CAPÍTULO 4 DIAGNÓSTICO RADIOLÓGICO Y POR IMAGEN ANGIOGRAFÍA PAPILAR Jaume Catalá, Octavio Pujol ECOGRAFÍA DEL NERVIO ÓPTICO Ferrán Mascaró, Daniel Elíes EXPLORACIONES NEURORRADIOLÓGICAS: TC Y RM Carlos Aguilera, José Luis Monfort EXPLORACIONES HEMODINÁMICAS: ECO DOPPLER Bernardo Sánchez Dalmau POLARIMETRÍA LÁSER DE LA CAPA DE FIBRAS NERVIOSAS Juan Manuel Ronchera, Víctor Menezo, Raquel Salas En el presente capítulo se estudiarán una serie de técnicas, radiológicas y no radiológicas, basadas en el estudio de la imagen, que nos pueden proporcionar una ayuda decisiva para el diagnóstico de las neuropatías ópticas (tabla 4-1). La utilidad clínica de algunas de ellas, como la angiografía y la ecografía oculares, la tomografía computarizada y la resonancia magnética nuclear, está plenamente establecida. Otras de introducción más reciente, como la ecografía Doppler y la polarimetría láser, pueden aportar en el futuro una valiosa contribución para el estudio y la interpretación de las afecciones del nervio óptico. do para su realización dos tipos de contraste: la fluoresceína sódica y el verde de indocianina. La fluoresceína sódica es un colorante altamente soluble que puede inyectarse por vía intravenosa en una solución de 10-20%. Tras su inyección, es posible registrar el tránsito normal por la papila, a través de las 4 fases de la angiografía fluoresceínica (AGF) (1,2): • Llenado profundo (fig. 4-1A) • Llenado superficial prepapilar (fig. 4-1B). • Llenado superficial epipapilar (fig. 4-2A) • Fluorescencia peripapilar tardía (fig. 4-2B) No se puede hablar de retraso en el llenado de algún sector de la papila antes de que se produzca la hiperfluorescencia de la coroides peripapilar, ya que la fluo- ANGIOGRAFÍA PAPILAR Esta prueba constituye un complemento de la exploración del fondo ocular y tiene un especial interés cuando existe una alteración hemodinámica o de permeabilidad a nivel de la irrigación papilar. Es también de utilidad en la diferenciación entre enfermedades retinianas y enfermedades del nervio óptico, empleanTabla 4-1. Técnicas de imagen adecuadas para el estudio de cada porción del nervio óptico • • • • Porción intraocular: AGF / ECO Porción intraorbitaria: ECO / RM / TC Porción intracanalicular: RM / TC Porción intracraneal: RM AGF = angiofluoresceingrafía / ECO = ecografía / TC = tomografía computarizada / RM = resonancia magnética nuclear Figura 4-1. AGF papilar normal. Relleno profundo (A): imagen hiperfluorescente difusa que corresponde al tiempo de llenado precoroideo de las regiones retrolaminar y laminar. Relleno superficial prepapilar (B): es el tiempo de llenado arterial de la porción prelaminar del disco óptico, coincide con el tiempo coroideo y en él se pueden identificar los vasos racemosos (procedentes de la circulación coroidea). 74 Neuropatías ópticas: diagnóstico y tratamiento Figura 4-2. AGF papilar normal (continuación). Relleno superficial epipapilar (A): aparecen los vasos superficiales, dependientes de la arteria central de la retina. Fluorescencia peripapilar tardía (B): en esta fase inconstante la papila muestra una hiperfluorescencia central rodeada de un anillo hipofluorescente, con hiperfluorescencia peripapilar. Figura 4-4. AGF de una foseta papilar. Hipofluorescencia precoz sectorial (A), que evoluciona hacia una hiperfluorescencia en tiempos tardíos (B), coincidiendo con la habitual disminución progresiva de la fluorescencia papilar. rescencia papilar en esta fase depende de las arterias ciliares posteriores cortas. Por su parte, el verde de indocianina es un derivado tricarbocianínico soluble en agua que resulta ideal para el estudio de la coroides, una estructura que recibe el 85% de la sangre que llega al ojo. La angiografía con verde de indocianina (VIC) nos ofrece 3 fases a su paso por el nervio óptico (3,4): • Fase precoz (fig. 4-3A) • Fase media (fig. 4-3B) • Fase tardía (fig. 4-3C) En la foseta papilar, la AGF demuestra una hipofluorescencia inicial y una hiperfluorescencia tardía (fig. 4-4). Puede asociarse un desprendimiento neuroepitelial que no se rellena de fluoresceína, a diferencia de la coroidopatía serosa central (6). Lo mismo sucede en la VIC, con un silencio angiográfico que se observa a lo largo de toda la prueba. Los colobomas muestran también una hipofluorescencia en fase precoz, una hiperfluorescencia por efecto ventana en fase tardía, y a veces ponen de manifiesto arterias ciliorretinianas que se rellenan durante la fase coroidea. A su vez, las drusas papilares son a veces autofluorescentes de forma Figura 4-3. VIC papilar normal. Fase precoz: llenado coroideo y llegada del contraste a las regiones prelaminar y laminar de la papila (A). Fase media: llenado de los vasos retinianos y de los vasos racemosos papilares (B). Fase tardía: la papila y los vasos coroideos son hipofluorescentes (C). (Caso del Sr. A. Margalef. Barcelona). Anomalías Papilares (1,5) Figura 4-5. Drusas papilares enterradas. Imagen oftalmoscópica de seudopapiledema (A) y autofluorescencia de las drusas (B), comprobada con los filtros excitador y barrera antes de la inyección del contraste para la AGF. Capítulo 4. Figura 4-6. Seudopapiledema (A), que se manifiesta en la AGF por una hiperfluorescencia nodular de bordes lobulados bien delimitados, sin difusión del contraste en los tiempos tardíos (B). espontánea (fig. 4-5) y durante la AGF muestran, al igual que otras variantes de seudopapiledema, una hiperfluorescencia sin fuga del contraste (1) (fig. 4-6). Diagnóstico radiológico y por imagen 75 Figura 4-7. AGF del papiledema por HTI. En un caso activo se hacen evidentes tanto la hiperfluorescencia progresiva de la papila como la difusión del contraste a partir de la misma (A). En un caso resuelto se constata un anillo de hiperfluorescencia peripapilar sin difusión del contraste en fase tardía, por alteración del epitelio pigmentario a este nivel (B). Edema de la Papila La AGF puede no aportar datos concluyentes para el diagnóstico en los estadíos iniciales del papiledema (1,5). En estadíos más avanzados se hace evidente una hiperfluorescencia con fuga del contraste (fig. 47A), a la que se asocian alteraciones vasculares con dilatación capilar y tortuosidad venosa. El estudio angiográfico permite en ocasiones una evaluación del grado de actividad de un papiledema en resolución y puede ser útil para la detección precoz de las recidivas. La presencia de un anillo de hiperfluorescencia tardía es indicativa de inactividad (fig. 4-7B). Asimismo, en algunos casos aparecen durante la AGF unas líneas estriadas horizontales, que alternan hiper e hipofluorescencia y corresponden a pliegues coroideos. La secuencia angiográfica en las papilitis es muy similar a la del papiledema, con una hiperfluorescencia progresiva y difusión tardía del contraste, por lo que no resulta una prueba útil para el diagnóstico diferencial entre ambas afecciones (7). No existe, en cambio, difusión del contraste en el seudoedema papilar consecutivo a la enfermedad de Leber. En la NOIA (8) se observa un llenado diferido a nivel del sector papilar isquémico, así como una hiperfluorescencia progresiva en dicho sector. Las formas consecutivas a una arteritis de células gigantes pueden presentar además un Figura 4-8. AGF de un hemangioma capilar del disco