger propone como notas fundamentales el espacio y el tiempo pero, asimismo, estudiar los modos del ser más que una forma determinada y única del ser. Conociendo el total de la modalidad, tendremos un mejor acceso al fenómeno del ser del hombre, el cual de otra manera, es totalmente inaccesible en su misterio material y espiritual. Si la sociedad en general descansa en un esquema social de quietud (cosa un tanto rara en esta actualidad que analizamos), la reflexión filosófica también es pausada y más fija, menos cambiante y esto permite afirmar mejor la certidumbre del momento. Algo así fue posible en una Edad Media (y en una medida menor en la Antigüedad). Pero la cosa cambia con el Modernismo y el Renacimiento y mucho más con la Contemporaneidad y la Posmodernidad. Los grandes cambios económicos, sociales y políticos, tecnológicos, llevaron a una realidad con menos certidumbre y mayor incertidumbre, sobre todo, coyuntural. El pensamiento filosófico cambia en algunos puntos de vista, pero el eje principal del mismo, el filum filosófico, está siempre sentado en el fenómeno humano de hecho (factum)71 y esto le permite seguir un hilo coherente que arranca desde la Antigüedad y va remozando y recreando la profundidad de los puntos de vista. Mientras política y economía buscan 70 Peonza pequeña que a manera de trompo se hace girar con los dedos de la mano y consiste en un prisma de cuatro caras que llevan inscriptas diferentes opciones, la que muestra en una de sus caras cuando deja de girar y cae. Se usa como juego de azar. 71 Al que algunos filósofos llaman el primun cognitum (el conocimiento primero). Para mí, estas frases latina (o en griego) fueron frases hechas para denominar una determinada cuestión filosófica básica o expresar un método de pensar o una escuela filosófica. Pero poco ilustra al lector común tanta introducción de lenguas muertas cuyo uso es propio del académico formado en ellas, mas, no dicen nada si no se acompañan de su traducción, a quien no sabe latín o griego (que son la mayoría de los lectores a quienes debería llegar la filosofía) 136 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA significados y acciones coyunturales, la filosofía en su conjunto, afirma y mejora sus razonamientos, acercándose cada vez más a la esencia del hombre. Naturalmente, son acercamientos relativos, nunca absolutos, pero la imagen del ser humano es cada vez es más nítida y mejor entendida para el saber filosófico, si el filósofo sabe comprender e integrar todo el conocimiento del hombre, tanto de sí como del universo. La filosofía, como actividad englobadora e integradora ya no sólo exigirá saber y tener un método para pensar, una habilidad para interpretar la realidad y sus hechos y fenómenos, las cuestiones abstractas, sino que deberá tender a poseer mayor cantidad de datos y poseer la rara virtud de saber seleccionar esos datos y de ensamblarlos de modo tal que se constituya un modelo o un sistema integral verdadero y no sean partes meras de una realidad pero desconectadas del todo. En otras palabras: un filósofo no debe ser, académicamente, sólo filósofo, sino debe participar del conocimiento de las ciencias, las artes y otras disciplinas que hacen a la cultura y a la tradición social e histórica, pero también coyuntural, de un hombre concreto. Por eso, no es inusual que los mejores puntos de vistas sean filosóficamente obtenidos por físicos, médicos y otros profesionales no filósofos, que se entrometen a filosofar. Este fenómeno es posible porque la realidad no sólo es mera abstracción sino también un conglomerado de entes concretos. Por ejemplo, si se quiere filosofar sobre la cuestión de la materia, indeclinablemente habrá que conocer todas las teorías y las investigaciones a nivel molecular y de partículas que hoy se saben. El actual momento del mundo es vivido con extraordinaria incertidumbre por la mayoría de la gente, mientras la filosofía ordena los temas cotidianos y los transcendentes con mejor detalle. Para el común de la gente, se ha perdido de vista muchas cuestiones existenciales y filosóficas de fondo (fundamentales) y se vive coyunturalmente. Tanto es así, que hay filósofos posmodernista que claman por una filosofía de la cotidianeidad (Sloterdijk) Esta tentación de una filosofía más pragmática que meramente abstracta y muy metafísica, es, en cierto modo, haber perdido la profundidad para captar dentro de lo particular y temporal, la universalidad de los fenómenos sociales de un momento, que luego serán pura historia. Es interesante captarlos, como diría Heidegger, como un simple conocer de algunos “modos de ser” del hombre (o diría yo: algunos “modos de ser de la humanidad” o “modos de pensar de la humanidad” porque históricamente se repiten los hechos y fenómenos, aunque cambien las formas de expresión). Todos los cambios culturales que se introducen son tecnológicos, de la moda, de usos y costumbres, económicos, políticos y sociales. Pero no hay cambios esenciales para el hombre. A escala masiva hay una degradación espiritual, un apagamiento del espíritu del hombre. En el ámbito filosófico, el hombre produce más y mejores obras de pensamiento, que no sólo analizan el momento coyuntural, sino que van perfilando mejor a la esencia del hombre. Pero esta obra filosófica se pierde, de alguna manera, en el maremágnum intelectual del posmodernista. 137 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA El filósofo de este comienzo de siglo XXI se reparte entre las notas esenciales y los fenómenos coyunturales, a los cuales debe tener en el foco de reflexión permanentemente debido a los grandes y rápidos cambios que se suceden en el mundo y en la sociedad. Hay transformaciones sociales, económicas y políticas que cambian no sólo los mapas, sino la sociedad misma. Mientras algunas cosas se ordenan en un rumbo progresivo definido y predecible, otras se sumen en una especie de caos y de confusión, que según Cruz, llevan a un extendido discurso de inalteridad: “esto no hay quien lo cambie”, “esto ya sí es definitivo”. El caos y la desorganización política, económica y social de una sociedad que sufre cambios hacia la decadencia general, conllevan esta especie de fatalismo con casi tres siglos de reflotamiento de las mismas cuestiones económicas y políticas. La cuestión social de la economía, los trabajadores, el empleo y desempleo, los salarios justos, el mercado, la distribución de la riqueza, la justicia social, etc., sufren vaivenes desde el siglo XIX con la revolución industrial, hasta la actual globalización del mercado neoliberal. Esto hace que las sociedades fluctúen por períodos de grandes cambios donde se entremezcla la prosperidad relativa con los conflictos. En los comienzos del siglo XXI se reflota algo de los problemas del trabajo y la producción vividos desde mediados del siglo XIX hasta comienzos del XX y que fueron parcialmente superados. Hoy son pocas las naciones que mantienen la estabilidad del trabajador, un trabajo permanente, digno y con una distribución social justa de la riqueza. La mayoría de las sociedades están en decadencia política, económica y social, viviendo la opresión, la guerra, la guerrilla, el terrorismo y los fantasmas del hambre y la enfermedad y la depresión económica (desempleo, caída de mercados, producción insuficiente de lo necesario como es alimentos, inestabilidad de planes y doctrinas económicas, etc.). Hay pestes modernas que diezman más población que la peste del siglo X, pero como la demografía mundial es mayor, se relativiza el número de afectados y muertos. No obstante hay pandemias que aniquilan progresivamente un gran número de personas (SIDA y la reaparición de otras pestes como la sífilis, la tuberculosis, etc.). El hambre y la pobreza afectan más de dos tercios de la humanidad, la cual tiene crisis culturales y espirituales. La paradoja social va desde un gran progreso tecnológico como nunca conoció la humanidad, a la negación del uso de ese progreso en forma pareja para el confort de todos. Sólo algunos pueden adquirir y gozar el privilegio tecnológico. De igual modo, la riqueza es de algunos grupos minúsculos mientras el conflicto del hambre, la enfermedad y la pobreza es de grupos mayúsculos. Cuando más que nunca el hombre puede prolongar artificialmente su vida combatiendo la enfermedad y la vejez, enfrenta la paradoja de que cada vez es menor el grupo que puede acceder a esa calidad de vida. Y aquellos que llegan a viejos por la virtud de la ciencia y la técnica, tienen en su mayoría, una calidad de vida peor que si hubieran muerto más jóvenes. La senectud privilegiada tiene el mismo número estadístico que tuvo tradicionalmente la humanidad: muy pocos viejos llegan a una longevidad natural, estable y tranquila. Políticamente, 138 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA las sociedades se bambolean de la izquierda a la derecha o al centro y así los grupos políticos llegan al poder alternativamente. Hay épocas de democracia, hay épocas de dictadura, hay regímenes liberales o seudoliberales (bajo el mote de neoliberales), hay regímenes totalitarios de fundamentalismos políticos o religiosos, hay regímenes que no saben cuál rumbo tener. Todo se entremezcla del mismo modo que el tango argentino CAMBALACHE, escrito por Discépolo, lo describe: así como en un local de compraventas todo se mezcla (la Biblia y el calefón), así en la sociedad todo se cubre de un barniz de falsedad y los valores se pierden a tal punto que como dice la letra tanguera, da lo mismo ser sabio o profesor que ladrón o timador o ignorante. No hay un concepto claro de ética y moral y los principios religiosos son ritualistas o fundamentalistas o llevan el blanqueo del sepulcro (según el Evangelio). Hay países que en su territorio son campeones de todos los derechos del hombre, pero en su política exterior los avasallan en su conjunto. Esta hipocresía es la doctrina final que parece imperar en todos los órdenes sociales. Todo opera como aquel clásico “Haz lo que yo digo, pero no lo que hago”. Es la política del “doble discurso” de decir una cosa y hacer lo contrario. Ocurre en la religión, en la política, en la economía, en la justicia, en las instituciones en general. Tarde o temprano aquello que parecía ser impoluto, se “destapa la olla” y aparece algo de podredumbre. El poder se transforma en podre72 (valga el juego de palabras). Todo poder social (político, económico, etc.) a los postres resulta algo dañino para alguien, de alguna forma y ya casi sin excepciones. No hay una forma de poder totalmente auténtica y lícita, y que no desemboque en algo indebido. Todo poder sobrelleva una carga de inmoralidad o ineficacia, en sí mismo o en sus acciones. Frente a los hechos coyunturales, que son fruto de algunos modos de ser del hombre, pero que de ninguna manera en sí mismos significan el ser absoluto del hombre, el filósofo puede introducir lo que siempre ha introducido en todas las sociedades en que intervino: la cuestión de la cuestión misma, en el momento en que esta cuestión está en vigencia. El trabajo filosófico es cuestionar la cuestión. Pero este cuestionar no es una mera opinión, sino la reflexión profunda tratando de explicar “tal cual” es la naturaleza de lo que ocurre. Ya sea introduciendo la duda sobre aquello que se cree incuestionable, o interrogando sobre las aseveraciones que se realizan en forma magistral (ex – cátedra) como doctrina indiscutible. Según Cruz, el filósofo de este principio de siglo XXI, casi como una especie de Sócrates mezclado con Diógenes, anda errabundo en esta sociedad cambiante insertando puntos de sospecha, con una capacidad para hacer preguntas que interfieren, en forma muy inocente, sobre cuestiones severas. Estas preguntas de hoy, como las de Sócrates ayer, pueden ser: “¿está 72 Podre es un término que la 21ª edición del Diccionario de la Real Academia Española señala como “putrefacción de algunas cosas” o como sinónimo de pus (secreción putrefacta de ciertas heridas infectadas). Es el sufijo de podrecer, podredumbre y podredura, todo referido a lo podrido o putrefacto. 139 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA seguro?,” “¿por qué no?,” “¿no podría ser de otra manera?”. Sócrates, mediante el método de preguntas iladas de acuerdo a lo que sucesivamente iba respondiendo su interlocutor, llevaba las cuestiones tratadas a un nivel de absurdo que le permitía hacer que la persona que conversaba con él recapacitara sus ideas. Diógenes, a otro nivel, también usaba la exageración para demostrar lo equívoco de algunas costumbres y pensamientos. Pero la exageración y el absurdo y la estupidez ya instalada definitivamente en las conductas de la humanidad, superan todo método filosófico, a tal punto que son totalmente impermeables a la razón auténtica y se conforman con los autorrazonamientos que inventan para justificar su existencia y persistencia, incluso, su auge. Empero, no debe confundirse a la captación de una realidad coyuntural con un cambio del modo de pensar filosófico. Se puede pensar filosóficamente sobre la economía, la política y los hechos sociales, culturales, etc., lo que no significa que necesariamente debamos caer en el error de filosofías estancas (filosofía de la historia, filosofía de la ciencia, filosofía de la economía, filosofía de la política, filosofía de…, etc.) Es posible desarrollar un pensamiento filosófico sobre una cuestión, lo que no es factible es pretender que esa determinada cuestión sea el fundamento de toda la filosofía. Cuánto más discrimina el pensamiento filosófico una cuestión concreta particular, menos trascendencia tiene. El pensamiento filosófico trascendente, como el de la antigüedad, en especial el griego, quedó para siempre en la historia porque abordaba cuestiones generales y simples, con pensamientos concretos que abarcaban todas las posibilidades de acceso a la esencia o verdad de un ente o una cuestión. Si no fuera así, no seguiríamos citando y analizando a Aristóteles, Platón (y con él a Sócrates) y a otros filósofos griegos. Fíjense qué poco se cita a los latinos y quizás se recuerde más a los orientales, especialmente los chinos (quienes fundaron más una escuela de espiritualismo que de filosofía). He desarrollado este parágrafo porque encuentro en él un valor muy especial y cercano al fenómeno llamado ciencia médica. Luego, muchos de estos conceptos (o todos ellos) son fundamentos ciertos para una filosofía médica (de la ciencia médica y del médico en sí) puesto que, obviamente, filosofar exige buscar el pensamiento filosófico y no sus mitos. Los “mitos” filosóficos Fernando Savater, al evocar la obra filosófica de Juan Nuño,73 analiza un libro de este autor74 en el cual expone cinco modelos de mitos filosóficos que según el autor encuadran todas las filosofías: 1. el narcisista de la salvación personal 2. el de la revelación clarividente e inspirada de lo más oculto 73 74 Fernando Savater – UN FILÓSOFO EXPATRIADO, artículo publicado en marzo del 2008 Juan Nuño – LOS TIPOS FILOSÓFICOS, Editorial Reverso 140 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA 3. el que desentraña la totalidad y el destino 4. el que prohíbe las transgresiones intelectuales y vigila los límites del saber 5. el que pone la filosofía al servicio de la teología y de la ciencia Savater señala: “Estos mitos sirven como referencia tanto del pasado como de la combinatoria especulativa en el futuro. El reiterado anuncio de la muerte de la filosofía suele ser en realidad señal de un cambio de mito filosófico, el traslado a otra figura del tarot de la sabiduría porque, como dice Nuño, „contra lo que puedan pensar progresistas y sistemáticos, los auténticos problemas filosóficos ni siquiera se disuelven: reaparecen, vuelven a plantearse”. Mi idea, insisto aunque sea tedioso, es encontrar un método de pensar lo más correcto, exacto, eficaz, que permita conclusiones auténticas y veraces. Todo el esfuerzo de este trabajo es conseguir evitar un modo de pensar errático que aleje de la verdad en lugar de encontrarla. Puede que mi intento sea considerado, y de hecho lo será, como utópico y merezca críticas muy similares a las efectuadas a los filósofos en los que he encontrado coincidencias (Descartes, Heidegger, Balmes, etc.) y que cito en este escrito. Pero, a pesar de toda crítica posible, sigo insistiendo en la necesidad y en la vocación irrenunciable de buscar la verdad de la medicina. De otro modo no sería imposible encontrar una verdadera filosofía de la ciencia médica y de la medicina en general. 141 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA VI CUESTIONES FUNDAMENTALES DE LA MEDICINA ¿Qué debemos entender por cuestiones médicas? e acuerdo a lo que ya he establecido como una conducta ineludible, empezaré por definir qué entiendo por el vocablo “cuestión”. Apelo a lo más útil, objetivo y lógico como es acudir al diccionario de la Real Academia Española, lengua en la cual me expreso. Este diccionario, en la primera acepción opta por lo etimológico y enseña que cuestión proviene del latín y significa pregunta (también indagación) por lo que es “pregunta que se hace o propone para averiguar la verdad de algo controvirtiéndolo”. En principio, el diccionario acepta que cuestión es una pregunta para averiguar la verdad de algo. Lo que no me termina de cuadrar es el agregado de “controvirtiéndolo” dado que la controversia o polémica es precisamente las opiniones contradictorias sobre una misma cuestión. Si decimos que la controversia lleva a la verdad, estamos usando indebidamente al vocablo controversia, el cual, denotativamente, es “discusión de opiniones contrapuestas”. Esto tiene coincidencia con la acepción que indica a cuestión como “oposición de términos lógicos o de razones respecto a un mismo tema, que exigen detenido estudio para resolver con acierto”. La controversia, por su naturaleza, es precisamente eso: contradicción, lo que implica que no discute sino que parte directamente en el enclaustramiento o encierro de dos definiciones opuestas de un mismo fenómeno. Creo que la contradicción es lo opuesto a la verdad por un razonamiento elemental: un fenómeno o es negro o es blanco (o es gris que no es negro ni blanco sino una mezcla de ambos). La verdad, dije antes, necesita del consenso, pues no es posible definir la esencia de un ente con proposiciones opuestas. Quizás la tercera acepción del mismo diccionario nos lleve al tema de que la cuestión a considerar es “punto o materia dudoso o discutible”. En este caso una discusión parte de puntos de vistas distintos o dudosos, pero puede llegar a un punto de consenso, lo que no ocurre con la controversia. Luego, hay que distinguir entre cuestiones controvertibles o cuestiones discutibles y cuestiones incontrovertibles e indiscutibles. Si se pregunta qué es un árbol, la respuesta inmediata es “ente del reino vegetal” y esto no merece ninguna duda ni polémica ni discusión. Otras acepciones del diccionario sindican a cuestión como “materia o asunto” y esto, si bien no cuaja con lo etimológico, por lo menos deja una idea de que se debe cuestionar algo objetivo como una materia o asunto. Finalmente, creo oportuno resaltar otra acepción del diccionario del término cuestión como es “problema que debe ser resuelto por métodos científicos”. Dejo así un panorama semántico de la palabra cuestión que en el caso de la ciencia médica, puede involucrar dos tipos de cuestiones distintas: la pregunta que se indaga por la verdad de la naturaleza de un ente (en este caso, filosofía sobre qué es la ciencia médica) o bien una cuestión estrictamente científica como es un fenómeno médico que debe investigarse con métodos científicos. Indudablemente y sin hesitaciones, en este trabajo se busca tratar la cuestión médica de la D 142 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA pregunta filosófica que ayude a mejor definir qué es la ciencia médica y cuál es la esencia del médico. He hecho, también como acostumbro, un rodeo extenso para mejor expresar y comunicar mi intención, dado que he leído otros trabajos filosóficos sobre la medicina que insertan preguntas que son más problemas que deben ser resueltos por métodos científicos y no cuestiones semánticas o filosóficas. Se me ocurre que en la cuestión de la filosofía de la medicina, lo primero a preguntarse es: ¿cuál es el estado en que se encuentra el pensamiento filosófico actual? Esto lo considero imprescindible puesto que si no tenemos una idea del transcurso del pensamiento filosófico actual, difícilmente podremos insertar conceptos de filosofía en cualquier nivel. Dentro de este tema es conveniente considerar a la filosofía antropológica como uno de los instrumentos que mejor se avienen al tratamiento de la filosofía de la medicina. Una vez que se diluciden estas cuestiones filosóficas, recién estaré en condiciones de enfrentar las cuestiones filosóficas propias de la medicina y los médicos. Ideas sobre tradición y actualidad en el pensamiento filosófico La inmediatez de un problema no debe hacer perder de vista la continuidad del pensamiento filosófico histórico. La tradición cultural tiene sus bemoles y problemática, pero es la única cosa que nos une en un destino común y la base sobre la cual se ha construido el mundo actual. Es probable que estas cosas filosóficas, por ser básicas, subyacen ocultas a la visión superficial de un mundo ocupado en cambiar segundo a segundo, sin la posibilidad de detenerse a conocer lo que fue y lo que está siendo. Pero esa tradición genuina que está como “encostrada”, recubierta por una costra o un espeso velo, es la que tiene que ser explicada por la filosofía actual. Para Cruz, el trabajo filosófico es doble: 1. mantener vigente y actualizada la tradición auténtica 2. filosofar sobre la actualidad existente En lo relativo al cuidado de la herencia recibida (me refiero a la herencia de las “cosas buenas”), esto es insoslayable. Todo filósofo y educador, de algún modo, tiene la tarea de representar la tradición y mantener esa herencia para transmitirla a las generaciones siguientes. Pero esa transmisión no es automática, fija, tal cual, sino que debe ser sometida a una crítica conforme al progreso intelectual de las épocas. Un educador o un filósofo actual no podrán tratar a Nietzsche, a Kant o a Hegel, como se lo hizo en generaciones anteriores, inmersas en otros contextos sociales e históricos distintos. 143 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA El progreso cultural y del pensamiento filosófico moderno, permite interpretar a esos filósofos en otros aspectos, no menos interesantes ni efectivos, con que se lo hizo anteriormente. No sólo es recordar a esos pensadores, sino integrarlos a ese filum filosófico que antes aludimos y que arranca históricamente en la antigüedad y se va manteniendo y perfeccionando con el devenir histórico. La esencia filosófica es la misma. Cambian las formas de expresarla. Y no puede ser de otro modo, pues cambiar la esencia de la filosofía, sería como pretender cambiar la esencia del hombre. La filosofía, como la ciencia y el arte, son formas de expresión cultural de lo que el hombre es. Pretender la extranjería humana de las mismas, es la ilógica en que ya fracasaron varias teorías materialistas. Los puntos de vista filosóficos tradicionales son discutibles, por su esencia, como los puntos de vista actuales. La naturaleza de la filosofía es el pensamiento crítico y esto conlleva la tarea de repensar en forma continua todo aquello que se piensa en un momento histórico coyuntural. Las formas de expresión y de aceptación de esas expresiones podrán ser mutables, pero la esencia de la cuestión que se debate es inmutable. El quehacer de filosofar sobre la actualidad no es algo despegado de la función de mantener vigente la tradición filosófica, sino de recrear la misma, para adaptarla a la forma de pensar sobre lo que está ocurriendo ya. Es casi seguro que todo lo que ocurre, de algún modo, está dentro de la esencia humana. Por lo tanto, tiene un modo filosófico de expresión. En esto creemos que no hay mayor disentimiento. El disenso puede surgir de la forma de filosofar. Y eso es parte del trabajo filosófico, para crear escuelas de pensamiento, cuya vigencia puede ser mayor o menor, de acuerdo a la afinidad que demuestre en relación con la realidad que critica. También en relación con la forma de llegar y de provocar cambios. Lo que se debe evitar es la tendencia actual a teorías filosóficas pragmáticas inauténticas, relativistas, materialistas y al sofismo (imperante aún en los centros científicos académicos de más alto nivel). El filósofo tiene la misión de ejercer su capacidad de reflexionar a partir y sobre lo existente, pensar lo que está pasando ya y luego poner el resultado de su reflexión al servicio de su comunidad. En esta tarea de comunicar no pueden influir factores ajenos a la comunicación auténtica. No se comunica para halagar o despreciar una comunidad. No se trata de buscar aquello que convenga y no lo qué es realmente una cosa. La función del filósofo es pensar él y hacer pensar a los demás y para esto intenta dar qué pensar a los otros. No se filosofa sólo para halagar o decir a la gente lo que le gustaría escuchar. Hay que transmitir la verdad y la realidad lo más fielmente posible en la esencia de las mismas. Esto no significa que hay que buscar elementos que están en esa realidad para utilizarlos para el halago o la agresión de nuestros interlocutores. Lo filosófico está en integrar todos los puntos de vista, tanto negativos como positivos, halagadores como agresivos, para mostrar lo que el mundo y la sociedad son en la 144 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA estricta realidad. Incluso, de superar los prejuicios personales del que filosofa. De otro modo, la filosofía no es un instrumento útil, sino algo que puede resultar nocivo o inútil. Para integrar estos puntos de vista hay que comunicarse con todos los que desean filosofar y juntamente con ellos debatir cual es la mejor forma de dilucidar una cuestión. La filosofía, para ser tal, no es patrimonio de un pensamiento individual, el cual puede ser muy original y creativo y despertar inquietudes o nuevos criterios. Sólo cuando las cuestiones filosóficas se integran a un grupo de pensadores y se universalizan es así como puede adquirir el consenso que la integre como conocimiento certero trascendente. Tampoco se trata de “vulgarizar” la filosofía para hacerla más comprensiva para quienes no han estudiado las ciencias filosóficas, pues no es posible hacer entender lo abstracto a quienes aún no pueden abarcar lo concreto. Sólo son admisibles dos cuestiones: a. filosofar sobre “lo vulgar” para distinguir lo trascendente de lo intrascendente b. y que todas las cuestiones filosóficas abstractas actuales cobren un lenguaje asequible para transformarlas de manera tal que puedan llegar a convertirse en cuestiones efectivas sobre una especie de pragmatismo (en el buen sentido) social real y auténtico. Esto permitiría que cada sociedad, en un determinado momento histórico, reflexione sobre sus propias cuestiones del “aquí y ahora” mediante procesos intelectuales definidos, certeros y centrados en la problemática verdad-realidad. La otra cuestión, de la cual Saramago se vuelve el principal predicador en España, es actuar para despertar en otros, en lo posible en la mayoría de la gente, un “pensar filosófico cotidiano” (teoría de Sloterdijk), o como dijera Barylko, “enseñar a pensar”. Esto, también, es oficio de filósofos más que de pedagogos. Filosofía como “arte de vida” Desde otra perspectiva, la filosofía en la actualidad es vista por algunos filósofos como el “arte de aprender a vivir”75. La sensación es que hoy la filosofía debe dejar de ser patrimonio de un grupo intelectual o de un academismo universitario para llegar a constituir un modo de pensar auténtico, propio del hombre inteligente. Es como “afinar” el pensamiento concentrándolo en las cuestiones fundamentales que hacen a la vida del hombre como es el amor, el bienestar, la educación del sentir, del hacer y del pensar. El hombre, a través del correcto razonar, debe encontrarse consigo para extraer lo mejor de sí. Debe recuperar la espiritualidad como un retorno a todos aquellos valores que dan sentido a la vida y felicidad, la verdadera satisfacción de un 75 Luc Ferry – APRENDER A VIVIR, Editorial Taurus, España 145 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA buen vivir. La razón es el instrumento más poderoso y eficaz para volver, paradójicamente, a la fe religiosa sin fundamentalismos, ni leyes de vida rígidas y sin sentido (como vestir de una forma determinada, no comer ciertos alimentos, no tomar algunas bebidas, la prohibición del libre albedrío, etc.). Irónicamente, hoy la filosofía, para ser total u holística, completa, debe dejar de ser un juego de mera intelectualidad, para rodearse de la afectividad y la volitividad de forma tal que el pensar filosófico no sólo abarque las cuestiones metafísicas y abstractas, sino que vaya desde lo abstracto a lo concreto. Debe pontificar el pensamiento ideal con la realidad personal de manera que la inteligencia, a través de la razón puede llegar a lo espiritual y a lo considerado material, es decir, la buena forma pragmática del vivir. La realidad cotidiana debe dejar de ser una entidad amorfa para el pensar filosófico y cada individuo debe aprender a pensar con filosofía su propia existencia. No hay una filosofía general como tampoco ninguna filosofía individual puede ser universal, salvo que se base en valores inherentes al hombre o sobre la vacuidad de los lugares comunes del pensamiento relativo o superficial. Así como la inteligencia es patrimonio de todos los hombres, la estupidez es algo instalado en el planeta lo que la vuelve muy común a todos. Sabemos que hay bien y que hay mal y que hay más disposición para hacer las cosas negativas, que buscar, sentir y vivir lo positivo. Muchas buenas intenciones enuncian ideas positivas, pero las conductas reales se basan más en la negatividad destructiva que la positividad constructiva. Goleman y otros autores hablan de emociones positivas o constructivas y emociones negativas o destructivas, coincidiendo con un pensamiento histórico de la humanidad que desde Buda, los filósofos griegos y Jesús, han venido desarrollando cuando el hombre se volvió historia. El imperativo de superar la estupidez y la negatividad imperantes desde siempre en el mundo,76 pero hoy más exaltadas porque hay una demografía mayor, exige que el pensar filosófico sea enseñado por aquellos que lo poseen. Ésta es la tesis de Saramago que clama porque en la escuela se enseñe filosofía, pero no la historia de la filosofía ni el recitado de textos filosóficos ni el repaso frío de las principales doctrinas filosóficas que la humanidad ha elaborado en el transcurso de los tiempos, sino la tendencia a educar en el pensar filosófico. Se está pidiendo una filosofía activa y no pasiva, a través de un aprendizaje del manejo del pensamiento crítico, de la razón auténtica e inteligente, para lograr el control de las emociones, los sentimientos y la voluntad. Ese control es necesario para recuperar una ética o una moral no sólo basada en preceptos y costumbres huecas, sino en el impulso genérico y natural de aceptar que la buena vida consiste en el amor a sí y a los otros, en la convivencia cordial y urbana y en la adopción de valores basados en la bondad. La religión, el arte y las ciencias son pilares de la actividad humana muy importantes, pero el desarrollo de la vida diaria personal es un propósito superior a toda otra meta, pues si no se lleva una vida armónica, ordenada e inteligente, mal podrá comprenderse y gozarse a todas las otras actividades materiales y espirituales. Todo ello conlleva, desde luego, un estado de buena salud. 76 Esto lo remarca muy bien Erasmo de Rotterdam en su ELOGIO A LA LOCURA 146 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Bailar un rock o escucharlo puede parecer una actividad artística, pero también se transforma en una herramienta de disconformidad y de agresión (independientemente de si la música de una determinada composición de rock es buena o no. Muchas piezas de rock instrumentadas para ser tocados como simple melodía han dado excelentes composiciones musicales). Si no, no se explica las extravagancias de una música de percusión dañina al oído y a la mente y a la presentación de esa música con actos groseros, a veces pornográficos y otras decadentes. Nada de esto tiene que ver con el verdadero arte y el buen espíritu aunque se base en notas musicales que supuestamente deben considerarse artísticas. Cuando la letra de una canción o su ritmo son hostiles, operan como los grafitti ofensivos (literatura soez o barata), los espectáculos degenerados (caricatura de teatro o espectáculo) y todas las otras manifestaciones que usan de la palabra, la música y la representación corporal para promocionar la violencia, el vicio y la desviación sexual en todas sus formas. Ser diferente no involucra, necesariamente, la propaganda de la diferencia ni la imposición brutal de la misma. Una cosa es eludir la discriminación y otra muy distinta pretender que el resto del mundo piense como el diferente o admita la diferencia. Tampoco no aceptar la diferencia significa discriminarla. Tanto el diferente como los otros, pueden convivir sin invadir espacios ajenos o tratar de imponer ideas, creencias y costumbres. De ahí, que para evitar lo destructivo y decadente, se deba recuperar una actitud mental y espiritual de educar el pensamiento y los sentimientos y de fortalecer la voluntad para guiarlos hacia lo que realmente es necesario y satisfactorio. La autenticidad debe desplazar a la ilusión que crean los malos hábitos como es pensar que la droga es gratificante sólo porque me evade de la realidad o me produce sensaciones que se consideran placenteras, cuando en realidad únicamente se obnubila la razón y se degrada el cuerpo. El modo de un pensar crítico es lo que marcaría la diferencia entre la vida disoluta o disipada y la vida sabia que conlleva la felicidad, la verdad y el auténtico placer de vivir. Y esto no se manifiesta espontáneamente, a menos que se sea un verdadero iluminado o “fuera de serie”. Lo común es que en las circunstancias actuales y pasadas, el control personal debe aprenderse y surge de la educación y ello implica nuestras ganas de querer educarnos y de elegir el camino más correcto a nuestra realidad personal. Debemos dejar de ser borregos que en manada son conducidos por los “pastores” de la corrupción, la moda vacua y las costumbres estúpidas. El reencuentro con Dios (en algunos casos), con nosotros y la naturaleza no es un milagro (aunque puede llegar a ocurrir) sino el fruto de nuestro deseo vehemente de ser mejores y de lograr el manejo de una vida consciente e inteligente y no de la inconsciencia de costumbres dañinas y vanidades de las modas. El marcar los caminos a todo esto, la herramienta de la educación y la formación, en este contexto, es el pensamiento filosófico, ergo, la filosofía misma. De esta forma, como lo fue en sus comienzos, la esencia de la filosofía es la educación auténtica del hombre. Repasaré algunas tendencias filosóficas actuales. 147 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA La filosofía alemana de Sloterdijk El filósofo alemán Peter Sloterdijk ha editado una obra filosófica que ha titulado ESFERAS y de la cual ha publicado tres tomos. El primero de los tomos se refiere a la CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA fue publicado en 1983.77 El libro está prologado por otro filósofo alemán posmodernista, Rüdinger Safranski. En su prólogo, Safranski refiere a la obra de Sloterdijk como “una nueva frontera del pensamiento alemán” e intenta comparar a Sloterdijk con Spengler, quien en 1918 consideró que había una especie de “decadencia de Occidente” puesto que caía derribada la cultura europea imperante en el siglo XIX para entrar en forma “cruenta y caótica” en lo que se ha dado en llamar modernidad (período muy fugaz del siglo XX, porque ya en el siglo XXI se habla de posmodernidad). Para Safranski, la modernidad es una especie de “crisis perpetua” que ha originado muchas corrientes dispares en todas las disciplinas humanas, especialmente la filosofía. Aunque también afectó las artes y las ciencias. Esa modernidad crítica derrumbó muchas bases filosóficas que parecen haber degenerado el concepto de “razón”. Quizás como una ironía de la obra de Kant, CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA, Sloterdijk se propone poner en relieve una nueva modalidad filosófica, que ya no trata las formas de buscar un razonamiento matemático o perfecto. Safranski hace notar en su prólogo, que Sloterdijk se ha preocupado en disecar lo relativo a la conciencia moderna, buscando desenmascarar su esencia y sus efectos mediante una serie de interesantes ilustraciones. El resultado de todo esto se puede resumir como que “la conciencia moderna tomó conciencia de sí”, esto es, pareció que había hallado el camino, o por lo menos, el conocimiento de lo que sería una “correcta conciencia”. No obstante, paradójicamente mientras la filosofía modernista revela esa “correcta conciencia” por un lado, por otro, las conclusiones a que llega son “incorrectas”. Es decir, la filosofía modernista toma una “correcta conciencia” de sí, pero obra en forma incorrecta. Este “obrar incorrecto” con una “conciencia correcta” es lo que ha llevado a Sloterdijk a buscar la “razón cínica”. No olvidemos que el cinismo, como corriente filosófica, fue iniciado por los discípulos de Sócrates y fundado por Antístenes, cuando esos discípulos se separaron ideológicamente del maestro. Uno de los más importantes representantes del cinismo, como escuela filosófica, fue Diógenes (inmortalizado como el griego desnudo que habitaba un tonel y que recorría las calles griegas de día con un farol encendido, diciendo que andaba buscando un hombre, o bien, criticaba a quien se le ponía por delante porque “le tapaba el sol”). Según la Real Academia Española, cinismo significa “desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”. A esta definición se llegó, por lo que sucedió con los filósofos cínicos y que Balmes resume magistralmente en su HISTORIA DE LA 77 Peter Sloterdijk – ESFERAS, Tomo I: CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA, Alemania, 1983 148 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA FILOSOFÍA.78 Balmes refiere cómo el pensamiento de Sócrates influye en los griegos, de tal forma que suma adeptos como Platón y Aristóteles. Pero después de Sócrates “hormiguean” diferentes sectas debido al “carácter curioso y disputador de los griegos”. Según Balmes, no puede inferirse que todas las doctrinas que aparecieron después de Sócrates son fruto de sus enseñanzas, sino que muchas doctrinas surgieron debido al “impulso comunicado al espíritu griego por el genio de aquel hombre extraordinario”. Muchas escuelas que se formaron después de Sócrates eran contradictorias a sus doctrinas y, en algunos casos, como el cinismo, surgieron por exagerar los principios de Sócrates. El principio socrático fundamental consistía en que el bien supremo era la virtud por lo cual a ésta debía posponer todo, en especial lo que no concordara con ella. Su discípulo Antístenes se apartó de los otros y predicó una exageración de la doctrina de Sócrates al afirmar que “el hombre sólo debe cuidar de la virtud, despreciando todo lo demás, inclusas las consideraciones de buena crianza” Esta exageración resultó ser también una adulteración de la doctrina socrática. Como consecuencia de tan tremenda conclusión, Antístenes “empezó, pues, por vestirse pobremente, se dejó crecer la barba y, armándose de cayado y zurrón, emprendió la vida filosófica”. Enseñaba su doctrina en el lugar llamado Cynosarges, que en griego significaba templo del “Perro Blanco” (de cynos, perro en griego, derivó cínico). Los griegos le llamaban perros a los discípulos de Antístenes no sólo por el lugar en que se reunían sino porque empezaron a distinguirse por expresarse en una lengua mordaz y adquirir hábitos y costumbres desvergonzados para la época, por lo que eran rechazados. Así, deambulaban desnudos, vivían en la calle en toneles, y para sus necesidades vitales no debían atenerse a las normas de la ética y la decencia de las relaciones sociales. Junto a una pobreza absoluta con privaciones y sacrificios de toda clase, estaban sus costumbres desvergonzadas por completo, de manera tal que la “virtud cínica” se transformó en una “virtud imprudente e indecente” que le quitaba, irónicamente, toda condición de virtud real. Para Balmes, “bajo las exageraciones cínicas se ocultaba un gran fondo de orgullo: la vanidad de despreciarlo todo es una vanidad peligrosa”. Es probable que hoy, bajo otras formas y costumbres y otros estilos literarios esté primando una especie de “razón cínica” que si bien arranca con postulados racionales y aceptables termina cobijando acciones y obras “desvergonzadas” y aceptando abiertamente usos y costumbres antinaturales. El raciocinio tiende a justificar, en nombre de la moral y la ética, comportamientos inmorales y antiéticos que alteran las relaciones sociales del hombre y alucinan su vida cotidiana. Es evidente que si bien la filosofía denota la degradación de la educación, no es mucho lo que hace para explicar qué es educar y cómo debe hacerse, salvo algunos destellos lúcidos y 78 Jaime Balmes – HISTORIA DE LA FILOSOFÍA, Editorial Iberia, Barcelona, 1952 149 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA parciales. No hay un enfoque englobador filosófico sobre los problemas actuales cotidianos. El moralismo y las costumbres relajadas que devienen en la denominada “moralina” (se dice una cosa y se hace otra, “doble discurso”, etc.) o en la racionalidad relativista que explica que todo es posible porque no hay nada absoluto. De esto puede deducirse que da lo mismo ser recto que incorrecto porque ambas cosas se dan en la realidad, y que también es lo mismo lo natural que lo antinatural porque los dos están presentes en la realidad cotidiana. Se ha perdido la falta de discernimiento en lo que básicamente es bueno y lo que es malo (dos principios que no pierden vigencia) y de ahí la confusión de que “da lo mismo” y “es igual”. Luego, la laxitud espiritual acepta todo en un criterio equívoco de que si las cosas están ahí o así, es porque así debe ser. El “debe ser” de la ética apriorística, en el sentido de lo que “debe ser bueno”, hoy juega a dos vertientes de manera tal que las cosas “deben ser” buenas o malas y ambas juegan un rol idéntico por lo que son aceptables. La exageración del “debe ser” y que “si las cosas están por algo ha de ser” y que “bastan que sean, para tenerse por aceptables”; de que “no hay nada absoluto, pues todo es relativo”, etc., es lo que ha llevado a un “nuevo cinismo” según la percepción de Sloterdijk. La falta de acierto del pensamiento filosófico modernista o posmodernista y sus vaivenes entre polos opuestos, ha roto toda regla lógica y ha vuelto al mito adámico del derecho a conocer el bien y el mal, aceptando que la filosofía puede ser paradójica y que es válido todo concepto apoyado en racionalidades más o menos aceptables y posibles, incluyendo al relativismo y al absolutismo. Es decir, se ha caído en el sofismo que padeció la filosofía griega y que marcó su decadencia. Este fenómeno conduce a Sloterdijk a afirmar: “desde hace un siglo, la filosofía se está muriendo y no puede hacerlo porque todavía no ha cumplido su misión. Por esto, su atormentadora agonía tiene que prolongarse indefinidamente. Allí donde no pereció convirtiéndose en una mera administradora de pensamientos, se arrastra en una agonía brillante en la que le va ocurriendo todo aquello que olvidó decir a lo largo de su vida. En vista del fin próximo, quisiera ser honrada y entregar su último secreto: los grandes temas fueron verdades a medias”. La tesis final de la obra de este filósofo alemán actual es que la vida social actual se desarrolla como si el hombre viviera dentro de “esferas”. Estas “esferas” semejan “espacios no menos delimitados” que el que posee la jaula de las fieras en el zoológico. Si bien el hombre advirtió que el “espacio zoológico artificial” de la jaula no permitía la perpetuación de una especie animal, intentó conservar o recrear un “espacio natural” que le permita a las “especies en extinción” sobrevivir y conservarse en el reino natural, de una forma tal cual lo impone su verdadera naturaleza o esencia. Luego, si el hombre se preocupa por los animales, del mismo modo debiera asir su vida y enfrentarla sin prejuicios ni falsas razones o razones deformadas, exageradas y desvergonzadas, incluso, dispares y contradictorias. 150 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Sobre esta recta conciencia de sí, debe construir un “nuevo espacio” que supere sus actuales “esferas” y le devuelva la universalidad de su ser y su verdadera esencia de criatura inteligente, esto es, creado más para vivir el bien que autodestruirse con el mal. Desterrar todo sofismo que acepte y justifique lo antinatural y “malo” y recuperar “conceptos absolutos” que den solidez a principios que a su vez fundamenten los postulados básicos de una vida natural que tienda a una sociedad armónica y que deje la utopía del hambre, la guerra, la violencia, el vicio y la degeneración, para planificar la utopía de una sociedad humana universal que aspire la paz, la satisfacción real de sus necesidades naturales y no las necesidades creadas artificialmente, para que recupere el equilibrio de la salud física y mental y destierre todo otro factor letal y dañino. Es lo que básicamente da a entender Sloterkijk en su aspiración de “crear sociedades capaces de preservar nuestros saberes, potenciar nuestras esperanzas, y conducirnos al reencuentro de nuestra común humanidad”. Volver al criterio de la virtud y la bondad universal es una verdadera utopía, pero el hombre inteligente y que no ha perdido su esencia natural de tal, debe imponerse la esperanza de alcanzar esa utopía y hacerla realidad. Para eso debe “preservar sus saberes” reales, intrínsecos y no aquellos impuesto por el desvío de su razón “natural”. El “saber vivir naturalmente” es más importante que un “saber científico tecnológico” o que un “saber filosófico relativista” que se acomoda a cualquier realidad, en lugar de preguntar qué es lo debido, lógico y correspondiente y proceder a expresar “lo que corresponde” en lugar de “lo que conviene” decir. Hay que recuperar el “espacio social” de la convivencia que todos claman en voz alta pero que luego en las conductas personales desarrollan palabras, hechos y actitudes de “hostilidad social encubierta o expresa” que imposibilita todo convivir. El “espacio natural”79 no es una esfera sino una infinitud abierta a toda posibilidad de expansión cierta. Y, naturalmente, la expansión exige evitar la destrucción o el retroceso. La vieja y denostada teoría del progreso, bien pensada en términos no sofísticos, en realidad sería propulsar todo aquello que le permita al hombre avanzar sobre sí mismo para solucionar sus problemas vitales. No sé si el hombre podrá enfrentar tamaña responsabilidad y evitar toda conciencia desviada, incluyendo la cínica. Esta meditación debe ser uno de los fundamentos del médico como sanador o curador, en donde “lo natural” no es sólo una aspiración científica, sino también ética, entendiendo por “natural” lo que corresponde a la naturaleza o esencia del hombre. Hasta ahora, la historia ha demostrado que las comunidades que lograron algún grado de perfección han sido mínimas y muy restringidas constituyendo otras “esferas excepcionales” y poco transcendentes, en cuanto a la acción efectiva. Algunas trascendieron en lo intelectual y en la anécdota histórica. Pero el mundo o universo humano, en su conjunto, nunca alcanzó la vida humana ideal: la que predicó Jesús, Buda, los filósofos griegos como Sócrates, Aristóteles y 79 “Lo natural” también puede entenderse como lo estrictamente relativo a la esencia (naturaleza) humana 151 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Platón, verdaderos maestros, entre otros no menos importantes, que marcaron los senderos de la vida humana digna. El desafío propuesto por Sloterdijk es recuperar la buena senda y perfeccionarla, completando “las verdades a medias” que trató lo que él considera la “buena filosofía”. Para esto debemos evitar todo relativismo que no conduzca a un pensamiento certero y positivo, que pueda tener efectos verdaderos y no ser meros enunciados de brillantes teorías, sin fin alguno. La filosofía no es para explicar una realidad, sino para modificarla cuando esa realidad se sale de sus cauces naturales. Las grandes preguntas y cuestiones filosóficas son para indagar lo que es la verdad, esto es, los que las cosas son y no lo que parece ser. Precisamente, el “parecer ser” es lo que ha llevado a la confusión actual. Si seguimos insistiendo en explicar lo que “parece ser” y desistimos de buscar “lo qué se es”, jamás se saldrá del círculo vicioso. Es más fácil detenerse a describir que a indagar y hallar respuestas inéditas pero reales, pues no todo lo inédito (lo que se presenta como nuevo) es verdad. Cuando advertimos un fenómeno, aquello que se nos hace patente, es cuando se inicia la tarea de interrogar al “factum” sobre su esencia, en lugar de explicar como “aparece”, pues una mera descripción no sirve para dilucidar lo que el fenómeno es en sí. Esta cuestión la vengo desarrollando e iterando hasta el cansancio cada vez que rozo el tema del pensamiento certero y, en este caso, del pensamiento filosófico. Más aún, creo que es fundamental para el científico médico, no sólo usar y admitir la filosofía de la mera descripción, sino indagar el meollo de un fenómeno médico, ya sea una enfermedad o un acto médico. He advertido, quizás como Sloterkijk pero desde otro punto de vista, la inconsistencia del llamado “pensamiento filosófico actual” (entendiendo por “actual” lo que pasa entre fines del siglo XX y principios del siglo XXI). El pensador alemán cree que se ha caído en un cinismo muy elaborado, lo que comparto parcialmente por ser un punto de vista cierto, por lo que postula su proposición de “devolver a la filosofía su capacidad de meditación cotidiana. Una filosofía de renovada apertura que se atreva a confesar sus perplejidades”. Yo agregaría: y sus contradicciones o las formas de pensamiento abstracto muy elaborado que resulta indescifrable o permite ser explicado de diferentes modos, incluso contradictorios, o, como ya ha ocurrido en algunos pensadores, a negar sus razones por no entenderlas. Ergo, la filosofía debe recuperar un estilo llano pero recto. La sencillez no excluye la profundidad. Tampoco la verdad. Contrariamente, cuando hay buena y recta voluntad, así como un intelecto bien guiado, todo lo bueno y verdadero se transforma en algo muy sencillo. Tan sencillo que la mente muy elaborada lo rechaza porque confunde a la sencillez con falta de grandeza intelectual y de brillo mental. Empero, como lo remarca Safranski, Sloterdijk se transformaría en una especie de “recalcitrante discípulo de Diógenes que sufre su época” y la ética que propone, a la que califica de “agónica”, “si no nos puede guiar por el laberinto de nuestros errores, al menos ayuda a evitar el canibalismo”. 