Aborto legal por violación - Equidad de Género: ciudadanía, trabajo

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Revista electrónica ddeser no. 27
Aborto legal por violación. Reclamo desde los derechos humanos de las
mujeres. (Fuente: Boletina Mujer Saludable, Año IV, No. 1, febrero 2005, Red de
Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe, RSMLAC)
1. Violencia sexual como atentado a los derechos humanos de las mujeres
La violencia contra las mujeres, en sus distintas manifestaciones, refleja la
discriminación y sometimiento de que son objeto en la mayor parte de las
sociedades, donde se percibe una “naturalización” de este fenómeno. La región
latinoamericana y caribeña no es la excepción. Pese a sus graves efectos para la
vida y salud de las víctimas y sus familias, la violencia con sesgo de género no ha
sido enfrentada con decisión por los organismos públicos en términos de
prevención, sanción y reparación, lo que da cuenta de una brecha entre el
ordenamiento jurídico internacional y lo que se ha concretado a través de
legislaciones y normativas nacionales.
En este contexto, la violación sexual, que puede afectar a mujeres de todas las
edades y condición social, es la mayor expresión de poder y control puesto que
más allá de la significación sexual, se trata de un acto de sometimiento de la
voluntad y cuerpo de la víctima por medio de la fuerza y/o la coerción, afectando la
dignidad y los más elementales derechos humanos.
Las huellas de un ataque sexual son sin duda corporales: lesiones, infecciones de
transmisión sexual, embarazos indeseados, e incluso puede culminar con la
muerte. Además hay efectos en la salud mental a mediano y largo plazo, tales
como depresión, ansiedad, insomnio, pesadillas, sentimientos de humillación y
autoculpabilización, problemas sexuales. El lenguaje especializado habla de un
síndrome de estrés post traumático, inmediatamente posterior a una violación.
Asimismo, “la victimización sexual temprana puede dejar a las mujeres con menos
habilidades para protegerse a sí mismas, menos seguras de su valor y de sus
límites personales y más aptas para aceptar la victimización como parte de su ser
femenino (Heise, Pitanguy, Germain, “Violencia contra la mujer. La carga oculta de
salud”. OPS, 1994).
La violación sexual cobra especial gravedad cuando afecta a menores de edad -en
la vasta mayoría niñas atacadas por varones de su círculo familiar más cercano- a
causa de su condición de vulnerabilidad y dificultad para rechazar y denunciar el
ataque. En ciertos sectores sociales el incesto es considerado como parte de las
relaciones “normales” que se establecen entre un padre y su progenie, donde la
madre calla y acata y el padre, conviviente u otro familiar cuentan con total
impunidad para sus actos.
Un testimonio recogido informalmente en una investigación realizada en Colombia
señaló la siguiente explicación de un individuo que abusaba de su hija de cortos
años: “he gastado dinero en vestirla, alimentarla y educarla, no voy a dejar que
cualquier cabrón la aproveche antes que yo”. Otro caso difundido por la prensa
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chilena en días recientes, se refiere a un padre que violaba a sus hijas y las
obligaba a abortar, e incluso había cometido infanticidios reiterados tras los
abusos sexuales que se prolongaban durante años.
Así, muchas familias se reproducen en relaciones incestuosas que entremezclan
parentescos al mismo tiempo que sepultan para siempre el futuro de estas niñasmujeres, agredidas a veces tumultuariamente por parientes y sus amistades, y
cuyos dramas se pierden en el silencio social.
¿Qué significado tiene un embarazo resultante de una violación?
Un embarazo indeseado, impuesto por la fuerza, no constituye sino la
prolongación de la violencia, y contribuye a un mayor deterioro en la salud mental
de la mujer abusada. Por lo tanto, ningún discurso moral, ético ni religioso puede
justificar una gestación fruto de tal trasgresión a la integridad corporal y psíquica
de una mujer o niña. De allí que el acceso al aborto legal, seguro y proporcionado
gratuitamente por los servicios de salud públicos en casos de violación debe ser
una demanda política central en la agenda del movimiento de mujeres regional y
mundial.
En algunos países latinoamericanos y caribeños el acceso al aborto en casos de
violación está reglamentado. Tal es el caso de Brasil, donde a raíz de la presión
de las organizaciones feministas numerosos estados han incorporado estos
servicios a la red pública de salud. En otros, como México, también es legal en
algunos estados pero con serias dificultades para su puesta en práctica. El Grupo
de Información en Reproducción Elegida, GIRE, desarrolla en la actualidad una
vigorosa campaña de información pública para que las mujeres sepan que el
aborto por violación es un derecho y pueden exigirlo.
Por otra parte, numerosos países cuentan con normativas y protocolos para la
atención de víctimas de violencia sexual a quienes se les entrega anticoncepción
de emergencia para prevenir un embarazo cuando lo solicitan, al igual que
medicamentos para prevención de infecciones de transmisión sexual.
Lamentablemente, la generalidad de la región es la dificultad de que las
legislaciones que permiten causales de aborto impune estén reglamentadas y se
cumplan efectivamente, al igual que las normativas sobre la entrega de
anticoncepción de emergencia, pese a su reconocida eficacia para prevenir
embarazos en relaciones sexuales no protegidas.
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