La seguridad de las centrales nucleares De la aproximación determinista a la metodología probabilista Agustín Alonso Santos DESCRIPTORES SEGURIDAD NUCLEAR PROTECCIÓN RADIOLÓGICA RIESGO NUCLEAR CUANTIFICACIÓN DEL RIESGO SEGURIDAD A ULTRANZA Objetivo y principios de la seguridad nuclear En cumplimiento de sus funciones estatutarias, el Organismo Internacional de Energía Atómica, OIEA, y el prestigioso Grupo Internacional sobre Seguridad Nuclear, INSAG, han venido publicando, desde su creación, fundamentos, requisitos y guías sobre la seguridad de las instalaciones y actividades nucleares. El último de estos documentos esenciales apareció en 2006 [1] con un amplio respaldo internacional. El documento establece que el objetivo fundamental de la seguridad es proteger a las personas y al medio ambiente de los efectos dañinos de las radiaciones ionizantes. En el caso de las centrales nucleares tales radiaciones proceden de los nucleidos radiactivos que se acumulan en el combustible y en los componentes, sistemas y estructuras de la central y que pueden ser liberados al medio ambiente en caso de accidente. Para satisfacer el objetivo fundamental se ha establecido un decálogo de principios sobre los que se han de basar los requisitos específicos de seguridad a seguir en el diseño y explotación de la central nuclear. Este decálogo se define en la tabla 1. Los principios se aplican en España como sigue. El Reglamento sobre Instalaciones Nucleares y Radiactivas [2] establece que la responsabilidad de la seguridad (Principio 1) recae sobre el titular de la autorización. En el caso de las centrales nucleares, la responsabilidad del titular termina cuando se transfiere formalmente a la organización de desmantelamiento. España dispone de un marco efectivo, legal y gubernamental (Principio 2) que emana de la ley 25/64 sobre energía nuclear [3] y de la ley 15/80 [4] sobre la creación del Consejo de Seguridad Nuclear, enmendada recientemente [5], que se han desarrollado en reglamentos, instrucciones y guías. El Consejo de Seguridad Nuclear es el órgano regulador in64 I.T. N.º 82. 2008 dependiente; con autoridad legal, competencia técnica y organizativa; con recursos humanos y financieros para hacer frente a sus funciones, que se pueden resumir en la capacidad para: a) proponer legislación y establecer instrucciones y normas relacionadas con la seguridad nuclear; b) vigilar el cumplimiento de los requisitos legales a través de los procesos de evaluación e inspección, y c) corregir cualquier desviación que se observe de los requisitos legales aplicables. En todos los casos, pero especialmente en las centrales nucleares, la seguridad es parte prominente de la gestión de la seguridad (Principio 3) a través de la cultura de la seguridad, la revisión continuada del nivel de seguridad1 y el análisis de la experiencia operativa.2 La cultura de la seguridad, aceptada de forma universal y muy arraigada en las centrales nucleares españolas, consiste en crear en la organización de explotación la conciencia de que la seguridad es un requisito significativo al que debe darse la importancia que merece. Los principios relativos a la justificación, optimación y limitación de los riesgos radiológicos (Principios 4, 5 y 6) constituyen la base del Reglamento sobre la protección sanitaria contra las radiaciones ionizantes [6]. La limitación legal de las dosis supone un límite superior de aceptabilidad, pero no es suficiente para asegurar la mejor protección disponible para cada caso. Son necesarios los tres principios tomados conjuntamente para conseguir el nivel de seguridad deseado. La vida operativa de una central nuclear puede llegar a 60 o más años. Los residuos radiactivos que produce pueden mantener su actividad durante mucho tiempo. El principio de la protección de las generaciones futuras (Principio 7) afecta de forma principal y directa a la gestión de los residuos radiactivos de vida larga y elevada actividad específica. Enresa es el organismo estatal creado para tal misión. TABLA 1 Los principios de la