LAS REALES FABRICAS DE SARGADELOS (1788-1840) extranjeros y ayudar a superar el atraso Las Reales Fábricas aparecieron en España, a imitación de Francia, a comienzos del siglo XVIII, bajo la dinastía de los Borbones. Tenían como finalidad acabar con el importante consumo de productos manufacturados económico del país. Montadas bajo financiación y control de la Monarquía, las Reales Fábricas se dedicaron a la fabricación de productos privativos del del Estado (armas, monedas, tabacos), de necesidades suntuarias de la Corte (cristales, tapices, porcelana, platería) y de otros productos, como el papel, la cerámica o los textiles, en un intento por influir en el plano de la fábrica de hierro colado de Sargadelos desarrollo industrial de España. En general, esta experiencia de intervecionismo económico fracasó por distintas causas. Las fábricas de Sargadelos nacieron de la iniciativa privada de Antonio Raimundo Ibáñez, aunque desde un principio gozaron de ayudas y privilegios de la Monarquía. En algunos documentos de la época aparecen mencionadas como “Reales Fábricas de Sargadelos”, sin que sepamos hasta el momento si esta calificación respondía realmente a un privilegio concedido por la Corona. EL MARCO GEOGRAFICO Y LA COYUNTURA ECONOMICA La comarca galaico-asturiana del Eo contaba a finales del siglo XVIII con una importante tradición en el trabajo del hierro y era el núcleo ferretero mas dinámico del país. La proximidad del establecimiento más importante de construcción naval del siglo XVIII español, el Arsenal de Ferrol, gran consumidor de clavazón, fue determinante en esta orientación ferretera de la comarca. La expansión de la construcción naval militar española en los años de 1780 y el endurecimiento de las condiciones de entrada de los hierros de las Provincias Vascongadas a partir de 1782, impulsaron la manufactura de clavazón en la región del Eo. Es dentro de esa coyuntura expansiva del sector en la que hay que encuadrar el surgimiento de nuevas ferrerías, el paso de algunos comerciantes de hierro a la condición de fabricantes del mismo producto y a la aparición de varios proyectos de altos hornos durante la década de 1780. El primer proyecto de alto horno es el presentado por la empresa más importante del negocio de clavazón en la zona, la Compañía de La Vega de Ribadeo, que entre 1783 y 1785 solicita permiso para la creación de tres ferrerías y cuatro martinetes en la comarca , y una fábrica de ollas tipo Burdeos. Obtiene autorización en 1789, despues de varios años de polémica, pero sólo construye dos herrerías y los martinetes, sin llegar nunca a montar la fabrica de ollas de hierro colado. El segundo proyecto, que suscitó una dura oposición y tampoco se llevó a cabo, se debe a un comerciante de la zona, José Alvarez de la Braña, quien a finales de 1784 solicita permiso para Escoria. Colección Casa Mouronte. Sargadelos establecer en Grandas una fábrica de ollas de hierro colado y pretende elconcurso del exdirector técnico de los altos hornos de La Cavada, Ignacio Richter. El tercer proyecto, el de Sargadelos, fue el único que llegó a realizarse. En 1788 A.R. Ibáñez inicia las primeras gestiones para el establecimiento de “una o las más fábricas de hierro(...) con los mazos y martinetes que sean precisos para labrar planchas , calderos, clavazones, anclas y toda especie de herrajes”. Después de vencer la oposición de pueblos, curas y hacendados de la zona , del Comisario de la Marina de Viveiro, del Cabildo de Mondoñedo, del Síndico general de Alfoz del Valadouro y del Diputado del Reino en la Corte, obtiene en 1791 la Real Cédula concediéndole el permiso. En ella se incluye la aprobación para “una fábrica de ollas de hierro, llamadas vulgarmente potes, a imitación de las que se traen de Burdeos”. El proyecto definitivo combina la instalación de una ferrería para la fabricación de planchas y clavazones, y un alto hornopara la fundición de hierro colado para moldeo en ollas u otros productos. El establecimiento de la ferrería no presentó problemas, pero sí la puesta en marcha del alto horno, que no comenzará a funcionar regularmente hasta el Otoño de 1794, bajo la dirección técnica de Ignacio Richter. El diseño del alto horno se inspiró en el