Tocante al Amor Divino ¿Qué se puede decir? ¡Cómo expresar su naturaleza en palabras! Es la dulzura de vida; es la naturaleza de Dios, dulce, tierna, compasiva, fluyendo por su semilla de vida, filtrándose en la criatura, haciendo a la criatura más parecida a él que a ninguna otra cosa, tanto en naturaleza como en función. Cumple la Ley, cumple el Evangelio; lo envuelve todo en uno, y da a luz a todo en unidad. Excluye del corazón toda maldad; perfecciona toda bondad en el corazón. Un toque de amor logra esto hasta cierto punto, el amor perfecto lo hace a plenitud. Pero, ¡cómo hablar de esto! ¡Oh, si las almas de todos los que temen y esperan en el Señor sintieran su naturaleza a plenitud! Si la sintieran no dejarían de ejercer su dulce y consoladora eficacia, los unos para con los otros, y para con sus enemigos. La gran curación, la gran conquista, la gran salvación, queda reservada para la plena manifestación del amor de Dios. Los juicios de Dios, sus podas, los tajos asestados por la palabra de su boca1 son para preparar, que no para hacer, la gran labor de levantar la dulce obra de su vida; cosa que se hará en amor y en paz, y por el poder del amor y la paz. Mi alma anhela y clama por el pleno brote del amor eterno en mi corazón; que me trague por completo dentro de sí; que dé a luz en sí a mi alma; que la vida de Dios, en su perfecta dulzura corra por esta vasija a plenitud, y que no se tiña por la vasija sino que perfectamente cambie y tiña a la vasija según su propia naturaleza. Entonces no habrá falla alguna en mi alma ante el Señor, sino que gozaré la vida sin mancha, y seré un sacrificio perfectamente agradable a mi Dios.2 ¡Oh qué dulce es el amor! ¡cuán grata su naturaleza! ¡Cuán atrayente se comporta en toda condición, en toda ocasión, a toda persona, sobre toda cosa! ¡Con cuánta paciencia y mansedumbre lo soporta todo, venga de Dios o del hombre, aunque sea muy inesperado, aunque parezca muy duro! ¡Cómo confía, cómo espera, cómo perdona, cómo cubre aun lo que parece que no se puede perdonar ni encubrir! ¡Cuán bondadoso es al interpretar los errores de los demás, y al amonestarles! Nunca exagera ofensas, y nunca irrita el espíritu de la persona que amonesta, nunca endurece, nunca provoca, sino que lleva consigo la compasión y el poder de convencer. He aquí la naturaleza de Dios. En las vasijas capacitadas para recibirla y ejercerla en toda su gloria, el poder de la enemistad no puede enfrentársele a esta naturaleza, sino que cae ante ella, y es vencido. Fuente: The Light Within and Selected Writings. Philadelphia: The Tract Association of Friends, 1998. Pp. 42-43. 1 2 Véase Apocalipsis 19:15. Véase Romanos 12:1. Traductores: Susan Furry y Benigno Sánchez­Eppler — raicescuaqueras.org — Favor citar con la debida atribución.