MENSAJE Nuestro modo de proceder PEDRO ARRUPE, S.J. lo he sido de Cristo»( 1 Cor 11. 1). Ya que no pueda decirlo físicamente como San Juan, al Arrupe, Superior general de la Compañía de menos quisiera poder proclamar con el ardor que me conceJesús, muerto en 1992, nos muestra un modo de das, «do que he oído, lo que he visto con mis ojos, lo que he vivir y presentar el evangelio al hombre de hoy. El tocado con mis manos acerca de la palabra de Vida; pues la Vida se manifestó y yo lo he modo de proceder de Jesús es el único camino visto y doy testimonio». Que yo pueda senlir con lus que tiene la Iglesia para ser fiel a su maestro en sentimientos, los sentimientos de lu Corazón con que amabas nuestra sociedad. Ojalá podamos comprenderlo al Padre y a los hombres. Jamás nadie ha tenido mayor caridad en medio de los debates en que hemos de decir que Tú, que diste ki vida por tus amigos, culminando con tu una palabra de salvación. muerte en cruz el total abatimiento, «kenosis», de tu encarnación. Quiero imitarte en esa interna y suprema disposición y también en tu vida de cada día, actuando, en lo posible, Esta larga oración compuesta por el P. Pedro como Tú procediste. Enséname tu modo de tratar eñor: meditando he descubierto que el ideal de nuestro modo de procederes el modo de proceder tuyo. Por eso fijo mis ojos en Ti, los ojos de l:i fe, para coniemplar tu figura tal cual aparece en el Evangelio. Yo soy uno de aquellos de quienes dice San Pedro: «a quien amáis sin haberle vislo, en quien creéis aunque de momento no le veáis» (1 P 1,8). Seftor, Tú mismo nos dijiste: «os he dado ejemplo para que me imitéis» (,ln 13, 15). Quiero imitarte hasta el punto que pueda decir a los demás: «sed imitadores míos, como yo S con los discípulos, con los pecadores, con los niños, con los fariseos, o con Pilatos y Herodes; también con Juan Bautista aun antes de nacer y después en el Jordán. Como traiaste con tus discípulos, sobre todo los míís íntimos: con Pedro, con Juan y también con el traidor Judas, Comunícame la delicadeza con que les trataste en el lago de Tiberíades preparándoles de comer, o cuando les lavaste los pies. Enséñame a ser compasivo con los que sufren; con los pobres, con los leprosos, con los ciegos, con los paralíticos; muéstrame cómo manifestabas tus emociones profundísimas hasta derramar lágrimas; o como cuando sentiste aquella mortal angustia que te hizo sudar sangre e hizo necesario el consuelo del ángel. Y, sobre todo, quiero aprender el modo como manifestaste aquel dolor máximo en la cruz, sintiéndote abandonado del Padre. Ivsa es la imagen tuya que contemplo en el Evangelio: ser noble, sublime, amable, ejemplar; que tenía la perfecta armonía entre vida y doctrina; que hizo exclamar a tus enemigos «eres sincero, enseñas el camino de Dios con franqueza, no te importa nadie, no tienes acepción de personas»; aquella manera varonil, dura para contigo mismo, con privaciones y trabajos; pero para con los demás lleno de bondad y amor y deseo de servirles. Eras duro, cieno, para quienes tienen malas intenciones; pero también es cierto que con tu amabilidad atraías a las multitudes hasta el punto que se olvidaban de comer; que los enfermos estaban seguros de lu piedad para con ellos; que tu conocimiento de la vida humánate permitía hablar en parábolas al alcance de los humildes y sencillos; que ibas sembrando amistad con todos, especialmente con tus amigos predilectos, como Juan, o aquella familia de Lázaro, Marta y María; que sabías Henar de serena alegría una fiesta familiar, como en Cana. Enséname tu modo de mi- , <W«m 1994 MENSAJE P. Pedro Arrupe, S.J. rar, como miraste a Pedro para llamarle o para levantarle; o como miraste al joven rico que no se decidió a seguirte; o como miraste bondadoso a las multitudes agolpadas en torno a Ti; o con ira cuando tus ojos se fijaban en los insinceros. Quisiera conocerte como eres: tu imagen sobre mí