de La Cavada. Utilizaba mineral procedente de los criaderos de Reinante y Galdo, muy proximos a la fundición, y el de Las Campas ( Castropol). Producía fundición gris al carbón vegetal y utilizaba barquines movidos por una rueda hidraúlica para suministrar aire. Se trataba de un alto horno muy parecido a la mayor parte de los europeos de su época. Con ellos compartía también los mismos problemas: la necesidad de grandes cantidades de madera para la fabricación de carbón y de mano de obra para su transporte. Para solucionarlos, A. R. Ibáñez consiguió la autorizaciónpara explotar un amplio bosque y la ayuda de la Corona para que las justicias locales obligasen a los vecinos a realizar acrretos de carbón y de otros materiales para la Fábrica. Estos privilegios, todavía frecuentes en el siglo XVIII en Europa y en otros altos hornos españoles productores de armas municiones, le y Palacio solariego de Guimarán en Ribadeo, del que fue administrador Ibañez acarrearían conflictos con los vecinos de la zona. Conflictos que, azuzados por los curas y hacendados locales enemigos de la industria evolucionada, en cuanto podía afectar a sus privilegios económicos y sociales, desembocarían en el motín de 1798. El modelo de empresa instaurada por Ibáñez era heredero de la tradición de las fábricas militares que la precedieron -Liérganes, La Cavada- y de las Reales Fábricas. En el ámbito europeo, el modelo más próximo a Sargadelos sería el de hornos de la Europa del Este del Elba. El alto horno de Sargadelos no fue el primero, pero sí el más importante de España desde su puesta en marcha, en 1794, hasta el establecimiento de los malagueños de La Concepción en 1831, y también el que se mantuvo más tiempo a la cabeza de la producción española de colado. DESCRIPCION Podemos saber como era exactamente la ferrería, pues el exterior figura en una “Vista perspectiba de las Reales Fábricas de fundición de hierro dútil...”, del año 1803, debida al arquitecto Melchor de Prado y Mariño; y también la planta en unos “Planos y perfiles de todos los Edificios pertenecientes s la Fábrica de hierro colado y dútil...”, de comienzos del siglo XIX. En lineas generales era semejante a cualquiera de las de su época, es decir, de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX -Vilar da Cuíña, S.P. de Bogo,...-: tres grandes espacios interiores, uno transversal a los otros dos. En el primero estaban el mazo, el horno o regazal y los barquines de aire, estos acccionados también por fuerza hidraúlica. Los dos espacios restantes eran , respectivamente, la carbonera y la leñera, y también el almacén de vena. Por último estaban unos huecos pequeños destinados a dormitorio de los ferrones. El banzado recibía el agua del río Xunco, vertiendo lo sobrante por un aliviadero, situado a un lado, antes de entrasr en la rueda barquines. de los Estaba situada port la parte de Planos y perfiles de los edificios de la fábrica de hierro de Sargadelos abajo de la casa de la administración. Con el cierre de las fábricas de Sargadelos en 1875, comenzó el abandono y destrucción de las instalaciones, que fueron dinamitadas a principios de siglo por su propietario en interés de otros negocios. Quedan aún visibles restosde los muros y fundaciones de la antígüa fábrica de loza, y restos de la siderúrgia , como los hogares de los hornos de calcinación, los galpones donde se albergaba al personal militarizado y la urbanización industrial de tipo dieciochesco. Pero, en general, todas las instalaciones fabriles de Sargadelos están enterradas. Quedan en pie la presa y el canal, convertidos en romántico paseo de los Enamorados, el pazo de Ibáñez, la casa del Peso -desde donde se controlaba la salida de las mercancias- y la Casa de la Administración, reconstruída para su conversión en sede del Real Patronato de Sargadelos. Se conserva asimismo la carretera al puerto de San Cibrao, donde se embarcaban los productos. Esta carretera fue construída por las Reales Fábricas en terrenos que habían adquirido y toda ella estaba amojonada, marcando la propiedad. Hoy quedan algunos restos de estos mojones. Para utilizar esta carretera, los carros ajenos debían pagar cinco reales, hecho que suscitó un pleito que ganó la empresa.