trabajo

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CAPÍTULO 7
Una observación heterodoxa del
complejo, híbrido e inestable régimen
de acumulación de Argentina
E
l recorrido realizado hasta aquí lleva a concluir que no
existen consensos generalizados con respecto a las explicaciones causales entre los procesos de distribución del ingreso,
acumulación y crecimiento económico. Sin embargo, en todos
los casos se coincide en que la intersección es el proceso de
ahorro. El ahorro depende primariamente de la distribución
del ingreso en tanto se define en relación con el ingreso no
consumido, y representa la parte del ingreso disponible para
acumularse como riqueza para procesos de producción futuros.
Ese ahorro puede destinarse a financiar el proceso de inversión
reproductiva que, al incorporarse al stock de riqueza, aumenta
el potencial de crecimiento de la economía.
En cualquier caso, no todas las teorías coinciden siquiera en
la importancia de la inversión para el proceso de crecimiento
económico. Para el pensamiento ortodoxo, la fuente de crecimiento sostenido es el progreso técnico, y en todo caso la
inversión interesa en el corto plazo, en la transición hacia el
equilibrio de largo plazo y como portadora de progreso técnico.
El pensamiento heterodoxo entiende que hay una relación
estrecha entre distribución del ingreso y crecimiento económico. Diferentes corrientes no coinciden en la naturaleza de
esa relación y en el carácter más o menos conflictivo entre
una distribución del ingreso favorable a los ingresos laborales
y el eventual impacto en el gasto de inversión. La teoría de la
demanda efectiva es una referencia clara en estos temas.
186
RUBÉN M. LO VUOLO
1. La teoría de la demanda efectiva
La teoría de la demanda efectiva es una teoría general del
funcionamiento del sistema económico integrada con una teoría
del ciclo económico. Su formulación original tiene una preocupación práctica de corto plazo: la crisis de los años treinta y sus
efectos devastadores en el desempleo masivo y en el aparato
productivo. La preocupación está puesta en los determinantes
del empleo y del nivel de ingreso, considerando que la distribución del ingreso es un dato exógeno que puede cambiar en el
más largo plazo pero por elementos que no están considerados
en su esquema explicativo.
En principio dentro de este sistema teórico no se considera
la posibilidad de ejercicio de violencia monetaria que provoque
bruscas transferencias de ingresos con medidas como la hiperinflación, devaluaciones bruscas o pesificación asimétrica. El
escenario sobre el cual razona es el del ciclo económico autoreforzado por su forma de adaptación a un entorno recesivo,
particularmente a partir del modo en que se genera insuficiencia de demanda por expectativas desfavorables con respecto
al futuro.
Ese entorno explica su falta de consideración de restricciones al crecimiento económico por el lado de la oferta. La
preocupación está puesta en observar el comportamiento de
una economía con exceso de oferta en el mercado de bienes y
servicios tanto de consumo como de inversión. La consiguiente
insuficiencia de demanda genera caída de los precios, pérdidas,
exceso de capacidad productiva y desempleo involuntario de
la fuerza de trabajo. Este escenario provoca la conformación
de expectativas negativas sobre el futuro que, en ausencia de
políticas adecuadas, refuerza el ciclo recesivo.
1.1. La formación de expectativas,
los precios relativos y la distribución del ingreso
Para revertir esas expectativas desfavorables, no puede
esperarse mucho del gasto de consumo, porque su proporción
sobre el ingreso es estable y sus determinantes no cambian
mucho en el corto plazo. El enigma debe resolverse observando
los determinantes del gasto en inversión, que es el componente
CAPÍTULO 7
187
más inestable de la demanda efectiva y que, además, tiene efectos multiplicadores para el empleo y el ingreso.
Su razonamiento busca explicar que el inestable gasto
en inversión no está limitado por el ahorro, como opinan los
neoclásicos, sino por la decisión empresaria para gastar y por
la disponibilidad de liquidez para hacerlo. Reducir esta incertidumbre y generar liquidez es el modo de revertir esas expectativas desfavorables, para lo cual el gasto público en inversión
es un modo adecuado de suplir la insuficiencia de demanda y
estabilizar un gasto inestable.
Además, la política económica debería también tener en
cuenta que la demanda efectiva depende de la correcta relación
entre tres variables independientes que reflejan la conducta de
los agentes: propensión marginal al consumo, preferencia por la
liquidez y eficacia marginal del capital. La política económica
debería estimular comportamientos para establecer relaciones
adecuadas entre estas variables y para ello es útil tanto la política monetaria como la fiscal.
Los pensadores de la teoría de la demanda efectiva no
sugieren que estos objetivos deban buscarse imponiendo un
determinado sistema de precios relativos. Es más, Keynes sostenía que el aumento autónomo de los salarios nominales no
era bueno para la estabilidad del sistema económico, y que el
impacto más probable del manejo del salario nominal como
política distributiva y de estímulo de la demanda sería mayor
inestabilidad del sistema y una re-distribución de ingresos entre
los propios trabajadores ocupados.
Hay elementos para suponer que Keynes recomienda buscar
una mejor redistribución de ingresos por medio de la política
fiscal. Si bien entiende que es difícil hacerlo en el corto plazo,
su opinión es que por esta vía se puede afectar la propensión
al consumo (y al ahorro) de los distintos grupos de perceptores
de ingresos. Esto también puede deducirse de la observación de
aquellos elementos que Keynes indica como determinantes de
la propensión al consumo (y al ahorro), muchos de los cuales están vinculados a las instituciones típicas de los sistemas
nacionales de protección social que buscan absorber los riesgos
de las personas frente a las contingencias sociales.
Kalecki complementa este razonamiento explicando que los
límites a la distribución de ingresos por vía del aumento de sala-
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RUBÉN M. LO VUOLO
rios no son sólo económicos sino también políticos. Dados los
mecanismos de formación de precios de los distintos sectores,
el impacto más probable de un aumento de los salarios nominales sería el aumento de los precios y el veto de los capitalistas
que dejarían de invertir y no financiarían al Estado (evadiendo
tributos, fugando capitales, etc.). Los márgenes para aumentar
salarios serán mayores si existe “ilusión monetaria” con inflación moderada o si la competencia entre firmas pone límites al
traslado de salarios a precios.