óptico. Captación intensa del contraste y difusión tardía del mismo a partir de la zona superotemporal de la papila, en donde asienta la lesión (Caso del Dr. W.F. Hoyt. California). retraso de llegada de la fluoresceína a la coroides peripapilar (9), que no se observa en los casos no arteríticos (ver capítulos 2 y 10). En cuanto a los granulomas papilares, debidos a sarcoidosis, tuberculosis o sífilis, la AGF demuestra una hiperfluorescencia tardía, pero con hipofluorescencia inicial, al contrario de lo que sucede con los tumores del disco óptico. Tumores Papilares (1,5) Los hemangiomas capilares se caracterizan por una hiperfluorescencia en las fases iniciales y una 76 Neuropatías ópticas: diagnóstico y tratamiento Figura 4-9. AGF de un melanoma maligno de la coroides con invasión papilar. En la fase precoz se observa el fenómeno de la doble circulación, coroidea en el interior del tumor y retiniana en los vasos suprayacentes. fuga del contraste en las fases tardías (fig. 4-8). En cambio, en la variedad racemosa la AGF pone de manifiesto grandes dilataciones vasculares con llenado venoso previo al llenado capilar, debido a la existencia de shunts arteriovenosos. El astrocitoma puede presentar autofluorescencia espontánea, a semejanza de las drusas papilares. Su abundante vascularización determina una hiperfluorescencia relativa en fases precoces que permanece constante y sin difusión del contraste. El melanocitoma muestra un silencio angiográfico, que se mantiene a lo largo de toda la prueba. Ello permite diferenciarlo del melanoma coroideo, caracterizado por alteraciones en el llenado precoz y una hiperfluorescencia tardía irregular con difusión intratumoral (10) (fig. 4-9). A su vez, el estudio con VIC puede descartar la presencia de vasos nutricios sugestivos de un melanoma primario o de una posible, aunque rara, trasformación maligna del melanocitoma (11). En el caso de las metástasis la AGF revela una hiperfluorescencia papilar progresiva con difusión masiva del contraste en fases tardías, así como, habitualmente, hemorragias en llama que bloquean la fluorescencia. Las metástasis coroideas y las leucemias y linfomas producen las imágenes de infiltración más espectaculares (12). Atrofia Óptica En las atrofias ópticas se observa una hipofluorescencia durante toda la prueba, cualquiera que sea la etiología de la lesión, aunque pueden existir hallazgos orientativos sobre la misma. Por ejemplo los vasos óptico-ciliares hacen sospechar un proceso tumoral a nivel del nervio óptico, como un glioma o un meningioma, o bien un papiledema crónico (1). El VIC permite trazar el trayecto de los vasos óptico-ciliares desde la cabeza del nervio óptico (CNO) hacia las venas coroideas (13). En muchos casos de atrofia óptica glaucomatosa aparece, además de la hipofluorescencia papilar mantenida, una hiperfluorescencia tardía por impregnación de la lámina cribosa. En el glaucoma de baja tensión (GBT) es posible observar asimismo una atrofia y una isquemia coriocapilar peripapilares, con zonas irregulares de hipo e hiperfluorescencia. ECOGRAFÍA DEL NERVIO ÓPTICO La ecografía (ECO) es un método exploratorio basado en la trasmisión de los ultrasonidos por las diferentes estructuras tisulares (14). Cuando los ultrasonidos se propagan unidireccionalmente su velocidad depende de la densidad y la elasticidad del medio en que lo hacen, de modo que su propagación es eficiente a través de los sólidos y líquidos, deficiente en los gases y nula en el vacío. Al atravesar la superficie de separación entre dos medios de diferente densidad (interfase), una parte del haz ultrasónico sigue su trayecto a distinta velocidad, mientras que la otra parte se refleja. El coeficiente de reflexión depende de la diferencia entre las impedancias acústicas de ambos medios, las cuales representan las resistencias respectivas de los tejidos frente a los ultrasonidos. Precisamente, a partir de esta reflexión el transductor obtiene su información sobre las interfases estudiadas. A continuación se reseñan los diferentes métodos ecográficos utilizados en Oftalmología, aunque la exploración del nervio óptico está centrada en los dos primeros: • Método A: estudio unidimensional que obtiene inflexiones lineales sobre una línea isoeléctrica, cuya altura depende de la densidad ecogénica de las superficies de rebote (permite calcular distancias como el diámetro del nervio óptico). • Método B: estudio bidimensional que desplaza un emisor en movimiento de vaivén, efectuando un barrido constante sobre los diferentes medios. Capítulo 4. Figura 4-10. ECO en modo B de una órbita normal. La imagen hipoecogénica del nervio óptico destaca frente a la hiperecogenicidad de la órbita, motivada por su elevado contenido en grasa. La morfología cónica se debe a la mayor ecogenicidad del nervio a medida que las fibras nerviosas que lo forman pierden su mielina. • Método Doppler: se estudiará en otro apartado de este capítulo. • Ecografía de alta resolución: biomicroscopía ultrasónica que proporciona imágenes de alta resolución, de estructuras situadas por delante del cristalino, mediante transductores de elevada potencia. Por medio de la ECO se obtienen cortes transversales, sagitales y coronales tanto del globo ocular como del contenido orbitario, lo que permite examinar el nervio óptico y sus cubiertas meníngeas. El ECO A del nervio óptico diferencia picos correspondientes a las distintas capas meníngeas, señalando su grosor con escaso margen de error. El diámetro ecográfico normal del nervio varía entre 2,2 y 3 mm (media de 2,5 mm) (15,16). El ECO B, en un corte transversal, muestra el nervio óptico normal como un cono hipoecogénico de vértice escleral y base orbitaria (17) (fig. 4-10). En un corte coronal el nervio aparece redondeado, rodeado de un círculo claro hiperecogénico, y separado de la grasa orbitaria por una sombra anecogénica que corresponde al espacio subaracnoideo. El trayecto intraorbitario del nervio óptico es sinuoso, por lo que un segmento del mismo puede aparecer rectilíneo y el siguiente segmento desaparecer, según la dirección de la exploración. La papila, en condiciones normales, no es visible mediante ECO y se localiza de forma indirecta gracias a la imagen de la porción retrobulbar del nervio. Diagnóstico radiológico y por imagen 77 Figura 4-11. ECO en un ojo con un disco óptico oblicuo, que muestra una asimetría de la curvatura del polo posterior, debida a la ectasia inferonasal del globo ocular habitual en estos casos. Figura 4-12. ECO de un coloboma papilar. Su manifestación ecográfica consiste en una laguna de base anterior localizada en el vértice del nervio óptico, que puede alcanzar 8 mm de diámetro y se debe a la ausencia de tejido a este nivel. Anomalías Papilares Los discos oblicuos son anomalías congénitas que se pueden manifestar desde el punto de vista ecográfico como una gran alteración de la curvatura del polo posterior del globo ocular (fig. 4-11). Mediante la ECO, los defectos menores en el cierre de la hendidura embrionaria, como la foseta óptica, son difícilmente identificables en forma de pequeño vacío ecogénico asociado a la papila. En cambio, resultan más fáciles de diferenciar las malformaciones cavitarias mayores del nervio óptico, como los colobomas (fig. 4-12) y el