La arqueología como ciencia social. La concepción de Lumbreras y

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Comechingonia
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Revista Electrónica de Arqueología
Año 2008. Número 4:235-244.
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La arqueología como ciencia social. La concepción de Lumbreras y su impacto
en el pensamiento Latinoamericano.
Recibido el 24 de octubre de 2008. Aceptado el 20 de diciembre de 2008
Valeria L. Franco Salvi
Centro de Estudios Prof. Carlos S. A. Segretti – CONICET
valeriafrancosalvi@gmail.com
Resumen
En 1974 el antropólogo peruano Luis Lumbreras Salcedo publicó el revolucionario
libro “La Arqueología como Ciencia Social”, texto que se tomó como el manifiesto de una
nueva y alternativa manera de hacer arqueología reconocida en los círculos académicos
como Arqueología Social Latinoamericana (ASL). Según esta corriente, la disciplina debía
contribuir, desde su propio campo (el de la producción de conocimiento científico acerca
del pasado), con los procesos de lucha que eran protagonizados por las clases explotadas y
por el conjunto de sectores oprimidos del continente durante las décadas de 1960 y 1970.
Pasadas tres décadas de su creación, distintos equipos de investigación continúan
con este lineamiento intentando una mayor problematización de la relación entre el marco
teórico del Materialismo histórico y su aplicación al estudio y a la interpretación del
registro arqueológico.
Palabras Clave: Arqueología Social, Lumbreras, Contexto de Producción
Abstract
In 1974 Peruvian anthropologist Luis Lumbreras Salcedo published the
revolutionary book “La Arqueología como Ciencia Social”, taken as the manifest for a new
and alternative way of doing archaeology known in academic circles as Latinamerican
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Social Archaeology. From this perspective, archaeology had to contribute with struggle
processes developed by continental exploded classes and oppressed sectors during 1960
and 1970 decades
Keywords: Social Archaeology, Lumbreras, Production context
}
“La gran ventaja de los historiadores del mundo contemporáneo sobre los
arqueólogos es que disponen de cronologías muy finas, de años y a veces de días,
para el velatorio de los acontecimientos ; lástima que no pueden estudiar de esta
manera ni siquiera 2000 años de historia en el viejo mundo y apenas algo menos de
500 años en América y mucho menos en otras partes, lástima, porque
lamentablemente el grueso de la historia universal sólo podrá ser recuperada por la
Arqueología, con todas sus debilidades, en esta época en que la Historia Universal
ya no es más la historia de Europa, tal como nos fue enseñada a nosotros.”
(Lumbreras 1984:14).
Introducción
La corriente de pensamiento fundada por Lumbreras surge a mediados del
siglo XX en un contexto en el cual los pueblos latinoamericanos se alzaban contra
sus condiciones de existencia. La incongruencia de las relaciones entre el Estado y
la Sociedad civil hizo que un grupo de arqueólogos se encontraran envueltos en
los conflictos sociales y que, en el marco de entendimiento de tales tensiones,
empezaran a utilizar nuevas categorías (i.e revolución, relaciones sociales
conflictivas, lucha de clases, obreros, etc). El enfrentamiento a estas nuevas
condiciones los llevó a identificarse con el materialismo histórico y el marxismo ya
que les permitía tener otro tipo de aproximación y análisis de los procesos.
En este contexto Luis Lumbreras, en un simposio organizado por
arqueólogos latinoamericanos1, propone la formación de una postura a la cual se
1
La arqueología social latinoamericana fue constituida en un simposio organizado por un grupo de
arqueólogos latinoamericanos en el Congreso Internacional de Americanistas, el cual fue llevado a cabo en
Perú durante el año 1970. Los participantes, lo llamaron “Formaciones aborígenes en América”, y estaban
preocupados en dar una periodización al desarrollo histórico de antiguas sociedades en América, usando
categorías analíticas, procedimientos, y observaciones sobre sociedades precapitalistas elaboradas por Karl
Marx entre 1857 y1858 (Patterson 1994). Otros eventos como el VI Congreso de Arqueología Chilena
(1971), el Primer Congreso Internacional del Hombre Andino en el norte de Chile (1973); el XLI Congreso
Internacional de Americanistas en México (1974) o la reunión de Teotihuacán (1975), fueron ocasiones para
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la denominó arqueología social donde se consideraba, que la teoría de los
comportamientos no satisfacía todas las demandas de explicación y que era
necesario una concepción de las relaciones basada en la sociología pero articulada
con la antropología y la historia (Lumbreras 2004; 2006).