seguridad nuclear Principio 1 Responsabilidad de la seguridad nuclear Principio 2 Las atribuciones del gobierno Principio 3 Dirección y gestión de la seguridad Principio 4 Justificación de las instalaciones y de las actividades Principio 5 Optimación de la protección contra las radiaciones ionizantes Principio 6 Limitación de los riesgos individuales Principio 7 Protección de las generaciones presentes y futuras Principio 8 Prevención de accidentes Principio 9 Preparación y respuesta en caso de emergencia Principio 10 Acciones de protección para reducir riesgos radiológicos existentes o no regulados Fig. 1. Función de superación de los daños, y = f(x). En una central nuclear es necesario mantener un equilibrio neutrónico y un equilibrio térmico, que se encuentran acoplados a través de los coeficientes de reactividad. Para prevenir accidentes (Principio 8), el diseño del reactor ha de ser de tal naturaleza que el sistema, en su conjunto, sea estable, en el sentido de que cualquier perturbación de dichos equilibrios conduzca a otro estado estable. Sin embargo, errores de operación, fallo de equipos o sucesos externos extremos pueden iniciar situaciones accidentales. Además, se dota al reactor de salvaguardias administrativas y técnicas que, en caso de accidente, deben mantener el reactor apagado, el combustible refrigerado y la contención intacta, de modo que no se liberen materiales radiactivos al exterior. Es imprescindible disponer de un plan para caso de emergencia (Principio 9) que limite al máximo posible las consecuencias de una liberación accidental de radiactividad. El Plan Básico de Emergencia Nuclear [7], junto con los planes específicos de cada instalación, cumple satisfactoriamente este principio. R = {Ei, ƒEi, dEi, i = 1…nE}, Concepto y cuantificación del riesgo en la que j es el número de orden más pequeño para el que dEj > x. Resulta así una función escalón decreciente –a medida que crecen los daños, disminuye la probabilidad de que aparezcan daños mayores– que puede ser convertida en una función continua si el número de escenarios es muy elevado, como se representa en la figura 1. La representación se complica cuando se tienen en cuenta las incertidumbres asociadas a los valores numéricos de las frecuencias esperadas y de los daños, que dependen de un gran número de parámetros, algunos de los cuales tienen carácter aleatorio. Al final se obtienen curvas de superación que representan la situación más probable o cualquier otro percentil de la distribución. En la figura 1 el percentil del 50 % representa el valor más probable de la frecuencia esperada de un escenario accidental que origina un daño superior a x, mientras que los valores extremos tienen en cuenta las incertidumbres asociadas a la cuantificación de abscisas y ordenadas. La frecuencia esperada se suele medir en año-1, mientras que los daños en número de afectados. La gráfica no corresponde a un caso real. La preocupación, innata al ser humano, por la salud y el bienestar y la esperanza de que no se deterioren por ninguna causa, especialmente por causas tecnológicas fuera de su control, han dado lugar al concepto de riesgo y a su complemento la seguridad. El riesgo se define como la contingencia o proximidad de un daño y la seguridad es la ausencia o lejanía de un daño; son por tanto conceptos complementarios. Los conceptos anteriores se han podido expresar en términos matemáticos al traducir el concepto de proximidad, o de lejanía, por la probabilidad de que ocurra o no alguna circunstancia o escenario accidental que origine daño. La probabilidad de un escenario accidental puede también ser expresada por la frecuencia esperada,3 cuyo inverso es el tiempo medio esperado de retorno de tal escenario. En la práctica es preferible cuantificar el riesgo en lugar de la seguridad, ya que la frecuencia esperada de un suceso muy remoto es un número muy pequeño que puede ser expresado mediante potencias negativas de 10. En las formulaciones más modernas, el riesgo puede ser definido y cuantificado a partir de conjuntos