152 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Uno de los sentidos de la nueva filosofía que propone Sloterdijk radica en el postulado de que si los hombres se divorcian o distancian de lo natural (la Naturaleza), se convierte prácticamente en una especie de “animal fracasado”. Podría entenderse esto como que el hombre al alejarse de lo estrictamente natural y biológico, deja de comportarse como un animal, pero tampoco alcanza el nivel de inteligencia suficiente como para distinguirse netamente de un animal puro, sin el intelecto humano. Si bien biológicamente es un animal, al no poder vivir como tal, pero tampoco como corresponde a su dignidad de hombre, fracasa en lo más elemental: su vida esencial o natural o genuina. Este fracaso lo aleja de su condición estrictamente animal, en el sentido de seguir el camino de la naturalidad y no le permite alcanzar la perfección de la mente humana. No se realiza ni como animal ni como hombre. En su tesis de los lugares de la Humanidad que el divide en dos regiones bien diferenciadas que denomina Necesitania y Posibilitania,80 marca bien los límites que hay entre las necesidades naturales del hombre (recordando que necesario es lo que no puede dejar de ser) y las posibilidades que el hombre establece con su capacidad racional de modificar sus necesidades y transformarlas en otra cosa. Hacer posible que establezca prioridades que nada tienen que ver con la necesidad primaria, o bien, satisfacer esa necesidad primaria de forma tal que escapa a todo criterio lógico de natural para ingresar en un terreno no sólo artificial sino meramente inteligible, sin conexión con lo primordial. Sujetar la necesidad a las posibilidades que crea subjetivamente no es otra cosa que desear el cambio de lo natural por otras cosas que si bien se relacionan con la necesidad, pero no son estrictamente el modo de satisfacer naturalmente lo natural. Así, el mundo humano ha buscado ir más allá de las fronteras de los impulsos instintivos naturales primarios (hambre, sed) por ejemplo, para sumergirse en la búsqueda de elementos artificiales dirigidos ya no a satisfacer esos impulsos, sino incluso a modificarlos recreando o modificando esas necesidades de forma tal que cae en excesos o en faltas. La anorexia y la bulimia son conductas antinaturales que el hombre se impone, como lo es la gula. La fabricación de bebidas que nada tienen que ver con la sed sino con otras tendencias hedonistas, le ha llevado a inventar diferentes tipos de líquidos con alcohol, gases, sustancias colorantes, saborizantes, azúcares o edulcorantes, etc. Todas ellas son fruto de un mero deseo que lo hace factible la posibilidad del cambio (de la bebida y de las costumbres). Debemos aprender a distinguir, entonces, entre necesidad como impulso natural instintivo primario, el deseo y otros impulsos o motivaciones. Denotativamente (por Diccionario) deseo es un movimiento enérgico de la voluntad hacia el conocimiento, posesión o disfrute de una cosa. Hemos tomado deliberadamente el término deseo porque en él interviene un signo distintivo: movimiento enérgico de la voluntad. Si aceptamos que la voluntad es la fuerza de acción, es aquello que nos lleva a hacer algo, tendremos que convenir que el deseo es la sal de la voluntad, lo que empuja a la voluntad a una determinada acción. La voluntad es una facultad sujeta al control mental. Pero también puede actuar irrefrenablemente cuando es empujada por lo 80 Peter Sloterdijk –NORMAS PARA EL PARQUE HUMANO, Alemania, 2007 153 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA instintivo y en lo instintivo, el deseo es protagónico. Primero se debe desear para luego actuar. En cuanto a lo instintivo, Canton Duarte,81 en referencia a instintos y motivaciones, prefiere usar el término “pulsiones” (que no existe en el idioma castellano) pero que nos impresiona que está muy cerca del término “impulso” que sí existe en el idioma. Debemos entender que impulso es lo que empuja, incita o estimula, sugestiona para proceder bajo una determinada impresión del momento, casi en forma automática, sin reflexión ni cautela. Cuando esta acción se transforma en irresistible, irracional, incluso en contra la voluntad de quien la ejecuta (obligación de hacer lo que no se quiere) es lícito de hablar de una compulsión. Con fines académicos y prácticos, para ilustrar nuestro concepto de acto instintivo, podemos distinguir a impulso como la idea, la sugestión, la estimulación o la incitación para realizar un acto, mientras que compulsión es la fuerza irresistible, irracional e involuntaria que obliga a realizar el acto. También creemos que es necesario establecer algún tipo de distinción entre motivo estrictamente e instinto, dado que las motivaciones en el hombre tienen mucho que ver con su intelectualidad, mientras que lo instintivo va más contra ella. Los motivos pueden ser inducidos por el hombre; los instintos no, puesto que los hereda genéticamente. Salvada esta distinción y, afirmándonos en los conceptos dados de impulso y compulsión, haremos un análisis de los instintos, como intento de aproximación a su conocimiento. Así, podemos dar un punto de vista diciendo que nuestros instintos pueden ser impulsivos o compulsivos. ¿Cuáles serían los instintos compulsivos? Por lógica son aquellos que están relacionados con la necesidad (conviene recordar que lo necesario es “aquello que no puede dejar de ser”). Luego son necesarios los instintos conservadores de la vida: los instintos biológicos del hambre, la sed, el acto sexual procreativo, la defensa de la vida (como lucha o huida frente a un peligro). Estos instintos son estímulos básicos que generan conductas para obtener respuestas satisfactorias a los mismos. No obstante la naturaleza esencial de estos instintos básicos, las respuestas para satisfacerlos pueden ser diferentes para distintas personas o para una misma persona en ocasiones diversas. Motivación e instinto Cuando hay una misma ocasión para diferentes personas, las respuestas son disímiles porque dependerán de las condiciones de entrenamiento y la capacidad individual de respuesta. Si las condiciones y capacidades son iguales para todos los presentes pero igual hay respuestas distintas, entonces es cuando interviene la motivación82 para variar la respuesta. Los motivos pueden ser: Canton Duarte – LOS INSTINTOS Y LA EMOCIÓN, Editorial Quórum, Madrid, 1980 Motivación es un ensayo mental preparatorio de una acción para animar o animarse a ejecutarla con interés y diligencia. Es también motivo como causa de algo, es decir, motivo como causa o razón que mueve para una cosa, dado que motivo es lo relativo a movimiento, a “aquello que mueve algo para hacer algo” 81 82 154 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA 1. Primarios o fisiológicos: se originan en las necesidades primarias o fisiológicas y son procesos de autorregulación del organismo. Acompañan los instintos primarios y por lo tanto, son innatos junto con esos instintos, a los cuales regulan mediante el aprendizaje de costumbres relativas a la satisfacción de los instintos primarios. Es una motivación básica en el hombre. 2. Sociales o secundarios: en su mayor parte son adquiridos en el curso de socialización en una cultura determinada. Se forman con respecto a relaciones interpersonales, los valores sociales ya establecidos, las normas o las instituciones. También pueden servir para regular instintos afectivos como el amor, el odio o favorecer, o no, el instinto gregario, en el caso del hombre la empatía y la sociabilidad.83 Para ilustrar lo expuesto, tomemos como ejemplo de motivo fisiológico que regula el hambre en el acto de comer. Si este acto lo realiza una familia compuesta por varios miembros, veremos que ellos pueden estar conformados con las mismas condiciones de entrenamientos (referidas a horarios, forma de comportarse en la mesa, tipos uniformes de menús, etc.), pero hay capacidades individuales distintas de respuestas. Unos comerán disciplinadamente, otros lo harán más desordenamente. Algunos ingerirán más rápidamente, otros lentamente. Muchos completarán el rito en familia, otros lo finalizarán primero o mucho después (sobremesa). ¿Cuáles son los motivos de esas conductas dispares? En primer lugar los horarios: quienes llevan mayor cantidad de horas de ayuno tendrán mayor hambre y, por lógica, apuro por comer. Otra razón es el cumplimiento estricto de determinados horarios que obliga a comer en corto lapso. Esto determinará una ingesta rápida y desordenada, incluso incompleta. Por el contrario, quienes tengan ayuno menor y horarios complacientes, disfrutarán de una comida pausada, ordenada y completa (entrada, plato principal, postre) e incluso puede quedarse en un tiempo complementario de sobremesa. Otros factores que intervienen en las conductas de respuestas son: diferencias metabólicas, necesidades dietéticas, apetencias, etc. Esto referido a un instinto: comer. Esas mismas personas en otras condiciones pueden variar sus hábitos. Si nos explayamos en otros instintos básicos obtendremos resultados similares, de lo que se infiere que el despliegue de instintos en el hombre no se realiza del modo constante y estereotipado que se observa en la conducta animal. En referencia a lo que hemos llamado instintos impulsivos, veremos que este tipo de instinto no conlleva una conducta imperativa, es decir, son instintos en alguna manera regulables, ya sea por motivaciones fisiológicas o sociales. “Todos los cambios importantes de 83 Cruz Álvarez Merino, Ana – MOTIVACIÓN Y VOLUNTAD, Editorial Quórum, Madrid, 1987 155 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA la conducta humana se sitúan al nivel de la motivación”.84 El médico no puede desconocer esto, en primer lugar, porque él como hombre, tiene instintos impulsivos. Debe conocer y comprender sus propios instintos y motivaciones, para poder llegar a empatizar con los de sus pacientes, pues el paciente al igual que el médico son hombres impulsados por motivos. Pero el médico debe superar en conocimiento a su paciente para poder ayudarle y curarlo. Si el médico yerra en sus motivaciones y desconoce también las de sus pacientes, es indudable que no habrá un encuentro armonioso entre enfermo y curador, sino un desencuentro que impedirá toda sanación. Los instintos del hombre ¿Cuántos instintos posee el hombre? No hay una lista taxativa pero algunos autores como William James85 creían que el hombre tiene “muchos instintos” con relación a los animales. Así considera como instintos a: la locomoción, la vocalización, la imitación, la emulación, la pugnacidad, la simpatía, la hostilidad, el miedo, la adquisitividad, la aptitud para construir, el juego, la curiosidad, la sociabilidad, la inclinación al secreto, la limpieza o aseo, la modestia, el amor (en todas sus formas: pareja, filial, fraternal, paternal, etc.). Para James todas estas tendencias son instintivas y coloca en el rango de instinto las manifestaciones de la esfera volitiva y afectiva. McDougall, del mismo modo que James, sostiene que los instintos del hombre son varios y los llama “propensiones”, es decir, que un instinto es una “propensión a...”. Afirma que los instintos son “los móviles principales” de toda la actividad humana, la cual sin instintos carecería de significación. Cataloga como instintos a: la huida, la repulsión, la curiosidad, la pugnacidad, la auto-degradación, la autoafirmación, la reproducción, lo gregario, la adquisición y la construcción. McDougall asocia la emoción al instinto, coincide con James en algunos instintos y su idea abarca dos conceptos distintos: 1. los instintos “excitan” la actividad 2. los instintos “dirigen” la actividad para satisfacerse. Watson y Morgan no admitían los instintos sino hablaban de “reacciones emocionales primarias” y sostenían que eran sólo tres: 1. el miedo, 2. la ira y 3. el amor. Salvando los instintos que hemos llamados compulsivos, el resto de los nombrados serían impulsivos. Sobre estos términos de compulsión e impulsión para denominar a aquellos instintos 84 85 Nuttin, J. – LA MOTIVACIÓN, Editorial Proteo, Bs. As., 1969 James, William – COMPENDIO DE PSICOLOGÍA, Emecé Editores, Bs. As., 1947 156 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA que pueden ser o no controlables con la voluntad y la inteligencia, los psicólogos en general, distinguen entre pulsiones e incentivos, los que, primariamente, serían emociones. O sea, que prefieren más hablar de emociones que de instintos. Así definen a las pulsiones como “excitaciones que mueven a la acción” y las clasifican en primarias y secundarias. Serían primarias las biológicas y secundarias las adquiridas a través del aprendizaje. Mientras que incentivos son “aspectos o condiciones que se encuentran en el ambiente y que estimulan la conducta”. Inducen a actuar con menos imperativo que las pulsiones. Hay interacción entre incentivo y pulsión, de forma tal que cuando no existe una pulsión, un incentivo puede promover una acción conductual. Por ejemplo, si no tenemos hambre, la vista de un manjar delicioso puede despertar apetito. Todas estas definiciones, en síntesis, son cuestiones meramente semánticas, dado que pulsión tiene los mismos atributos del instinto: 1. está asociada a la noción de “propósito” 2. también implica un imperativo o “urgencia” 3. tiene un “patrón de conducta” relativamente fijo (por ejemplo: el hambre promueve la acción de comer, invariablemente). Mientras que la no-satisfacción de las compulsiones primarias indefectiblemente conduce a la muerte, como ser el hambre y la sed, la no-satisfacción de otras compulsiones secundarias o aprendidas, sólo conducen a la frustración,86 la que cuando es crónica produce graves alteraciones emocionales o psíquicas, generando muchas veces la ira que puede desembocar o no en una tendencia tanática (asesinato y/o suicidio) (compulsión homicida). Cuando no se llega al impulso homicida, se producen alteraciones de angustia, ansiedad o distrés o alguna psicopatía, dependiendo del tipo de frustración y del motivo de la misma, como asimismo, de la personalidad del frustrado. La RAE define a agresión como “acción y efecto de agredir”, “acometer” lo que significa acometer a alguien para herirle, matarlo o hacerle algún tipo de daño. Puede decirse que de algún modo la agresión “significa el acto opuesto o contrario al derecho de otro”. Psicológicamente la agresión “es una manifestación de la personalidad dirigida hacia un objeto y que implica un ataque, y a menudo un intento hostil y destructivo”. Alonso Fernández remarca que la agresividad específica del hombre, alcanza frecuentemente grados de ferocidad y violencia muy raros entre los animales. En este sentido Portman señala que “no hay animales que hagan a sus congéneres lo que se hacen unos hombres a otros”. 86 Frustración como acción de “privar a uno de lo que esperaba o dejar sin efecto algo o malograr un intento” 157 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Bruno87 destaca que la manera habitual de la conducta del hombre “lo conduce suavemente hacia satisfacciones acostumbradas y genera muy pocos o ningún impulso de agresividad, pero si los obstáculos surgen en los senderos habituales de los esquemas establecidos, habrá un fuerte impulso correspondiente a la conducta agresiva.” Sintetiza la secuencia en la tríada siguiente: frustración = ira = agresión, en la que ubica a la agresión como “un intento de eliminar la fuente de la frustración y así dejar libre el sendero hacia el objetivo deseado”. La agresividad puede manifestarse de diferentes formas o actos, entre los que se incluyen desde la agresión verbal (gritos, insultos, difamación, mentiras, etc.) hasta la agresión física (golpe, herida, tortura, muerte, etc.). Incluso, determinadas formas de la agresión social, como el mobbing o el bulling conllevan la agresión psíquica. La agresividad se cataloga más como pulsión aprendida que biológica, dado que el hombre se manifiesta en formas opuestas: mientras hay comunidades que son esencialmente agresivas, hay otras que tienen vocación pacifista. Igualmente ocurre con las personas: las hay agresivas en distintos grados y otras pacíficas, también en distintos grados. Una cosa es evidente: no todos los hombres son agresivos. Otra nota es que la agresividad nace con motivaciones y una vez que surge, si el motivo no cesa, la agresividad se expande. Raramente hay agresividad “sine materia” en hombres normales. Otros instintos naturales El hambre y la sed El instinto humano siempre se manifiesta como “ganas de algo” y por esto los instintos básicos o naturales nos inducen a sentir esas ganas y a satisfacerla. Entre las “ganas” naturales y auténticas, además del instinto sexual se encuentra el instinto del hambre al cual, en forma simple, podemos indicar como las “ganas necesarias de comer”. ¿Por qué esta distinción de necesaria? Pues sabemos que lo instintivo puede ser manifestado en forma natural y auténtica, pero también puede pervertirse cuando se liberan en forma apasionada los instintos. Así, el hambre como necesidad fisiológica natural es un instinto primario en defensa de la vida. Si no se come se muere de hambre. Nuestro cerebro posee neuronas que regulan un centro de hambre (centro activador del hambre), pero también hay otro centro que es el centro de la saciedad (centro inhibidor del hambre) que nos indica “hasta cuándo” hay que comer y “cuánto hay que comer” para satisfacer la necesidad elemental de mantenerse vivo. Bruno, Antonio Horacio – CONNOTACIONES MÉDICO-LEGALES DE LA AGRESIVIDAD: 38-39 Rev. AMA, Bs. As., marzo-abril 1981 87 158 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA El instinto del hambre está dirigido por el apetito de comer que es un impulso instintivo que nos lleva a satisfacer deseos o necesidades, en este caso, el hambre. Pero no es lo mismo apetito que hambre. El hambre es el instinto natural, el apetito una función reguladora. El apetito tiene un centro regulador en el hipotálamo, en el núcleo ventromedial. El daño de este núcleo despierta hambre y apetito y el afectado come todo lo que esté a su alcance (hiperorexia). El centro parece actuar frente a la disponibilidad de alimentos pero no en función de necesidades calóricas, pues si no hay alimentos disponibles, el afectado no se manifiesta hambriento. El hambre, en cambio, tiene un centro en hipotálamo lateral y es el que responde a necesidades calóricas y, a su vez, regula el centro del apetito. El daño de este centro también provoca hiperorexia. En cambio, la anorexia parece estar regulada por factores psíquicos, del mismo modo que la bulimia. El hambre es regulado por el nivel de glucosa en sangre, aunque la vista de alimentos apetitosos induce a comer, pero no por hambre sino por exacerbación del apetito. El hombre es un ser omnívoro, es decir, naturalmente está condicionado para comer todo lo que no le produce daño. Su dieta debe incluir vegetales y carnes. No puede ni debe cambiar esto. La educación auténtica debe contemplar que nos formemos con un folklore gastronómico amplio, que tenga equilibrio en cantidad, calidad y oportunidad. No se debe comer por comer, sin pautas ni pausas. Hay un biorritmo que nos dice: comer cuando se tenga hambre, en cantidad que no indigeste ni altere las otras funciones. Los horarios de las ingestas tradicionales (desayuno, almuerzo y cena) tienen alguna razón de ser y deben ser respetados. En cuanto a la calidad de alimentos y bebidas, demás está decir que deben de estar en un orden equilibrado, natural. Evitar todo lo artificioso y desequilibrado. No dejarse seducir por dietas dañinas e incompletas. Respecto de otras necesidades instintivas como es la sed, el dormir y regulación de excretas, debemos condicionar nuestros hábitos a respetar el ritmo propio y no alterarlos. La necesidad social debe ser regulada para que no se sobreponga a las necesidades fisiológicas. Se debe trabajar, pero el trabajo no debe ser motivo de alterar el biociclo. La sed es un instinto de supervivencia elemental como el hambre. Nuestro cuerpo es 65% agua y pierde más de tres litros diarios entre excretas y transpiración. La deshidratación natural es la que impulsa a beber mediante el instinto de la sed. El impulso de la sed se dirige siempre a buscar líquidos, siendo el principal el agua. El centro de la sed radica en el área supraóptica del hipotálamo en un grupo de células llamadas osmorreceptoras porque controlan la concentración sanguínea. Tanto la falta de ingesta como el exceso de la misma, alteran la concentración de sales en el agua (especialmente sodio y potasio). Cuando la sangre se concentra mucho, se estimulan los osmorreceptores y estos envían mensajes a la hipófisis desencadenando la sed. Además, los riñones regulan la excreción urinaria mediante la hormona antidiurética (ADH) que secreta la hipófisis. La ADH impide la pérdida de agua cuando la ingesta no es normal. Una sangre muy concentrada estimula una mayor secreción de ADH y viceversa. Las hormonas mineralcorticoides secretadas por la corteza suprarrenal regulan 159 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA los niveles de sodio y potasio eliminados por la orina y así mantienen el equilibrio de la concentración sanguínea. Salvo una gran excepción o necesidad ineludible, el hombre debe buscar ejercer profesiones u oficios que le permitan sustentarse pero sin dañar su cuerpo ni su mente. Si este daño ocurre, se vive inadecuadamente y esto es inauténtico. El hombre auténtico tiende a respetar el ciclo natural de luz / sombra, que es propio del ciclo día / noche: el día es para la actividad, la noche para el reposo. Lo contrario le lleva a la alteración de su ciclo circadiano, a la enfermedad y a la inautenticidad. Con lo expuesto queremos dejar bien examinado lo relativo a lo instintivo: debe respetarse los ciclos naturales, la alimentación natural, las bebidas naturales, el uso correcto de las sensaciones instintivas, mediante el ejercicio de la inteligencia y la razón, a la luz del afecto y con el control férreo de la voluntad. Esto se extiende a los instintos protectores de la vida como pueden ser el miedo (prevención del peligro), instinto de defensa (lucha o huída), etc. Razón, afecto y voluntad son los únicos atributos firmes del hombre auténtico y educarse es poseerlos en su plenitud. Los instintos alterados Con los mismos criterios que aplicamos al instinto sexual, debemos enfrentar a los otros instintos. Una sensación de sed o hambre no nos debe inducir a conductas desordenadas que nos provoquen daño. El acto de alimentarse debe ser estudiado por el hombre a la luz de su inteligencia para comprender hasta qué punto come para nutrirse y hasta qué punto come por una sensación de gula. Igualmente debe proceder con la bebida. Debe beber lo necesario, sin excesos. Cuando se transgrede las reglas del equilibrio aparecen desvíos como la anorexia y bulimia, como expresión de perversión de una válida sensación de hambre y de dipsomanía cuando es sed patológica. En cuanto a la calidad de alimentos y bebidas, demás está decir que deben de estar en un orden equilibrado, natural. Evitar todo lo artificioso y desequilibrado. No dejarse seducir por dietas dañinas e incompletas. La educación auténtica debe contemplar que nos formemos con un folklore gastronómico amplio, que tenga equilibrio en cantidad, calidad y oportunidad. No se debe comer por comer, sin pautas ni pausas. Como corolario es necesario destacar el incremento de la tendencia al instinto de agresión o violencia. Está ligado a los instintos primarios de odio e ira y el factor desencadenante es la frustración. La agresión, si bien puede estar motivada o impulsada por instintos primarios, siempre es una conducta aprendida y un resultado social. La agresión, más que instintiva, es una reacción condicionada culturalmente. Se es agresivo porque el medio condiciona esa agresividad. Todo ocurre a tal punto se ha llegado a hablar de que existe actualmente una “cultura de la violencia” en donde lo agresivo es el condimento principal. Quizás dentro del instinto de la violencia pueda incluirse el instinto de matar, el que puede ser despertado por pasiones violentas o estados de emoción violenta, estados psicóticos o estados de 160 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA estrés crónico. El instinto de matar se manifiesta como compulsión homicida. Otras veces, hay manifestaciones de instintos sanguinarios que llevan al sadismo como es torturar sin motivos, con torturas físicas cruentas o, en el caso de relaciones sexuales desviadas, al sadomasoquismo también violento. Una de las variaciones de este instinto está en el llamado “hombre golpeador” que tiene por hábito o costumbre golpear. Sobre todo, a seres más débiles e indefensos como son ancianos, mujeres y niños y normalmente, este caso se encuentra dentro de la llamada violencia familiar. Otros casos pueden ser hallados dentro de fuerzas policiales o militares o carcelarias. He efectuado esta larga digresión entre las diferencias de pulsiones o impulsos naturales y su diferencia entre las motivaciones y los deseos del hombre que hacen posible cambiar lo natural por conductas diferentes, incluso, antinaturales. Esto puede afectar la conducta personal de un médico y aunque parezca de Perogrullo es necesario conocer estos aspectos porque omitirlos no ayuda a conformar un concepto filosófico de la medicina puesto que esta ciencia involucra insoslayablemente a la persona del médico como una de las cuestiones fundamentales para su ejercicio. El correcto conocimiento de todos estos temas, que explican en parte los fenómenos medico-sociales actuales, permite, en primer lugar, que el médico aprenda a conocerse y controlarse personalmente como hombre que tiende a lo naturalmente bueno. Sólo así podrá extender a sus pacientes un ejemplo de conducta y dar las indicaciones precisas y coherentes y no contradictorias. También estos conocimientos son aplicables fundamentalmente al paciente, el cual, obviamente, enferma por sufrir un desmanejo de instintos, deseos, motivaciones, etc. El mensaje de Sloterdijk sintetiza, desde un punto de vista cultural más literario y menos científico, cómo el hombre por tener posibilidades, ha transformado por sus motivaciones y deseos, todas las necesidades primigenias. Pero esto lo aleja de su función trascendente para dejarlo fijo en un plano, que los existencialistas catalogan como “abyecto”. Si tenemos en cuenta que el sufijo “yecto” significaría, como antes lo expliqué y ahora itero, más o menos, “llevar a…” “tirar a…”, “impulsar a…”, es decir, el impulso que mueve en una dirección determinada, “proyecto” sería “impulsar hacia delante” y “abyecto” es “impulsar hacia abajo”. Mientras el hombre natural está estructurado en su esencia para realizar proyecto, el “animal fracasado” sufre una caída en su escala natural (abyección), de forma tal que no está ni en lo animal ni en lo humano, en lo que se refiere a genuinidad o autenticidad. Esto lo resume Sloterdijk, en sus conceptos de Necesitania y Posibilitania, que el hombre actual está inmerso más en Posibilitania: “es un continente en el que nos complicamos la vida con listas de posibilidades que te obligan a tener deseos que antes desconocías”. En cierto modo, la Posibilitania, quizá, fue antelada por León Tolstoy cuando afirmó que el hombre de hoy le interesa más “tener que ser”. Pero la posibilidad de Sloterdijk no es la posibilidad de Heidegger, en el sentido de que la vida del hombre es un repertorio de posibilidades para construir un proyecto existencial. Las posibilidades de Sloterdijk son, precisamente, todo lo 161 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA contrario a las posibilidades de Heidegger. Mientras las primeras conducen al hombre a un nivel artificial y lo alejan de toda condición humana y animal y lo transforman en un mero ente de costumbres vacuas, las segundas le marcan el camino de su esencia auténtica. Antes que Sloterdijk, la psicología de la motivación había advertido la presencia de las motivaciones lúdicas o hedonistas que creaban en el hombre nuevas y desconocidas “necesidades”, fundamentalmente debido a las propuestas que la tecnología y el uso de modas y nuevas costumbres imponía por diversos medios, entre ellos, los medios de comunicación masiva o social. El consumismo feroz que hoy azota a la humanidad que puede adquirir algo fue antelado, por ejemplo, por Nuttin y colaboradores88, quienes advirtieron que la publicidad dirigida con mensajes subliminales imponía modas de ropas, bebidas, elementos para comer y, sobre todo, la comida prefabricada. Así, la necesidad de vestirse y comer es modificada al exacerbar tendencias a ingerir lo que se publicita. Otro tanto sucede con el instinto sexual, el cual ya no es un mero medio para la simple procreación sino que por refinadas técnicas pornográficas se magnifica el impulso erótico y una excesiva erotización llega a costumbres sexuales antinaturales o a vicios marcados de degeneración física y psíquica. El sexópata ya no es una excepción sino la regla. En síntesis: Sloterdijk pone el dedo en una llaga ya conocida. Pero lo hace proponiendo que la cuestión entre en una especie de filosofía de lo cotidiano a fin de corregir los excesos y anomalías que sobre las necesidades naturales ha tejido el simple hecho de tener posibilidades de hacer otras cosas, incluso las artificiales que adquieren un fuerza de pulsión mayor que las naturales. Todo ocurre a tal punto que se suplanta completamente lo natural por lo artificial en grado que le causa mucho daño pues lo desnaturaliza en su propio ser. Éste es el quid de la filosofía de Sloterdijk, que lleva casi a dudar a Safranski de que el intento del filósofo alemán logre su objetivo en una humanidad autística para el pensamiento filosófico, concluyendo que la ética que sostiene no tiene suficiente vitalidad para imponerse (“ética agónica”) La conjunción de la “filosofía abierta” (que muchos autores actuales usan) con los conceptos científicos psicológicos y médicos que hoy se conocen, producen una mixtura entre ciencia y filosofía, que si bien es ingeniosa y de cierta utilidad, lleva al pensamiento filosófico a una dimensión desconocida para el mismo, puesto que le es muy difícil bajar de su pedestal abstracto y estrictamente intelectual a un nivel pragmático. La filosofía tradicional ha evitado todo pragmatismo porque entendía que su misión era el pensamiento crítico y no la enseñanza de conductas correctoras de los desvíos morales, éticos, etc. Las cuestiones del meollo que hacen al conocimiento del ser del hombre, su rol de animal inteligente y el desarrollo del potencial mental de pensar lo más correctamente posible son las funciones que se autoasignaron todos los filósofos de la humanidad, desde que el hombre comenzó a filosofar. El hombre de hoy, perdido en su propia confusión de todo lo que culturalmente aprendió e instauró a través de los siglos, 88 Nuttin, J, op. cit. 162 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA genera también una camada de “filósofos” que buscan “su propio destino” para encausar el caos mental, espiritual y social que aflige cada vez más a la humanidad (y a los mismos filósofos, ya que los diálogos de Platón señalan como mentes muy inteligentes convivían con la pederastia, lo que hoy se considera poco ético). Pero este complejo ser humano, que se expresa de modos tan diversos y diferentes, es reacio a conformarse con su autenticidad y en cada generación oscila entre el equilibrio y el desvío, terminando más en el desequilibrio que en la armonía. No obstante, creo sinceramente que todo esfuerzo es válido, pues marca profundamente que todavía hay hombres que no naufragan en el delirio y que puede sobrenadar en la existencia que lo ahoga, para mantenerse lúcido y vivir bien, como lo manda su orden natural y genuino. En este tema del estado actual de la filosofía no puede dejarse de lado la tendencia filosófica reinante, hacia un exagerado relativismo, el cual llega a las ciencias médicas para dar lugar a conceptos contradictorios debido a las discrepancias sobre los métodos científicos y sus resultados. El relativismo clásico En parágrafo anterior habíamos dicho que la mutabilidad de un concepto, por nuevos puntos de vista o la mera imposibilidad de demostrar la inmutabilidad absoluta de un concepto, lleva a escepticismo llamado relativismo. El relativismo sostenía que todo conocimiento puede ser percibido de modos distintos, de acuerdo a las características de cada persona. Para Fatone, la doctrina relativista o relativismo clásico es una forma especial de pensar que deriva del escepticismo, para el cual todos los conocimientos son relativos, lo que impide un conocimiento absoluto, puesto que todo conocimiento lo es en relación con el sujeto que tiene caracteres propios que condicionan todo conocimiento, por lo que ahí se establece lo relativo. Todo conocimiento es, en última instancia, una relación entre sujeto y objeto y esa relación no depende sólo del objeto sino también del sujeto, ergo, todo conocimiento por ser una mera relación es relativo. Se atribuye a Protágoras la introducción del principio de relatividad. El relativismo no sólo es filosófico sino que se extiende a todas las ciencias y actividades del hombre e incluso a todos “los modos de pensar” aparecidos en cada era de la humanidad. Así, todo conocimiento dependerá de las condiciones sociales, económicas, culturales del medio, de la situación histórica, de la profesión, de la edad, del sexo, etc. Los relativistas se apoyan, de algún modo, en los agnosticistas, para los cuales todo conocimiento absoluto escapa a la posibilidad de conocimiento humano, lo que convierte, tácitamente, a todo conocimiento humano como conocimiento relativo. 163 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Esto llevó a Protágoras a afirmar que el hombre es la medida de todas las cosas. Así lo que uno pueden considerar absolutamente verdadero, otros podrán negarlo o decir que es una verdad a medias. Luego, las cosas no son en sí algo absoluto, sino que dependen de la posibilidad de conocimiento de cada hombre. Las cosas son porque el hombre indaga sobre su ser y propone su esencia. Esta escuela, llevada a su máxima expresión sería como enunciar “nada es absoluto, todo es relativo” y el conocimiento no es una entidad independiente, sino algo que siempre dependerá del hombre, pero no con uniformidad y universalidad absoluta, sino relativa, pues dependerá de la capacidad de conocimiento de cada hombre en particular. Luego el principio de relatividad establece que todo es verdad, lo que equivale a decir que la verdad, por sí misma no existe, sino es una entidad que cada hombre establece para su criterio personal. Ergo, todas las opiniones y creencias serán verdades relativas para todos aquellos que así lo acepten. De ahí, que todo es verdad. Sócrates fue quien rebatió a Protágoras diciendo que no está bien que lo que a cada uno le parezca, así sea para él y que sólo es irrebatible o verdadero lo que todos pueden ver por igual. Por lo tanto, supeditar la verdad a los sentidos no da al hombre la supremacía de la verdad a través de la inteligencia, y esto traslada la cuestión a que la verdad también podría ser mejor patrimonio de los animales que tienen más desarrollados sus sentidos. Es evidente que el sensismo, o doctrina del conocimiento sólo posible a través de lo sensible o captable por los sentidos, soslaya la función principal del hombre: su inteligencia, la que no depende de los sentidos estrictamente sino de la capacidad de razonar, esto es, formar juicios que puedan dar sentido y significado a las cosas visibles e invisibles, a los objetos sensoriales y a las sensaciones extrasensoriales. Así puede analizar lo que ve y capta por los sentidos, pero también sus sentimientos, emociones, y abstractos racionales propios de la mente del hombre. A un cerdo no se le ocurriría detenerse a considerar si una margarita es bella o fea. Simplemente es un vegetal comestible y nada más. El instinto primario es el que impera sobre toda otra posibilidad de consideración de su relación con los entes ambientales. El cerdo no establece un mundo. Las cosas están ahí y sólo le serán interesantes si les sirve para algo en particular. Los vegetales son alimentos, el suelo es cama y otros animales pueden ser algo que les lleve a luchar o huir. ¿Para qué pensar? Todo está resuelto con el instinto. Por eso es animal. Su verdad es sólo esa realidad. Los relativismos son diversos, según el punto de vista de cada relativista. Habría un relativismo humanista porque postula que el conocimiento es sólo conocimiento humano y por lo tanto no absoluto, pues en este caso las cosas son lo que el hombre quiera que sean. También habría un relativismo histórico: las cosas son o dependen siempre de la situación histórica en que el hombre se encuentra. Así la Tierra es plana en la medievalidad pero se vuelve redonda en la modernidad. El relativismo social cree que un conocimiento está supeditado siempre a las 164 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA exigencias del grupo humano al cual se pertenece. Esos grupos ejercen una especie de presión sobre el individuo y les obligan a pensar de una manera determinada. Otros puntos de vista ubican un relativismo económico para el cual todo conocimiento será influenciado por las condiciones económicas del medio y de la clase social a la que el individuo pertenezca. Si se quiere seguir esta tendencia a relativizar según el punto de vista que se quiera enfocar, llegaríamos a infinitas posibilidades. Naturalmente, en este caso, el conocimiento que manifiesta el relativismo, es relativo (referido) al conocimiento del particular objeto puesto en el punto de vista, pero no del mecanismo del conocimiento en general. No busca ninguna verdad, sino que establece de antemano y sin mayor profundidad de pensamiento que “todo es verdad”, por lo que, según esta tesis, no hay indagar sobre nada ni establecer diferencias. El deseo de conocer la verdad La búsqueda de la verdad y la excelencia es una tarea en términos bizantinos o, mejor dicho, discusión bizantina, puesto que los puntos de vista tienden a ser más pesimistas que optimistas cuando no pueden ponerse de acuerdo sobre qué es la verdad. Hay un desencuentro entre la tendencia al denominado absolutismo, y al relativismo, porque las razones que se exponen en pro de una u otra tendencia no conforman las expectativas de uno u otro bando. El sofismo o seudofilosofía actual y sus galimatías siembran el camino del pensamiento con una retórica retorcida y cargada de un barroquismo muy especial. Los “rococoes” retóricos tratan de ocultar la descomposición social, la disociación de la sociedad y del hombre de hoy y cubrir con un barniz espeso, el tremendo vacío cultural y espiritual. A la pregunta socrática (interrogante que sondea sobre la verdad y su encuentro a través del absurdo) se responde con el “discurso de la pavada” que va el discurso de la inalteridad que ya aludimos, con aquello de que esto no cambia más, hasta el triunfalismo o exitismo coyuntural del “todo está bien” o “todo está en orden”, “las cosas siguen el rumbo normal y lógico”. Con ambos extremismos se explican o se busca fundamentar todas las calamidades desatadas en la actual caja de Pandora y todas las desesperanzas que quedan dentro de esa caja. En la opinión de Cruz, sobre la posibilidad de que la filosofía actual es escasa, para que sea capaz de poner en crisis a la razón y de justificar el relativismo, llamar la atención sobre los excesos de la razón, introducir las necesarias dosis de escepticismo, tomar distancia respecto al carácter último de los valores, aunque todo esto es de algún modo, apetecible y saludable. El problema no consiste en la forma de plantear sino en la de concluir. Cuando todo el método de revisionismo filosófico termina desembocando, como si fuera una especie de conclusión inevitable, en una negación absoluta de la posibilidad de elaborar y no de 165 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA fundamentar, sino simplemente hacer posible todo proyecto Es otra forma de fatalismo del discurso de la inalteridad (lo que no puede ser alterado), pero con visos filosóficos. El relativismo contemporáneo, luego de señalar que no hay posibilidad de fundamentar ningún valor, concluye en que tanto da defender una cosa como otra, defendamos lo que defendamos, nunca podremos justificar hasta el final nuestra preferencia. Caemos en la filosofía del cambalachismo discepoliano que antes comentamos. Todo esto opera, según Cruz, como una abdicación de la facultad crítica por excelencia, propia de la filosofía. El relativismo filosófico, en sus orígenes, era casi todo lo contrario a esta postura de abdicación actual. Era la reivindicación de que todo debe ser sometido a la crítica porque no disponemos de ninguna certeza previa. Ejerciendo esta crítica, iremos obteniendo elementos modestos o humano, pero por sobre todo, elementos de algún tipo de certidumbre. En consecuencia, este relativismo posmoderno de ahora proporciona una inversión del signo del debate y esto lo hace en un sentido paralizador. No se cuestiona para buscar certeza, sino directamente la actitud es no hacer nada, no cuestionar (en el sentido estricto de esta palabra, pues lo que se está dando son seudocuestiones bajo la forma de cuestiones agudas o refinadas). Con relación al supuesto caos o desorden que significaría admitir el absolutismo del relativismo, Umberto Eco,89 como semiólogo por excelencia, nos propone que en un momento las palabras parecen valer muy poco, o confundirse unas con las otras, por lo que hay que precisar las diferencias, argumentando que ello es esencial para entender una realidad concreta. Como un eterno retorno caemos nuevamente en la cuestión del lenguaje para interpretar la realidad, cosa que ya analizamos más extensamente antes. Eco resalta que ciertos debates (incluso entre personas que presumiblemente algo saben de filosofía) impresionan como que se desarrollan a porrazos, sin finura alguna, usando términos delicados como si fueran piedras (tirar pedradas para lapidar otras formas de pensar, entender o interpretar). Esta situación es lo que llevó a interpretar todo bajo el aspecto del relativismo. Eco, como buen semiólogo, propone analizar el significado de la palabra relativismo para mejor comprender y explicar este fenómeno en sí. Gramaticalmente arrancamos con un serio problema, dado que relativo es: 1. lo hace relación a una cosa o cuestión 2. lo que no es absoluto 89 Umberto Eco – EL RELATIVISMO Y EL FUNDAMENTALISMO, El Mundo, 20-8-2005 166 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Estas concepciones distintas han generado, según la RAE, dos doctrinas filosóficas diversas: 1. El relativismo “según el cual el conocimiento humano sólo tiene por objeto relaciones, sin llegar nunca a lo absoluto” 2. El relativismo “según el cual la realidad carece de sustrato permanente y consiste en la relación de los fenómenos” Desde esta perspectiva connotativa, Eco postula que relativismo, en filosofía, quiere decir que nuestras representaciones del mundo no agotan su complejidad, sino que se trata siempre de visiones con diferentes perspectivas y cada una de ellas contiene un germen de verdad. De ser así volvemos a la cuestión, entonces, de que llegar a la verdad sólo consistiría en integrar los diferentes puntos de vista o perspectivas individuales que sean correctas, para llegar al conocimiento completo, integrado, holístico y casi absoluto de una realidad (fenómeno o cuestión). Para obtener el holismo es precisar fijar paradigmas y toda proposición será verdadera si se inserta en el paradigma. Desde otra perspectiva: el conjunto de relativismos positivos pueden ayudar a conformar lo absoluto de un fenómeno. Me parece que esta sugestión puede ofrecer una posibilidad de solución al caos del relativismo actual pero implica una actitud muy rebuscada y de dudoso éxito. Aun, con relativismos positivos no se subsana la cuestión de fondo que es el relativismo en sí. Ordenar o cambiar al relativismo con relativismos no es muy comprensible ni ofrece un método esclarecedor. Pero puede ocurrir que una determinada cuestión o realidad sea aprehendida de acuerdo a representaciones de correspondencia a exigencias histórico-culturales (como acontece con la interpretación o hermenéutica de hechos históricos). Esta forma de aprehender e interpretar no busca ni tiene nada que ver con la verdad sino con necesidades coyunturales (pragmatismo filosófico de Rorty).90 Es patente que esta postura filosófica responde a una cuestión de decisión y elección totalmente voluntaria de acomodar la realidad a un interés social, político o cultural determinado, pero no tiene nada que ver con la verdad. En otro orden de cosas, eso de interpretar la realidad según un bagaje cultural previo, es otra cuestión ya abordada por Kant cuando sostiene que el relativismo significa que lo que conocemos es relativo al modo en que cada sujeto lo conoce. Es también probable y posible que algunas cuestiones, como la ética y la axiología sean siempre relativas a una determinada cultura, usos y costumbres de una sociedad (así el canibalismo y el incesto es normal para ciertas tribus primitivas mientras que sociedades desarrolladas rechazan ambas costumbres). Quizá todas estas cuestiones llevan a Nietzsche a pensar que no hay hechos sino sólo interpretaciones. 90 Richard Rorty – CONSEQUENCES OF PRAGMATISM, University of Minnesota Press, 1982 167 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Pero, forzosamente debemos admitir: 1. La realidad es un conjunto de hechos, cuya fenomenalidad es no controvertible: las cosas se muestran y están ahi 2. Que esos hechos están sujetos a las interpretaciones subjetivas e individuales, dentro de las cuales juegan el grado de inteligencia, la perfección del lenguaje, la objetividad y corrección de la percepción y el bagaje cultural previo Estas proposiciones ya las formulamos con otro esquema pero esencialmente es lo mismo. No se trata de discutir la realidad y las formas de percepción y expresión, lo cual como fenómeno dado es por todos conocido. La intención de analizar todo esto es llegar a conclusiones que armonicen “lo que ocurre” con la idea de “cómo debiera ocurrir” para llegar a la conclusión de que “ocurre como debiera ser”, o no, para lograr la verdad de la realidad. Esa verdad será conocida porque admite un consentimiento universal y es igual para diferentes concepciones e independientemente del modo a que se llegan las conclusiones e, incluso, llegar a esas concepciones sin que las personas que las sostienen se hayan comunicado entre sí. Cuando una realidad es percibida del mismo modo por sociedades desconocidas entre sí y sin relación con el tiempo y el espacio (tiempo y espacios diferentes), estamos ante la cuestión de aprehender más ceñidamente un fenómeno por su idéntica percepción e interpretación en circunstancias diferentes. Sin dudas, hay una vía común final para explicar e interpretar las cuestiones esenciales e inherentes a la naturaleza del hombre. De otro modo tendríamos que admitir que existen diferentes cuestiones y esencias humanas y que no existe la vía común final. La idea del relativismo filosófico ha rondado muchas épocas históricas con distintas connotaciones y denotaciones. Pero el relativismo referido en la actualidad ha surgido por las formas del pensamiento moderno o posmoderno que a veces está en contraste recíproco con sus formulaciones. El relativismo no es un análisis del pensar, sino más bien, como dice Eco, un “ímpetu polémico” nacido de las concepciones filosóficas, políticas o religiosas opuestas. Cuando dos posiciones contradictorias tienden a ser absolutistas, se trata de zanjar la cuestión apelando al relativismo (o al fundamentalismo). Pero, también, como sostiene Eco, todo parece terminar en una mera “cuestión de palabras”, mas este pensador cree que no es así porque realmente “es una cuestión de sutilísimos debates filosóficos, teológicos y políticos que no ganan nada en verse reducidos, ni por una parte ni por la otra, en un apedreamiento de palabras fetiches”.91 En síntesis: el mejor estilo de un puro sofismo. 91 Fetiche, para Eco, es lo que está vacío de contenido o significado 168 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Volvamos ahora a las cuestiones pragmáticas del relativismo posmoderno. Frente a las posiciones que postulan que la noción de derechos humanos no puede hallar fundamentos racionales y que sólo quedaría el arte de educar nuestros sentimientos, Cruz sustenta algunos principios. Comienza su análisis desde un punto de vista de los procesos históricos para destacar que la dimensión de la socialización colectiva se vehiculiza de muchas maneras, y suponer que los ciudadanos van interiorizando una serie de valores sólo porque se dedican a leer tratados filosóficos del derecho, es una teoría completamente absurda. El modo en el que los individuos van incorporando y construyendo esa cosa llamada identidad o sentimiento de pertenencia a un grupo, circula por múltiples vías. Sin ninguna duda, existe una educación sentimental que llega a través de las novelas y del cine. De algún modo esto permitiría que alguien pensara que Estados Unidos ha elaborado un sentimiento de pertenencia a través de ver películas del Far West, y esto puede ser parcialmente cierto en algunas mentalidades norteamericanas. Pero si la teoría sólo se sustenta en ese principio de formación de sentimiento de pertenencia exclusivamente a través del cine y la literatura, sería una afirmación simplista más que ridícula. Es posible que muchas afirmaciones de un orden mayor tengan un carácter histórico. Esto no significa en modo absoluto, que cualquier cosa que podamos defender, incluyendo los derechos humanos, es una afirmación meramente histórica. Decir que algo tiene afirmación histórica no es una forma de quitarle valor a ese algo, sino, precisamente, una forma de intentar puntualizar su valor. Sin embargo, hay fenómenos sociales que nada tienen que ver con el devenir histórico y social y si alguien adopta un sistema de vida similar a lo que ve en el cine o en la televisión, es porque previamente admitía o tenía tendencia a tal estilo o, simplemente, es un autómata que adopta costumbres nada más porque las ve en la realidad o en la ficción. No es muy convincente que una persona adopte un estilo de vida simplemente porque lo vio y sin recapacitar. Si esto sucede es porque esa persona tiene un vacío total de pensamiento y espíritu, a tal punto que sólo vive según las circunstancias, reales o ficticias, que se le proponen. Los valores pueden presentarse en un desarrollo histórico. Pero no es el devenir puro de la historia que los produce, sino un desarrollo espiritual propio del pensamiento filosófico del hombre. Los valores pueden formarse a través de una cultura determinada, en la que influya la literatura o los medios audiovisuales, pero el valor en sí no es fruto de la actividad literaria o audiovisual, sino de un pensamiento que se vehiculiza por la literatura y los medios audiovisuales. Es probable, y fácticamente es real, que los medios de comunicación actuales, la tecnología actual y quizás la antigua comunicación por medios escritos, ha influido e influye en el pensamiento colectivo. Pero es posible que esa influencia sea efectiva, porque había una 169 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA predisposición para aceptarla. Esto quiere decir que un determinado valor “penetra” en una sociedad, porque de algún modo, previamente, esa sociedad lo admite o ha contribuido a crearlo. No es el medio en sí exclusivamente el que produce el cambio, aunque contribuye a él. Es la predisposición personal para el cambio, el que hace que una sociedad sea permeable al mismo (Young)92 El medio sólo refuerza y justifica lo que ya es tendencia preexistente. Este fenómeno es al que asistimos en lo relativo a ciencias médicas cuando se recurre a Internet como fuente de conocimiento o buscando respuestas a determinadas preguntas médicas. La pantalla de la computadora se “inunda” con decenas de trabajos sobre el tema consultado y puede ocurrir, como yo lo comprobé, que 32 trabajos traten a un tema desde un determinado punto de vista y basado en “lo que más se acepta o se cree” que en la experiencia médica real, mientras que 3 trabajos se ocupaban de ubicar correctamente el conocimiento y su respuesta. Es decir, el médico tiene tendencia a aceptar por verdad lo que él previamente ha creído que es así y no trata de investigar cuál es la “verdad verdadera” o la recta certeza de un conocimiento, indagando todas las experiencias y puntos de vistas y no sólo acudiendo a una repetición interminable de falsos conocimientos o conocimientos contradictorios, de los cuáles antes he dado ejemplos concretos. La conducta común en medicina, es seguir la corriente de la mayoría, sin cuestionarse que si es buena o mala, falsa o verdadera. Basta que estadísticamente sea la más usada o aceptada. El otro fenómeno médico es que la ocurrencia frecuente de un error o un accidente o una iatrogenia, funciona cómo que la frecuencia y repetición de los hechos vuelvan “natural”, “corriente”, “aceptable”, o peor aún: “inevitable” el error, el accidente y la iatrogenia médica. Esto conlleva la aceptación tácita de la mal praxis médica en algunos medios, que consideran a tal malpraxis como un hecho posible de admitir y difícil de evitar. El mejor ejemplo es la infección intrahospitalaria dónde un germen es multirresistente a antibióticos, pero no al formol, a la lavandina y a otros antisépticos. La mala costumbre, o mejor dicho, la pérdida de la buena costumbre de la antisepsia, permiten el fenómeno. De este modo, por razones pragmáticas (económicas, mayor cantidad de cirugías, otros factores) un quirófano no se desinfecta completamente después de una intervención quirúrgica, una cama de sala tampoco se desinfecta antes de introducir otro paciente, techos, paredes, ventanas y pisos de las salas de enfermo no son desinfectadas diariamente y en debida forma. Tampoco las UTI por la razón de la permanente asistencia de enfermos. Si se volviera al antiguo concepto de asepsia rigurosa que por muchos años liberó al nosocomio público y privado, de infecciones, se abandonaría un poco la teoría del porcentaje inevitable de infección intrahospitalaria y se intentaría erradicarla con una costosa, compleja pero eficaz antisepsia. De igual modo, la elasticidad moral de aceptar la mala praxis como algo natural e imparable, desaparecería si todo profesional tiene en cuenta las causas sabidas de las malas praxis también conocidas y codificadas por las estadísticas o la casuística médica. Estos es: tener en cuenta la tendencia a la aceptación de conductas y conceptos médicos dentro de un pensamiento relativo, moralmente relajado y rechazar esa tendencia, para volver a Kimball Young – PSICOLOGÍA SOCIAL DE LA OPINIÓN PÚBLICA Y DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN, Paidós, Bs. As, 1969 92 170 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA aceptar determinados principios médicos menos relativos y más absolutos, especialmente en lo ético. El pensamiento filosófico antiguo y su inserción en la actualidad Cuando decimos que la ética griega, de Platón y Sócrates, es una ética histórica, no queremos manifestar que es algo obsoleto, sino que tiene el valor de la permanencia a través del tiempo y no fue algo coyuntural que surge de la mente de estos filósofos, sino fue la expresión histórica de un modo de ser del hombre, expresado a través del pensamiento escrito y conservado en los anales históricos. Por ende, la supervivencia histórica es el fundamento del valor en sí, como un hecho valioso producido por el hombre y su pensamiento trascendente. Surgió en un momento histórico de necesidad de ordenar el pensamiento humano y permaneció en la historia como testimonio de lo que es inmutable e inherente al hombre. Esto significa, lisa y llanamente, puntualizar y reforzar dicho valor. No es hacerlo relativo. Y si hubiese esa intención, esto sería francamente inviable porque con sólo enunciar su relatividad y minimizar su dimensión, no se puede hacer desaparecer un valor. Se podrá lograr en mentes desprevenidas y no cultivadas introducir una idea de depreciación y de obsoletismo. Esto influye en el devenir social de esas personas y su entorno que pasará a existir sin esos valores. Pero de ninguna manera destruye al valor en sí. La relatividad es un método que puede ser útil para determinados análisis. Hay cosas, precisamente las cosas relativas, que, obviamente necesitan “ser vistas con relatividad”. Pero las cosas o cuestiones cuya naturaleza es absoluta, no es posible someterlas a la relatividad sin caer en la irracionalidad. Tanto lo absoluto como lo relativo deben estar insertos en lo racional para su análisis. De otro modo, no es posible razonarlos, ni mucho menos filosofar con conclusiones válidas. Esto quiere decir que nos asiste todo el derecho a relativizar todo, incluyendo al propio relativismo. Pero una cosa es lo que podemos hacer y otra cosa son los resultados de nuestro hacer. Si nuestras conclusiones no alcanzan el grado de validez universal y de pleno consenso, por muy razonables que parezcan, dejan de ser tales por no presentarse con la debida convicción que trascienda lo meramente personal, para alcanzar a la convicción de otros. El relativista parece conformarse con el derrumbe dialéctico presunto de lo absoluto, pero padece un aparente autismo cuando no acepta otros razonamientos o los trata de desmerecer simplemente por no estar de acuerdo con sus criterios. 