El peluquero de Hindu Kush Los gobernantes de Hindu Kush eran muy exigentes con el aspecto de la gente. Habían proclamado muchos decretos sobre el vestido y la higiene personal. Pero el más extraño de todos los decretos jamás proclamados era el referido al peluquero de la ciudad. Ordenaban que el único peluquero de la ciudad cortara el pelo a todos los ciudadanos, y anunciaban que aquellos que no tuvieran sus cabellos en orden en seis meses serían decapitados. A cambio de sus servicios, el peluquero recibiría una moneda de plata por cada corte y, en interés de la elegancia, no se autorizarían peluqueros aficionados — nadie podía cortarle el pelo a sus amigos –. Pero, para evitar que el peluquero se sacara un sobresueldo cortando el pelo a los que ya se lo venían cortando ellos mismos, ordenaron que el peluquero no cortara el pelo de quienes tradicionalmente se lo cortaban a sí mismos y esto valía para todos los ciudadanos sin excepción. Para ello se ordenó que la guardia de la ciudad le vigilara y que le cortara las manos si intentaba transgredir la norma. Al principio el peluquero estaba encantado porque esperaba ganarse una montaña de plata. Pero después le asaltó un pensamiento que le produjo estremecimientos de terror. Esa noche, después de cortar el pelo todo el día, se largó a las montañas, donde estuvo escondido durante veinte años. ¿Qué es lo que hizo que el peluquero rechazara la oportunidad que le brindaba la fortuna y que abandonara la ciudad de forma tan súbita? ¿Qué es lo que pasaría con el resto de los ciudadanos una vez que el peluquero haya huido, bajo el supuesto de que ninguno de estos decretos haya cambiado? (Adaptación de un texto incluido en Cohen, Martin, 101 problemas de filosofía, Madrid, Alianza, 2008)