síndrome de morning glory (fig. 4-13). También es posible distinguir las cavidades que constituyen a nivel del 78 Neuropatías ópticas: diagnóstico y tratamiento Figura 4-14. ECO de una drusa intrapapilar. La imagen hiperecogénica (A) va seguida de una sombra anecogénica, debida a la calcificación de la lesión. Dicha imagen persiste con ganancias más bajas (B), e incluso a 30 db, cuando todas las demás estructuras oculares ya han desaparecido (C). Figura 4-13. Síndrome de morning glory (A), que se manifiesta en la ECO como un extenso coloboma, en este caso con la presencia de una seudomembrana tapizando el fondo de la excavación (B). polo posterior del globo ocular los estafilomas peripapilares, con métodos ecográficos (18). Por su parte, las drusas papilares se distinguen como estructuras de 1-2 mm extremadamente hiperecogénicas, que resaltan en la profundidad de la CNO (fig. 4-14). Diversos estudios han demostrado, en comparación con la oftalmoscopía, la autofluorescencia y la TC, una mayor sensibilidad y especificidad de la ECO ocular en el diagnóstico de las drusas papilares (19). Esta exploración, por lo tanto, es de gran interés para el diagnóstico diferencial entre el papiledema y el seudopapiledema por drusas enterradas, y resulta además mucho menos agresiva al no producir radiaciones ionizantes (20,21). Edema de la Papila El papiledema se manifiesta ecográficamente como un pequeño eco situado delante del nervio óptico, que suele medir un máximo de 2 mm de grosor y 3 mm de diámetro (22) (fig. 4-15), en tanto que el espacio subaracnoideo que rodea al nervio puede aparecer dilatado (23). Este último signo resulta de utilidad a la hora de establecer la indicación para realizar una fenestración Figura 4-15. ECO de un papiledema, que aparece como un resalte previo a la cabeza del nervio óptico, con una atenuación similar a la de las estructuras del polo posterior. de la vaina del nervio óptico. Existen casos de elevación papilar patológica asociada a evidencia ecográfica de dilatación de dicho espacio, pero con registros repetidos de presión intracraneal normales (24). Por su parte, el edema secundario a papilitis tiende a ser más ecogénico que el papiledema (25) y con un discreto agrandamiento del vacío triangular. Se ha demostrado asimismo mediante ECO un aumento de diámetro del nervio en casos de neuritis ópticas con o sin edema papilar (26). Finalmente, la NOIA presenta hallazgos ecográficos semejantes a la papilitis, y en fase de atrofia óptica ambas afecciones son también difíciles de diferenciar, manifestándose a veces como una disminución del diámetro del nervio. Capítulo 4. Diagnóstico radiológico y por imagen 79 Tumores del Nervio Óptico Los hemangiomas tienen un comportamiento ecográfico característico. Así, en modo A se observa una espícula inicial correspondiente a la superficie anterior del tumor, seguida de una elevada reflectividad interna, sin sombra acústica posterior debido a los múltiples cambios densitométricos de la estructura tumoral y al elevado número de canales vasculares en su interior. En modo B se constata un tumor coroideo, redondeado y con gran capacidad de reflexión acústica interna (27). El melanocitoma es un tumor muy hiperecogénico que muestra un gran pico de hiperreflectividad en modo A. La ausencia de ángulo kappa en su interior permite establecer el diagnóstico diferencial con el melanoma maligno de la coroides (fig. 4-16). El glioma y el meningioma del nervio óptico se caracterizan por una pérdida de la regularidad de los márgenes del nervio, a la vez que el contenido se hace más ecogénico en el caso del glioma y menos en el caso del meningioma. Ambos tipos de tumores presentan con frecuencia un edema papilar asociado y mediante ECO A es posible observar un aumento en el diámetro del nervio óptico (4-8,7 mm) (28). Atrofia Óptica Cavernosa La excavación papilar consecutiva al glaucoma crónico se pone de manifiesto en la ECO como una laguna anecogénica situada por delante del nervio óptico. Este hallazgo se obtiene sólo en los casos de atrofia óptica muy avanzada y es indicativo de una profundidad de la excavación papilar superior a 0,5 mm. Figura 4-16. ECO de un melanoma de la coroides con invasión papilar En modo A se obtiene una onda alta y picuda con posterior pendiente de declinación pronunciada (ángulo kappa) y ecos intralesionales homogéneos. En modo B se observa una masa ecogénica prepapilar homogénea y bien delimitada que protruye hacia la cámara vítrea, con vacio ecogénico posterior sin ensombrecimiento orbitario, así como un marcado engrosamiento coroideo. detalles óseos y de forma limitada los tejidos blandos, ya que, de hecho, la RM es superior para la valoración de estos últimos. En la exposición que sigue hacemos mención de ambas técnicas cuando aportan datos de interés, y la ausencia de comentarios sobre una de ellas implica que no es técnica de elección o que ha sido desplazada por la otra. Para un recuerdo acerca de la anatomía del nervio óptico, ver el capítulo 2. La visualización neurorradiológica de las distintas porciones del mismo se expone en las figuras 4-17 a 4-20, así como sus relaciones con otras estructuras a los diferentes niveles. Principios de Ambas Técnicas Radiológicas EXPLORACIONES NEURORRADIOLÓGICAS: TC Y RM En la actualidad las exploraciones radiológicas indicadas para los pacientes en los cuales se sospecha una afección del nervio óptico, del quiasma o de las vías retroquiasmáticas, son la tomografía axial computarizada (TC) y la resonancia magnética nuclear (RM). La utilización de la radiología simple queda limitada a los traumatismos faciales cerrados y/o penetrantes, así como a algunas necesidades quirúrgicas. La TC permite estudiar de modo adecuado los La TC es un método de exploración basado en la detección de la atenuación que experimentan las radiaciones ionizantes o rayos X, al atravesar los diferentes tejidos. Con el apoyo de sistemas informáticos rápidos, permite obtener imágenes a partir de los valores numéricos de cada uno de los pixeles o voxeles en los cuales se dividen los cortes a obtener, tanto en el plano axial como en el coronal. Así pues, para cada tejido existe un diferente coeficiente de atenuación o densidad, de tal modo que la grasa orbitaria presenta una baja densidad o hipodensidad, mientras que el calcio del hueso es de alta densidad o hiperdenso. El nervio óptico en TC es 80 Neuropatías ópticas: diagnóstico y tratamiento Figura 4-17. RM, corte axial T1, de la anatomía normal. (1) nervio óptico intraorbitario con un límite hipointenso a la grasa intraorbitaria, que da un aspecto en raíl, siendo el nervio en su centro isointenso a la sustancia blanca; (2) arteria oftálmica; (3) y (4) músculos recto interno y externo; (5) nervio óptico intracraneal; (6) apófisis clinoides anterior neumatizada; (7) quiasma óptico; (8) y (9) cintillas ópticas; (10) pedúnculo cerebral; (11) colículo superior. de densidad intermedia o baja, isodenso con respecto al SNC o a la musculatura ocular extrínseca e hiperdenso a la grasa intracónica. Los espacios subaracnoideos no se diferencian y únicamente se obtiene una intensifica- ción de las capas meníngeas con el empleo del contraste yodado endovenoso (29). En RM clínica se utiliza la propiedad de los protones H1 (hidrógeno) existentes en los diferentes tejidos, sometidos a un potente campo magnético, junto con su capacidad de captar o ceder energía en forma de pulsos de radiofrecuencia. Dichos protones emiten una señal, la cual, estudiada por potentes sistemas informáticos en diferentes planos y en diferentes tiempos, produce las imágenes potenciadas en T1, en densidad protónica y en T2. Se realizan secuencias, que pueden ser «spin eco» o eco de spin (SE), potenciadas en T1, donde el humor vítreo aparece oscuro o hipointenso y la grasa orbitaria, blanca o hiperintensa (30). El SNC tiene una intensidad intermedia, diferenciándose la sustancia gris cortical, que es hipointensa respecto a la sustancia blanca. El LCR muestra una hipointensidad mayor, y existe una ausencia o vacío de señal en la cortical ósea y en las arterias o venas cuyo flujo sanguíneo es rápido. Estas intensidades se modifican si se utilizan secuencias potenciadas en T2, en las que tanto el humor vítreo como el LCR aparecen hiperintensos. Existen otras técnicas que son variantes de la SE, como la secuencia con supresión de la grasa STIR, en la cual Figura 4-18. RM, corte coronal T1 del trayecto del nervio óptico: (A) intraorbitario (1) es hiperintenso al espacio subaracnoideo perineural (2) e isointenso a los músculos extrínsecos. Por encima del nervio discurren la arteria oftálmica (3) y la vena oftálmica superior (4); (B) intracanalicular (5), en su trayecto por la porción del canal correspondiente al ala mayor del esfenoides (6); (C) intracraneal (7), adosado por dentro al techo del seno esfenoidal, se relaciona por arriba con la circunvolución recta (8) y por fuera con la apófisis clinoides anterior (9) y el sifón carotideo (10); (D) unión de ambos nervios ópticos para formar el quiasma (11), por encima de la hipófisis (12) y en situación medial respecto al sifón carotídeo (13) y al seno cavernoso (14). Capítulo 4. Diagnóstico radiológico y por imagen 81 Figura 4-19. RM, corte coronal STIR. El nervio óptico (1) es hipointenso, al igual que la sustancia blanca cerebral. El espacio subaracnoideo (2) contiene LCR, que es de alta señal, y la interfase entre éste último y la grasa intraorbitaria define claramente la presencia de la vaina neural (3) en forma de una banda de mayor hipointesidad. Los músculos extrínsecos (puntas de flechas) son discretamente hiperintensos. Figura 4-20. RM, corte sagital T1. El trayecto intraorbitario del nervio óptico (1) se relaciona con la arteria oftálmica (2) y en el vértice orbitario con los músculos extrinsecos (3), antes de penetrar en el canal óptico (4). En su trayecto intracraneal, el nervio se sitúa en la cisterna supraselar, y se prolonga por detrás con el quiasma óptico (5). ésta aparece hipointensa y el LCR es hiperintenso. La supresión de la hiperintensidad grasa se obtiene también en el estudio en T1 (T1-SPIR), que se completa además con la administración de gadolinio endovenoso, lo cual intensifica los posibles realces, tanto patológicos como normales (mucosa paranasal, seno cavernoso, etc.) (30). La intensidad del nervio óptico en RM varía según sea estudiado en imágenes T1, donde es similar a la de la sustancia blanca cerebral y del músculo, o bien en T2 o STIR, donde aparece isointenso a la sustancia blanca y rodeado de una lámina hiperintensa, correspondiente al LCR. La duramadre puede ser visible en T1 como una línea hipointensa, demarcada en razón de la hiperintensidad de la grasa intracónica, así como en imágenes T2 cuando son del tipo «fast», «turbo» y en STIR con supresión de grasa, dada la cantidad de tejido fibroso que contiene (31). La RM permite realizar estudios en cualquier plano ortogonal o en sus intermedios, a diferencia de la TC, que se ve limitada al plano axial, al plano sagital y al plano coronal (32). Así pues, es posible obtener imágenes de los nervios ópticos en los planos axial o transversal (fig. 417), coronal (33) (figs. 4-18 y 4-19) y sagital, e igualmente en planos inclinados siguiendo su recorrido (fig. 4-20), con cualquiera de las técnicas de RM antes descritas y tras la administración de gadolinio. Aunque la RM proporciona un examen más complejo, tiene limitaciones en relación con el tiempo de exploración, que es más largo, y, por lo tanto, aumen- tan las posibilidades de artefactos inducidos por los movimientos oculares, así como con un coste mayor y una menor disponibilidad. Tampoco hay que olvidar, las contraindicaciones absolutas, como los pacientes portadores de marcapasos o de prótesis endococleares y las relativas, como la claustrofobia, el embarazo o las dificultades relacionadas con los productos de maquillaje de cejas, pestañas u otros. A continuación se estudiarán los hallazgos que en las diferentes variedades de neuropatías ópticas aportan la TC y la RM, con especial énfasis en las técnicas de esta última que utilizan supresión grasa o inyección de contraste (34) (tabla 4-2). Anomalías Papilares La hipoplasia del nervio óptico, manifestada por una disminución del diámetro del mismo, ha sido detectada con el uso de la RM, sobre todo por medio de las imágenes coronales. En casos unilaterales se observa un aumento relativo del espacio subaracnoideo perineural (35), que aparece con su señal intensa característica en T2, sin alteración de la señal en el nervio propiamente dicho. La hipoplasia bilateral resulta más difícil de detectar, si se tiene en cuenta que algunos síndromes como la hipertensión intracraneal (HTI), pueden presentarse también con dilatación de los espacios perineurales (36). Tampoco debe ser confundida dicha dilata- 82 Neuropatías ópticas: diagnóstico y tratamiento Figura 4-21. TC orbitaria, corte axial, de un coloboma del nervio óptico, caracterizado por un ensanchamiento de la porción más distal del nervio óptico con penetración de la cavidad vítrea en la CNO. (Caso del Dr. JJ Gil-Gibernau). ción en casos de hipoplasia con las ectasias ligadas a la presencia de lesiones tumorales en el nervio óptico intracraneal y/o intracanalicular (37). La hipoplasia de los nervios ópticos se asocia a otras malformaciones del SNC, entre las que destaca la displasia septo-óptica de de Morsier (ver capítulo 6), caracterizada por una ausencia del septum pellucidum y una agenesia del cuerpo calloso. En los discos oblicuos el globo ocular presenta una ectasia de su sector nasal y un aplanamiento del sector temporal, claramente visibles por neuroimagen (38). Los colobomas del nervio óptico afectan a su tercio anterior y aparecen como un defecto o excavación en el polo posterior del globo ocular. Su comportamiento en TC es similar al de un quiste con un contenido de discreta hipodensidad (fig. 4-21), mientras que en RM son de discreta hipointensidad en T1, con marcada hiperintensidad en T2 y/o STIR. Estas malformaciones no presentan realces tras la administración de contraste en ninguna de las dos técnicas (39), y es de destacar su asociación con anomalías cráneo-faciales de la línea media, de modo especial con los encefaloceles transesfenoidales (ver capítulo 6) (40). Las drusas, al ser depósitos de material hialino, constituyen la causa más frecuente de calcificación en el disco óptico y se presentan en la TC como pequeñas Tabla 4-2. Hallazgos de la RM en las diferentes neuropatías ópticas Neuropatía óptica