de tres elementos: (1) en el que Ei representa el escenario i que conduce al daño4 dEi , mientras que ƒEi es la frecuencia esperada del escenario Ei . La formulación que suministra mayor información consiste en construir la función complementaria de la función de distribución del riesgo, también llamada función de superación de los daños. Se obtiene al representar en un sistema de coordenadas la frecuencia esperada de que se supere un daño superior al que se tome como referencia. Para ello, se ordenan los daños derivados de cada escenario de menor a mayor, de modo que dEi < dEi+1 para todo i = 1…, nE-1, valores que se representan en el eje de abscisas, x, o eje de los daños, mientras que en el eje de ordenadas, y, se representa la función F(x) = P(dE > x), que es la suma de las frecuencias esperadas de todos aquellos escenarios cuyas consecuencias sean mayores que x, es decir: nE F(x) = ∑ ƒEj , (2) j=1 I.T. N.º 82. 2008 65 La formulación que se presenta solo es cuantificable para circunstancias accidentales frecuentes y con daños bien conocidos. Para el caso de riesgos muy remotos o actividades muy seguras, el procedimiento no puede ser aplicado, ya que el método expuesto requiere la observación de muchos escenarios accidentales, que no han ocurrido en las centrales nucleares. Para resolver el problema se han creado dos procedimientos. El más sencillo consiste en establecer de forma determinista un conjunto de escenarios accidentales que se dan por ciertos; esta es la aproximación determinista. El otro, que aparece a partir de 1975, se basa en deducir de forma racional todos los escenarios accidentales posibles, inferir su frecuencia esperada y estimar los daños; esta es la metodología probabilista. La cuantificación del riesgo: La aproximación determinista En el año 1957, cuando las primeras centrales nucleares, de potencia modesta, unos 300 MWe, se encontraban todavía en las mesas de proyecto, un notable grupo de científicos norteamericanos estimó que los daños nucleares podían ser estimados de forma cuantitativa, pero no así las frecuencias esperadas de los accidentes [8]. Para resolver el problema crearon la llamada aproximación determinista a la seguridad. Se basa en definir un conjunto satisfactorio de escenarios accidentales que reflejen las bases de diseño de la instalación, de entre los que sobresale el accidente máximo previsible, y suponer que la probabilidad de tales accidentes es la certeza. Desde esta posición maximalista se diseña la central de modo que los daños producidos por cada uno de los accidentes base de diseño elegidos y, desde luego, por el accidente máximo previsible sean muy pequeños y, en todo caso, tolerables. Además, cualquier duda o falta precisa de conocimiento se compensa, como en otras ramas de la ingeniería, con factores de seguridad.5 Con esta aproximación se diseñaron, construyeron y se explotan las centrales nucleares del actual parque español y mundial. La aproximación determinista se asienta sobre principios fundamentales de seguridad, bien definidos [9]. El principio de la seguridad a ultranza se formula como sigue: A fin de compensar fallos mecánicos y errores humanos, se incorpora el concepto de seguridad a ultranza, que se centra en varios niveles de protección que incluyen barreras sucesivas a fin de prevenir el escape incontrolado de materiales radiactivos al exterior. El concepto incluye también la protección de las propias barreras, así como medidas adicionales para proteger al público y al medio ambiente de los daños que pudiesen resultar en el caso de que las barreras no fuesen completamente efectivas. El principio recibe también el nombre de defensa con profundidad o teoría de las barreras, especialmente en Francia. La aplicación del principio requiere la incorporación de diversos niveles de defensa, de modo que cualquier fallo aislado, o incluso fallos combinados en cualquier nivel de protección, no se propaguen y pongan en peligro los niveles consecutivos. Las defensas incorporadas, los objetivos asociados a cada uno de ellas y las salvaguardias incorporadas a los diseños de las centrales nucleares, se indican en la tabla 2. 