171 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Tanto lo relativo como lo absoluto debe estar fundamentados en criterios aceptables a la razón y a la experiencia de todos. Salvo que se trate de algo muy exclusivo, creativo e innovador, que por desconocido no alcance una dimensión de aceptación plena. Pero es el tiempo y la evolución lo que hará que lo aparentemente relativo se torne verdadero o lo aparentemente absoluto se vuelva relativo o falso. El tiempo decanta todos los falsos positivos y todos los falsos negativos y confirma lo que realmente es positivo o negativo, verdadero o falso. Ya hemos comentado la actitud de algunas naciones desarrolladas de la actualidad, en el sentido de que cultivan para sí una forma de ser pero no permiten que ésta trascienda a otras sociedades, negándoles el derecho de tener los mismos principios. Para Cruz, debemos delimitar las cuestiones a fin de evaluar si las sociedades tienen derecho a imponer algún tipo de restricciones, por ejemplo, a la circulación de personas por el territorio del mundo, con la sola intención de una supuesta defensa de los intereses de su ciudadanía. Especialmente de la ciudadanía que en un momento histórico determinado está ahí. Si un país con un enorme atractivo deja sus puertas abiertas, es posible y probable que eso pueda generar unas corrientes migratorias masivas, que puedan llegar a desestabilizarlo de un día para otro. El temor de esta desestabilización es la que genera la restricción del acceso en general. Esto conlleva algún grado de legitimidad y debe ser separado de otra cuestión más teórica, ligada a la ilegitimidad de que una organización excluya y genere humillación a otra organización social. En un momento determinado de su historia, muchos países optaron por un modelo de cohesión fundado en la sangre o en el linaje y esto ahora está revelando profundas insuficiencias sociales. Pero el problema social de la migración masiva no es un problema elitista de sangre o linaje, aunque pueda tener algunos visos de ello. En una época de relativa estabilidad social, es posible que uno no perciba los efectos que puedan tener, estas restricciones de ingreso por sangre, raza, linaje u otros motivos. Pero cuando opera una situación mundial de conflicto social, que abarca a gran parte de los países del mundo, especialmente a los subdesarrollados, la gente de esos países comienza a ir de aquí para allá, buscando simplemente sobrevivir. Es ahí cuando estallan todos los problemas. No es legítimo fundamentar la cohesión de una sociedad o una nación moderna, fundándose en el derecho de sangre o linaje porque esto lleva a la patología del nacionalismo fundamentalista, como ha ocurrido en la ex -Yugoslavia y en la Alemania nazi. En el proyecto moderno de las sociedades, la condición de ciudadano de un país tiene que ver con los derechos y la organización de lo público y no con la antigüedad de permanencia en el territorio. Es decir, no puede ser que alguien sea considerado un ciudadano de primera por el hecho de que todo su linaje lleve en ese territorio no sé cuántas generaciones, mientras que el recién llegado, o el hijo del recién llegado, se hace un ciudadano de segunda o de tercera. Ahí hay algo que previamente ha estado mal diseñado. El derecho de ciudadanía, intrínsecamente, es 172 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA igual para todos los que habitan una nación. El problema de la migración masiva no reside en la diferenciación social de la clase de ciudadano, sino en la capacidad de contención económica, política y social que una nación tiene. Cuando la superpoblación por aumento migratorio imprevisto y masivo crea el posible peligro potencial de una desestabilización, esto puede generar un derecho legítimo de restringir el ingreso a una nación. Pero si el ingreso se admite, la situación no se regula con otorgar por papeles, la condición de legales e ilegales, ciudadanos de primera o ciudadanos de segunda, basados en una discriminación racial o social. La discriminación racial es otro problema distinto al creado por el conflicto de la migración masiva. Pero esta migración hace que estallen los conflictos latentes y se confunda el derecho legítimo de restricción de ingreso, con la selección discriminatoria del ingreso. Usar el derecho de restricción de acceso a un país, basado en la discriminación racial, es un gesto de incultura y de retroceso. La xenofobia es una reacción de un pueblo inmaduro. Frente a esta conflictividad coyuntural de sociedades marcadas por fenómenos de exclusiones y migraciones, un filósofo debe conservar la esencia de su pensamiento para no constituir un mero crítico no comprometido con el proceso. En medicina no debe imperar ninguna discriminación de sexo, raza, religión, edad o condición social. Sin embargo muchos sistemas médicos usan la discriminación como un arma y dejan de asistir a un enfermo sólo porque éste pertenece a una raza, una etnia o una nacionalidad despreciada o devaluada socialmente en un país y esto lo convierte en un verdadero paria social fuera de su nación o su tribu. Frente a un enfermo, especialmente grave o moribundo, ningún médico de ningún país debe sobreponer la ley sobre la salud afectada. Un enfermo es un enfermo y no un ente que debe medirse por su raza, sexo o nacionalidad o extranjería, su tiene, o no, seguro social. Hay una obligación moral y científico de todos los médicos del mundo, que se consideren como tales, de atender a cualquier enfermo, en todas las situaciones, que se le requiera atención. No es lícito admitir que sólo pagando puede saltar por sobre las leyes (cómo ocurren en EE.UU., Brasil y otro países que no aceptan atender en hospitales públicos a nadie que no esté cubierto por un seguro social). El seguro social protege los medios económicos para solventar los gastos de permanencia del sistema, pero de ningún modo es un óbice para dejar morir un enfermo sin ningún tipo de asistencia o cobertura médica, estando el servicio médico habilitado para atender. Esta cuestión práctica del servicio de medicina discriminatorio de diversas maneras, forma parte de la cuestión médica filosófica. No se puede dejar de costado o alejarse de dicha cuestión. Si el filósofo toma una cierta distancia, debe hacerlo en función del servicio de algo. Está al servicio de hacer participar al resto de la ciudadanía de esta cuestión que él percibe, de lo que él cree más razonable y que puede ser mejor para todos. No se trata de tomar distancia y quedarse en esa distancia, sino que tomar distancia es algo como el primer movimiento del filósofo, para poder captar la dimensión real del problema, poderse concentrar en él debidamente, en el tiempo y espacio suficiente para abarcarlo correctamente. Luego de realizada su observación debe volver a la sociedad para poner y exponer su pensamiento al servicio de esa 173 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA comunidad. Ese es el trabajo filosófico de antes y de ahora. La filosofía muy intelectual, retórica, sumamente teórica, es atractiva desde un punto de vista intelectual, académico y en una especie de ludismo intelectual, pero no tiene vigencia real puesto que no comunica al hombre con su realidad. El relativismo como crítica a la filosofía: pensamiento de Mario Bunge El sistema filosófico científico Mario Bunge es un físico y filósofo que nació en la Argentina (Buenos Aires) pero que se radicó en Canadá y allí residió por vida como profesor de filosofía en la MacGill University de Montreal, habiendo obtenido el Premio Príncipe de Asturias por sus obras. He hecho esta amplia descripción para destacar por qué este filósofo prefiere pensar y escribir en inglés, más que en castellano. Quizá esto lo marque por su tendencia, en mi opinión, al clásico pragmatismo norteamericano, hijo propio del inglés. Esto no significa una connotación discriminatoria, sino resaltar la anglofilia notoria del autor. No soy anglofóbico. De ninguna manera. Comparto con Bunge la admiración por la tradición inglesa, su orden político y económico (no su colonialismo) y en el orden intelectual, el pragmatismo realista, el cual admiro mucho en Bertrand Russell. La visión filosófica de Bunge es esencialmente pragmática y su crítica arremete contra todo aquello que no se expresa en completa claridad al alcance de todos, sino que queda en la literatura académica llena de vericuetos de frases no muy entendibles a una primera lectura, debiendo ser sometidas a todos los vericuetos del academismo para ser aceptadas en la categoría de “frases profundas”. Para Bunge esta pretendida profundidad es realmente una abstracción ininteligible e inútil que más que ayudar a comprender termina llevando a la confusión y a la descomprensión de las cuestiones abordadas. Critica, asimismo, la filosofía que se pierde en el laberinto de discriminar etimologías y aclarar gramáticas, constituyendo esta tarea el grueso de una obra filosófica en particular. Descree así, en corrientes filosóficas existencialistas, posmodernistas y la hermenéutica. Tampoco acepta lo que él llama “seudociencias” en las que incluye, por ejemplo, el psicoanálisis y la homeopatía.93 En síntesis: como todo inglés pragmático, su postulado principal es que el pensamiento filosófico debe ser adaptado a un método científico y abandonar la dialéctica pura, especialmente 93 Personalmente, como médico, he observado que la psicología y la psiquiatría y dentro de ella, el psicoanálisis se han desbordado en conceptos y teorías que deforman al ser humano normal natural y sólo saben dimensionar un ser humano artificial y enfermo. No hay una psicología de la normalidad. Ni la psiquiatría ni el psicoanálisis han definido un ser humano normal. Lacan y Ey advirtieron esto, pero no profundizaron mucho para cambiar los conceptos y los rumbos desviados, a pesar de que obtuvieron algunos cambios positivos. En cuanto a la homeopatía, ciencia empírica, puede que tenga alguna razón en determinados casos, pero realmente funciona como una medicina de charlatanes más que de científicos y las recetas homeopáticas actuales son verdaderos (a veces peligrosos) cócteles de drogas potencialmente dañinas, aún en las denominadas dosis homeopáticas. No es este trabajo el ámbito para mostrar mi casuística de los errores de la homeopatía actual, pero existen muchos ejemplos que demuestran la poca eficiencia y seriedad de algunos tratamientos homeopáticos. Incluso hay diversos casos de iatrogenia. 174 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA aquella que se embarca en teorías y expresiones que poco tienen que ver con una realidad concreta y sólo expresan un modo particular de captar la realidad, pero con la pretensión de ser la verdad única. Tal cual se sintetiza todo esto, mi primera tentación es aceptar el pensamiento de Bunge, pero yendo a detalles, en forma general, pero también sintética, no todo es como Bunge pretende plantearlo. No puede basar un pensamiento filosófico en datos parcialmente ciertos, para concluir desde esa parcialidad, que el todo es inútil. Ya hemos analizado superficialmente algunos pensamientos de Bunge en otros parágrafos de este trabajo. Creo que este autor merece un párrafo aparte dentro de la consideración global del pensamiento filosófico, porque representa una corriente de pensamiento que brega, desde muchos puntos de vista, para que haya una “ciencia filosófica”. Pero mi impresión personal es que Bunge, como otros pensadores adeptos a su teoría, parecen olvidar que la misma ciencia está en una crisis de valores, virtudes e intelectualmente ofrece más incertidumbre que certeza permanente y trascendente. Ninguna de las llamadas ciencias ha logrado insertar cuestiones trascendentales en sí mismas. Han constituido hitos importantes del saber humano, que permitieron mediante un encadenamiento sistemático, llegar a un progreso del conocimiento. Pero hete aquí que cada etapa de ese conocimiento, torna relativo al pensamiento de la etapa precedente e incluso lo considera en algunos aspectos como contradictorio. Luego, si una cuestión es relativa, a ojo vista, y contradictoria en su aspectualidad, no es algo bueno para la intención filosófica de llegar a la verdad certera, es decir, universal y consensuada como tal. Obviamente, a menos que aceptemos totalmente, y sin cortapisas, un relativismo irracional, una cosa no puede ser unívoca y equívoca a la vez. O es una cosa o es otra. La ciencia se ha mostrado y demostrado que es más equívoca que unívoca en su devenir. Esto lo vemos en todas las consideradas ciencias. A medida que la tecnología cambia, varía el concepto científico. Antes se habló “científicamente” de una física empírica basada en leyes que se creían inmutables, del mismo modo que las matemáticas y la biología. Hoy, todos los conceptos antiguos, medievales y modernos cambiaron radicalmente: la tierra no es más plana sino redonda (y tampoco totalmente redonda), la materia no es absoluta, como tampoco la energía, pues ambas son intercambiables, a tal punto que hoy se sabe que ambas pueden ser lo mismo porque están constituidas por las mismas partículas y subpartículas. La biología molecular ha cambiado todos los conceptos que hasta ahora había sustentado la biología clásica. Y las matemáticas, que siempre alardearon de ser ciencias exactas como la física, hoy son tan relativas que ningún científico, después de Einstein y otros investigadores, se animan a postular una completa exactitud de las mismas. Ni hablar de los cambios de las ciencias médicas. La pregunta esencial es ¿cuál es la ciencia actual absoluta y predecible y, sobremanera, trascendental? No hay respuesta. La tecnología, con sus avances, puede en veinticuatro horas, o en cada segundo que transcurre, cambiar su obra e inventos, a tal punto de tornar obsoleta un 175 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA producto en cuestiones de horas. Igualmente ocurre con la incorporación y desactualización de datos (aprender y desaprender). ¿Es posible filosofar verdaderamente en esta coyuntura? Si Bunge desea despojar a la ciencia y a la filosofía de los “yuyos” intelectuales de las teorías rebuscadas y expresadas en un lenguaje inalcanzable, para lograr un “sistema de expresión” compatible con un “sistema para pensar con lógica, coherencia y comprensibilidad absoluta”, estoy totalmente de acuerdo con él. Pero el criticismo intelectual que produce un vacío de cuestiones concretas, convierte a su propia teoría en otro mito filosófico más. A menos que Bunge cambie el concepto de ciencia y logre un “sistema filosófico” que esté más allá de una crítica pura y de un relativismo sin salida. Espero que su obra94 logre este afán, pero soy escéptico parcial de que en el concepto actual de ciencia pueda fundarse una “filosofía científica”, pues hasta donde llega mi conocimiento, no es mucha la compatibilidad entre el pensamiento filosófico y el científico si lo enfocamos en todos los detalles. En lo que sí estoy de acuerdo total es que ambos pensamientos debe incorporar un método sistemático, de forma tal que se eviten desvíos que han llevado a dichas disciplinas (filosofía y ciencias) a la situación de ser objeto de críticas válidas. Como corrección de esta situación ahora existente entre filosofía y ciencia, en este trabajo he propuesto el análisis completo de los modos de pensar posibles en filosofía y como intentar que el pensamiento aspectual de la ciencia logre un pensamiento holístico dentro de la filosofía. Sin embargo, una cosa es criticar con fundamento y otra es descalificar todo porque una parte ha fallado. Debemos concentrarnos en encontrar una solución factible y un camino (método) (o sistema en la idea de Bunge) que permita ubicar exactamente a cada cosa en el lugar en que debe estar para cumplir con el fin que se ha propuesto. La ciencia tiene que dejar devaneos de completa artificialidad que cada vez daña más al hombre y hace que el presunto confort creado se transforme en un gigante que devora a la inteligencia y la vida del hombre. La filosofía, a su vez, también tiene que lograr desprenderse de una retórica (de apariencia corrección académica y profundidad abstracta intelectual) para ser una forma de pensar la vida que puede llegar a todos y ser el instrumento del cambio, hoy utópico: llevar los vacíos espirituales, crear el espacio de reflexión y cordura que desplace la insensatez y la estupidez actual, dejar fluir la bondad para contrarrestar la maldad de la violencia irracional y la bestialidad que crece geométricamente. En otras palabras: ciencia y filosofía deben complementarse mutuamente, no asimilarse en un falso mimetismo, para mejorar la vida humana y evitar el Apocalipsis de esta humanidad del siglo XXI que no ha extirpado sino agravado el hambre, la peste, la guerra y la muerte masiva, con sus exageraciones de la corrupción completa y el auge delictivo de la drogadicción, la mafia, el proxenetismo que incluye en su esclavitud sexual a la pedofilia bestial. Ni hablar de fundamentalismos ideológicos (políticos, religiosos y otras doctrinas). 94 Mario Bunge – TRATADO DE FILOSOFÍA 176 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Bunge postula la doctrina de un “sistema para estudio de las cosas” que debe aplicarse a la ciencia y a la filosofía y que está conformado por cuatro pilares básicos: 1. 2. 3. 4. la composición de la cosa su entorno su estructura su mecanismo Si bien es comprensible lo de composición y entorno de una cosa, no lo es tanto lo de estructura y mecanismo, puesto que “composición” sobreentendería, desde una determinada perspectiva, estructura y mecanismo. Pero también composición implica un método analítico y, transportado a la filosofía, sería la llamada “cuestión del ser”, es decir, lo que las cosas son en sí mismas. Pero no todo quedaría en un mero análisis de composición, estructura, entorno y mecanismo pues estaríamos ante cuatro objetivos propios de toda ciencia, cuyo fin primario es el análisis y secundariamente la síntesis con el objeto de artificializar lo natural. Cuando la ciencia hace síntesis, está encuadrando lo natural en una estructura artificial. Por ejemplo, a los fenómenos naturales del universo los somete a leyes; desmenuza los entes naturales para “fabricarlos” sintéticamente, etc. La síntesis científica no es sólo el ordenamiento apretado de conocimientos sino el ordenamiento artificial de moléculas naturales. Pero esto no es el objeto del pensar filosófico. Por lo menos hasta lo que hasta hoy se ha aceptado como filosofía. Si bien la filosofía puede partir de un análisis (ya lo confirmó Hegel) lo hace para obtener una síntesis, pero a la inversa de la ciencia porque la síntesis filosófica es comprensión holística o cosmovisión de una cuestión determinada. Naturalmente lo hace a través del lenguaje y el pensamiento, el que debe estar sometido a un método para evitar desviaciones (lógica o dialéctica). No hay laboratorios filosóficos que permitan reproducir una cuestión filosófica. La filosofía se ocupa, necesariamente de las cuestiones metafísicas y abstractas de los entes materiales e inmateriales. Se ocupa de lo objetivo y lo subjetivo. Si seguimos la idea de Bunge ¿cómo sería la sistematización de lo subjetivo? Por ejemplo, ¿cómo puede sistematizar los conceptos de bondad, maldad, fealdad, belleza, alma, espíritu, etc.? Al menos, en lo poco que conozco de la totalidad del pensamiento de Bunge, he alcanzado a saber que habla mucho de “objetos”. “Los objetos, lejos de ser simples o aislados, son siempre sistema o parte de un sistema. Por eso tratar de entenderlos desde punto de vista sectorial o, por el contrario, global, es condenarse al error, como aquella conductora que se lamentaba que su coche funcionaba muy bien, pero, por algún oscuro motivo, se atascaba en el tráfico”. Curiosamente, Bunge usa una metáfora similar a la que yo propuse para las neurociencias. Si un conductor cruza el semáforo en rojo, no tiene razón detenerse en estudiar rigurosamente todos los elementos que constituyen el auto, tanto desde el punto de vista 177 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA mecánico, como molecular, pues llegaríamos a esfuerzos interminables, pues cada nueva tecnología nos llevaría a nuevos análisis y seguiríamos sin despejar la incógnita principal: el paso indebido del semáforo en rojo. Si bien fue el auto el que cruzó en rojo, es evidente que la acción no es de su incumbencia, sino de quien maneja el auto. Cuando formulé esta metáfora me reí de mi infantilismo de una conclusión absurda (o abstrusa, diría Bunge). Pero compruebo, no sin cierta sorpresa, la caída en un lugar común con otro pensador totalmente opuesto. Es decir, lo que hemos observado en la realidad es tan válido para mí como para Bunge: la interpretación estúpida de los hechos y los objetos (como también de la subjetividad) que realizan científicos y, de algún modo, presuntos filósofos. Ciencia y filosofía yerran así en lo que precisamente buscaban todo lo contrario: la verdad. Y no se puede llegar a la verdad mediante la falsedad o punto de vista equívoco que se considera como veraz. No se trata de ser un científico o un filósofo, al decir de Bunge, individualista o globalista. La realidad parte de entes individuales pero buscando el conocimiento global. No es que haya que optar por una u otra posición. Simplemente hay que saber aceptar que ambas coexisten (y a veces en un mismo bloque). Para que haya bosque debe haber árboles y para poder definir al bosque hay que definirlo como un conjunto de árboles. Sin árbol no hay bosque. Es válida la cuestión que plantea Bunge de que no es posible, ante un bosque, sólo hablar de un árbol, o pretender describir el bosque ignorando al árbol (“Unos ven los árboles, pero se les escapa el bosque, los otros ven el bosque pero no los árboles”) Lo que no es aceptable en Bunge es su rechazo taxativo a doctrinas como el existencialismo, la fenomenología y las ideas de Heidegger.95 No voy a defender a quien no conocí personalmente. Pero acepto que Heidegger (liberado de su lenguaje “abstruso”) hizo proposiciones válidas si se las simplifica en un lenguaje menos anfibológico. No llegó a conclusiones trascendentales ni logró develar el ser humano. Pero él mismo aceptó su limitación y explicó claramente que sólo podía acceder a la cuestión de la esencia del ser humano por sus “modos de ser”. Esto y otros conceptos más simplificados hacen valioso el aporte de Heidegger, despojándolo de algunas teorías no muy claras ni aceptables y de una biografía personal deplorable. Pues, una cosa es su biografía y otra su pensamiento. Puede que haya sido un “pillo” histórico y académico. Un racista nazi. Eso no lo sé. Sólo me importa del filósofo alemán algunas “originalidades” innegables de su obra escrita, que es lo único a lo que tuve acceso personal. Coincido con Bunge en el rechazo de su lenguaje académico anfibológico. Igualmente, deploro los desvíos de la fenomenología y el existencialismo, pero no dejo de aceptar sus aspectos positivos para explicar claramente que hay hechos que son puro fenómeno y conductas De Heidegger ha criticado Bunge su obra con frases irónicas como las siguientes: “un mundo que sólo mundea y una nada que sólo nadea” “Heidegger tiene todo un libro sobre EL SER Y EL TIEMPO. ¿Y qué dice sobre el ser? „El ser es ello mismo‟. ¿Qué significa? ¡Nada! Vea cómo define el ser: „es la maduración de la temporalidad‟ ¿Qué significa eso? Pero la gente piensa que debe ser muy profundo” (extraído de la entrevista realizada a Bunge por Ignacio Vidal-Folch en abril del 2008 donde Bunge afirmó que Heidegger era un pillo) 95 178 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA humanas que se ofrecen como fenómeno, entendiendo por fenómeno lo que aparece a la luz y se da de hecho, sin otras denotaciones ni connotaciones. El fenómeno en sí, no tiene nada que ver con la interpretación del fenómeno. Acepto la fenomenología como explicación de cosas que se presentan como fenómeno. Acepto al fenómeno como punto de partida para introducir una comprensión e interpretación del mismo, que sea acorde no sólo con lo qué es realmente, sino que ese punto de vista, además de sensato, sea comprensible a todos y obtenga consenso. De igual modo, acepto a la existencia como la facultad del hombre de proyectar su subjetividad sobre la objetividad a fin de generar conocimiento. Esto es otro “fenómeno” aceptado no sólo por los existencialistas, sino, de alguna manera por los filósofos griegos y otros pensadores anteriores a dicha escuela y algunos posteriores. Las ideas orientales trabajan mucho sobre el concepto filosófico de existencia. Claro que no lo hacen con los términos de Sartre. Pero Bunge debe aceptar, aunque no sea de su gusto, que Ortega y Gasset logró superar mucho el lenguaje meramente académico, para introducir un estilo más llano y directo para explicar en forma racional, el existencialismo. Jasper, menos sencillo y también un poco más complicado, pero no tanto como Heidegger, logró explicar su punto de vista, como médico filósofo, de lo que entendía por existencia. Por ende, lo racional es no tomar posiciones fundamentalistas de aceptación o rechazo absoluto, sino de buscar el camino intermedio que concilie mi idea personal con lo aceptable de otras ideas. Más aun: tratar un poco de redondear las aristas filosas que no permitan la congruencia de ideas sobre determinadas cuestiones. No debe perderse de vista que tanto la cosa como la cuestión - las vea Bunge, yo o Heidegger u otros - seguirán siendo en sí mismas una sola cosa que no admite contradicciones. Le guste, o no, a Bunge la simpleza de la ecuación “una cosa es lo qué es y no puede ser otra” (principio de identidad), la realidad es así. Si no estaríamos inmersos en mundos distintos con las mismas cosas y cuestiones. Y habría un universo individual para cada mundo que no es el mismo de otros. ¿Cómo se ve esta perspectiva? Admiro a Bunge en su claro planteamiento de las falencias que él señala, pero no comparto su “sistema filosófico científico” ni admito la total inutilidad del existencialismo, la fenomenología y algunos conceptos filosóficos de Heidegger. Una cosa es la forma y otra el fondo de la cuestión. Una cosa es la forma de los entes y otra su esencia. Una cosa es la verdad unívoca y otra, muy distinta, el relativismo equívoco. Aunque entiendo ampliamente la postura de Bunge de “cientifizar sistémicamente” a la filosofía, no comparto este criterio por las presuntas incompatibilidades que he señalado entre lo que aceptamos universalmente como ciencia y lo que creemos que es la filosofía. La idea de Bunge de que la filosofía es una ciencia, ya ha rondado en muchos pensadores. Pero una cosa es ver la cientificibilidad filosófica, la que se ha pretendido involucrar de algún modo en la llamada epistemología, y otra muy distinta, según lo señalé bien 179 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA taxativamente en el texto precedente, es creer que la filosofía es pasible de ser sometida a ensayo, análisis, deducción e inducción en forma objetiva, con parámetros fijos y reproducibles a nivel de laboratorio. No se puede concebir de otra forma a la ciencia y los cuatro postulados de sistema de Bunge confirman esta presunción sobre el modo de “hacer ciencia”. En el fondo me impresiona como que a Bunge le molesta la idea de “espiritualidad” dentro de las ciencias médicas. Le ocurre lo mismo que durante muchas décadas han preocupado a otros científicos médicos que tratan por todos los medios de negar la existencia independiente de un alma o espíritu dado que esto es una entidad “invisible”. Todo lo que es invisible o no manipulable es nulo para el sentido científico. Pero lamentablemente la energía espiritual es un fenómeno innegable que también innegablemente produce fenómenos reales, del mismo modo que la energía física, también “invisible” pero que es pasible de estudiar por diversos métodos. El problema de la energía física es que puede ser producida por el hombre experimentalmente, cosa que no ocurre con la energía espiritual, la cual sólo se manifiesta naturalmente con la mera presencia de una persona humana. Los fenómenos espirituales que se detectan en el organismo humano son, como repetiré varias veces, atribuidos al cerebro (escuela abolicionista del alma). El Dalai Lama ha hablado sobre el “esfuerzo por examinar dos importantes disciplinas humanas (en referencia a la espiritualidad y la ciencia) con el propósito de desarrollar una manera más holística e integrada de comprender el mundo que nos rodea, una fórmula que explore en profundidad lo visible y lo no visible, por medio de la búsqueda de pruebas refrendadas por la razón. No pretendo escribir un tratado… Más bien creo que la espiritualidad y la ciencia constituyen aproximaciones analíticas diferentes aunque complementarias entre sí, que comparten el mismo objetivo ulterior: la búsqueda de la verdad. En este terreno, es mucho lo que pueden aprender una de la otra, y juntas pueden contribuir a la expansión de los horizontes del conocimiento y el saber humanos. Es más, por medio del diálogo entre las dos disciplinas, espero que tanto la ciencia como la espiritualidad puedan llegar a ofrecer un servicio mejor a las necesidades y al bienestar de la humanidad.” Me impresiona como que este filósofo argentino-canadiense ha caído en dos de los mitos filosóficos señalados por Nuño: el que prohíbe las transgresiones intelectuales y vigila los límites del saber y el que pone la filosofía al servicio de la ciencia. Ergo, salvando los aciertos de las ideas de Bunge, sus postulados entran en el relativismo filosófico actual por la escasa trascendencia de sus ideas, aunque cuenten con algún apoyo relativamente masivo (y algún premio académico). No olvidemos el consenso general de las ciencias medievales sobre sus creencias, que posteriormente rebatió el Renacimiento y la contemporaneidad. Pero tampoco debemos excluir la transformación de los conceptos científicos que trajo la posmodernidad. Y ¡oh sorpresa! la esencia filosófica persiste incólume a través de los siglos, en su metodología esencial. Se afirma cada vez más como una disciplina más espiritual y abstracta (en el buen sentido de la palabra) que como un quehacer pragmático, objetivo y material. Precisamente, ahora abordaré una 180 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA escuela filosófica que parece haberse sido concebida un poco, con un criterio existencialista (en el buen sentido de la palabra), como es la filosofía antropológica. La cosmovisión antropológica La filosofía ha abordado siempre el conocimiento del hombre, fundamentalmente, en las cuestiones que atañen a ubicación en el tiempo y espacio, en sus costumbres y en sus ideas. Raras veces se ocupó de cuestiones extrahumanas (salvo la filosofía escolástica que impuso la teodicea, una forma de demostrar la existencia de Dios y que constituyó una especie de “filosofía teológica”, principalmente impulsada por Santo Tomás) (Tampoco los griegos escaparon a la tentación mezclar a sus dioses en sus discursos filosóficos como hacía habitualmente Platón). La base de la filosofía siempre fue la razón o raciocinio, considerado el instrumento fundamental del pensar humano cuando ese raciocinio se pulió lo suficiente para alcanzar las características de abarcador, englobador, crítico, sensato, lógico, etc. Pero la filosofía evolucionó en cada época y se adaptó a las ideas circundantes. En la antigüedad fueron las ideas humanas plasmadas en la propia filosofía, la política y la forma de captar la realidad. En la Edad Media la idea filosófica rondaba en torno al hombre y Dios pero con criterio teocentrista. En el Renacimiento se centra en el humanismo, regresando al estudio exclusivo de ideas humanas con criterio estrictamente antropocéntrico. La era contemporánea centró a la filosofía en la razón y los sentimientos más importantes del hombre. La posmodernidad vuelve al hombre, en parte analizando “sus circunstancias” para señalar los “vacíos existenciales” o la relevancia de la “existencia”, pero el trabajo más intenso es buscar la respuesta a la esencia del hombre y su origen. Esto lleva a la filosofía a bucear en la historia, la antropología, la psicología y otras ciencias, rastreando datos que orienten hacia el ser humano y de donde proviene. Incluso se discuten temas religiosos en ese sentido. Este interés que configura nuevos humanismos generados en las concepciones precedentes inmediatas, llevan a la idea de la dimensión filosófica que ha imperado en todas las épocas, regiones y las cuestiones tratadas. Abarcar todo esto constituye una especie de cosmovisión (Weltanschauung). La filosofía debía dejar de centrarse en cuestiones parciales para llegar a enfocar un todo, evitando el error de la filosofía antigua y de la filosofía cartesiana, al considerar al hombre como un ente constituido por un soma o cuerpo y una psique o alma. Esto también conllevaba lo material y lo inmaterial. Así, el hombre no es un todo compacto, una unidad perfecta como lo concebía la filosofía oriental del uno, sino era un complejo de manifestaciones físicas y espirituales, materiales e inmateriales. Había un mundo visible y uno invisible. Esta dualidad inevitable de todo el 181 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA pensamiento filosófico, que Santo Tomás intentó sintetizar pero no pudo en su Suma Teológica, es lo que hoy se busca superar una verdadera cosmovisión o visión holística, integradora que lleve a un monismo filosófico de la naturaleza del hombre y no se diluya en los meandros de las diferentes realidades en que se pretende estudiar el ser del hombre. No es lo mismo la visión prehistórica, que la antigua, la medieval, la moderna y la posmoderna. Son puntos de vistas que en algunos casos son relativos y aspectuales y en otros casos ven un bulto uniforme, pero no distinguen lo qué es. La filosofía antropológica es uno de los medios con que el hombre de hoy pretende realizar la síntesis completa del ser del hombre, con lo cual, la filosofía de la posmodernidad, además de ubicarse antropocéntricamente, desmenuza todo fenómeno relacionado con la esencia humano. Hegel intentó concretar este empeñó pero no contó con los datos y los instrumentos que hoy se poseen. No obstante, inició un pensar filosófico centrado en las grandes cuestiones históricas y religiosas y la dialéctica. La cuestión del “ser” del hombre y sus “circunstancias” espaciales y temporales - con los temas preferidos de los comienzos de la filosofía posmodernista y los existencialistas juntos - y pensadores como Heidegger, Ortega y Gasset y otros, se ocupan de la esencia de ese ser (ontología) y de la espacialidad y temporalidad como notas fundamentales de esa esencia, quedando la inteligencia o razón al trasfondo. Para instaurar un mundo lleno de transcendencias, el hombre debe existir lo que instala en la filosofía antropológica la cuestión de la existencia. En la profundización del ser se indaga sobre los mitos de su origen y así se trata la idea de la inmortalidad o de la eternidad y otras cuestiones inherentes a la indagación de ese misterio ontológico que es el hombre. Muchas tendencias se preocupan por el llamado humanismo espiritualista, donde la cuestión del hombre se traslada más a la cuestión espiritual que a la cuestión de la inteligencia. Uno de esos intentos es la llamada filosofía antropológica que indaga sobre el conocimiento de todas las grandes tradiciones culturales, ya sean las que emergen de las culturas de las llamadas civilizaciones primitivas, como de las culturas intermedias y las actuales. Esta integración tiende a reconstituir un “todo” en lo relativo al hombre y sus manifestaciones espirituales, a las que Heidegger denominó los modos del ser humano.96 Sobre la base de estos datos podemos concluir que la filosofía antropológica es, genéricamente, una verdadera “filosofía del ser” humano, buscando conocer más acabadamente lo que el hombre es intrínsecamente. 96 El tema principal de Heidegger en su obra EL SER Y EL TIEMPO 182 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA No obstante, muchos de estos estudios posmodernistas no hablan propiamente del espíritu. Se diluyen en lo tecnológico, lo económico y lo social, en particular lo político y lo religioso, que ha trascendido tanto de las culturas prehistóricas o ágrafas, como las históricas que nacen con la escritura y el lenguaje sistémico. El estudio del pasado histórico del hombre, basado en las ciencias más modernas y actuales, es lo que da fundamento al modelo de lo denominado “filosofía antropológica”, pero que también abarca un estudio del hombre y la filología de su lenguaje traducidos en lenguas e idiomas de todo el mundo y de las civilizaciones antiguas y actuales. La filología preocupa mucho a los pensadores antropológicos, dado que todo el secreto cultural se ha codificado con palabras. Incluso, el pensamiento mismo en todas sus dimensiones, entre ellas la filosófica, está materializado por los vocablos. Esta singularidad, como antes señalé y ahora reitero, mueve a Heidegger a preocuparse mucho por la etimología de las palabras y la elaboración de neologismos basados en frases cortas (ser-ahí, estar-ahí, ser-en-el-mundo, etc.) En el panorama de la filosofía antropológica no sólo entra todo lo relativo a lo material en cuanto a las formas de las expresiones culturales y lo que las mismas sugieren, sino que también hay un elemento espiritual que debe ser integrado para entender, completar y comprender lo que son dichas culturas y su trascendencia en el tiempo y en el espacio. Es la principal preocupación e intento de la filosofía antropológica, la cual no llega a constituir en sí una disciplina delimitada sino que constituye una “ópera abierta” en la que cada autor pone una perspectiva personal, que surge de la elaboración de una cosmovisión personal. En esto, la filosofía antropológica no sólo es algo dirigido al conocimiento profundo del hombre, sino que en sí es una expresión antropológica, pues permite resumir los distintos “modos de ser del pensamiento humano”. Desarrolla todo el arsenal filosófico posible para develar el ser del hombre, pero también indaga sobre los principales mitos del pensamiento humano, tratando de usar un método dialéctico que se estructura sobre una base racional ajustada a un pensamiento crítico y lógico, de manera que no se yerre con desvíos conceptuales muy abstractos que nos alejan de la realidad y de la expresión o comportamiento del hombre en su mundo. Incluso, el concepto de “mundo” es uno de los pilares de la filosofía antropológica porque describe como mundo al espacio lleno de sentido donde mediante instrumentos el hombre elabora su cultura. De este modo también define a cultura como una verdadera “instrumentalización del universo”, donde el hombre busca instaurar un mundo, cualquiera sea el lugar o el tiempo en que lo intenta y la diversidad de sus instrumentos. ¿Filosofía antropológica o antropología filosófica? Se ha planteado la cuestión entre denominarse filosofía antropológica o antropología filosófica. Algunos autores piensan que es lo mismo. Otros diferencian a la filosofía antropológica que abarca todo lo relativo al hombre en todas las épocas, mientras que la 183 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA antropología filosófica sería la que trata tradiciones espirituales extraeuropeas. Pero académicamente no se ha definido nada. Lo que resalta en lo académico es que no hay “apertura filosófica” en los “historiadores académicos” ni en los “antropólogos” ni en los “arqueólogos”, ciencias que quedan en una especie de autismo científico para enclaustrase en normas rígidas y temas muy específicos, ajenos a toda especulación abstracta como no sea la exégesis de escrituras o la heurística o la hermenéutica. La antropología histórica, arqueológica sólo se ocupa de lo analítico, tecnológico y ambiental, en las inferencias sociales y en visión exclusivamente externa del mundo simbólicoreligioso. La filosofía antropológica, contrariamente, si bien toma rasgos de la antropología, su misión es la completa comprensión de todos esos fenómenos, pero a nivel filosófico y espiritual. Esa fue la base de uno de los aspectos de la filosofía antropológica que constituyó el existencialismo filosófico, o filosofía de la existencia. Esto permite ingresar a muchos médicos al pensamiento filosófico, por ser los que más están en contacto con el hombre tanto en lo físico como en lo espiritual y algunos de estos médicos llegaron a crear la antropología médica, donde se analizan los problemas médicos concretos desde un punto de vista filosófico. Lo real es que tanto la filosofía antropológica, como la antropología filosófica, son tendencias denotadas por los autores de esas obras y en la práctica funciona como que ambas son lo mismo. Si bien la filosofía antropológica introduce conceptos que involucran una especie de rastreo de la evolución del hombre, lo hace principalmente en el orden de la inteligencia, a la cual, de algún modo, considera pasible de una evolución tipo darvinista lo que llevaría a aceptar que el hombre actual, del cual se dice que sólo usa de un 5% a un 10% de sus neuronas, pueda en un futuro progresar a un mayor despliegue de esa inteligencia y desentrañe los misterios del poder mental. Sus facultades mentales o mente propiamente dicha, es la residencia de la inteligencia, y, en mi particular manera de pensar, el principal instrumento mediante el cual se expresa la inteligencia. La inteligencia, en sí mismo, sería la expresión del espíritu, según lo he explicado en otros trabajos, mientras que el espíritu no es otra cosa que la manera de expresarse del alma, la cual, si bien reside en todas las células del cuerpo, sólo mediante la neurona puede mostrarse. Ahí, es donde distingo entre alma y espíritu, a pesar de que etimológicamente son iguales. A la antropología filosófica, no le importa cómo fue el homínido inicial o el Cromañón, sino directamente arranca del homo sapiens, no como expresión de una criatura evolucionada físicamente, sino siguiendo el filum de la inteligencia. En esto se diferencia a la ciencia antropológica pura que sólo rastrea en la arqueología y en la etología o comportamiento del hombre desde su aparición en la tierra, a través de la prehistoria e historia. Tampoco es una filosofía de la cultura, sino que intenta ocuparse de la esencia de las cosas, más que del desarrollo histórico, al que sólo alude para ejemplificar algunos modos de ser de esas esencias aún desconocidas en su totalidad. Quizás uno de los logros que surgieron, en parte, de la filosofía 184 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA antropológica, fue la medicina antropológica de la cual se hicieron representantes importantes la llamada “escuela de Heidelberg” bajo la inspiración de Ludolf von Kreh97l y Viktor von Weizsäcker, en España el profesor Laín Entralgo98 y en alguna medida, el médico filósofo Karl Jasper. Al rever algunos criterios filosóficos convenientes para mejor entender las cuestiones filosóficas de la medicina me he visto obligado a un largo rodeo sobre el estado actual del pensamiento filosófico, el relativismo imperante y la aparición de filosofías más ajustadas al hombre tanto en su condición espiritual como física. Esto permite ubicar mejor las presuntas cuestiones para una filosofía de la medicina, ya que muchos problemas médicos han sido encarados en diversos aspectos. El conocimiento de esos conceptos filosóficos impide repetir ideas ya expresadas y ayudan a centrar mejor la atención en problemas muy específicos que debe repensar la medicina. Ahora ingresaré de lleno a cuestiones que han sido tratadas como tópicos pasibles de filosofar en medicina, pero que a mí no me cuadran mucho como tema específico, sino más bien como temas semánticos en algunas perspectivas o como temas más susceptibles de pertenecer al orden técnico o científico, que filosófico. Algunas cuestiones consideradas como base de una filosofía médica He leído los trabajos del Dr. César Lorenzano, médico y académico muy ocupado y preocupado por la filosofía de la medicina. Su esfuerzo es loable y representa a un grupo médico argentino cuyos propósitos es mejorar la ciencia médica y la práctica médica, a fin de evitar los manifiestos desvíos que actualmente sufre tanto la ciencia médica en sí como todos los médicos que están dedicados a su práctica. En uno de esos trabajos,99 el Dr. Lorenzano manifiesta: “La medicina se hace tres grandes preguntas, que hacen a la misma supervivencia del ser humano, y que han sido respondidas de diversas maneras a lo largo de la historia: i. ¿qué es la enfermedad? ii. ¿cómo se enferma? iii. ¿cómo se cura la enfermedad? A lo que agregamos una cuarta pregunta: iv. ¿cómo se detecta, cómo se diagnostica la enfermedad? La primera pregunta se responde desde la clínica médica, una disciplina que sintetiza el conocimiento acerca de la enfermedad, y en la que concurre -dándole sustento- un abanico de 97 Ludolf von Krehl (1861-1937) subrayó en la clínica, la UNICIDAD y ESPIRITUALIDAD (Ludolf von Krehl PATHOLOGISCHE PHYSIOLOGIE, Book on Demand, 1911) 98 Pedro Lain Entralgo - CUERPO Y ALMA. ESTRUCTURA DINÁMICA DEL CUERPO HUMANO. EspasaCalpe, 1996 99 Dr. César Lorenzano – EL DEVENIR DE LA MEDICINA: UNA MIRADA EPISTEMOLÓGICA, Congreso Internacional Extraordinario de Filosofía, San Juan (Argentina), julio de 2007 185 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA disciplinas biomédicas. La caracterizamos como perteneciente a la ciencia básica, similar en este sentido al conocimiento de la física, o de la química. La respuesta a segunda pregunta, cómo se enferma –etiología, en la terminología médica se encuentra menos desarrollada desde el punto de vista científico, y contiene en sus explicaciones elementos provenientes de investigaciones sociológicas y psicológicas, además de las estrictamente biológicas. La pregunta por la curación –que se responde desde una disciplina médica llamada terapéuticaorigina investigaciones que llamaré tecnológicas, puesto que intentan corregir el curso natural de un proceso –la enfermedad-, como sucede con cualquier tecnología, y diseñando y utilizando o no instrumentos específicos. No es necesario insistir demasiado para que sea evidente que no siempre el conocimiento básico brinda los elementos para que la intervención humana sea exitosa en lograr la curación. Ambos conocimientos –diagnóstico y tratamiento- sintetizan los elementos pragmáticos de la medicina, mientras que los que se derivan de las primeras dos preguntas, contienen sus elementos teóricos. Una vez establecidas estas instancias diferenciales de conocimiento, encontramos en la medicina elementos de ciencia básica, de ciencia aplicada, y de tecnología, tal como sucede con otras ramas del conocimiento. El paso siguiente en nuestra caracterización del conocimiento fue la elucidación de la clínica médica, entendida como la estructura teórica central de la medicina” (cita extraída de Internet). Si se tiene en cuenta que el eje fundamental de la ciencia médica es el estado de salud, el estado de enfermedad y el médico como parte de la díada indestructible que es la bipolaridad ciencia médica-médico, la cual conlleva otras bipolaridades como es la relación médico-paciente (enfermo-curador), es indudable que lo que más interesa es conocer qué es la salud, la enfermedad y, por ende, el diagnóstico y tratamiento (cura). Pero como antes dije, la cuestión salud, enfermedad, diagnóstico y tratamiento están más inmersos en un problema semántico más que filosófico como es definir qué es salud y qué es enfermedad. La cuestión diagnóstico y tratamiento, naturalmente, es de orden tecnológico y científico más que filosófico. La medicina antropológica ha hecho hincapié en cómo enferma el hombre al aclarar que mientras un animal tiene un trauma de su cuerpo, dicho ser viviente se centra sólo en la parte del cuerpo afectado. Una planta o vegetal, cuando enferma una de sus partes se limita a desprenderse de ella y a reemplazarla con un nuevo brote. El hombre enfermo, cualquiera sea la naturaleza de su afección, no sólo enferma una parte de su cuerpo sino que involucra en la dolencia todo su ser (sufrimiento psicofísico). Al mejor estilo de Depak Chopra, yo pienso que hay ciertas obviedades que evitan detenerse en planteamientos ya resueltos. Si bien el devenir histórico ha ido demostrando cómo se desarrolla el arte médico y la medicina en sí, actualmente ya no es una cuestión no resuelta el saber cómo enferma el hombre y qué se entiende por salud y enfermedad. La ciencia médica atravesó todas las experiencias materialistas, biologistas, positivistas y ensayó cientos de intentos para obtener definiciones múltiples, las cuáles pueden convenir a ciertas convencionalidades de algunas ramas médicas, pero no hacen a la esencia del fenómeno médico. Por eso, la Organización Mundial de la Salud determinó sabiamente que el estado de 186 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA salud no era un mero “equilibrio instable de todas las funciones orgánicas” o la simple ausencia de malestar psicofísico, que la salud conlleva mucho más que el cuerpo humano como eje único y se traslada al ámbito social, del modo gasseriano: el hombre y sus circunstancias. Esto permitió una definición muy amplia y ajustada a la realidad humana en lo relativo al tema de salud y enfermedad: “salud es el completo bienestar físico, mental y social y no sólo la ausencia de afecciones y enfermedades”. A la enfermedad, la OMS la describe como “alteración o desviación del estado fisiológico en una o varias partes del cuerpo, por causas en general conocidas, manifestada por síntomas y signos característicos, y cuya evolución es más o menos previsible”. Pero no encuentro a esta definición como algo completo e inclusivo de todos los puntos de vistas del fenómeno “enfermedad”. La OMS debió definir a la enfermedad del mismo modo que hizo con “salud” y podría decirse que enfermedad sería cuando hay completo malestar físico, mental y social y no sólo la falta de salud. Esto puede parecer una simpleza algo boba, no lo niego, pero intentar definiciones como “alteración o desviación del estado fisiológico del cuerpo” o “amenaza de la salud identificada por la ciencia”, etc., se me antojan más bobas porque puede haber un enfermo sin demasiada alteración del estado fisiológico y físico y hay personas con malestares no identificados por la ciencia. Si bien la misión de la ciencia médica es conocer e identificar todos los malestares o afecciones psicofísicas del hombre, ¿cuántas veces la ciencia médica se declaró incompetente para diagnosticar y tratar innumerables afecciones a través de la historia e, incluso, actualmente? Si bien en muchas ocasiones la ciencia médica investigó y dilucidó infinidades de dolencias, no es menos cierto que aún quedan en la zona gris cuadros como el llamado “muerte súbita” de lactantes o de adultos, los cuales tienen variadas y cuantiosas definiciones y explicaciones, pero ninguna conclusión eficaz. Incluso, si se pretende introducir o agregar a la definición de salud de la OMS, el concepto “estar en armonía con el medio ambiente”, esto favorece mi tesis de que enfermedad también es cuando no se vive en armonía con el medio ambiente (menos hoy que el medio ambiente de todo el mundo sufre algún tipo de contaminación). Quizás el mejor detalle de la falencia de definir qué es la enfermedad reside precisamente en la diversidad de denotaciones que se han dado de ella. Con todo esto quiero resaltar que pretender que es una cuestión filosófica la salud, la enfermedad, el modo de enfermar, el diagnóstico y el tratamiento, no es lo adecuado puesto que son cuestiones temporales y sujetas a “criterios de época”. Lo que es innegable es la existencia del fenómeno enfermedad100 y hombre enfermo y esto no es una cuestión filosófica, sino el mero acaecer de un fenómeno, del cual se desprende el otro fenómeno ineludible como es la aparición del hombre curador. Todo esto es inherente a la ciencia médica. Pero en este siglo XXI, la cuestión filosófica de la medicina tiene otros ejes los cuales necesitan coordinar no los aspectos formales de las ciencias médicas, sino la esencia misma de la medicina. Y esto radica en el modo de pensar de científicos médicos y de médicos asistenciales. Este es el punto que todos los intentos filosóficos no han abordado extensivamente, sino tocado tangencialmente algunas 100 Entendiendo por enfermedad esa sensación de sufrimiento que puede surgir tanto de lo físico como de lo psíquico, o del medio ambiente, o de la vida en sociedad 187 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA referencias a escuelas de pensamientos filosóficos (biologista, cientificista, materialista, existencialista, etc.) en lo referente a la medicina. De ahí mi preocupación por ahondar lo más que sea posible esa cuestión, aunque ello me demande un trabajo farragoso y complejo que puede llevar a creer que me he excedido de mi propósito y he hecho una “mescolanza” azarosa de conceptos y escuelas filosóficas. Reconozco que esto puede deberse al defecto de no poseer la suficiente fluidez literaria y académica para lograr una expresión más ajustada, que sea bien comprendida y logre ser comunicativa. También reconozco que en el maremágnum de conceptos filosóficos actuales, una síntesis resulta utópica (una síntesis al menos que abarque todo el problema y lo resuma en conceptos contundentes). Sin embargo, estimo que todas estas dificultades formales no son impedimento para insertar la idea esencial de que todo pensamiento filosófico de la ciencia médica (y de otras ciencias) debe ser holístico o lo suficientemente abarcador para alcanzar la trascendencia certera y el consenso universal que le favorezca la permanencia en el tiempo y no sea sólo una expresión fugaz. En el caso particular de la medicina, sirva para corregir los desvíos que la ciencia padece actualmente tanto en la investigación médica como en la práctica y en todo lo concerniente a la investigación genética, en la concepción artificial o guiada, en la investigación de drogas farmacológicas, en la donación de órganos y en los problemas bioéticos como el aborto y la eutanasia, la ciencia médica tiene progresos y fracasos que le produce vaivenes dañinos, para el prestigio de la ciencia en sí y para la vida humana. La conversación filosófica no debe versar sobre si el aborto es pertinente o no, si la eutanasia es conveniente, si drogas no totalmente conocidas deben salir al mercado, si corresponde o no la donación órganos, etc. El problema fundamental de la ciencia médica es: la ética de las investigaciones y no el interés comercial o económico, sino la autenticidad en encontrar drogas efectivas sin efectos colaterales desconocidos que puedan dañar o matar a quienes las usa o manejar los precios de forma tal que determinadas medicinas no lleguen nunca a quien las necesita. La cuestión médica fundamental del respeto absoluto por la dignidad de la vida humana en todos sus niveles, desde la concepción hasta la muerte. Asimismo, la integridad profesional del médico asistencial, es decir, la praxis médica ortodoxa. Este es el meollo filosófico de la ciencia médica que, a través de sus fundamentos como es la enfermedad y su curación, esta ciencia ha incursionado caminos dudosos sobre sus fines auténticos. En cuanto a la ética, es viable la gran pregunta del Dalai Lama Tenzin Gyatso: “¿Tiene la ética un lugar en la ciencia? Yo creo que sí. En primer lugar como a cualquier otro instrumento, a la ciencia se le puede