Claramente, éste no es el escenario del sistema económico
y social de Argentina. Entre otras cosas, la experiencia inflacionaria debilitó la ilusión monetaria y los mercados concentrados
son un escenario propicio para el traslado de aumentos salariales de los sectores formales a precios y/o ajustes de cantidad
(sub-contrataciones, etc.). Así se producen alteraciones de la
distribución de ingresos entre los propios trabajadores, con marcada dispersión entre los diferentes grupos tanto de ingresos
como de cobertura laboral y de seguridad social.
1.2. La actividad fiscal y los balances
macroeconómicos
La teoría de la demanda efectiva no promociona el déficit
fiscal más allá de las necesidades del corto plazo de revertir
la recesión. Y esto es así porque el déficit fiscal y el superávit
comercial tienen un impacto positivo similar en la generación
de excedente económico. Entre ambos, el superávit comercial
es preferible al déficit fiscal porque no genera problemas de
divisas y de endeudamiento, al tiempo que sirve para que los
agentes tengan expectativas favorables al sostenimiento de los
balances macroeconómicos. Sin embargo, el propio Kalecki
no recomienda la devaluación como mecanismo para generar
superávit comercial, por sus potenciales efectos nocivos en los
precios y en el costo de las importaciones necesarias para alimentar la oferta en crecimiento económico.
Del razonamiento expuesto se sigue que, en el modo de
observación de la teoría de la demanda efectiva, la presencia
de “superávit gemelos” (fiscal y comercial) durante la postConvertibilidad de Argentina, tiene un impacto ambiguo sobre
la formación de excedente. El superávit fiscal lo reduce y el
CAPÍTULO 7
189
superávit comercial lo incrementa, pero ambos generan un
ambiente que es favorable a la construcción de expectativas y
alivian la restricción externa.
Además, en el caso argentino no se trata tanto de una elección sino de una imposición por la necesidad de atender los
compromisos de la deuda en un contexto de restricción en el
acceso a financiamiento. La ausencia de reformas tributarias y
en gastos sociales hace suponer un escenario inestable para el
resultado fiscal del gobierno, particularmente por la centralidad
que sigue teniendo el endeudamiento en el proceso de valorización del capital.
Si esto sucede, gran parte de la carga del sostenimiento
de los balances macroeconómicos del Modelo de Crecimiento
con Inserción Social se va a trasladar al superávit comercial.
Al respecto, el análisis del régimen de acumulación en el país
sugiere que las exportaciones argentinas no reaccionan tanto
por tipo de cambio u otros factores domésticos, sino en relación
con el entorno macroeconómico internacional. Los balances
macroeconómicos de los primeros años de salida de la postConvertibilidad se explican por las condiciones iniciales generadas por la violencia monetaria de varias medidas aplicadas por
el poder político y por un escenario internacional muy favorable
a los productos exportados por el país. No hay elementos para
suponer que este escenario se mantendrá en el largo plazo, por
los propios límites que muestra el régimen de crecimiento económico internacional y la escasa diversificación de la estructura
productiva del país.
En síntesis, hay buenos argumentos para defender la necesidad de mantener los superávit gemelos, pero muchas dudas
sobre la posibilidad efectiva de hacerlo. El sostenimiento de
un sistema de precios relativos liderado por el tipo de cambio
competitivo no parece una condición suficiente para estabilizar
el régimen de acumulación en base a los superávit gemelos ni
tampoco para revertir el proceso de valorización financiera del
capital habilitado por el endeudamiento público.
1.3. La formación del ahorro
En la formulación original de la teoría de la demanda efectiva se supone que los agentes ahorradores son sólo los per-
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RUBÉN M. LO VUOLO
ceptores de excedente que se asimilan a los capitalistas. Pero
esto no es así en tanto hay trabajadores de los grupos mejor
posicionados que tienen capacidad de ahorro y que perciben
rentas que extraen del excedente económico (intereses de depósitos, rentas de alquiler, etc.). El ahorro de las familias es un
dato clave en el análisis económico, sobre todo con el avance
del proceso de valorización financiera del capital. El mismo
afecta elementos importantes para la teoría de la demanda efectiva y la formación del ahorro corporativo de las empresas.
La cuestión de la formación de ahorro es crucial para comprender el modo en que se vincula la distribución del ingreso con
la acumulación y el crecimiento. No es suficiente con señalar la
importancia de la generación de ahorro nacional que reduzca
las necesidades de ahorro externo, como se hace al ponderar los
méritos del régimen de crecimiento de la post-Convertibilidad,
sino observar el modo en que se obtiene ese ahorro. En el caso
de Argentina, una de las características centrales del régimen
de acumulación vigente es la caída de la proporción de ahorro
en el ingreso de los perceptores de excedente, al punto que se
ha vuelto muy estrecha su diferencia con el mismo indicador
para los perceptores de masa salarial.
Esto genera problemas para el régimen de acumulación por
varios motivos. En primer lugar, y siguiendo los planteos de
Kaldor, porque el impacto de cambios en el ratio inversión/producto sobre la distribución del ingreso (aumento de ganancias)
es más grande cuando esa diferencia es pequeña. En segundo
lugar porque, como lo señala Pasinetti, la propensión al ahorro de los perceptores capitalistas es el indicador clave para el
conjunto de la economía. Por lo tanto, es necesario observar
más detalladamente el comportamiento de los capitalistas; su
falta de ahorro provoca distorsiones que presionan para generar
ahorro forzoso de los perceptores de masa salarial.
Este ahorro forzoso no proviene de innovaciones y diferencias de productividad que impactan en los precios, sino de
políticas públicas que alteran la unidad de cuenta que cuantifica
las relaciones en el sistema social de pagos (devaluaciones,
seguros de cambio con cobertura pública, canjes de depósitos
en el sistema financiero por títulos de la deuda pública, alteración del valor de créditos y deudas nominados en divisas o
moneda local, etc.).
CAPÍTULO 7
191
Esto hay que tenerlo presente cuando se señala la formación de ahorro nacional como condición para el buen funcionamiento del régimen de crecimiento post-Convertibilidad. El
ahorro doméstico, que cubre no sólo la inversión sino también
el ahorro externo negativo, no es resultado de procesos voluntarios sino de procesos políticos que generan ahorro forzoso sobre
la masa salarial. La recuperación aún lenta de la masa salarial
desde el piso inicial crea la ilusión de que el ahorro nacional
puede acompañar luego el crecimiento. Pero lo cierto es que la
baja propensión al ahorro de los perceptores capitalistas persiste
como característica del régimen de acumulación vigente en el
país desde finales de la década del setenta.
