LAS HEPATITIS VIRALES Las hepatitis virales tienen gran importancia a nivel mundial por su elevada prevalencia e incidencia. Consisten en un proceso inflamatorio del hígado, con lesión hepatocelular en algunos casos, que puede ser producido por distintos agentes virales hepatotropos. La afectación del hígado se acompaña de alteraciones analíticas más o menos características, como es la elevación de los niveles de transaminasas y, sólo en algunos casos, de manifestaciones clínicas. Son numerosos los virus capaces de producir una hepatitis, siendo los más frecuentes los virus A de la hepatitis (VAH), virus B de la hepatitis (VBH), virus delta de la hepatitis (VDH), virus C de la hepatitis (VCH) y virus E de la hepatitis. Tanto la hepatitis A como la E suelen cursar de forma aguda, se resuelven sin dejar secuelas y confieren inmunidad de por vida. Sin embargo la hepatitis B y la C pueden evolucionar hacía la cronicidad (5-10% y 80% respectivamente) y posteriormente originar una cirrosis hepática (25-50% de los casos) y en algunos casos incluso el desarrollo de un hepatocarcinoma. El VDH es un virus defectivo que necesita al VBH para causar infección. La clínica de la enfermedad es similar independientemente del virus que la cause. Las hepatitis agudas suelen producir inicialmente molestias gastrointestinales inespecíficas (nauseas, vómitos, falta de apetito, dolor abdominal, fiebre) y astenia, además la orina se vuelve oscura y las heces más pálidas de lo habitual. Después aparece, en el 50% de los casos, ictericia (coloración amarillenta de piel y mucosas). Las hepatitis crónicas no suelen producir síntomas y pasan desapercibidas a no ser que se realice un análisis de sangre específico. En fases más avanzadas de la enfermedad, es decir, cuando la enfermedad ha evolucionado a una cirrosis pueden producirse descompensaciones como ascitis, hemorragia digestiva y encefalopatía. Respecto al modo de transmisión de las hepatitis virales, es diferente según el agente causante. El VAH y el VEH se transmiten por vía fecal-oral por lo que es común que se produzcan casos por contacto familiar, colegios, instituciones cerradas, etc. En el caso del VBH, la transmisión es por vía parenteral (transfusiones, drogadicción, uso de material médico no desechable,...) o por contacto sexual. También la transmisión vertical (madre a hijo durante la gestación o el parto) es importante, pero con el uso de medidas de inmunización (inmunoglobulinas más vacuna) se evitan el 95% de estos casos. El VDH se transmite sobre todo por vía parenteral. La transmisión del VCH es fundamentalmente a través de productos sanguíneos, siendo el VCH es responsable del 80-90% de las hepatitis por transfusiones sanguíneas. La prevalencia de infección por VCH en hemofílicos y drogadictos también es muy elevada. Otras vías de transmisión, como la sexual y la vertical, son muy poco frecuentes. Tanto la hepatitis B como la C se consideran un problema a nivel mundial por la alta prevalencia que tienen y las consecuencias de su evolución. Se calcula que existen alrededor de 300 millones de portadores crónicos del VBH y 100 millones de portadores del VCH en el mundo, siendo este último la principal causa de hepatopatía crónica y de transplante hepático. Por ello, es muy importante diagnosticar y tratar adecuadamente estas enfermedades en fases tempranas. Diagnóstico de hepatitis por los virus B y C Los marcadores virales en suero son el primer paso para el diagnóstico etiológico de las hepatitis. El diagnóstico de la infección por VBH se basa en la determinación en sangre del antígeno de superficie (AgHBs), que es el primero en aparecer, incluso antes de la elevación de las transaminasas. La persistencia en sangre más de 6 meses del AgHBs indica que la infección por VBH se ha hecho crónica. Otro antígeno del VBH es el AgHBe que es un marcador de replicación y coincide con la aparición en sangre del DNA-VBH. En la fase crónica de la enfermedad se detectan los mismos marcadores aunque a veces el AgHBe se negativiza y aparece antiHBe aún en presencia de DNA-VBH. La determinación de la carga viral es importante sobre todo en el curso del tratamiento para valorar la eficacia del mismo. El diagnóstico de la infección por VCH en fase temprana tiene que ser mediante la determinación en suero del RNA-VCH por la técnica de PCR (reacción de polimerasa en cadena) que aparece al mismo tiempo que comienzan a elevarse los niveles de transaminasas. Los anticuerpos frente al VCH (antiVCH) generalmente no se detectan hasta las 4 semanas después de la infección. En fase crónica las transaminasas pueden o no estar elevadas. Es imprescindible la determinación de la carga viral y del genotipo del VCH