DOMPDF_ENABLE_REMOTE is set to FALSE https://www.plazapublica.com.gt/sites/default/files/layoutplazapublica_celeste.png Plaza Pública Publicado en Plaza Pública (https://www.plazapublica.com.gt) Inicio > Nada nos toca en el piso 14 Nada nos toca en el piso 14 14 05 12 -- Julio Roberto Prado Me acerqué a la baranda a mirar cómo la nave rodaba por la pista de asfalto. Vi hacia abajo. Un par de vehículos entraban al edificio, mientras las aceras vacías, se oscurecían por la sombra de los árboles inmóviles. Me serví otro trago. Estaba en la fiesta de Miguel, un abogado con quien compartimos aulas hace más de una década. Celebrábamos su cumpleaños, unos amigos y yo, en su apartamento. Es quizá la única ocasión en que nos vemos en el año, porque somos gente muy ocupada. Ese es el eufemismo más efectivo que encontramos para evitarnos, sin duda. Así que, queriéndolo o no, allí estábamos todos, esperando contarnos el resumen de actividades anual en un par de minutos y sonreír mucho mientras lo hacíamos. Me parece que uno asiste a este tipo de encuentros, porque desea saber de sus posibilidades negadas. Es decir, el destino de ese que estudió contigo, podía haber sido el tuyo y quieres conocerlo, para compararlo con lo que tienes. Es una cosa bastante morbosa. Por eso funciona tan sólo un breve momento y disfrazado de otra ceremonia, como este cumpleaños. Un grupo rondaba a Miguel que entusiasta había comenzado a contar sobre sus hazañas en el viaje al África. Deseé con todo mi corazón que no fuera a acabar aquello, con un Miguel triunfante, escopeta en mano, frente al cadáver de un paquidermo. Por fortuna no fue así. Era un buen tipo. Uno próspero, también. Desde hacía cinco años, había conseguido asesorar a varias empresas y un par de instituciones, cobrando un buen monto en cada una. Iba por eso, cuando nos miró a todos con bastante consternación, diciendo “Me va bien, no lo niego; pero también es difícil, porque entre más trabajo, más pago impuestos”. Caray. La mayoría asintió y con una convicción que rebasaba la amabilidad con el cumpleañero. Más de alguno contó su batalla épica contra la Administración Tributaria, mientras los demás los veían con una admiración incalculable, casi tomando nota de los trucos que funcionan para no pagar nada. Me parece que no es del todo cierto; respondí; el asunto, no es a mayor trabajo mayor tributación, sino a mayor ganancia. Les voy a poner un ejemplo: yo tengo un trabajo de cuarenta horas semanales, que a veces se extienden hasta cincuenta y cinco. Ahora, pensemos en la gente que cultiva las hortalizas de la cena; trabajan igual o más horas con un mayor requerimiento físico y en condiciones inadecuadas, en su mayoría. Creo, honestamente, que ellos trabajan más que yo; pero yo tributo una mayor cantidad, porque a mí me pagan el triple de lo que ellos ganan por hora. Claro Julio, pero ellos tienen esos trabajos porque quieren. Con que se pongan a estudiar, saldrían de ahí y tendrían un trabajo que les pague más. Sentenció Irene, una abogada, respaldada por la mayoría. No sé quién propagó ese discurso, pero fue un éxito total. Decir que la gente podría salir con un título educativo de la pobreza, es bastante inocente. No sé a qué hora esperan que esta gente estudie, si ganan una miseria y aún trabajando las veinticuatro horas del día no consiguen percibir lo que cualquiera en ese apartamento gana al mes, ni aún sumando las ganancias de toda la familia. Ni tampoco han dicho quién contratará a los nueve millones de profesionales y técnicos que tendríamos si seguimos su plan. Pero el tema fue cambiado súbitamente, por la copa que recibiría este sábado un equipo de fútbol. No quise sonar pesado. No quise continuar argumentando, ni contarles sobre Santa Cruz Barillas y la invasión, o de la niña que hace un par de semanas se suicidó porque las pandillas la habían amenazado. En la habitación donde vivía con su abuela, su sostén, la encontraron colgando, con una rosa dejada sobre la cama. La abuela llegaba tarde del trabajo y se habrá topado con el espectáculo. No podía mencionarlo mientras cantaban el happy birthday y Miguel soplaba las velas deseando quién sabe qué otra maravilla. Me parece que aunque uno tenga la verdad o crea tenerla, hay que encontrar un método efectivo para decirla. Y el mejor método no es joder ese momento. No convencería a nadie, salvo de que soy un cretino. Porque si algo habrá que reconocer es que todos ahí eran buenas personas, sólo que jamás han ahondado en esos temas porque les parecen tan lejanos como la ciudad desde el catorceavo nivel de un edificio de apartamentos. Y es fácil entenderlos. Desde acá parece que Guatemala fuera un territorio minúsculo lleno de edificios enormes y lujosos, de calles arboladas por las que sólo se transita en auto y un aeropuerto de donde salir y llegar constantemente. Terminamos de comer y salí de nuevo al balcón a mirar la ciudad desde ahí. Es una ilusión bastante agradable. No se parece en nada a lo que en realidad es: un cementerio de sueños, un archipiélago donde cada uno vive incomunicado en una isla. Eso mismo, náufragos todos. Por un lado, estos edificios, por otro, aquél niño que vi el otro día por la televisión, picando piedra a la orilla de un río, día y noche, quién sabe si tenía seis o siete, picaba y un tipo se le acercó a regalarle un camión de construcción, vaya paradoja, amarillo, enorme, brillante, un juguete. El niño, sentado sobre el polvo, dejó de picar un momento y recibió el camión. Quizá pasaron dos segundos y empezó a llorar, desmoronándose como la piedra. No lo sé, me pareció que de pronto, con ese regalo le habían devuelto los ojos para contemplar el horror en el que vivía, las manos deshechas, la abuela picando por otro lado, los hermanos y el infinito polvo y las piedras. Pero eso no llega al piso catorce. Eso está muy lejos y parece un mito que circula como una sombra. El problema es ese: el discurso de nación lo dinamitaron y vivimos en un archipiélago. Todos hablan de cambios. Pero nadie quiere ceder nada. Incluyéndonos a nosotros. Esperamos conseguir un país mejor sosteniendo el mismo discurso que el sistema ha caricaturizado, sin darnos cuenta que mantenemos un fósil con el que no convencemos a nadie. Una revolución del lenguaje, es lo que hace falta. Para que a través de él, nos devuelvan los ojos, como al niño, para que podamos mirar con ellos el horror en que vivimos. Frase Importante 1: "Desde acá parece que Guatemala fuera un territorio minúsculo lleno de edificios enormes y lujosos, de calles arboladas por las que sólo se transita en auto y un aeropuerto de donde salir y llegar constantemente." Entradilla: Las turbinas de un Boeing interrumpieron la conversación. El avión rugía, entre la niebla, emergiendo como si fuese un animal robusto y brillante. No tardó mucho en llegar. Aterrizó sobre la pista. Desde aquella terraza tenía una panorámica del aeropuerto y de la ciudad tomada por una ola de calor persistente. Tipo de opinión: Blog Nombre de Blog/Columna: Primer Testimonio Colaboraciónes otros autores: Documentos Descargables: URL del envío: https://www.plazapublica.com.gt/content/nada-nos-toca-en-el-piso-14