Éste es tal vez uno de los elementos principales que ponen
en duda el carácter “estructuralista” del Modelo de Crecimiento
con Inserción Social: su falta de consideración de los límites
que impone la distribución de ingresos para financiar la inversión cuando la propensión al ahorro de los capitalistas es muy
baja. Decir que hay que “vivir con nuestro ahorro nacional” sin
generar mecanismos para aumentar el ahorro de los perceptores
de excedente, es equivalente a afirmar, que va a continuar la
extracción de ahorro forzoso de la masa salarial.
Este problema se deriva en gran medida de un modo de
observación muy restringido: la política de tipo de cambio
competitivo se observa teniendo en cuenta su impacto sobre el
valor de la demanda efectiva y la generación de empleo, pero no
considerando sus impactos distributivos. Esta limitación ignora
los problemas del paso del corto al largo plazo, que indefectiblemente requiere considerar los cambios en la distribución
del ingreso. De hecho, la apuesta a la sustitución de capital por
empleo como resultado de los precios relativos que bajan el
costo del trabajo, es una apuesta distributiva cuya consistencia
debería probarse tanto en relación con las exigencias de inversión creciente como con la necesidad de construir credibilidad
social para la política económica.
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2. Derivaciones de la teoría de la demanda
efectiva
2.1. Post-keynesianos vs. Solow:
nivel de inversión y progreso técnico
El papel relevante que la teoría de la demanda efectiva
otorga a la inversión en el ciclo económico definió muchas de
las políticas públicas de reconstrucción de las economías de
posguerra y los programas de estímulo al desarrollo económico
de los países periféricos. Se entendía que los problemas del
subdesarrollo se derivaban de la baja dotación de capital (en
términos absolutos y relativos) combinada con un exceso de
oferta de trabajo. El mayor gasto de inversión tendría dos efectos positivos: incremento del nivel de la demanda y aumento de
la capacidad productiva incorporando mano de obra ociosa.
La corriente neoclásica cuestiona estos razonamientos señalando que el crecimiento sostenido depende más del progreso
tecnológico y de la creciente productividad de todos los elementos que participan en el proceso productivo. Más allá del
corto plazo, la importancia de la inversión no está tanto en su
nivel sino más bien en su capacidad para aumentar la productividad. La dificultad está en explicar qué es lo que determina
el progreso técnico que aparece como un elemento externo al
sistema de relaciones económicas.
Según los neoclásicos no se puede crecer persistentemente
de forma extensiva agregando capital y trabajo, sino que el crecimiento sostenido tiene que ser intensivo por mejora continua
de la productividad. Luego de alcanzar cierto punto de equilibrio de largo plazo, los rendimientos decrecientes a medida que
se agrega capital sugieren que la tasa de crecimiento es independiente del esfuerzo ulterior de ahorro/inversión de los agentes.
En este modo de observación, los problemas de insuficiencia o
exceso de demanda están anulados por definición.
Esta conclusión tiene matices para los países en vías de
desarrollo, porque al estar lejos de ese equilibrio de largo plazo,
el gasto en inversión se vuelve más relevante. Más aún cuando
el acervo de capital se encuentra por debajo de su nivel de largo
plazo; en este caso, su tasa de retorno debería ser más alta que
en los países más desarrollados. Hay un período de “transición”
CAPÍTULO 7
193
al equilibrio de largo plazo, durante el cual se puede crecer
extensivamente acumulando capital y trabajo.
La llamada teoría del “crecimiento endógeno” aportó otros
elementos a favor de la inversión. Si bien el progreso técnico
se genera fuera del circuito económico, en gran medida está
incorporado en los bienes de inversión. Así, el acervo de capital
y de conocimiento serían variables complementarias a través de
sendos procesos de acumulación. Bajo la inspiración de estas
teorías, lo que debe sostenerse en el tiempo es la inversión
en capital físico en actividades de investigación y desarrollo
(innovaciones) y en el proceso productivo que implementa esos
nuevos conocimientos.
Así, la corriente neoclásica trata de quitarle trascendencia al
gasto en inversión, pero termina admitiendo su mayor importancia para explicar el crecimiento en economías de menor desarrollo, sin dejar de recordar la magnitud de la relación entre
ese gasto y el modo en que incorpora productividad al proceso
productivo. En cierto modo, estas conclusiones refuerzan algunas presunciones de la teoría de la demanda efectiva: es más
eficaz como política contra-cíclica el sostenimiento del gasto
en inversión que el gasto en consumo.
Por otra parte, los modos de observación de los regímenes
de empleo y de demanda sugieren que un régimen liderado por
los salarios tiene más probabilidad de ser efectivo cuando la
inversión y la productividad se determinan exógenamente (no
dependen tanto de la ganancia). Y aquí se ve otra dificultad del
modo de razonamiento que sustenta el Modelo de Crecimiento
con Inserción Social: se concentra en observar el papel de la
inversión como demanda pero no se pregunta si el régimen
de empleo y de demanda de Argentina reúne las condiciones
requeridas para ser liderado por los salarios o por las ganancias. Argentina parece responder a un régimen donde el ratio
inversión/producto no es exógeno sino muy dependiente de la
tasa de ganancias.
Pero tampoco avanza en consideraciones acerca de los
cambios estructurales necesarios para que la matriz productiva
se diversifique a favor de actividades capaces de impulsar un
crecimiento intensivo en tecnología y aumento de productividad1. Más aún, al plantear un crecimiento intensivo en empleo
1. Ver Katz 2007.
194
RUBÉN M. LO VUOLO
por bajo costo salarial, no considera los problemas que pueden
presentarse por falta de correspondencia entre la heterogénea
fuerza laboral y las necesidades de mayor productividad de una
economía en crecimiento.
2.2. La distribución del ingreso y el crecimiento
La importancia de la formación de expectativas positivas es
un elemento clave de la teoría de la demanda efectiva porque el
gasto de inversión depende de modo crucial de este elemento.
En la formación de esas expectativas cumple un papel especial
la ganancia; esto es, la distribución del ingreso.