66 I.T. N.º 82. 2008 TABLA 2 Los niveles de la seguridad a ultranza en las centrales nucleares Niveles Objetivo Medios Nivel 1 Prevención de fallos y comportamientos anormales Diseños redundantes y conservadores, elevada calidad en la construcción y explotación rigurosa Nivel 2 Detección de fallos y control del funcionamiento anormal Inclusión de sistemas de control, protección y vigilancia diseñados de acuerdo con criterios de seguridad Nivel 3 Incorporación de salvaguardias tecnológicas Control y procedimientos de operación de emergencia de los accidentes base de proyecto diseñados con criterios de seguridad Nivel 4 Control de los accidentes graves Adición de salvaguardias tecnológicas especificas y que superen las bases de proyecto previsión de la gestión integral de los accidentes graves Mitigación Nivel 5 de las consecuencias radiológicas de los escapes radiactivos Establecimiento de un plan de emergencia radiológica de acuerdo con criterios de protección universales TABLA 3 La matriz de la seguridad nuclear a ultranza Barreras de contención Vaina del combustible Barrera de presión del refrigerante Sistema de contención Salvaguardias tecnológicas Sistema de protección del reactor Salvaguardias del núcleo del reactor Salvaguardias de la contención Salvaguardias administrativas Asignación de responsabilidades Pirámide normativa Régimen de autorizaciones e inspecciones Los niveles 1 y 2 se refieren a la prevención y detección de fallos de los equipos durante el funcionamiento normal y en caso de transitorios operacionales esperados. El nivel 3 contempla los accidentes base de diseño y analiza las salvaguardias incorporadas para hacer frente a dichos accidentes, de entre los que sobresale la rotura súbita, tipo guillotina de las tuberías de recirculación del refrigerante. El nivel 4 contempla los accidentes que van más allá de las bases de diseño. Estos accidentes reciben el nombre de accidentes graves, que suponen el deterioro del núcleo del reactor, junto con la posibilidad del escape masivo de productos radiactivos en caso de fallo del sistema de contención. El accidente de TMI-2 demostró que era posible la fusión del núcleo, lo que engendró esta categoría, no completamente contemplada en los reactores diseñados con anterioridad al accidente. El nivel 5 constituye la última medida de seguridad y se refiere al establecimiento de un Plan de emergencia. La aproximación determinista se ha resumido en la tabla 3, en la que se identifican las barreras de contención, las salvaguardias tecnológicas incorporadas a la central y las salvaguardias administrativas establecidas legalmente. Las tres barreras de contención incluyen: la vaina hermética en la que se introducen las pastillas combustibles y retiene los productos de fisión; la barrera de presión del refrigerante que encierra los productos de activación, y el recinto de contención de la caldera nuclear que impide el escape incontrolado de productos radiactivos aun en caso de accidente. Las salvaguardias tecnológicas aseguran: la parada del reactor a través del sistema de protección; la refrigeración del núcleo por medio del sistema de aporte de refrigerante de emergencia, y la integridad del sistema de contención en caso de accidente. En caso de un accidente con pérdida de refrigerante se dispone de un conjunto de sistemas redundantes capaces de aportar agua al reactor, extraer el calor residual y mantener refrigerado el combustible impidiendo su deterioro. La contención de un reactor es una vasija hermética que alberga en su interior la caldera nuclear. Consta de una piel de hermeticidad de acero que impide el escape de productos radiactivos al exterior y de un blindaje de hormigón armado que impide el paso de la radiación. Es capaz de resistir las presiones y temperaturas que se engendrarían en caso de accidente y dispone de sistemas de retención segura de los productos radiactivos. Las salvaguardias administrativas definen: las responsabilidades del titular y del organismo de control; las normas y procedimientos a seguir en la explotación del reactor y el régimen de autorizaciones, vigilancia e inspecciones regladas. Fig. 2. Diagrama de sucesos. La cuantificación del riesgo: La metodología probabilista En el año 1975 aparece en los Estados Unidos un célebre documento titulado Reactor Safety Study [10]. En 14 volúmenes este estudio expone una metodología para estimar los riesgos inherentes a las centrales nucleares de acuerdo con la formulación que se expone en el apartado 2. Para ello es preciso definir todos los escenarios accidentales previsibles, deducir para cada uno de ellos las frecuencias esperadas de ocurrencia y estimar los daños. A partir de los dos parámetros cuantificables es posible obtener la función de superación de los daños y compararla con la función de superación tolerable.6 La identificación de los escenarios accidentales se hace de forma gráfica. Se comienza definiendo una lista de sucesos iniciadores cuya frecuencia esperada es conocida.7 Se trata de fallos de equipos, errores humanos o sucesos externos que perturban el equilibrio térmico o el equilibrio neutrónico del reactor más allá de los límites tolerables. Se han identificado más de cuarenta de estos sucesos iniciadores. Para responder a tales circunstancias se han incorporado salvaguardias tecnológicas redundantes, tales como el sistema de protección del reactor, el sistema de refrigeración de emergencia y el sistema de protección de la contención, que tratan de mantener el reactor apagado, el combustible refrigerado y el sistema de contención intacto. Pero estas salvaguardias pueden o no cumplir su misión. Cada suceso iniciador desencadena un diagrama de sucesos como el de la figura 2, en el que se consideran las sucesivas actuaciones de las salvaguardias. El campo de los éxitos se define hacia arriba y el de los fracasos hacia abajo dando lugar a un diagrama que contiene tanto caminos de éxito como de fracaso; estos últimos son los escenarios accidentales, de los que se pueden identificar varios cientos, que originan consecuencias distintas. Para simplificar el análisis los caminos de fracaso se agrupan de acuerdo con la magnitud de los daños que producen. El ejemplo de la figura 2 se refiere a un suceso iniciado por Fig. 3. Diagrama de averías. pérdida pequeña de refrigerante; el suceso iniciador requiere la parada del reactor, la aportación del agua perdida mediante al menos uno de los dos sistemas de aporte de agua a alta presión y la extracción del calor residual. Se identifican dos caminos de éxito y cuatro fracasos que dañan el núcleo del reactor. La frecuencia esperada, ƒi , de un camino i de fracaso de la expresión (1) será el producto de la frecuencia esperada del suceso iniciador, ƒin , por el producto de las probabilidades de fallo, pj , de las n salvaguardias requeridas8 que no hayan cumplido con su misión; la frecuencia esperada se obtiene mediante la expresión: n ƒi = ƒin ∏ pj , (3) j=1 que requiere el conocimiento numérico de los valores representativos de las funciones que contiene.9 Las frecuencias esperadas de los sucesos iniciadores proceden de la experiencia operativa de la central en cuestión y de las centrales del mismo tipo y de los parámetros meteorológicos, hidrológicos y sísmicos del emplazamiento de la central. La probabilidad de que una salvaguardia no cumpla la misión para la que fue diseñada depende del fallo de sus componentes individuales y de la función que realiza cada componente en la salvaguardia. Existen bancos de datos de fiabilidad de los numerosos componentes involucrados. La probabilidad de fallo de la salvaguardia se lleva a cabo mediante diagramas lógicos cuantificables, como el representado en la figura 3. I.T. N.º 82. 