bastará para cambiarme. El Bautista quedo subyugado en su primer encuentro contigo; el centurión de Cafarnaúm se siente abrumado por tu bondad; y un sentimiento de estupor y maravilla invade a quienes son testigos de la grandeza de tus prodigios. El mismo paso sobrecoge a tus discípulos; y los esbirros del Huerto caen atemorizados. Pílalos se siente inseguro y su mujer se asusta. El centurión MENSA]EN'*31, agoste 1994 que te ve morir descubre tu divinidad en tu muerte. Desearía verte como Pedro, cuando sobrecogido de asombro tras la pesca milagrosa, toma conciencia de su condición de pecador en tu presencia. Querría oír tu voz en la sinagoga de Caiarnaúm, o en el Monte, o cuando te dirigías a la muchedumbre «enseñando con autoridad», una autoridad que sólo del Padre le podía venir. Haz que nosotros aprendamos de Ti en las cosas grandes y en las pequeñas, siguiendo tu ejemplo de total entrega al amor al Pat dre y a los hombres, hermanos nuestros, sintiéndonos muy í cerca de Ti, pues te abajaste hasta nosotros, y al mismo tiempo tan distantes de Ti, Dios infinito. Tu constante contacto con tu Padreen la oración, antes del alba, o mientras los demás dormían era consuel o y al i cnto para predicar el Reino. Enséñanos tu «modo» para que sea «nuestro modo» en el día de hoy y podamos realizar el ideal de Ignacio: ser compañeros tuyos, «altcr Christus», colaboradores tuyos en la obra de la redención. Pido a María, tu Madre Santísima, de quien naciste, con quien conviviste 33 años y que tanto contribuyó a plasmar y formar tu modo de ser y de proceder, que forme en mí y en todos los hijos de la Compañía, otros tantos Jesús como Tú. • La «larga marcha» de Mateo hacia el sacerdocio La ordenación del P. Mateo Chu Lide, S.J,, fue la única oportunidad de festejar y pagar tributo a la madre ya los hermanos de una vieja familia Católica de Shanghai, que ha vivido con extraordinario coraje la fe de la Iglesia Católica. En 1988, Mateo obtuvo permiso de abandonar China para acompañar al cardenal Gong Bingmei a los Estados Unidos para un tratamiento médico. Allí entró a la Compañía de Jesús v cuando terminó el noviciado y los estudios teológicos en Taiwán, se ordenó sacerdote en Taipei, el 9 de enero de 1994. Pero esto es sólo una parte de su historia. Mateo era un seminarista de 22 años en el Seminario Mayor de Shangai. Fue arrestado en la famosa noche del 8 de septiembre de 1955 cuando fueron encarcelados el obispo de Shanghai, ahora cardenal Gong Bingmei, con otros conocidos sacerdotes y muchos estudiantes seglares. Y durante los 24 años siguientes (hasta agosto de 1979) Mateo vivió en la cárcel o en varios campos de trabajo en la provincia de Anhui. Los otros seis hermanos de Mateo estuvieron también varios años en la cárcel. El hermano mayor, P. Francisco Xavier Chu Shude, S.J., murió en un campo de prisioneros en 1983 después de 30 años de cautiverio. Fue un gran pastor y no son pocos los católicos deShanghai que lo veneran como mártir. El más joven de las hermanos, P. Chu Jude, S.J., también estuvo privado de libertad durante 30 años. Entre todos tos hermanos Chu suman 163 años detrás de los barrotes en China comunista. En medio de todos estos años de desolación, la madre, la señora Chu Tingting, que estuvo prácticamente abandonada y medio ciega, se ganó la admiración de los católicos perseguidos de la comunidad por su fortaleza espiritual, su amor a la Iglesia y su confianza en Dios. Por una especie de milagro obtuvo permiso para viajar con alguno de sus hijosy dos nueras desde Shangai a Taipei para asistirá la ordenación desu hijo Mateo. Durante la Misa, la anciana señora, que ahora tiene 93 años, estuvo serenamente sentada en su silla de ruedas. Y cuando el nuevo sacerdote se arrodilló ante ella para recibir la casulla, toda la asamblea de la Iglesia de ta Sagrada Familia, puesta en pie, estalló en una cerrada ovación. Jtm MEflSíVEN'431, agpsto 1994