En ese sentido, Kaldor sugiere observar el “coeficiente de
sensibilidad de la distribución (funcional) del ingreso”, indicador que mide el cambio en la participación de las ganancias en
el ingreso total que es provocado por un cambio (exógeno) en
el ratio inversión/producto. Cuando esa diferencia es pequeña,
entonces cambios pequeños en el ratio inversión/producto causarán grandes cambios en la distribución del ingreso (a favor de
las ganancias); cuanto mayor es esa diferencia, más pequeño
será el impacto distributivo. En este caso, y a diferencia del
esquema original de la teoría de la demanda efectiva en que los
ajustes de oferta y demanda se producen por cantidades, Kaldor
indica que el ajuste también puede producirse por movimientos
de los márgenes de beneficios.
Esto parece corroborarse con el análisis de los regímenes de
acumulación de Argentina. El régimen de acumulación vigente
desde comienzos de la década del ochenta es inestable y muestra una falta de correspondencia entre tasa de excedente y tasa
de acumulación, coincidiendo con la caída en la propensión al
ahorro de los capitalistas.
El análisis del carácter de estacionariedad de las series de
datos vinculados al proceso de ahorro-inversión en Argentina
sugieren comportamientos que indican que los ajustes no sólo
se hacen por cantidades sino por cambios en la distribución
del ingreso. De esta manera, el propio Kaldor señaló que hay
elementos específicos que determinan el sentido de ese ajuste,
como la propensión a ahorrar de los trabajadores, los mínimos
para el salario real, la tasa de retorno mínima que los capitalistas
reclaman para invertir, su control de mercados, etc.
CAPÍTULO 7
195
Asimismo, el análisis realizado es compatible con ciertas
conclusiones de Pasinetti: los comportamientos de las distintas
categorías de perceptores influencian la distribución del ingreso
entre las mismas, pero no afectan la distribución entre los salarios totales y las ganancias totales (excedente), como tampoco
la tasa de ganancias. El dato clave es la propensión a ahorrar de
los capitalistas. De aquí se sigue que, según sea la distribución
del ingreso (y por tanto el ahorro) el nivel de la inversión puede
o no ser el necesario para que el sistema se mantenga en nivel
de pleno empleo. Y todo esto se define en gran medida por la
conducta de ahorro de los capitalistas.
Nada de ello considera el planteo del Modelo de Crecimiento con Inclusión Social. Toda la apuesta está en la formación de expectativas favorables a la inversión en base a la
capacidad de la política monetaria y fiscal de mantener un sistema de precios relativos con tipo de cambio competitivo. La
inversión se supone empujada por una tasa de ganancias que
está determinada por el tipo de cambio elevado que genera
mayor excedente. Pero no reflexiona acerca de los cambios que
se producen con los ajustes distributivos vinculados al crecimiento económico.
Por ejemplo, piénsese en el argumento acerca del estímulo
a la sustitución de capital por empleo resultante de un costo
laboral más bajo. ¿En qué medida esa posibilidad es compatible
con la caída de la tasa de desempleo, con el aumento de los
salarios nominales del sector formal, con la eventual reducción
de ingresos extraordinarios en las exportaciones por cambio en
el contexto internacional y con la propia lógica de inversión vinculada al auto-financiamiento con elevada tasa de ganancias?
¿Qué puede decirse del gasto en inversión en relación con el
progreso técnico ahorrador de empleo?
El problema distributivo tampoco se considera al tratar la
necesidad de financiar la acumulación con ahorro nacional. La
falta de ahorro de los capitalistas presiona para la generación
de ahorro forzoso sobre la masa salarial, por lo que el problema
no es sólo de relaciones técnicas de orden macroeconómico,
sino también de relaciones a nivel de las unidades productivas,
como así también de orden político y social.
Todo lleva a suponer que el Modelo de Crecimiento con
Inserción Social confía en la reconciliación entre los distintos
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RUBÉN M. LO VUOLO
componentes de la distribución del ingreso. Así se aproxima
a las corrientes que entienden que el modo de ajuste del ciclo
económico no es tanto por las variables distributivas, sino por
los movimientos de las cantidades demandadas y producidas.
El exceso de demanda provocado, por ejemplo, por aumento de
la masa salarial, produce una mayor utilización de la capacidad
productiva, y de allí estimula el gasto en inversión.
Sin embargo, no hay estudios que confirmen si en el régimen
de acumulación vigente en el país se verifican las señaladas
paradojas del ahorro y de los costos. Así, supuestamente el
aumento de empleo y de salarios reales del sector formal haría
que el mayor gasto en bienes y servicios de consumo genere
mayor utilización de la capacidad instalada y de ahí se estimule
la inversión (pese a la caída de ganancias). Por otra parte, ese
mayor uso de la capacidad instalada también aumentaría los
beneficios sobre el total del capital invertido por el conjunto
de las empresas. Así se podría reconciliar masa salarial con
ganancias.
La historia argentina muestra que este argumento lógico
no se verifica en la práctica. Lo que prima es una relación contradictoria entre distribución del ingreso y acumulación, que
se ajusta por mayor uso de la fuerza de trabajo y por ahorro
forzoso. La ampliación de mercados por la protección del tipo
de cambio tiene los límites propios de la sustitución de importaciones y el acceso a mercados internacionales sigue siendo
de producción basada en recursos naturales con baja carga de
empleo.
Si a lo anterior se suma el avance de la renta financiera en la
distribución del ingreso, se vuelven débiles los razonamientos
que ven una conciliación entre los distintos componentes de la
distribución del ingreso. Más aún por la presencia de un sistema nacional de protección social basado en seguros sociales
y con alto contenido de informalidad, que no permite el buen
funcionamiento de un régimen de empleo, de demanda y de
acumulación liderado por los salarios.
2.3. Regímenes de empleo y de demanda
Las relaciones entre distribución funcional del ingreso y crecimiento económico son muy complejas. Por nombrar algunos
CAPÍTULO 7
197
elementos de esa complejidad: los comportamientos en relación
con el ahorro de los perceptores de salarios y ganancias; la
medida en que una mayor participación de los salarios disminuye la rentabilidad y recorta la inversión (es decir, la susceptibilidad de la inversión a la participación de la ganancia en
el producto); la reacción de la oferta según las restricciones
tanto de la capacidad productiva como de la disponibilidad
de divisas; el modo en que se forman los precios; los mecanismos de formación de las expectativas; el impacto sobre la
competitividad internacional de los costos salariales; el modo
en que se desarrolla el conflicto distributivo; la forma en que
se determina la tasa de ganancias productiva en relación con
otras remuneraciones del capital; etc.