T2 + supresión grasa T1 + gadolinio Enfermedad de Leber ↑señal ↓tamaño realce en aguda Papiledema ↑anillo LCR realce Neuritis óptica ↑señal aguda-crónica realce en aguda Neuropatía óptica isquémica ↑señal tardío realce en arterítica Glioma óptico ↑tamaño ↑señal irregular no realce Meningioma del nervio óptico ↑tamaño nervio normal realce tumoral Compresión tumoral = o ↑señal ± realce Ectasia carotídea ↓tamaño ↑carótida no realce Infiltración tumoral N realce marginal Sarcoidosis ↑señal ↑tamaño realce marginal Neuropatía alcohol-tabáquica N no realce Neuropatía por irradiación N realce en aguda-crónica Capítulo 4. Diagnóstico radiológico y por imagen 83 Figura 4-22. TC orbitaria, corte axial, de unas drusas papilares calcificadas, que aparecen como zonas de densidad ósea localizadas en la parte más distal de ambos nervios ópticos. zonas de hiperdensidad, de unos 3 mm de diámetro, a nivel de la CNO (19,41) (fig. 4-22). Su visualización es difícil mediante la RM y, cuando son detectadas, aparecen con hipointensidad respecto del humor vítreo en densidad protónica y en T2 (42). Figura 4-23. RM cerebral, corte axial T2, de una HTI idiopática, que demuestra un acúmulo de LCR con dilatación del espacio subaracnoideo que rodea a ambos nervios ópticos, siendo el resto del examen cerebral normal. (Caso del Dr. J. Satorre). Papiledema En pacientes afectos de tumores intracraneales o de trombosis de senos venosos, así como en casos de seudotumor cerebral, el nervio óptico puede estar alterado en su morfología. Así, es posible observar (43) indentación posterior de la esclerótica, realce con el contraste y protrusión de la CNO en el vítreo, además de distensión del espacio subaracnoideo perineural, es decir, de la hiperintensidad perineural en T2 o STIR (fig. 4-23) (44). No obstante, su valoración resulta difícil al existir variaciones del diámetro del nervio en condiciones normales y patológicas (45), como por ejemplo, en la hipoplasia, por lo que se trata de signos poco específicos (43). Neuritis Óptica La neuritis desmielinizante es detectable por TC como un aumento del grosor del nervio óptico, con moderado realce tras inyectar el contraste, manifestación que es inespecífica. La RM es más sensible, sobre todo en el plano coronal (fig. 4-24), que permite detectar un numero más amplio de lesiones, tanto del nervio óptico como del quiasma y de la sustancia blanca (ver Figura 4-24. RM orbitaria, corte axial, de una neuritis óptica desmielinizante en fase aguda. El nervio óptico derecho muestra un realce tras la administración de gadolinio en secuencia T1 (A), así como un aumento de la señal cuando se examina en STIR (B). 84 Neuropatías ópticas: diagnóstico y tratamiento Figura 4-25. RM órbito-cerebral, corte axial densidad protónica, de una neuropatía óptica en el contexto de una vasculitis de Wegener, con engrosamiento marcadamente hipointenso de la vaina del nervio (flecha) asociado a paquimeningitis a otros niveles. capítulo 9). Durante la fase inicial se observa, en 3/4 de los pacientes con lesión única y en casi todos los diagnosticados de esclerosis múltiple (EM), un realce del nervio óptico en T1 con el gadolinio, más frecuentemente de localización retrobulbar y que decae a las 4-12 semanas (46). Durante las 4-8 semanas siguientes al inicio de los síntomas aparece una hiperseñal a nivel del nervio óptico, en la secuencias T2 rápidas o turbo y sobre todo en supresión de grasa STIR, pudiendo persistir largo tiempo después y acompañarse de signos de atrofia óptica. Desde el punto de vista fisiopatológico, Figura 4-26. RM órbito-cerebral, corte axial T1 con supresión grasa y gadolinio, en una paciente afecta de sarcoidosis. Se observa un realce intenso con el contraste de las porciones intraorbitaria e intracraneal del nervio óptico, así como de la glándula lagrimal, en la órbita derecha (Caso del Dr. W.F. Hoyt. California). los primeros hallazgos corresponderían a un aumento de permeabilidad de la barrera hemato-encefálica, mientras que las alteraciones más tardías se deberían al edema y a la gliosis consecutivas (47). En cambio, la desmielinización del nervio no es detectable mediante la RM. El pronóstico de recuperación visual no varía con la longitud o la localización de la zona de realce al contraste (48), pero es peor cuando la zona de aumento de la señal en el nervio es más larga o bien de localización intracanalicular (49). Ello se atribuye, en este segundo caso, a la compresión ósea que experimenta el nervio óptico inflamado dentro del canal óptico. El estudio por imagen por sí solo no permite, en muchos casos, establecer el diagnóstico diferencial de la neuritis óptica unilateral desmielinizante, que incluye la NOIA y las neuropatías ópticas relacionadas con infecciones y colagenopatías. Precisamente la neuritis óptica secundaria a vasculitis ha sido descrita en pacientes con un diagnóstico establecido de lupus eritematoso, artritis reumatoide, granulomatosis de Wegener o enfermedad de Behçet. El estudio por RM (50), de forma similar a las neuritis antes descritas, muestra un engrosamiento del nervio óptico con zonas de hiperintensidad en T2, uni o bilaterales, así como alteraciones de las meninges perineurales (fig. 4-25). El contraste endovenoso produce realce, aunque, al igual que sucede en la EM, no a nivel de todas las lesiones ni durante todo el curso de la enfermedad. La sarcoidosis del nervio óptico se manifiesta por un engrosamiento tubular, a veces lobulado y excéntrico del nervio, con afectación intraorbitaria, intracraneal e incluso del quiasma (51). Presenta un realce tras la administración del gadolinio en RM (fig. 4-26), pero tampoco constituye un hallazgo específico y debe ser valorado junto con otras pruebas diagnósticas (52). Por último, la perineuritis óptica (ver capítulo 9) es una entidad poco frecuente caracterizada por una inflamación de las meninges del nervio óptico. Desde el punto de vista neurorradiológico, plantea un diagnóstico diferencial con otros procesos que afectan simultáneamente al nervio y a su vaina, como son el glioma maligno, las leucemias, los linfomas y las metástasis (53). Neuropatías Ópticas Isquémicas La NOIA, durante la fase aguda, no presenta alteraciones en la RM a nivel del nervio óptico en su forma idiopática (NOIA-NA), mientras que en las formas consecutivas a arteritis de células gigantes (NOIA-A) Capítulo 4. Diagnóstico radiológico y por imagen 85 Figura 4-27. RM orbitaria, corte coronal STIR, de una NOIA no arterítica evolucionada, con un aumento de la señal en el nervio óptico afecto (derecho), y que no mostraba alteraciones en el estudio con gadolinio. el nervio puede mostrar un realce con el gadolinio (54). Ello se ha atribuido al carácter estrictamente microvascular de la NOIA-NA, frente a un proceso más difuso de vasculitis en la NOIA-A, con mayores posibilidades de disrupción de la barrera hemato-encefálica en este caso. Durante la fase crónica se observa un aumento de la señal en T2 (55) (fig. 4-27), reflejo probablemente de una degeneración neuronal anterógrada, y cuya aparición es mucho más tardía que en las neuritis ópticas. Tumores e Infiltraciones El glioma óptico benigno, con anterioridad a la introducción de la TC y de la RM, se identificaba mediante radiología simple por un aumento