Este marco permitió la formación y preparación de una serie de arqueólogos
marxistas, los cuales en el estado de una situación política e intelectual más
favorable para su actividad, lograron sentar las bases para el surgimiento de esta
corriente arqueológica. El gobierno de aquellos países (Juan Velasco Alvarado en
Perú, simpatizante con las ideas de izquierda y con un proyecto de “Socialismo
estatal”, así como el gobierno populista del social-demócrata Carlos Andrés Pérez
de Venezuela, el del socialista Salvador Allende en Chile y el régimen político
surgido de la Revolución cubana) ejerció durante este periodo un importante
impulso a la práctica de dichos arqueólogos, permitiéndoles ocupar espacios
académicos de gran relevancia en universidades y en centros de investigación,
facilitándoles así también el acceso a financiamiento y a una gran cantidad de
recursos humanos e institucionales (Oyuela-Caycedo et al, 1997; Fuentes y Soto
2007). El principal órgano de difusión de dichas ideas fue la revista Gaceta
Arqueológica Andina, la cual ha sido concebida como un órgano de publicación del
Instituto Andino de Estudios Arqueológicos (INDEA), cuyo objetivo fue crear un
marco de entendimiento, comunicación e integración entre los organismos,
especialistas y personas interesadas en la historia antigua de los pueblos y
personas de la América Andina (Tantaleán 2004).
Entre los arqueólogos de América Latina, encontramos, desde los años
cincuenta y, más aún, desde los sesenta, la reivindicación de una arqueología
social, que rechaza el positivismo, vive una experiencia política común
latinoamericana y se ve progresivamente influida por el materialismo histórico.
Entre los años setenta y ochenta, esta arqueología bascula con mayor intensidad
hacia el marxismo, en torno al Grupo de Oaxtepec2 (reuniones en 1984 y 1986),
que acoge diversas tendencias (Rolland Calvo, J 2005).
que los `70 constituyeran fundamentalmente una década de encuentros, intercambio de opiniones y
materialización de los primeros intentos de Arqueología Social (Bate 1998).
2
Dicho grupo estuvo encargado de la redacción de trabajos de interpretación de los procesos históricos
precolombinos en América Latina para el Instituto Panamericano de Geografía e Historia (México). La
responsabilidad de la redacción estaba asignada a Luis G. Lumberas, Iraida Vargas, Eduardo Matos
Moctezuma, Marcio Veloz Maggiolo, Mario Sanoja y Luis Bate.
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Lumbreras esbozó en su famosa obra “La arqueología como ciencia social”
un programa y un discurso arqueológico que principalmente intentaba
“desenmascarar a la ciencia arqueológica burguesa y explotadora” es decir el
historicismo cultural y, “exigía un cambio de rumbo en la disciplina arqueológica
como arma liberadora de las clases sociales oprimidas” (Lumbreras 1984). Sin
embargo, como él mismo confesaba, el libro estaba constituido por una serie de –
trabajos experimentales- por lo cual no representaba un texto homogéneo sino
más bien un intento de encontrar un método de análisis del proceso andino que
explicase las cosas coherentemente y que sirviera para ligar el pasado al presente
de manera científica y significativa. Se desarrollaron una serie de temáticas: entre
otras, el problema del método, el objeto de estudio y los objetivos de la
arqueología, así como algunas cuestiones en torno al concepto de “cultura”, al
estudio de las “fuerzas productivas” y a la propuesta de una “Arqueología
Social” en América Latina, logrando sentar algunos de los planteamientos básicos
de la ASL, por lo menos hasta los primeros años de la década de los `80.
La arqueología que propone Lumbreras: objeto de estudio, reconceptualización
y el rol del arqueólogo.
Para la comprensión de lo que Lumbreras y otros investigadores marxistas
latinoamericanos propusieron es importante centrarnos en su planteo acerca del
objeto de estudio de la arqueología, al papel del arqueólogo en la sociedad y la
puesta en cuestión de ciertos conceptos ampliamente utilizados en la época. La
razón fundamental se debe a que se puede considerar que estos cuestionamientos
impactaron fuertemente a nivel académico y que en algunos casos lo siguen
haciendo hasta el presente.
Lumbreras (1984) consideraba que el objeto de estudio de la arqueología (i.e
los restos materiales dejados por los hombres en el curso de su existencia o, dicho
de otro modo, el estudio de la cultura material de pueblos sobre quienes o no
hay, o hay poca información documental o histórica) había conducido a un error
típicamente positivista, de considerar que el quehacer científico era estrictamente
el de registro “objetivo” y mecánico de los materiales con los que se enfrentaba el
investigador. De este modo, el arqueólogo americano tradicional positivista se
reducía a “tomar conocimiento y dar cuenta” de los restos materiales de las
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culturas, considerando como especulativo cualquier intento de ir “más allá” de
los “objetos” registrados.