Los sistemas de precios relativos expresan sólo en parte
esta complejidad. Por eso la visión clásica y heterodoxa de
los problemas pone el acento en observar la reproducción del
sistema económico y social, de donde surge la importancia de
la configuración de estructuras institucionales que combinan,
entre otras cosas, sistemas de regulación del trabajo y el empleo,
actividad fiscal y regímenes de demanda agregada. Por más que
cambien temporalmente los precios relativos, si no se modifican
esas configuraciones difícilmente el sistema se organice bajo
parámetros de un régimen de acumulación diferente.
Por ejemplo, un régimen de demanda liderado por los salarios puede llevar a un “estrangulamiento de ganancias en situación de alto empleo”, salvo que se verifiquen condiciones excesivamente restrictivas y poco realistas. En un entorno de este
tipo, y más allá de un nivel de empleo, las políticas de expansión
de demanda agregada serán inefectivas para estabilizar el crecimiento y seguir generando empleo salvo que se produzcan
cambios en los diferentes órdenes de prácticas sociales. Y en
este caso el estrangulamiento de ganancias que importa no tiene
que ver con criterios de equidad, sino que busca señalar que los
capitalistas forman sus expectativas en base a las mismas y que
se financian con ganancias retenidas.
Esta contradicción puede ser aliviada o exacerbada por el
sistema nacional de protección social. Por ejemplo, los aumentos de beneficios de las políticas que pagan “salario social” a
los grupos del empleo formal tienden a mantener un régimen
liderado por los salarios cuando el empleo es bajo y la tasa de
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RUBÉN M. LO VUOLO
ganancias es positiva. Pero cuando se combinan con mayores niveles de empleo pueden reducir la tasa de ganancias,
induciendo una crisis de acumulación en la medida en que la
inversión continúe siendo determinada por las expectativas de
ganancias de los capitalistas. Por lo mismo, los resultados cambian si el entorno es uno donde la productividad y la inversión
se determinan endógena o exógenamente, si la economía es
cerrada o abierta, si la configuración de los mercados es más
o menos concentrada, etc.
Si a lo anterior se le adiciona la desigual conformación de la
fuerza laboral en el país, la cuestión se complica aún más. Un
régimen de acumulación liderado por los salarios puede encontrar trabas a la generación de mayor empleo pleno, expresadas
por ejemplo en la persistencia de la informalidad. Por lo mismo,
no puede esperarse que así mejore la desigual distribución del
ingreso entre los propios trabajadores, particularmente en un
contexto donde la productividad laboral parece aumentar mientras los salarios caen en el país.
2.4. La valorización financiera del capital
La ambigüedad de las relaciones causales entre distribución
y crecimiento se potencia con el avance del proceso de valorización financiera del capital. Este proceso conlleva cambios
no sólo en la administración de las firmas, sino también en las
conductas de consumo y ahorro de las familias. Los trabajadores mejor posicionados pasan a suplementar ingresos gracias a
las rentas financieras y créditos obtenidos con garantía de sus
activos. Los límites a este circuito están en el deseo de acumular deudas por parte de las familias o en las posibilidades de
insuflar crédito en el mercado.
En estos procesos también se altera la distribución del
ingreso y el proceso de inversión, en tanto se ven afectados el
consumo y el ahorro de las familias, el ahorro de las empresas
(las ganancias retenidas) y las expectativas de ganancias. La
inestabilidad propia del ciclo de valorización financiera del
capital se expresa como crisis en el sistema financiero, pero
involucra al conjunto de las relaciones sociales.
El cambio con respecto al régimen de organización social
del Estado de Bienestar keynesiano es evidente. En la fase de
CAPÍTULO 7
199
construcción y maduración del Estado de Bienestar keynesiano
se buscaba homogeneizar los estilos de vida y promover una
sociedad estable con ciertas jerarquías definidas básicamente
por el mercado laboral, sobre la base del reconocimiento de
ciertos derechos básicos para toda la ciudadanía. Con el avance
de las finanzas en la economía, se crea espacio para una suerte
de ciudadanía patrimonial donde lo que se premia es la capacidad para generar ingresos desde la propiedad de activos. La
sociedad se vuelve más desigual y se diluye la solidaridad de
clase a favor de una solidaridad con el valor de los activos
financieros.
En síntesis, la conformación institucional del régimen de
acumulación en relación con el régimen de protección social
es clave para comprender la relación entre distribución del
ingreso y crecimiento económico. Es necesario observar las
relaciones específicas que se verifican en cada caso con una
perspectiva histórica. Esto se vuelve más importante cuando
se trata de economías de menor desarrollo, como Argentina,
caracterizadas por una fuerte desigualdad de la distribución
de ingresos y riqueza, además de una trayectoria económica
mucho más fluctuante.
3. Una síntesis de la trayectoria histórica del
régimen de acumulación de Argentina
Lamentablemente, las evidencias empíricas disponibles en
Argentina son escasas y en muchos casos inconsistentes. Con
estas salvedades, los ejercicios realizados muestran que durante
el período 1960-2006, el régimen de acumulación del país registró un cambio estructural hacia el año 1980.
Ese cambio registra el paso desde un régimen de acumulación con características de “liderado por los salarios”, a uno
híbrido donde los parámetros de este tipo de régimen de acumulación se vuelven débiles por la caída de la propensión al
ahorro de los perceptores de excedente. Esta caída achica la
diferencia con el mismo indicador correspondiente a los perceptores de masa salarial. Asimismo, el avance de un proceso
de valorización financiera del capital viabilizado por el endeudamiento público se refleja en las tendencias divergentes entre
200
RUBÉN M. LO VUOLO
la creciente tasa de excedente económico y la caída de la tasa
de acumulación.
El abandono de las reglas de Convertibilidad no impacta en
estos indicadores sino en los componentes del ahorro interno.
En la década del noventa el ahorro nacional era insuficiente
para financiar la inversión, cubriéndose el bache con ahorro
externo. En la post-Convertibilidad, el ahorro nacional supera a
la inversión y financia la salida neta de recursos al exterior. Este
cambio de escenario no se debe a comportamientos voluntarios,
sino al ahorro forzoso provocado por mecanismos de violencia monetaria que ajustaron el consumo de los perceptores de
ingresos laborales.