dar un uso bueno y un uso malo”.101 De este modo sencillo de plantear la cuestión de la ética de la ciencia, el Dalai Lama considera a la ciencia como un 101 Dalai Lama – EL UNIVERSO EN UN SOLO ATOMO, Sudamericana, Bs. As., 2013 188 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA mero instrumento humano, concepto evidente e incontrovertible. En lo relativo al “uso” de la ciencia esto puede verse desde dos perspectivas: la generación de un instrumento o producto científico propiamente dicho (invento, tecnología, métodos) y el uso de ese producto o instrumento científico. Mi idea es que tanto la generación del producto o instrumento científico conlleva tanta ética como el uso del mismo. Si yo creo (invento o descubro) científicamente un instrumento como es un arma sofisticada o una bomba, ambas letales y mortíferas, es evidente que su uso será relativamente siempre malo puesto que está destinada a matar o destruir un ser vivo. Puede, que en defensa de tal artefacto científico, se diga que no siempre habrá un uso ofensivo, sino que puede usarse como medio defensivo o simplemente un medio disuasorio o disuasivo. Lógicamente primero hay que demostrar la efectividad de un arma antes que sólo tenga un aspecto de mera disuasión. No habrá disuasión si no se teme lo que es efectivamente mortífero. En el caso de un arma, la efectividad se demuestra usando el arma y demostrando que mata. Mata en lo ofensivo y mata en lo defensivo. Luego, la cuestión no debe centrarse en la necesidad del uso de un arma, sino en la posibilidad de una convivencia social universal no conflictiva, de manera tal que no desemboque fatalmente en la agresión por armas. Sé que esto es utópico, pues, a manera de harta frase hecha, el hombre usa armas “desde que es hombre”. Sin embargo, obviamente, también reconocerse que el arma es un instrumento primitivo puesto que el hombre no tenía otro medio para superar la hostilidad de su ambioma (hostilidad tanto por parte de bestias, como de otros hombres hostiles). Precisamente la ocupación y la preocupación por erradicar la hostilidad que resulta mortal para el hombre, pensadores como Buda y Jesús, pelearon por implantar una doctrina de amor al prójimo de manera tal que no se atentara contra su vida. A pesar de los millones de adeptos a las ideas budistas y cristianas, nunca se erradicó esa hostilidad mortífera en el hombre. Incluso, en nombre de ideas religiosas, se emprendieron grandes guerras con miles o millones de víctimas. Pienso que, al menos, sería un gran triunfo lograr que la mayoría de las comunidades humanas fueran pacíficas y desapareciera la guerra que usa armas. Sería menos utópico que erradicar definitivamente la hostilidad guerrera. Y acá, objetivamente, cabría una verdadera idea de ética para la generación de productos científicos dañinos para la vida del hombre y otros seres viviente, de una forma u otra. La ética siempre se basa en el buen uso y el buen uso sería no generar esos productos científicos dañinos. En este caso concreto de las armas, la ética del “uso del producto” no existe porque en este ejemplo puntual, el uso es siempre malo. ¿Es claro? Es indudable que el fin primordial de la medicina es la preservación de la vida del hombre. Esto es incontrovertible, pues pretender otra cosa no es hablar de medicina. El problema de la vida humana se origina en el momento de la concepción y culmina con la muerte. En todos los casos, la verdadera ética sería la protección total de la vida humana en 189 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA cualquiera de sus formas. La aplicación del relativismo del uso de la medicina para eliminar una vida humana, ya sea aduciendo derechos personalísimos, o evitar el daño social que la vida a suprimir puede provocar en forma potencial o real, es una especie de fundamentalismo científico (médico, jurídico y social) que atenta contra el absolutismo de la defensa sin cortapisas de la vida humana. Parte de la humanidad ha comprendido en forma esencial este principio y trata de erradicar toda de supresión artificial mediante instrumentos tecnológicos, de cualquier vida humana. La ciencia médica tiene que habérsela con que esta vida siga carriles naturales y evite situaciones y fenómenos que menoscaben la calidad y la dignidad de esa vida. Para eso debe proponerse enfrentar el problema mayor que es la enfermedad y la muerte no natural. Pero el devenir social ha planteado otros dilemas que afectan el curso normal o natural de la vida humana y ha cambiado los parámetros para definir qué es enfermedad. Hay otras formas de alterar el curso normal de las funciones normales del cuerpo humano, tanto en lo orgánico como en lo psíquico. Hoy, el problema no son las herencias genéticas, los gérmenes y otros factores etiológicos tradicionalmente reconocidos por la ciencia médica. Hay otras etiologías más sutiles. Los problemas sociales han cambiado el ritmo natural de la concepción y el embarazo, lo que ha planteado la necesidad de confrontar las malformaciones congénitas, el problema de embarazos no deseados, la prolongación de la vida amenazada por la enfermedad o problemas socioeconómicos, la judicialización de los problemas médicos, etc. Aparecen conflictos sobre el aborto (que plantea el dilema de cuando debe considerarse persona humana al grupo de células germinativas, si el aborto es asesinato o no, los derechos de la mujer sobre su cuerpo), sobre la infertilidad (que genera la discusión de los bebés de probeta y el manejo de gametos), sobre el uso de la tecnología en la prolongación vegetativa de la vida, en provocar una muerte asistida, la donación de órganos (que trae como planteamiento cuando se debe considerarse muerta a una persona, a fin de no extraer órganos a un moribundo o a quien tiene alguna chance de sobrevivir y el llamado “comercio de órganos” que implica asesinar para obtener órganos que se venden a precios altos), el mal ejercicio de la profesión que causa el fenómeno denominado “mala praxis” y la relación del problema de la salud enfocado por obras sociales y seguros médicos que ha originado una verdadera “industria de la salud” que maneja cuantiosos capitales y ha creado un poder económico que maneja el “mercado médico” a tal punto que obliga a cambiar las normas médicas para asegurar un menor gasto en salud. Esto se refleja en el manejo de cuáles son las cifras normales de la tensión sanguínea, la concepción etiológica de patologías que deben ser indemnizadas, el cambio de los diagnósticos médicos, etc. De igual modo, la aparición del marketing o gerenciamiento de la medicina que pretende que los pacientes sean “clientes de mercado” y no simples enfermos. Estos son complejos problemas médicos que no corresponde a la órbita filosófica en cuanto a su formalidad particular. Sólo corresponde filosofar sobre principios fundamentales de la praxis médica, es decir, la conducta de los médicos que permiten que se instalen tales dilemas, muchos de ellos creados por los propios médicos que acceden a las presiones sociales o 190 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA económicas para presentar el problema médico bajo una forma inadecuada para la medicina auténtica. Lo más grave de todo esto es que la alta frecuencia de los desvíos ha permitido a la sociedad admitir como normal o aceptable lo que en realidad sería estrictamente inadmisible para el buen médico y la correcta medicina. Pero el problema ético está tan desvalorizado como lo están los imperativos kantianos de la ética del “deber ser”. La ética se tiñe con conceptos religiosos o políticos y rebota en algunos filósofos que soslayan el problema con conclusiones relativistas. Ya señalé como el relativismo se ha enseñoreado no sólo en lo filosófico, sino en todos los órdenes humanos. Incluso, se ha llegado a negar lo absoluto y la verdad. Se han impuesto más las formas que la esencia. El imperio del llamado “derecho personalísimo” se ha transformado en un absoluto que justifica cualquier cosa como un hecho aceptable y hasta normal. En lo judicial, esta teoría del absolutismo de los derechos crea una corriente de derecho denominada “garantismo” donde los abogados, bajo el imperio de determinadas leyes, pretenden la aceptación de absurdos como es la liberación de delincuentes incorregibles que una vez sueltos reinciden en dañar al prójimo por todos los medios, siendo el más frecuente el asesinato. Ni hablar del garantismo político que admite todos los fundamentalismos que destruyen a la sociedad digna, al favorecer que con el nombre de “democracia” se establezcan gobiernos despóticos y corruptos, se generalice la impunidad por los daños cometidos y se degrade no sólo una nación o país, sino a la sociedad general, sólo porque el poder político corrupto o dañino está avalado por el voto masivo o mayoritario. Nadie puede discutir que en general, la sociedad humana del siglo XXI ha “globalizado” más defectos que virtudes, más degradaciones que perfecciones. Nadie puede negar que hay una verdadera “era de fundamentalismos” de todo tipo que provoca no sólo conflictos bélicos y violencia social, sino que cambia los conceptos fundamentales que hacen al ser humano. No quiero parecer “oscurantista”, “apocalíptico”, “trementista”, “negativo”, “pesimista” ni otro calificativo que se me quiera endilgar por remarcar hechos y fenómenos que “están” y no son supuestos. Claro que no los veo con punto de vista conformista para relativizarlos a tal punto de aceptar que no es como yo lo estoy describiendo o interpretando. Tampoco he omitido referir estas circunstancias reales para que no se diga que estoy idealizando las cuestiones filosóficas al margen de lo que ocurre en la sociedad actual y al margen del “avance”, “adelanto”, “progreso”, de las actuales concepciones éticas y políticas, incluso, filosóficas. Me considero bien plantado en la realidad y no como afirmación de soberbia, pedante, ilusa o estúpida, sino como conclusión lúcida de lo que me está ocurriendo y de lo que estoy viviendo. Incluso hablo como testigo, actor y no espectador. Me enferma la actitud de algunos pensadores que se colocan en un pedestal intelectual para hablar de la realidad como si fueran los únicos que tienen el patrimonio de la interpretación correcta. He dicho y lo reitero que personalmente respeto todas las opiniones pero esto no significa que comulgue con ellas. Juzgo que las actitudes personales son fruto de la convicción individual de que “se está haciendo lo que se debe” porque yo lo siento así. Pero la objetividad de las conclusiones del pensamiento individual no se mide por los sentimientos sino por la confrontación estricta con los fenómenos y su naturaleza (es decir no lo formal, lo que 191 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA parece ser, sino por lo que son en realidad y no por lo que se cree que deben ser). Entiendo que la conformidad ética no es tanto con lo que se “debe ser” puesto que esta concepción está atada al subjetivismo del que piensa, sino por la investigación profunda de la verdad, es decir, saber lo que las cosas son. Aunque se crea o parezca que me he desviado del tema de este trabajo, no es así. He reflexionado una vez más dando una vuelta interminable sobre las cosas que pasan para mejor entender cuáles son las cuestiones que urgen a un pensar filosófico, el cual además de sus posibles formas académicas, no debe desprenderse de lo que está sucediendo, sino se transforma en anacrónico y desubicado. Cómo la mayoría de los problemas sociales de este siglo XXI centran en las personas que son los actores de los hechos, el médico es el principal actor (como investigador o como curador) de lo que ocurre en la ciencia médica. La ciencia médica, además de lo técnico y científico estrictamente, sufre embates de otra naturaleza. Luego, filosofar sobre estas cuestiones es aferrarse a lo primordial: la esencia de la ciencia médica y el protagonismo del médico como curador. Curiosamente apelo a la cuestión de la esencia de la ciencia médica porque últimamente la denominada mala praxis ha introducido en defensa de los médicos imputados el concepto de que la medicina no es una ciencia exacta. Esto me ha interesado mucho porque a esa conclusión se llega por la simpleza de la premisa de que necesariamente el uso de medios adecuados de diagnóstico y tratamiento garantiza la curación de la enfermedad y la preservación de la vida. Incluso se introduce una tesis jurídica (Demogue)102 que predica que el ejercicio de la medicina debe garantizar el uso de los medios adecuados pero no los resultados, especialmente los satisfactorios. Yo me pregunté al conocer esto ¿acaso no se acude al médico en busca de la curación y para evitar la muerte? Si el médico no puede estar seguro de que va a curar algo ¿para qué prosigue la asistencia de un enfermo? Estos interrogantes pueden parecer pueriles pero quienes hemos tenido que enfrentar el dilema de curar un enfermo, sabemos muy bien hasta qué punto se puede llegar y en cual decidir nuestra impotencia como curadores. El problema no reside en si se cura o no una dolencia. El problema está en primer lugar en la capacidad profesional del médico, en segundo lugar en la naturaleza de la enfermedad y en tercer lugar en el uso de medios adecuados. Es muy difícil que un solo médico tenga todo el conocimiento científico requerido. Esto lo dije y lo itero porque es una realidad que no se puede ignorar. Partiendo de este sencillo y claro concepto, cuando un médico tiene dificultades para diagnosticar y curar debe necesariamente acudir en ayuda de otros profesionales mediante la interconsulta o la derivación. Aunque parezca de Perogrullo, esta máxima elemental es la menos practicada. Un médico suele encerrarse en la porfía de persistir en la asistencia de un paciente con el que no “da en el clavo” y lo mantiene hasta una situación límite en la que el cambio de 102 René Demogue -TRAITÉ DES OBLIGATIONS EN GÉNÉRAL. Publicación Arthur Rousseau, Paris 1923 192 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA actitud es tardío e ineficiente. A pesar de que el profesional haya solicitado estudios pertinentes o haya prescripto drogas acordes a los signos y síntomas de la dolencia, esto no significa que el médico ha usado todos los medios idóneos a su alcance, porque si ignoró algún detalle de la enfermedad es evidente que no cumplió con todos los requisitos de los medios convenientes de diagnóstico. Pero lo más dañino es que no acertó en solicitar la ayuda de colegas que fueran idóneos para el tipo de enfermedad o afección que su paciente padeciera. Otro tanto ocurre con el cirujano que opta por operar a un paciente sin haber llenado todos los recaudos suficientes para asegurar el éxito de la intervención o la oportunidad de la misma. No es infrecuente que se haya intentado operar patologías inexistentes o, al menos, en las que no correspondía la cirugía. Pero lo más grave es cuando el cirujano opera siguiendo la “técnica recomendada” pero descuida otros detalles elementales como la vitalidad de los tejidos a operar y la seguridad de una hemostasia completa (la sutura o cierre de los vasos cortados para evitar hemorragias). Luego, si hay dehiscencias (lazos o puntos de costura de los tejidos operados que se desprenden) o hemorragias postoperatorias, la frecuencia de las mismas no se atribuye a errores del cirujano, sino se califican de accidentes imprevisibles. La casuística se usa como pretexto para justificar el error y hacerlo parecer como un hecho natural o propio del riesgo quirúrgico. Incluso, los libros médicos citan a los daños colaterales como dando a entender que es lógico que ocurran hemorragias postoperatorias o que el paciente muera debido a la intervención. Claro que en esto hay muchas consideraciones técnicas a realizar como saber si el operado era un enfermo terminal en el que la operación podía mejorar situaciones menores o podía ser causa de muerte. Incluso, los anestesistas han conformado una escala de riesgos (ASA) de forma tal que una escala V es paciente moribundo que de ser operado puede morir en las próximas 24 horas después de la operación. No obstante, bajo el pretexto de la esperanza de vida (de supervivencia) muchos cirujanos operan y luego justifican a la muerte postoperatoria como algo natural, ignorando que de no haberse operado el paciente seguiría enfermo pero no moriría inmediatamente. Esto que estoy planteando superficialmente parece algo fabulado, pero las historias clínicas son la prueba de que no es algo irreal sino cotidiano. Luego, la gran pregunta es: ¿para qué opera si va a morir con un alto margen de seguridad? He aquí el misterio de la intencionalidad de las UTI (unidad de terapia intensiva). ¿Es tan profunda la convicción del cirujano de que puede salvar la vida del moribundo operándolo? ¿O entran en juego otros intereses? (operar un famoso, cobrar honorarios, justificar una labor, etc.) Muchos justifican el hecho aduciendo la presión del interesado o de sus familiares que mediante el consentimiento informado permiten o inducen a que el cirujano opere sea cual fuere las consecuencias. El dilema ahora es ¿qué es más importante: el deseo o los intereses del paciente o sus familiares o el proceder correcto del cirujano? Se dice que de no ceder a las presiones de paciente e interesado el cirujano se hace pasible de una denuncia jurídica por “abandono del paciente”, pero en la mayoría de los casos, la muerte del paciente, a pesar del presunto consentimiento informado, también lleva al cirujano a un juicio de mal praxis. 193 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Todos estos problemas no son filosóficos, sino prácticos y bioéticos. La Bioética ha tratado todo lo relativo al aborto, a la eutanasia, a la mala praxis y todos los problemas médicos que entran en el terreno de la controversia científica y ética, más que de la filosófica. No son problemas esenciales de la medicina, sino problemas coyunturales. Luego no es patrimonio de la filosofía ocuparse de ellos. Sin embargo son fenómenos reales y existentes que delatan una especie de crisis de la medicina. Anteriormente, al comienzo de este trabajo, destaqué otros problemas del ejercicio de la medicina. Obviamente, reitero, los problemas planteados surgen más de la conducta de los médicos que de la ineficiencia de la ciencia médica. También señalé que la ciencia médica dentro de sus posibilidades es muy completa y difícilmente no tenga una respuesta para infinidades de afecciones. Todo depende del manejo que el médico realice de la práctica de la ciencia y de aplicación debida. Las grandes dificultades no residen tanto en la ciencia médica en sí, sino en la habilidad y artesanía del médico. Si no perdemos de vista esto, la conclusión inevitable es que la filosofía de la ciencia médica reside más en la conducta médica que en la ciencia en sí. Comenzaré a abordar la cuestión de la ciencia médica en lo relativo a si es, o no, una ciencia exacta. Aclaro que esto es para seguir el modo con que se denominan las cosas, pero personalmente creo que lo de la exactitud de las ciencias en general es más una entelequia que una realidad, puesto que como antes comenté, ni aún las consideradas ciencias exactas han sido tales porque todos sus postulados fueron primero relativizados y finalmente se comprobó que la exactitud lo era sólo dentro de parámetros previamente fijados pero no ocurría así en la realidad (salvo en algunas ciencias abstractas como son las relativas a cálculos matemáticos no aplicados a entes reales). La medicina, ¿es ciencia inexacta? Conductas médicas correctas e incorrectas Consideramos oportuno que antes de explicar qué es la Medicina como ciencia y en qué consisten los fundamentos de la praxis u ortopraxis médica, puesto que he explicado que esta cuestión se planteó debido a conductas médicas indebidas. Entenderemos por ortopraxis médica, la conducta correcta del médico en todo acto médico, conducta que debe ajustarse estrictamente a lo definido como praxis médica. Aunque aclaramos que la palabra praxis automáticamente era entendida como una eupraxis o práctica buena, nosotros agregamos también el sinónimo de este término que es ortopraxis que etimológicamente significa conducta médica correcta. Usamos estos términos obligadamente para poder explicar lo que impropiamente creemos que se ha denominado mala praxis médica y que propusimos que se llamara impraxis (o impraxia) médica a la ausencia absoluta de conducta médica. 194 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA La conducta médica, además de llenar los requisitos mínimos que antes enunciamos, debe ser una conducta de vigilia permanente. El médico no puede ser una persona dispersa sino concentrada, muy especialmente, cuando realiza un acto médico. Es primordial tener presente en toda su dimensión lo ético y lo jurídico, puesto que el paciente no sólo es el fin de la prestación, el ser propio de la medicina, porque sin enfermos, obviamente, no hay medicina. Pero también todo paciente es sujeto titular de derechos, principalmente el derecho a la salud, el derecho a la vida y el derecho a su integridad psicofísica. Son los tres pilares de una médica ética y jurídicamente adaptada y en ellos debe estar contenido el gran principio de la buena medicina: lo primero es no hacer daño (primun non nocère).103 Desde este punto de vista, todo médico tenderá a que su comportamiento como profesional debe llenar todas las condiciones de calidad total (excelencia) en cuanto a:104 1. La mejor relación médico-paciente en la faz de relación persona-persona 2. La mayor aplicación para conseguir un buen diagnóstico y el tratamiento más adecuado, previo tomar todos los recaudos para que de la terapéutica o de los estudios no surja daño alguno para el paciente. Hay que recuperar el viejo concepto clínico de que al enfermo hay que someterlo a un buen examen físico cuidando de utilizar las principales maniobras semiológicas (anamnesis, inspección, palpación y auscultación). Esto parece de Perogrullo pero, la realidad que observamos es que, precisamente, es lo que menos se hace. Las omisiones de cosas gruesas son la principal causa de error médico. Tampoco hay que olvidar el ejercicio del diagnóstico diferencial. Cuando no se ejercen todas estas precauciones no se cumple con el deber de cuidado que tiene el médico con un paciente cualquiera que es sometido a su acción médica. 3. Ocuparse y preocuparse de que el paciente sea asistido continuamente en todo el proceso que dure la asistencia de una afección determinada, de forma tal, que debe seleccionar el estudio más adecuado y económico, el medicamento más eficaz y barato y procurar que el paciente pueda poseer la medicación. Si lo deriva, previamente coordinará con el destino a derivar, la correcta recepción del paciente por el centro o el profesional al cual se deriva. Diligenciar personalmente el traslado y la atención de los enfermos graves. Si lo opera debe acompañarlo hasta la sala del postoperatorio y asegurarse de que es asistido correctamente en el postoperatorio y no confiar en que el “sistema” realizará lo correcto. 4. Ejercer la docencia médica, es decir, enseñar e instruir claramente, tanto oral como por escrito, todas las indicaciones terapéuticas, indicando dosis, duración 103 Del latín nocèo, es (daño) Antonio Paolasso – HUMANIZACIÓN DEL ACTO MÉDICO, obra premiada y publicada por el Círculo Médico de Mendoza 104 195 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA del tratamiento, la mejor forma de ingerir medicamentos (en ayunas, juntos o separados de otros medicamentos), la mejor forma de alimentarse durante y después de la enfermedad, cómo prevenir sus dolencias y, si es posible, cuál sería el estilo de vida que mejor le conviene de acuerdo a sus circunstancias y características de personalidad. Acá se propone que la cura realizada por el médico es “pastilla y algo más”, teniendo en cuenta que la palabra es un medio curativo mejor que las drogas. 5. Las relaciones con otros colegas siempre tienen que ser de cortesía, urbanidad y amabilidad (aunque un colega resulte “intragable”). Si se debe acudir a la medicina interdisciplinaria, donde un paciente exige la participación de más de un médico, el médico de atención primaria o de cabecera (que nosotros consideramos mejor llamarlo “médico personal” y así lo proponemos), deberá seleccionar a los colegas a los cuales derivará, previo “ponerse de acuerdo” con “lo que se va a hacer con el paciente”. Pero, por sobre todo, reservándose el primer médico el derecho de controlar, supervisar y seguir atentamente todo el proceso de la acción interdisciplinaria, a fin de evitar superposición de drogas que puedan tener efectos de sumación (suma) o de antagonismo, de realizar prácticas no aconsejables para un determinado paciente o evitar que el paciente se sienta “desplazado” de su médico de confianza. Acompañar al paciente en su dolencia (asistencia) es uno de los nortes principales de la conducta profesional médica. La formación del equipo médico interdisciplinario exige a todos los médicos la mayor voluntad y afecto para conseguir una buena relación médico-médico, para no dañar al paciente con conductas dispares o dañinas. Las opiniones diferentes o el disenso profesional deben limarse de la mejor forma posible, tratando de encontrar el “camino medio” para acercar opiniones dispares. Nunca un médico debe ser tajante: “o se hace lo que digo, o no se hace nada”. Los puntos de vista distintos no deben discutirse sino analizarse en forma conjunta, considerando sólo aspectos estrictamente técnico-racionales y no expresándose “ex cátedra”.105 Jamás un médico debe negarse a escuchar a otro o desplazarlo violentamente de un lugar determinado (ni aún teniendo razones irreprochables para ello). Si la conducta de otro colega es inadecuada, debe determinar los medios más dignos para zafar de situaciones violentas o indebidas. Pero jamás bajar al nivel de perder la compostura, la dignidad y la educación (por más tentado que se sienta). ¡Los peores colegas son los que más necesitan de nuestra caridad y asistencia, pues son otros enfermos más! Pero si se constata que un colega es abierta y comprobadamente un delincuente, se tienen abiertos todos los caminos sociales y legales para lograr su expulsión de la profesión. En este caso la denuncia médica es obligatoria. 105 método del Papa cuando apela a su infalibilidad para determinar dogmas de fe, los que no pueden ser discutidos por la razón 196 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA 6. Cuando en el sistema que se está trabajando hay serias falencias, que pueden atentar contra la salud o la vida del médico y de los pacientes, es obligación moral y legal del médico poner en conocimiento de los responsables todas las fallas más importantes y cuya solución es impostergable. Cuando no se le atiende en sus reclamos, debe persistir en forma escrita ante superiores en toda la escala de los mismos, desde el más inmediato al más encumbrado, siguiendo los pasos administrativos pertinentes. Pero también puede acudir a las asociaciones gremiales o científicas. Nunca un médico debe desistir de luchar para mejorar el sistema de salud. Si no hay batalla, no hay solución. Pero hay otra cosa más sagrada aún: las fallas del sistema no son pretexto para abandonar o atender indebidamente a un paciente. Todo médico debe agotar debidamente todas las posibilidades para que el paciente alcance un tratamiento eficaz o satisfactorio por el mal que consulta. Jamás un médico debe decir al paciente: no puedo hacer nada por usted. Su actitud permanente debe ser: veré cuánto puedo hacer por usted, y hacerlo. Las buenas intenciones pasivas son loables pero no eximen de la inconducta médica, en cambio hasta la más magra acción salva al médico de la inoperancia. El médico debe ser siempre creativo y operativo. No puede “seguir la corriente” del clásico “no te metas” propio del argentino cómodo que practica la complacencia con el sistema fallado, para no comprometerse con su acción personal. ¡Todo médico es siempre una persona comprometida consigo, el enfermo y con la sociedad en general! Como dijera Erasmo:106 nada de lo humano debe serle extraño. 7. Aunque sea legal, pero no ético, un médico jamás puede darse el lujo de padecer el síndrome de Poncio Pilatos (lavarse las manos) siendo un eterno derivador. La derivación de un paciente debe ser oportuna y pertinente. Debe tener un motivo y éste debe explicarse claramente en la hoja escrita de derivación (porque toda derivación para ser válida desde todos los puntos de vista, debe ser escrita y firmada por el médico derivador). Las derivaciones deben coordinarse entre el que deriva y el receptor de la derivación. Nunca un médico debe derivar a ciegas, sin tener la certeza de que el paciente llegará al destino y que éste es el adecuado. No es cuestión de derivar “cualquier cosa” a “cualquier lado”. Un pediatra no puede derivar un niño a un médico de adultos (salvo que éste acredite idoneidad para la patología que se deriva) ni de un centro de alta complejidad a un centro de baja complejidad (a menos que la patología derivada así lo amerite claramente). El camino es a la inversa: se deriva a especialistas específicos y a centros de mayor complejidad. Últimamente, la demanda excesiva de los hospitales públicos ha generado la psicosis de “derivar sin más” y los médicos adoptan el sistema de “derivar sin atender” (sin ver al paciente, examinarlo, interrogarlo, etc.). Este sistema de “derivación a la deriva” hace que un paciente sea desviado a centros 106 En su obra ELOGIO DE LA LOCURA 197 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA que no corresponde o a médicos que no tienen competencia en la enfermedad derivada. Las ambulancias o los autos particulares comienzan una peregrinación de nosocomio a nosocomio u otros centros asistenciales, de los cuales se les rechaza la atención “por no corresponder” (pero ¡cuidado!: el rechazo de la atención tiene que tener comprobadamente la acreditación fehaciente de que no corresponde o carece de medios para atender lo derivado). También ha ocurrido que algún médico, por distintas razones, niegue indebidamente atender a un mal derivado. Si tiene la posibilidad de prestar una atención primaria adecuada, debe arbitrar todos los medios a su alcance para brindar esa atención, sobre todo si el enfermo es grave, ya sea mediante un estudio de urgencia, una medicación sintomática o la consecución del centro adecuado para atender ese paciente y, en consecuencia, realizar una nueva derivación pertinente. Pero nunca debe “rechazar por rechazar” una interconsulta o derivación. Si el paciente o enfermo resulta dañado, es tan responsable el que deriva mal como el que rechaza la derivación errónea sin corregirla. En pocas palabras: le está vedado al médico, en absoluto, “lavarse las manos” cuando un paciente le pide atención. Está en la ley, en la esencia de su profesión y en el juramento hipocrático. Pero la conducta médica no se agota con la conducta médica profesional. Abarca también la conducta personal en lo familiar, lo social y toda su conducta pública. Hay tres cosas que un médico no puede dejar de aplicar en su conducta global (personal, profesional, pública) que son las reglas de oro de la conducta médica: 1. no dañarse a sí mismo 2. no dañar a otros 3. no provocar escándalo El principio que siempre se nos enseñó en la Facultad de Medicina de primun non nocère (lo primero es no dañar), si bien se aplicaba en relación con el enfermo, hoy es un imperativo, no sólo de la razón, sino del afecto y la voluntad, para ser apriorístico tanto para el propio médico como para el paciente. ¡Cómo puede un médico decir al paciente que la obesidad es un riesgo, cuándo él es obeso; que el cigarrillo es tóxico, cuando él se lo dice fumando; que la droga o el alcohol son dañinos, si él usa a uno de ellos o a ambos! Esto opera como si un inmoral pretendiera enseñar moralidad. Acá, y en otras conductas menos perceptibles, el médico se daña a sí mismo, daña al paciente al no dar credibilidad a lo que dice y provoca el escándalo: ¡cómo el médico hace lo que él dice que no debe hacerse! Ya no se trata sólo de iatrogenia. Estamos hablando de conductas de ética y de moral, de autoridad y autenticidad profesional. El médico que contradice sus indicaciones, por ser su primer agresor, no es confiable para el paciente, pues carece de autoridad científica y moral para recetar lo que él con su ejemplo, no considera pertinente. Esto en lo relativo a la relación médico-paciente. 198 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Pero las reglas de oro también lo son para la vida personal del médico. Un médico soez, libertino, zafado no es una persona de “buena imagen” ni para la familia, ni la sociedad ni el paciente, pues causa escándalo y el escándalo en sí es una forma de daño. Un médico puede ser homosexual, pero si ejerce su homosexualidad de manera que no lo dañe física ni espiritualmente y su conducta no cause escándalo, en esto como en todas las otras acciones íntimas que cumplan las reglas de oro, sólo debe responder ante su conciencia y ante Dios (si es creyente). De ninguna manera ningún juez, otro hombre, ni sus colegas, ni los pacientes, podrán enrostrarle una conducta íntima que no causa daño a nadie ni escandaliza. Un médico enfermo, por su descuido personal, con enfermedades prevenibles, tampoco será un ejemplo social ni profesional, pues si no puede prevenir sus propias enfermedades, mal podrá ayudar a la sociedad y a sus pacientes a prevenir en ellos. Un médico poco afecto al aseo o muy desaliñado, no tendrá buena imagen social ni profesional. No hay una ley escrita que castigue usar “aritos”, ponerse tatuajes, hablar zafadamente o a gritos, no saludar, no tratar cortésmente a la gente. Pero hay reglas sociales que no perdonan que un médico haga estas cosas por más que sean “lo que normalmente se estila”. Esto no significa que yo no comprenda que una moda determinada, no afecta el correcto desempeño científico, pero un buen desempeño técnico y profesional debe acompañarse de una buena impresión de la imagen externa. Nada tiene que ver un arito con que un médico sea un excelente profesional desde el punto de vista perito. Pero es indudable que a muchos pacientes que no sean “jóvenes de la misma onda” vean con desconfianza el uso de aditamentos que en determinados círculos pueden llegar a tener connotaciones de identificaciones con alguna costumbre non sancta (desvíos sexuales, droga, etc.). No es necesario ser “acartonado” (andar de frac todo el día), pero sí es conveniente bañarse a menudo, lavarse las manos antes de realizar un contacto con la comida u otra persona (principalmente antes de revisar todo paciente), no despedir olores fétidos que ofendan a los que les rodean. Precisamente, la “ropa informal” de muchos médicos actuales ha desmejorado la imagen profesional, porque aunque parezca una sandez, muchos pacientes rechazan al médico desaliñado. No hay que confundir ropa cómoda con desaliño, ni informalidad con desastres en la vestimenta o en el aspecto físico. Una barba mal crecida (no la barba expresamente trabajada), estar despeinado o tener signos de falta de aseo de la piel, especialmente de la cara, son actos agresivos para mucha gente, particularmente el paciente. La soberbia, el trato irónico, la falta de urbanidad, la desconsideración en general, es moneda corriente entre muchos médicos actuales, por diferentes causas. También es moneda corriente en la generalidad de los usos sociales actuales, incluyendo a los pacientes violentos y, también, mal educados. Pero un enfermo es una persona muy sensible y cualquiera de estas actitudes por parte de un médico, pueden afectarle más que la enfermedad misma. Y el paciente, 199 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA por más violento y mala persona que sea tampoco puede dejar de ser asistido ya que está enfermo doblemente: la patología por la que consulta y la enfermedad psíquica y moral. Así como hay actitudes positivas que sirven o actúan como placebos (“sólo ver al médico mejoró al paciente”), así también las actitudes negativas tienen un efecto de sumación a los trastornos de su afección (“el trato del médico lo empeoró”) Estos magros y parciales ejemplos, son sólo aspectos mínimos de un repertorio más amplio que hace al folclore de la conducta médica actual. Lo cierto es que no hay paradigmas sociales que aconsejen las formas más convenientes, no sólo para la conducta médica, sino para la conducta del hombre en general. Pero esto no es una justificación para que los médicos abandonen todo esfuerzo para mejorar sus conductas personales. Se cree que el médico, además de ser un hombre que ha cursado una escuela primaria y secundaria y haber pasado por la universidad, debe poseer una formación académica sólida, pero también haber adquirido un lenguaje más correcto. El “roce social” debe haberle dejado algunos ejemplos salvables dentro del caos actual. Es misión de todo buen médico rescatar los mejores ejemplos y modelos percibidos en su vida y desechar los incorrectos. Si no hay capacidad de discernimiento, no habrá corrección de defectos. El médico afectado por la inconducta médica, es una especie de enfermo. Todos sabemos que para comenzar la cura de una afección lo primero que debe existir es el reconocimiento, por parte del afectado, de que está lesionado. La incapacidad de reconocer que no tiene el debido estado, es lo que he dado en llamar la miopía del error, pues se ha perdido la capacidad de autocrítica o se ha caído en una anestesia intelecto-afecto-volitiva que si bien permite reconocer que hay error, se pierde el interés por corregirlo (anestesia emocional). Otro defecto es la soberbia, en la cual el médico sabe que está en error, pero cree que son los demás los equivocados y que él posee la verdad. Por lo tanto, piensa que son los otros los que deben adecuarse a él y él no debe cambiar. Otro elemento es la conducta caprichosa-egocéntrica: “hago lo que hago porque se da las ganas y me importa nada lo que la gente piense o diga”. Finalmente tenemos a los corruptos y perversos, que tiene una personalidad previa al ejercicio de la medicina que los hace proclives a la maldad y la delincuencia. Estos cometen errores a sabiendas, para sacar de ellos un provecho secundario (lucro, favores sexuales, daño a quienes odian, etc.) o bien pueden raya en la psicopatía ocasionando daño sólo por el placer de hacerlo. El famoso dicho latino errare humanun est (es propio del hombre errar), es un aforismo que se refiere al error-accidente, es decir, al error que se comete accidentalmente. El error es inesperado, imprevisible, abrupto, etc. y no por causa de una omisión o un desconocimiento. Este error involuntario está por sobre toda consideración legal, moral, social y ética. Es el clásico “margen de error” admisible. Pero este error, para ser accidente, tiene que escapar a toda regla. El hecho de que un médico “olvide” un procedimiento médico o no lo conozca, no es un error 200 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA que está dentro del margen de error aludido. Es un error previsible, porque el médico no puede estar disperso ante un paciente, ni puede tener defectos por descuido. Si no tiene claro un diagnóstico o un signo, debe consultar inmediatamente (a una literatura cualquiera o a otro colega) pero nunca puede errar por omisión o ignorancia. No puede aducir “estaba distraído” o “no lo pensó” ni mucho menos decir que “un cuadro es difícil” y peor aún: “que es banal”. Otra cosa distinta es cuando un médico está sometido a una alta demanda continua y durante muchas horas (como ocurre con los médicos de guardias, actualmente). Acá la fatiga o la saturación y la escasez de tiempo pueden dar lugar a un error, que sí está contemplado dentro del margen de error, porque es un error accidental. Ha fallado el organismo del médico. Pero este caso debe ser probado y no meramente aducido como justificación o defensa ante un error, de manera especial, que causa daño irreversible. El error es atribuible al sistema médico que no ha previsto la contingencia del médico sobresaturado de trabajo, al haber sido rebasado por la demanda. Aun así, el médico debe arbitrar todos los medios posibles para impedir que el exceso de trabajo rebase su capacidad de atención correcta. Siempre, un médico de guardia “saturado” debe tratar de usar medios válidos como una derivación en tiempo y forma, ante cuadros dudosos. Más vale errar en el criterio de derivación que errar en el diagnóstico. De todos modos, salvo que una conducta sea repetitiva y sea signo de real impericia o negligencia, una demanda de mala praxis no debe recaer en el médico sino en el sistema. Se demanda a la institución y a los responsables de la misma, sea privada o pública, cuando el sistema es la causa del error en el médico. Siempre se ha manifestado que “la medicina es un estudio de por vida”. Esto significa, lisa y llanamente, que el médico mientras realice el ejercicio de su profesión, debe estudiar permanentemente los temas alusivos a su especialización profesional.107 No es una tarea esporádica, por ejemplo, proponerse cada tres años hacer un “repaso” o efectuar una “actualización”. Si la medicina de fines del siglo XIX y la desarrollada durante la primera mitad del siglo XX se vieron sometidas a cambios importantes en pocas décadas o lustros, la segunda mitad del siglo XX introdujo cambios fundamentales y a una velocidad inimaginable. Casi puede afirmarse que las dos últimas décadas „90 y „00, el conocimiento cambiaba segundo a segundo. Así como el siglo XX puede considerarse el “siglo del átomo”, desde el último lustro del siglo XX y lo poco que va del siglo XXI, hace prever que el siglo XXI sea el “siglo de la biología”. La Medicina Molecular, el fármaco por diseño y la Genética con la transgenia y la epigenia, están cambiando los conceptos biológicos aceleradamente y modificando las perspectivas terapéuticas. Patologías tales como la hipertensión arterial, cambian mes tras mes los esquemas terapéuticos según los nuevos conceptos fisiopatológicos y la inclusión de nuevas 107 Aunque no parezca muy correcto “permanentemente” implica las 24 hs. del día y los 365 días del año. 201 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA drogas. Ni hablar de la diabetes, enfermedades hereditarias y el propio cáncer. Tal avalancha de cambios bruscos y opuestos, hacen que el médico sea uno de los pocos profesionales que necesita una “puesta al día”, “todos los días”. Una semana o un mes sin leer o estudiar “lo nuevo”, vuelven anacrónicos todos los conocimientos adquiridos. Pero hay otro problema insalvable: el médico actual no puede abarcar todo el conocimiento que se le ofrece en los libros, folletos, cursos, revistas, Internet, etc. Ni aún dentro de la súper especialidad. Mucho menos en la especialidad. Y ya es utópico totalmente tan solo pensar que un solo médico puede dominar todo el saber básico de la medicina en general. Conocer todo de todo es una “misión imposible”. Pero lo más grave no está sólo en lo estrictamente científico. El médico de hoy debe también conocer normas de relaciones interpersonales, nociones de las leyes que regulan su carrera, ética y bioética, nociones de mercado, informática, etc. Esto obliga ineludiblemente a que tenga conocimientos psico-filosóficos, aprenda a ser un buen relacionador social y manejar las normas legales y ética-morales que regulan la profesión. Los aspectos que hemos remarcado sobre la formación profesional llevan sin hesitación, a considerar que el médico de hoy debe estar sometido a una actualización profesional continua. Esto equivale a decir que debe estudiar, “todos los días” del año y durante todos los años que dure su carrera, lo concerniente a la actualización de los conocimientos que debe poseer. Todos los libros de medicina, en especial los más renombrados, de una forma u otra, además de las actualizaciones científicas, incluyen aspectos legales y éticos y la forma de llevar una buena relación médico-paciente. La sumatoria de: los errores de procedimiento, la pésima educación y urbanidad, el descuido de los enfermos, ha conformado una figura negativa del médico, sobre todo de los médicos de hospitales o establecimientos públicos o de las mutuales, donde los pacientes sufren del síndrome del mutualizado: no puede acceder a un médico personal sino debe ser obligadamente atendido por el que “está de turno”, “tiene números” o el “único de la lista”. Así el paciente llega a la institución médica y allí consulta el listado de “médicos disponibles del día” y debe aceptar el que pueda atenderlo. Esto lo hace un “paciente errante” involuntario de un médico a otro. No es un “paciente propio” y se ve sometido al trato diverso de los médicos, el cual, por regla general, es negativo. Si alguien duda de lo que acá se afirma, no discuta ni diga que le parece exagerado. Simplemente concurra un día cualquiera a un hospital público o a un centro de salud y pida ser atendido, sin identificarse en especial ni como médico ni como funcionario o profesional. Solamente un paciente común. Verá con sorpresa que tiene que “sacar” número desde las 5 AM, para ser atendido a las 9 AM o a las 14 PM, porque el médico “no llega hasta esa hora”. Si el médico está obligado o ha consentido atender más de 15 pacientes en la consulta del día, la demora escala unas cuatro horas más de espera. Pero lo peor 202 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA ocurre en la consulta misma, cuando el médico agobiado por la demanda, sólo alcanza a hacerle medicina del síntoma, sin revisarlo, sin mucha simpatía y, la mayoría de las veces, con trato descortés. O bajo el pretexto de “horario cumplido”, busca o inventa un motivo y se retira sin atender a los que les esperan. Todo esto crea la iatrofobia (fobia al médico), un sentimiento muy particular en que se mezcla el temor irracional con aspectos emotivos que van desde el resentimiento, a la ira, e incluso al odio. ¿Cómo puede un médico atender a un paciente que lo odia abiertamente? Obviamente, mal. Y así la cadena va creciendo y las relaciones entre médico y pacientes terminan siendo violentas. El trato desconsiderado de ambas partes se agota con discusiones de alto tono y baja calidad, con agresiones verbales donde el insulto soez es lo menos grave, hasta lesiones por ataques físicos. Lo peor de todo esto es que: no es el paciente el que ha generado la situación, sino el médico. Pretender negar o minimizar esta realidad y no prestar oídos para realizar una autocrítica y un examen de conciencia que lleve a un sincero mea culpa, sigue siendo el peor error del médico. Los médicos se “urtican”108 cuando se les enrostra lo que está ocurriendo y, como los políticos, acuden a la gastada frase “no todos son iguales”. Correcto. Hay excepciones, pero por el transcurrir de los hechos no son muchos los que escapan al fenómeno. Más aún: a los culpables se les identifica sin problemas. Los inocentes están en el anonimato. Hay un dato muy ilustrativo que llama a reflexión: casi más del 80% de los juicios de mala praxis o daño por mala praxis son para médicos de instituciones privadas (clínicas, sanatorios) y de nosocomios públicos (hospitales, centros de salud). La demanda de médicos privados (consultorios privados o personales) es mínima. Esto se debe a que los médicos “particulares” o personales establecen una relación médico-paciente mejor y la atención suele ser de mejor calidad, lo que disminuye la posibilidad de errores groseros o fatales. Luego, debemos establecer otras tres reglas de oro en relación con la bondad del médico: 1. no sólo hay que ser bueno 2. sino también parecerlo 3. y demostrarlo Un buen médico que no da muestras de serlo ni lo demuestra, con sólo ser bueno, no salva la situación. El paciente agresivo y sensibilizado no distingue “de entrada” a los buenos médicos. Lleva grabada la imagen de que “todos los médicos son iguales”. Es verdad que esto no afecta a la bondad del médico, pero sí a su imagen, pues si no borra la mala impresión del paciente, éste se irá creyendo que “le tocó otro médico igual”. Hay que recordar que muchos 108 Término análogo a urticante (lo que produce comezón similar al contacto con la ortiga) pero empleado aquí con la connotación de molestarse, enojarse o inquietarse. 203 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA delincuentes, incluyendo al delincuente médico, apelan a la formalidad de parecer honestos e íntegros para despertar la confianza de quienes van a defraudar o engañar. Por eso insistimos que una simple formalidad no da la bondad que no se tiene. Tampoco la bondad y la formalidad en sí mismas son útiles sino se demuestran a ambas a través de hechos continuos, auténticos. Por estas razones, el médico debe saber y poder someterse siempre a una autocrítica continua. La autocrítica es una actitud que usa la introspección para observarse a sí mismo con un pensamiento crítico, el que se basa en el criterio que es “una norma para conocer la verdad”, “juicio o discernimiento” que permite la crítica o “arte de juzgar de la bondad, verdad y belleza de las cosas”. Un buen criterio o crítica debe estar conformado por el juicio que es una facultad del alma, por la que el hombre puede distinguir el bien del mal, lo verdadero de lo falso en un estado de sana razón para que la operación del entendimiento pueda comparar dos o más ideas o conceptos y determinar sus relaciones a fin de emitir una sentencia, opinión, crítica, etc. Es el proceso que permite instaurar un proceso de pensamiento crítico”. El pensamiento crítico o filosófico o metafísico, dijimos, es el que intenta llegar a la verdad absoluta de las cosas por lo que penetra en la cosa desde todos los puntos de vista para comprenderla como un todo. Este pensamiento está dirigido a lo necesario (aquello que no puede dejar de ser lo que es) y por lo tanto se acerca a lo absoluto, es decir, tiene plena certeza (pensamiento certero). La autocrítica tiene como base la introspección que es una operación llevada a cabo por un mecanismo de reflexión, que implica una especie de auto-inspección “hacia dentro” que con nuestro pensamiento crítico nos realizamos. Es como “observación interior de los propios actos o estados de ánimo o de conciencia” a lo que conviene agregar un concepto de la definición de introversión: “acción y efecto de penetrar dentro de sí mismo, abstrayéndose de los sentidos”. Conviene tener presente los conceptos de Monsalve que interpretaba a la introspección como una “capacidad para el diálogo interno” y establecía que dicho diálogo es posible “en virtud de al menos tres cualidades de la persona” las cuales serían: una capacidad de introyección de la realidad (que consiste en incorporar los elementos externos a su esquema referencial o mundo interno) con capacidad para el manejo de entidades abstractas o simbólicas (ética y praxis) y capacidad de reflexibilidad (tomarse a sí mismo como objeto de percepción). La autocrítica es acá una capacidad de reflexibilidad para adquirir el manejo de entidades abstractas o simbólicas como es la ética en sí y la propia bondad, a la luz de las cuales podremos saber si nuestros actos como médicos son buenos o malos. Luego la autocrítica es otra facultad del hombre, dependiente de todas sus facultades mentales, para poder juzgar sus propios actos. Si no se adquiere o no se tiene esa capacidad, difícilmente uno pueda “ver” si hay conducta errada o correcta en su praxis. Lo que hemos llamado “miopía del error” es la ausencia de la capacidad de autocrítica. Me he visto obligado, una vez más, a introducir fenómenos médicos que no hacen a una filosofía estrictamente, pero no se puede filosofar sobre lo que se ignora. En estos términos, es necesario acudir a una integración de problemas bioéticos con problemas científicos, para entender mejor sobre qué corresponde filosofar. Filosofar, en estas circunstancias, obliga a 204 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA reconocer los defectos de la ciencia médica, para resaltar virtudes esenciales, es decir, aquellas que van más allá de lo meramente coyuntural. La filosofía de la ciencia médica es resaltar el arte de esta ciencia, lo que involucra sin rodeos, conocer la conducta médica auténtica. Para esto, es necesario también reconocer lo inauténtico a fin de descartarlo y lograr sólo lo auténtico. Repensar la medicina Todas estas cuestiones llevan a repensar la medicina. ¿Qué significa repensar la medicina?109 Es comenzar filosóficamente a formular problemas allí donde todo parece tener “respuestas a la mano”, cuestionar las aparentes evidencias, retomar las ideas instituidas de las cosas a las que se les atribuye el “ser” de las cosas mismas. Es decir, no confundir la “idea” que nos hemos formado sobre una cuestión, con la cuestión misma. La idea es útil para acercarnos al conocimiento de una cosa, pero de ninguna manera esta “idea” reemplaza a esa cosa. Acá, lisa y llanamente se propone una “revisión de las ideas actuales”. La medicina no es ajena a la cultura sino que es una experiencia universal de la salud y la enfermedad, las que están inmersas en el tiempo en que se vive en un momento dado y no fuera de él. Luego, son parte de la cultura coyuntural. Cómo vivir y pensar la medicina y cuáles son las prácticas sociales que le corresponden, depende de la particularidad concreta de cada cultura o del momento cultural por el cual atraviesa una comunidad. En otras palabras: la medicina está indisolublemente unida a ese momento cultural que se vive y por lo tanto “piensa y obra”, tal cual se piensa y obra en esas determinadas instancias o circunstancias, situación que puede obrar más como un defecto que como una virtud. Por esto, la medicina cambia junto con la sociedad. En alguna manera este concepto es paradójico, porque si se piensa que la medicina está dirigida al organismo del hombre y a su correcto funcionamiento, es de suponer que ese organismo “es el mismo de siempre”. A pesar de esta verdad incuestionable, al repasar los “cambios” de las ciencias médicas, se cae irremediablemente en la cuestión de que, si bien el organismo humano es el mismo de siempre, la “idea” que se tiene de él no es la correcta y va cambiando a medida que emerge una nueva perspectiva o punto de vista del conocimiento médico. Y, y como antes dije, este conocimiento depende de “instrumentos” y la instrumentalidad es la base de la cultura. No hay cultura sin instrumentos. Cuando el hombre perfecciona sus instrumentos, cambia su momento cultural. Pero hay algo que “siempre” existe para que la medicina “sea lo que es”, de modo tal que sin ese algo la medicina no tendría existencia: la relación médico-paciente. Precisamente uno de los objetos a repensar es la “idea” sobre esa relación. ¿Cómo repensar la relación médico-paciente? La relación médico-paciente es una relación de persona a persona (interpersonal) pero cada persona tiene una existencia, es un ser 109 En la cuestión de repensar la medicina seguiremos los conceptos y criterios de la Pfsora. Lasala vertidos en el PROAMI 205 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA existente y por esto, la relación médico paciente es también una relación existencial, es decir, un vínculo de existencia a existencia: cuando un órgano está enfermo, siempre es una persona, un yo, quien ha enfermado. La cabeza no duele, como una entidad en sí, sino que le duele a alguien, a otro ser “igual a mí” o sea que me duele a mí. Si no se comprende esta relación como “un igual a mí” al que debo empatizar110, ser un poco el otro, para comprender qué es lo que le pasa, cómo le pasa y por qué le pasa, no hay relación médico-paciente auténtica. Cuando yo, el médico, esté “dentro del otro” como si el otro fuera yo, para amarlo y no manipularlo, es cuando comienza una relación médico-paciente hominizada, auténtica. Así, la relación médico-paciente se constituye cuando un existente sufriente (el paciente) interpela a otro existente (el médico), en una actitud sodálica, pidiendo su ayuda para superar la enfermedad. Este intento de solicitud de ayuda, en su calidad de un igual a mí, invocando su yo como un ser único, irrepetible que constituye “un todo sin partes”, constituye un acto “a priori” que impide que el médico intente manipular a su prójimo como a un objeto, al que se puede desmenuzar, fragmentar o tocar, sin consideración ninguna de ese todo, porque conforma un verdadero bloque inteligencia-afecto-voluntad-sentimiento-cuerpo. Creer que el cuerpo es independiente de los otros atributos es volver al viejo dualismo de “cuerpo y alma”; “cuerpo y mente”. Un paciente terminal o exánime, por más que parezca un “cuerpo muerto” sigue siendo una persona “en estado de inconsciencia” pero persona al fin. Interpretar o formarse la idea de que un cuerpo en coma ya no es un hombre sino una “cosa” que no manifiesta inteligencia, sentimiento o voluntad, que ya no siente porque es insensible, es interpretar falsamente, que el cuerpo es una entidad separada de otros atributos, a la que se puede manipular irresponsablemente. De ahí que el acuñamiento del término “estado vegetativo” sea un equivalente prácticamente de que el enfermo inconsciente, en coma prolongado, “vegeta”, es decir, se transforma en un vegetal (un ser viviente inexpresivo) ¿Quién puede afirmar taxativamente que un comatoso no siente ni sufre? Pensar así es groseramente interpretar que como un cuerpo no puede manifestar sufrimiento, luego, no sufre. La incapacidad de manifestar dolor o angustia, de ninguna manera exime del padecimiento de esos males. Simplemente es eso: incapacidad de manifestar (no de sentir). Esta relación existencial médico-paciente es infinitamente compleja: en ella se revela el carácter paradójico esencial de la vida humana, hecha de conflictos, muchos de ellos insolubles, como lo es la enfermedad extraña y la muerte. El médico, para ejercer su función, debe estar dispuesto a reconocer y sobrellevar esos conflictos. ¿Pero por qué empezar a analizar la relación médico paciente por la situación de la agonía, lo que equivale a decir, por la situación límite de 110 Empatizar no siempre significa amar al paciente. La empatía puede realizarse como un acto de amor, pero también puede ser una manera de colocarse en el lugar del paciente para manipularlo con fines distintos a los que exige una buena y auténtica relación médico-paciente. Empatía y simpatía pueden ser armas esgrimidas por los médicos corruptos con intenciones de lucro, favores sexuales y otras tendencias. 