UNA ARGUMENTACIÓN FILOSÓFICA CONTRA UNA CONCEPCIÓN ERRADA SOBRE QUÉ CONSTITUYE UNA “VIDA HUMANA” Muchas mujeres contemporáneas apoyamos la despenalización del aborto en ciertos casos. Consideramos una injusticia que se obligue a llevar a término un embarazo a una mujer cuya salud está en peligro, o que haya sido violada o víctima de incesto, o en el caso de malformación del feto. La mujer no debe considerarse como un mero instrumento para la reproducción, sino como un ser humano pleno, con dignidad propia, con su propia vida y capacidad de decisión. Al no tener acceso a un aborto legal, muchas mujeres que ven amenazada su salud, así como su proyecto de vida y su sentido de su propia dignidad por un embarazo en las circunstancias anteriores, recurren a abortos en condiciones insalubres e inseguras para su integridad física y moral. Por este motivo es imperativo que un Estado moderno les garantice a las mujeres el derecho a la interrupción de un embarazo indeseado en las condiciones antes anotadas. Por fortuna, estamos hoy en la posibilidad de emplear métodos y recursos tecnológicos y científicos para reproducir, sostener o interrumpir distintos estados de vida; recursos y medios que la humanidad no soñaba con poseer hasta hace relativamente poco tiempo. Estos desarrollos conducen a que no podamos concebir la vida en términos simples, como era posible en los albores de la ciencia, cuando las opciones eran mínimas y las decisiones éticas aparecían claramente definidas y demarcadas. Vida y muerte estaban entonces tan tajantemente delimitadas como el sí y el no, el blanco y el negro. Hoy cada vez más existen complejidades, áreas de opción y decisión humanas donde se impone la distinción entre diversos matices. Por esto se hace imperativo desarrollar argumentaciones filosóficas adecuadas ante la creciente complejización de las posibilidades científicas. Desafortunadamente, a algunas personas amantes de considerar de manera simplista aquello que es complejo, les produce escozor la necesidad de establecer distinciones finas en materia ética. Este tipo de personas quieren imponer, en situaciones modernas de alta complejidad, criterios que fueron válidos en etapas anteriores. Se cae así en los fundamentalismos, en posiciones que conducen a obstaculizar el desarrollo científico que puede mejorar las condiciones de vida para ciertos pacientes, a la vez que en actitudes que impiden el libre desarrollo de la personalidad y del proyecto de vida de las mujeres. Los siguientes planteamientos se ofrecen como un intento de contribuir al necesario proceso, que sólo se completará a largo plazo, de ponernos al día en argumentación ético-filosófica en relación con estos nuevos desarrollos científicos. Uno de los argumentos que se presentan para continuar apoyando la penalización del aborto en cualquier circunstancia es la idea de que la vida humana empieza en el momento de la concepción, y que por lo tanto el aborto es la destrucción de un ser humano, es decir, un asesinato. Considero que esta idea está basada en un error que puede demostrarse mediante la argumentación filosófica. En primer lugar, podemos apelar al concepto aristotélico de acto y potencia, según el cual una entidad es un ser en acto cuando ya existe plenamente, pero sólo es un ser potencial, o un ser en potencia, cuando está en posibilidad de desarrollarse para llegar a existir. Podríamos decir que un embrión o un feto es un ser humano en potencia, mas no en acto. Un segundo argumento filosófico podría ser tomado de la dialéctica y aplicado al proceso biológico de la reproducción. Efectivamente, existe algún tipo de vida, en el sentido de organización biológica, en cualquier célula de un organismo humano, por ejemplo en una célula epitelial, o en una célula ósea, o en un espermatozoide o un óvulo. También existe vida en un embrión, producido por la unión de estas dos células. Es claro que el grado de organización celular en el embrión es mayor que en las dos células reproductivas iniciales; sin embargo, en un embrión, o en un feto en sus etapas iniciales, no puede hablarse realmente de un ser humano en toda la extensión del significado del término, así como una semilla no es un árbol. La dialéctica nos habla de cambios cuantitativos que finalmente se convierten en cambios cualitativos. Así, por ejemplo, el agua a la cual se le aplica calor no es aún vapor, hasta que se llega a un cambio en la cantidad de calor que supere los cien grados; en ese caso, ese cambio cuantitativo conduce a que la cualidad líquida se modifique, y se llegue a otro estado del agua, el gaseoso. De modo similar, en una semilla sembrada aumenta el número de células contenidas en el embrión hasta que éste se convierte en una plántula, y ésta a su vez aumenta en tamaño hasta que puede considerarse una planta. Un proceso similar puede observarse en el desarrollo que conduce a la existencia de un ser humano. La ciencia biológica más reciente describe cómo, en un primer momento del desarrollo de un embrión, se produce una célula madre omnipotencial, así llamada porque si llega a dividirse puede producir varios seres completos con idéntica información genética, o gemelos. En un segundo paso, una célula madre omnipotencial al dividirse produce células madre pluripotenciales, capaces de convertirse en distintos tipos de tejido celular. El aumento cuantitativo de cada uno de estos tipos de tejidos conduce a la transformación cualitativa que consiste en la formación de órganos, conjugados conformando un organismo completo; es decir, en el caso de la especie humana, un ser humano. En todos estos estadios hay alguna forma de vida, pero no en todas puede hablarse de una vida humana individual y completa. Por las razones anteriores, la interrupción de un embarazo no puede considerarse la destrucción de un ser humano en acto, plenamente desarrollado. Un aborto realizado en condiciones seguras no es un asesinato. No podemos seguir esgrimiendo argumentos que responden a realidades culturales y científicas obsoletas, ya rebasadas, para tratar a las mujeres como ciudadanas de segunda categoría. No puede obligarse a una mujer a llevar a término un embarazo que amenaza su vida, o que conducirá al nacimiento de un ser con malformaciones, o que ella rechaza porque la concepción se produjo en circunstancias atroces. La sociedad colombiana de hoy se merece leyes conmensurables con las complejidades de las decisiones éticas que nuestro mundo contemporáneo nos exige enfrentar. Gabriela Castellanos Llanos Universidad del Valle