Esto es consistente con la siguiente evidencia: la única serie
que muestra un carácter estacionario en el período 1993-2006
es la tasa de ahorro privado. Esta evidencia se conjuga con la
retroalimentación que se registra entre el nivel absoluto del
ahorro y el PBI, como así también con la precedencia temporal
de los distintos indicadores de ahorro con respecto a los de la
inversión.
En contraste, no se registra relaciones de causalidad entre las
distribuciones del ingreso (funcional y/o familiar) y las variables vinculadas al proceso de ahorro-inversión. Por lo tanto,
no parecen sostenibles los argumentos que sugieren que una
distribución progresiva de los ingresos podría afectar el nivel
del ahorro, pero tampoco los que sugieren que un aumento de
la masa salarial tendría un impacto positivo en la acumulación.
Esto obliga a observar con mayor detalle las formas que adoptan
las estructuras y sus compatibilidades.
La regresiva matriz distributiva de las grandes empresas
también corrobora lo anterior. El crecimiento de la masa de
excedente y la tasa de excedente es consistente con la importancia de las ganancias retenidas por las empresas como forma
de financiamiento. Sin embargo, no se observa que esta mayor
apropiación de ingresos por parte de perceptores capitalistas
afecte en igual medida al gasto en inversión, por lo que el régimen de acumulación no registra los parámetros propios de uno
liderado por las ganancias.
La importancia del auto-financiamiento empresario es coherente con la poca relevancia de la tasa de interés y el crédito en
la explicación del ciclo económico en Argentina. Esta escasa
CAPÍTULO 7
201
relevancia se corresponde con lo que refleja la estructura de
activos del sistema financiero y la fuga de capitales (incluyendo
el uso de divisas como forma de mantener liquidez y ahorro
de los particulares).
La creciente masa de excedente también registra una relación de precedencia temporal con el consumo privado, de forma
consistente con la tesis que indica la importancia del consumo
capitalista en el ciclo económico en economías con alta concentración de ingreso. Esto se corresponde también con el avance
de ingresos provenientes de rentas financieras que son parte del
creciente excedente económico.
De aquí se extrae una conclusión clave para entender las
debilidades de la relación entre distribución del ingreso y acumulación en Argentina: el consumo popular no logra ubicarse
como principal factor de expansión de la demanda. Los ingresos
de los trabajadores son más una fuente de ahorro (forzoso) para
el ciclo económico argentino que un elemento que dinamiza el
consumo y de allí la demanda efectiva.
El otro elemento que ayuda a comprender la debilidad del
régimen de acumulación es la creciente valorización financiera
del capital vinculada el endeudamiento público. El endeudamiento público se ha ido estableciendo como forma de inyectar
liquidez en el mercado, establecer tasas de rentabilidad de referencia para el capital y también para que el poder político ejerza
violencia monetaria sobre el sistema social de pagos ocultando
los costos de las transferencias regresivas de riqueza. Lo que
hicieron el default y el canje de la deuda pública fue cambiar
el cronograma y la estructura, reduciendo la importancia de los
intereses pagados anualmente frente a otros ítems del costorendimiento de la deuda.
En la post-Convertibilidad la rentabilidad bancaria pasó a
depender aún más de los títulos públicos y no del crédito al sector productivo. El poco crédito es para el consumo de los grupos
con mejores ingresos y para las empresas de mayor tamaño que
lo utilizan principalmente para financiar capital de trabajo.
Estas comprobaciones corroboran el carácter híbrido e inestable del régimen de acumulación en el país, y ayudan a explicar
la fuerte dependencia de la fase de crecimiento económico postConvertibilidad con respecto a las condiciones iniciales creadas
por las formas elegidas para salir de la regla de Convertibilidad,
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RUBÉN M. LO VUOLO
en particular con respecto a la distribución regresiva del ingreso
y la riqueza. El efecto riqueza positivo fue sobre los perceptores
de excedente económico. Este escenario se combinó con un
entorno internacional favorable a las exportaciones que generó
un impulso adicional a la demanda.
Las dificultades para continuar legitimando esta distribución
regresiva del ingreso y del empleo se han de agravar con los
cambios del escenario internacional. En este contexto es muy
difícil que se consoliden expectativas favorables a la inversión
porque los agentes esperan un nuevo cambio brusco del patrón
distributivo al no generarse una estabilidad en el régimen de
acumulación. La emergencia de conflictos políticos conspira
aún más contra la posibilidad de lograr esa estabilidad.
El sistema nacional de protección social no alivia sino que
potencia estos problemas por varios motivos. Al estar asentado sobre reglas operativas propias de los seguros sociales
funciona de un modo pro-cíclico en relación con el empleo.
Esto no ayuda al buen funcionamiento de un régimen liderado
por los salarios, lo cual es más complicado por la fuerte desigualdad entre los grupos laborales y el avance de la ciudadanía
patrimonial.
4. Algunas evidencias adicionales
Las fluctuaciones de los precios relativos siguen las fases de
los ciclos económicos en Argentina2. Pero los precios relativos
no son lo que definen los cambios estructurales de los regímenes de acumulación, sino más bien son el emergente de las
contradicciones que se verifican entre sus relaciones relevantes,
particularmente las que se verifican entre los procesos de distribución y acumulación de capital. El origen de la volatilidad
económica de Argentina está en la incapacidad para estabilizar
y legitimar estas relaciones.
Esto permite observar, por ejemplo, algunas similitudes
entre la Convertibilidad y la post-Convertibilidad. En ambos
períodos, la reducción del costo del trabajo es un elemento
ineludible de las “condiciones” para la estabilidad de precios y
2. Coremberg et al. 2007.
CAPÍTULO 7
203
el crecimiento económico3. Las medidas adoptadas por el poder
político tanto para crear las condiciones iniciales de la fase de
crecimiento de la Convertibilidad como de la post-Convertibilidad tienen este elemento en común. También, el uso del
endeudamiento público como forma de hacer operativos procesos de captación de ahorro forzoso. La pregunta es inmediata:
¿puede resolver estos problemas la política macroeconómica
cuando su “éxito” depende de la generación de este tipo de
condiciones iniciales, que suelen ser no perdurables e incluso
no deseables?