2008 67 En esta representación, el suceso Xj identifica que la salvaguardia j no satisface la misión encomendada, y puede ser representado por la expresión n Xj = ∑ Mi , i=1 (4) en la que Mi es el llamado conjunto mínimo de corte que identifica los componentes individuales que han de fallar para que la salvaguardia no cumpla con su misión, es decir: m Mi = ∏ xj , j=1 (5) en la que xj representa el suceso fallo del componente10 j. La probabilidad de cada uno de los conjuntos mínimos de corte, en el caso de que los sucesos sean independientes, es igual al producto de las probabilidades de fallo de los componentes del conjunto. En el caso de números pequeños, la probabilidad de que el sistema no satisfaga la función de seguridad requerida es la suma de las probabilidades de cada uno de los conjuntos mínimos de corte. De esta forma es posible cuantificar la expresión (3) y completar el nivel I del análisis probabilista. El ejemplo de la figura 3 analiza el suceso “el reactor no se apaga de forma automática”. Para que eso ocurra deben fallar los sensores de temperatura y de potencia, ambos duplicados, o los dos sistemas de actuación que reciben la señal de parada, o el sistema de inserción de las barras de seguridad. Del diagrama se deduce que X = T1·T2:C1·C2+I1·I2+D. La probabilidad de fallo de los sucesos círculo se encuentra en los bancos de datos, mientras que los sucesos rombo deben ser desarrollados en nuevos diagramas hasta llegar a sucesos conocidos. Una segunda parte, nivel II, mucho más elaborada que la anterior, analiza los complejos fenómenos asociados a los escenarios accidentales con objeto de determinar, en primer lugar, el deterioro que produce el escenario en el núcleo del reactor y, en una segunda etapa, cuantificar el término fuente o potencial liberación de productos radiactivos al exterior, lo que supone el fallo del recinto de contención del reactor. En la figura 4 se representa un ideograma de los fenómenos asociados a los accidentes graves en los estudios probabilistas de nivel II. La primera fila representa los fenómenos que pueden tener lugar en el interior de la vasija del reactor: calentamiento y oxidación de las vainas seguidos de deformación y rotura a causa de la presión interior; fusión de los componentes estructurales y del combustible, escurrido y solidificación del fundido sobre las rejillas soporte a menor temperatura; formación de crisoles que contienen materiales fundidos, y rotura de las paredes del crisol soporte con vertido del fundido en el fondo de la vasija de presión. La segunda fila representa los fenómenos que pueden tener lugar en el exterior de la vasija del reactor: el material fundido puede llegar a perforar el fondo de la vasija; en el caso de que el material fundido se encuentra a elevada presión, el chorro se dispersa en pequeñas partículas que liberan productos radiactivos y calientan la atmósfera del recinto de contención; el hidrógeno liberado en la oxidación de las vainas del combustible puede deflagrar e incluso detonar de no tomar las medidas 68 I.T. N.º 82. 2008 Fig. 4. Ideograma de los fenómenos asociados a los accidentes graves en los estudios probabilistas de nivel II. de control oportunas; el fundido que se encuentre en la cavidad de la vasija interacciona con el hormigón generando gases y facilitando el desprendimiento de productos radiactivos, este fenómeno debe ser evitado refrigerando el material fundido. La tercera fila representa el comportamiento de los productos de fisión y su potencial escape al exterior. En las primeras fases del accidente se liberan los productos de fisión más volátiles a través de las vainas rotas; muchos de estos productos son retenidos en las propias estructuras del reactor; cuando llegan al recinto de contención quedan retenidos en las piscinas de borboteo de los reactores de agua en ebullición o en los sistemas de aspersión de los reactores de agua a presión. Si el recinto de contención ha mantenido su integridad los productos radiactivos liberados permanecen en su interior. En una tercera parte, nivel III, se estiman las consecuencias de tales liberaciones y se manipulan los resultados a fin de obtener las funciones de superación. Se comprende que el análisis que se ha expuesto de forma simplificada es en la práctica una tarea muy compleja; puede