Reflexiones en torno la participación de la juventud ¿Qué lecciones podemos aprender de las últimas movilizaciones juveniles? El ciclo iniciado en la movilización contra la LOU y continuado en la masiva respuesta ante la catástrofe del Prestige y en las movilizaciones contra la guerra ha generado el período de mayor movilización juvenil desde hace diez años. Transformar este impulso movilizador en cultura democrática y participativa es un reto al cual el movimiento juvenil debe responder con rigor y responsabilidad. Un mundo que cambia necesita nuevos marcos de actuación. No es momento ahora de hacer una descripción de los procesos de globalización. Pero sí conviene que dibujemos algunos elementos clave en este contexto de espacio global en el, en el que nos desenvolvemos. Está claro que nuestras sociedades han cambiado. Se está tendiendo a una internacionalización de los procesos humanos, pero que afecta también a la vida cotidiana de las personas. En esta contradicción entre lo primero, lo global, y lo segundo, lo local, es donde se pueden identificar los grandes déficits democráticos y de falta de control en la toma de decisiones. Son las instituciones internacionales, los grandes foros, incluso las grandes transnacionales y los gobiernos de algunos países quienes toman las decisiones que afectan a millones de personas en el mundo. Y es también en esta contradicción donde la sociedad civil debe tener un espacio de actuación preferencial, y desde dos ejes rectores que definen nuestra práctica de intervención social y política: - La ciudadanía como un concepto renovado y complejizado. Este concepto ha evolucionado en las últimas décadas, pasando de situarse desde la perspectiva de los derechos civiles a entrar de forma transversal en la reivindicación de los derechos económicos, sociales y culturales. Esta ciudadanía que enmarca a la sociedad civil debería entenderse como la intervención efectiva de los ciudadanos y ciudadanas en los asuntos públicos, frente a los mecanismos de exclusión política en curso, y con un ámbito global o universal en el que la ciudadanía alcance a todos los seres humanos y cuya plena realización debe ser una responsabilidad compartida y solidaria entre los pueblos del Norte y del Sur. - La democracia participativa como componente esencial de un nuevo proyecto político, cultural y social. La profundización democrática de los procesos de toma de decisiones debe pasar por un ejercicio pleno de esta ciudadanía, en el que el principio de corresponsabilidad marque las agendas a través de una participación verdadera con capacidad de iniciativa y de definición de las estrategias de desarrollo social de sus poblaciones. Son estos dos ejes los que hacen de la sociedad civil sujeto activo en la globalización, con capacidad de presentar alternativas a esta tendencia tan deshumanizada y excluyente. Y esta sociedad civil ya está configurándose como sujeto global, como un conglomerado a escala internacional de análisis y propuestas desde distintos ámbitos de articulación y preocupación: organizaciones de mujeres, de jóvenes, ecologistas, de cooperación internacional, de campesinos/as y agricultores/as, de educacores/as, de indígenas... El Foro Social Mundial celebrado en Porto Alegre estos tres últimos años, así como los diferentes foros sociales continentales, son los puntos de encuentro y de intercambio de todas estas perspectivas, y referencia para numerosos movimientos sociales. En esta sociedad civil que estamos dibujando, la juventud y la juventud organizada en toda una amplia tipología de organizaciones y colectivos tiene un papel de especial importancia y relevancia. No sólo porque el movimiento juvenil tienen un peso cuantitativo sustancial dentro de los movimientos sociales, y que en numerosos países es el motor central de los mismas, sino que puede llegar a constituirse por sí mismo en agente global. La juventud de un lado y otro del planeta, del Norte y del Sur, se enfrenta a problemas semejantes (acceso a la educación, al empleo, a la vivienda) si bien afecta de manera diferente a unos y otros, su solución requiere una respuesta global y participada por los y las jóvenes tanto del norte como del sur del planeta. El caso Español: de la movilización a la participación, pasando por la pedagogía. En el caso del Estado Español, desde las movilizaciones en contra de la LOU en 2001 se viene gestando un renovado ciclo de sustantivación de la juventud como agente de movilizaciones y de participación social que ha alcanzado su cenit en la masiva respuesta tras el accidente del Prestige y las movilizaciones en contra de la guerra. Han sido cientos de miles de jóvenes los que han salido a las calles, han participado en los debates públicos, han destinado su tiempo a la limpieza del chapapote en las costas y han ocupado el eje vertebrador de las movilizaciones, desde una cultura solidaria, participativa, pacifista y conservadora del medio ambiente. No es fácil realizar una interpretación sistemática