206 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA la muerte? Justamente porque, ante el enfermo en agonía, es imposible evadir esas paradojas que permanecen ocultas y latentes, tanto en las prácticas médicas de prevención como en la situación transitoria y reversible de enfermedad que constituye el marco de la acción médica corriente. ¿Pero qué es lo trágico, cuyo olvido sería preciso remontar? El hombre nace destinado a padecer enfermedades y a morir. Esto es tan obvio que no precisa mayor extensión filosófica. Pero lo que más causa dolor al hombre es la desgracia azarosa (azar como desgracia) y la muerte como algo inevitable y lleno de incertidumbre. Siempre, en la cotidianeidad de todos, el riesgo azaroso y la muerte funcionan como que son ajenos para mí. No puedo asumir plenamente que “a mí me puede pasar” una desgracia o “a mí me va a caer la muerte”. La tendencia natural es pensar (por lógica mientras no ocurren las cosas) “a mí no me pasará” como una especie de fórmula que le protege de que “le vaya a pasar”. Igualmente (por lógica mientras se está vivo) también lo común es pensar “que mueren los otros” como una especie de escudo o talismán que me asegure que yo “no voy a morir”. Esto opera como la figura que da Jankélévitch:111 la muerte es la única puerta que el hombre no puede cerrar, pero la incertidumbre de no saber cuándo va a morir, sumado a su deseo íntimo de “no morir”, obran en el sentido de empujar el hombre a mantener esa puerta entornada, de forma tal que no la cierra, pero tampoco la tiene a la vista completamente abierta. Es algo así como la joroba: se lleva a cuesta, pero como está en la espalda y no se tiene a la vista, es como si no existiera. Este es el quid de la paradoja: para el ser humano vivo (“vivito y coleando”) y que posee el “don de un futuro”, no asume (no acepta) de que la muerte existe (de que es un “ser para la muerte”) pero, precisamente y paradójicamente, su condición de mortal e inteligente, le obliga intelectualmente a aceptar que la muerte es, existe. Su corazón rechaza la muerte, su mente le obliga a aceptarla: estoy forzado a admitir intelectualmente, lo que mi sentimiento se niega rotundamente a aceptar. Por esto el hombre tiende, a través de su cultura y dentro de ella con su ciencia, a sublimar (esto es: hacer más asimilable) el concepto de su muerte. Usa todo lo que está a su alcance y vela (encubre) su memoria e inteligencia, dándole ideas de transfiguración de lo trágico, para negar o suprimir en su conciencia, a fin de no tenerla presente ni reconocer esa paradoja trágica. Velar (poner un velo) a una realidad es volverla no-visible (invisible) y oculta su “imposibilidad de aceptar” bajo el popular refrán de “ojos que no ven, corazón que no siente”. Esta situación de “tapar los ojos para ignorar al sol” o la de “esconder la cabeza” como el ñandú, libera al hombre común de la angustia de aceptar su muerte. Pero el médico, hombre que al igual que los otros congéneres, si bien puede “esconder la cabeza” para sí, no puede hacerlo para otros. Un médico, frente a otros, no puede liberarse de la realidad de la muerte porque su misión es enfrentarla. Por la naturaleza de su función (misión) está indisolublemente ligado a la 111 Vladimir Jankelevitch – LA MUERTE, Pre –Textos, Valencia, 2002 207 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA muerte, lo que le obliga inexcusablemente a ser testigo (espectador) y, a la vez, actor en la tragedia, es decir, que inevitablemente debe intervenir (compromiso absoluto). La aceptación del rol espectador-actor del médico nunca puede ser pasiva, sino que se le “exige” que sea activa. Esto transforma a la intervención en “algo incómodo”: no es un espectador impertérrito ni un espectador “involucrado pero retenido” por el reconocimiento de lo inevitable. Él sabe que el sufrimiento y la muerte son inevitables, pero de ninguna manera su rol de actor es meramente el de alguien que sólo se conforma con señalar la imposibilidad de actuar. Todo el mundo, y su propia conciencia, le exigen actuar activamente y en forma perentoria: debe proceder en tiempo y forma y desarrollar un acto idóneo y comprometido en “sacar a flote” al sufriente o moribundo. Esto se conoce como el deber de cuidado. En un dictamen judicial de los tribunales de Mendoza112 la juez falló: “... La medicina, como ciencia que es, impone a quienes la practican una diligencia que despeje la negligencia o impericia con que se conduzcan, valoradas no solamente por sus obligaciones deontológicas, sino también por el juicio de sus pares, el Código Penal y el de Ética que rige su actuación. La culpa resulta ser una violación al deber de cuidado y a la precaución que debe asumirse en su consecuencia. El médico que al actuar descuidadamente somete a sus pacientes a riesgos evitables y les causa daño a la salud física, tipifica el delito culposo. Los médicos, imputados en autos, han violado el deber de cuidado, toda vez que el mandato legal que determina el deber de cuidado les imponía extremar el deber de prudencia con la complejidad que el caso requería y efectuar una evaluación ponderadora y solícita de los riesgos que pudieran pesar sobre la paciente al ser sometidas a prácticas, seleccionando para este fin la tecnología y los recursos terapéuticos, apreciados éstos cautelosamente y afrontarlos adecuadamente.” El “deber de cuidado” implica: 1. un buen examen físico extenso e intenso 2. interpretación adecuada, desde todo punto de vista, de signos y síntomas que recoge en el examen y una correcta interpretación de los resultados de exámenes complementarios. Si algo no está claro, repetir los estudios complementarios o complementarlos con otros estudios afines. Por ejemplo, si hay fiebre o sospecha foco séptico debe pedir todo tipo de cultivo si no tiene clara una patología (hemocultivo seriado, urocultivo, cultivo seriado de esputo, cultivo de todo tipo de secreción anormal que se detecte, ya sea de herida o por cavidades anatómicas). No debe considerarse exagerado pedir todo esto porque es posible que muchos focos sépticos tengan gérmenes distintos in situ (sitio de lesión) y tengan una bacteriemia con otros gérmenes. Incluso, si un laboratorio no detecta gérmenes en los cultivos, se debe acudir a otros laboratorios como doble o triple prueba. No detectar todos los gérmenes patógenos puede hacer estéril una determinada terapéutica antibiótica que en lugar de ser politerapéutica, por error 112 Fallo 708 del Sexto Juzgado Correccional, juez Sofía Carolina Rivera caso Blanco c/ Piatelli y Morales, Poder Judicial de Mendoza, Argentina 208 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA se realiza monoterapia o se utilizan antibióticos a los cuales los gérmenes pueden resultar insensibles. 3. ejercer todas las posibilidades de diagnósticos diferenciales en caso de dudas. Si aun así no despeja dichas dudas, debe internar el paciente y aconsejar su estudio inmediato, e indicar la urgencia de los mismos y convocar interconsultas con los especialistas que considere pertinentes para el caso concreto 4. no incurrir en demora bajo ningún aspecto. Más vale exagerar una premura que dañar por demora. No debe demorarse en pedir estudios, en indicar terapéuticas y el modo de atención del paciente (si es deambulatorio o para internar) 5. pedir toda la gama de estudios posibles y presuntamente necesarios en un paciente y no omitirlos por creerlos innecesarios, sobre todo cuando no hay un diagnóstico claro. Muchas veces en signos neurológicos, por ejemplo, una hemiparesia se pide una TAC de cerebro pero no una RMN. Puede resultar una TAC normal y el paciente haber tenido un cavernoma cerebral que no es perfectamente detectable por TAC. No es, en estos casos, una exageración pedir RMN y TAC de cerebro. Como dije antes, el paciente y sus familiares acuden sodálicamente a pedir el auxilio del médico y, en cierta forma, este pedido no es una mera súplica (aunque puede efectuarse en términos suplicantes) sino es una “exigencia” que le “arranca” al médico una promesa de salvación (o, por lo menos, así se lo atribuyen), aún a pesar de tener la certeza de que es una promesa incumplible. Lo importante de esta tragedia es que el médico sepa actuar auténticamente desarrollando una conducta ética e idónea y con amor al prójimo sufriente, porque no es suficiente solamente ser un buen científico y poseer mucha ética, si se carece del don de poder transmitir serenidad y afecto hacia el paciente, que el paciente “sienta” la dedicación amorosa y no sólo “una correcta intervención”. Debe acompañar a su paciente en todo el curso de su dolencia. Esta premisa conlleva la máxima de que el médico, si bien no puede salvar lo insalvable, debe tratar piadosamente al sufriente haciéndole menos árido el camino del sufrimiento (terapia paliativa) y, si la muerte es inminente, debe “dejar operar a la naturaleza”113 y no provocar más daño o prolongar inútilmente el curso de la enfermedad, sopretexto de “mantener vivo a cualquier precio” al moribundo, o aumentar el sufrimiento con tecnologías que no curan pero permite la vida en estado de latencia. Esta idea de disminuir o evitar el sufrimiento, es más acorde con la función esencial del médico, que la actitud de tomar decisiones que incrementan o producen daño y dolor por lo que se debe interpretar la “disminución del sufrimiento” la toma de medidas que conduzcan a aliviar el dolor crónico penoso, o la obstrucción mecánica de una función (ej. un tumor que produce daño mecánico por compresión de otro órgano u obstrucción de la luz de un órgano hueco (vías respiratorias, vía digestiva, luz vascular, etc. 113 Este concepto significa que el médico debe luchar para que su paciente muera digna y naturalmente. No debe detener la muerte en el enfermo terminal, ni provocarla con el eufemismo “eutanasia” 209 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA La esencia de la ética médica es absoluta y correcta atención prestada al sufrimiento ajeno. Desde este punto de vista, es imposible que la relación médico-paciente sea “fuente de problemas morales” puesto que si el médico procede según la naturaleza (y no contranatura), ni Dios ni el hombre ni su propia conciencia le formularán culpa alguna. Contrariamente, la conducta irresponsable, arbitraria, caprichosa o tozuda en tratar de corregir lo incorregible será condenada por todos. La vida es un don dado y quitado, a través de la naturaleza. No es competencia del médico quitarla, crearla o prorrogarla artificialmente más allá de los límites fijados por la naturaleza. Proceder de otra forma es dar la idea de que “el médico se cree un Dios” (cuando en realidad, al asumir esta postura, es “un pobre diablo”). Toda ética, en el terreno médico, reside en la vida, pero en la vida del paciente. De ahí la ética se hace patente en la relación médicopaciente. Si el hombre intenta manipular la vida y al cuerpo humano para darle salud y bienestar evitando el sufrimiento innecesario, se justifica su intervención. Pero si sus deseos son suplantar o superar a Dios y la naturaleza y manipular la vida y el cuerpo humano, aunque obtenga una pizca de beneficio, no puede justificar el daño o la muerte que su conducta generó. Definitivamente: ningún acto médico o científico puede dañar, ni siquiera un pelo de ningún ser humano y, muchos menos, provocarle la muerte o la incapacidad, pretextando con ello curar un mal o prolongar la vida. No se debe experimentar médicamente con nadie. Todo acto médico debe tener la certeza plena de que es viable y que de ningún modo dañará ni matará. Se podrá aducir que muchas veces el médico se ve urgido a actuar con premura para salvar una vida y si así no lo hace, la muerte es segura. Pero la premura conlleva el riesgo de un error o de un accidente. Por lo tanto, es función del médico el cálculo completo del riesgo posible y si de este cálculo surge que el riesgo de actuar es mayor que la ausencia de intervención, la regla es no actuar. Estos conceptos son como reglas. Pero Medicina es experiencia y si la experiencia en determinadas prácticas da cifras de porcentajes mayores de errores que de aciertos, nunca el médico debe jugar una práctica azarosa, tipo “tiro de escopeta” o “por si le pega”, en especial en lo referido al enfermo terminal. No debe confundir “lo debido” con “lo usual”. No siempre lo debido va de la mano con lo usual. Lo más frecuente es que “lo usual” no sea “lo debido” en lo referente a ciertas prácticas médicas. Filosóficamente he dicho y repito hasta el cansancio, no todo lo que está en la realidad es la verdad. La falsedad y la mentira son tan reales como la verdad misma. Además, nuestros sentidos y nuestra forma de concebir la realidad nos juegan trampas mortales, haciendo “aparecer” las cosas “pareciendo” de una forma, cuando “son” de otra. Parecer es sinónimo de “parece ser” pero no de que “lo que realmente es”. El médico, como el filósofo, debe ocuparse más en averiguar lo que “las cosas son realmente” y no “lo que parecen ser”. Sin esta actitud de pensamiento trascendental, de meditación profunda, ni el saber ni la ciencia progresaría hacia un acercamiento a la verdad absoluta (la cual siempre es esquiva y relativamente impenetrable). 210 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Recuerdo que no hay verdad absoluta en la ciencia. Hay “puntos de vista” que por lógica son cambiantes en la medida en que el hombre modifique la posición desde la cual observa pero esos cambios deben ubicarse siempre lo más próximos posibles a lo que es la verdad absoluta. Especialmente, en la medicina. Pero esto no es óbice ni impedimento para que el médico busque “su verdad” coyuntural (dentro del contexto de búsqueda) También se ha dicho que el paciente moribundo que sufre en forma horrible clama a los médicos que se le quite la vida. En este caso, lo primero que el médico debe tender es a buscar la posible solución del sufrimiento o del dolor, antes que tomar la posición facilista de acceder al pedido del enfermo sufriente practicando la eutanasia. Acá no se trata de polemizar sobre religión o ética, sino al derecho de la salud y de la vida que todo enfermo conlleva. La medicina tiene cada vez más un arsenal de medicamentos y métodos para aliviar el sufrimiento y el dolor. La buena práctica, hoy llamada “medicina paliativa” ha demostrado sin dudas que el paciente aliviado del dolor o del sufrimiento no clama por ser matado, sino que muere naturalmente siguiendo el curso natural de una enfermedad mortal, en la cual el médico cumple su rol acompañando al sufriente y tomando todos los medios posibles para aliviar al que muere sufriendo. La experiencia estricta ha demostrado esta posibilidad. Cuando el médico comprende que es totalmente falible, ha dado el primer paso para acercarse a la verdad y estará en condiciones de analizar la relación médico-paciente en su verdadera dimensión obviando, al menos, los extravíos groseros. Nunca estará exento del error o del accidente, pero si se esfuerza en evitarlos tendrá un menor margen de ellos. Si el médico aprende a repensar la medicina y a dimensionar correctamente la relación médico-paciente, está en el camino de recobrar la esencia de su función y de llevar el rumbo correcto. Lo opuesto será caer en el vacío del cual difícilmente se regresa y que sin dudas nos hará llegar al fondo del error y del acto médico inauténtico. Por otro lado, no es conveniente confundir lo social con lo comunitario. Sociedad (de socius = compañero, partícipe) significa una relación entre la gente donde alguien acompaña a otro en algo, coparticipando con él lo obtenido. Es decir, es una relación entre dos individualidades, de interés en algo. En cambio, comunidad (de communio o communionis = participación en común) da la idea de dos personas se funden en una sola, para compartir mancomunadamente de algo. Comunidad da la idea de que “lo compartido” no es entre dos individualidades, como ocurre en la sociedad, sino que es algo de todos por igual. No hay individualidades sino dos personas iguales, donde el “otro” es un “igual a mí”. Si bien la ética está en lo social, la bioética está más en lo comunitario. Es social en cuanto hay una relación intersubjetiva, pero es comunitaria por la unión en común de dos personas, por encima de las individualidades y con un máximo respeto del uno por el otro. 211 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Medicina: verdadera ciencia Hasta ahora hemos venido hablando, prácticamente, del acto médico correcto y analizamos los detalles de lo incorrecto. ¿Por qué esta introducción? Porque debo volver a iterar que la Medicina como ciencia tiene dos aspectos: 1. La ciencia médica en sí o técnica médica que es el conjunto de conocimientos sobre los método científicos que usa la medicina, la semiología, el diagnóstico y la terapéutica y en medio de todo ellos, principalmente los métodos semiológicos como el algoritmo de síntomas, el diagnóstico diferencial y el uso de la Medicina de la Evidencia, en busca del diagnóstico certero y desplazamiento de los diagnósticos presuntivos o de las meras impresiones clínicas 2. El arte médico que consiste en la ortopraxia médica o conducta médica para aplicar los conocimientos técnicos con precisión, corrección, ética y comprensión total del paciente y la enfermedad Se ha dicho hasta el hartazgo que la medicina no es una ciencia exacta. Esta frase hecha, transformada en aforismo, nace del concepto que los métodos médicos no están preparados para asegurar certeramente la curación de una enfermedad. Es un aforismo acuñado por los propios médicos en virtud de justificar el fracaso de un diagnóstico y un tratamiento médico. El fenómeno dado de la litigiosidad en incremento por los casos denominados de mala praxis, trasladó este concepto, impulsado por las compañías aseguradoras y los estudiosos del Derecho que se ocupan de defender a los médicos en los juicios de malpraxis, no sólo a la defensa judicial de la contestación de la demanda, sino que ha sido introducido en todos los libros que se han escrito ad hoc como tratados jurídicos de mala praxis. Incluso, la repetición reiterada del concepto ha convencido a los propios jueces que lo esgrimen en los considerandos de sus dictámenes. Como corolario del aforismo, surge la teoría jurídica (Demogue) de que el médico está obligado legalmente a los medios pero no a los resultados de su acción profesional. Este precepto va en claro detrimento del principio consagrado tanto legalmente como éticamente, que es el derecho a la salud (derecho del paciente) que obliga al médico al deber de cuidado (cuidado correcto y perito). El deber de cuidado también obliga a una especie de deber de obtener un buen resultado. De no ser así, pierde todo sentido tanto la ciencia médica como la profesión médica, pues si el médico y la medicina no son capaces de buscar un resultado satisfactorio ¿qué sentido tienen ambos, especialmente si al daño natural de la afección o enfermedad se puede agregar, de acuerdo a esta incertidumbre, el daño del mal acto médico? En el análisis de los resultados del “obrar científico” se ha esgrimido estos razonamientos: “los complejos fenómenos del organismo hacen que el desencadenamiento de un daño sea el resultado de varios factores, ya que el cuerpo humano es cambiante y está permanentemente expuestos a riesgos al acaecimiento de daños, ya sea por el margen razonable 212 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA de imprevisibilidad que todo tratamiento implica o como consecuencia del normal obrar médico, lo que hace que no todo resultado sea atribuible al accionar del profesional. Aquí tenemos dos circunstancias condicionantes que exceden el conocimiento científico: la complejidad del organismo (causa de la víctima) y sus distintas reacciones. Difícilmente el médico pueda ordenar un tratamiento con certeza absoluta acerca de su resultado, precisamente por la intervención de distintos factores y riesgos que le son ajenos y que impiden asegurar una determinada evolución. De allí que las actuaciones diagnósticas terapéuticas y pronósticas sean con frecuencia efectuadas en condiciones de incertidumbre más que de certeza. Debe tenerse en cuenta además que el médico actúa sobre un hecho inicial que el paciente trae y que es su propia enfermedad (causalidad natural) y que de ordinario la consecuencia de su evolución es irreversiblemente el daño, en cualquiera de sus formulaciones, esto es, dolor, lesiones y hasta el fallecimiento”.114 He citado textualmente este parágrafo extraído de una obra jurídica que pertenece a todo un tratado de Derecho Médico que centra en la responsabilidad profesional de los médicos y las alternativas ajenas al accionar profesional como puede ser una respuesta no prevista a un tratamiento dado, un accidente completamente fortuito ajeno al accionar médico, o un desenlace fatal inevitable a pesar de un tratamiento correcto; y postula la posibilidad aceptable del error médico como corolario de la “imprevisibilidad” de la presentación de la enfermedad en cada paciente en particular o de la “falibilidad” de la ciencia médica inexacta. El texto realiza una presentación con apariencia racional y con un principio de razonabilidad correcto. Pero para conocer si realmente es tan así como se argumenta, es necesario recurrir a los conceptos de un correcto accionar científico de los médicos, puesto que es verdad que la Medicina en sí, tal cual se enseña y está escrita en los textos médicos, no es una ciencia que con sólo la mera aplicación de sus conceptos y postulados, den automáticamente un resultado favorable a una enfermedad o afección que interrumpe el estado de “buena salud”. Para que esto del buen resultado y buena salud ocurra es necesario en forma absoluta que el médico, intérprete necesario de la ciencia médica e instrumento directo de su aplicación, requiera de ciertas cualidades para ejercer su profesión y realizar los “actos médicos” que vuelven prácticos los conocimientos científicos teóricos de la Medicina. Ergo, la calidad científica de la Medicina es más responsabilidad del médico que la aplica que de la ciencia en sí. En cuanto a las condiciones individuales de cada paciente, es también responsabilidad profesional del médico determinarlas, en todos los casos, antes de realizar un diagnóstico, un tratamiento y un pronóstico. Por ende, debe determinar en primer lugar si es una afección curable o si es algo fatal o incurable. Este es el nudo gordiano de la primera consulta. Sólo de este modo, la medicina pierde su carácter de ciencia inexacta y su supuesta condición de ciencia de resultados imprevisibles. La falla de estas premisas es la que origina todos los otros defectos médicos, que 114 Ghersi-Weingarten – HISTORIA CLÍNICA, Editorial Jurídica Nova Tesis, Santa Fe, Argentina, 2005 213 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA no pueden justificarse con la mera manifestación de que la ciencia médica no es exacta y el que el curso de una enfermedad es imprevisible. Queda así perfectamente claras dos situaciones bien reales, extraídas de la distinción que acabamos de realizar entre ciencia médica y arte médico: 1. La ciencia médica formulada en la enseñanza teórica y práctica, por sí o en sí misma, no garantiza sus fines: curar absolutamente un enfermo 2. La eficiencia de la ciencia médica está supeditada a la pericia y al arte del profesional médico, el que hace factible la correcta y excelente aplicación del conocimiento médico (acto médico perito) para que el resultado de dicho acto sea lo más certero posible, en cuanto a diagnóstico, tratamiento y curación o superación de la afección sometida a consulta y tratamiento por parte del paciente Estas dos premisas están también, notoria y taxativamente, dirigidas a las afecciones que de por sí no son previsiblemente fatales o incurables. Hablo de “afecciones comunes” que el médico común debe enfrentar, estudiar y tratar. Tanto es así que la propia ciencia busca la excelencia del camino para evitar las fallas y encontrar una mejor manera de una curación certera y no imprevisible. Además del desarrollo tecnológico de métodos semiológicos, la ciencia médica ha creado otras disciplinas como el diagnóstico diferencial y, últimamente, la Medicina de la Evidencia, de la cual he hablado y dicho que es formidable manual de indicaciones y de conductas a tomar por parte del médico para obtener un diagnóstico certero. La certeza del diagnóstico lleva automáticamente al tratamiento adecuado y todo esto a la presunta curación de males comunes no fatales. No estoy hablando de SIDA (AIDS), ni de cáncer ni de afecciones conocidamente irreversibles (pero que aún siendo así la medicina ha adelantado tanto que ha cambiado el curso de estos males de manera espectacular). Hablo de que un paciente joven y sano y que padece una simple apendicitis y se somete a una operación, no puede morir por sepsis que no padecía antes de la operación, o hemorragia postoperatoria. De que un parto de evolución normal termine con la muerte del feto o de la madre por determinadas acciones médicas (mal parto) o el descuido para realizar un parto en tiempo y forma (embarazo excedido en el término o parto prematuro inducido por drogas o cesárea, uso de instrumentos dañinos que deforman al feto o producen nacimientos con anormalidades como defectos mentales, parálisis braquial, etc.), o la aplicación de medicinas potencialmente dañinas. También traigo a colación de los que fallecen por una vulgar colecistectomía (extracción de la vesícula biliar) en una afección vesicular no complicada; la del paciente que muere por defecto de intubación en la anestesia (ruptura de esófago) al intentar la reparación de una fractura simple de maxilar inferior. Tengo una lista más larga, y cada vez más extensa, de esta casuística de “muertes absurdas” debido a actos médicos indebidos. Y esto no es infrecuente sino que muchos casos trascienden en la noticia de los medios de información, o en la crónica policial o en las noticias de algunos juicios. 214 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Si establecimos que la responsabilidad de la aplicación de una ciencia médica correcta es absoluta para el médico, esto nos llevó a que en la introducción a este trabajo tratáramos en detalle las diferencias entre una buena y una mala conducta médica, entre un buen ejercicio y un mal ejercicio de la medicina. Luego, no es el carácter supuestamente imprevisible del curso de una enfermedad y del resultado de un medicamento, debido a las “variables” propias de cada enfermedad y cada cuerpo enfermo, sino la imprevisibilidad de la conducta médica la que ocasiona el daño y la muerte. Abogados y médicos se conjuran para emitir razonamientos falsos bajo el falso criterio de una supuesta estricta razonabilidad jurídica o conceptos seudocientíficos, y “tapar” o “disimular” o cambiar el aspecto auténtico de un hecho médico (lo que es en sí) por otro que se fundamenta en “lo que parece ser”. El texto de derecho médico antes citado, desde el punto de vista estrictamente médico científico, conlleva un “parecer ser” basada en la supuesta total imprevisibilidad de la enfermedad, de las condiciones personales de cada enfermo y de los resultados de un tratamiento. Tratan de imponer un concepto con el avasallamiento de la “mayoría”. Un juez me retó porque me atreví a poner en tela de juicio un dictamen de una comisión médica compuesta por varios médicos, usando el argumento de que no podía saber yo más que la cantidad de médicos que componían la comisión. Le respondí que la certeza de un conocimiento no depende de un falso consenso de mayoría, sino de fundamentos científicos basados en estudios multicéntricos y de reconocido consenso universal (es decir de médicos de varios o todos los países del mundo) y no de un grupo que sin ningún fundamento emite diagnósticos y opiniones basadas más en intereses personales que en la autenticidad de la ciencia médica. Un buen médico lo primero que intenta es el diagnóstico correcto y evaluar el estado del enfermo, lo que evita toda “imprevisibilidad”, puesto que previene lo supuestamente imprevisible pero que, realmente, es posible prevenir. Si no fuera así, el ejercicio de la medicina, insisto, sería imposible porque el médico no es capaz de prever el desarrollo de la enfermedad, el resultado del tratamiento y la evolución del cuerpo y funciones de una enfermedad. Peor aún: no tendría o negaría toda capacidad y probabilidad de curar. Un buen médico evita todo esto y es el que suele llevar a buen puerto a los dolientes, logrando mitigar su mal o, más aún, curar su enfermedad. Veamos ahora otros aspectos de la ciencia médica. La ciencia médica se basa en un pilar fundamental que es la ciencia de la semiología que fundamenta el examen físico médico. En estos basamentos está afirmada la “certidumbre” de la ciencia médica. La semiología es el estudio acabado de signos y síntomas que llevan a descifrar lo que el paciente padece y su aplicación reside en el examen físico, el cual contiene todo un proceso o pasos ineludibles: 1. Anamnesis: es la clave del examen pues en su aplicación el médico despliega toda su ciencia o conocimiento médico en la aplicación práctica de la semiología que es la indagación o recogimiento de todos los signos y síntomas del paciente. La anamnesis (palabra derivada del griego que significa “recuerdo”) son “los datos proporcionados por el paciente sobre ambiente y el comienzo de la enfermedad 215 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA hasta el momento en que comienza la exploración” (Diccionario Médico Salvat). La Real Academia Española la define como: “conjunto de datos clínicos relevante y otros del historial de un paciente”. También es la base de datos relevantes, en especial sintomatología, para “la historia clínica o psiquiátrica” (Diccionario Médico Dorland). Dentro de las denominadas “bases clínicas” (conjunto de todas las maniobras semiológicas que conforman el examen físico completo (anamnesis, exploración física, exámenes complementarios, diagnósticos) la anamnesis es la primera y más importante “base clínica”. “Al elaborar los antecedentes de una enfermedad es necesario incluir los acontecimientos clínicamente relevantes del paciente. En general, debe prestarse mayor atención a los hechos recientes… Cualquier hecho vinculado al paciente, por insignificante o distante que parezca, podría ser la clave de la solución de su problema clínico. En términos generales… suministrarán la información completa. Unos antecedentes informativos son algo más que una lista ordenada de síntomas. Siempre se obtendrá una información adicional si se presta atención a la forma en que los pacientes describen su síntomas, ya que las inflexiones de la voz, la expresión facial y la actitud proporcionan muchas veces indicios importantes para entender el significado que tienen los síntomas para el paciente. La anamnesis generalmente permite obtener abundante información. Los pacientes presentan grandes variaciones en la sofisticación con la que describen sus problemas y su capacidad para recordar los hechos. Por tanto, siempre que sea posible es necesario corroborar los antecedentes médicos… Al escuchar los antecedentes narrados por el propio paciente, el médico descubre no solamente algo de la enfermedad, sino también algo acerca del paciente. El proceso de anamnesis constituye una oportunidad excepcional para observar el comportamiento del paciente y valorar diversas características que se evalúan de manera más concienzuda durante la exploración física”. “No hay nada que pueda sustituir una anamnesis detallada, ordenada y concienzuda, ya que es mucho más valiosa que un estudio analítico o radiográfico… en la mayor parte de los casos se puede realizar un diagnóstico bastante acertado con base en la sola anamnesis“.115 Es un interrogatorio que debe ser hábil, minucioso y orientador del paciente en cuanto a la expresión oral o descripción de signos y síntomas, debiendo el médico realizar el máximo esfuerzo por acomodar el lenguaje común del paciente a la traducción en términos médicos. Así, si el paciente dice que siente “malestar” el médico debe investigar a fondo en qué consiste tal malestar (dolor, inestabilidad, trastorno psíquico, etc.). Igualmente si dice que es dolor, el médico debe aplicar el algoritmo del dolor para objetivarlo en términos médicos de diagnóstico o de ubicación como síntoma de una dolencia en particular. De no Harrison – PRINCIPIOS DE MEDICINA INTERNA: 2 y 97, 16ª edición, McGraw-Hill Interamericana, México, 2007 115 216 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA ser así, tendría validez la frase falaz que algunos médicos esgrimen cuando afirman que la subjetividad del dolor impide saber si existe y qué significa. Hay medios semiológicos que permiten no sólo diagnosticar un dolor sino saber que si es simulado o disimulado (palpación, escala visual, características del dolor, etc.). Asimismo, si el paciente refiere “mareos” debe averiguarse si es mareo propiamente dicho o es un vértigo o es otra afección de inestabilidad posicional. Y, de esta forma, sucesivamente, irá desgranando cada signo y síntoma. En esto reside “lo formidable” de la anamnesis como principal instrumento o herramienta médica para llegar a un diagnóstico certero y que no queda en un simple diagnóstico presuntivo. Muchas veces, la mera anamnesis permite el “diagnóstico correcto de entrada”, el que luego se someterá al resto de las maniobras del examen físico. La anamnesis es el único método semiológico que permite detectar trastornos psíquicos. 2. Observación o inspección: esta parte del examen consiste en la mera inspección visual del paciente que hace posible recoger datos sobre las condiciones de la piel (color, particularidades como lunares, pecas, etc.; cicatrices o heridas o excoriaciones, manchas, erupciones, reacciones vasculares como palidez o rubor, sudoración, secreción grasa u otras secreciones anormales); las facies o expresiones del rostro; la marcha; el estado general corporal (deformaciones o posiciones anormales), la audición, la visión, el estado de ánimo (depresivo, alegre, nervioso, agresivo, inquieto, estático, etc.), síntomas audibles (respiración, tos, estornudos); si hay limitación funcional de movimientos activos normales y forzados y el estado trófico del cuerpo. Un médico buen observador, sólo con la inspección puede hacer determinado diagnósticos y saber si hay simulación o disimulación. Ayuda a objetivar trastornos psíquicos (actitud del paciente, movimientos repetitivos como los tics, temblores, gestos de obsesión compulsiva, etc.) 3. Palpación: consiste en la exploración manual del cuerpo, especialmente de las zonas afectadas. La palpación puede consistir en un simple contacto táctil superficial que permite apreciar temperatura, humedad, asperezas, deformaciones; en maniobras de compresión y descompresión, en maniobras de percusión, en maniobras de detección de pulsos periféricos, choque de punta del corazón, inspección manual mediante la introducción de la mano o dedos en determinadas cavidades, determinar formas y flexibilidad de formaciones tumorales. La palpación también acude a la antropometría o medición de las formas del cuerpo (diámetro del cráneo, estatura, talla, perímetro y longitud de miembros, ángulos de los movimientos activos y forzados de las articulaciones, etc.) Para esto acude a instrumentos que miden la altura, al goniómetro y a la cinta métrica (que en lo posible debe ser metálica para evitar el factor de flexibilidad o estiramiento de la cinta confeccionada en hule o material plástico). La palpación exige el uso del 217 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA dorso y la palma de la mano y de los dedos. Es un método semiológico que recoge signos y objetiva síntomas como el dolor, la fiebre, otros malestares subjetivos, etc. Dentro de la palpación y la observación se ubica el examen neurológico. También es un acto semiológico que ayuda a confirmar o descartar simulación y disimulación. 4. Auscultación: en este procedimiento semiológico el órgano principal de investigación es el oído y los aparatos de extensión (estetoscopios y otros similares), que permite escuchar y analizar ruidos audibles del cuerpo. También hay auscultación directa, sin necesidad del uso de aparatos, de ruidos evidentes (borborigmos, crujidos, expulsión de gases, etc.) Mediante el uso del estetoscopio se detectan ruidos normales o patológicos del sistema cardiovascular (corazón y vasos), la tensión arterial (aunque ahora puede conocerse con los nuevos tensiómetros por computadoras), ruidos pulmonares y de vías respiratorias y del tórax, ruidos abdominales, etc. Es otro método semiológico muy certero para individualizar ruidos normales y patológicos. 5. Estudios complementarios: son los estudios realizados por prestadores especializados en ramas de las ciencias médicas como es el diagnóstico por imágenes (radiografía, TAC, RMN, ecografías, SPECT, densitometría, videos etc.); audiometría, EMG, ECG, EEG, PET, etc.; análisis bioquímicos y químicos; biopsias y estudios anatomopatológicos; cultivos para infecciones, exámenes invasivos (cateterismos, endoscopías, laparotomías, etc.), estudios psicológicos o psiquiátricos (test, informes); otros estudios especializados (genéticos, electrofisiológicos, etc.). El problema de los estudios complementarios, que atentan en general en su confiabilidad, es: los falsos negativos o positivos, los artefactos de imágenes, el método usado, el estado de los aparatos usados y su grado de perfeccionamiento y actualización, el criterio de los interpretadores o informadores de resultados, si el estudio está realizado por un paramédico o un médico especialista, etc. Por estos motivos se ha establecido el aforismo de que “la clínica es soberana” sobre todo si hay una disociación evidente entre el resultado del examen complementario y el resultado del examen clínico. 6. Diagnóstico: es el corolario de todo el proceso semiológico para reconocer en forma certera o presuntiva, la enfermedad o afección. El diagnóstico debe ser claro y completo (por ejemplo, si se diagnostica distonía neurovegetativa debe agregarse si es hipotónica o hipertónica, si es adrenal o simpática, colinérgica o parasimpática y aclararse los estudios de descarte de otros diagnóstico para dar la certeza y evitar la presunción), extenso (abarcar todo lo que el paciente siente o tiene. Por ejemplo, en lugar de escribir politraumatismo deben consignarse en qué consiste cada traumatismo, pues de lo contrario se priva al paciente de un diagnóstico y un pronóstico y de posibles secuelas no previstas) indicar si es diagnóstico de signos y síntomas (indica síndromes, signos o síntomas) o 218 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA diagnóstico de una enfermedad o afección puntual (da el nombre de la enfermedad o de la afección), indicar si es definitivo o presuntivo. Precisar los métodos por los cuales se llega al diagnóstico: por clínica, por estudios complementarios, etc. En la formulación del diagnóstico debe obligatoriamente ejercerse el diagnóstico diferencial y usar la Medicina de la Evidencia. Ambos confieren el grado de certeza y de confiabilidad y permiten un pronóstico adecuado. La Medicina de la Evidencia exige establecer claramente el agente etiológico mediante el consenso universal obtenido de estudios multicéntricos y la bibliografía especializada (libros, revistas) reconocidos fehacientemente por los medios científicos (por ejemplo, un estudio o trabajo publicado sólo por Internet carece de todo valor científico, a menos que sea la transcripción o copia de un estudio certificado por un medio científico reconocido y confiable) Se completa con estos conceptos, el criterio de que la ciencia médica, a través del acto médico correcto y perito, no es una ciencia azarosa totalmente, sino es una ciencia que goza de un amplio margen de certeza y previsibilidad en lo atinente a una afección y a las condiciones personales del paciente, para esperar un resultado favorable. Esa es la esencia de la Medicina y su razón de ser. Si este criterio es desechado o soslayado, la Medicina deja de ser un logro científico para convertirse en un acertijo indescifrable, tanto para el médico como para el paciente. Deja de ser ciencia (del latín scientia = conocimiento inteligente), porque este conocimiento inteligente no es obtenido por observación y razonamiento y estructurado en principios generales objetivos, sometidos a experimentos cuyos resultados sean comprobados fehacientemente bajo determinados parámetros.116 El método riguroso que hemos expuesto para detectar la enfermedad y tratarla evita la subjetividad y da valor a su aplicabilidad a cualquier ser humano, puesto que de no ser así, no tendría carácter de conocimiento científico. El fin fundamental de la Medicina y todos sus procedimientos científicos, vuelvo a reiterar, es corregir y mejorar las afecciones de la salud y lograr el restablecimiento parcial o total de la misma. El derecho a la salud del paciente obliga a la Medicina al deber de sanación. Por estos principios de razonabilidad, y por su naturaleza científica, la Medicina es una ciencia no sólo de medios y procedimientos sino también de resultados. Ergo, el médico está obligado absolutamente en lo atinente a medios y procedimientos correctos y tiene una obligación relativa de resultados. No está exento absolutamente de buenos resultados. De estarlo, pierde su carácter de profesional médico en lo relativo al saber y al arte médico, pues los buenos resultados siempre dependen, indefectiblemente de ambas condiciones. Un médico erudito, pero sin la habilidad o arte para aplicar su conocimiento, no es un buen médico y es un profesional irresponsable, pues no tiene autoridad para responder por el ejercicio 116 Fatone – LÓGICA Y TEORÍA DEL CONOCIMIENTO, Editorial Kapeluz, Bs. As., 1960 219 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA de su profesión. Por eso siempre sostuvimos el aforismo latino bonus et peritus, es decir, además de saber, debe ser muy bueno para aplicar ese saber. Polemizar sobre el absolutismo de la completa responsabilidad del ejercicio de la profesión médica para entrar en un relativismo que contradice la esencia de la ciencia médica y del médico, no es filosofar sino crear sofismos con visos de ciencia y razonabilidad jurídica pero que son inauténticos por no corresponde a la verdad de la medicina. Es sabido que las ciencias médicas, como todas las ciencias (aún las consideradas exactas) son de un saber relativo. Relativo en cuanto a que es mutable y relativo porque no está sujeto a una única posibilidad sino a un repertorio de posibilidades. En medicina, la condición de mutabilidad se supera con la actualización permanente que permite corregir el equívoco. La condición de posibilidades está referida a métodos alternativos, tanto para el estudio como para el tratamiento de una afección. Pero esto no torna a la medicina en una ciencia inaplicable eficazmente, puesto que es parte del conocimiento y del arte del profesional médico, saber elegir el método más correcto y propio para cada afección y cada paciente en particular. La adecuación del conocimiento y de los métodos son vigentes, científica y legalmente, mientras probada y universalmente no se cambien los mismos por otros más excelentes y efectivos y se desechen los que hay uso por ser comprobadamente erráticos. Esto hace que el médico siempre debe optar por los medios y procedimientos menos erráticos y los que son fehacientemente comprobados por su eficacia y aplicación debida. Esta responsabilidad personal del profesional médico para el ejercicio de la medicina, le conduce a tres alternativas de conducta médica:117 Discrecionalidad científica: esta conducta está tipificada por dos presupuestos: el presupuesto objetivo en el cual el médico usa de las posibilidades de los métodos alternativos para elegir el mejor aceptado; el presupuesto subjetivo es que la selección se debe hacer conforme a una correcta adecuación a la naturaleza de la patología a tratar, a las características individuales del paciente, y a los recursos materiales y económicos existentes (rigor científico). En todos los casos debe justificar con conceptos claros y precisos, las razones de su selección y las variables de la individualidad del paciente y de los recursos materiales empleados. Arbitrariedad: la conducta arbitraria reside en una elección o selección de métodos que carece de todo rigor científico, esto es, usa métodos que están incluidos en el marco de la ciencia médica, pero que no están debidamente 117 Ghersi-Weingarten – HISTORIA CLÍNICA, Editorial Jurídica Nova Tesis, Santa Fe, Argentina, 2005 220 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA adecuados a las circunstancias condicionantes del paciente y su patología en particular.118 Autoritarismo: la conducta autoritaria es prácticamente una conducta caprichosa del médico donde realiza una selección antojadiza de métodos, justificando su acción sólo en una presunta autoridad profesional como única razón, pero totalmente desconectada y sin relación con postulados científicos razonables. También usa métodos aceptados por la medicina, pero los aplica sin rigor científico La cuestión de que la medicina no es ciencia exacta presupone la pregunta: ¿Se cree que la Medicina es una ciencia improvisada y desprovista de medios para diagnosticar con certeza? El falso concepto de que no es una ciencia exacta (no lo es en sentido matemático) no le quita su carácter de ciencia certera. Quede, entonces, bien esclarecido que la Medicina119 no es una ciencia inexacta, sino una ciencia en mayúsculas que posee todos los elementos científicos y tecnológicos para cumplir una misión bien específica: estudiar, investigar, conocer y curar las enfermedades y afecciones que dañan la salud humana. La aplicación correcta y estricta de todos los preceptos y reglas de la ciencia médica, la convierte en una ciencia acertada, no errática y bastante exacta dentro de los parámetros competentes en que debe desarrollarse. El fin fundamental de la Medicina es conocer las enfermedades y dolencias del hombre para atenuarlas o curarlas. Por lo tanto, es una ciencia que obliga a usar todos los medios correctos y a esperar un resultado favorable. Es una ciencia con obligación de medios y resultados, aunque esto repugne a determinados tratadistas y médicos, quienes pretenden irrazonablemente afirmar que la Medicina carece de toda obligación de resultados. De ser así, no tendría lugar ninguna demanda judicial por el daño médico o la mala praxis. ¿Cómo demandar por el resultado a quien no tiene ninguna obligación del mismo? Ninguna lite por inconductas médicas es meramente por el mal uso o la omisión de medios. Se demanda por un resultado dañoso. Por ende, teniendo en cuenta el fin último de la Medicina que es buscar la sanación y no producir ningún daño (primun non nocère) y la razón principal de las demandas judiciales (indemnizar un daño), es notorio que se está frente a una determinada forma de obligación de resultados. De otro modo, no se indemnizaría un resultado dañino (que automáticamente evoca contrapuestamente la obligación de un buen resultado). Si bien el hombre es un fenómeno biológico no sujeto a normas de vida exactas e iguales para todos (como tampoco su fisiología es exactamente la misma para todos en cuanto a la forma de manifestarse), obviamente es un ente pasible de ser estudiado y obtenerse patrones de 118 Arbitrario en el idioma español, según la Real Academia Española, significa acto o proceder contrario a la justicia, la razón o las leyes, dictado sólo por la voluntad o el capricho 119 Por definición, Medicina es “arte y ciencia de conocer y tratar las enfermedades” y tratamiento es “conjunto de medios de toda clase que se ponen en práctica para la curación o alivio de las enfermedades” (Diccionario Médico Salvat, 2ª edición, Salvat Editores S.A., Barcelona, 1974) 221 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA consenso general (universalidad) en lo relativo a usos, costumbres, conductas y desarrollo personal y social como, asimismo, la evolución de una enfermedad y las condiciones individuales de cada enfermo. La Medicina es una de las tantas ciencias biológicas y antropológicas que se dedica particularmente a la anatomía y fisiología normales, pero la intención de esa ciencia está centrada en la etiología (causa de enfermedad) fisiopatología (desarrollo y manifestaciones de la enfermedad) y terapéutica (tratamiento de la enfermedad). Realiza los llamados estudios multicéntricos que se ajustan a normas con estándares, precisas, que fijan parámetros para tener un mismo patrón ante casos diferentes, de manera tal que el conocimiento abarque las contingencias normales o de la mayoría y las excepciones o singularidades. Esto la diferencia de las llamadas ciencias exactas como las matemáticas, porque el objeto de estudio es un ente concreto, dinámico, inestable y no abstracto. Todas estas razones lógicas dan por tierra aquello de que la Medicina no es una ciencia exacta, porque no existen las ciencias exactas en forma absoluta. Todas las ciencias, incluyendo la Medicina, dentro de determinados parámetros, son ciencias relativamente exactas para un punto de vista determinado. Cambia el punto de vista, cambia también la ley, normas o un precepto científico. Hay un determinismo tecnológico que condiciona toda ciencia: a mayor perfección tecnológica, mejor conocimiento de las cosas. Un mejor y mayor conocimiento, a su vez, condiciona todo principio absoluto objetivo, porque al depender de un objeto de conocimiento, toda modificación de los medios de conocer, introduce un cambio en el dato del conocimiento del objeto en cuestión. Por eso, todo absolutismo científico subjetivo, con el avance tecnológico se torna en un relativismo objetivo cierto. Debido a esto, es muy importante considerar el impacto tecnológico en la ciencia médica. La tecnología en la ciencia médica Los conceptos, ideas y creencias Por diferentes razones, hoy está en juego una serie de cuestiones relacionadas con la tecnología, la eutanasia y el estado vegetativo. La tecnología, etimológicamente, se forma con técnica y el estudio o tratado de la misma y técnica son los métodos y materiales que se usan para construir algo, ya sea un instrumento, una acción (científica, artística, intelectual) y originar un producto. En general, el concepto de tecnología está aplicado denotativamente al conjunto de los conocimientos propios de un oficio mecánico o arte industrial y al conjunto de instrumentos y procedimientos industriales de un determinado sector o producto. Así, se habla de “tecnologías”: del arte, de la comunicación, de la medicina, de la industria, etc. La tecnología industrial es la que más aparatos ha aportado a la sociedad e inventos sofisticados que rayan en la ciencia ficción. Esa tecnología se ha aplicado prácticamente a la producción industrial y a todas las investigaciones científicas, en especial, las biológicas y 222 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA médicas. Pero también ha contribuido al desarrollo de la llamada “inteligencia artificial” que rige para ordenadores de última generación y la robótica, conformando ambos la mecatrónica. En el orden de la medicina y la biología se han desarrollado aparatos y métodos que permiten la reproducción de la vida y tejidos a partir de elementos orgánicos vivos y preexistentes. La vida en sí sin células ni genes previos, aún no es generada tecnológicamente. Dentro de la tecnología médica están los aparatos de estudios complementarios que permite conocer imágenes hasta ahora desconocidas y estudiar funciones que de otro modo no podrían ser aprendidas. La cirugía ha desarrollado instrumentos de alta precisión y la prolongación de las funciones vitales también cuenta con aparatología de última elaboración o de “primera agua”. La tecnología aparatológica ha revolucionado la capacidad de diagnóstico, de tratamientos quirúrgicos, reparación de tejidos y genes dañados, elaboración de medicamentos y preservación de las funciones vitales. Pero los resultados, si bien en algunos casos son espectaculares, en otros constituyen grandes fracasos que hacen dudar a muchos de los beneficios amplios de la tecnología. Esto ha llevado a pensar en que los beneficios tecnológicos ciertos son los que justifican el uso y la existencia de la misma, pero sus fracasos le hacen despreciable y dañina. Según el campo de estudio y el punto de vista, se forman criterios de aceptación o rechazo de la tecnología y esto ha creado grandes cuestiones éticas, filosóficas, actitudes personales y polémicas, como así mismo neologismos que, además, de los generados por los productos tecnológicos, se agregan a problemas anexos. Se habla de: 1. 