Dependemos de los espíritus animales Rafael Mies M., Ph.D. Profesor Titular de la Cátedra de Capital Humano Embotelladora Andina ESE – Escuela de Negocios, Universidad de los Andes El comienzo y la duración de una recesión dependerá de cómo actúan los agentes económicos y si, como decía John M. Keynes, se desencadenan o no los “espíritus animales”. Estos nefastos espíritus malignos son capaces de modificar sin más las expectativas de los productores y consumidores y generan círculos viciosos que detienen el consumo, paralizan la producción, aumentan el desempleo y generan recesión en el país. Es curioso que al final del día, la economía se doblegue a argumentos “esotéricos” para explicar un fenómeno que históricamente ella misma ha modelado de acuerdo a complejos algoritmos matemáticos. La crisis actual, entre otras cosas, ha servido para un refrescante baño de humildad a muchos que con inusitada arrogancia se sentían unos “gurús” del mercado. Como no recordad cierta publicidad que hace menos de un año se vanagloriaba de anticipar los cambios del mercado con frases del tipo: “sabía usted que China creció…, bueno nosotros sí…” Hoy esos mismo intermediarios has adoptado frases como: “nadie sabe lo que pasará”, “no tenemos una bola de cristal”, etc. Por lo menos la sensatez ha regresado y la plata fácil se ofrece ajustada por los niveles de riesgo que le corresponde. En ese escenario más maduro permítanme volver a los espíritus animales de Keynes y hacer una reflexión más positiva y propositiva de la misma. Si es verdad que la falta de expectativas genera trastornos reales en la economía, también es cierto que la esperanza promueve conductas reactivadotas y círculos virtuosos. Chile está sumido hoy en un nefasto pesimismo “a la Keynes”. Las empresas de tanto despedir gente “por si la crisis” lo más probables es que terminen fabricando una. Sin embargo, existen al menos tres elementos que bien trabajados y comunicados pueden devolvernos la energía para derrotar los espíritus malignos que nos invaden. En primer lugar, insistir mucho en la coyuntura fiscal, cuyo superávit nos permite una serie de iniciativas y paquetes de medidas reactivadoras. Este solo hecho bien comunicado puede generar confianza en los inversionistas, sobre todo cuando ven un gobierno con voluntad de salir adelante. En segundo lugar, tenemos una coyuntura política inmejorable. Dos candidatos sólidos, serios, apoyados por sus respectivas coaliciones y alejados del populismo destructivo. Sea quien sea el que gane, el país mantendrá su estabilidad política y social. Por último, la liquidez que mantiene el mundo privado. Es cierto que están asustados y que ya han perdido mucho, pero es real y comprobable que con pocas señales positivas y con un discurso político serio, son los primeros en invertir recursos frescos en proyectos atractivos. No olvidemos que Chile es una economía pequeña en un mundo globalizado, eso es para nosotros una tremenda fortaleza. Por mal que esté el mundo, su demanda por bienes y servicios excede con creces nuestras posibilidades de abastecerla. Chile tiene ese “no se qué” que lo hace especialmente hábil para enfrentar la adversidad. Si miramos la coyuntura como oportunidad más que como amenaza podemos salir airosos y, de paso, confirmar nuestro reconocido liderazgo a nivel mundial. De lo contrario entraremos en el lamentable grupo de los que ya se dejaron devorar por los “espíritus animales”. Publicado “Mirada Pública”, Diario Financiero. Enero 2009