de lo ocurrido. Las motivaciones para participar en las movilizaciones han sido muy diversas y es prácticamente imposible hacer un catálogo de todas ellas. Sin embargo, sí es posible detectar un hilo conductor en todas y cada una de las movilizaciones: la paulatina asunción, por parte de los y las jóvenes, de la necesidad de compartir –en las playas limpiando chapapote, en las calles con las movilizaciones, en las aulas con los debates- un sentimiento y una reflexión general sobre la importancia de hacer frente al déficit democrático que vivimos en estos tiempos de globalización. Pero la movilización en sí misma no basta. el gran reto está ahora, no sólo en mantener ese nivel de movilización social si fuera necesario, sino también en canalizar toda esa activación social de los y las jóvenes en procesos de ejercicio pleno de la ciudadanía y de participación social, ir hilando los mensajes de las movilizaciones en un discurso coherente hacia la construcción de una democracia participativa. Para ello, no nos sirven las versiones reduccionistas de la participación, sino que debemos comprender la participación como un concepto complejo que se puede interpretar desde tres ámbitos complementarios: el ámbito político, el ámbito democrático y el ámbito pedagógico. Es un proceso político porque se basa en el principio de la redistribución del acceso a la toma de decisiones por parte de todos los agentes sociales. Es un proceso democrático porque debe crear las condiciones para que la sociedad civil pueda hacer llegar su voz y su propuesta a todos los niveles, también el global.. Es un proceso pedagógico porque requiere de un aprendizaje constante en la confrontación de ideas, en la metodología a utilizar, en los códigos de lenguaje comunes, y debe educar en su propia práctica socializadora. El ciclo determinado por la articulación de los y las jóvenes en las diferentes movilizaciones, nos ha permitido avanzar desde una perspectiva política, en cuanto a la confrontación de los intereses de los y las jóvenes en frente a las decisiones del poder político e institucional: Ley del Castillo, apoyo del gobierno español al ataque a Irak e incompetencia de las instituciones españolas en la gestión de la catástrofe del Prestige, en estos casos. Y también, puede ser entendido desde el ámbito de lo democrático en la medida en que ha existido un proceso de vertebración y organización de los y las jóvenes en nuevos movimientos y reactivación de los movimientos tradicionales, en especial el movimiento estudiantil. El gran reto para generar participación es incorporar la dimensión pedagógica a la movilización: la re-interpretación de la realidad y la confrontación entre los intereses y necesidades de los y las jóvenes y el déficit democrático reinante en el proceso de globalización, la sistematización de la práctica de movilización y la articulación de un discurso participativo y solidario que potencie la plena conformación de la juventud como sujeto político con plenos derechos de ciudadanía. Este reto no puede ser asumido desde otras instancias que no sean los propios y las propias jóvenes, con una especial responsabilidad que el movimiento juvenil debe asumir, en la medida en que estos momentos de movilización deben ser recuperados por las propias organizaciones juveniles como referentes de la realidad social que se deben, en primer lugar, interpretar a la luz de los valores que el propio movimiento juvenil intenta transmitir (justicia, tolerancia, solidaridad) y, en segundo lugar, incorporar a los proyectos y prácticas pedagógicas de las propias organizaciones juveniles, como elementos de referencia de una práctica juvenil compleja y articulada. El desafío es amplio y el movimiento juvenil no lo puede asumir desde el aislamiento: es necesario buscar espacios de coordinación y retroalimentación con los movimientos más vivos y más dinámicos de la sociedad. No faltan experiencias en este sentido. Las propias movilizaciones se forjaron desde una alianza de movimientos de gran amplitud, en la cual las organizaciones y movimientos juveniles jugaron un papel clave. Otras experiencias demuestran la posibilidad de buscar espacios de encuentro a la hora de la reflexión y la generación de alternativas, como lo es el Campamento de Juventud del Foro Social Mundial, donde 15000 jóvenes tienen anualmente la ocasión de participar en los debates de Porto Alegre desde su propia óptica juvenil. Estos campamentos, cuya práctica debería tener una referencia en un posible campamento juvenil en el Foro Social Europeo y en el resto de Foros Sociales Continentales como lugar de encuentro de jóvenes y organizaciones provenientes de diferentes tradiciones organizativas, podrían ser el próximo paso en la articulación de la juventud como agente global por un desarrollo social, cultural, político y económico. En definitiva, por ese otro mundo que todos y todas sabemos que tan posible como necesario. Carmen Coll Truyol Concepción García Herrera ACSUR Las Segovias