Lo bueno, lo malo y lo feo Rafael Mies M., Ph.D. Profesor Titular de la Cátedra de Capital Humano Embotelladora Andina ESE Business School de la Universidad de los Andes Las, según muchos, poco asertivas declaraciones del alcalde Pedro Sabat, han producido un revuelo inusitado. Un gran número de vestiduras se han rasgado y no pocos han sostenido que su forma de referirse a las estudiantes en toma es causal de incumplimiento grave de sus obligaciones y al menos objeto de una acusación judicial por calumnias e injurias. En el extremo tampoco faltan aquellos que lo han vinculado de un modo increíble a la violación de los derechos humanos y a una muestra patente de su autoritarismo y falta de espíritu democrático. Tal nivel de crítica no pudo sino generar la reacción contraria en aquellos que lo defienden. Han tratado de hipócritas a los acusadores y de reducir toda importancia a las palabras empleadas por el edil sosteniendo que estas son insignificantes frente a una acción “impecable” al mando de la comuna y a un apoyo validado año tras año por las urnas. Como casi siempre suele ocurrir la verdad ha de encontrarse en medio de ambas posturas, por lo que vale recordar la clásica distinción entre lo bueno, lo malo y lo feo. Lo bueno es aquello que, en línea con una serie de valores y principios comúnmente aceptados, enriquece a la comunidad que la recibe y al sujeto que la practica. Bueno es, de este modo, el cuidado de los bienes públicos y la protección de los más indefensos. Bueno es también, cuando una empresa produce bienes o servicios para una comunidad determinada y con ello da un empleo digno y retribuye justamente el esfuerzo realizado. Malo es, en contrario, aquello que vulnera en forma directa a alguno de estos principios o valores. Se trata de acciones dichos u omisiones que perjudican en forma grave y evidente a un tercero o al propio sujeto que realiza la acción. Es malo, entonces, la violación a un derecho explícito de una persona, o realizar algo que si bien beneficia a una de las partes involucradas daña claramente a otra. Por último, cabe la distinción de lo que no es claramente bueno ni definitivamente malo; a eso llamamos feo. Feo es decir un garabato para alentar a un grupo de personas. Feo es evitar contar la verdad completa para no dañar innecesariamente a otro o pagar el mínimo legal cuando uno podría repartir de mejor forma las ganancias. Lo feo está definido por lo transitorio y esporádico, ya que si se vuelve permanente, sin duda pasa a la categoría de malo. En mi opinión, los dichos del alcalde caen en el discutible terreno de lo feo. No es bueno referirse con palabras soeces y de una mala manera a una persona o grupo de personas, pero ciertamente estas declaraciones puntuales no definen la entidad moral o inmoral del alcalde. Es más, lo feo es lo más corriente en las personas, y muchas veces lo más difícil de aceptar y perdonar, pero lo más posible de arreglar. Es en el campo de lo feo donde personas, empresa y sociedad debemos trabajar. Si lo feo se mejora, aparece lo bueno. Si lo feo se descuida, entramos definitivamente en lo malo. Publicado “Mirada Pública”, Diario Financiero. Enero 2012.