requerir hasta un millón de horas de trabajo de especialistas, ya que es necesario diseccionar la central para considerar los miles de componentes que constituyen la instalación, modelar y cuantificar los complicados fenómenos asociados a los accidentes y estimar las consecuencias radiológicas y económicas de los escapes radiactivos. El estudio original demuestra que los riesgos de las centrales nucleares son más de mil veces inferiores a los riesgos del resto de las actividades industriales de magnitud comparable. La situación actual Los estudios de nivel III solo se han realizado para unos pocos casos concretos en los Estados Unidos y en Alemania. En los demás casos los estudios solo han llegado hasta el nivel II, de donde es posible deducir dos parámetros esenciales: la frecuencia esperada de deterioro del núcleo, FEDN, y la frecuencia esperada, condicionada a la anterior, de un escape temprano y significativo de productos radiactivos, FETS. Estos parámetros sirven también para definir la seguridad de la instalación en estudio. El primer parámetro es la suma de los valores más probables de las frecuencias esperadas de todos los escenarios que conduzcan al deterioro del núcleo del reactor, con independencia de la magnitud del deterioro. El segundo parámetro es la suma de los valores más probables de las frecuencias esperadas de todos aquellos escenarios que supongan, además del deterioro del núcleo, la pérdida de la contención con liberación de más del 3 % del inventario radiactivo del núcleo en menos de 12 horas de iniciado el accidente. El grupo INSAG recomienda [11] que el primer valor sea inferior por reactor a una vez en diez mil años y el segundo inferior a una vez en cien mil años por reactor. Dicho grupo ha recomendado que tales valores se han de aumentar en un orden de magnitud para centrales de nuevo diseño. A pesar de la solidez científica, la metodología probabilista no ha desplazado a la aproximación determinista, a causa de las elevadas incertidumbres de algunos de los parámetros que entran en la cuantificación. Sin embargo, las dos metodologías se han combinado para introducir procedimientos de emergencia, perfeccionar la inspección y el mantenimiento de las instalaciones, realizar cambios idóneos de diseño y para introducir modificaciones en los procedimientos de operación, entre otros aspectos, bajo el concepto seguridad informada por el riesgo. Consolidada la metodología, todos los países con centrales en explotación decidieron aplicarla a las centrales nucleares que habían sido diseñadas en el marco de la aproximación determinista. El Consejo de Seguridad Nuclear así lo exigió con alcances crecientes [12]. En este momento todas las centrales nucleares españolas han completado tales estudios, que han sido formalmente aceptados por el Consejo. La frecuencia esperada de deterioro del núcleo y la frecuencia esperada de liberaciones tempranas y significativas de productos radiactivos se incluyen en la tabla 4. TABLA 4 Índices del riesgo de las centrales nucleares españolas obtenidos mediante la metodología probabilista Central Potencia (Mwt) Autorización explotación FEDN (año)-1 FETS (año)-1 Santa María de Garoña 1.381 1971 1,89E-06 5,27E-07 Almaraz 1 y 2 2.739 1982 y 1984 5,12E-06 3,76E-07 Ascó 1 y 2 2.941 1985 y 1986 2,92E-05 6,40E-07 Cofrentes 3.237 1986 1,27E-06 7,04E-09 Vandellós 2 2.941 1988 3,51-E05 3,96E-07 Trillo 3.010 1988 3,86E-06 1,27E-07 Los análisis han servido también para mejorar considerablemente algunos aspectos técnicos y también administrativos y para comprobar que la seguridad de las centrales del parque español está en línea con las de otros países más avanzados. Cabe concluir que los riesgos de las centrales nucleares son excepcionalmente pequeños y que la seguridad de las centrales nucleares del parque nacional es equiparable a la de otros países de nuestro entorno. ■ Agustín Alonso Santos Catedrático de Tecnología Nuclear Universidad Politécnica de Madrid Miembro de INSAG Notas Bibliografía 1. El llamado SISC, Sistema Integrado de Supervisión de las Centrales, es la metodología establecida por el Consejo de Seguridad Nuclear para la evaluación continuada de la seguridad de las centrales nucleares, cuyos resultados se hacen públicos. 