Contrariamente, bajo la influencia de Childe (Childe 1958, 1965) y otros
marxistas (Choy 1960; Lorenzo 1979), Lumbreras (2004) sostuvo que lo central
para la comprensión de una sociedad eran las relaciones sociales, no los códigos de
comportamientos en general esto es, conocer cómo se relacionaron las personas,
y cómo esta relación entre ellas, se convirtió, además, en una relación de ellas con
sus condiciones materiales de existencia. Como se dijo, su propuesta se basaba en
el Materialismo Histórico para comprender arqueológicamente la historia de las
relaciones sociales de los pueblos americanos incluyendo su presente, como así
también corregir las desviaciones de las relaciones sociales contemporáneas.
Se planteó la incomodidad con el concepto de Cultura al momento de
sistematizar la información conseguida de las excavaciones arqueológicas ya que
se concebían a los materiales sólo como indicadores de comportamientos
vaciando la percepción de los hechos y excluyendo la posibilidad de pensar que
estábamos frente a un hecho social, concreto, un hecho histórico: “lo que estamos
rescatando es un hecho histórico, tan hecho como el que describiría en una hoja de papel el
acontecimiento, en la hoja de papel que es el elemento documental que nosotros como
historiadores podríamos rescatar”(Lumbreras 2004). Asimismo el concepto era
criticado por su carga imperialista y por su condición abstracta que no permitía la
comparación entre las sociedades del pasado (aún contemporáneas) y las actuales
(Tantaleán 2004).
Otra crítica estaba dirigida al concepto de Historia. El autor planteaba que
para la mayor parte de los pueblos de Asia, África y América Latina la llamada
“prehistoria” era su única historia dejando de tener sentido tal división. Este
nuevo concepto supone que la historia del hombre es una, y en tanto tal, es una
experiencia que al ser registrada y analizada científicamente, permitía establecer
regularidades y leyes que el hombre podía usar en la programación de su futuro3.
De esta manera, la Arqueología jugaba un rol destacado, sobre todo porque ella
trabajaba con una historia de larga duración y susceptible de ser conocida, con los
mismos métodos, en todo el mundo. Además sostenía que, para los pueblos no
occidentales, cuya “historia” comenzaba con la llegada del capitalismo
3
Aclaración: esta definición Lumbreras la desarrolla como vía para igualar a las ciencias sociales de las
naturales ya que la creación y establecimiento de leyes era la única forma de incluirse dentro de la categoría
de ciencia.
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imperialista, prácticamente la arqueología era su única posible disciplina
histórica y, consecuentemente, fuente primaria para la construcción de una teoría
sobre el proceso de cada uno de estos países, incluso en lugares con una larga
trayectoria histórica, como los de Oriente.
El autor reflexiona sobre el rol del arqueólogo en la sociedad buscando una
conexión entre la investigación arqueológica del pasado y la acción política
(Tantaleán, 2004). En este sentido, define a la ASL como una “Arqueología
comprometida”, identificando su accionar con las importantes luchas sociales y
con los procesos revolucionarios que recorrieron Latinoamérica durante las
décadas de 1960 y 1970.
Según esta corriente, la arqueología debía contribuir, desde su propio
campo, con los procesos de lucha que eran protagonizados por las clases
explotadas y por el conjunto de sectores oprimidos del continente durante ese
periodo. En definitiva, la producción de conocimiento en arqueología no era, para
la ASL, un acto “neutral”, sino un campo de batalla más de la lucha de clases
(Oyuela-Caycedo, et al., 1997). De ahí que la crítica de la ASL hacia otras
corrientes arqueológicas; por ejemplo, la que realiza en contra del Positivismo y de
algunos postulados de la Nueva Arqueología, hizo hincapié no solo en elementos
teóricos y metodológicos, sino que también en la denuncia del carácter funcional
(pro-capitalista) de aquella corriente, dependiente de los espacios de poder
institucionales de Estados Unidos y de algunos países de Europa (OyuelaCaycedo, et al 1997; Fuentes y Soto 2007).
Se planteaba que la arqueología debía asumir una praxis que impactase en la
sociedad a la que se debía y, en último caso llevarla a un cambio de sus
condiciones materiales de existencia (Tantaleán 2004). En el caso de la historia
sudamericana, se trataba de rescatar los factores tradicionales abandonados o
eclipsados, para someterlos, en nuestro tiempo, a la crítica de la razón nacional y
recuperar sus logros para la conciencia colectiva del pueblo (Lumbreras 1990).