2. 3. 4. tecnofobia tecnofilia tecnolatría tecnocracia Así, los que rechazan de plano la tecnología son tecnófobos, las que la aceptan sin reparos tecnófilos y los que apoyan incondicionalmente a la tecnología y la defiende contra toda crítica son los tecnófilos que en su grado máximo de expresión se convierten en idólatras tecnológicos o tecnólatras (fundamentalistas de la tecnología). Los que poseen conocimientos tecnológicos y lo aplican en el campo de la ideología y la política son los tecnócratas. De esta forma, la tecnocracia es una especie de “ejercicio del poder por los tecnócratas. Mientras que el que sólo se dedica a estudiar y ejercer la tecnología es un tecnólogo. De la tecnocracia ha surgido un sistema político característico de países industrializados, que postula la conveniencia de que la dirección de los distintos ministerios (energía, industria, salud, etc.) sea ocupada por especialistas en la materia, desplazando de esas tareas de la administración pública a los políticos profesionales. Esto origina un verdadero régimen social donde la estructuración y la configuración deseada de la sociedad se rige por los principios de la técnica; los políticos tradicionales son desplazados por los tecnócratas; los altos puestos directivos son ocupados por economistas, administradores y analistas de sistemas. Cuando lo anterior ocurre 223 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA se habla de la existencia de un gobierno de tecnócratas, cuyos esfuerzos se encaminan a la maximización de la eficiencia técnica, la competencia a tratar la gestión de asuntos humanos, de manera semejante a cómo se conduce una máquina. La concepción tecnocrática se basa en un tipo de cientificismo que menospreció la política, pues la considera completamente subjetiva”.120 El concepto fue acuñado por Burnham.121 Se habla de “educación tecnológica” pero en realidad se alude a la enseñanza y ejercicio de la tecnología y esto es únicamente una “instrucción tecnológica” que se enseña, se aprende, se aplica. La tecnología subrepticia se refiere a la tecnología aplicada a instrumentos o aparatos que se diseñan y fabrican para actividades ocultas y a escondidas. Un ejemplo es el “avión furtivo” diseñado para no ser detectado por los radares. De igual modo, abarca todos los instrumentos destinados a funciones de espionaje o de acciones sorpresivas indetectables. La tecnología negativa y agresiva. La vida vegetativa humana tecnológica. Mi cuestión en particular va destinada a resaltar algunos aspectos negativos de la tecnología, archiconocidos, como es la fabricación de armas letales que han diezmado a la humanidad mucho más de lo que ha se ha logrado para mejorar y salvar vidas. La tecnología del confort nadie la discute en cuánto a beneficios y usos personales. La tecnología industrial que permite una mejor y mayor producción también es bien recibida. La tecnología médica correctamente usada, en cuanto a la obtención de resultados óptimos, es alabada, pero el uso indebido de esa tecnología es lo que últimamente ha sido criticado desde las perspectivas bioéticas, morales, religiosas e incluso, científicas. El diseño de medicamentos de costos altísimos a tal punto que no pueden ser aplicados a todos los que los necesitan, la iatrogenia de drogas de última generación, es una de las vertientes de la polémica. La otra, la más llamativa, es la prolongación artificial de la vida. Es la aplicación de aparatología y técnicas sofisticadas para prolongar la vida, en forma ineficiente, de enfermos terminales o en estado vegetativo. En esta cuestión, la denominada “terapia agresiva” donde se le insertan a los terminales y vegetativos una serie de tubos y se les conecta a aparatología tecnológica, prolonga una “vida artificial” sin ningún sentido para el enfermo, ni los familiares, ni la sociedad, ni la ética. Cuando el reloj biológico determina que una vida debe terminar, ya sea por un ciclo natural, una enfermedad incurable o un accidente o traumatismo, tratar de prolongar algo que no tiene un fin cierto, resulta irracional. En el caso de ancianos y enfermos terminales, hay que “dejar operar la naturaleza” y no ir contra ella. Los estados vegetativos han sido creados por la medicina y no por la naturaleza. Un enfermo que se desconecta del comando natural del sistema nervioso y pierde las funciones vitales de respirar, circulación sanguínea y control voluntario de su cuerpo, en forma irreversible, no tiene ninguna racionalidad hacerlo sobrevivir artificialmente. Otra cosa es el paciente que tiene una probabilidad cierta de recuperación. En estos casos se justifica una 120 121 Ang – DICCIONARIO ILUSTRADO DE CULTURA ESENCIAL James Burnham – REVOLUCIÓN DE LOS DIRECTORES, 1942 224 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA acción terapéutica y no una agresión terapéutica. Además, debe imponerse un tiempo prudencial de supervivencia artificial. Los casos concretos de Karen Quinlan y Terri Schiavo que han conmovido la opinión pública y movilizado ideologías religiosas y bioéticas, son dos paradigmas de una supervivencia sin sentido y sin ningún fin concreto, salvo el falso orgullo del poder científico que significa mantener vivo un cuerpo humano por decenas de año, aunque dicho cuerpo sea un ente inerte y tendido en una cama y sin ninguna esperanza de volver a la normalidad. Los estados de vida vegetativa naturales se dan en algunas especies de animales que invernan o en semillas de vegetales que germinaron después de miles de años de estar guardadas en algún recipiente. Pero en el ser humano no se han descripto casos naturales de vida vegetativa. Los estados vegetativos transitorios en seres humanos, tras una enfermedad o un traumatismo o un accidente, son muy contados y apenas han pasado no más allá de un trienio y, excepcionalmente, un lustro. La medicina no registra casuística importante o abundante de estados vegetativos que se recuperaron y volvieron a la normalidad. Han sido casos excepcionales. Ergo, no se trata de ser tecnófilo o tecnófobo, sino se aplicar la sensatez o sentido común de que debe regir aún en lo científico y tecnológico, para utilizar una tecnología determinada. En general, de hacerse un balance global de beneficios y perjuicios, en término de beneficio para la vida humana, la tecnología global lleva las de perder. Son más las vidas humanas perjudicadas por la contaminación ambiental que genera la tecnología, los accidentes, las guerras tecnológicas, etc. que las vidas salvadas por la tecnología. Más aún: la “confortabilidad tecnológica” no está exenta de secuelas. La contaminación lumínica y electromagnética persigue a los edificios “inteligentes”, a los hogares plagados de tecnología (TV, computadoras, microondas, aire acondicionado, control por pantallas, tubos lumínicos, etc.) que cargan la atmósfera de iones dañinos o radiaciones deletéreas y que determinan estados o trastornos físicos y psíquicos, también de difícil diagnóstico y explicación etiológica. Los “avances tecnológicos” en todos los campos están sujetos a diferentes factores negativos. La transgenia en medicamentos y alimentos han elevado los costos a tal punto que más de dos tercios de la humanidad no pueden gozar de los transgénicos. Se habla de la “ventaja transgénica” de producir más y mejores alimentos para paliar el hambre que azota a algunas regiones de América, Asia y África, pero sin embargo, debemos hacer notar que ningún habitante de Biafra (primer país africano que afligió al mundo con la imagen de sus niños desnutridos que parecían esqueletos caminando con su abdomen abultado) come transgénicos debido a sus altos costos. Los índices estadísticos de la geopolítica del hambre han aumentado junto con la demografía y a pesar del auge de alimentos transgénicos. 225 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Los medicamentos obtenidos por transgenia bacteriana (caso del interferón) tienen precios astronómicos y casi imposibles de alcanzar para la mayoría de los enfermos, los cuales deben ser subsidiados por alguna institución o el gobierno para alcanzar los beneficios terapéuticos. No hay estadísticas de los que mueren por no poder adquirir medicamentos. Los “medicamentos de diseño” obtenidos por planificación molecular a través de computadoras, además de cambiar en forma permanente las fórmulas, cada nueva droga obtenida aumenta el precio y llega a duplicarse o triplicarse en algunos casos, en relación a la droga original (caso del captopril y las moléculas similares) Algo parecido ocurre con la tecnología médica compleja. No está a disponibilidad de pobres sino de quienes pueden pagarlas y acceder a ellas sin restricciones. Obtener una TAC o una RMN simple, obliga a los usuarios de obras sociales a llenar cantidad considerables de papeles y algunos de ellos no alcanzan ni a pagar los coseguros. Incluso, muchas obras sociales terminan por no realizar estos estudios. Mucha gente agrava o muere por falta de esta tecnología. Ni hablar de operaciones como los trasplantes u otras más complicadas que si debe desplazarse de un país a otro, alcanza sumas siderales en relación a las posibilidades económicas normales. Aún, la tecnología local de un país no llega a todos los que la necesitan y sólo un bajo porcentaje mantiene su salud o salva su vida si logra llegar a los beneficios de esa tecnología. La última reflexión sensata, que no tiene nada que ver con ideologías personales, es la que surge del balance ecológico general, donde los estudiosos están demostrando que la contaminación ambiental lleva a fenómenos como el “agujero del ozono” y el “efecto invernadero”, entre otros, que superaron el clásico “smog” y que ahora se superponen a la contaminación electromagnética y la lumínica. Ni hablar de contaminaciones espirituales122 ni de los alimentos123 que cada día enferman más. El fracaso de experimentos genéticos es mayor que el de los “logros”. Los animales clonados pioneros han muerto por progeria (vejez prematura) o artritis (inflamación de las articulaciones). Se han informado más fracasos que beneficios con la transgenia terapéutica (implantación de genes que suplantan a los genes enfermos) y sólo constituye una gran esperanza, sin conocerse los resultados ciertos y a futuro. Todo opera como si la naturaleza “pasara factura” (sanciona con fracasos) a la artificialidad tecnológica. He leído un comentario realizado por Darío Fo124 en un reportaje periodístico, donde afirma que la sentencia divina de prohibir el conocimiento científico, es interpretada como que “Adán sabe que paga con su vida su posibilidad de acceder al conocimiento”. Ésta, a nuestro criterio, es una afirmación muy parcial, porque Dios no negó al hombre el acceso al conocimiento, pues de otro modo, no le hubiera dotado de inteligencia. Lo único que Dios 122 Ideas dañinas, modas insustanciales, vacío cultural y conductas anómalas que surgen con el uso indiscriminado de aparatos electronícos (TV, juegos, celulares, etc.) 123 Denominados “comida chatarra” 124 Autor, actor y Director teatral, de origen italiano, y ganador del Premio Nóbel de Literatura de 1997, que de ateo se convirtió en católica y escribe sobre la Biblia 226 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA prohibió125 fue el conocimiento “de la ciencia del bien y del mal”, pero no el conocimiento en sí, el cual es una facultad propia de la esencia humana inteligente. La gran pregunta es por qué Dios habla de ciencia y qué significa ciencia del bien y del mal. Fo interpretó a la ciencia del bien y del mal, directamente como a la ciencia en sí, esto es, al conocimiento científico. La ciencia no pretende conocer la verdad de la esencia de las cosas, sino sólo cómo esas cosas están constituidas. Es un conocimiento “material” y “físico”. Además de parcial. La real facultad de conocimiento es la que se preocupa por el conocer la verdad, esto es, lo que las cosas son en sí y no su apariencia o conformidad material. El conocimiento real o conocimiento en sí mismo, es siempre “metafísico”. Y esto Dios no lo prohíbe en ningún lado sino que lo prohíja al darle al hombre el poder de la sabiduría y el don del espíritu que lo hace “a imagen y semejanza suya”. La sabiduría humana, entonces, no es el saber de la molécula, sino el de la esencia, lo Absoluto. Pero, irónicamente, ese Absoluto es mera idea intelectual y todo funciona como que el hombre sólo puede acceder a conocer apariencias. Pero no es tan así. Quienes se preocuparon de buscar la senda correcta del conocimiento espiritual nunca dudaron de la certeza de lo Absoluto, y lo comprendieron perfectamente. El hecho de que no puedan explicarlo con términos “científicos”, (esto es, probando fehacientemente su existencia mediante la experimentación en un laboratorio), no significa que no se haya alcanza y abarcado ese Absoluto. Como vemos, (esto no significa que yo comparta creencia religiosa alguna, ni aceptación de creencias, sino que es el relato de un mero fenómeno dado y conocido) últimamente se ha puesto en el tapete la posibilidad de una “prohibición divina de la ciencia”. Es una tesis no sustentada totalmente ni difundida mayormente, pero que deja un cariz reflexivo sobre el fenómeno que analizamos. Cuando leemos el Génesis averiguamos que el primer pecado original que marcó a la humanidad, fue el cometido por Adán y Eva, al desobedecer a Dios. También es considerado el primer drama de la humanidad, pues la soberbia del hombre pudo más que el mandato de Dios. Pero, después de la caída y la desobediencia, quizás el mayor castigo no fue la expulsión del Edén, ni la condena a la muerte y al esfuerzo y al sufrimiento, sino que la primera sentencia que prevenía, que en caso de no cumplir lo mandada por Dios, el hombre conocería la ciencia del bien y el mal. Estas eran las principales prohibiciones. No negaba Dios el conocimiento al hombre en general, sino que le pidió no acceder al conocimiento en el sentido del bien y del mal.126 En el estado natural según la Biblia o la exégesis teológica, para el hombre todo era el Bien puro, absoluto. Pero al desobedecer pierde su esencia natural de bondad pura, el derecho a la eternidad y a la completa felicidad que supuestamente le esperaba de haber sido fiel al primer mandato divino. No es posible saber por qué Dios prohíbe (o si realmente lo prohibió) En Génesis 2:15 “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal, no comerás en modo alguno, porque, el día en que comieres, ciertamente morirás”. Más adelante, le llama el “árbol de la vida” 126 En el supuesto caso de que la palabra “ciencia” esté correctamente traducida y no sea otro el vocablo usado en la Biblia, la recomendación divina de no conocer la “ciencia del bien y del mal” es anfibológica, pues no es claro si se refiere al concepto actual de “conocimiento científico”. La otra condición teológica es que vivir en el Edén o paraíso original no permitía jamás el mal. Saber cuál era la diferencia entre bien y mal necesariamente presupone conocer el mal. Esto obra como que al desobedecer a Dios, Adán y Eva abren la “caja de Pandora” del mal y son castigados con el hambre, la muerte, la soberbia, el crimen, etc. 125 227 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA el conocimiento científico. Pero, sin ser retrógrado y observando imparcialmente la historia y los resultados de la ciencia, veremos que realmente, cuando una civilización alcanzaba la cúspide del saber científico, propiamente dicho, con esto comenzaba su decadencia. Sin embargo, la atracción por la ciencia es un hecho innegable y el fanatismo científico impide razonar sin pasión lo negativo y lo positivo de esa ciencia. Se ha usado varias explicaciones para justificar la ciencia. En este contexto, la ciencia, en un concepto absoluto de los tecnolatras, es progreso porque alivia el esfuerzo humano, mejora las condiciones de vida, trae confort, ayuda a combatir las enfermedades, prolonga la vida, da la posibilidad de aumentar la cantidad de alimentos, etc., por lo que es “imparable” e “imprescindible”, o sea, absolutamente necesaria. Según los tecnófilos, no se debe ni pensar que alguien vaya a afirmar que la ciencia es retrógrada. Quién lo intente será él considerado y tildado de retrógrado y, seguramente, a una opinión negativa anticiencia, saldrían millones de respuestas denostando tal posición anticientificista. Es lo que, de algún modo, hoy asistimos al debate de una parte de la humanidad que en defensa de la ecología se opone a toda acción científica artificial y a la otra parte, que aduciendo la bioética, no quiere la transgenia ni la clonación. A quienes sustentan la posición ecologista y bioética se les ha anatematizado al mejor estilo de la Inquisición porque se piensa que son personas desquiciadas, sospechosas de sostener principios degradantes para el “saber humano” y el progreso de la civilización. Civilización y ciencia son las palabras claves que impulsan al hombre actual a “hurgar” todo el Universo en busca del total “conocimiento científico” del mar, de las entrañas de la tierra, del espacio sideral y de toda la superficie terrestre. No hay molécula existente que no sea analizada, destruida con el pretexto de acceder a su conocimiento. La ciencia molecular es el principal objeto de muchas disciplinas “científicas” con la idea de acceder al poder de recrear todo lo que naturalmente estaba hecho. Ese afán de recreación se escuda tras el pretexto de “perfeccionar” lo natural en aras de un mayor rendimiento y eficiencia. Así la transgenia justifica su fin para “crear” mejores alimentos, mejores medicamentos, obtención de células y genes “sanadores” de males congénitos, etc. Los intentos de clonación no llegan a lograr los fines propuestos para iniciar tal programa científico, sino que se manifiesta como un “conocer lúdico” muy interesante y emocionante, pero que no prolonga la vida de ningún ser viviente ni mejora su esencia natural, ni cura ninguna enfermedad.127 En cuanto a la “esencia artificial” de los seres clonados, hasta el presente de este inicio de siglo XXI, no ha rendido el fruto del cual se espera mucho y se obtiene nada y poco. La creación de la poderosa tecnología de aparatos es impresionante. Pero no es la panacea de los males de la humanidad, sino que, paradójica e inversamente, mucha de esta tecnología contribuye más a la degradación, a la contaminación y a la destrucción directa, que al bienestar real del hombre. La exploración del espacio es un juego también apasionante que ha cautivado a la humanidad. Pero hasta ahora ha sido un proyecto muy costoso que ha privado de asistencia de comida, medicina y vivienda para una gran parte de la humanidad que yace en la peor miseria, y 127 Últimamente se clonan animales, por ejemplo vacas, en cuya leche se introducen factores que ayudan a evitar o curar determinadas afecciones 228 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA que el “conocimiento del espacio” es una entelequia que no ha logrado modificar la atmósfera terrestre, no ha modificado al espacio en sí y no ha significado ningún provecho real al bienestar personal del ser humano. Puede explicar fenómenos cósmicos de causa desconocida, pero no afecta ni modifica el ciclo natural del universo. El lema orgulloso y soberbio de que “a la ciencia nadie la para” es el grito de guerra de los “científicos triunfadores” que creen que poseen el poder de dominar a la naturaleza y de ponerla a su servicio. Los “triunfos” logrados les llenan de ínfulas y de petulancia. Pero la realidad es otra. Esa ciencia “avanzada” ha creado “productos extraordinarios”, pero cada vez que obtiene una molécula maravillosa artificial, debe correr a buscar otra porque la primera no solucionó “todo” el problema para la cual se inventó. Apoyemos a la ciencia y la tecnología dentro de un margen razonable. Pero no perdamos el sentido crítico de lo sensato. La creación y la aplicación tecnológica será un bien irrefutable cuando sus beneficios queden exentos de dudas y secuelas ciertas. La inteligencia será recuperar a la tecnología exclusivamente para lo bueno, pero sabemos también que esto es utópico. Siempre habrá alguien que aspire por soberbio, beneficio económico, fama o maldad, a usar de la ciencia y la tecnología para fines no santos. Se me ocurre, como muy oportuno, transcribir parcialmente y con aclaraciones intercaladas el artículo de la periodista Norma Morandini128 que expresa: “El hombre desarrolla la ciencia y la tecnología con que después se humilla. Una vejación que Freud desarrolló como la tesis de las tres heridas narcisistas: a) la cosmológica (cuando Copérnico demostró que la Tierra, esto es, el hombre no era el centro del Cosmos sino el sol): b) la biológica cuando Darwin con su teoría de la selección natural y la supervivencia de las especies, hizo del hombre no una semejanza de Dios sino del animal; c) la psicológica del siglo XX con la teoría del inconsciente que demostró que tampoco el hombre es dueño de su morada: un hombre descentrado (del universo, de su cuerpo y de su espíritu) ¿Y ahora qué?. La exaltada revolución cibernética, que está cambiando nuestra forma de vivir y sentir, nos vaticina ya no una herida al narcisismo sino, directamente, una supresión de lo humano... La gran revolución de los robots se presenta bajo la tres R: reciclar, reutilizar y reducir. Así, podemos imaginar la reutilización de un hombre que se ahogó en su humanidad cuando se definió como consumidor y que ahora debe reciclarse, antes de que la naturaleza lo reduzca a la extinción. Después de albergar las reuniones del Protocolo de Kyoto para que las naciones desarrolladas se comprometan a disminuir los gases de la contaminación, Japón presenta una nueva opción: el eco-desarrollo. A mitad del camino entre capitalismo norteamericano y el Estado protector de los países europeos, la tercera vía nipona defiende la tecnología sin destruir el entorno. Es aquí donde vale la sentencia de Confucio: „estudia el pasado si quieres conocer el futuro‟. Lo que vemos por todos lados es una naturaleza insurgente que llora en las inundaciones y se 128 Norma Morandini – EL HOMBRE HUMILLADO, Rev. Rumbos, edición 10/4/05 229 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA convulsiona con los temblores, frente a las barbaridades (tecnológicas) que cometió el hombre cuando la codicia del dinero impulsó el consumismo masiva a expensas de una producción que se llevó los bosques, secó los ríos, elevó las temperaturas, convirtió en desiertos lo que eran vegetales y demostró que el planeta es una gran nave espacial que, si se hunde, no dejará a nadie salvo. De modo que en Occidente se inventan clones humanos y en Oriente, robots que nos remplacen. Ellos ofician, en la infantilizada sociedad de consumo, como juguetes de adultos, sin que las innovaciones tecnológicas se reconozcan como una herida. Sin embargo, a las humillaciones de las tesis de Freud habría que agregar, tal vez, la última: no ya la que desplaza lo humano del centro del Cosmos y de la naturaleza, sino la que lo torna superfluo porque, directamente, lo elimina” Si bien esta opinión puede estar teñida por alguna ideología, desprendiéndose de ella, considero que debe tenerse en cuenta de ella, los conceptos objetivos de la tecnología. He querido agregar a este largo tema de las cuestiones médicas, otro aspecto de las ciencias médicas como es la tecnología. Aunque, en el filosofar sobre medicina, se debe intercalar obligadamente pasajes estrictamente técnicos o científicos, a manera de ejemplos concretos, esto no va en desmedro de una reflexión estrictamente filosófica, sino que ayuda a comprender mejor las conclusiones que se forman en torno a estas cuestiones médicas. Empero, si bien pueden molestar a algún lector, creo oportuno aclarar la intención de haber insertado todos estos pasajes absolutamente técnicos. Esto ayuda a ubicar tanto a los médicos, a los filósofos, como a un lector lego en medicina. Estoy de acuerdo con Bunge en es muy oportuno realizar en forma práctica una “filosofía para médicos” que hablar de una “filosofía de la ciencia médica” propiamente dicha. He remarcado que los polos inherentes a la ciencia médica son, indefectiblemente, la ciencia en sí y el médico. He abordado muchos aspectos del médico en sí pero queda reiterar algo que he observado como una especie de frustración para el “buen médico” y voy a resaltar ciertas iteraciones en este aspecto, por considerar muy necesaria la repetición, no tediosa, sino que tiende al permanente recuerdo de lo importante y real. La frustración del médico: sus causas Abordaremos el tema de la frustración médica, o mejor dicho, la frustración del médico, por ser una cuestión que tiene un incremento diario y cada vez mayor en este principio del siglo XXI. Pero creemos que previamente hay que dejar bien claro qué entenderemos por frustración del médico. Denotativamente129 frustrar es “privar a uno de lo que esperaba”, “dejar sin efecto, malograr un intento”, “dejar sin efecto un propósito contra la intención del que procura realizarlo”. Hemos decidido a propósito dar la definición de frustración o acción de frustrar, para entender mejor lo que consideramos la frustración del médico. 129 Definición de diccionario 230 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Para entender mejor qué es y lo que lleva a esa frustración, es necesario también realizar una digresión previa sobre la intencionalidad del trabajo profesional del médico. En primer lugar vamos en busca del fin de un acto médico. Es de Perogrullo que la función del médico es tratar la enfermedad de un paciente o enfermo. Partiendo de esta premisa fundamental, suponemos que el médico orienta su vocación a este fin, lo que significa que primariamente el estudio de la medicina es cumplir una vocación profesional y de servicio. Pero la realidad es que cuando alguien decide estudiar Medicina, sus intenciones pueden ser varias: Realizar una vocación Tener un “medio de vida”, algo que le dé ingresos pecuniarios, dinero, para vivir Dedicarse a la investigación científica Buscar prestigio social Seguir una tradición familiar profesional (familia de médicos) Analizando la primera intención, a la cual ya adelantamos como la intención primaria o básica, que una persona realiza para prestar un servicio a su prójimo. Es vocación profesional en cuanto está orientada a una profesión (la profesión médica) y es de servicio porque se supone que elige la carrera para curar enfermos, es decir, prestar un servicio a quien lo necesita. Naturalmente, toda profesión debe cobrar honorarios o prestarse por un pago de servicios, para que el profesional pueda sustentar sus necesidades básicas (vivienda, comida, vestimenta, educación, esparcimiento, salud, etc.) tanto en lo personal como en lo familiar. Pero acá, el cobro de servicios es la consecuencia del acto y no la finalidad del mismo. En cambio, en la segunda intención, lo básico no es prestar un servicio por la necesidad del paciente, sino lucrar con la profesión. No importa el paciente en sí, el cual es el mero instrumento de la intencionalidad, sino que éste sea una fuente de ingresos segura e importante, se solucione o no, el problema de su enfermedad. El cobro de servicios o de prestaciones técnicas es lo fundamental y esto lleva a que la enfermedad sólo sea el pretexto. Si el paciente no tiene medios económicos ciertos o una obra social sólida que lo respalde, el médico no le dará la prestación que necesita. Cuando decide aceptar al paciente, trata por todos los medios de “abultar” sus servicios o prestaciones, para poder obtener la mayor cantidad posible de dinero. Esto queda bien definido con sólo decir que la intención de estudiar Medicina, no es únicamente tratar de curar el enfermo, sino que la causa principal es tratar de obtener la mayor cantidad posible de dinero del paciente, para lo cual no importa si una prestación corresponde o no, simplemente se presta para cobrarse. De igual modo pueden “simularse” o “inventarse” tratamientos no pertinentes, siempre y cuando los mismos sean ampliamente rentables. Es el caso concreto de cirugías innecesarias, de uso de medicamentos que no corresponden, pero que el laboratorio que los produce da un buen porcentaje por cada receta, etc. 231 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA En cuanto al estudio de la Medicina, sólo con la intención de obtener el título que lo habilitará para ingresar a medios científicos (laboratorios, universidades, centros de investigación), no conlleva la vocación profesional de atender pacientes o enfermos. Es probable que estos médicos nunca lleguen a tener una relación médico-paciente y su vida transcurre dentro de gabinetes de experimentación y estudio. La intención puede deberse a una vocación indirecta de servicio (solucionar causas de enfermedades como es el caso del cáncer, las infecciones, etc.) o bien simplemente dar curso a una vocación de científico como mero acto de conocimiento o curiosidad, sin pensar en la consecuencia que puede traer a un enfermo (por ejemplo, investigar exclusivamente la fisiología del cuerpo humano). Finalmente, está el caso del que estudia medicina sin vocación estricta por la salud del enfermo, ni la ciencia médica, ni el lucro personal. Simplemente, la mayoría de las veces, es una imposición familiar. O bien se estudia para “tener un título” que le dé un cierto prestigio social. La mayoría de estos casos se dedica, después de obtener el título, a otras actividades que nada tienen que ver con el título profesional (administrar campos, empresas, etc.). La frustración del médico no está en los últimos casos de intencionalidad del estudio de la Medicina (lucro, investigación, prestigio social) pues ninguno de estos casos suele sufrir frustración. El fenómeno de la frustración médica afecta al médico cuya vocación es el ejercicio profesional para tratar de asistir a enfermos. En este caso, la frustración es producto de diversas y múltiples causas, algunas manifiestas, otras no expresadas. Las causas conocidas y patentes son las generadas según los objetivos esperados por el médico, por ejemplo, si se dedicará a ejercer en forma privada o lo hará dentro de un nosocomio público, privado u oficial (del gobierno). Los sistemas de salud de prestación individual y privada tienen una problemática muy distinta del sistema de salud pública en nosocomios privados o en nosocomios oficiales o del gobierno. Analizaremos el sistema individual privado. Describiré al médico urbano común de cualquier barrio o ciudad. Hay excepciones en los médicos rurales, en los de grupos o poblados reducidos y otros similares. Acá, como primera medida, el médico debe contar con una infraestructura profesional: o Consultorio o Vehículo de transporte El consultorio de un médico clínico, básicamente, necesita un moblaje: escritorio, sillas, camilla y un negatoscopio (pantalla iluminada para lectura de radiografías, tomografías, resonancias magnéticas, etc.). Además, debe contar con instrumentos médicos: bajalenguas, tensiómetro, martillo de reflejos, estetoscopio, linterna, lupa, centímetro, aparatos exploradores (otoscopio, instrumento para fondo de ojos, etc.). A esto hay que agregar los elementos 232 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA administrativos: secretaria, teléfono, papelería (recetarios, formularios), elementos para escribir (lapiceras, computadoras, etc.). Si hará cirugía menor, a lo anterior debe agregar un equipo para cirugía (anestesia, instrumentos quirúrgicos, guantes, barbijos, uniforme esterilizado, etc.). Si se dedicará a prácticas especiales debe obtener los aparatos tecnológicos respectivos (aparatos de Rx, electrocardiógrafo, espirómetro, endoscopios, etc.), según la profesión que desee ejercer. Si desea tener un instituto particular, a todo lo expresado debe agregar el edificio adecuado y la cantidad de auxiliares técnicos, profesionales y administrativos. El vehículo de transporte es un elemento de trabajo sobre todo cuando el profesional realiza atenciones médicas a domicilio o debe trasladarse a su trabajo cuando el consultorio está alejado de la vivienda. Si el médico tiene trabajos en los cuales debe cumplir horarios, especialmente los que exigen marcación de tarjeta con un horario fijo de entrada, y vive alejado de su medio laboral, viajar en colectivos implica un gasto de tiempo y desgaste físico entre la espera y los sinsabores del viaje. Es el caso de líneas de colectivos de muy poca frecuencia cuya espera demora, a veces, más de media hora. Otro problema horario del viaje en colectivo es que si el médico debe ingresar a las 7 hs. (AM) y entre espera y viaje demanda más de una hora o debe utilizar dos colectivos para trasladarse, prácticamente debe salir de su casa a las 5 hs. (AM) Esto demanda menos horas de descanso. El otro problema es que muchas líneas comienzan a trabajar después de ese horario y llegan a los barrios a las 5.30 hs. En ese horario es probable que los colectivos estén abarrotados de empleados públicos, de obreros, de estudiantes y pueda perder un colectivo lo que le exigen viajar de pie, apretado y padecer empujones, pisotones, etc. Esto se complica en grado sumo los días de lluvias o tormentas o de temperaturas bajo cero. De ahí que el vehículo particular no es un lujo sino un medio de trabajo muy necesario para que el médico cumpla sus obligaciones sin perjuicio de su salud ni de la efectividad de su trabajo. El médico, más que ningún otro profesional no puede llegar a su trabajo adormecido, agotado, y con malestares físicos que le impidan concentrarse en atender a sus pacientes. De su buen estado físico depende la excelencia de su servicio. Si yerra, no daña una máquina o demora un proyecto para rehacerlo, o pierde unos pesos. Su error puede costar una vida humana. Ésta es la esencia que lo distingue de toda otra profesión (salvando aquellas como los conductores de vehículos o los que controlan funciones de las cuales depende la vida de personas que se transportan o trabajan en medios laborales altamente riesgosos) Con las primeras consideraciones, anteriores a la explicación del uso del vehículo, queremos decir que si el objetivo es la atención personal y privada, de acuerdo a la especialidad que se elija, la infraestructura es de por sí onerosa, sino se tienen medios económicos previos para montar el consultorio o instituto personal. Una vez montado, después debe mantenerse en funcionamiento y esto ocasiona un gasto diario fijo, trabaje o no, que consiste en pago de servicios (luz, gas, teléfono), impuestos, limpieza del local, sueldos u honorarios de secretaria, mucamas, etc. En el caso de tener aparatos tecnológicos, tendrá un gasto latente que es el “service” o servicio de reparación y manutención de esos aparatos y un gasto a plazo fijo (largo o corto, según la intensidad del uso) que significa la reposición de los instrumentos o aparatos 233 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA tecnológicos. Naturalmente esto ocasiona un costo básico del servicio a prestar que es la suma de gastos diarios, gastos latentes o gastos a plazo. A ello debe agregarse el honorario del médico, el cual dependerá de la demanda de actualización que la profesión exija: a mayor demanda de actualización, mayor costo del honorario. Si el médico con este objetivo logra instalarse y supera todas sus metas y obtiene el trabajo suficiente con el ingreso adecuado, no habrá frustraciones sino satisfacciones. Pero todo médico que trabaja en esta forma sabe que siempre tiene el problema o especie de espada de Damocles que son los costos del servicio que presta y la oferta de ese servicio y por otro lado la demanda (y en Argentina la presión tributaria de una exacción impositiva). En las épocas de crisis económicas (hiperinflacionarias o recesivas), la demanda de estos servicios baja en forma calamitosa y, en ese caso, las pérdidas superan ampliamente a las ganancias. Luego, la demanda de servicios es la primera frustración que se instala, cuando la demanda es nula o es menor a la necesitada o esperada. Otro problema es el cobro de honorarios. Esto dependerá del medio social en que el médico se instala. Si logra hacer en medios sociales de altos ingresos, generalmente no tendrá conflictos en fijar honorarios particulares y en efectivo, acordes a sus gastos y necesidades personales o a su prestigio profesional. Seguramente tendrá demanda adecuada. Pero si el médico se dedica a atender a obras sociales, lo deberá hacer a través del sistema de pago de honorarios o prestaciones que dichas obras impongan. Esta forma de trabajo es la que genera la mayor cantidad de frustraciones por varias causas: la primera es el atraso formidable de pagos, los que suelen extender a varios meses; la segunda son los bajos honorarios que se establecen para consultas y prestaciones, los cuales no cubren ni los gastos básicos y, finalmente, los cambios continuos de reglas o el no cumplimiento de reglas pactadas. Son muy pocas las obras sociales que pagan lo justo o algo más, que lo hacen en tiempo y forma y que cumplen todo lo pactado con el médico prestador. Salvo que un médico tenga un contrato directo con una obra social o acceda a un gran porcentaje de la demanda de mutualizados o afiliados de esas obras exitosas, el resto de los médicos no captan la demanda de esas obras y lo más normal es que la oferta y demanda sea por parte de obras sociales engañosas o con déficit, para poder usufructuar un servicio que no pagarán o lo harán tarde, o a medias. Demás está decir que si el médico se instala en un medio social bajo o pobre, un gran porcentaje de su trabajo será gratuito y el resto de muy magros ingresos, los cuales a veces, son en “especies” (verduras, aves, embutidos, bebidas o trueque de servicios). Otra cuestión de esta medicina privada y personal es la actualización profesional. Generalmente el costo de dicha actualización es muy alto debido a la velocidad y progreso continuo de los conocimientos médicos. En el caso de superespecialidades ya es un problema estar al día con el conocimiento, y esto que acá el conocimiento está mucho más restringido. Entre el costo, el tiempo que demanda dedicarse a la actualización y lo inalcanzable de los 234 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA conocimientos, el médico actual vive una permanente frustración: o se dedica a actualizarse o se dedica a trabajar. Lo probable es que ambas cosas lo haga a medias en el mejor de los casos, salvo que sus ingresos sean lo suficientemente altos como para darse el lujo de no atender su consultorio por varios meses y poder viajar a centros de información de avanzada. Hoy, como mínimo, un médico para mantenerse medianamente actualizado debe adquirir libros, suscribirse a revistas y otras publicaciones especializadas o pagar un servicio especializado de Internet. Los costos de estas cosas generalmente son en divisa extranjera (en Argentina lo es en dólares o euros) y si el médico no tiene ingresos acordes, se le hará imposible conseguir actualizarse (un tipo de frustración). Si no se actualiza corre el riesgo de ejercer una medicina de praxis incierta o inefectiva (otro tipo de frustración), pero el peor de los casos es cuando la desinformación es causa de impraxis (mala praxis) y esto, además del daño al paciente, le cuesta una acción judicial que le puede llevar a la cárcel, a la pérdida de sus bienes, a la privación del derecho de ejercer la profesión o al desprestigio profesional personal (o a todo esto junto). Esta es la peor frustración del médico. La medicina, como toda otra profesión, está inserta socialmente, dentro de un mercado laboral. Como todo mercado se rige por la oferta y la demanda. En un esquema sencillo un primer modelo de mercado laboral médico es la relación médico-paciente, donde hay dos facetas: 1. la demanda del paciente por el servicio 2. la oferta del médico por sus servicios Pero hay otros modelos de mercado laboral médico que es la medicina de mercado y éste es un concepto introducido por profesionales no médicos (generalmente especialistas en ciencias económicas o contaduría), los cuales para perfeccionar el gerenciamiento de servicios médicos institucionales o nosocomiales, directamente imprimen un modelo de empresa comercial común. Así el médico pasa a ser un prestador de servicios y el enfermo es el usuario o cliente de esos servicios. La premisa principal no es la atención de la salud en sí y bajo los principios rigurosos de la medicina, sino que la atención estará condicionada a costos y ganancias, de forma tal que no haya pérdidas. La forma de gerenciar, presentar y organizar estos servicios es el mercadeo (marketing) médico. Y acá el servicio es un producto sometido a control de calidad y el gerenciamiento institucional está sometido a control de gestión. Como toda norma de empresa comercial, el producto debe adecuarse al cliente y a sus posibilidades económicas para evitar el déficit. En este modelo, el cliente debe tener medios económicos propios, o a través de un seguro médico o de una obra social para erogar los gastos de la atención. Sin pago, no hay atención, así le vaya la vida al paciente, pues la ética médica y la ley de las empresas no obligan a la empresa a suministrar productos a los clientes no solventes. El Código de Ética dice que existiendo un centro de atención médica gratuita y pública a pocos metros del consultorio o la institución médica de la cual se demande un servicio, tanto el médico como la institución pueden negarse a 235 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA prestar el servicio con gratuidad, pues el paciente está protegido por la cercanía de otra institución que puede atenderlo adecuadamente. Por lo tanto, no hay abandono de persona. Esta medicina de mercadeo trabaja bajo estricto contrato expreso y firmado y el paciente deberá llenar decenas de formularios para que la institución asegure el cobro del servicio, o en su defecto dejar un valor (cheque o dinero o tarjeta de crédito) como depósito adelantado, a cuenta del servicio a prestar, o, lo más probable es que se exija su pago por adelantado cuando no hay garantías de un cobro posterior. Este concepto de medicina de mercado o mercado de la medicina, surge de otros aspectos de la tecnociencia. La globalización y la expansión tecnológica llevan a las empresas a tener nuevos conceptos de mercadotecnia o mercadeo o “marketing”, en donde impera los conceptos de “costos”, “eficiencia”, “rendimiento”, “producto”, “cliente”, etc. Acá, como ya lo describimos, el “servicio médico” es el producto mientras que el enfermo deja de ser paciente para ser cliente y así el acto médico ingresa como “bien de mercado” sujeto a “estrategias de control” y pasible de una “atención gerenciada”. Estos conceptos, naturalmente, se intentan aplicar (o se aplican de hecho) en diversas instituciones médicas (aseguradoras, medicina del trabajo, obras sociales e, incluso, hospitales públicos y privados). Han aparecido cientos de tratados que hablan del “marketing médico” del “gerenciamiento de la medicina” y se incorporan conceptos como “productividad” que, en el caso del gobierno de Mendoza, se traduce en un ítem o plus del sueldo para que los médicos de sus instituciones trabajen “unas horas más” aumentando el cupo de “números” para consultas y evitando la “demanda rechazada” o no atendida, por “falta de números”. Acá el médico pierde el concepto de ser un profesional artesanal, para convertirse en un mero “obrero” más, que debe responder a un “rendimiento”. Pero se olvida, en el caso de la medicina gerenciada, que el “mayor rendimiento” va contra la “calidad del servicio”. Esto no interesa principalmente al “gerente médico” al cual sólo le “importa” que sus subordinados atiendan la mayor cantidad de enfermos en el menor tiempo que sea posible. La imposibilidad del médico de “zafar” de este sistema, dado que necesita el empleo, le transforma en un rehén del sistema, del mismo modo que al paciente que necesita servicios y ambos quedan entrampados en el “mercado” médico, el cual, a la inversa del mercado de otros productos industriales, el “mayor rendimiento” o “eficiencia en la administración de los medios” significa menor calidad del producto ofrecido: el servicio médico. Este tipo de medicina, reglada por la tecnociencia de la economía, provoca iatrogenias, abandono de persona, diagnósticos y tratamientos que ponen en directo peligro, no sólo la salud, sino también la vida. ¿Cuántos casos ha publicado la prensa y otros medios de información, de pacientes que testimonian haber acudido a uno de esos servicios “gerenciados” y un mal diagnóstico o tratamiento les ocasionó daño irreparable e, incluso, la muerte? 236 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA En estos casos del médico contratado para ejercer la medicina de mercado, tiene una doble condición: por un lado es el profesional médico que siempre debe estar atado a la ética y a la fidelidad hacia el paciente y por otro lado, el “empleado” o “contratado” por la “empresa médica” que le obliga imperiosamente a una medicina de “marketing” en el sentido de rendir más en el menor tiempo y de desatender los reclamos de los pacientes o de negarles la asistencia correcta como ocurre, en la Argentina, con las famosas ART (Aseguradoras de Riesgos del Trabajo) (Ley 24557 de Riesgos del Trabajo), so pretexto de que determinadas lesiones están “fuera de la ley” (inculpables). Etcheverry130 llama a esto la doble lealtad del médico mercadista, que para un médico ético resulta muy traumática y deberá violar el contrato. En cambio para el médico lucrador, lisa y llanamente abandona al paciente en aras de “mantener el cargo” siendo fiel “al que paga sus servicios”. A este médico lucrador debemos recordarle que la única lealtad posible a un médico es la sola lealtad al paciente como excluyente de cualquier otra lealtad (Juramento Hipocrático: “¿Juráis hacer de la salud y de la vida de vuestro enfermo la primera de vuestras preocupaciones?”). El sistema de medicina de mercado es otra frustración más del médico, el cual ubica, por su “necesidad de pan”, como sujetado compulsivamente al sistema, al cual acata; o queda, lisa y llanamente, sin “fuente de trabajo”. Un “buen médico”, naturalmente trata de oponerse “por todos los medios” a este tipo de medicina, e igualmente, los pacientes afectados deberían iniciar su propia lucha. El esquema sólo puede ser reformado o desechado únicamente con la acción mancomunada de los dos ejes más importantes: médicos y pacientes. El médico no aceptando condiciones que afectan su ética y su responsabilidad social, el paciente no aceptando condiciones que lucren sobre su salud y no le garanticen la cura de una dolencia. Por último, rescato nuevamente el hecho de la formación del médico. Los costos siderales que implica “mantenerse al día”, la imposibilidad de adquirir libros y revistas y de asistir a congresos y otros eventos de actualización de conocimientos, constituyen otra frustración muy difícil de superar. Se habla de lo mucho que Internet ha aportado para que los médicos tengan un acceso fácil, rápido y barato a la actualización de conocimiento. Pero es útil reconocer que la calidad del 90% de los trabajos médicos de Internet carece de la excelencia debida. En primer lugar son trabajos no sometidos a una investigación exhaustiva y seria, no llevan firmas, no indican si fueron presentados o publicados por foros científicos de fuste ni si cuentan con el consenso científico universal. Otros trabajos desarrollan una gran erudición y suelen ser fuentes de datos médicos científicos reconocidos, pero también caen en el error de reproducir conceptos 130 Guillermo Jaim Etcheverry – LA TRAGEDIA EDUCATIVA, Bs.As. 1999 237 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA de textos médicos de renombres, sin haber comprobado que las aseveraciones o teorías son fehacientes. La ventaja más formidable de Internet, cuando es posible, es el acceso directo a una obra médica importante y relevante. Por otro lado, muchos pensadores médicos, entre ellos el Dr. Lorenzano, Echeverry, etc., han denunciado las deficiencias de la enseñanza universitaria de la medicina y la formación deficiente de profesionales médicos. El médico recién egresado debe completar su experiencia con un internado o con una residencia o con cursos de posgrado. Asimismo, ciertas especialidades requieren una formación de posgrado específica. No obstante, ninguno de estos estudios académicos asegura que los egresados de ellos son completamente idóneos. Del mismo modo que el poeta asegura “caminante no hay camino” sino al camino hay que hacerlo, al médico le ocurre que no hay excelencia sin experiencia. Por lógica, con la debida experiencia, porque una mala o deficiente experiencia obra como si la misma no existiera. La idoneidad es una cualidad que emerge de una correcta y oportuna experiencia. Pero la ocasión de esa “buena experiencia” no es lo común para el médico recién egresado de un claustro académico. Generalmente, se termina haciendo lo que “comúnmente se hace en el ejercicio de la profesión” y esto significa aprender más errores que aciertos, o conformarse con las carencias actuales en el ejercicio práctico de la medicina. Por los conflictos y hechos que voy señalando en cuanto a logros y desventajas de la ciencia médica, considero que hay que dedicar un párrafo a esto que se denomina “medicina del tercer milenio” (aunque el título ignore los antecedentes médicos anteriores a este tercer milenio del almanaque cristiano). ¿Sanar o curar? He aquí una distinción que parece sutil pero que en realidad es una cuestión casi de fondo de la ciencia médica. Pocas veces nos hemos detenido a reflexionar qué significa curar y qué significa sanar. Acudiré, como de costumbre, a las definiciones denotativas del diccionario, en este caso, de la lengua española que es en la que me expreso. La Real Academia Española aclara que cura viene del latín cura que significa cuidado o solicitud y curar deriva del latín curare que significar cuidar y lo define como: “aplicar con éxito a un paciente los remedios correspondientes a la remisión de una lesión o dolencia”, “disponer o costear lo necesario para la curación de un enfermo”, “sacar las dolencias o pasiones del alma”, “remediar un mal”. Como de costumbre la Real Academia intenta definir a curar usando el término curación, es decir, redunda en la misma palabra para definirla. Si se lee atentamente las definiciones del diccionario parece que curar, desde el punto de vista médico, es sólo aplicar con éxito un medicamento o “disponer lo necesario” para la remisión de una dolencia o una lesión. No habla específicamente de enfermedad, ni da a entender que se recupera totalmente el estado de salud, es decir, la completa desaparición de una afección, a la cual alude como que sufre remisión. 