2. El Consejo de Seguridad Nuclear dispone de una unidad operativa específica dedicada al análisis de la experiencia operativa de cuyos resultados da cuenta pública y transmite al Organismo Internacional de Energía Atómica. 3. En esta presentación se prefiere utilizar la frecuencia esperada de un escenario accidental. 4. Los daños pueden ser cuantificados por el número de víctimas producidas por el accidente, por el incremento de la tasa de aparición de distintos tipos de carcinomas o por el impacto económico del accidente. 5. El terremoto de Niigataken Chuetsu-Oki, que ocurrió en Japón el 16 de julio de 2007 superó las bases del diseño antisísmico de las ocho unidades de la central nuclear de Kashiwazaki-Kariva. Sin embargo, se ha podido comprobar que los componentes nucleares no han experimentado daños a causa de los elevados coeficientes de seguridad que se utilizaron en el diseño. 6. Algunos países han definido los límites tolerables de la función de superación, pero aún no existe un consenso internacional. 7. Tales valores se deducen del análisis de la experiencia operativa de las centrales nucleares que se analiza desde que la central comienza su explotación. La metodología probabilista esquematiza y fomenta tales análisis, que se incorporan a bancos de datos tanto generales como específicos de cada central. 8. También cabe incluir aquí los errores del personal de explotación, tanto errores de omisión como de comisión. 9. Tanto las frecuencias esperadas de los sucesos iniciadores como las probabilidades de fallo de los sistemas son distribuciones estadísticas que pueden ser representadas por el valor medio o la mediana de la distribución. 10. Por ejemplo, en un sistema muy simple para transportar agua de un lugar a otro que conste de dos bombas en paralelo y una válvula de descarga; el sistema no cumple su misión si fallan las dos bombas, conjunto mínimo doble, o la válvula falla a cerrada, conjunto simple. [1]. Organismo Internacional de Energía Atómica, Principios fundamentales de seguridad, OIEA, Viena 2006. [2]. Presidencia del Gobierno, Decreto 2869/1972, de 21 de junio, por el que se aprueba el Reglamento sobre Instalaciones Nucleares y Radiactivas. Enmendada por: Real Decreto 1836/1999, de 3 de diciembre, BOE nº 313, de 31 de diciembre de 1999. [3]. Jefatura del Estado, Ley 25/1964, de 29 de abril sobre energía nuclear, BOE, nº 107, de 4 de mayo de 1964. [4]. Jefatura del Estado, Ley 25/1980, de 22 de abril, de creación del Consejo de Seguridad Nuclear, BOE nº. 100, de 25 de abril de 1980. [5]. Jefatura del Estado, Ley 33/2007, de 7 de noviembre, de reforma de la Ley 15/1980, de 22 de abril, de creación del Consejo de Seguridad Nuclear, BOE nº. 268, de 8 de noviembre 2007. [6]. Presidencia del Gobierno, Real Decreto 53/1992, de 24 de enero, por el que se aprueba el Reglamento sobre Protección Sanitaria contra Radiaciones ionizantes. Enmendada por: Real Decreto 783/2001, de 6 de julio, BOE nº 178, de 26 de julio, 2001. [7]. Ministerio del Interior, Real Decreto 1546/2004, de 25 de junio, por el que se aprueba el Plan Básico de Emergencia Nuclear, BOE nº. 169 de 14 de julio 2004. [8]. US Atomic Energy Commission, Theoretical Possibilities and Consequences of Major Accidents in Large Nuclear Power Plants, WASH-740, 1957. [9]. International Nuclear Safety Advisory Group, Defence in depth in nuclear safety, NSAG-10. IAEA, Viena 1996. [10]. US Nuclear Regulatory Commission, Reactor Safety Study, WASH-1400, octubre de 1975. [11]. International Nuclear Safety Advisory Group, A Common Basis for Judging the Safety of Nuclear Power Plants Built to Earlier Standards. INSAG-8. IAEA, Viena 1995. [12]. Consejo de Seguridad Nuclear, Programa integrado de realización y utilización de los análisis probabilistas de seguridad, 1986. Reeditado y ampliado en 1998. I.T. N.º 82. 2008 69