SAO PAULO, una experiencia para repetir

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SAO PAULO, una experiencia para
repetir
Para comenzar a relatar mi experiencia en
el intercambio debo confesar que la idea de viajar
salió de un sentimiento de hartera con la rutina de
mi vida y quería cambiar. Afortunadamente tuve
el apoyo de mi familia aunque para otras personas
mi decisión era literalmente la siguiente frase:
“Ojala esto no vaya a ser un fracaso en tu vida”.
De igual manera pensé ¿Por qué todo el mundo
llega feliz con ganas de repetirlo y para mi va a ser
un fracaso? justo ahí comenzó el reto personal y
con el resto del mundo.
Desde la llegada a Sao Paulo, dije: - esto es una locura pero ni modo voy a
dar la pelea- afortunadamente gracias a varios contactos conocí a la que hoy es
una muy buena amiga, es una brasilera que quería aprender español y yo sería su
profesora, ella fue mi ángel guardián, pues me ayudó con la vivienda, la
orientación en la ciudad… y fue mi familia.
Barrio Liberdade, lugar
donde está la
concentración
japonesa de las
ciudad, mi primer día
en Sao Paulo.
Definitivamente, las primeras impresiones de la ciudad correspondían a lo
que decía en internet, una ciudad carísima donde para mi sorpresa un kilo de
granadilla vale más o menos $100.000 colombianos, un tráfico vehicular aterrador,
una ciudad que a la vista no tiene fin, personas muy agitadas todo el tiempo, el
boom de la homosexualidad es una normalidad (una realidad que respeto pero
no comparto), Sao Paulo es una expresión cultural permanente y el pluralismo
étnico hacia que no supiera en realidad dónde estaba.
Uno de los mayores temores era comenzar la vida académica por la
barrera del idioma, aunque tenía un buen manejo del portugués no dejaba de ser
asustador tener que rendir en un idioma al cual no estás acostumbrada, fue muy
extraño pero resultó mejor de lo que esperaba y era muy grato cuando los
compañeros paulistanos sonreían y tenían las mejores intenciones de ayudarme
incluso de protegerme en la universidad, pues aunque sea la número uno en Brasil
tiene serios conflictos al interior. Una de las mejores experiencias fue cuando en la
universidad estalló una protesta donde había helicópteros, tanques, casi medio
ejército de policías atacando unos vándalos que se tomaron la rectoría, la
verdad me sentí en una película, porque siempre he sido enemiga de esos grupos
que dicen “abajo la dictadura” y pude vivenciarlo. Por otro lado, y es más una
crítica para el sistema académico, es que la mayoría de profesores no hacen una
retroalimentación al estudiante de su proceso durante el semestre llegando al
examen final sin conocimiento alguno de calificaciones.
Sin dudarlo una de las mejores partes de todo es hacer amigos, tengo
muchos conocidos pero puedo decir que hice amigos de verdad.
Mi objetivo no era como el de muchos de mis compañeros llevar una vida
desenfrenada, yo quería probarme que podía ser responsable en todos los
aspectos de mi vida, comprobé que a pesar de que seas un desconocido, que
puedes fingir ser otra persona tu esencia y tus valores te persiguen a donde quiera
que vayas.
Al final del intercambio tuve “una prueba de fuego”, la ciudad que me
enamoró de Brasil es Salvador de Bahía, y mi sueño
era ir, lastimosamente tuve que ir sola porque en esa
época muchos ya se habían ido, tenían otros planes
o no podían y decidí hacerlo, desde los tiquetes
hasta todo lo que lleva un itinerario de viaje.
Salvador es una ciudad muy peligrosa pero es
hermosa y tenía que ir, inmediatamente al llegar
reconocen que eres extranjero y las miradas te
intimidan todo el tiempo, es muy aterrador, pero
conocí la tierra de Ivete Sangalo y su berimbau
metalizado y comí moqueca, un plato típico en su
mayoría de cangrejo,
definitivamente fue un
viaje maravilloso. Por supuesto estuve en Rio de
Janeiro, tenía que cantar una canción allá que se
llama Roda Gigante, y lo cumplí :) y comprobé que
es “a Cidade Maravilhosa”. Estuve en Florianópolis,
en Aparecida, y me dedique a conocer los sitios
turísticos de Sao Paulo y su área metropolitana.
Finalmente, no me arrepiento de nada, es
una de las mejores experiencias de mi vida, amo la
gente, las panaderías, el sistema de transporte, la
Universidad de Sao Paulo, la comida, la música, el
portugués, y amo a Brasil. Aprendí mucho de
marketing pero aprendí como ser responsable de
un arriendo, de mi
seguridad, a elegir mis amigos con ojo crítico, a
valorar todo cuanto tengo en casa, a amar con
locura a mi familia, que todo es posible y que valió
la pena arriesgarme para disfrutar una
oportunidad que me dio Dios y la vida…
Daniela Londoño Palacio.
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