238 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Pero remisión, en español, en este caso sólo cabe la definición de dejar, diferir o suspender con lo cual queda muy poco claro cuál es el efecto de una curación. Para mejor entender que significa remisión en medicina hay que abandonar el diccionario de la lengua para usar el diccionario médico y éste nos dice que remisión es sólo “disminución de la intensidad de los síntomas” (Diccionario Médico Salvat) (El diccionario médico Dorland agrega la palabra cesación con lo que remisión puede significar disminución o cesación de síntomas). Literalmente los diccionarios médicos hablan de síntomas pero no definen si se recupera, o no, totalmente la salud. En medicina se usó siempre a “curar” como sinónimo de sanar con lo que se daba por sentado que curar es sanar. Pero semánticamente veremos que no es así. La denotación del diccionario no concuerda con la connotación personal de los que usan los términos sanar y curar. En mi concepto, además de lo que dicen los diccionarios, curar está definitivamente asociado a la obligación del médico del llamado deber de cuidado, esto es, “disponer lo necesario” para aliviar las afecciones que perjudican la salud de un paciente. En esta circunstancia, lo necesario no es sólo indicar estudios, realizar un diagnóstico y prescribir medicamentos, sino que también involucra acompañar al enfermo en la evolución de la enfermedad y asistirlo no sólo en lo material sino también en lo espiritual. Lisa y llanamente, “mantener el ojo encima del paciente todo el tiempo” que dura su malestar (recordando que curia en latín significa cuidado). Aclarado que curar no es sanar, veamos ahora qué es sanar. La Real Academia Española define a sanar como “restituir a alguien la salud que había perdido”, “dicho de un enfermo: recobrar la salud”. El diccionario distingue sanar de sanación, siendo sanación en primer lugar “el efecto de sanar” pero también “curación por medio de prácticas esotéricas o terapias alternativas”. Con estas palabras, el diccionario indica que sanar no sólo es patrimonio de la medicina, sino de cualquier persona que disponga de otros medios para restituir a pleno la salud. En este caso se incluye a las sanaciones milagrosas de santos y sanadores religiosos, a los curanderos y a los hechiceros. Considerando todo esto, tendremos que el médico común, el que se limita a aplicar la mera técnica de la medicina es el que logra curar a sus pacientes, mientras que el médico que ejerce el arte de la medicina es el que puede lograr la sanación de su paciente. En el arte de curar, dije antes que no sólo entra el correcto manejo y conocimiento de la técnica médica científica, sino también el modo del médico para cuidar a su paciente y acompañarlo en su enfermedad y lograr que la enfermedad se alivie o desaparezcan sus signos y síntomas ya sea por los medios estrictamente científicos como por medicinas alternativa o sólo con el poder de su palabra (sana de palabra) según la tesis de Laín Entralgo. En cambio, sanar es la desaparición definitiva de la enfermedad y el retorno al completo estado de salud. La sanación es también la 239 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA obra milagrosa de un santo, quien para ser considerado así por la iglesia católica, casi en el 100% de los casos se tiene en cuenta la sanación milagrosa de una enfermedad. Ergo: curar es lograr atenuar o desaparecer el síntoma de una enfermedad, sanar es hacer que el enfermo consiga la restitutio ad integrum (recuperación por completo) de su estado de salud, es decir, la ausencia completa de todo malestar físico, psíquico o social. Esta interesante diferencia es lo que hace a la cuestión filosófica de la medicina, la cual debe definir si el sentido último de la medicina es curar o sanar. Creo que ambas cosas son parte del sentido y de la misión de la medicina y corresponde al médico decidir cuál será su intención al tratar un paciente. Pero está claro que la sanación presupone la curación pues para que desaparezca la enfermedad, primero tienen que ir extinguiéndose signos y síntomas y para ello significa aplicar el método médico de examen y estudios para un diagnóstico, el uso de medicamentos o tratamientos no medicamentosos y, por lógica, tal procedimiento involucra acompañar al enfermo. Es evidente que lo inmediato es aliviar el sufrimiento y el dolor y en este caso curar tiene preponderancia, y por ello la presunta sanación se inicia con la curación aunque en el destino final del actor médico siempre debe rondar la idea de la sanación. Ergo: la medicina involucra curar y sanar por igual cuando hay acto médico completo. Sin embargo, es común que el médico se dedique más a curar que a sanar. Medicina del tercer milenio Por estar inmerso en un medio que se rige por un almanaque que recién ha cumplido dos mil años, nos vemos en la necesidad de decir, para entendernos, “medicina del tercer milenio”, cuando en realidad tendríamos que hablar la “medicina de este milenio” que bien puede ser el quinto, sexto o sabe Dios cuantos más, pues podríamos metafóricamente decir que la medicina nace con el hombre, como se ha dicho de tantas otras cosas. Lo concreto es que desde que se instaura la historia hay anales de más de cinco mil años documentados, por lo que tendríamos que decir, con propiedad, “medicina del quinto milenio”. Pero como a la medicina no la rigen, precisamente, los mejores criterios, dejemos estas delicias de juegos semánticos para aquellos que aun discuten si entramos al siglo XXI en el 2.000 o en el 2.001. A ellos les encanta el ludismo semántico (a nosotros también, pero no es tema de este trabajo). Para guiarnos en el comienzo de este parágrafo, seguiremos a un grupo de autoras profesionales de la Universidad de Buenos Aires131 quienes comienzan resumiendo los roles de médico y paciente. El paciente recurre al médico en busca de alivio para sus sufrimientos y el requerimiento involucra a una persona que refiere sus quejas, dolencias, con una versión particular de aquello que refiere, pues no hay maneras universales de sufrir, sobre todo, las enfermedades. El médico, ante la demanda, siempre asumió la función de dar respuestas a las quejas, según las culturas y las épocas. “El más antiguo principio de la medicina dice que rara vez curar, a menudo aliviar el sufrimiento 131 Laura Monczor, Liliana Rocca, Susana Sujarchuk (licenciadas en psicología) y Sara Wajnsztejn (psiquiatra) (UBA) RELACIÓN MÉDICO-PACIENTE EN EL FIN DEL MILENIO – Fasc. 1 del Segundo Ciclo de PROAMI 240 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA y siempre consolar. En este siglo hemos tergiversado esa tarea, muchos médicos creen que su labor consiste en curar, en lugar de cuidar”132 He destacado la modalidad de algunas escuelas médicas de pregonar mucho sobre temas que de algún modo devienen en abstracto, especialmente cuando se habla de azar y probabilidad en las adquisiciones de algunas enfermedades. Los conceptos de azar y probabilidad de la medicina clásica era que en algunos casos, adquirir una enfermedad puede ser cuestión de azar, dado que en condiciones iguales, hay individuos que enferman y otros no. En cuanto a las probabilidades los conceptos eran muy claros y simples: toda persona que se contacta con una circunstancia en que suelen enfermar las personas, era muy probable que adquiriese una dolencia. Esto era lo clásico para las infecciones: si un individuo ubicaba en un lugar donde existía un foco de infección, tenía altas probabilidades de infectarse. Pero la ciencia moderna empezó a incursionar en ramas matemáticas como la estadística y entonces los criterios de azar y probabilidad ya no era una cuestión sencilla de simple razonamiento de sentido común, sino el fruto de complicadas elaboraciones matemáticas científicas, donde azar y probabilidad en el lenguaje médico ya era patrimonio de laboriosos conceptos médicos científicos estrictamente en los que nada tenía que hacer el sentido de común. Por eso Bunge dice: "Sólo los hechos al azar y los escogidos al azar tienen probabilidades. La moraleja de lo anterior para la práctica del diagnóstico médico es que las frases de la forma «la probabilidad de que el paciente sufra la enfermedad X» no tienen sentido, porque la contraer una enfermedad es un proceso causal, no aleatorio. Cuando ven enfermos, los médicos examinan a individuos que sufren o no sufren de X. Análogamente, no tiene sentido preguntar por la probabilidad de que el vecino sea el Presidente de la nación, porque este cargo no se juega a la lotería. El azar puede ser real pero no es ubicuo". Es posible que la estadística y los cálculos de azar y probabilidad en sus actuales conceptos en lo médico, puede tener algún valor para llevar a pensar cuando aparece una enfermedad rara o poco frecuente, no muy conocida o, posiblemente, totalmente desconocida, en su probable diagnóstico e etiología, pero muchas epidemias y plagas que castigan a la sociedad del siglo XXI no son previstas ni diagnosticadas sino sólo después de padecidas y, en este caso, puede tener lugar un estudio de cálculos de azar y probabilidades que concuerden con las dolencias acontecidas pero que efectivamente no tuvieron ni valor predictivo ni valor diagnóstico para evitar dichas plagas y epidemias. Estas cosas son las que me llevan a pensar que no todos los actos médicos estrictamente científicos, objetivos con fines de búsqueda de presunta exactitud, tienen la oportuna necesidad de una ciencia destinada a curar más que a especular científicamente. Y el siglo XXI arrastra su tradición de especulaciones con visos científicos, nada más que esta vez se apoya en la tecnología y en cálculos sofisticados. Pensar de este modo, de ninguna manera significa que yo esté menospreciando las experiencias y los hechos 132 David Spiegel, profesor médico Universidad de Stanford, autor del MITO DE CURAR, Diario LA NACIÓN, Bs. As. 24/1/1994:7 (aclaramos que etimológicamente curar es lo mismo que cuidar. Probablemente el autor quiere significar que el médico debe preocuparse más por asistir en todos los aspectos al paciente que limitarse sólo a resolver la dolencia, pues el sufrimiento es dolencia más secuelas de la dolencia y las circunstancias que producen, agravan o prolongan esa dolencia) 241 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA científicos que han llevado a la medicina de este siglo XXI al conocimiento y diagnóstico de enfermedades muy raras que quizás se desconocía por no haberse advertido en tiempo y forma. Pero cada vez que se relata cómo un médico descubre el diagnóstico de una enfermedad rara, es notorio que se debe al altísimo fracaso de otros médicos y de una particular dedicación personal del médico que acierta, lo que demuestra una vez más que la medicina, más que una ciencia de medios y de sistemas ultracientíficos, sigue siendo una ciencia técnica cuyo manejo exige un arte personal, puesto que el conocimiento común de la técnica médica que teóricamente está al alcance de todos los médicos no siempre lleva a que cualquier médico haga siempre y en todos los casos, el diagnóstico y el tratamiento correcto. La realidad es la mejor prueba racional, independiente de todo proceso filosófico o especulativo, de que esto es así. Podríamos aducir que el arte personal es fruto de la mente de esa persona. Pero si admitimos esto, tangencialmente estamos hablando de una “mente individual” que tiene una preparación especial. Si pensamos que la mente es igual para todos los hombres basados en el concepto genérico de que todos los hombres son iguales, entonces no sería prudente aceptar una mente especial. De negar esa mente especial no común a todos los hombres estamos diciendo que todos pueden pensar lo mismo. Ahora, hay científicos que piensan que "La mente es una propiedad emergente del cerebro". Esta es una conclusión obvia de la escuela médica biologista materialista, que ingenuamente concibe a la mente como un invento del cerebro, es decir, la mente es producto exclusivo del cerebro. Si aceptamos esta proposición, por carácter transitivo caemos también en la premisa de que si todos los hombres son iguales, también sus cerebros son iguales. Yo admito la igualdad genérica de todos los hombres en el sentido de entidad dotada de inteligencia, pero también es notorio y evidente, no sujeto a ninguna especulación racional, metafísica u objetiva, que no todos los hombres piensan igual, viven igual, sienten igual y constituyen un grupo homogénea de entidades. Se comparte el género de especie humana dotada de la misma facultad de inteligencia. Pero la expresión individual de la entidad genérica crea muchos “modos” distintos de expresar el ser. Y esas diferencias no dependen estrictamente de la mente y del cerebro, puesto que de ser así, en la práctica si tenemos la misma mente y el mismo cerebro todos deberíamos tener el mismo modo de ser. Las neurociencias están demostrando que el cerebro ejecuta todas las funciones mentales y esto no deja ninguna duda de que el cerebro es el instrumento para que la mente se exprese. Pero que acciones que dependen de las facultades mentales, en los experimentos neurocientíficos, exigieron que la persona decida o se le sugiere qué debe pensar antes de conectarse al SPECT, sugieren que todas las reacciones detectadas por ese instrumento no fueron creadas por el cerebro sino por la intención previa de la persona de determinar la reacción. Si el cerebro fuese la causa del pensamiento, éste no dependería de la voluntad ni del modelaje de la persona en sí sino de su cerebro. Asimismo es notorio que los pensamientos están modelados por una cultura e idioma previos, más que por inspiración espontánea del cerebro. Si el cerebro fuese la causa de todos los actos mentales, no tendría mucha razón de ser la existencia de la inmensa diversidad que demuestran los actos mentales de todas las personas del mundo 242 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA actual, ni de las descollantes en la historia de la humanidad. A menos que admitamos sin más vueltas que Einstein tenía un cerebro diferente del resto de la humanidad. En este caso tendría lugar que el postulado de que no todas las mentes ni todos los cerebros humanos son iguales. A su vez, esto también explicaría, sin muchas elucubraciones, la diferencia entre las mentes de Buda, de Cristo, de Atilas y de Hitler. Naturalmente, de admitir que la mente es producto del cerebro, debemos aceptar que esos personajes tenían cerebros diferentes. Sin embargo, la anatomía y la fisiología y las neurociencias de ninguna manera han demostrado fehacientemente de que hay cerebros diferentes en lo esencial (puede variar en algo el peso, el tamaño, la forma de circunvoluciones, etc.) pero estas formalidades no hablan de una naturaleza distinta. Entonces, no es descabellado, aunque a los materialistas y biologistas no les guste mucho, pensar que es cierto que la mente y el cerebro son iguales en todos los hombres, pero hay algo que hace que funcionen en forma diferente. Se puede aducir que ese algo puede ser fruto de un gen (cosa no demostrada aún), de una cultura, de una formación personal o de un entrenamiento individual. Esto es posible, pero de ser así significaría que ese algo procedente de una cultura, una educación o formación o de un entrenamiento, es factible para cualquier persona que se lo proponga. Pero no conozco ningún ser humano que tratando de imitar a esas mentes sobresalientes (sobresaliente en el sentido de su trascendencia histórica, independiente de la calidad de su contenido) y que se preocuparon por usar los mismos métodos culturales, formativos y educativos y practicando el mismo entrenamiento, lograron el mismo resultado. Luego, visto todo esto, no es tan fácil concluir que la mente es un producto del cerebro, sino más bien admitir, porque no hay dudas de ello, que el cerebro es el instrumento que permite que la mente se exprese, según las experiencias que vengo citando. Pero la naturaleza de la mente no es el fruto de reacciones neurofisicoquímicas de neurotransmisores y neuronas con sus axones, dendritas y sinapsis, sino que todo esto es el resultado del impacto de la mente en el cerebro, cuando lo usa para manifestarse. Es más racional pensar que hay algo que causa el funcionamiento de la mente y es ahí donde la incógnita lleva al científico a buscar en el cuerpo ese algo, mientras que otros científicos prueban y comprueban que no en todos los casos los experimentos demuestran “algo” corpóreo, sino que no se puede individualizar la entidad de ese “algo” que en muchos experimentos se ha mostrado como extracorpóreo, siendo el caso más fehaciente todos los actos mentales comprobados en un cerebro inactivo biológicamente (SPECT u ondas de EEG inactivas) y en un estado de inconsciencia. Me veo obligado a citar estas experiencias neurocientíficas reales, siendo muy reconocidas las de Penfield, quien tras rigurosos experimentos científicos, concluye que existe ese “algo” incorpóreo que maneja la mente. Todo esto sin ninguna connotación religiosa o de fe, sino como mera conclusión de explicación de un fenómeno que no puede explicarse científicamente de otra forma. Queda así rebotando la pelota sin dar la razón a los biologistas materialistas y sin definir la tesis espiritualista (al menos dentro de pretendidas normas científicas). Traje todo esto a cuentas, para demostrar que quienes hemos ejercido y ejercemos la 243 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA medicina, no siempre podemos obtener resultados sólo con métodos sistemáticos científicos, sino que hay “algo” que ayuda a curar cosas que los métodos científicos médicos no pudieron resolver. Señalo esto no como intención de polemizar sino simplemente dejar sentado el testimonio de hechos analizados tangencialmente en los textos y contextos médicos científicos, pero no ausentes en la casuística médica pragmática. En el cambio de la medicina sencilla a la medicina de alta complejidad, que ya hemos explicado, el papel del médico, la semiología, los aciertos y los errores clínicos han sido remplazados paulatinamente por la tecnología de los estudios complementarios modernos y de este modo, el paciente puede llegar a saber qué se le ha hecho, pero no siempre puede conocer para qué, ni qué es lo que padece, si tiene cura o no, quien lo conduce o trata, ni con quién tiene que hablar. 133 La precisión tecnológica ha reducido al paciente a ser un simple informante de datos de forma tal que cuando están más allá de cualquier posibilidad de curación, permanecen internados en salas de terapia intensiva sometidos a procedimientos dolorosos, en soledad, alejados de sus seres queridos, sin poder hablar, intubados o traqueotomizados, o con sueño ininterrumpido y su privacidad violentada. Acá el problema no es aliviar el dolor y consolar, sino simple terquedad bajo la forma de encarnizamiento terapéutico que transforma al paciente en una máquina, cuyo comando de los mecanismos fisiológicos alterados no depende de él sino del aparataje y de los técnicos operadores de ellos. Así, la muerte, en este contexto, no es inherente a la lógica de la vida sino un fracaso de la medicina.134 La moda, tirana de nuestra sociedad actual impuesta por la industria y el comercio o la tecnología, conlleva en nuestra cultura de hoy una exigencia de eficacia que involucra en modo especial a médicos y pacientes cuando esa moda propone la ilusión de vivir siempre jóvenes, productivos, sanos y sin quebrantos, lleva a un discurso único y con él condiciona toda relación médico-paciente, donde en lugar de práctica de medios, se le exige responsabilidad de resultados. Por esto es importante la visión del relato de una enfermedad como una versión siempre particular que engloba al hombre y sus circunstancias, en la realidad plena propuesta por Ortega y Gasset, debido a que el médico cada vez se encuentra con mayor dificultad para introducir la singularidad de cada persona en el campo de las clasificaciones, porque esas clasificaciones no incluyen todas las singularidades, pues sólo se limitan a especificar padecimientos por un lado y por el otro obligan a no reconocer las circunstancias que no pueden tener la validez que la ciencia médica ofrece, con lo que su práctica queda científica y socialmente desvalorizada. Esto se resume diciendo que el conocimiento biológico del cuerpo humano cada vez más perfecto, no siempre se acompaña de un alivio del sufrimiento, cuestión que nos lleva a considerar que el padecer responde a coordenadas distintas de las que rigen el conocimiento biológico. Francisco Fernández Soricetti – RUPTURA DE LA RELACIÓN MÉDICO-PACIENTE, Claves en Psicoanálisis y Medicina, Bs. As., 1991 134 Carlos Del Bosco – DILEMAS DE LA TERAPIA INTENSIVA. LOS MÉDICOS Y LA MUERTE: 12, Bs. As. 1994 133 244 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Tanto el hombre como sus circunstancias, no son cosas generalizables sino hechos individuales, espaciales y temporales 135 Luego, el médico debe saber considerar el contexto que rodea y del cual emerge la persona del paciente (momento vital, entorno familiar, condiciones económicas y culturales, etc.) porque de la evaluación y atención correcta de esos factores dependerá un mejor éxito de su intervención. Esto revertirá un poco el cuadro actual de pérdida de prestigio para tornarse en algo confiable para el paciente. Para esto, el médico debe saber comunicar eficazmente al paciente el sentido y significado de sus conclusiones, las cuales deben estar correctamente insertadas en el código y el entorno sociocultural de dicho paciente. Además, el poder de su palabra, como lo antelamos, será parte del tratamiento porque la persona del paciente no sólo es susceptible a las medicinas físicas o químicas, sino también a las que influyen la psiquis como es la calidez afectiva y la palabra oportuna. Cuando esto se consigue se instala un estado de confianza previo, en provecho de la praxis médica, y el decir médico deja de ser una cháchara hueca llena de tecnicismo pero carente de emoción, para ser una palabra rectora que penetra con profundidad y cala dejando huellas indelebles. Contrariamente, la “seudo” despreocupación que el médico cree infundir al paciente cuando le dice en forma apresurada o imprudente, “no tiene nada”, “no se preocupe”, “ya se le va a pasar”, no dejan de ser frases hechas que por el uso trillado se han vaciado de contenido y produce más fastidio que satisfacción. No contribuyen de ninguna manera a la autosugestión en pro de una curación o alivio efectivos. El pedido de ayuda (demanda de consulta) que recibe el médico sobre un terreno de difícil respuesta y que excede sus posibilidades terapéuticas, lleva a diferenciar entre lo que es la demanda, que es lo que se pide y deseo que es lo que se espera que el médico haga como beneficio para el paciente descompensado. La práctica diaria nos muestra que no hay una relación directa como coincidencia entre lo que se demanda y lo que se desea obtener. El deseo de obtener una respuesta positiva afecta tanto al médico como al paciente pues ambos esperan obtener ese resultado. Pero puede ocurrir que por más eficiencia técnica que tenga el médico y por más obediencia y adhesión total del paciente al procedimiento médico, el algunos casos no hay respuesta adecuada a ambos esfuerzos porque en el paciente opera como una fuerza interior inconsciente de resistencia a ser curado. Freud intentó explicar esto como una posible complicidad del sujeto con el dolor pues su enfermedad es una especie de escudo de reclamo de estima ajena o una dependencia de su enfermedad como una cierta consistencia y seguridad que Freud denominó como beneficio secundario. Este fenómeno de resistencia a curarse es muy propio de personas necesitadas de estima o de sectores económicos muy deprimidos, que hacen una especie de dependencia médica o del nosocomio, lo que se conoce como hospitalismo. El ejercicio médico como arte puede ser considerado cuando el médico puede conservar la originalidad de su función tradicional hacer algo con tal o cual síntoma, presentado por tal o cual paciente, esclarecer ese síntoma con el discurso del paciente y no ya leerlo a través del 135 Agrest – REFLEXIONES INEXACTAS DE UN OBSERVADOR MÉDICO 245 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA encasillado científico que reduce cada cuerpo a un cuerpo anónimo.136 Todo paciente nuevo es un desafío porque siempre, frente al enfermo, no a la enfermedad, no hay una única decisión terapéutica y esto abre el campo de la práctica médica a una actividad creativa permanente. El arte es eso: creatividad. El médico que sabe plantear la situación real de un paciente frente a su enfermedad y que cuenta con los recursos personales para lograr una buena comunicación y saber educar a través de la docencia médica, puede recrear situaciones inéditas en cada paciente para lograr el alivio del sufrimiento. El médico que logra ese alivio, por cualquier medio válido dentro de la ley y la ética, es el artista paradigma del arte médico. Es probable que en el transcurso de un tratamiento, diversas razones puedan llevar a usar métodos medianamente aceptados, en las llamadas medicinas alternativas. La polémica alopatía vs. homeopatía ha sido sedimentada a través del tiempo y hoy se está en condiciones de afirmar que es lo real y cuál es la especulación de esa polémica. Consideremos los puntos siguientes: * La medicina alopática suele tener aciertos puntuales en cosas objetivas: una infección se cura con antibióticos, un tumor con cirugía y así sucesivamente. El fracaso de la alopatía es el uso excesivo e indebido de drogas y la escasa concentración del médico en la relación médico paciente. La homeopatía clásica excluye la cirugía y tratamiento de enfermedades infecciosas, la ginecoobstetricia, la oncología y la pediatría, carencias que la tornan de dudosa efectividad. * Hay drogas que en dosis excesivas son tóxicas y en dosis mínimas son terapéuticas. Este principio general rige para todas las drogas prácticamente. La homeopatía nace con el concepto de que las drogas venenosas o tóxicas, usadas en dosis tan pequeñas que no evidencien su efecto ponzoñoso, como por ejemplo ocurre con la estricnina y el arsénico, pueden tener efectos beneficiosos sobre la salud. Esta es una verdad parcial y los adelantos de la ciencia de hoy hacen prácticamente innecesaria este tipo de medicina si la medicina alopática procediera con los criterios debidos y no se produjera efectos iatrógenos sino resultados curativos. * El ejercicio actual de la homeopatía, en un gran porcentaje de médicos, se reduce a unas recetas medulosas donde se usan las drogas alopáticas tradicionales, no homeopáticas, en subdosis tal que su efecto quede ligeramente por debajo del mínimo indicado. Este cóctel de drogas donde se mezclan indiscriminadamente psicofármacos, antihistamínicos, hormonas, etc. hace una especie de “tiro de escopeta” que bajo una receta magistral y previa combinación entre un médico y un farmacéutico, deja pingüe ganancias a ambos, al repartírselas. En un gran 136 Ginette Raimbault - EL PSICOANÁLISIS Y LA FRONTERA DE LA MEDICINA 246 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA porcentaje de quienes ejercen esta medicina, no en todos, predomina el efecto lucro de la praxis mientras que en los pacientes que dicen obtener alivio se produce un efecto placebo por autosugestión. ¿Por qué afirmo esto? Porque en mi experiencia con el 95% de esos pacientes que he tratado tras una primera gestión homeopática, he encontrado patologías cuya evolución no fue detenida por la homeopatía y determinó la interconsulta clínica. En otros pacientes derivados de la homeopatía no había patologías objetivas sino trastornos psíquicos, generalmente de ansiedad. * Luego, no hay competencia de campos médicos entre medicina alopática y homeopática y está bien comprobados que las patologías orgánicas objetivas y las metabolopatías en boga (osteoporosis, diabetes, dislipidemias graves) no están en el campo homeopático. La homeopatía queda relegada a las medicinas de alternativas que actúan en cosas muy puntuales y que son útiles mientras no provoquen el fenómeno de sustracción o exclusión de un paciente propio de la alopatía, a tal punto que distraigan la patología y provoquen secuelas o agravamientos irrecuperables por demora de tratamiento. En este caso, si la medicina alternativa es ejercida por profesional habilitado, es materia de malpraxis. Es de hacer notar que en este tercer milenio conviven armoniosamente la alopatía con determinadas medicinas alternativas como la acupuntura, ejercicios yoga, etc. Otro punto fundamental de esta medicina de tercer milenio que se comienza, es la patología signada por los trastornos de ansiedad y angustia, que han trastocado la vida del hombre a través de diferentes estreses, especialmente el distrés. La ansiedad provoca un verdadero “miedo a vivir” que psicosomáticamente se traduce por diversos malestares condicionados por el distrés y cuya lista cada día se torna más gruesa y larga debida a los nuevos casos que se van presentando día a día. El vaciamiento espiritual y la falta de sentido de la vida que va ganando a todos los estratos sociales, son causa evidente de enfermedad física y espiritual. Este es el nuevo desafío de la medicina que deberá correrse más hacia las ciencias de la comprensión o del espíritu que hacia la ciencia médica tradicional y en esto va avanzando la Medicina Holística que trabaja en el campo de la tríada mente-espíritu-cuerpo. El médico del tercer milenio, le guste o no, tiene que ser prototipo o paradigma de un buen hombre antes que buen médico para dar el ejemplo a sus pacientes. Un médico angustiado mal puede servir a otro hombre-paciente angustiado de igual modo. Y como antes dije, un médico fumador no podrá aconsejar con autoridad no fumar, un médico obeso no podrá recetar adelgazamiento y así continua la lista de todo lo que quita al médico la genuinidad del ejercicio profesional o praxis. Aunque a muchos le parezca una futilidad, un gran número de pacientes 247 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA prestan una atención exagerada a lo que el médico dice por un lado y hace por el otro. Además de persona correcta y profesional eficiente, el médico de hoy, en cierto modo, deberá ser psicólogo, educador y filósofo. De igual modo, la situación económica que llega con la globalización sume a los sistemas médicos en una situación de quiebra económica y social prácticamente al borde del colapso. El médico deberá aguzar todo su ingenio para poder realizar terapéuticas que garanticen el mínimo imponible de alivio de las dolencias que le consultan, pero más que nunca cobra vigencia la Medicina Preventiva, pues más vale prevenir lo que no se puede curar o sanar. Otra cuestión es que la tecnología de ciencia- ficción que ha invadido al mundo ha provocado un cambio total de conductas. El médico no sólo ha tenido cambios veloces y en gran número en lo relativo a la ciencia médica en sí, a los instrumentos de diagnóstico y tratamiento, sino que también ha cambiado el modo y el sistema de estudiar medicina. La información médica que ahora es por vía satelital, Internet, medios informáticos (programas o base de datos, DVD, etc.), programas de actualización médica continua a distancia y otros “chiches” de la tecnología, obligan al médico del tercer milenio a ser tecnológico e incorporar a su mundo la computadora con todos sus agregados que le permiten acceder a bases de datos e Internet e, incluso, conectarse con la vía satelital al instante, si quiere gozar de todo esto en su domicilio. De lo contrario deberá desplazarse a centros o cursos que cuenten con esa tecnología. El clásico “libro” de medicina sigue existiendo pero cada vez se complica más por los grandes volúmenes que demanda y que, generalmente, cuando sale a luz muchos de sus conocimientos ya han sido superados o hay agregados muchos más que los que proporciona el libro. La medicina es una carrera que nunca alcanzará la meta a pesar de la agilización que las técnicas modernas permiten una edición más avanzada en menor tiempo. La velocidad y el número de cambios de la información, segundo a segundo, hacen estériles todas las formas de información escrita, porque mientras se escribe y se edita, el conocimiento es otro. Por eso la imagen o letra “instantánea” de la antena satelital o de Internet, es el único modo de tener “ya” un conocimiento que va pasando, de la misma forma que se lee o se adquiere. Esto obliga al médico a ser un consumado atleta de la velocidad y correr la maratón sin meta (se debe correr en forma permanente y sin descanso alguno, tras algo que nunca se alcanza) que le propone la hazaña de querer “estar al día” en su praxis. Hoy la exigencia sería “estar al segundo” lo cual significa que se prepara para nada, pues el esfuerzo de perseguir el conocimiento le impide físicamente la praxis. Este nuevo síndrome de frustración de la praxis conduce al médico a una especie de depresión que le condiciona su praxis. O trata inútilmente de correr con la prisa que se le exige o se conforma con un ejercicio mediocre y medianamente eficaz, con un ejercicio “a la defensiva” para cometer malpraxis susceptible del castigo legal. Por todas estas circunstancias negativas y la imprevisión e 248 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA impredecibilidad de la profesión, que siempre será de medios y no de resultados, la malpraxis es la compañera inseparable desde el punto de vista técnico. No así desde el ético y moral, el que puede manejarse por ser una materia “siempre igual”. La ética y la moral, como el hombre, son inmutables en su esencia, aunque cambien las formas y apariencias. Por esto y porque el enfermo necesita más de un ordenador de su vida que un técnico, el médico del tercer milenio deberá ser más filósofo que médico, a tal punto que la Antropología Filosófica Médica deberá una materia tanto o más importante que la Patología, la Terapéutica y la Anatomía y Fisiología. Sé que muchos descreen en esto, pero todo médico que haya practicado la idea, sabe que no es algo subjetivo, inmaterial, sino un medio concreto y efectivo para la mayoría de las enfermedades actuales. En este mosaico que nos plantea el tercer milenio para la praxis médica, otro concepto que deberá conocerse muy bien es el relacionado con el medio o ambiente (medio ambiente). Hasta ahora en la etiología o causalidad de las enfermedades se buscaban agentes etiológicos puntuales. Cuando no había una etiología clara se recurría a entelequias como la “diátesis”, la predisposición, la genética, etc. Hoy se sabe que hay una “contaminación ambiental” que está causando muchos males físicos y espirituales y dentro de esta contaminación están los llamados factores ambientales que a manera de los llamados agentes o factores desencadenantes van condicionando la aparición de diversos cuadros clínicos. Ya aclaramos que Alberto Solari, un destacado estudioso argentino de la genética humana, investigador superior del CONICET, en un breve comunicado firmado, con relación a la nueva genética que la Biología Molecular ha permitido tras el conocimiento del Genoma Humano, nos dijo: “un cambio tan notable y profundo no podría dejar de traer aparejados posibles o previsibles perjuicios, entre los cuales se menciona el menoscabo de factores ambientales en la enfermedad, porque el excesivo protagonismo de la genética puede oscurecer los factores dietarios, infecciosos, tóxicos y ocupacionales de la enfermedad. Sin embargo, el mayor perjuicio es en la esfera social y política, donde se arriesga despreciar el valor de la educación y la transmisión de valores culturales en general”. El mensaje de Solari encierra conceptos muy valiosos, pues la alteración del medio producida especialmente por el hombre, trae como consecuencia la enfermedad y, aunque se comprueben factores genéticos en la patogenia o etiopatogenia, no hay que olvidar que hoy se están probando las llamadas mutaciones genéticas adquiridas a través de factores ambientales que pueden llevar al distrés y uno de estos distreses son el ahora conocido “distrés respiratorio” que altera a las mitocondrias y quizás otros tejidos, aumentando los factores oxidantes que dañan a la célula mutando su genoma. Felizmente estas mutaciones no son hereditarias en la mayoría de los casos, pero han contribuido al aumento de la hipertensión arterial, a las cardiopatías, a las metabolopatías, especialmente diabetes del adulto y la dislipidemias, en personas que nunca habían tenido antecedentes heredofamiliares, pero que ahora tienen genes alterados o mutados. 249 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA La existencia de esos genes alterados no debe confundir al médico que “sin más” atribuye la patología a la falla genética que presupone como predisposición heredada y deja de lado el factor ambiental. Es más importante, en estos casos, el factor ambiental como causa real de enfermedad y no la falla genética en sí que es consecuencia y no causa de la enfermedad. Conceptos de este estilo son los que marcan la medicina del tercer milenio y son a los que tiene que estar abierto el médico de hoy con una verdadera “antena existencial” (además de la satelital). Desde otro punto de vista, lo antepuesto hace válido el criterio de Bunge: "El entorno influye pero no crea, no hay red sin nodo, todo proceso es una asociación de estados". Siempre, desde lo estrictamente médico, el entorno, como medio de influencia en la formación de un estado patológico, es una “asociación de estados”, puesto que el medio mismo no es una entidad con un solo factor sino que constituye un verdadero “grupo de factores” que interactúan y que no son agentes individuales de acciones aisladas. Desde otra perspectiva, la despersonalización y la deshumanización de la sociedad y del hombre actual en general, es como una epidemia más contagiosa que los modernos virus letales (HIV, Ébola, etc.). Se contagia velozmente y los estragos son totales. El médico que no sepa prevenirse de esta pandemia, caerá en las generales de las circunstancias y pecará por falta de humanidad. Un médico deshumanizado es la antítesis del paradigma que venimos pregonando. Todos los fenómenos que han mal alterado las relaciones personales del médico con todos los otros congéneres, incluyendo sus colegas y pacientes, son los que el médico del tercer milenio debe evitar a toda costa. No puede “bajar la guardia” y “entregarse” a la desesperación, porque el destino final, además de la malpraxis, será su destrucción personal y será una víctima más de la depresión profesional que en mayor o menor grado afecta a todos los médicos del tercer milenio. Para poder interrelacionarse con el medio, consigo y la vida, el médico de este tercer milenio tiene las únicas armas efectivas para superar todos los males ambientales que hemos descrito y que son su espada de Damocles, y estas armas son: 1. su inteligencia 2. su afectividad 3. su voluntad con las tres juntas en bloque, deberá comenzar una etapa de educación existencial, que además de las materias del espíritu, incorpore la materia de aprender a vivir, para alcanzar el pensamiento trascendente que le permita profundizar dentro de él y de los otros y extraer lo mejor de cada uno para que con la afectividad del amor a sí mismo (autoestima) y de amor al prójimo (caridad), aplique toda su voluntad a aprender y enseñar a vivir. Se debe resucitar al buen hombre y sobre él construir el buen médico. Creo, con las salvedades propias del caso y descartando determinadas concepciones religiosas, que el discurso 250 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA de Erixímaco137 sobre el amor y la medicina: “es bello también, en el caso de los cuerpos (humanos) complacer las tendencias buenas y saludables de cada cuerpo, y así se debe hacer, y esto a lo que se dado el nombre de medicina. En cambio, es vergonzoso complacer a las tendencias malas y morbosas y es preciso mostrarse con ellas intransigente, si se pretende ser médico con el dominio del arte. Pues en la medicina, para definirla brevemente, el conocimiento de las tendencias amorosas del cuerpo138con respecto a llenarse y a vaciarse,139 y el que diagnostique en esas tendencias el amor bello y el morboso es el médico mejor capacitado”. La tesis filosófica de Erixímaco es que la medicina debe tender a buscar y mantener la armonía de las funciones orgánicas respetando el ritmo natural de las mismas (acuerdo), sin cometer excesos ni errores (desacuerdo). Alaba la morigeración sin excesos y que debe buscarse el placer sin excesos (para lo cual hace alusión a “los apetitos relativos al arte culinario”, considerando así que un buen médico debe saber qué es una buena alimentación, como base de la salud, para poderla enseñar a sus enfermos. Otro tanto hará después con el uso del alcohol y de las conductas sexuales (recordemos que en EL BANQUETE se alude y alaba el amor homosexual por mancebos jóvenes y bellos y la pederastia). Luego, ante el panorama oscuro de algunos aspectos de la medicina actual, que la desesperación no se apodere de nosotros, porque nos puede ocurrir lo que le pasó al bueno, inefable y siempre recordado Dr. Renée Favaloro, quien se suicidó, no por que estuviera mal, sino porque había perdido las esperanzas de estar mejor. Otro factor muy importante en el ejercicio de la medicina de este tercer milenio es reencontrar el “arte médico” que consiste en una especie de virtuosismo personal puesto en acción cuando se realiza el acto médico. Esta cualidad artesanal empieza con el famoso “ojo clínico”140 o capacidad de deducir, a través de la simple observación, la presencia de signos o síntomas compatibles con un cuadro clínico de una determinada patología. Es el famoso “diagnóstico a primera vista”. Evidentemente la artesanía médica no sólo depende de una habilidad y predisposición personal, sino también de un correcto y amplio conocimiento médico. No hay arte sin pericia. Otro componente del arte médico es la obtención de la cura por el medio adecuado, ya sea por la ortodoxia de la alopatía o como fruto de aplicar una medicina alternativa. También cuenta aquello de la imagen o figura del médico que tiene un magnetismo individual que lleva a decir “con sólo mirar al médico, ya se siente mejoría”. Es la imagen del médico que despierta un Platón – EL BANQUETE, Ediciones Orbis, España, 1983, De acuerdo a los conceptos de los traductores es posible que Erixímaco usara la palabra amor en referencia a lo que sería “deseo”, es decir, prefiere decir tendencias amorosas del cuerpo en lugar de deseos del cuerpo 139 Erixímaco usa términos “llenarse” y “vaciarse” que Hipócrates refirió como “repleción” y “evacuación” (vocablos actualmente muy usados en medicina) según explican los traductores 140 Yo agregaría el “olfato clínico” ya que muchas enfermedades del riñón, la ocena, la impregnación alcohólica, se diagnostican con solo sentir el olor del cuerpo o del aliento 137 138 251 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA sentimiento de empatía-simpatía que genera una fe apriorística al comienzo del acto médico y que obra como una especie de placebo o “cura por autosugestión”. La medicina actual y la del futuro, de este tercer milenio, exigirá más que nunca, el arte médico. La definición denotativa de arte engloba todas las cualidades del vocablo: virtud, disposición, habilidad, actividad personal con una visión desinteresada, maña, astucia (en el buen sentido de estas palabras). Ya he referido algunos detalles del arte médico, pero creo que lo que más resalta en este arte, además de la habilidad y predisposición personal, es algo imprescindible a todo médico: cada vez que un paciente consulta por su mal, al médico se le plantea una situación de investigación del paciente. Naturalmente realizará todos los actos semiológicos técnicos. Sin embargo, el arte no consiste en la acción mecánica sino en una fina sintonía con una interpretación científica y fehaciente de lo que advierte a través de la técnica. Más aún: como verdadero detective detallista no se quedará con el mero concepto de un libro o de una escuela médica, sino que indagará, de acuerdo a preceptos de la Medicina de la Evidencia, cuánto trabajo o estudios tenga a mano o pueda conseguir por sus propios medios. Cotejará todas las teorías y resultados de las investigaciones, con el caso concreto, para arribar a conclusiones precisas del origen y la modalidad de la dolencia que le es consultada. Muchos médicos diagnostican “a priori” y sobre la base de la modalidad en boga para realizar diagnósticos, pues el hábito impone “seguir la corriente”. El médico con arte escapa a la tentación facilista y cómoda de usar medios habituales para el diagnóstico e interpretación, e indaga más allá de lo ritual para obtener certeza y seguridad. Busca eliminar la falla no sólo a través de la buena técnica sino en pos de una fina intuición. El arte es siempre intuición y creatividad. El médico con arte se destaca por su capacidad de intuir y su facultad de crear, prescindiendo de lo rutinario. Se cree que el artista nace, pero no confío en tal adagio y por experiencia propia sé que un arte se puede adquirir con tesón, trabajo y “transpiración”, pero por sobre todo, con la contracción permanente y la atención prolongada en buscar ese arte. Es una decisión personal del médico adquirir el arte. Luego, un artista o nace o se hace. Todo depende de la vocación, del deseo y de las ganas que se tenga por conseguir un arte. Los grandes maestros de la medicina no sólo eran grandes eruditos o profesores galardonados, sino fueron verdaderos creativos de la medicina, los que les llevó a destacarse y trascender. Bunge critica con suma razón a algunos de los filósofos que se ocupan de temas médicos, a los que consideran que las enfermedades son “construcciones sociales” (en el sentido de que el hombre forma un concepto abstracto, una idea, sin fundamento ni entidad). Es evidente que en este siglo XXI no es la peste ni las plagas las que intimidan a la medicina, sino otros malestares que sí constituyen construcciones sociales (“productos exclusivos de la sociedad”) como la drogadicción, la disforia de género, las hambrunas (no sólo de pueblos africanos y de casos de desnutrición severa sino también de las villas miserias o de los núcleos sociales del submundo de la indigencia que padece subnutrición). El médico, de algún modo tiene que habérselas con estos malestares de la sociedad porque tarde o temprano es consultado por terapias para curar la 252 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA drogadicción, las enfermedades venéreas de homosexuales o los problemas psíquicos de los mismos o la subnutrición infantil. La violencia social, ya sea por la delincuencia, la violencia familiar o los piquetes de saqueos de comercios o cortes de ruta o simple manifestaciones de protesta sindical o por problemas sociales (falta de servicios, falta de seguridad, falta de sistema de salud, barras bravas deportivas, pandillas barriales, etc.). Todo ello genera traumatizados, trastornos psíquicos y muertos. Y en todos estos hechos debe siempre se requiere la presencia de la ambulancia y del médico. El accidente vial, el accidente de trabajo es otro fenómeno de construcción (origen) social que afecta a la medicina. La medicina debe crear nuevas ramas como la medicina deportiva, la medicina del trabajo, la accidentología o infortunística, etc. Con esto quiero decir que el panorama de la medicina del tercer mileno ya no es la enfermedad natural que considera Bunge y los médicos en general, pues la ciencia médica tiene armas para resolver de algún modo las consideradas patologías naturales, pero está inerme con los malestares construidos por la sociedad (los hechos inducidos por las conductas humanas desviadas), es decir, por el propio hombre como es el distrés y los otros malestares ya señalados. El distrés (término aceptado oficialmente por un congreso médico mundial recientemente y que yo señalé a fines del siglo pasado en un artículo en una revista médica)141 es como especie de degeneración del fenómeno de estrés que Hans Selye comenzó describiendo como “reacción de alarma” y que consiste en la secreción de neurotransmisores, como las catecolaminas (adrenalina y noradrenalina) que el organismo animal secreta para preparar al cuerpo a enfrentar un conflicto que le obliga a luchar o huir. Posteriormente Selye con otros autores describieron al fenómeno que genera la reacción de alarma y que llamaron estrés agudo, al que consideraron como reacción natural del organismo animal (y posiblemente vegetal) ante situaciones de confrontación que exigen una respuesta o una adaptación. Pero con el tiempo, la investigación del fenómeno en los humanos demostró que el hombre, a diferencia del animal, en el estado de estrés no sabe huir ni luchar y queda entrampado. Este fenómeno de atrapamiento sin salida genera también una reacción estresante pero no natural y que es el estrés crónico o estrés trivial cuya adaptación es anormal y no reside en la homeostasis, sino en la llamada alostasis. Entonces, se propuso el nombre de distrés para denominar este “estrés patológico” (que en alguna medida es el que describe el diccionario de la Real Academia Española). El fenómeno estrés, por sus características fisiológicas y fisiopatológicas, tomó desprevenida a la ciencia médica, en un momento en que todavía no se dilucidaban mecanismos de neurotransmisores y la relación de cerebro y función orgánica y se desconocía el sistema APUD de células extracerebrales que reaccionaban por impulso locales pero terminaban siendo reguladas por reacciones cerebrales. 141 Antonio Paolasso - CLASIFICACIÓN O TIPOS DE ESTRÉS, Revista Argentina de Psiquiatría Biológica, Publicación de la Asociación de Psiquiatras Argentinos, Vol. V Nº 41, Buenos Aires, 1998 253 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Hoy que la biología y la psiquiatría han develado mucho de lo que ocurre en situaciones denominadas estresantes, recién comienza a difundirse el fenómeno del distrés, el cual si bien parte de una función orgánica natural de defensa del cuerpo, el hombre con su mente lo ha transformado en otra construcción social, dado que la enfermedad psicosomática radica en cuadros médicos conocidos por otras causas ajenas a la mente (gastroenteritis, cardiopatías, broncopatías, etc.) que ahora se imbrican con lo endocrino, lo inmunológico, lo genético y lo psíquico y da lugar a afecciones provocadas exclusivamente por el mal manejo mental que el hombre hace de su vida individual y social. Es probable que Bunge no desconozca esta situación pero evidentemente su visión filosófica de la misma no es la de un médico que es el que enfrenta y actúa en ella, como actor y no como espectador. Es verdad que los médicos ven a las enfermedades o malestares o afecciones de causas naturales (infecciones, cáncer, malformaciones, etc.) pero desconocen mucho sobre la etiología o causa de las enfermedades autoinmunes, de algunas afecciones osteoarticulares, de enfermedades psicosomáticas. Aún hay médicos escépticos sobre los factores ambientales que producen enfermedades, no por causas muy naturales, sino por equívocos en la conducta humana. Debemos admitir, malgrado, que en este tercer milenio coexisten malestares naturales y malestares de construcción social (insisto: no construcción social no en el sentido de formación de una idea sin entidad por obra de la razón humana, sino construcción de un hecho a través de la conducta social humana). Por eso entiendo que la función de la filosofía en la medicina no es definir qué es enfermedad, qué es un diagnóstico, qué es un tratamiento, cosas que la medicina ya tiene resuelto. El problema se suscita cuando los médicos no tienen conocimientos semánticos profundos y dan demasiadas connotaciones que producen más confusión que esclarecimiento. Es cuestión de bucear todo lo escrito en nombre de esta ciencia. La propia medicina ha creado la bioética para contrarrestar los efectos del mal uso de la tecnología, ha creado la medicina antropológica, la medicina de la evidencia y otros instrumentos que regulan y conforman la conducta médica correcta y la comprensión exacta del fenómeno considerado enfermedad o malestar o dolencia. Los fenómenos del aborto inducido por el hombre y la eutanasia y el uso de drogas no son problemas naturales. Son fenómenos nacidos y criados en la sociedad y que el propio hombre ha planteado contra el orden natural. Por supuesto, la aceptación o el rechazo dependen de la voluntad humana, pero no debe confundirse al conformismo social con lo no natural, como un derecho a cualquier cosa. Los derechos personalísimos aceptados social y legalmente por el hombre son actitudes positivistas (derecho escrito) que no surgen del derecho natural. Incluso esos derechos se contraponen cuando se enfrentan los que sostiene el derecho personalísimo al aborto o el derecho personalísimo a defender la vida en todas sus formas, incluyendo la fetal. La opción por ser abortista, eutanasista o drogadicto o de apoyo a esos derechos personalísimos, no significa de ningún modo que la actitud sea inteligente, natural y completamente racional. Es conocido que el hombre tiene tendencia a las dualidades como 254 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA modos de ser, pero el fenómeno en sí no es causa para denominarlo “natural” simplemente porque existe. La tecnología es un fenómeno que también existe pero de ningún modo es obra del orden natural. Es obra del hombre. Si no podemos distinguir esto con claridad mental suficiente, de nada valdrá filosofar porque no se está usando el sentido común o la sensatez, sino simplemente se enuncian las preferencias personales, aunque para ello debe recurrirse a raciocinios que operan más como filosofemas (que obran como filosofismo o abuso de la filosofía con fines de falsedad, sofismos, entelequias). Hay silogismos que guardan apariencia de razonamiento bien estructurado pero que sus conclusiones no son reales o verdaderas, sino que pueden resultar falsas o equívocas o contradictorias. En este sentido, hay tres aspectos bien definidos sobre los silogismos: 1. el filosófico o lógico: analiza la naturaleza y la estructura del silogismo 2. el lingüístico: indica su denotación, connotación y etimología y cómo se usa el lenguaje 3. el psicológico: la intención o la idea con la cual se usa el silogismo La falacia y el paralogismo es una especie de razonamiento válido sólo en apariencia porque el juicio presentado como conclusión no corresponde una conclusión real o verdadera. Etimológicamente, falacia proviene del latín fallacia que significa falso, engañoso y fraudulento. Con esto, tendremos que falacia puede significar algo falso, o algo engañoso o algo fraudulento o las tres cosas a la vez. Fattone distingue cada una de estas intenciones: 1. sofisma: es cuando la falacia responde al propósito de engaño o dolo 2. paralogismo: la falacia indica únicamente una falsedad sin propósito de engaño Los sofismas142 fueron estudiados por Aristóteles143 cuando debió analizar el pensamiento de corrientes que guardaban la forma de ser filosóficas, pero en realidad eran meramente sofisticas144 y los que sostenían o militaban en dichas corrientes fueron llamados sofistas. La intención de Aristóteles fue estudiar, además del razonamiento y el lenguaje con que se los traducía, los procedimientos de los sofistas, como así también la forma de discutirlos, que pasó a ser considerada el arte de la discusión. Discutir era oponerse a las falsedades sofistas, evitando las sutilezas para emplear razonamientos contundentes basados en el sentido común y la La Real Academia Española define a sofisma como “razón o argumento aparente con que se quiere defender o persuadir sobre lo que es falso” 143 Aristóteles - ORGANO 144 El sofístico es un movimiento cultural de la antigua Grecia del siglo V a. de C., que intentaba renovar los hábitos mentales tradicionales mediante el análisis del lenguaje y su utilización para influir en los ciudadanos, pero que terminó siendo un movimiento que se apartó del sentido común y usaba silogismos de refinada sutileza pero que sus conclusiones no eran reales ni verdaderas. De ahí que sus dichos o silogismos pasaron a ser llamados sofismas, sinónimo de razonamiento engañoso 142 255 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA certeza, evidencia y verdad. Evitar sólo lo aparente para ir a lo esencial, pues lo aparente es diverso y equívoco, mientras lo esencial es unívoco y único. Aristóteles clasificó a los sofismas en: 1. Resultantes del lenguaje: acá el error surge del uso del lenguaje en sentido confuso. Esa confusión puede provenir del sentido de las palabras o del sentido que se les quiere dar a las mismas, pero que se usa una frase ambigua. En el primer caso, Aristóteles habla de equivocación y es cuando el sentido de las palabras es equívoco porque no se cuida explicitar cuál es el significado con qué se emplea. Sucede con los parónimos y con las cosas que tienen el mismo nombre. Fattone pone por ejemplo de equivocación, a la palabra Venus que bien puede referirse al nombre de un planeta o al de una diosa. De igual modo puede suceder con llama que puede ser la del fuego, o el animal o el verbo. En cambio, Aristóteles habla de anfibología que se aplica al sofisma que contiene una expresión con sentido confuso. Fattone emplea la frase libro de fulano, en donde fulano puede ser el autor o el propietario del libro. 