del diámetro del agujero óptico (56). La presentación clásica de este glioma en TC y RM, consiste en una lesión con mayor frecuencia fusiforme, que tiene un aspecto tortuoso y angulaciones sucesivas, isodenso al nervio óptico en TC. Con respecto a la RM, en T1 se muestra isointenso, con zonas hipointensas, correspondientes a la degeneración mucinosa. En T2 tiende a mostrar, en casos de NF-1, una señal hiperintensa, más patente a nivel de los márgenes del tumor, debido a la gliomatosis perineural asociada (57,58) (fig. 4-28). Tanto por parte del tumor como de la hiperplasia aracnoidea acompañante, el realce tras la administración del gadolinio suele ser muy moderado (30,59). Dada la tendencia de los gliomas a extenderse por la vía óptica, los estudios en estos casos deben comprender todo el cráneo, puesto Figura 4-28. RM orbitaria, cortes sagitales de un glioma óptico asociado a NF-1, causante de exoftalmos y atrofia del nervio óptico. (A) En T1 se observa un engrosamiento fusiforme, con una ondulación característica, que no alcanza el vértice de la órbita. (B) En T2 aparecen además zonas de hiperintensidad en la periferia de la lesión, debidas a gliomatosis aracnoidea perineural. que pueden afectarse el quiasma óptico (fig. 4-29), las cintillas y el nervio contralateral. La extensión hacia el quiasma produce depresión del surco quiasmático, aplanamiento del tubérculo selar y remodelación de la apófisis clinoides anterior, hallazgos que son mejor Figura 4-29. RM órbito-cerebral, corte axial T1-SPIR con gadolinio, de un astrocitoma de bajo grado causante de atrofia del nervio óptico izquierdo, al cual afecta desde el vértice orbitario hasta el quiasma óptico, sin mostrar realce al contraste (Compárese con la fig. 4-34). 86 Neuropatías ópticas: diagnóstico y tratamiento Figura 4-30. RM orbitaria, corte sagital T2, donde se observa una ocupación total de la órbita izquierda por un glioma del nervio óptico y neurofibromas en ramas de los nervios V ó VI, los cuales dificultan el diagnóstico por tratarse de formaciones nodulares múltiples con señal variable. Figura 4-32. RM orbitaria, corte coronal STIR, de un meningioma intraorbitario del nervio óptico izquierdo, causante de exoftalmos y edema papilar. Se caracteriza por una hiperseñal, de la que queda demarcada la vaina del nervio como un anillo hipointenso. evaluados por TC. Los gliomas del nervio óptico asociados a la NF con mayor frecuencia son bilaterales y afectan a las estructuras encefálicas adyacentes (58). Coinciden con otras lesiones del SNC, tales como hamartomas, astrocitomas, ependimomas, meningiomas, e incluso neurilemomas malignos (fig. 4-30). El glioblastoma maligno del nervio óptico es un tumor infrecuente, cuyo estudio requiere imágenes de RM con contraste endovenoso, pues en las fases iniciales el engrosamiento del nervio óptico no es muy evidente y el único signo detectable es su realce tras la inyección (fig. 4-31). Puede ser confundido con un pro- ceso inflamatorio, como una neuritis o una sarcoidosis y tiene tendencia a extenderse siguiendo las vías ópticas, con afectación del hipotálamo y del III ventrículo (60). Los meningiomas del nervio óptico, se diagnostican por TC y por RM, siendo el primario causa de aumento de su diámetro, por engrosamiento de la vaina meníngea. Este tumor es con mayor frecuencia de forma tubular (61) y engloba a veces al nervio en toda su circunferencia (fig. 4-32), dando una imagen en «raíl de tren», más evidente tras la administración del contraste, tanto con una técnica como con la otra. En TC (62) se presenta con isodensidad al nervio óptico y a los músculos, destacando zonas de hiperdensidad si existen calcificaciones (fig. 4-33), y con un realce del contraste intenso y homogéneo. A su vez, la RM demuestra en secuencias T1 y T2 una señal isointensa respecto al nervio óptico normal (63), si bien en raros casos un meningioma primario se presenta hipointenso en T1 e hiperintenso en T2, y algunas veces se objetiva un componente quístico. De especial interés son los estudios en secuencia T1 con supresión grasa y refuerzo de gadolinio, los cuales permiten observar una hiperintensidad de la zona tumoral, al contrario de lo que suele suceder con los gliomas (59). Estas secuencias tienen un interés añadido, para la detección de meningiomas intracanaliculares y para la estimación del grado de extensión intracraneal (64) (fig. 4-34). Dado que suprimen, además de la grasa, la medular ósea, queda como única hiperintensidad el componente meningiomatoso que se realza al gadolinio, con el nervio óptico isointenso en su interior. En cuanto Figura 4-31. RM órbito-cerebral, corte axial T1 con gadolinio, de un glioblastoma multiforme del nervio óptico izquierdo, el cual muestra un engrosamiento y un realce al contraste irregulares, que alcanzan al quiasma y la cintilla óptica. (Caso del Dr. I.W. McLean. Washington). Capítulo 4. Figura 4-33. TC orbitaria, corte axial, de un meningioma bilateral del nervio óptico con calcificaciones de la vaina, causante de atrofia óptica bilateral, en un caso de meningiomatosis intracraneal múltiple. a los meningiomas secundarios del nervio óptico, es decir, aquéllos que tienen un origen intracraneal, la TC en imágenes con algoritmo óseo ofrece una mejor información sobre las posibles reacciones de hiperostosis, características de estos tumores (65). Por lo que se refiere a los procesos compresivos intracraneales, el nervio óptico y, de forma más característica, la cintilla óptica, pueden presentar una hiperintensidad en T2 y/o STIR, que refleja un edema intraneural en casos de craniofaringioma (66). Este hallazgo permite diferenciar la mencionada lesión, frente a otros procesos tumorales de la región selar (ver capítulo 11), que no se manifiestan por la presencia de edema. Las metástasis son consecutivas a la extensión de un tumor intracraneal, o de una neoplasia a distancia. Se localizan en la CNO, siendo más infrecuente su localización retrobulbar, y se han descrito también compromisos del nervio óptico intracanalicular secundarios a metástasis óseas. Estas lesiones son isodensas en TC, isointensas en T1, y en ambas técnicas se realzan con el contraste endovenoso (67). Las neoplasias hematopoyéticas (leucemias, linfomas) pueden afectar al nervio óptico en forma de un engrosamiento difuso del mismo (fig. 4-35), y sus manifestaciones en TC y RM no se diferencian de las observadas en las metástasis (29). Otras Neuropatías Ópticas La RM pone en evidencia una reducción del diámetro de los nervios ópticos en la atrofia óptica dominan- Diagnóstico radiológico y por imagen 87 Figura 4-34. RM órbito-cerebral, corte axial T1 con gadolinio, de un meningioma plano del nervio óptico izquierdo causante de atrofia óptica. La cubierta meníngea del nervio se halla afectada desde el vértice orbitario hasta la región prequiasmática, mostrando realce al contraste por detrás de la apófisis clinoides posterior. (Compárese con la fig. 4-29). Figura 4-35. TC orbitaria, corte axial, de una infiltración del nervio óptico derecho, causante de edema papilar con engrosamiento difuso de la porción retrobulbar, en un niño con leucemia linfoblástica aguda (Caso del Dr. J.J. Gil-Gibernau). te (68), tal y como sucede en las atrofias ópticas de otras causas. Asimismo, en