Repercusiones: el presente de la Arqueología social latinoamericana (ASL)
El desarrollo de la arqueología social, ha obtenido ciertos logros durante los
últimos 20 años gracias al nucleamiento de investigadores de diferentes países
para debatir, reflexionar y colaborar en un solo proyecto. Lo que ha sido
desalentador es el provincialismo de los arqueólogos del primer mundo ya que
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raramente citan los trabajos de sus colegas latinoamericanos (Patterson 1994).
Actualmente, las elaboraciones de Bate y de su grupo de trabajo en México (los
cuales han tenido una importante participación en el Boletín de Antropología
Americana, que ha servido como medio difusor de sus planteamientos) han
intentado desplegar una mayor amplitud (y profundidad) al nivel de la discusión
epistemológica al interior de la ASL, pretendiendo una mayor problematización
de la relación entre el marco teórico del materialismo histórico y su aplicación al
estudio y a la interpretación del registro arqueológico (Rolland 2005).
Esta corriente encabezada por Bate, se ha ocupado principalmente de los
problemas conceptuales y teóricos implicados en las categorías de formación
económico-social, modo de vida y cultura, así como de la caracterización de las
diversas formaciones sociohistóricas y los procesos de desarrollo y cambio de las
mismas, discutiendo también sobre la categoría de etnia y los problemas
involucrados en las situaciones étnico-nacionales (Bate 1998).
En términos generales, Bate (1998) intenta una aplicación no-estructuralista
y dialéctica del materialismo histórico en la reflexión arqueológica donde dicho
marco teórico permitiría a la Arqueología dar cuenta del carácter complejo de la
realidad social en el pasado (Rolland, 2005). Esto último, sobre todo a partir de la
aplicación del concepto de “sociedad concreta” (identificándolo al de “totalidad
social”), así como también a partir de la descomposición de dicho concepto en las
categorías de “formación económico-social”, “modo de vida” y “cultura” (Bate
1998; Rolland, 2005; Fuentes y Soto 2007).
De igual forma, los arqueólogos sociales latinoamericanos están
construyendo una estructura teórica que está siendo compartida por individuos o
grupos cuyos miembros no son arqueólogos permitiéndoles intercambiar con
historiadores, sociólogos, antropólogos, y activistas políticos quienes tienen
diferentes métodos y puntos de vista. Por otro lado, intentan superar la
autonomía disciplinaria actualmente mantenida por el presupuesto universitario
y los departamentos u organizaciones profesionales auto-abasteciéndose
aisladamente, los cuales tienen ciertos intereses creados en una mistificación y
fetichización mas profunda de las mercancías ofrecidas por sus miembros. Dentro
de los discursos que ellos están tratando de crear, tales separaciones son, por
supuesto, reforzadas por las teorías y las ideologías de varias aproximaciones
funcionalistas, interpretativas, y adaptativas universales o evolutivas (Patterson
1994).
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No obstante, a pesar de los planes y objetivos de la corriente, se podría decir
que la ASL ha estado limitada por la conocida precaria situación económica y
política que irrumpe continuamente en el mundo contemporáneo de los países
del tercer mundo, sumiéndola a una mínima difusión de sus propuestas con una
decreciente producción bibliográfica. Paradójicamente, en el caso de los Andes
Centrales, la mayoría de las publicaciones científicas provienen de investigadores
formados en universidades del primer mundo (Schaedel y Shimada 1992).
Consideraciones Finales
La arqueología social latinoamericana fue el primer intento de pensamiento
independiente creado en países del tercer mundo que sufrían las consecuencias
del colonialismo. El cuestionamiento mediante el materialismo histórico del
pensamiento proveniente de los países centrales, en especial, la duda acerca de
aspectos estructurales como el objeto de estudio de la arqueología significó un
gran paso en la historia de la disciplina. Fue un gran esfuerzo que trajo nuevas
perspectivas para su devenir proponiéndose romper con la fuerte dependencia de
Latinoamérica hacia los países del primer mundo.
La arqueología que propuso Lumbreras suponía conectar políticamente el
pasado a nuestras realidades, esto es, una arqueología combativa, agonista,
preocupada por la conflictividad y el antagonismo de las relaciones sociales,
defendiendo un conocimiento no esencialista del pasado, que abordara la tensión
entre alteridad e identidad (Chesneaux 1984). Del mismo modo, nos llamó a la
reflexión de que en la arqueología el fin no es el objeto y es por esto que es una
ciencia social que busca la comprensión del pasado desde la perspectiva del
después y fundamentalmente porque indaga a los hombres y sus relaciones
sociales a través del tiempo. Quedarse en el método y en los datos significa
subestimar la práctica del arqueólogo, la trayectoria histórica de los pueblos y el
potencial de la materialidad.
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