ORÍGENES «VERDADERO “MAESTRO”»1 La expresión Padre de la Iglesia puede comprenderse en sentido amplio o sentido limitado. En el primer caso, sabemos que son testigos privilegiados de la fe que vivieron entre el siglo I al VII u VIII d. C. En el segundo sentido, son testigos privilegiados de la fe que han recibido por parte de la Iglesia una acogida abierta de sus enseñanzas. Cuando Su Santidad Benedicto XVI propone, en dos catequesis del 2007, el ejemplo de Orígenes para nuestra fe, lo hace teniendo presente la primera acepción, y hace un reconocimiento abierto a la doctrina de este «“verdadero maestro”»2. Orígenes nació en la ciudad de Alejandría (Egipto) hacia el 185. Su padre, Leónidas, fue decapitado en una persecución contra los cristianos; y el joven Orígenes tuvo que hacerse responsable de su familia. Se dedicó a la enseñanza hasta llegar a ser el director de la Escuela catequética de Alejandría; después de años de enseñanza fue ordenado sacerdote en el año 231, en Cesarea de Palestina, en medio de delicadas y no muy claras tensiones con el Obispo de Alejandría. En el año 250, durante la persecución de Decio, Orígenes fue arrestado y torturado cruelmente. A causa de los sufrimientos padecidos murió pocos años después. Tenía menos de setenta años3. Con Orígenes se da un «giro irreversible» en la historia de la teología y del pensamiento cristiano. Este giro se da porque él hizo de la Escritura el alma de la teología. Para él, hacer teología es, principalmente, comprender, explicar y vivir las Escrituras. La lección de este gran maestro fue esta: el progreso en el conocimiento de Dios se logra pasando de la letra al espíritu de las Escrituras. En efecto, según este maestro hay que ir desde un estudio del texto, con su contexto, de sus palabras para encaminarse a una interpretación moral -lo que debemos hacer para vivir la palabra-, y llegar a una espiritual, mirar que toda la Escritura nos habla de Cristo. Solo así la verdad del dogma crece, la piedad se refuerza y se alcanza la caridad. Quizá su obra bíblica más grande fue una edición de la Biblia llamada «Hexapla», una monumental sinopsis bíblica. Un texto donde explica el triple sentido de la Escritura lo encontramos en la novena Homilía sobre los Números, aquí compara la Escritura con las nueces: «La doctrina de la Ley y de los Profetas, en la escuela de Cristo, es así: la letra, que es como la corteza, es amarga; luego, está la cáscara, que es la doctrina moral; en tercer lugar se encuentra el sentido de los misterios, del que se alimentan las almas de los santos en la vida presente y en la futura»4. El amor a la Escritura lo lleva a decir que los que comprendemos la Escritura no deberíamos decir Antiguo Testamento, para nosotros «la Ley es siempre nueva, y los dos Testamentos son para nosotros un nuevo Testamento, no BENEDICTO XVI, Orígenes (I), Audiencia general 22 de abril 2007. BENEDICTO XVI, Orígenes (I). 3 Benedicto XVI, Orígenes (I). 4 ORÍGENES, Homilía a Números IX, 7. 1 2 a causa de la fecha temporal, sino de la novedad del sentido... En cambio, para el pecador y para quienes no respetan el pacto de la caridad, también los Evangelios envejecen»5. Orígenes no solo hizo de la Escritura el alma de la teología, sino de la vida espiritual. En una carta a Gregorio, obispo de Neocesarea, le recomienda: «Dedícate a la lectio de las divinas Escrituras; aplícate a ella con perseverancia. Comprométete en la lectio con la intención de creer y agradar a Dios. Si durante la lectio te encuentras ante una puerta cerrada, llama y te la abrirá el guardián, de quien Jesús dijo: “El guardián se la abrirá”. Aplicándote de este modo a la lectio divina, busca con lealtad y confianza inquebrantable en Dios el sentido de las divinas Escrituras, que en ellas se encuentra oculto con gran amplitud»6. La Escritura lo condujo a amar más el misterio de la Iglesia; y, como fue propio de los Padres antes de Nicea (325), también él insistió en el sacerdocio común de los fieles. Comentando Levítico 6, 2 dice: « ¿Acaso no sabes que el sacerdocio también ha sido conferido a ti, es decir, a toda la Iglesia de Dios y al pueblo de los creyentes? Escucha cómo habla san Pedro a los fieles: “Linaje elegido”, dice, “sacerdocio real, nación santa, pueblo que Dios ha adquirido”. Por tanto, tú tienes el sacerdocio, pues eres “linaje sacerdotal”, y por ello debes ofrecer a Dios el sacrificio... Pero para que lo puedas ofrecer dignamente, necesitas vestidos puros, distintos de los que usan los demás hombres, y te hace falta el fuego divino»7. Aunque después de su muerte surgieron controversias sobre su doctrina, nadie puede negar que su vida fue la de un hombre que amó a Cristo, sobre todo, al punto de tener experiencias de encuentro con Él: «Con frecuencia —Dios es testigo— he sentido que el Esposo se me acercaba al máximo; después se iba de repente, y yo no pude encontrar lo que buscaba. De nuevo siento el deseo de su venida, y a veces él vuelve, y cuando se me ha aparecido, cuando lo tengo entre mis manos, vuelve a huir, y una vez que se ha ido me pongo a buscarlo de nuevo...»8. Dr. Leonel Miranda Miranda, presbítero ORÍGENES, Homilía a Números IX, 7 ORÍGENES, Carta a Gregorio, 4. 7 ORÍGENES, Homilía sobre el Levítico, IX, 1. 8 ORÍGENES, Homilías sobre el Cantar de los Cantares I, 7. 5 6