la neuropatía óptica de Leber se observa un realce inicial con el contraste y una hiperseñal a nivel del nervio óptico (69), de aparición tardía, que faltan en la denominada neuropatía óptica alcoholtabáquica (55). Estos hallazgos sugieren una afectación primaria, en el primer caso de la porción intraocular del nervio óptico, y en el segundo caso, de la retina, con implicación secundaria del nervio. Las lesiones traumáticas del nervio óptico (ver capítulo 13), que pueden llegar hasta su avulsión (70), son exploradas por TC, en razón de su inmediatez, observándose un exoftalmos y, 88 Neuropatías ópticas: diagnóstico y tratamiento permeabilidad de la barrera hematoencefálica y puede coincidir con alteraciones de señal uni o bilaterales en T2 a nivel del polo anterior del lóbulo temporal. EXPLORACIONES HEMODINÁMICAS: ECO-DOPPLER Figura 4-36. RM órbito-cerebral, corte axial, de una neuropatía óptica post radioterapia. El examen sin contraste en T1 y en T2 era completamente normal. En secuencia T1, tras la inyección del contraste se observa una zona de realce a nivel de la porción prequiasmática de ambos nervios ópticos, más acentuada en el derecho. a veces, una hiperdensidad en la grasa orbitaria por presencia de hematoma o sangre reciente (71). Estudiadas por RM es posible evaluar la afectación, no sólo del nervio, sino también del quiasma óptico, así como la posible repercusión contralateral. En la neuropatía óptica por irradiación, las alteraciones son observadas principalmente por RM entre los 6 meses y los 2 años, desde el inicio o la finalización de la misma. Los estudios sin contraste demuestran alteraciones mínimas de la señal en el nervio óptico detectables sólo en STIR, siendo en cambio llamativo el realce que el nervio o los nervios afectos presentan con el gadolinio (72) (fig. 4-36), y que tiende a desaparecer al cabo de algunos meses (73). Este realce neural se debe probablemente a un aumento de Existen diversos sistemas para la medición del flujo sanguíneo ocular y orbitario, los cuales son útiles para el estudio de los trastornos vasculares a estos niveles. Entre ellos están la medición del calibre vascular, la angiografía cuantitativa, la videoangiografía, la velocimetría de láser-Doppler, la fluorometría retiniana de láser-Doppler y la medición de la presión de perfusión ocular con la oftalmodinamometría o con la amplitud del pulso ocular (74). Durante la primera mitad del siglo XIX, Doppler propuso la utilización del cambio de frecuencia que experimentan diversos tipos de ondas al incidir sobre un objeto en movimiento para medir la velocidad del mismo. En la pasada década de los 80 fue introducida la imagen en ecografía Doppler-color y más recientemente la innovación del Doppler duplex, que permitió modificar la profundidad y amplitud del haz, hizo posible el estudio de los pequeños vasos. Su empleo en Oftalmología para la medición de la vascularización orbitaria y ocular data de principios de los años 90 (fig. 4-37). Consiste en una combinación de la ECO B, con la obtención de imágenes de las estructuras tisulares en escala de grises, y el movimiento de la sangre en los vasos sanguíneos representado en color, sobre la base de las frecuencias de Doppler (75). La intensidad del color varía en relación a la velocidad, y de acuerdo con la norma establecida, el movimiento hacia la sonda se representa en color rojo y el movimiento que huye de la sonda es de color azul. Aunque suele corresponder a las arterias y venas orbitarias, respectivamente, no es una representación del flujo arterial y venoso, sino de flujos que se aproximan o alejan de la sonda. Técnica y Mediciones Figura 4-37. (A) Doppler color Siemens Quantum 2000 CDI. (B) Técnica de realización del ECO Doppler. Con el paciente en decúbito supino y mirando al techo, se coloca la sonda sobre un lecho de sustancia gelatinosa con el párpado cerrado, intentando evitar presionar sobre el globo ocular. Se exploran la arteria oftálmica, la arteria y vena centrales de la retina, las arterias ciliares posterio- Capítulo 4. Diagnóstico radiológico y por imagen 89 res, y las venas orbitarias (sobre todo, la oftálmica superior) (fig. 4-38). Los parámetros que se obtienen de cada arteria explorada son el pico de velocidad sistólica (PVS) y la velocidad diastólica final (VDF), si bien estas mediciones no aportan información respecto a las características de la onda. Es por ello que se utilizan 2 índices (76), a saber, el Índice de Resistencia o relación de Pourcelot: (PVS-VDF)/PVS; y el Índice de Pulsatibilidad: (PVSVDF)/ Tmax (siendo Tmax el tiempo promedio del pico de velocidad). La reproducibilidad de los resultados varía entre diversos aparatos, así como entre diversos exploradores, por lo que cada uno debe establecer sus propios parámetros de referencia (77). Por otra parte, es difícil obtener datos de las venas orbitarias, siendo únicamente aplicable en clínica la inversión del flujo de la vena oftálmica superior con patrón arterial, que se observa en las fístulas arteriovenosas y se utiliza para la monitorización de la respuesta a la embolización. Aplicaciones en Patología del Nervio Óptico La ECO-Doppler se ha empleado para el estudio de múltiples procesos patológicos oftalmológicos, especialmente de causa vascular, como oclusiones de la ACR, NOIA (tanto arterítica (78) como no arterítica (74)), fístulas carótido-cavernosas, alteraciones tras la cirugía ocular o drusas del nervio óptico (fig. 4-39). Mención aparte merece su uso en la causa más frecuente de neuropatía óptica, el glaucoma (79,80), en cuyo caso se han descrito cuatro diferentes patrones de vascularización, relacionados con el aspecto del disco óptico (81). También se han estudiado las posibles correlaciones de las alteraciones vasculares con los defectos campimétricos (82). Es una técnica muy utilizada en la valoración del efecto de diferentes fármacos sobre la circulación retrobulbar (dorzolamida (83), latanoprost y timolol (84), antagonistas del calcio (85)). Asimismo, se ha descrito un aumento de las resistencias vasculares en el GBT (86). En cambio, no se han apreciado modificaciones en estos parámetros en pacientes con atrofia óptica de causa no vascular ni glaucomatosa (87). Finalmente, es preciso recordar que en pacientes con síndromes isquémicos oculares (amaurosis fugax, oclusión arterial retiniana), el uso de esta técnica no se limita a la región orbitaria, sino que se debe complementar la mayor parte de las veces con una exploración carotídea y cardíaca. Figura 4-38. ECO Doppler color. [A] Representación de las imágenes de la arteria central de la retina (ACR), la vena central de la retina (VCR) y una arteria ciliar posterior (ACP). [B] Representación de la arteria oftálmica. POLARIMETRÍA LÁSER DE LA CAPA DE FIBRAS NERVIOSAS El estudio de la capa de fibras nerviosas de la retina (CFNR) mediante polarimetría láser, que durante los últimos años ha adquirido relevancia en el diagnóstico precoz del glaucoma (88), tiene también su aplicación en el estudio de la patología no glaucomatosa del nervio óptico. Este método, rápido y objetivo, está Figura 4-39. Drusas intrapapilares evidenciadas por la ecografía B (A) y modificaciones del patrón vascular en la ECO Doppler producidas por la presencia de las mismas (B). 