Escalera de luz - Oppenheim Architecture + Design

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Escalera de luz
En las Bahamas encontramos esta casa de Oppenheim Architecture
que transmite total libertad. Las habitaciones giran alrededor de un
gran espacio central donde la luz y el aire circulan a su antojo.
FOTOS: KAREN FUCHS TEXTO: ANA BASUALDO
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Compleja sencillez.
Las paredes de cristal
del salón-comedor
enmarcan las vistas
al océano, la selva y
el cielo. La casa tiene
trucos tecnológicos que
ocultan interruptores,
aparatos de aire
acondicionado y demás
instalaciones.
Es imponente
y a la vez confortable, primitiva e innovadora, informal y elegante,
salvaje y refinada esta construcción situada en
una de las islas Bahamas, al borde de las playas y
la plataforma marina que más suspiros de deseo
inspira en el mundo. Al final de un camino de
arena desbordante de vegetación intrincada y
olorosa se alza una gran escalera que conduce
a una especie de pabellón. Esa parte central de
la casa es, en realidad, un largo pasillo abierto
que permite gozar de una perspectiva visual
fascinante mientras lo atravesamos a pie. Este
espacio protagónico de la casa, al que los propios
autores del proyecto llaman “pabellón”, contiene
zonas de estar (sala, comedor) que se abren hacia
las verandas, bien protegidas por los profundos
aleros del tejado a dos aguas. El resto de las estancias están, simplemente, dispuestas alrededor
de ese espacio central. A un lado, dos suites con
baño para huéspedes y, al otro, la cocina y la suite principal. El proyecto busca ofrecer una casa
embebida de la sensualidad de la Naturaleza y
unos espacios que proporcionan (a los habitantes
y visitantes) una experiencia en sí mismos. Ya la
subida por esa enorme escalera, en medio de un
jardín de kentias y bananos (algunos ejemplares
emergen entre los peldaños), da la sensación de
estar ascendiendo hacia un cielo verde. Y luego,
recorriendo las zonas del ancho y largo pabellón,
entre dos horizontales de madera paralelas (el
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Claridad.
La cocina y las cuatro
habitaciones están
situadas alrededor del
gran espacio central. La
cocina se ha planteado
100% en color blanco
y dispone de una mesa
central de mármol que
refuerza el carácter
familiar de la vivienda.
Guiños a la arquitectura local.
El techo a dos aguas recuerda el estilo arquitectónico de
muchas de las casas de la isla durante los últimos cien
años. El excepcional mirador de la terraza proporciona
agradables baños de sol y espléndidas vistas al atardecer.
Los materiales se han elegido
por su sinceridad distintiva y su
sensibilidad ambiental
Simetrías.
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TONY CENICOCA / THE NEW YORK TIMES / CONTACTO
En la fotografía superior,
dos sofás idénticos
hacen las veces de
salón, acompañados
de dos mesas en
distintos acabados. En la
construcción de la casa se
han utilizado materiales
reciclados como en el caso
de la madera de cedro.
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Toda la gama
de azules y verdes.
El arquitecto Chad
Oppenheim firma esta
casa minimalista situada
sobre una duna, a pie de
playa. Una construcción
confortable que acaricia
la esencia con formas
elementales que toman
como referencia la
Naturaleza.
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El salón y el comedor se abren
a la terraza generando momentos
de extraordinaria belleza
Majestuoso escenario.
Iluminado de noche, el gran espacio central de la zona de día
flanqueado por las habitaciones adquiere una cualidad escénica. La ausencia de tabiques propicia una continuidad visual
que se extiende más allá, hasta la vegetación. Un modo sensible de incorporar el entorno a la arquitectura.
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La casa está diseñada para reconectar
a sus habitantes con la Naturaleza.
suelo y el techo) y los laterales de hormigón, la
percepción es clara: no se trata de un mero lugar
donde se han colocado los muebles de un vestíbulo, un salón y un comedor, sino un espacio
puro, imantado por la visión del paisaje en los
extremos y donde esas zonas específicas simplemente están allí, en una claridad escueta y despojada, sin entorpecer la dimensión del espacio
y la atracción irresistible de semejante paisaje. La
escalera provoca el efecto de elevación a un cielo
verde. El pabellón –donde prevale el vector horizontal– crea su propia dinámica especial, que
mientras se detiene en zonas de confort y sociabilidad (estar, comedor) conduce la mirada hacia
la abertura al exterior: el recuadro poderoso de
verdes húmedos y brillantes. Y un último trayecto, un tercer camino que lleva a la playa de arenas
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blancas, a una costa del Atlántico que guarda
el tesoro de las plataformas marinas que tanto
amaba Jacques Cousteau. El suelo del pabellón se
prolonga en una gran explanada de madera que
vuela sobre la vegetación abigarrada del jardín
y se proyecta, visual y vocacionalmente, sobre
el océano. El verde oscuro de los árboles pasa
al verde casi fosfórico de la costa (parecería que
son contiguos, pero media la playa) y luego a los
azules cada vez más oscuros y profundos, con el
festoneo blanco y puntual de las olas. n
El ritual íntimo.
La luz que se filtra a través de la celosía crea una atmósfera reposada en el baño. Una bañera exenta de
madera protagoniza el espacio. El suelo es también
de tablas de madera con junta abierta.
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