4.1. Tipo de cambio, inflación y precios relativos
La virtual congelación de salarios y de tarifas de los servicios públicos privatizados fue tan importante como la fuerte
devaluación para la fijación de los precios relativos4. Este
congelamiento es lo más relevante para entender por qué no se
produjo un traslado a precios minoristas equivalente a la cuantía
de la devaluación [path trough]5 y, por lo tanto, para explicar
el nivel del tipo de cambio competitivo.
El traslado a precios minoristas se atenuó por la profundidad
del contexto recesivo6. Los niveles de demanda muy deprimidos
trabaron el traslado de aumento de costos a los precios finales
como forma de no perder posición en el mercado de las firmas
que habían logrado sobrevivir a la recesión previa. El deterioro
adicional del desempleo y de los ingresos laborales también
disminuyó el poder de negociación de los trabajadores, y de allí
la presión sobre los precios de los costos laborales7.
3. Ver Giosa Zuazúa 2005.
4. Desde una perspectiva histórica, el tipo de cambio real promedio
anual se estabilizó en valores cercanos e incluso menores a 1986 (Plan
Austral), pero el salario real promedio anual de 2003 era 30% inferior
al de aquel año, con precios internacionales de los bienes exportados
mucho más altos.
5. Sigo aquí el análisis de Frenkel 2003.
6. Durante el primer trimestre de 2002 el producto siguió cayendo fuerte
(5,5%).
7. Cuatro meses después de la salida de la convertibilidad, los salarios
reales medios cayeron casi 18%.
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RUBÉN M. LO VUOLO
El ambiente de baja inflación creado por una década de
Convertibilidad también fue importante. En presencia de regímenes de alta inflación los aumentos de costos provocados por
una brusca devaluación tienden a ser percibidos como permanentes y se trasladan más rápidamente a los precios porque
son pequeños los períodos de duración de los contratos, y su
potencia es mayor para la formación de expectativas de inflación creciente. En contextos de baja inflación, como era el caso
argentino hasta 2001, operan motivos opuestos para atenuar la
inflación. Si, además, el tipo de cambio experimenta una suba
abrupta para bajar luego a un nivel más “razonable”, como
sucedió en Argentina, es más factible crear un ambiente de
corrección por “única vez” que atenúa la aceleración inflacionaria.
En contraste, la fuerte dolarización de la economía jugó a
favor del traslado de la devaluación a precios. Sin embargo,
este potencial traslado se atenuó con la indisponibilidad de los
fondos depositados en el sistema financiero y la “pesificación
asimétrica”. Ambas medidas generaron incluso una “deflación”
de los precios de algunos activos cuyas transacciones se efectuaban en valores dolarizados, como inmuebles y automóviles.
Es allí donde más se sintió el efecto riqueza del cambio de
precios relativos. Fueron los grupos de mejores ingresos, los
que mejoraron la rentabilidad de sus actividades; asimismo,
dado que que poseían activos en dólares fuera del sistema financiero, se vieron favorecidos por un efecto riqueza que empujó
la demanda.
La evolución posterior de los elementos que explican la
formación de los precios relativos no permite sostener que
la evolución de las variables seguirá siendo la prevista por el
Modelo de Crecimiento Económico con Inserción Social. Esto
se observa, por ejemplo, cuando a partir de 2005 se empiezan
a recuperar los salarios en los sectores formales, mientras que
los ingresos de los sectores informales y del empleo público
siguieron muy por detrás en la recuperación8. También continuó
la tendencia de los noventa en cuanto a la inestabilidad en el
8. Los trabajadores abarcados por las negociaciones colectivas durante
el 2004 y el 2005 no superan el 15,6% del conjunto de asalariados y
el 10,5% del total de la fuerza laboral (Lozano et al 2006). Respecto
del período base de la serie (octubre/diciembre de 2001), hacia 2006
CAPÍTULO 7
205
empleo, con alta tasa de rotación, donde la diferencia entre el
sector informal y el formal es aún mayor.
En cuanto a los servicios públicos, y pese a la llamada “Ley
de Emergencia” dictada en 2002, las sucesivas administraciones
fueron posponiendo la renegociación de contratos sin avanzar
en la revisión integral, a favor de negociaciones personalizadas,
de corto plazo y con el objetivo de no aumentar tarifas. Desde
esa ley en adelante, el gobierno desplegó una suerte de política
“dual”. Por un lado, se facilitó la recomposición de rentabilidad
en aquellos sectores donde, además de empresas internacionales, se registra una fuerte presencia de grupos económicos
locales y el costo de sus servicios no tiene un impacto directo
sobre la población9. Por otro lado, se dilató la renegociación
integral de los contratos, privilegiando el control de tarifas allí
donde las mismas tienen un fuerte impacto social10.
Para la generalidad de los casos se firmaron acuerdos de
corto plazo, renovando contratos que liberaban obligaciones o
capitalizaban deudas de los concesionarios, mientras se mantenían y elevaban subsidios de difícil justificación (particularmente en el área de transporte). En aquellos casos donde se
llegó a quitar la concesión y a retomar la administración estatal
del servicio, fue allí donde los cuestionamientos y las violaciones a los contratos eran muy fuertes y no había márgenes para
dilaciones ni para acuerdos11. La posibilidad de continuar con
políticas de control de los precios de las tarifas públicas se fue
acotando cada vez más.
La política de control de precios tampoco parece perdurable.
Esta política no se asentó en recomendaciones probadas en
la experiencia internacional como el incremento de la com-
los salarios nominales del sector privado registrado crecieron 121%,
los privados no registrados 53% y los del sector público 42%.
9. Vías fluviales por peaje, servicios aeroportuarios, terminales de puertos, correo postal, transporte ferroviario de pasajeros, etc.
10. Agua y saneamiento, corredores viales nacionales, redes de acceso a
la Ciudad de Buenos Aires, transporte ferroviario de cargas, servicio
básico telefónico, y transporte y distribución de gas natural y energía
eléctrica.
11. Correos, servicio de aguas en la región metropolitana, un ramal de
ferrocarril, yacimientos carboníferos de Río Turbio, espacio radioeléctrico.