90 Neuropatías ópticas: diagnóstico y tratamiento por lo tanto, el cambio de polarización más reproducible (fig. 4-40). Diversos trabajos han demostrado una correlación alta entre las mediciones efectuadas por la polarimetría láser y los hallazgos anatómicos (94,95) a nivel del área peripapilar. No obstante, son escasas las publicaciones disponibles sobre la valoración de la CFNR con este método en las neuropatías ópticas no glaucomatosas, y a continuación presentamos los hallazgos de los estudios realizados por nosotros sobre los mismos. Figura 4-40. Exploración normal con polarimetría láser. Los haces superior e inferior de la CFNR se aprecian bien definidos, en colores cálidos, sin defectos aparentes. Las zonas azules se corresponden con áreas de menor espesor de la CFNR. basado en el cambio de polarización que sufre un haz de luz incidente al atravesar la CFNR. Dicha capa es una estructura birrefringente a nivel de las áreas tanto macular (89) como peripapilar (90) y el haz luminoso experimenta un cambio en su estado de polarización (retraso), proporcional a la cantidad de fibras retinianas atravesadas (91). El instrumento está dotado de un láser de barrido que proporciona una imagen de la papila, para enfocar correctamente, así como de un láser de diodo, que es usado como emisor de la luz polarizada. La mayor parte de los estudios (92,93) realizan las mediciones de la CFNR en una elipse situada a 1,75 DP, y de 10 pixeles de ancho, dado que en esa localización la distribución de las fibras parece ser más homogénea y, Figura 4-41. Polarimetría láser de una papilitis durante un brote agudo, en la que se aprecia un incremento del espesor de los haces de fibras nerviosas, con distribución normal de las mismas. Aplicaciones en Patología del Nervio Óptico Entre las anomalías papilares, la hipoplasia del nervio óptico conlleva una limitación importante para realizar la polarimetría, debido a la atrofia peripapilar, habiéndose encontrado además una desestructuración del patrón normal de las fibras peripapilares. Los discos oblicuos muestran una rotación de las fibras en sentido idéntico a la papila, sin defectos en los haces de las mismas. En las fibras de mielina yuxtapapilares se aprecia un defecto focal del espesor de la CFNR, que es probablemente un artefacto debido a una modificación de las propiedades birrefringentes de dicha capa inducida por la mielinización (96). Los casos de seudopapiledema sin cuerpos hialinos no presentan defectos en el espesor de las fibras nerviosas retinianas. En cambio, más de la mitad de los ojos con drusas papilares visibles se acompañan de defectos de las fibras, asociados a alteraciones campimétricas (97). En cuanto a las neuritis ópticas (98), si se trata de papilitis, existe en la fase aguda un incremento difuso del espesor de la CFNR (fig. 4-41), que falta en las neuritis retrobulbares. A partir de las 3-4 semanas empieza a detectarse un adelgazamiento progresivo de los haces de fibras secundario a su atrofia, unas veces generalizada (fig. 4-42) y otras sectorial, asociado a defectos de predominio central en los campos visuales y a incremento de las latencias en los PEV. La neuritis óptica consecutiva a EM se acompaña de una pérdida de fibras en la CFNR, casi siempre difusa, que es más importante cuando se han registrado 2 ó más brotes en un mismo ojo. Hay casos asociados con escotomas centrales sutiles, en los que no se objetivan defectos manifiestos con el polarímetro. En cambio, algunos pacientes asintomáticos y sanos, así como otros con enfermedad desmielinizante pero sin disminución visual subjetiva, presentan Capítulo 4. una reducción del espesor de la CFNR asociada a alteraciones de los PEV, lo que probablemente se debe a un brote de neuritis subclínica. La NOIA (99) cursa durante el episodio agudo con un incremento del espesor de la CFNR, por el edema presente, y a partir de la 3.ª semana se detecta una pérdida masiva de fibras nerviosas (fig. 4-43). Esta pérdida es progresiva hasta la práctica desaparición de las fibras lesionadas en pocos días, no habiéndose encontrado diferencias de grado entre los casos de origen arterítico y no arterítico. Las alteraciones campimétricas son congruentes con los resultados de la polarimetría, que demuestra una atrofia del haz superior con defectos altitudinales inferiores, atrofia del haz inferior con defectos altitudinales superiores y atrofia difusa en los restantes casos. Según nuestra experiencia, la polarimetría al inicio de una papilopatía aguda es poco útil para distinguir entre las diversas etiologías, pero trascurridas unas semanas se evidencia una pérdida de las fibras mucho mayor en la NOIA que en las neuritis ópticas. En casos de neuropatía óptica alcohol-tabáquica bilateral apenas encontramos anomalías en el estudio de la CFNR mediante la polarimetría láser, a pesar de la existencia de escotomas centrales o centrocecales relativos y de una palidez temporal de la papila. En cambio, en las neuropatías ópticas bilaterales tóxicas y compresivas constatamos una pérdida difusa de fibras, tanto de los haces superiores como de los inferiores. Asimismo, el estudio de los pacientes con una neuropatía óptica traumática (100) revela pérdidas masivas en la CFNR, que se correlacionan bien con las alteraciones campimétricas existentes (atrofia del haz superior con defectos inferiores y viceversa). Por lo que se refiere a las afecciones de la retina, hemos encontrado una pérdida global y casi completa de fibras nerviosas en la retinosis pigmentaria de larga evolución y en la oclusión de la ACR. En estos casos la polarimetría tan sólo nos confirma la pérdida irreversible de axones existente, y no aporta datos diagnósticos. Sí, en cambio, puede resultar útil para el diagnóstico diferencial con las maculopatías, ya que estos casos se presentan con escotomas centrales en el campo visual y valores normales del espesor de la CFNR. En conclusión, la polarimetría láser aporta como ventajas la elevada correlación con los hallazgos campimétricos en las neuropatías isquémicas y traumáticas, así como la posibilidad de detectar casos de neuritis que han pasado inadvertidos al paciente. Entre sus Diagnóstico radiológico y por imagen 91 Figura 4-42. Polarimetría láser del mismo ojo de la fig. 4-41, 3 meses después de la papilitis, que muestra una pérdida evidente de las fibras nerviosas, tanto en el haz superior como en el inferior. Las flechas blancas indican las zonas de atrofia. Figura 4-43. Polarimetría láser de una NOIA no arterítica que, trascurrido el episodio agudo, demuestra una atrofia generalizada de las fibras nerviosas. inconvenientes están la menor sensibilidad frente a la campimetría en las lesiones centrales, la dificultad de correlacionar defectos de la CFNR y del campo en las neuropatías no isquémicas ni traumáticas y la ausencia de alteraciones iniciales en la neuritis retrobulbar. BIBLIOGRAFÍA 1. Menezo JL, Díaz M, Marín F (eds.). Atlas de Angiografía Fluoresceínica. Milano: Fogliazza, 1990: p. 207-84, 60810, 643-98, 739-830. 2. García Campos J, Morillo MJ, Cilvetti A. Curso básico de Angiografía Fluoresceínica. LXXV Congreso de la S.E.O. Torremolinos, 1999. 92 Neuropatías ópticas: diagnóstico y tratamiento 3. 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