para decidir la pauta de tratamiento a seguir y para valorar la eficacia del mismo, por lo que ambas pruebas deben realizarse en el momento del diagnóstico. Además de los marcadores virales hay que realizar un estudio analítico completo, que incluya la determinación de los niveles de transaminasas y otros parámetros necesarios para valorar la gravedad de la enfermedad hepática. También se debe realizar una ecografía abdominal que permite identificar signos de cirrosis y descartar la existencia de hepatocarcinoma. En ocasiones es necesario recurrir a otras técnicas como la tomografía axial computerizada (TAC) o la resonancia magnética nuclear (RMN). Para conocer el daño hepático que tanto el virus B como el virus C producen, la biopsia hepática se considera el método de referencia para evaluar la gravedad de la lesión, permitiendo conocer el estadio de fibrosis y el grado de actividad necroinflamatoria. Es una técnica con mínimas, aunque posibles, complicaciones. Hoy en día se dispone también de otra técnica: la elastografía hepática, que es un método sencillo, inocuo y rápido para cuantificar el grado de fibrosis que existe en el hígado, permitiendo hacer un seguimiento evolutivo de la lesión hepática sin efectos secundarios. Tratamiento El objetivo del tratamiento de las hepatitis virales crónicas es conseguir suprimir la replicación viral para controlar la progresión de la enfermedad y mejorar el pronóstico a largo plazo. El tratamiento de la hepatitis crónica por virus B ha variado mucho en los últimos años con la aparición de nuevos fármacos con probada eficacia antiviral. Existen distintas posibilidades terapéuticas en función de las características del paciente y de la infección, que van desde la administración del interferón pegilado hasta la indicación de tratamiento con análogos de núcleos/tidos por vía oral (lamivudina, adefovir, entecavir,...). El éxito del tratamiento se basa en la negativización del DNA-VBH y la seroconversión del AgHBe y, en último caso, del AgHBs. El tratamiento de la hepatitis crónica C también ha evolucionado, mejorando su eficacia y haciendo un poco más fácil el cumplimiento por parte del paciente. Hoy en día el tratamiento de elección es la combinación del interferón pegilado, que se administra una sola vez por semana por vía subcutánea, y la ribavirina diaria por vía oral. Ambos antivirales actúan sinérgicamente consiguiendo una respuesta favorable en un alto número de los casos. La pauta de tratamiento es diferente en función sobre todo del genotipo de VCH que exista. Se considera que el tratamiento ha sido efectivo cuando se consigue una respuesta bioquímica y virológica (transaminasas normales y RNA-VCH negativo en suero) sostenida, es decir que persiste después de 6 meses de finalizada la terapia. Por qué en la CUN? En la Clínica Universitaria se llevan a cabo numerosos estudios de investigación en relación con las hepatitis virales. Los resultados de todos estos estudios contribuyen a conocer mejor estas enfermedades en beneficio de nuestros pacientes, poniendo a disposición de ellos la más avanzada tecnología y ofreciéndoles los últimos avances terapéuticos. Los profesionales de la Clínica Universitaria están altamente cualificados y tienen una amplia experiencia en el manejo de las hepatitis virales. Hay que tener en cuenta que el éxito del tratamiento de estas infecciones se basa, no solo en la adecuada elección del mismo, sino en otros muchos factores que a veces no se tienen en cuenta. Por eso es muy importante en primer lugar hacer un buen diagnóstico, con la realización de las pruebas y análisis necesarios para conocer con precisión el estado del paciente y de su enfermedad. En algunas ocasiones se detecta algún factor que hace que el tratamiento antiviral no sea efectivo, por lo que hay que tratar este problema antes de iniciar la terapia para la hepatitis. En segundo lugar conocer bien el arsenal terapéutico del que hoy disponemos, tanto su nivel de eficacia como los efectos adversos que pueda producir, además de sus indicaciones y contraindicaciones. En tercer lugar conocer bien al paciente, sus características y su situación personal. Y por último, teniendo en cuenta todo lo anterior, elegir bien el tratamiento adecuado para cada caso. Cualquier tratamiento antiviral requiere un seguimiento exhaustivo -tanto clínico como analítico- por profesionales expertos, para detectar precozmente cualquier cambio importante que suceda y que pudiera precisar una modificación de la pauta de tratamiento o cualquier otra actuación médica inmediata. En la Clínica Universitaria se ofrece un seguimiento preciso y personalizado, garantizando así la optimización de los resultados conseguidos.