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petencia, instituciones de regulación que prevengan arreglos
monopólicos en los mercados; acuerdos tomados por consenso
con actores relevantes; etc. Por el contrario, se optó por mecanismos intransparentes de subsidio, relaciones personales con
ciertos grupos, directas amenazas públicas y privadas, más la
adulteración directa de los índices de precios oficiales. Estas
formas de controlar la inflación no pueden considerarse como
sostenibles en el tiempo y responden a una coyuntura política
y económica de difícil perdurabilidad.
4.2. Superávit fiscal, superávit comercial y
límites de la política pública
La reversión del déficit fiscal tampoco se explica por cambios estructurales12. La inflación provocó la caída del valor real
del gasto público, principalmente por su impacto sobre salarios,
jubilaciones y otros beneficios de las políticas sociales más
relevantes. El aumento del gasto por los nuevos planes sociales
asistenciales fue mucho menor que la caída del gasto social por
los programas más voluminosos. El impacto del default de la
deuda pública fue importante y la posterior reprogramación
transfirió pagos a futuro que, como se explicó, a medida que
maduran, va diluyendo el impacto inicial. La deuda provincial
se reorganizó para que la Nación quede como principal acreedor a través de fondos fiduciarios especiales, por lo que frente
a problemas de pago de las provincias no está claro cómo se
resolverá el conflicto.
A esto se sumó la recomposición de los ingresos públicos
por la propia inflación, el rebote económico y la creación de
nuevos impuestos a las exportaciones y a las transacciones en el
sistema bancario. Dado que esos recursos no integran la coparticipación federal de impuestos mejoró las cuentas nacionales
pero no tuvo el mismo impacto en las finanzas provinciales.
A medida que fueron recuperándose algunos gastos (salarios,
beneficios sociales, subsidios a las empresas) el superávit fiscal
empezó a registrar problemas para sostenerse. La recuperación para las finanzas públicas de la recaudación de los aportes
12. El resultado global de la Administración Nacional pasó de registrar
un déficit de 4% del PBI en 2001, a un superávit de 0,3% en 2003. A
partir de allí crece hasta niveles superiores a 3% del PBI.
CAPÍTULO 7
207
y contribuciones de las AFJP alivió en parte el problema de
recaudación, pero no parece suficiente para proyectar el mantenimiento del superávit fiscal13.
El superávit en la balanza comercial se explica en principio
por la caída de importaciones como resultado de la recesión
económica. El crecimiento de exportaciones no puede atribuirse
a la política de la post-Convertibilidad sino más bien a la creciente demanda internacional y el aumento de precios de los
commodities que exporta el país. El tipo de cambio puede haber
favorecido la utilización plena del cambio tecnológico que
registraron algunas actividades durante la década del noventa,
pero su impacto es más decisivo en la protección de la industria
local de la competencia importadora.
El tipo de cambio elevado permitió que se incorporen nuevas actividades, pero también extendió la protección a otras que
no la requerían. Esto explica en parte que, pese al crecimiento
económico, no se registre cambios estructurales en el patrón
tecnológico-productivo de Argentina14. La competitividad internacional continuó dependiendo de las condiciones iniciales:
bajo costo laboral, congelamiento de tarifas y tipo de cambio. A
esto se sumó una controvertida política de subsidios fiscales que
favorecen a grandes empresas, muchas de las cuales ya estaban
creciendo fuertemente sin que las mismas asuman compromisos de generar externalidades para el resto de los agentes del
sistema. Paralelamente, se idearon nuevos mecanismos de subsidios al capital, como los llamados “fondos fiduciarios”15.
La continuidad del patrón tecnológico-productivo se advierte
en el comercio exterior donde, pese a incrementos en las exportaciones de productos industriales, las exportaciones primarias
siguieron teniendo el mayor peso y definiendo la tendencia. El
bajo costo de los servicios vendidos por profesionales locales,
el auge del turismo receptivo y la merma de los gastos en el
exterior de los argentinos mejoró la balanza de servicios. Sin
embargo, esto se contrarrestó con el déficit de otras cuentas
como servicios financieros, fletes o regalías. Si bien el default
13. A esto se suma la creciente práctica de colocación de deuda del Tesoro
sobre los excedentes financieros del sistema de seguridad social.
14. Ver Fernández Bugna y Porta 2007.
15. Ver Lo Vuolo y Seppi 2006.
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y la reprogramación de la deuda hicieron que la cuenta de intereses pagados se redujera notablemente, fue superior la salida
neta de divisas por pagos de utilidades debido a la persistencia
de la extranjerización de la economía local y la fuerte mejora
de la rentabilidad empresarial. Además, en el año 2006 ya se
empezó a observar un crecimiento de la fuga de capitales16.
La observación de éstas y otras evidencias no permite detectar aquellos elementos que la investigación comparada sugiere
como explicación de largo plazo de las divergencias en las trayectorias de desarrollo de diversos países17. No hay cambios
en la participación sectorial del producto y del empleo, en la
diversificación del comercio internacional, en el crecimiento
de la productividad de distintos sectores y grupos laborales, en
la incorporación tecnológica, en los comportamientos de los
agentes económicos, etc.).
Lo señalado indica que la trayectoria de crecimiento económico de la post-Convertibilidad es fuertemente dependiente
de las condiciones iniciales y del entorno favorable que la
acompañó en los primeros años. También se corrobora lo que
indicamos en el Anexo metodológico: sólo en las crisis generalizadas, la política económica no choca tanto con los obstáculos
que la auto-regulación de los sistemas económicos y sociales
impone a la política económica. En esos períodos de crisis, la
política económica se ve confrontada no tanto con problemas
de comunicación como de definición de la acción política, y la
constitución del bloque hegemónico de actores que aprovechan
el momento para ejercer acciones económicas, políticas, jurídicas, ideológicas y monetarias en su favor.
Pero, superada la crisis y a medida que se “normaliza” el
funcionamiento del sistema económico y social, la política
económica vuelve a reclamar consistencia y armonía de las
estructuras institucionales que definen el régimen de acumulación. Lamentablemente, este paso es el que no logra darse en
Argentina y la explicación tiene que ver tanto con las dificultades para mantener ciertas relaciones económicas cuantitativas
como con la propia concepción del modo en que se debe hacer
política pública para generar credibilidad social en la misma.
16. Ver Gaggero et al. 2007.
17. Ver, por ejemplo, Rada y Taylor 2006.
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