El hombre mediocre José Ingenieros, 1913. Capítulo I La mediocridad podrá definirse como una ausencia de características personales que permiten distinguir al individuo en su sociedad. La personalidad individual comienza en el punto preciso donde cada uno se diferencia de los demás. El hombre sin personalidad no es un modelo, sino una sombra. Cada uno es el producto de dos factores: la herencia y la educación. La vulgaridad es el agua, fuente de la mediocridad. Transforma el amor de la vida en pusilanimidad, la prudencia en cobardía, el orgullo en vanidad, el respeto en servilismo. Lleva a la ostentación, la avaricia, a la falsedad, a la avidez, a la simulación. Capítulo II La Rutina es un esqueleto fósil cuyas piezas resisten a la carcoma de los siglos. En su órbita giran los espíritus mediocres: es el hábito de renunciar a pensar; repiten que es preferible lo malo conocido a lo bueno por conocer. Todo es por el menor esfuerzo. Los rutinarios razonan con la lógica de los demás, son intolerantes, prefieren el silencio y la inercia; no pensar es su única manera de no equivocarse. Son incapaces de guardar un secreto, confiárselo equivale a guardar un tesoro en una caja de vidrio. La mediocridad intelectual hace al hombre solemne, modesto, indeciso y obtuso. Cuando no le envenenan la vanidad ni la envidia, diríase que duermen sin soñar. Capítulo III La hipocresía es el arte de amordazar la dignidad. Los hombres rebajados por la hipocresía viven sin ensueño. Ninguna fe impulsa a los hipócritas. La honestidad es una imitación; la virtud es una originalidad. Ser honesto significa someterse a las convenciones corrientes; ser virtuoso significa a menudo ir contra ellas. La evolución de las virtudes depende de todos los factores morales e intelectuales. La virtud es una tensión real hacia lo que se concibe como perfección ideal. Cada uno de los sentimientos sutiles para la vida humana engendra una virtud; el hombre mediocre ignora esas virtudes. Capítulo IV El hombre que piensa que su propia cabeza (cristal) y la sombra (arcilla) que refleja los pensamientos ajenos, parece pertenecer a mundos distintos. La costumbre a obedecer engendra una mentalidad doméstica. El que nace de siervos la trae en la sangre. Hereda hábitos serviles y no encuentra un ambiente propicio para formarse un carácter. Las vidas iniciadas en la servidumbre no adquieren dignidad. El que aspira a parecer, renuncia a ser. Capítulo V La envidia es una adoración de los hombres por las sombras, del mérito por la mediocridad. El que envidia se rebaja sin saberlo, se confiesa subalterno. Por deformación de la tendencia egoísta, algunos hombres están naturalmente inclinados a envidiar a los que poseen tal superioridad por ellos anhelado en vano; la envidia es mayor cuando más imposible se considera la adquisición del bien codiciado. El castigo de los envidiosos estaría en cubrirlos de favores para hacerles sentir que su envidia es recibida como homenaje y no como una afrenta. Capítulo VI Las canas son un mensaje de la Naturaleza que nos advierte la proximidad del crepúsculo. Las canas visibles corresponden a otras más graves que no vemos: el cerebro y el corazón, todo el espíritu y toda la ternura, encanecen al mismo tiempo que la cabellera. La personalidad individual se constituye por sobre posiciones sucesivas de la experiencia. Nacer y morir son términos inviolables de la vida. Nacemos para crecer y envejecemos para morir. Capítulo VII Siempre hay mediocres, son perennes. Lo que varía es su prestigio y su influencia. Ese afán de vivir a expensar del Estado rebaja la dignidad. Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen, los hombres geniales y pueblos fuertes sólo necesitan saber a dónde van. Capítulo VIII Ningún filósofo, estadista, sabio o poeta alcanza la genialidad mientras en su medio se siente exótico o inoportuno. Necesita condiciones favorables de tiempo y de lugar para que su aptitud de convierta en función y marque una época en la historia. El ambiente constituye el “clima” del genio y la oportunidad marca su “hora”. Sin ellos, ningún cerebro excepcional puede elevarse a la genialidad, pero lo uno y lo otro no bastan para crearla. El secreto con la gloria es coincidir con la oportunidad.