2. No resultantes del lenguaje: el error del sofisma no está en el lenguaje o palabra o forma de usar las palabras, sino en la materia misma que se está discutiendo; es un sofisma por ignorancia del asunto. El error del sofisma es que lo que dice puede ser no contradictorio pero por la forma en que se expresa pueden pasar por contradictorio. Según Fattone es un sofisma muy frecuente en las discusiones cotidianas y comunes. Un ejemplo puede ser: “la ciencia no es beneficiosa para la humanidad, pues ha conducido a la bomba atómica” La aparente contradicción entre “ciencia no beneficiosa para la humanidad” y la existencia real de beneficios que la ciencia aporta y aportó a la humanidad, en este caso se debe a que la ciencia, en general, contiene aspectos paradójicos o contradictorios. La tecnología biológica puede hacer milagros con nuevas técnicas quirúrgicas o descubrimiento de biología molecular que ayudan en mucho al bienestar, a la salud y a la vida, pero también, en lo genético, contiene hechos pocos claros como la clonación humana y la genoterapia. Asimismo, por un lado mejora la vida humana y por otro produce elementos que la conducen a la muerte prematura o artificial. Otros aspectos de los sofismas son los llamados: * Petición de principio * Círculo vicioso La petición de principio es un sofisma que recurre, como prueba, a aquello que se quiere probar. Por ejemplo: las tentativas de demostrar el V postulado de Euclídes o el uso de la frase 256 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA “si lo castigaron es porque ha hecho algo”, es decir, no se prueba lo que ha hecho, sino que se presume que fue hecho por haber recibido un castigo (sobre todo si no se dan las causas que llevan a tal castigo). Es lo sucedido en el período de represión política bajo regímenes militares donde se castigaban a determinadas personas por pertenecer a una idea política, religiosa, a una etnia o a una determinada condición social, sin que se demostrara que había un hecho delictivo puntual que ameritara un castigo. El círculo vicioso, en cambio, es una variante de la petición de principio. Se invoca como prueba de lo que se quiere probar, precisamente, aquello que se quiere probar, ocultando el procedimiento o recurriendo a palabras que lo disimulan. Siguiendo el ejemplo anterior de petición de principio, se arguye: “si lo castigaron es porque ha hecho algo, y si ha hecho algo, es bueno que sea castigado”. El razonamiento contiene una construcción de apariencia lógica, pero carece de toda prueba de que habría “hecho algo”, lo cual no es afirmado sino supuesto. Esta suposición la introduce el si condicional que encabeza la frase. En la paradoja, la intención genérica de todo juicio es que necesariamente tiene que ser verdadero o falso, lo que conduce a que no hay término medio entre verdad y falsedad. Este carácter absoluto de los principios de la lógica clásica suele tener algunas excepciones en cuanto a que no se pueden aplicables a ciertas proposiciones, lo cual plantearía un cierto grado de relatividad al aparente absolutismo lógico clásico. Un ejemplo de estas excepciones son las paradojas o razonamiento correcto cuya particularidad es: partir de una proposición aparentemente no contradictoria y que tiene sentido pero que conducen a una conclusión contradictoria y sin sentido. Las galimatías consiste en un discurso o escrito embrollado, oscuro, desordenado, con frases impropias e ideas confusas. Nuevamente he usado una digresión para entender que las razones aducidas para defender determinadas posiciones individuales frente a problemas creados en la sociedad (no por la naturaleza), pueden no ser verdaderos, sino el uso de un relativismo filosófico para amparar una idea o gusto personal mediante los recursos dialécticos descritos. Este fenómeno no sólo es patente en lo referente a determinadas ideas personales, doctrinas políticas o religiosas, cuestiones filosóficas, sino que se encuentra en las ciencias médicas, en muchísimas hipótesis médicas consideradas como principios verdaderos.145 No soy opositor violento o compulsivo de los relativistas, pero no admito que se pretenda que lo relativo tiene el mismo nivel que lo absoluto (en el sentido de verdad). Esto ya lo expliqué antes porque un fenómeno, ontológicamente, nunca es relativo sino absoluto puesto que no puede tener entidades diferentes Es el caso de las presuntas enfermedades hereditarias bajo el nombre de “predisposición familiar”, “diátesis”, etc. (várices, artrosis, etc.) donde no hay un gen o partícula genética que cumpla las leyes mendelianas de la herencia genética, ni árbol genealógico comprobado. Los cambios genéticos (deleciones) que puedan encontrarse se deben a la epigénesis inducida por factores ambientales y que producen lo que hoy se conoce como mutaciones genéticas adquiridas no hereditarias, pues los genes cambiados están en el DNA somático pero no en el de las gónadas. En estas mutaciones falla el DNA mitocondrial pero no el DNA nuclear. 145 257 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA y contradictorias. Es verdad que un ratón pueda tener genes similares a los del hombre, pero esto no significa que el ratón comparta la esencia humana ni el hombre asimile la esencia del ratón. El hombre es hombre y el ratón es ratón. Esto es pensar sensatamente y con sentido común y no necesita mucha preparación académica ni una brillantez mental de supergenio para comprenderse. Si vamos a filosofar debemos hacerlo en base a una estricta sensatez. De lo contrario aceptaremos como bueno tanto la verdad como la falsedad, la esencia como la forma, lo que parece ser pero no es. Chersteton146 aludió a la insensatez como la actitud del que se arroja al mar en bote y en pleno océano agujerea la embarcación para hundirla. ¿Para qué usó el bote y lo agujereó si simplemente podía suicidarse arrojándose al mar? En realidad lo que el autor hizo es una comparación que sirve para plantear la cuestión de para qué nos casamos si estamos pensando en divorciarnos (esto especialmente dedicado al matrimonio católico que no admite el divorcio habitual). En virtud de estos razonamientos he resaltado en este parágrafo como el sentido común es la oposición a la necedad o estupidez. El sentido común sería el instrumento o herramienta que todo hombre posee esencialmente, a modo de facultad interior que permite interpretar debidamente no sólo la percepción exterior que llega a través de los sentidos sino también de la percepción interior de todos los fenómenos intelectuales o emocionales conscientes e inconscientes que nos ocurren, para evitar la conducta desviada y manejarse con la conducta racional, correcta, auténtica y sabia. Lo que sería su verdadera “razón de ser”. La racionalidad nos lleva no sólo a la conducta inteligente, sino al manejo afectivo y emocional contenido y positivo y a la expresión de una voluntad férrea de “hacer lo debido”. Nos impide entrar en la irracionalidad de la vida instintiva negativa, de caer en conductas erradas, licenciosas y dañinas para nosotros y los otros. Como sentido es una facultad de percibir, pero no a través de sentidos, sino en forma de sentimiento: sensación de percibir lo obvio, lo correcto y lo necesario en sentido absoluto. Es el nexo interior obligado del pensamiento inteligente con la correcta y simple interpretación de la realidad circundante. Es la visión no distorsiva de las cosas, sino tal cual éstas son. De ahí la necesidad inmediata e insoslayable de que la filosofía se convierta en una filosofía de la sensatez, para ayudar al hombre de hoy a recuperar su dignidad humana y le permita el reencuentro con su esencia auténtica para desligarlo de la inautenticidad que lo desnaturaliza y le quita el sentido a su vida. Es probable que de poder realizar la posibilidad de corregir la mente y la conducta humana descarriada, se pueda obtener una mejoría generalizada de los problemas acuciantes de la humanidad actual de este siglo XXI. Los pueblos que han apelado a la sensatez han mejorado no sólo su estándar de vida social y económica, sino que han elevado su nivel cultural y espiritual, permitiendo instalar un mundo más estable y confortable, 146 G. K. Chesterron - LA SUPERSTICIÓN DEL DIVORCIO 258 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA no perfecto, pero al menos más aceptable. La perfección sigue siendo utópica. Pero el deseo de la misma siempre es lícito y vigente. Personalmente creo que si la perfección es posible, la única forma de alcanzarla es a través de la espiritualidad. Y ésta está en el dominio de la razón y “lo razonable”. La conjunción de razón, sentimiento y voluntad es el fruto de esa espiritualidad y su totalidad. Y a todo esto lo preside la inteligencia. Ergo, si la filosofía auténtica es, de algún modo, la expresión completa de la inteligencia, transitivamente sería el instrumento ideal de la espiritualidad, en cuanto a que el alcance de la misma puede lograrse a través de la inteligencia y de la perfección de la razón obtenida con el buen juicio o pensamiento correcto. El pensamiento médico filosófico no debe alejarse de la sensatez o sentido común, el cual nos dice que ante una intervención médica dudosa o incorrecta, es mejor “dejar operar a la naturaleza” que oponerse a ella. Luego, lo que afecta al orden natural, al orden que impone la naturaleza en la vida humana, nunca será sensato. La solución humana al problema natural debe surgir siempre de la pura inteligencia puesta al servicio del sentido común y de la verdad, con un pensamiento crítico que contenga todos los puntos de vistas posibles. La conducta del médico siempre debe ajustarse a su función de protector de la salud y la vida humana y curador de las dolencias. El desvío de esta simple sentencia o una conducta que afecte el primun non nocère (que puede causar daño al médico, al paciente o ser escandalosa) no es el paradigma de una filosofía de la medicina (aunque se pretenda ser realista, materialista y cientificista). El realismo es tener conciencia de realidad, es decir, saber darse cuenta de lo que los fenómenos son y no imaginarlos en forma de apariencia sino pensar en su esencia. El materialismo debe residir en la conducta apropiada y práctica frente al problema y en el uso de instrumentos pertinentes y eficaces. Coincido con Bunge que una dolencia o enfermedad no se cura con el idealismo, sino necesita de la acción material de la ciencia médica, pero con la premisa de una buena y correcta praxis. La conducta científica reside en el espíritu certero para investigar la etiología o causa de un malestar médico, a fin de determinar un buen diagnóstico y un mejor tratamiento. Naturalmente, en lo relativo a la medicina, lo científico o técnico debe acompañarse del arte médico. Lo del “arte médico” puede resultar abstracto o abstruso a quien no sea médico o al médico que no llegó a conseguir ese arte, pero de ningún modo lo es para aquellos grandes maestros de la medicina o los médicos reconocidos por la humanidad e, incluso, los médicos desconocidos que mueren rodeados del cariño y reconocimiento de sus pacientes que reconocen todo el bien que esos profesionales hicieron y que no consiguen encontrar en otros galenos. Dicho de otro modo, filosofar sobre medicina es repensar todo lo conocido y dicho sobre la ciencia médica, pero apuntando a conclusiones metafísicas relevantes, transcendentes, de consenso universal y de permanencia en el tiempo. Por eso se debe apuntar al modo correcto de 259 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA pensar del médico y de los científicos médicos para que su obra se ajuste a la sensatez del orden natural y a la esencia de la ciencia médica, que es curar y no dañar o matar a un paciente. E insisto que la filosofía del médico de este tercer milenio va más allá de lo meramente técnicocientífico, para introducirse en los fenómenos sociales que desvirtúan a la naturaleza humana y le causan completo malestar físico, psíquico y social, a fin de comprenderlos en lo que son y no lo que parecen ser. El pensamiento médico necesita ser crítico y holístico para afinar la conducta o praxis tanto en el ejercicio de la medicina, como en la investigación médica y en la docencia médica, que debe rehuir de todo principio seudocientífico y no probado certeramente con correctos estudios multicéntricos, insisto, de amplio consenso científico universal. Los fenómenos médicos de la práctica de la medicina, actualmente centran más en la conducta o praxis del médico que en el conocimiento científico, dado que como dije, las ciencias avanzan y se perfeccionan a un nivel que exige una excelencia del acto médico, pero que en la práctica esa excelencia queda muy lejos de una inmensa (cada vez mayor) cantidad de médicos asistenciales. He remarcado que los desvíos de las ciencias, en particular de la praxis médica, no sólo reciben sanción moral y legal sino que la misma naturaleza castiga por los errores cometidos. Las filosofías equívocas sobre la medicina, lejos de ayudar, pueden profundizar la crisis, por no advertir las verdaderas cuestiones o por soslayarlas por otras no tan pertinentes. Dejo a mis colegas médicos y a los filósofos no médicos de todas las layas, esta inquietud mía sobre lo que podría ser un pensamiento filosófico médico. Hay temas que no he abordado más profundamente, dado que he escrito sobre bioética, un tratado de praxiología médica y sobre la mal praxis, en lo que enfoco todos los temas hasta el presente considerados como filosofía de la medicina. Pido que todos mis ambiciosos deseos sean considerados como genuina tendencia a mejorar los aspectos no dilucidados de la ciencia médica y mis aseveraciones no se consideren como nacidas de la soberbia o la pedantería. Lejos de mí tales intenciones. Como ya lo expresé, intento, a pesar de todas mis imperfecciones, de comunicar la idea de alcanzar un punto de excelencia para la investigación médica, la práctica de la medicina y la docencia médica, cuyo lado negativo ha sido remarcado por miles de autores. No quiero que mi trabajo sea una crítica más, sino que la crítica que realizo es para resaltar ciertos aspectos del enfoque de la medicina que llevó a las frustraciones y fracasos que he señalado. Creo sinceramente que la filosofía médica no reside en dar definiciones sobre los asuntos propios de la ciencia médica y del médico, sino en cambiar el “pensamiento médico”, por lo que he estructurado casi el 80% de mi proyecto en describir los diferentes modos de pensar y he arriesgado analizar el pensamiento en sí, en cuanto al modo en que la mente humana llega a formular un pensamiento. No sé si he logrado lo propuesto o sólo he conseguido escribir un texto farragoso y plagado de las mismas falencias que critico. Si es así pido perdón a mis lectores. Si no resulta de ese modo, hago una profunda petición a mis colegas médicos para lograr el cambio personal que permita encontrar la excelencia preconizada para toda la ciencia médica, su desarrollo y su práctica. 260 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA COROLARIO He elegido algunos textos para apoyar mucho de lo que he dicho en este trabajo, a fin de que no se pueda concluir que he exagerado o tergiversado algunas realidades médicas que he descrito. Iré agregando los textos que encuentre, aún después de terminado este trabajo. La intención de este corolario es mostrar la coincidencia del pensamiento filosófico universal surgido de personas distintas y que no se han conocido entre sí. “Convertirse en un buen clínico debería ser un objetivo inaplazable de cualquier estudiante de medicina. Convertirse en un mejor clínico ha de ser una ambición de cualquier médico en ejercicio. „En el cuidado del paciente, el médico necesita conocimientos científicos, el adiestramiento técnico y comprensión humana‟ (Harrison). Sólo cuando las tres facetas citadas se han adquirido convenientemente y se mantienen con adecuada calidad, el médico puede recibir legítimamente el calificativo de buen clínico o buen profesional. En efecto, las disociaciones entre las tres facetas citadas ocasionan notables distorsiones entre en las características de numerosos profesionales que, de este modo, dejan mucho que desear. Hay médicos, particularmente jóvenes, en la época de la vida caracterizada por la especial brillantez memorística, que citan de modo apabullante para el auditorio síntomas y signos pertenecientes a los síndromes más raros o filiados por epónimos difíciles de retener. Sin embargo, su brillantez de conocimientos teóricos está trágicamente disociada con una falta total de adiestramiento técnico o de capacidad de aproximación al enfermo, necesarios para recoger con objetividad la existencia de signos y síntomas, a partir de los cuales poder construir las hipótesis relativas a la existencia de un síndrome o entidad nosológica concretos. Todavía más penosa es la situación de aquel facultativo que, si bien sabe establecer correctamente el diagnóstico de la mayor parte de los trastornos orgánicos de un enfermo, es sin embargo incapaz de ofrecer a su paciente el mínimo grado de simpatía y calor humanos, con lo cual fracasa estrepitosamente en la imprescindible relación médico-enfermo y, evidentemente, no puede recibir el calificativo de buen médico, pues es rechazado por sus pacientes. El objetivo del médico es el cuidado de los enfermos. Éstos deben ser los protagonistas de nuestra profesión. Toda la actividad del clínico debe estar presidida por un pensamiento central: el 261 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA bienestar de nuestros pacientes. El ejercicio médico emplea obviamente métodos científicos para resolver sus problemas, pero es evidente también que la práctica clínica no ha de ser tan sólo científicamente perfecta, sino que es preciso que esté impregnada de comprensión humana, madurez y sabiduría, para determinar en cada momento qué camino es el más beneficioso para un paciente concreto” (Farreras-Rozman – MEDICINA INTERNA: 7, 14ª edición, Vol. I, Harcourt, España, 2000, en el capítulo “Fundamentos de la práctica médica hoy y mañana” escrita por Rozman, pág.7) “La inventiva y la especulación son las primeras cualidades del espíritu humano, también en el campo de la ciencia. Pero el hombre de ciencia, antes que inventar o descubrir algo nuevo, necesita realizar un gran trabajo de purificación de lo conocido, de lo viejo. Ante el enfermo el valor de la ciencia es relativo; depende del sentimiento del artista, de la justeza y del tacto en la aplicación de las teorías. Puede que la desconfianza cada vez mayor que le tiene el público a la Medicina, la ineficacia y tal vez lo ridículo de algunas terapéuticas, se deba a la confusión de los símbolos indispensables para la ciencia médica y de un paciente concreto. Los médicos, por el contrario, ven en sus enfermos las enfermedades descriptas en los tratados de Medicina y confunden los conceptos de espíritu y de método, de ciencia y de técnica. No conciben, prácticamente, que el ser humano es un todo, que las funciones de adaptación se hacen extensivas a todos los sistemas orgánicos y que las divisiones anatómicas son artificiales. La división del cuerpo en cierta cantidad de partes hasta hoy ha sido ventajosa para el médico, pero dañina y costosa para el enfermo; y de seguir así, resultará también perjudicial para el médico. Es preciso que la Medicina tenga en cuenta la naturaleza del hombre, su unidad y su unicidad. Su única razón de ser es la de aliviar el sufrimiento del enfermo y curarlo. Hay que apelar a los métodos científicos y valerse del espíritu; pero la Medicina no puede ser parangonada con otra ciencia; y quien la enseña no puede ser un profesor cualquiera o como cualquier otro. Los médicos especializados en anatomía, fisiología, química, patología, etc., tienen un limitado conocimiento de acción, pero el médico necesita de conocimientos universales. Debe tener seguridad de juicio, una gran resistencia física y una capacidad de actividad incesante. Si otros hombres de ciencia pueden moverse en el mundo de los símbolos solamente, los médicos casi siempre deben enfrentar realidades concretas y pocas veces ante abstracciones científicas. Les es necesario conocer simultáneamente los fenómenos y los símbolos, examinar los órganos y la conciencia del enfermo, penetrar en el mundo tan variado de cada individuo. Hay médicos que acostumbran a aplicar a todos sus enfermos los mismos conocimientos científicos; del mismo modo que si hiciera endosar un mismo traje a personas de talle diferente. El éxito no puede depender solamente de la ciencia, sino de la habilidad que se tenga para conocer las características que hacen de cada ser humano un individuo en sí” (Alexis Carrel – LA INCOGNITA DEL HOMBRE, Joaquin Gil Editor, Bs. As, 1940) “El que cura, el que realiza el acto supremo de restituir la vida o la salud a un semejante, debe hallarse en una situación psicofísica superior, o por lo menos, distinta a la del común de la 262 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA gente. No todos pueden llegar a ser médicos, aun cuando hayan logrado poseer conocimientos adecuados. Antes era frecuente comprobar que de generación en generación se transmitían el arte y la ciencia de curar, de padres a hijos; y eso, a medida del tiempo, producía una afinación y una selección de cualidades psicofísicas, con las que el médico se identifica, por así decirlo, con el enfermo, de modo que no considera al paciente como un algo ajeno a la enfermedad, o a ésta aisladamente del paciente, para ponerla en el frío y árido cuadro nosológico, como un trabajo exclusivamente cerebral. La misma iglesia católica, para poder colocar en el altar a un santo, exige el milagro; y nueve veces sobre diez el milagro consiste en una curación. Es, entonces, necesario que entre médico y enfermo medie una cierta distancia, como en la antigüedad, distancia que hasta tiene la sanción irónica de Balzac: „el médico es un hombre que casi siempre está vestido de negro, que administra drogas desconocidas a un cuerpo más desconocido aún‟ En estos tiempos standard, como se acostumbra a decir, también el médico ha seguido la corriente. Se ha acercado demasiado al público, y, mediante la denominada vulgarización de la ciencia, ha hecho daño a los pacientes y se lo ha hecho a sí mismo. Los pacientes creen saber cosas que en realidad no saben, han perdido la fe y no consideran con respeto y devoción al médico; los médicos, a su vez, han desnaturalizado su ministerio, han perdido la austeridad de su sacerdocio, no tienen cultura general ni hábitos de observación, carecen de capacidad para la meditación filosófica y de un sentimiento superior de humanidad, aun rozándose con tantas y tantas miserias. Descienden cada vez más, perdiendo el sentido hierático de ese arte divino, lo que hace que el médico sea empujado cada vez más hacia el mercantilismo. Hoy las relaciones entre médico y enfermo constituyen una relación comercial, un libro de partida doble; cada uno de los dos… contendientes busca la manera de adulterar los números a su favor. Es una lucha a cuchillo, especialmente si se trata… ¡de casos quirúrgicos! El cliente recurre a todos los procedimientos astutos para huirle al médico, quien lo está acechando como el gato a la rata. Y quienes tienen a su alcance el teléfono hacen preguntas y más preguntas al médico, que en verdad resultan otras tantas consultas. Las páginas especiales de los diarios, el consejo del médico de las revistas populares; la enciclopedia, que provee el conocimiento de la terminología abstrusa; el cachet famoso, los sellos de aspirina, la sugestión del boticario – no siempre desinteresada – completan la obra. ¡Cosa extraña! Estos expedientes son menos utilizados cuanto más pobre es el cliente. Llegan al máximun en los grandes hombres de negocios o, mejor dicho, en los hombres de grandes negocios. 263 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA Acostumbradas a conocer la potencia del dinero, que concede todas las satisfacciones y permite todas las imposiciones, adquieren una envalentonada seguridad de sí mismos, llevando al plano de la defensa de la salud los métodos que utilizan las grandes empresas comerciales. Un médico digno es puesto brutalmente en la puerta, porque el dinero permite llamar a otro, o a otros más, y si es necesario, o no lo es, permite también ir a París, a Berlín o cualquier otra parte para consultar a los más célebres profesores. La enfermedad, para esta gente, ya no consiste en errores dietéticos y malos hábitos, ni es debida a ansias desordenadas en la carrera alocada hacia la riqueza, o por una constante sucesión de placeres, de la mañana a la noche y de ésta al siguiente día. Para ellos la enfermedad y el remedio son hechos externos, que no tienen nada que ver con las personas enfermas, sino que depende de la habilidad del médico y de la acertada elección del método curativo. Y el resultado no puede ser más desastroso. Esta gente es la que paga el mayor tributo al sufrimiento humano. El dinero se evapora en las manos de esos desgraciados, a medida que disminuye la eficacia de la medicina y de los médicos consultados. La muerte, para un pobre diablo es la liberación del infierno de la vida, para esta gente constituye una preocupación atrozmente atormentadora, que contribuye a la destrucción de las últimas resistencias. La Némesis severa e implacable avanza para restablecer el equilibrio de las cosas humanas. Y demasiado tarde advierten que la salud no puede ser tratada como un negocio cualquiera, lo que el primitivo siente como castigo, expiación o advertencia, ya no halla consuelo en una fe adquirida por necesidad, o la que ha llegado a ser como una nueva actividad comercial de la empresa Inútiles las plegarias, vanas las donaciones a la iglesia y sin resultados las bendiciones especiales del Papa. Desgraciadamente, no se puede llegar al paraíso en aeroplano. Y hay que seguir la trayectoria: desde las inyecciones de aceite alcanforado hasta las unciones de los santos óleos, y por fin el elogio fúnebre al ilustre extinto. Podría parafrasearse el enunciado maquiavélico y decirse que los pueblos tienen los médicos que se merecen. Unos y otros se baten en el mismo terreno, con las mismas armas, aun cuando posean rasgos psicológicos opuestos, que se deben encontrar por necesidad. Controlando las diversas fases de este duelo, con ánimo sereno y sin preconceptos, terminamos por hallarnos ante las más desconcertantes comprobaciones. Casi siempre un enfermo no es en el comienzo sino un pobre de espíritu, sin curiosidad por la vida, aburrido, por motivos diversos, desde los más fútiles hasta los más graves. Un hombre de la calle diría que el enfermo es un sujeto que no tiene ganas de trabajar, porque el que trabaja no tiene tiempo de enfermarse. Y, en efecto, se observa frecuentemente la existencia de algunos de un sentimiento de pudor o de vergüenza por su enfermedad, como si se creyeran culpables. Y se comprueba también en el público en general una indiferencia, por no decir desprecio, hacia las personas que no gozan de buena salud. 264 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA En la vida espiritual de los mediocres (que constituye la gran mayoría) existe, entre los elementos más activos, un mal disimulado deseo de sufrir, para llamar la atención sobre sí mismos y hacerse interesantes. Conscientes de su propia inferioridad volitiva, tratan de lograr una situación a expensas de la energía y de la piedad de los demás, desarrollando como una especie de vampirismo que le absorbe al médico las cualidades superiores de su inteligencia y la asistencia fraternal. La costumbre que tienen muchos de cambiar de médico como de vestido o traje, según las variaciones del tiempo, no es un simple capricho, sino más bien la necesidad instintiva, vampiresca, de ir a la búsqueda de un sujeto fresco, para substituirlo después, y sucesivamente, por otros. (Evelino Leonardi – LA CRISIS DE LA MEDICINA, Joaquín Gil, editor, Buenos Aires, 1941) (Nótese que es un libro escrito por un médico, antes de la época de antibióticos y tecnología avanzada, donde el mayor invento médico era la radiografía y el microscopio) “Aunque existen campos de la vida y del conocimiento que no entran en el dominio de la ciencia, he visto que muchas personas se guían por la suposición de que la visión científica del mundo debería constituir la base de todo conocimiento y de todo aquello que es cognoscible. Este es el materialismo científico. Mientras que no conozco ninguna corriente de pensamiento que propague explícitamente dicha noción, parece ser un presupuesto común que se da por sentado. Esta visión sostiene la fe en un mundo objetivo, independiente de la contingencia de sus observadores. Presupone que los datos analizados por un experimento son independientes de las preconcepciones, percepciones y experiencias de los científicos que los analizan. Subyace a esta visión la suposición de que, en última instancia, la materia, tal como la describe la física y la gobiernan las leyes de la naturaleza, es lo único que existe. En consonancia, dicha visión sostendría que la psicología se puede reducir a la biología, ´la biología a la química y la química a la física. Mi preocupación aquí no es tanto argumentar en contra de esta posición reduccionista (aunque yo mismo no la comparto) cuanto llamar la atención a un punto de importancia vital: que estas ideas no constituyen un conocimiento científico sino un posicionamiento filosófico, metafísico, para ser más precisos. La teoría según la cual todos los aspectos de la realidad son susceptibles de quedar reducidos a la materia y sus diversas partículas es, a mi modo de ver, tan metafísico como la que contempla la existencia de una inteligencia organizadora, que creó la realidad y la controla. Uno de los problemas principales que pueden derivar del materialismo científico es la estrechez de miras que resulta de él y el potencial de nihilismo al que podría dar lugar. El nihilismo, el materialismo y el reduccionismo so, sobre todo, problemas desde un punto de vista filosófico y, en especial, humanista ya que pueden llegar a empobrecer nuestra manera de entendernos a nosotros mismos. Por ejemplo, que nos consideremos criaturas biológicas nacidas del azar o seres especiales dotados con la dimensión de la conciencia y la capacidad moral, tendrá un impacto en nuestra forma de vernos y de tratar a los demás. En este contexto, muchas dimensiones de la plena realidad de la existencia humana – el arte, la ética, la espiritualidad, la bondad, la belleza y, por encima de 265 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA todo, la conciencia – quedan atribuidas a las reacciones químicas de nuestras neuronas en acción o son consideradas manifestaciones de constructos puramente imaginarios. El peligro consiste en reducir a los seres humanos a nada más que a máquinas biológicas, productos azarosos de la combinación aleatoria de genes, cuyo único propósito en la vida es cumplir el imperativo biológico de la reproducción. Resulta imaginar cómo acomodar en el seno de tal cosmovisión cuestiones como el sentido de la vida o el bien y el mal. El problema no son los datos empíricos de la ciencia, sino la concepción de que dichos datos, y ellos únicamente constituyen el terreno legítimo para el desarrollo de una cosmovisión integral o el único medio apropiado para responder a los problemas del mundo. La existencia humana y la propia realidad abarcan más de lo que puede explicar la ciencia actual.” 147 (Dalai Lama – EL UNIVERSO EN UN SOLO ATOMO, Sudamericana, Bs. As. 2014) 147 La ciencia siempre dependerá de la existencia humana y la propia realidad y no al revés 266 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA BIBLIOGRAFÍA 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 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PENSAMIENTO ASPECTUAL, 45 IV – PENSAMIENTO CRITICO, 55 V – PENSAMIENTO Y METODO DE PENSAR, 73 VI – CUESTIONES FUNDAMENTALES DE LA MEDICINA, 141 COROLARIO, 256 BIBLIOGRAFIA (Primera publicación marzo del 2013) 270 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA PREFACIO La Medicina en una ciencia desconcertante. Aún, los que la elegimos como profesión nos sentimos en ellas como si estuviéramos sobre un flan o una gelatina. No hay un punto de equilibrio de firmeza y estabilidad. Podemos descollar como intelectuales médicos con un currículo brillante, un diploma con medalla de oro y otros honores pero frente a un paciente común y concreto, con un malestar concreto que puede ser común, o no, no es posible enfrentarlo con convicción y seguridad. No hay dudas de que no hay dos enfermos iguales. Podrán existir casos similares. Pero aún dentro de la similitud hay alguna diferencia. Toda actividad médica práctica, asistencial, varía de un médico a otro. Todo funciona como si existiese “cada médico con su librito”. Es evidente la diferencia de conceptos médicos de un profesional a otro, de conductas médicas y de métodos médicos. Si bien la Medicina es una ciencia de “escuelas” – grupo de conceptos e ideas sobre la etiología y tratamiento de las enfermedades – no es menos cierto que muchas de esas “escuelas médicas” (sajona, española, etc.) sustentan principios contradictorios (a veces equívocos). Pero como la Medicina es una profesión de opciones (se elige la especialidad, la escuela a seguir, el modo de ejercer o si se hará docencia o investigación) por lo que la diferencia de pensar y obrar en cada médico puede reflejarse como caótica. No ocurre lo mismo cuando un médico con clara vocación de servicio y de amor a la ciencia se prepara intelectualmente y prácticamente, con las ideas y conceptos bien claros y buscando aplicar la medicina de la mejor manera o del modo más acertado. Son los médicos que en el anonimato se destacan por sus aciertos y el amor que sus pacientes le tienen o son los que llegan a trascender a la historia por sus obras y trabajo. Esta realidad hace de la profesión médica una profesión también desconcertante, como la medicina misma. Nunca se puede saber a ciencia cierta cuál es el profesional adecuado. Muchos trascienden por su habilidad para operar, pero tras su carrera no es el amor a la medicina y a los pacientes el móvil de su habilidad, sino la prosperidad económica profesional. Es cierto que una gran especialización, sobre todo la quirúrgica, exigen poseer una cierta fortuna para viajar y estudiar, adquirir el instrumental quirúrgico, pero los honorarios no sólo cubren esos gastos sino que originan fortunas personales. En algunos casos, muchos profesionales no comparten esa fortuna accediendo a intervenir sin honorarios u honorarios mínimos para ayudar al enfermo que necesita de ellos. Sin embargo, otros crean fundaciones que de alguna manera hace que su habilidad llegue a los que no pueden costear los altos honorarios. Pero como es vox populi es indudable que aquél que paga más y al contado (con el eufemismo de “privado”) nunca tendrá el mismo trato que el paciente de “obra social” o el “sin recursos”. El “médico de batalla” (obra social, hospital, centro de salud) de bajos honorarios y alta demanda de servicios, de modo tal que el sistema sólo le da diez minutos por paciente, es evidente que no podrá nunca realizar “medicina en serio”. No puede dedicar a su paciente una 271 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA consulta adecuada, extensa y con un examen completo porque las exigencias de la cantidad y el horario le impiden atender al paciente por más de los diez minutos. Debe limitarse al síntoma (medicina sintomática), al azar (pruebe esta pastilla y vuelva) o a la interconsulta o derivación a otro especialista. Muchos de esos médicos terminan siendo indiferentes, irónicos, descuidados o “mañosos” creando un servicio médico pésimo. Están “atados” económicamente al “puesto” y no tienen el valor de “luchar contra el sistema” por lo que terminan con conductas pésimas que denigran la figura del médico y el respeto del paciente hacia el médico. He descrito otros tipos de conductas profesionales en un parágrafo de este trabajo pues hay una lista larga de desprolijidades en el ejercicio de la profesión. Pero también he aclarado que los defectos surgen de las personalidades previas de muchos médicos que no saben distinguir lo que es separar lo individual de lo profesional. No se puede trasladar al trato con los pacientes los defectos personales. Esto implica otra faceta de la medicina: el profesional médico que la ejerce. Luego, lo desconcertante de la medicina está en todo lo que le es esencial: en la enfermedad en sí, en la propia ciencia médica y en lo personal del profesional médico asistencial. El médico asistencial auténtico tiene grandes problemas. Al tomar contacto personal con los pacientes, se encuentra, que aunque aplique toda la técnica médica en forma correcta (buen examen físico, solicitud de estudios, diagnósticos acertados y tratamiento correcto), con que el paciente “es refractario” al tratamiento o “no responde al tratamiento” y curiosamente persiste enfermo. O bien: da el trato personal y profesional correcto pero el paciente no cumple lo que debe para curarse (no hace caso al médico). Suele ocurrir con el fumador que no quiere dejar el vicio, el obeso o el diabético que no quiere perder sus costumbres gastronómicas, el hipertenso que no cambia su estilo de vida, etc. También está la paradoja: el que acude por un mal y luego comenta, misteriosamente, que “sólo al ver y conversar con el médico” lo mejoró. El paciente que concurre con un cáncer y lo cura espontáneamente. El paciente con cáncer terminal y ya completamente en estado de inanición que “resucita” porque el médico le autorizó a “hacer lo que quiera y le plazca”. Es larga la lista de los resultados paradojales e inexplicables para la ciencia médica y el médico. No siempre la correcta aplicación de la técnica médica garantiza la curación de un mal o enfermedad. Siempre hay “algo” que escapa tanto al médico como a la ciencia médica e influye para mal o para bien en la salud del paciente que consulta. Esto es lo que ha llevado al aforismo médico: “no hay enfermedades sino hombres enfermos”. Y éste es el mayor desafío no sólo de la ciencia médico sino del propio médico. Conocer, descubrir ese “algo” que va más allá del conocimiento científico y profesional es lo que demanda al médico auténtico una preocupación inquietante para interpretar cómo es y funciona ese “algo” que interfiere en la correcta práctica y en la obtención del “resultado eficiente” de un tratamiento. Si el médico logra descifrar algo de ese “algo” no es precisamente por el conocimiento científico o la erudición perital sino porque el 272 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA médico desplegó también “algo” especial que no estaba en el estudio académico de su profesión. Es lo que tradicionalmente se ha conocido como el “arte médico”. Esa extraña habilidad personal de un médico para “comprender” al enfermo y “tener la respuesta adecuada” “dando en el clavo” es lo que transforma al médico en un verdadero artesano de la medicina dado que no sólo sabe aplicar la ciencia médica sino que logra entablar la suficiente empatía con su paciente para adecuar el tratamiento a su personalidad con el “talle justo de su camiseta”. Esta cuestión ha llevado al dilema actual de la responsabilidad del médico. Se ha emitido la teoría de una responsabilidad profesional que sólo consiste en que el médico sólo es responsable por la correcta aplicación de medios y no por los resultados de esa aplicación correcta. He explicado que no siempre esa “correcta aplicación” da el “resultado correcto”. Es conocido el caso de los cirujanos que realizan un “correcto acto quirúrgico” pero el paciente fallece por causa de la cirugía a pesar de la corrección de la misma. Y así sucesivamente con otros tratamientos dados con aparente “diagnóstico y estudio correcto” pero que finalizan con secuelas graves o la muerte del paciente. En estos casos “correctos” que no curan sino empeoran o matan es la causa de la ahora llamada “malpraxis” o “mala praxis”. Pero Demogues logra imponer en los medios judiciales la teoría de “medios correctos” y la exclusión de los resultados para defender la presunta responsabilidad de los médicos. Por otro principio jurídico (el de razonabilidad) se sabe que el enfermo no acude al médico para que le aplique “medios correctos” sino para que lo cure por “cualquier medio”. No es el fin del médico y de la medicina aplicar sólo medios correctos, sino lograr el fin último que es curar. Acá se cumple a rajatablas el aforismo “no importan los medios sino el fin”. ¿Para qué sirve el medio correcto si el enfermo se agrava o muere? O más bien: ¿Es correcto el medio que agrava o mata a un paciente? La razonabilidad nos dice que no hay que confundir el fin con el medio. Y en medicina lo razonable no es el medio considerado técnicamente correcto, sino el medio adecuado para lograr curar. No es la corrección técnica del medio lo que vale sino que ese medio sea el que cura y no el que enferma más o mata. Si no es así, ningún medio es correcto sino logra sanar al enfermo o aliviar su enfermedad. En el criterio de la justicia o de la legalidad, en medicina, no debe prevalecer lo formal sino lo esencial: la salud del enfermo. Dar prioridad a la formalidad de un procedimiento médico en detrimento de la salud o la vida de una persona no es justo ni razonable. Finalmente, vamos a la esencia científica de la ciencia médica. Como toda ciencia no es perfecta ni exacta. Cambia la tecnología y el punto de vista, cambia el concepto científico. Esta sola verdad es tremenda. La falta de certeza absoluta y la implantación de una verdad relativa no sólo desconcierta sino que apabulla. El llamado conocimiento científico, base del empirismo y del materialismo de la ciencia médica es confuso y tambaleante dado que cambia a medida que cambian los parámetros científicos, no hace, precisamente, que la ciencia médica sea totalmente confiable y sólo deba aceptarse en la ciencia médica el principio llamado “estrictamente científico”. Si no existe el cientificismo absoluto sino relativo, ¿qué garantía me ofrece tal cientificismo objetivo y materialista? El hombre no es roca ni animal ni vegetal. Es un ser vivo 273 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA muy especial que enferma de un modo totalmente distinto a cómo enferma un animal o un vegetal. El animal, se ha dicho, enferma por partes pero queda totalmente invalidado: una herida en una pierna y puede considerarse animal muerto sino deambula. Igualmente le ocurre con una infección o una enfermedad orgánica. Cualquier cosa parcial de su cuerpo enfermo le invalida totalmente únicamente en lo físico y lo coloca al borde de la muerte sino es asistido. El vegetal, contrariamente, se ha dicho que enferma por partes: si una rama o un tallo enferma, el vegetal se puede desprender de él y seguir su vida eficazmente. Incluso, se le corta la parte enferma y la vuelve a reproducir. No ocurre esto con el animal. Incluso, muchos vegetales afectados totalmente y muertos aparentemente, pueden volver a emitir nuevos brotes y “resucitar”. Difícilmente un animal enterrado resucite. En cuanto al hombre puede enfermar parcial o totalmente. Pero su mente no vive la enfermedad como el animal o el vegetal. El hombre se preocupa por su parte enferma y a veces un simple dolor le invalida todo el cuerpo. Esto significa que la mente del hombre enfermo, no el cuerpo, le afecta en forma total. Pero el hombre busca movilizarse con un cuerpo no herido mortalmente a diferencia del animal que tiene uno o varios miembros heridos. De todos modos, el hombre, cualquiera sea su afección, “vivencia” su enfermedad mentalmente y no actúa por instinto como el animal ni completamente por mecanismos reparadores automáticos. Puede sobreponerse a su dolencia o desmoronarse por la misma a tal punto de “morir por preocupación intensa” o “curar por autosugestión”. ¿Cómo puede la ciencia médica meter esto en un laboratorio y procesarlo científicamente en forma empírica, objetiva y material? ¿Cómo puede la ciencia médica objetiva y materialista entender y estudiar por medio matemático, deductivo o la simple reproducción en laboratorio, de ese “algo” que recién expliqué y que modifica todo intento científico puro? Estas preguntas no son capciosas o mal intencionadas ni equívocas ni fantasiosas. Son dudas auténticas ante el “fenómeno médico real”. La preocupación de los nuevos científicos médicos les llevó a investigar todos esos “fenómenos inmateriales” que escapan a los parámetros científicos objetivos, matemáticos y materialistas. No podían ubicar esos fenómenos en el laboratorio ni reproducirlos artificialmente. La tecnología les proveyó últimamente de aparatos tecnológicos extraordinarios como el S.P.E.C.T.148 que permite ver como el cerebro reacciona frente a los fenómenos inmateriales, pero de ninguna manera la instrumentología tecnológica permite conocer esencialmente y reproducir el fenómeno inmaterial en un laboratorio. Pero lo importante, científicamente, es que esa instrumentología ha permitido saber con certeza que el fenómeno inmaterial existe. Ya no se puede negar. Sobre la base de la certeza de la existencia del fenómeno inmaterial en la salud del hombre que puede condicionar o causar una dolencia física, muchos investigadores médicos buscaron encontrar y sistematizar científicamente al fenómeno inmaterial que calificaron de “fenómeno espiritual”. Primariamente se habla de 148 Este método de tecnología de imágenes se denomina SPECT (sigla inglesa donde S = escáneo; P = positrones; E = emisión, C = computarizado; T = tomográfico) y se puede traducir como escáneo tomográfico computarizado por emisión de positrones. Es un método superior a la RMN y se hace en base a sustancias radiactivas y las imágenes recogidas se procesan por computadora. 274 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA psicología en general y psicología en particular. Freud introduce su teoría del “aparato mental” que luego sus seguidores principales (Jung y Adler) intentarán sistematizar en teorías psicológicas. Nacen las llamadas ciencias médicas como la Psiquiatría y de ellas el psicoanálisis, la Psicología Experimental que pretende materializar con testes y otras pruebas las manifestaciones mentales o espirituales y medir los fenómenos intelectuales (inteligencia) y los afectivos-instintivos como también los volitivos. Alguien llamó a esto las “ciencias espirituales” de la medicina. Pero pronto la escuela filosófica del materialismo entró a negar la cientificidad de esas disciplinas y a considerarlas una especie de “charlatanería médica” seudocientífica. Es verdad que muchas de estas ciencias crearon escuelas con algunos errores y especulaciones no felices, crearon una mente patológica y perdieron de vista la mente normal del hombre. Sus tratamientos tienen efectos erráticos y no siempre eficientes. Pero no es menos cierto que al menos se ocuparon plenamente de captar el fenómeno espiritual y encauzarlo en métodos de una especulación con formalidad científica que creara conceptos de consenso científico universal a través de estudios multicéntricos. Contrariamente, los materialistas optaron por abogar por la corriente “abolicionista del alma” con la mera, lisa y llana negación de la existencia del alma y nada más. Para ellos no existe ni el alma ni el espíritu porque ningún aparato médico ha reconocido y medido la “energía espiritual”. Yo me preguntó: ¿se puede medir la autosugestión sanadora? ¿Cómo se prueba la fisiología de la remisión espontánea de un cáncer comprobado? ¿Cuál es el medio científico para darle sustento con método a la explicación de la recuperación de un coma prolongado en años o meses donde los aparatos habían probado la muerte cerebral y la respiración y circulación sanguínea era sostenida mecánicamente por otros aparatos y la nutrición era completamente artificial? No conozco ningún texto científico que justifiquen “científicamente” estos fenómenos ciertos e innegables. Más aún: son los propios científicos materialistas como Penfield, los que han sugerido la existencia de la energía espiritual. Los avances más espectaculares, en lo científico de estas ciencias médicas fue en la parte farmacológica, pues la creación de los psicofármacos permitió atenuar o ayudar a encontrar la forma de superar las dolencias mentales o psicológicas y los llamados cuadros psiquiátricos, que las ciencias médicas básicas (clínica, cirugía, pediatría, obstetricia y sus especialidades como cardiología, neumonología, neurología, etc.) no podían estudiar ni diagnosticar ni tratar. Por este motivo, a pesar de sus imprecisiones e imperfecciones, las ciencias médicas incorporaron la especialidad de la Psicología, la Psiquiatría y el apéndice del psicoanálisis clínico y experimental. Lejos están esas disciplinas de ser completamente eficientes y de solucionar todos los males que tratan. Esta frustración científica es lo que lleva a sus modificaciones constantes hoy apoyadas en la rama médica nueva de las neurociencias que comienzan a englobar todas esas afecciones en el estudio directo del cerebro, de los neurotransmisores, de las reacciones fisicoquímicas que esos neurotransmisores realizan y en los circuitos neuronales y sinápticos de los sistemas nerviosos central y autónomo. Sin embargo, la fragilidad científica de las ciencias 275 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA médicas espirituales y de la nueva neurociencia, no significan que no tengan ningún valor científico, a tal punto de que se pregone su abandono o su extinción. Lo que esas ciencias deben buscar y obtener es un método objetivo que las acerque más a la realidad del fenómeno espiritual del hombre y su salud y no les haga producir teorías científicas absurdas como puede ser la teoría de que el cerebro es la fuente del alma o espíritu (e incluso, el fundamentalismo de que es el órgano de la vida). El extremismo de tratar de “materializar” el fenómeno espiritual en un órgano en un intento biologista materialista, no justifica de ninguna manera que esa ciencia médica haya encontrado y solucionado el misterio del fenómeno espiritual. Sólo ha logrado equivocar el medio y el concepto científico, al tratar de materializar lo inmaterial. La filosofía de la ciencia médica, de existir, debe ser una filosofía ortodoxa como método racional perfecto. La razonabilidad de la filosofía de la ciencia médica consiste, valga la redundancia, en “razonar” el fenómeno médico tal cual es. Esta cuestión nos dice que esa filosofía no debe imponer cánones o reglas de cómo tiene que ser la ciencia médica, sino indicarnos cómo es actualmente, cuáles son sus virtudes y defectos, no perder de vista la esencia de la ciencia médica y debe abarcar lo material y lo inmaterial de la salud del hombre, para que la ciencia médica conozca y trate ambos fenómenos por igual, buscando la certeza de sus conocimientos y reconociendo la temporalidad de los conceptos científicos médicos. No hay una ciencia médica absoluta. Pero la filosofía de la ciencia médica no puede ser aspectual y relativa como esa ciencia, sino que la profundidad filosófica debe tender a la búsqueda del concepto absoluto que se acerque a la esencia y no a la formalidad de la ciencia médica y de toda la medicina en sí. Una cosa es el fenómeno médico de la dupla hombre enfermo-hombre sanador y otra cosa es el medio conocido como ciencia médica al cual debe apelar el hombre sanador para atender al hombre enfermo. La formalidad del medio debe concordar con la esencialidad del hombre enfermo. Ese hombre enfermo, según lo he resaltado, es algo más que un fenómeno material y su enfermedad tiene un componente material y mucho de inmaterial. Esto explica que el mero materialismo médico no pueda abarcar toda la efectividad de una sanación. Se necesita algo más que meros medios materiales para curar las enfermedades del hombre. Esto es lo que obliga al razonador filosófico a abarcar globalmente al fenómeno e incluir lo material y lo inmaterial de la enfermedad humana para considerar la esencialidad de la ciencia médica. No es cuestión de apresuramientos filosóficos que intenten en forma absoluta decir que la ciencia médica es únicamente una ciencia material, porque falta a la verdad. Y toda filosofía que evada la verdad no es filosofía puesto que no es amiga del conocimiento veraz. Ninguna filosofía es tal si se basa en una falta a la verdad. Y la verdad absoluta es que el fracaso de la ciencia médica materialista (alopática) es la que lleva a la ciencia médica alternativa (homeopatía, psicología, psiquiatría, psicoanálisis, etc.). La tarea del presunto filósofo de la ciencia médica no es negar los fenómenos que presenta lo que hoy se conoce como enfermedad humana ni criticar aciertos o errores científicos ni describir lo que ocurre con la medicina actual. Lo primero es reconocer la 276 Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA existencia de fenómenos ya innegables como es lo material y lo inmaterial de la enfermedad humana, lo segundo es realizar un análisis crítico de la realidad médica actual y lo último es alcanzar un concepto filosófico esencial que no haga perder de vista lo material, lo inmaterial y la relatividad de la actual ciencia médica, relatividad que es parte de todas las ciencias humanas conocidas. Hasta ahí llega el trabajo de razonar la verdad de la ciencia médica actual. Este razonar será trascendental filosóficamente si logra encuadrar debidamente al fenómeno médico real y sentar las bases fundamentales de la esencia de la ciencia médica y no de las formas de la misma. Las formas de las ciencias médicas actuales es lo que ha llevado a la gran polémica de científicos y de filósofos. Pero esa polémica de las formas es sólo eso y nada más. Si no busca lo esencial (lo invisible a los ojos de las formas) será otra polémica estéril de nunca acabar y de meras refutaciones. La filosofía de la medicina no reside en la ciencia en sí, en los medios ni en las definiciones o conceptos de los factores que involucra la ciencia médica. La filosofía de la medicina, como toda filosofía, reside en el pensar médico que se ejerce en cada etapa del desarrollo de la ciencia médica, que no es perfecta sino perfectible. El pensar médico obra, no sobre lo material de la medicina que es siempre temporal y cambiante y no da lugar a conceptos filosóficos definitivos, sino sobre la inmutable esencia de la medicina y esa esencia está más en el médico que aplica la ciencia médica o en el que la investiga. En eso Bunge tiene toda la razón al pensar en una filosofía de la ciencia médica para médicos. Humildemente es lo que este opúsculo imperfecto que propongo, pretende hacer. ¡Ojalá pueda alcanzar algún objetivo!